CAPITULO V
LA CREACIÓN Y SU FIN

56 D.- Si la creación es eterna, ¿qué fin primordial tiene?

M.- El fin primordial de la eterna creación es el progreso infinito e indefinido; como éste pertenece sólo y exclusivamente al espíritu, que es incorpóreo, y en ese estado no puede obrar cosas materiales, para lo cual necesita cuerpos que le sirvan de instrumentos, y los cuerpos no pueden por su ley servir en el espacio o éter impalpable, de aquí la necesidad del espíritu de crear mundos que sirvan de sostén a los cuerpos con que ha de obrar las maravillas de la creación. Por lo que, materializando el concepto, diremos que el fin primordial de la creación es la creación del hombre, que representa toda la maravilla de la eterna creación; es la del hombre una figura que el Padre se complace en contemplar, porque por la sabiduría comunicada por él al espíritu, su hijo consubstancial, encierra en verdad de verdad todo el universo, microscópicamente, en cada cuerpo; y hasta él, si quisiera mostrarse visible y tangible, tomaría la forma del hombre, porque el espíritu su hijo ha interpretado a satisfacción de su padre la imagen que le imprimió en su inteligencia. Por esto es el primordial fin de la creación de los mundos la producción del cuerpo humano, como vestido e instrumento del espíritu, su creador secundario; el creador primario es Eloí, en la substancia única, que es el éter, eterno taller del espíritu.

57 D.- ¿Cómo se crea un mundo?

M.- Los mundos los crea el espíritu y los sujeta por ley a su órbita, con arreglo a la vida que ha de desarrollar. Mas el germen de un mundo tiene su iniciación en un centro planetario, que para la tierra es el sol. Este desprende de si la fuerza, o germen telúrico, a la que se van agregando átomo sobre átomo, molécula sobre molécula, por la afinidad y atracción magnética; durante un tiempo, hasta que en el éter se carga aquel cuerpo de la vida necesaria para su desarrollo y creación de todas las especies que debe producir, va vagando por los espacios, pendiente de su centro, el sol, y sin rumbo al parecer. Pero tan pronto como se ha cargado de toda la vida necesaria, el espíritu maestro de esa naturaleza lo sujeta a su órbita y a la revolución diaria. Ya es un mundo, como unidad.

58 D.- ¿Cuando el mundo es sujetado a su órbita ya es sólido?

M.- No, ni aun siquiera es gaseoso: es luz, fuego vivo, y largos millones de siglos ha sido visto por otros mundos como vemos nosotros un cometa; esto suele ser, en general, esos mensajeros celestes que a veces vemos y que han dado sustos a los hombres de la tierra, pensando en el fin del mundo; pero de estos cometas también los hay que son familias de espíritus que van en visita de triunfo, porque acabaron su misión en un mundo y van a otro que ya se formó para ellos, llevando entre todos el valor del mundo, computando su peso y valor en luz y sabiduría.

59 D.- Una vez sujetado el mundo a su órbita, ¿cómo se viste de vegetación?

M.- Al quedar el mundo ígneo sujeto a su marcha, que se va regularizando, como se le forma la atmósfera por su propio calor y en su órbita encuentra, por la gravedad, mucha resistencia, esa atmósfera no deja salir fuera de ella las emanaciones del calor de la masa ígnea; se va enfriando y sigue creciendo la parte gaseosa, y por la marcha constante por su órbita, que es fría, el gas se licúa; este líquido, por su contacto y revoluciones entre átomos, alcanza su primera molécula sólida, y luego otras y otras, hasta formar la capa total que envuelve toda la masa ígnea; es entonces llegado el momento de aparecer la primera vegetación, iniciada en las algas, que se crearon en las aguas procedentes de los gases, cuyas algas formaron los primeros minerales, donde se acumulaban todos los gérmenes de vida vegetal y animal; va creciendo el enfriamiento exterior, por el mayor espesor que cada vez adquiere la corteza, y en esa operación se emplean millones de espíritus naturales y elementales, dirigidos y organizados por dos maestros: uno que cuida de la naturaleza del mundo y el otro de su atmósfera, que van agregando siempre a la corteza y alimentando la vegetación.

60 D.- ¿Cómo aparecen las especies animales?

M.- Cuando apareció la primera brizna de hierba, ésta ya dió, al pudrirse en su raíz, la lombriz primera, con la que se engendraba ya el alma animal. Apareció entonces la grama, que solidificaba aun más, y en ésta, y en virtud de que ya estaba engendrada el alma animal, se formó una especie de gran babosa, acrecentando el alma animal; así, en cada planta salía una especie y cada una, tomando su parte de alma, aparecía en los troncos, hasta llegar a los grandes animales; pero todos aparecieron en un diminuto huevecillo, cada uno en su especie.

61 D.- ¿Y fué espontánea la aparición de las especies?

M.- Ya he dicho que sólo el espíritu tiene la facultad y potestad de la demostración de la vida en formas; y así los cuerpos de los animales todos fueron elaborados en su embrión por el espíritu, que luego ya se desarrollaría por la ley de la vida; en ese desarrollo el espíritu, en su sabiduría, preparaba el alma, que sería el alma humana cuando todas las especies animales hubieran purificado la suya al grado que requería la creación del hombre, que sería cuando todos los instintos animales estuvieran en la plenitud de su vida, por lo que el espíritu maestro del mundo creó una especie por cada instinto que hoy podéis conocer en el hombre.

62 D.- Y como aparecían entonces en los huevos que los troncos de los árboles engendraron, ¿no podían hoy aparecer igualmente?

M.- La ley no hace dos veces un cosa en los mundos; así, no es de ley que suceda, ni sucede, si no que, por el progreso, una vez que aparecen las especies, se reproducen de sí mismas por su ley, ya por el huevo, ya por la concepción en sus órganos generatrices, porque el espíritu maestro extrae de la tierra toda la substancia de cada especie y la deposita en el embrión: la tierra no lo da más que una vez, porque no lo tiene en sí; una vez que dió el germen ya no le quedan si no los elementos de alimentación, para la subsistencia de lo que creó.

63 D.- Siendo así que aparecieron en esa forma los seres, ¿no sería mejor que así fuera, pues no sufrirían las madres la preñez ni los peligros del nacimiento y del parto?

M.- No, por muchas razones; porque, además de lo que he dicho, que el espíritu extrajo toda la substancia creatriz de cada especie, esa primera aparición es muy costosa y tarda. El ser, para su desarrollo necesita un número de grados de calor, y en el seno de la madre los recibe en mucho menos tiempo que los recibió en la tierra o en el tronco del árbol; y porque por la preñez, los peligros del parto y el amamantar al hijo crea afinidad mayor en la especie humana, cariño en los animales y amor en los hombres, y une a todos en familia; además de que, si hay sufrimientos para la procreación, son pagados de antemano con el amor de la unión y el goce sublime de los sexos; goce impreso por el espíritu, en su ley, a la materia, para excitarla al acto de la concepción; acto que no esquivan ni el macho ni la hembra, ni el hombre ni la mujer, aun sabiendo los sufrimientos que les impondrá el ser padres; es la ley, que es fatal, lo que nos lleva al cumplimiento del caso primordial para que se crean los mundos: la procreación, que es la continuidad del progreso y la vida demostrada.

Y raciocinando: ¿serías tú, amado discípulo, más gustoso en saltar en las breñas, recién nacido, que estar arrullado con tanto amor, pegadito a los pechos de tu adorada madre, en tanto que tu padre se mira alegre en tus ojillos y se arroba en los de tu madre, de cuyas entrañas saliste para ser el lazo de los dos? Admira, profundiza aquí, que esto encierra toda la sabiduría y el todo del amor.

64 D.- Y ya el hombre, ¿cómo apareció?

M.- ¡Calma, discípulo amado! Yo también estoy conmovido; vayamos despacio en este grande trago; hay antes una pregunta muy trascendental y te invito a buscarla.

65 D.- Es cierto. Su última razón hizo vibrar todo mi ser; temblé ante la idea de que pudiera haberme visto entre las piedras a mi nacimiento y he previsto a nuestros progenitores. La emoción no me abandona ante la perspectiva y comprendo que algo grande debió ocurrir para aparecer el hombre a la faz de la tierra... ¿Qué fué; ello, pues?

M.- Ya ves si había cosa interesante. ¡La concepción del primer hombre, que no fué uno, sino muchos millones a la vez, y machos y hembras!... Oye atento y trasládate con el pensamiento a cincuenta y cinco millones de siglos atrás. ¿Ves la tierra, toda cubierta de vegetación abrupta? ¿Ves todo el reino animal exuberante, que hay animales que parecen montañas? ¿Ves cada brizna de yerba, cada planta y cada arbusto, cada bestia y cada animal, que tienen una partícula de nuestro ser? ¿Qué ves más? No ves ningún satélite. Un sol nada más, que baña la tierra en el día y al irse la deja sumida en las tinieblas. ¿Querrías tu vivir así? ¿No te gusta vagar a la luz plateada de la luna, testigo de tus miradas a tu amada compañera? Pues si entonces hubieses existido, no habrías tenido eso. No había esa luna, que escucha tus coloquios de amor. La noble madre tierra no quiere recibir a su hijo el hombre en tanta pobreza; se dispone a su parto y a la concepción del que será corona de su progreso, y aún llama a sus tres reinos, mineral, vegetal y animal, y les manda sacrificarse todos para crear al rey de la misma creación. Ya todas las cosas en su punto, el maestro que dirigió hasta entonces todas las creaciones e hizo brotar la brizna y creó los animales, dotándolos de un alma, del alma universal, hace el supremo esfuerzo; y desde el interior de la tierra, donde estaba depositado aquel germen telúrico que salió del sol sesenta y ocho millones de siglos antes se hinchó y rompió la tierra, mandando un pedazo de ella a colocarse en el punto de gravedad de la ley, para que alumbrara en las noches. Al mismo tiempo sucumben los reinos vegetal y animal y son enterrados en la tierra donde salieron y las aguas todo lo cubren. Queda el silencio absoluto otra vez en la tierra, pero concebido el hombre, que aparecerá diez millones de siglos después.

66 D.- Todo esto es digno del gran Creador. ¿Por qué no lo ha sabido el hombre hasta hoy?

M.- No te rebeles, hombre; tú mismo no has dejado que se te dijera; sólo se te pudo decir simbólicamente, por Adán y Eva, el arca de Noé y su diluvio, hasta hoy que el espiritismo se asienta como credo único y te lo aclara el que te dió aquellos símbolos.

67 D.- Deploro mi ceguera y bendigo esta hora y con ella a Eloí, por la unidad espiritismo. ¿Me dirá ahora el maestro que han hecho la tierra y el espíritu en ella durante esos diez millones de siglos?

M.- Todas las especies de los tres reinos se fundieron en una sola masa. De nuevo brotaron todas las especies por la misma ley que al principio, pero más rápidamente, porque ya había semillas y substancias; pero todas las especies perdieron en rusticidad y fiereza y ganaron en finura, belleza y frutos. Más el espíritu exprimió las esencias de los cuerpos y la quinta esencia de las almas, y de ellas aparece un nuevo árbol que antes no existió.

La familia espiritual que había de tomar la tierra, para llevarla al progreso y perfección, que había ascendido de un mundo primitivo, descansaba entretanto que aprendía la vida de trabajo; y estando las cosas en su punto por la ley de afinidad, los más adelantados espíritus de la familia se encierran en los troncos de los nuevos arboles: los quinos, y allí, auxiliados por el maestro y otros como guías por la ley de amor, de la savia del quino forman su feto, encerrado en un huevo de color verde y tela holgada y flexible y allí pasa su gestación, adquiriendo una magnitud de cuatro a cinco centímetros. En esas bolsitas estaba encerrado el embrión del hombre esbelto y hermoso de hoy. Cuando ya la vida era hecha en lo animal, se encerró el espíritu en cada bolsita para formar el sexo y llegó el gran día de aparecer, cayendo los quinos podridos por su base y quedando al descubierto los hombrecillos, que la luz y calor del sol reanimó. ¡Supremo instante, en que toda la creación fija sus ojos sobre el área de la tierra, y saluda en el nombre de Eloí a los hombrecillos, recién nacidos, por la ley eterna, como nacen la primera vez en todos los mundos!...

68 D.- Cierto que no hay nada más grande en la creación que la aparición del hombre, tan humilde cuanto digna de la sabiduría eterna. Pero ¿quién le auxilió en el primer momento?

M.- Nada descuida la ley; estaba el gorrión preparado y, al ver los saltitos de aquellas bolsitas, e incitado su instinto, dirigido por el maestro espíritu de la naturaleza, rasgó la envoltura y el hombrecillo estiró sus miembros. Del mismo animalito recibió calor y alimentos, aunque el ambiente le era suficiente a su primer desarrollo; y como allí había poca materia, no era muy obstaculizado el espíritu para vencer la resistencia, y además estaban el espíritu maestro y los guías y protectores para su auxilio; así, por la inteligencia, se albergaron en los troncos y cuevas, donde no fueron ofendidos y se desarrollaron muy pronto, alcanzando una estatura de unos cincuenta centímetros esta primera generación madre, y se juntaron machos y hembras y procrearon otra generación mayor, hasta llegar al máximo desarrollo de la materia, que empezaría a descender en su cuerpo cuando ya habría dominado al reino animal. Entonces cambiaría la robustez por belleza, para llegar a la que hoy tenemos en que reina el espíritu, después de cuarenta y cinco millones de siglos, en que otra vez se renueva la tierra y aparece otra nueva luna, como triunfo del espíritu. Esta verdad confirmará todo lo anterior, irrebatiblemente.

69 D.- ¿Y después de tanta maravilla han de desaparecer los mundos?

M.- ¿Y estarías tu conforme en pararte donde estás en el progreso, sabiendo que más allá hay más progreso y dicha, puesto que empezarás donde aquí terminas? ¿Y por qué tu mismo no evitas que se rompa el lazo de vida que te une a tu cuerpo decrépito, después que hiciste el trabajo de una existencia?

Pues lo mismo son los mundos: no teniendo más que dar, se disgregan para ir cada partícula a enriquecerse de nuevo y formar parte de mundos mayores y más adelantados. Ese es el proceso del eterno progreso.

70 D.- ¿Y la esencia del mundo quién la lleva?

M.- El espíritu, que la exprimió por el trabajo de su inteligencia y se lleva el valor real, en luz y sabiduría, en sus almas; y así como el espíritu todo lo archiva y nada olvida, aquel mundo y todos los mundos viven también en esencia, eternamente, llegando así espiritualizados hasta la casa del padre. Ya veis cómo tiene su premio hasta la más rústica materia y se confirma la magnanimidad del autor del universo; y es premio al espíritu (que es voluntad del Creador), porque le presenta en formas de vida el pensamiento vibrante en el éter, que es el material que el espíritu encuentra para la realización de la creación eterna.

71 D.- Ahora si veo el terrible trabajo del espíritu. Mas, ¿por qué ha de sufrir, siendo inteligencia y potencia?

M.- Porque sabe que viene a dar vida positiva a todo, a cambiar la vida natural en vida real y verdadera, y no puede, por la ley, destruir nada, ni el más insignificante instinto, sino que cada uno tiene que hacer una ley de conciencia y con todos los instintos la razón de la ley de la vida. Ese es su rico archivo de creador, que acrecienta cada existencia y cada etapa en cada mundo, y así irá eternamente por el infinito, siempre estudiando y siempre aprendiendo; y también desciende a mundos menores a enseñar, como el fué enseñado por otros mayores.

72.- ¿De modo que, según veo, la satisfacción y goce del espíritu es sólo su sabiduría?

M. - Sólo ésa es la fuerza invencible; y mientras no es sabio en vencer la resistencia de los instintos, sufre; no es que no sea sabio cuando empieza su vida creadora o individual, sino que es sabio inocente y sencillo, y es atacada esa sencillez por los instintos brutales animales, que todos quieren su satisfacción a la vez, de donde se origina el antagonismo, que hace las pasiones. Pero, poco a poco, va el espíritu adquiriendo experiencia (que es lo que no tiene, aunque sea sabio, cuando empieza), y con esa experiencia descubre todos los secretos del instinto y de la pasión, que al fin domina para su satisfacción, con lo que enriquece su botín, su archivo.

73 D.- Y bien: siendo el espíritu sencillo, ¿cuál es la causa de que triunfe de las bárbaras pasiones de la materia?

M.- La causa es su naturaleza divina, que es amor, como su progenitor Eloí, el que le da el ejemplo de tomarse todo el tiempo que necesite para su evolución, pero bajo el mandato de no ocasionar daño porque le ordenó: “AMA A TU HERMANO”. Para su ayuda estableció las leyes de afinidad y justicia, que imperan por la solidaridad y tienden al dominio de la materia sin restringirle sus derechos, sino organizándole el usufructo de sus derechos naturales, por un orden correlativo. Ese es el gran trabajo de la sabiduría del espíritu, y es lucha terrible hasta que todos los instintos son satisfechos por la hartura; y aunque haya instintos que le cuesten siglos y siglos dominarlos, el espíritu no cede ni retrocede; él tiene todos los medios, hasta el de cortar la vida de un cuerpo en el que pudo equivocarse, o en el que el ambiente no le deja, porque, como le fué mandado vencer, le fué dado todo lo que necesita para triunfar; así, la causa de que siempre triunfe es su naturaleza y consubstanciabilidad con Eloí.

74 D.- ¿Y cuándo se da cuenta el hombre de esto?

M.- Cuando descubre su trinidad; porque entonces se encuentra el espíritu, el alma y el cuerpo, cada uno en su función, y a conciencia todos cumplen en amor, porque en amor fueron tratados y amor ven en todo el universo que los saluda por su triunfo, porque en verdad, para el alma y para el cuerpo, su acatamiento al espíritu es un triunfo, pues entran a participar de la vida del espíritu y disfrutan entonces verdaderamente de sus derechos de la vida natural, que antes tomaban y no gozaban, por inconscientes.

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