PARTE CUARTA
CONOCIMIENTOS DE RÉGIMEN

CAPÍTULO IX
El hombre ante la ley

PÁRRAFO IX
LEY QUE HACE EXTRAÑOS, NO ES LEY CIVILIZADA.

En el párrafo VII del capítulo VI está definido lo que es civilización, que es el principio de la sabiduría; y como no se puede ser sabio sin conocer toda la justicia de las cosas y los hechos y practicando la justicia por la justicia misma, sólo el que reúna en sí mismo esas cualidades, es civilizado.

El Espíritu de Verdad, en una serie de comunicaciones dadas antes del juicio, bajo la firma de Che Auffer y otros, disparó tales dardos sobre este punto, que en ellas está contenido todo lo que los hombres puedan decir y lo que no podemos decir ni alcanzar como tales y, es necesario ser verdaderamente civilizado, para sólo tomar la palabra “civilización” en la boca.

En aquellos dardos encendidos de amor y más duros que el diamante, llega a “no conceder el rubro civilizado, mientras haya puntos que resolver en la tierra y descontentos que protesten por una ley opresora”; y toda esta pauta y todos mis escritos, no son sino la confirmación de esa afirmación. Yo habría quedado contento y el Espíritu de Verdad se habría satisfecho, si al final de mis largos estudios de la humanidad, se hubiera podido decir que hay civilización en la tierra.

Pero lo grave es, que al final, tengo que decirle: no sólo no hay civilización, sino que la humanidad está a punto de dar pasos atrás como el cangrejo; y, yo me lleno de tristezas y me agobian los sufrimientos, porque vine para hacer la civilización y me encuentro acorralado, pues aun no hay ni siquiera cultura y apenas asoma la urbanidad, siendo esta una hipocresía que es un sarcasmo a la urbanidad.

Y si no hay urbanidad (que es el primer escalón para llegar a la cultura), es porque no hay educación que nos ponga en la relación debida de unos y de otros hombres, mirándonos, al menos con respeto mutuo, ya que no sea con amor; ese respeto, podría ser cultura que nos encaminaría decididamente a la justicia y ésta nos introduciría necesariamente en el amor fraternal y habríamos dado el primer paso en la sabiduría, que es la civilización.

Para esto es necesario romper barreras y borrar fronteras, como a los hombres se les mandó; pero entonces hicieron más y acrecentaron las barreras; mas fue delante de los estados civiles la religión condenando todas las libertades y el progreso, bastando, para probarlo, el famoso “Syllabus” del pontífice cristiano, que os anoté en el libro “Buscando a Dios”.

¿Cómo, pues, puede haber civilización siendo el hombre extraño en todas partes por nacionalidad y por religión? ¿Cómo puede haber civilización si no hay cultura y urbanidad, porque aun dentro de una misma cuidad… y espantaos más… aun dentro de un mismo hogar hay clases y diferencias que levantan a unos y esclavizan a otros?

El prejuicio y el error de religión, han hecho en las conciencias lo que no cabe, ni hubo, ni haber puede en las bestias y fieras del bosque; pues éstas, no hacen diferencia entre sus cachorros por si unos se desarrollan más que los otros o son de diferente color; pero entre los hombres veréis (y sobre todo entre las madres fanatizadas de religión) que desprecian y aun persiguen a un ser que llevaron en sus entrañas por el solo hecho de que, al llegar al uso de la razón, despertó ideas, (que basta que sean contrarias a la religión para ser ideas de progreso y principio de civilización) pero, por eso mismo, la madre que vendió su conciencia al dogma religioso, vende también sus sentimientos de madre y acusa al hijo y lo calumnia, siendo muchos miles los hombres de ideas que han caído en las hogueras de la traición religiosa, o en la calumnia mortal de una excomunión infame.

La causa es la ley opresora que hace extraños a todos los hombres más allá de la línea que marca la frontera nacional, y más extraños todavía si se trata de una familia religiosa; porque, civilmente, aun puede ser que encontremos tratados recíprocos que admiten a los hombres bajo sus constituciones, un algo liberalizadas por conveniencia de intereses; pero en lo tocante a lo religioso, no hay cuartel; todas dicen lo mismo: “Fuera de mi no hay salvación”. Por esto yo vine a decir en nombre de Eloí: “Dentro de todas las religiones ningún hombre es salvo, y fuera de todas, el hombre es salvo”.

Sólo así es posible la civilización, porque sólo así puede darse una ley para el mundo todo, que no haga extraño a nadie en parte alguna y ni aun necesite familia para tener por hermanos a todos sus semejantes.

Este es el código de amor universal que entrego al mundo para la comuna que borra fronteras, razas, castas y clases, quedando sólo el título verdadero que en el Universo existe: el de hermano.

Después de esto y de las citas que os doy, donde veréis la verdadera sabiduría y la civilización, ¿qué más os puedo decir, hijos de la comuna, para orientaros como civilizados en nuestras leyes? Os enseñé que la ley que obliga a todos por igual no es justa, porque hay grados de progreso; sabéis que las leyes humanas dictadas por mayoría, son el reflejo de las leyes divinas en el grado de progreso material y espiritual; y para final os digo que, “las leyes sólo pueden ser justas equitativamente, cuando se basan en el amor puro y desinteresado, el que nos obliga al trabajo individual y colectivo para mayor bienestar de la comuna”, lo que estudiaré en el párrafo siguiente.

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