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L. U. 1. -C. S. -Adán

Adán es llamado al Autófono a rectificar.

Yo vi a mi hijo Shet escribir: “Los hombres todos, de la tierra toda, hermanos son”. Base sobre la cual escribe un código de justicia social conforme al momento aquel, pero que deja sus artículos abiertos al progreso previsto, que por grados ascenderá hasta llegar al conocimiento de la vida eterna y continuada, contenida también en su otro artículo refiriéndose al espíritu. “En él estaba la vida, y la vida es la luz de los hombres”, y porque lo ví escribir, certifico.

Basado en esos capítulos de fraternidad y de vida eterna y continuada, siendo Adán éste, por mandato superior y con conocimiento entero de la verdad de esos artículos, siendo la hora de sentar irrevocablemente que la vida es eterna y continuada, fue dictado y escrito un testamento entre cuyas cláusulas, que aseguran la fraternidad de todos los hombres, no sólo ya de la tierra sino de todo el universo, se asentó en aquel testamento:”Los mundos son infinitos y el hombre ha de vivir en todos los que existen; pero la creación sigue y no se acaba”.

Si hace 58 siglos de Shet y 40 de Abraham que tales artículos se dieran a la humanidad terrena, ¿cómo llegamos al final del tiempo sin que los hombres se tengan por hermanos y como fieras se acometan, sin pensar que, por lo afirmado de la vida eterna y continuada, todos “han de pagar hasta el último cornado”, como para el caso asentara el misionero asesinado en el Gólgota?... ¿Por quién es asesinado?... He ahí los causantes de que aun hoy, finados los tiempos señalados, los hombres no se comprendan y se traten como hermanos; la falacia y supremacía religiosa. He dicho “finados los tiempos señalados”, y es así. Se dieron unas cortas treguas para celebrar un juicio en el que se examinaran las obras de los misioneros encargados de la regeneración humana y se probó al Padre de todos que habíamos cumplido nuestro recibido mandato, y que también, en lucha desigual de uno para cada setenta millones de espíritus que habíamos de llevar al conocimiento de la verdad, habíamos triunfado en una mayoría mayor del 99%. Recayó entonces la sentencia firme de quitar todo lo que estorbe a la fraternidad, como también el mismo ordenador y mandante, el Padre de todos, lo prometiera a Jacob, patriarca trabajador y fundador de un pueblo depositario de los secretos de la Ley de la que no puede ya tampoco acusarse de ignorarla, porque, como confirmación del juicio celebrado, el mismo Padre mandante ordenó abrir la Escuela, desde la cual se diera explicada al hombre la Ley eterna de la fraternidad y de la vida continuada, vivida en la Comuna de Amor y Ley.

Mas ese escaso uno por ciento que no pudimos regenerar, casi todos habían roto sus afinidades y fueron sacados, los que en espíritu estaban, de la tierra y sus espacios; quedando, encarnados, los que aún tenían alguna afinidad, y son todos los que aún se muestran esclavos de las religiones, dentro de ellas y entre el pueblo trabajador para llevarlo a la discordia, a las luchas fratricidas por los odios, por las intrigas y hacerlos motivo de persecución de los que desde el altar del Dios de las concupiscencias, que son ellos mismos, hacen que los gobiernos, manchados aún del prejuicio, unos, y porque son de sus mismas mesnadas otros, vejen, denigren, masacren y confinen y sometan a la miseria a la inmensa mayoría de los obreros del progreso. Sí; la inmensa mayoría de los obreros del progreso, he dicho, teniendo a la vista el libro de la vida del mundo tierra, aquí, desde donde vibra el Autófono en el Consejo Superior del Plano; y los hombres tienen la confirmación de esa inmensa mayoría de trabajadores del progreso en esas masas que rememoran el Primero de Mayo y cantan ya ¡Libertad, Justicia y Fraternidad!

Mas la tregua concedida, que ya terminó, se ha cumplido otro gran propósito, que el juez (de acuerdo con el Tribunal Superior) se propuso para cumplir con la profecía del nazareno mártir de los sacerdotes: “Separar el trigo de la paja”, después de haber arrancado la cizaña del sembrado al que llegarían los segadores para recoger limpio el trigo y llevárselo al propietario, al Padre, el que lo reparte en amor y justicia a sus hijos que ya saben cumplir sus obligaciones por las que han adquirido derechos, se les da en la Comuna de Amor y Ley. Sí, pues; se ha cumplido ese estratégico propósito; se han separado los falsos obreros de los verdaderos obreros; éstos son el grano, el fruto sazonado; los otros, la paja y la cizaña, que, como anunciara el misionero asesinado en el Gólgota, se quema en el horno de su propia rabia, en su impotencia, que arde en grandes llamaradas de pasiones y concupiscencia aún no satisfecha de sangre, de la que siempre el Dios religioso se alimentó.

¡!Trabajadores!… ¡Obreros verdaderos!... ¡Alerta un momento más!... Los falsos obreros fueron separados y los conocéis por la cizaña que siembran y las obras que demuestran en su reacción contra la fraternidad, con la cruz y la espada. Mas aún hay prejuicios entre los buenos trabajadores que es preciso quitar con valor y premura, pues el compás ya midió todo y no puede abrirse de nuevo. Las treguas todas han terminado y lo probáis en los furiosos movimientos de los reaccionarios en todo el mundo, porque sus espíritus saben que la justicia Suprema los despoja de la tierra, porque estorban la fraternidad.

Breve será ya el tiempo de la lucha; pero ésta será tremenda y sangrienta por la concupiscencia de las religiones y sus secuaces, obreros falsos y autócratas esclavos del déspota falaz. Mas no será jamás vencida la Justicia y la fraternidad será entre todos los hombres que acatan la ley de Amor y su régimen de vida, en paz y bienestar.

Mas estudiar, entre tanto, las obras que contienen esas leyes Supremas universales, con lo cual limpiaréis también de errores las doctrinas preliminares que para la unión de los obreros se os dieron, con las fallas que el tiempo imponía, pero que ya no son para hoy suficiente y se ha dado la doctrina y Ley completa.

Sea éste el saludo de la cosmogonía al trabajador del mundo tierra que os manda por mí, que padre de la humanidad me llamáis.

Adán.

No se da el Autófono a otras líneas y supla también, las medianímicas “Lo que no ve el Telescopio”.

El Secretario L. R.

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