PÁRRAFO X
LAS RELIGIONES SON LA NEGACIÓN DEL CREADOR

Aún sigo atomizando las religiones; y después de tanto controlarlas, no podía faltar la corona que se han tejido todas y cada una y está fabricada, en justicia, con el mineral que de ellas se ha desprendido; ese mineral, no estaba en la materia de la naturaleza y no era justo que yo me quedara con ese mal mineral, que no puede formar masa con el que vamos a gastar en el séptimo día, que sólo es de amor de hermanos y reconocimiento del Creador, adorándolo en espíritu y verdad.

Y como las religiones sólo adoran las pasiones, mataron (en su intención) al espíritu y fueron idólatras, desconociendo al creador. Por sus obras, las religiones, son la negación del creador. Esa es su corona que yo les ciño a todas las religiones, para que sobre sí lleven ese estigma a los mundos donde van los que de ellas están enamorados, por el odio a sus hermanos.

La mira que planto, es inconmovible; este jalón, nadie lo destruirá en la eternidad; y en todos los mundos donde sean llevadas las religiones por los sacerdotes que en la tierra nos deshonraron, sonará terrible y potente en todo instante esta sentencia dada en la tierra, por el juez que Eloí mandó a juzgarlas. Las religiones son la negación del creador.

¿No mandó el pontífice cristiano "conservar y defender la iglesia romana (que es la religión cristiana) a costo de la sangre de la humanidad"?; pues yo, que vine a ser el brazo de la justicia del fuerte Dios de Jacob, contestando a ese sanguinario mandato, digo: salvaré a la humanidad, a costa de hundir y reducir al no ser, a todas las religiones.

¿Puedo dictar esta sentencia para los otros mundos? ¿Me extralimito de mis atribuciones de Juez? ¿Qué persigo con esto ? . . .

Sentaré el auto jurídico y él nos dirá si me es dado, permitido y mandado y será una prueba concluyente de que está en mis atribuciones: y no sólo que está en mis atribuciones, sino que, es de mi deber dictar esa sentencia y no hacerlo, sería faltar a la justicia y al amor y yo no quiero faltar a sabiendas pues es contra mí toda falta; para eso fuí mandado e investido del poder de la justicia y me han sido dados todos los medios para defender y sacar triunfante la verdad eterna, a los ojos de los hombres y de los espíritus, en la casa del padre. Sentemos el principio.

Una nación, la componen todos los pueblos, aldeas y ciudades que están dentro de das líneas de sus fronteras; la ley que dicta para la capital, es lo mismo para el suburbio, cuando la ley es de régimen o constitución. Se estudian en las cámaras legislativas o judiciales las causas por las que se perturbó el orden en cualquier parte del territorio y se dicta la ley de corregir o prevenir el flagelo (ya sea político o sanitario) y llega el mandato desde la capital al suburbio.

Y no hasta dictar la ley, sino que se manda publicarla y exponerla en carteles a la vista de todos, para que todos se prevengan por su salud y tranquilidad; y si se trata de hombres malhechores no habidos o expulsados, se dan las filiaciones y hasta el retrato fotográfico para que todos los conozcan y se salven de sus peligros.

Aquí hay dos fases en los hechos: la una es de los delincuentes no habidos o fugados a quienes se les persigue y se les invalida en sus funciones; la otra, la de los expulsados a tantos kilómetros de la ciudad, como corrección, previniéndose a las autoridades del pueblo, aldea o territorio, de los hechos de aquellos individuos y se manda a esas autoridades vigilarlos, corregirlos y tener al corriente a la primera autoridad del comportamiento de tales huéspedes.

Pero ocurre hoy otra fase más debido al progreso, no se admiten una a otra esos no deseados huéspedes, que son un peligro en todo el pueblo o centro civilizado; a estos huéspedes, no les queda más remedio que emigrar a países menos civilizados, o internarse en parajes salvajes, donde encontrarán hombres más fieros que ellos.

Todo esto pasa y es saludable. Parecerá un tanto inhumano. Pero si no se emplea más que la fuerza de la ley y los hechos son punibles por los que se les aplica la ley, no hay inhumanidad; es justicia bien entendida; esta ley, es reflexión exacta de la ley divina y merece aplauso.

Pues bien; sabéis que la casa del Padre, el reino o nación del creador, es todo el Universo; y no olvidéis qué Jesús dijo: "La casa de mi Padre tiene muchas moradas". Y es lo cierto que tiene tantas, que son infinitas y de todas las categorías, para todos los gustos de sus hijos, desde el mundo embrionario, hasta el mundo más perfecto y cercano a su centro de divinidad.

Cada mundo tiene su familia y el mandato de llevar a la protección aquel mundo y se le da la ley de amor, en la que todos han de vivir y progresar por el esfuerzo de los que entienden la ley y las instrucciones de los misioneros que vienen a instruirles, que primero, lo hacen en un centro de donde aquel progreso ha de ir irradiando su progreso hasta el último confín: lo mismo que en una nación nace en su capital y va extendiendo su cultura y su progreso hasta sus fronteras. Lo mismo que una ciudad empieza su urbanización en la plaza central y la va extendiendo hasta los suburbios.

Mientras se está en el trazado, mientras se va urbanizando, no se fija nadie mucho en si todos los habitantes son aptos y celosos del bien común, o porque no hay tiempo de fijarse o porque hay deficiencias en la ley de urbanización y régimen provisorio; pero cuando toca a su fin, en que ya los directores tienen que pensar en la conservación, mejoras y embellecimiento y obtener el fruto que se han propuesto, entonces sí, viene la selección de los individuos, por sus aptitudes, celo y facultades y se nombra como encargado a cada uno de una cosa, según su valer; éste va recibiendo hombres a quienes enseña y los inaptos para un trabajo delicado, son llevados a trabajo de menos cuidado y así se llega paulatinamente al fin propuesto, quedando fuera los inhábiles para todo, sacados los inaptos por el buen régimen que es inexorable, lo mismo que las ondas del mar van sacando a las playas todo aquello que flota en ellas y no es del agua.

No puede quejarse el tronco de que el agua lo tire a la orilla de la playa, porque esta es la ley del flujo y reflujo; no puede quejarse el hombre inhábil de verse pospuesto, porque el buen régimen, la armonía, la belleza y la mayoría lo quieren, y porque ha tenido los mismos medios que los demás para hacerse útil al común y no se hizo por holgazán y desafecto al trabajo y al progreso; es, pues, en justicia mandado al bosque, donde el más fuerte trabajo y los sufrimientos le harán curarse de la indolencia o corregirse de su mala inclinación de haragán, pues en este caso, se le habrá impuesto la ley del trabajo forzado según los cargos que los encargados de los trabajos y buen régimen hayan denunciado; y si también allí es incorregible o aun solivianta los ánimos de otros indolentes, aprendices, o comete el delito de poner obstáculos, ya que fué un vampiro porque consumió y no produjo, agregando esto a su disconformidad con el régimen, viene la expatriación, y es justicia emplear la fuerza de la ley para sacarlo del territorio y tendrá que ir a las selvas, porque el pueblo vecino, está también organizado.

Mas cualquiera de estos encargados del buen régimen que falte a ese deber de corrección, es detractor y aun prevaricador, y sobre él recaen con más rigor las penas que correspondieron al infractor, porque ese encargado, tiene facultades reconocidas por la ley y él no puede tener atenuantes y menos eximentes. Por esto, el encargado, con la hoja de servicios del expulsado, tiene que remitir todos los hechos de justicia, caracteres, condiciones fisiológicas éticas y étnicas, y el juez, al darle su pasaporte, le da la cédula de identidad, por la que en todo otro país sepan a quién reciben. Esto corresponde a la armonía, justicia y amistas de los pueblos y, esto es amor aun siendo justicia de rigor.

Pero hay más que esto. El expulsado llega a un país; si no presenta la cédula de identidad, o presentó otra, bajo secreto, aquel gobierno pide informes al gobierno expulsante, y según la nota que éste remite, el gobierno que lo admitió le pone delante las leyes de su país, a las que se tiene que ceñir; pero los encargadas del orden lo vigilan para prevenirse del sospechoso, mientras no cometa delito; si cumple la ley, se habrá regenerado; si falta a la ley, es sacado también y vuelve a llevar la cédula de identidad, que le acusa en todas partes. ¿Quién tiene culpa de su mal sino él mismo? No puede culpar más que a su maldad y toda queja contra cualquiera de sus jueces es injusta, pues los jueces, cumplen con denunciarlo y faltarían si no lo denunciasen.

He aquí claro, jurídicamente que, no sólo me compete, sino que me es mandado por el juez supremo dar a las religiones su cédula de identidad al ser expulsadas de la tierra, (donde tanto han obstaculizado el progreso de su urbanización) y no me extralimito en estampar en esa cédula que todas las religiones son la negación del creador. El fin que persigo es, prevenir a los mundos donde son llevadas estas religiones por sus sacerdotes; si yo no hiciera esto, faltaría a mi alto cargo de juez del Padre en la tierra y, yo no quiero faltar a mis obligaciones.

Las religiones, en la tierra, han sido la rémora del progreso y sobre todas la cristiana, que ya habéis visto hasta donde llegó su negación del creador estableciendo el celibato, que es lo más alto a que se puede llegar en la negación, no ya sólo del creador, sino aun de las leyes naturales de la procreación, cosa que, hasta las bestias enseñan al hombre con más moralidad y justicia que esos mismos sacerdotes célibes; por cuyo celibato, hubieron de levantarse en la tierra las casas de maternidad y la prostitución de la mujer llegó al colmo y las enfermedades crecieron hasta invadir toda la humanidad por la lascivia y las malas artes, sólo nacidas después y por consecuencia, del celibato religioso.

Mas si las leyes humanas tienen el principio de amistad con las naciones y ello es de justicia, las leyes divinas, tienen por principio y fin, el amor; y sabe la ley que todos los mundos son moradas de la infinita casa de Eloí; y en vez de que los gobiernos de las naciones se dan aviso secreto sobre sus pactos, la ley del creador se expone en alto y bien clara para todo el Universo, porque todo él es su reino y no tiene más que la sola ley de amor para su imperio.

El padre, manda sus encargados a todas partes, en todos los tiempos y, una sola vez un juez a los mundos, para que ponga a cada uno de sus individuos en su puesto. A éste sí lo hace responsable de tan grande misión, pero le da (para que no falte a su deber), la potencia universal y le autoriza la comunicación constante con su ministro Espíritu de Verdad, que es el que dicta los hechos del juicio y la ley que ha de regir después de la organización de la tierra, cuya conservación, mejoras y embellecimiento se impone, después del trabajo realizado por los esfuerzos de los expertos jardineros.

¿Sería justo sacar a uno de un pueblo o nación, sin decirle por qué y sin darle certificado de identidad? ¿Sería justicia sacar de una nación los elementos peligrosos sin avisar a la nación adonde se dirigen de las cualidades de los individuos?

Sobre no ser de justicia para la otra nación, sería faltar al amor no darles el certificado y las razones por las que son expulsados, a fin de que puedan corregirse; y entended bien que, no es amor cubrir los defectos que afectan a la comunidad; pero no podemos entrar en el sagrado de la conciencia del individuo y sí, tenemos obligación de dar la ley que haga iguales en derechos y obligaciones a todos los individuos; y los que faltan a esa ley, son los que expulsa la justicia, que es amor. No los expulsaba la caridad, por que es injusticia y raíz de discordia y bandera de división, porque admitió supremacía. La ley de justicia manda "no querer para otro lo que para sí no se quiere" y el mal, no podemos desearlo para otro, cuando amamos.

La ley humana, expulsa de un territorio a los peligrosos para las instituciones y está en peligro de faltar a la justicia (y falta muchísimas veces) porque las pasiones dominan, y aun más, porque generalmente, esos que llaman peligrosos, son hombres de ideas avanzadas o progresistas, que no son más que hombres descontentos y hartos de sufrir esclavitud y tienen el valor de protestar de un régimen arcaico. Esos, no temáis que se deshonren aunque les pongan en su certificado "por ideas subversivas"; esos, son perseguidos de la supremacía y víctima de los que la ley divina expulsa porque no acatan la ley de igualdad y tienen caridad, para eximirse ante los hombres, de la ley de justicia y de la suprema de amor, que la posponen a la caridad. Mas si engañan a los hombres (para lo cual crearon una moral negra como sus conciencias y la impusieron por el dogma y la opresión), no engañan a la justicia ni al juez del creador, porque en él estarán todos los poderes y el ojo terrible del creador que todo lo atomiza y lo traspasa, lo mismo que los rayos del sol traspasan el éter y todo queda descubierto, hasta para la materia. Por esto, nadie engaña la justicia divina; y el que piensa que la engaña, se engaña a sí mismo y se condena por sí mismo a salir de la tierra.

Mas se les prueba, no sólo con las leyes divinas sino con las mismas leyes humanas, porque, periódicamente, éstas son de la mayoría; y ahora, las leyes que se proclaman, son en plebiscito espiritual y corporal en verdadero cómputo de número de seres; no hay niños, no hay mujeres, no hay viejos, ni grandes, ni pequeños; hay sólo hijos del creador, y son esa mayoría todos los que acatan la ley del trabajo, la ley de justicia, el progreso en fin, bajo la ley de amor, en la santa causa de la comuna de amor y ley.

Todos los que no acatan esto, son "los negros de hollín" que señala el testamento de Abraham, y no hay más remedio, tienen que lavar su tizne; y como no queda lugar sucio ni desaliñado en la tierra donde lavarse después de la sentencia: y ni aun queda el bosque donde puedan ejercitarse en el trabajo de peones ayudantes de los jardineros, porque ellos no han querido ayudar en el cultivo de la sabiduría, han perdido el tiempo; se entretuvieron en hacer represitas de barro para retener las aguas sucias de sus pasiones, en tanto que los demás han hecho su puerto de salvación al que han arribado, saliendo ilesos del simoún y reciben el ancla segura de la luz, para navegar ya sin peligro en el océano de la sabiduría donde las aguas ya son claras, porque los diques de barro que opusieron los detractores los arrastró la gran creciente que trajo el simoún anunciado, que son estas enseñanzas.

Pues bien; todas estas represitas de sucio barro de ídolos, sacramentos y celibatos consagrados en teologías horrorosas contenidas en sus dogmas y artículos de fe, cuyo protector último fué el baldón caridad que ellos creían inexpugnable dique, todo fué arrasado con un solo juicio anatómico que, cual espantoso simoún, no dejó piedra sobre piedra y desenterró la de los más profundos cimientos del macabro edificio de las religiones.

No debe sorprenderles. Ya se les había anunciado este simoún furioso que desvastó las pasiones; y hasta se les había dicho muy claro que, "con la vara que medían serían medidos" y, el fuego del odio que encendieron, con el fuego del amor es apagado, cumpliendo lo prometido. Salgan, pues, las religiones todas de la tierra, porque en ella no hay materiales para amalgamar ese mineral sin valor y vayan a los mundos donde aún encuentren barro con que fundamentarlas de nuevo, si les dejan, porque, todas en justicia llevan este estigma por patente: las religiones son la negación del creador.

¿Qué persigo con esto? Persigo la muerte de las religiones, porque a la tierra le causaron tantos horrores; y como no las queremos para nosotros, no las queremos para nuestros hermanos menores de los mundos bosques; no les hacen falta errores; les basta su ignorancia para sufrir y hacerse razón por el sufrimiento; y si la tierra ha triunfado de la maldad de las religiones por el trabajo y sabiduría de los misioneros y por el esfuerzo de todos los que aprendieron de nosotros, allí, en esos mundos adonde son desterrados los adoradores del dragón y fornicadores con la bestia, allí, en esos mundos, hacen falta misioneros esforzados y sabios en la verdad eterna para instruir a los ignorantes, a fin de que no caigan en las garras del dragón; y los hijos de la tierra y los redimidos por el amor, tienen el deber de ir con la verdad a ayudar a aquellos hermanos para que triunfen con menos dolor que nosotros y sobre todo, no dejemos posponer el amor por la pudibunda caridad.

¡Sí, hijos de la comuna! Ahondad la sabiduría de esta pauta de estudio que se os da; recordad todo lo que hemos sufrido, que para eso os lo digo aquí aunque sea nada más que mentado; y sabed que, con el pensamiento, con el querer, podéis hacer llegar allí vuestra vibración de amor y vuestra inspiración, para combatir sin cuartel a las religiones y haréis obra de misioneros constantes en espíritu, aunque muchos lo haréis en materia en aquellos mundos. Pero allí también llegará mi voz de espíritu, o la de hombre si está en la justicia; y para esto, sabed, que me tienen que reconocer como juez que fui en la tierra y justificar mi sentencia. He aquí el por qué de la sabiduría del maestro de los maestros Espíritu de Verdad, que me ordena mandar estos exhortos a aquellos mundos por los mismos hijos de las religiones expulsadas, en los que leeréis siempre ya en todos los mundos de expiación y primitivos que, las religiones son la negación del creador.

Terrible es el estigma que corona la frente de las religiones al salir de la tierra: pero ellas se la tejieron; no tienen otro ornamento, ¿acabarán las religiones todas al salir de la tierra? No, desgraciadamente, pues llevan los desterrados el germen de supremacía; pero van muy debilitados y posible es (con un poco de esfuerzo en nuestro amor) matar ese germen en lo más irracional y que sean más dulces y buenas; pero cueste lo que costare, no dejemos levantarse la terrible religión cristiana y aun menos la caridad. Todo el universo y este mundo, oye mis palabras escritas y pronunciadas y todos toman nota para inspirar en los mundos, horror a las religiones y el triunfo de aquéllos será más breve y más dulce que lo fué para los hijos de la tierra.

¡Sí, cosmogonía! ¡Sí, Espíritu de Verdad! ¡ Sí, universo infinito!... las religiones son la negación del creador. Vosotros que tenéis el amor tan grande, inspirad, ayudad allí donde van las religiones expulsadas de la tierra, porque aquí rebosaron la medida de lo tolerable; mi amor es pequeñito, pero quiero llegar allí y apagar con su fuego el odio que siembran las religiones y así podré llegar hasta vosotros y como vosotros a Eloí, y decirle: ¡Padre! ¡Hemos muerto las religiones que hubo en la tierra porque eran tu negación! Sólo quedan religiones de la ignorancia, porque éstas, son el lenitivo de la inconsciencia, que son desechadas por la razón, en cuanto despierta la conciencia. Este es el deseo del juez y lo pide con todos los redimidos de la tierra.

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