CAPÍTULO IX
CONOCIMIENTOS DE CAUSAS Y EFECTOS

116 D.- Los hechos físicos, considerados en general, ¿son causa o efecto?

M.- Todos los hechos de los hombres son efecto de su causa correspondiente; y aun los hechos de la naturaleza realizados en sabiduría son efecto de causa mayor, aunque los veamos obrar como causa.

Pero mientras el hombre no llega a la sabiduría considera (y no hay mal en ello) los hechos de la naturaleza como causa, por la razón que dije antes que el espíritu no se muestra hasta que no se ha reconocido al alma, porque es sabiduría y justicia no poner la cúpula del edificio sin haber levantado los muros y columnas que la han de sostener.

117 D.- Así, pues, el crimen en general, ¿de qué es efecto?

M.- El crimen, como todo hecho contra la ley divina, no tiene mas causa que el antagonismo de los instintos. Y aunque veáis en la historia hechos muy diversos, estudiándolos hasta su raíz llegaréis al antagonismo, que en todos los casos será la causa de los efectos.

118 D.- Pero en el infanticidio, por ejemplo, ¿cómo podemos ver antagonismo, siendo incapaz el infante de ofender?

M.- ¿Has olvidado, amado discípulo, que el cuerpo es sólo un instrumento, una herramienta que el espíritu se prepara para su trabajo? ¿No sabes que te he dicho que ni el cuerpo ni aun el alma son responsables de los hechos que el hombre ejecuta? Pues estas consideraciones te llevarán a encontrar que la causa de esos hechos es el espíritu, que es causa única de todo lo que a la vida demostrativa se refiere. Pero como el espíritu, por sí solo y sin materia propia o tomada de un afín, no puede obrar ni obra solo nunca, porque al instante vibra en el éter y acuden sus afines, no sólo encontraréis aquí el antagonismo de los espíritus aberrados que se pegan a la materia. sino que encontraréis también, latente, el antagonismo de los instintos de su alma y cuerpo, que originaron la pasión que doblegó al espíritu, por ofuscación e indolencia; momento en el cual la pasión se convierte en concupiscencia y el espíritu hace que su cuerpo y alma se endurezcan y cometan la cobarde hazaña del infanticidio, no por ir en contra del cuerpecito del infante, sino que el hecho es contra el espíritu que ocupa aquel cuerpo indefenso, para privarle así de que haga la obra que venía a ejecutar. Ya ves aquí que la causa del hecho es el antagonismo, que está más atrás, en el antagonismo de los instintos, que aun no han sido sometidos a la conciencia.

119 D.- Bello ejemplo para servir de jalón seguro en todos los hechos y conocer la causa que origina los efectos. Pero en el caso de oponerse a la procreación por tantos medios, ¿dónde está la causa?

M.- La causa única siempre será el antagonismo, porque él sólo es la causa de todo mal. Pero aquí encontraréis muchas causas secundarias, originadas todas por la concupiscencia, que originó leyes sociales inmorales y sobre todo la subyugación de la mujer y el desequilibrio por las clases en que dividieron la sociedad por las leyes absurdas de la propiedad, por las que se acapara el sudor de los trabajadores por los que no trabajan ni producen, obrando como vampiros, que a fin de chupar causan la muerte de los sentimientos, a la vez que aniquilan los cuerpos por el encarecimiento de las cosas necesarias a la vida. Mas todo esto lo tienes explicado en toda la nueva doctrina y en la comuna desaparece, porque desaparece la propiedad individual, que es causa del desequilibrio.

120 D.- No existiendo la propiedad, ¿puede existir el robo?

M.- Sólo el amor (porque el amor es desinterés) puede evitar el robo. Por lo que, aun no existiendo la propiedad, puede existir el robo; porque si uno es sabio y el producto de la sabiduría no lo entrega a la comunidad; si el que es obrero oculta sus aptitudes por indolencia, no hay duda que usurpa beneficios que no da, pudiendo. Esto es robo y, por lo demás, roba material o espiritualmente todo el que no produce y da mal ejemplo; pero la causa, digo, es la falta de amor, en primer término, aunque su raíz la encontrarás lo mismo en el antagonismo, origen único del mal.

121 D.- ¿Cómo juzgaremos los hechos?

M.- Por ti mismo. Sabiendo que no puedes querer para otro lo que para ti no querrías.

122 D.- ¿Y de qué medios nos valdremos para corregir al delincuente o defectuoso?

M.- De los que se vale la naturaleza: con el ejemplo, con el trabajo; llevando como baluarte el amor, para así tolerar al menor en sus debilidades. Porque sabed que solo por la hartura se dominan los instintos y sin satisfacerlos jamás los dominaréis; si le priváis de sus derechos, despertaréis forzosamente el antagonismo; con la tolerancia y el buen ejemplo los instintos serán satisfechos y pasarán a formar conciencia. El secreto de todo este capítulo está en saber medir las distancias, para no equivocar el paso y caer. Por lo tanto, AMAOS COMO HERMANOS, y la corrección no será necesaria. Y por fin, no olvides, discípulo amado, que en la familia de Eloí nadie es desheredado; habrá cambio de moradas, buscando cada uno su nivel, su armonía, sus afectos; pero el cambiarlo de morada no es desheredarlo, sino amarlo extremadamente, puesto que se le pone con sus iguales, donde sus defectos no escandalizarán ni lo avergonzarán. Eso es medir las distancias.

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