Buenos días:
Hermanos míos: ¡Qué ardua es mi labor; mi lucha prosigue más intensa en espíritu que lo fue en materia!
No vengo a vosotros con la frecuencia de antes porque os he trazado vuestro plan, os he enseñado el camino y gustosos lo estáis siguiendo; pero aquello hermanos tan amados de vosotros, tan amados míos, han torcido el camino, han ido por otro, por aquel que no conduce fácilmente, que está lleno de curvas, de escabrosidades, pero, también, de espejismos engañosos, que a los débiles y pequeños los atraen grandemente.
Allí estoy, allí está ahora mi labor, porque son ellos, los hermanos que sufren, los hermanos más pequeños, los más atrasados, los que más me necesitan.
Allí estoy, en Buenos Aires, y estoy aquí, con ellos. Ellos fueron mi grey -porque esa grey es nuestra- han sido llamaados y han respondido; pero ahora titubean y ahora, son una venda sobre los ojos, retroceden, zigzaguean, no quieren el camino recto, porque les faltó el valor, porque no fueron suficientemente fuertes para evitar el ataque del detractor.
Creen que la Escuela se tambalea; pero la Escuela no puede caer, la Escuela no puede desaparecer.
La Escuela, en sus manos, quedaría nulificada si no fuera por la labor de vosotros; por eso vengo a vosotros a deciros que, aunque no me manifiesto frecuentemente, estoy en espíritu con vosotros; pero estoy también con ellos, luchando, trabajando, para que la luz llegue a sus espíritus y vuelvan a reconocer lo que ya está en ellos, y vuelvan sobre sus pasos para entrar de nuevo a este centro de amor y de luz que vosotros, con sacrificios grandes, con firmeza y con fe, sostenéis.
No cerrareis sus puertas, estad alertas, pero cooperad, ayudad más; todavía más fuerza, más amor al estudio, más amor a todos vuestros hermanos, más firmeza en vuestro pensamiento, más intensidad en vuestras súplicas para que todos esos nuestros amados hermanos que antes venían, reconozcan la Ley y vuelvan al camino que se les ha trazado.
Que no os falte la fe, que vuestro Maestro esté siempre con vosotros pidiendo para todos las bendiciones del Padre.
Joaquín Trincado.
Buenos días:
¡Con vosotros, con la Ley, con la Escuela!
¿Por qué llamar días aciagos a los que estáis viviendo? ¿Qué no comprendéis que estos días de sufrimientos, de prueba, son de triunfo para vuestro espíritu? ¿Qué no sabéis que mientras más profundo es el surco -ese surco que profundiza el dolor- germina mejor la semilla del saber y del amor?
Sentíos felices y satisfechos porque la lucha es dura, porque con dificultad trabajáis, porque todo se os veda en materia, pero si aún perdierais esta, vuestra obra, vuestra labor, quedaría, ya está hecha. Todos tenéis que presentar al Padre, todos habéis presentado vuestra contribución y la obra sigue adelante aunque, en apariencia, seais pocos, aunque, en apariencia, haya división.
Vosotros cuán grandemente habéis luchado; pero os falta más. En estos momentos álgidos creceos todavía porque podáis aún.
Sed espiritistas no nada más en el momento que venís sino en cada momento de vuestra existencia. Demostradlo con vuestras obras, vuestras obras que son amor a la Escuela y amor a la humanidad.
No vais a ciegas, de todo os he advertido.
Hace años que me presenté a vosotros y os expuse la situación que se venía, la lucha que se preparaba, la tormenta que se cernía y todo se ha cumplido, no aleguéis, pues, ignorancia y ahora, si como el navío que ha soportado una tormenta en el mar y que se encuentra desgarrado, así estáis vosotros, pero lo estáis en materia -en elementos materiales- pero vuestros espíritus, ¡cuánto han ganado!
Si pudieseis contemplaros como os contemplo yo, comprenderíais la satisfacción que experimento al ver a mis hermanos, a los alumnos de mi Escuela amada engrandecidos, llenos de luz, con los ojos hacia arriba, recibiéndola y dándola a los demás.
No, no os sintáis abatidos, al contrario, que la felicidad inunde vuestros corazones porque estáis en el cumplimiento del deber, estáis en plena batalla. No flaqueéis; ahora es cuando más os necesitamos. Ya veis que todos estamos con vosotros y vosotros también debéis estar con nosotros.
Se os dice siempre: "Es obra de libertos y encarnados". Prestadnos la fuerza de vuestras materias. Como os ha dicho el Abuelito, no podemos hacer nada si no tenemos vuestra ayuda; por eso más se os pide, dadla en amor, dadla claramente dadla abiertamente como se os da la luz del "más allá" y así, juntos, no está lejano el día del triunfo en que se reconozca la Ley y en que la luz brille para todos y, como os dije antes, sed espiritistas en cada momento de vuestra vida.
¡Alumnos de mi amada Escuela, soldados de mi ejército: con vuestro general y con todos los que os asistimos, iremos juntos más allá!
Joaquín Trincado.