Joaquín Trincado

Viernes 4 de Mayo de 1945

Médium Margarita - Posesión

Buenos días:

¿Qué mayor prueba de amor de nuestro Padre que conceder a sus hijos -los hombres- el libre albedrío? y ¿quién se atreve a coartar ese libre albedrío si no son las religiones, que han llenado de prejuicios a la humanidad, privando así al hombre de su personalidad y sus derechos?

¿No es el libre albedrío el mejor medio para el progreso de los hombres?

Analizad lo que esto quiere decir y ved qué errores tan grandes se han cometido tratando de quitar al hombre la más grande de sus facultades, porque el hombre es el dueño de su vida, el artífice de su destino y responsable de sus obras.

Qué atrasados están todavía los que ignoran que no reciben más que lo que merecen.

El que vive al corriente de sus cuentas va por la senda del progreso, pero aquellos que viven adelantando sus pagos, esos son los más progresados.

En vuestro mundo, hermanos míos, no se os da más que lo que merecéis; qué errados van los hombres creyendo que se anticipan y disfrutan del trabajo y de los bienes ajenos; no saben que en la ley la justicia, en la balanza suprema, todo se mide, todo se pesa y no hay plazo que no se llegue ni hay deuda que no se pague.

Los pensamientos tienen peso y ese peso influye en el balance de los hombres.

Ya sabéis que los dolores, las privaciones, los sufrimientos a que se os sujeta, son residuos de otras vidas, son deudas que no pagasteis; es lo que consumisteis de más; es lo que hicisteis y fuisteis lentos en el pago.

Ha llegado el momento de la liquidación, ha llegado la hora del balance, de que so os ajusten las cuentas, y así tembláis y os asustáis.

Pobres hombres, que han necesitado de esta lección tan dura, que en estos momentos hace llorar a toda la humanidad, porque no sabía que había consumido más de lo que había pagado; pero la Ley no se burla y llegado el momento, las cuentas se ajustan.

¡Pobres hombres que lloran por la ignorancia en que vivieron!

¡Pobres hombres que no supieron que tenían su libre albedrío, porque este libre albedrío, tan mal empleado, tenía también su momento marcado por la Ley!

Por eso lloran, por eso sufren, por eso tiemblan de temor al reconocer que estaban atrasados en sus pagos; pero no quieren aun comprender a pesar de que palpan y ven con sus propios ojos y oyen con sus propios oídos lo que está pasando en estos instantes trascendentales en la historia de vuestro mundo.

Se os dijo muchas veces y cuando estuvisteis ya en un grado de progreso capaz de comprender, me tocó venir a establecer una Escuela , me fue dado el encargo de venir a dictar un Código de Amor que sería la Ley Universal que prometieron las religiones y no cumplieron.

Los tiempos son llegados y los hombres aun no lo han comprendido; pero de qué manera están aprendiendo la lección, con qué rapidez se les exige que comprendan, que estudien, que analicen.

Cuántos siglos se pasaron jugando y cuántos siglos hicieron mal uso de su libre albedrío.

Nada se os exige, se os habla siempre en amor, no con violencia; pero el término expira, el plazo se cumple y es entonces la Ley inflexible y sabia la que os exige el pago de las deudas atrasadas. Los créditos están vencidos, pero ¿con qué vais a pagar?... con vuestras lágrimas, con vuestra sangre, con vuestros dolores.

¡Pobre humanidad que en estos momentos se debate en el más cruento de los dolores, en la más negra de las tinieblas: la ignorancia!

Se os habló con toda oportunidad, pero no hicisteis caso; estabais tan ocupados dedicados a los placeres, entregados al disfrute de todos los goces que el Padre os concede a manos llenas; pero que no habéis sabido utilizar.

Para todo había tiempo, y, sin embargo, los hombres no lo comprendieron así y abusaron del libre albedrío; pero el momento llegó y aquí está la justicia en acción, obrando con violencia, sí, pero siempre dentro de la Ley.

A vosotros que comprendéis, a vosotros que habéis escuchado la llamada, a vosotros que os apresuráis, no sólo a pagar vuestras deudas sino a ayudar a los otros a cumplirlas, cuánto os duele esta situación, quisierais precipitar los acontecimientos, quisierais brincar, pero ya sabéis que en la vida no hay nada que se haga a brincos ni con violencia.

Tiempo ha habido de sobra, hermanos míos, y los hombres no lo han aprovechado.

El hombre, en materia, siente violencia, se enoja, se llena de cólera; quisiera hacer entender a los demás la verdad; pero adolece de los defectos de la materia, de sus pasiones y fácilmente llega hasta la cólera.

El espíritu desencarnado tiene paciencia porque no tiene las oportunidades de vosotros puesto que pocas veces puede hablar; quiere intuir y los hombres se ofuscan, cierran su cerebro, cierran sus ojos, cierran sus oídos y no escuchan las intuiciones.

He aquí nuestra dura labor, he aquí nuestras lágrimas y nuestros sufrimientos. El espíritu desencarnado sufre y se lamenta de la apatía de los hombres porque éstos no escuchan, y quisiera encontrar médiums suficientes para poder hablar, para poder gritar: "Los tiempos son llegados; ¡despertad, hombres!"... pero ¿dónde están los médiums? millones hay sobre la Tierra, pero todos son supercheros; la mayoría están prejuiciados y qué pocos son los que se prestan lealmente a ser instrumentos de los espíritus desencarnados.

Esa es la labor que le corresponde a la Escuela, es la labor que os toca a vosotros, desarrollar a vuestros médiums, darnos instrumentos, muchos instrumentos, para que podamos hablar, para que podamos enseñar, para que podamos actuar. Tenemos paciencia y esperamos en vosotros.

Ya sabéis que nada se os da que no merezcáis y que, aunque vuestros cerebros humanos no comprendan el porqué, todo obedece a una causa.

Tened paciencia y trabajad por la Escuela porque la Escuela es el bien universal.

Dadnos instrumentos, dadnos oportunidad de decir a los hombres que los tiempos son llegados, que el momento marcado por la Ley ya está aquí.

Que tiemblen, sí, aquellos que no han pagado sus cuentas, porque la Ley es un acreedor que no espera.

Laborad vosotros para el porvenir; no os conforméis con pagar vuestras deudas sino preocupaos por abonar a los demás, rasgando la venda que cubre sus ojos.

Amor os pido y paciencia para todos aquellos que aun no saben.

Trabajad por la Escuela que es el mejor camino para el progreso, para la conquista que vosotros, espíritus conscientes, hombres trinos, responsables ya de vuestros actos, ambicionáis noblemente.

Que reine sobre la Tierra la fraternidad universal. Que se establezca esa anhelada Comuna de Amor y Ley y que toda la familia de la Tierra, unidos en amor, vayamos siempre más allá.

Joaquín Trincado.

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