Joaquín Trincado

20 de Septiembre de 1957

Médium Margarita - Posesión

Buenos días:

¿A qué llaman los hombres valor? ¿A enfrentarse a una fiera, a realizar ésos hechos heroicos de que después se jactan y reciben homenajes y admiraciones y la prensa habla de ellos y se sienten semidioses? ¿A brillar en los negocios por un acto de valor? Expusieron mucho, pero le atinaron. ¡Qué valientes, cómo triunfaron!

Cuántas cosas podría citar de lo que el vulgo llama el valor del hombre, del que se jacta, del que se engrandece.

No, hermanos míos, el valor del hombre está en el espíritu, no en sus manos, está en el espíritu que tiene el valor de seguir el camino que se le ha marcado; el valor de realizar los hechos pequeños que los otros hombres no comprenden; en ayudar al hermano humilde sencillamente, sin jactancia, sin buscar la gloria ni la propaganda que le hagan diciéndole que es caritativo, que es bondadoso. No, el valor está en enfrentarse a los demás y exponer sus propias ideas y su credo y llevarlo hasta el heroísmo, sí, porque heroísmo necesitáis para enfrentaros a la situación actual.

El fanatismo corroe las sociedades. Las religiones se adueñan de las mentes humanas. Los falsos ministros de Dios, dominan las conciencias y se meten a los hogares y se meten a los gobiernos y quieren dominarlo todo. Y vosotros, humildes, cohibidos porque os sentís pocos.

Hermanos míos, no sois pocos, estamos todos en el espacio ayudándoos. Queremos valientes, queremos hermanos valerosos. Aquí está el verdadero valor, en exponer vuestras ideas, no a gritos, sino con obras.

La tarea diaria, la tarea cotidiana, la tarea escondida que los demás no ven, que no brilla ante los ojos de los hombres. Es la tarea humilde, pero la tarea que va como gota de agua perforando la roca y dando ese ejemplo de cumplimiento del deber, y dando ese ejemplo de verdad, dando ese ejemplo de ayuda mutua ese ejemplo de amor, y entonces los demás comprenderán que sois diferentes, que estáis en un plano superior y que no estáis acaparando lisonjas, ni pregonando vuestros triunfos.

El valor que tiene el hombre, para sufrir en su miseria; el valor que tiene el hombre para enfrentarse a los grandes problemas de la vida, sobre todo a los problemas morales y espirituales.

Ese es el valor que yo pido de ustedes. No pido el valor de aquel que realiza pequeños hechos que todos los demás lo alaban y lo elogian y lo proclaman, no; yo quiero el valor callado; yo quiero el valor interno; yo quiero el valor del espíritu que puede conquistarlo todo calladamente. No quiero gritos, no quiero jactancias como tantas otras doctrinas filosóficas, que proclaman sus triunfos, sus curaciones, sus milagros. No, hermanos míos, la labor de la Escuela, es callada como es la labor del agua debajo de la Tierra, que va buscando por donde brotar para beneficiar a los hombres. Es la labor de la planta, cuya raíz subterránea va formando elementos, adquiriéndolos, absorbiéndolos, para dar a la tierra beneficios de los hombres, su fruto, sus aromas, sus esencias.

Ese es el valor que yo quiero, el trabajo callado, el trabajo humilde, el trabajo verdadero. Eso es lo que pido de todos ustedes para la realización de la gran obra que estamos llevando a cabo.

No os desaniméis, creéis que estáis derrotados, que hay mucha división, que hay otros grupos que tienen dinero, que hacen propaganda, que hacen fiestas, que hacen mucho alarde.

Hermanos míos, en esta Cátedra humilde hay un puñado de valientes, y a esos valientes me refiero y a esos valientes me dirijo.

Seguid adelante, así como la planta debajo de la tierra; así como el agua debajo de la tierra que humedece la superficie para que brote la vida.

Ese es el valor que yo necesito, hermanos míos, y en esta noche en que estáis todos reunidos, rememorando la fundación dé esta amada Escuela, pido para vosotros el valor que anhelo; pido para vosotros lo mejor, lo que os convenga, para que todos vayamos siempre más allá.

Joaquín Trincado.

Joaquín Trincado.

15 de Agosto de 1957

Médium Virginia - Escritura

¡Honor y gloria a la madre amantísima que en su abnegación grandiosa, supo entregar el corazón a los verdugos de su amado hijo en aras do la humanidad!

María, que conocía por sus facultades medianímicas lo que le esperaba a su hijo Jesús, no intervino, como pudo hacerlo, con su autoridad de madre, para impedir el cumplimiento de la misión de amor del misionero Jesús.

María sabía que ese hijo que salió del hogar en la pubertad, llevaba tras de sus pasos el odio y perversidad de los sacerdotes que al fin lo llevaron al patíbulo.

¡Gloria a María, madre digna, maravillosa! y que no obstante que aun su nombre es invocado por los mercaderes falaces del falso Dios, ella está muy por encima de tan pequeñas pasiones y llena con su luz los espacios que la aclaman y bendicen, y su amor inmenso baña y satura a sus hijos que la llaman, aunque engañados, sinceros en su necesidad, ignorantes de la forma correcta de hablar y oír a la que nos arrulla con su canto vibrante y poderoso, que nos anuncia la promesa de un futuro arduo, difícil, por el mucho trabajo que nos espera; pero después de la jornada nos aguarda la fraternidad y el amor de Eloí.

María, el espíritu que alumbra cual estrella, no desdeña visitar a sus hijos y atiende las voces que la llaman y tiene para cada uno de sus hijos, la ternura infinita que fluye generosamente para todos los hombres de este mundo y sólo queda desear sepamos apreciar su amor y hacernos dignos de su bondad

Joaquín Trincado

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