Joaquín Trincado

Lunes 22 de Noviembre de 1943

Médium Margarita - Posesión

Buenos días:

Ya sabéis que estáis pasando por momentos críticos. Todas las obras grandes que se realizan en el Universo son siempre muy perseguidas, están llenas de abrojos y dificultades; pero ya os he dicho varias veces que no debéis dejar apagar ese fuego de vuestra fe, de vuestro entusiasmo, de vuestra esperanza, hay veces que está a punto de apagarse porque entre vosotros reina desconfianza: unos a otros os teméis, unos a otros os hostilizáis, no hay entre vosotros la unión que debe reinar en ese hermoso grupo que forma la Cátedra Regional Mexicana de la que eres tú Director, hermano Jaime.

NO dejéis apagar ese fuego. Ese fuego os toca a vosotros conservarlo. Ese fuego debe ser antorcha, debe ser luminaria, luminaria que ilumine no solo vuestra patria, una luminaria tan grande, tan fuerte, tan clara, que llegue a todos los rincones obscuros de la Tierra.

Es a vosotros a los que os toca sostener ese fuego, ¿cómo? con vuestra fe, pero no la fe sin acción, no la fe sin obras.

Son vuestras las obras las que sostienen la Escuela.

Es vuestra actividad, es vuestra lucha, pero, ¿cómo podéis luchar si no lleváis un ideal?

Se os dice siempre: "allí está la meta, allí está la estrella que debéis seguir, todos la conocéis, todos la divisáis y, sin embargo, en mitad del camino sentís cansancio, os agobia la duda y os detenéis.

Este grupo debe ser fuerte, este grupo no debe dejarse llevar por malas intuiciones, este grupo no debe tener miembros supercheros, todos deben ser firmes, todos deben ser fuertes, todos deben ser conscientes dentro de la fe razonada.

Sobre vuestros hombros está la Escuela; vosotros tenéis gran responsabilidad porque a vosotros os la he entregado.

Sois vosotros los que habéis dado la llamada de alerta a todos los que, siendo médiums, han sido juguetes del detractor; por eso vosotros, más que nadie, tenéis la responsabilidad de seguir adelante.

Vosotros lleváis esas antorchas que forman un sol; pero que no se apaguen o ¿qué responderéis a la hora de vuestra desencarnación?

Soy yo el que os llama; soy yo el que os anima a seguir adelante.

Ya sabéis que estoy con vosotros, que el cuerpo de consejeros de vuestra Cátedra está siempre a vuestro lado; pero también se os deja luchar solos. No queráis recibirlo todo del espacio.

Estáis cayendo, muchas veces, en la superchería porque ya queréis tratar asuntos fútiles aquí, que no son para las sesiones de consejo. El Abuelito ha hablado ya sobre esto y, yo lo ratifico. Aquí hablamos de los asuntos principales para seguir vuestra causa, para la organización de vuestra Cátedra, para la consecusión de vuestros propósitos de divulgar estas hermosas doctrinas que llevarán la luz a la Tierra. Es más grande lo que hay que tratar aquí, es más importante, es filosofía, no son asuntos materiales, no son problemas pequeños que tienen todos los hombres.

Los estudiantes de la Escuela aprenden a concentrarse y aprenden, también, a discernir por sí mismos, porque ellos no van a ciegas, ellos ya no son ignorantes y pueden, por eso mismo, saber distinguir lo bueno de lo malo.

Estoy satisfecho de ver que vuestro periódico sigue publicándose, pleno de material elocuente, rebosante de enseñanzas y esas enseñanzas van logrando su objeto porque van llegando a todos los hogares, van llegando a todos los corazones, van llegando a todas las mentes. Es una labor dilatada, pero es la que, como la gota de agua, perfora la roca, es la chispa que se habre paso en las tinieblas. ¡Con cuánto sacrificio, con cuánto esfuerzo, con cuánta paciencia lo hacéis!... pero no desistáis hermanos míos.

Os pido más fuerza, os pido más sacrificio, os pido más entereza y más firmeza.

Acordaos que vosotros, como decía el hermano Jaime, no sois la Escuela; no soy yo tampoco la Escuela: la Escuela es el Universo entero. Las doctrinas de la Escuela son las que rigen a todo el infinito. A vosotros os ha sido dado conocerlas por que llegásteis a un grado de progreso y así se os permitió.

Cuidadla vosotros, no dejéis apagar la antorcha de vuestra fe. Como ya os he dicho antes, llevadla por todas partes, llevadla siempre delante de vosotros, pero que no os ofusque la duda, que no porque venga un hermano mal intuído, un hermano asín del detractor, os haga cambiar de ideas, ni siquiera dudar por un momento. ¡Cuántas pruebas habéis tenido de la verdad de vuestros trabajos! ¿No estáis satisfechos? ¿No os sentís grandes, no os sentís felices al comprender que sois de los pocos hombres en la Tierra conocedores de estas hermosas doctrinas que traerán la paz, que traerán la unión, que formarán la verdadera fraternidad en vuestro mundo?

¡Alegráos conmigo!... pero no me déis la pena de que alguno de vosotros retroceda, de que alguno de vosotros se canse a mitad del camino; por eso os pido más esfuerzo, más sacrificios, más entrereza. No perdáis la fe, que vamos todos juntos por ese camino azaroso, por ese camino que quedará regado con vuestra sangre, pero acordáos que al final habréis conseguido el galardón que se da a aquel que trabaja en pro de la más hermosa de las causas, de la más grande de las luchas: por el amor universal, que Eloí os premiará.

Joaquín Trincado.

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