PÁRRAFO III
¿DONDE RADICA LA VIDA?

Expuesto lo que es la vida y sus demostraciones, sigue y se requiere saber donde radica la vida; porque el hombre de la comuna, tiene que saberlo en sus principios y generales; y luego que va haciéndose más sabio, en su razón verá las partes más pequeñas; es decir, comprenderá, lógica y positivamente, el sitio o parte del cuerpo de los animales y aun do las plantas, donde radica o arraiga la vida temporal.

En los últimos tiempos del dualismo del hombre, o sea al final del sexto día, han estudiado mucho los hombres para encontrar el centro de la vida en los seres; mas es tan complejo el problema, que sólo el espíritu en su luz clarividente puede verlo y saberlo; pero declaro, que al hombre trino, le basta saber la vida y sus causas y no le adelanta el saber, si la vida radica en la cabeza, en los pies, en las hojas del árbol o en las uñas del irracional.

En cambio, los dúos se entretuvieron en eso, sin saber lo que es la vida universal y la verdad de la vida; de aquí que no podía haber sentimientos fraternales, ni adorar al autor de la vida, cosa que es lo primero que ha de aprender el niño y el hombre en la comuna y esto nos lleva derechos al amor de hermanos y a la adoración de Eloí.

Aquí estudiamos, dónde radica la vida universal, sin importarnos dónde radica ésta en los cuerpos y las cosas; porque esto (sobre ser no inútil pero sí innecesario), es sólo de la clarividencia del espíritu y lo sabe y obra en justicia, sin la cooperación del cuerpo; y es que, es sólo de su ley y competencia. Por esto los hombres fracasaron en sus estudios queriendo conocer un efecto negando la causa que origina el efecto.

La vida está en todo el universo infinito y es el ÉTER que todo lo baña y en el que todo se modifica en sus formas en cada sucesión o nueva existencia universalmente, ya sean los cuerpos de los hombres, el reino animal, el vegetal y el mineral.

El éter está en todo, uniendo las moléculas que por su afinidad se atraen, pero que ninguna se toca; todas tienen entre sí a modo de argamasa que las sostiene, una capa o lecho de éter y todas las moléculas se encuentran cabeza arriba (pues todas la tienen) y con el microscopio se ven en sus formas y separadas por el éter unas de otras; y esto lo ha visto el hombre y no se explicó la causa, ni pudo por eso comprender los efectos que palpaba, porque, como negaba la vida en la causa espíritu, no podía ya comprender sus leyes; y por tanto, no pudo ver dónde radica la vida universal, que en síntesis es el éter que todo lo llena y anima en el universo infinito, sin dejar nada vacío; y por ende, nada muerto, ni lugar a la muerte que no existe, como tampoco el vacío.

Sentamos pues, que la vida, radica en el éter; y que como éste llena el infinito universo, la vida, universalmente, radica en el espíritu, porque éste es la vida real demostrada en las infinitas formas, en todos los reinos de la naturaleza.

Mas como el espíritu tiene una procedencia, es allí donde tiene su principio la vida universal y es el centro vibratorio donde se asienta Eloí; pero allí, sólo los misioneros llegan y aún no los hombres trinos, hasta que son misioneros; es decir, maestros de la sabiduría; y esto, a mí hoy me toca afirmarlo y sostenerlo, porque he llegado al Padre y he sido auscultado por su infalible ojo, sufriendo mi espíritu su escrutamiento y me autorizó a cargar de sus tesoros el premio de la luz para los hijos de la tierra y que la disfruten en el amor de la comuna; y esta luz es la misma vida universal, pero sin metamorfosis, para metamorfosear los cuerpos y las formas a la máxima belleza y armonía que el mundo tierra, regenerado ya, puede crear en el séptimo día.

Pero el misionero que llega a la casa del Padre, al centro de las vibraciones, no llega solo ni sin introductor: el introductor es el Maestro de los maestros en el plano a que corresponde el misionero, que para la tierra, es el Espíritu de Verdad: la compañía es, toda la mayoría que vive ya en la ley de justicia acatada en el juicio final o de mayoría y la lleva representada en un archivo que presenta al creador, como comprobante de la justicia; cuyo archivo, con las cuentas de cada uno de los individuos que componen la familia de la tierra, así en estado de espíritus como encarnados, lo lleva ya consigo el Maestro misionero del mundo, hasta saldar todas las cuentas, que se las toma el Maestro de los maestros, como ministro secretario del autor de la vida, el que desde su centro, vibra en el infinito; por lo que, la vida, radica en verdad absoluta, en aquel centro vibratorio de donde toda vida procede, porque es la morada de Eloí eternamente.

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