CAPITULO VIII
CAUSAS Y EFECTOS

PÁRRAFO VIII

EL HOMBRE NO PUEDE CASTIGAR AL HOMBRE

“El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra”, contestó Jesús a los que presentaron una mujer adúltera, y ninguno la tiró; Jesús dijo entonces: “Vete mujer, y no quieras pecar más”.

Y es que la ley divina y su autor, prohíben al hombre castigar al hombre y ni el mismo Creador los castiga, sino que los deja corregirse, demostrándolo por el profeta y repitiéndolo por Jesús: “No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”, y en el testamento de Abraham, contrato del Creador y sus criaturas, vemos claro que llama hijos a los “negros de hollín”, los que “cuando me conocerán me serán fieles”, dice.

Pues si el Creador no castiga a sus criaturas, ¿con qué derecho una criatura puede castigar a otra? ¿Quién la ha hecho árbitro de las demás? ¿Su sabiduría? Demuéstrela en la corrección, mas no en el castigo; enseñe amor y no incite al odio por la opresión y demostrará que es sabio; si esto no hace, es transgresor de la ley; es un sabio pretendido y esto es la ignorancia crasa que origina el desequilibrio. En vez de ser maestro, es un discípulo díscolo que pierde el tiempo y distrae a los demás; ése merece el castigo, que no se lo daría la ley divina porque ésta no tiene castigo; pero se lo dan sus remordimientos, cuando comprenderá que hizo mal y no podrá ver que la ley lo castigó, sino que le impuso la corrección; mas su ignorancia verá castigo, porque está en él el castigo para los otros; pero no es la ley la que da el castigo, sino la disconformidad con que se toma la corrección de la ley, por cuya disconformidad sufrimos y decimos castigo; y si fuera el castigo de la ley, no sería jamás el castigo corporal el que ella diera, porque sabe la ley, que del castigo corporal, protestan hasta las bestias.

Yo sé que hay hombres como las bestias y hasta de menos discernimiento; pero, ¿acaso no lo hemos sido todos? ¿Quién aceptará sin protestar el castigo corporal? ¿Acaso no veis que al dañar en el cuerpo los sentimientos se resienten y el instinto lleva a parar el golpe, aun en la pelea? ¿Porqué ese instinto, sino porque el cuerpo sabe que aquello no es de su ley? Pues si vosotros no queréis recibir el castigo, ¿por qué habéis de castigar al semejante? ¿Es malo para vosotros? ¿Cómo será bueno para el hermano, si lo que es malo nunca puede ser bueno?

El espíritu viene a la tierra en un cuerpo para cumplir un deber, un trabajo; si no lo cumple, tendrán más culpa los que lo educaron mal, pero él también es responsable. ¿Sabéis para qué sirve la infancia? Pues para educar al hombre y para corregirse el espíritu. ¿No lo educáis? ¿No lo corregís? ¿Cómo impondréis luego castigos? Sois vosotros los responsables y cargáis castigo al que le habéis usurpado la educación y la corrección. ¿Es justicia eso?

Diréis que el Estado tiene escuelas donde enseña a los adultos; pero ¿qué les enseñan hoy? Sólo odio, porque les imponen la patria sobre todas las cosas y esto es sembrar el odio contra el vecino; se les enseña que hay clases y supremacías y esto es sembrar el odio entre sus conciudadanos; si les enseñan religión, es error y odio contra todos los que no sean cristianos o profesen otra religión. Así hacen todos los estados y por esto se ve sólo odio en todo el mundo, de una nación para otra y dentro de la misma ciudad entre todos sus individuos porque, sólo odio les enseñaron en lo civil, social y religioso; y cuando hombres, sólo odio político encuentran, por las clases en que se dividen los nulos maestros, malos educadores y peores gobernantes.

Al niño y al adulto, sólo el amor de hermanos (que es amor del Creador) debéis enseñarles, sin hablar de imágenes ni de religión, porque ése es el error y la idolatría; y cuando hombre, que sólo vea la cordura, el trabajo, la fraternidad, la justicia en la igualdad de derechos y obligaciones y veréis cómo no hay ni cárceles, ni manicomios, ni hospitales, ni prostíbulos, porque no habrá catedrales ni más templos que el taller, el laboratorio, la casa comunal y el templo sin fin del Universo.

Mientras esto no sea; mientras se levanten torres provocativas; mientras no sepáis que la infancia es para educar al hombre y corregir al espíritu, seréis ignorantes y reos y haréis castigo sobre vosotros mismos y por lo tanto, no podréis ejercer la corrección y existirá el más triste espectáculo que hoy presenciáis, que son las cárceles custodiadas por las bayonetas, confesando con esto que, los estados crean fieras de los hombres que vinieron a ser buenos.

¿Qué se guarda en aquellos calabozos, hombres o fieras? Cruzáis el campo y veis a las bestias sueltas y paciendo por los prados: un solo hombre las guarda, aunque sean toros de lidia; en cambio, el hombre que realizó un hecho porque no lo educaron, está en un calabozo y guardado por las bayonetas, en tanto que los causantes, religiosos y civiles, están dándose pisto de hombres sin mácula, siendo un nido de reptiles sus cuerpos. ¿Cómo podéis estar tranquilos si vosotros sois los envenenadores de la conciencia de aquellos que guardáis como más peligrosos que las fieras? No digáis que los habéis educado y corregido, porque os acusaréis de farsantes y prevaricadores a conciencia; sois los que Juan y Jesús llamaron “hijos de víboras” y “sepulcros blanqueados”; eso sois. Examinaos y lo veréis, y si no lo veis, desgraciados de vosotros: estáis muertos a la ley de justicia.

Más si pretendiera yo enderezar a la familia humana según está constituida, sería más insensato que los muertos a la ley de justicia, de la que se han burlado sin temor. Por esto pido la justicia inexorable de la ley para cambiar la faz de la tierra y la espero con terribles ansias y sed, porque el mundo no tiene arreglo de otra suerte ni en otra forma. Entonces regirá la “vara de hierro” de la profecía y nadie la torcerá, ni será nadie castigado, ni inutilizado: mas todos serán corregidos en justicia y amor y para eso escribo y estudio estos puntos, que son de vergüenza, es cierto; pero no hay más remedio que apurar hasta las heces el cáliz de la amargura y condenar en cada punto lo que condenable es; pero digo que, en las cárceles no están los que debían estar y están los que libertad merecen.

¿Es que yo aplaudo el crimen? Contesten mis hechos y escritos. Yo acuso a la sociedad de responsable del crimen; pero doy los medios para acabar el crimen y el castigo y para que se corrija al hombre por la justicia del amor, único modo como se puede corregir sin rebajar a nadie por la educación y por el ejemplo.

¿Qué importa que los estados tengan escuelas y universidades, si en ellas se envenena al niño y al adulto? ¿Qué nos importa el poder civil si éste es feudo de la religión, que para mayor vergüenza no es estado, pero es un estado dominador dentro del estado civil? Esto es el colmo de la astucia; dominan los que no tienen responsabilidad y el poder civil se carga con el fardo de la iniquidad de los envenenadores de las conciencias, que piden en todo momento porque jamás sus tragaderas se llenan por su concupiscencia cancerosa; y ese pedido constante, aparte del saqueo al bolsillo particular, pone a todos en el desequilibrio, llegando primero y hasta únicamente, el mal, al hogar del obrero, de donde necesariamente, por la exasperación del castigo, comete alguno que otro, una acción que yo repudio, pero de la que no es responsable el pobre autor.

Por ese gravamen continuo, se ve forzado a trabajar más horas que las que su cuerpo mal alimentado puede sobrellevar y su cansancio le hace estar de mal humor siempre; y sufren la compañera y los hijos, que en cuanto pueden arrastrar su débil cuerpo son llevados al trabajo “para que ayuden”, porque no hay otro remedio, y la educación, poca y mala que pudieran recibir en la infancia, acaba de envenenarlos por el maltrato del patrón explotador, que no ve en el niño al hombre de mañana, sino los centavos que debe producir y entrar en la caja; lo demás no le importa. ¿Que mañana, la desesperación del mucho trabajo y poco alimento lo expone a que cometa un hecho contra la ley infame que castiga siempre al desgraciado? Está la cárcel: que vaya allí, que hombres sobran; lo que hace falta es, sacar todo el lucro posible, porque también a él se lo vienen a sacar para los gastos de los vampiros; así, sólo hay castigo para el infeliz trabajador y la corrección no puede existir.

En la ley divina, no hay diferencia entre un hombre y otro; en la ley civil, social y religiosa, existen clases y diferencia de clases en cada clase; de aquí tanta injusticia.

En la ley divina, sólo se lee “corrección por el amor”.

En la ley humana sólo se lee “castigo”, porque sólo odio enseña. Pero como la ley humana no es estable y la ley divina es inmutable, y ésta no impone castigo al hombre, menos puede el hombre castigar al hombre, y es transgresor de la ley todo el que castiga a su semejante, porque el deber es la corrección en amor, porque nadie es desheredado por su padre creador.

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