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AUTOFÓNICAS

L. U. 1. -C. S. El Secretario L. R.

Espanta, hermano, tener que mirar la tierra. Cuando ésta estaba envuelta en su bruma como mundo de expiación, sabíamos que bajo su negra atmósfera se desarrollaban dramas de fieras, naturales de la fuerza de la materia que estaba en su reinado, que aunque demasiado largo, era de su ley y no escandalizaban al universo. Hoy, cada gramo de sangre equivale, en valor de delito, más que las toneladas de antes; y aún no escandalizó la llamada Guerra Europea de 1914, por cuanto era el resultado del almacenaje supremático que terminaría en el juicio de mayoría.

La impotencia a que se redujeron entonces las naciones conflagradas, debía ser el escarmiento de todos y el repudio de la guerra para siempre en la tierra. No solo no ha sido así, sino que esa impotencia se ha convertido en la fobia más desesperada que ni aún alcanza el Superlativo a valuarla. ¿Qué hacer?... se pregunta el Consejo. -Hermano Secretario, di que, si les parece bien, sigan aún prestando amor; pero que estén seguros que no lo cobrarán en la tierra; -es por ello que el Consejo se pregunta ante los terribles preparativos que en estos momentos se ven tan difíciles de evitar, como inconveniente en evitarlos porque ello no satisfacerla las pasiones encendidas en los supremáticos que quieren, si les fuera posible, acabar con la humanidad antes de su total derrota, que la presienten muy cercana y por lo cual se desesperan trayendo estos resultados; traiciones, persecuciones, cuartelazos, asaltos al poder, revoluciones, guerras civiles vergonzosas y guerras internacionales y mundiales. Sólo esto se ve. Mas la Justicia Suprema tomará la parte que le corresponde y la mayoría del trabajador tendrá su recompensa, no en el mentido cielo, sino en el Edén de la Comuna de Amor y Ley. Sea este el lenitivo que los hombres de razón, los que acataron la ley y especialmente los que mantienen enhiesta la bandera de nuestra Escuela reciban, para mantenerse firmes, constantes en el estudio y celosos en el cumplimiento del deber prometido.

El Secretario.

L. R.

L. U. 3. -M. N. Amor.

Aun amor invoca ¿pero acaso no es el mejor y más grande amor la justicia?... Yo no me cansaré de esperar, pero seré muy satisfecho al oír la orden de “ejecútese” que ya hace tiempo espero. Estoy presente en todo lo que los hombres preparan y penetro sus negros pensamientos, y me duele que el libre albedrío lo convirtieron en un libertinaje, que como a dicho el hno. Secretario ya el Superlativo no alcanza a valorarlo.

Entiendo que este es el máximum de locura al que los hombres pueden alcanzar, y ello hará la crisis que marcará el punto en LA BALANZA, al que amor espera.

Amor

L. U. 4.-M. E. Dicha

¡Cuándo será la hora de descansar!... Siquiera, los hombres, aunque con malos resultado, algunas veces hacen huelga: y huelga decir que se preparan tan mal que, aunque ganen, pierden, ¡Oh, si pudiera yo algunas veces obrar en libertad!... ¿Qué me costaría ahora hacer explotar todos los explosivos, gases de todas clases y cuanto elemento se elaboran para ese juegos que llaman guerra?… Pero los hombres tienen el libre albedrío, para su desdicha, y en él han de justificar la justicia que con los elementos obrará.

Dicha.

L. U. 2. -Tier. Simón Bolívar.

El dolor nos trae a depositarlo en LA BALANZA hermano Maestro. ¿Qué han aprovechado nuestros sacrificios y qué mérito han tenido nuestros sueños de unión y libertad? ¿Acaso dejamos en nuestro haber ninguno de los libertadores ejemplos de avaricia?... ¡Victorias!... ¿Sobre quién?... Si bien es verdad que luchamos y vencimos al despotismo, no eran ni aún los reyes a quienes vencimos los déspotas. El déspota estaba oculto aunque descubierto en el hábito de fraile patriota, que con su presencia acaso nos cohibió de llevar nuestra acción contra el altar y habría sido completa nuestra obra. Nuestro sentimiento nos engañó.


 

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