CAPITULO VIII
CAUSAS Y EFECTOS

PÁRRAFO VII
EL HOMBRE NO SE CORRIGE POR EL CASTIGO, SINO POR EL TRABAJO Y EL AMOR.

Por millones contamos los hombres que han sido encerrados en las cárceles. ¿Cuántos salen regenerados? El común decir es que, "salen peores que entraron"; a lo más saldrán algunos temerosos, pero con un gran depósito de odio, que el menor incidente, o el encuentro con el causante de su prisión o con el que piensa que lo condenó, lo hacen explotar y, el individuo realiza otro hecho más refinado, o vive odiando a la sociedad y su vida es la desesperación.

Ni los castigos forzados, ni los encierros ni la muerte, consiguieron corregir a un solo hombre, ni la naturaleza lo consiguió sólo con el castigo; y eso que, la naturaleza tiene páginas tremendas de hecatombes, como la desaparición de continentes enteros, inundaciones grandísimas, terremotos, volcanes, tempestades, epidemias, guerras y hambre. Sin embargo, no consiguió corregir al hombre.

Se podría preguntar aquí ¿Por qué, pues, la naturaleza hace esas demostraciones de castigo? La palabra "castigo" es un error; en la ley no encuadra más que la corrección; todas esas demostraciones de la naturaleza son actos de justicia; la justicia no es castigo, sino corrección.

¿Qué hacéis vosotros cuando empezáis un trabajo y os equivocasteis? Lo deshacéis, para volverlo a hacer y corregir la equivocación, y aun lo deshacéis más de una vez, hasta que os satisface.

Pues eso mismo es lo que hace la naturaleza en todas las demostraciones: corregir los abusos de los hombres-niños, si ellos no los corrigen porque son niños; que si alguno es hombre (y sólo lo es cuando es trino) se los corrige él solo, porque lo hace bien, en medida, es decir, en justicia.

La naturaleza es una madre, y este título se lo han reconocido hasta los hombres dúos conscientes, porque éstos ya no son los niños infantes, sino los adultos que empiezan a tener uso de razón. ¿Y qué hace la madre, sino corregir la inexperiencia del adulto? ¿Qué hace el maestro, sino borrar los errores y faltas de la lección del estudiante y aprendiz y mandarle hacer de nuevo la misma operación y con los mismos materiales? Esto es corregir. Y hasta el encierro que el maestro y la madre imponen al niño, no es más que corrección amorosa, que les duele más a la madre y al maestro que al niño; pero está antes la justicia, (que nunca puede ir sola, sino acompañada del amor) y una y otro son sacrificio y corrigen; no castigan, porque no sacan al individuo de sus derechos y de su ley, que es lo que significaría castigo.

¿Cómo puede corregirse el hombre por el castigo que lo priva de sus derechos de hombre y de sus leyes, en los que únicamente puede corregirse por la satisfacción que encuentra en hacer bien, lo que una o muchas veces hizo mal? ¿No es bastante castigo el ejemplo que le dará la misma obra rectificada por la corrección, que hablará a sus sentidos con su armonía y belleza? Pero si priváis al hombre de su libertad y lo sacáis de la ley, ¿cómo va a corregir y enmendar su obra, si lo habéis inutilizado? Eso es castigo.

Pero si en vez de retirarlo deshacéis su mala obra y en justicia le dáis lecciones que le pongan en camino mejor, él volverá a ejecutar la obra; habrá trabajado más, pero al final verá que antes estuvo equivocado y os dirá: "estoy satisfecho; me había equivocado; pero es que no sabía esta combinación, esta dificultad y estas circunstancias que ahora he aprendido; me ha costado, pero vuestro consejo me ha salvado y no lo olvidaré; gracias"; y quedan satisfechos niño y madre, maestro y discípulo.

Es cierto que los hay muy díscolos y desobedientes y muy fogosos; pero ¿para qué está la psicología? ¿Para qué la justicia? ¿Para qué el amor? ¿Quién puede olvidar, (padres y maestros) que sus cargos son de amor y que éste es sacrificio? Tomad ejemplo de la naturaleza; buscad los ambientes que necesita el corrigendo; y aún cuando lo tengáis que llevar por tiempo adonde experimente la contrariedad, la necesidad le hará aprovechar la corrección para poder vivir luego en la familia.

Esa corrección y el trabajo, le abrirán los sentidos que tenía cerrados; pero no lo provoquéis con castigos corporales, sino con sufrimientos morales, pues no es el cuerpo el responsable, sino el espíritu; acaso no será éste tampoco el culpable, sino su alma; pero para eso teis el conocimiento de la fisiología y la etnología, que es la base de la corrección.

La naturaleza hace esas grandes manifestaciones de hundir un continente cuando ve que toda la obra está mal hecha y que la corrección se impone en general; es decir, a la mayoría de aquel continente y obra con la mayor energía, borrando todos los vestigios del equívoco y del error; pero a la vez, levanta otros continentes más apropiados, donde aquellos corrigendos han de reanudar sus obras empezándolas de nuevo y al fin los corrige; y en tanto llegan a la meta, somete esos continentes al régimen de otros ya expertos que les servirán de maestros hasta su emancipación, litigiosa o pacíficamente; eso consiste en los hombres, que son libres en su acción y en su progreso; pero allí está la naturaleza recordándoles su imperio y majestad como buena madre, y de cuando en cuando le rompe los chicles que obstaculizan su progreso moral, único a quien deben servir los productos del trabajo.

Por eso las inundaciones, las tempestades y granizos que les desbaratan los planes de juegos peligrosos, porque la abundancia sólo les hace pensar (y hoy más que nunca)en descalabrarse los unos a los otros; y testigos son tantos monstruos de destrucción, porque la riqueza se les ha subido a la cabeza y les hace tambalear como beodos consuetudinarios. Por eso les arrasa las cosechas y les prohibe con ello aumentar las armas de guerra, que es lo único en que piensas hoy y para lo que sirven las riquezas; y como todo el mundo piensa así, sobre todo el mundo se cierne ya la gran catástrofe que ha de dar al traste con toda la locura de los pocos niños incorregibles que quedan; y para corregirlos, se les llevará con sus iguales en impulsos y tendencias. Allí estudiarán; esa es la norma.

Claro está que la corrección es siempre un parecido de castigo; pero entre castigo y corrección, hay gran diferencia: el castigo, es de las leyes de los hombres; en tanto que la corrección, es de la ley divina.

El castigo desnaturaliza; la corrección familiariza y fraterniza. Por esto, el Creador, aun en el juicio extremo, no castiga: corrige al detractor, sacándolo de la desigualdad y reuniéndolo con sus iguales; esto es amor, porque no invalida al individuo para corregirse, sino que lo pone con sus iguales en impulsos y deseos, dejándolo en completa libertad en aquel mundo, donde sus yerros, sus escarmientos y sus sufrimientos lo corrigen.

Por esto es necesario medir las distancias que hay de unos a otros en lo moral y no querer que el dúo haga lo mismo que el trino, porque esto es desequilibrio; y como hasta hoy los dúos han sido más que los trinos, han hecho las leyes de opresión y desequilibrio que afligen aun a la humanidad; porque los trinos tienen la ley de corrección y no la del castigo y ella es cordura, en tanto que la otra es locura y sufren los trinos las consecuencias por el amor, porque esperan a que se cumpla la justicia, la que pone cada cosa en su sitio.

Mas la causa de los castigos es la misma ley de opresión que hace la instrucción mala, en la que no se enseña la igualdad, aunque exista en letra la justicia, que nadie practica. De ese mal ejemplo, nace la disparidad de ideas y conceptos de vida y sociedad, porque se levanta a unos y se hunde a otros y generalmente se hunde al que por su carácter o posición milita en la humildad del trabajador, que la supremacía no le reconoce derechos; pero en cambio, lo carga de obligaciones. Esto llega a exasperar el ánimo de algunos, que, como no les fué dada la educación sana del amor en la escuela y en el ejemplo, no ven más que odio y explotación; si no son verdaderamente héroes de sus convicciones de amor nato llega un día la injusticia a anublar sus conocimientos de moral y hace una nota discordante, no de la ley de opresión que los rige, sino de la ley de justicia que debería regirles. Entonces se escandalizan los supremáticos del hecho forzado que ellos solos y no el actor del delito han provocado y aquí se coronará la obra nefanda de la injusticia, diciendo que "es necesario un castigo ejemplar" y, aquel hombre, es inutilizado en su ser, material y moralmente, cuando debería reconocerse la culpabilidad en la ley, en el régimen opresor, en la inmoralidad de los directores de la cosa pública, que son los maestros; por lo cual esos hechos, son la demostración palmaria de que son malos maestros, porque administran injusticia.

¿Cuánto costaría encontrar culpables en la ley a todos y cada uno de esos directores, desde el vigilante al presidente o emperador? En la conciencia pública ya lo son; pero fatalmente lo serían en cualquier artículo de la ley misma que ellos hicieron para oprimir. Entonces, la justicia sería corregirlos a ellos y dar, en cambio libertad y lo necesario a su vida, al que forzado por la falta de instrucción, el mal ejemplo y la opresión constante, cometió un hecho penado en la ley sin razón, de opresión, e inmoral.

Ante todo, es necesario juzgarse a sí mismo, antes de juzgar al semejante; y de esto dijo Jesús bastante en aquello de: "Quita de tu ojo la viga y podrás quitar la paja del ojo de tu vecino"; pero no queremos ver en el nuestro la viga y acusamos la paja en el de nuestro hermano; así es la ley que tiene la justicia de la tierra que castiga el tropezón del humilde y cubre la caída escandalosa del soberbio; éste fué quien hizo la ley para los otros y no para él, cuando hay primero que curarse a sí mismo, para poder curar nuestros semejantes.

Afortunadamente, la justicia llega y anula todas las leyes de opresión y se establece la ley de amor; por lo que, no ahondo ni bajo a registros individuales sobre el castigo; pero sí os digo en verdad de verdad, que el castigo no corrige a un solo hombre y que sólo el trabajo y el amor los corrigen a todos; por lo cual se os manda corregir y no castigar, porque el hombre no puede castigar al hombre.

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