Rufino María Grándezrostrobernabe

Vida del Padre Bernabé de Larraul
Víctima de amor ofrecida al Amor Misericordioso

Primera parte

El P. Bernabé en su tierra de origen (1907-1962)

 

Presentación

Hubo un pobrecillo, pequeño de cuerpo, de escondida presencia y suave mirada, llamado Bernabé. "Yo soy un pobrecillo", dijo con esa palabra de verdad con que se puede hablar a las personas que de verdad queremos. Y sin duda que acertaba con la veta genuina de sí mismo. Por eso, cuando, al tiempo de morir, quisimos contar de forma sencilla y llana quién había sido el Padre Bernabé, no se nos ocurrió mejor título que éste: Historia de un pobrecillo.

Y ahora, después de haber acumulado pacientemente todo el material que hemos podido sobre la vida de este humilde servidor de Dios, escribimos una biografía de más recia contextura -no diré que con mejor acierrto- para que la figura de nuestro hermano capuchino pase documentada a la historia. Y titulamos esta obra: Vida del Padre Bernabé de Larraul, víctima de amor ofrecida al Amor Misericordioso. Aquí están los datos, que no se pierdan, porque la vida de un cristiano tan destacado es un tesoro.

Todo el mundo decía que el P. Bernabé era santo, y algunos acotaban: Pero muy anticuado... El P. Bernabé era muy especial; era fuera de serie en sus mortificaciones, imposibles de ocultar a pesar de todos los disimulos; fuera de serie en su entrega a las almas, a los necesitados, a los pobres. Y con todo, ni su altísima mortificación ni su evidente entrega, eran lo más característico suyo. Lo más propio e íntimo del P. Bernabé era su mirada, su dulce mirada de piedad y de amor, que brotaban de la contemplación de un misterio. Podía ser antiguo de ideas y estar desfasado sin la marcha del vendaval que siguió al Concilio; se puede pensar, incluso, que llevaba dentro una tara de infancia que le limitó mucho en su plena expansión psicológica. Pero ¡qué mirada más acogedora, qué sentido de misericordia para entender la vida y el destino humano! ¡Qué sintonía más vibrante para el dolor humano, para entrar en comunión con las personas sencillas y pobres! Ése era su terreno, porque ése era él: un pobrecito del Señor Jesús.

El P. Bernabé es un signo parpadeante del amor de Dios. Acaso nada más..., y por gracia ¡nada menos! Para mostrarlo hemos ido desmenuzando con paciencia la vida del P. Bernabé, año tras año. Podrá pensar el lector que somos demasiado prolijos y seguramente tendrá razón; pero no hemos querido perder nada, y no hemos sabido hacer mejor la síntesis. Quede esta vida, repito, como tesoro para el archivo vivo de la Iglesia.

Estella, agosto 2002.

Rufino María Grández, capuchino

 

Introducción

Fuentes documentales para la vida del P. Bernabé

Consignamos a continuación las fuentes que nos han servido para escribir la Vida del P. Bernabé. Lo hacemos con detalle y pensamos que esta clasificación puede servir de pauta para el "Archivo del P. Bernabé". Se advierte que quien esto escribe no posee la lengua nativa del P. Bernabé, el euskera, en la cual él escribió notas personales y muchas páginas para la predicación. Creemos, con todo, que es tal la abundancia de escritos en castellano que esta limitación no daña la genuina presentación de la figura del biografiado. Advertimos además que recogemos, incluso verbalmente, datos expuestos en otra parte sobre los escritos del P. Bernabé (1).

Ocurre en este momento un aviso de especial importancia para la recta interpretación de los apartados que siguen. El P. Bernabé guardó con cuidado apuntes personales de su vida íntima, escritos que había redactado como ayuda para su predicación, y, en fin, borradores, notas, papeles sueltos. Ni sus cartas, ni sus notas de predicación, ni sus papeles tuvieron en la mente del autor la intención de que fueran publicados. Es importante saberlo, porque uno puede escribir un borrador que, destinado a la imprenta, yo mismo le daría la forma definitiva, haciendo las oportunas matizaciones. Publicar de pronto papeles no destinados a semejante salida pueden llevarnos a lo más auténtico de la persona, sin disimulo; y puede al mismo tiempo llevarnos en ocasiones a falsificaciones no deseadas, porque mientras uno no cierre sus propios escritos -si éstos son escritos trabajados- uno no acaba de darles la firma de su autoría.

Una excepción es lo que se refiere a su autobiografía. Cuando fue puesta en manos del superior provincial, éste, con ciertas consideraciones, le habló hipotéticamente del uso que se podría hacer acaso un día de la misma. "Haga lo que quiera", le repuso.

A. Escritos de la mano del P. Bernabé

1. Escritos de carácter directamente personal y autobiográfico

I. Notas espirituales del tiempo de su carrera sacerdotal

1. Acto de ofrecimiento. Es la hojita titulada: Acto de ofrecimiento de mí mismo como víctima de holocausto al Amor misericordioso de Jesús, fechada el 19 de Junio de 1925. Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Esta hojita se encuentra fotocopiada a su tamaño en "Historia de un pobrecillo", pp. 21-22. Esta oración es clave para entender toda la espiritualidad del P. Bernabé.

2. Cuaderno del Noviciado y años sucesivos. En portada dice: "Año de 1925 / Noviciado". Cuaderno escolar rayado de 40 hojas (80 páginas) de 21,5 cms. de alto y 15,5 cms. de ancho, teniendo cada página 24 líneas. El cuaderno comienza en la primera línea: "Gracias y favores de Jesús a su pobre criatura" (tachado: pequeña víctima) y se termina en la línea última de la página final, siendo la distribución la siguiente:

pp. 1-17 castellano; 18-26 euskera; 27-28 en blanco; 29-30 castellano; 31-38 euskera; 39-53 castellano; 54-80 euskera

 

El cuaderno recoge propósitos y reflexiones espirituales, que tratamos de reproducir a continuación en sus titulares: Gracias y favores de Jesús a su pobre criatura (1-2) / Florecilla de San Francisco (2-3) / Pensamientos de los santos ejercicios. Día 6 de octubre de 1925. / Sobre el pecado (3-7) / En los santos ejercicios de 29 de Noviembre a 6 de Diciembre de 1928. / El pecado mortal encierra un mal infinito. / "Te mostraré el bien y lo que el Señor exige de ti". / Jesús es nuestro modelo que nos presenta al Padre celestial. / Sobre los dolores de la Sma. Virgen. / Sobre la gracia. / Sagrada Escritura. Salmo 129 (3-18). / Inauteri Igandeko Izaldia (18-22) / San Migel Aingeruaren alde (23-26) / Fides (29-30) / María nos ha traído a Jesús (30-31) / Garbitokako animen alde (31-38) / "María, dulce Madre mía, seáis vos quien escriba en estas páginas por medio de la pluma"... (Sobre la Virgen) (39-46) / Las misericordias del Señor: Propósitos del año 1923. / Propósitos de los santos Ejercicios del año 1924. / Día último de 1924. / Sentimientos de los Ejercicios hechos para la toma de hábito en el año 1925. La sed de almas de Jesús (46-52) / (Un texto de la Sagrada Escritura: Heb 5,7-11) (53) / Ostegun Deuna (54-59) / Errosario santua (59-64) / Jesús jaio zaigu Belengo Estalpean (64-80). Nota. Añadimos a este cuaderno del Noviciado dos hojas sueltas y dobladas, del mismo tamaño y número de líneas, con un comienzo que dice: "La Eucaristía la mayor maravilla de la Omnipotencia divina" (pp. 1-4).

II. Correspondencia con su director espiritual P. Antonino de Caparroso

Las cartas del P. Bernabé al P. Antonino son 35; las cartas del P. Antonio al P. Bernabé son 28. Cuatro cartas amplísimas y muy significativas del P. Bernabé al P. Antonino, con las breves respuestas del director al dirigido, están publicadas en El corazón del Padre Bernabé, pp. 55-104.

Estando Fr. Bernabé de Larraul de estudiante en Estella, tras los Ejercicios espirituales de 1929, pidió dirección espiritual al P. Antonino de Caparroso, que residía en Fuenterrabía. De aquellos años, hasta pasada la ordenación sacerdotal, no ha quedado ninguna carta de Fr. Bernabé; sí, en cambio, cinco respuestas del P. Antonino (1929-1932), que delatan cuáles fueron las consultas.

Del año de pastoral en Híjar (1933-1934) han quedado dos cartas del P. Bernabé y una del P. Antonino.

En Alsasua el P. Bernabé residió los años 1934-1940); de este período tenemos cuatro cartas del P. Bernabé, precioso testimonio de sus aspiraciones al entrar en contacto inmediato con las almas, y tres del director espiritual. Estas cartas abarcan los años 1934-1937, quedando en blanco, no sabemos el motivo, los años 38, 39 y 40.

El P. Bernabé reside en Fuenterrabía desde abril de 1940 hasta mediados de 1958, cuando pasa a Rentería. De 1940 a 1947 hay un carteo abundante, con el cual se puede seguir perfectamente el itinerario espiritual del P. Bernabé. Son 27 cartas del P. Bernabé y 10 del P. Antonino, que reside bien sea en el convento de Estella o en el de Sangüesa, aquí como maestro de novicios. En el capitulo provincial de 1948 el P. Antonino vuelve a la comunidad de Fuenterrabía, obediencia repetida en el capitulo 1951, hasta que a mediados de 1952 el P. Antonino, anciano y enfermo, es destinado a Sangüesa.

De los años en que conviven en Fuenterrabía (1948 y ss.) obviamente no hay correspondencia epistolar, y al final del año 1952 el P. Bernabé escribe al anciano P. Antonino: "me he puesto bajo la dirección del R. P. XX" (27 dic.). Tenemos dos misivas posteriores del P. Bernabé, que datan de mayo de 1954, cuando el P. Antonino se acercaba a su fin. Falleció santamente en una clínica de San Sebastián el 31 de julio de 1954, después de dos años de martirio por causa de una pierna, sometiéndole a una amputación que no consiguió salvarle la vida. Con remite del guardián de su comunidad, P. Antonio de Murieta, y con matasellos de Sangüesa 10 de agosto de 1954, se envió un paquete de cartas al religioso mencionado, bajo cuya dirección se había puesto el P. Bernabé. A la hora de la muerte del P. Bernabé esas cartas en sobre lacrado estaban en el Archivo reservado de la Curia Provincial, en un envoltorio que decía: "Correspondencia del R.P. Bernabé de Larraul con el M.R.P. Antonino de Caparrososo".

III. Correspondencia con el nuevo director espiritual

El P. Bernabé se puso bajo la dirección de un religioso capuchino, cuyo anonimato éste prefiere conservar, el cual conserva buena parte de las cartas que el P. Bernabé le escribió. Son 68 de los años anteriores a la marcha del P. Bernabé a Ecuador, y 12 de los años de su estancia en Ecuador. El citado religioso ha creído más conveniente no entregar estas cartas, decisión que aceptamos como plenamente legítima. El mismo religioso nos comunica este catálogo con la siguientes fechas:

Sin fecha / 1949: 7 dic. - 1950: 21 ab. 7 jun. 9 ag. 3 oct. / sin fecha / 1951: 30 ab. 20 ag. 25 oct. 20 dic. / 1952: 11 mar. 20 may. / Sin fecha / 25 jul. 19 dic. / Sin fecha / 1953: 6 dic. / Sin fecha / 1954: 10 en. 16 mar. 6 jun. 22 ag. 26 oct. 27 nov. / 1955: 12 en. 21 feb. 16 ab. 12 jul. 29 sept. 27 oct. 19 nov. 22 dic. / 1956: 18 en. 14 feb. 26 ab. 9 may. Pentecostés 26 may. 14 oct. 28 sept. 29 oct. 27 nov. / 1957: 7 en. 9 jun. 30 sept. 19 nov. / 1958: 17 feb. 15 ab. 15 jul. 21 ag. 28 oct. 22 dic. /Sin fecha/ 1959: 28 sept. / 1960: 10 mar. 6 ab. 19 jul. 26 sept. 17 dic. / 1961: 19 ab. 15 may. 4 ag. 22 nov. /1962: 18 en. 19 mar. 29 mar. 13 jun. 20 dic. / 1963: 7 jun. 9 nov. / 1964: 18 dic. / 1966: 21 dic. /1971: 11 jun. 12 oct. /1973: 8 en. 18 feb. 26 dic. /1978: 25 en.

IV. La autobiografía del P. Bernabé: "Las misericordias del Señor"

Publicada: Padre Bernabé de Larraul, Las misericordias del Señor. Autobiografía del Padre Bernabé de Larraul, capuchino, presentada y publicada por Rufino María Grández. Curia Provincial de capuchinos 1994. 160 págs.

Este escrito está contenido en dos cuadernos con dos partes distintas, que abarcan la primera los años vividos en la tierra patria (1907-1962), la segunda los años vividos en Ecuador.

a) La primera parte tiene una dedicatoria, donde se dice que ponga por escrito las misericordias que el Señor, Padre de bondad, ha querido ejercer con una insignificante e indigna criatura suya, durante los años de su existencia hasta el presente". Está fechada esta Dedicatoria el día "12 de Mayo de 1983, festividad de la Ascensión de N.S. Jesucristo a los cielos". Concluye el manuscrito el "13 de Julio de 1983 en Arizcun". Tiene la breve dedicatoria y 61 páginas, en cuaderno escolar de espiral con 26 líneas por páginas de 21,5 cms. por 27 cms.

b) El segundo cuaderno dice: "Segunda parte - Mi permanencia en Ecuador. Desde el mes de Julio de 1962 hasta el mes de Noviembre de 1983. El Mes en que empiezo a escribir esta segunda parte". Después de estas líneas en la primera hoja el cuaderno tiene 73 páginas. Es un cuaderno escolar con espiral, de hojas de cuadradillo del tamaño de 16 x 21,5 cms. En la última línea dice: "Terminado el 2 de Abril de 1984".

V. Síntesis: "Itinerario espiritual"

Publicado: Rufino María Grández, El corazón del Padre Bernabé. Documentos autobiográficos del Padre Bernabé de Larraul, capuchino, presentados y anotados por Rufino María Grández. Burlada, Curia provincial de capuchinos 1993. 140 págs. "Itinerario espiritual", pp. 31-54.

a) La primera abarca el proceso espiritual desde el nacimiento hasta la ordenación sacerdotal. Cuadernillo escolar de 22 líneas por página (15,5 x 22 cms.), escrito en 28 páginas. Podemos llamarlo "manuscrito A".

b) La segunda parte sigue el proceso posterior, escrito en hojas del mismo tamaño, primero, al parecer, en forma de borrador (que podemos llamar "manuscrito B") y luego como copia definitiva ("manuscrito C"), aunque está sin terminar el capitulo último del borrador.

B. Testimonios escritos acerca del Padre Bernabé

XVI. Testimonios sobre el P. Bernabé antes de su muerte

1. Testimonios manuscritos [Documentos]:

[Documento 1]: Neftalí de Jesús Oñate. "El Rvdo. Padre Bernabé de Larraul frente a la realidad de un nimbo de luz" (Quito, 20 noviembre 1980; testimonio no solicitado)

[Documento 2] - Paulina Durand Pée;rez (cf. Correspondencia) (Quito, 24 febrero 1983) "Hechos maravillosos y fenómenos místicos observados en la vida del Rdo. P. Bernabé (José Antonio Sarasola) O.F.M.Cap. por la hermana Paulina Durand Pérez desde el ocho de febrero de 1963 hasta esta fecha 22 de febrero de 1983" [Son seis folios escritos a máquina; testimonio pedido].

[Documento 3] - María Jesús Larrea, clarisa, vicaria de la comunidad. Retiro personal del P. Bernabé en Arizcun del 7 al 14 de julio de 1983 (Arizcun, 17 julio 1983; testimonio solicitado).

[Documento 4] - Juan Evangelista Oar, capuchino, compañero de curso en la carrera sacerdotal (San Sebastián, 15 julio 1983) [Escritos de varias cuartillas a máquina, que contiene 21 puntos diferentes; pedido por el ministro provincial].

[Documento 5] - Sabin Egibar, capuchino, guardián del convento de Hondarribia. "Una pequeña relación de hechos referentes al Padre Bernabé de Larraul" ( Son cinco folios, Hondarrribia, 2 febrero 1984; pedido por el ministro provincial).

2. Páginas publicadas sobre el P. Bernabé:

Tarsicio de Azcona, O.F.M.Cap. (estudio dirigido por), Presencia de los capuchinos en Rentería (1812-1837) y (1958-1983). San Sebastián - Donostia 1983, 348 págs. Páginas relativas al P. Bernabé 258-259, escritas por Sabin Egibar.

Véase también en crónicas de Fraternidad. Boletín de la Viceprovincia capuchina de Ecuador (Quito).

XVII. Testimonios recogidos después de su muerte, por orden cronológico

Funerales - Homilía, alocuciones y cánticos alusivos en los funerales del P. Bernabé en San Miguel de los Bancos [San Miguel de los Bancos, 1 mayo 1988].

Testimonio 1 - César-Augusto Grranja Pérez (San Miguel de los Bancos, a raíz de la muerte del P. Bernabé; mayo 1988, sin día) [Son ocho recuerdos del P. Bernabé].

Testimonio 2 - Benjamín Ramos, seglar (San Miguel de los Bancos, mayo 1988, a raíz de la muerte del P. Bernabé: siete folios escritos a mano, y una hoja pequeña).

Testimonio 3 - Eugenio Arriola, capuchhino (miembro de comunidad en Alsasua con el P. Bernabé) (Errentería, 20 febrero 1989) [Cinco folios escritos a máquina].

Testimono 4 - Rosa Torres (San Miguel de los Bancos, 22 mayo 1988).

Testimono 5 - José María Oroquieta, capuchino, antiguo estudiante en Fuenterrabía (Allepuz, 6 marzo 1989) [Una hoja]

Testimono 6 - Teófilo de Arbeiza, capuchino, compañero de curso (Santiago de Chile, 4 abril 1989).

Testimono 7- Rogelio Ballona, capuchino (Errenteria, 12 junio 1989) "Mis relaciones con el P. Bernabé de Larraul en el año 1940" [Escrito de dos folios máquina].

Testimono 8 - Olga Ripoll, Franciscana Misionera de María, misionera de la AMF en Ecuador (Madrid, 21 junio 1989).

Testimono 9 - José Angel Múgica, capuchino, compañero en la Zona (Ecuador, 22 junio 1989) "Algunos recuerdos de la vida del P. Bernabé" [dos folios y medio de oficio, a máquina, con letra apretada].

Testimono 10 - Félix Blasco, capuchino, compañero en la Zona Noroccidental de Pichincha (Bilbao, 2 julio 1989) [19 puntos transmitidos por magnetófono].

Testimono 11 - Eleuterio Ruiz, ministro provincial de capuchinos (Burlada, 7 julio 1989). "Visita pastoral al P. Bernabé de Larraul, 6 febrero 1988" [Escrito de tres folios a máquina].

Testimono 12 - Jesús Morrás, archivero de capuchinos, presente de modo ocasional en los funerales del P. Bernabé en Quito (Pamplona, 11 julio 1989).

Testimono 13 - María Teresa Iribarren, clarisa capuchina (Zaragoza, 13 julio 1989).

Testimono 14 - Clarisas capuchinas de Zaragoza (Zaragoza, 13 julio 1989) [Dos folios a máquina].

Testimono 15 - Carlos Argaya, capuchino, antiguo guardián del P. Bernabé (Lecároz, 12 agosto 1989).

Testimono 16 - Jesús Amunárriz, capuchino, natural de Fuenterrabía (Jaca, 19 septiembre 1989).

Testimono 17 - Rodolfo Erburu, capuchino, guardián de Ibarra (Ibarra, 1 octubre 1989). "Últimos días del P. Bernabé en la Fraternidad de Ibarra" [dos hojas]; "Mi opinión sobre el P. Bernabé" [dos hojas].

Testimono 18 - Santiago Ramírez, capuchino, colaborar del P. Bernabé y su superior viceprovincial (Quito, 31 octubre 1989).

Testimono 19 - Néstor Zubeldía, capuchino, 27 años misionero en Ecuador (Quito, 5 diciembre 1989).

Testimonio 20 - Manuela Sarasola, religgiosa de la Asunción, hermana del P. Bernabé (Desde Francia, 3 diciembre 1989) [Dos páginas a mano].

Testimonio 21 - María Sarasola, viuda, hermana del P. Bernabé (Billabona, Guipúzcoa, 19 diciembre 1989 [Carta; hay también una grabación con María Sarasola de 1993].

Testimono 22 - Angel Legarrea, capuchino, misionero en Ecuador (Ecuador / Burlada, 12 febrero 1990) "Bernabé: ¿mito o realidad?" [Dos folios a mano].

Testimono 23 - Santiago Ramírez, capuchino, véase antes (Quito, 1 abril 1990) [Carta relatando la muerte del P. Bernabé, a quien asistió].

Testimono 24 - José Mansoa, capuchino, compañero en Alsasua (Logroño, 12 mayo 1990).

Testimono 25 - Leandro de Echávarri, capuchino, un curso inferior al P. Bernabé (Sangüesa, 19 mayo 1990).

Testimono 26 - María Dolores López Goñi, casada (véase correspondencia) (16 junio 1990).

Testimono 27 Jesús Etayo,antiguo profeso capuchino (La Coruña, 17 julio 1990).

Testimono 28 - Benicia Martínez de Munián, Terciaria Capuchina, enfermera en la Clínica del Pilar cuando la operación del P. Bernabé (Cizur, 27 julio 1990).

Testimono 29 - Angel Martínez, capuchino, antiguo misionero en la Zona (Sangüesa, 30 agosto 1990).

Testimono 30 - Inocencio Ayerbe, sacerdote (Santuario de San Miguel de Aralar, 17 septiembre 1990).

Testimonio 31 - Juan Bautista Leúe;nda, capuchino, antiguo superior del P. Bernabé (Lecároz, 21 septiembre 1990) [Escrito de 3 folios muy apretados, que contiene 12 puntos].

Testimono 32 - Luis López Retenaga, sacerdote, director espiritual de las religiosas Auxiliares de Cristo Sacerdote (Palencia, 29 septiembre 1990).

Testimono 33 - Bernabé Villanueva, capuchino, que acompañó al P. Bernabé en el viaje de las Bodas de Oro (Pamplona, 3 octubre 1990).

Testimono 34 - Xabier Etxenique, capuchino, que vivió como seglar un año con el P. Bernabé en San Miguel de los Bancos (Ibarra, 8 octubre 1990: escrito de 16 folios).

Testimono 35 - Ignacio Bergera, capuchino de Alsasua, hijo de D. Manuel Bergera (Longaví, Chile, 11 octubre 1990).

Testimono 36 - Angel Chocarro, capuchino, compañero de estudios, misionero en Ecuador (Estella, 16 octubre 1990)

Testimono 37 - Ezequiel de Torrano, capuchino, hermano de comunidad en Fuenterrabía (Logroño, 16 octubre 1990)

Testimono 38 - José Sierra, capuchino, antiguo guardián de Logroño (Santiago de Chile, 3 noviembre 1990) "Mis recuerdos del P. Bernabé" [Un folio]

Testimono 39 - Ignacio Larrañaga, capuchino, pofeso capuchino en Fuenterrabía (Puerto Rico, 8 marzo 1991). "Evocación del P. Bernabé" [Cuatro páginas escritas a mano].

Testimono 40 - Purificación Astorkia, clarisa (Arizcun, 18 marzo 1991).

Testimono 41 - Agustín Sanz López, seglar, casado (Irún, 26 marzo 1991).

Testimonio 42 - Santiago Pérez dde Obanos, misionero en Ecuador (Manresa, 27 abril 1991). [Escrito de dos folios con cinco puntos].

Testimonio 43 - Luis López Retennaga, sacerdote, véase arriba (Logroño, 17 mayo 1991) ["Cuatro anécdotas recogidas de labios del citado sacerdote por R.M. Grández].

Testimonio 44 - Tomás Otxandorenna, párroco de Saldías (Navarra) donde predicó el P. Bernabé; véase además correspondencia (Saldías, 13 junio 1991).

Testimonio 45 - José Flores, seglar (Irún, 30 julio 1991).

Testimono 46 Jesús García Las Heras [La Armenia, Logroño, 14 agosto 1991) ["Florecillas del P. Bernabé"; son 7 páginas con 15 puntos distintos].

Testimono 47 - Sulma Nogales, Carmelita Misionera (San Miguel de los Bancos, 26 diciembre 1991).

Testimonio 48 - María Teresa de Bonifaz, vda. de XX (Quito, 17 febrero 1992). "Favores o Milagros del Padre Bernabé"; cuatro folios manuscritos, que se refiere a favores o milagros en vida).

Testimonio 49 - Teresa Gómez de la Torre, señora de (Quito, 17 febrero 1992) [Sobre un favor realizado en vida, un folio].

Testimono 50 - Higinio Gamboa, capuchino, hermano de comunidad en San Miguel de Los Bancos (Sangüesa, 27 marzo 1992).

Testimono 51- Silvia Andrade Tamariz, Carmelita Misionera del Sdo. Corazón, colaboradora en actividades del P. Bernabé (Natabuela, 22 abril 1992). "Datos sobre la vida del Padre Bernabé de Larraul" [Cuatro folios a máquina muy apretados]

Testimonio 52 - Vicente Pellicer, capucchino misionero en Ecuador (Logroño, 17 agosto 1992) ["Últimos días del Padre Bernabé", una hoja].

Testimonio 53 - Felipe Garde, capuchinoo, misionero en Ecuador (Tudela-Logroño, 20 agosto 1992) ["P. Bernabé de Larraul", una hoja].

Testimono 54 - Silvia Andrade Tamariz, Carmelita Misionera del Sdo. Corazón (Natabuela, 31 agosto 1992) [Misión con el P. Bernabé en el recinto Cristóbal Colón, 1981, y otros recuerdos; son 7 folios].

Testimonio 55 - Rosa Mota, Jesúss Pérez (Del Recinto de San Bernabé, 12 septiembre 1992)

Testimonio 56 - José Antonio Reccalde, capuchino, misionero en Ecuador (año 1992, sin detallar la fecha). "Florecillas del Padre Bernabé" [Son siete pequeñas florecillas].

Testimonio 57 - Entrevista con el cardeenal Pablo Muñoz Vega (Quito, 25 septiembre 1992), publicada en Boletín Informativo (OPI), Curia provincial de capuchinos (Burlada), n. 396 (3 marzo 1993) 121-127.

Testimono 58 - Higinio Gamboa, capuchino (véase arriba) (Sangüesa, 28 febrero 1993). "Algunos pequeños datos sobre la vida ascética de nuestro querido P. Bernabé de Larraul" [Dos folios].

 

XVIII. Testimonios de la gente de Ecuador recogidos de viva voz y grabados en magnetófono

En el mes de septiembre de 1992 el autor de estas páginas viajó a Ecuador para recoger información sobre el P. Bernabé, información de archivo e información de viva voz. Grabadora en mano y previo consentimiento de los interlocutores, quedaron recogidas conversaciones en directo que llenaron no menos de 20 casettes. Damos a continuación la referencia de lugares, fechas y personas.

9 septiembre, miércoles

En Nanegal, en la casa de las Terciarias Capuchinas, conversación en corro con Manuel Andagoya, Marta Reyes, Matilde (esposa de Aniceto), Oswaldo González (sacristán), Adán Ortiz, Julio Vaca, Isabel Vaca, Rosa Trefiño.

En Tandayapa: María Vargas (esposa de Serafín Zambrano).

En Armenia: Sra. Bruna Scacco.

En Santa Elena: Matrimonio de Beatriz Molina y Neftalí Alarcón; Carlos Guzmán (militar retirado); José Balceca y Rosario Balceca; Olga de Jática; don Miguelito (anciano que vive solo).

10 de septiembre, jueves

En San Miguel de los Bancos: esposo de Magdalena Hidalgo, Sra. Rosa, Eduardo Ventimilla, Sra. Carmelina (madre de los Hnos. Pesántez), Cuñado de Hna. Sulma Nogales, María Armijos y su esposo Juan Aguilar, Eleuterio Pesántez.

11 de septiembre, viernes

En Pedro Vicente Maldonado: Hna. Jesús María

En San Miguel de los Bancos: Magdalena Hidalgo

12 de septiembre, sábado

En San Miguel de los Bancos: Mariaño Oñate (responsable de la Comunidad de San José de Saloya, Km. 87), Miguel Pesántez, miembros de la Legión de María; de nuevo María Armijos.

13 de septiembre

En San Miguel de los Bancos: una señora que antes vivía en Pacto, Sra. Zoila (tienda "La Perlita"), Sr. Domínguez (maestro jubilado).

En el Recinto de San Bernabé: Sr. Humberto (presidente de la fundación "Pro Ecclesia") y con su madre.

En San Miguel de los Bancos: Sra. Gladyz de Mendoza, con su marido y su nuera.

 

14 de septiembre

En Esmeraldas: Mons. Enrique Bartolucci (Vicario Apostólico de Esmeraldas).

 

17 de septiembre, las Llagas de San Francisco, jueves

En Quito: Sra. Manuela Marcillo de Chicaiza y su hijo Oscar Chicaiza (dos casettes, tres horas)

19 de septiembre, sábado

En Tulipe: Jacobo Velasco y señora, Luis Sánchez (catequista).

En Pacto: Familia Gallegos-Gallegos, Micaela Zamora y Raquel, Flora García (catequista), Teresa Herrera, Sra. de Héctor Padilla, Berta Capelo.

20 de septiembre, domingo

En Gualea: Alfredo Mena y Beatriz Portilla, María Pisamón, Sra. Marcia, Ilda Zorita, Morales, Josefina Mena.

En Buenos Aires (barrio de Pacto).

En Progreso: José Emilio Coronado.

En Paraíso: Ercilla Rivera.

De regreso de los barrrios, de nuevo en Pacto: Homero Leiva

21 de septiembre

En Armenia: José Bolaños.

22 de septiembre

En Armenia: Sra. Benavides, viuda de Amas; señora cuñada del Hno Job Muñoz (capuchino), Sra. Francisca (madre del Hno. Job), Sra. María Juana, matrimonio Nelson Lazcano y María Ester Miñón de Lazcano (matrimonio, ambos profesores).

24 de septiembre

En Natabuela (Imbabura): Hna. Carmelitas Misioneras del Sagrado Corazón.

En Ambuquí: Hna. Pilar Luzuriaga, Carmelita Misionera del Sagrado Corazón.

 

25 septiembre

En Quito, en la Casa sacerdotal del Sagrado Corazón: Sr. Cardenal Pablo Muñoz Vega (conversación publicada); Hna. Flor, anteriormente en la Clínica Pasteur.

 

XIX. Relatos sobre el P. Bernabé "post mortem"

José Antonio Recalde, [Necrología. Semblanza del] P. José Antonio Sarasola Uruláin (Bernabé de Larraul) (1907-1988), en: Boletín Oficial de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón 43 (1988) 138-148. - El mismo trabajo publicado en un folleto en Ecuador con el título de Padre Bernabé, Misionero Capuchino, Fundador de San Miguel de los Bancos. Quito, Marzo 1989 Impresión: FEPP (Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio). Primera edición: 1.000 ejemplares.

Néstor Zubeldía, La semblanza del P. Bernabé publicada con motivo de su muerte en el boletín Fraternidad - Curia Viceprovincial de Capuchinos. Quito.

Ignacio Díaz de Cerio, Padre Bernabé. Semblanza espiritual de un Siervo de Dios contemporáneo, canonizado por el pueblo. [Abundantes notas personales, escritas no para la publicación].

C. Literatura auxiliar

que está en relación directa con el P. Bernabé

Fuentes impresas

Estadística de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón. 1900-1979. Pamplona, Curia provincial de capuchinos 1981. 271 pp.

Fecunda Parens. Cincuenta años de vida de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón (1900-1950). Pamplona, ediciones "Verdad y Caridad" [1953]

La Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón (1950-1975). Burlada, Curia Provincial de Capuchinos 1975. 509 pp.

Boletín Oficial de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón. Pamplona. Curia Provincial de Capuchinos 1 (1946); 2 (1947), etc.

Boletín Informativo (OPI). Burlada / Pamplona, Curia provincial de capuchinos. Año 1970ss

Eulogio Zudaire Huarte, OFMCap., Viceprovincia Capuchina de Ecuador. Quito 1984. 615 pp.

Fraternidad. Boletín Oficial de la Viceprovincia Capuchina de Ecuador. Quito, Curia Viceprovincial de Capuchinos, 1970ss.

Rufino María Grández, capuchino, Cronología para la vida del Padre Bernabé de Larraul (Colección opi, núm. 6). Burlada, Curia Provincial de Capuchinos, Agosto 1992. 103 pp.

Añádase a todo esto la literatura ocasional que hemos ido consultando para situar cada época en sus propio contexto, literatura referente a lugares (p.e. Alsasua, Aralar), circunstancias (Ezkioga, la situación política) y demás incidencias.

Fuentes manuscritas

En esta sección entran los Libros Oficiales de los conventos:

Crónica conventual de Pamplona, de Alsasua, de Fuenterrabía, de Rentería.

Libros de Actas de la Venerable Orden Tercera de los conventos de Estella y Pamplona.

Libro de calificaciones escolares de Estella Y Pamplona.

Actas de toma de hábito y profesión.

Otro aspecto interesante es recensionar los libros espirituales que leía el P. Bernabé. Véase, por ejemnplo: Lista de libros dejados por el P. Bernabé de Larraul que se encuentran en el Archivo de la Curia Viceprovincial de Quito, en: El corazón del Padre Bernabé, 127-132.

 

 

Capítulo I
Las raíces: Larraul y Cizúrquil (1907-1920)

 

Fe de bautismo

La vida de quien llamamos Padre Bernabé de Larraul comenzó el día 11 de junio de 1907. El día de su nacimiento fue también el día de su bautismo. Dice la fe de bautismo (4) que el 11 de junio del citado año nació un niño en el pueblo y parroquia de Larraul a quien en el bautismo, celebrado aquel mismo día, se le impuso de nombre José Antonio. Era hijo legítimo de Bartolomé Sarasola, natural de Cizúrquil (Guipúzcoa) y de Ignacia Uruláin, nacida en San Sebastián, expósita. Fueron los abuelos paternos Manuel Antonio Sarasola, de Cizúrquil, y Francisca Antonia Alcorta, de Usúrbil (Guipúzcoa); no constando ascendencia de parte de la madre. Le bautizó el cura párroco don Mariano Jesús Múgica, y actuaron de padrinos José Antonio Sarasola, de Cizúrquil, y Petra Arruti, de Régil. Hicieron de testigos Concepción Irazusta y Rufina Treku, de Larraul.

José Antonio Sarasola Uruláin era el primer retoño de aquel matrimonio, primogénito de quienes fueron siete hermanos, por este orden: José Antonio o Padre Bernabé de Larraul; Manuela (religiosa asuncionista); María (casada); Francisco, fallecido de soltero a los 26 años; Epifanía, fallecida de soltera a los 60 años; Ramona, mercedaria de la Caridad, fallecida un año antes que el P. Bernabé; y Gregorio, soltero, que vive con unos primos en un caserío de Cizúrquil. (5)

El P. Bernabé, cuando hubo de hacer un repaso de su vida, no pudo hacerlo sino planeando desde una órbita sobrenatural para justificar su aparición en este mundo. Al fin, como insistentemente lo dijo,él no era más que un pobrecillo. En su Autobiografía empieza así: In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.

El Señor Altísimo y Dios inefable, habiendo decretado en su eternidad crear al hombre, a imagen y semejanza suya para hacerle partícipe de su eterna felicidad divina, quiso que entre las innumerables criaturas que han brotado de su bondad, apareciera esta humilde criatura que escribe estas páginas.

"Vi la luz del sol en la madrugada de un 11 de Junio -festividad de San Bernabé, Apóstol- del año 1907, gobernando el rebaño de Cristo el santo papa Pío X. Aquella misma tarde del día 11, según consta en la fe de Bautismo, fui lavado en las aguas bautismales de la primera culpa de Adán y Eva, y levantado a la dignidad de hijo de Dios.Según supe después, mi madre -que el señor la tenga en su gloria- hubiera deseado que me llamara Bernabé, por haber nacido en su festividad, pero mi padrino me puso su nombre: José Antonio". (6)

El P. Bernabé tuvo un cariño especial por su santo patrono del 11 de junio, figura eminente de la Iglesia primitiva, según relatan los Hechos de los Apóstoles. Hablando de las cartas paulinas, el P. Bernabé, que no fue, ni mucho menos, un crítico en materias teológicas, tiene un gracioso despunte en pro de su santo homónimo: "He meditado y reflexionado sobre la Carta a los Hebreos, que se sabe no ser de San Pablo; un servidor se inclina a creer que es de San Bernabé Apóstol - ¿será porque llevo su nombre? Lo cierto es que esta carta encierra grandes tesoros que, a mi pobre entender, no se han explotado todavía" (7).

 

Quiénes fueron sus padres

La madre del P. Bernabé fue una santa. Así la recuerda con veneración entrañable su hija María. Había nacido en unas circunstancias que no podemos precisar, en San Sebastián, como niña expósita. Un matrimonio sin hijos de Andoáin la adoptó y la hizo mujer. Ignacia fue una joven profundamente piadosa. Quería ser religiosa, dice María, pero los padres adoptivos pensaban de distinto modo. El caso es que contrajo matrimonio y continuo siendo la mujer hacendosa y pía, que no dejaba de asistir al santo sacrificio de la misa cada día. De ella heredaron la piedad los hijos.

El padre, en cambio, fue un desastre, según el mismo testimonio. Era un matrimonio de humildes labradores, caseros en el caserío de Aresqueta, fuera del núcleo de Larraul, caserío propiedad de José Antonio Chapartegui. La hacienda era pequeña, pero aunque la familia iba creciendo, el humilde caserío daba para vivir en la pobreza de aquellos años. La tierra daba hermosas y ricas frutas: manzanas reinetas y otras manzanas; legumbres y hortalizas, maíz, pasto para el ganado... Era un caserío bonito, insiste María.

Pero todo se descompuso por obra y desgracia del juego, que seguramente iría acompañado de la bebida. Son las famosas "apuestas" con las que los vascos se han sentido muy viciados. Un jugador se lo juega todo y acaba en la ruina. Y esto es lo que pasó con Bartolomé. Y los amos lo echaron del caserío... No hay derecho a que nos trataran así, piensa la anciana hermana; las cosas se arreglan de otro modo. Con esto no disculpa, ni mucho menos, a su padre, de quien conserva un recuerdo negativo, pero el salir del caserío fue la descomposición paulatina de la familia (8).

Con el correr del tiempo -no podemos precisar fechas- el padre fue a parar, enfermo y pobre, a un asilo, y allí murió en las Hermanitas de los Pobres en San Sebastián. Y los hermanos se fueron esparciendo por un lado y otro, trabajando y casi sin escuela. La madre se puso a trabajar, o mejor, siguió trabajando, como pudo, y tuvo su propia casita. Pero la desdicha de su marido también le convulsionó a ella, y al parecer hasta psíquicamente. María dice esta frase durísima: "Por donde hemos andado, siempre con la cabeza baja".

Quizás desde este fondo se explican mejor aquellas reacciones intransigentes que el P. Bernabé tenía con los chumados en Ecuador. Ante las personas emborrachadas sencillamente no podía, salía de sí; era algo que superaba a sus fuerzas. Sin duda que el P. Bernabé no se cebaba contra "el pecado", sino contra algo simplemente humano y trágico: que la borrachera, repetida sin ton ni son, da al traste con una familia.

Primeros pasos entre las montañas

Volvamos al caserío de Aresqueta, donde ha nacido José Antonio entre las montañas, siempre verdes y bellas, de Guipúzcoa. El paisaje vasco es de una belleza extática: pequeños pueblos de sólidas casas de piedra, caseríos esparcidos entre prados, pinares y hayedos. En aquel tiempo no había máquinas de motor, sino bueyes y carretas, una paz recia y tantas veces dolorosa. El corazón del pueblo vasco está lleno de una música profunda, que pertenece al alma de la tierra. Hasta el mismo folclore melódico y las danzas, con acento festivo, son serias y siempre nobles. El pueblo vasco es un austero y gran señor, con unas misteriosas raíces etnográficas, impresas en su lengua original y única, raíces que están todavía por descubrirse.

En este mapa Larraul es una pequeña aldea, libre de contaminación atmosférica (9), que, cuando vino al mundo José Antonio Sarasola, tenía unos 280 habitantes (10). El centro del pueblo es la iglesia parroquial dedicada a San Esteban, de una nave con pequeña torre cuadrada y maciza. Las familias de este término netamente rural viven en caseríos dispersos, enlazados por caminos vecinales o carreteras locales. Para tomar la carretera comarcal hay que ir al vecino pueblo de Asteasu. Cizúrquil, pueblo del padre, también está cerca, pueblo más grueso, hoy pueblo importante, dentro de un área industrial que tiene su centro en Tolosa, capital del contorno, cuyas negras aguas del Oria son el colector de las fábricas papeleras y de la industria de toda la cuenca. Cercana a Tolosa, saliendo para San Sebastián, está Villabona, y en la cuenca del río, por la parte contraria están Beasáin, Ormáiztegui y Zumárraga, siempre dentro de Guipúzcoa, en un área de no muchos kilómetros, que hoy los devora cualquier vehículo en rápidos minutos.

El P. Bernabé nació en la paz del monte y no conoció la industria. Hoy estos parajes huelen a pólvora. La E.T.A. (Euskadi ta Askatasuna, Euskadi y libertad) nació un 31 de julio de 1969, explosión de un malestar ideológico que se había gestado en décadas precedentes, y a los pocos años comenzó a disparar. Pero esto no existía en tiempos del niño Sarasola, ni seguramente que en los trece años que vivió José Antonio en Larraul y Cizúrquil pudo percatarse de que había, soterrado y crujiente, un fuerte movimiento de identidad vasca, que se llamó, desde el otro lado, el separatismo vasco.

Lo que él pudo percibir desde la más tierna infancia es que su tierra era cristiana y que la religión era lo más importante de la vida. No había pueblecito sin sacerdote, y el cura de la aldea tenía mucho más autoridad que el médico, que el maestro y que el alcalde. Todos los días se celebraba la santa misa en el pueblo por la mañana, todos los días se tocaba la campana para el Angelus, todos los días se rezaba el rosario por la tarde, y en paz y tranquilidad estas cosas se hacían en la lengua materna, en euskera. El florecimiento espiritual de aquella zona era proverbial. Dos santuarios eran centro espíritual de las gentes: Aránzazu con los franciscanos y Loyola con los jesuitas.

Esta es la atmósfera que respiró José Antonio Sarasola Uruláin, primero gateando por el caserío y luego, pequeñito, en la escuela del pueblo.

La infancia de José Antonio evocada por su anciana hermana Manuela

¿Cómo era el niño José Antonio, allí en el caserío, en la escuela, en la iglesia? Su hermana Manuela, religiosa asuncionista residente en Francia -la segunda de los siete hermanos- ha evocado así, octogenaria, los años primerizos de su hermanito, escribiendo a su hermana María.

"Esta vez me dices si sé algo del hermano difunto. Pues todo lo que me acuerdo ya os diré lo mejor que pueda. Primeramente que la madre nos llevó por primera vez a la escuela. No me acuerdo justo la edad. Es que tendría yo cuatro años y medio y él cinco. La cosa es que era un niño ejemplar de bueno e inteligente y venía muy piadoso y estudiante. En seguida se preparó para hacer su Primera Comunión, y (la) hizo. Yo no, porque no estudiaba como él. Me acuerdo que me quedé dos veces castigada en la escuela sin irme a casa a comer; y él me traía la comida.

Bueno, y además daba cuenta de todo en casa. Sobre todo a la abuela. Y la abuela era una santa, mujer fuerte. Y también la madre; es la enfermedad que la mató y los disgustos que recibía. Lo que sé -y no sé todo- pero caigo muy bien en cuenta hoy en día.

Bueno, y además era muy estimado del Párroco y la Señora Maestra. En seguida le hicieron monaguillo. Y me acuerdo que el sacerdote le llamaba durante la semana para ayudar la misa y también cuando había esposorio, para tener la cruz en la ceremonia de los esposos. Y él, que era un niño de ocho años más o menos, cuando venía a casa todo lo contaba a la abuela. Y la abuela, que era tan instruida en la religión, le daba explicaciones: lo que representaba la cruz delante de los esposos. Y de esta manera muchas cosas le decía o le explicaba.

Y durante las vaciones cuando jugábamos me decía: Voy a hacerme religioso. Más que una vez me decía todo eso cuando vivìamos en Andresqueta. Y una vez fuimos los dos a la Parroquia de Alquiza a la Grand Misa. (11) Creo que era 8 de septiembre, la fiesta de la Virgen María.

Y lo demás te diré que es el que me enseñó a rezar a Jesús, diciéndome por tales intenciones, y te aseguro que me sirvió bien". (12)

 

Hable el P. Bernabé del niño José Antonio

Pero oigamos al P. Bernabé que hable de sí mismo, traspasando con el recuerdo unos 70 años.

"Hacia los 6 años me pusieron en la escuela del pueblo. A los 8 años, en 1915, hacía la Primera Comunión privada, después de haber aprendido el Catecismo de San Pío X, que por aquel tiempo fue traducido al Euskera. A los 10 años hice la Comunión solemne, que entonces estaba en uso.

Tengo presente que en los primeros años fui más o menos piadoso. Recibía con alguna frecuencia la Sagrada Comunión. Por llamarme José deseaba que la fiesta de San José se celebrara con solemnidad. Recuerdo que un Domingo, fuera de costumbre, estuve flojo y distraído. El motivo fue que en casa se celebraba una fiesta familiar". (13)

Este José Antonio es el Bernabé auténtico de después. Lo lleva dentro, y lo ha estampado con otras frases muy significativas en su Itinerario espiritual. "Algunos de mis primeros recuerdos de la niñez, grabados en mi memoria, son que la cruz empezó a llamarme la atención. Recuerdo que en algunas ocasiones, haciendo una cruz de palo, solía pasearme con ella". (14)

Y con esta confesión se nos abre el santuario del corazón de un niño. Ese pasearse con la cruz no es una cosa pueril, sino un suave reclamo del Espíritu.

"Por aquellos años -sería antes o después de la Comunión solemne- un hijo del pueblo, franciscano, celebró su Primera Misa en la Iglesia parroquial (15). Me llamó la atención su figura: el sayal franciscano, el cordón, el rosario colgando, las sandalias, etc. Creo que fue la semilla de mi futura vocación. Tanto que procuraba imitar su porte en ocasiones.

Con todo no duró mucho tiempo aquel estado de fervor y santas ilusiones. Empecé a sentir durante la santa misa como una especie de malestar, como que me dolía el estómago... Más tarde comprendí que pudo haber sido como un engaño. Lo comuniqué en casa. La determinación fue que dejara de asistir al santo sacrificio hasta curarme. Se dio cuenta al médico del pueblo. No tuve mejoría con las medicinas que me recetó. Y la cosa quedó así. Lo cierto es que con el pretexto de encontrarme enfermo, lo dejé todo". (16)

José Antonio Sarasola cuenta en aquella época 11-12 años, como aclarará luego. Realmente está enfermo. Lo que padece en el estómago es real, y su hermana María lo recuerda, aparte de que, de por sí, el niño era de una complexión enfermiza. Otros detalles ha añadido en el Itinerario, dignos de tenerlos en cuenta: que ya en la primera infancia había tenido dolencias de estómago y que quizás era cuestión de nervios. (17)

Cuando el P. Bernabé escribe estas cosas a sus 77 años, simplifica y "teologiza" las causas para interpretar los episodios como una infidelidad a la gracia. Tenemos que respetar su testimonio, pero también, por lealtad y fidelidad a la historia, nos percatamos de que el fenómeno es más complejo. Las tristes condiciones familiares que debe soportar propicia que se encuentre mal de estómago y que su propio psiquismo infantil -sus nervios- queden alterados.

Enfermedad, despistes y remordimientos

"Aquí intervino el engaño del enemigo. Con el pretexto de que estaba enfermo no hacía nada. En ocasiones me quejaba sin tener el verdadero malestar. Caí en el engaño. Aun cuando no dejé del todo las devociones de costumbre; a temporadas rezaba el santo rosario. Con todo se iba disipando la devoción de mi espíritu. Luego empecé a caer en ciertas faltas de pureza. Al principio como juegos de niños. ¡El enemigo infernal es muy astuto! Más tarde recuerdo dos faltas que en sí mismas hubieran podido ser graves.

¿Qué conciencia tenía este pobre pecador? La conciencia falsa de que no faltando con personas de otro sexo, no era pecado, a lo menos pecado grave. ¡Engaño de Satanás! Más tarde -en el Colegio Seráfico de Alsasua- tuve más conocimiento de todo ello, empezaron los remordimientos de aquella temporada de mi vida infeliz.

¿Cuánto tiempo duró aquel estado de vida? Unos dos años -entre 1918 y 1919-. Recuerdo que al año de caer enfermo fui con mi abuelita a la iglesia, a cumplir con el precepto pascual. Aquel día sentía una alegría extraordinaria. Por la tarde se nubló mi alegría; porque se había caído al suelo una imagen de la Inmaculada de Lourdes, a la que un servidor la adornada con flores.

Lo cierto es que continué en el mismo estilo de vida hasta fines del año 1919. (18)

Muy deliberadamente estamos citando las palabras del mismo P. Bernabé para referir estos detalles íntimos y reveladores de su vida. Somos conscientes de que transgredimos los cotos de una biografía para introducirnos en este terreno de lo personal, que no se puede comunicar sino como "autobiografía" que alguien entrega desde la propia voluntad. Y en efecto, así lo es. El P. Bernabé -quede claro- dio permiso para que con su Autobiografía se hiciera lo que se creyera conveniente. Debemos completar el cuadro de estos episodios para tratar de verlos en sus genuinos perfiles.

"Por esta época, a finales del año 1919, tuvimos que salir del pueblo por las circunstancias de la vida y trasladarnos al pueblo cercano, llamado Cizúrquil, pueblo natal de mi padre.

Tengo que decir humildemente que en este período de mi vida me daba reparo acudir a la Santa Misa del Domingo. ¡Así es la pobre condición de la criatura!

Finalmente, con el cambio de casa y población, me decidí a acercarme de nuevo a los pies del confesor. Creo que fue el día primero del año 1920. Más tarde, aquella confesión y la recepción de la Sagrada Comunión, me causaron seria inquietud. ¿Hasta qué punto habría sido sincera aquella confesión y aquella Comunión...?" (19)

El niño José Antonio, enfermizo y enfermo, se encuentra desasosegado y el desasosiego llega a causar un trauma que queda en el fondo del corazón y del cual le va a costar años deshacerse. Esas curiosidades infantiles referidas al sexo, vistas serenamente desde afuera, no fueron sin duda una ofensa grave al Señor; ni tampoco lo fueron entonces en la conciencia del niño, aunque luego se superpusiera un veredicto negativo. La estrechez moral del tiempo inducía a pensar así.

Fue uno de los trabajos del futuro director espiritual descargar el alma de preocupaciones pasadas. Llegó un momento en que al fin se sintió plenamente perdonado, descansando en el Corazón de Cristo. No sólo esto, sino que pensamos que también llegó a comprender que en su voluntad no había habido ofensa grave al Señor.

De hecho en su Itinerario escribirá sobre aquella situación de infancia:

"Durante los días de Retiro que se nos daban cada año [en Alsasua], al principio de curso, empecé a darme cuenta de las faltas que había cometido durante los dos años que me alejé de Dios. Cada año, durante los Ejercicios, veía con más claridad la gravedad de aquellas faltas, que cuando cometí no me daba cuenta bien ser verdaderas ofensas del Señor..., y que luego durante algunos años fueron motivo de remordimientos y angustias". (20)

Los remordimientos, angustias, desazón interior se continuaron en los años sucesivos de la carrera. Escribe en la Autobiografía:

"Al principio del primer curso de Teología me llegó el tiempo de pronunciar los votos solemnes de mi profesión religiosa, que fue el 8 de Setiembre de 1929 -Natividad de la Niña María- después de una semana de retiro. Como cosa particular recuerdo, que todavía de vez en cuando me remordían las faltas de la vida pasada... ya sea por descubrir nuevos detalles o por lo que fuera... y sentía la necesidad de renovar todos en una confesión general... ¿Sería que el Señor me pedía una purificación total de mi vida pasada...? Sea como fuera, pasaron algunos días hasta quedarme en plena paz, de que me había acusado de todas las faltas y ofensas contra Dios en mi vida pasada...". (21)

El director espiritual le escribía por aquellas fechas, en la primera carta que conservamos del P. Antonino de Caparroso a Fray Bernabé de Larraul: "Respecto a sus pecados pasados, puede dejar de pensar si fueron o no formalmente pecados: ya los ha confesado debidamente y sometidos a Confesión hay que quedarse tranquilo. Es nuestro Señor quien se cuidó de borrar la mancha que pudieron causar en el alma. Y así lo sentimientos han de ser de arrepentimiento general..., de agradecimiento..., de propósito... Esta vida arrepentida, agradecida y deseosa puede producir una gran unión de su alma con Dios". (22)

Ya anciano pudo reconocer el P. Bernabé, según testimonio escuchado por Fr. Xabier Etxenique, que no había manchado la pureza bautismal. (23)

En Cizúrquil, el sendero de la vocación

A finales de 1919 -recordemos- hubo que emigrar al cercano pueblo de Cizúrquil. Pocos meses vivió José Antonio Sarasola en el nuevo asentamiento, lo que va de enero a agosto, y allí definitivamente se encauzó su vocación por unos senderos normales y providenciales. Lo cuenta él mismo.

"Ya en el nuevo destino -sería en el mes de enero o a principios de febrero del año 1920- me encontraba en la casa vecina. Me fijé en un cuadro que representaba la impresión de las Llagas de nuestro Seráfico Padre San Francisco. Una señora mayor de aquella casa me dice: Nosotros rezamos doce padrenuestros cada día en honor de San Francisco, porque somos terciarios.

En aquellos momentos a un servidor le salió espontáneamente esta frase:

- También un servidor hubiera querido ser como ése.

Y para mis adentros:

- Ya no hay ninguna posibilidad...

Creo que en esto quedó todo el asunto. Pero allí estaba la amorosa providencia del Padre, que se valió de aquella señora para que se realizara la vocación que desde antes venía sintiendo. Aquella señora -ya anciana, y que el Señor la tenga en su gloria- comunicó mi deseo a otra señora, que era tía de un coadjutor. Este coadjutor, que se llamaba don Tomás Arteaga, se interesó del asunto y habló con mi padre. Aunque la situación en que nos encontrábamos no era muy halagüeña, con todo don Tomás convenció a mi padre para que se realizara mi deseo. Así pues, reanudé mis estudios, que los tenía abandonados, y me fui preparando" (24).

Don Tomás Arteaga tenía un hermano capuchino, el P. Ladislao de San Sebastián (25); de modo que fui dirigido al Colegio Seráfico de Alsasua, ignorando un servidor la existencia de tal Colegio, ya que tan sólo había oído hablar de los franciscanos de Aránzazu, y mi idea era ingresar en el Convento de los PP. Franciscanos de Aránzazu, pero la Divina Providencia me dirigió al Colegio de los PP. Capuchinos de Alsasua. El 15 de mayo de aquel año de 1920 llegó el P. Diego de Alzo (26) para examinarme, y fui admitido. El 4 de agosto, acompañado de don Tomás Arteaga, llegaba al Convento de los PP. Capuchinos de Alsasua. (27)

San Francisco y las Llagas, algo que impactó al muchacho, que se le clavó en el alma porque, en el fondo, a pesar del despiste y zozobra de una par de años raros, era eso, algo de eso, lo que buscaba en la vida. La vocación no le nació al adolescente José Antonio a sus trece años, sino que le venía de antes "ab utero matris eius". ¿Cómo no iba a tenerla un muchachito que se gozaba en pasearse con una cruz de palo...? Fuera de nuestras conjeturas él mismo nos lo ha dicho: "la vocación que venía sintiendo". Es admirable en este relato que ciertas fechas, no escritas, las pueda recordar con exactitud después de más de 60 años: un 15 de mayo, un 4 de agosto.

Ya tenemos, pues, a José Antonio Sarasola Uruláin, un tímido vasquito, con las pocas pertenencias que se pedían para el ingreso, a las puerta del Colegio Seráfico de la Divina Pastora de los Capuchinos.

 

Capítulo II

En el Colegio Seráfico de la Divina Pastora (1920-1925)

Llegada a Alsasua: euskera y erdera

Colegio Seráfico de la Divina Pastora era el nombre propio que tenía el seminario menor capuchino de Alsasua (Navarra). (28) Los candidatos para ser un día sacerdotes en la Orden capuchina estudiaban allí los cinco primeros años de la carrera, un quinquenio de Humanidades. Hablamos en pasado. En efecto aquel seminario que formó a varios centenares de sacerdotes capuchinos -sin duda más de medio millar-, muchos de ellos luego misioneros, abrió sus puertas el año 1903 y dio por concluida su tarea en 1988.

Cuando llegó José Antonio Sarasola con sus trece tibias primaveras, el seminario, de austera disciplina, vivía tiempos boyantes, que se prolongaron por muchos lustros. Los cursos era numerosos y tenían, por lo general, una característica que en tiempos posteriores cambió de manera llamativa. Era el altísimo nivel de perseverancia. Esto ocurría entre los capuchinos y cundía lo mismo en análogos centros religiosos. Navarra fue una tierra privilegiada en vocaciones para la vida sacerdotal y religiosa.

El P. Bernabé traía un bagaje reducido de castellano, cosa corriente en los hijos de "casheros". Un compañero de curso, vasco como él, Juan Evangelista Oar, atestigua: "A los de habla vasca, que éramos muchos en nuestro curso, nos llamaron antes de comenzar el año lectivo, para que nos entrenáramos en el erdera. Durante algún tiempo no teníamos otra clase. Para las confesiones nos preparaba en euskera el P. José María de Oiarzun, director espiritual". (29)

Casi sobra decir que en aquellos tiempos y en el seminario se hacía todo en castellano, pero no es superfluo completar esta información añadiendo que, en el programa de clases, el euskera era asignatura obligada para todos los alumnos, euskaldunes e hispanohablantes.

Otro compañero de pupitre, el escritor P. Teófilo de Arbeiza, al recordar desde Chile a Sarasola, evoca las aflicciones en el castellano o erdera y añade otros detalles bien característicos para perfilar la personalidad del biografiado. "Recién llegados al Seminario de Alsasua, el futuro P. Bernabé no dominaba bien el castellano, hablándolo según concordancia vizcaíno. Se jugaba con las vocaciones, debían aprenderlo hablando... Nuestro biografiado respira piedad por los cuatro puntos cardinales, ya que en los paseos, en un descanso, le decía el Vigilante: (30)

- José Sarasola, predica un poco.

Aquel niño se colocaba en una parte alta del terreno y hablaba sobre el vocación, que es muy valioso y debemos cultivarlo para responder bien al Señor. Sus ideas de concordancia vizcaíno respondían a un convencimiento y a una vida interior ya de oídas o era infusa, a los 13 años.

Ya en el curso, recordando el vocación, había uno de Cintruénigo que le pinchaba la mano con un alfiler y le decía:

- El vocación, el vocación...

Sarasola nunca respondió nada, optó por vivir callado; plegaba la mano..." (31)

Pero dejemos que el P. Bernabé, él mismo, nos cuente su llegada al Colegio Seráfico.

"Fui uno de los primeros alumnos que llegaron al Colegio. Apenas sabía hablar la lengua castellana, alguna que otra palabra.

¿Cuáles fueron mis sentimientos al encontrarme en aquel lugar, extraño para mí? Creo que en el fondo de mi alma sentimientos de satisfacción y de alegría. Se había realizado mi deseo..., no como yo pensaba, pero, por fin, me encontraba en aquel lugar sagrado.

El día 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Santísima Virgen a los cielos, vestía el hábito seráfico con algunos compañeros míos. En aquellos años se llevaba el uniforme del hábito de seráfico. (32)

El "hábito de seráfico", pero hábito, como se lo llamaba, era una túnica con una esclavina, túnica atada con un cordón blanco; el conjunto pedía también las sandalias. El hábito ya no lo abandonará como indumentaria en toda su vida.

La Virgen, puerta de la vida espiritual

Con una pedagogía simple y austera, con unos convencimientos de honda teología se educaba a los niños seráficos, y el tema de la Virgen, con todos los resortes del sentimiento, era algo fuera de toda ponderación. "De Maria numquam satis", decían los predicadores a aquellos jovencitos ques desde el primer año empezaban a aprender latín. "De la Virgen María, nunca bastante". Seguramente que estamos en la verdad si afirmamos que en el caso del P. Bernabé la devoción a la Virgen María fue la primera concreción de una espiritualidad que se prometía muy responsable, recia y comprometida. Oigamos.

"Una de las primeras impresiones que conservo es ésta. A fines de agosto llegó de vacaciones el Prefecto de disciplina del Colegio, el P. Zacarías de Gulina. Al pasar por las mesas del refectorio, saludando a los nuevos aspirantes, a un servidor le dijo algo de la Santísima Virgen, como que confiara en Ella -que apenas entendí-. A pesar de ello, aquella frase se me quedó grabada en el alma.

Otra de las dimensiones espirituales y agradables que conservo de los primeros años del Colegio Seráfico de Alsasua, es el retiro de los Ejercicios que tenía lugar al principio del curso, y que duraba tres días para terminar en la fiesta del 8 de septiembre, Natividad de la Niña María". (33)

Continúa un poco más abajo:

"Volviendo a los primeros años del Colegio, debo decir que tuvimos por Director espiritual al P. José María de Oyarzun, que todavía se encuentra en vida a sus 92 o 93 años. (34)

Dicho padre dejó en muchos de nosotros un recuerdo inolvidable. Tenía una gracia especial para preparar las fiestas de la Santísima Virgen, de Navidad, etc. Sabía dar un encanto especial a dichas festividades. Recuerdo con qué ilusión adornaba él mismo la capilla del Colegio para las festividades de la Presentación de la Niña María en el Templo de Jerusalén, la Asunción de la Santísima Virgen a los cielos, que se unía con la llegada de los novicios profesos de Sangüesa. Por estos medios fue entrando en mi alma la devoción a la Virgen María". (35)

A todo lo que era habitual en los seminarios sobre la devoción a la Virgen María, hay que añadir, de parte de los capuchinos, que nuestros hermanos de Cataluña y Valencia se estaban distinguiendo egregiamente en el fomento del culto a la Virgen. José Vives i Tutó, capuchino y cardenal catalán, había escrito el Marial, florilegio de obsequios a María para cada día del año, y el P. Jesús María de Orihuela había traducido al castellano el tratado de La verdadera devoción a la Santísima Virgen, del beato -entonces, hoy santo- Luis María Grignion de Montfort. (36)

En el seminario se explicaba la devoción a la Virgen en la forma montfortiana. El director, P. Bernardo María de Iroz, gran devoto de la Virgen, con la aprobación canónica del obispo de Pamplona (4/XII/1916), había erigido en el Colegio Seráfico la cofradía de María Reina de los Corazones (8/XII/1916). En ella ingresaban, con los compromisos correspondientes, los alumnos de tercer curso que habían obtenido determinadas calificaciones de comportamiento, primero como aspirantes y luego como Esclavos de María. Se les entregaba una humilde medalla que era en el pecho un precioso relicario. Dicen las Actas que el 21 de noviembre de 1922, Presentación de la Virgen María en el Templo y solemnísima fiesta en el Colegio, José Antonio Sarasola y otros compañeros fueron recibidos como aspirantes.

"En el tercer curso fui inscrito como esclavo de María en el cuadro de la Dolorosa (37), en la festividad de la Presentación del Niño Dios en el Templo, 2 de febrero. Por entonces cayó en mis manos el libro de La verdadera devoción a la Santísima Virgen de San Luis María de Montfort, que luego fue mi libro predilecto. Pero en aquel entonces no estaba capacitado para comprender su contenido y apreciarlo". (38)

El Corazón de Jesús: "aquella mirada de amor y dulzura"

Si la Virgen era, por así decir, la puerta de la experiencia espiritual, el lugar donde el niño aprendía sensitivamente el contacto con lo divino, la Virgen -bien lo sabían todos- no era meta, sino medio y camino. El punto de llegada era Cristo.

"Por aquel tiempo se acostumbraba a bajar a la iglesia en los meses de marzo y junio, para asistir a la santa Misa por la mañana, y durante la santa Misa se hacía el ejercicio del mes de San José y del mes del Sagrado Corazón de Jesús. En el altar mayor se colocaba un cuadro del Corazón de Jesús. Un servidor era acólito... Recuerdo que me entretenía durante la santa Misa en contemplar el Divino Corazón. ¡Era tan atrayente aquella mirada de amor y dulzura, que no me cansaba de estar mirándola! Quizás fue el principio de mi devoción al Corazón amantísimo de Jesús que más tarde se fue desarrollando. (39)

La vinculación de María y Cristo, concretada la vivencia de Cristo en la Eucaristía, todo ello por un camino de interioridad, de abnegación, de confianza y abandono, es la síntesis del corazón de este adolescente que se ha empeñado con todas sus fuerzas por construir una vida en el amor.

"Por la consagración a la Virgen María fui descubriendo el misterio de la Eucaristía. Empecé a dialogar con Jesús en mis comuniones. El Sagrario empezó a tener para mí una atracción. Como era sacristán en la capilla del Colegio, tenía oportunidad para hacer alguna que otra visita al Prisionero del sagrario". (40)

Era sacristán, sacristán de aquella capilla colegial en torno a la que giraba mañana y tarde la vida piadosa de los seráficos. "Le venía muy bien para dedicarse en los recreos al cultivo de las flores, gusto que no perdió en el teologado", dice su compañero Oar. Y añadimos que, si este gusto por la naturaleza sensible lo traía desde chico en el pueblo, lo mantuvo hasta el final de los días. No permitía una flor ajada sobre el altar, recuerda desde Ecuador un misionero, refiriéndose al cuidado del P. Bernabé por tener el altar limpio y fragante en aquellas selvas de Pichincha. (41)

En sintonía con Teresa del Niño Jesús

La verdadera devoción a la Santísima Virgen fue el primer libro a cuyo magisterio espiritual se acogió de niño. El segundo fue Santa Teresita, y la cosa ocurrió del modo siguiente.

"Creo que en los primeros años del Colegio no hubo cosa especial en mi vida espiritual, fuera de lo que dejo escrito.

Era por el mes de mayo y un servidor estaba en el cuarto curso. Empecé a sentir unos fervores sensibles extraordinarios, pero no sabré explicárselos cómo eran. Sea con motivo de aquellos fervores, sea por otros motivos de la gracia divina -sin duda- empecé a sentir deseos de una vida más buena, o más perfecta, en lo que entonces entendía un servidor.

Sobre todo, esto que digo tuvo realidad a principios del quinto curso, año de 1924. Por aquel tiempo empecé a tener preocupaciones o ciertos pequeños problemas espirituales. Recuerdo todavía el lugar..., era en un paseo. Quise descubrir al P. Vigilante del curso mi interior. Recuerdo cómo me dijo: - ¿Por qué no lee la vida de Santa Teresita?

Santa Teresita del Niño Jesús fue canonizada al año siguiente, en el mes de mayo de 1925. Así pues, me prestó la Historia de un alma, autobiografía de su vida.

Empecé a leer en los tiempos libres. Pronto descubrí un tesoro en aquella Autobiografía. Se adaptaba admirablemente a mis sentimientos, a mis aspiraciones. ¡Qué ratos tan deliciosos aquellos, leyendo la Historia de un alma! Pero no era solamente pasar un rato agradable leyendo..., aspiraba a la imitación. También por entonces me encantaba la lectura de La verdadera devoción a la Santísima Virgen, de San Luis de Montfort.

Yo creo que estas dos obras abrieron un nuevo horizonte en mi vida espiritual. (42)

El retrato de este corazón que va ahondando en los misterios de Dios aparece claro y coherente:

- fuerte llamada a la interioridad,

- secundada generosamente con una vida destacadamente mortificada,

- apertura del camino de la oración, que ya es experimentada como vivencia personal con Jesús en forma de "coloquios espirituales",

- todo ello proseguido con una pauta concreta: la esclavitud mariana y el camino de la Infancia espiritual.

Perfiles visto de fuera

Mientras estas cosas se iban produciendo calladamente en su interior, ¿cómo era este muchacho, José Antonio Sarasola, visto desde fuera?

Empecemos por los estudios. Con aquel estigma con que a veces se marca con frecuencia a los piadosos -"Sor Bernabé", le bromeaban algunos compañeros, pasado el noviciado, a este fraile íntimo amigo de Santa Teresita-, con aquel aire de "desgraciadico"..., se podría pensar que este muchacho era corto o tirando a corto. Seguramente que ésta es la idea que algunos guardan del P. Bernabé, para ponderar justamente en la inutilidad humana la potencia de la gracia.

Compañeros de curso lo recuerdan de modo diferente evocando aquellos tiempos de Alsasua: "Respecto a su talento era bastante bueno, buenas notas, pero durante mucho tiempo adoleció de fallas en castellano". (43)


 

 

Y Juan Evangelista Oar anota: "Sin ser un talentazo, llevaba bien los estudios; y como se nos recomendaba no dormirnos ni distraernos, le estoy viendo con un lápiz pequeño jugando entre los dedos, el primero de una de las cuatro filas, señalando su atención. En música no se distinguía ni por la voz ni por el oído musical. Le embromábamos frecuentemente por el desafino particular de un amissise sua iura, pero él seguía con risa la broma siempre sin avergonzarse". (44) Los libros de calificaciones escolares refrendan esta apreciación de sus compañeros. Este es el cuadro de los exámenes general de los cinco cursos de Humanidades en Alsasua:

1º 2º 3º 4º 5º 1920-21 1921-22 1922-23 1923-24 1924-25

Catecismo 8 7 8 9 -

Latín 6 8 7 6 6

Castellano 7 6 - - -

Retórica - - - 6 7

Euskera - - - 9 9

Griego- 7 7 8 5

Geografía / Historia 7 7 8 - -

Aritmética / Algebra 8 7 6 6 5

Música 3 5 3 3 4

Caligrafía / Dibujo 3 4 7 4 -

Las calificaciones se ponían de 0 a 10, de manera que la cifra 10 era el punto máximo. Para hacerse una idea comparativa de Sarasola con respecto a sus compañeros, valga esta reflexión. El quinto curso del año escolar 1924-1925 lo terminaron 20 alumnos. Sumadas las notas de cada uno, vemos que a José Antonio Sarasola le correspondería el séptimo lugar... No está mal, ni mucho menos, sobre todo si se mira a los que vienen atrás, hasta el número 20.

De cualquier manera, el talento no va ser el fuerte del P. Bernabé, ni tampoco el cultivo de los libros. Como tendremos ocasión de verlo, sus lecturas quedaron reducidas a un mínimo nuclear y vale.

Imposible imaginarse a José Antonio Sarasola con las cualidades del compañero simpaticote -amable sí-, emprendedor, con iniciativas de pequeño líder. Su nombre no aparece en ninguno de los programas de las veladas colegiales de aquellos años, entre quienes declamaban una poesía, o representaban un personaje como en Guzmán el Bueno o Soberbia humillada. (45)

"No era, ni muchos menos, un atleta, ni amó mucho el juego, entre nosotros la pelota vasca. Pero sí tomaba parte en aquellos juegos en que todos debían moverse o en la gimnasia. Hasta en el fútbol, que entró en el Colegio a finales de nuestra estadía en Alsasua. Como recuerdo, una anécdota: Víspera de Inocentes (?) en un mutuo encontronazo, yo quedé de momento tendido en el suelo, mientras él siguió el juego. Al día siguiente estaba yo curado y él con una hinchazón de pierna que le fue renovándose bastantes años... En la fiesta de San José, en el desayuno, me dijo que San José le había cerrado de seguro la herida del pie: en la cura así se constató; pero se le renovó más tarde". (46)

Son los recuerdos que escribe su compañero Oar. Hay que mencionar que en aquel tiempo los niños seráficos (igual que los seminaristas) no se desprendían del hábito en los juegos y hay que añadir que en vacaciones, ni en verano ni en Navidad, se iba a la propia familia.

Cuando sus compañeros de Alsasua han hecho memoria de aquellos años lejanos, lo que han visto, sobre todo, es al jovencito con hambre de piedad y de oración.

Propósitos espirituales (1924)

Los dos últimos años del Seminario Seráfico se distinguieron por una fuerte intensificación en la línea de conducta que nuestro biografiado se había propuesto. Se conservan los propósitos de Ejercicios de los años 1923 (comienzo de cuarto curso) y 1924 (comienzo de quinto curso). Veamos qué piensa y anhela en septiembre de 1924 un esforzado muchacho que está decidido a ser santo.

Propósitos de los santos Ejercicios de 1924

María, Madre de mi alma, no os olvidéis de mí, mirad que sin vos nada puedo.

1. Todas las cosas haré para ser un santo capuchino. Dios me ha traído a su santa casa para que sea santo, pues consideraré que todas las cosas que tengo que hacer, Dios me las manda para cumplir en mí sus designios, y así todas las obras las ofreceré a El por medio de mi Madre la Virgen María, haciéndolas para ser santo.

2. Tendré mucho cuidado en los actos de piedad y me examinaré mucho sobre la tibieza; sobre todo hago el propósito de prepararme mejor para la santa confesión, rezar mejor el Avemaría durante el día y la coronilla, pensando que en cada Avemaría bien dicha ofrezco a la Virgen María una rosa la más hermosa o una piedra preciosa.

3. Procuraré ser más obediente de lo que he sido hasta ahora, obedeciendo ciega, pronta y alegremente. Oh dulce Madre mía, haz que cumpla yo este propósito.

4. Sobre el examen particular. Procuraré durante este año luchar contra mi pasión dominante, que es la soberbia; procuraré ser humilde con Jesús, confiando en El y luchando por quitar la confianza que tengo en mí mismo. (¿Cómo? Con el auxilio de la divina gracia, que nunca me faltará, aunque yo no merezco, y también, me parece, aceptando con resignación mis caídas involuntarias, y el sentirme oprimido por mi miseria). Procuraré ser humilde con el prójimo, sufriendo con paciencia las humillaciones que me vinieren de mis hermanos y no juzgando mal de mis prójimos. Seré humilde conmigo mismo venciendo mis pensamientos de soberbia, y palabras y obras. También consultaré mucho al confesor sobre mi pasión dominante.

5. Sobre la devoción a la Virgen Santísima y San José. Como María es vida, esperanza y dulzura, refugio, luz y guía de los hombres, recurriré con confianza a mi Madre, sobre todo al comenzar una obra, y le pediré su consejo y su gracia para hacerla según la voluntad de Jesús y suya. Acudiré a Ella en mis dudas, dificultades, y tinieblas y tentaciones. Procuraré dirigirle jaculatorias durante el día y le rezaré con devoción y cariño las Avemarías. También recurriré con confianza a San José, rezándole todos los días siete padrenuestros y dirigiéndole jaculatorias durante el día.

Estos propósitos leeré en las fiestas de la Virgen Santísima y en los viernes, por lo menos una vez al mes. Oh Virgen María, haced que cumpla estos propósitos y dignaos bendecirlos. Amén. (47)

Fin del Seminario: ofrecimiento de víctima (1925)

El último día del año 1924, cuando la ocasión invita a hacer un balance de lo que ha sido el año, José Antonio Sarasola escribe en su cuaderno espiritual:

María, dulce Madre mía, como niño me arrojo en vuestros brazos, haced lo que queráis de mí, dulce Madre día.

Se queda parado ante este ofrecimiento y se interroga a sí mismo: "¿Sabes lo que dices?". Y continúa su reflexión y su anhelo espiritual.

Decidme lo que he de escribir ahora, pues Vos me mandáis por el director.

1. Renuevo todos mis propósitos de los santos Ejercicios.

2. María me ha inspirado cómo tengo que luchar contra mí mismo: No pensando en lo que ha pasado, ni en lo que ha de venir, sino dejarme conducir sencillamente por mi Madre, haciendo en todo lo que Ella me ordenare; pero al propio tiempo me es necesario luchar contra mí mismo en cada acción. Jesús muchas luces me van dando por medio de la intercesión de la Virgen María. (Bendito sea). (48)

La vida del seminario va a culminar con un ofrecimiento total de su vida en actitud de víctima. Este ofrecimiento, si es consciente, es un acto heroico. Nuestro joven seminarista va madurando en hondura y fidelidad, y para dar un paso así ha pedido consejo. De anciano lo recordaba como algo absolutamente importante.

Santa Teresita del Niño Jesús se ofreció como víctima de amor al Amor Misericordioso de Dios dos años antes de su muerte. Me sentí impulsado a imitarle en su ofrecimiento de víctima. Consulté con el Director espiritual y tuve aprobación. Así pues, compuse o escribí una fórmula e hice el Acto de Consagración el 19 de junio de 1925, que en aquel año ese día cayó la festividad del Sagrado Corazón de Jesús. Sin duda, en aquel entonces no penetraba un servidor todo el alcance que encierra el ofrecerse como víctima. De todos modos tuvo su importancia para mí. Luego en años posteriores, por consejo del Director espiritual, lo renovaba los primeros viernes. (49)

Aquel día del Sagrado Corazón de Jesús -quinto curso de Alsasua- día memorable para toda su vida, tomó un hojita de papel rayado; con letra menuda y apretada, sin punto y aparte, escribió su consagración. Hasta la muerte conservó la hoja minúscula, ya deteriorada, como se conserva un tesoro precioso. Aquella hojita dice así:

Acto de ofrecimiento de mí mismo como víctima de holocausto

al Amor Misericordioso del Corazón de Jesús

¡Oh María!, que en todo tiempo sois mi querida Madre y mi esperanza, mi guía y mi suplemento, yo pobre esclavito vuestro, deseo ofrecerme en vuestros brazos, oh tierna Madre mía, como víctima de amor al Corazón misericordioso de Jesús. Oh Madre, seáis vos quien me consagre, y Vos misma quien presente esta consagración a Jesús; así lo espero y en vos me abandono, pues vuestro soy, María.

Oh Corazón de Jesús, quién soy para presentarme ante vuestra majestad. ¡Ah!, soy el gusanillo en quien habéis fijado vuestros divinos ojos, soy el reflejo de vuestra misericordia sin fin. ¡Oh sí!, yo me arrojo en el océano de misericordia de vuestro dulce Corazón; ahí contemplo mi porvenir y en vos están cifradas todas mis esperanzas.

Sí, después de haber pecado y de haberme separado de Vos ¿adónde he de acudir, sino a Vos, que me tendéis vuestros brazos perdonándome amorosamente e invitándome a entrar en vuestro mismo Corazón? Sí, por Vos solo quiero vivir, solo por vuestro amor quiero trabajar y por vuestro amor sufrir, dulce Jesús mío.

Vos por mi amor habitáis en un blanca hostia, permaneciendo día y noche en el Sagrario. ¡Oh Amor misericordioso! ¡Con qué gemidos tan indecibles oráis continuamente a vuestro Eterno Padre por nosotros desde la prisión del Sagrario! ¡Oh cuánto deseáis la salvación de las almas! Por ellas os anonadasteis haciéndoos hombre, vivisteis oculto y humillado y moristeis desamparado. A tales extremos os condujo el amor infinito que nos teníais; y finalmente por los hombres vivís ahora en el Sagrario.

Todo lo habéis entregado al hombre, y, Bien mío, ¿no podréis encontrar almas que del todo se entreguen a Vuestro Amor Misericordioso? Sí, Jesús mío, yo, miserable pecador y débil niño, lleno de toda clase de miserias, yo deseo ofrecerme a vuestro Corazón misericordioso y me ofrezco como víctima en manos de María a vuestro Amor misericordioso, suplicándoos que me abraséis y me consumáis en el ardiente horno de vuestro dulcísimo Corazón. Amén.

19 de junio de 1925. Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

Amor, teología, vida

Víctima de holocausto es aquella que pasa al altar íntegra y arde íntegramente, toda para Dios. Y la ofrenda que aquí se transcribe es un ofrecimiento de mí mismo como víctima de holocausto. El joven aspirante a la vida religiosa, que entra de lleno en las vías del espíritu, se había alimentado espiritualmente de la doctrina de Teresa del Niño Jesús, que en su oblación (9 de junio de 1895, fiesta de la Trinidad) había formulado así su entrega irreversible: A fin de vivir en un acto de perfecto amor, yo me ofrezco como víctima de holocausto a vuestro Amor misericordioso, suplicándoos me consumáis sin cesar, dejando que se desborden en mi alma las olas de ternura infinita que están encerradas en Vos, para que así llegue yo a ser Mártir de vuestro Amor, ¡oh Dios mío! (50)

No hace falta ser teólogo especialista para apreciar que el ofrecimiento que hace el P. Bernabé en junio de 1925, recién cumplidos sus 18 años, es de una densidad y espesor hondo, muy hondo. El P. Bernabé, en esta hojita de su puño y letra, no es un plagiario de Teresa del Niño Jesús o de Luis María Grignion de Montfort, aunque de una y otro recoja inspiración. El teólogo apreciará la exactitud vital de una teología bebida en los puros manantiales de la tradición de la Iglesia. Esta teología, que apunta a la misteriosa lógica del amor, se funde con la vida; teología y vida quieren fundirse en un abrazo inseparable. (51)

Es verdad, nos agradaría ver superado ese lenguaje de la "prisión del sagrario", que, mal interpretado, puede sugerir que la vida en el sagrario es una continuación oculta de la vida terrenal, cuando la presencia eucarística, siempre gloriosa, nos habla, por el contrario, de la fidelidad inmanente del Dios de la Alianza hasta la Parusía.

El núcleo de esta consagración está en haber percibido por la fe que la entrega de la Encarnación es total, infinita..., y que, por lo mismo, la única respuesta al Amor es la entrega exhaustiva. En esa vinculación de amor, cuya iniciativa viene del Señor, en esa alianza consumada en la verdad invulnerable del corazón, y al margen de méritos, de provechos, de cualquier cálculo -como si la gratuidad divina pudiera ser objeto de contrato-, en esa pureza virginal de la fe, que es el amor perfecto, está la teología de esta entrega.

Oblación derramada ante el Amor misericordioso; pero oblación que se vierte al mismo tiempo en manos de María, como Mediadora, porque ella, en el lenguaje mortfortiano, es nuestro suplemento (52) ante el Señor.

Hemos llegado a la pauta definitiva de lo que va a ser el camino del P. Bernabé. En la tierra ya tiene marcado su sendero: ser víctima de amor, como Jesús ha sido víctima de amor del Dios infinito donado al hombre.

 

Capítulo III

Capuchino: el año de noviciado (1925-1926)

El santo Noviciado

"Entré en el Noviciado de Sangüesa, con otros 18 compañeros, el 27 de julio de 1925. Anteriormente nos habían preparado con algunas pláticas o conferencias". (53)

Antes, cuando se hablaba del noviciado, se solía decir: el santo noviciado. Era el año decisivo, el más característico del curso de la vida religiosa, porque en él se fraguaba la personalidad espiritual del religioso. Un año intensísimo... y peligroso. Peligroso, sí, porque doce meses más un día no son bastante para destruir al hombre viejo y hacer brotar al hombre nuevo. Los fervores del noviciado, siempre sinceros mas no siempre arraigados en lo constitutivo del ser, podían jugar una mala partida al candidato. Pero esto lo sabían muy bien los maestros y lo decían con vieja sabiduría los libros que hablaban al respecto.

Era un año de mucha austeridad; paradójicamente también un año de sana, ingenua y despreocupada alegría. Se multiplicaban las observancias que domaban las costumbres levantiscas del profano.

Los novicios tenían como morada su celda individual, tradición sagrada que siempre ha existido entre los capuchinos. Nadie podía entrar en la celda del compañero. El ajuar era de extrema pobreza: un caballete con unas tablas y sobre ellas un jergón de hojas de maíz o de paja. Esto era el lecho, cubierto con una sola sábana y un par de mantas. Una mesita con su banqueta era el escritorio. El novicio debía tener la Regla de San Francisco, las Constituciones de la Orden, el Manual Seráfico o libro de usos y costumbres y algún que otro libro espiritual que permitiera el Padre Maestro, tintero, pluma y papel. Y allí delante estaba el crucifijo y la imagen de la Virgen María.

Las celdas eran pequeñas, y las ventanas, de acuerdo a las normas de los capuchinos, debían ser de angostas dimensiones, a saber, nueve decímetros de alto y seis de ancho.

El silencio debía envolver profundamente, densamente el noviciado. El porte de los novicios -ojos en el suelo, corazón en el cielo-, debía delatar recogimiento y humildad. Durante el noviciado no se recibían visitas, ni siquiera de los familiares más íntimos, padres o hermanos. Los novicios tampoco podían alternar con los otros religiosos de la comunidad; el noviciado era una especie de "hortus conclusus" dentro de la comunidad. Cuando, por exigencias de caridad o de necesidad, ocurría que los novicios debían hablar en los pasillos, así como con otros hermanos de la comunidad, lo debían hacer de rodillas, "práctica santa y muy usada entre nuestra Orden". (54)

El Maestro

Figura clave del noviciado era el Maestro, transmisor vivo de la tradición de la Orden. Debía estar liberado de cualquier otro oficio. No podía, por ejemplo, ser superior de la casa, y gozaba del gobierno pleno y exclusivo del noviciado.

En el caso del P. Bernabé, el maestro de novicios fue el P. Antonio de Iroz (1872-1948), hombre bondadoso y experto. Por dos veces había sido ministro provincial (1909-1912; 1915-1918), y al presente estaba en su quinto trienio de maestro de novicios (1903-1909; 1918-1927). (55) Pero ¡qué verdad es que el verdadero, el único maestro, es el maestro interior...! Ya lo veremos dentro de poco.

La carta de su madre

El P. Bernabé, muy cuidadoso en ciertas cosas personales, íntimas y afectivas, conservó toda la vida una carta de su madre, escrita cuando él iba a comenzar el noviciado. Su madre, enferma por los trances de la vida a que nos referimos en las páginas primeras, se hallaba en el Psiquiátrico de Santa Agueda, en Mondragón (Guipúzcoa), a cuyo cargo estaban y están las religiosas Hospitalarias del Sagrado Corazón. La carta, respuesta a la que el hijo le había escrito, y en la que entre otras cosas le hablaba del nombre que pensaba ponerse, dice así:

Santa Agueda, 9 de agosto de 1925.

Mi muy amado hijo en Jesús a mas de multiplicar tus cariños con el cariñoso Jesús en nuestros corazones. (56) Gustosa me veo en ésta de oír y saber tus noticias, de lo feliz que te encuentras de la vida y de la vida. Yo voy bien de salud y contenta con las hermanas.

Me dijo el padre de cómo te marchabas a otro convento. Pues yo en mi descanso de tareas me acuerdo de vosotros, hijos de mi corazón; comulgo todos los días; tengo fervor a la Virgen María, madre tuya y mía, a que nos corone por su gloria.

Todas cuantas cosas me quieras decir, pobrecico mío, las guardo para que te acuerdes de tus hermanas en Cristo, amado de tu corazón, y de tu comunidad noble. Sé que tu padre anhela y desea por mi salud como tú sabes, hijo de mi alma y de mi amor. De lo que me dices del nombre pongo en tus manos mi confianza. Bien, hijo de María, a mas a tu atención quiero serte apreciable a tus deseos, mi niño. Sabes tú que no encontramos otros gusto a que tú recibas mi grata y me contestes por medio de tus padres, encomendándome a toda la familia.

Sin más tú recibe mi cariñoso abrazo que te envío por medio de mis hermanas, esperando tu urgencia con las señas el convento y un divino nombre que te hayas puesto.

Tu madre

Ignacia Urulain

Pulso de los primeros días

José Antonio Sarasola, que viene avezado a la penitencia, experimentó, no obstante, los primeros días el rigor del cambio. Lo recuerda suavemente.

"Tengo la impresión de que los primeros días fueron para mí de bastante molestia, por los fuertes calores, la cama dura, etc. Luego me acostumbré. Después de una semana de Ejercicios espirituales, recibimos el santo hábito de la Orden Capuchina el 14 de agosto". (57)

Al recibir el hábito, que ya nunca lo habrá de quitar el P. Bernabé en toda su vida,se recibía también el nombre nuevo, una especie de nombre bautismal con el que quedaba marcada la nueva personalidad regenerada del religioso. José Antonio Sarasola Uruláin se llamará desde ahora Fray Bernabé de Larraul. (58)

Estamos en la ciudad de Sangüesa, Navarra. Y es verdad eso de las molestias de verano. En los días de julio y agosto aprieta el sol y cuesta acostumbrarse a llevar sobre las carnes, en función de camisa, una especie de túnica corta de recia estameña. El convento-noviciado, que antiguamente fue de los franciscanos, tiene una hermosa iglesia gótica del siglo XIII, de tiempos de rey Teobaldo II de Navarra, y adosado un bellísimo claustro. Pero la morada de los frailes era de grande austeridad.

Según las leyes canónicas, se comenzaba el noviciado con unos Ejercicios espirituales, al final de los cuales tenía lugar la vestición del hábito del novicio. Era costumbre en nuestra provincia que esta fecha fuera precisamente el día 14 de agosto, para profesar un año y un día más tarde, en la fiesta de la Asunción de María.

"No tengo recuerdo especial de cómo fueron aquellos días de retiro. pero, hojeando el cuaderno de notas espirituales que conservo de aquellos años, aparece esta nota referente a los Ejercicios hechos para la toma de hábito: 'Muchas veces he sentido la voz de Jesús en mi interior: Por ninguna cosa te tienes que inquietarte ni turbarte ni dejarte impresionar, sino arrojarte en los brazos de Jesús y esperar en El. ¿Lo hago así? El inquietarse y turbarse por los acontecimientos de la vida es señal de soberbia y falta de abandono'. Sin duda estos sentimientos fueron fruto de algunas meditaciones y pláticas de los Ejercicios". (59)

Por encima de todas las lecturas y pláticas del maestro

"Por lo demás, el recuerdo que tengo del noviciado es éste: Por encima de todas las lecturas en común y pláticas del Maestro de novicios, los libros que continuaron influyendo en mi alma fueron La verdadera devoción de la Santísima Virgen y la Historia de un alma. En estos libros encontraba con preferencia el alimento espiritual de mi alma". (60)

Esta observación, que en modo alguno critica la buena doctrina del maestro oficial del noviciado, es profundamente significativa. Está diciendo, por dentro, que el joven novicio ha encontrado su camino. ¿Por qué complicarse con otras cosas? Es "su camino", y no lo ha de abandonar en toda la vida. Bien las lecturas que entonces y durante mucho tiempo se hicieron, recomendadas por la autoridad de la Iglesia; así el Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, del P. Rodríguez (61), donde en sucesivos volúmenes se enseñaba al discípulo minuciosamente todos los matices de la amplia gama de las virtudes cristianas... Pero Fray Bernabé ya tiene su camino.

En los Ejercicios del año, que novicios y comunidad hacían juntos, y que fueron en el mes de octubre, nuestro novicio copia en su cuadernos unas reflexiones sobre El fin del hombre, y comienza así: "María, mi dulcísima Madre, vos sabéis el alimento que necesita vuestro hijito; servidme vos misma con vuestras propias manos; dictadme, sí, las palabras que he de escribir en estas líneas". Esa intimidad efusiva con la Virgen, con la Madre, como un esclavito de amor, va a ser su camino perenne; esa confianza invencible que le lleva a Jesús, según la escuela de la pequeña Teresa.

Durante el noviciado se ocupaba mucho tiempo en instrucciones sobre la Regla y las Constituciones de la Orden y sobre el Ceremonial Romano-Seráfico. Y eran tiempos en que se acentuaba muchísimo la carga moralizadora. Sin duda que el novicio se empeñó con amoroso detalle en todo eso; pero su secreto profundo era más simple.

Se abren los Salmos, nueva experiencia cristiana

Uno que llegaba al noviciado, ni había tenido seguramente la Sagrada Escritura como libro entero y de uso personal (aunque en Alsasua se leía en el comedor, saltando capítulos), ni había frecuentado los salmos.

"Al principio el rezo del Oficio Divino me resultaba árido. Los salmos no me decían gran cosa. Más tarde, habiendo escuchado un comentario sobre las excelencias de los Salmos, cambió la disposición de mi alma. Desde entonces empecé a fijarme en el sentido de los salmos y encontré alimento espiritual para el alma". (62)

Los salmos le fueron abriendo poco a poco sus secretos, y, cuando descubrió a Cristo como protagonista de estos sacros poemas, los salmos tuvieron para el P. Bernabé su sabor íntimo.

He aquí una anécdota ocurrida muchos años después. En 1947 Félix Blasco, un muchacho de 20 años, terminado el bachillerato, llamaba a las puertas del convento capuchino de Fuenterrabía. Fue aceptado, pero, no habiendo pasado por el seminario menor, en latines se encontraba casi en blanco. Y hubo de meterse con la lengua de Cicerón y en aquellos tiempos con la lengua de la Misa. El P. Bernabé, residente entonces en Fuenterrabía, le daba algunas clases. Y después de 40 años recuerda el interesado, como si la impresión fuera de ayer, aquellos suspenses largos, meditativos, como extáticos, cuando el P. Bernabé, explicándole los salmos, el latín de los salmos, se quedaba en silencio mirando al crucifijo.

En algún otro lugar de esta biografía reaparecerá el tema de los salmos.

Cómo oraba el novicio

"De ordinario la primera meditación del coro, de 5.15 a 6.00 era fatigosa y sin mayor provecho humanamente. Sería seguramente por el sueño. El Maestro de novicios, que fue el P. Antonio de Iroz, nos aconsejaba hacer una hora de oración en la celda, de 10 a 11 de la mañana. Esa hora de oración fue para mí de provecho espiritual, porque recibía luces especiales y consuelos sobrenaturales.

Anteriormente, a mediados del año 1925, la meditación de la Pasión del Señor empezó a influir en mi alma. En el noviciado recibía luces especiales cuando hacía en particular el Vía Crucis por las tardes. Sé que me impresionaban los pasos dolorosos de Jesús.

También en el quinto curso de Alsasua empecé a sentir interés por la salvación de las almas. En el noviciado se acentuó ese mismo interés, deseando contribuir de algún modo a la salvación de las almas y conversión de los pecadores.

Sería por el mes de junio; mediante alguna lectura especial, empecé a comprender los dolores místicos de Jesús, que en años posteriores influyeron en mi alma. (63)

La comunidad tenía oración por la mañana y por la tarde, amén del Oficio divino recitado íntegramente en el coro, uso en toda la Orden. Los maitines se rezaban a media noche, interrumpiendo el sueño. Pero los novicios tenían sus actos espirituales complementarios; por ejemplo, Oficio parvo de la Virgen, llamado también Piísima. El P. Bernabé ha recordado la oración recoleta en su celda. Era la oración más sabrosa, la que le adentraba en la Pasión de Jesús, la que, en diálogo amoroso, le hizo atisbar los dolores místicos de Jesús.

Este camino ya marcado de espiritualidad se ha de centrar muy vitalmente en la Pasión del Señor. Recordarán los capuchinos, por otra parte, que según la tradición de la Orden y hablando en términos generales, una de las dos meditaciones diarias se hacía sobre la Pasión (64), y el libro clásico era el de meditaciones sobre la Pasión del Señor del capuchino Cayetano María de Bérgamo, (65) autor también de El capuchino retirado, que para los capuchinos era el "vademecum" de los Ejercicios espirituales, referencia obligada para puntos de meditación, exámenes de conciencia y máximas de conducta. (66)

El novicio Fray Bernabé, al soplo del Espíritu y conducido por la suave mano de María, iba avanzando en su oración amorosa y coloquial y su contemplación era Jesús Crucificado, que murió por la salvación de las almas. (67)

Y ¿qué decir de las penitencias...? En su Autobiografía se olvida en absoluto de que él hiciera penitencias.

Penitencias y sed de almas

Ignora, sí, en su Autobiografía que en el noviciado hiciera penitencias; pero ¡era cosa tan habitual en él!

Su compañero el P. Juan Evangelista Oar tiene estas pinceladas sobre el connovicio: "No se puede negar su fervor en el noviciado. Si para todos materia de muchas conversaciones eran materias espirituales, de él no esperábamos casi otra cosa. Los compañeros murmuraban acerca de la sal con que condimentaba las pasas de higos". (68)

Y a propósito de estas originalidades de Fray Bernabé..., hemos descubierto algunas de ellas en la confección de sus notas espirituales. Y es que él aprovechó, por santa pobreza, papeles de desecho para plasmar lo que pasaba en su corazón. Un sobre a él dirigido está plagado, por el anverso y reverso, con letra minúscula de apuntes espirituales; una hoja de la bula de la Santa Cruzada, que se daba en las parroquias, doblada hasta obtener ocho minúsculas páginas; una hojita, que fue sobre de carta con la dirección de superior de capuchinos de Sangüesa, proveniente de una casa de suministros litúrgicos; un pedazo de hoja de libro en francés, cuyo dorso había quedado sin haber sido impreso... (69)

Al hacer los Ejercicios para la toma de hábito, arriba mencionado, escribe una reflexión sobre la sensualidad.

"También la sensualidad es origen de pecado; así pues, en unión de Jesús y María, me venceré a mí mismo. Muchas veces se te presenta ocasión durante el día de mortificar la vista, sobre todo cuando se presenta algún objeto curioso; la lengua, cuando quiera proferir alguna cosa de poca o de ninguna importancia, pero muy importante a tu amor propio; la voluntad, cuando te pida regalo, descanso y comodidad, y para eso lee frecuentemente la hojita Máximas de los santos para hacerse santo, ya que Jesús ha puesto en tus manos esa hojita.

Muchas mortificaciones te inspirará Jesús, si eres fiel y deseas hacerlas con recta intención de agradarle. Es verdad que tu amor propio te engañará muchas veces (como sucede ahora frecuentemente), pero el Buen Jesús te dará a conocer tu engaño, pero entonces ¡cuidado con dejarte desalentar e inquietarte! Al contrario, acude a las plantas de María para humillarte, viendo tu propia miseria y ceguedad y sensualidad.

Acuérdate también de las mortificaciones que te pide Jesús, cuánto ha sufrido él por ti. (Que ningún sacrificio ha dejado de hacer él por ti), esto sobre todo cuando sintieres en ti la lucha interior. (70)

A estas reflexiones sigue un párrafo con este título:

La sed de almas de Jesús.

"Durante el santo año del Noviciado te has de acordar de la abrasadora sed de almas de Jesús que tuvo en la Cruz cuando estaba en la agonía, y esa misma sed tiene ahora en el Santísimo Sacramento del Altar. Procura, pues, darle agua a tu tiernísimo Padre, ya que en los Ejercicios que hiciste al principio te hizo conocer algo de esta inefable sed de almas y te pidió a ti, miserable criatura, un poco de agua. ¿Vas a negarle este refrigerio? Pero ¿cómo os daré agua, es decir, almas...?" (71).

Sin duda que Fray Bernabé ha hecho un noviciado en aflicción espiritual unido a Jesús en el misterio doloroso de su Pasión. Ha sido un noviciado austero, pero, en el fondo, feliz. "Puedo decir que el año del noviciado, con todas las austeridades de entonces, fue un año de gratos recuerdos" (72).


 

"Camino de santificación, o sea, Máximas de los Santos para hacer santos"

"Y para eso lee frecuentemente la hojita Máximas de los Santos para hacer santos", se ha dicho a sí mismo este novicio fervoroso. Grata sorpresa que, al morir el P. Bernabé y examinar los papeles que había dejado, entre sus cositas se hallara esta "hojita" escrita en el noviciado. ¿De dónde ha tomado estas máximas? Lo ignoramos. Pueden ser un rosario de sentencias que ha encontrado en un libro piadoso, o frases que él ha ido espigando aquí y allá y acaso moldeándolas a su estilo. Lo importante es saber que por ese camino de santificación, de detalle en el amor, él quiere avanzar. Transcribimos la hojita -cuartilla plegada, haciendo cuatro páginas- tal como está.

* * *

1. Por regla general niega a la naturaleza lo que te pide sin necesidad.

2. Oblígala a lo que sin razón se resista.

3. ¿Te pide algunos minutos más de descanso a la hora de levantarte? Niégale hasta un segundo.

4. ¿Te sugiere buscar mayor comodidad cuando estás sentado o acostado? No la escuches.

5. ¿Te mueve a que busques apoyo durante la oración? No lo hagas.

6. ¿Te inclina a que la abrevies? Prolóngala, si te es posible.

7. ¿Hay un bocadito que te gusta en el plato que te sirven? Déjalo para otro y haz este pequeño sacrificio por Jesús que por ti se sacrificó.

8. ¿Tienes hambre? ¿Sientes mucha sed? Espera un poco: come con lentitud.

9. ¿Estás triste, tienes ganas de llorar? Pues canta y véncete por amor de Dios.

10. ¿Te hallas de mal humor? Ríe si puedes.

11. ¿Sientes prurito de hablar, de decir un chiste? Cállate por amor de Jesús.

12. ¿Te sientes tentado de enfadarte? Procura mostrarte dulce y afable.

13. ¿O bien de vengarte? Devuelve bien por mal.

14. ¿O de hablar mal de alguna persona? Habla lo mejor que puedas de ella.

15. ¿O de poner mala cara a alguien? Hazla buen rostro.

16. ¿O de evitar su encuentro? Véncete, no vuelvas atrás, salúdala.

17. ¿Deseas hablar con dureza? Háblale con dulzura.

18. ¿Quisieras decirle algo desgradable? Muéstrate afable y servicial.

19. ¿Te cuesta por amor propio o por pereza hacer un favor? Doble motivo para ejecutarlo.

20. ¿Te impacienta todo? Ten el humor siempre igual.

21. ¿Deseas seguir el impulso de tu corazón, hablar, obrar cuando te halles agitado? Espera; deja pasar la tormenta.

22. ¿Quieres ir deprisa a hacer pronto las devociones, ejecutar algo en seguida? Anda despacio.

23. ¿Se cuenta algo interesante de poca o ninguna importancia para tu alma? Procura no prestar atención por amor de Jesús.

24. ¿Se presenta a tu paso algún objeto que todo el mundo quiere ver? No mires ni des un paso por verlo.

25. ¿Tienes ganas de coger una flor y de olerla? Abstente de ella, Jesús te lo pide.

26. ¿Quisieras comer una fruta, un dulce? Sacrifícalo al Divino esposo, que te dará ciento por uno.

27. ¿Quieres comer o beber entre comidas? No lo hagas, eso es sensualidad.

28. ¿Te quisieras calentarte sin gran necesidad? Huye del fuego para evitar el del infierno.

29. ¿Tienes costumbre de quejarte, cuando padeces? Bendice a Jesús que te da esa cruz por tu bien; o al menos sufre en silencio.

30. ¿Estás tentado de murmurar cuando te ves humillado o tienes contrariedades? Di con gana o sin ella: Mejor para mí, venga en buena hora.

31. ¿Te quieres disculpar? Acúsate el primero tú o bien guarda silencio.

32. ¿Es el frío, el calor o la lluvia lo que te molesta y mortifica? Di con el Profeta: Frío, calor, lluvia, bendecid al Señor.

33. ¿Sientes, muy a pesar tuyo, frío y seco tu corazón? Bendice igualmente a Dios.

34. ¿Te has dado un golpe o hecho algún daño? Di: Tanto mejor; aunque sea llorando, si no puedes contener las lágrimas.

35. ¿Te lleva la vanidad a mirarte al espejo o a componerte? Piensa que el Divino esposo te mira con lástima y te avergonzarás de hacerlo.

36. ¿Ansías leer una carta que acabas de recibir? Espera siquiera una hora para abrirla.

37. ¿Quisieras hacer algo que mucho te gusta? No lo hagas.

38. ¿No quisieras molestarte en ir a una parte? Pues ve.

39. ¿Quieres vivir? Ofrece tu vida a Dios. (73)

La santa humildad

La hojita que acabamos de transcribir nos puede llevar a un despiste. Puede inducirnos la idea de que esta ansiedad del novicio está maleada de un sutil masoquismo. Esa victoria contra sí mismo en el combate espiritual, ese esfuerzo titánico en la negación de sí mismo, no parecen dejar holgura para un amor suave y placentero, que se diría que es el que corresponde al Evangelio como gracia. ¿Es que la vida de este joven anhelante era una asfixia... en aras de una donación de amor? Pienso que seríamos ligeros y superficiales si diéramos por buena una tal ficha psicológica... Las personas merecemos otro respeto en nuestra interioridad.

Aun renunciando a proponer la psicología del P. Bernabé como emblema deseable de una "psiche" religiosa, de un proceso de maduración humana, se puede garantizar que su denodado plan espiritual, sobre la base del radicalismo, no claudica por ser masoquista o maniqueo. Hay en él una especie de insatisfacción constitutiva, que le produce cierto desasosiego "nervioso", pero esta limitación natural tiene, en positivo, el hecho de que le hace estar siempre en vilo, siempre despierto para el amor.

Es también constitutivo de Bernabé el ser pequeño, pobrecillo, y esta autoconciencia no forzada le allana el camino de la humildad. Con tino certero reflexiona para sí mismo sobre la humildad, apuntando hacia el fondo último de la vida cristiana. Escuchémosle a él para saber cómo piensa y cómo vive.

La santa Humildad

La excelencia de la humildad consiste en que es la virtud que más sobresalió en vida de Jesús, sí, la humildad le acompañó en el pesebre, en la vida oculta y en la vida pública y finalmente en su penosa Pasión. Es además la humildad una de las virtudes que más nos recomienda nuestro dulcísimo Jesús. Así cuando dice en el Evangelio: Dejad que los niños se acerquen a mí; en verdad, en verdad os digo: que si no os hacéis como uno de estos no entraréis en el Reino de los cielos. Y en otra ocasión dice a sus discípulos: El que fuere el menor entre vosotros, aquel será el mayor en el Reino de los cielos.

Ahora, para ver su importancia, consideremos que es el fundamento y asiento de todas las virtudes. Sin la humildad no hay verdadera caridad, porque la verdadera caridad obliga a uno a olvidarse completamente de sí mismo y no buscarse en nada. Ni hay verdadera paciencia y resignación, aún menos conformidad y abandono en la voluntad de Dios. Ni hay verdadera obediencia, ni castidad, ni mortificación; en fin, ninguna virtud se puede alcanzar si no se tiene por principio y fundamento la santa humildad.

Vista ya su importancia, veamos en qué consiste la santa humildad. Los maestros de la vida espiritual dicen: en tenerse en poco a sí mismo, en despreciarse. Y dicen que hay tres grados de humildad. El 1º en tenerse en poco a sí mismo. El 2º en querer ser tenido en poco y despreciado por los demás. El 3º en saber, conocer y entender que todo nos viene de Dios y lo que tenemos de nosotros mismos.

Y Vos, Madre mía, ¿qué decís que es la humildad? Un olvido completo de sí mismo, para acordarse solo de nuestro dulcísimo Jesús, y un anonadamiento completo en sus manos, reconociendo su nada y miseria profunda para esperar todo de su bondad.

Y ¿cómo alcanzar esta virtud? Teniendo presente sus pecados y miserias, sus caídas continuas, y por otra parte la bondad y condescendencia inefable de Jesús para con su criatura. ¡¡¡Oh María!!! (74)

Balance espiritual del año del noviciado

La nota dominante que mejor puede resumir la fisonomía del noviciado de Fray Bernabé nos parece que es ésta: los toques de oración, toques que llegaban al fondo de su alma y que le hacían gustar con suavidad y entender las cosas de Dios. La vida espiritual se le iba descubriendo desde dentro. Y desde esa interioridad él, ya anciano, al hacer la síntesis de su evolución espiritual puede compendiar con unos rasgos lo que fue el noviciado, capítulo que transcribimos -aun habiendo detallado algunos aspectos-, para recoger en vista panorámica lo que fue el noviciado.

"Los ideales que llevé al Noviciado fueron el vivir consagrado a la Santísima Virgen María, y vivir por Ella la vida de confianza y abandono en Jesús, practicando la vida de la infancia espiritual. Creo que mis meditaciones sobre todo la meditación y oración de la celda versaban [sobre] las materias antes indicadas...

Al principio el Oficio Divino no tenía mayor atractivo para mi espíritu. Más o menos me resultaba pesado. Más tarde empecé a saborear.

Por este tiempo tampoco me decía cosa especial el Seráfico Padre San Francisco. Fue más tarde, no recuerdo la fecha con exactitud,... pero fue más tarde, quizás empezando en el Noviciado, que descubrí un camino hacia Dios. Descubrí los tres amores dominantes, por así decirlo, del Seráfico Padre S. Francisco. Su amor de locura al Dios anonadado hecho Niño,... al Dios crucificado,... al Dios Sacramentado, hecho alimento del hombre. Desde entonces la figura del Seráfico Padre San Francisco tuvo un atractivo especial para mi espíritu.

Si es cierto que en el Noviciado la meditación de la Pasión del Señor empezó a penetrar en mi alma. De modo particular, al recorrer las estaciones del Vía-crucis, contemplando a Jesús doliente, penetraban en mi alma ciertos sentimientos, que me llevaban tras de sí... ¿Cuáles serían aquellos sentimientos? ¿De admiración? ¿De compasión? ¿De agradecimiento? Quizás los que más me dominaran serían los de compasión y de admiración.

El fruto de contemplar a Jesús doliente en su Pasión, fue descubrir más claramente que sufrió Jesús tormentos tan grandes para redimir y salvar las almas... Así pues, la salvación de las almas, que anteriormente había empezado a llamarme la atención, se fue acentuando, con el deseo de querer hacer [algo] por la salvación de las almas.

En el Noviciado empecé también a gustar la austeridad de la vida Capuchina. ¿En qué grado? No recuerdo bien...

En la última etapa del Noviciado, a través de una lectura, empecé a comprender los Dolores místicos del Corazón de Jesús, que luego se fueron haciendo vida en mí". (75)

Yo, Fray Bernabé de Larraul, hago voto y prometo

"Y porque, según los Doctores de la Iglesia, los que hacen su profesión debidamente adquieren de nuevo la inocencia bautismal, se ordena que se preparen para la misma diligentemente con ejercicios espirituales, pura confesión, devota comunión y ferviente oración". Así decían las Constituciones capuchinas. (76)

Al término del noviciado, en la víspera de la emisión de votos, esto es, el día 14 de agosto de 1926, Fray Bernabé de Larraul declaró por escrito, según la fórmula preceptuada: "tengo intención de profesar mañana con entera libertad y sin ser forzado de nadie, con verdadero deseo y firme voluntad de obligarme a guardar la perfecta vida común". (77)

Al día siguiente, solemnidad de la Asunción de María a los cielos, pronunció sus votos religiosos con la fórmula tradicional de la profesión simple, poniendo sus manos entre las manos de quien la recibía: Yo, Fray Bernabé de Larraul, hago voto y prometo a Dios todopoderoso, a la bienaventurada Virgen María, al bienaventurado Padre nuestro San Francisco, a todos los santos y a ti, padre, por tres años guardar la Regla de San Francisco, por el señor Papa Honorio confirmada, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad. El ministro que acogía los votos, el provincial P. Joaquín María de Beriáin, añadió según el rito: Y yo, de parte de Dios, si estas cosas guardares, te prometo la vida eterna. Tras la ceremonia se firmó en el libro de Actas. (78)

El grupo de novicios que aquel día pronunció los votos, en la llamada profesión simple, todos ellos para el estado clerical, era de 16 hermanos.

El último día de noviciado

Ya hemos contado la vida del noviciado. Fray Bernabé de Larraul va a pasar a Fuenterrabía. Los trámites son escuetos. El recién profeso puede atar su equipaje en diez minutos y proseguir la marcha. Esto se hizo bien presto, al día siguiente de la profesión. Tomaron en Sangüesa el tren llamado "Irati" (nombre de una selva pirenaica y tren que luego desapareció) y llegaron a Pamplona; de allí otro tren para llegar a Alsasua. Y el feliz acontecimiento fue motivo para que, al llegar al Colegio de Filosofía, redactara como trabajo escolar una composición literaria evocando el día de la profesión y el viaje, vía Alsasua, en ruta al nuevo destino. Tomó el cuaderno de Temas de Latín (epígrafe que él había puesto) del "Colegio de la Divina Pastora / PP. Capuchinos / Alsasua" y plasmó así su ejercicio literario.

Los recuerdos de un largo viaje

Llegó por fin el gran día de la profesión, día de dulces e inolvidables recuerdos, día feliz en verdad; el amanecer de la naturaleza fue extraordinario, esparciendo un no sé qué sentimiento de regocijo y felicidad, ¿y cómo no se había de alegrar la naturaleza, cuando los cielos dan tantas muestras de gozo y bienaventuranza inefables? Y es natural, pues recuerdan la triunfante entrada de su Reina y Soberana en aquellas moradas celestiales, se regocijan de aquella bienaventurada criatura, causa y fuente de toda dicha y felicidad, de Aquella que es apellidada la magnífica ciudad de Dios, su paraíso y su mundo inefable, en donde mora toda su majestad y esplendor.

La naturaleza imitando a los celestes moradores, anuncia a los mortales un día de alegría y bendición, y nosotros, rodeados de aquel ambiente feliz e invitados de todas las partes a regocijarnos, ¿habíamos de permanecer insensibles? ¡Imposible! Al contrario, nuestros corazones se encontraban bañados de suave paz y dulzura.

Así pasó aquella memorable mañana, hasta que llegó inadvertido el momento de la profesión; pasemos por alto los dulces instantes de aquel bendito acto y, pasando a lo restante del día, yo creo que antes de darnos cuenta, ya el sol se había inclinado al ocaso; mas llegada la noche, noche última que habíamos de pasar en Sangüesa, se renovaron nuestras emociones. Allá fue el despedirnos con tiernos abrazos de nuestros compañeros, el escuchar conmovidos los últimos e inolvidables consejos de nuestro buen Maestro y finalmente el dar el adiós postrero entre sentidas notas a nuestra bendita Madre, la Virgen Santísima, recordándole con gratitud su bondad maternal para con nosotros. Así terminó aquel bendito día.

A la mañana siguiente ya se cuidó el tranvía de alejarnos presurosos de aquellos amados contornos; pronto desapareció Sangüesa con sus vistas, apareciendo a los lados derecho e izquierdo lejanos montes, en su mayoría rasos y de color amarillento; sin embargo algunos de ellos cubiertos de cierto verdor, que con sus graciosas y extrañas formas y sus irregulares cimas hacían agradable la vista. Más tarde fueron apareciendo espaciosas y verdes arboladas, y detrás el majestuoso San Donato, hasta que llegamos a Alsasua, que aparecía triste y sombría a la manera que la había dejado, cargada de densas y obscuras nieblas.

Sería difícil de narrar el alborozo y entusiasmo y muestras de simpatía con que nos acogieron nuestros antiguos compañeros y al propio tiempo nuestra satisfacción al poderlos abrazar y comunicar mutuamente nuestros sentimientos; ¡se tienen que contar tantas cosas!

Al día siguiente tuvimos la dicha de volver a recorrer, en día de campo, las anchurosas selvas de la sierra Andía, saborear de nuevo sus bellezas y bendecir al Sumo Creador de todas ellas. Mucho queda por decir de aquel simpático día.

* * *

El profesor de literatura leyó el ejercicio. A lápiz marcó con trazo enérgico los acentos que el alumno no había puesto, muchos: día, alegría, paraíso, habíamos, etcétera, etcétera. Y añadió como evaluación, también a lápiz: "Muy bien por lo natural. No olvide los acentos".

Ya hemos salido del convento noviciado; vayamos a Fuenterrabía.

 

Capítulo IV

Religioso y estudiante en Fuenterrabía (1926-1928)

y Estella (1928-1930)

 

Para tener de pronto el esquema rápido de los años sucesivos de Fray Bernabé hasta la ordenación sacerdotal, marquemos estas fechas: dos cursos en el convento de Fuenterrabía (1926-1928); dos cursos en el convento de Estella (1928-1930) y tres cursos en el convento de Pamplona (1930-1933).

Fuenterrabía, comienzo de la Filosofía (1926)

Convento capuchino de Fuenterrabía, alzado en una ladera cara al mar. Todo cuanto aquella casa vista desde fuera tenía de belleza romántica, traspasado el umbral lo tenía de austera. La morada conventual albergaba tres cursos de estudiantes. Nutridos cursos, máxime si se compara la situación de entonces con la presente. Así, al final del año académico 1926-27, el contingente de alumnos se presentaba de esta forma: curso tercero 10, curso segundo 12, curso primero (el del P. Bernabé) 16; en total 38 alumnos, que eran religiosos profesos y que formaban comunidad con los padres, hermanos, posibles postulantes y donados. Una comunidad de no menos de 50 hombres.

El convento era austero y, en largos meses, húmedo y sombrío. Hoy está derribada aquella ala estirada, donde los estudiantes tenían sus celdas recoletas, un ala como mango de martillo, añadida al cuadrilátero del claustro, que sin ninguna ornamentación se apretaba junto a la iglesia. Esta, como tantas iglesias capuchinas, tenía -y sigue teniendo, aun modificada- un entrañable sabor de oración. Inspiraba piedad y recogimiento. Aparecían en el retablo diversas figuras de santos capuchinos, y en una capilla lateral, a la derecha mirando al altar, estaba la imagen de la Dolorosa junto al Crucificado. Un conjunto artísticamente bello y espiritualmente muy piadoso, reproducido en folletos y estampas. El P. Bernabé siempre tuvo especial debilidad por la contemplación de la Virgen en atuendo de Madre Dolorosa. (79)

El convento se completaba con la huerta, amplia huerta para hortalizas y prados que traían hierba para las vacas. Dentro de la huerta había un pequeño cementerio conventual.

Terminado el noviciado, Fray Bernabé y sus compañeros pasaron al convento de Fuenterrabía, donde va a residir por espacio de dos años (cursos 1926-1927 y 1927-1928). No será el trienio, sino dos cursos tan solo, por cambios que hubo según veremos. "El paso del noviciado para empezar el estudio de la Filosofía, en cuanto a la vida espiritual, creo que fue una continuación de los ideales del noviciado". (80)

Aparece el director espiritual, P. Antonino de Caparroso (1926)

En Fuenterrabía Fray Bernabé va a encontrar a quien por muchos años va a ser su director espiritual, el P. Antonino de Caparroso, que a la sazón era el director del Colegio de Filosofía.

"Sí hubo cambio para mí -continúa relatando- entre el P. Maestro del noviciado y el P. Director del Colegio de Filosofía. El P. Antonio de Iroz era de carácter amable y solía acomodarse al modo de ser de cada uno. No así el P. Antonino de Caparroso, de carácter seco y de pocas palabras, etc. No se acomodaba a mi manera de ser. A pesar de ello, me confié a su dirección. Pueda ser que al principio tuviera dificultades para comunicarme con él. Pero el P. Antonino era un Director experto. Creo que pronto me comprendió. Lo cierto es que me dirigió por muchos años años. Puedo decir hasta su muerte, acaecida el 31 de julio de 1954". (81)

¿Quiéra era el P. Antonino? Nacido en el pueblo navarro de Caparroso en 1880, el P. Antonino fue uno de los puntales de la restauración de la provincia, que comenzó nueva andadura en 1900. Tuvo otro hermano capuchino, muerto prematuramente. (82) El P. Antonino fue uno de los primeros que entre nosotros cursaron estudios universitarios. El año 1903 dos jóvenes "coristas", que todavía no habían cantado misa, fueron enviados a la universidad de Lovaina. Eran Fr. Antonino de Caparroso y Fr. Celestino de Añorbe. El P. Antonino estudió Filosofía en el trienio de 1903 a 1906. Durante estos estudios recibió la ordenación sacerdotal (1904). Al regresar a la provincia en 1906, fue nombrado director del Colegio de Filosofía, cargo que desempeñó hasta 1942, salvo un curso (1911-1912).

Era hombre de profundo pensamiento, escueto y claro. Alababan sus clases por estas cualidades. Llegó a escribir algún tratado escolar de filosofía. Amante de la pobreza y de la tradición capuchina, sus alumnos lo vieron como una persona íntegra y de gran carácter. De él se cuenta -como muestra de austeridad- que, teniendo una pierna muy dañada que necesitaba protección, la resguardaba con un calcetín, pero la otra, la buena, no necesitaba ese abrigo... e iba (durante algún tiempo) con un pie descalzo y el otro cubierto. (83)

El estudiante

Los estudios de Filosofía que se cursaban en aquel colegio de capuchinos, que todavía conservaba una placa del siglo pasado como Colegio de Misioneros para Carolinas y Palaos, eran en el conjunto de sus tres años un remate de estudios humanísticos y estudios directamente filosóficos con los tratados clásicos de Ontología, Criteriología, Cosmología... El P. Bernabé no era pionero en la vida intelectual, pero tampoco, a juzgar por sus calificaciones, era un rezagado, sino de una media muy digna.

Las notas correspondientes al curso 1926-1927 son éstas: Filosofía 3, Química 3, Historia Natural 2, Francés 2. En el curso siguiente de 1927-1928 los resultados fueron éstos: Filosofía 3, Física 2, Geología 2.

Se hace observar que la puntuación se establecía de 1 a 4. Para tener un cálculo comparativo con sus compañeros, téngase presente que en el curso 26-27, entre 16 alumnos, tres obtuvieron en Filosofía la calificación de 4, siete la calificación de 3, y seis la calificación de 2. (84)

La vida espiritual: Jesús Crucificado

Pasado el noviciado, los jóvenes profesos, generosamente adictos a la observancia regular, llevaban una vida de no poca austeridad, de grande separación del mundo, y una vida impregnada mañana y tarde del cultivo de la piedad: rezo íntegro del Oficio divino en comunidad, amén de la misa conventual, y de dos ratos largos de oración mental, por la mañana y por la tarde. Los ayunos eran bastante fuertes, guardando los tiempos prescritos por la regla y no omitiendo ciertas tradiciones de la orden que acentuaban el aspecto penitencial.

Fray Bernabé persistía en sus penitencias. Un compañero de curso, Juan Evangelista Oar, recuerda en referencia a aquellos años: "En el filosofado -Fuenterrabía - su austeridad tuvo consecuencias: su talón llagado dejó un manchón de sangre y, después de muchísimos años, quise constatar aquel manchón-reliquia, pero después de tantos años también la madera estaba remodelada; pero seguíamos en la edad de las sandalias.

En el mismo lugar quiso algún día sentir el malestar que causan las castañas de Indias, y lo sintió de veras. En su debilidad, el P. Director, P. Antonino de Caparroso, le llevaba en brazos, y decía que era peso-pluma". (85)

Con todo, la vida del espíritu está en un núcleo siempre personal y profundo. Y el soplo de Dios le impulsaba al jovencito fray Bernabé hacia la Pasión del Señor. Su testimonio autobiográfico es claro y elocuente.

"¿En qué consistió la nota característica de mi vida espiritual durante el estudio de la Filosofía? Paso a paso se fue acentuando en mí la devoción a la Pasión del Señor, de modo particular a Jesús Crucificado. La devoción de la Pasión se fue relacionando con la salvación de las almas.

Algunas lecturas y meditaciones acerca de la Pasión influyeron bastante en mí. Comprendía con bastante claridad los dolores místicos de Jesús en relación con las almas. Y la contemplación de Jesús afligido y dolorido llevaba la atención de mi alma, de modo que todo lo demás se me hacía árido. Creo que el P. Antonino me comprendió y me ayudó" (86).

Jesús cargado con la cruz: una experiencia que nunca se borró

(27 diciembre 1927)

A renglón seguido cuenta el P.Bernabé en su Autobiografía lo que le ocurrió un día de Navidad de 1927. Un hecho concreto, vivido y nunca borrado, vale más que todas las palabras y consideraciones.

"A mi pobre entender me absorbió, se puede decir, constantemente en el segundo curso de Filosofía. En el año de 1927, pasada la festividad de la Inmaculada, caí enfermo con sarampión; por lo visto no lo había pasado anteriormente. Pasados los primeros días de fiebre, se dirigió mi mirada y atención a Jesús crucificado. Había en la enfermería un Santo Cristo. ¡Cuánto me decía aquella figura tan amable! ¡Cómo llevaba tras de sí toda mi atención! El día de Navidad hubo quien celebró la Santa Misa en la enfermería. Sé que estuve llorando. Sería después de la Santa Comunión con algo relacionado con el Niño de Belén. A la tarde de aquel día el enfermero me leyó algo relacionado con el Niño de Belén. Me llamó la atención la frase: "El Niño Dios se dejaba gobernar en todo por su Santa Madre, la Virgen María, cuando Ella le colocaba en el pesebre, le tomaba en sus brazos, etc."

Con todo, mi atención constante estaba en Jesús clavado en la cruz. Era el día 27, festividad del discípulo predilecto de Jesús, San Juan Evangelista. Aquella mañana se me presentó en mi consideración a Jesús cargado con la cruz, camino del Calvario. No sé lo que vi en mi interior. El buen Jesús, encorvado bajo el peso de la cruz, se me presentó su inmenso amor a los hombres. Yo decía en mi interior: ¡Ah, Jesús tiene que reinar en las almas! ¡Es preciso que venga su reinado de amor! ¡Ha hecho tanto por las almas! Más o menos estos eran los sentimientos que en aquellos momentos embargaban mi alma. Tales sentimientos e impresiones quedaron grabados para toda la vida.

Después de haberme restablecido de la enfermedad y haber vuelto a la vida normal, todo me parecía árido y sin sentido. Lo único que me atraía era la imagen de Jesús Crucificado y la necesidad de tenerle presente" (87).

El Evangelio y San Francisco

Para completar el retrato de aquella época de Fuenterrabía que nos trasmite el P. Bernabé, recordando sus 19-21 años, hay que valorar otros dos rasgos: una nueva fascinación por los santos Evangelios y por la persona de San Francisco. En nuestros colegios se cultivaba con verdadera querencia de familia -diría, incluso, que hasta con una vanidad inconsciente- todo lo franciscano. Florecía pujante la Orden Tercera, y la persona de San Francisco, el santo incomparable, era lo que se veía en la iglesia y en los claustros. Los músicos, que los había de calidad, habían compuesto hermosas antífonas y canciones en honor de nuestro Seráfico Padre. Era gozo y legítimo orgullo el pertenecer a la familia franciscana. Con todo, no basta eso para sentir el ideal del pobrecito de Asís con ese toque al corazón, que te hace franciscano en las raíces.

"Por este tiempo -no podría fijar la fecha exacta- empecé a gustar con atracción especial la palabra del Santo Evangelio, y ver en ella - en la palabra del Santo Evangelio - una norma segura a seguir. Por este tiempo también o algo antes, empezó a llamarme la atención la persona y la figura espiritual del Seráfico Padre San Francisco. Hasta entonces no me había llamado mayormente la atención la persona del Seráfico Padre. ¿En qué forma me llamaba la atención? Sentía una veneración especial hacia su persona, veía en él a un hombre entregado totalmente a Cristo etc.

Estoy seguro que influyó en mi ánimo en esa veneración especial hacia el Seráfico Padre San Francisco el haber escuchado la lectura de Los ideales de San Francisco del P. Hilarino (88). Desde entonces siento como una emulación hacia el Seráfico Padre, como un deseo íntimo de penetrar el secreto del arcano de su santidad tan sublime y envidiable, porque veo algo especial que no veo en otros santos que la Iglesia venera como tales" (89).

El paso al convento de Estella (1928)

Siguiendo los pasos habituales, Fray Bernabé y sus compañeros de curso tendrían que haber terminado la Filosofía permaneciendo un tercer año en Fuenterrabía; pero hubo un cambio. Se decidió habilitar el convento de Estella para dos cursos académicos de "coristas": tercero de Filosofía, que se cursaba, como indicamos, en Fuenterrabía, y primero de Teología, trayéndolo de Pamplona.

"Las asignaturas del curso filosófico quedaron distribuidas de la siguiente forma: R.P. Hermenegildo de Ciáurriz: Historia de la Filosofía, Economía Política, Literatura castellana e Inglés. - R.P. Juan de Ochovi: Filosofía. - Se tuvieron los exámenes de Febrero y diéronse las clases con toda normalidad... De la tesis pública, que precedió a los exámenes orales, estuvo encargado Fray Serapio de Iragui, que disertó acerca del feminismo, siendo los objetantes Fray Rainerio de Lizarza y Fray Salvador de Híjar. Los exámenes orales tuvieron lugar los días 20 y 21 [de junio]; asistieron a ellos el P. Provincial y todos los definidores". Así dice el Libro de Notas, donde se registran las calificaciones obtenidas por Fray Bernabé de Larraul: Filosofía 3, Economía 3 e Historia de la Filosofía 3. (90)

El curso siguiente (1929-1930) fue un paso importante, la entrada en la Teología, el primer año del cuatrienio teológico. Bajaron -no sabemos por qué- las calificaciones de Fray Bernabé, que, tras los exámenes orales del 25 y 26 de junio de 1930, obtuvo las siguientes notas: Apologética 3, Moral 2, Patrología 2, Derecho Público Eclesiástico 2, Sagrada Escritura 2, Hebreo bíblico 2. (91)

Los Ejercicios espirituales del año 1928: "Mi bajeza y miseria"

Tornando al comienzo de su residencia en Estella, hemos de decir que en verano de 1928, seguramente que en los primeros días de agosto, se hizo el traslado de Fuenterrabía a Estella. La situación espiritual de aquel primer tiempo queda reflejada en estos párrafos

"Tengo la impresión de que en los primeros días me encontré con ciertas dificultades espirituales, con cierta aridez, a pesar de sentir la necesidad de no perder de vista a Cristo Crucificado, pero esta presencia era con dificultad.

Creo que sentía también el vacío de la dirección hasta que, habiendo expuesto mi caso al nuevo Director del Colegio, el P. Ricardo de Lizaso, me puse de nuevo bajo la dirección del P. Antonino Caparroso por correspondencia epistolar y continué - se puede decir - hasta la muerte del P. Antonino.

 

Por este tiempo tuve una impresión o luz interior bastante fuerte de mi bajeza y miseria, hasta parecerme como una ilusión todo lo pasado. ¿Cuánto tiempo duró aquella impresión? No sabría decirlo" (92).

Fray Bernabé tomó unas notas en su cuaderno espiritual. "En los santos ejercicios de 29 de noviembre a 6 de diciembre de 1928", y en algunos párrafos late muy viva esa tristeza interior y ese agobio que le ha producido el pecado. Sabemos que todavía le atenaza el recuerdo de algunos hechos de su infancia, si bien en estos ejercicios, considerando el misterio insondable del pecado, pose su atención en su condición actual de hombre pecador, sin mencionar pecados pretéritos. He aquí cómo se expresa cuando medita "Sobre los dolores de la Santísima Virgen".

"...Me postraré a sus plantas, para mostrarle el estado en que han dejado los pecados mi alma. Mas yo soy incapaz. Ella misma me descubrirá mi soberbia, en creer que tengo algo, cuando por mí mismo no tengo sino miseria, ingratitud, presunción, tibieza, obscuridad, que son como heridas y llagas que afligen mi alma. Y Ella las curará con el bálsamo suave de su humildad, pues por amor a nosotros quiso aparecer delante del Padre cargada con nuestros pecados para ser nuestra salud. De Ella debo, pues, esperar la humildad, y para eso le entregaré mi pobre alma, que siente repugnancia para recibir la medicina de la humillación.

De ahí también que nada merezco por mí mismo, ninguna gracia, siendo ingrato como soy. A pesar de eso, Jesús Crucificado me llama desde la Cruz con su Madre para confesarle mis pecados, ofreciéndome la humillación y confusión suya y de su Madre, al ser condenado a muerte por causa de nuestros pecados. Me apoyaré, pues, en esa humildad para reconocer mis faltas al pie del Confesor y buscar la enmienda.

Me ofrece igualmente su confusión ante el Padre, al aparecer ante El cargado con nuestros pecados, y al verse obligado a exclamar: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?, ofreciendo, pues, a Jesús Crucificado lo que entonces sintió su Madre, y suplicando a Jesús que ofrezca al Padre su confusión con la de su Madre, al Padre en favor de este miserable, espere yo reconocer mis pecados ante el acatamiento divino tal como son, y humillarme y someterme al juicio misericordioso de Jesús Crucificado.

Después, en vista de esto, me preguntaré: ¿Quién soy yo, manchado por el pecado, y esclavo de sus consecuencias? Cuánta necesidad tengo de ir a las plantas del Confesor para purificarme; allá me lavará Jesús con su sangre mediante la absolución del Confesor. Después recitaré el Miserere, escuchando a Jesús todo lo que me mande hacer para corregirme." (93)

Un experto en las cosas de Dios nos dirá que este párrafo estremecedor no es signo de una psicología enfermiza que no acaba de liberarse de un pasado de infancia (cosa que, por otra parte, puede estar latente), sino que es efecto de una contemplación teológica del pecado, como la ha enseñado San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, como aparece, muy fuerte, en ciertos pasajes de los escritos de San Francisco. (94)

Estamos tocando temas sumamente delicados, porque ahondando en la teología del pecado, podemos pasar a configurar nuestra psique con una "psicología de pecado", lo cual sí sería dañoso. En el P. Bernabé veremos una suave evolución, como lo consigna en su Autobiografía.

Los tres o cuatro días tontos de Fray Bernabé (mayo 1929)

Hay en la vida del P. Bernabé una anécdota que nos provoca hilaridad, y es el curioso suceso de que en cierta ocasión le dio por hacer el tonto. Muchísimos años después lo recordó y hasta pudo dar la fecha.

"Por el mes de mayo de 1929 me dio la tontera de empezar a hablar como charlatán y lo fue impulsado por algún compañero. Pero no duró más de 3 o 4 días. Me di cuenta de que no estaba en mi ambiente y volví a mi silencio acostumbrado" (95).

Este es un hecho del todo insólito en la trayectoria del P. Bernabé. Un compañero de curso, compañero de los 13 años de la carrera sacerdotal, el P. Juan Evangelista Oar, lo recordó más de cincuenta años después. "En eso 13 largos años tuvo quizás una semana rara, como si se tratara de cortar amarras o cambiar de postura. Llamaba la atención sólo porque era él, tan cuidadoso y fino. Era el tercer año de Filosofía, alguna semana corta; por ejemplo, se reía de otro modo, y quería llamar la atención; por ejemplo, le interrogaron al discípulo de inglés qué significaba la palabra cheap, él le susurró: chipa. (96) Cosas por el estilo. Un compañero creía que le llamó la atención el Director, P. Ricardo de Lizaso. Tengo idea de que él me dijo que había hecho el indio o cosa parecida. Y continuó su vida de retiro, contemplación y estudio. No pasó nada". (97)

Comienza la dirección espiritual por escrito (agosto 1929)

Ha referido el P. Bernabé en un texto antes citado, cuando habla del comienzo de su estudios en Estella, el vacío que experimentó, y cómo solicitó al director, que era el P. Ricardo, le permitiera dirigirse espiritualmente con el que había sido su director de conciencia en Fuenterrabía, el P. Antonino. No ha precisado la fecha exacta, pero la correspondencia que queda, indica que esto ocurrió en agosto de 1929, después de haber cursado ya un año en el convento de Estella.

Fray Bernabé acababa de hacer los Ejercicios preparatorios para la profesión perpetua o profesión solemne en la Orden. Fue enconces cuando escribió al P. Antonino y éste le respondió con fecha de 1 de septiembre de 1929. Le decía así: "Amado Fr. Bernabé: Recibí su carta en la que me da cuenta de los sentimientos de los Santos Ejercicios, y en la que me manifiesta sus deseos de que yo le ayude a perfeccionar su alma. Aunque este oficio es algo difícil, sin embargo yo le ayudaré en lo que pueda y cuando vuestra caridad me lo manifieste". (98)

Este es el comienzo de un epistolario del cual se ha dado una noticia detallada al escribir El corazón del Padre Bernabé (99). Se han conservado 35 cartas dirigidas por el P. Bernabé al P. Antonino, y 27 del P. Antonino al P. Bernabé. ¿Cómo fue esta dirección?

Fue, ante todo, una dirección sin ninguna superfluidad. Las cartas tratan íntegramente de asuntos del espíritu, sin ninguna divagación de noticias y comentarios. Una dirección que no derivó en una amistad diluida y confusa, mezclando niveles distintos. Hubo, sin duda, un amor sólido entre estas dos almas, pero la autoridad del director fue siempre la autoridad del guía espiritual, sin dar motivo, por parte de uno u otro, para desempeñar papel distinto del que le correspondía.

El P. Bernabé quiso en todo tiempo vivir en perfecta obediencia a su director, y no ocultó nada significativo que pudiera marcar el estilo y rumbo de su vida. Maticemos, por ser exactos en teología, que en rigor el director no es una autoridad a quien se deba obediencia, sino un consejero cualificado a cuyos consejos uno se atiene, si bien por un lenguaje usual y aceptado hablamos de obediencia al director espiritual.

El P. Bernabé abrió siempre de par en par su corazón al director, y hubo un tiempo, en el año 1941, como lo veremos en su momento, en que se sintió impulsado a dar una cuenta del todo minuciosa, presentando el panorama de todos sus actos espirituales de la jornada y de su modo de proceder en el ministerio. Por lo demás, las cartas manifestaban de tiempo en tiempo el estado del alma, explayándose con alguna extensión cuando era necesario, pedían consulta sobre tal o cual punto, y en caso de practicar alguna penitencia solicitaban la autorización del director.

El P. Antonino observaba atentamente la situación y daba la respuesta oportuna, con diligencia, absteniéndose de exponer teorías y de dar un adoctrinamiento. Sus cartas eran cartas de contestación, claras y escuetas.

Hay tiempos muy holgados en los que no ha sido necesaria la correspondencia, teniendo además presente que durante algunos años convivieron en el mismo convento de Fuenterrabía. (100)

La profesión perpetua (8 septiembre 1929)

A los tres años de la profesión simple debía hacerse la profesión solemne, sin dilatar el tiempo, según advertía el Manual Seráfico vigente. Se requería el voto consultivo de los profesos solemnes de la comunidad. La víspera del día señalado para la profesión, Fr. Bernabé lo mismo que sus compañeros, firmaron en el libro de actas, cada uno en página distinta, que profesaban "con entera libertad, sin ser forzado de nadie, con recta intención y firme voluntad de obligarme a la perfecta observancia de la vida común".

Al día siguiente, 8 de septiembre, Fray Bernabé escribió de su puño y letra: "Yo, Fray Bernabé de Larraul, llamado en el siglo José Antonio Sarasola y Uruláin, hijo legítimo y de legítimo matrimonio de Bartolomé e Ignacia, nacido el 11 de junio de 1907, hice mi profesión solemne, con entera libertad, sin ser forzado ni inducido a ella por nadie, en manos del R.P. Bernardino de Eraul, Guardián, estando presentes, entre otros muchos los RR. PP. Ricardo de Lizaso, director, y Buenaventura de Aizcorbe, lector, que conmigo firman. Estella, 8 de septiembre de 1929 (Día de la profesión)". (101)

El P. Bernabé escribió estos recuerdos en su Autobiografía. "Al principio del primer curso de Teología me llegó el tiempo de pronunciar los votos solemnes de mi profesión religiosa, que fue el 8 de septiembre de 1929 - Natividad de la Niña María - después de una semana de retiro. Como cosa particular recuerdo, que todavía de vez en cuando me remordían las faltas de la vida pasada, ya sea por descubrir nuevos detalles o por lo que fuera, y sentía la necesidad de renovar todos en una confesión general. ¿Sería que el Señor me pedía una purificación total de mi vida pasada? Sea como fuera, pasaron algunos años hasta quedarme en plena paz de que me había acusado de todas las faltas y ofensas contra Dios en mi vida pasada" (102).

La paz de la conciencia

Hay algo que desasosiega el corazón de este joven dispuesto a la verdad total, a la entrega total. Hay que examinar delicadamente este sentimiento, en cuanto es posible el análisis. ¿Un sentimiento enfermizo o un proceso de purificación por el que debe pasar? No se trata -a nuestro entender- de una alternativa radical, pero la purificación debe posesionarse lentamente de todas las zonas del alma. El director espiritual le orienta desde la primera carta y trata de descargar el alma de Fray Bernabé de un lastre que puede detenerle. He aquí los dos primeros puntos de aquella carta inicial de la dirección escrita.

"1º) Me dice que comenzó los Santos Ejercicios con deseos de conocer y de llorar sus pecados, pero luego le entró confusión, etc. En estos y otros casos parecidos ha de quedar tranquilo y humilde, porque es un efecto de nuestra miseria, que comienza las cosas con fervor y luego cualquier cosa le priva de ese fervor. Cuídese de comenzar todo con buenos deseos, rectificándolo, poniéndolo en manos de la Santísima Virgen; y, cuando luego vea que la obra no responde a sus deseos e intentos, acepte esa humillación, deseando llegue el momento en que todo sea de Dios. La intranquilidad que lleva a dejar la obra o a hacerla con disgusto es efecto de nuestro amor propio y de que en la obra nos buscamos más a nosotros que a nuestro Dios.

2º) Respecto a sus pecados pasados, puede ya dejar de pensar si fueron o no formalmente pecados: ya los ha confesado debidamente y sometidos a la Confesión hay que quedarse tranquilo. Es Nuestro Señor quien se cuidó de borrar la mancha que pudieron causar en el alma. Y así los sentimientos han de ser de arrepentimiento general, e.g. quién nunca hubiera ofendido a un Dios tan bueno, a un Jesús tan amable; de agradecimiento, e.g. qué bueno es el Señor al dejarnos el Sacramento de la Confesión - con qué facilidad nos perdona el Señor pecados tan graves; de propósito, e.g. no quiero ofender más a un Dios tan bueno, etc. Esta vida arrepentida, agradecida y deseosa puede producir una gran unión de su alma con Dios". (103)

Dice el anciano P.Bernabé, recordando aquellos tiempos, que pasaron algunos años hasta quedarse en plena paz. Es que no se trata de consideraciones persuasivas, siempre oportunas, de argumentaciones teológicas, que teóricamente nos convencen; se trata de un toque suave de la gracia de Dios, pues ella sola puede cambiar en lo profundo los estados de conciencia.

Por ello, ya que estamos en este tema, vamos a desplazarnos en tiempo para escuchar el consejo que remacha el director espiritual sobre el mismo asunto diez meses después, al final del curso 1920-30. Fray Bernabé le había escrito consultándole si acaso no debería dirigirse al famoso capuchino P.Pío de Pietrelcina, el estigmatizado que había recibido las llagas del Señor en su convento de San Giovanni Rotondo el año 1918. La fama de santo había traspasado los confines de Italia, y del Padre Pío se habían escrito tantas cosas... (104) El director espiritual respondió con claridad y firmeza.

"He recibido la suya del 21 [de julio de 1930] y a ello voy a contestar lo que creo conveniente a su alma:

Lo primero me parece mal y lo tengo por ilusión lo de consultar al P.Pío sobre el estado de su conciencia. Es voluntad de Dios que nos gobernemos, ordinariamente, por las leyes naturales y sobre todo de fe, con todas sus oscuridades, que sin saberlo nosotros crean hábitos de humildad, de obediencia y aun de relación íntima con el Señor. El hombre no ha de saber si es digno de amor o de odio hasta que venga el día destinado por el Señor para revelárnoslo; mientras tanto sencillez en exponer nuestras dudas, y confianza absoluta en la solución que nos dan de ellas los ministros del Señor. Después de exponer sencillamente su alma es más segura la solución que le dé el Director, que la revelación del P.Pío. Iustus meus ex fide vivit (105). El justo, el amigo de Jesús vive de la fe y de la confianza en Jesús, en la Iglesia y en sus Ministros.

Por lo demás, lo que le está pasando con sus temores y miedos es lo ordinario en la vida de las almas, algo aumentado por sus deseos de unirse a Jesús. Súfralos, pues, y adelante". (106)

Con humildad Fray Bernabé deberá caminar por esta ruta de la propia abnegación para alcanzar la paz total de conciencia.

Los salmos de la Pasión y adiós a Estella

Es preciso que nos despidamos del Colegio de Estella para cerrar este capítulo y seguir con el trienio de Pamplona, que desemboca en la ordenación sacerdotal. Pero antes, un importante recuerdo espiritual de Estella, que lo ha guardado el P. Bernabé y que se refiere a la Semana Santa de aquel mismo año, segundo de Estella, de 1930. Escribe así.

"Recuerdo que en ocasiones meditaba en los Salmos y encontraba luces especiales. En la Semana Santa de 1930 me dediqué a meditar en los Salmos que dicen relación con la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Habiendo terminado el primer curso de Teología en Estella, llegamos aquel verano a Pamplona" (107).


Capítulo V

Los tres años de Pamplona

antes de la ordenación sacerdotal (1930-1933)

 

En este capítulo de nuestra historia nos proponemos narrar los tres años finales de carrera, que fueron los tres años últimos del cuatrienio teológico, transcurridos en Pamplona, coronados con la ordenación sacerdotal (1933). Acto seguido vino el año de pastoral (Híjar, 1933-1934), palestra para lanzar al ministerio a los sacerdotes noveles. Fueron años, máxime los de Pamplona, densos de acontecimientos espirituales.

Pamplona, a las orillas del Arga

El convento de Pamplona es el convento raíz de la provincia. Su fundación data de 1606, levantado entonces según las santas costumbres de las Constituciones Capuchinas, en aquellos tiempos tan austeras y florecientes. A unos dos kilómetros de las murallas de la ciudad, en cumplimiento de aquel principio de la reforma capuchina: ni en la ciudad ni distanciado de ella, salvando de esta manera tanto el recogimiento y paz como la prontitud de servicio (108).

Nuestro convento, como tantos otros capuchinos, estaba en un paraje precioso: el río Arga rozaba -y roza- la huerta ensanchando sus mansas aguas en ese lugar, donde la corriente traza una amplia curva. Hoy la zona, antes muy propiamente llamada Extramuros, es un barrio popular de nutrida población, con todo género de servicios. En tiempos de nuestra historia era todavía un Extramuros solitario con el convento recoleto y algunas casas dispersas.

La provincia capuchina seguía su marcha ascendente, pese a los problemas internos de los cuales hablaremos en su momento, y el teologado era un plantel hermoso de jóvenes. Así los tres cursos en los exámenes de 1931 (fin del curso 1930-31) sumaban 27; en 1932 eran 32; y en 1933 eran 34. Estos quiere decir que cada año había una media de unos diez nuevos sacerdotes, al menos. Omitimos en el caso el cómputos de profesos laicos, que eran numerosos.

Y "cuando una provincia florece, florece en todo: en estudios, en obras apostólicas, en santidad". Así me hablaba en cierta ocasión un religioso de prestigio, y viene a mi mente este pensamiento, que nunca lo he olvidado, porque pienso que es muy atinado. En aquellos tiempos la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón florecía, y los profesores que componían el claustro del Teologado de Pamplona, eran personas competentes, tituladas en Roma u otras universidades, hombres algunos de los cuales publicaron obras estimables (109).

En 1930 había habido capítulo provincial y el hasta entonces director de Teología, P. Carmelo de Iturgoyen, fue nombrado provincial. Pasaría a ser director el P. Serafín de Tolosa (1930-1933) y guardián en este trienio el P. Evangelista de Autol (1930-1933). Dos años más tarde, con motivo del capítulo general de 1932, el P. Carmelo era nombrado definidor de la Orden, y pasaría a gobernar la provincia el P. Ladislao de Yábar, que durante siete años estaría al frente de la misma. Será preciso volver sobre estos nombres en su momento.

El estudiante teólogo

Hemos de comenzar despejando un asunto básico en la materia que nos ocupa, pero que no es tan cardinal en la fisonomía del humilde protagonista de estas páginas: el estudio, su aprovechamiento y calidad intelectual. Si la categoría intelectual se mide por las calificaciones académicas, diremos lo ya conocido en las fases anteriores. Fray Bernabé queda en un nivel bueno, una media laudable entre sus compañeros. He aquí lo que copiamos del libro de notas.

Primer año, segundo curso de Teología (1930-1931) (110)

Teología dogmática 3

Sagrada Escritura 3

Historia de la Iglesia 3

Segundo año, tercer curso de Teología (1931-1932) (111)

Teología dogmática 3

Sagrada Escritura 3

Historia de la Iglesia 2

Tercer año, cuarto curso de Teología (1932-1933) (112)

Teología dogmática 2

Sagrada Escritura 2

Historia de la Iglesia 3

Teología pastoral (no consta)

Sobre la ocupación de los libros, deber básico de todo buen estudiante, el director espiritual le había dado unos consejos claros en la primera carta que le escribió a Estella: "Estudie mucho en los tiempos destinados a clase, con la recta intención de ser sacerdote y apóstol, que haga luego conocer y amar a Nuestro Señor. Después de los estudios de clase, lea la Sagrada Escritura, los Santos Evangelios, y los Comentarios de Nuestra Regla; y no se aficione nunca a estudios de política y menos a sus disputas. Todo esto seca la devoción, y puede fácilmente apartarnos de nuestro verdadero fin capuchino-misionero" (113)

Sin duda que a Fray Bernabé le tiraba más estar de rodillas ante el sagrario que sentado frente a un libro. Había que hacer el equilibrio constante y el director le orientaba con buen juicio. Le escribía en el segundo año de Pamplona: "He recibido su carta, y la he leído contento por ver que sigue en sus buenos deseos de servir a Jesús, y a Jesús Crucificado y Sacramentado. La Cruz y la Eucaristía y la Virgen Dolorosa son los únicos objetos a que debe aspirar su alma; ellos han de invadir sus pensamientos, y formar sus deseos: ellos le han de dirigir en la elección de devociones y lecturas; ellos le han de ocupar el tiempo. Por esto, cumplida su obligación de estudiante, que es estudiar mucho cuanto pertenece a la carrera eclesiástica, pero sobre todo la Moral, el Derecho, la Regla y la Liturgia, lea las materias que han escrito sobre Jesús y María, y acérquese a ellos con su deseo y lo que pueda con su cuerpo, visitando a Jesús en su Eucaristía, haciendo el Vía Crucis, etc" (114).

En plena armonía con esto cuadra lo que observaban sus compañeros de estudios, según cuenta Juan Evangelista Oar: "En el teologado era voz corriente que con permiso del Director, cinco minutos antes de la clase, hacía su visita al Santísimo: no tenía reloj, pero se dirigía por las campanadas del reloj de la catedral" (115)

Directrices espirituales: interioridad y oblación

Al llegar a Pamplona Fray Bernabé tomó como confesor al director del Colegio, es decir, al P. Serafín de Tolosa, más tarde superior provincial (1942-1945 y 1951-1954), cosa que veía muy bien el director de conciencia, según se lo manifestaba en la primera carta que le escribió a Pamplona. "Me parece muy bien el que haya dado cuenta de su alma al P. Director, y continúe confesándose con él, manifestándole su alma con todas sus debilidades y también con todos sus deseos. A él debe manifestar todo lo que hace 'fuera del reglamento' en mortificaciones, visitas al Santísimo, etc., etc., para que obtenga su bendición y sean de mayor agrado a Jesús" (116).

La vida del joven capuchino, dispuesto a dar todo a Jesús, se puede centrar en los puntos que conocemos: una profunda interioridad, activando la vida interior como relación confiada con Jesús bondadoso, que nos manifiesta su Corazón Divino, amándole en la Eucaristía, uniéndose a él, en la meditación constante de la Pasión, contando con el apoyo dulcísimo de la Virgen María, a la que se ha consagrado totalmente su fiel esclavo. Y todo esto verificado en una oblación constante como sello de amor.

Es la trayectoria constante. Pero veámosla con las palabras autorizadas del director, respondiendo a Fray Bernabé, a raíz de los Ejercicios del último año de teología. Puede ser un balance de la trayectoria seguida. "Recibí y leí su carta que me envió al terminar los Santos Ejercicios, y doy gracias a Jesús por los favores espirituales que le concede atrayéndole a una vida íntima con su Sagrado Corazón, eucarístico y víctima. Esta es la dirección que ha de dar a su alma, desde hace ya bastante tiempo manifestada por el Señor, ser de Jesús, vivir con Jesús, dejar que Jesús viva en sus pensamientos, afectos y obras por la Fe, procure siempre pedirle fe, cada vez más precisa y viva -Domine ut videam- (117) que pueda después influir en toda su vida, y luego repetir sus actos de fe: Credo, Domine, quia tu es Filius Dei vivi (118).

Los mismos caminos debe seguir para ir aumentando su esperanza, y además meditar el Santo Evangelio, donde Jesús, en sus parábolas y enseñanzas, nos manifiesta que quiere ayudarnos y comunicarnos su vida. Nuestro amor a Jesús se creará amándole, es decir, formándonos un gran ideal de Jesús, teniéndolo como fin de nuestra vida, y quitando de nosotros toda criatura, cualquiera que sea, que quiera ocupar nuestro corazón. Todo esto lo ha de recibir de la Sagrada Eucaristía y de la Santísima Virgen, así cada día más vida íntima con Jesús y con María" (119).

La Pasión del Señor en el centro de su existencia

Es necesario recalcar que en esa vida secreta e íntima la contemplación de Jesús doliente en su Pasión, acapara su atención, sus afectos, su dedicación permanente, y esto como una gracia nueva y progresiva. "En los años que permanecí en el Colegio de Teología, revivió de modo especial en mi alma la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. No que no tuviera presente anteriormente en el Colegio de Estella e influyera en mi ánimo, sino que se me presentaba Cristo crucificado con mayor viveza, por decirlo así, y siempre relacionado con la salvación de las almas" (120).

En determinado momento (agosto de 1932) tuvo una impresión muy especial contemplando la oración de Jesús en Getsemaní, apoyado en la lectura de la Mística Ciudad de Dios, de la Madre Agreda. Al recordarlo en su autobiografía, concluye: "Así pues, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de modo particular la figura divina de Cristo Crucificado, era la idea dominante de mi alma, que en ocasiones todo lo demás me causaba vacío y se me presentaba sin sentido. Por lo mismo, al contemplar al buen Jesús clavado en la cruz, lleno de dolores y de amor hacia los hombres, esa contemplación me impulsaba a una vida de austeridad y sacrificio para acompañar en alguna forma al buen Jesús y contribuir a la salvación de las almas.

No quiero decir con esto que este gustar interiormente a Jesús doliente y afligido fuera de todos los días. Había días en que sentía aridez y disgusto en la vida espiritual" (121).

Las mortificaciones corporales

La aflicción corporal fluye de la contemplación interna del Señor. Y Fray Bernabé -ya lo sabemos- fue muy adicto a estas penitencias, impulsado por una llamada de adentro que no podía apagar.

Notemos que cuando alguien se decide a hacer un mortificación corporal en comunidad, un fastidio que debe soportar, no inferior por lo común al hecho mismo de la mortificación, es la circunstancia de ser notado por los demás, eso que se llama "la singularidad" y que en vida comunitaria produce molestia: al que lo hace y a los que lo contemplan. Fray Bernabé no es indiferente, ni mucho menos, ante sí mismo ni ante los demás, y al mortificarse tiene que aceptar la humillación de aparecer distinto, como decimos en nuestro lenguaje coloquial "un bicho raro". ¿A quién censura el que se sale con una rareza del camino por donde todos transitan?

El director espiritual fue su apoyo callado y su luz segura. He aquí un retazo: "En lo que me dice del pensamiento de mortificaciones en la comida y de su inquietud por ello, siga esto:

a) Conocida la voluntad de Dios, no se preocupe de lo qué dirán o de lo que dicen los demás, que cada uno juzgue las cosas por sí mismo.

b) Si alguien le dice algo, no le replique con aspereza o soberbia, atienda lo que le dice, y después piénselo por si en lo que los demás le dicen hay una enseñanza de Dios, que a veces habla por los hermanos.

c) No todas esas inspiraciones que tiene de dejar comidas, etc. son de Dios. El demonio se las trae algunas para inquietarle; por eso nunca cambie de conducta en el momento de la idea nueva, sino aguarde a pensarlo despacio y sobre todo a consultarlo, y así bien pensado y consultado se toma la determinación práctica; de no hacerlo así abriria una puerta de entrada al demonio, que le causaría mucha inquietud. Por eso, necesitará siempre un Director.

En cuanto al caso actual de mortificarse en la comida quiero que coma siempre al mediodía los tres platos que dan ordinariamente a la Comunidad; los días que hay plato de caridad puede dejar la mitad del plato de caridad; a la noche tome también los dos platos completos.

Respecto a vinos y licores puede dejarlos del todo, y en cuanto a los postres le permito dejarlos el viernes y sábado por la noche, así como también las vísperas de fiesta de Jesús, María, José y San Francisco, Nuestro Padre.

Desde ahora si le viene el pensamiento de dejar esto o aquello además de lo permitido, deséchelo como una tentación que viene a inquietar su espíritu. (122)

Sus compañeros ven las mortificaciones. Después de muchísimos años permanecen recuerdos de cosas más llamativas. Juan Evangelista Oar cuenta lo de los mendrugos de pan. "En el teologado de Pamplona, recogió un día trozos de pan, ya con moho, dejados por los monaguillos, y los llevó al comedor. Intervino su compañero Fray Rogelio de Bedoña. Se hizo el sordo. Apeló aquel al compañero de la derecha, P. Fidel de Torrano, y ahora sí que oyó y le obedeció " (123).

Su libro: la "Mística Ciudad de Dios" de la Madre Ágreda

Ahora tenemos que dejar hablar tranquilamente al P. Bernabé de lo que a partir del teologado fue su libro preferido hasta el final de su vida. Hoy el asunto cobra una especial actualidad, por haberse reactivado el proceso de canonización de la Madre María de Jesús de Agreda.

"Desde el Noviciado había oído hablar - sobre todo al P. Maestro de Novicios -de la obra de la Vble. María de Jesús de Agreda: "La Mística Ciudad de Dios". Fue en Pamplona que conseguí dicha Obra, después de haber consultado con el Director del Colegio. Tengo que decir que la lectura y la meditación de la "Mística Ciudad de Dios" ha hecho o producido muchos y admirables efectos en mi alma. Ha sido y es aún hoy, una de las obras predilectas, en las que encuentra mi alma su alimento y sabor espiritual. Más de una elevación ha producido en mi pobre alma la meditación de esta Obra.

Y veo que no ha sido un servidor el primero, ni mucho menos. Otros grandes místicos y santos se han alimentado espiritualmente en la "Mística Ciudad de Dios", como el Beato Diego José de Cádiz, el apóstol enamorado del Corazón de Jesús, Agustín Cardaveraz. Sor Angeles Sorazu etc., etc. (124)

Y eso a pesar de todas las criticas que han hecho contra esa "Obra admirable" muchos. Más de uno la ha criticado por no conocerla a fondo, sino ligeramente o por oídas. Otros con prejuicios falsos etc.

Así pues, digo que la "Mística Ciudad de Dios" escrita en verdad a la luz del Espíritu Santo, me ha encantado siempre, desde el decreto eterno de la Santísima Trinidad de dar una naturaleza distinta al Unigénito del Padre, es decir, la naturaleza humana, como Rey glorioso de la Creación y divinización del hombre, y después, prevista la desobediencia del primer hombre y su ruina, la Obra todavía más admirable de la Redención humana.

Al principio no la leía y meditaba de seguida. Con la impaciencia de conocer más a fondo algunos misterios, saltaba los capítulos. Como es de suponer, quería detenerme en el misterio de la Eucaristía y la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo" (125).

Este es el testimonio espléndido del P. Bernabé para una obra polémica que ha desafiado a los siglos y que ha tenido un número increíble de ediciones y de traducciones. Hoy el estudioso tendrá que acudir a la edición critica publicada en 1970 y reimpresa en 1982 (126).

La Pasión de Jesús desde la "Mística Ciudad de Dios"

"En el año de 1932, en la fecha de 19 de agosto, estaba leyendo el relato de la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní. Llegué al punto donde Jesús, postrado en tierra, oraba al Padre: "Padre, si es posible no me hagas beber este cáliz". Dice la Madre Agreda que Jesús pedía al Padre que no le hiciera morir por lo réprobos, sino tan sólo por los predestinados, puesto que el morir por los réprobos le era amarguísimo, ya que no habían de quererse aprovechar de su Pasión tan dolorosa y costosa, y les había de ser mayor tormento en el Abismo eterno. Pero, estando decretado como lo estaba, que por todos los hombres ofreciera su vida en la cruz, por tanto que se lograra la salvación de todos los hombres. Esta frase: "Jesús a toda costa queria salvar a todos los hombres", en aquel momento impresionó grandemente mi alma y aquella impresión me duró algunos días. Para decir la verdad, esa frase quedó grabada en mí; y durante mi vida he tratado de renovarla con frecuencia, sobre todo los viernes del año. En algunas circunstancias ha causado hondas impresiones en mi alma la oración del Huerto relacionada con la salvación de las almas" (127)

"No se aficione nunca a estudios de política y menos a sus disputas"

Quien lea los escritos personales del P. Bemabé -sus cartas, sus notas íntimas, su autobiografía- no se enterará de un problema que, a lo largo de sus años de joven religioso y joven sacerdote, ha sido un asunto grave y virulento en la provincia capuchina. Es un asunto que trajo heridas enconadas, nunca curadas por la vía del diálogo. ¿Política? ¿Cultura? ¿Una sensibilidad que brotaba desde las raíces del ser y que seguramente hoy la enfocaríamos desde la zona sagrada de los derechos humanos? Los superiores hablaban de política, de rebelión, de movimientos sediciosos, de nacionalismo... Quien esto escribe, cuando años atrás tenía un puesto de responsabilidad de gobierno en la provincia, para iniciar una reflexión serena, vueltos a la historia y aprender sabiduría para el futuro, lo llamó con una designación neutral: El asunto vasco. Y entregó a la provincia una historia bastante desmenuzada de dicho "asunto" (128)

Fue un empeño que no lograba ser sofocado por directrices y sanciones de los superiores contra los considerados como díscolos, pero algo que no era exclusivo de los capuchinos de esta región, sino común a otras órdenes religiosas y a un sector del clero que luchaba por sus raíces vascas. Las autoridades civiles y religiosas actuaban en una dirección. Nuestros superiores de la Orden podían contar con el apoyo de altas instancias jeráquicas.

En el capítulo provincial de julio de 1927 el grupo tenido por nacionalista hizo una reunión nocturna para afianzarse en tres objetivos y medidas de acción: pacificación de los religiosos, promoción de la enseñanza del euskera y tener un definidor guipuzcoano en las elecciones de cada capítulo. Salió elegido ministro provincial el P. Ildefonso de Ciáurriz, y en una carta escrita a los religiosos con motivo de la Navidad, decía: "En la audiencia que S. S. Pío XI concedió a nuestro Rdmo. P. General, antes de ausentarse de Roma, para girar la Visita Pastoral en nuestra provincia, y presidir el último Capítulo Provincial, hablóle largamente de la política nacionalista y de los grandes males que se originan a la Iglesia, a las almas y a los mismos religiosos, si éstos imbuidos de estas ideas intervienen y toman parte en ellas; confiándole el Papa con gran interés el encargo de hacerlo saber así a los religiosos de nuestra Provincia, de aconsejarles que se apartaran de dicha política, repitiéndole tres veces: Diga a los religiosos que el papa quiere así" (129).

Pero con esto no se amainaban los ánimos. En 1929 hubo -según el lenguaje de las actas definitoriales- "un movimiento sedicioso de algunos religiosos, que arrastraron a otros a pedir al P. General la formación de una provincia entre Guipuzcoanos y Gallegos, proyecto que fue desechado como una locura por el Rdmo. P. General" (130). El grupo vascoparlante de la provincia era numeroso y fuerte, bien preparado, de gran empuje apostólico.

La historia continuó con energía y virulencia. Nos distanciaríamos mucho de esta biografía si entráramos en pormenores, escritos en otra parte, como indicamos. El asunto terminó en la Sagrada Congregación de Religiosos (1933) y la respuesta fue rigurosa: "Oratores acquiescant et stent mandatis Superiorum", es decir: Los que han cursado la súplica obedezcan y aténganse a los mandatos de los Superiores.

Había llegado la República (1931), luego vino la guerra civil (1936); se dieron numerosas "obediencias" para América. No por ello las heridas se iban curando. El tiempo decenios después, el cambio político de España, la gran depauperación de personal en la provincia... hicieron que las cosas se miraran mucho después con otros ojos.

En toda esta trama fray Bernabé y el Padre Bernabé está ausente. Conociendo de cerca el asunto, no imaginamos que se le hubiera pedido apoyo para esta causa. Cierto que del P. Bemabé nadie esperaba un pronunciamiento en estas lides. Con él no cuadraba la prohibición que se hizo de leer periódicos "nacionalistas", porque tampoco los "españolistas" los leía. Pero valgan estos datos como trasfondo de una situación muy real que impregnaba el ambiente de estos años que relatamos y de los años sucesivos.

Recordemos el consejo, arriba transcrito, que en 1929 le daba el director espiritual: "Y no se aficione nunca a estudios de política y menos a sus disputas. Todo esto seca la devoción, y puede fácilmente apartarnos de nuestro verdadero fin capuchino-misionero". 24


Las apariciones de la Virgen de Ezquioga (1931)

Hay en la vida del P. Bernabé un tema que nos obliga a hacer una parada: Ezkioga. Ezkioga, entre Azpeitia y Zumárraga, era en 1931 un pueblo de 700 habitantes. Once casas en torno a la iglesia parroquial de San Miguel, formando el casco urbano y setenta fuera de poblado, caseríos dispersos; doce de estas casas bordean la carretera que va de Ormáiztegui a Zumárraga. (131) En Ezkioga se apareció la Virgen el año 1931... -decían-. ¿Qué pasó en Ezkioga y qué tiene que ver esto con la historia del P. Bernabé? Veamos.

* * *

Este es un relato escrito aquel año 1931.

El día 30 de junio (1931), hacia la hora del Angelus vespertino, volvían a su casa de Ezkioga, desde un caserío próximo, los hermanos Andrés y Antonia Bereciartúa, de siete y once años respectivamente. Son tranquilos y sanos. No saben hablar castellano. Llevaban por turno a su casa una marmita de leche vacía. Antonia pone en el sendero la marmita boca abajo, y se sienta a descanar. Andresito queda de pie junto a ella.

En esto Antonia vuelve la vista hacia un grupito de robles de la colina y ve encima de uno de ellos, a la Virgen.

- ¡La Madre Virgen! (132) Mira, Andrés - dice en vasco a su hermano.

El niño vuelve la cabeza y la ve también. Los dos hermanitos se arrodillan inmediatamente, y rezan juntos el Ave María. Mientras rezan la Virgen les mira sonriendo. Terminado el rezo desaparece la visión.

La Virgen iba vestida de blanco y cubierta de manto negro. Tenía corona semicircular luminosa. Llevaba en el brazo izquierdo al Niño Jesús, vestido de blanco, y en la mano derecha una cosa que parecía un pañuelo.

* * *

Así comenzó la historia de las apariciones, que el mes de julio va a ser densa de acontecimientos. En casa no les creen a los niños. Desde el día 2 de julio interviene el Párroco de Zumárraga, don Antonio Amundaráin, sacerdote de gran prestigiio, con uno de los coadjutores. El día 4 hay 500 personas en el robledal. La gente pide a un sacerdote presente que rece el santo rosario. Un chófer, Ignacio Aguado, forastero, llevándose las manos a la cara exclama: "¡Ay, Dios mío!". Tiene un desvanecimiento y dice: "Sí, es la Dolorosa".

A partir de ahora hay una constante romería. El domingo día sexto de la aparición acudieron unas tres mil personas. El lunes, cuando el pueblo rezaba el rosario, hubo un gran resplandor que captaron muchos, y muchas personas pudieron ver a la Dolorosa, con la espada al pecho. Comienzan a intervenir médicos para reconocer a los videntes.

El miércoles, día 9 de julio, la concurrencia alcanzó 12.000 personas. El domingo, día 12 de julio, la asistencia se calculó en 30.000 personas. Los trenes del Norte llegaron abarrotados a Ormáiztegui. "En todo San Sebastián no había taxi por alquilar. Las carreteras de Guipúzcoa son un rosario de automóviles de todos los tamaños". (133)

Continúan las apariciones y nuevos videntes se sienten favorecidos con la contemplación de la Dolorosa. El día 18 de julio la asistencia rebasó los números anteriores. Hay quienes dijeron que los asistentes fueron 50.000. El día 24 las apariciones de Ezkioga se comentaban en los pasillos del Congreso de Diputados en Madrid.

Don Antonio Amundaráin, párroco de Zumárraga, fundador del instituto secular Alianza de Jesús en María, cuya causa de beatificación está introducida, está muy implicado en estos acontecimientos. El 25 de julio escribe a otro sacerdote guipuzcoano, don Antonio María Ormazábal: "Lo de Ezquioga es algo sublime; el acto de reparación más solemne que España ofrece hoy a Dios. La Virgen no puede desampararnos. Ese rosario tiene que tener en el cielo un eco casi omnipotente". (134)

El día 28 de julio una llamada "Comisión Eclesiástica" da una amplia nota. Interviene en la misma fecha el Vicario General de la diócesis, Justo Echeguren, certificando que no existe tal Comisión Eclesiástica, que quedan absolutamente desautorizadas estampas y medallas que se refieran a dichas apariciones, y que los actos de piedad que allí se realicen, no tengan ningún carácter oficial como si se hicieran en nombre de la Iglesia. (135)

Con el paso de los días las cosas se van complicando más y más. Nuevos éxtasis, nuevos videntes. El día 16 de octubre, Ramonita Olazábal, una muchacha de 16 años, quien desde días atrás había manifestado que la Virgen le había comunicado que el día 15 se produciría un suceso milagroso, recibió las llagas. "A eso de las cinco y media de la tarde Ramonita Olazábal fue al lugar destinado a los videntes. Pero antes de llegar sintió una especie de éxtasis y advirtió que sus manos estaban llagadas. Tenía dos llagas en la mano izquierda y una en la derecha con una profundidad de centímetro y medio". (136)

En esta ebullición espiritual hay muchas personas que ven a la Virgen; gentes de la vecina Navarra, de los pueblos de Lizarraga, Bacaicoa, Irañeta, Unanua, Irurzun, Huarte-Araquil, Echarri, Arbizu (pueblos que luego aparecerán en el ministerio del P. Bernabé) y Lecumberri, aparte de los pueblos vecinos de Ormáiztegui y Zumárraga. Las visiones son, por lo general, de la Dolorosa; pero también ha aparecido como Inmaculada con un espada en la mano o atravesándole el corazón; ha aparecido San Miguel Arcángel ( así en La Barranca).

Entre los videntes destacan un mozo fornido de Atáun, de 24 años, llamado Francisco Goikoechea, conocido como "El Chico de Atáun" (apodado "Patxiku santu", es decir, Francisco santo); así como la niña Benita Aguirre, de Legazpia; Cruz Lete, de Isasondo; el obrero Jesús Elcoro, de Bilbao; Ramona Olazábal, antes nombrada, de Beizama; Evarista Galdós; el fotógrafo Aurelio Cabezón, de San Sebastián; el taxista Jesús Rodríguez; las jóvenes Dolores Ayestarán y María Ozores, Carmen Medina, María Recalde, Juan Aguirre y hasta un niño de dieciocho meses. No faltan videntes catalanes.

La intervención eclesiástica en las apariciones de Ezkioga

Era entonces obispo de Vitoria, que a la sazón comprendía las provincias de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, don Mateo Múgica Urrestarazu, significado prelado en los años de la República (1931) y de la Guerra civil española (1936-1937). Junto con Vidal i Barraquer de Barcelona se abstuvo de firmar la declaración colectiva del episcopado español sobre la guerra que entonces asolaba las tierras de España (1937). Al inicio de estos sucesos se encontraba en el destierro de La Puye, Vienne (Francia), pero siguiendo intensamente cuanto acontecía en la diócesis y escribiendo desde allí. Como Vicario general estaba al frente de la diócesis el Dr. Justo de Echeguren.

La primera intervención eclesiástica (137) se produce al mes siguiente del inicio de las apariciones, el 28 de julio de 1931 con una Nota del Vicario general. No se prohibe que acuda allí la gente "para los actos religiosos que la fe y la piedad inspiren a los fieles", pero sí se manda que "no se practique allí acto alguno con carácter oficial, en nombre de la Santa Iglesia, que ningún juicio ha emitido todavía acerca de las apariciones de la Santísima Virgen que allí pudieran tener lugar" (138).

El 17 de octubre del mismo año 1931 el Vicario general aludido declara que "no hay indicios probados de intervención sobrenatural "en el caso de la estigmatizada Ramona Olazábal (139). En diciembre, tras haber recibido el Obispo a cinco de los videntes, se ordena a los sacerdotes, por medio del Vicario general, que no se acerquen al lugar de las apariciones (140), y el 10 de junio de 1932 establece que no se construya una basílica: "Mientras subsistan las causas que motivaron la denegación de dicha autorización, y no sea ésta concedida, no podrá, pues, dedicarse al culto el edificio que allí se está construyendo" (141).

Al año siguiente viene la condena definitiva del Obispo, el 7 de septiembre de 1933. La circular es amplia, aportando numerosos detalles y terminando con una serie de prohibiciones precisas. En el núcleo de este escrito se dice: "Se habla de apariciones de la Virgen, hasta por miles de veces, y a muchas personas, de revelaciones suyas repetidísimas, de profecías que ha hecho de acontecimientos para días que ya pasaron, de éxtasis, impresión de llagas, manifestación de secretos, etc., etc.

Hechas las debidas observaciones, examinados todos los antecedentes que poseemos, previos los debidos asesoramientos y oída que ha sido sobre ello la Comisión de Vigilancia, tenemos que declarar y declaramos que, no sólo no se ha comprobado indicio alguno sobrenatural a lo que en Ezquioga ocurre y se dice ocurrir, sino que de muchas maneras se ha manifestado allí el espíritu del mal y de la mentira, sin que esto signifique que atribuyamos mala fe a cuantos en Ezquioga intervienen, ni que neguemos, en casos, el concurso de causas naturales obrando de una manera anormal e irresponsable" (142). Se prohiben estampas, fotografías e imágenes de la Virgen de Ezquioga, lo mismo que los "Cánticos a la Santísima Virgen de Ezquioga" y el "Himno a la Virgen de Ezquioga" (143).

Se denuncia "no sólo la ausencia de factor sobrenatural", "sino la intervención de agentes que en manera alguna están movidos por el espíritu de Dios"; los videntes no deberan acudir al lugar de las pretendidas apariciones "bajo pena de negarles la Sagrada Comunión" (144). Desde Roma el Santo Oficio ratificará las decisiones del Obispo el 21 de diciembre de aquel año 1933. Finalmente el 9 de marzo de 1934 el Obispo publica una circular prohibiendo tres libros o folletos sobre Ezquioga y rebatiendo afirmaciones allí contenidas. Éstas obras son: Une autre affaire Jeanne d'Arc; Un fruto de Ezquioga; y C.L. Boué, Merveilles et prodiges d'Ezquioga.

Estos son los hechos revueltos y extraños, analizados, más bien, desde la documentación que nos suministra, con lealtad, la parte que los rechazaba. Pero en el fondo ¿qué ocurría...? Esa oleada de misticismo ¿era una respuesta verdadera -con las escorias que llevan los aconteceres humanos- a la desintegración católica que había iniciado la República tras el destierro de la Monarquía (abril 1931) o era un simple fenómeno socio-religioso de histerismo? La Virgen Dolorosa aparecía con una espada chorreando sangre y los videntes decían que iba a haber una guerra. Posiblemente la historia no ha dado lugar para emprender un discernimiento en profundidad. (145)

El P. Bernabé y los sucesos de Ezquioga

¿Qué pensaba en aquel momento Fray Bernabé de lo que sucedía en Ezkioga? El conocimiento que como estudiante recoleto tuvo de estos sucesos era más bien relativo, y justo es suponer que las prohibiciones eclesiásticas que se sucedieron apartaran de su mente estas apariciones. En sus cartas y escritos de aquella época no hemos hallado referencias (146).

Con el correr del tiempo el entonces P. Bernabé vino en conocimiento detallado de los sucesos de Ezkioga. Por los años en que residía en Fuenterrabía pudo hablar personalmente con el primer vidente de Ezkioga, que entonces era un joven maduro. A todas las preguntas que le hizo le dio una sola respuesta: "Que a nadie descubriría el secreto hasta que llegara la hora".

Lo que sí sabemos, de sus años de Ecuador, que esta inquietud por las apariciones de Ezkioga la llevó consigo al sepulcro.

Uno de los videntes de Ezkioga fue Cruz de Lete, de Isasondo. Algunas fotos difundidas lo han captado en actitud de éxtasis el 6 de febrero de 1932. Era un joven de 18 años, estudiante. Habiendo oído hablar de las apariciones de Ezkioga fue allí por una curiosidad novelera. Y le ocurrió lo que, al parecer, de ninguna manera esperaba: que a él se le apareció la Virgen Dolorosa. Su nombre completo era Cruz de Lete y Sarasola. ¿Tenía algún parentesco con el P. Bernabé? No lo sabemos; el apellido Sarasola no es un apellido raro.

Nos llama la atención el hecho de que el P. Bernabé conservara entre sus papeles dos cartas que Cruz Lete, ya religioso de los Hermanos de San Juan de Dios, dirige desde Carabanchel Alto (Madrid) y Ciempozuelos (Madrid) a sus padres y hermanos. La primera es el 8 de agosto de 1932, y habla de que tomó el santo hábito con mucha alegría. La segunda es del 9 de octubre de 1933, cuando se agravaba una enfermedad que aquel mismo año le llevó a la muerte. El poco tiempo que vivió entre los Hermanos de San Juan de Dios, su testimonio de vida cristiana, de alegría y caridad, fue admirable, y murió con fama de santo (147). El P. Bernabé pudo leer las notas que escribió este joven relatando cómo se le manifestaba la Virgen como Dolorosa.

 

Testimonios desde Ecuador en pro de las apariciones de Ezkioga

y carta al Santo Padre

Puesto que estamos en este tema, avancemos hasta el final. El P.Bernabé llegó a la convicción de que en Ezkioga había habido videntes verdaderos y videntes falsos. Tuvo la persuasión de que en Ezkioga, en unas circunstancias críticas de la vida nacional, había habido un mensaje orientador de la Virgen para salvar a Euskalherria. Después de cincuenta años de los acontecimientos así lo manifestaba estando en Ecuador. He aquí el testimonio de varias cartas dirigidas a la familia de San Sebastián, el matrimonio de Dolores López y Manuel Goicoechea. Eran los tiempos en que él se encontraba inmerso en el Movimiento Sacerdotal Mariano (148).

En febrero del 81 escribía: "Hace ahora 50 años, en el año 1931, la Madre Dolorosa quiso remediar los males que en aquel entonces amenazaban al pueblo querido de Euskalherria-Euskadi, pero la rechazaron y no la quisieron escuchar aquellos sobre quienes incumbe el deber. Y aquellos desastres que tuvieron lugar entonces dejaron una estela que ahora de nuevo se está experimentando" (149).

En diciembre de 1983, después de haber pasado por Roma y haber entregado una carta al Santo Padre y luego de su regreso de España, escribía así a la misma familia: las noticias que nos llegan de esa tierra no son nada agradables.¡¡Tanto desastre por todas partes!! Algunos no quieren creer, a pesar de ello son avisos del Señor. Todavía son avisos de misericordia. Luego -quizás pronto- vendrán avisos de justicia, manifestando la Ira santa de Dios contra la humanidad más que prevaricadora. También nuestra querida Euskalherria-Euskadi ¡qué trance tan apurado está pasando! ¡Combatida por amigos y enemigos!

Vosotros conocéis el secreto de la Virgen Dolorosa de Ezkioga... hasta que llegue el triunfo de Ella en la montaña santa no habrá paz, no habrá tranquilidad para nuestra muy querida Euskalherria. Vosotros que conocéis el secreto, tenéis la obligación de rogar al Padre de las Misericordias que llegue pronto, pronto, el día en que la Madre de Piedad reduzca a tantos hijos extraviados y los traiga al buen camino" (150)

Dos años más tarde: "¿Cómo se encuentran dentro del actual sistema del gobierno? No son nada halagüeñas las noticias que llegan desde esas tierras. Muchos desocupados, etc. Me parece que la situación actual se parece en muchos aspectos a la situación desde el año 1931 a 1936, en el que estalló aquella sangrienta guerra civil.

A España le espera una gran purificación. Y a nuestra querida Euskalherria ¿qué? Sabe que ahora tengo casi toda la documentación de lo que sucedió en Ezkioga desde el año 1931 hasta el año 1933, fecha en que fueron condenadas las manifestaciones de la Sma. Virgen. Es el libro Alerta, Humanidad. Reflexiones sobre los últimos tiempos. Es cierto que muchos no creen en las profecías que trae este libro. A pesar de ello [...] (151) y otras están a punto de cumplirse. En ese libro Alerta Humanidad trae casi toda la documentación sobre Ezkioga. Dice claramente por qué fueron condenadas las manifestaciones de la Sma. Virgen" (152)

Otro documento final dirigido a la misma familia el año siguiente: "Sabrá que le escribí una carta al Señor Obispo José María Setién sobre el asunto de Ezkioga. Tuvo la amabilidad de contestarme, pero no se decidía a revisar el asunto de Ezkioga. Por lo visto le pareció muy difícil y hasta imprudente. Hay que esperar la hora del Señor...." (153)

La carta al Santo Padre

La decisión más importante que en este asunto tomó el P. Bernabé fue la carta que escribió al Papa en 1983. Con motivo de las Bodas de oro Sacerdotales (1983) los compañeros de curso habían planeado una celebración en la madre Provincia. En tal circunstancia no es extraño que se conceda a los miembros jubilares una peregrinación. El P. Bernabé con unos bienhechores iría a Roma; incluso se le brindaba la oportunidad de peregrinar a Tierra Santa. Ya hablaremos en su momento. El quería estar personalmente con el Papa y hablarle de Ezkioga. Aprovechando que el cardenal Muñoz Vega iba a Roma en la primavera de aquel año 1983, dirigió al Santo Padre una carta el 27 de abril, solicitando audiencia (154). En julio de aquel año, acompañado de varios peregrinos, viajó a Roma. No hubo una audiencia privada, sino que en la audiencia general, al pasar junto al Santo Padre, pudo entregar a los Monseñores acompañantes la carta fechada el día 19 de junio, que coincidía ser el día siguiente de sus cincuenta años sacerdotales.

La carta dirigida a Su Santidad Juan Pablo II tiene tres folios escritos a máquina, copia mecanografiada realizada por uno de sus acompañantes47. Parece darse unas circunstancias externas en este asunto como para no considerar que no se viola algo reservado si transcribimos algunos párrafos de este documento, cuya fotocopia quedó en el archivo (155).

"Santo Padre, este humilde servidor viene pidiendo hace ya muchos años, en la sagrada comunión, el triunfo de la Madre Dolorosa en la montaña de Ezkioga. Tengo la convicción de que algún día se realizará.

A mi humilde entender, Santo Padre, la Virgen Dolorosa traía un mensaje importante a Ezkioga, para poder evitar la guerra civil de España mediante la oración y la penitencia. Sin duda la Virgen Dolorosa quería librar al País Vasco del desastre que le venía encima con la guerra.

A causa de la guerra civil hubo en el País Vasco muchas represalias y venganzas personales entre familias, que desgarraron la región y engendraron odios y rencores que aún subsisten y cuyos amargos frutos estamos gustando.

Además, para mayor desdicha de nuestro pueblo, que ha sido siempre tan religioso y de sanas costumbres, en donde han brotado tantas vocaciones sacerdotales y religiosas, hoy se encuentran en plena confusión, porque ha entrado el materialismo y con el materialismo la pérdida de la fe, especialmente en la juventud, que más cultivan el hedonismo.

Creo yo que solamente la Virgen Bendita podrá remediar, como en otro tiempo, tantos males.

Porque conozco muy bien la devoción que tiene Vuestra Santidad a la Virgen María; porque sé que Vuestra Santidad está lleno de la gracia del Espíritu Santo, le confío todo esto, para que, de encontrarlo conveniente y con méritos suficientes, apruebe el culto a la Virgen Dolorosa de Ezkioga.

Soy un Sacerdote Mariano, que he tratado en Ecuador con el Padre Gobbi personalmente y sé que el poder de la Virgen María es infinito. Por ello pongo en sus manos maternales esta causa del País vasco, que hoy se desangra con la pérdida de vidas inocentes, por el odio entre hermanos, pero sé que la Virgen María lo salvará sin duda alguna, ¿verdad?"

Así quedó la carta. Ignoramos si hubo contestación.

Los núcleos de su vida

¿Nos hemos detenido en exceso en el tema de Ezkioga, que al espectador le puede parecer un auténtico embrollo que no merece la pena ... ? Podría ir en deterioro del P. Bernabé para no pocos lectores de estas páginas que anhelan una vida espiritual bien distinta de ese espiritualismo de las apariciones marianas. Nota sumamente delicada sobre la que habrá que volver, sobre todo cuando le veamos al protagonista de esta historia plenamente inmerso en el Movimiento Sacerdotal Mariano. Nota más delicada cuando, en reflexiones de quien hoy lleva en sus hombros el primado de Pedro, Juan Pablo II, vemos con sorpresa la relación que él ha establecido entre la caída del comunismo y los mensajes de Fátima (156).

El P. Bernabé era muy crédulo para cosa de apariciones. Así me lo han comentado, y de mi parte asiento. Con todo es muy significativo que en los escritos personales que más genuinamente definen su corazón, este aspecto, al exterior un tanto llamativo, está ausente.

Sus núcleos espirituales son otros. Si repasamos sus notas espirituales, o la autobiografía que de anciano escribió, sus intereses son otros. En estos escritos no se menciona nada de Ezkioga.

Sus deseos sinceros son deseos de identificación con Cristo, y en sus años de estudiante y siempre, ése es su centro. Está bien claro en todo lo que ha ido escribiendo en su "Cuaderno espiritual" (157).

Dentro de este espíritu de identificación con Cristo y de desprendimiento de sí, hay un dato que no hemos mencionado, el Voto de Ánimas. En nuestros colegios se hablaba del Voto de Ánimas y se explicaba cuál era su sentido de "acto heroico" al desprenderse en favor de las almas del Purgatorio del valor satisfactorio de las buenas acciones, del cual uno podría desprenderse en favor de las almas del Purgatorio. Era un voto que podría ir muy en la línea de la consagración perfecta a la Santísima Virgen, y el P. Bernabé lo aconsejaba a las almas (158).

En un cuadernito espiritual encontramos el Acto de caridad o voto de ánimas. Está copiado, según los indicios, en los años posteriores al noviciado, y responde sin duda a algo personal que él había emitido desde el fondo de su corazón. La oración dice así:

"¡Padre celestial!, en unión con los méritos de los Corazones Sagrados de Jesús y de María, os ofrezco por las almas del purgatorio todas las obras satisfactorias que haga, todas las indulgencias que gane durante mi vida, así como todas las obras que se ofrezcan por mí después de mi muerte. Deposito estas obras en las manos purísimas de la Inmaculada Virgen María, para que ella las aplique a las almas que en su sabiduría y bondad maternales quiera librar las primeras de las llamas del Purgatorio. Dignaos, oh Dios mío, aceptar esta ofrenda y haced que en recompensa de este acto crezca todos los días en vuestra gracia y en el amor del Corazón de Jesús. Así sea." (159)

* * *

Nos hemos demorado en este capítulo. Debemos volver de nuevo al joven Fray Bernabé, viéndolo cómo asciende tembloroso al Sacerdocio que le configura con Cristo Crucificado.


Capítulo VI

Sacerdote del Señor (Pamplona 1933, Híjar 1933-34)

Tonsura y órdenes sagradas

Antes de acceder al sacerdocio ha habido siempre en la Iglesia unos pasos previos, destinados por una parte a preparar progresivamente al llamado al ministerio presbiteral y por otra a que la comunidad cristiana pudiera garantizarse de la dignidad y competencia del futuro sacerdote. Durante siglos y hasta la reforma litúrgica que ha seguido al Concilio, este ritmo preparatorio incluía estos pasos: Tonsura, Órdenes Menores, Subdiaconado y Diaconado.

La Tonsura era la adscripción del candidato al estado clerical, adquiriendo el fuero de eclesiástico. La coronilla en la cabeza indicaba socialmente la pertenencia del interesado al estamento eclesiástico. Desde el noviciado los religiosos "clérigos", es decir, destinados al estado clerical, se hacían la corona o el "cerquillo", una franja de cabello bien distinguida en la cabeza, cuando el resto quedaba poco menos que rasurado. No obstante, a la hora de la Tonsura canónica, en el rito se cortaban unos mechones de pelo. Las cuatro "órdenes menores", correspondientes a cuatro servicios de carácter eclesial, constituían al candidato como Exorcista, Ostiario, Lector y Acólito. El Subdiaconado era un estado de tránsito de cara al Diaconado. Finalmente el Diaconado, verdadera y propia orden sagrada, que junto con el Presbiterado y el Episcopado componen el orden sacerdotal como uno de los siete sacramentos.

Tras la reforma que siguió al Concilio, el Subdiaconado ha sido suprimido; las órdenes menores se llaman "ministerios" y éstos quedan reducidos a dos, uno en referencia con la liturgia de la Palabra y es el Ministerio de Lector, y otro en referencia con la Eucaristía y es el Ministerio de Acólito. Hay también un rito previo de adscripción del candidato al estado clerical, que ya no se llama Tonsura, sino Admisión al estado clerical.

Primeras dudas de cara al sacerdocio: Fray Bernabé no es digno

El noviciado capuchino, lo mismo que el de otras órdenes religiosas, distinguía entre clérigos y laicos o hermanos legos; de forma que el que hacía el noviciado como clérigo, lo hacía con la intención de seguir la carrera sacerdotal y ordenarse un día de sacerdote. Si después cambiaba de intención y pasaba al estado de hermano lego, debía repetir el noviciado. Había, por tanto, una opción implícita de vida sacerdotal.

Ahora bien, llegaba el tiempo de órdenes, y todavía era uno libre de retirarse y no acceder a este sacramento. En la primavera de 1931 el curso de Fray Bernabé había de recibir las órdenes menores, rumbo al sacerdocio. El joven estudiante entró en una crisis interior: ¿cómo atreverse él, pequeño e indigno, a subir los peldaños del altar y ofrecer el Santo Sacrificio, para el cual ni los ángeles mismos son puros? Fue un mes de febrero, y más de cincuenta años después nos la ha recordado en sus notas espirituales (160). Oigámosle a él mismo:

"De esta suerte me llegó el tiempo de recibir las Órdenes sagradas para el sacerdocio. Y aquí hice alto. Era el mes de febrero de 1932, se acercaba el tiempo de recibir las primeras Órdenes menores... y me detuve en mi consideración. Se me presentó mi indignidad e incapacidad. Mi indignidad ante la grandeza del sacerdocio, por mi manera de ser, mi ineptitud. Se me presentaron los pecados de mi vida pasada etc.

La consideración de que Nuestro Seráfico Padre San Francisco no se consideró digno de subir al Altar del Señor... me hacia reflexionar. Si San Francisco no se atrevió a recibir el sacerdocio de Cristo, porque no se encontraba bastante puro para tal dignidad, cuánto menos seria este pobre pecador miserable.

Tenía presente la humillación que suponía retroceder atrás y quedarme en el estado de hermano lego. Con todo me decidí a ello.

Así pues, comuniqué al Director espiritual mi decisión y los motivos que se me presentaban. El Director no los aceptó... contestándome que daría mayor gloria a Dios, siendo sacerdote. A pesar de ello, me aconsejó que pudiera consultar con algún otro Padre grave.

Así lo hice. Di cuenta a mi confesor ordinario y luego al P. Provincial de entonces. Ambos fueron del parecer que siguiera adelante, dejando mi caso en las manos del Señor. Así me aquieté por entonces" (161).

Los consejos del director espiritual en este trance de dudas

Veamos con detalle qué fue exactamente lo que le aconsejó el director espiritual en este trance de dudas espirituales en vista del futuro sacerdocio. Con fecha de 3 de marzo de 1931 le escribe así:

"Amado Fr. Bernabé: El Señor le dé su paz. Acabo de recibir su carta y le voy a exponer mi parecer en ese asunto de su vocación al sacerdocio.

En primer lugar no debe pensar que está incluido, ni mucho menos, en ningún impedimento del Derecho Canónico, está en perfecto estado de poder recibir las Órdenes Sagradas, y así por este punto debe proceder a recibirías.

En cuanto a su vocación para Hno. Lego, para ser humilde, etc. debo decirle que esto lo puede conseguir muy bien siendo sacerdote, con otras ventajas espirituales que no tienen los Hnos. Legos: el rezo del Oficio Divino, los estudios continuos de Teología y Escritura, y el poder ofrecer al Eterno Padre el Santo Sacrificio de la misa por los pobres pecadores. ¿Qué valen sus oraciones y humillaciones con la oración y humillación de Jesús en la Sta. Misa? No me parece pues que debe cambiar de estado, y así no piense sino en prepararse para recibir dignamente las Órdenes. Si otra cosa fuere la voluntad del Señor ya la manifestará, mientras, que Dios le ayudará. De aquí al 21 récele todos los días a la Sma. Virgen de los Dolores las siete avemarías con esa intención, yo también lo haré y de no recibir un aviso en contra, prepárese y reciba las Órdenes. No me parece mal que manifieste su deseo al P. Provincial, pues es un Padre muy experimentado y muy sabio en estas cosas de Teología". (162)

El P. Provincial en aquel tiempo era el P. Carmelo de lturgoyen y la residencia de la Curia provincial era el convento donde estaba el teologado.

Cierto sentido práctico aconsejaba unificar momentos de órdenes, sin guardar "Intersticios" o pausas entre orden y orden, cosa que sí se observaba en las siguientes. Y así ocurrió una vez más. Llegó el día 21 de marzo, Sábado de Témporas de Cuaresma, día litúrgico muy propio de órdenes, y Fray Bernabé y sus compañeros de curso recibieron la Tonsura y las cuatro Órdenes Menores. Las órdenes que se recibían llevaban oportunamente sus escrutinios y la preparación espiritual mediante algunos días de retiro.

Fijémonos de nuevo en el momento en que nos encontramos: marzo de 193l; en abril se declararía la República, y en junio vendrían los sucesos de Ezkioga, a los que nos hemos referido.

La ordenación de diácono

El Subdiaconado lo recibieron Fray Bernabé y su curso un año después de las órdenes menores: el 26 de marzo de 1932 de manos del Obispo de la diócesis de Pamplona, D. Tomás Muñiz y Pablo, en la iglesia de Capuchinos de Pamplona.

El Diaconado, previsto para las Témporas de Adviento de aquel año 1932, revestía especial gravedad. El escrutinio se hizo los días 20 y 21 de noviembre. "El M.R.P. Provincial, Ladislao de Yábar, llamó, al tenor de lo ordenado, a los PP. Guardián, Director y Lectores de este Colegio y les preguntó acerca de la idoneidad y aptitud de los Ordenandos in sacris. Los Ordenandos eran los siguientes. Ad diaconatum: Fr. Joaquín de Bedoña, Bernabé de Larraul, Damián de Salinas de Léniz, Rogerio de Bedoña, Bautista de Gaztelu, Rainerio de Lízarza, Evangelista de Murueta, Hipólito de Azcoitia, Serapio de Iragui, Vidal de Pamplona, Teófilo de Arbeiza y Salvador de Híjar. Ad Ordines Minores [Se dan los nombres de ocho candidatos].

Hecha diligentemente la investigación correspondiente, después de maduro examen se procedió a la promoción de los candidatos a las Ordenes Sagradas, exceptuando a Fr. XX [presentado para las Ordenes Menores], atendiendo en todo la gloria de Dios, el honor de la Orden y la santificación de los individuos" (163). Todos fueron admitidos y ya no se requerían nuevos escrutinios para el sacerdocio. Todos admitidos; no obstante, a propósito de los que iban a ser diáconos "se tomó el acuerdo de reprender gravemente a Fr. XX [nombre del interesado] por perturbar la paz del Colegio con cuestiones políticas y haciendo prosélitos de su política. Así se hizo". (164)

El día 17 de diciembre, Témporas de Adviento, el grupo admitido recibió el Diaconado de manos del Obispo de la diócesis, D. Tomás Muñíz y Pablos, en la parroquia de San Nicolás de Pamplona.



Gracia espiritual el día de la Inmaculada

Volvamos el paso atrás, tan sólo unos días. Estamos en el cuarto curso de teología (1932-1933), un año enfocado al sacerdocio.

En noviembre de aquel curso el director espiritual le escribe respondiendo a la carta que le ha dirigido Fray Bernabé al término de los Ejercicios Espirituales, y mirando a la perspectiva que se presenta en este curso le dice: "Ánimo, y vaya preparándose poco a poco para su ordenación sacerdotal, entregándose a Jesús y al estudio. Mientras tanto ya le pediré a Jesús que le haga un santo, muy humilde y muy paciente en sufrirse a sí mismo y sus miserias. Ruegue mucho por los Religiosos, Sacerdotes y por este que le bendice" (165).

El día de la Imnaculada de aquel diciembre de su próxima ordenación de diácono fue un día de gracia, algo que ungió muy profundamente su corazón, tanto que después de cincuenta años podía recordarlo.

"En otras ocasiones tenía elevaciones de otros misterios. Recuerdo sería la víspera de la Inmaculada Concepción de la Virgen María de 1932. Habiendo asistido al rezo de Maitines en el coro, el conjunto del Oficio -antífonas, salmos y lecturas del Oficio- me causaron un estado de elevación espiritual en el alma, que me duró, a lo menos, durante toda la festividad de la Inmaculada Concepción" (166).

San Francisco no quiso ser sacerdote

Pasan los meses y nos vamos acercando al momento en que Fray Bernabé, cumplidos los plazos normales, va a recibir la ordenación. Hace dos años se acallaron las inquietudes, pero ante el suceso cercano van a volver. ¿Cómo puede atreverse él, vil criatura, a recibir la uncíón sacerdotal?

El recuerdo de San Francisco le infunde preocupación. San Francisco no fue sacerdote. ¿Por qué? Es una cuestión a la que no se puede responder con objetividad científica, con argumentos que evidencien su decisión. De modo muy general podemos decir que esa compostura suya iba más de acuerdo con su vocación personal de hermano menor.

Cosa distinta es analizar, en los escritos procedentes de su mano, el respeto y adoración que profesaba a la Eucaristía y a todo cuanto giraba en torno a la Eucaristía. De ahí el profundo amor y reverencia a los sacerdotes. El pobrecillo Francisco de Asís, pocos meses antes de morir, dictó un Testamento espiritual, que la Orden recogió como precioso legado. En él se dicen estas frases memorables, que las generaciones franciscanas han aprendido de memoria: "Y si yo tuviese tanta sabiduría como la que tuvo Salomón y me encontrase con algunos pobrecillos sacerdotes de este siglo, en las parroquias en que habitan no quiero predicar al margen de su voluntad. Y a estos sacerdotes y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a señores míos. Y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores. Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios sino su santísimo cuerpo y santísima sangre, que ellos reciben y sólo ellos administran a otros" (167).

Nada extraño que Celano, el primer biógrafo del santo, en su segunda Vida haya podido escribir: "Quería que se tuvieran en mucha veneración las manos del sacerdote, a las cuales se ha concedido el poder tan divino de realizarlo [el misterio del Cuerpo del Señor]. Decía con frecuencia: 'Si me sucediera encontrarme al mismo tiempo con algún santo que viene del cielo y con un sacerdote pobrecillo, me adelantaría a prestar mis respetos al prebítero y correría a besarle las manos, y diría: ¡Oye, San Lorenzo, espera!, porque las manos de este tocan al Verbo de la vida y poseen algo que está por encima de lo humano"' (168).

Esta concepción sacra del sacerdocio -que por otra parte ha repercutido negativamente en la Orden en el aspecto de fraternidad (aunque no sea momento de entrar en el tema)- se cierne muy viva sobre la conciencia de Fray Bernabé, y le hace estremecerse de indignidad. El sacerdote participa directamente de los poderes divinos de Jesucristo, y un buen sacerdote debería ser lo más parecido a Jesús. Así de simple. Por eso, en el corazón de Fray Bernabé se renuevan las inquietudes.

Año Santo de la Redención (1933), año de su ordenación sacerdotal

"Era el año 1933, Año Santo de la Redención. ¡Y qué poco nos hablaban entonces de la importancia del Año de la Redención, como sucede también hoy, 1983, sobre todo en los lugares que ahora me encuentro!

Llegó, pues, el año 1933, año en el que me tocaba recibir con mis compañeros la Ordenación sacerdotal.

Fue por el mes de febrero de aquel año que empecé a tener reparos sobre mi ordenación sacerdotal. Se me presentaba mi indignidad e incapacidad. Me hacía fuerza la consideración de que el Seráfico Padre, a pesar de su santidad, no se atrevió a recibir las Órdenes sagradas del sacerdocio. Estas consideraciones prevalecieron en mi ánimo y decidí retirarme de la dignidad sacerdotal. No se ocultaba que ese paso suponía más de una humillación para mí (169). Decidí quedarme en el estado de hermano lego" (170)

.Así estaban las cosas en esa zozobra del corazón que no acababa de aquietarse. Atender a los buenos consejos de personas desinteresadas era razonable, y era un acto de fe abandonarse en los brazos de Dios. Pero ¡ser sacerdote ... ! ¡Consagrar el Cuerpo del Señor, perdonar en su nombre los pecados ... ! Se le ocurrió entonces a Fray Bernabé una salida. ¿Por qué no pedir al Señor un signo? Que él actuara impidiendo de algún modo la ordenación sacerdotal. Veamos cómo lo cuenta.

"A pesar de ello, sí que pedía alguna señal al Señor, como una enfermedad que me impidiera la ordenación... Esa señal la obtuve. En el mes de Marzo, del año 1933, en el que tenía que ser ordenado, caí con gripe. No fui solo, también cayeron otros. La enfermedad de la gripe degeneró en un flemón de la pierna derecha, que pudo ser consecuencia de los fríos del invierno. Por dicho motivo, no me fue posible ordenarme con mis compañeros, en la Víspera de la Pascua de Resurrección que aquel año fue el día 16 de Abril" (171).

Sus compañeros, arriba mencionados, se ordenaron el 15 de abril, Sábado Santo. Debemos trasladarnos a la liturgia vigente entonces. Sábado Santo era Sábado de Gloria, porque por la mañana, "dicta Nona", según la rúbrica del Misal, se celebraba la Vigilia Pascual y se cantaba el Gloria. En esa Misa recibieron el sagrado orden del presbiterado los compañeros del curso del P. Bernabé (172).

El P. Bernabé se hallaba en cama con fuerte gripe, pero también la gripe se pasa. "Se pasó pronto la gripe, pero me vino una complicación: un flemón en la pierna, a consecuencia, sin duda, de los fríos pasados.

 

De esa suerte me fue imposible ordenarme con mis companeros el 15 de abril, Sábado Santo en aquel año (173). Paso a paso me fui reponiendo. En el mes de mayo ya empezaba a pasear en la huerta. Me sometí a las disposiciones del Señor. Los superiores resolvieron que recibiera las Órdenes sagradas en el mes de junio en la diócesis de Vitoría" (174).

"¿Cuáles habrían sido mis sentimientos en este lapso de tiempo antes de mi ordenación sacerdotal? Pienso que tenía presente mis pobres condiciones de miseria e ineptitud; por lo que abandonaba o dejaba mi porvenir en la bondad del Señor. Tuve presente también la consideración de que si en (mi) juventud hice mi ofrecimiento de víctima al Amor Misericordioso, a imitación de Santa Teresita del Niño Jesús, aunque sin penetrar todo su sentido, una vez ordenado sacerdote de Cristo Jesús, tenía que ser víctima con Él y en Él, en el Santo Sacrificio de la Misa" (175)

 



Ordenación sacerdotal (Vitoria, 18 de junio de 1933) y Primera Misa (Pamplona, 23 de junio)

Llegó la fecha. Fray Bernabé, repuesto del flemón de la pierna o "linfagitis", podía recibir la Ordenación sacerdotal. Ocurrió unos días antes de terminar el curso. El 15 de junio fue la solemnidad de Corpus Christi. El día 17, sábado, por la tarde, el P. Serafin de Tolosa, director del Colegio de Teología, y Fray Bernabé de Larraul, salieron para Vitoria, los dos solos. Al día siguiente, 18 de junio de 1933, domingo Infraoctava del Corpus, Monseñor Mateo Múgica, Obispo de aquella amplia diócesis, consagraba sacerdote del Señor al humilde Fray Bernabé de Larraul.

No tenemos fotos ni sabemos si acudieron familiares. Pero el mismo P. Bernabé nos informó de un dato profundamente significativo. "En la víspera de mi ordenación sacerdotal a la noche tuve un temblor, que me duró algún tiempo. Creo que no fue temblor de miedo, sino consideración de la dignidad que al día siguiente había de recibir" (176).

Regresaron al convento; nos imaginamos que el mismo domingo por la tarde. Y ya desde entonces el novel sacerdote, desde ahora Padre Bernabé, empezaba a celebrar la Santa Misa, aunque la llamada Primera Misa, es decir la Primera Misa Solemne tendría lugar unos días después, en la fiesta del Corazón de Jesús. Hay que volver a los misales de entonces, en los cuales se consignaba una "praeparatio ad Missam pro opportunitate Sacerdotis facienda": salmos y devotísimas oraciones que se brindaban al sacerdote al recitarlas si tal era su devoción, lo mismo que existía una "Gratiarum actio post Missam". En todo caso sí que debía decir 7 breves oraciones al revestirse para salir al altar: al lavarse las manos en la sacrístía, al imponerse el amito sobre la cabeza, al vestir el alba, al ceñirse el cíngulo, al colocar el manípulo en el brazo izquierdo, al cruzar la estola, al tomar la casulla. Los nuevos sacerdotes habían aprendido con meticulosa exactitud todas las ceremonios de la Misa: cómo avanzar hacia el altar, las diversas inclinaciones de cuerpo o de cabeza, los signos de la cruz, los "ictus" al incensar la oblata sobre el altar y la misma mesa del altar. Todo estaba perfectamente, amorosamente previsto en los ceremoniales litúrgicos. Era el envoltorio sacro de la celebración con un sentido reverente del misterio.

Para la Primera Misa se solía sacar las estampas recordatorio. Cuenta su compañero Juan Evangelista Oar que al Padre Bernabé se le olvidó el detalle, absorto en otros pensamientos. Pero fue otro compañero de curso, el P. Serapio de Iragui, quien tuvo esta providencia (177). El se preocupó de las estampas y por lo visto de la imprenta, que sin duda fue la imprenta de Capuchinos de aquel mismo convento de Pamplona, donde se editaba la revista "Verdad y Caridad" y otras piadosas publicaciones. No obstante el texto bíblico que adorna el recordatorio lo escogió el P. Bernabé y el texto de la carta a los Efesios dice así: Christus dilexit nos et tradidit semetipsum pro nobis oblationem et hostiam Deo in odorem suavitatis (Ef 5,2) (Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como oblación y hostia ofrecida a Dios en suave olor).

La Crónica conventual en un par de líneas da noticia de este cantamisa. Fue el viernes 23 de junio de 1933, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. "El P. Bernabé de Larraul celebra su Primera Misa rezada y le predica el P. Fernando de Pamplona, el único que queda en el convento sin salir a predicar" (178). La fiesta del Corazón de Jesús era uno de los días clásicos en que predicadores y profesores de la comunidad salían a los pueblos a confesar y predicar. Ha quedado el P. Fernando de Pamplona, del cual sabemos que dirigió acertadamente la catequesis del barrio (179); los demás han ido a los pueblos. No, sin embargo, los noveles sacerdotes que no han terminado el curso académico y que no tienen patente de predicador ni licencia de confesar al pueblo. La Primera Misa, que de por sí es cantada, con diácono y subdiácono, no ha sido tal, sino Misa rezada, solemnizada y con sermón. Fue, pues, su Primera Misa en la fiesta del Corazón de Jesús, día para él muy querido. En esa fiesta del Corazón de Jesús hacía 8 años, en 1925, se había ofrecido como víctima de holocausto al Amor Misericordioso. El impacto espiritual fue, como lo hemos indicado, en torno a la ordenación, aquel temblor ante lo sagrado. El día de la Primera Misa fue para él un día sencillo. "No recuerdo que tuviera emociones especiales" (180).

Ignoramos otros datos que apetece nuestra curiosidad: familiares que acudieron, comida... De lo que ocurrió en el corazón del Padre Bernabé volveremos a hablar luego.

Siguió el curso en el poco tiempo que faltaba, y el día 28 de junio, miércoles, víspera de San Pedro, se firmaron las calificaciones finales. La carrera eclesiástica ha terminado. Dentro de unos días el P. Bernabé recibirá una obediencia transitoria, para los meses de verano.

"Resumen del camino recorrido hasta el sacerdocio"

Tratamos en esta biografía de recuperar con el mayor detalle posible sucesos de la vida cotidiana, de acuerdo a las referencias que han quedado en los archivos o en los escritos personales del sencillo protagonista que nunca pensó en el honor de unas páginas. Narrar una vida, los hechos menudos, aparentemente intranscendentales, es perfilar una fisonomía. Pero más que la cadena de los sucesos nos interesa la biografia del corazón. Es lo que se pidió al P. Bernabé cuando se le sugirió que trazase una "síntesis de su espíritu".

Al llegar al punto del sacerdocio, para él jalón definitivo en su trayectoria espiritual, hizo una pausa y escribió: "Resumen del camino recorrido hasta el sacerdocio". Veámoslo. Es una mirada sencilla de lo que ha pasado en su vida para que pueda comprenderse ahora con la gracia soberana del sacerdocio.

"¿Cuál fue el camino por donde me condujo la Divina Providencia hasta que recibí la gran dignidad del sacerdocio, que somos identificados con Cristo, a través del sacramento del Orden?

Se trata, en verdad, de un sujeto vil, miserable y despreciable, sin cualidades humanas... y sin fundamento; así me dijo en cierta ocasión mi padre terrenal... Mas la Providencia amorosa del Padre que cuida de los pajarillos que vuelan por el aire... y los alimenta y sostiene... y así de las demás criaturas,... así también fijó su mirada de amor y bondad en esta pobre y vil criatura e indigna... Y después de purificarle y santificarle con las aguas bautismales y de haberle señalado para soldado de Cristo con la Unción del Divino Espíritu y la Sangre de su Hijo muy amado, Cristo Jesús, tuvo por bien sacarle del engaño, en que había incurrido por su necedad. Y no sólo eso, sino que le llamó, con su bondad, a la vida franciscana de perfección. Y cuando parecía imposible humanamente su ejecución, o realización, su Providencia más que amorosa, abrió el camino de la realización... Hizo luego que apareciera en su camino Aquella que es llamada "Estrella de la mañana", para que con suave luz fuera alumbrando su camino, sin mayores tropiezos.

Más tarde le manifestó a su Hijo muy amado, en el exceso de su amor a los hombres, en la Cruz clavado. A esta vil criatura, le infundió así un cierto instinto para que fijara su vista interior y exterior en esa figura tan amable y atrayente... Jesús Víctima de amor, Víctima de expiación en la cruz. Jesús que gime, Jesús que anhela ardientemente el bien supremo del hombre, a quien está redimiendo con el precio de su sangre.

Así pues, a la vista de esa amable figura de Cristo crucificado, prosigue su camino la vil criatura, a la vez que va penetrando el secreto, del aprecio y estima, en que es tenido el hombre, creado a Imagen y semejanza de su Dios, y redimido con precio tan costoso. Y desea hacer algo, algo a pesar de su inutilidad, en favor de ese hombre, de esos hombres para que lleguen al sumo bien de su eterna salvación.

La figura doliente de Jesús en la cruz le inclina a abrazarse con los sacrificios y humillaciones que encuentra en su camino.

Así llega a la gran dignidad del sacerdocio de Cristo, nunca debidamente ponderada... y se detiene. Se le presenta su miseria, su vida pecadora su incapacidad, su indignidad... Si el Seráfico Padre San Francisco no se consideró digno, ni tan puro, a pesar de haber sido adornado con tantos dones del cielo para subir al Altar del Señor, cuánto menos el pobre miserable pecador.

La obediencia intervino... y acepta la carga de tanta responsabilidad (181).

Sacerdote, víctima de amor

En el momento del sacerdocio el P. Bernabé se afianzó en su oblación de víctima. En este momento de su sacerdocio hay dos modalidades nuevas. Con el paso de los años ha descubierto otra hondura distinta en esta consagración de amor, que antes no podía captar. Y además que a partir de ahora será víctima con la Víctima Divina del altar: "con Él y en Él en el Santo Sacrificio de la Misa", le hemos escuchado antes. En su Autobiografia precisa: "Recuerdo que en los primeros días después de mi ordenacíón sacerdotal me bullía en la mente la idea de que era preciso fuera víctima con la Víctima Divina. En Alsasua, al terminar el quinto curso, había hecho mi ofrecimiento al Amor Misericordioso, a imitación de Santa Teresita del Niño Jesús. En esta ocasión compuse otra fórmula de ofrecimiento, renovando aquella primera, pero relacionada con el santo sacrificio de la Misa" (182).

Creemos que ésta es la clave de interpretación de aquel texto escogido para la estampa del recordatorio de su Primera Misa: oblationem el hostiam Deo in odorem suavitatis.

Y con este se corresponde aquel texto de la Carta a los Hebreos que él copió, sin comentarios, en su cuaderno espiritual: "El cual en los días de su carne, ofreciendo plegarias y súplicas con grande clamor y lágrimas a Aquel que podía salvarle de la muerte, fue oído en vista de su reverencia. Y cierto que, aunque era Hijo de Dios, aprendió por las cosas que padeció, a obedecer. Y así, consumado en la cruz, vino a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, siendo nombrado por Dios Pontífice según el orden de Melquisedec" (Hb 5,7-10) (183).

En suma, el P. Bernabé va a ser Sacerdote con Cristo, Sacerdote víctima de amor.

El verano de 1933 en el convento noviciado de Sangüesa

Terminado el curso, el P. Bernabé recibió un destino transitorio al convento noviciado de Sangüesa. He aquí el breve recuerdo: "En los dos meses y medio que pasé en Sangüesa no tengo recuerdos especiales. Allí encontré a mi antiguo Maestro de Novicios, al P. Antonio de Iroz. En aquellos meses mi vida fue más bien de recogimiento y oración" (184).

El compañero destinado con él sí que es más explícito, evocando, ante todo, que aquel año había capítulo provincial en aquel convento de Pamplona Extramuros. Dice Juan Evangelista Oar: "El Capítulo Provincial se celebraba el 18 de julio. Un domingo por la tarde nos señalaron, de viva voz, que dejáramos el colegio el lunes y fuéramos a nuestros destinos. Todos fueron a Híjar, menos el P. Bernabé y servidor, que nos trasladamos al convento del noviciado el lunes. Entraba en mayor libertad de acción: fue una consagración verdadera del tiempo a Dios. La mayor parte de la mañana pasaba en la iglesia, cuidando altares, barriendo, quitando polvos, hermoseando el altar; claro está que se sentía atado al Señor. A nuestro retiro, quedaba en el coro de noche o después de maitines o a la mañana. Se pensó que entre los dos podríamos ordenar y fichar la biblioteca, y comenzamos la obra. Allí le vi a veces arrodillado orando" (185).

Terminado el verano el P. Oar fue camino de Roma destinado a estudios universitarios, y el P.Bernabé a Híjar.



Año de Elocuencia en Híjar

El Año de Elocuencia -así rumbosamente llamado- era, con palabras más llanas, el Año de Pastoral, un año de entrenamiento en ese tránsito de la vida de colegio a la vida de ejercicio ministerial. Claro que asignatura muy importante era la elocuencia, arte y modo de predicar en tiempos en los que la predicación tenía más empaque que la predicación homiliética de hoy en día. Además que la orden capuchina era una orden insigne en la predicación de misiones populares y nuestra provincia capuchina contaba con afamados predicadores de misiones.

El antiguo convento de Híjar, a unos dos kilómetros fuera de la villa, pasó a manos de los capuchinos en 1902, y fue habitado desde esas fechas hasta julio de 1936, cuando fue incendiado por las milicias del bando contrario en la guerra civil (186). En la provincia tuvo cierta marca porque fue convento de "destierro" para más de un religioso celoso de la patria vasca. Y geográficamente destierro en tierras de Aragón, en la lejana provincia de Teruel.

Era guardián a la sazón el P. Leonardo de Iroz, hombre grueso, bondadoso, de talante muy popular. El guardián iba comunicando al provincial, P. Ladislao de Yábar, la llegada de los jóvenes. "¿Y qué hay de los Padres jóvenes? ¿En qué condiciones vienen? El P. Vicario me dice que a él nada le han dicho en concreto. ¿Han de hacer algo especial o sólo prepararse para los exámenes?" (187). El P. Bernabé llegó el día 2 de octubre. Pocos días después el guardián le escribía al ministro provincial: "Lo primero le acuso recibo de sus dos envíos... de gente menuda... Han llegado muy bien y están al parecer contentos. Desde el principio de mes están dando clase diaria con el P. Vicario. Las funciones de la iglesia ¡figúrese cómo saldrán! Con un coro estupendo..., pero poca gente en la iglesia" (188).

Por la correspondencia del P. Guardián sabemos que durante el curso surgieron algunas tensiones por causa del "nacionalismo vasco". Pero el P. Bernabé anda bien ajeno a estos avatares de la causa.

Hacia adentro en su vida sacerdotal

El P. Bernabé, narrador de su propia vida, nos cuenta cómo fue su estancia en Híjar: "Trasladado al convento de Híjar (Aragón) con otros tres compañeros de curso para la elocuencia sagrada, creo que mi vida fue parecida a la que llevé en Sangüesa, después de mi ordenación sacerdotal. Me enviaban con alguna frecuencia a celebrar la Santa Misa en alguna capilla -creo estar dedicada a la Santísima Virgen del Carmen- a bastante distancia del convento. Creo que en este tiempo recorría todos los días las estaciones del Vía Crucis, hallando siempre en su meditación el alimento espiritual de mi alma" (189).

Los recuerdos del anciano los refrescamos ahora con lo que por aquella época escribía a su director espiritual. El día 6 de octubre le decía entre otras cosas: "También deseo hacer otros sacrificios a Jesús y lo he hecho alguna vez, dejando de desayunar, pues una vez que he tomado las especies en la santa misa, no siento ninguna necesidad de tomar otro alimento, pero no sé qué me pasa, en seguida me cogen en esas mortificaciones, y cedo con mi acostumbrada debilidad a las razones con que me disuaden mis compañeros para que no haga tales mortificaciones. Sin embargo, si es del agrado de Jesús, quiero pasar por encima de todo" (190).

El director espiritual le responde el 23 del mismo mes. Le aprueba que pueda seguir durmiendo en el suelo, como lo viene haciendo desde hace un mes, hasta el día de la Inmaculada. "En cuanto a lo del desayuno puede hacerlo por ahora el viernes y el sábado, con la misma condición de arriba, no causándole daño, ni impidiéndole su trabajo, etc. [...] En cuanto al respeto humano, o al hacer caso a los compañeros en materia de mortificaciones, etc. su conducta debe ser ésta:

a) no enfadarse cuando le advierten algo, sino con buenos modos agradecerles o excusarse,

b) en la práctica examinar si lo que le dicen tiene o no razón de ser delante de la voluntad de Dios, pues en ocasiones nos manifiesta de este modo su voluntad, y si vemos que Dios quiere lo que nos dicen los otros, entonces hacerlo,

c) siga siempre no lo que otros dicen, sino lo que su Director le señala, procurando ocultar a los demás, y haciéndolo así, no se preocupe de lo que los otros piensen o dicen, siempre que no moleste a nadie, ni deje ningún acto de comunidad, ni se imposibilite para los trabajos a que está obligado" (191).

El P. Bernabé ya tiene una vez más a qué atenerse y persiste constante en su línea de fidelidad al Señor con esta interioridad densa de vida espiritual.

El flemón en la pierna (1934)

La segunda parte del curso de pastoral estuvo marcada por la enfermedad, un flemón en la pierna, que llegó incluso a impedirle la celebración de la misa. Los retazos de la correspondencia del P. Guardián con el P. Provincial nos detallan esta historia desde el mes de enero. El día 25 de enero: "Le participo que está en cama con bastante fiebre el P. Bernabé. Tiene, como el P. Bautista, un flemón en la pierna y dos hinchazones en las rodillas que le supuran" (192). Cinco días después: "El P. Bernabé sigue en cama con la fiebre y esperando a que se le resuelva el flemón. Ayer estaba desconsolado porque el médico mandó que le quitaran el hábito y le pusieran camisa" (193). Advierta el lector de esta biografía que era costumbre austera de la orden, como de otras, esa de dormir con hábito, no evidentemente el hábito de uso en la jornada sino el llamado "hábito de dormir".

Al mes siguiente no se ha curado: "El P.Bernabé sigue mediano; todavía le supura mucho y algunos días tiene bastante fiebre. El médico dice que va para largo, porque tiene muy pocas reservas orgánicas" (194).

El P. Bernabé asume esta situación y Dios estaba en la enfermedad. "En el mes de enero de 1934 se me renovó de nuevo el flemón de la pierna, esta vez con más gravedad, pues me tuvieron que sajar una y otra vez, pero sin mayor resultado.

Recuerdo que al principio permanecía en el espíritu suave de la devoción. Más tarde me encontré en un estado de mucha dificultad. Hubo días en los que se me hacía como imposible rezar una sola Avemaría. Durante todo el día no acertaba terminar un solo rosario. Al principio no me permitían rezar el Oficio Divino, más tarde sí. Creo que encontraba un pequeño consuelo en su recitación" (195).

Una temporada en Zaragoza

Y así fue pasando el curso. Muy adelantado junio salieron los padres jóvenes rumbo a Pamplona, seguramente que a realizar el examen de predicador. El P. Bernabé entretanto había sido trasladado a Zaragoza, por motivo de la enfermedad, y de allí en su momento partirá al nuevo destino.

"Finalmente me tuvieron que trasladar al convento de San Antonio de Zaragoza. En Zaragoza un doctor, cuyó nombre no recuerdo, acertó con mi enfermedad y me curé en poco tiempo. Era el mes de mayo de 1934. El día 31 de este mes empecé de nuevo a celebrar la Santa Misa.

Estuve en Zaragoza hasta el día 17 de julio. En esta fecha llegué a Pamplona. Después de unos días finalmente a Alsasua" (196).

Aquí termina una fase importante de la vida del P. Bernabé. A partir de ahora lo veremos iniciando su ministerio de sacerdote capuchino.

Capítulo VII

Los primeros años sacerdotales en Alsasua (1934-1940)

 

Alsasua: la Villa y la Comunidad

Primer destino del joven sacerdote, al concluir el Año de Elocuencia, fue Alsasua. "Han venido de profesores para este curso los RR. PP. Carlos de Vera y José Antonio de San Román. También ha venido el R.P. Bernabé de Larraul". (197) Llegó, pues, a la Villa de Alsasua, donde habían transcurrido cinco años de adolescencia y primera juventud.

Alsasua es el núcleo más industrializado de toda la zona. Por aquel tiempo tendría unos 3.000 habitantes. (198) Es conocida, sobre todo, por ser nudo importante de comunicaciones, ruta obligada para salir a Francia, concluyendo las vías que vienen de Zaragoza-Pamplona o de la cornisa cantábrica. El convento seminario de capuchinos, existente desde principios de siglo, no está en el núcleo de la población, sino en la periferia, en el Barrio de la Estación. Este convento no fue implantado, como ha sido el caso más frecuente entre los capuchinos, como convento de ministerios, sino ante todo como Seminario Seráfico de la Divina Pastora.

Los ministerios pastorales de cara a la villa están servidos por los sacerdotes de la Parroquia, sin problemas numéricos de personal en aquellos años de abundancia; y los religiosos, desde su pequeña y preciosa iglesia, no se prodigan en la villa en tareas parroquiales. Atienden al barrio -culto y catequesis, confesonario, visitas a los enfermos-, sirven a algunas capellanías religiosas y su onda expansiva en el terreno pastoral se proyecta, más bien, por todos los pueblos del contorno. Los párrocos podían contar con los frailes para atender el confesonario de los pueblos y predicar en tales ocasiones. Ha sido norma que en Alsasua hubiera uno o dos padres vascoparlantes para cumplir dignamente este servicio por los pueblos. También, según los miembros integrantes de la comunidad, han ejercido ministerios fuera. (199)

Llegó el jovencito P. Bernabé que, aparte de su buen ejemplo en la comunidad, podía cumplir este servicio de confesonario por los pueblos de La Barranca.

La comunidad era numerosa. La componían en septiembre de aquel año 17 padres, xx hermanos y xx donados. Era Guardián el P. Salvador de Vitoria y director del Seminario, cargo más sonado en la provincia, el M. R. P. Ildefonso de Ciáurriz, que para esas fechas ya había sido por cuatro trienios provincial (1906. 1912. 1921. 1927).

El plan de vida del P. Bernabé

Según costumbre comenzó el rodaje del curso con los Ejercicios Espirituales anuales. La comunidad los hizo durante la primera semana de septiembre, predicados por el P. Diego de Abáigar; los últimos días los niños seráficos los hicieron en la capilla del Colegio, predicados por el P. Hermenegildo de Ciáurriz. (200) El P. Bernabé centró su espíritu pidiendo la gracia de la humildad. Se veía muy necesitado de ella para contrarrestar los síntomas negativos que descubría en su corazón: "Alegría, complacencia cuando hablan bien de mí; deseo de simpatizar con algunas criaturas; dejarme a veces llevar de imaginaciones vanas, que fomentan mi amor propio". Por eso suplicaba a Jesús: "Jesús mío, yo quiero ser humilde, no quiero poner resistencias a las humillaciones que vos me queráis enviar, o permitáis que me vengan de las criaturas. Hacedme ver que merezco ser humillado por mi pecado y soberbia, y que Vos fuisteis primero humillado por mí. Jesús, compadeceos de mí para que en Vos solo confíe para obtener la humildad que deseo..." (201)

Al mes siguiente, ya el curso en marcha, escribió a su director espiritual. Es la primera carta que tenemos de sus años de Alsasua y que nos da una idea clara y precisa de las ocupaciones que va a ejercer estos años y, sobre todo, del estilo interior con que se situaba ante la vida, continuando la fisonomía del Bernabé que conocemos.

"Ahora que comienzo a ejercer mi ministerio sacerdotal afuera, creo que debo darle cuenta de algunas cosas para que me aconseje según le inspire el Señor, y me pueda ayudar a fin de que todos los trabajos resulten para gloria del Corazón amantísimo de Jesús.

En casa, dentro del convento, el principal trabajo que tengo es la catequesis con los niños del barrio. Siento deseos muchos de trabajar por ellos, pues veo que tienen mucha necesidad, sobre todo, al propio tiempo de enseñarles el catecismo, quisiera hacerles frecuentar los sacramentos de la Confesión y de la Sagrada Comunión, porque creo que [es] el mejor medio para que puedan triunfar de tantas asechanzas que les prepara el enemigo a cada paso. A veces me impaciento y quedo como desilusionado viendo que no me hacen caso o cuando no he conseguido lo que yo me proponía, y por eso he comprendido que, sobre todo, los debo encomendar a Jesús y a la Santísima Virgen, y ofrecerme yo mismo por ellos a Jesús. Comprendo, sí, que debo trabajar bajo la mirada de Jesús, poniendo toda mi confianza en Jesús, y a pesar de eso no lo hago como debía, siempre ha de entrar esta mi miseria, el interés propio, el apoyarme en mí mismo, muchas veces por falta de serenidad o de reflexión, etc.

También he comenzado a confesar a los niños del Colegio, a los Seráficos, y siento deseos de ayudarles en lo que pueda, sobre todo quisiera inculcarles la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, hablarles del amor de Jesús, que nos tiene, de la sed de amor que tiene de nuestro miserable corazón. Ojalá que yo, miserable, así dejara obrar a Jesús, que El mismo diera a cada uno lo que más necesita por medio de este vil instrumento.

Fuera de casa por ahora tengo algunas Órdenes terceras, y al ir afuera deseo guardar el recogimiento en cuanto posible, porque sin recogerme no puedo yo llevar vida de unión con Jesús, aun cuando al parecer estoy en el recogimiento; aun entonces vivo disipado y distraído, y mucho más todavía si dejo a mi corazón comunicar sus sentimientos naturales a otras criaturas. [...]

En la oración casi siempre siento sequedad, tanto a la mañana como a la tarde, algunas veces por haberme preocupado demasiado con las cosas exteriores...

También hago algunas pequeñas mortificaciones, como el llevar a veces alguna piedrecita entre las sandalias, y esto lo hago desde cierta ocasión, en la que se metió una pequeña piedra entre las sandalias, y, aunque el primer movimiento fue para quitármela, pero después reflexioné que podía ofrecer aquella pequeña molestia a Jesús y así lo hago desde entonces. También desearía hacer todos los días la disciplina, y ofrecer este sacrificio a Jesús por algunos fines. Y para eso, pues, le pido a V. R. el permiso.

En la cama he quitado la sábana, y en su lugar he puesto un papel largo bastante recio para cubrir el jergón; creo haberlo hecho por ser pobre e imitar en algo al Padre San Francisco.

En el refectorio me privo a veces del postre, o parte de él, y también casi siempre del cuarto plato cuando lo traen. Los Jueves por la noche siento deseo de hacer la hora santa delante de Jesús Sacramentado, o pasar una hora delante del Sagrario, recordando las tristezas de Jesús en el Huerto de los Olivos. Y el Viernes quisiera también acompañarle las tres horas que estuvo clavado en la Cruz.

En lo demás siento la necesidad que tengo de ser humilde y la obligación de trabajar para serlo, y, sobre todo, esto lo veo desde que comencé a conocer o comprender en algo la humildad de la Santísima Virgen según voy leyendo su vida por la Venerable María de Agreda". (202)

Se despide diciéndole que no deje de rogar por este pobrecito.

El P. Antonino se apresuró a responder a esta primera carta de Alsasua y le contesta el 5 de noviembre: "Quisiera, ahora más que nunca, que fuera el apóstol, el cireneo de Jesús". Unas buenas directrices en este momento inicial pueden marcar la pauta para años. Como un maestro que se empeña en ser claro y preciso, el director espiritual responde dividiendo el tema por puntos: catequesis, confesiones a los niños seráficos, ministerio fuera del convento, ejercicios de mortificación, oración. Lo iremos viendo, porque cada uno de estos puntos marcan la pauta de este tramo de la biografía del P. Bernabé.

Los niños de la catequesis del barrio

En qué consistía la catequesis del convento, mejor que lo diga el cronista de la comunidad, que en el balance de 1935 habla del asunto. Los domingos se da la catequesis después de la Misa cantada, a la que suelen acudir niños y niñas del catecismo. Los días laborables se da tres o cuatro veces. La dan los padres con la colaboración de algunas catequistas. El catecismo se da en la iglesia, distribuyendo a los niños en grupos. Con más intensidad en Cuaresma, sobre todo a los que se preparan para la Primera Comunión, que se suele hacer en la fiesta de la Ascensión del Señor.

"Este año de 1935 hicieron en esa festividad su Primera Comunión 32 niños y niñas. Por la tarde se hace para ellos una función especial para que renueven las promesas del Bautismo y se consagren a la Santísima Virgen".

Concluye el cronista con unas observaciones: "Hay mucha desidia por parte de los niños y en general también de sus familias para la asistencia al catecismo. Y son muy inconstantes en general. Se procura vencer tanta flojedad y formar a los niños en el deseo de asistir al catecismo con premios y rifas de objetos piadosos y prendas de ropa de uso personal, así como juguetes a ellos apropiados". (203)

En este cuadro hay que contemplar la actividad catequética del P. Bernabé. Es interesante que un profesor de filosofía le dé al joven P. Bernabé, en la citada carta, estos consejos: "a) Respecto de la Catequesis, hágala siempre, bajo la obediencia de su Padre Guardián, preparándola aun con más empeño de cuando prepara el sermón para el púlpito, pues es más importante y delicada. Después dé la lección de catecismo con fidelidad, sin dejarla ningún día, conforme al reglamento que tengan en esa catequesis. No se desaliente ni menos la deje o la haga con poco interés al ver que no se aprovechan, pues, aunque así fuera, vuestra caridad habría cumplido su deber y en ello habrá glorificado a Jesús, que es lo primero que ha de buscar en todo" (204).

 

Cómo les hablaba el P. Bernabé a los niños

El P. Bernabé, en sus modales tan modoso, pacato y recogido, ¿tenía gracia para los niños? Seguramente que no..., y hasta parece lo normal decir que no; pero... acaso sí, acaso los niños, que captan sin poder decir cómo, captaron, a su modo, que les hablaba un hombre muy especial. Lo que sí podemos certificar es que se tomó en serio la catequesis de los niños y que también para ellos tomó cuaderno y pluma y escribió lo que les iba a decir.

"Queridos niños: os decía el otro domingo que os iba a hablar hoy de la Sagrada Comunión; sin embargo vamos a tratar, antes de eso, de otro misterio no menos admirable y consolador. Vamos a ver hoy cómo Jesús, al instituir la Eucaristía, instituyó la Santa Misa.

Vosotros todos, queridos niños, acabáis de oír la Santa Misa. Pues yo os digo ahora que la primera Misa la celebró Jesús cuando hizo aquel gran milagro de amor, al quedarse El mismo oculto debajo de las apariencias o figura del Pan y del vino...

Mas vosotros me podéis preguntar por qué Jesús quiso quedarse para vivir entre vosotros bajo la figura del pan y del vino. ¿No bastaba que quedase solamente bajo la figura del pan?

Sin embargo, al obrar Jesús de este modo, quiso realizar un gran misterio. Sabía nuestro buen Jesús que al día siguiente moriría en la Cruz, después de haber derramado toda su sangre muy preciosa..."

Un día los niños se portaron mal y también la reprensión pasó por las hojas escritas.

"Queridos niños: tengo que haceros una advertencia ante todo. Ayer me llevé un gran disgusto, y creo que Jesús se llevó todavía mucho mayor viendo a los niños con tanta irreverencia en esta iglesia, y creo que su corazón muy tierno quedó muy apenado. Creedme, niños queridos, Jesús quiere mucho a los niños, pero a los niños buenos. Pero ¡oh qué pena le causan los niños, cuando ve a los niños y niñas que están de cualquier manera en la iglesia, hablando y jugando, informales, lo mismo que en la calle. Pero, niños, ¿no sabéis vosotros que la iglesia no es para enredar? Pero ¿no sabéis vosotros que en la iglesia está Dios Nuestro Señor, está Jesucristo, oculto ahí en el Sagrario, y que si ahora se dejara ver en todo su esplendor y majestad, lleno de luz vivísima, estaríais tan informales como estuvisteis ayer...?" (205)

El P. Bernabé con los seráficos

Los consejos que le daba el director espiritual eran éstos: "b) Respecto a las confesiones de los niños seráficos, óigalas con verdadero celo, porque es misión catequista más sagrada y elevada por tratarse de preparar almas al sacerdocio. Tome su dirección con cuidado y con la detención debida, exigiéndoles que se preparen bien, con dolor, con propósito determinado, para que así se vayan corrigiendo de sus faltas. Hágales un poco duro en las amistades particulares para que conserven la pureza y sean después muy buenos novicios y coristas; inclínelos mucho a la Eucaristía, a la Virgen y a las pequeñas mortificaciones". (206)

El seminario tenía su director espiritual, como ya conocemos, pero había también sus confesores, aparte de que los seráficos podían pedir para confesarse a cualquier padre de la comunidad. Las confesiones se hacían semanalmente, y luego por la noche, después de las oraciones finales, llamadas "la Indulgencia" los que quería se quedaban en la capilla para confesarse; también durante la misa matinal había confesor en la capilla.

Parece de justicia destacar el estilo de confesiones del P. Bernabé, que quiere recalcar, sobre todo, la confianza en el Corazón de Jesús, el amor que Jesús nos tiene. Estamos evocando tiempos de estrechez moral y de notables deficiencias en la formación de la sexualidad y afectividad. Pero no se puede pensar con ligereza que el Dios de antes era el Dios terrible. Lo que el P. Bernabé ha predicado e inculcado ha sido el Corazón amantísimo de Jesús, el Dios amor.

Años después, cuando el P. Bernabé residía en Guipúzcoa, era llamado como confesor extraordinario de los seráficos. De acuerdo a las leyes canónicas, determinadas comunidades tenían su confesor extraordinario cuatro veces al año, medida prudencial muy sabia. Somos muchos los que recordamos al P. Bernabé venir de confesor extraordinario y la muletilla que tenía al hablar quedo en el confesonario: ¿verdad, eh...?, ¿verdad, eh...? También es sabido que a veces dormitaba y se daba golpes en la cabeza para despertarse.

Pláticas a los postulantes

En el mismo clima espiritual de trabajo con los seminaristas seráficos, hallamos en sus cuadernos de preparación, unas pláticas o instrucciones -apuntes para unas pláticas- dirigidas a los jovencitos postulantes para hermanos legos.

Ya saben, mis queridos compañeros -les decía- que la santificación y perfección de nuestra alma depende de los actos que hacemos cada día. De ahí que hemos de poner sumo cuidado en hacer del modo que más le agrada al Corazón de Jesús Y es de suma importancia consagrar y dedicar los primeros momentos del nuevo día a Dios Señor nuestro, para vivir santamente durante todo el resto del día, porque cada nuevo día que nos concede el Señor es un don de su Bondad..." (207)Les hablaba, pues, de la santificación de los actos del día, de la oración, de las fiestas que acontecían, como la Anunciación.

El 12 de mayo de aquel año -no podemos precisar cuál era-les dice: "Vamos a comenzar una serie de conferencias sobre la vida religiosa, siguiendo las normas del M.R.P. Provincial. Hoy trataremos de la vocación. Jesús les ha llamado a cada uno de vosotros diciendo: Ven, sígueme. Es una designación grande de parte de Jesús.¿Quién es Jesús?¿Quiénes son sus caridades...?" (208)

El confesor de casi toda la comunidad

La comunidad -padres y hermanos- tenía sus actos espirituales en el coro, que en el convento de Alsasua estaba en la parte alta de la iglesia. Allí rezaba el oficio divino, allí tenía la oración mental por la mañana y por la tarde. El tiempo de la oración mental era el tiempo oportuno para que, cuando uno lo quisiera, llamara a algún sacerdote para oírle en confesión. No había un tiempo reservado para ello en la semana, sino que se empleaba el tiempo de oración.

El P. Bernabé se granjeó la confianza espiritual de la comunidad. Cuando el año 1940 vino el traslado a Fuenterrabía, según lo veremos en su momento, el cronista de la fraternidad dejó unas líneas en el libro: "...el P. Bernabé de Larraul, predicador vascongado de estos pueblos comarcanos, tenido en todos ellos por santo y confesor de casi toda la comunidad". (209) Mucho que le tengan en todos los pueblos por santo, y no menos que de hecho sea el confesor de casi todos los frailes.

Un religioso ejemplar, ya fallecido, el P. Ezequiel de Torrano, apostilla a propósito de este dato: "Siempre el P. Bernabé era el confesor de la mayor parte de los frailes. En cuanto a mí, en los 16 años que conviví con él, ya de sacerdote (aparte de los 7 de compañero de estudios) siempre me confesé con él. A veces, como dormía tan poco, como ya lo sabíamos todo y le criticábamos por ello como falto de discernimiento yendo contra naturam, estaba exhortándome en la confesión y, de buenas a primeras, se apagaba como una vela y quedaba en silencio por algunos segundos..." (210)

Amor a Jesús por el camino de la penitencia

El P. Bernabé sigue su camino de identificación con Jesucristo mediante la oración constante y la crucifixión de su propio cuerpo. Le ha expuesto al director espiritual su plan de penitencias en el comer y dormir y en otros tipos de aflicción corporal; le ha dicho cómo quisiera unirse a Jesús en el Huerto de los Olivos, y a Jesús en la agonía de la cruz. El director, a quien no le coge de sorpresa este programa, da su beneplácito y le contesta.

"d) En cuanto a las mortificaciones, le apruebo lo de las piedrecitas, siempre que no le causen herida; lo del cuarto plato, comiendo los otros tres con relativa abundancia; lo del jergón y el papel, pero si se rompiese con facilidad vuelva a la sábana; y por ahora, no aumente más las mortificaciones, teniendo mucho cuidado con las que nos imponen las Constituciones y la vida común, que son de mucho precio por ser impuestas por la obediencia y no elegidas por nuestra voluntad. Si alguna vez siente otros deseos de mortificación, excepto en cosas pequeñas, no los ponga por obra hasta que se los apruebe.

e) Siga con esos deseos de acompañar a Jesús en su tristeza y en la cruz, lo mismo que en la Eucaristía y así puede hacer la 'Hora Santa' y en cuanto a lo del 'Viernes y las tres horas que Jesús estuvo en la cruz, hágalas de 12 a 2, con recogimiento interior, pensando en Jesús en la Cruz, y de 2 a 3 puede estar haciendo oración" (211).

Aclaremos algunos detalles de estas mortificaciones. Una de las austeridades tradicionales de la Orden Capuchinas ha sido la aspereza en el dormir. Los lechos eran unas tablas sostenidas en caballetes de hierro o madera; sobre las tablas el jergón de hojas de maíz o de paja, y encima venían las mantas. Antes sin sábanas; en este siglo se introdujo en nuestra provincia el uso de usar sábana -la sábana bajera-, luego ya vino la encimera. Como puede sospechar el lector, con el correr de los años, y concretamente después del Concilio, la Orden ha dado un giro total en cuanto a prácticas penitenciales.

Y lo del cuarto plato se refiere a este particular. La comida entre nosotros se atenía a estos usos: sopa (o ensalada), potaje y "reacción", es decir, carne o pescado. Luego venía el postre, que solía ser fruta. El café en días contados. Según el Manual Seráfico había días de "extraordinario", algún complemento que a modo de entremés se añadía a la secuencia descrita. Y en fiestas señaladas, que no eran pocas, había "plato de caridad", que era una segunda ración (212). Pensamos que cuando el P. Bernabé habla de "cuarto plato" se refiere al plato de caridad. El silencio acompañaba habitualmente a las comidas, pero con plato de caridad se dispensaba del silencio, anunciando el guardián en determinado momento de la comida "Benedicamus Dominus" y los religiosos respondían: "Deo gratias".

El director espiritual, con sabiduría de maestro, indicaba que en punto a penitencias, lo primero las que impone la vida misma y las que indican las Constituciones. El frío fue una penitencia refinada que soportó el P. Bernabé; otra el ayuno eucarístico, cuando tenía que celebrar tarde la misa. Hay que pensar que entonces no había calefacción en los conventos, como tampoco en las casas, y que el ayuno eucarístico era riguroso a partir de las 12 de la noche. En su autobiografía recuerda:

"En el convento de Alsasua me tocó pasar bastante frío durante el tiempo de invierno. Antes también en Pamplona y después en Fuenterrabía, los años que permanecí en aquel convento. Creo que uno de los sufrimientos físicos más fuertes ha sido el frío, dado mi temperamento. No menos sufrí, primero en Alsasua y después en Fuenterrabía, el ayuno eucarístico, que entonces era desde las 12, a media noche. Para mí las misas tardías eran casi un tormento, sobre todo de las 10 de la mañana en adelante. No precisamente porque sentía el vacío del estómago, sino una debilidad tan grande en la cabeza que no era capaz de hacer nada. Así el tiempo se me hacía interminable. Fue, sin duda, mi buen Jesús, que me pedía aquel sacrificio, pero fue duro para mí" (213).

La oración constante y los coloquios con Jesús

Lo que más define al P. Bernabé por dentro, en Alsasua y en cualquier otro momento de su vida, es la oración constante, el espíritu de humildad, de amor y de ternura en ese diálgo con el Señor. Su recogimiento exterior iba orientado a esta finalidad: mantener la presencia de Dios, vivir constantemente en Dios. He aquí retazos de su experiencia de oración, recordando en su ancianidad los años de Alsasua: cómo el Señor le dio la sabiduría y la suavidad de las Escrituras y cómo le introdujo en la intimidad de los coloquios espirituales.

"En Alsasua la oración de la mañana ordinariamente me era dificultosa; me encontraba en un estado de impotencia. Y no solo en el convento de Alsasua; después también. Creo que en parte se debe a mi temperamento nervioso. Más fácil me es entrar en contacto con el Señor, con la Virgen María, paseando o andando (214).

También fue por aquellos años, ¿sería el año de 1935 en verano o sería el año de 1937? No recuerdo bien, lo cierto es que, leyendo las Cartas de San Pablo, en particular la Carta a los Romanos: ¡Qué luz tan grande encontraba, se puede decir en cada una de sus frases! ¡Qué encanto encontraba en su meditación! Con todo, uno se siente incapaz de comunicar aquello que percibe y gusta. Las otras cartas de San Pablo no me llamaron tanto la atención como la Carta a los Romanos. Más tarde he meditado y reflexionado sobre la Carta a los Hebreos - que se sabe no ser de San Pablo -, un servidor se inclina a creer que es de San Bernabé Apóstol - ¿será porque llevoo su nombre? Lo cierto es que esa Carta encierra grandes tesoros que, a mi pobre entender, no se han explotado todavía" (215).

"Probablemente fue el año de 1938, empecé a tener una forma distinta, en cierto modo, de oración, en forma de coloquios con Jesús, mi Señor. Sin duda dentro del alma se forman estos coloquios, en forma de conversación entre amigos. ¿En qué consisten? En que el alma habla a Jesús y como si Jesús responde al alma, no con palabras perceptibles, ni con locuciones interiores. Es una forma de mutuos afectos, de confianza, abandono, etc., que pueden extenderse por algún tiempo, a veces mucho rato. No es que el Señor haga nuevas revelaciones o cosa parecida. Generalmente estos coloquios se encierran dentro de las frases del Evangelio, pero tienen un sabor especial, un gusto espiritual de mucha suavidad que enfervorizan el alma, y en algún modo la enajenan. No depende del alma formar estos coloquios cuando ella quiera. Es difícil reproducir estos coloquios; una vez pasan, no se sienten. ¿Misericordias del Señor? Seguramente" (216).

La celebración de la Misa, ápice de la oración

El núcleo espiritual de la vida del P. Bernabé es la Santa Misa. Esto hay que tenerlo muy presente, para saber organizar en torno a esto todo lo demás. Su amor al Corazón de Jesús, a la pasión del Señor, su espíritu de devoción tierna a María en forma de esclavitud mariana, su propensión a la oración coloquio, todo ello tiene una cima: la Santa Misa. Hay un toque espiritual muy delicado que le ocurre en febrero de 1936, que se le quedó como una lección, como un camino para toda la vida.

"En este tiempo que digo, estando en la convalecencia, uno de los días - 9 o 10 de febrero - después de celebrar la Santa Misa, subí a la habitación. Estaba en acción de gracias de la Sagrada Comunión, pero medio distraído, sin mayor atención. En esos momentos recibí como una reprensión interior, pero no con palabras sensibles; como que me decía Jesús: "¡Qué poca importancia das a un acto tan importante!" o algo parecido que es difícil explicar con palabras. Lo cierto es que, desde aquella hora, el rato de la acción de gracias se me convirtió en una delicia. Era el rato de unión íntima con Jesús, de coloquios amorosos y de confianza, de petición, etc. Un trato de amigos entre sí.

Advierto que esto me ha durado a través de toda la vida en general. A veces con más efusión de afectos y coloquios, pero siempre he dado mucha importancia al acto de acción de gracias después de la Santa Misa. Por eso me desagrada que me molesten en esos momentos por cualquier motivo que sea" (217).

Capítulo VIII

Confesando y predicando por los pueblos de La Barranca

Después de habernos asomado a este santuario interior, que es el alma de nuestro P. Bernabé, estamos en mejores condiciones de comprender su ministerio.

Por los pueblos de La Barranca

El viajero que toma el tren en Alsasua y se dirige rumbo a Pamplona, se encuentra con estos pueblos por el siguiente orden: Urdiáin, Iturmendi, Bacaicoa, Echarri Aranaz, Arbizu (y desviándonos por la carretera a la derecha, Unanua y Torrano), Lacunza, Arruazu y Huarte Araquil. Si de Huarte miramos a nuestra izquierda, tenemos la Sierra Aralar, en cuya cumbre está el santuario de San Miguel in Excelsis. Geográficamente este es el teatro de las andanzas y ministerios pastorales del P. Bernabé en esta primera etapa sacerdotal de su vida. El panorama de estos pueblos forma una gran "barranca", costeada a un lado -dirección de Pamplona- por la sierra Urbasa, sierra Andía, San Donato; y al otro lado por otras montañas, y al final por la sierra de Aralar. La Burunda o el valle de Burunda es en rigor un conjunto formado por Bacaicoa, Iturmendi, Urdiáin, Alsasua y, saliendo hacia Álava, Olazagutía y Ciordia. Como la gran mayoría de los capuchinos de esta provincia religiosa cursamos el seminario menor allí en Alsasua durante cinco años, todos estos lugares quedan ubicados en nuestra imaginación con sus concretos perfiles.

El tren recorre toda la hondonada y, paralela a él, fluye la carretera; los pueblos que no tienen tren por descontado que disponen de una buena carretera. No hay problemas de distancias.

Religiosamente son pueblos de raigambre cristiana, algunos más que otros. Por la larga presencia de los religiosos nos encontramos que la Venerable Orden Tercera de San Francisco está implantada por toda aquella zona con florecientes hermandades. Veamos una estadística que tomamos de la Crónica conventual de Alsasua y que corresponde al año 1935.

"Hay fundadas Hermandades de la V.O.T. en este convento de Alsasua y en los pueblos de Arbizu, Arruazu, Bacaicoa, Echarri-Aranaz, Huarte-Araquil, Irañeta, Iturmendi, Lizarraga, Unanua y Torrano.

La de Alsasua vive muy anémicamente, debido a las causas generales de la localidad, de todos de antiguo conocidas, y a las particulares de la situación actual del pueblo en estos años de la República y que se han agudizado desde la revolución de octubre. La Orden Tercera de aquí sufre el consiguiente descenso. Mueren algunos terciarios y no hay apenas quien tenga ánimos para ingresar.

Salvo esta excepción, las Ordenes Terceras del distrito se conservan bastante bien y algunas crecen con fervor. He aquí la estadística de la Tercera Orden en Alsasua y su distrito.



Alsasua Hermanos 28

Hermanas 108

Novicias 1

Total 137

Arbizu Hermanos/as 317

Arruazu Hermanos 133

Hermanas 157

Profesiones 9

Total 299

Cordígeros 32

Bacaicoa Hermanos 30

Hermanas 70

Total 100

Echarri-Aranaz Hermanos 95

Hermanas 213

Total 308



Huarte-Araquil Hermanos 24

Hermanas 53

Total 77

Irañeta Hermanos 40

Hermanas 64

Total 104

Iturmendi Hermanos 32

Hermanas 85

Total 117

Lizarraga Hermanos/as 70

Novicios 7

Total 77

Unanua Aproximada-

mente 70

Torrano Hermanos/as 70

Novicios 6

Total 76

Termina la estadística: "El próximo venidero año de 1936 se procurará hacer la visita canónica de no ocurrir algún impedimento" (218).

Una vez que le confiaron el ministerio de atención a los hermanos terciarios, el P. Bernabé se dedicó con alma y vida a ellos, y en Fuenterrabía continuará con el mismo empeño. Recuerda con ilusión a los terciarios de sus andanzas por la Barranca:

"En Alsasua empecé a ejercer mi ministerio sacerdotal. Me dedicaron a atender las Ordenes Terceras que había en los pueblos de la Barranca.

Una vez que conocí el espíritu de la Orden Tercera, la cogí con entusiasmo e ilusión. Vi en ella, en la Orden Tercera, el bien que se podía hacer a las almas y creo que trabajé con ilusión dentro de mi pequeñez y miseria.

Cada sábado ordinariamente iba a un pueblo o a otro. Fue también el confesonario uno de los apostolados que más ejercí en esos tiempos - a veces bastantes horas - pero con ilusión.

Me sucedía en algunas ocasiones que, al terminar la tarea del día y regresar al convento, me invadía una especie de tristeza un tanto misteriosa, que me llevaba a Dios con cierta suavidad.

Durante la semana de ordinario me dedicaba a preparar los sermones del domingo y reanudé también la lectura de la "Mística Ciudad de Dios" con provecho para mi alma" (219).

Cómo iba a los pueblos y atendía a los terciarios

Los recuerdos del P. Rogelio Ballona (o Gregorio de Mondragón), que convivió algún tiempo con él en Alsasua, compañero de fatigas por La Barranca y luego también misionero en Ecuador, puede traernos al vivo el modo de comportarse el P. Bernabé cuando iba al ministerio por los pueblos. Si podía, iba a pie. Y he aquí lo que cuenta nuestro Rogelio Ballona.

"Mis relaciones con el P. Bernabé de Larraul en el año 1940. Coincidimos en el apostolado de la Barranca. Tengo que decir que su compañía y conversación produjo en mí un gran impacto.

Teníamos que hacer a veces largas caminatas a pie para llegar a algunos pueblos. Me impresionaba su compostura en el camino. La conversación era siempre de Dios, de temas religiosos. El iba endiosado y no trababa conversación con ningún otro en el viaje. Siempre lo vi con sandalias, aunque a veces sangraba algo de los pies, pues los tenía muy delicados (220).

Al llegar al pueblo, su primera visita era al sagrario de la iglesia y allí permanecía largo rato hasta que el párroco le tenía que llamar casi siempre para que tomase algún refrigerio antes de ponerse al confesonario. Una vez en el confesonario, allí permanecía hasta las diez y media u once de la noche con la dureza del frío invernal en aquellos pueblos. Terminadas las confesiones, otra vez ante el sagrario.

Al día siguiente, para las 6 o 6.30 estaba de nuevo en el confesonario hasta las diez de la mañana, hora en que generalmente el fraile celebraba la misa y predicaba la homilía. Tengo que aclarar que este ministerio era muy duro, porque casi toda la gente se volcaba en el fraile. Y antes de la comida aprovechaba para visitar algunas familias, generalmente de terciarios. Por la tarde, la función hacia las 4 y predicación sobre la Orden Tercera.

Confieso que yo, tres años más joven que él, hubiera sido incapaz de hacer la mitad de lo que él hacía. Y el P. Bernabé siempre amable, siempre sonriente. Lo único que le preocupaba era Dios y las almas. El celo por las almas le devoraba. Recuerdo que por este tiempo, cuando yo leía alguna vida de santos, me decía: Pues el Padre Bernabé hace más que esto" (221)

Esta es la figura del P. Bernabé por los pueblos. Al P. Bernabé había que ir a buscarle a la iglesia. "En cierta ocasión -cuenta otro que también anduvo predicando y confesando por aquellos pueblos, el P. Eugenio Arriola (o Macario de Mondragón)- la hermana del párroco de Echarri-Aranaz y ama de casa, me anduvo buscando por todo el pueblo para darme un recado. Cuando volví a casa me regañó amablemente y me dijo: - Pero ¿dónde se ha metido? Al P. Bernabé ya sabíamos dónde encontrarle cuando faltaba; seguro que estaba rezando en algún rincón de la iglesia" (222).

Los párrocos sabían que con el P. Bernabé, pese a todos los pesares, tenían un tesoro. "Recuerdo lo que me decía D. Juan Goikoetxea, párroco de Arbizu y prestigioso sacerdote: - Mira, el P. Bernabé es un gixajo (pobre hombre), torpe de palabra, soso en la dicción y muy pobre de contenido doctrinal en sus sermones. Pero hay que dejarle, porque tiene fama de santo entre la gente; le oyen con veneración y le hacen caso en todo lo que dice. Hace más bien que todos los predicadores de campanillas juntos" (223)

La famosa reprimenda

Puestos a contar anécdotas de sus andanzas por los pueblos, es famosa una que le ocurrió y que, según dice el P. Bernabé y lo hemos verificado, pasó a la historia. Es la famosa reprimenda que le propinó el Guardián de su comunidad, P. Salvador de Vitoria.

"Al principio del año 1936 - era el mes de enero - yendo a un pueblito llamado Torrano, en el camino me cogió una tempestad y me mojó, y a causa de ello cogí una gripe fuerte. Aquella enfermedad me valió unas fuertes reprensiones del que entonces era Guardián del convento de Alsasua, el P. Salvador de Vitoria. Creyó él que un servidor, por no ir en tren, me había mojado. En verdad que tenía el gusto de andar a pie. Creo que en aquella ocasión fui un rato en el tren, después bajé y seguí caminando a pie y me mojé. Este incidente ha pasado a la historia" (224).

Las fiestas y los sermones

Para conocer al detalle la predicación del P. Bernabé es una fortuna que tengamos, cuidadosamente conservados, los folletos y cuadernos en los cuales él escribía sus predicaciones, más o menos desarrolladas. Cosa curiosa que revela un matiz de su alma. El P. Bernabé, bien desprendido de las cosas de este mundo, no rompió aquellos cuadernitos, y a la hora de la muerte estaban en su humildísima celda. ¿Qué hacían aquellas hojas que seguramente desde muchos años atrás no las había utilizado? Eran un signo afectuoso y acaso uno de esos "no sé qué" que tenemos en nuestro temperamento y talante. He aquí por orden cronológico los cuadernos de su predicación en esta época de joven sacerdote en los años ministeriales de Alsasua.

1) abril 1936 mayo 1936

2) julio 1936 octubre 1936

3) nov. 1936 abril 1937

4) junio 1937 sept. 1937

5) sept. 1937 nov. 1937

6) dic. 1937 abril 1938

7) 22 marzo 1938 julio 1938

8) agosto 1938 enero 1939

9) agosto 1939 mayo 1940

La mayor parte de estos escritos están redactados en euskera (225). ¿Y qué predicaba el P. Bernabé? La predicación estaba determinada en cierta medida por el ritmo del año litúrgico, y así encontramos sermones para Adviento, Año Nuevo, Día del Papa, Jueves Santo y Pascua, la Ascensión, Fiesta de la Cruz, Domingo de Misiones... Al presentar la figura del Señor, es insistente el tema del Corazón de Jesús; se repiten también los sermones de Cristo Rey. Y, hablando de la Virgen, hemos de mencionar a la Inmaculada, a la Virgen del Carmen, el mes de mayo, con pensamientos muy queridos para el P. Bernabé: la Madre, la Medianera, el Corazón de María.

En las fiestas de los santos recordemos a San José, a Santiago, a San Miguel Arcángel en su santuario de Aralar.

Predicaba de San Francisco y de la Venerable Orden Tercera; de este asunto ampliamente, porque era éste un motivo principal que requería su presencia en los pueblos. Como fiesta asociada a San Francisco, la Porciúncula y la Impresión de las Llagas. Predicaba sobre la vida cristiana: educación cristiana, sacramentos, confesión...

San Miguel de Aralar

Es preciso detener nuestra historia bajo este nombre de San Miguel de Aralar. El pueblo de San Miguel de los Bancos será en Ecuador el pueblo del P. Bernabé, y la iglesia que allí se levantó obviamente será la iglesia dedicada a San Miguel. Lo inesperado era que aquella estatuta que colocó el P. Bernabé en la torre tenía una inscripción en euskera: Nor Jaingoikoa aña: ¿Quién como Dios? Palabras que son la versión de la etimología hebrea de Mikael. Y lo llamativo es igualmente que el P. Bernabé hubiese tomado, como representación del arcángel, la misma efigie que se venera en Aralar. El ángel alado alza los brazos para tomar con ambas manos el pedestal de la cruz que yergue sobre su cabeza. La insignia del ángel es, por tanto, la Cruz. El se muestra como portaestandarte de la Cruz victoriosa. Sin duda que esta teología simbólica de la Cruz triunfadora fue lo que más se le clavó al P. Bernabé para tener tal devoción al ángel que rechazó al dragón infernal.

El antiquísimo santuario de Aralar tiene viejas raíces y leyendas. El monte "excelso" fue morada de nuestros hermanos prehistóricos. Quedan en el monte trece dólmenes y un menhir, monumentos de aquellas gentes que hallaron abrigo en las cavernas que existen en aquellas breñas.

Cuenta la leyenda, que puede ser la historia a lo bruto o la historia de nuestros deseos, que era señor del valle Teodosio de Goñi, en tiempos del rey Witiza, siendo papa de la cristiandad Juan VI. La guerra y los azares de la fortuna le llevaron fuera. Quedó en la casa solariega su virtuosa mujer, doña Constanta de Butrón. Esta, para alivio de su soledad y con gesto laudable, trajo al palacio a los padres de su marido.

Pasado el tiempo don Teodosio volvió a su solar y señorío. Y de camino se cruzó una horrible insidia. El enemigo humano en traje de ermitaño le sugirió la ponzoña de que el lecho conyugal había sido mancillado. El caballero espoleó su cabalgadura y entró furioso en su casa, dispuesto a desfundar la daga del cinto. ¿Y qué encontró? Lo que su mente había forjado: hombre y mujer, yaciendo en el mismo lecho. Agarró el arma mortal y se abalanzó contra ellos, regando el lecho de sangre.

Salió del portón, ebrio de furia, y vio que en aquel momento venía de la puerta de la iglesia la piadosa doña Constanza. Entonces ¡horror del infierno! Teodosio comprendió que había matado a sus padres.

Fue a pedir perdón al obispo de Pamplona, don Marciano, pero el prelado dictaminó que para tan gran pecado era preciso acudir en penitencia hasta los pies del Papa, en Roma. El papa Juan VI otorgó el perdón, e impuso al pecador en penitencia que anduviera con unas cadenas, hasta que al cielo le pluguiere.

Y así estuvo Teodosio vagando por las sierras de Andía y Aralar, arrastrando las pesadas cadenas. Al cabo de siete años, un día que estaba en una roca, en lo alto de Aralar, vio que de una sima ascendía el dragón infernal. El, contrito de su pecado, gritó implorando el auxilio de San Miguel, vencedor de las huestes infernales. El arcángel se mostró con la cruz redentora de Cristo. El demonio, fulminado, escapó a su lugar, y Teodosio vio... que las cadenas estaban rotas. Levantó un templo al santo arcángel, príncipe de las milicias celestiales, y junto con su mujer se dedicó el resto de su vida a obras de piedad y de misericordia.

Sí es cierto que en 1027, en tiempos de Sancho el Mayor, existe documentalmente el santuario, y que luego se menciona en 1094 la curación milagrosa de don Pedro Sánchez, rey de Navarra y Aragón, víctima de grave enfermedad.

En el tiempo de nuestra doméstica historia Aralar es un devoto santuario de la diócesis de Pamplona, cuidado por un sacerdote capellán. La efigie del Angel sale en romería por los pueblos, como protector de Euskal Herria, es decir, del Pueblo vasco. Esta imagen en su exterior es metálica y esconde los restos de la antigua talla de madera. El arcángel alado eleva la cruz sobre su cabeza y en esta cruz se venera una partícula del lignum crucis.

El arcángel sale en peregrinación por los pueblos, montado el capellán, en aquellos tiempos, a grupas de un mulo. Al llegar a una parroquia, salían las gentes a recibirle, y la pequeña imagen se alzaba en un mástil, para besar a la cruz parroquial de la aldea o del pueblo. En la segunda semana de Pascua llegaba a Pamplona y se aposentaba en la catedral; desde allí visitaba iglesias y colegios.

Cuando llega a un pueblo se le cantan unas coplillas, generalmente en euskera. Las hay también en castellano y suenan así:

¡Miguel, Miguel!

¡Arcángel Miguel!

Guardad, guardad

a este pueblo fiel.

Este es el estribillo y ahora se suceden las estrofas de corte guerrero, profesando la fe de Navarra, tierra hasta hace poco batida por un acendrado catolicismo: ¡Arriba, Navarra, / de brío sin par! / Que allí nos espera / Miguel de Aralar. -- Que ruja el infierno, / que brame Satán, / la fe en nuestra Patria / jamás morirá...

A la despedida también se le cantan, del mismo brío católico

Adiós, Miguel Arcángel,

Ministro general,

sea siempre tu trono

la cumbre de Aralar.

Y siguen las estrofas: Escucha de Navarra / los gritos de dolor: / jamás pise esta tierra / hereje ni traidor... (226)

En distintas ocasiones del año gentes del valle y de lejos acuden en gran abundancia al santuario y allí se confiesan y comulgan y pasan un día festivo.

Este San Miguel de Aralar hay que tenerlo en la retina para saber cuál fue la iglesia que levantó en las selvas del Pichincha el P. Bernabé de Larraul y cuál la imagen que puso en la torre (227).

* * *

Un sermón sobre San Miguel Arcángel

Podemos escuchar un sermón del P. Bernabé sobre San Miguel Arcángel, más bien, una parte del sermón, la que se refiere precisamente a San Miguel Arcángel del monte Aralar (228). Se trata de un sermón pronunciado el día 8 de mayo, seguramente durante su estancia en Alsasua, en uno de aquellos pueblos que, al amparo del santuario, tienen a San Miguel por patrono.

El predicador da una visión bíblica del Arcángel, comenzando con el combate celestial que representa el texto del Apocalipsis: "Entonces se estableció una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón" (Ap 12,7).

Se hace un recorrido por la Sagrada Escritura para mostrar cómo San Miguel es el protector del pueblo de Dios (229). "Y si San Miguel fue Protector del pueblo escogido por Dios para preparar los misterios de la encarnación de su hijo, ¿no será San Miguel Protector y defensor poderoso del Nuevo Reino fundado por Jesucristo, del pueblo nuevo, adquirido con el precio de su sangre, el pueblo cristiano, que sois vosotros, pueblo escogido de Dios, a quienes se ha prometido la herencia de los hijos de Dios? ¿Quién puede dudar que San Miguel sea su excelso Protector?".

En este contexto se sitúan los párrafos que transcribimos.

* * *

... En toda la Iglesia se celebra la aparición que hizo en el monte Gárgano y cuya memoria se celebra hoy, muchas son otras apariciones que ha hecho en otras partes, en distintas naciones, provincias, donde es venerado con culto por esta causa...

Pero más nos interesa a nosotros el beneficio de favor con que quiso visitarnos sobre el Monte Aralar. Ninguno de vosotros ignorará el favor dispensado sobre Aralar, sin embargo, permitidme recordar para vuestro mayor gozo y agradecimiento:

"Por los años de 714, un penitente solitario, llamado Teodosio vagaba por los montes de Aralar. Llegó un día el noble penitente a una de las dos colinas, en que el Monte Aralar descubre hacia Araquil su mayor altura. Había allí entre los peñascos una cueva profunda, en que solía habitar un dragón de formidable corpulencia, y apenas se acercó allí Teodosio, cuando el dragón, erguido su erizado cuello, se abalanzó hacia Teodosio para tragarle. Ante el inminente peligro, Teodosio, viéndose a las puertas de la muerte, alzó sus ojos al cielo, y levantando la voz, invocó a su Protector San Miguel. En el mismo instante este Supremo Serafín, con un purísimo rayo, descendió del cielo sobre la cumbre, a defender a su devoto penitente. Entre los ecos de un repentino trueno que se oyó, y muchos resplandores de refulgencia celestial, se le apareció de forma visible. Mostrósele el Principe excelso con incomparable majestad, hermosura y agrado, trayendo consigo una pequeña imagen suya uncida con la cruz y levantada sobre su cabeza; las cuales dejó como prenda de su aparición. En ese mismo instante, vio Teodosio que el horrible Dragón caía muerto a sus pies, y su cuerpo quedó al propio tiempo libre de la opresión de las cadenas" (230).

En el mismo lugar, Teodosio le dedicó un templo, testimonio de su agradecimiento y en cumplimiento del encargo recibido del mismo San Miguel, de que quería ser venerado e invocado en aquel Lugar. Teodosio pues habiendo levantado una capilla en el monte Aralar, colocó la Imagen de madera traída por el mismo Arcángel y dejó las cadenas en testimonio del favor recibido del cielo.

Desde luego el Santuario de Aralar comenzó a ser visitado y se convirtió en centro de peregrinaciones. Muchos son los favores gracias de curaciones y otros beneficios, que se cuentan recibidos en el Monte Aralar, del poder e intercesión del glorioso Príncipe San Miguel. Bendecidos y favorecidos han sido los pueblos que descansan alrededor del Monte Aralar. Por causa de esto vuestros antepasados tuvieron una grande veneración a San Miguel y le levantaron altares, le dedicaron iglesias, pusieron bajo su protección y amparo a las familias y pueblos.

Y he aquí que S. Miguel es el Patrón y Defensor de este pueblo. ¡Oh, si ahora se presentaran aquí, reunidos, vuestros antepasados y nos dijeran los beneficios y protección que les dispensó San Miguel! Nos dijeran también cómo defendió pura su fe y sus costumbres santas, y ellos en reconocimiento los invocaron en todos los peligros de cuerpo y alma, y así consiguieron la eterna dicha que ahora gozan. Ah, hermanos míos, cristianos, ¿cómo habéis conservado vosotros pura la fe que habéis recibido en herencia de vuestros [padres]...? ¿Las costumbres santas en las familias? ¿Conserváis la devoción a San Miguel, que os han transmitido vuestros padres y abuelos? ¿O habéis dejado perder por vuestra negligencia y descuido? Y ya no se le invoca en vuestras familias, ni enseñáis a los hijos pequeñuelos las tradiciones recibidas, inculcando suavemente en sus tiernos corazones la devoción y veneración por tan excelso Protector?
Sí, cristianos, el haber descuidado o despreciado las venerandas enseñanzas de nuestra religión, [de nuestros] Padres, nos han traído tantos males bajo los cuales gemimos.
Volveos a vuestras antiguas tradiciones, imitad a vuestros Padres en la devoción y fe a este excelso Patrón y protector nuestro Miguel, y renacerá la fe y renacerán la pureza de las costumbres y vendrá la paz y el bienestar a las familias.
Invocad, sí, a San Miguel, y vosotros, hijos terciarios, os habéis de aventajaros en esto, imitando al patriarca San Francisco (231). Según nos dicen los que han escrito la vida de S. Francisco de Asís, fue muy devoto de San Miguel durante toda su vida. Con un ayuno de 40 días se preparaba para su fiesta en los combates terribles que tuvo que sostener contra las tropas del Infierno, San Miguel fue su Invicto Defensor y con invicta ayuda salió victorioso de todos los ataques infernales. San Miguel le consoló y le recreó, apareciéndosele y conversando con Francisco.

Aita santua

La gente sencilla, que si no tiene -o tenía- conocimientos, sí que tiene sabiduría e intuición, bien pronto, al ver a una fraile de esta traza, lo llamó santo. Decían en vasco: aita santúa, un apodo que comenzaron a rubricar, por de pronto, con las penitencias que veían en este humilde hombre de Dios. Luego vendrían también los milagros que comenzaron a atribuirle. El apodo de aita santúa se lo llevó también a Fuenterrabía y allí, al sentir de la gente, se multiplicaron los milagros.

Nos dice el P. Macario de Mondragón, recordando los años de Alsasua: "Ya en esa época le conocían todos con el cariñoso apelativo de aita santua. Escribo con minúscula porque Aita Santua se le llama en euskera al Papa, aunque con distinto matiz". (232)

Podemos escuchar a un venerable sacerdote de La Barranca, el que ha sido casi medio siglo capellán de San Miguel de Aralar, que desde el Santuario escribía en 1990: "Conocí y traté personalmente con el P. Bernabé en mis ya lejanos tiempos de párroco de Urdiáin, allá por los años 40-45. Todos en la parroquia, incluso los niños de la catequesis, lo apellidaban fraile santua. Y no me extraña nada tal apelativo, porque su porte exterior irradiaba paz y alegría interior, fruto de su continua e íntima unión con Cristo.

Yo mismo pude comprobar, primero, su gran espíritu de oración, pues, si no estaba en el confesonario, era muy frecuente verlo de rodillas ante el Sagrario rezando, con los brazos en cruz, si se creía solo en la iglesia, y sin hacer caso del reloj.

Pero lo que quizás me llamó más la atención fue su espíritu de mortificación. Aprovechaba cualquier momento para mortificarse de alguna manera. Recuerdo que comenzaba por venir desde Alsasua hasta Urdiáin a pie, descalzo y por la vía del ferrocarril. En las comidas era sumamente frugal, pero además, con disimulo, echaba al condumio, por supuesto sin necesidad, gran cantidad de sal, supongo que para mortificar el sentido del gusto. Algún día a la hora de la siesta, cuando suponía que estaba en su habitación, fui a los servicios callandito para no molestarle y me encontré con la puerta cerrada; oí unos ruidos muy especiales, que a mi juicio sólo podían ser disciplinazos.

A mi hermana oí decir un día en que, como de costumbre, fue a 'hacer' la cama en que dormía nuestro fraile, encontró dentro de ella un entrelazado de zarzas con muchas espinas. Sin duda al 'poverello' se le olvidó retirar el 'cuerpo del delito', pues siempre procuraba ocultar sus mortificaciones". (233)

El mismo sacerdote dice que puede hacer de "abogado del diablo" contra el aita santua. "Si yo tuviera que hacer de abogado del diablo, diría de él, cuando menos, que era un imprudente porque no se preocupaba lo más mínimo de su salud corporal. Ejemplo, aparte del detalle de la sal: un día de confesiones de cumplimiento pascual llegó de Alsasua a Urdiáin con los pies muy llagados por el balasto y las zarzas del ferrocarril. A la mañana siguiente se levantó con un pie tan infectado y tan hinchado que no podía ponerlo en el suelo. Pero no por ello dejó su trabajo y a la hora de la misa dio al pueblo un espectáculo: para volverse hacia los asistentes tenía que apoyarse en las manos sobre el altar, adoptando posturas poco ortodoxas. Pero nadie protestó.

Vuelto a casa, pidió a mi hermana que le preparase un emplasto de cebolla con aceite frito y se lo pusiera en la herida lo más caliente posible. Mi hermana se lo preparó, pero se negó a ponérselo con el aceite hirviendo como estaba y entonces él mismo se lo colocó. Dios sabe lo que habría sufrido, pero el hecho es que a la mañana siguiente la herida supuró en abundancia y el pie quedó casi normalizado. ¡Cosas de los santos!" (234)

Un nuevo paso en su ofrenda de víctima

Al presentar esta estampa del P. Bernabé andariego por los pueblos de La Barranca, hemos juntado anécdotas y rasgos que pertenecen a años dispersos de aquella época "alsasuarra". Ahora, con cierta fidelidad cronológica a los pasos de la historia, vamos a situarnos a mediados de 1936, para observar en qué punto espiritual se halla su vida interior, según el propio balance que hace el P. Bernabé. Digamos de paso que nos hallamos en vísperas de la guerra civil española.

El día 2 de junio escribe el P. Bernabé a su director espiritual. Hace tiempo que guarda silencio. Acaso desde antes de los Ejercicios pasados, que fueron en septiembre de 1935. La verdad es que su alma navega en paz y no requiere en este momento una comunicación constante. "Recuerdo los meses que han pasado, y los repaso, y en todos ellos encuentro misericordias que agradecer al Buen Jesús, y beneficios de que darle gracias. ¡Oh Padre!, Jesús siempre se me presenta Bueno, Bondadoso. Yo, pobrecillo, le hablo con confianza, le digo lo que me dicta el corazón". (235)

Observa el P. Bernabé, que dentro de unos días va a cumplir 29 años, que el deseo vital y dominante de su vida es llegar a la humildad. Pero no es posible la humildad sin un conocimiento limpio y total de sí mismo. "¿Quién me dará el conocimiento íntimo de la criatura, después del pecado...? Sólo el Espíritu del Señor, que penetra las profundidades del corazón. En los Ejercicios del año pasado, en septiembre, me llamó la atención esta verdad. En el alma del justo vive Jesús, por medio de su gracia, por su Espíritu Santo. Mora la Santísima Trinidad. Desde entonces me ha ocurrido el recogerme interiormente y sentir dentro de mi alma esa presencia íntima. A pesar de eso generalmente mis súplicas, afectos y peticiones las dirijo al Sagrario, desde cualquier lugar en que me hallo". (236)

Pero la nota más característica de este momento es que ha sentido en el fondo del corazón un nuevo impulso a avanzar más y más en la espiritualidad de ser víctima de amor. Incluso se le brinda la ocasión de formar parte de una liga de almas escondidas. Se cumplen en este mes los once años de aquella ofrenda que hizo un día; ahora la quiero renovar con una hondura nueva, con una comprensión teológica nueva, iluminado por la reflexión que le proporcionan las cartas de San Pablo. Veamos con sus propias palabras cómo analiza el fondo de su corazón.

"Otra cosa deseo comunicarle: Hará mes y medio, llegó a mis manos un librito: Las almas víctimas (237). Quizás V. R. tenga conocimiento de él... Ese librito habla de las almas que 'se consagran al Cordero Divino por la conversión de los pecadores'. Es un liga entre almas generosas, pero ocultas, pues ni aun entre sí se conocen. En fin, Reparar... Sacrificarse en la misma cruz de Cristo. Morir para obtener la vida a los pecadores. Esas almas se consagran como víctimas de un modo especial en favor de los Sacerdotes del Señor. En esta liga de almas víctimas, además de una Congregación especial, que existe, no sé si dirigida por el Cardenal Segura (238), pueden entrar toda clase de almas, que se sientan con vocación para ello, pues es una liga espiritual. Para ello no se necesita otra cosa sino la aprobación del Director del alma. Estas almas se encargan cada una de la conversión de un pecador".

El P. Bernabé se encuentra dispuesto a toda oblación y se siente llamado. Es algo que pertenece al núcleo de su espíritu. Merece que nos detengamos en la continuación de esta carta, que nos da las dimensiones íntimas de su alma.

"Oh Padre, he sido llamado a pertenecer a este número de almas, no desde el principio como Víctima, porque es una cosa muy grande, sino como aspirante. Yo comprendo que es una cosa muy grande ser Víctima de ese modo. Porque la Víctima verdadera no se pertenece en nada a sí misma, muere cada día como San Pablo (239), en la Cruz de Cristo Jesús. No se busca en nada a sí misma. Su vida es Cristo Jesús. Su morada el Corazón de Jesús. Todas las cosas las hace en la caridad del Espíritu Santo, bajo su influencia y su dirección.

Así entiendo yo, Padre, ser víctima. Y yo, pobrecillo, he sido invitado. V. R. no sé si recordará el ofrecimiento que tengo hecho al Corazón de Jesús, considerándole como Amor Misericordioso, y me ofrecí para ser víctima, hace ya 11 años, aunque entonces no sabía bien lo que era ser Víctima. Desde entonces el buen Jesús siempre me ha comunicado el deseo de amarle, hacer todas mis pobres cosas por su amor, me ha comunicado el deseo de sacrificio. Padre, no me parece, pues, una cosa nueva por una parte ésta de ser Víctima para gloria del Señor. Sí, padre, yo desearía llegar a ser víctima verdadera. ¿Me da, pues, su aprobación para unirme a esa clase de almas ocultas? V. R. me enseñará, con la luz del Espíritu Santo, me ayudará, así lo espero. Nuestra santa Regla, camino me parece que es para ser Víctima verdadera. Nuestro Padre fue verdadera Víctima. Pero la letra mata, el Espíritu es quien vivifica. El Espíritu Santo da la luz y la virtud para obrar el bien. El mismo obra en nosotros y nos enseña las cosas que son del agrado del Señor.

Padre, éste es, pues, mi deseo: ser fiel a Jesús, desconfiar en todo de mí mismo, confiar todo de Jesús por su Madre. Hacer todo con recta intención de agradar a Jesús, buscarle a El, no a mí mismo, querer su querer". (240)

A vuelta de correo le respondió el P. Antonino. Se expresa con llaneza e incluso cariño, otorgando su bendición para proseguir en esta ofrenda de víctima. "He recibido su carta, por la que veo que el buen Jesús continúa ayudando su pobrecita alma, con el mismo cariño con que ha ayudado a los que quiere para ser santos, por eso se presenta a su alma siempre Bueno y Bondadoso, y le da esos sentimientos e inclinaciones a la humildad y al Sagrario.

Oh, confíe mucho en la bondad de Jesús, y ponga en ella toda la esperanza de su fidelidad, con él todo lo puede, sin él es una pobre criatura incapaz de todo, hasta de un buen pensamiento. Todos los buenos pensamientos y deseos que hasta ahora ha experimentado han nacido de Jesús Sacramentado. El se los ha merecido y después se los ha comunicado por el Espíritu Santo que habita en su alma, aunque pobrecita. Aumente, pues, cada vez más su confianza en Jesús, al mismo tiempo que va reconociendo su nada, su incapacidad para todo bien; y con esa confianza y humildad siga viviendo dentro del Sagrario, donde Jesús vive eucarísticamente adorando a Dios, dándole gracias, satisfaciendo por nuestros continuos pecados, e impetrándonos las gracias de salvación y santificación.

Ahí es, pues, donde debe vivir fr. Bernabé, vivir con Jesús esa misma vida; ahí está su fortaleza y su santificación. No deje, pues, esa vida eucarística, adórele por los que no le adoran, sea ante Jesús esa víctima de expiación por los muchos pecados que se cometen y por lo poco que le amamos nosotros. Pídale que se deje conocer y amar de este pobre mundo, y sobre todo de las almas sacerdotales y religiosas.

En lo que me consulta sobre la invitación que le hacen para formar parte de esa Liga espiritual de almas víctimas, como nada tiene que perturbe nuestra vida religiosa, me parece bien que la acepte, y que haga de nuevo esa consagración". (241)

La bella historia de Fray Vicente y el Padre Bernabé

Estamos en el inicio de la guerra civil española, que estalló el 18 de julio de 1936, de la que tendremos que hablar después. "En aquel mismo verano llegaron del Colegio de Estella dos estudiantes de filosofía, afectados por la tuberculosis. Uno de ellos era de Legarda, que murió pronto (242). El otro fue Fr. Vicente de Villafranca de Oria, con quien trabé una amistad íntima espiritual. Se confió enteramente a un servidor; era muy devoto de la Virgen María. Con la santa ilusión de ser Misionero, a toda costa quería recuperar la salud. Con este motivo escribió con ingenuidad dos cartas a la Santísima Virgen (243).

En aquel momento Fray Vicente de Villafranca de Oria, cuyo nombre bautismal era José Ramón Yáñez Irastorza, tenía 19 años. Había sido niño seráfico en Alsasua y era profeso capuchino desde 1933. Su vida ha sido escrita por un sacerdote, don Carmelo Tecedor Hernáez, con el título de Misionero de vanguardia. (244) Aquí se nos entrega el texto de las dos cartas que el piadoso y angelical joven escribió a la Virgen, pidiendo el milagro de la salud. "No quiero la salud para gozar -escribía-, sino para ser misionero, para hacer conocer a las almas la fineza de vuestro amor; para hacer reinar en España y en el mundo entero el Sacratísimo Corazón de Jesús; para salvar las almas de los pecadores; en fin, para acelerar la llegada del reinado de Cristo y el vuestro en nuestras almas y en el mundo entero. Pongo por intercesores de mis súplicas a mi Padre S. Francisco, a S. Antonio a quien, como sabéis, me consagró mi madre antes de ver la luz del mundo; al Bienaventurado Patriarca San José, Esposo vuestro; a mi amada Teresita, por cuya mediación especial para con Vos, espero conseguir esta gracia". (245)

La carta la había escrito el 5 de agosto para comenzar la novena de la Asunción de aquel año 1936. Esperaba el milagro el día 15. El milagro -¡oh lágrimas!- no vino; insistió el día 18 con los mismos dulces sentimientos. Y tampoco en esta ocasión la Virgen María María accedió a los ardientes deseos del joven.

"La respuesta que obtuvo fue que se empeoró. Comprendí que ni el Señor ni la Santísima Virgen le querían conceder la salud. Procuré conducirle por el camino de la resignación y conformidad con la voluntad del Señor y a que se ofreciera como una pequeña víctima, a imitación de Santa Teresita del Niño Jesús, de quien era devoto. Aceptó mi proposición y recuerdo que hicimos el acto de ofrecimiento el 4 de septiembre de 1936, que fue Primer Viernes de mes. Desde entonces cambió la disposición de su ánimo. Aceptó la enfermedad y en ella la voluntad del Señor, a pesar de su anhelo de ser misionero. No estuvo largo tiempo conmigo. Fue trasladado de nuevo a Estella y luego a Sangüesa. Continuó nuestra comunicación espiritual por correspondencia epistolar. Consumido por la enfermedad, y en las manos del Señor, terminó su vida en Sangüesa el 25 de agosto de 1938 con estas palabras: Ya soy feliz". (246)

La guerra civil española (1936-1939)

El capítulo de la guerra civil española es un capítulo muy delicado en la historia del catolicismo español, y en el ámbito reducido de una simple biografía no tenemos que entrar por menudo en el tema. Un capítulo muy delicado en la historia de nuestra provincia capuchina, por sus especiales características. El autor de estas páginas del P. Bernabé reflexionó sobre aquellos años heroicos, confusos y dolorosos, cuando, siendo ministro provincial, volvió la mirada atrás, tratando de poner claridad en un tema durante años intocable, y tratando de llegar de algún modo a una reconciliación con la historia. Entre nosotros muchos hermanos sufrieron duras consecuencias. (247)

En Alsasua, centro de mucha pujanza obrera, la guerra, y ya anteriormente la República, desencadenó un gran conflicto ideológico y sangrientas heridas en la población. Estaba a la sazón de Párroco don Marino Ayerra (1903-1988), hombre sensible y activo, muy ajeno a la ideología de cruzada que se dio a la guerra. Años más tarde, dejado el sacerdocio, escribió un libro de memorias: No me avergoncé del Evangelio (Buenos Aires, 1958). Allí cuenta, en algún lugar, con qué tono y furia de cruzada predicaba en la iglesia de capuchinos el P. Ildefonso de Ciáurriz, que había sido provincial de capuchinos.

Reconocemos el fervor que se derrochó, una generosidad católica que llevó al verdadero martirio, pero no podemos menos de lamentar la confusión religiosa y la exaltación en que se cayó.

¿Cómo vivió el P. Bernabé aquel acontecimiento que desangró a los dos Españas? Bien se puede sospechar que el P. Bernabé, por criterio ajeno a la lectura de periódicos, no estaba en condiciones de valorar aquella contienda fraguada en un lastre de años. Diremos que apostólicamente en la guerra y antes y después estuvo del todo volcado hacia la gente dolorida. Pero una toma de postura ideológica en estas cuestiones eso era algo extraño a su espíritu. Por lo demás nadie se lo pedía; nadie habría esperado del P. Bernabé un pronunciamiento distinto del de su bondad, sacrificio y entrega generosa y pacificadora.

En su Autobiografía encontramos nada más que unas líneas sobre la guerra. "Por el mes de julio de 1936 estalló la guerra en España. Pasados los primeros días de expectación pude continuar mi ministerio de apostolado por los pueblos, aunque me tocó sufrir por las opiniones tan encontradas que había que escuchar y por los desastres y lamentos de más de una familia, etc." (248)

Otro tipo de santo se hubiera mojado e emplicado en estos asuntos, para los que se hubiera necesitado mentes lúcidas y críticas. No era esto lo que el Señor pedía al P. Bernabé; no era éste su carisma.

Fecundidad apostólica de los años 37 y siguientes

Ha contado el P. Bernabé que, pasados los primeros momentos de incertidumbre, al declararse el alzamiento nacional, se pudo continuar la tarea normal en los servicios ministeriales. Y así lo hizo nuestro hermano, entregado con alma y vida a su ministerios. He aquí su relato:

"Llegada la primavera del año 1937, empecé a sentir una novedad en mi vida espiritual, como un nuevo impulso de trabajar por el bien de las almas, de entregarme enteramente al apostolado, etc.

Recuerdo que aquel impulso me llevó al propósito y deseo de querer renovar las Ordenes Terceras que entonces existían en aquellos pueblos, y que se encontraban algún tanto caídas.

Ese mismo ánimo espiritual me impulsó a preparar - a pesar de mi humilde condición - una peregrinación de penitencia de todos aquellos pueblos de La Barranca en favor de la paz y de desagravio.

Es verdad que tuve algunas dificultades y sufrí algunas humillaciones, pero se consiguió y se realizó. El día 19 de septiembre de 1937 una gran multitud de fieles llegaba a la Ermita del Santo Cristo de Alsasua - cuyo nombre no recuerdo en estos momentos. Para ello conseguí que vinieran varios confesores a los pueblos, a fin de prepararlos a la recepción de los Sacramentos. Esta peregrinación de penitencia se repitió los años 1938 y 1939, aunque no al mismo lugar, sino a lugares distintos" (249).

La crónica conventual de Alsasua se hace eco con detalle de estas peregrinaciones penitenciales, que, en el ambiente y circunstancias que se vivían, no dejaron de aprovecharse con tinte patriótico y político. El Cristo de Alsasua es el venerado Santo Cristo de Otadia, en la antigua ermita ubicada en las afueras del pueblo. (250) La peregrinación tuvo lugar el día 19 de septiembre y acudieron los terciarios de los pueblos del contorno, llegando hasta de Huarte-Araquil. Venían los peregrinos precedidos de sus párrocos con la cruz alzada y cantando las Letanías de los Santos. A las 11 llegaron al cruce de la carretera, donde fueron recibidos por el Cabildo, Comandante, Ayuntamiento de Alsasua y Comunidad de Capuchinos y mucha gente del pueblo de Alsasua. "Predicó el Párroco -dice la crónica- no por encargo nuestro, sino porque él se lo adjudicó como obligado a ello". Por la tarde se hizo el Via Crucis y predicó el guardián de Sangüesa, el P. Fidel de Torrano,en vascuence y en castellano.

Pero, atención ahora, al remate de la crónica conventual. "Con esto se terminó el objeto del día. Sin embargo, organizado por el Comandante, al terminar la función, se dirigió la multitud cantando himnos patrióticos a la plaza del Ayuntamiento y allí tuvo lugar una arenga patriótica, que pronunció el P. Gabriel de Lezáun, que gustó muchísimo y satisfizo plenamente a todo el concurso". (251)

Para esta ocasión se había traído la veneranda imagen de San Miguel In Excelsis, la cual pernoctó en el convento, en la capilla del Colegio, y al día siguiente volvió al santuario.

La peregrinación del año 38 se concentró en Echarri-Aranaz, el domingo 29 de septiembre. "Es de notar -así se expresa la crónica- que los peregrinos hicieron todo el viaje de ida y vuelta, desde su respectivo pueblo, a pie con una lluvia torrencial, tanto a la ida como al regreso, sin pararse en sitio alguno para defenderse de la lluvia; en lo que se pone de manifiesto el gran fervor de los Terciarios, quienes hicieron este sacrificio muy gustosos a fin de conseguir del Señor el fin de esta peregrinación, que no era otro sino el de conseguir del Todopoderoso el triunfo completo y rápido de nuestros soldados de la verdadera España, y la paz en todo el territorio nacional". (252)

Capítulo IX

En el convento de Fuenterrabía (1940-1958)

 

 

Al convento de Fuenterrabía (2 abril 1940)

Ya estamos en Fuenterrabía -Hondarribia prefieren llamarla hoy los vascoparlantes con el sabor entrañable de su lengua materna. Una trayectoria de 18 años, que va desde los 33 hasta los 51, época de gran plenitud para quien puede seguir avanzando por el camino ascensional de su vida.

El capítulo trienal de la provincia se había celebrado en junio de 1939, siendo elegido ministro provincial el P. Ignacio de Pamplona (253). Pero el establecimiento completo de la comunidad de Fuenterrabía vino más tarde. El 2 de abril de 1940 hacían su entrada en la comunidad los dos recién destinados, que venían de Alsasua, el P. Alfredo de Oco destinado para guardián, y el P. Bernabé para el ministerio en general, con el título que era común en las tablas de las familias conventuales: "predicador".

En julio de 1936, cuando el Alzamiento Nacional, la comunidad de Fuenterrabía estaba compuesta de veintitrés religiosos (254) . Hubo sucesos tormentosos, a los que luego nos referiremos. El convento había servido estos años de cuartel.

Terminada la guerra con el parte victorioso del generalísimo Franco en Burgos el 1 de abril de 1939, aún siguió unos meses una guarnición de soldados en el convento de Fuenterrabía. El provincial Ignacio de Pamplona, escribía en noviembre: "Todavia no hemos podido conseguir la evacuación de las tropas que ocupan nuestro convento de Fuenterrabía: viven allí cuatro Padres y un Hermano, que ejercen como pueden su sagrado ministerio. Esperamos que antes de finalizar este año, habremos recobrado totalmente aquel convento digno de mejor suerte" (255).

La vuelta a la vida capuchina en Fuenterrabía tenía una notable modalidad. A partir de ahora el convento iba a albergar dos cursos de estudiantes capuchinos, previamente a la entrada en el Noviciado. El Noviciado se retrasaba así dos años, para que los muchachos no fuesen tan jovencitos a la hora de emprender la vida franciscana, ritmo nuevo de la provincia de Navarra-Cantabria-Aragón con respecto a otras del distrito ibérico. Esto explica la razón del traslado del P. Alfredo de Oco, que venía de Alsasua. La crónica conventual anota con cuidado lo que ocurrió aquel día 2 de abril de 1940.

"El 2 de abril a las 11 de la mañana llegó el R. P. Guardián, P. Alfredo de Oco, acompañado del M.R.P. Provincial [Ignacio de Pamplona] y M.R.P. Ricardo de Lizaso, 2º Definidor y Vicario de Pamplona. El P. Alfredo llevaba cerca de 10 años de Prefecto de Disciplina de la Escuela Seráfica de Alsasua, y se le trajo de Guardián y Director para preparar todo, pues se determinó traer a los Seráficos dos años a Fuenterrabía, después de pasar los 5 años en Alsasua, y antes de ir al Noviciado a Sangüesa.

La Comunidad estaba formada por los siguientes religiosos:

R. P. Alfredo de Oco, Guardián
R.P. Pío de Estella, Vicario
R.P. Bernabé de Larraul
R.P. Lucas de lturmendi
R.P. Miguel de Arruazu
Vble. Hno. Fr. Félix de Allí
Vble. Hno. Fr. Cristóbal de Lizarza
Vble. Hno. Doroteo de Arbizu" (256).

Anota el P. Bernabé que con el P. Pío de Estella, a quien había tenido de profesor de Historia Eclesiástica en Pamplona, trabó una amistad espiritual bastante íntima, mientra el P. Pío residió en aquella casa (1939-1944) (257).

Con el tiempo la familia iría creciendo. El 27 de aquel mismo mes de abril llegó el P. Macario de Mondragón (luego Eugenio Arriola), que habría de convivir con el P. Bernabé dos años. El P. Macario acababa de despedirse, con otros tres religiosos, para embarcarse rumbo a China, y aunque su foto y la de sus compañeros apareció en la portada de nuestra revista "Verdad y Caridad" como generosos misioneros para el lejano Oriente, la guerra mundial cortó el viaje.

Lo primero que hubo que hacer es arreglar la casa. Albañiles, carpinteros, linterneros -dice el cronista- pusieron manos a la obra durante bastante tiempo "pues estaba la casa muy estropeada, porque habían estado los soldados casi cuatro años" (258).

Tristes años de la guerra

¿Por qué fue destinado el P. Bernabé a Fuenterrabía? Por una razón muy sencilla. Sin recato podía decirla el narrador de la Crónica de Alsasua: "La (partida) del P. Bernabé parece que debió ser motivada por la falta que hacía en Fuenterrabía, donde desgraciadamente en los primeros días de nuestra Cruzada se dieron ejemplos lastimosos por algunos de nuestros Padres, de un Padre ejemplar, ejemplarísimo que desvirtuara con su presencia aquella mala impresión" (259).

Tal como entonces pensaban los superiores, las cosas se veían así..., el famoso "nacionalismo" era la perdición, y la guerra había sido sencillamente la Cruzada (260). El provincial Ladislao de Yábar presentaba de este modo la situación de Fuenterrabía el 16 de septiembre de 1936, cuando las tropas nacionales habían dominado Fuenterrabía e Irún: "Otro hecho tristísimo y funesto para nosotros ha sido la clausura del convento de Fuenterrabía, ordenada por la Autoridad militar, al poco de haber conquistado Irún y Fuenterrabía nuestras tropas. Los 11 religiosos que allí habían quedado fueron traídos a Pamplona en calidad de detenidos. Causas: la conducta incalificable de algunos antes de la guerra... y luego, el aparecer públicamente en unión con el Frente Popular... todo esto ha rodeado a aquel convento de un ambiente tal en Fuenterrabía, Irún, Rentería, Oyarzun, que ha motivado esta fuerte medida que contra él se ha tomado. Espero que el Señor nos conceda el verlo nuevamente abierto" (261).

Se podrá disentir de aquella interpretación. Un venerable religioso de la provincia, el P. Dámaso de Inza, que entonces era vicario del convento, a sus noventa años quiso dejar constancia de aquellos días aciagos, sin traslucir impresiones negativas (262). Páginas admirables llenas de fervor y de humanismo. Los milicianos ocuparon el convento al estallar la contienda; el P. Dámaso salvó las 800 formas consagradas que había en el sagrario y, durante unas horas de prisión que sufrieron en el fuerte de Guadalupe, las dio de comulgar a sus hermanos. Pronto les sacaron de la prisión y tuvieron acogida en los religiosos de los Sagrados Corazones o Padres Franceses, cercanos a capuchinos. Desde allí pudieron ver la quema de Irún.

"Tal vez fuera el cuatro de septiembre. Los milicianos rojos comenzaron a incendiar la ciudad prendiendo fuego en los edificios más próximos a la iglesia parroquial. La iglesia no sufrió ningún daño, porque estaba firmemente custodiada por los gudaris. Tras el estallido de las bombas incendiarias fueron ardiendo una tras otra todas las viviendas de la calle Colón; ardían los pisos de madera despidiendo grandes llamaradas por las ventanas, luego se desplomaba la techumbre y el edificio se convertía en un horno en llamas. Los milicianos no cesaban de lanzar bombas y más bombas inflamables casa por casa, según el plan estudiado... De aquel fuego devastador tan solamente se libraron las viviendas de la Avenida de Fuenterrabía y las del barrio obrero ubicado en el Noroeste de la ciudad" (263).

Fuenterrabía no fue incendiada, pero, ante el avance de las tropas nacionales, los milicianos concentraron en la plaza mayor todas las unidades de su parque móvil y las hicieron estallar a bombazos, y antes de retirarse del fuerte de Guadalupe, pasaron por las armas a los siete prisioneros que quedaban, entre ellos a un sacerdote coadjutor de Fuenterrabía, don Miguel Ayestarán.

Abreviando, la primera semana de septiembre Irún y Fuenterrabía eran dominadas por las fuerzas nacionales, a las órdenes del general Mola. Y he aquí un suceso que, a estas alturas de la historia, nos produce cierto coraje. Sigue escribiendo el P. Dámaso de lnza: "El día nueve de septiembre nos visitó el M.R.P. Provincial, Padre Ladislao de Yábar. Su llegada para nosotros fue motivo de grandes esperanzas. Era la primera visita que recibíamos en tres meses; y era el P. Provincial en persona quien venía a interesarse por nosotros. No lo esperábamos tan pronto; ni sabíamos que tenía quejas contra nosotros. Según nos dijo, poco antes se había entrevistado con el general don Emilio Mola, y lo había encontrado muy indignado, porque no habíamos ido a Irún a darle la bienvenida. La entrevista debió de costarle un mal rato a nuestro P. Provincial. A nosotros nos tocó tragar saliva por reprimenda tan inesperada; y finalmente acatamos, sin discusión, obedientes y sumisos, la ordenación siguiente: 'Todos, a excepción del P. Superior y Vicario, irán esta misma tarde, en calidad de prisioneros hasta el convento de Extramuros de Pamplona" (264).

Se terminó la guerra, pero las heridas no se cicatrizaron, ni entre los frailes, que por espíritu de obediencia -o docilidad- callaban (muchos fueron misioneros a Argentina y Chile y a otras misiones de ultramar), ni menos entre el pueblo. Barrunte el lector en qué circunstancias llegaba el P. Bernabé a Fuenterrabía, con una muda de repuesto, el breviario y algunos libros y papeles, el 2 de abril de 1944 a las 11 de la mañana. Y véalo el lector recorrer aquellas calles, pocos años atrás machacadas por la guerra, como lo ha pintado su compañero Macario de Mondragón. "Nunca o casi nunca cogía el tranvía en sus desplazamientos a Irún, Fuenterrabía y alrededores. Siempre iba a pie. Y era impresionante el asombro y la admiración con que le miraba la gente pasar por el Paseo Colón, la calle más céntrica de la ciudad, caminando con pies descalzos, su rubia y larga barba enmarañada y el capucho calado para protegerse de la lluvia o el sol. Creo que el P. Bernabé alimentaba la pequeña vanidad de parecerse, incluso en su aspecto físico, al Pobrecillo de Asís" (265).

Tierra de fe y de pasión

Políticamente ¿cómo quedaba el pueblo vasco? Se había llegado al Día de la Victoria, pero no se había obrado la reconciliación. Las dos Españas seguían existiendo: una, sofocada, en silencio o en destierro; otra, triunfante, en el poder, abierta plenamente a las jerarquías eclesiásticas, en una cordial alianza de religión y poder gobernante. Pero, aun en esta situación general, el pueblo vasco era, y sigue siendo, fenómeno especial, que no puede ser homologado sin más como una parcela del estado español. La guerra no había resuelto en modo alguno las aspiraciones nacionalistas de muchos hijos de esta tierra, que se sienten, por lo demás, fervientes católicos. El más acendrado nacionalismo vasco ha estado marcado por un sello de fe cristiana (266).

El P. Bernabé estaba bien ajeno a la política..., no hace falta repetirlo. No queramos pedirle que se defina, porque su misión -incluso su capacidad mental- van por otros rumbos, y no tiene que definirse. Pero el lector sí que debe saber que la gente entre la que se hace presente el P. Bernabé sí que padece profundas heridas, y tantas veces injustas herida, por causa de la guerra.

Valga un testimonio de su compañero, el citado P. Macario de Mondragón, que fue un religioso fragante de bondad y franqueza y compartía casa y ministerio con el P. Bernabé los años 40-42. "Cuando los militares desalojaron el convento de Fuenterrabía y se constituyó la nueva fraternidad, una de las preocupaciones era rehacer las relaciones con las órdenes terceras del distrito, a las cuales atendieron con gran esmero los religiosos de la época anterior. El superior nos encomendó este trabajó al P. Bernabé y a mí. Repartimos el trabajo. Yo sé algo del calvario de desprecios y humillaciones que tuve que sufrir en algunos pueblos, aunque pocos, donde confundían a la orden tercera con partidos políticos, porque algunos de sus miembros habían militado en un bando o en otro. Cuando volvía al convento, me desahogaba con los frailes, poniendo verde a algún párroco o a algunos seglares. Pero el P. Bernabé, que tuvo que sufrir tanto o más que yo por la misma causa, callaba. Entonces comprendí la suma discreción que tenía para no hablar nunca mal del prójimo. Yo nunca le oí murmurar de nadie. Aún más, cuando paseábamos por el claustro o la huerta en las recreaciones y poníamos en tela de juicio a algún ausente, o bien se retiraba discretamente, o bien trataba de desviar la conversación, diciendo, siempre sonriente: No está bien que hablemos mal de nadie" (267).

Pero volvamos a la situación en que quedó el País Vasco después de la contienda. Esta tierra de Ignacio de Loyola y otros santos, es una increíble tierra de fe, pueblo cristianísimo que ha poblado el mundo de misioneros. "Es acaso el Pueblo más católico del mundo", decía el Partido Nacionalista Vasco. Y seguía: "Este es el Pueblo que en cada uno de cuyos hogares se abrió alguna vez la puerta para dar al altar un hombre consagrado" (268).

En estos años de nuestra historia, las tres provincias vascas -a saber, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya- componían una única diócesis, la diócesis de Vitoria, la cual, por otra parte, por avatares históricos, era de constitución no antigua (186l). En 1950 la Santa Sede desmembró la diócesis, creando la de San Sebastián y la de Bilbao. El Seminario de Vitoria era uno de los centros más esplendorosos de toda la península, potentísimo foco de espiritualidad sacerdotal, donde cada año se ordenaban varias decenas de sacerdotes. Tengamos presente que un año antes de comenzar la guerra, se podía ofrecer la siguiente estadística para las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya: Sacerdotes seculares 2.020; religiosos (casas 11l) sacerdotes 549; religiosas (casas 304) 5.560; religiosos laicales (casas 40) religiosos 300 (269).

El tiempo que siguió a la guerra fue fecundísimo para las vocaciones: los seminarios se llenaron a tope y hubo que agrandarlos. No había, pues, aldea en el País Vasco que no tuviese su cura propio, encargado del cuidado de los fieles. Esta es la geografía espiritual en que se va a mover el P. Bemabé.

Los primeros meses

El P. Bernabé, cuando llega a su nuevo convento, tiene muy hecha su figura y estilo. Su vida va a ser reproducción y continuación de lo que ha sido en Alsasua, con mayor despliegue y fecundidad de trabajos. Los capítulos son aproximadamente éstos: vida en fraternidad con la característica inconfundible de oración y penitencia; confesonario; visita a enfermos; dedicación a la Orden Tercera de San Francisco, en el convento y por los pueblos...

La Orden Tercera de San Francisco va a ser su ocupación principal en las salidas por los pueblos, y, por encargo del guardián, el P. Bernabé comienza a trabajar en este ministerio, con otros padres de la comunidad: Macario de Mondragón, Lucas de lturmendi, y Miguel de Arruazu o Higinio Gamboa.

El P. Bernabé comienza su ministerio menudo, que puede estar bien descrito en la hoja de ministerios que el P. Guardián firma para los meses de noviembre y diciembre. Al P. Bernabé le corresponden los siguientes servicios. Los domingos 1º, 2º y 3º en la misa de 6. Domingo lº en Oyarzun (noviembre y diciembre); Domingo 2º en Herrera (noviembre y diciembre); Domingo 3º en Rentería (noviembre y diciembre); El día de Todos los Santos en Anoeta; Triduo de la Inmaculada en Amézketa (270). El 5 de noviembre el P. Bernabé comienza la visita pastoral a los hermanos y hermanas de la fraternidad de Fuenterrabía.

La Pasión del Señor en el costado (8 septiembre 1940)

Lo que digamos de ministerio del P. Bernabé será importante y nos dará de seguro una imagen de su persona, pero la vida fontanal va por dentro. A sus 33 años, y el día 8 de septiembre de 1940, al final de los santos Ejercicios, el P. Bernabé, incansable meditador de la Pasión del Señor, tuvo una gracia delicadísima, que permaneció toda la vida. Fue, a nuestro entender, una gracia mística, que ungió su corazón de humildad y de nuevo amor y le configuró más con el misterio concreto de la Pasión de Jesús. He aquí, transcrita, la página de la autobiografía, cuando, a los 76 años, narra esta gracia.

* * *

El 8 de septiembre, que en aquel año cayó en domingo, después de haber celebrado la Santa Misa, estaba en el coro en la acción de gracias de la Santa Misa, sentí un dolorcillo, no muy fuerte, en el costado izquierdo, en el lado del corazón. Pasó sin más. Creo que aquella mañana fue un tanto desolada. Al domingo siguiente, que era el 15 de septiembre, festividad de los Dolores gloriosos de la Virgen, así como el 8 había sido la festividad de su Nacimiento, estando en el coro en el mismo lugar, también en acción de gracias después de la Santa Misa, y a la misma hora del domingo anterior, se renovó de nuevo el dolor con más fuerza. Esta vez me duró unos tres días y sentía dificultad para andar; luego la espalda apareció como tostada. Pero a nadie le dije nada ni a mi Director Espiritual, que lo continuaba siendo el P. Antonino de Caparroso. Así pasó. Es el primero a quien cuento. ¿Qué fue aquello? ¡No lo sé!

Muchos años más tarde, estando en Ecuador - creo que fue en el mes de enero o principios de febrero del año 1964 - me sucedió una cosa parecida, pero en forma distinta y en sueños. Se me presentó durante la noche, como un altar con nicho donde se encontraba el Seráfico Padre S. Francisco sonriente y cariñoso. Bajó del nicho; traía en sus manos un no sé qué instrumento y empezó a afilar mientras cantaba el "Requiem" de la Misa de los Difuntos - que en tiempo se cantaba -. Luego hizo el ademán de atravesar el pecho con aquel instrumento. Empecé a sentir el dolor en la parte del corazón. Le dije: me vas a quitar la vida; e hice el ademán de sacar el instrumento. En este momento desapareció todo. No recuerdo si me desperté enseguida. Esta vez sí le comuniqué a mi segundo Director, que por entonces era el P. N.N.

¿Para qué digo estas cosas? ¡No lo sé! Si son manifestaciones de la Bondad del Señor, ¡él sea bendito por los siglos! Eso sí, desde entonces se renueva el dolorcillo de vez en cuando, pero no es muy fuerte (271).

* * *

No pocos santos han padecido la transverberación del corazón, transverberación de amor. Esa gracia sutil que el P. Bernabé recibe durante la acción de gracias de la santa Misa un domingo 8 de septiembre es de algún modo una transverberación de amor.

Vida entre hermanos: los guardianes; cómo veía a sus guardianes

Mezclando fechas de tiempos distintos, vamos a hablar de los superiores o "guardianes" del P. Bernabé. La vida del convento, de tejas abajo, es una vida entre hermanos: simpatías e instintivas reservas, gozos y roces, todo condimentado. La salsa es, tiene que ser, la caridad que, según San Pablo, todo lo diviniza, porque ella misma es divina... Y entonces... ¿cómo veía el recatado Bernabé a sus guardianes? Y, a la inversa, ¿cómo le veían a él sus superiores domésticos?

Los guardianes sucesivos, en los años de estancia del P. Bernabé en Fuenterrabía, fueron los siguientes: Dionisio de Unanua (1 942-1945), Carlos de Vera (1945-1948; 1948-195l), Rafael de Vidania (1951-1954), Francisco de Lazcano (1954-1957) y Bonifacio de Beizama (1957ss).

El P. Bernabé insistía ante su director espiritual sobre su aspiración a la obediencia total, de cuya sinceridad no puede caber duda. Lo cual no impide para que fuera personalmente crítico frente a actitudes que no le convencían, cosas de temperamento o cosas más profundas de criterio.

Con el P. Dionisio las pasó mal, según cuenta en la Autobiografia recordando anécdotas.

"En el año de 1942 hubo cambio de superiores. Vino de Guardián al convento de Fuenterrabía el P. Dionisio de Unanua. Durante su guardianato, que fue hasta el año de 1945, me tocó sufrir bastante. Su carácter, su modo de ser y de proceder, no se acomodaba. No era riguroso, era bondadoso, a pesar de ello ¡cuantas incomprensiones" (272).

Sencillamente me hacía sufrir su manera de ser y de proceder. Para hacer comprender por qué sufría, solo un caso voy a poner. Después de la Semana Santa de 1943, empecé a preparar una gran peregrinación de la Orden Tercera de todos los distritos a nosotros encomendados, para reunir a todos en el Santuario de Aránzazu y consagrar la Orden Tercera al Inmaculado Corazón de María. Por aquel entonces el Papa Pío XII había ordenado que se consagrarán todas las Diócesis al Inmaculado Corazón de María, para conseguir la paz de las naciones en guerra cruenta. Ese había sido también mi proyecto e ilusión.

Parece que el P. Dionisio no comprendió la finalidad de aquella peregrinación. Cuando ya todo estaba preparado, dio a conocer que no sería posible marchar a aquella peregrinación, porque había compromiso en aquel día, que era domingo. A mí me cayó como una bomba aquella noticia; echaba por tierra todos mis planes. Pasé días de angustia, dado mi temperamento. Creo que algunos notaron, aunque servidor no dijo nada. Era la incertidumbre de lo que podía suceder. Llegado el día, sucedió que no solo fueron algunos de casa, sino otros de fuera que habían acudido. También fue un servidor como organizador, pero después de pasar muchas amarguras. Al estilo de este acontecimiento, otros parecidos me hicieron sufrir durante la Guardianía del P. Dionisio de Unanua" (273).

* * *

También del P. Francisco de Lazcano tiene sus reservas: "Aquel año de 1954 hubo cambio de guardianes. El Guardián señalado para el convento de Fuenterrabía no fue de mi agrado. Aunque bondadoso, era flojo. Por aquel tiempo había empezado a descender notablemente la vida del coro, la oración y en general la vida regular. Por tanto lo miraba todo con cierto pesimismo" (274).

No hemos conocido de trato, sí de vista, al P. Francisco de Lazcano, y quizás transgrediera los límites de mi cometido si entrara en apreciaciones personales. Sí, en cambio, he de decir que hay testimonios ajenos a la autobiografia que es interesante conocer. No estaba de acuerdo con actuaciones de su guardián, pero trataba de interpretarlo con delicadeza: "El padre Lazcano no tuvo acierto", dijo (275).

En cierta ocasión el P. Bernabé volvía rezagado de sus ministerios, y entró a destiempo al refectorio. El P. Francisco, guardián, comenzó a bromearle con una campechanía inoportuna.

- Bueno, bueno..., P. Bernabé, el penitente P. Bernabé. Ya tomará una copita de coñac, ¿verdad?

- Sírvale, sírvale..., añadió dirigiéndose entonces al refilotero.

El P. Bernabé pasaba de licores. El refitolero, cumpliendo órdenes, agarró la botella y glú, glú, glú... llenó la copa. El P. Bernabé, sonriente y ruborizado, bajó los ojos, y de un sorbo la ingirió...

Era una broma, claro; pero el hermano que la ha retenido en su memoria la recuerda como una sutil humillación que tuvo que aceptar "aita santua" (276)






Cómo vieron al P. Bernabé sus guardianes

El hoy anciano P. Carlos Argaya de Vera en el Seminario Seráfico había sido el Ángel Custodio y en Fuenterrabía dos veces su Guardián. "Yo conocí al P. Bernabé en la Escuela Seráfica, y fui allí su Ángel Custodio, cuando él ingresó. En muchos recreos se destacaba del grupo de los compañeros, y se ponía en plena plaza a hacer el Vía Crucis. Recuerdo que me dijeron que no le dejase; pero era inútil, pues él ya desde entonces era, como todos los santos, un poco terco en sus devociones" (277).

Pero, de entrada y como resumen, a la pregunta de cómo era el P. Bernabé, el P. Carlos responde: "A mi juicio, era un santo de altar con todas sus originalidades". Y precisa, volviendo con el pensamiento a los tiempos de Fuenterrabía: "Efectivamente, durante mis guardianías de Fuenterrabía, el P. Bernabé se dio totalmente al apostolado de las entronizaciones. Estaba en comunicación con D. Carlos Rivilla, gerente de la Tabacalera de Irún, que era su dirigido. D. Carlos le pagaba todas las imágenes del Sagrado Corazón, que el P. Bernabé entronizaba en las familias que visitaba..." (278).

Pero interesa que este P. Carlos, guardián dos veces consecutivas, nos diga del P. Bernabé cosas criticables. He aquí cómo se despacha con franqueza el buen P. Carlos:

"Pues bien, le voy a contar una anécdota, que no quisiera que sirviera para empañar la 'santidad' del P. Bernabé. Se habían instalado en un chalet de Fuenterrabía las carmelitas, que luego fundaron también en Irún y en Donamaría. Nombré capellán al P. Francisco de Lizarraga, otro santo de cuerpo entero, aunque él era muy pequeñito.

El P. Francisquito, como se le llamaba cariñosamente, no estaba conforme con el ceremonial de las monjas, empeñadas en celebrar en un cuartucho del chalet todas las ceremonias de Semana Santa, con el máximo esplendor. Y el P. Francisco me dijo que él no podía servirles a las monjas en esas condiciones, que las condiciones de ese cuarto no iban bien con las leyes litúrgicas.

Me presenté, pues, a la Superiora, la famosa Madre Pilar, manifestándole todos mis escrúpulos del P. Francisco, y que él no volvería si no se hacían las ceremonias más sencillamente. La Madre Superiora me respondió altaneramente, diciéndome que ellas estaban bien informadas, pues tenían magníficos maestros en Toledo y Vitoria. Viendo yo los 'tufos altaneros' de la Superiora, le dije que se buscasen otro capellán, más a su gusto, y que nos dábamos de baja en la capellanía...

Pues bien, a pesar de este encontronazo que tuve con la Madre Superiora, el P. Bernabé siguió asistiéndolas con alguna frecuencia. Le dije por qué lo hacía, y le contestó que 'porque le daba pena ese abandono nuestro...'

No quisiera que este dato pudiese perjudicar el buen nombre del P. Bernabé; él obraba de la mejor buena fe, como siempre hacía" (279).

El P. Rafael de Vidania -o Juan Bautista Leúnda- fue su guardián un trienio. Igualmente, de entrada "se trata de un santo, con matices un tanto dificiles de comprender, pero que indican que ante todo buscaba la voluntad de Dios, sobre todas las limitaciones de los hombres, aunque fueran Superiores. En su simplicidad ¿creía que una cosa era voluntad de Dios?: seguía adelante sin pararse. Esa es mi opinión, no sé si será verdadera" (280) .

Mas veamos lo que se refiere a su trienio de guardián. "Trienio 1951-54 en Fuenterrabía. En ese trienio estuve de Superior en el convento de Fuenterrabía y el P. Bernabé formaba parte de la fraternidad. Siempre tuve confianza en él y le dejé el campo abierto y libre a su acción ministerial, pues sabía que edificaba y hacía bien entre los fieles de la comarca. Atendía con puntualidad y ejemplaridad a las capellanías, que eran bastantes en aquellos tiempos, y al ministerio del propio convento. Venían a confesarse y dirigirse con él bastantes seglares, religiosas y sacerdotes. Me llamó la atención el que, estando en el confesonario, se levantaba cuando llegaba la hora de rezar el santo rosario en el coro, se arrodillase en un rincón cercano para tomar parte en el rezo, aunque algunas personas tuvieran que esperar un tanto para poder confesarse" (281).

Y valga este detalle simpático a favor de los dos, del P. Bernabé y del querido P. Rafael de Vidania, desde hace poco difunto (+ 1995). "Recuerdo que una vez le reprendí delante de un hermano junto a la sacristía, porque me pareció que había hecho algo demasiado independientemente; no recuerdo en concreto de qué se trataba. El P. Bernabé aceptó en silencio mi corrección y mi mal genio. Posteriormente hizo este testimonio de mí: Tiene genio, pero es bueno. En lo primero acertó, en lo segundo no sé en qué grado. De todas maneras nos llevamos bien entonces y después" (282).

Ya vemos que el P. Bernabé tenía sus originalidades, pero, claro, nunca en favor de su propia comodidad, sino a impulsos de lo que él veía como más amor a Dios, más amor al prójimo. Los guardianes tenían que ser comprensivos... Cuento, pues, lo que me han contado y que quedó escrito por un hermano, según se lo contaron. Sea lo que sea, refleja un cierto estilo. Dice este hermano: "Caridad con el necesitado. La postguerra fue dura. El hambre dominaba e ingeniaba. En muchas familias se pasaba mucha necesidad. En los conventos, más o menos, se comía. Eso sí, nada de extraordinario ni gastos superfluos. Muchas personas se acercaban a los conventos e, incluso, a religiosos determinados. También al P. Bernabé.

Me lo contaron así. El P. Bernabé debía ayudar a alguna persona o familia necesitada. Para ello cogía algunos que otros huevos de la despensa. El cocinero se dio cuenta y se lo contó al superior. El superior, ante semejante audacia caritativa (dijeron que el tal superior era el P. Alfredo), le prohibió recrearse en semejantes actos de caridad y que no cogiera, por tanto, ningún huevo de la despensa.Y así lo entendió el P. Bernabé.

Los hombres de Dios tiene su picardía y su gramática. Lo asumió literalmente. En lugar de coger de la despensa, cambió de dirección y comenzó a recurrir directamente al gallinero. La caridad tiene su propia interpretación" (283).

Cómo le veían al P. Bernabé los estudiantes

En aquellos tiempos había cierta separación reglamentaria en las comunidades. El grupo de estudiantes, que no había pasado al noviciado, vivía su vida autónoma y no podía relacionarse con el grupo de "la comunidad", salvo sus educadores, sin los debidos permisos" (284).

Como botón de muestra de lo que los jóvenes percibían del P. Bernabé, he aquí un testimonio de quien hoy es el P. José Sierra.

"Yo conocí personalmente al P. Bernabé en Fuenterrabía (1948-1950). Durante dos cursos nos relacionamos con él a través del confesonario. Todas las semanas, el día de confesiones se hacía presente en la capilla y animaba nuestra juventud y nuestros problemas.

En Fuenterrabía era jardinero. Los jóvenes le ayudábamos en este trabajo. También observábamos todos sus movimientos. Muchas veces, cuando trabajaba en el jardín, observamos en silencio su 'cilicio penitencial', una rama de rosal le salía por la espalda con todas sus espinas.

También acudíamos los domingos a la misa en la iglesia conventual. En muchas ocasiones predicaba el P. Bernabé, hombre pobrecillo y de poca apariencia. La declamación llegaba antes que la palabra. Predicaba en euskera y a nosotros no nos sonaba otra palabra que ésta, muchas veces repetida: ¡Osasunal! (285).

Después del noviciado nuestro curso volvió a Fuenterrabía, año 195l. Éramos profesos simples, integrados en la Comunidad. Nos tocó hacer vida de comunidad con todos los frailes, también con el P. Bernabé. Conocimos mejor su austeridad, su religiosidad, su vida de comunidad, sus salidas a los pueblos y a los caseríos. Hasta se habla de sus 'milagros', de su poder de bilocación" (286).

Su amor a las flores era cosa llamativa que no pasó inadvertida a los estudiantes. Vaya un recuerdo más al jardinero, al amigo de las flores y las espinas... "Amaba las flores. Éramos estudiantes en Fuenterrabía. Pedía con cierta frecuencia, en nuestras recreaciones, nuestra ayuda para llevar la carretilla, traer fiemo, etc. Un día, mientras trabajaba y cuidaba su jardín, los estudiantes vieron con sorpresa algo que les llamó la atención. Unas ramas espinosas sobresalían, cual cilicio, de entre la túnica y la espalda. La primera reacción de los estudiantes fue la de reírse sin más explicaciones. El padre Bernabé, sencillo y sin investigar la causa, no supo decir otra cosa que: ¡Qué alegres están hoy los estudiantes!" (287).

Otro de aquellos jóvenes en torno a las mismas fechas, José María Oroquieta, nos relata: "Nosotros le veíamos a la hora de la siesta pasear por el paseíllo en frente de las celdas con un pañuelo sobre la cabeza para que no le hiciese mal el sol; y nos llamaba la atención que no echara la siesta, sino que aquel tiempo lo sacrificara para la oración o la contemplación... Yo creo que nos confesábamos con él la mayor parte y nos quedábamos o me quedaba con cierta preocupación porque a la hora de confesar dormitaba con cierta frecuencia; como se pensaba que dormía poco, entonces le daba el sueño... Alguna vez recuerdo que le vi a la hora de confesar, que llevaba por dentro en la espalda alguna rama de espinas" (288).

Esto que acabamos de trasladar, lo repiten igual los estudiantes de aquellos años.

Evocación que hace Ignacio Larrañaga

Decir hoy P. Ignacio Larrañaga es pronunciar un nombre de amplia resonancia en el ámbito franciscano y otros círculos, con quien millares de personas han seguido las "Jornadas de experiencia de Dios", quien puso en marcha los "Talleres de oración", hogar de espiritualidad para tantísimas almas que buscan encontrarse a si mismas y encontrar a Dios. Muchos no saben que es capuchino, no importa. Mas, para nuestra historia, sí es necesario saber que es capuchino, nacido en Azpeitia, afincado hace muchos años en América y viajero de Dios por el ancho mundo. Del pozo de sus recuerdos, después de 45 años, rescata vivencias que para él fueron definitivas. Hélas aquí.

* * *

Yo tenía por aquellos años entre los 18 y 19 años. Venía yo del Seminario de Alsasua bastante desorientado, vacilante en la vocación, entreviendo muy incierto mi futuro. Fue en este contexto que yo me refugié, allá en Fuenterrabía, bajo el alero del P. Bernabé, y él me acogió con un interés que aún ahora me emociona. Mi relación con él no fue tan solo la típica entre un Director Espiritual y el dirigido. Fue otra cosa y mucho más.

El P. Bernabé fue siempre conmigo cordial y atento, un verdadero padre. Se preocupaba de mi salud, me preguntaba si dormía bien, averiguaba frecuentemente sobre mi estado de ánimo. Tenía conmigo una paciencia sin límites, y una gran comprensión, cosa extraña en un hombre tan exigente como él. A lo largo de mi vida he reflexionado muchas veces sobre este humanismo, esta especie de ternura, cosas difíciles de compaginarlas con el talante ascético del P. Bernabé. Podría yo afirmar que Aita Santua me sostuvo de pie en la marejada más agitada de mi vida; la perseverancia en la vocación se la debo a él.

Me llamaba la atención aquella sonrisa que nunca se desvanecía, aquella estabilidad emocional y presencia de ánimo. Nunca lo vi alterado. En varias oportunidades lo vi con una corona de espinas ceñida al cuello [?], mal disfrazada por la capucha semicalada. De la misma manera observé con frecuencia que usaba habitualmente el cilicio. Puede ser que esos usos y costumbres no nos digan gran cosa hoy a nosotros con nuestros criterios actuales; pero recuerdo que, en aquel tiempo, yo quedaba sobrecogido de admiración.

A pesar de su notable premiosidad de palabra (apenas podía pronunciar dos palabras seguidas en castellano) no sé qué tenía que se daba a entender con gran eficacia. Recuerdo todavía con viveza que el P. Bernabé tenía un carisma especial para infundir paz; cualquiera fuese el problema o estado de ánimo, uno se levantaba siempre de su lado con certezas en el alma y una especial serenidad .

A partir de la relación humana y espiritual que mantuve durante dos años con el P. Bernabé y reflexionando desde la altura de la vida en la que me hallo, he llegado a la conclusión de que todo el secreto de la santidad del P. Bernabé reside en su devoción mariana, concretamente en el camino de la "esclavitud mariana" del beato Grignon de Monfort (289). En torno a este eje se movió su vida, sentimientos, ilusiones, entusiasmos. Frecuentemente, al encontrarme con él en el jardín o en la huerta, al comenzar a preguntarme por mi estado de ánimo o de salud, rápidamente derivaba en su eterna obsesión de la esclavitud mariana e irrumpía emocionado en el tema de María con un fervor e inspiración que me dejaban conmovido.

Me regaló el librito sobre la "esclavitud mariana" que por aquel tiempo circulaba entre nosotros. El folleto estaba lleno de subrayados hechos por él y pequeños comentarios al margen. Lamento no haber conservado aquel librito que se me extravió no sé dónde.

No era un libro de lectura, sino un programa de vida. Nuestra relación o dirección espiritual consistía en seguir ordenadamente y, de mi parte, en dar cuenta señalada en el librito. En este sentido se puede decir que el P. Bernabé era un orientador ordenado, progresivo y exigente, aunque comprensivo al mismo tiempo. Recuerdo que alguna vez adoptó conmigo una actitud de cierta radicalidad, como de exigencia profética. Esto sucedió dos o tres veces. Cuando las cosas iban bien y había progreso, se encendía en su rostro una fresca sonrisa que, en realidad, resultaba el mejor premio para mí.

Muchas veces, más bien frecuentemente, me decía que oraba por mí, que me ponía 'en sus manos maternales' (recuerdo que esta expresión me emocionaba y me animaba sobremanera). Cuando las cosas no iban bien, me decía que se sometía a grandes mortificaciones que las ofrecía por mi progreso.

Recuerdo que en una oportunidad le dije que en los cinco años de Alsasua nunca había llegado a ser "hijo de María" (290). Esa noticia le entristeció visiblemente. pero reaccionó pronto y llegó a decirme que "no importa", que en el futuro llegaría a ser no solo buen hijo de María, sino también un apóstol de María. ¿Una referencia al futuro autor de El silencio de María (291)?

Estos son unos cuantos recuerdos que surgen ante mí al evocar la figura del P. Bernabé, cuando trato de asomarme al fondo del tiempo (292).

El P. Bernabé guía de almas; la Madre María Pilar de Santa Teresa, carmelita descalza

A partir, sobre todo, de los años de Fuenterrabía el P. Bernabé ha ejercido una humilde, callada y eficaz dirección espiritual de alma contemplativas y almas consagradas afines, que tiene su reflejo en la correspondencia. Es un rasgo muy marcado de su personalidad. ¡Las cartas del P. Bernabé! El elenco de las cartas recogidas hasta hoy está dado en el apartado correspondiente de la introducción. Ha cultivado esta relación, por lo que se refiere a contemplativas, con las Clarisas y con las Carmelitas; desde Ecuador ha seguido con atención el camino espiritual de las almas que ha tratado (293)

Al repasar esta correspondencia, se observa que el P. Bernabé es breve en su correspondencia (una hoja por delante y por detrás, con letra menuda), cartas distanciadas de tiempo en tiempo, pero, al fin, un director fiel, muy consciente de la responsabilidad espiritual que ha asumido.

Las carmelitas vinieron a fundar en Fuenterrabía el año 1945. Pronto el P. Bernabé entró en contacto con ellas, sin duda llamado para servicio de confesiones o de celebración de la santa misa. Muy rápidamente las monjas vieron que el P. Bernabé era especial, y brotó, espontánea, la fama de santo.

Entre las Carmelitas hay que destacar la figura de la Madre Pilar de Santa Teresa, Paulina Arnáiz Pérez, de bautismo (294). Esta mujer fue el alma de cuatro fundaciones filiales de Fuenterrabía: Albacete, Irún (que luego retornó a Fuenterrabía), Donamaría y Vitoria. En años floridos de vocaciones fue un auténtico movimiento de fervor espiritual que fructificó en torno a casi un centenar de vocaciones.

Se conservan 28 cartas escritas por el P. Bernabé a esta religiosa. Las cosas que le dice son muy sencillas, y se siente que está hablando desde la verdad vivida; por eso tienen una marca inconfundible de autenticidad. El P. Bernabé infunde paz y consuelo, habla del buen Jesús, trata de dar humildemente seguridad, asegurándole que es un alma escogida y amada por Jesús, le dice que la cruz es el mayor regalo que el Señor nos puede hacer... En su correspondencia es del todo humano y cercano; jamás el acento austero de una reprensión, él, que es un pobrecillo. La aceptación filial y gozosa de la voluntad de Dios que ha mostrado esta religiosa, según su biografía, cuadra perfectamente con el espíritu de la dirección del P. Bernabé.

Al leer estas cartas, uno no puede pensar lo que más tarde escribirá el P. Bernabé para dar testimonio de la vida de la Madre Pilar que, entre sus tribulaciones, tuvo que pasar por la "Casa de resposo" de las Hospitalarias de Elizondo y el Psiquiátrico de Santa Águeda.

Respondiendo a una petición que se le ha hecho (27 de agosto de 1978), el P. Bernabé escribe desde San Miguel de los Bancos (9 noviembre 1978) a propósito de la Madre Pilar:

"No tengo muy presente el año en que empecé a marchar al Carmelo de Fuenterrabía. Creo que fue el año de 1947 o 1948.

El primer recuerdo que tengo de María Pilar es que pasó una enfermedad bastante larga y recuerdo que me llamó. Después vino la M. (y no recuerdo su nombre ahora) que le suplantó a la Madre María Pilar (295). Esa Madre vino con pretensiones de reformar el Carmelo de Fuenterrabía y darle otra nueva modalidad. Consiguió marchar a Roma y obtuvo una entrevista con el Papa Pío XII. A su regreso pronto chocó con las monjas y hasta encerró a algunas en sus celdas. Sin duda una de las que más sufrieron fue la Madre Pilar. También la Madre Asunción. Más tarde la Madre Pilar fue considerada como trastornada de la cabeza. Encerrada en el Manicomio (296). Estuvo en Elizondo, siendo tratada por un Psiquiatra etc. Después estuvo en Irún, no recuerdo cuánto tiempo. Luego se fundó el monasterio de Donamaría, y allí la encontramos con la Madre Teresa que, siendo priora del dicho convento, la trató a María Pilar como monja sin virtud, y como una ilusoria. Creo que para la Madre María Pilar fue un calvario bastante duro. Más tarde cambió la situación. La Madre María del Pilar fue rehabilitada.

En medio de todas estas andanzas la Madre María del Pilar fue probada por el Señor con diversas enfermedades, y que ella supo aceptar con santa resignación y soportarlas por amor a su Dios y a Cristo Redentor.

Resumiendo en pocas palabras la vida de la Madre María Pilar, tal como la ha conocido un servidor, ha sido una vida de pruebas y sufrimientos. Es decir, el Señor la ha conducido por el camino de la Cruz" (297).

Hay un dato que es preciso destacar en la correspondencia del P. Bernabé con las religiosas de clausura: la convicción firme de que la plegaria y el sacrificio silencioso de las monjas contemplativas son vida para la causa de la Iglesia, y en concreto para la misión que él está ejerciendo en Ecuador. He aquí un ejemplo: "...También el Arzobispo de la Arquidiócesis de Quito (a la que un servidor pertenece) ha planeado un Sínodo para poder aplicar y adaptar a las necesidades de los fieles los documentos del Concilio Vaticano. (...) No dudo que la comunidad de Donamaría tendrá un parte importante en la realización de este Sínodo para el bien de muchas almas y aun para toda la República en cierto modo" (298).

Y para terminar con buen sabor este apartado, es que los monasterio que nacieron de Fuenterrabía florecen espiritualmente. "Es también una alegría para mí el saber que continúa en marcha a al perfección los cuatro conventos que tuvieron su principio en Fuenterrabía" (299)

 

Las cartas del P. Bernabé a Carmen Ostiz

Carmen Ostiz, nacida en 1911 - hoy difunta - no fue canónicamente una religiosa, sí una mujer consagrada, alma sencilla y fragante, que mantuvo una correspondencia epistolar con el P. Bernabé muy digna de saberse. Son 28 cartas que guardaba como oro en paño.

Había nacido el 3 de abril en Santesteban, pueblo que está entre Lecároz y Fuenterrabía, por referirnos a lugares de presencia capuchina. A los 14 años inició la carrera de magisterio de Pamplona. Pero al segundo curso tuvo una afección pulmonar que le reintegró al hogar paterno por tres años. "Fueron los años más felices de mi vida, porque me encontré con Jesús, el cual me llenó de sí mismo y llenó mi alma sin que yo apeteciese ninguna cosa de este mundo" (300). A los 30 años, D. José Gurruchaga quiso recibirla en la fundación que él había iniciado, las Auxiliares parroquiales de Cristo Sacerdote. Tuvo que presentar certificado médico, y, comenzando análisis, el médico determinó que había que operar: dos operaciones de "toraco-plastia", sustrayéndole en cada una de ellas tres costillas. "Pero aunque me curé, me quedó el cuerpo que no valía para nada, y de esta forma me quedé en el mundo, aunque el Padre me aseguró que me tomaba como suya, lo mismo que los Pasionistas tienen a Santa Gema como suya aunque no entró religiosa". Quedó, pues, como Cooperadora de las Auxiliares Parroquiales, como lo era Purita, de quien hemos hablado. Recuperada suficientemente, trabajó 28 años en al Caja de Ahorros de Navarra, sucursal de Santesteban, hasta su jubilación.

Durante 23 años se dirigió con el Fundador, el siervo de Dios, D. José Gurruchaga. Luego se puso bajo la dirección de D. Luis López Retenaga, sacerdote conocido en esta biografía, que le habló mucho y bien del P. Bernabé. En la ocasión de una visita del P. Bernabé a su tierra patria, D. Luis se lo presentó a Carmen Ostiz, allí en Santesteban. Carmen devolvió la visita al P. Bernabé, acudiendo a Rentería y abriendo su corazón en el confesonario. En dos ocasiones posteriores tuvo de nuevo Carmen la visita reconfortante del P. Bernabé. Pidiendo permiso a su director espiritual, comenzó a cartearse con el P. Bernabé.

"En el P. Bernabé yo veía un hombre lleno de Dios, humildísimo, y con un espíritu de pobreza que no se puede ponderar lo suficiente. Sus cartas me hacían a mí un bien inmenso. (...) Yo quedaba admirada, cuantas veces le vi, de su aspecto pobrísimo con un hábito raído, aunque limpio".

A medida que avanza la comunicación, se palpa que entre estos dos corazones hay una profunda simbiosis de sentimientos. Se crea una fraternidad espiritual, mantenida en unas formas epistolares de total respeto en el tratamiento. Si alguna vez el P. Bernabé le ha llamado a Carmen "hija espiritual", lo habitual es tratarle de "hermana". La despedida constante de las cartas, después de haber traspasado unas cotas de confianza, no es una expresión protocolaria, sino un toque delicado que se expresa así: "Su hermano servidor en Cristo", aunque escrito con abreviatura: Su h. s. en Cristo. Se palpa el subido aprecio en que tiene el P. Bernabé a la anciana enferma. Le abre su corazón con ciertas confidencias en tono de hermano. Puede contarle, por ejemplo, y más de una y dos veces, que su "sueño dorado" sobre San Miguel de los Bancos es que el templo, cuya construcción se está rematando, llegue a ser un día un santuario de reconciliación. Trata de asegurarle, sin halagar la vanidad, que ella, probada desde jovencita, pertenece a las almas escogidas, a las que se ha regalado el don de la Cruz, a ese grupo de almas sacerdotales que como silenciosas víctimas oran y padecen por los sacerdotes, los Ungidos del Señor.

Reiteradamente vuelve el P. Bernabé sobre tres puntos que modelan la espiritualidad que intenta imprimir, o más bien afianzar, en la hermana Carmen Ostiz:

- La Virgen María, cuya presencia impregna absolutamente toda la vida.

- La oblación victimal por los Sacerdotes.

- Y, sobre todo, la adhesión a la Cruz de Cristo. Una espiritualidad de la Cruz, de las santas Llagas, como valor supremo de la existencia cristiana.

Y la palabra que corona el pensamiento del P. Bernabé, por muy tétrica que vea la realidad mundana, es la confianza, que dimana de la misericordia. Para el P. Bernabé Jesús es instintivamente, constitutivamente, "el buen Jesús".

En suma, que en el caso de Carmen Ostiz y de otras personas, las almas de Dios se encuentran y se entienden. Y, sin duda, se aman, delicadamente se aman.

* * *

Vamos a cerrar este capítulo. Ya le tenemos al P. Bernabé de lleno en la comunidad de Fuenterrabía; ya sabemos cómo se mueve entre sus hermanos.

Capitulo X

Autorretrato: Un día cualquiera del P. Bernabé

 

El retrato que le hizo un pintor

Narrando episodios de la vida del P. Bernabé, hilvanando fechas, ha llegado el momento de reposar la mirada y contemplarlo en este capítulo como se contempla una fotografía que nos agrada. Cómo era el P. Bernabé en un día cualquiera de uno de aquellos cualesquiera de aquel decenio de los años 40, cuando él oraba y faenaba en Fuenterrabía, o también por los años 50, cuando todavía continuaba en aquel convento, cargado de piedad, de silencio y de todo lo que hace una vida religiosa seria y fecunda. El ritmo y los hábitos del P. Bernabé, anclado en la hondura, permanecían constantes. Por eso no desfiguramos la historia, si en este tramo de su vida, para dibujar su estampa, escogemos datos de 1940 o 1950.

Y ante todo vamos a acercarnos a su semblante: su fisonomía y su porte capuchino. Del P. Bernabé tenemos un cuadro al óleo, salido de los pinceles de un artista vasco, Enrique Albizu (*1926) (301). Albizu es un gran maestro del retrato, lo mismo al óleo que de dibujo. Don Enrique Albizu, que vivía y vive en Fuenterrabía, no llevó al P. Bernabé a su estudio, ni fue al convento con su paleta, como lo hizo con otros hombres eminentes a quienes retrató. Nos lo imaginamos en la iglesia conventual, tomando furtivamente algún apunte en su block para llevar al lienzo lo que él había descubierto en este singular capuchino.

Él sencillamente había visto en el P. Bernabé al hombre de Dios, al varón que vivía en oración, en amoroso coloquio con Dios, y ése es el cuadro que le salió al pintor. No importaba tanto los rasgos físicos como la actitud dinámica de la persona. Pintó el cuadro de un santo. El rostro inclinado y las manos juntas; los ojos entornados saboreando su secreto; la luz sobre la frente y el rostro; un mechón de la barba al desgaire, que era típico del P. Bernabé, lo mismo que ese otro mechón del cerquillo, que quiere salirse de regla y deja más libre la frente. Una tenue luz en el fondo verduzco del lienzo perfila la curva de la cabeza y casi presagia la aureola de un santo canonizado (302).

Su autorretrato espiritual

A los pocos meses de ser trasladado de Alsasua a Fuenterrabía, el P. Bernabé, totalmente zambullido en la obediencia, deseando ser "víctima de obediencia" como Jesús fue "víctima de obediencia al Padre" -son expresiones suyas- quiso hacer un repaso minucioso de su vida y presentarla tal cual a su director espiritual, para verse libre de todo engaño y hacerlo todo en perfecta obediencia. Fue escribiendo pausadamente cuál era su modo de proceder en casa y cómo se comportaba cuando salía para el ministerio. Cuatro cartas que fueron publicadas en El corazón del Padre Bernabé, y que ahora recuperamos en su mayor parte para dar cuenta, desde el latido propio de su autor, de qué hacía y quién era el P. Bernabé. Al ir describiendo los momentos de la jornada, el P. Bernabé, más allá del relato y la anécdota, entreabre el fondo de su corazón para comunicar cuáles son las grandes opciones de su vida. Tenemos, pues, el verdadero perfil del P. Bernabé trazado por él mismo (303).

Nos conviene saber el horario que por aquellos años se seguía en Fuenterrabía, que era el siguiente: (304)

A la 1 de la mañana Maitines

A las 5.45 Levantarse

A las 6 Letanías de los Santos y meditación

A las 6.45 Prima y Tercia

A las 7 Misa Conventual

A las 12.15 Sexta y Nona

A las 12.30 Comida

A las 2 Reposo

A las 3 Vísperas y Rosario

A las 7 Completas y meditación (= oraciones de la noche).

Los primeros momentos del día

Sin seguir un orden riguroso, comenzaré por darle cuenta de los actos del día, y las disposiciones con las que se encuentra el alma en ellos.

El levantarme por la mañana, siempre me ha sido algún tanto costoso, sobre todo algunas temporadas, en parte porque tengo sueño pesado, y casi siempre suele ser el despertar medio soñando, en cierta pesadez. A causa de eso, en los primeros momentos me encuentro poco dispuesto, para levantar mi pensamiento a Jesús o a su Sma. Madre. Además de esto, al punto acuden al pensamiento las impresiones del día etc.

De modo que lo primero que tengo que hacer es renunciar a tales impresiones, pero al propio tiempo suele también acudir el pensamiento de la Sagrada Comunión, y como un deseo de comenzarme a preparar, enseguida, diciendo a la Sma. Virgen: ¡Madre mía, preparadme para recibir a Jesús; Madre mía, preparadme para recibir a Jesús en Vuestro Corazón Purísimo! De este modo transcurre el tiempo de lavar hasta entrar en el coro.

La oración de la mañana

Mientras el Ángelus y las Letanías, a veces recogido, pero algunos días impresionado con algún pensamiento, sin recogimiento para atender a las súplicas y peticiones que en ellas se hacen.

Luego durante la lectura de la meditación procuro atender a ella, pero debo decirle sencillamente que la lectura de la Pasión que se hace en nuestros conventos, quiero decirle el libro que leemos, nunca ha tenido para mí atractivo, sino siempre he sentido como una frialdad o indiferencia para escucharla, y mucho menos capaz me siento después para meditar o pensar sobre el punto que se ha leído. (305)

Luego de terminada la lectura, comienzo pues mi oración, según por donde le dé al alma (no sé si la expresión será correcta) quiero decirle me dejo llevar del sentimiento del alma que en aquellos momentos la llena, generalmente comienzo dirigiéndome a Jesús, presente en el Sacramento.

Desde algún tiempo paréceme me encuentro bastante recogido durante el tiempo de la oración de la mañana. Le digo esto porque casi siempre, durante mi vida de religioso, paréceme que en la oración de la mañana haberme encontrado como incapacitado, de hacer, nada, o incapaz de pensar, y meditar, y aun de dirigir afectos a Jesús, y a la Sma. Virgen.

Y aun ahora, no puedo hacer lo que a veces quisiera hacer, o pensar etc., me dejo pues llevar del sentimiento del alma que entonces le domina. Creo que en este tiempo le domina generalmente el pensamiento de la Sagrada Comunión. Se me presenta como el centro de todo mi bien, el medio de realizarse mis deseos y anhelos, el medio de conseguir aquello por lo que gime esta pobre alma, que siente su incapacidad.

Juntamente con este deseo de la Santa Comunión, se me presenta mi nada, o ninguna disposición para recibir a Jesús.

Se me presenta la infinita distancia entre el alma, llena de tantas miserias, y Jesús, Santidad, Pureza infinitas, y con esto brota el deseo de quererme preparar de alguna manera para recibir a Jesús. Así se me pasa el tiempo de la Oración de la mañana, muchas veces interrumpida por tener que acudir a confesar a alguno que llama.

Oficio Divino: la penetración en los salmos

En el rezo del Oficio Divino, procuro atender al sentido de los Salmos, y unirme a los afectos que expresan. Desde hace mucho tiempo yo los he aplicado casi todos los Salmos a la Persona de N.S. Jesucristo, quiero decirle que yo he creído que lo que expresan los Salmos bajo distintas figuras e imágenes, se ha realizado y se ha cumplido en su sentido verdadero en N.S. Jesucristo.

Yo los considero los Salmos como una oración y una expresión de N.S. Jesucristo, dirigida a su Padre Celestial, ya en su Nombre, ya también en Nombre de la Iglesia, su cuerpo místico. Al rezar el oficio divino, mi aspiración constante ha sido querer unirme a Jesús, en unión de El dirigir al Padre sus afectos, súplicas etc. Pero he comprendido que esto sólo puede realizarse bajo la luz y acción del Espíritu Santo, pues claro es que sin esa luz y fervor, los Salmos resultan letra muerta y sin ningún sentimiento para el alma, y aunque el alma se imagine que N.S. ha dirigido al Padre esas mismas expresiones, y súplicas, sin embargo permanece fría y no entiende lo que dice.

A veces, pues, me pongo a pedir a Jesús, me comunique su Espíritu Santo para rezar el Oficio Divino, con toda devoción, fe y piedad; pero creo que no le pido con aquella insistencia y perseverancia con que debía hacerlo. Con todo esto, según los días y circunstancias, me encuentro en estados muy diferentes en el Oficio Divino. A veces ni me puedo dar cuenta de lo que digo, aunque me ponga a ello, ni entiendo nada; esto me sucede cuando el alma está como oprimida, con disgusto, fastidiada en obscuridad; otras veces con cierta suavidad, y lo que expresan los salmos parece que va al unísono con los sentimientos del alma. He aquí, pues, cómo me conduzco en el Oficio Divino.

Durante la Misa conventual

Durante la Misa conventual, casi siempre sin ningún sentimiento, y sin poder considerar el misterio; el deseo del alma sería representar el sacrificio del Calvario, y ser trasladada al altar, y contemplar y unirme a ese dulce misterio de Amor; en algún tiempo esto me era fácil, o me podía representar, pero ahora en general, parece que el alma no quiere discurrir, o que no se siente capaz de considerar el misterio, me tengo que, pues, resignar al estado en que se encuentra el alma.

Sin embargo, cuando llega el momento de la consagración, repito estas expresiones, aunque el alma esté oprimida, y son como siguen:

"Jesús mío, yo os adoro en esta Hostia Santa en todas las almas que os están adorando en el cielo, en la tierra y en el Purgatorio, y me uno a Vos, y me entrego a Vos. Deseo inmolarme con Vos para gloria del Padre etc...", y con éstas y parecidas expresiones continúo, aunque a veces ni sé lo que digo.

Por otra parte, voy al confesonario todos los días, aunque no llamen, durante ese tiempo de la Misa Conventual. Ya el año pasado comencé, y ahora continúo, al parecer por hacer algún favor, si alguno quiere confesarse. En esto me remito a lo que me dijere V. R.

Preparación para celebrar la Misa

Cuando celebro la misa a las 7,30 en casa, a las 7 subo a la celda y hago un poco de disciplina como 6 o 7 minutos; después leo algún puntito del Amor Misericordioso y me entretengo con su meditación hasta la hora de la Santa Misa. Un poco antes suelo recitar algunas oraciones del Breviario, antes de la Santa Misa, pero no todas, porque no puedo prestarles atención.

Cómo celebra la Misa: deseo de aprehender el misterio

De la celebración de la Santa Misa, no sé que decirle. Le diré que siento algo de mi nada, de mi ignorancia, de mi insuficiencia, ante este misterio inefable. El pobre Fr. Bernabé quisiera aprehender de alguna manera el misterio, palparlo de algún modo, penetrarlo, darse cuenta de que en sus manos tiene a Jesús mismo en la Hostia Santa, y es Jesús, todo Caridad y Amor en la Hostia, y realiza el misterio más dulce, más consolador, el misterio inefable de su Inmolación mística.

¡Ah! ¡cuántos misterios inefables! ¡Y parece que todos se le escapan de su mente en aquellos momentos; pero es un Misterio de fe, y todo se realiza bajo el velo de la fe!

En aquellos momentos siente su pequeñez, su incapacidad, su indignidad, pero, al propio tiempo, como un ansia, una sed de ser más puro, de alguna manera querer participar del misterio..., pero veo que con las palabras no digo nada, y será mejor callar, y admirar en silencio tanta Bondad de parte del Señor, tanta dignación inefable con sus pequeñas criaturas.

Llega el momento de recibir a Jesús

Llega, pues, el momento de recibir a Jesús en la Hostia Santa, y el pobre Fr. Bernabé no sabe hacer otra cosa, cuando lo recibe en sus manos para introducirle, que pedir mentalmente a la Virgen Sma. su Corazón Purísimo para que en ese Corazón Inmaculado sea recibido Jesús.

Al recibir a Jesús-Hostia en mi pecho, le ofrezco al Eterno Padre mentalmente, y le hago alguna petición, o le presento alguna cosa, que en aquellos momentos se representa al alma.

Al recibir el "Sanguis" igualmente le ofrezco al Padre, como satisfacción, expiación etc, al propio tiempo (hago) como una petición, de ser purificado al contacto de esa Sangre Inmaculada del Cordero; también se me presentan las almas del Purgatorio y las almas de los infieles, deseando que la sangre de Jesús caiga sobre sus almas, que las purifique.

Coloquios de acción de gracias

La tendencia que siente el alma entonces, es como quererse recoger interiormente, como para escuchar a Jesús, y quedar unida a El; por eso me doy poca cuenta de las oraciones de después de la Comunión. Mi acción de gracias suele ser casi siempre una especie de conversación o de diálogo entre Jesús y el alma. Yo quisiera reproducirlo ahora para darle cuenta, pero no puedo, porque pasado ese tiempo, o la disposición en lo que ha sido.

Sin embargo siempre queda alguna idea o recuerdo. Así pues haré como mejor pueda, aunque no siempre suele ser de la misma manera. Al terminar, el último "Cor Jesu Sacratisimum", paréceme o siento como si Jesús me dijera: "Ofrécete a Mi Corazón, en donde encontrarás todo el bien que tú deseas. Yo soy tu Dios bueno, Tu Dios misericordioso, ven a Mí...

¡Oh! Jesús yo quisiera ofrecerme a tu Corazón, pero no sé cómo, haz tú mismo que yo me pueda ofrecer a Ti: Oh Jesús, haz que yo sea tuyo, enteramente tuyo, ven Jesús y llévame contigo, oh Jesús cuándo seré tuyo, cuándo viviré solamente para Ti, oh Jesús que has muerto de amor por mí.

Sí, Yo he muerto de amor por Ti, Yo te amo, Yo no tengo otro deseo que hacerte bien, llenar tu corazón. Yo quiero ser todo tuyo, sé tú mío, ven a Mí,... entrégate a Mí, date a Mí..."

Ya veo, Padre, que es inútil querer reproducir, no puedo, porque ahora no siento. Además como es una cosa continuada y rápida, todo mental, y no permite la tardanza de la pluma para reproducirlo en el papel.

Le digo, pues, que en esa especie de Diálogo paso cerca de tres cuartos de hora después de la Sagrada Comunión. Ahora no todos los días suele ser de la misma manera, sino de forma variada según los días, y paréceme que no depende de mí, porque a veces quisiera hacer alguna petición a Jesús, o representarle alguna persona etc, y no siento fuerza para hacerlo, sino que me tengo que dejar a lo que me dicta el alma entonces.

Discernimiento de esos coloquios

Alguna vez, me he puesto a pensar qué será eso, esa especie de conversación con Jesús, y alguna vez me ha venido el pensamiento, si todo será cosa de imaginación, y por tanto todo tiempo perdido, y todo un engaño, pero no le he hecho caso, ni me he preocupado.

También hace poco leí en San Juan de la Cruz que habla de tres distintas clases de locuciones entre Dios y el alma, y no veía en qué colocar lo mío, más bien me parecía que no se podía colocar en ninguna de ellas (306).

Ahora, el efecto que produce en el alma ese modo de comunicación con Jesús, es una suavidad que siente el alma, y al propio tiempo, recogimiento, y deseo de conseguir aquello que se le propone. Y es distinto de lo que sucede cuando el Espíritu Santo ilumina con alguna verdad el alma, o se ve con mayor claridad alguna verdad revelada; le digo es distinta entonces la impresión que recibe el alma.

En este modo de comunicación de diálogo, es más bien todo afectos, y deseos en que queda el alma con una suave paz. Tampoco depende de mí reproducir esa especie de diálogo cuando me place. Lo más frecuente suele ser en el tiempo de acción de gracias y durante el día, si el alma está en paz y tranquilidad, pues si el alma está preocupada de otro cualquier modo, entonces no está en disposición.

Le digo todo esto con el fin de darle cuenta de todo lo que hago, y para que V. R. juzgue si es agradable a Jesús ese modo de dar gracias etc. Sin embargo algunas veces, también me siento inclinado o movido a dirigirme al Padre Celestial, comenzando por ofrecer a su Hijo sacramentado, y después continuar hablando con El, pero no en diálogo, sino en forma de peticiones y de súplicas. Alguna vez me hace fuerza el pedirle, lo que le pidió su Hijo Jesús en la última cena: "Padre, glorifica a tu Hijo" etc...

Esos diálogos son entre el alma y Jesús, quiero decirle, que no son, por ejemplo, con la Sma. Virgen o con el Padre Celestial o el Espíritu Santo, quiero decirle (que) cuando me dirijo a la Sma. Virgen, o al Padre Celestial, no siento que responden a mi alma. Y perdone, Padre, veo que me explico mal, y no sé decirle lo que quería, pero permítame decirle lo que me ha ocurrido en estos últimos días. Se me ha ocurrido, ya que Jesús está en lo más íntimo de nuestra alma por medio de su gracia y de su Espíritu Santo, si será El el que produce en el alma esas palabras o esas aspiraciones: "Date a Mí, Yo soy tu Dios Bueno, en mí encontrarás la paz, la dicha, el consuelo etc. etc."

 

Otros detalles de después de la Comunión

Por todo esto que le digo, aunque mal dicho, creo que ya se dará cuenta de lo que pasa en mi alma y mi modo de conducirme con Jesús. Este es, pues, mi modo de dar gracias a Jesús, y para terminar suelo recitar algunas oraciones del Breviario: el Cántico de los tres niños, el "Alma de Cristo" etc.

A las 9 voy a desayunar, antes hago un poco de disciplina si no he podido hacer antes de la misa.

Después del desayuno vuelvo a la presencia de Jesús para pedirle la bendición para comenzar mis trabajos de cada día.

Cuando tengo la Misa fuera de casa, observo el mismo método más o menos que en casa. Por el camino voy hablando con Jesús, y después, a la vuelta, continúo mi acción de gracias de la misma manera hablando con Jesús y su Madre Sma. Tendría que decirle también que me he acostumbrado a estar con el capucho puesto durante la acción de gracias; no sé por qué será o por queme siento más recogido, o más abstraído de lo que me rodea, el hecho es que ya desde hace dos años o más hago de ese modo.

Ocupaciones de la mañana

Terminé la última carta diciéndole que, después del desayuno, iba a pedir a Jesús la bendición antes de comenzar mis trabajos de cada día. Habiendo pedido la bendición a Jesús y a su Sma. Madre, voy a la celda. Si tengo que preparar algún sermón, primero suelo leer alguna cosita sobre la materia, y luego conmigo mismo formar el plan, y luego procuro escribir lo que he concebido en mi mente. Otras veces hago algunos pequeños trabajos que me haya encargado el P. Guardián u otras ocupaciones que salen al paso etc. Otras veces procuro repasar o estudiar alguna cosita etc.

En estas ocupaciones se me va el tiempo desde las 9,30 hasta las 11,30. A las 11,30 voy a la presencia de Jesús Sacramentado para pedirle de nuevo la bendición y luz para hacer lectura espiritual y hasta las 12 hago lectura espiritual meditada paseando en la huerta.

Lectura espiritual: La Mística Ciudad de Dios

Ahora deseo decirle algo acerca de la Lectura espiritual. (307)

El libro predilecto que empleo para la lectura espiritual es la Mística Ciudad de Dios o vida de la Sma. Virgen María y de su Hijo Santísimo N.S. escrita por la V. María de Ágreda. Comencé a leer en Pamplona de estudiante y desde entonces no la he dejado, y sin embargo aún todavía no la he leído toda. Es verdad que cada vez leo poco, pues [tengo] que detenerme y meditar o saborear lo que voy leyendo, y esto mismo me sucede con casi todas las lecturas.

Según mi sentir, encuentro en esa lectura de la "Mística Ciudad de Dios" alimento y luz que satisface a mi alma, y (en) muchas ocasiones queda mi alma impresionada, que a veces me duran algunos días, sobre todo al recibir alguna luz ya sobre las virtudes de la Sma. Virgen, ya sobre las obras admirables que hizo mientras fue viadora en esta tierra etc.

Ahora la doctrina contenida en este libro, yo la juzgo sencillamente, como revelada y esto no solamente por los efectos que causa en mi interior, además de la conformidad con la Sagrada Escritura y la Sagrada Teología, sino apoyado exteriormente en el testimonio que han dado graves autores sobre esa Obra. Por todo esto pues llena esta obra todas las aspiraciones de mi alma y siento, (que aunque el Señor tenga dispuesto concederme muchos años de vida) siempre encontraré nueva luz, y alimento abundante para mi alma. (308)


Lo que me sucede es, que al meditar o reflexionar un poco las virtudes de la Sma. Virgen, a veces queda como aplastada u oprimida mi pobre alma, considerando la distancia casi infinita entre la vida Sma. de la Virgen, y mi vida pecadora, porque mi aspiración al leer esa obra y meditarla, es imitar de alguna manera a la Sma. Virgen y oír sus enseñanzas y razones suavísimas, que repetía a su sierva, como también me las dijera a mí.

Y el concepto que tengo formado sobre la Sma. Virgen, acerca de sus virtudes inefables, del abismo de sus gracias, de sus relaciones con la Sma. Trinidad y de su Hijo Jesús, de sus relaciones con los hombres como Mediadora de las gracias, me he formado principalmente leyendo esta Obra. Y sin embargo no la he leído todavía toda ella; ahora con la gracia divina pienso comenzar la tercera parte de su vida desde la Ascensión del Señor a los Cielos hasta su Asunción gloriosa en cuerpo y alma. Es verdad que algunas parte de su vida y algunos misterios los he leído y meditado repetidas veces como el misterio de su Concepción Inmaculada, el nacimiento del Niño Jesús, su pasión etc, porque siempre me quedo con hambre y nueva ansia. Y me atrevo a decir que he hecho el centro de mi vida espiritual la meditación de la Vida de la Sma. Virgen y de su Divino Hijo.

Otra cosa que ha llamado mi atención sobre esta Obra, es la estima en que han tenido muchos siervos de Dios y almas amantes de Dios, comenzando por N. Beato Diego José de Cádiz (309), V. P. Francisco de Orihuela (310), V. Agustín Cardaveraz (311) etc. Todo esto ha contribuido a buscar la dirección y luz de mi alma en esa Obra. He querido darle cuenta de esto con alguna extensión para que conozca mejor mi alma y por los caminos por donde anda. La Mística Ciudad de Dios es pues mi libro para la lectura espiritual.

Obras y folletos del "Amor Misericordioso"

Juntamente con esta Obra empleo las "Obras del Amor Misericordioso", en las cuales igualmente mi pobre alma encuentra una unción, expansión, paz y quietud, que me deja siempre con hambre y sed de Dios sencillamente y según siente mi alma. Estas obritas, o (por) mejor decir, la doctrina que se encuentra en esos "Folletos" (312) la considero yo, ciertamente, como palabras de Jesús, que se ha servido de alguna alma, como de instrumento para transmitirlas.

Por eso llenan mi alma y la dejan satisfecha, con aquella paz y satisfacción que encuentra el alma en la manifestación de una verdad. Sobre todo las obritas "La Gloria de Dios" y "El Amor no es amado" quisiera que se grabaran para siempre en mi alma y estuvieran presentes sus palabras en mi memoria. Ahora estoy leyendo "A los Sacerdotes", que igualmente llenan mi alma sus enseñanzas.

Estas obritas leo a ratitos, muchas veces cuando voy a visitar algún enfermo, o salgo de casa para algún otro ministerio, en el camino leo unas cuantas líneas, para que sirvan de meditación, o para conversar con Jesús.

Mire pues, Padre mío, qué cositas entretienen mi alma. Esas son las lecturas que más me llenan y ensanchan o dilatan mi corazón en la esperanza, y me llevan hacia Jesús.

Las epístolas de San Pablo

No quiero pasar en silencio que también las "Epístolas de San Pablo" (313) ejercen un atractivo sobre mi alma. Hace unos tres años que fui leyéndolas muy despacio, meditándolas, y desde entonces encuentra mi alma no sé qué sabor en esas cartas, siempre que leo alguna página de ellas, eso que como dice el Apóstol San Pedro, hay en ellas "misterios de alta sabiduría y de difícil entender"; a pesar de eso dan una luz suave y de paz al alma.

En la fuente de la Palabra Increada

Sin embargo, el alma nunca queda del todo saciada con la verdad y palabras de vida que encuentra en los libros, sino que esta pobre alma busca al Autor de esas palabras y quiere poseer al que es la "Palabra Increada" al Verbo de Dios. Y la fe le descubre el misterio que le dice que el "Verbo de Dios" entre nosotros tiene su morada y su Tabernáculo, sí, está realmente en la Hostia Santa. Ahí está aquel Jesús que pronunció las palabras del Santo Evangelio; ahí está Jesús todo amoroso, y la pobre alma quisiera aprehender a ese Jesús, tenerle en posesión, estar en El, y siempre con El.

¡Ah! ¿Y no se habrá quedado Jesús para ser todo nuestro, nuestra vida, y nuestra respiración? ¿No dijo El que quien le comiera viviría de su vida, así como El vive de la Vida de su Padre, y que sería "Uno con El" así como El es Uno en el Padre? ¡Oh!, padre, qué misterio tan profundo encierran estas palabras: "Vivir de la Vida de Jesús", ser "Uno con Jesús". Uno con Jesús en el pensar, en el desear, en el querer, en todas las cosas ser "Uno con Jesús", vivir de su vida, ¡que es la Caridad infinita de su Corazón!...

¡Cuánta es la dicha de la criatura! Y esto que parece prodigio es una realidad para el alma que cree con fe, pues es la Palabra de Jesús, la Palabra de la verdad. No es, pues, extraño que los santos fueran como ciervos sedientos a la "Fuente de aguas vivas" para saciarse y apagar su sed. Si nosotros también tuviéramos la dicha de dar con ese Tesoro escondido, a fin de vender todas las cosas, y comprarlo y poseerlo para siempre.

Estas son las aspiraciones de esta pobre alma, y sus ilusiones y sueños, y sin embargo cree que puede llegar a ser la realidad, pues el que es la Verdad, ha dicho y su palabra es fiel y su promesa tiene cumplimiento. El déficit está en nosotros, está en esta miserable criatura que no sabe corresponder.

Todo esto que acabo de decirle, no obsta a que el alma se encuentre en obscuridad y fastidiada en ciertos días, y en algunas ocasiones.

Comportamiento durante la comida

Pero volvamos ya atrás; le decía que hago lectura espiritual desde las 11,30 a 12, en la huerta paseando.

A las 12 rezamos Sexta, Nona y Vísperas. Ya le indiqué en la carta anterior el modo que observo en el rezo del Oficio Divino.

A las 12,30 vamos al refectorio. Al principio procuro atender al Santo Evangelio. Después a veces la misma lectura me sugiere pensamientos o luces para seguir reflexionando sobre ellos, y cuando me sucede esto, me dejo llevar de esos pensamientos. Otras veces ocupo mi pensamiento y corazón en las reflexiones o luces que entonces me vienen. De modo que en esto no sigo una cosa fija, porque me sucede también otras veces comenzar a pensar en alguna cosa, y luego llamarme la atención alguna cosa de la lectura, y pararme a ella.

Un pequeño detalle quiero advertirle, que he observado. Antes no deseaba que se diera el "Benedicamus Domino" durante la comida (314), porque me resultaba penoso, y no podía permanecer recogido durante ese acto de tomar los alimentos. Y ahora me sucede que siento como una expansión, cuando creo que van a dispensar del silencio y eso que, cuando hay silencio, el alma está mucho más tranquila y se siente más unida a Jesús. Pero en parte este deseo proviene, según creo, que durante el silencio hay que leer, y mientras la lectura etc. el tiempo se pasa enseguida y suelo sentirme como apurado o mi tranquilidad para terminar la comida, es decir con una pequeña lucha; es verdad que siempre he considerado como un segundo sacrificio dispuesto por Jesús, pero a pesar de eso esa pequeña carga pesa siempre.

Con todo, procuro renunciar a mi sentimiento y a mi deseo natural; y unirme al de Jesús. En cuanto empiezo a tomar los alimentos, siempre encuentro algo que no está conforme con el espíritu. ¡Ay, que la naturaleza siempre toma su parte! Siempre mis pequeñas luchas entre el espíritu y la naturaleza. Es verdad que ahora generalmente no tengo inquietudes, me siento más resignado pero no que he llegado a la perfección.

Sí, quisiera hacer con más pura intención ese acto de tomar los alimentos, en unión de esa purísima intención con que hacía la Sma. Virgen, y lo hizo el mismo Hijo de Dios Humanado para nuestro merecimiento. Quisiera, sí, hacer únicamente para el agrado del Señor, con verdadera humildad y agradecimiento, con desprendimiento, negando a la naturaleza todo lo que es menos perfecto, todo lo que puede haber de desorden. Pero, siempre encuentro imperfección, paréceme que siempre cedo en algo a la naturaleza. Es verdad que al parecer los alimentos que tomo son como un acto de obediencia, pero dentro de esa obediencia, paréceme que caben muchas pequeñas privaciones, o pequeñas mortificaciones.

Yo creo que no hago cosa particular fuera de dejar las bebidas de vino etc. Generalmente tomo el café (315) por condescender con mis hermanos como participar de ese pequeño regocijo que causan en nuestro ánimo esas cositas.

Inclinado a la austeridad por Jesús Crucificado

En lo demás, hablándole con sinceridad, le descubriré soy inclinado a la austeridad en este punto y más considerando a Jesús Crucificado, pero por otra parte tengo que reconocer que no es de muy allá mi naturaleza en la fortaleza, quiero decirle que no valgo para rigurosos y prolongados ayunos. Es verdad que los que nos impone la Santa Regla, hasta ahora los he podido observarlos con relativa facilidad, pero en eso mismo tengo que reconocer que Jesús me ayuda. Si algunas temporadas he tenido ocasión de sufrir o de ofrecer algo a Jesús, ha sido durante las mañanas hasta el mediodía.

Y esto mismo me sucede cuando tengo que decir la misa tarde. Al principio no sabía lo que era sentir debilidad, o el atontarse la cabeza, y sentir el no poder estar etc... Pero, desde que comencé a darme cuenta, me entró cierto miedo o cobardía, de modo que siempre que tengo que decir la misa tarde, ya estoy de miedo y como angustiado. Es verdad que siento (que) Jesús me ayuda, y si no me ayuda más, es porque no sé confiar en El, y hasta ahora siempre he podido resistir; pero, sin embargo, siempre siento esa repugnancia y un miedo como que no podré. Sin duda Jesús me pide este pequeño sacrificio. Eso sí, después de decir la Santa Misa, aunque sea tarde, me siento con fuerza para estar con Jesús tres cuartos de hora o una hora.

Otro tanto me sucede por el lado contrario, si me traspaso algún tanto en la cantidad, tomando más de lo ordinario, ya me siento desazonado y con cierta pesadez que me impide para la vida espiritual y el trato con Jesucristo.

Recreación con los hermanos y cultivo de las flores

Después de rezar la estación al Smo. Sacramento, me reúno con mis hermanos, pero antes de ordinario voy a mi celda a pedir la bendición a la Sma. Virgen, y si no (lo) hago ya no me quedo tranquilo, paréceme que tengo que hacer este pequeño sacrificio.

Mis relaciones con mis hermanos, ya Padres, y Hnos. legos, creo que son bastante sencillas. Ya sabe V.R. que en general soy de pocas palabras, y tampoco sé acomodarme en muchas ocasiones a las conversaciones que se sostienen, me contento, pues, con alguna sonrisa o alguna palabrita si tengo oportunidad de decir; por otra parte, no quisiera distraerme de la presencia de Jesús, y sobre todo en ese acto de la recreación quisiera considerar a los que me rodean como templos del Espíritu Santo que son en realidad, pero todavía no me he acostumbrado.

Cuando hace buen tiempo, voy a trabajar al jardín en la recreación del mediodía. Siempre he sido aficionado a las flores, y continúo sintiendo esta afición a las flores. Pero siento también que Jesús es muy delicado y no admite ninguna afición desordenada por pequeña que parezca; y yo reconozco algo de desorden en esa afición, y tengo que luchar. Fui al P. Guardián a pedirle la renuncia a mi oficio de cuidar las flores, pero no me admitió.

Los momentos de la tarde

Terminada la recreación, voy a la presencia de Jesús Sacramentado, y permanezco unos 20 minutos en su Divina Presencia. Durante un ratito, a veces, suelo recorrer el Rosario de las Santas Llagas (316), pero no siempre.

Luego me retiro a la celda y hago la siesta de una media hora, pero no me acuesto, sino que hago recostado a la cama.

Después de la siesta, rezamos Completas y Maitines; en esto como le he dicho anteriormente.

Terminado el rezo, hago compañía durante un ratito a Jesús, es decir de tres menos cuarto a las tres pasadas (ahora las 4 oficiales); tengo costumbre, que traigo de atrás, recordar en ese tiempo la agonía y muerte de Jesús en la Cruz, y mi deseo ha sido siempre acompañar a Jesús espiritualmente con María al pie de la Cruz, y ofrecer al Padre su agonía y muerte santísima, pero no siempre me encuentro en esa disposición de poder representarme la agonía de Jesús. Sin embargo, empleo ese tiempo con Jesús, y hago el ofrecimiento y al propio tiempo suelo decir estos ofrecimientos: "Padre Eterno, os ofrezco al Sagrado Corazón de Jesús con todo su amor, con todos sus padecimientos y todos sus méritos en expiación de todos los pecados que he cometido hoy y durante mi vida" etc. A veces termino con algunas estrofas del "Stabat Mater".

Después vuelvo a mis trabajicos. A veces continúo en el sermón que he comenzado a la mañana y, si tengo que hacer otros sermones, estudio alguna cosa etc. En estas cosas empleo el tiempo desde las 4,15 hasta las 7. A veces durante este tiempo me llaman al confesonario, y entonces hago alguna visita a Jesús Sacramentado.

Fin del día

A las 7 vamos al coro, y rezamos el santo Rosario y a continuación hasta las ocho menos cuarto la oración. Como queda poco espacio para la meditación, a lo sumo un cuarto de hora, se me pasa pronto, a veces en algunos afectos a Jesús, a María, otras en recogimiento y otras sin hacer nada; quiero decirle que el alma está a oscuras y entonces procuro estar callandito en presencia de Jesús, sin decirla nada, a lo sumo voy repitiendo el dulce Nombre de Jesús.

A continuación tenemos la cena; respecto de la cena lo que he dicho respecto de la comida. Después procuro ir a la recreación.

Después de la Indulgencia voy al confesonario, si algún estudiante se quiere confesar.

De cara a la noche

Terminado ese trabajito vuelvo al coro y estoy un rato con Jesús o con la Sma. Virgen y me preparo un poco para hacer el Vía-crucis, que me cuesta una media hora poco más o menos, pero, a pesar de eso, lo hago todos los días.

Después me retiro a la celda y hago mis últimas devociones, que son: la letanía de S. José con las oraciones "Acordaos" y "A Vos Bienaventurado José". Después unas súplicas a la Sma. Virgen en favor de las almas más abandonas del Purgatorio, Desagravios al Señor con una oración a San Miguel arcángel. Para terminar leo un ratito la vida de Santa Gema, que me dejaron al principio de este año para que la leyese, ya voy a terminar pronto. De su lectura creo que ha aprovechado mi alma, no sólo para la dirección de las almas, mas también me he dado cuenta de nuevo qué valor tan grande tiene la obediencia en la vida espiritual, la Sagrada Comunión etc.

Me acuesto a las 11, después de rezar las 3 Avemarías a la Sma. Virgen. Durante la noche no me despierto, y, aunque a veces me despierte, no soy capaz de hacer una pequeña mortificación de levantarme un momento. Mi deseo ha sido siempre de tener la dicha de rezar los Maitines a la media noche, pero hasta ahora no me ha tocado ni en Alsasua ni aquí. Por eso ya que no puedo levantarme a la medianoche y por otra parte la pereza me vence, procuro retirarme un poco tarde. Por lo demás, ahora el sueño no me molesta generalmente. Eso sí desearía tener sueño ligero, pero tengo muy pesado.

Algunos días particulares: los primeros viernes

En mi última carta le prometí darle cuenta de mi ministerio fuera de casa. Pero antes quiero decirle cuatro palabras sobre algunos días particulares.

Y en primer lugar del 1er Viernes de cada mes consagrado al Corazón Smo. de Jesús. En esos días, hago un ratico de disciplina a las espaldas (creo que me autorizó para ese día V.R. en el año 1937), después rezo las Letanías del Corazón Smo. de Jesús, y a continuación recito la fórmula de la consagración al Amor Misericordioso del Corazón de Jesús, que escribí el año 1925. Esto suelo hacer a las mañanas después de la acción de gracias de la Misa.

A la tarde hago otro poco de disciplina de la misma manera y recito una breve fórmula del acto heroico en favor de las benditas almas del Purgatorio. (317)

Ahora que se aproxima el mes de Junio, tengo, Padre, deseos de prepararme para renovar mi acto de ofrecimiento, como víctima al Amor Misericordioso del Corazón de Jesús.

La dicha de ser víctima del Amor

Como acabo de decirle, esta consagración la escribí en Alsasua, siendo colegial, el 19 de Junio de 1925, que aquel año era la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

En aquella temporada leía yo la Vida de Santa Teresita del Niño Jesús, y me llamó la atención su acto de Ofrecimiento como holocausto al Amor Misericordioso, y sentí deseos de imitarle, y recuerdo que le pedí permiso al confesor, y habiéndome otorgado, escribí una fórmula de consagración el día del Sagrado Corazón de Jesús. Sin duda que yo no comprendía entonces todo el alcance de esta frase: "Ser Víctima de Amor Misericordioso de Dios", pero ni aún ahora comprendo, a pesar de que han transcurrido 16 años.

Sin embargo, desde entonces muchas veces he repetido esa fórmula de consagración; muchas veces he dicho: "Sí, Jesús mío, yo miserable pecador y débil niño, lleno de toda clase de miserias, yo deseo ofrecerme al Amor de vuestro Corazón Misericordioso, y me ofrezco como Víctima en manos de María a vuestro Amor Misericordioso, suplicándoos que me abraséis y me consumáis en el horno ardiente de vuestro dulcísimo Corazón".

¡Oh Padre! y paréceme comprender algo del significado de estas palabras "ser víctima de holocausto del Amor Misericordioso de Dios" y verdaderamente me parece una dicha grandísima y una gracia de parte del Señor, el llegar a ser una verdadera víctima del Amor porque yo me figuro que, así como una cosa que se arroja en un horno encendido, queda abrasada, así también una criatura que se arroja voluntariamente en las llamas de caridad del Divino Corazón, como consecuencia, tiene que quedar abrasada y ser consumida finalmente por esas mismas llamas.

¿Y esto no es una felicidad verdaderamente grande? Parece que una pobre criatura no puede aspirar a dicha mayor. ¿Le cabrá, o le tocará en suerte dicha tanta alguna vez al pobre Fr. Bernabé? ¿Se podrá decir alguna vez, el fuego le abrasó y le consumió? Paréceme que de parte de Jesús no hay dificultad, pero no puedo decir otro tanto de parte de Fr. Bernabé...

Pues esta pobre criatura no sabe en qué consiste ser víctima verdadera, no sabe qué condiciones ha de tener la víctima verdadera; claro está, teóricamente sí; una víctima ha de estar muerta, muerta a sí misma, pero ¿prácticamente?...

Le ruego pues a V.R. me ayude con la luz que reciba de Jesús, y no se canse mientras el Señor le conceda aliento sobre la tierra (y después desde la vista de Dios), no se canse, Padre, de ayudarme, y de corregirme y amonestarme.

Ahora pues quisiera prepararme para hacer de nuevo mi acto de ofrecimiento al Amor Misericordioso de Jesús, como si fuera por la vez primera que lo hago y quisiera hacer de un modo especial según las intenciones del Vicario de Cristo, y, a ser posible, para aliviarle en algo en su tribulación en unión de todas las almas buenas que se ofrecen por las mismas intenciones.

El viernes de cada semana

Ya que le he hablado del 1er Viernes, quiero decirle una palabra sobre ese día de Viernes, consagrado con la memoria de la Pasión de N. S. Jesucristo. En general el viernes de cada semana se presenta a mi alma, con un tinte como de tristeza, y de dificultad. Cuando comencé a meditar la pasión de Jesús, hubiera deseado yo dedicarlo ese día enteramente a la memoria de la Pasión de Jesús y a acompañarle de alguna manera, pero pronto se me presentó como una dificultad para recordar la pasión de Jesús, y he observado, por otra parte, que en general ese día de viernes de cada semana he tenido más hastíos y sequedades en la oración y en la vida espiritual, y al propio tiempo he sentido como una necesidad de acompañar a Jesús Paciente, y compartir con El sus dolores de alguna manera.

Y he aquí otro detalle, no me gustan que las Fiestas de Solemnidad caigan en viernes, por ejemplo, la Inmaculada Concepción, Navidad, S. José etc. Y con todo, como acabo de decirle, es el día en que me siento como más imposibilitado para acompañar a Jesús en su Pasión.

También me autorizó V.R. para hacer la Hora Santa el Jueves por la noche, pero he tropezado en las mismas dificultades. Si los demás días no me atacaba el sueño en este día me había de molestar; leer de algún libro no siento, y parece que no entiendo lo que dicen; querer presentarme a Jesús en el Huerto orando en la agonía, y sentir como imposible, o que las facultades [?] del alma se niegan a ello. Sin embargo hasta ahora he procurado pasar una hora de una manera o de otra, y desearía hacerlo en adelante con la bendición de la Santa Obediencia, y atreverme en todo a lo que ella disponga, a ver si con esto se acomoda el buen Jesús a mi alma, y se deja sentirse un poquitín, o mejor, le admite a su lado, y a lo menos le dice como a sus apóstoles: "¿No puedes velar una hora conmigo?".

Otro tanto me sucede con las tres horas de agonía que Jesús permaneció sobre la Cruz; sé que mi pobre alma quisiera permanecer en espíritu al pie de la Cruz, acompañando a Jesús y a María en aquellas tres horas, pero a veces parece que la imaginación se niega a representar a Jesús sobre la Cruz, y el entendimiento está cansado, y la voluntad seca. A pesar de todo, he mantenido hasta ahora ese deseo de acompañarles de alguna manera, y estoy seguro que Jesús y María se dejarán rendir en lo que disponga la Santa Obediencia; en todo esto pues me pongo en sus manos, padre, para hacer según disponga V.R.

Después de la Indulgencia de la noche (318), el sueño ya poco me molesta, algunos días nada y puedo estar con Jesús Sacramentado, y hacer el Vía-crucis etc, pero desearía otra gracia de Jesús y es que se dignara aligerar el sueño, si es de su agrado. Ya le dije en mi anterior carta que tengo sueño pesado, y aunque hacia la mañana me despierto, siento como una fuerza tan grande, o pesadez, que soy incapaz hasta para levantarme a besar el suelo y acostarme de nuevo. Y, sobre esto, a veces me despierto con la imaginación cansada o fatigada; quizás en esto el enemigo me molesta un poco con algunas pesadillas que a veces me ocurren, y me ponen en aprieto. Y paréceme que el quererme conceder esta gracia Jesús, está como condicionada a la obediencia, de modo que si V.R. así ordena, creo que Jesús me concederá por mediación de su Sma. Madre.

 


 
Capitulo XI

Las sandalias del capuchino

 

Vamos a contemplar al P. Bemabé en este capítulo fuera del convento. El P. Bernabé estaba muy cerca de toda persona necesitada. Sus pobres sandalias han dejado huellas por las calles de Fuenterrabía e Irún, han subido y bajado por los caminos de los caseríos. El P. Bernabé ha estado cerca, muy cerca, de centenares de familias, como hombre de Dios que lleva una palabra de consuelo y reparte una mirada transida de bondad.

¡Las sandalias del P. Bernabé! Una imagen que se quedó grabada en la retina de las gentes, al ver a aita santua caminar invariablemente así. "Sus pies. Siempre, verano e invierno, agua o nieve. Camina con los pies desnudos. Todo su calzado eran unas sencillas sandalias. El caminar con los pies desnudos tenía para él un serio inconveniente: se le agrietaba fácilmente e incluso, sangraba. A pesar de ello, siempre seguía en la misma actitud. Este recuerdo de los pies descalzos y agrietados todavía está en el recuerdo de muchas personas. Me lo han recordado en más de una ocasión (319).

El ministerio de la predicación

Y lo primero la predicación, "el ministerio de la predicación" -palabra importante-, ministerio que él ha tomado con mucha seriedad y que lo preparaba a conciencia, con la oración y escribiendo sus humildes cuadernitos. El ministerio de la predicación, bien fuera por atender a las hermandades de terciarios o por acudir a las llamadas de los párrocos que de tiempo en tiempo querían a los capuchinos en sus iglesias, sobre todo para confesar a los feligreses, le ha llevado muchos domingos a los pueblos de la zona. Enlazando con el capítulo anterior, oigamos cómo cuenta al director espiritual su manera de comportarse cuando sale fuera del convento.

 

* * *

Y ahora le voy a dar cuenta de mi proceder cuando voy afuera por el ministerio de la predicación.

Cuando tengo que viajar en tren, procuro ir recogido, llevando a Jesús en mi mente y corazón, ayudándome de alguna obrita del Amor Misericordioso, con la gracia de Jesús que ya me voy acostumbrando a este santo recogimiento cuando tengo que estar entre la gente; antes se me hacia dificil, por eso me era penoso marchar en el tren, aun ahora mucho más fácil me es caminar a pie, para ir entretenido con Jesús y María.

Cuando llego al lugar de mi destino, primero voy a visitar a Jesús sacramentado, luego a saludar al sacerdote del lugar de la Parroquia.

A continuación al confesonario, o rezo antes alguna parte del Oficio Divino, si dispongo del tiempo; si no, dejo para la noche.

En el confesonario, a mi parecer no encuentro ninguna dificultad especial en resolver casos etc, pero sí en el deseo que siento de exhortar y aconsejar a los penitentes de tal suerte, que quisiera que mis pobres palabras penetraran hasta lo íntimo de su corazón, y que todos quedaran corregidos y enmendados, pero en esto me siento como un ser inútil e incapaz, que nunca me quedo a satisfacción, y esto me sucede al dirigir la palabra en el púlpito.

Por eso le digo a veces a Jesús: ¡Oh, Jesús, dígnate hablar Tú mismo por esta pobre boca mía, que yo no sé hablar, ni sé lo que tengo que decirles, pero tú sabes lo que necesitan, háblales tú, oh Jesús mío!

Y ¿qué le diré de mi conducta en la mesa? He aquí otro lugar de donde nunca me levanto satisfecho. Paréceme que no sé dominarme a mí mismo, que soy demasiado condescendiente en las exigencias de las criaturas.

Mi deseo es guardar el ayuno del sábado en honor de la Sma. Virgen, pero en esto creo que antes era más riguroso que ahora, antes me excusaba de tomar nada por la tarde, diciendo que guardaba ayuno, pero ahora cedo más fácilmente a la instancia y me dejo convencer del trabajo del confesonario, y hasta a veces siento como reparo de decir que guardo ayuno. Sin embargo, procuro advertir a la noche casi siempre, o por lo menos guardarlo en la forma posible.

Antes de acostarme procuro rezar los maitines, si antes no he podido rezar. Mi pequeña mortificación en estos casos es ésta: en vez de dormir sobre el colchón, procuro dormir sobre el suelo, envuelto en alguna manta, y por la mañana, enredo un poco la cama para que no puedan advertir; algunas veces hago también un poco de disciplina.

Por las mañanas, según se presente la ocasión, o celebrar al principio la Santa Misa, o sentarme en el confesonario; en estas ocasiones, como sabe V.R. según la circunstancia.

Después que he terminado los trabajos de la mañana, procuro gastar el tiempo que resta hasta el mediodía, en rezar las Horas del Oficio Divino, en estar algún ratito con Jesús en su compañía, en repasar el sermón de la tarde etc. según disponga de tiempo.

Ya le he dicho que en la mesa soy flaco, por quererme acomodar en todo a complacer, por mejor decir ese falso reparo que no conduce a nada, y las más de las veces no es más que miedo de imaginación, pierdo la santa libertad para obrar en la presencia de mi Dios. Quiero decirle, con esto, Padre, que Jesús me puede pedir ciertos sacrificios, y El sabe por qué, y yo no debo negárselos por complacer a la criatura. Es verdad, Padre, que procuro acomodarme en todo a lo que traen de comida etc. y hasta tomo un poco de vino por acompañar al que está conmigo en la mesa. En eso no creo me reprenderá Jesús, aunque mi inclinación siempre es por la austeridad, pero dentro de eso yo encuentro que se pueden hacer otros sacrificios, y que yo debo de hacerlos.

Otro tanto me parece que debo hacer tratándose de la conversación, es decir que ni la comida, ni la conversación deben impedirme el permanecer en presencia de Jesús, y permanecer en el espíritu de sacrificio. Hasta ahora casi siempre encuentro algo en qué reprenderte. Con la ayuda de la Virgen Santísima, a ver si procuro en adelante dar gusto en todo a Jesús.

A la tarde, después de terminada la Función, cuando regreso al convento, muchas veces Jesús me ha concedido unos sentimientos, como de una suave tristeza, acompañada del conocimiento de la propia bajeza, y al propio tiempo deseos de inmolación en unión con Jesús, deseos de hacer bien a las almas, en fin un espíritu de suave comunicación, que a veces me dura hasta la noche. Esto me sucedía cuando estaba en Alsasua, y aquí también a veces (320).

Balance de ministerios por los pueblos

Al iniciar la etapa de su residencia en Fuenterrabía, ya vimos sus actividades de los primeros meses en aquel año de 1940. De las crónicas del convento de Fuenterrabía, de las hojas del archivo hemos ido rescatando, en lo que hemos podido, listas de predicación y ministerios. No es un registro completo de lo que hacía el P. Bemabé; son datos concretos y, sobre todo, marcan la pauta de lo que hacía normalmente como ministerio de predicación. Aunque el elenco no pueda decir todo, pensamos que puede ser altamente significativo (321).

Enero-febrero 1941. Entre los "sermones para los meses de enero-febrero": Los domingos lº y 2º en la misa de las seis. Segundo domingo de enero en Herrera. Tercer domingo de enero en Atáun. Cuarto domingo de enero en Lazcano. Triduo a los Hermanos Terciarios los días 4-6 enero.

Noviembre-diciembre 1941. En la hoja de predicación del convento se lee a propósito del P. Bemabé: Todos los domingos y fiestas a las 6.30. A los Novicios. Inmaculada en Santesteban. Además los sermones a los Terciarios.

Enero 1942. El 1 de enero predica en Anoeta, el 11 en Irura; el 24 a los Terciarios en el convento.

Febrero 1942. Predica a los terciarios, y todos los domingos en la misa de 6 de la mañana.

Junio 1942. Predica todos los domingos en la misa de 6; predica en Baliarráin; San Pedro en Yanci

Julio-septiembre 1942. Sigue con la misa de 6 en el convento los domingos; predica en la fiesta de La Porciúncula (2 de agosto) en Anoeta; el Rosario en Amézketa; un triduo en Herrera; Cristo Rey (octubre) en Lezo.

1 noviembre 1942. Fiesta de Todos los Santos en Baliarráin.

8 diciembre 1942. Triduo de la Purísima en Arizcun.

Cuaresma 1943. "El tiempo de Cuaresma he pasado casi todo él en el ministerio de confesiones y predicación" (322). Lista habitual de sermones en un lugar y otro; destacamos: marzo: ha estado en Arizcun; abril: ha estado en Arizcun; Pascua: Anoeta.

Septiembre 1943. Los domingos ha estado en Ballarráin, Anoeta, Herrera y San Miguel de Aralar.

Octubre 1943. Los domingos ha estado en Amézketa, Herrera, Irura y el cuarto en el convento

Años 1944-1945. "Con regular monotonía sigue apareciendo en la Crónica a la hora de los ministerios. En casa y en los diversos pueblos de Guipúzcoa y Navarra (Bidasoa)" (323) .

Año 1946. El P. Bemabé hace este resumen al director espiritual: "Sigo la vida poco más o menos de siempre en cuanto al ministerio exterior: confesonario, visita de enfermos, un poco de apostolado sobre el Sagrado Corazón (entronizaciones) y algunas clases de latín" (324).

Sirva como pauta. La salidas del P. Bernabé se deben, sobre todo, a la atención a los terciarios, que en aquellos años eran numerosos y estaban extendidos en muchas parroquias. Haciendo el balance de ministerios del año 1953, escribían desde el convento de Fuenterrabía para el Boletín Oficial de la provincia: "Además de la labor tenida con los Terciarios de la Hermandad de Irún-Fuenterrabía, se ha atendido a las Hermandades de Oyarzun, Rentería, Herrera, Anoeta, Alzo, Irura, Ugarte de Amézqueta, Ballarráin, Lazcano, Mutiloa (Parroquia y Estación) y Mendaro" (325).

Las Hermandades de Terciarios

Las hermandades de terciarios eran una hermosura. Había 13 hermandades dependientes del convento, y terciarios en el convento (Fuenterrabía e Irún) 1.200, más 180 cordígeros, con datos correspondientes a 1947-1948 (326). Mensualmente tenían el domingo a ellos dedicado: misa por la mañana con comunión general, y por la tarde la función: santo rosario y predicación. Todo esto suponía una intensa vida de piedad, que fluía luego en obras de caridad. Una vez al año se hacía un gran concentración de terciarios. Era una convención religiosa con carácter piadoso de peregrinación. En ocasiones se aunaban las hermandades dirigídas por los franciscanos y las hermandades dirigidas por los capuchinos, siempre en buena armonía.

Por hablar con datos concretos, el 29 de agosto de 1948 se llevó a cabo una gran peregrinación de terciarios organizada por el convento de Fuenterrabía a Beasáin, a la capilla de San Martín Loinaz mártir de Japón, hijo y patrono de la villa. Acudieron más de 500, con los PP. Carlos de Vera, Lorenzo de Alegría, Bernabé de Larraul e Isaac de Azpeitia (327). En mayo de 1949 se celebró la acostumbrada peregrinación anual de terciarios, escogiendo como punto de encuentro el colegio de la Madre del Buen Consejo, en Lecároz (Navarra), colegio de solera, regentado por los capuchinos. Afluyeron alrededor de 600 hermanos y hermanas terciarios. Y añade la Crónica del Boletín Oficial de la provincia: "Hubo un detalle que constituyó una novedad muy grata para estos Terciarios de Guipúzcoa: la efigie veneranda de San Miguel de Aralar, que andaba recorriendo los pueblos del Baztán, presidió la función de la tarde; y los hermanos Terciarios, después de adorar la imagen, que no conocían, la acompañaron procesionalmente hasta la estación de Irurita, entonando las letrillas usuales" (328).

Los sacerdotes diocesanos veían la Orden Tercera con gran simpatía. En febrero de 1950 comienzan a reunirse los sacerdotes de Fuenterrabía e Irún en el convento de capuchinos para el retiro mensual. Les da la correspondiente plática el prestigioso P. Antonino de Caparroso. La buena acogida produjo sus frutos, y en noviembre de aquel mismo año surgió una feliz idea: celebrar en el convento un día de reunión o convivencia franciscano-sacerdotal. Así se hizo el día 14 de noviembre. Muy gozosamente indica el Boletín de la provincia: "De los 30 sacerdotes invitados, acudieron 22, y los restantes se adhirieron manifestando su pena de no poder asistir. Se hallaban presentes los señores párrocos de Irún, Fuenterrabía, Oyarzun, Herrera, Lazcano, Atáun (San Gregorio), Mendaro, Irura, Anoeta, Arrona, Ugarte-Amézqueta; señores coadjutores de Oyarzun, de Rentería (tres), de Lezo (dos), de Tolosa, de Cizúrquil, de Arrona; el señor capellán de San Bartolomé, fundador de la Orden Tercera en la estación de Arrona, y un capellán de Lasarte" (329). Esta asamblea frannciscano-sacerdotal -se complace en señalar el cronista- fue alabada por el P. General.

La prosperidad de la Orden tercera va en aumento. Aquel año de 1950, el 21 de mayo, la peregrinación anual se hizo a Ntra. Sra de Iciar, en Deva (Guipúzcoa). Se juntaron 700 hermanos. "La Orden Tercera del convento sigue su marcha ascendente" (330). Fueron más los del año siguiente, peregrinando el 17 de junio de 1951, a Lazcano: "a los 500 terciarios de la Hermandad de Fuenterrabía e Irún se unieron otros muchos procedentes de Irura, Anoeta, Mutiloa y Atáun" (331). Las crónicas sucesivas de las peregrinaciones de terciarios parecen ediciones repetidas. "El día 25 de mayo tuvieron (los terciarios) su anual peregrinación, esta vez al santuario de Arritoquieta (Zumaya). Desde la estación de Zumaya se formó una larga procesión de hombres y de mujeres terciarios que, con sus estandartes de Irún, Fuenterrabía, Oyarzun, Herrera... dieron una hermosa lección, que recordarán por mucho tiempo los zumayanos" (332).

Año tras año el cuadro se repite monótono. En mayo del 53 hubo una magna concentración de terciarios en Tolosa, acudiendo las hermandades adscritas a la obediencia de los Menores (333) y las de los Capuchinos. Acudieron de Fuenterrabía el Guardián y el P. Bernabé. La reunión anual de los terciarios de la provincia se hizo en Alsasua, juntándose 350.

El ministerio con los hermanos terciarios llevaba consigo la atención dominical una vez al mes: por la mañana Misa de comunión general; por la tarde la "función" de los terciarios: santo rosario, expuesto del santísimo, plática conveniente.

En determinado casos se hacía la visita canónica. En otoño de este año 1953, por ejemplo, se llevó a cabo la visita canónica a la Hermandad de Fuenterrabía-Irún. "El mismo tercer domingo de octubre -dice el cronista- se abrió la visita canónica de esta hermandad, que ha venido haciéndose diariamente por más de un mes por el R. P. Bernabé de Larraul. Se han presentado casi todos los hermanos y hermanas, y ha comenzado a palparse el fruto" (334).

Detrás de esta representación funcional y canónica de la Orden Tercera hay una labor callada y personal de confidencia espiritual, de dirección y confesonario. El P. Bernabé, alérgico a cualquier frivolidad, es un temperamento propicio para la amistad espiritual. Un sencillo dato que quedó estampado en la Crónica de Fuenterrabía: "El día 2 de octubre (1954) marchó a Lourdes el Sr. Izaguirre de Irún, ministro de nuestra Orden Tercera, con su familia. Llevaron como capellán de su peregrinación al P. Bernabé de Larraul" (335). Era el año mariano.

La Sra. María Luisa Urrutia, madre de familia numerosa, entre cuyos hijos se encuentra un capuchino, y abuela de dos capuchinos, fue durante 25 años Ministra de la Hermandad. El P. Bernabé fue su director espiritual, guiándole por el camino de la oblación y de la abnegación propia (336). Y he aquí una florecilla del P. Bernabé con esa santa mujer. "A mi madre, que en gloria esté, le dio una tercera embolia y estaba sin habla. Le rodeábamos sus hijos. Llegó su Director espiritual, que era el P. Bernabé, y nos dijo: Vamos a rezar el santo Rosario. Y comenzó. Al tercer misterio, abrió los ojos y sonrió. Inmediatamente nos hizo salir del cuarto a todos y le atendió espiritualmente. Mi hermano Senén decía: Yo no sé si esto ha sido un milagro o no, pero que aquí el P. Bernabé ha hecho una de las suyas es evidente... El Dr. Gamarra, médico de Fuenterrabía, me dijo: No salgo de mi asombro. No me explico cómo su madre ha podido salir con vida de esta tercera embolia. Pues de hecho vivió muchos años más" (337)

Por casas y caseríos: los enfermos

El P. Bernabé fue un andarín, pero sus caminatas no eran ni por deporte ni por ecología. Venían de su estilo, un tanto nervioso, y se acoplaban perfectamente a la figura evangélica del mensajero y a esa imagen heredada de la Regla Franciscana cuando San Francisco nos aconseja ir por el mundo como peregrinos.

Por temperamento y opción los humildes eran sus preferidos. Y los enfermos una de sus debilidades. Como el testimonio vale más que las palabras, he aquí lo que nos cuenta un amigo de Irún, que se preció de la amistad del P. Bernabé por 46 años.

"Mi primer contacto con el Padre Bernabé fue a la edad de 14 años.

A la edad de 17 cogí una grave enfermedad, lo mismo otro chico de Irún. Este joven se llamaba Chapartegui, y murió. Dios quiso que yo me salvara; yo no sé si sería por la intercesión del Padre Bernabé, pero la verdad que me curé.

Esta enfermedad me duró tres meses, siendo ella un verdadero suplicio. Tenía grandes dolores; sólo podía tomar agua de limón, y no dormía; así que me quedé en 25 Kgs. Mi madre estaba día y noche conmigo; pero el buen Padre Bernabé, cuando le comunicaron que yo estaba enfermo, se escapaba todas las noches del Convento y estuvo durante un mes a la cabecera de mi cama. Me dio dos veces los Viáticos y, como me veía muy mal, leía unos libros religiosos que yo creo lo hacía para darme ánimos.


 

Cuántas noches pasé con él, siendo su compañía un gran alivio para mí. Como yo no dormía, alguna noche el Padre Bernabé estaba recostado en mi cama por el cansancio y se quedaba algún rato dormido. La verdad que aquellas noches se me han quedado grabadas para siempre.

...Cuando estuve enfermo, todas las noches se quitaba de comer su postre y me lo daba; yo le decía que se lo agradecía de todo corazón, pero que no lo podía comer" (338).

El arte y gracia del consuelo

Lo propio del P. Bernabé era el consolar a las personas, mostrarse cercano e infundir aliento y confianza.

No nos despedimos de Agustín Sanz que, en su misma carta, nos cuenta cómo le consoló el P. Bernabé desde lejos, a raíz de la muerte de un hijo.

"Hace ya 14 años -escribía en 1991- tuvimos la desgracia de perder a nuestro querido hijo Carlos, que entonces tenía 17 años, víctima de accidente. Yo estaba desesperado y, como siempre he tenido una gran fe y confianza en Dios, no podía creer que Dios se lo hubiera llevado; llegué a rebelarme en alguna ocasión, pero en una de sus cartas que me escribió el Padre Bernabé me decía lo siguiente: Tú, Agustín, si vas por el campo paseando y ves una hermosa flor la cual te gusta mucho, no puedes por menos de cogerla. Pues piensa que Dios ha hecho lo mismo con tu hijo. Lo quería para Él.

Así que fue dándome ánimos con sus hermosas cartas, que todas ellas eran muy espirituales, y mi fe, aunque dudé un día, se afianzó más.

Mi amistad y cariño con el P. Bernabé data desde los 14 años hasta su muerte; así que fueron 46 años de una amistad buena y llena de cariño" (339).

Quizás no nos aquiete el argumento de la flor, pero lo cierto es que el P. Bernabé, por un don que transcendía a sus palabras y explicaciones, infundía paz y esperanza.

Y siguen las Florecillas

Fr. Bernabé es una personaje sacado del libro de las Florecillas, que relata poéticamente sucesos de San Francisco y de sus compañeros en los tiempos primaverales de la vida franciscanas. La ingenuidad y la ternura son los colores de esas Florecillas, especie de cuentos de niños para mayores, para saber cómo funciona la vida desde la transparencia.

Y todo ello brota desde la misma estampa de este fraile diminuto, austero y sonriente. ¿Cómo se ponía para orar el P. Bernabé? Imaginémoslo en el santuario del Santo Cristo de Lezo, donde escuchó millares de confesiones. "Uno de los comentarios que escuché -escribe Sabin Egibar, capuchino de Lezo- fue sobre su actitud externa orante: de rodillas y ante el santo Cristo, encogido en su misma pequeñez física, la capucha calada y las manos en la manga. Para la gente sencilla esta forma de oración salía de la norma común de orar" (340).

El P. Bernabé era, ante todo, la estampa de un hombre en oración, constantemente en oración. "Una vez me enteré que se quedó en la Capilla como si estaría en oración. Yo le pregunté: Padre ¿qué es quedarse en éxtasis? Y él me contestó: Pues hablar con Dios" (341).

Flores y zarzas

La bondad y la dulzura, el vivir como endiosado, todo esto eran componentes de su figura. Y al mismo tiempo una austeridad que no ofendía.

Le gustaban las flores desde sus años de jardinero en Alsasua y quizás desde siempre. Allí en Hondarribia -cuenta el P. Ezequiel de Torrano- cuando metía en tierra un planta le daba una bendición. Y dicen que rezaba una avemaría... (342) De cualquier manera trataba a la creación con cariño e intimidad.

Quería a las flores..., y no dejaba de querer a las zarzas. "Amaba las flores. Éramos estudiantes en Fuenterrabía. Pedía con cierta frecuencia, en nuestras recreaciones, nuestra ayuda para llevar la carretilla, traer fiemo, etc. Un día, mientras trabajaba y cuidaba su jardín, los estudiantes vieron con sorpresa algo que les llamó la atención. Unas ramas espinosas sobresalían, cual cilicio, de entre la túnica y espalda. La primera reacción de los estudiantes fue la de reírse, sin más explicaciones. El padre Bernabé, sencillo y sin investigar la causa, no supo decir otra cosa que ¡Qué alegres están hoy los estudiantes!" (343). Lo de las zarzas en la espalda es un testimonio garantizado por no pocos (344).

Y algún día -más de uno ha contado esta anécdota- cuando de par de mañana los frailes fueron al coro a la oración, en el convento de Fuenterrabía, el Padre Bernabé, ensimismado en sus coloquios espirituales, había olvidado el quitarla de su cabeza. Por sus confidencias al Director espiritual sabemos que tenía en la celda una suave corona de espinas para aplicárselas y recordar a Jesús dolorido.

La túnica que encontró en la huerta

Llamaban los capuchinos túnica, según la Regla, a la camisa que se llevaba directamente debajo del hábito sobre la carne. Era de paño áspero, parecido a la tela del hábito.

"Voy a contar una anécdota chusca -nos dice el P. Macario-. Aunque no recuerdo bien todos los detalles, el hecho es cierto".

Un día el superior observó que la que llevaba el P. Bernabé era... -¿cómo decirlo?- demás de pobre.

- "De dónde ha sacado esa túnica?

Bernabé sonrió dulcemente. El superior insiste:

- Le he preguntado de dónde ha cogido esa túnica.

Bernabé le responde:

- De la huerta. Total, que la había cogido de las túnicas de desecho que el hortelano guardaba para tapar los cardos. Seguramente que la habría lavado y remendado por su cuenta" (345).

Zarzas que acarician las espaldas y los pies

Puesto que de las flores hemos pasado a las zarzas..., sigamos con zarzas, aunque estas anécdotas resultan ser unas florecillas muy austeras.

Cuenta el veterano capellán del santuario de San Miguel de Aralar "in excelsis", don Inocencio Ayerbe, de los tiempos en que era cura de Urdiáin, pueblo colindante con Alsasua. "A mi hermana oí decir que un día en que, como de costumbre, fue a hacer la cama en que dormía nuestro fraile, encontró dentro de ella un entrelazado de zarzas con muchas espinas. Sin duda que al Poverello se le olvidó retirar el 'cuerpo del delito', pues siempre procuraba ocultar sus mortificaciones" (346).

Cuando venía de Alsasua a Urdiáin -recuerda don Inocencio, en aquellos tiempos Párroco de Urdiáin- iba caminando a pie por la vía, seguramente que por el senderillo que corre junto a la piedra, bordeado de punjante vejetación.

"Un día de confesiones de cumplimiento pascual, llegó de Alsasua a Urdiáin con los pies muy llagados por el balasto y las zarzas del ferrocarril. A la mañana siguiente se levantó con un pie tan infectado y tan hinchado que no podía ponerlo en el suelo. Pero no por ello dejó su trabajo y a la hora de la misa dio al pueblo un espectáculo: para volverse hacia los asistentes tenía que apoyarse en las manos obre el altar, adoptando posturas poco ortodoxas. Pero nadie protestó.

Vuelto a casa, pidió a mi hermana que le preparase un emplasto de cebolla con aceite frito y se lo pusiera en la herida lo más caliente posible. Mi hermana se lo preparó, pero se negó a ponérselo con aceite hirviendo como estaba, y entonces él mismo se lo colocó.

Dios sabe lo que habría sufrido, pero el hecho es que a la mañana siguiente la herida supuró en abundancia y el pie quedó normalizado. ¡Cosa de los santos!" (347).

Esos bichitos que llaman chinches

"Era bien sabido para nosotros -refiere el P. Ezequiel de Torrano (348)-, compañero del Padre Bernabé en Fuenterrabía, que, a ejemplo de San Francisco, el Padre Bernabé no mataba jamás un bicho, aunque fuera dañino.

Entre otros bichos que no mataba eran los chinches, que con el tiempo llegaron a multiplicarse en su celda en una forma alarmante y hasta peligrosa para sus vecinos.

Dormía poquísimo, de rodillas, recostada la cabeza sobre la cama. Y como estaba muerto de sueño, no podía sentir, mientras dormía, si le picaban 30 o 40 chinches".

Resumiendo la historia, que como la cosa iba en aumento hubo que intervenir y resultó que entre el jergón de hojas de mazorcas de maíz y las tablas que lo sostenían estos parásitos habían fundado alegremente sus colonias.

La sal y el café

El Padre Bernabé, amante de todas las criaturas de Dios, quería mucho al agua -fría y caliente- a la sal... y a todo lo que salió de las manos de Dios, en general y en particular.

Algunas veces los frailes de Alsasua pudieron ver al Padre Bernabé que, al salir de la cocina, que estaba en el semisótano del convento, con su tazón de leche para el desayuno y pasar por un grifo, antes de entrar en el refectorio, en la planta primera, arrimaba un poco el tazón al grifo... para que se enfriara.

Y el entonces Párroco de Urdiáin, don Inocencio Ayerbe, vio, admirado, cómo le gustaba la sal al bendito Padre Bernabé. "En las comidas era sumamente frugal -cuenta- pero además, con disimulo, echaba al condumio, por supuesto sin necesidad, gran cantidad de sal; supongo para mortificar el sentido del gusto" (349).

Del café y de las margaritas en la misión de Saldías

El año 53 se dieron misiones en el pequeño pueblo de Saldías (Navarra). Y allí fueron de misioneros dos padres del convento de Fuenterrabía: el P. Bernabé y el P. Rafael de Vidania, que a la sazón era guardián. Era párroco de Saldías don Tomás Otxandorena, que se expresa así: (350)

"Mi primera impresión, cuando entró en la iglesia parroquial, mientras yo rezaba responsos, fue de verdadero impacto a la vista de su porte penitente, vestido con un pobre hábito y con los pies descalzos, aunque llevaba unas humildes sandalias. Me edificó con su reverente postura al arrodillarse ante el sagrario. Tenía noticias de que era y que le llamaban 'Padre Santo' [aita santua o xantua]; con sólo verle, quedé convencido de que era la pura verdad.

Al saludarle, con su apacible sonrisa y con su cariñosa y cordial amabilidad, me cautivó. De esta manera se comportó durante toda la misión.

Pasaba grandes ratos paseando en el balcón de la casa parroquial en oración.

En las horas de comer, comía normalmente lo que se le daba. Después de la comida tomaba café. Le gustaba que estuviese bastante cargado. Juana (mi buena serbitzari) y yo nos imaginábamos que sería para no dormirse. Esto no le parecía bien al P. Rafael, por el gasto que suponía, y le decía a Juana:

- No le des café-café, sino café hecho con hollín, porque para él es igual, con tal que sea negro.

El Padre Bernabé correspondía con una sonrisa encantadora, como señal de que la salida del P. Rafael le había hecho mucha gracia.

Cuando venía después de un paseo a algún pueblo cercano, solía traer margaritas (les llamaba zapata arrosak) y, con una de ellas en la mano, venía feliz.

Cuando hablaba de la Virgen, su rostro se transformaba lleno de un encanto y enamoramiento" (351).

Los gusanitos

Y a propósito de la flora y la fauna, he aquí lo que cuenta un capuchino, el P. Juan Bautista Leúnda, que, según se dijo en su momento, fue guardián del Padre Bernabé algunos de los años que éste estuvo en Fuenterrabía

"Era voz común en los caseríos y gente sencilla que hacía cosas extraordinarias. En el caserío de Justiz me hablaron de cómo un campo cercano a su casa, lleno de nabos, estaba lleno de gusanos. Llamaron al Padre Bernabé, que les preguntó en su fe y sencillez:

- ¿Adónde les mandaremos? Les mandaremos al pinar.

Les pidió avivar su fe y hacer oración en nombre de la Iglesia. Hizo su rezo (exorcismo) y para el día siguiente se habían encaminado los gusanos al pinar, quedando libre de ellos el campo de nabos.

Recuerdo también que, estando junto al santuario de Guadalupe con un señor, me dijo lo siguiente:

- Ese campo que está ahí abajo, tenía yo nabo plagado de gusanos. El Padre Bernabé por adelantado señaló el terreno baldío adonde se podrían mandar los gusanos; hizo su oración y los gusanos fueron al terreno indicado por él" (352).

Cómo se paró el tren para recoger al P. Bernabé

Simpático y amable lo que vamos a referir sobre el tren que se paró para recoger al Padre Bernabé (353)

Sucedió que el Padre Bernabé tenía que ir a tal pueblo al ministerio, y tenía que ir en tren. Fue a la ventanilla de billetes y pidió:

- Por favor, un billete para tal pueblo.

- ¿Para este tren que viene ahora?

- Sí, señor.

- No, padre, que este tren no para aquí.

- ¿Cómo que no para...? Si yo tenía que estar...

- Pues lo siento, padre, pero este tren no para.

- Bueno, bueno..., pero yo tenía que estar. Déme, déme usted billete.

- Pero ¿cómo le voy a dar billete si no para el tren, no me comprende?

- No, no; pero es que yo..., mire...

El buen señor de la gorra, al ver el aspecto del pobre fraile, terminó sin enfadarse:

- Bien, yo le voy a dar un billete, pero no le sirve para este tren.

Con su ticket en el pectoral el Padre Bernabé pasó al andén a esperar. Y en esto la locomotora potente, que ya venía, como un animalote que se echa a los pies, frenó, resopló y paró.

Y nadie supo por qué se paró aquel tren que no se tenía que haber parado según la Guía de la Renfe.

Despedida

Nos quedamos con ese buen sabor que dejan estas escenas llenas de candor. El pobrecito Bernabé es una estampa de las Florecillas. En su figura poca apariencia y mucho contenido.

El párroco de Arbizu, don Juan Goikoetxea, le decía al P. Macario, en los años jóvenes del humilde capuchino:

- Mira, el P. Bernabé es gixajo, un pobre hombre... "Pero hay que dejarle, porque tiene fama de santo entre la gente; le oyen con veneración y le hacen caso en todo lo que dice. Hace más bien que todos los predicadores de campanillas juntos" (354).

 

Pobre, pobrecito..., pero hombre de Dios que sembraba la palabra. Su fuerte no fue la predicación del púlpito. Lleva el Evangelio de otra manera. Lo llevaba porque siempre se sintió mensajero de Jesús.


Capítulo XII

Cómo predicaba el P. Bernabé

A la escucha del P. Bernabé, predicador

Siguiendo las huellas de "las sandalias del capuchino", vayamos a una iglesia, a una capilla, para ver cómo predicaba el P. Bernabé. Hasta podemos, con la imaginación, entrar en aquel recinto y sentarnos con devoción en un banco para escucharle. Nos acucian, curiosas, alguna preguntas sobre el P. Bernabé "predicador": cuál era su vena de predicador, cómo preparaba los sermones, a quién predicada, qué decía.

Tenemos muchos sermones del P. Bernabé, o pequeños resúmenes de lo que él iba a predicar (355). Pero, naturalmente, lo escrito tiene nueva vida cuando se proclama ante los fieles que te escuchan, y sin papel delante. Entonces la palabra pensada antes, sale del corazón y del cuerpo entero, y ése es el sermón verdadero, el que se dice. El P. Bernabé predicaba con toda su figura humilde, con sus gestos, con su mirada dulce y mansa. Cuando el P. Bernabé hablaba de los pecados y de las ofensas que se hacen a Dios, tampoco podía renunciar a aquellos ojos, que al final ponían la verdadera palabra de misericordia.

Además habrá que escuchar al P. Bernabé predicando en vasco, que es su lengua materna. Sin duda que éste es un hecho fundamental en la predicación del P. Bernabé, que no podemos apreciar en su justa medida los que desconocemos esta lengua.

El título de "predicador"

En la Orden, en las provincias en concreto y en la nuestra, ha habido grandes predicadores, que desgastaban sus fuerzas en misiones populares y a los que se llamaban para Cuaresmas y Novenarios. Había predicadores, así llamados "de campanillas".

El P. Bernabé nada de eso, como lo sabe el lector, o si no, de sobra puede imaginárselo. El P. Bernabé nunca fue llamado a los solemnes cultos de una importante novena, en cuyo programa se anunciaba al "orador sagrado", nunca fue llamado a dar los Ejercicios Espirituales en una comunidad de la Provincia, elección que se hacía en el definitorio provincial. El P. Bernabé no era un orador, ni un conferenciante.

Los sacerdotes de la orden, tras su ordenación y la preparación para este ministerio, recibían el título o la patente de predicador. Existían además los exámenes quinquenales, según el Código, para mantener al novel sacerdote en vilo de las ciencias sagradas. El P. Bernabé tenía la patente de "predicador", normal en los sacerdotes dedicados al ministerio.

La predicación del P. Bernabé era del estilo de su persona: humildísima... y eficaz.

Cómo preparaba los sermones

Dentro del cuadro de la vida conventual el P. Bernabé, inquieto y andariego, tenía sus tiempos reservados, aparte de la oración, para el estudio y composición de sermones. Hablando de su plan diario, escribía a su director espiritual en mayo de 1941 sobre el tiempo que dedicaba al estudio y preparación de sermones por la mañana y por la tarde. Así dejamos constancia en el capítulo anterior.

Pero anotemos con cuidado una frase sencilla y significativa que expresa cómo salían los sermones de su corazón: "si tengo que preparar algún sermón, primero suelo leer alguna cosita sobre la materia, y luego conmigo mismo formar el plan, y luego procuro escribir lo que he concebido en mi mente". (356) Lee, reflexiona, y escribe: así nace el sermón. Es una metodología elemental, absolutamente simple. El P. Bernabé no tiene un fichero de predicación, como otros laudablemente lo han hecho; ni tampoco se ha procurado una modesta biblioteca personal de predicación. La cosa es más sencilla: algún libro sobre el tema, una reflexión sobre el tema, y un cuaderno. O ni siquiera un cuaderno. Parte de su predicación está escrita en pequeños cuadernillos: cuartillas dobladas para formar con ellas un "folleto".

Claro que no hemos anotado, como si fuera un sobreentendido, lo más importante: la oración. El P. Bernabé respira oración. "Terminé la última carta diciéndole que, después del desayuno, iba a pedir a Jesús la bendición antes de comenzar mis trabajos del día. Habiendo pedido la bendición a Jesús y a su Sma. Madre, voy a la celda" (357). Y aquí comienza el sermón. Por otra parte estamos en la más pura tradición de los grandes predicadores de la Orden.

Característica y perfil de la predicación del P. Bernabé

Hagámonos una composición ahora de cuáles eran esas características que definían la predicación del P. Bernabé.

Autenticidad. La predicación de nuestro humilde hermano era una predicación cristiana auténtica. Sus palabras - "como plata limpia de ganga, refinada siete veces", dic el salmo - nacían de la verdad conjunta de la fe y de su propia vida. Lo que el P. Bernabé decía era verdad en sí mismo y era verdad en él. Una predicación sin engaño, con la autoridad propia de la Palabra y de la vida. En suma, una predicación que no venía de prestado, sino que, una vez aprendida en la fe, salía del propio corazón.

Esencial. El P. Bernabé en su predicación no divaga. Anuncia el misterio cristiano y la moral que de ahí se deriva. No tiene especiales ilustraciones o consideraciones brillantes para apoyar lo que dice. No es ése su estilo, y hasta es imposible que sea otro. El P. Bernabé cita las palabras de Jesús, frases muy simples de la Sagrada Escritura, y alguna alusión a los santos, en especial san Francisco.

Mensaje. El P. Bernabé no es un teólogo, ni tampoco un predicador erudito. No tiene un especial estudio científico de la Biblia ni de la teología. Sus libros no son, que digamos, libros especializados, sino, más bien, literatura piadosa y devocional. Punto a parte es lo que se refiere a la "Mística Ciudad de Dios", de que se habla en su lugar. El ha cuidado mucho de que se mensaje se base, con firmeza y de modo escueto, en al doctrina de la Iglesia, tal como la ha aprendido en la teología que se le ha enseñado. Su conocimiento de franciscanismo es sencillamente lo normal. La fuerza de su mensaje no está en la vistosidad o fascinación de ideas nuevas, sino en la hondura de lo que habla, que tiene la densidad propia de la oración.

Estilo. El P. Bernabé no es un orador; no tiene dotes para el púlpito. Quizás algunos digan que predica mal, que sus sermones son un desastre, en una palabra, que no vale para predicar. Pero seguramente que todos dirán: ¡Está hablando un santo!

Destinatarios. Si repasamos lo que nos ha quedado de la preparación de sus sermones, lo que hemos publicado con el título de Escritos del Padre Bernabé de Larraul para la predicación, nos es fácil hacer una lista de destinatarios: Predicación dominical, generalmente a los terciarios; predicación con motivo de los santos; predicación de misiones populares; predicación de ejercicios espirituales; predicación ocasional: pláticas; predicación o instrucción a niños (catequesis) y a jóvenes.

Predicación en euskera. En nuestro convento de Alsasua siempre había algún predicador vasco. Los pueblos de La Barranca tenían el vascuence como su lengua. Una parte bien significativa de la predicación del P. Bernabé está escrita y pronunciada en vasco o euskera. Por nuestro desconocimiento de esta lengua singular no hemos tenido acceso a ellos. No obstante, nos ha dejado más páginas en castellano. Es justo suponer que lo que predica en vasco queda bien reflejado en todo su abundante producción de sermones y pláticas en castellano.

Predicación en Ecuador. El P. Bernabé llevó sus hojas y cuadernos a Ecuador - signo, sin duda, del amor con que los guardaba, pero allí no escribió nada para predicar - no se nos conserva, más exactamente - y no será desatinado pensar que tampoco necesitaba lo que había escrito en su tierra de origen. Por otra parte, a medida que pasaba el tiempo, tampoco aquí, en Fuenterrabía y Rentería, necesitaba escribir todo lo que iba a predicar.

Selección de textos

 

Tomamos unos textos de la predicación preparada por el P. Bernabé, que nos pueden servir de ejemplo de cómo hablaba el P. Bernabé. Son, en este caso, textos amplios. Y nos centramos en algunos temas que para él eran muy queridos: la Cruz, la Eucaristía, la Virgen, San Francisco, la caridad como alma de la vida religiosa. Las divisiones que introducimos son para aligerar el texto original, que va escrito de modo continuo.

Cómo hablaba de la Santa Cruz

 

Este sermón que transcribimos se titula Desagravio a la Santa Cruz (358). Fue predicado en algún pueblo de La Barranca de Navarra en torno a la fiesta de la Santa Cruz del año de 1938, para preparar una peregrinación de desagravio a la Santa Cruz, que partiría del pueblo de Echarri-Aranaz hasta otro pueblo, que ignoramos. El acto de desagravio se iba a hacer el día 18 de septiembre. El año anterior se había realizado un acto similar el 19 de septiembre, desde el mismo lugar hasta la ermita del Santo Cristo de Otadia en Alsasua (unos ocho kilómetros). (359)

Desagravio a la Santa Cruz

Nos autem oportet gloriari in Cruce Domini nostri Iesu Christi (Ga 5,14)

Hermanos míos:

En la cruz está nuestra esperanza. En la cruz nuestra verdadera gloria, porque por la cruz nos ha venido la salvación, y en la cruz vislumbramos nuestra futura felicidad sempiterna. En la cruz se nos ha manifestado nuestro Dios y se nos ha dado a conocer como Salvador, Padre amoroso, Abogado misericordioso. Como Salvador derrama su sangre, precio de nuestra redención; como Padre amoroso extiende sus brazos para estrechar al Hijo extraviado, que arrepentido vuelve a sus plantas. Como Abogado ruega e intercede por nosotros desde el Árbol santo de la Cruz.

Desde el Trono de su gloria es bajado al madero de la Cruz, y en ese Madero ha querido fijar su asiento para hacer su oficio de Maestro y enseñar a todas las gentes. Desde ese madero sacrosanto de la Cruz, nos quiere señalar a todos el camino seguro que conduce a la felicidad sempiterna. A causa de esto para nosotros, los que tenemos fe, la Cruz es cosa sagrada y digna de veneración. Nosotros adoramos la santa Cruz, y al adorarla decimos: Adorámoste, Cristo, y bendecímoste que por tu santa Cruz redimiste al mundo. Sí, en la Cruz nos aguarda Jesús para recibir nuestras adoraciones y homenajes, en la Cruz quiere que le reconozcamos como a nuestro Redentor, y también como a nuestro Rey, y la Cruz es su Bandera, el signo de su Victoria, puesto en la Cruz ha derrotado a los enemigos más fieros de nuestra salvación y nos ha liberado de su poder y de las cadenas bajo las cuales gemíamos.

He aquí, pues, la Santa Cruz, en la cual es justo que nos gloriemos, como nos lo dice San Pablo Apóstol. He aquí nuestra gloriosa bandera, que es la de Cristo Rey. Si de la Cruz nos viene todo bien, de la Cruz descienden a torrentes las misericordias del Señor. ¡Oh Cruz sacrosanta, quién no te mirará con amor y veneración! Oh Cruz, tu atraes más fuertemente los corazones que el imán al hierro, tú alumbras más claramente los entendimientos que el sol los ojos; tú abrasas más encendidamente las almas que el fuego los carbones. La Cruz es el faro luminoso, la columna de fuego que señala el camino de salud, el árbol que da deleite sempiterno, que comunica la inmortalidad.

Mas ahora, escuchad una cosa espantosa que ha pasado en nuestros días, que espantará a las generaciones venideras, cuando sepan lo que ha pasado en nuestros días. Esa Cruz veneranda, esa Insignia real de Cristo Jesús, ha sido arrancada de su lugar santo por los enemigos de la religión, y ha sido arrancada para hacer mofa de ella, y la han arrastrado por las calles y las plazas, han profanado la imagen de Jesús crucificado con furor inmundo [?] y, después de saciar su furor diabólico en esa sagrada Insignia y en la Imagen que lleva, han hecho pedazos la Cruz en muchos lugares a fuerza de hachazos, y de este modo espantoso, han destrozado la sacrosanta Cruz en todas partes, consiguiendo que no quede rastro de esta Insignia veneranda de nuestra Sacrosanta Religión. En la Imagen de Jesús Crucificado han renovado todos los ultrajes de su dolorosa Pasión.

Estas cosas horrendas han sucedido en nuestros días. Y estas cosas tristes han llegado hasta nuestros oídos. Sí, con nuestros propios oídos hemos escuchado a los testigos que han presenciado estas horrendas profanaciones. ¿Y quién de nosotros se ha entristecido debidamente, y ha llorado en su corazón y se ha lamentado en la presencia del Señor con la amargura de su alma? ¿Quien ha sido el que ha reflexionado debidamente estas injurias hechas a nuestro amantísimo Salvador en su trono de Amor y se ha movido a hacer penitencia para reparar ultrajes tan desmedidos? Pero ¿es posible, hermanos, que nosotros, cristianos y católicos, hijos de la Santa Iglesia, vasallos del gran Rey Cristo Jesús, los soldados de su ejército, es posible que nosotros permanezcamos insensibles y no lloremos y no juremos todos reparar tales injurias a Nuestro Rey y Capitán Cristo Jesús. ¿Dónde está, pues, vuestra fe de católicos? ¿Dónde vuestro amor a Cristo Jesús, nuestro Salvador? ¿Acaso os habéis olvidado que os han comprado al precio de su sangre, y con este precio inestimable os ha abierto las puertas de la eterna bienaventuranza?

Sin embargo, ¡cuán pocos han sido los que han sentido pena en su corazón!, ¡cuán pocos los que han llorado y se han vestido de luto! La mayor parte hemos continuado por el camino por donde andábamos antes. Pensad bien, cristianos, y poned la mano sobre vuestra conciencia. Pero hora es ya que nos despertemos y nos levantemos. Ya recordaréis que el año pasado hicimos un acto público de reparación a la Santa Cruz, pero es poco. Lo que hicimos entonces no fue suficiente para movernos a una nueva vida, para movernos a dejar todos nuestros vicios y pecados. Por otra parte, Jesús nuestro Salvador quiere de vosotros otro acto de reparación, una nueva manifestación de fe y de amor a nuestro Jesús crucificado. Es preciso, pues, que os preparéis también este año para hacer otro acto público de desagravio a Cristo Jesús. Este año, con el auxilio del Señor, nos hemos de reunir en la villa de Echarri Aranaz el día 18 de septiembre. Allá hemos de dirigirnos todos con los corazones bien arrepentidos y contritos para postrarnos ante la santa Imagen de Jesús Crucificado, para implorar misericordia para nosotros y para todos los pecadores.

Y he dicho "con los corazones bien arrepentidos". Para eso es preciso que os preparéis todos, ancianos y jóvenes, grandes y pequeños, todos, para hacer una buena y sincera confesión, con dolor verdadero de todos los pecados de vuestra vida. Ese día no ha de quedar ninguno sin recibir la Sagrada Comunión; ha de ser un día de comunión general, reparadora, en desagravio. Luego todos los que puedan, en plan de penitencia, rezando por el camino el Santo Rosario y cantando cánticos de penitencia a dar a Cristo Jesús Crucificado el testimonio de nuestra fe viva, de nuestro amor sincero, a aclamar en voz alta, que Cristo es Rey, Rey de los siglos, Rey de todos los pueblos y naciones, y que quiere reinar desde la Cruz, y que en vano intentan los enemigos de la Religión destruir la Insignia de la Santa Cruz.

Nosotros, con toda la fuerza de nuestra fe protestamos contra esas injurias y ultrajes indignos que se han hecho a nuestro amado Rey Cristo Jesús en el trono de su amor, la santa Cruz; y le suplicaremos humildemente que renueve la súplica que hizo desde la cruz cuando estuvo clavado en ella, dijo; "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", y le diremos: Parce Domine, parce, populo tuo, ne irascaris in aeternum. "Perdona, Señor, perdona a tu pueblo, para que no estés airado para siempre contra nosotros"; pero renueva tus antiguas misericordias y haznos ver pronto el día de la salvación.

Y a fin de llevar a su realización esta obra santa, es necesario que os preparéis desde ahora, hermanos; comenzar desde hoy a practicar alguna devoción en honra de Jesús Crucificado, en honor de sus cinco llagas para que lleguéis a merecer la gracia de vuestra conversión verdadera. Decid desde hoy, por lo menos, esa preciosa oración que en la doctrina cristiana habeis aprendido: Adorámoste, Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Haced con más cuidado y con mayor devoción la señal de la Santa Cruz. Practicad alguna devoción en honor de las cinco llagas de Jesús Crucificado. Sobre todo, los tres días anteriores al gran día de la peregrinación han de ser para vosotros días de oración y penitencia; procurad durante esos días acudir a las funciones de la iglesia, tanto a la mañana como a la tarde, y procurad durante esos tres días confesaros todos, y que sea una confesión verdadera y sincera, con verdadero dolor de todos nuestros pecados y con un sincero deseo de enmendar vuestra vida, cada uno según su necesidad. Y habéis de obrar de esta manera a fin de que vuestra oración sea eficaz, y podáis conseguir de la Bondad del Corazón Sacratísimo de Jesús las grandes gracias y misericordias de que tanta necesidad tenemos.

Que esos tres días, pues, sean verdaderamente días de oración y penitencia para todos, pedid todos con un mismo corazón y un mismo deseo, pedid humildemente la paz y la tranquilidad necesarias para el servicio del Señor, pedid el triunfo de la Religión y el reinado del Corazón Sacratísimo de Jesús.

Cómo hablaba de la Eucaristía

 

El sermón que transcribimos corresponde al domingo siguiente (Infra-Octava) de la solemnidad del Corpus, que se había celebrado el jueves anterior (360), después del Domingo primero después de Pentecostés. El Evangelio de este domingo era el del Gran convite (Lc 14,16-24). Es un sermón para un domingo normal, quizás un domingo de terciarios, en los cuales el P. Bernabé predicaba en los pueblos. Pero no hay alusión específica a terciarios. El P. Bernabé se dirige a los fieles en general. Llama la atención el carácter afectuoso de ese "hermanos míos", tan reiterado. Y sobre todo, lo que delata este sermón es esa experiencia personal de la dulzura de la Eucaristía.

Domínica de la Infra-Octava del Corpus Christi

Acabáis de oír lo que nos dice el Santo Evangelio de hoy. Y ¿quién es ese "Hombre que preparó la gran Cena, y convida a ella a toda clase de gentes"? Es el Hijo de Dios, que tomó nuestra figura y sustancia, y se llamó "Hijo del hombre". Sí, el Hijo de la Virgen, nuestro hermano y Salvador dulcísimo, Jesús, nos preparó a nosotros una gran cena, la cena de la Sagrada Eucaristía. Nos preparó un pan divino que comiéndole nos hacemos inmortales, porque tiene poder ese pan para darnos una vida que nunca se acaba. Por bien que alimentemos este cuerpo, no podemos librarle de la muerte; los alimentos de esta tierra no tienen esa virtud y eficacia, porque son corruptibles. Pero no otro tanto sucede con ese Pan del Cielo que nos ha regalado nuestro dulcísimo Salvador Jesús, pues el que come de ese Pan, nunca morirá, sino que vivirá para siempre y vivirá una vida felicísima, sin dolor ni pena, sin trabajo y tedio.

¡Oh, cómo deberíamos trabajar para conseguir que seamos también admitidos a una cena tan cara, pues nos da inmortalidad! ¿No deberíais hacer toda clase de sacrificios, soportar los más duros trabajos y sudores, pues os va tanto el participar de tal cena? ¿Acaso no trabajáis y sudáis y os cansáis por sustentar esa mísera vida mortal? ¿Qué no hacéis por gozar de los bienes de esta tierra que luego se acaban? Pues ¿qué no debéis hacer por comprar un pan de tanto valor? Pero ¿qué os pide ese Hombre para que merezcáis seáis invitados a cenar a su Casa...? ¿Acaso no os invita El mismo, no os ofrece de balde, y con muchísimo gusto? Sólo os pide que aceptéis la invitación, os acerquéis a su mesa reconocidos a tanta generosidad... y con hambre, a fin de que pueda aprovecharos esa Cena divina.

¿Así habéis hecho vosotros, hermanos míos? ¿Pues qué? ¿No habéis sido vosotros invitados a esa Cena divina? ¿Os acercáis con fe viva a ese divino banquete, y con agradecimiento, o sois remisos y perezosos y os excusáis como se excusaron los que fueron invitados por el Hombre a su Cena? Y es posible esto, hermanos míos. Aun cuando os costara grandes trabajos y penas ¿no os debíais hacer todo a fin de comer en esa Cena divina de ese Pan que os trae tantos bienes? ¿Acaso no os cansáis y sudáis por conseguir este pan de la tierra y a veces con demasiado afán, pues muchas veces si pusierais vuestra fe y confianza en el Padre celestial, que sustenta a las aves del campo, también os procuraría a vosotros el sustento necesario para esta vida? Pero sucede que queréis gozar de los bienes perecederos de esta tierra que se acabarán con la muerte, y no apreciáis como es debido ese Pan del cielo.

¡Si los cristianos comprendieran los bienes, y tesoros y riquezas que encierra la Sagrada Eucaristía! Decidme, hermanos míos, si hubiera aquí abajo sobre la tierra, un árbol que diera frutos tan maravillosos, que el que comiera de ellos, pudiera librarse de todas las enfermedades, y aun de la misma muerte, de modo que pudiera vivir para siempre, sin nunca tener que sufrir la muerte, ¿no vendrían de todas las partes de la tierra a comprar tales frutos, por muy caros que fueran, y por muchos trabajos que tuvieran que sufrir? Pues ese Árbol de la Vida es la Sagrada Eucaristía. El que tenga la dicha de comer del fruto de ese Árbol de la Vida, no morirá jamás, lo ha prometido el que es la Verdad misma y no puede mentir, Cristo Jesús. Y vosotros, a quienes se ha hecho el honor de daros el fruto precioso del Árbol de la Vida, la Sagrada Eucaristía, ¿cómo os alimentáis de El, qué aprecio hacéis de ese fruto de tanto valor, y que tantos bienes os atrae?

¿No sabéis vosotros que hay todavía muchísimos que no han probado el Árbol de la Vida, más de 1.000.000.000 de infieles, que no tienen la dicha de recibir la Sagrada Eucaristía, como tenéis vosotros? ¡Oh, hermanos!, ¿con qué agradecimiento os acercáis a esta Santa Mesa, qué provecho sacáis de la Sagrada Comunión? ¡Oh hermanos míos..., hermanos míos!, pedid al Sagrado Corazón de Jesús que os abra los ojos, para que veáis, para que veáis..., porque estáis ciegos. Que os dé hambre de recibir la Sagrada Comunión. Es el don mayor que os puede hacer el Sagrado Corazón de Jesús: daros deseos verdaderos de recibirle en la Sagrada Eucaristía.

Sí, hermanos míos, si queréis ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón de Jesús, si queréis que El os cuente entre sus amigos, comulgad, comulgad con mucha frecuencia, pero habiendo limpiado antes el alma de todo pecado, mediante una dolorosa confesión; y después acercaos, acercaos sin miedo a comer del Árbol de la Vida, y así seréis verdaderamente del número de los predestinados, de aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la Vida. Desechad, hermanos míos, toda pereza y negligencia, os ruego por las entrañas de caridad de Cristo Jesús, por su Corazón Santísimo y amantísimo, por todo cuanto ha hecho Jesús por vosotros, por el amor encendido en que se consume por vosotros, ese corazón apasionado...

Ojalá quisierais acoger esas pobres amonestaciones en vuestros corazones, y no las despreciarais, entonces vosotros mismos conoceríais la verdad de estas palabras con gran consuelo de vuestros corazones...

María, Torre y Fortaleza de David

Las Letanías Lauretanas invocan a María como "Turris Davidica" (Torre de David) y a continuación "Turris eburnea" (Torre de marfil). La expresión Torre de David (lugar desconocido en la Escritura) procede del Cantar de los Cantares 4,4: "Tu cuello, la torre de David, muestrario de trofeos: mil escudos penden de ella". Si acaso este sermón está preparado para predicarse en la iglesia de Capuchinos de Fuenterrabía, no olvidemos que allí, en el monte Jaizkibel, está el Fuerte de Guadalupe.

Cuando el P. Bernabé hablaba de la Virgen, le gustaba recalcar su piedad; se complacía en llamarle Madre de Piedad. Y en la cima de este sermón esto es lo que se proclama, a María como Madre de misericordia. Este es el "clímax" de este sermón del P. Bernabé: la misericordia vencedora de María por la gracia de Jesucristo.

In te inimicos nostros ventilabimus cornu (Por ti aniquilaremos poderosamente a nuestros enemigos)

Amados hermanos míos todos en Cristo Jesús:

Decíamos esta mañana que la devoción a la Santísima Virgen es como un arma poderosa que Dios nuestro Señor ha puesto en nuestras manos para combatir a nuestros enemigos: el demonio con sus tentaciones y astucias, el mundo con sus amenazas, halagos, mentiras y engaños, y la carne con todas sus malas inclinaciones y apetitos desordenados.

Y así es en verdad, hermanos míos, que no en vano la Santa Iglesia llama a María: Torre de David. Sí, porque María es la torre y fortaleza del verdadero David, de Cristo Jesús, que este divino Capitán ha edificado para los suyos, para que seguros de los tiros [?] de los enemigos, los puedan combatir con valor hasta herirlos y darles muerte. Todos los que se han refugiado en esa Fortaleza inexpugnable de Dios han vencido y triunfado de todos sus enemigos, por fieros que hayan sido, y han merecido la palma de la Gloria y felicidad eterna Y jamás se ha oído que después de haberse refugiado en esta Torre de David, haya sido cogido y aprisionado por los enemigos y haya perecido para siempre. Por eso, pues, si también vosotros queréis arribar un día llenos de gozo y honor a las playas de la Gloria eterna, después de haber aniquilado a todos enemigos que os han salido al encuentro, es preciso que os acojáis a María, la Santísima, que es la Fortaleza de Dios para los cristianos.

La práctica de la caridad

Y ¿en qué ha de consistir prácticamente eso de calentar a las almas que sienten frío? Consiste en alumbrarlas por medio de las palabras de caridad, consejos que si están envueltos en la caridad siempre podrán dar su efecto.

Y ¿cómo derramarán ese aceite? Por medio de las palabras y acciones de manera dulce; en paciencia, en dulzura, en suavidad... Ahora comprenderán, pues, cómo verdaderamente la caridad es suave, paciente etc... De este modo Vuestras Caridades contribuirán a establecer el reino de la caridad, pues es el reino de Dios, de Jesús, el reino de Cristo. Jesús quiere reinar, quiere subyugar, quiere dominar, quiere someter a todas las almas.

Pero ¿con qué armas quiere pelear ese Rey de la Gloria, con qué armas triunfar? Con las armas de la cruz. Así se lo dice a su amigo Agustín Cardaveraz. Agustín: "Que mi amor ... Pues eso es lo que yo quiero, lo que busco, [ ], mi amor atraiga el corazón de los hombres, los subyugará con su dulzura y los rinda". [ ]

Y bien, Vuestras Caridades ¿no querrán secundarle a realizar los planes, no querrán prestarle armas? Pues bien, quieran vivir de la caridad, fruto dulcísimo del amor, alimentarse de la caridad, aspirar la caridad, establecer la caridad, mostrar la caridad derramada por el Espíritu Santo. Pedid continuamente la caridad, haced todas las cosas en la caridad hasta llegar a ser perfectas en la caridad, consumadas en la caridad.

La perfecta caridad no es ilusión, es realizable

¿Y les parece que todo será una ilusión, una cosa irrealizable? Ah no; es una realidad, puede llegar a ser una verdadera realidad. Gracias al buen Dios es ya realidad, pero puede ir creciendo en perfección; las funde unidas íntimamente entre sí y en su Principio. Este ha de ser, pues, su trabajo constante, su ejercicio de preferencia, su anhelo constante. Este ha de ser el fruto constante de estos Santos Ejercicios que han practicado.

Ánimo, pues, hermanas mías, manos a la obra. Trabajen, pues, como buenas obreras del Padre de familias y no duden de la recompensa.

Y para terminar




Y para terminar en ese mismo espíritu de caridad, sepan dispensar todas las deficiencias que realmente han encontrado en mí, y no es de extrañar, como sujeto de la naturaleza pobre, tengo y tendré defectos y por eso les pido me los dispensen. Y si el Señor con su bondad se ha valido de este instrumento para procurar el bien en otras almas, a El deben el agradecimiento, como fuente de todo bien, a El sean tributados todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Por eso, pues, vamos a ver esta tarde con el auxilio de la divina gracia y favor de la misma Virgen María, cómo Ella, la Virgen Inmaculada, es la Torre y Fortaleza que Dios nuestro Salvador ha deparado para los cristianos, y cuáles son las puertas por donde debemos entrar en ese lugar de refugio, y firmemente permanecer sin salir de allí hasta que hayamos triunfado de todos nuestros enemigos, que no será sino con el último aliento de nuestra vida.

Para eso, saludémosla con el Ángel, diciéndole el Ave María.

(Parece que en este momento el predicador, tras el exordio, según costumbre, rezaba el Ave María).

María sola es la criatura singular y mujer fuerte que siempre salió victoriosa y jamás vencida. Todas las demás criaturas han sido derribadas por el demonio mediante el pecado, pero María Purísima consiguió la victoria más completa sobre el enemigo común en su Purísima Concepción, porque jamás mancilló su alma sombra de pecado, sino que desde el primer instante de su ser brilló más que el sol que contemplamos con nuestros ojos, adornada con el resplandor de las virtudes y vestida con la resplandeciente vestidura de la inocencia y justicia original, procedente del Sol de Justicia de Cristo Jesús.

Y ese gran triunfo que consiguió María Santísima en su concepción, del demonio y del pecado, fue el origen y el fundamento de todas otras victorias gloriosas que siguieron a esta primera victoria, porque jamás pudo el Dragón infame a María Santísima con todo su furor y sus astucias, y a pesar de sus maquinaciones y esfuerzos inimaginables, sino que fue María la Mujer fuerte quien le quebrantó y le aplastó a la Serpiente infernal su cabeza, y habiéndole quebrantado la cabeza, nos libró a nosotros los mortales, del yugo durísimo y de ese cruel enemigo.

Así pues, María Santísima no sólo obtuvo para sí el triunfo, sí que también para todos nosotros, pues viéndonos esa Virgen Inmaculada perdidos y sin esperanza de salvación de nuestra parte, y por otra parte, oprimidos bajo tan cruel tirano, deshaciéndole el corazón de pena y compasión, no cesó de clamar por nuestro remedio, hasta que obtuvo y alcanzó para nosotros el remedio y la redención. Pues ya sabía la Virgen Santísima que Dios Nuestro Señor, que es Padre de Clemencia y Piedad, había prometido al primer hombre después que perdió todos los bienes del cielo, la amistad de su Dios, la gracia y hermosura de su alma, por haber creído al padre de la mentira, a Satanás. Y habían pasado más de cuatro mil años desde que hiciera promesa tan consoladora y aparecía el Salvador esperado y suspirado por todas las naciones.

Habíalo anunciado muchas veces el Dios de la misericordia por sus Profetas, y sin embargo, no se le veía aún entre los hombres, y la Virgen María clamaba noche y día con ardientes súplicas que enviara pronto al que había de enviar para nuestro remedio, y he aquí que el Altísimo la escogió a Ella misma para Madre del que había de derrotar completamente al demonio, y librar de su poder y esclavitud a los hombres. Por eso le envió Dios al Arcángel San Gabriel para anunciarle que había sido escogida entre todas las mujeres para Madre del Salvador de los hombres, y Ella no rehusó, aunque sabía que el Salvador había de librar a los mortales con muchos trabajos y penas, y Ella, como Madre, había de participar de los mismos trabajos y penas y los aceptó con alegría, y no cesó de trabajar para nuestro bien hasta el pie de la cruz, donde como Madre inmoló a su Unigénito a Dios Padre que le había pedido por nuestro rescate.

Entonces pues, con la muerte del Hijo de María, unida con las siete espadas de dolor de su afligidísima Madre, quedó completamente derrotado el enemigo y quebrantada su soberbia, y nosotros, los míseros mortales, libres de su yugo intolerable. Y entonces la constituyó el Eterno Padre por lugar de refugio y fortaleza para todos los cristianos que quisieran acogerse a él.

Sí, el que se refugia en este bendito lugar, está seguro de sus enemigos, no se perderá para siempre. ¿Y cuáles son las puertas por donde hemos de entrar al Castillo de María? Las puertas de esta torre de David son su misericordia grande para con los cristianos, su caridad ardiente, con que procura nuestra salvación, su compasión maternal, tiernísima hacia nosotros. Por eso, pues, hermanos míos, para pasar por estas puertas y entrar dentro, es preciso tener una fe viva en la misericordia y compasión hacia nosotros de la que se llama "Madre de Misericordia" y una gran confianza en su intercesión poderosa, que todo cuanto pide en favor de sus devotos, lo alcanza.

En el día de San Francisco de Asís

Como título de este sermón el P. Bernabé escribe simplemente: "En el día de nuestro Padre San Francisco de Asís". Lo tomamos del Cuaderno número 31, que corresponde, según se dice en portada, al tiempo que va del 26 de agosto de 1939 al 2 de mayo de 1942. Como escenario nos situamos en la bella iglesia de Capuchinos de Alsasua. Un sermón para la "función" de la tarde; en aquel tiempo la Misa se celebraba únicamente por la mañana.

Tiempo más tarde aparece reutilizado este sermón, como se ve en el Cuaderno 42, signo claro de que tal era la imagen que en síntesis se había forjado de san Francisco.

El "leit-motiv" es un versículo de la celebración del Tránsito de San Francisco: "Francisco, pobre y humilde, entra rico en el cielo". El P. Bernabé habla de san Francisco, pero, sin quererlo, se está retratando a sí mismo, que es también un pobrecillo.

Franciscus pauper et humilis coelum dives ingreditur, hymnis coelestibus honoratur.

Amados hermanos míos:

Escribiendo el Apóstol San Pablo a los fieles de Corinto, les dice: "Dios ha escogido a los que son necios según el mundo para confundir a los sabios; a los flacos del mundo para confundir a los fuertes y a las cosas viles y despreciables de la tierra, y a aquellas que eran nada para destruir a las que son, a fin de que ningún hombre se engría ante su acatamiento" La sabiduría hinchada de este mundo, abominación resulta ante el Señor, humillador de los sabios. La arrogancia de los fuertes y poderosos de la tierra, que oprimen a los pobres y débiles mientras gimen bajo su dominio, aparece ante el Señor de la gloria detestable. Por eso desecha el Señor a los sabios orgullosos, a los soberbios hinchados, desbarata los planes de los fuertes, y ensalza a los pequeños y miserables, a los oprimidos que gimen bajo la faz de la tierra.

El designio de Dios con su Hijo

¡Oh, consejos admirables de la Divina Sabiduría! Y así ha procedido el Altísimo desde la constitución del mundo. Cuando ha querido ostentar el poder de su brazo y ha querido obrar maravillas sobre la tierra, sus ojos se han fijado en los pobres y pequeños de la tierra, en aquellos que eran juzgados verdaderamente los más inútiles por la prudencia del mundo.

¿Y de qué manera realizó su Unigénito la obra más grande, la más sublime y ardiente de la restauración del hombre caído? ¿No fue acaso, que escogió lo más desecho y vil de la tierra para llevar a cabo la obra más gloriosa de cuantas ha obrado el poder omnipotente del Altísimo? ¿No escogió la pobreza más abyecta, mirada con horror por la sabiduría del mundo, naciendo en un establo de bestias, dejándola consagrada y deificada? ¿No escogió igualmente la humildad profundísima, tan odiada del mundo, tomando las apariencias de un niño débil e incapaz de todo, Él, que era omnipotente en los cielos y gobernaba a cuantas criaturas hay en el universo?

Y el Señor y Dueño Supremo, el Dominador del Universo, se hizo obediente, factus est oboediens usque ad mortem, et mortem crucis, "y obedeció hasta la muerte y muerte de cruz". He aquí las armas del Unigénito del Padre, he aquí las arras de su victoria, con estas armas triunfó del que tenía cautivo a todo el género humano, del que era Dominador de la tierra y Usurpador de los derechos que solo pertenecían al Altísimo Señor, Dios del Cielo y de la tierra.

Dios escoge con preferencia a los pequeños de la tierra

Para perpetuar a través de los siglos la obra grande de su Hijo muy amado, Dios escoge con preferencia a los pequeños de la tierra, que siguen las huellas trazadas por el Maestro Divino de los hombres. Uno de estos pequeños y despreciados del mundo fue Francisco de Asís Y porque era inútil ante los ojos del mundo fue escogido por el Altísimo, y sublimado a la gloria sobre todos los reyes y príncipes de la tierra, y colocado entre los grandes que reinan en la gloria en la cara de Dios Altísimo. El Señor confió al Pobrecillo de Asís una misión sublime y difícil, y Francisco la realizó con perfección apoyándose en su humildad sublime. Francisco ha sido la admiración de los siglos, y es en nuestros días y lo será hasta el fin.

Esta tarde veremos brevemente cómo se realizaron en Francisco las palabras del apóstol "que Dios ha escogido a las cosas viles y despreciable del mundo y a las que no eran nada para destruir a las que son." Y a fin de que no nos falte el auxilio de la divina gracia, invoquemos al Espíritu Santo mediante la intercesión de la Santísima Virgen.

(En este punto, al parecer, se rezaba un Avemaría).

En el tiempo en que apareció Francisco en la tierra

En el tiempo en que apareció Francisco en la tierra, grandes eran los males que afligían a la sociedad de entonces: el olvido del Evangelio de Jesucristo, libro de vida, el desprecio de sus divinas enseñanzas, el amor desordenado a las riquezas y honores y grandezas terrenas, engendraron bien pronto un malestar profundo en la sociedad; la ambición y avaricia de los ricos y poderosos oprimía a los débiles e indigentes; se suscitaron guerras sangrientas de una ciudad contra otra, de un pueblo contra otro pueblo, y para colmo de las desdichas hubo guerras fratricidas entre los hijos de la misma madre.

Todos estos males lloraba la Señora del mundo, la madre Santa Iglesia, la misma halló en su seno a hijos perversos que con herejías y errores perniciosos, pretendieron rasgar su túnica inconsútil. En esta noche procelosa apareció Francisco, cual refulgente estrella en medio de la tempestad de la noche esparciendo su suave luz en su derredor. Fue el mensajero de paz enviado por el cielo para anunciar a los hombres el término de sus desdichas, fue el ángel del apocalipsis que le vio San Juan "que subía del oriente, y tenía la señal del Dios vivo, y clamando a los cuatro ángeles que tenían orden de hacer daño a la tierra les dijo: "No queráis dañar ni a la tierra ni al mar, tampoco a los árboles, hasta que señalemos a los siervos de Dios en sus frentes".

La vida de Francisco

Francisco fue hijo de padres ricos y criado con delicadeza y regalo, fue educado entre los jóvenes nobles de su tiempo. Conoció Francisco las vanidades de su siglo, y también él se dejó arrastrar de la corriente, gustaba ser celebrado como el rey de la juventud, como sus grandezas terrenas, ambicionó honores y glorias mundanas y se esforzó por conseguirlas. Pero los pensamientos del Altísimo sobre Francisco eran muy distintos de los que albergaba él en su pecho sobre su porvenir. Cuando más embebido estaba en hazañas gloriosas, que pudieran granjearle sobrenombre glorioso ante el mundo, vino sobre él de repente la mano del Señor a visitarle. Y así como en otro tiempo quedó derribado Saulo al ser rodeado por la luz del cielo que le arrojó del caballo en que cabalgaba, para ir en persecución de los cristianos, del mismo modo Francisco quedó postrado en el lecho por una enfermedad extraña, con la que el Señor quiso visitarle, para enderezar sus camino.

En un instante se desvanecieron todas las ilusiones del joven Francisco, y a su derredor aparecía todo con el tinte de tristeza y melancolía, pero Francisco no conoció la mano que le hería y así, restablecido, pensó de nuevo en adquirir grandezas y glorias mundanas que le pudieran inmortalizar. Hasta que el Señor le habló al corazón mostrándosele como padre amoroso que corrige y enseña a su hijo extraviado: "Francisco, ¿quién puede hacerte más favores, el señor o el esclavo?" Francisco replicó: "El Señor". Pues entonces, ¿por qué abandonas al Señor por el esclavo y al amo por el súbdito?... ¿Qué queréis, Señor, que yo haga?..., fue la respuesta admirable de Francisco.

Y de pronto se vio trocado en hombre nuevo, de rey de la juventud se convirtió en humilde penitente, con el corazón quebrantado de no haber conocido a su verdadero Dueño, Señor de toda bondad. Se retiró a una cueva a llorar sus extravíos y devaneos juveniles. Su vida anterior le pareció locura insensata, el tiempo perdido, sus pensamientos vanos e inútiles, sus deseos, camino de perdición. Y Francisco lloró, lloró inconsolable, y se presentó ante el acatamiento divino como reo culpable e imploró de la Divina Clemencia el perdón de sus culpas. Quiso resarcir sus desvaríos con una vida del todo nueva, y aparecer antes sus conciudadanos totalmente cambiado en todo su proceder que hasta entonces había seguido.

Pero antes de conseguir este éxito le aguardaba a Francisco una terrible lucha que sostener en el seno mismo de su familia. Su padre lo persiguió, su hermano hizo burla de él, toda la ciudad de Asís que acababa de ensalzarlo como rey de la juventud, se reía ahora de su pretendida locura. "Veían cómo había mudado su anterior manera de vida y lo atribuían todo a locura. Le reconvenían por ello violentamente y le arrojaban piedras y barro".

Pero la divina gracia había operado una transformación radical en el alma de Francisco, encontró precisamente en aquellos desprecios y baldones, su alegría y dicha más completa, hasta desprenderse enteramente de todo lo terreno, aun de las ricas vestiduras que todavía llevaba consigo, despojándose de ellas ante el Obispo de Asís para entregárselas a su padre Bernardone, quedando cubierto con el cilicio que traía consigo, quedando de este modo del todo desprendido del mundo y reducido a condición de pobre mendigo. Entonces, arrojándose confiadamente en los brazos de su Padre Celestial, exclamó alborozado: Ahora sí que puedo decir de verdad "Padre nuestro que estás en los cielos".

Los ojos de Francisco en Cristo pobre y desnudo

Desde entonces se fijaron los ojos de Francisco en Cristo pobre y desnudo, clavado en una cruz. Y no tardó en oír la voz de su amado que le decía: "Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Ve y repárala". Atónito y espantado a la vez, respondió: "Señor, con mucho gusto lo haré." Creyó Francisco al principio que se trataba de la reparación material del templo, pero luego le dio a entender el Señor que le había escogido para la reparación espiritual de su Iglesia, que amenazaba ruina por las herejías, errores y luchas interiores y exteriores, en una palabra, por los males grandes que le rodeaban por todas partes como aguas inundantes.

Pero, ¿será posible que el Señor Altísimo, Dios de los ejércitos se fije en el pobre pordiosero de Asís?, porque, ¿qué otra cosa es Francisco a los ojos del mundo, sino un ser que totalmente se ha inutilizado por su pretendida locura, y a quien le dan por compasión el mendrugo de pan?

¡Oh consejos inescrutables, pero muy admirables de la Sabiduría del Altísimo, pues a ese pobrecillo e inútil al parecer le escoge para una obra tan ardua y de gigantescos esfuerzos! Pero he aquí, el pobrecillo Francisco, despreciado e ignorante, es revestido de una virtud superior a todo criado, es dotado de una sabiduría divina, que será capaz de confundir a los sabios e hinchados del siglo. Francisco recibe un libro de suma sabiduría, cierto, cerrado para los soberbios del mundo con siete sellos, pero para él abierto. Este libro de vida fue el Santo Evangelio. En este divino libro halló Francisco todo cuanto ansiaba su corazón, encontró el ciento por uno de lo que había abandonado con la diferencia de que abandona cosas caducas y terrenas y halló tesoros de gloria eterna.

El santo Evangelio, tesoro de Francisco

En el santo Evangelio halló Francisco el tesoro más codiciado de su corazón, la altísima pobreza, con la que celebró su desposorio, y la amó con amor apasionado hasta la muerte, y en sus brazos, en los brazos de su amada pobreza quiso exhalar su último suspiro, a imitación del Hijo de Dios; y por amor a esta esposa queridísima, declaró la guerra a los ambiciosos que oprimían a los pobres, a los avarientos que despojaban a los indigentes.

En el Santo Evangelio adquirió aquella ciencia divina, para alumbrar a los que "yacían en sombras de muerte" e inflamado por el ardor del Divino Espíritu, y lleno de fervor y alegría de espíritu comenzó a predicar a todos penitencia, edificando a los oyentes con palabras sencillas y grandeza de corazón, y llenando de admiración todos los espíritus. Era como una espada de dos filos que penetrando en los corazones de los pecadores, les hería, moviéndoles a contrición y a penitencia. Pronto, muy pronto se agruparon en derredor de Francisco muchedumbres deseosas de oír aquella su palabra llena de unción y de suavidad. Y no sólo esto, compañeros de armas obtuvo para su empresa Francisco, por la edificación que causaba en todos su vida singular de pobreza, de austeridad y oración no interrumpida, de esta manera armó caballeros de Cristo a los frailes de su primera orden, para conquistar el mundo para su Señor y Dueño soberano Cristo Jesús.

No satisfecho con esto fundó la rama femenina de la Orden, la Orden de las Damas pobres, con Santa Clara de Asís, su predilecta hija espiritual.

Prosiguiendo sus gloriosas conquistas, atraía con sus encendidas palabras, que seguían a todas las partes adonde Francisco encaminaba sus pasos; de modo que en cierta ocasión le preguntó uno de sus más íntimos compañeros con pura simplicidad: "¿Por qué a ti, por qué a ti, por qué a ti, por qué todo el mundo viene derecho a ti y todas las gentes parece que desean verte, oírte y obedecerte? ¿De dónde viene, pues, que todo el mundo vaya tras de ti?" Oyendo esto, San Francisco se regocijó grandemente en su espíritu y respondió a Fr. Maseo: "¿Quieres saber por qué a mí? ¿Quieres saber por qué a mí? ¿Quieres saber por qué todo el mundo viene tras de mí? Esto me viene de aquellos ojos del altísimo Dios, los cuales en todas partes contemplan lo bueno y lo malo, y como estos ojos santísimos no han visto entre los pecadores ninguno más vil ni más incapaz ni mayor pecador que yo; como para llevar a cabo la obra maravillosa que piensa hacer, no ha encontrado criatura más vil sobre la tierra, por eso me ha elegido a mí para confundir la nobleza y la grandeza y la fortaleza y la hermosura y la sabiduría del mundo, para que se conozca que toda virtud y todo bien procede de El y no de la criatura, y ninguna persona pueda gloriarse en su presencia y si se gloría, se gloríe en el Señor, a quien pertenece toda gloria, todo honor, por toda la eternidad."

Este fue el testimonio hermosísimo que dio Francisco de sí en esta ocasión. A la luz esplendorosa del Evangelio aprendió la verdad y dio testimonio de la verdad, porque en el Santo Evangelio conoció a su amado Maestro Jesús, le conoció humilde hasta el anonadamiento, y en este anonadamiento le vio nacer en un establo de animales y morir en una cruz como reo y penetró al propio los secretos de amor inmenso que le impulsaron a tales extremos de humillación y abatimiento por amor a los hombres, a quienes quiso llamar sus hermanos.

Francisco penetra en los secretos de su Amado

Y Francisco penetró con profundidad en estos secretos de su amado, y tuvo sed, y sed ardiente de corresponder a Aquel de quien había sido tan amado, tuvo sed de imitarle a su Divino Maestro, de seguirle hasta la cruz, de asemejarse a El en cuanto fuera posible a un hombre mortal. De este modo importunaba al Salvador, pidiéndole las gracias del perfecto amor: "Yo te ruego, Señor, que la fuerza abrasadora y meliflua de tu amor absorba de tal modo mi mente que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de tu amor, ya que tú te dignaste morir por amor de mi amor"

Y en el monte Alvernia, dirigió esta ardiente súplica a su amado Jesús Crucificado: "Oh Señor mío Jesucristo, te ruego que me concedas dos gracias antes que me muera: la primera, que durante mi vida sienta en el alma y en el cuerpo, en cuanto sea posible, los dolores que Tú, mi dulcísimo Señor, sufriste en la hora de tu acerba Pasión; la segunda, que sienta en mi corazón, en cuanto sea posible, aquel excesivo amor con que Tú, Hijo de Dios, fuiste llevado padecer voluntariamente tan grande Pasión por nosotros pecadores". Y Jesús dulcísimo, accediendo a la súplica de Francisco, le transformó internamente en sí, haciendo de él un nuevo Cristo, semejante en todo a su Modelo y tipo original.

Por causa de esto, arrastrará en pos de sí, muchedumbres ávidas de oír su palabra, de escuchar sus consejos de vida eterna; atraerá las miradas de las generaciones de los siglos que se vayan sucediendo, porque verán en el pobre mendigo de Asís al Nuevo Cristo.

De este modo ha querido ensalzar el Altísimo al pobrecillo humillado y contrito de corazón; por medio del humilde Francisco renovó la sociedad, enriqueció a su Iglesia con una triple familia, que siguiendo los ejemplos y preceptos de su padre, recordarán en todos los tiempos a los hombres sus deberes y su carácter de cristianos, que han profesado las enseñanzas del Divino Maestro y Salvador Cristo Jesús. Admirable es, pues, el humilde Francisco ante los ojos del mundo, que no puede por menos de admirarle con extrañeza; admirable ante los ojos de los ángeles y santos, que le contemplan sublimado en inmensa gloria. Y el Divino Artífice y Modelador de los santos contempla complacido su obra bella, muy bella en su siervo Francisco.

El fruto de los Ejercicios: la caridad

La caridad está en el centro vivo de la espiritualidad del P. Bernabé. Fue algo que llamó poderosamente la atención a quienes convivieron con él: jamás se le oyó decir ninguna palabra de murmuración. Fue la caridad la que determinó el comportamiento con todas las personas.

Se trata de una plática dirigida a una comunidad de religiosas, no sabemos a qué religiosas. La visión que aquí contemplamos de la caridad fraterna está apoyada en una realidad mística: la caridad de Dios mismo. Pensamos que el P. Bernabé nos está dando, de una manera estremecedora, su propia vivencia de la caridad fraterna, que trata de copiarla de la fuente divina.

El texto que transcribimos está escrito a bolígrafo (el bolígrafo apareció entre nosotros en torno a los años 50). Utilizó para escribir esta plática un antiguo cuaderno (Cuaderno núm. 15). El mismo tema está tratado en una plática del Cuaderno 44, titulada: "Final de ejercicios: manete in dilectione". La transcripción ha resultado sumamente difícil por el estado de las páginas originales.

 

Fruto de los Santos Ejercicios

Ecce quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum Esa unión que produce la dulzura de la paz, el olor de la alegría, el rocío del [ ] es fruto de la caridad. Es la virtud amable por sí misma, la cima de las demás virtudes. Si falta esta virtud, desaparecen todas, ya no tienen valor las acciones más... son vanas ¿? Hermanas mías, si os entregarais a los ayunos etc... si no hicierais la virtud de la caridad de nada os... He ahí, pues, las palabras del apóstol: "Aun cuando hablara yo etc..." (1 Corintios 13).

El origen divino

Ya que es tan preciosa esta virtud de la caridad, ¿dónde encontrarla? No se encuentra sobre la tierra este manantial de donde brotan las aguas de la caridad, no tiene el reino en la tierra. Hay que subir hasta el bien mismo de Dios. De allí nos dijo el apóstol que sabía bien de la caridad. Y luego como quien ha descubierto un misterio, nos dice: Deus caritas est, Dios es caridad.

Es el fruto de la operación divina. Se conoce, forma la Imagen, contempla esa Imagen divina, se enamora, la ama: este es mi Hijo mío muy amado; el fruto de la caridad increada. He ahí el origen divino. Si, pues, en el desierto de este mundo se sienten sedientos con la [ ], corran a esta fuente.

¿Cómo dar con esa fuente divina?

Y ¿cómo dar con esa fuente divina? Pero ha seguido el apóstol exclamando: "Caritas Dei diffusa est in cordibus nostris...." Por tanto ya tenemos ahora, pues, toda esta imagen, sepamos comunicar esa caridad. El mismo Jesús nos ha enseñado. Por la oración, por la humildad, [ ]. De ahí que nos diga el apóstol: La caridad es sufrida, porque sabe soportar las flaquezas del prójimo; es benigna, juzga benignamente de la conducta del prójimo, de su proceder. La caridad no tiene envidia del bien que considera en el prójimo, ni obra inconsideradamente, ni se ensoberbece en su propio proceder, ni ante el proceder del prójimo

Estas son las señales verdaderas, inequívocas de la caridad que desciende de Dios que tan solo deposita en sus ... Para que, pues, la caridad sea perfecta, estas cualidades ha de llevar, para que su ejercicio sea [ ] con estas condiciones se ha de ejercitar. Y si la caridad se ejercita deja en pos de sí un perfume suave, el buen olor de Jesucristo.

Y así se cumple la palabra de Jesús: Por esta señal conocerán, os conocerán que sois mis discípulos, salidos de mi corazón, si os amáis los unos a los otros como yo os he amado; hasta el sacrificio, hasta la abnegación, hasta la muerte.

 

¿Dónde deben alimentar constantemente esta caridad?

¿Y dónde deben alimentar constantemente esta caridad? Ante todo en la oración. Del Padre de las luces procede todo don perfecto. El se nos ha comunicado este don perfecto por su mismo Espíritu, que es Espíritu de caridad, en que le llamamos: "Abba-Padre". Ya que quiere que nombremos con este dulce nombre de Padre, levantando nuestro espíritu [mediante?] las alas de la fe y de la confianza.

Padre, le han de decir [ ], Padre, conservad en mí vuestro espíritu de caridad, unidad, sin [ ], para que podamos beber de sus aguas todos los que tengan sed. Padre, y no os lo pido en nombre mío, os lo pido en nombre de vuestro Hijo muy amado, porque El nos ha dicho que cuanto pidiéramos en su nombre El nos lo concederá por sus merecimientos.

Y aquí, haciendo una pausa, puedan hacer un recorrido de los muchos merecimientos de Jesús para insistir ante el Padre, pues su Hijo nos ha prometido: Tened confianza que cuanto en la oración pidiereis lo conseguiréis. "Si vosotros siendo malos sabéis dar cosas buenas, cuanto más el Padre dará el espíritu bueno a los que lo pidieran".

¿Dónde más han de alimentar esta caridad que es a manera de fuego hermoso y bello, que da lumbre y calor a todos los que se acercan? ¿Dónde podrán [ ] acercándose a la Hoguera Divina? Hoguera Divina es Jesús en la Eucaristía. Horno de Caridad es su Divino Corazón. En ese Horno se han encender millares de corazones, y ahí [en el] puro Amor han de alimentar esa llama divina de la caridad.

Al propio tiempo que es Hoguera divina, es también óleo suave (que suaviza las heridas) por su ternura, es aceite suave que suaviza las heridas que ha traído el pecado. Por tanto de ese Corazón divino podemos coger ese óleo para aplicarlo a las almas heridas por aspereza.



Capítulo XIII

Los grandes amores

No se conoce a las personas por fuera sino por dentro, y lo de adentro es el corazón, ese fondo último e irreductible de nosotros mismos, que constituye nuestra propia originalidad irrepetible. Misterio del ser, secreto del corazón que otorga a cada peregrino humano su nombre singular. ¿Cuál es ese secreto del P. Bernabé? En rigor nadie tiene la llave del corazón del otro; sólo Dios, que es el creador y dueño.

Nosotros, más bien, por muy confidentes que nos sintamos, vemos atisbos y vislumbramos por dónde van las raíces. Desde este otero y como oteadores hablamos.

El Corazón de Jesús

Para el P. Bernabé el Corazón de Jesús era el rostro de Dios: el amor de Dios al mundo, la aceptación de los hombres en el refugio de su misericordia sin fin. El Corazón de Jesús era para el P. Bernabé el Dios de su coloquio y de su ternura, que son notas típicas de su espiritualidad. Cuado él oraba -que era siempre que podía- le gustaba la oración coloquial, y sus lecturas espirituales eran con preferencia lecturas que suscitaran los afectos. La veneración a la Eucaristía va por esta línea del afecto interiorizado. Habrá que tener muy presente este rasgo sustancial del P. Bernabé cuando se haya de interpretar esa visión pesimista del mundo perdido, presa de los pecados merecedores de los castigos de Dios.

En el seminario menor hace su consagración de víctima en la fiesta del Corazón de Jesús (19 junio 1925) y "al Amor Misericordioso del Corazón de Jesús".

Siguiendo con nuestra historia de Fuenterrabía, he aquí unos datos preciosos que nos interesan, en los cuales ha plasmado del P. Bernabé su estilo y su talla de apóstol del Corazón de Jesús.

"En Fuenterrabía empecé un apostolado particular, que anteriormente en Alsasua me había llamado la atención, pero no había tenido la oportunidad para ejercerlo. Fue el apostolado de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en las familias. Al principio lentamente, es decir, primero empecé a hacer la propaganda por las familias, después, más tarde, tomó mucho auge. El buen Jesús me deparó una mujer piadosa en Irún, que trabajaba por las familias en prepararlas para el acto. Llegada la tarde del domingo se realizan dos, tres y hasta cuatro entronizaciones. Y no sólo era la ceremonia de colocar la imagen del Sagrado Corazón y recitar el acto de consagración. De antemano se exhortaba a las familias a prepararse con la recepción de los Sacramentos. Estoy persuadido de que este acto de la Entronización hacía mucho bien en general a las familias cristianas" (361).

Apóstol del Corazón de Jesús

Las palabras personales que el P. Bernabé nos dice sobre esta actividad apostólica de la entronización del Corazón de Jesús en las familias las tenemos felizmente confirmadas por el testimonio de sus hermanos de hábito, que nos dan valiosos detalles.

El P. Carlos de Vera, que no duda en afirmar: "A mi juicio, era un santo de altar con sus originalidades", nos comunica una serie de datos sobre las entronizaciones del Corazón de Jesús.

"Efectivamente, durante mis guardianías de Fuenterrabía, el Padre Bernabé se dio totalmente al apostolado de las entronizaciones. Estaba en comunicación con D. Carlos Rivilla, gerente de la Tabacalera de Irún, que era su dirigido. D. Carlos le pagaba todas las imágenes del Sagrado Corazón que el Padre Bernabé entronizaba en las familias que visitaba.

Yo nunca tuve la oportunidad de ver cómo realizaba esas entronizaciones. Sé que paseaba el Corazón de Jesús con mucha solemnidad por las habitaciones de la casa. Era una ceremonia muy emotiva en medio de su sencillez" (362).

Son varios centenares de familias las que vieron el Corazón de Jesús entronizado en su casa por el P. Bernabé. Para 1945 ya eran más de 100 (363). La estadísticas se fue engrosando:

Año 1949 en 150 hogares.

Año 1951 en 115.

Año 1954 en 50 (364).

Una labor "callada y abnegada" había escrito su guardián cronista, una labor que ha calado en el corazón de las gentes sencillas.

Lo que el P. Bernabé les decía a las familias al entronizar el Corazón de Jesús

Podríamos formar un florilegio de escritos del P. Bernabé sobre el Corazón de Jesús: Breves alocuciones o pláticas para pronunciarlas en las familias donde se entronizaba el Sagrado Corazón; Predicación en parroquias e iglesias sobre el Sagrado Corazón con motivo de su fiesta o en otras circunstancias, o predicación con motivo de Ejercicios espirituales (365); Oraciones como actos de consagración al Sagrado Corazón de Jesús.

Ahora imaginativamente podemos acompañar a una de esas familias en las que el P. Bernabé va a entronizar el Corazón de Jesús. Le escuchamos; son unos párrafos, una sencilla y familiar alocución que él escribe para esta circunstancia.

* * *

¿Qué pretendemos con entronizar el Sagrado Corazón? Queremos dar a conocer el corazón de Jesús tal como es; Bueno y Misericordioso.

En verdad, ¡el Corazón de Jesús está tan lleno de bondad, amor y misericordia, tiene tantos encantos, tales atractivos, que si los hombres le conocieran, correrían presurosos hacia él! Ninguno le aborrecería, ninguno le odiaría; pues verían con claridad que Jesús no es enemigo, sino Amigo..., es Padre..., y todos acudirían a El, y en El encontrarían sosiego, consuelo, paz...

He aquí, pues, lo que nosotros pretendemos al entronizar al Sagrado Corazón: atraer a las familias cristianas hacia el Sagrado Corazón; ponerlas en comunicación con ese dulce Corazón, hacer que tengan un conocimiento más claro de El.

Por la entronización queremos establecer el reinado de la paz. Hoy se habla mucho de la paz y no hay paz. Para que venga la paz a la sociedad, hay que comenzar [por] que cada uno de los miembros de la sociedad tenga paz en su corazón. Pero la verdadera paz solo puede darla [aquel] que dijo: "Mi paz os doy...".

Nosotros, pues, al entronizar el Sagrado Corazón pretendemos que la familia se haga acreedora a la promesa del Corazón de Jesús: "Pondré paz en las familias donde mi Imagen sea expuesta y venerada".

Si hay verdadera paz en las familias, se comunicarán, y pronto se extenderá por la sociedad.

Queremos establecer el reinado de la caridad. La caridad es la inclinación del corazón de comunicar el propio bien al prójimo; es el deseo de hacer el bien al prójimo, deseo de hacerle feliz, de socorrerle en sus necesidades, de consolarle... Todo esto encierra la caridad, y cuando se realiza esto con el prójimo hay verdadera caridad. La caridad produce la unión de los corazones, la paz, la alegría santa, la dicha.

Pero ¿quién sembrará esta caridad en los corazones de los hombres? Solamente aquel que es el Rey de la Caridad, el Corazón de Jesús. Esa es la fuente verdadera de donde dimana la verdadera caridad. Sí, de ese Corazón se ha de difundir a los corazones humanos, a fin de que cumplamos su mandamiento nuevo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".

Es esto lo que nosotros pretendemos hacer con entronizar el Sagrado Corazón en las familias: procurar que las familias cristianas vayan al Sagrado Corazón en busca de la caridad y la beban y después la difundan en los otros corazones.

Miren, pues, qué cosa tan grande sea entronizar el Sagrado Corazón y cuántos bienes puede atraer a las familias y a la sociedad entera. Procure esta familia corresponderle lo mejor que pueda desde hoy en adelante (366).

* * *

Así, con frases absolutamente sencillas y directas, el humilde P. Bernabé quiere que las familias estén impregnadas del amor que fluye del Corazón de Jesús, que sean hogares cristianos donde se rece y se vivan en armonía. "Por su parte, los miembros de la familia procuren corresponder con amor, obsequiarle todos los días para honrarle, obsequiando a su Santísima Madre con el Santo Rosario. También siéndoles posible, les son muy agradables los primeros viernes de mes, el apostolado de la oración... Y celebrar cada año la fiesta de su Sagrado Corazón lo mejor que puedan, comulgando ese día como se lo pidió a Santa Margarita. De esta manera habrá una comunicación estrecha en el Sagrado Corazón, y llegarán a conocerle tal como es, y sin duda procurarán amarle, y si aman sinceramente al Sagrado Corazón de Jesús, sepan que han hallado la verdadera paz sobre la tierra" (367). "Hoy es el onomástico de la abuela. Hoy, reunidos sus hijos, nietos, va a tener lugar un acontecimiento: Entronización del Sagrado Corazón" (368).

También entronizó en algunas ocasiones la imagen del Inmaculado Corazón de María, devoción para él muy entrañable por toda la evocación del espíritu y mensaje de Fátima. "Vamos a entronizar el Inmaculado Corazón de María (369); es decir, esta familia va a proclamar a María por su Reina y Señora, dándole un lugar eminente al lado del Sagrado Corazón de Jesús, su Hijo Divino. [...] Nuestro Santísimo Padre Pío XII la proclamó por reina del género humano, consagrando solemnemente a su Inmaculado Corazón todo el mundo, precisamente cuando el mundo se abrasaba en una cruel y sangrienta guerra; entonces quiso consagrarlo a fin de obtener por su intercesión la paz para el mundo. Después manifestó el deseo de que todas las familias cristianas se consagraran al Corazón Inmaculado y maternal de María, a fin de conservar en las familias las buenas y santas costumbres y la virtud cristiana, y atraer sobre las mismas las bendiciones maternales de esta Reina y Madre de misericordia" (370).

Cristo Sacerdote

Fr. Bernabé, cuando se iba acercando la hora de su ordenación sacerdotal, quiso retirarse de este excelso misterio. Se sintió abrumado por el área de santidad en la que entraba; tembló la noche víspera de su ordenación.

En su autobiografía encontramos una página importante, que pensamos es necesario transcribir en su integridad porque toca una fibra íntima del corazón del P. Bernabé: el misterio del sacerdocio de Jesús, transfundido a sus sacerdotes.

* * *

En el mismo año de 1945 llegué a conocer a una señora, casada, sin hijos y muy enferma. Su Director espiritual le había prohibido salir de casa, y así estuvo cerca de un año sin poder asistir a la Santa Misa los domingos.

Después cambió de director espiritual, porque su Director no podía atenderla por el mucho trabajo o por lo que fuera. Y paso a paso se puso bajo mi dirección. Un servidor cambió de parecer y le permitió asistir a la Santa Misa, no solamente los domingos, sino también los días de labor, ya que había una capilla cerca de su casa.

Empezó, en esta capilla, a recibir luces sobrenaturales acerca de la Santa Misa y la dignidad del sacerdote. Es de advertir, como entonces se celebraba la Misa en latín, ella asistía a ella a través de la meditación o contemplación de la pasión del Señor. Así pues, empezó el Señor a manifestarle el misterio de la Santa Misa, relacionado con el Ministro del Altar, el Sacerdote.

En cierta ocasión se le representó a Cristo dentro del sacerdote. Todas las ceremonias que exteriormente realizaba el Sacerdote, realizaba Cristo dentro del Sacerdote celebrante. En verdad, el sacerdote era un instrumento - voluntario se entiende - utilizado por Cristo.>

En otra ocasión se le representó al sacerdote como una nube pequeña, que la encerraba en sí otra nube mayor, Cristo.

En cierta ocasión vio tal como es a los ojos de Dios. Se le representó toda la grandeza de la dignidad sacerdotal. Le impresionó tanto, que le parecía que ella ni el alimento debía tomar. Preguntándole un servidor por qué no hacía esas manifestaciones a los sacerdotes - a lo menos no les concedía conciencia clara de su dignidad sacerdotal - la respuesta fue ésta: Si los sacerdotes vivieran lo que son, les sería imposible vivir. Paréceme que esto tiene alguna relación con lo que se cuenta de Nuestro Padre San Francisco que el ángel le representó en un vaso purísimo la pureza que era menester para que un sacerdote ejerciera dignamente su altísima dignidad. Nuestro Seráfico Padre se echó atrás.

Me decía esta alma privilegiada que los sacerdotes, aunque no tengan esa luz clara de su altísima dignidad, con todo pueden llegar a aquella santidad que el Señor les ha señalado a través de la fe oscura y la fidelidad a las gracias sacerdotales.

Según ella, los ministros de Dios reciben toda suerte de gracias en su Ordenación sacerdotal "como en depósito". De modo que pueden hacer uso de esas gracias sacerdotales a través de su vida. Esto está indicando, a (mi) pobre entender: ¡cuánta atención, cuanta fidelidad es necesaria de parte del sacerdote para corresponder a dicho cúmulo de gracias y dones de parte del Señor! ¿Por qué han fallado y han vuelto atrás tantos y tantos en estos últimos tiempos? No quiero entrar en ese laberinto tan oscuro y sin salida.

Sé que para esta alma sencilla y privilegiada el efecto de la ordenación sacerdotal o mejor del Sacramento del Orden es la realización del Matrimonio espiritual entre Cristo y el alma sacerdotal. Se realiza una unión tan íntima, que es inseparable durante la vida mortal; pero si el sacerdote tuviese la inmensa desdicha de acabar su vida mortal en enemistad con Dios, entonces se rompe esa unión para siempre, sin remedio.

De esta suerte recibió otras luces sobre la dignidad sacerdotal.

¿Hicieron algún efecto en su alma todas estas luces y comunicaciones? Fue un alma muy sacerdotal. Ofreció su vida en inmolación en favor de los sacerdotes. Toda su vida pasó en continuo sufrimiento. Estuvo muchos años en la residencia de los Ancianos de Lesaca, después que falleció su esposo. Creo que el Señor la probó con toda suerte de enfermedades. Conservó a través de su vida un afecto especial por los Ungidos del Señor. Finalmente terminó santamente su vida en 1976.

Un alma oculta y sencilla que pasó casi inadvertida por esta vida. Creo que aquí se cumple una vez más aquella exclamación de Jesús en el Evangelio de San Mateo: Te doy gracias, oh Padre, porque has escondido los secretos del Reino a los sabios y entendidos, etc.

También en un servidor hicieron efecto o mella aquellas luces que recibía esa alma privilegiada. También un servidor sentía, además de encomendar muy especialmente a todos los sacerdotes a la bondad divina, de exhortar a las almas buenas, de un modo especial a las almas consagradas a Dios, a la oración, la necesidad de tener presentes a los ministros del Señor, con la íntima persuasión de que del modo como son y se portan los ministros del Señor, así son los fieles en general y los pueblos.

Purita: María Purificación Olaiz Querejeta

Por un misterioso instinto de atracción las almas se juntan. En lo profundo de su espíritu el P. Bernabé estaba en sintonía con la inspiración de esta sencilla mujer, que se llamó María Purificación Olaiz Querejeta y familiarmente Purita (371). Había nacido el 9 de febrero de 1903. Era una cristiana normal y a las 28 años tuvo una "conversión", que ella hubiera querido a los 8 años. Se entregó de lleno a Dios, a la vida espiritual, a la luz divina. Estaba casada con D. Agustín Arzugaray Ibarra, del cual enviudó, sin hijos, el 30 de junio de 1959, cuando Purita tenía 56 años. Su viudez duró hasta los 73. "Por este tiempo daba gracias a Dios -escribe en sus cuadernos espirituales- por no haberme dado hijos; estaba convencida que, si los tuviera, no le amaría tanto al Señor, pues sería una loca por mis hijos" (372). Vendió piso y terreno colindante y entregó el importe al obispado con un objetivo, para ayuda de seminaristas pobres. Pasó un tiempo en el Reformatorio de San Sebastián -luego internado de Ntra. Sra. de Uba- hasta que hubo de acogerse en la residencia "La Inmaculada" en Lesaca (Navarra), donde pasó los 13 últimos años de su vida. Su vida quedó reducida al silencio y a una progresiva aniquilación física, que terminó siendo total. Falleció en 1976 como verdadera víctima de amor por los sacerdotes.

Fue de la sección de Cooperadoras de la obra fundada por D. José-Pío Gurruchaga (1881-1967), Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote (373).

¿Una escondida mística, fraguada en el dolor y en la contemplación? Seguramente que sí. Mujer ignorante de letras humanas -sus cuadernos están plagados de gruesas faltas de ortografía (sin olvidar que su lengua materna era el euskera)-, pero con una sorprendente intuición o visión de las cosas espirituales. En este aspecto hay una sintonía y simbiosis de sentimientos entre ella y el P. Bernabé (374).

Según nos ha referido el citado sacerdote D. Luis López Retenaga, hubo en determinado tiempo un distanciamiento entre ambas almas: ¿malentendido?, ¿desacuerdo...? Un algo que no se aclara y que pertenece, sin duda, a lo imponderable en la relación de las personas. En todo caso, desde Ecuador el P. Bernabé se ha interesado por Purita, a la que siempre ha tenido como gran alma de Dios, probada por el dolor.

Hicieron huella aquellas luces y él se sintió inclinado a exhortar a las almas consagradas en esta dirección de oblación por los sacerdotes. Un ejemplo, en la abundante correspondencia que el P. Bernabé mantuvo con Carmen Ostiz, una mujer que en su ancianidad es de una vigorosa vitalidad de espíritu, y que ha mantenido abundante correspondencia con el P. Bernabé (375). En las 28 cartas que conserva del P. Bernabé (años 1973-1987) hay unas consignas constantes, unos puntos que modelan la espiritualidad que el P. Bernabé intenta imprimir o afianzar en el corazón de Carmen: La Virgen María, cuya presencia impregna absolutamente la vida; la oblación victimal por los sacerdotes; y sobre todo, la adhesión a la Cruz de Cristo.

En órbita sacerdotal: florecillas

El pensamiento se detiene ahora en ciertas anécdotas sacerdotales, pequeños episodios que ha guardado D. Luis López Retenaga en su corazón, evocando sus años jóvenes de sacerdote novel y que vamos a referirlas aquí como florecillas recogidas en el camino.

El confesor se arrodilla ante el penitente

En agosto de 1955 Luis López Retenaga recibió con inmenso gozo la consagración sacerdotal; el 21 del mismo mes sería su Primera Misa solemne en la parroquia de Irún, dedicada a Ntra. Sra. del Juncal. El novel sacerdote hacía unos años que había escogido como director espiritual al Padre Bernabé, impactado por el testimonio de aquel hombre de Dios. Luis había ejercido su profesión civil como oficinista.

El Padre Bernabé iba a ser el padrino eclesiástico en la Primera Misa. Días antes los dos se fueron a la parroquia a preparar la ceremonia. Así lo hicieron en la sacristía. Y luego dijo el Padre Bernabé:

- Ahora venga conmigo.

Cruzaron el presbiterio, hicieron la genuflexión ante el Santísimo y caminaron por el pasillo de la nave de la iglesia. ¿A dónde....?

Al contarlo don Luis, le parece ver todavía la escena. Detiene sus palabras... y sigue. Al llegar al fondo, el Padre Bernabé me tomó del brazo y me mostró el confesonario, envuelto en una semioscuridad.

- Siéntese ahí.

Me quedé aturdido, presintiendo lo que venía.

- Pero..., Padre Bernabé.

- Mire, siéntese ahí y, por favor, confiéseme.

- ¡Padre Bernabé...!

- Yo tantas veces le he confesado a usted -me dijo aquel humilde varón- y le he dado el perdón de Dios. Ahora usted es Sacerdote del Altísimo y quiero recibir el perdón por sus manos consagradas, que son las manos de Cristo.

He de decir que, aunque recién ordenado, teníamos verbalmente la facultad de nuestro obispo para oír confesiones. No hubo más remedio. Escuché como pude; dije lo que supe, y a la hora de la absolución... mi mente estaba en blanco; yo no sabía aquella fórmula que innumerables veces había caído sobre mi cabeza.

- Dispense, Padre Bernabé, es que no recuerdo la fórmula de la absolución.

- No importa; yo se la iré diciendo y usted la repita.

Alcé la mano para absolver: "...ab omni vinculo excommunicationis, suspensionis et interdicti... Deinde ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti".

- Amén (376).

Para ser buen sacerdote, el sagrario

Pasaban los meses y el fuego sacerdotal iba creciendo como hoguera de estío. Tiempos de Pío XII en los que la Acción Católica contaba con el empuje de óptimos sacerdotes. Don Luis, capellán de los hermanos del Sagrado Corazón en Rentería, venía de tiempo en tiempo a Fuenterrabía a consultar sus cosas con el Padre Bernabé.

Veámosle. Allí está el novel sacerdote con el volumen de encíclicas editado por la Acción Católica y el texto de Moral.

El Padre Bernabé escuchó con respeto y cariño. Advertía en don Luis fervor y celo primerizo, pero con la necesidad de pasar esos razonamientos por el cedazo de la Cruz, donde hay otra lógica y otra eficacia. Y su respuesta se redujo a este comentario:

- Bien; todo lo que me ha dicho está bien, es bueno; pero esa ciencia, si no pasa por el Sagrario, no vale nada, no va a salvar al mundo. No lo olvide nunca: todas esas cosas hay que aprenderlas de rodillas, junto a Jesús Sacramentado.

Y le propició esta receta:

- Ahora vaya al Sagrario y contemple el anonadamiento de Cristo en la Eucaristía o tome el Crucifijo entre sus manos y mire el anonadamiento de Cristo en la Cruz, y de seguro que todas sus dificultades caerán hechas añicos (377).



 




La "profecía" del hijo capuchino

En la provincia capuchina es voz común que el Padre Bernabé le dijo una "profecía" a don Manuel Bergera: que un hijo había de ser capuchino (378).

El señor Manuel Bergera era una buenísima persona que murió como abuelo patriarcal en 1986 a los 93 años. Vivía en Alsasua, padre de familia numerosa, honrada y trabajadora: los Bergera, o más bien parte del clan de los Bergera, que tiene otras ramas.

- En esto se ha equivocado el Padre Bernabé, decía a los frailes uno de los hijos; todos nos hemos casado y el pequeño lleva camino.

Dicen que la cosa iba adelante, que si el piso ya estaba dispuesto. Pero vino el toque de Dios y, sin traumas ni desengaños, Ignacio se fue para capuchino y la joven para religiosa. Dicen... Y el P. Ignacio Bergera, capuchino, habla (379)

"Poco podría añadir a lo que todos saben.

Al Padre Bernabé en aquellos años que estuvo en Alsasua -según contaba mi padre-, le gustaba ir a celebrar misa a la ermita del Santo Cristo de Otadia, o solía ir al menos de vez en cuando, muy temprano. Mi padre le acompañaba siempre, y después le invitaba a desayunar a casa.

Siempre fue la ilusión de mi padre el tener un hijo capuchino y seguramente le hacía este comentario con frecuencia:

- ¡Tantos hijos que tengo, y ninguno capuchino!

A nosotros, siempre que podía, nos llevaba al convento, a la función mensual de terciarios, el domingo por la tarde; y después le gustaba pasar adentro, a conversar con fray Casiano, fray Eleuterio, fray Carmelo..., los hermanos que en esos años estaban. Y siempre tenía ese deseo, de que alguno le dijéramos: "Quiero ser capuchino". Y pasaban los años, y ninguno...

En estas circunstancias, decía él, que el Padre Bernabé le dijo que no había de morir sin ver a un hijo capuchino. El lo tomó como palabras dichas por un santo, y por lo tanto eso se le quedó dando vueltas. Pero pasaban los años y todos íbamos creciendo sin decir una palabra al respecto.

A él como que se le olvidó casi lo que el Padre Bernabé le había dicho; los hermanos ya habíamos crecido, yo tenía 25 años y con intención de casarme; él no podía pensar en que todavía era posible su sueño. Cuando yo le dije mi decisión, recordó sus conversaciones con el Padre Bernabé; antes yo no recuerdo haberle escuchado nada al respecto".

El P. Ignacio Bergera celebró su primera Misa en su pueblo de Alsasua en Pascua de 1971; tenía 32 años. Allí estaba casi octogenario, radiante, don Manuel Bergera, y cerca del misacantano allí estaba el que esto escribe.

El carisma de la devoción a María

El tipo de devoción que el P. Bernabé ha fomentado hacia la Virgen María, en la escuela de la esclavitud mariana, bien podemos llamarla "carismática"., y hablar, por tanto, del carisma de la devoción a María en el P. Bernabé. Esa mediación total de la Virgen para acceder a Cristo -ad Iesum per Mariam-, ese empe&ntildde;o consciente para psicologizar, en lo posible, la vivencia espiritual bajo la constante presencia de María -"por María, con María, en María y para María"- en modo alguno es la pauta obligada de una vida cristiana fervorosa. En el P. Bernabé, en concreto, semejante vivencia del misterio de la Virgen María ha sido su camino personal y concreto, camino que, por lo demás, han seguido muchas almas.

Un observador desde fuera puede caer en engaño, al valorar con racional frialdad, este fenómeno de marianismo. En realidad dentro de todo ese sistema hay un secreto delicado de ternura y afecto que estabiliza el ser, y que no asimilado puede hacerle a una persona extraña y excéntrica. El filo mariano en el P. Bernabé es constante desde sus años de Alsasua hasta el término de su existencia. Las páginas anteriores de esta biografía, sobre todo sus manifestaciones al director espiritual, lo evidencian.

Lo específico en este tramo de su historia, los años de Fuenterrabía y lo mismo Rentería, es la canalización de esta esclavitud mariana hacia la figura del Inmaculado Corazón de María. Y tal es el testimonio de la autobiografía que vamos a recuperar.

El Inmaculado Corazón de María

"...Con todo, no todo fue sufrir. En la festividad del Inmaculado Concepción de la Bienaventurada Virgen María en 1942 el Santo Padre Pío XII consagró solemnemente a toda la humanidad, al mundo que se encontraba en el fragor de la guerra, al Inmaculado Corazón de María. Y luego quiso que se consagraran todas las Diócesis de la Iglesia Católica.

Con este motivo, al principio del año de 1943, se divulgaron los mensajes de la Santísima Virgen en Fátima, en los que se hablaba del Inmaculado Corazón de María y de la conversión de Rusia. Fue una novedad y un respiro para algunos, al abrirse el nuevo horizonte de que algún día Rusia se convertiría. Desde entonces tomé con mucho interés el propagar la devoción al Inmaculado Corazón de María" (380).

Los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María -los Claretianos- fueron fervientes propagadores de esta devoción mariana, espontáneamente vinculada a las apariciones de Fátima. Mi imaginación infantil puede refugiarse en el final de los años cuarenta y comienzo de los cincuenta para evocar aquellos folletos del seminario en los que se narraban la historia de los pastorcitos de Fátima y los mensajes de la Virgen que se manifestó en Cova de Iria, y luego en Coimbra a Sor Lucía mostrándole su corazón envuelto entre espinas.

En la iglesia del convento de Fuenterrabía hay una capilla dedicada a la Dolorosa. La Virgen, al pie de la Cruz, sentada y con la vista levantada hacia el Padre, recoge en su regazo al Hijo muerto. La Virgen en esta advocación es la Patrona del Colegio. El P. Bernabé, que diariamente rezaba el Via Crucis, ha amado entrañablemente a María en su actitud de dolor y compasión y compenetración con los dolores del Hijo. Ninguna dificultad para armonizar en plena sintonía aspectos múltiples del único misterio mariano.

La devoción al Papa, Vicario de Cristo

Este es uno de los rasgos que el P. Bernabé lo ha notado como un rasgo característico y persistente de su espiritualidad. Fue un impulso interior, del cual nos ha brindado una confidencia en su autobiografía.

"Creo que fue por el año 1935 - no recuerdo bien - que empecé a sentir una veneración y atención especial por el Vicario de Cristo sobre la tierra. En aquellos años estaba en la "Cátedra de San Pedro" el Papa Pío XI. ¿Cómo empezó aquella veneración? El motivo creo que fue que me mandaron en el convento recoger, para formar un ramillete espiritual, las oraciones, misas, comuniones etc., que se habían de ofrecer al Santo Padre. Lo cierto es que despertó en mí una atención especial hacia la persona del Santo Padre. Se me presentaba, en verdad, como Vicario de Cristo sobre la tierra, que merece toda atención, respeto, amor y obediencia. Aquella luz o impresión entonces recibida me ha durado a través de la vida, hasta el presente" (381). Esto escribe de anciano -recordemos- en 1983.

Sus hermanos de comunidad se lo han notado. Curioso el siguiente dato recalcado por varios hermanos: su afición a la revista Ecclesia o a L'Osservatore Romano, publicaciones donde vienen los discursos del Papa. He aquí un testimonio: "El padre Bernabé pienso que no es amigo de muchos libros. Hay un dato que me hizo reflexionar desde estudiante. Era bastante habitual verle pasear por la huerta, capucha calada y leyendo la revista Ecclesia. Era su fuente de información. Llegué a escuchar al padre Manuel Labaca que en el Ecuador seguía con el mismo hábito. Tuvo que suscribirle. Este dato tiene para mí más hondura que la misma apariencia. Es reflejo de su amor a la Iglesia; estar al tanto de lo que dice Roma. Vivir en la ortodoxia más sana" (382).

Gracias espirituales: la Pasión del Señor en el costado

La vida del P. Bernabé en Fuenterrabía (1940-1958) es una fidelidad sostenida; es la fidelidad del que día a día va perseverando en su camino de oblación a Jesús y de entrega a las almas. No encontramos crisis de flojedad, como si bajara la guardia de su oración, de su espíritu de sacrificio y entrega. En esta línea hay un momento importante, totalmente en el filo de su consagración. Es un delicado toque espiritual, creemos que una auténtica gracia mística, que él guardó en el secreto de su pecho hasta redactar la autobiografía. He aquí cómo lo refiere.

* * *

El 8 de septiembre, que en aquel año cayó en domingo, después de haber celebrado la Santa Misa, estaba en el coro en la acción de gracias de la Santa Misa, sentí un dolorcillo, no muy fuerte, en el costado izquierdo, en el lado del corazón. Pasó sin más. Creo que aquella mañana fue un tanto desolada. Al domingo siguiente, que era el 15 de septiembre, festividad de los Dolores gloriosos de la Virgen, así como el 8 había sido la festividad de su Nacimiento, estando en el coro en el mismo lugar, también en acción de gracias después de la Santa Misa, y a la misma hora del domingo anterior, se renovó de nuevo el dolor con más fuerza. Esta vez me duró unos tres días y sentía dificultad para andar; luego la espalda apareció como tostada. Pero a nadie le dije nada ni a mi Director Espiritual, que lo continuaba siendo el P. Antonino de Caparroso. Así pasó. Es el primero a quien cuento. ¿Qué fue aquello? ¡No lo sé!

Muchos años más tarde, estando en Ecuador - creo que fue en el mes de enero o principios de febrero del año 1964 - me sucedió una cosa parecida, pero en forma distinta y en sueños. Se me presentó durante la noche, como un altar con nicho donde se encontraba el Seráfico Padre S. Francisco, sonriente y cariñoso. Bajó del nicho; traía en sus manos un no sé qué instrumento y empezó a afilar mientras cantaba el "Requiem" de la Misa de los Difuntos - que en tiempo se cantaba -. Luego hizo el ademán de atravesar el pecho con aquel instrumento. Empecé a sentir el dolor en la parte del corazón. Le dije: me vas a quitar la vida; e hice el ademán de sacar el instrumento. En este momento desapareció todo. No recuerdo si me desperté enseguida.

Esta vez sí le comuniqué a mi segundo Director, que por entonces era el P. N.N.

¿Para qué digo estas cosas? ¡No lo sé! Si son manifestaciones de la Bondad del Señor, ¡él sea bendito por los siglos! Eso sí, desde entonces se renueva el dolorcillo de vez en cuando, pero no es muy fuerte (383).

* * *

Son experiencias de alta calidad, y en tal coherencia con la hondura de su entrega que van marcadas en sí mismas de un gran sello de autenticidad. El P. Bernabé, muy crédulo para aceptar el mundo de apariciones y mensajes a otras personas, jamás ha hecho gala de fenómenos místicos realizados en su persona, ni nunca ha aconsejado a otras personas a provocar episodios espirituales parecidos. Se fía de los mensajes que la Virgen da a los que él piensa que son almas privilegiadas; pero en su dirección espiritual nunca aconseja a meterse por este camino de las experiencias visionarias o maravillosas. Su camino es la fe, la abnegación, la conformidad con Cristo crucificado, la entrada en las Llagas de Cristo.

Avanza su vida en el día a día y a veces siente la visita del Señor, cuyo recuerdo se le imprime en el alma. "En el año 1944 tuve unos contactos especiales con Jesús Sacramentado. ¿En qué forma? No lo sé. Después, por los años de 1945 y adelante quizás, tuve intimidades con el Prisionero del Sagrario; sería seguramente en forma de coloquios, afectos amorosos, etc." (384).

Enfermo del riñón (1956)

De siempre Fr. Bernabé fue persona enfermiza. Y a esta constitución, enclenque desde siempre, Fr. Bernabé añadió obstinadamente ese afán oblativo de negar las apetencias de la carne, no tanto por sofocar la pasión insidiosa, cuanto por vivir en una incesante actitud de amor.

Con el paso de los años la enfermedad se cebó en la sangre con un exceso de urea que le trajo un debilitamiento general, que terminó en la clínica. El asunto de las dos operaciones de riñón a que fue sometido en 1956, cuando iba a cumplir 50 años, fue algo muy importante en su historia personal, y a estos episodios ha consagrado varias páginas en su biografía, que es necesario recuperar. Recuerda perfectamente que todo comenzó un 26 de abril de 1956, y que para él la experiencia de clínica y operación fue una experiencia de oración, sumergido en el misterio de la Pasión de Jesús.

* * *

Tengo presente; era el 26 de abril. Un servidor se encontraba en la huerta. Subió el doctor a la huerta, y me dijo con cierta severidad: -"¿Qué hace aquí? Usted está muy enfermo, pero muy enfermo. Tiene esto y esto. Inmediatamente a la clínica. Vamos a ver si podremos hacerle algo". Aquella misma tarde - y creo en su mismo coche - me internó en la clínica de Nuestra Señora del Pilar, en San Sebastián (385).

Me pusieron a un régimen muy riguroso para hacerme bajar la urea. De paso digo que en este trance de mi vida me encontraba tranquilo y en paz. Había dejado en las manos del Señor mi porvenir. En uno de aquellos días, estando en la clínica, durante la noche tuve un sueño extraño: Me encontraba en la basílica del milagroso Santo Cristo de Lezo. Los fieles pasaban por el camarín besando al Santo Cristo. Cuando me llegó el turno, le besé en la llaga del costado. Se encontraban también el Párroco y Coadjutor, a quienes un servidor les asistió en la muerte. El Coadjutor estaba achacoso y el Párroco era ya anciano.

El Señor, desde el Crucifijo, primero preguntó al Coadjutor: "¿Cómo te encuentras?". "Mal - Señor -mal", le respondió con ciierta tristeza. Luego le hizo la misma pregunta al Párroco. El también respondió entre dientes como que se encontraba mal, pero luego corrigió la frase y dijo: "Yo no entiendo de estas cosas". A la postre me preguntó a mí: "Y tú ¿cómo te encuentras?" Un servidor le respondió: "Me encuentro como tú quieres". Entonces el Señor le dirigió a este pobre pecador una frase de mucho encomio (386).

Luego hacia la sacristía se presentó como Niño. Un servidor corrió a abrazarle, pero El, apartándome de Sí, me mostraba un confesonario. Creo que era el confesonario donde confesaba a los fieles, puesto que a temporadas solía acudir a Lezo para oír las confesiones de los fieles.

Tengo que decir humildemente que aquel sueño me hizo ilusión (387).

* * *

Las crónicas conventuales tomaron nota precisa de esta operación (388).

Un mes en la clínica: ¡Jesús, María, os amo!

El P. Bernabé ingresó en la clínica y tuvo que estar, por de pronto, un par de semanas en régimen de enfermo, preparándose para el quirófano. El impacto que produjo en enfermeras y personal asistencial fue enorme. Su austeridad en la comida se hizo también patente en aquellos días. Las hermanas tenían que emplear ciertos trucos para que comiera normalmente. Los viernes eran su día característico, según evoca la Hna. Benicia.

Y llegó la operación. El P. Bernabé tuvo la ocurrencia de pedir al Dr. Esnal que actuara sin anestesia. El doctor le dijo:

- Padre, usted será muy valiente, pero yo no me atrevo, yo no puedo hacerle eso. Así que en este momento a usted le toca obedecer. Y obviamente se plegó con humildad para que el doctor le operara con todas las de la ley. "Habiéndose normalizado la urea, el doctor se decidió a operar el riñón derecho, que era el más sano. La operación tuvo lugar el 11 de mayo, el día siguiente de la Ascensión del Señor" (389).

Admirable lo que pasó al despertarse de la operación. Se despertó en un coloquio con el Señor, que las hermanas pudieron presenciar. La Hna. Benicia era la encargada de la planta donde estaba en P. Bernabé. La impresión fue enorme, porque nunca habían visto que las personas operadas volvieran de la anestesia con ese lenguaje (390).

El P. Bernabé vivía en coloquios con Jesús. Lo sabemos por él mismo. "Tengo el recuerdo que, en los primeros días después de la operación, me era doloroso y difícil cualquier movimiento. Deseaba permanecer en la postura en la que me encontraba. Todos aquellos días, desde el mismo día de la operación, me fue posible rezar el santo rosario, acompañado de alguna persona.

Pasados los primeros días de cierto enajenamiento y modorra, en la que uno se encuentra, empecé de nuevo mis coloquios con mi buen Jesús.

Una mañana de aquellos días, después de la Sagrada Comunión, sentí que me subía a la boca como coágulos de sangre. Tuve miedo de que pudiera devolver la sagrada forma que había recibido. Le rogué a Jesús que no pasara nada. Así fue. Lo tragué aquello que se me había subido a la boca y no pasó nada.

En el mes de diciembre del año anterior de 1955 llegó a mi conocimiento un librito llamado: El Corazón de Jesús al Mundo (391) donde se habla de una Religiosa Capuchina, Sor Consolata Betrone, muerta en Italia en olor de santidad, en 1946, a quien él mismo le quiso enseñar el acto incesante de amor: "Jesús, María, os amo o te amo. Tú sabes que te amo", y voy repitiendo con una espontaneidad que me va saliendo de dentro. No es siempre. Es a ratos, cuando no estoy ocupado en alguna ocupación exterior que me lleva la atención. Volviendo a lo de antes, creo que esa jaculatoria o plegaria, durante mi estancia en la clínica, la repetía con frecuencia.

Después de transcurridos unos 15 días, cuando empecé a levantarme, fui visitado del buen Jesús con una suavidad y elevación de espíritu, semejante a lo que he descrito en casos anteriores. Permanecí en este estado bastantes días.

Después que regresé al convento, continué en la vida espiritual durante mi convalecencia, se puede decir todo aquel verano de 1956, hasta una segunda operación en el riñón izquierdo, que era el más enfermo.

Un detalle. Tanto el doctor como el superior de casa me habían prohibido administrar el Sacramento de la penitencia. Si alguno venía furtivamente y se confesaba conmigo y luego se enteraba el superior o el doctor, recibía un reprimenda por desobediente" (392).

Segunda operación (octubre 1956)

La redacción directa de la autobiografía del P. Bernabé vale más que lo que podamos decir de nuestra parte.

* * *

La segunda operación tuvo lugar el 19 de octubre de aquel año de 1956, festividad de San Pedro de Alcántara, que cayó en viernes, como el 11 de mayo, día de la primera operación.

Me había mejorado bastante, y el doctor Esnal se decidió a operarme el segundo riñón, que era el más enfermo. Dicen los que estuvieron presentes en la operación que el doctor estuvo vacilante de extirparme el riñón o dejarme y que decía bromeando:- "¿Debía de ser yo el que me tenía que llevar a este frailecito a las puertas de San Pedro?" Por fin se decidió dejarme el riñón: "Quizás pueda funcionar todavía".

He comprendido que fue una providencia del Padre el dejarme el riñón. No hubiese podido vivir con un solo riñón.

En esta segunda operación la convalecencia fue más larga y costosa. Quizás porque luego sobrevino el temporal de invierno. También en esta segunda operación -que tuvo lugar en la misma clínica que la primera - después de transcurridos los primeros días y cuando empecé a levantarme, tuve una visita del Señor, semejante a la de después de la primera operación.

Por el mes de noviembre tuve una pequeña recaída y pasé todo el mes de noviembre encerrado en la habitación de la enfermería, pero en la paz del Señor.

Culminación de su etapa en el convento de Fuenterrabía (1957-1958)

Si seguimos al P. Bernabé, tras la operación, al hilo de los retazos de su autobiografía, tenemos la sensación de que nos encontramos dentro de un mar espiritual, hondo, denso y pacífico que las pruebas del espíritu - íntimas sequedades- no hacen una fisura en su generosa fidelidad al Señor.

El director espiritual P. Antonio de Caparroso ha fallecido santamente el 30 de julio de 1954. No sin resistencia otro religioso ha aceptado ser su confidente, como dijimos en su lugar. Las cartas de los años 1956, 1957 y 1958 -que desconocemos- son abundantes (393). Sin duda que serán la corroboración de unos cuantos rasgos que, tras muchos años, ha dejado impresos en su autobiografía, y que recogemos textualmente.

* * *

A principios del año de 1957, llegada la festividad de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, estuve leyendo el misterio de la Presentación en la "Ciudad Mística". Aquel capítulo fue para mí de mucha ilustración. Paréceme que cada frase me daba una nueva luz. Lo cierto es que se me quedó muy grabado todo el misterio con una santa impresión. Desde entonces esta festividad tiene especial importancia para mí. Me gusta celebrarla con solemnidad.

Los primeros meses de aquel año de 1957 los continué en mi vida espiritual a través de meditaciones y lecturas de libros espirituales. Me reprochó el enfermero que el día de Viernes Santo de aquel año lo había pasado en una continua meditación de la Pasión del Señor. Sin duda los misterios de la Pasión del Señor Jesús llamaban preferentemente mi atención.

Llegado el tiempo de primavera, me encontré bastante restablecido, de modo que por el verano pude reanudar paso a paso mi ministerio. Recuerdo que preparé unos días de retiro y les di a unas religiosas de Oyarzun en el mes de septiembre, y luego comencé a acudir a los pueblos.

En el año de 1958, a principios de Cuaresma precisamente, empecé a sentir molestas tentaciones: pensamientos impuros, imaginaciones, impresiones, etc. Me molestaron bastante durante toda la Cuaresma sobre todo. Pasada la Cuaresma, precisamente cuando empezaba el tiempo Pascual, me invadió una especie de tristeza, que no sé explicar. No era la vez primera. Creo que en años anteriores me había sucedido cosa parecida, precisamente después de la Cuaresma, que procuraba pasarla un servidor en recogimiento, en silencio y en meditar los misterios de la Pasión del Señor.

Anteriormente - sería por los años de 1947 y en adelante - había empezado a ttener algunas temporadas, como de un mes o más, de aridez, de impotencia, un estado raro, como ausencia del Señor. En esta ocasión que digo de 1958 me sucedió otro tanto; los meses de abril y mayo, sobre todo, fueron de desolación, como un desengaño de todas las cosas (394).

* * *

El P. Bernabé, probado por la enfermedad y otros sufrimientos, navega hondamente por alta mar. Su corazón va en paz; el Señor le visita, le ilumina y consuela.

¿El P. Bernabé es un místico? El P. Bernabé es un creyente que vive sin cesar en oración. El P. Bernabé es un hombre que ha expetimentado a Dios. Si place la palabra místico para definir cosas tan vitales, sublimes y personales, sea: el P. Bernabé es un místico.

Hemos concluido la etapa de sus 18 años en Fuenterrabía. Pasemos a Rentería, que se va a refundar, y de allí a Ecuador.


Capitulo XIV

Cuatro años

Cuatro años en la nueva fundación de Rentería (1958-1962)

Fundación de Rentería

En los tiempos en que discurre nuestra historia, la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón era una provincia floreciente de obras, de personas, de vitalidad apostólica. La estadística del 1 de enero de 1958 nos da un colectivo de 588 miembros de familia (395). En estas circunstancias nada extraño que los capuchinos que habían tenido un convento en Rentería de 1612 a 1837, quisieran recuperar su presencia, regresando a la ciudad que les había acogido.

En estas circunstancias nada extraño que los capuchinos que habían tenido un convento en Rentería de 1612 a 1837, quisieran recuperar su presencia, regresando a la ciudad que les había acogido. La vuelta no fue al antiguo solar donde habían residido -el Alto de Capuchinos, frente al mar-, sino que hubo que comenzar de nuevo, con empeño, con todos los esfuerzos de una nueva fundación, mediando la providencia de Dios. Esta historia fue recogida hermosamente y con detalle, con motivo de los 25 años de su restablecimiento: Presencia de los Capuchinos en Rentería 1612-1837 y 1958-1963 (396).

Se inició, pues, esta fundación bajo el mandato del ministro provincial P. Florencio de Artabia (397). Los detalles de aquella historia inicial quedaron recogidos, como historia fresca, en los informes que se daban a los hermanos de la Provincia por aquellas fechas (398). Rentería era un villa industrial que en aquel entonces contaba con una población entre 16.000 y 17.000 habitantes, que posteriormente se ha disparado en varias decenas más (399). Florecía la vida cristiana, como en todo el contorno. En Rentería había una parroquia, regentada por un sacerdote de mucho prestigio, don Roberto de Aguirre, y había una comunidad de Agustinas Ermitañas, monjas contemplativas, otra de Hermanas de la Caridad, que regentaban un asilo, y los Hermanos del Sagrado Corazón tenían un colegio con 400 alumnos, además de 90 aspirantes para religiosos y 20 escolásticos.

La primera comunidad, designada por el definitorio provincial el 23 de mayo, estaba compuesta por los siguientes religiosos: R. P. Jesús de Bedoña, Superior; R. P. Bernabé de Larraul, Predicador; R. P. Remigio de Zumaya, Predicador; Fray Doroteo de Aquerreta y Fray Faustino de Bedayo (400).

Los frailes adquirieron, como solar para capilla, una finca, antigua fábrica de rosarios, y se hizo la escritura de compraventa el 13 de mayo de 1958. Sobre la fábrica estaba la vivienda con habitaciones como para poder acomodar, si fuera necesario, a diez religiosos, y adyacente a la capilla un jardín (401).

El 12 de julio empezaba la nueva comunidad. El superior provincial bendijo los locales: vivienda de los religiosos y capilla (27,53 m. de longitud y 8,62 de anchura). A las ocho de la tarde la comunidad, presidida por el P. Provincial se presentó en la iglesia parroquial para el traslado solemne del Santísimo. Ofició el señor párroco, don Roberto; con él dos coadjutores, el resto del cabildo, seminaristas del pueblo, alcalde y concejales, autoridades y personajes destacados -estamos citando evidentemente la crónica- y numeroso público (es decir, pueblo fiel) llevaron el Santísimo desde la parroquia a la capilla, "cantando sagrados cánticos a lo largo de todo el trayecto".

El día siguiente, 13 de julio, se celebraba misa en la Capilla de la Virgen de Fátima, y quedaba la capilla abierta al culto con misas a las 7.30, 9.00 y 11.00, que luego, aumentada la comunidad, serían cuatro los días laborables y seis los festivos.

Mi apostolado principal estuvo en el confesonario

Ya tenemos al P. Bernabé en Rentería, donde va a residir por cuatro años hasta su salida para Ecuador. Se alegró del cambio de Fuenterrabía a Ecuador, por una razón que nos la cuenta él mismo. "Para decir la verdad, en el convento de Fuenterrabía no me encontraba en mi ambiente propicio. A mi pobre entender había aflojado bastante la vida conventual, empezando por el superior, lo que para mí era causa de sufrimiento" (402). El P. Bernabé, no por ser bondadoso, deja de ser crítico frente a una situación que él la juzga de deterioro espiritual.

Él sigue su marcha espiritual, su línea interior. He aquí un dato que se refiere a los primeros meses de Rentería. "Por el mes de septiembre de aquel año tuve una representación viva de la escena de la coronación de espinas de Jesús en el Pretorio de Pilatos. Se me presentó con viveza de cómo se encontraría Jesús en aquel lugar. No sé cuánto tiempo me duró aquella imagen" (403).

En la nueva casa el apostolado principal del P. Bernabé fue el confesonario. "En los años que pasé en Rentería, desde 1958 hasta el 12 de junio de 1962, pienso que mi apostolado principal estuvo en el Confesonario. Me dediqué con entusiasmo y hasta con emulación. A lo menos hubo de mi parte cierta emulación. Me dediqué, pues, con empeño, interés y asiduidad" (404).

La comunidad de Rentería en sus primeros años no fue parroquia. Esto vendría después, lo mismo que la construcción de una hermosa iglesia (45 x 19,5 m.) y el convento adherido a la iglesia. Son datos que pertenecen a un período posterior a la estancia del P. Bernabé.

Los primeros años, los de la casa vieja, estuvieron marcados por lo que era una vida capuchina clásica en un convento normal. Se asistía a las parroquias de la zona, y en la propia iglesia o capilla se tenía el culto diario y dominical; predicación ordinaria los domingos, y extraordinaria en novenas y solemnidades. Dice la historia de Rentería: "Se tenía sobre todo la administración del sacramento de la penitencia. Diariamente, durante las misas, estaban los sacerdotes sentados en el confesonario. Los sábados toda la tarde y los domingos toda la mañana" (405). Rentería era entonces una población de alta práctica sacramental, y este auxilio del confesonario por parte de capuchinos era una ayuda valiosísima para la única parroquia. Las asociaciones conventuales fomentaban la práctica del sacramento de la penitencia. Por lo demás, los penitentes acudían no sólo de la Villa, sino de las parroquias vecinas, especialmente de Oyarzun y Lezo; en Adviento y Cuaresma el servicio del confesonario era agotador (406)

Entusiasmo y emulación, empeño, interés, asiduidad..., son palabras que ha empleado el P. Bernabé, recordando su ministerio central en Rentería. A la hora de morir todavía conservaba cartas que le escribieron a Ecuador gentes con las cuales él había mantenido una relación espiritual profunda en aquellos años de Rentería.

El dato de la correspondencia lo asigna el P. Bernabé a su tarea con los jóvenes. "Trabajé también con la juventud masculina. Traté de formar un grupo y procuré conducirlos por el camino de la vida cristiana, a través de conferencias, recepción de los Sacramentos. Debo decir que hubo quienes respondieron bien y continuaron algunos por correspondencia epistolar" (407)

Y otros ministerios: Fátima, Pastorcitos de Fátima

"No por eso abandoné otros oficios, como el visitar las familias. Continué entronizando el Sagrado Corazón de Jesús en algunas familias y también el Inmaculado Corazón de María. Traté de formar una asociación piadosa en honor de Nuestra Señora de Fátima, con una comunión general cada primer domingo de mes, como era costumbre entonces en las cofradías y asociaciones piadosas" (408).

Las asociaciones piadosas eran el modo habitual de plasmar en nuestros conventos el espíritu cristiano. En una iglesia dedicada a la Virgen de Fátima surgieron dos asociaciones con esta advocación. Una los Pastorcitos de Fátima; otra la Asociación de la Virgen de Fátima.

El P. Bernabé organizó para chicos y chicas, infantiles y adolescentes, la asociación de los Pastorcitos de Fátima. "Su línea pastoral era sencilla. El mensaje de Fátima daba pie: orar por la conversión de los pecadores y gestos espontáneos y generosos de penitencia. Mensualmente se reunían para cumplir con estos objetivos, reflexionar sobre el mensaje, orar todos juntos el santo rosario" (409). El año 1966 esta asociación contaba con 400 miembros; luego decayó hasta desaparecer.

De modo semejante y bajo la inspiración del P. Bernabé nació la Asociación de la Virgen de Fátima, de la que nos ha hablado el interesado en sus recuerdos. Es una asociación que estaba formada prácticamente con el elemento femenino. Siguió floreciendo con el entusiasta P. José María de Oyarzun. El historiador del convento de Rentería nos da un informe interesante: "El año 1963 estaba formada por 500 miembros. Los numerosos coros se reunían mensualmente para rezar el santo rosario ante la Virgen de Fátima. Su apostolado era, más bien, testimonial sin compromisos mayores. Una característica de esta obra era la visita domiciliaria de las capillas, de las urnas. Eran 50 urnas e iban pasando de familia en familia, llegando a la hermosa cifra de 1.500 ante cuya imagen las familias o miembros aislados oraban" (410).

Igualmente el P. Bernabé ha seguido su labor ministerial con la Orden Tercera, actuando con el P. Jesús de Bedoña, trabajo que de algún modo queda reflejado en el libro de Actas de la V.O.T. (Venerable Orden Tercera). Los terciarios de esta hermandad eran estadísticamente 180 (411). En todo el tiempo que el P. Bernabé ha residido en Rentería ha trabajado con los hermanos terciarios (412).

Ejercicios espirituales a religiosas (1959)

Estando en Rentería, el P. Bernabé fue llamado para dar Ejercicios a las Capuchinas de clausura de Zaragoza. No era ésta su especialidad. Nunca, que sepamos, dio Ejercicios a una comunidad de su provincia capuchina, Ejercicios que eran señalados, con su propio predicador, por el definitorio provincial y publicados en el Boletín Oficial. Pero el P. Bernabé sí que dio Ejercicios a comunidades religiosas: Hijas de la Cruz, Clarisas, Capuchinas, quizás Carmelitas y, al parecer, a alguna comunidad de religiosos varones.

Y, de pasada, digamos que en Fuenterrabía había sido designado Instructor de Hermanos, así en el capítulo de 1957. Advertía el Manual Seráfico vigente de 1948 (nms. 119-121) que el definitorio había de nombrar en cada comunidad un religioso sacerdote para dar algunas instrucciones a los hermanos laicos y donados perpetuos. El cumplió este cometido con los hermanos laicos y donados de aquel tiempo (413) y en un cuaderno fue escribiendo unos guiones de explicación de la Regla Franciscana y otros temas (414).

Las hermanas capuchinas de Zaragoza no conocían al P. Bernabé. Fue el superior del convento de San Antonio de Zaragoza, que era precisamente una persona muy citada en esta biografía, el P. Macario de Mondragón, el que les sugirió que llamaran a este capuchino. El recuerdo de aquellos Ejercicios permaneció en la memoria de las hermanas.

"Quedó concertada la fecha: del 26 de abril al 5 de mayo de 1959. Llegó al monasterio el P. Bernabé el día 26 de abril; humilde y sencillo, traía por todo ajuar un hatillo y dentro de él los breviarios muy usados. El Evangelio a la letra; ni bastón, ni alforja, ni dos túnicas... pues no entró la ropa para lavar, por más que le pedíamos. Sólo los últimos días, a fuerza de rogarle, entró el pañuelo usado; entonces la Madre le dio dos nuevos, pero no quiso cogerlos porque eran sin estrenar. Tuvimos que lavárselos y darle, junto al suyo usado, y así los cogió. Así de radical era en la pobreza.

Por las señales que dejó al marcharse, pensamos que no usó la cama. En la comida tampoco hacía uso de las vinagreras, aceite, sal, etc. Preguntado por la hermana que le servía cómo hacía eso, respondió sonriente: Yo ya sé lo que le viene bien a la sangre.

En su porte, humildísimo, paciente y delicado. Nos daba dos pláticas por la mañana y dos por la tarde de 15 a 20 minutos de duración. Al final nos decía: ahora les dejo a la acción del Espíritu Santo.

Terminada la plática, como estábamos creídas de que escuchábamos a un santo, dejándonos llevar de la curiosidad, quien más, quien menos, le seguíamos los pasos a través de las celosías, y lo veíamos inmóvil ante el sagrario o haciendo el Vía Crucis con los brazos en cruz, dándose golpes de pecho..., si es que no pasaba al confesonario, pues estaba a nuestra completa disposición.

 

La Eucaristía la celebraba por la mañana, con mucha unción, sin prisas. Un día que tardaba en venir a desayunar, la hermana tornera mandó a la mandadera a llamarlo, y ésta se lo encontró en la sacristía postrado en el suelo con el manto puesto y los brazos en cruz, y asustada no quiso molestarlo" (415).

¿De qué les habló a las hermanas capuchinas? De estos puntos: El alma humana busca el infinito - Dios en sí mismo - Dios, esencialmente Vida, luz, Amor - Dios amó tanto al mundo que le dio a su propio Hijo - Jesús víctima de propiciación - Jesús nuestro modelo - La gloria del Padre - La obra de Jesús - La oración - La vida de fe - La caridad - Práctica de la caridad - Jesús modelo de caridad - La caridad fruto del Espíritu Santo - María camino de santidad - María Madre nuestra - Nuestras relaciones con María - La santa esclavitud mariana y la infancia espiritual (416).

Peregrinación a Fátima

Las peregrinaciones piadosas eran habituales en la vida de los terciarios y de las asociaciones de Fuenterrabía y Rentería (417). Pero, hablando de la asociación de Ntra. Sra. de Fátima, el P. Bernabé ha conservado, grabado en su corazón, el recuerdo de una peregrinación a Fátima, que para él fue una peregrinación especial. "Se hicieron varias peregrinaciones piadosas, entre ellas una a Fátima".

El P. Bernabé nos la cuenta, con la ilusión que él tenía y cierto desengaño espiritual que sufrió.

* * *

Esta [de Fátima] revistió una circunstancia particular. Después de preparar la Peregrinación, que era al Santuario de Fátima en Portugal, hubo que pedir licencia al P. Provincial. El superior de casa se había interesado en tomar parte en la Peregrinación. El P. Provincial comunicó que si no había tantos varones como mujeres, no nos era posible acompañar a la Peregrinación. Como sucede de ordinario en estas ocasiones, había menos hombres que mujeres. Así pues, nos resignamos a quedarnos en casa. En nuestro lugar designamos a un Obispo misionero retirado, que residía en Fuenterrabía. Llegado el día de Ramos, recibí una noticia inesperada. Una señora -no sé qué manejos hizo - lo cierto es que consiguió del P. Provincial que un servidor fuera a Fátima con la peregrinación, ¡como secretario del Obispo! Supongo que tal determinación no le habría gustado nada al P. Guardián.

La peregrinación, que duró ocho días, fue muy piadosa; durante el trayecto hicimos la Novena. Cada día se rezaban las tres partes del rosario. En Fátima no me faltó un disgusto que me dio bastante sentimiento. El Obispo Mons. Ignacio Larrañaga, que había sido expulsado de la Misión de Pingliang por los comunistas, tenía sin duda (ganas) de hablar con Sor Lucía, que era Carmelita Descalza en Coimbra. Se pidió al Arzobispo de Coimbra. No lo concedió, diciendo que era preciso acudir a Roma, a la Santa Sede (418).

 

Una estampa

Cuando a los veinticinco años de la reaparición de los capuchinos en Rentería, se escribió la historia que hemos mencionado, una pluma trazó en este libro el retrato de algunos hermanos que por allí habían pasado, unos difuntos, otros en vida. La galería de religiosos era ésta: P. Jesús de Bedoña, P. Celestino de Añorbe, P. Bernabé de Larraul, Hno. Faustino de Bedayo, Hno. Diego de Bedayo.

El P. Bernabé hacía una veintena de años que estaba en América. Desde acá, y sin miedo a ofender su pudor, se le hizo este retrato.

* * *

Las personas mayores que han visto la restauración desde el comienzo no olvidan al Padre Bernabé.

¿Por qué a ti, por qué a ti, tendremos que decir, recordando la pregunta que un hermano le hacía San Francisco? Acaso, la respuesta sea la misma. Una palabra de humildad.

Figura diminuta. Largas barbas. Siempre, verano e invierno, pies descalzos. Hábito limpio, raído, pasado por muchas aguas.

Su voz, un hilo A través de sus ojos azules, su mirada es de paz, interioridad, armonía, un mundo nuevo.

Más datos. Le llaman aita xantua, así como lamiendo y dulcificando la s en x de grafía vasca.

Tiene algo. ¿Qué tiene? Lo que a otros falta.

No tiene enemigos. Todos hablan bien de él, le miran con un respeto singular. Los creyentes se agolpaban para confesarse con él.

Hablan de milagros, de su vida austera y coherente, de conjuros casi instantáneos.

Recorrió caseríos, entronizando el Corazón de Jesús y de María. Un apostolado directo, de puertas. Tenía abiertos los hogares y los corazones, tarea difícil.

... Contemplando, viendo al Padre Bernabé, se llega a descubrir la frescura de la vida franciscana. Da ganas de gritar: zatoz eta gure artean iraun betiren betiko! (419).

Otro retrato

Desde la actual comunidad de Rentería nos escribe el P. Eugenio Arriola (hoy difunto), a quien ya conocemos de los tiempos en que el P. Bernabé estaba en Alsasua. He aquí una pinceladas que reflejan la figura del hombrecillo de quien escribimos.

* * *

El P. Bernabé era pequeño de estatura, enjuto de carnes, barba desaliñada, mirada dulce y, vestido con el hábito capuchino, pobre y humilde, su aspecto exterior era reflejo fiel de una vida austera y penitente.

En sus estudios eclesiásticos no destacaba por su talento brillante, aunque aprobó las asignaturas sin mayores dificultades. Terminada la carrera parece que tampoco tuvo mayor afición al estudio y a la lectura. Los únicos libros que veíamos en sus manos eran el breviario, algún devocionario y algunos libros piadosos. De donde puede inferirse que no tuvo amplios conocimientos de las ciencias eclesiásticas, ni de cultura general, ni de las artes. Esto le trajo en más de una ocasión el ser tratado como infeliz, ignorante y ridículo por parte de algunos religiosos y seglares. Humillaciones y desprecios que siempre supo encajar con gran serenidad y paciencia y en silencio.

Pero el P. Bernabé no carecía de un buen sentido práctico, sabía pedir consejo a personas doctas, cuando el caso lo requería y supo resolver con acierto y prudencia los problemas.

Tampoco le faltaba esa maravillosa intuición que poseen los santos, para salir airosos de situaciones embarazosas. Voy a referir un caso, que le oí contar a un compañero mío de fraternidad hace pocos días y que precisamente tuvo lugar aquí en Rentería. Una moza, muy guapa por cierto, contrajo matrimonio con un inválido. Al quedarse encinta, le asaltaron grandes temores de que el hijo pudiera nacer tarado, temores que compartían sus familiares. El P. Bernabé, con toda seriedad y aplomo, les dijo que no tuvieran temor alguno, que el bebé nacería sano y normal y sin ninguna tara. Hoy es un mozo sano y rollizo, que no desmerece en nada de los jóvenes mejor dotados de su edad. Excuso decir el aprecio y veneración que siente esta familia por el P. Bernabé.

[...] Así era el P. Bernabé que yo conocí. Un fraile mortificado y austero, un hombre de oración, predicador del Evangelio, humilde y servicial, que jamás se permitía hablar mal de nadie. El pueblo cristiano le canonizó en vida con el sobrenombre de aita santua y sabido es el fino olfato que tiene el pueblo para distinguir a los santos auténticos de los enmascarados de santos (420).

 

En Rentería... dicen... una niña...

"Hablan de milagros...", hemos escuchado en párrafos anteriores a Sabin Egibar. Terreno resbaladizo el de la veneración y milagro, y esto de un hombre pobrecillo, que se creyó a sí mismo inútil, pero que no por ello dejó de aceptar que Dios estaba poderosamente en los humildes.

He aquí lo que ha escrito de su puño y letra -en el sentido verbal y literal- el P. Ángel Legarrea, religioso que pertenece a la Viceprovincia capuchina de Ecuador. Por fidelidad histórica no nos hemos atrevido a modificar ninguna frase y dejamos las interlocuciones tal como las hemos recibido.

* * *

Fue hace muchos años- no recuerdo cuántos. Quito era la sede de nuestra reunión viceprovincial.

Era una tarde quiteña, fresca y tranquila. Habíamos terminado los trabajos del día y, como tantas veces, paseábamos en grupos pequeños conversando de todo. El P. Francisco Ostériz, el P. Bernabé y yo estábamos juntos.

Recuerdo muy bien la figura pequeña de Bernabé frotándose las manos a la altura del pecho e, intercalando cada tres o cuatro palabras, su muletilla clásica "¿verdad, eh?". Los recuerdos van brotando espontáneamente. Algunos se me quedaron grabados para siempre. Detalles pequeños, pero llamativos. Como el que nos recordaba Pancho -Francisco Ostériz-, de que era él, precisamente él, la primera persona que Bernabé había bautizado una vez ordenado sacerdote.

Conversábamos aquel atardecer, los tres juntos, sobre la cantidad de cosas que se contaban de este hombre físicamente pequeño, pero de una talla humana fuera de lo común...: las gallinas, las pestes, los caminos, las cruces.

- Dinos, Bernabé ¿es verdad que haces milagros?

El ambiente de intimidad, de una serena y sincera intimidad, había llegado aquella tarde a un estado tal que la pregunta no sonaba ni ridícula ni postiza. Tampoco era una trampa oportunista para resolver el enigma de tantas habladurías y comentarios que se decían de él. Había surgido en un contexto de conversación y comunicación personal.

- La gente habla muchas cosas, ¿verdad, eh? - y se frotaba las manos a la altura del pecho.

- Bernabé, cuando la gente dice tantas cosas debe de haber alguna verdad, - insistíamos delicadamente.

- No hay que creer todo lo que dicen, ¿verdad, eh? - y una sonrisa suave le redondeaba un poco más su blanca y ya redonda barba.

Y llegó la pregunta que tenía que llegar:

- Dejando de lado todas las cosas que dice la gente, ¿tú tienes conciencia de haber hecho algún milagro?

Después de un largo silencio comenzó a hablar despacio:

- En Rentería... dicen... una niña...¿verdad, eh? Me llamaron a la casa ¿verdad, eh?... Estuve rezando... Le soplé en la boca, ¿verdad, eh?

- ¿La resucitaste?

- La niña abrió los ojos... estaba viva, ¿verdad, eh?

- ¡Bernabé, hiciste un milagro!

- No sé... eso pasó... ¿verdad, eh? Y sonreía, sonreía con esa sonrisa profunda y serena que sólo tienen los grandes hombres.

Era una noche quiteña, fresca y tranquila. Todo estaba oscuro... menos la luz desconcertante que ardía en nuestro corazón.

En alabanza de Cristo, del pobrecillo Francisco y de su siervo Bernabé. Amén (421).

 

Capitulo XV

La vocación misionera del P. Bernabé

 

La vocación misionera del P. Bernabé se desencadenó en una circunstancia meramente fortuita -incentivada por la lectura de un libro misional, como veremos- y pone en evidencia cómo el Señor tiene para cada uno su camino.

A pesar de pertenecer a un curso de misioneros

Fueron 14 connovicios los que el día de la Asunción de 1926, en la iglesia de capuchinos de Sangüesa, emitieron sus votos religiosos por tres años, los 14 destinados al estado sacerdotal. Aquel fue un curso de misioneros. Ya nada extraño, cuando la provincia bullía en afanes misionales.

Bien pronto la hermana muerte se llevó consigo a dos de aquellos catorce jóvenes. El 14 de agosto de 1927 (justo un año después) fallecía en Fuenterrabía Fr. Tarsicio de Arruazu, sin cumplir los 20 años. (422) La segunda víctima fue Fr. Joaquín de Bedoña, que falleció en San Sebastián el 23 de marzo de 1933 con 25 años. Otros dos compañeros no llegaron a la profesión perpetua y dejaron la vida capuchina. (423)

Los demás rápidos fueron a misiones de ultramar. A Filipinas, Rogelio de Bedoña e Hipólito de Azcoitia el mismo año de la ordenación sacerdotal (1933). A Chile, Damián de Salinas de Léniz (agosto 1934), Teófilo de Arbeiza (diciembre 1934) y Bautista de Gaztelu (febrero 1935); a Argentina, tras sus estudios romanos, Evangelista de Murueta y Serapio de Iragui (1937).

Sin duda que el hecho misionero más relevante del curso fue la expedición misionera a China de 1934. De los cinco componentes de aquel envío, tres eran del curso del P. Bernabé: Rainerio de Lizarza, Vidal de Pamplona y Jenaro de Artabia. (424) Misioneros a China, y era la quinta expedición para una misión abierta hacía ocho años. (425)

En resumen, todos los compañeros de curso bien pronto habían volado a misiones, y el único que quedaba en tierra era el P. Bernabé.

El Espíritu sopla donde quiere

Era evidente el fervor, el ímpetu, la pujanza misionera de la provincia. La revista Verdad y Caridad deleitaba a los lectores de nuestro contorno espiritual con los relatos misioneros. Los hermanos de la provincia leían ávidamente los Anuarios Misionales. El erudito P. Miguel de Pamplona había traducido una obra programática: Ite...! Lo que debe saber un Misionero. Consejos y apuntes sobre educación misional. (426) Lo hacía convencido del "intenso despertar del movimiento misional, que se nota de unos años a esta parte en todo el mundo civilizado, debido a las reiteradas voces de los Pontífices, entre los que descuella Benedicto XV con su Encíclica Maximum illud y Pío XI..."; lo hacía, sobre todo, ante "los reiterados deseos de nuestros abnegados misioneros de China". (427)

Todos habían surcado los mares; el P. Bernabé quedaba en la ribera. Y no era, cierto, por falta de generosidad. ¿Cómo se explica esto, si puede explicarse?

En sus escritos espirituales y en sus cartas no encontramos una llamada interior a ir a las misiones. ¡Qué diferente, en este sentido, Alejandro Labaca que, en el momento de recibir la ordenación sacerdotal, escribe una carta al superior provincial, ofreciéndose para la misión de China! (428) En los escritos de predicación tampoco el tema de las misiones es un tema especialmente relevante.

Tampoco en las cartas de su director espiritual. Sólo alguna frase tan genérica como la siguiente: "Basta por hoy, no deje de rogar mucho por la Iglesia con el Papa; la Orden con el P. General; la Provincia con el P. Provincial; por los pecadores e infieles, y por nuestra misión del Kansu, a fin de que el Señor nos bendiga y santifique...". (429) Entre nosotros se ha dicho que el P. Antonino era uno de los hombres cuya norma era no pedir para marchar a misiones. Sin duda que el simple voto de obediencia, la disponibilidad raíz, incluía cualquier destino. Criterio muy respetable que otros religiosos, altamente estimados, lo han mantenido.

Un antiguo sermón el Domingo Misionero Universal (1938)

En sus cuadernos de predicación el P. Bernabé tiene unas páginas consagradas al Domingo misionero universal 1938, 23 Octubre, con el leit-motiv "Erat lux vera quae illuminat omnem hominem venientem in hunc mundum" (San Juan, capítulo I). Están en castellano, cuando las páginas precedentes y siguientes van en euskera. Entresacamos algunos párrafos.

* * *

Ha llegado la hora en la que esa multitud inmensa de infieles pasará de la noche de su infidelidad a la luz del Evangelio. Ha llegado la hora en la que dejando el culto del demonio y de la idolatría, comiencen a adorar en espíritu y en verdad, al Dios verdadero, que es quien ha formado ese magnífico cielo que contemplan nuestros ojos, y esta tierra que nos sustenta, y en la cual ha formado al hombre a su Imagen y semejanza. Ha llegado pues la hora, en la que recobrando la libertad de hijos de Dios, sean reconocidos como cristianos y hermanos nuestros en Jesucristo, nuestro Divino Redentor, que nos ha comprado con el precio de su sangre, haciéndonos herederos de la gloria incorruptible.

Pero ¿quién marchará a estos pobres infieles? ¿Quién les anunciará la palabra de Dios vivo? ¿Quién les instruirá en la verdadera Religión y les enseñará a guardar cuanto nos ha dicho Nuestro Señor Jesucristo, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo? ¿Quién...?

¡Vosotros...! Y vuestros hijos e hijas que el Señor escogerá del seno de vuestras familias para anunciar a los infieles la palabra de Dios vivo, mostrándoles con su diestra el Estandarte ensangrentado de la Cruz, y con la mano izquierda el Rosario. Vosotros habéis de rogar al Padre celestial se digne escoger a vuestros hijos e hijas para la gloriosa empresa de la conversión del mundo infiel. ¡Dichosos mil veces los padres que hicieren esto, serán recompensados superabundantemente aun en esta vida con el ciento por uno y después con la vida eterna de una dicha sin fin!

Vosotros habéis de trabajar en la conversión de los infieles, orando por ellos. La oración..., he aquí el secreto de la rápida conversión del mundo infiel... (430)

* * *

Este era el tono de la predicación: oración y sacrificio para ayudar a ese ejército valeroso de operarios evangélicos, "que avanza hoy en las tierras de los infieles, para conquistarlas para Cristo Jesús"; oración y sacrificio, las dos cosas de todo punto necesarias para la conversión del mundo infiel (431); las obras misionales pontificias... "No haya, pues, entre vosotros ni uno solo que no esté inscrito en la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, y ninguno de vuestros hijos pequeñitos falte en la Obra de la Santa Infancia".

De este sermón no brota el anhelo vivo de: ¡Tenemos que ir a las misiones!, ¡Tenemos que dejar nuestra tierra!; sino, más bien: ¡Qué bella es la vocación del consagrado que entrega su vida enteramente a la causa de Jesús! ¡Qué preciosa oferta para vuestros hijos!

El celo por las almas y la vocación misionera

Si la oración y el sacrificio son las dos poderosísimas palancas que mueven al Señor Dios para cambiar los corazones y convertirlos a la fe, el P. Bernabé sí que se sentía llamado a poner su vida entera, su granito de arena, por la salvación del mundo. Esto estaba absolutamente claro y definido desde aquel 19 de junio de 1925 -18 años- cuando su ofrenda radical, el Acto de ofrecimiento de mí mismo como víctima de holocausto al Amor Misericordioso del Corazón de Jesús. Quería ser todo de Jesús, sólo de Jesús, y con ello quería gastar su vida en la salvación de las almas. Su vida andariega, su audacia para lanzarse al ejercicio del ministerio, cuando su temperamento más bien se replegaba en la interioridad, son prueba palmaria.

El celo por las almas y la vocación misionera, como carisma específico, está visto que no son la misma cosa. El P. Bernabé, que ha aspirado a ser víctima de obediencia, no hubiera resistido un punto, caso de recibir la oferta de sus superiores. ¿Acaso no se adelanta él por su forma de entender la obediencia? ¿Acaso porque no se considera digno y capacitado? ¿Acaso simplemente porque la plataforma de su interioridad, como vivencia intensísima de Jesús en todo momento, le abre de otra manera al ancho mundo de la salvación? Preguntas que se pueden lanzar, pero no responder, para precisar con plena exactitud los móviles últimos que laten en el corazón.

Y el desencadenante fue una lectura

El P. Bernabé se decidió a ir a las misiones, en edad rezagada, por la lectura de un libro. Dicho así parece exagerado y desproporcionado. Hay un viraje fuerte de estilo y rumbo. El libro fue un simple desencadenante de una generosidad fuerte y coherente que reinaba en el fondo de su ser. (432) El hecho lo relata el P. Bernabé en su autobiografía y lo repite en la síntesis de su itinerario espiritual (433).

"Por el mes de diciembre de 1961, o poco antes, había empezado a leer un libro titulado "Da mihi animas". No recuerdo ahora el nombre del autor. Era un misionero comboniano que había estado algunos años en África.

En el capítulo IV de la obra decía así: ¿Por qué no se convierte el mundo infiel? La respuesta que daba era esta: "No hay misioneros suficientes". Aquella frase hizo mella en mi ánimo (434). Me hizo reflexionar una y otra vez: Yo, inútil criatura, ¿no podría poner un granito de arena? ¿No podría contribuir en algo en favor de las misiones? Contribuir con mi persona... Y empezó la lucha. Era el 4 de diciembre, al día siguiente de San Francisco Javier.

Me pareció una locura el pensar en marchar a las misiones. Apenas habían pasado seis años que había sido operado de una enfermedad grave. Estaba a régimen. ¿Cómo pensar en decir nada a los superiores? ¡¡Locura!!

Pero estas razones no me aquietaban. Fui a la presencia del sagrario y le dije: En caso de que sea cosa tuya, aquí me tienes, no quiero negarme. Continuaba la lucha con otras consideraciones. Le pedí una señal al Señor. En caso de que se mostrase favorable el P. Provincial en la visita canónica, será la señal de su voluntad" (435).

San Francisco Javier era un santo bien querido en la provincia capuchina, entre otras cosas porque el castillo de Javier está a ocho kilómetros del convento noviciado de Sangüesa. Tantas veces los novicios hemos ido de paseo hasta Javier, a orar al santo y a contemplar el crucifijo de la capilla del castillo, del que dice la tradición que sudó sangre a la muerte de Javier. El P. Bernabé tiene, en sus escritos diversos, algunos sermones de San Francisco Javier, signo de la predicación tenida con motivo de tal fiesta. Día misionero de hondo calado en el Seminario de Alsasua.

Sigamos con el relato:

"Creo que continué con estas peticiones o parecidas durante el mes de Diciembre.

En el mes de Enero llegaba el P. Provincial, Florencio de Artabia, para la visita canónica. Le expuse mi caso y razones. No le pareció mal..., pero se contentó en decirme que podría ser un año o dos después... Lo que me produjo cierta desilusión... La cosa quedó así. Tengo que decir la verdad; que hice alguna diligencia con algún misionero del Ecuador para acelerar la cosa" (436).

El P. Florencio, aparte de ser buenísima persona, era un hombre prudente. Pudo apreciar que Dios andaba por medio. Tanto más de admirar, porque el P. Florencio era de los de no pedir ni rechazar nada (437)

Algún tiempo después el P. Bernabé recibía este "Saluda" del ministro provincial, fechado en Pamplona el 3 de marzo, hojita que guardó en su documentación hasta el final.

"El Padre Provincial de capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón Saluda atentamente al R. P. Bernabé de Larraul para decirle que, en la última definición, Vuestra Caridad fue destinado a la Custodia provincial de Ecuador.

El Definitorio ha aceptado su ofrecimiento. Yo espero que el nuevo destino le facilitará ancho campo de apostolado sacerdotal. También quiero decirle que se ha fijado la fecha de salida; será el día 17 de junio, por Barcelona, en el barco "Marco Polo". Hay mucho tiempo para ir preparando las cosas. No se asuste por la documentación, que se puede preparar en menos de un mes; ya se le avisará a tiempo. Cuente con mis oraciones y no me olvide en las suyas. Su aftmo. y menor hermano en el seráfico padre san Francisco, Fray Florencio de Artabia."

Sorpresa y grata alegría fueron las impresiones que recibió el P. Bernabé. Quiso mantener oculta la noticia, y así se lo rogó al P. Guardián, pero estos secretos pronto se saben. Vinieron las contradicciones, como era de esperar. Aunque quizás el P. Bernabé no se esperase la oposición de quien en aquellos momentos hacía de director espiritual, el párroco de la iglesia capuchina de Rentería, el P. José María de Oyarzun, que había sido veterano misionero en Chile (438).

El P. Bernabé asumió el destino a Ecuador como gracia. Y a la verdad que había hecho la Novena de la Gracia a San Francisco Javier, novena que, según el uso, termina el día 4 de marzo.

El panorama ha cambiado

Podemos asomarnos a una plática del P. Bernabé dada a un grupo misionero que lleva estas siglas: R.U.M., Rastro Universal Misionero. Es preciso que luego nos informemos. Una plática misionera que lleva por título: La mies es mucha, los operarios pocos. Hay un fondo de pensamiento que hace que el autor de esta plática y del sermón de antaño (1938) sea el mismo, pero el panorama ha cambiado. Sin poder precisar fecha, estamos en los tiempos en que su corazón se ha removido con el alumbramiento de su vocación misionera a ultramar.

* * *

Quizás en ningún siglo se ha hablado o escrito tanto como en el siglo presente sobre las misiones. Con todo, la inmensa mayoría del pueblo cristiano no se percata de la necesidad urgente que hoy existe de colaborar en la evangelización del mundo infiel, y la obligación grave que recae sobre este asunto en el pueblo cristiano. es que la mayoría de las revistas misionales no nos hacen ver la necesidad urgente en que se encuentran hoy muchas misiones.

Podemos decir sin titubear que ésta es la hora de las misiones, la hora señalada por los juicios inescrutables de la Providencia. En esta hora sí que se pueden citar aquellas palabras que Jesús dirigió en cierta ocasión a sus discípulos: Alzad vuestros ojos, tended la vista por los campos, pues están amarillos para la siega (Jn 4,33). Sí, millones y millones de infieles están dispuestos para recibir la luz del evangelio, más aún, piden esa luz, piden ser instruidos en la religión... Pues si nosotros los hijos de la luz, los hijos de la Santa Madre Iglesia católica, no nos apresuramos a llevar la luz del evangelio, los hijos de las tinieblas se nos adelantarán, y sembrarán entre ellos el error, la discordia y el odio a todo lo sobrenatural; esparcirán las tinieblas del error y de la mentira y el estado actual de los infieles se convertirá en un estado verdaderamente horrible. Esta es la hora precisa para trabajar.

Pero aquí también se cumple la palabra de Jesús en el santo Evangelio: La mies es mucha, pero los operarios pocos. Los operarios evangélicos que actualmente están trabajando en las misiones son poquísimos. Se necesitarían muchos más para que pudieran avanzar debidamente las misiones. Pero no hay misioneros suficientes, mientras aquí estamos tantos y tantos. Pues es cierto, que lo que aquí hacen seis, podían hacer tres; mientras que lo que 3 hacen en las misiones, deberían hacer 12 por lo menos. Supónganse que para toda Guipúzcoa no hubiera más que un solo sacerdote ¿cómo se las arreglaría? Pues bien, en esa proporción se encuentran en las tierras de misiones, sobre todo en Africa.

¿Por qué no más misioneros? Sin duda porque entre nosotros no se ha formado bien el espíritu misionero, porque no nos damos cuenta de la urgente necesidad, y la gravedad de nuestra obligación. ¿Hay algún remedio para esto? Jesús, después de exclamar: La mies es mucha pero los operarios pocos, añade: Rogad pues al Dueño de la mies, que envíe operarios a su campo. He aquí el remedio. Sí, hay que pedir muchos operarios evangélicos en esta hora. Y no solamente operarios sacerdotes, sí que también hace falta operarios seglares. He aquí lo que deben hacer las asociadas del R.U.M.: mientras, por una parte, ayudan a los misioneros con los trabajos materiales, por otra, en sus oraciones y sacrificios han de pedir al Padre celestial que, por los méritos de su Hijo muy amado Jesucristo, suscite muchas vocaciones misioneras.

Y las asociadas del R.U.M. han de ser las primeras en formarse en el espíritu misionero, en sentir la necesidad de ayudar a las misiones, de colaborar en la conversión del mundo infiel, y poner todos los medios que estén a su alcance para suscitar también en los otros el espíritu misionero. Haced propaganda de esta obra misionera del R.U.M. tan bien adaptada para toda suerte de personas. (439)

El R.U.M. o Rastro Universal Misionero

Del R.U.M. no sabemos otra cosa que lo que hemos encontrado entre los papeles dejados por el P. Bernabé a la hora de su muerte.

Felisa Sarasqueta es la fundadora de esta obra misionera -así lo dice ella misma- que firma con el sello del un domicilio en Avenida 11,bajos, San Sebastián. (440)

Fue, al parecer, al inicio de los años cincuenta. En una carta impresa, que el 8 de diciembre de 1953 se enviaba a directores y gerentes de entidades, se cumplía un deber de gratitud por "la buena acogida que le han dispensado casi en su totalidad los fabricantes y almacenistas, los comerciantes y personal de establecimientos públicos. Agradece la lluvia de aportaciones en género con destino a las Misiones; aportaciones las más diversas, pero todas ellas de gran aplicación práctica: cajas de medicamentos, fardos de curtidos, resmas de rosarios, ropas de abrigo, productos alimenticios, etc. etc".


El Rastro se definía como "una obra de apostolado al alcance de todos". Y concluía la hoja de donde transcribimos: ¿Alguien no sabe aún qué es el R.U.M.? Sencillamente, un Rastro donde se recogen toda case de objetos (nuevos o usados, alimenticios o de construcción) con destino a ayudar a todas las Misiones de infieles. Un medio eficaz y sencillo para que todos los católicos colaboremos en la ayuda a todos los infieles. Una empresa cuyos ideales a todos encantan; una empresa de vitalidad y pujanza desde el primer momento de su existencia". La indicación última decía: Entrega de los objetos en el convento de Siervas de María - San Martín 45 - San Sebasstián. (441)

Las que llevaban adelante el Rastro eran mujeres.

El alma del Rastro Misionero: víctimas anónimas del Amor Misericordioso

Eso eran las cosas vistas desde fuera, para la información y la propaganda. Pero la realidad íntima y última del rastro, el motor de toda aquella actividad ¿cuál era? La realidad nuclear era un proyecto espiritual de vida de acendrada consagración al Señor.

Felisa Sarasqueta comenzaba así una carta navideña al P. Bernabé: "Muy recordado Padre en Cristo Hostia: En víspera de las grandes solemnidades de la venida del Niño Dios, no queremos que pasen esos días sin que reciba la felicitación de este grupo de Víctimas anónimas de Santa Teresita y Sor Consolata, bajo la mirada amorosa de nuestra común Patrona la Virgen de la Sonrisa".

Era un grupo de hijas espirituales que, guiadas por el P. Bernabé, aspiraban a la plena entrega de amor, abiertas a la Misión Universal.

"...Las hijas no deben andar con remilgos con sus padres para decir lo que sienten. Esto es lo que hacemos con Ud. al decirle con sencillez nuestro sentimiento.

A ver cuando nos podemos reunir otra vez. Feli se pondrá en contacto con Ud, y cuando decidan pues nos reuniremos. Estamos deseando. Es muy grande el compromiso el ofrecernos al Señor como alma Víctimas, pero es el amor el que nos ha impulsado a esto. El Tengo sed resonó en nuestros corazones con fuerza. Es como si el Señor hubiera pasado entre nosotros y nos hubiera dicho: ¿Quieres darme toda tu vida hecha Amor para las almas? Y nosotras, conscientes de nuestra miseria, pero animadas con un corazón grande lleno de Amor a El, le hemos dicho: Sí, quiero. Para todo, para siempre, aquí me tienes, Señor.

Queremos vivir conscientes de lo que prometimos no en un momento de fervor, sino movidas, impulsadas por el Amor de ese Dios que no es amado. Y solo por Amor, y para el Amor, toda nuestra vida.

Queremos ser llama y no brasa. Llama que llegue a todos, que abarque a todos, pues ésta si no se comunica se apaga. Nos damos cuenta que la vida de la Víctima es una vida de caridad, que se acrecienta en la entrega de sí mismo, y se marchita si no se convierte en misión Universal" (442)

El "secreto" del grupo de las Doce

Aquel grupo misionero era, ante todo, un grupo espiritual de vida interior. Entre las asociadas, había un núcleo de doce, sobre las cuales el P. Bernabé podía confiar un programa especial de vida cristiana. Así lo diseña en los apuntes para una plática.

* * *

Les he reunido en este día que conmemoramos la fiesta de la realeza de María, para comunicarles, por decirlo así, un secreto, que han de guardar en sus pechos.

Parece que la Sma. Virgen se complace de que sean Uds. las que den forma y asiento al la obra del R.U.M.

Ya saben que todo edificio se asienta sobre los cimientos y las columnas; pues bien, parece que es la misión de Uds. sobre la obra del R.U.M. ser los cimientos y las columnas del R.U.M. Parece que la Sma. Virgen les escoge para levantar el edificio del R.U.M. para que acoja a muchas almas de los pobres infieles dentro de su recinto. Y para que el edificio se levante esbelto, preciso es que los cimientos sean firmes y estén bien asegurados. Mas ¿en qué ha de consistir esta seguridad y firmeza de los cimientos? Antes de ahora he manifestado en general, y ahora vuelvo a repetirlo a Uds. en particular, como a escogidas especialmente para llevar a cabo el siguiente programa.

Así pues, los cimientos del R.U.M. han de ser: Sacrificio, oración, acción y caridad. A estas 4 virtudes fundamentales hay que añadir otras 4: Silencio, obediencia, amabilidad y castidad. Estas ocho virtudes han de ser como la estructura del edificio espiritual del R.U.M. Y Uds. son las escogidas para llevarla a cabo.

Así como son ocho las Bienaventuranzas, que son como el compendio y el ápice de toda la Doctrina evangélica, así también son ocho las virtudes fundamentales que han de levantar y sostener todo el edificio de la Obra del R.U.M.

Y así como fueron 12 los escogidos de entre los discípulos por Jesús para ser apóstoles, es decir enviados con una misión especial para anunciar el Santo Evangelio por todo el mundo y fundar sobre la base de la Doctrina evangélica la Iglesia de Jesucristo, así también son 12 Uds. las escogidas entre todas las que pertenecen al R.U.M. para llevar a cabo esta obra tan del agrado del Señor y su Sma. Madre.

Así pues, pueden tomar sin miedo y reparo esta misión sobre sí. Es verdad que es una misión muy delicada y de mucha transcendencia la que se les encarga; una misión que necesita una asistencia especial del Espíritu Santo. Pero así como Jesús les envió su divino Espíritu a los Apóstoles para que pudieran realizar la obra por El encomendada, así no duden que a Uds. también les enviará su auxilio especial, les comunicará una virtud particular del Divino Espíritu, para que puedan llevar adelante esta obra, con tal que Uds. le pidan con fe viva y esperanza cierta, apoyando su petición en los mismos méritos de Jesús y la intercesión todopoderosa de su Santísima Madre.

Resta, pues, que cada una de Uds. dirija toda su atención a realizar en su vida cotidiana ese programa de las ocho virtudes que hemos mencionado sobre las que se debe levantar todo el edificio de la Obra del R.U.M. (443)

Consagración del R.U.M. en el local de Rentería (27 noviembre 1960)

El 27 de noviembre de 1960, fiesta de la Medalla Milagrosa -la Inmaculada irradiando de sus brazos abajados y sus manos extendidas haces de luz que caen sobre el mundo, venerada en nuestros seminarios como Reina de las Misiones- el P. Bernabé hizo un acto de consagración. En la hoja escrita de su puño y letra se dice. Consagración al Inmaculado Corazón de María en el local de Rentería (27/XI/60).

"Oh María Inmaculada, Reina de las misiones, en esta vuestra festividad de la Medalla Milagrosa, la asociación del R.U.M. de esta villa de Rentería desea consagrarse a vuestro Inmaculado Corazón. Desea consagrarse para trabajar con celo e interés por vuestro reinado maternal entre los infieles. Y para perseverar en esta tarea de tanto agrado para vuestro Hijo Jesús y para Vos, quiere acogerse a vuestro amparo maternal.

A vuestro amparo maternal nació esta humilde obra del R.U.M., se ha sostenido hasta el presente y a vuestro amparo maternal ha de producir sus frutos" (444).

La consagración fue renovada al año siguiente. Se trataba de una ofrenda general a la Virgen de todo el grupo de asociadas, sin llegar a formular un acto de ofrecimiento de almas víctimas. Pero el deseo íntimo del P. Bernabé, como quien proyecta lo más auténtico que lleva consigo, era éste: almas víctimas al Amor Misericordioso por las misiones.

Almas víctimas de amor por las misiones

La asociación del R.U.M. ha obtenido la aprobación del Secretariado de las Obras Pontificias de San Sebastián y ha adquirido así cierta oficialidad canónica. Al P. Bernabé le interesa el alma de la asociación, esa ofrenda o consagración plena al Amor Misericordioso, ese me ofrezco como víctima de holocausto a vuestro amor misericordioso, que formuló Santa Teresita y él lo quiere fomentar en los corazones generosos. He aquí una instrucción al respecto, dirigida a las socias del R.U.M.

"Amadas socias del R.U.M.: Me consta que algunas de Uds. han hecho la ofrenda de sí mismas al Amor Misericordioso. Si han leído el pequeño catecismo, se habrán dado cuenta en qué consiste esa ofrenda, a quién se dirige y el fin de la misma y sus frutos, etc.

Pero puede suceder que alguna crea que está sobre sus fuerzas lo que ha hecho o que no se sienta con fuerzas para vivir esa ofrenda. Otra puede creer que no se ha hecho con las debidas condiciones. Una tercera puede pensar que esa ofrenda es para almas de mayor perfección y no para ella etc. Alguna pueda estar indecisa después de haber hecho la ofrenda.

Por eso con la claridad posible quisiera aclarar algunas ideas sobre esa ofrenda, siguiendo las normas del mismo catecismo" (445).

¿Cuál es ese pequeño catecismo del que está hablando el P. Bernabé? Es un mínimo folleto de 8x11,5 cms., nada despreciable, pues lleva la firma y autoría del teólogo del Angelicum, Fray Reginald Garrigou-Lagrange, O.P., afamado escritor de teología espiritual. El título es: El Acto de Ofrenda al Amor Misericordioso. (446)

Seguía el P. Bernabé la explicación con estas palabras:

"Ante todo ¿qué clase de almas pueden hacer esta ofrenda? ¿Las almas que van muy adelantadas en la perfección? Según Santa Teresita pueden hacer todas aquellas almas que sinceramente quieren amar a Jesús, aunque, por otra parte, se vean rodeadas de infracciones de miserias, debilidad etc., con tal que no las busquen voluntariamente. Todas las almas que se reconocen imperfectas, débiles y pequeñas, pueden hacer esta ofrenda.

Según Santa Teresita ¿cuál sería, pues, la disposición más necesaria? La humildad, y mediante la humildad el vaciar el corazón de todo afecto al pecado, y crear en él un deseo sincero de querer amar a Jesús. Una gran fe en el Amor de Jesús.

La ofrenda se dirige al Atributo más dulce de Dios, a su Amor misericordioso. ¿Para qué se hace esa ofrenda? Para recibir en nosotros las influencias de su Amor, las olas de infinita ternura.

¿Puede haber grados en esa ofrenda? Sin duda, según la generosidad con que se haga, y después de haberla hecho se procure vivir.

¿Cuál ha de ser el efecto inmediato que la ofrenda ha de procurar en el alma? Sin duda el sentimiento de caridad, ya que el alma se entrega al Amor Misericordioso, es decir, al Amor de compasión, de misericordia a que se ve inclinado el Corazón de Dios respecto de nuestras miserias. Por tanto ése es el fruto que ha de producir en el alma, es ese sentimiento de caridad, de dulzura, de unión, de compasión etc. con todos los (¿prójimos?)

... ¿Cuál será un medio eficaz de mantener viva la memoria de ofrenda? El acto de Amor: Jesús, María, os amo, salvad almas" (447).

Esa aspiración espiritual -Jesús, María, os amo, salvad almas- procede de una humilde capuchina italiana de este siglo, muerta en olor de santidad. El centro de su espiritualidad, a la secuela de Teresita del Niño Jesús, cuya discípula se profesa consiste en el acto de amor incesante, brotado de la conciencia de ser del grupo de las pequeñísimas: Jesús, María, os amo, salvad almas. Esto lo ha aconsejado el P. Bernabé hasta el final de su vida. (448)

De la oración y el ofrecimiento de víctima al paso de pedir ser enviado a las misiones

Hay otro dato que es preciso mencionar para describir la fisonomía espiritual misionera del P. Bernabé. Es su carnet de miembro de la Unión Misional del Clero. Con fecha de Roma a 3 de noviembre de 1950 y número 6141/50 le fue expedida por el Secretariado Internacional de la Unión Misional del Clero la tarjeta de socio de este pía asociación. Muchos sacerdotes vascos pertenecían a la Unión Misional del Clero, porque es justo reconocer que el espíritu misionero ha estado vivo y palpitante en la tierra de San Ignacio de Loyola.

Poco a poco se va operando, al parecer, un paso de actitudes en la consideración personal del problema de las misiones. El corazón se va abriendo a un realismo, casi se diría, estadístico, que pide decisiones concretas y tácticas. En cierto momento decía a las asociadas del Rastro: Fijemos la mirada en el continente africano. En estos cincuenta años ha habido más conversiones que durante 19 siglos... El momento es decisivo, como decía Pío XII, de reciente memoria". (449)

Llegó un día en que la lectura de un libro piadoso, Da mihi animas, disparó la vocación misionera del P. Bernabé. Y esto fue porque sí..., porque otra causa no la hay. El Señor le condujo por este camino. ¿Podemos decir más? En rigor no. Tan sólo observar que esta decisión está en plena coherencia con el talante más profundo de su espíritu e insinuar que acaso el contacto con el grupo misionero del Rastro sirvió de trampolín para que, a la altura de una edad no juvenil, Dios le hablara por las sencillas páginas de un libro.

"Recurrí al Sagrario. Pude exponer mi situación a Jesús Sacramentado..." Las dificultades eran: dos operaciones, una en cada riñón, debiendo llevar un régimen riguroso; "el abandonar ministerio, las amistades espirituales..., la extrañeza que había de causar". (450)

El adiós a la madre patria

En las Notificaciones del M.R.P. Provincial del Boletín Oficial de la Provincia, firmadas con fecha de 30 de marzo de 1962, se leía: "Nuevos misioneros. Para atender el apostolado que la Iglesia nos ha confiado fuera de la Provincia, el definitorio provincial ha dado los siguientes destinos: A la Custodia provincial de Filipinas...; a la del Ecuador los padres Bernabé de Larraul, Matías de Torrano, Severino de Pamplona y Hernando de Arandigoyen". (451)

La lista, como es habitual entre nosotros, está dada por orden de antigüedad (antigüedad en la profesión religiosa), y por motivo del orden de antigüedad o por otra causa, el P. Bernabé fue nombrado en su momento para el viaje jefe o superior del grupo expedicionario.

La decisión estaba tomada y aceptada. El P. Bernabé iba en obediencia, auténtica obediencia de quien ha optado en la vida. ¡Adelante! Veintiún años después el P. Bernabé recordaba con bendición aquel paso.

"Después me enteré que hubo bastantes oposiciones para que un servidor marchara al Ecuador. Seguramente me consideraban un enfermo inútil. Así me dijo el Doctor Esnal, que me había operado, cuando le comuniqué la noticia:

- ¿Usted a las misiones? ¿En qué está pensando? Usted no va a ir a ayudar a los misioneros, sino a dar trabajo a los misioneros. No se le ocurra tal disparate. ¿En qué piensan sus Superiores? Etc.

También se opuso el Obispo misionero que estaba en Fuenterrabía, como después supe" (452).

A pesar de ello se logró. Sin duda, el Señor quería. He pasado 21 años en el Ecuador. Y si es del agrado del Señor, estoy dispuesto a vivir en el Ecuador todo el tiempo que el Señor disponga. Amo a mi querida grey. Amo a las ovejas de mi rebaño que el buen Pastor me las ha encomendado" (453).

Ahora no es difícil imaginarse al andariego P. Bernabé, cuando fue pública la noticia, ir a casas y caseríos en ademán de despedida. O verle en el confesonario dando los últimos consejos. La verdad es que diversas personas de Rentería y contornos siguieron la relación con el P. Bernabé escribiéndole. El guardaba con respeto y cariño estas cartas y al final de su vida, entre sus papeles, había bastantes pliegos de personas amigas que le escribían. Hablar de escribir al P. Bernabé no es de frivolidades, por supuesto.

Y hay que verlo igualmente despidiéndose de sus familiares. El P. Bernabé tenía un corazón enternecido.

Antes de embarcar, el grupo de misioneros hizo dos visitas piadosas en plan de peregrinación: una al Castillo de Javier, para postrarse ante el Patrono de las misiones. Otra -ésta sería rumbo a Barcelona- al Pilar de Zaragoza. Allí se postraron ante la Virgen, flanqueada por banderas hispanoamericanas, ante la Virgen que venera como Patrona la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón.

La despedida de su convento de Rentería fue el día de San Bernabé.

Embarcaron en Barcelona, en el trasatlántico italiano Marco Polo. "Eramos 5 Capuchinos y dos misioneras de la A.M.F.". (454) El quinto capuchino era ... La A.M.F era una institución misionera nacida en Zaragoza, bajo el impulso dinámico de Juliana Oliden y la guía espiritual del P. Matías de Torrano. Era un brote de la Orden Franciscana Seglar y la sigla A.M.F. se interpreta así: Acción Misionera Franciscana. Una bellísima obra, luego en declive, que ha escrito unas páginas preciosas en Ecuador. Ahora el P. Matías, que tampoco era un jovenzano, y que era el alma de la institución en Zaragoza, también se marchaba a las misiones.

 

En Canarias, una florecilla del viaje

El barco hacía escala en las Islas Canarias, en Las Palmas. El grupo se derramó por las calles de la ciudad, porque por lo visto merece la pena... Pero al P. Bernabé le pareció que había cosa más importante y sabrosa que un inocente paseo turístico, y callandito se perdió en una iglesia para visitar a Jesús Sacramentado y deambular orando por las estaciones del Vía Crucis. ¿Qué valía toda la bella isla en comparación de una visita a Jesús Sacramentado? Hay gustos..., claro.

Esta anécdota ha permanecido viva en el recuerdo del grupo misionero.

Y en la mar algo cruel y desagradable

Y también ha quedado en la memoria de los testigos algo desagradable, que ya está perdonado por cierto, pero que, si lo anotamos, es por la verdad de la historia y por el perfil del P. Bernabé.

Pasemos el relato a una carta escrita por el P. Matías. "La travesía a Ecuador en el Marco Polo, la hicimos cinco capuchinos y dos Amfistas. Bernabé quería llevar una vida fraterna en el barco: oración en común, lectura espiritual, abstenernos de cine etc. Sufrió mucho al no lograr sus deseos. Desde el noviciado guardaba el Santo Hábito como recuerdo de aquel año feliz y de su profesión. Pasado el canal de Panamá, alguien arrojó el Hábito al mar. El P. Bernabé lo buscó en todas partes. Al no encontrarlo, se calló ofreciendo a Dios aquel despojo. Sólo dijo. Habrá sido ése... No sé lo que será de él. De hecho abandonó la Orden". (455)

Las cosas valen no siempre lo que valen, sino lo que valen para uno, lo que significan. ¡Dios mío! ¡el hábito del noviciado...! Si lo hubiera sabido el hermano que frívolamente hizo esta pesada broma.

Cruzaron el Atlántico, atravesaron el canal del Panamá y por las aguas del Pacífico llegaron a Guayaquil el 7 de julio de 1962 después de 20 días de navegación.


   
Capítulo XVI

Misionero en Gualea

La llegada a Ecuador: rostro macilento y ojos amarillos

La llegada a Ecuador fue de esta manera, según lo recordó el mismo P. Bernabé, 22 años después, en su Autobiografía.

Llegamos a las costas del Ecuador el 7 de julio de 1962, después de 20 días de embarcación. Éramos 5 Capuchinos y dos Misioneras de la A. M. F. [Acción Misionera Franciscana]. Dos de mis compañeros se encuentran en la Viceprovincia de Ecuador: el P. Matías de Torrano (José Ángel Múgica) y el P. Benito Andueza. A la llegada fuimos recibidos en el Puerto de Guayaquil por el Arzobispo Mons. Antonio Mosquera.

A no dudar, la figura de un servidor era la menos significante de los allí presentes: el rostro macilento, los ojos amarillos, etc., de modo que alguno de los presentes podría decir en su interior: ¿A qué habrá venido este individuo a estos lugares? ¿A evangelizar o a dar trabajo? ¿Cuánto tiempo permanecerá? Pasados los primeros días, en los que pude visitar algunas casas o conventos de la Viceprovincia y algunos Santuarios, como el de Ntra. Sra. de Las Lajas - que me causó muy buena impresión - y el Santuario de Ntra. Sra. del Quinche, fui destinado a una pequeña parroquia, llamada Gualea, dentro de la Montaña, en la parte Noroccidental de la Provincia de Pichincha. Fui destinado como coadjutor del P. Félix de Gomecha, que permaneció poco tiempo en la parroquia (1).

Para el lector de tierras de acá aclaremos. Ntra. Sra. de Las Lajas está en Colombia, a pocos kilómetros de la frontera de Ecuador, una vez pasado Tulcán. Hundido allí en la hondonada, entre quebradas, y se llama de las Lajas, en castizo español de nuestra lengua, por las "lanchas" de piedra de la montaña. "Donde hay un peligro, donde el indio ve que asoma el misterio oscuro del demonio, allí está la Virgen", me decía un misionero, con quien un día pude ver el bello santuario. Y el indio que ha vivido y sufrido en las quebradas, allí ha experimentado la cercanía de lo alto.

Se postró, pues, el P. Bernabé a los pies de la Virgen de las Lajas y tuvo el consuelo de visitar a la Virgen del Quinche. La Virgen del Quinche o Ntra. Sra. de la Presentación del Quinche tiene su santuario en la provincia de Pichincha, no lejos de Quito. Y su fiesta, en el día de la Presentación de María (21 de noviembre) tiene categoría litúrgica de fiesta en toda la arquidiócesis (2).

Saludo a los hermanos y primera panorámica

En Guayaquil tenían los capuchinos en aquel tiempo dos residencias, cuando por el número de componentes se distinguían nuestras casas entre "conventos" y "residencias". Una era la de Santa Ana y otra la de la Sagrada Familia, cada una de ellas con cuatro hermanos de comunidad (3).

De Guayaquil los hermanos fueron a Quito, punto central de la Custodia. Y uno de aquellos días, bien pronto, se ofreció al P. Bernabé la oportunidad de conocer la zona que muy en breve iba a ser su campo de vida y operaciones hasta la muerte.

La Crónica de Gualea, redactada en aquel entonces por el P. Maximiliano de Alcozar (4), dice de aquellos días de julio:

Día 11. El P. Maximiliano se traslada a Quito para comprar gasolina y otros artículos.

Día 13. El P. Maximiliano vuelve de Quito en el Land Rover, trae al P. Bernabé por unos días, le acompaña Fr. Gabriel de Echauri y Fr. Antonio de Alsasua en el Willis y con cargas que, de paso, vienen a hacernos una visita, y pasar un día alegre, sencillo y franciscano.

Día 14. Día de S. Buenaventura, hacemos un paseo hasta Pacto con los visitantes; después de comer, se realiza el trueque de carros, previamente autorizados por el P. Custodio. El Willis se queda en Gualea y el Land Rover pasa a Pifo al servicio del convento y de la A. M. F.

Día 15. Por la presencia del P. Bernabé, se celebra en los cinco pueblos, al P. Bernabé se le escapa el bus. El P. Maximiliano, al no encontrarle en casa, va a Pacto para traerle, y se lo encuentra ya de camino. Se come a las 4.

Día 18. El P. Bernabé se marcha encantado de Gualea con deseos de volver (5).

Los cinco pueblos a los que se refieren las breves notas del cronista Maximiliano son: Nanegal o Chontapamba, Nanegalito y Santa Elena, Gualea y Pacto. En todos ellos se procuraba celebrar habitualmente la Eucaristía.

El P. Bernabé ya ha conocido la zona y se vuelve encantado. Las moradas de los frailes son pobres; las de las gentes, igual y mucho más. Se va levantando, como se puede, humildes iglesias. No hacía falta demasiada intuición para presumir que por aquellos parajes el P. Bernabé se iba a encontrar como pez en el agua, aquel pobrecito de menguadas carnes, de rostro macilento y ojos amarillos.

Una visita al convento de Ibarra

Para los capuchinos Ibarra tenía categoría de convento, desde que en el siglo pasado, bajo vientos propicios de García Moreno, se quiso que florecieran las órdenes religiosas en ayuda del pueblo necesitado (6). El convento, extendido con cierta amplitud, está en la plaza llamada de San Francisco, donde un monumento al cardenal Checa recuerda el afecto de los ibarreños a sus gentes de pro en los años de tantas dificultades religiosas. Y en el momento de la historia en que nos encontramos, Ibarra era un punto neurálgico de la Custodia capuchina, porque era el seminario menor, el semillero pujante de lo que se esperaba que un día fuese la provincia capuchina ecuatoriana. Dieciocho hermanos de comunidad (7) y un centenar de muchachos seminaristas.

Entre las primeras tomas de contacto, para hacerse cargo de la panorámica pastoral y dar un abrazo a los compañeros, mirando de Quito hacia arriba había tres puntos queridos: Pifo, a pocos kilómetros de la capital; Ibarra, o más exactamente "San Miguel de Ibarra" como hubieran dicho los que la bautizaron, la bella ciudad del majestuoso Imbabura; y en la frontera colombiana Tulcán.

Una mañana, José Miguel de Arraiz, vicario y ecónomo de la comunidad, salió de la cabina telefónica, anunciando:

- Avisan de Quito que ya han salido para acá los de la expedición que ha llegado.

- Y ¿cuándo llegan?

- Para el almuerzo.

- ¿Quiénes?

- Todos, todos los de la expedición.

Y érase de ver - cuentan las Memorias - los abrazos de llegada a lo fraile, a lo navarro, a lo misionero..., es decir, a lo bruto, con sonoro palmoteo a la espalda entre jóvenes compañeros.

Gabriel de Ázqueta, ya de antiguo sincero admirador del P. Bernabé, -admiración y cariño que sigue profesando "post mortem" - le hace una indicación al recién llegado, y se lo lleva aparte, a la celda, precioso mirador a la Plaza de San Francisco.

Después de comer (almorzar se dice allí) - sigue haciendo memoria escrita el P. Gabriel -, y echar una siestecita, fui a buscar al P. Bernabé, que estaba en el coro, mirando desde allí, al camarín de la Virgen de Fátima que lucía en el altar mayor.

Le invito a dar un paseo.

- ¿Adónde?

- Vamos a Yaguarcocha. Verá. Es una laguna del tiempo de los incas. Se llama "laguna de sangre" (8), y cuentan los historiadores lo que se les ocurre, multiplicando enemigos en el bando de Atahualpa o en el de Rumiñaui.

Bernabé no entendía nada de esta jerigonza. Únicamente, que íbamos de paseo. Era, en mi intención, para tener tiempo y libertad para conversar con él de nuestras cosas. Le llevo hacia el mercado... Es algo notable que no deja de conocer ningún turista que llega. Indias vendedoras con su guaga a la espalda (9), indios otavalos (10) con blancos calzoncillos y moño largo, y delante su puesto: mercadería universal para todo gusto... Pero, en medio de moscas y calor, suciedad y colores varios.

Pasamos cerca del Hospital, que atendíamos regularmente los capuchinos de San Francisco... Salimos de la población y nos enrumbamos por la carretera de Tulcán. Torciendo a la derecha se ve aquella laguna que, probablemente se llama así "laguna de sangre", por el color rojizo con que la pinta el sol con sus rayos al atardecer.

Bernabé y servidor proseguíamos la plática iniciada desde antes de salir del convento. Respondía a mis preguntas, pues era en él costumbre el no hablar si no se le preguntaba, y menos si lo que había de decir era negativo para el prójimo o elogioso para él (11).

Hablaron los dos viandantes..., de cómo se había desencadenado aquella vocación misionera..., de cómo los nuevos misioneros habían visitado el Pilar, que el P. Bernabé podía querer especialmente por su afición a la Madre Ágreda en La Mística Ciudad de Dios..., hablaron de la vida espiritual y de lo que era la Custodia de Ecuador. A la hora de la merienda - suculentas naranjas imbabureñas y aguacates tropicales que Gabriel había llevado en un envoltorio - el cordial anfitrión no dejó de estimar alguna rareza por el poco aprecio que el visitante les hizo. Pero no se perdieron, añade el cronista.

Regresamos. Los compañeros de expedición siguieron su itinerario y llegaron a Tulcán. Querían conocer todos los conventos y casas que había. Bernabé retornó a Quito, donde el Padre Custodio, Alejandro Labaka (12), le dio el destino y obediencia para ir a la Zona de Gualea.

Obediencia para Gualea

Pronto vinieron los nuevos destinos y la obediencia del P. Bernabé. El P. Bernabé entró en Gualea el día 6 de agosto, día de la Transfiguración del Señor, al anochecer. La Crónica indica en dos líneas: "De noche entran en el jeep los 4 coristas, el P. Bernabé, nuevo coadjutor de Gualea, y el P. Maximiliano". Entre capuchinos y otras órdenes se decía "coristas" a los estudiantes clérigos que rezaban el oficio divino en el "coro".

Al día siguiente el Custodio, P. Manuel de Beizama, escribía al superior provincial de Navarra-Cantabria-Aragón, bajo cuya última autoridad estaba sujeta la custodia: "Le adjunto la circular que acabo de mandar a nuestros Conventos, porque en ella podrá ver los destinos de los nuevos. Sin duda alguna, algunos cambios le llamarán la atención: en contra de lo que generalmente se ha practicado hasta ahora, hemos destinado a Gualea Padres de edad: ojalá les acompañe la salud a ambos. Los jóvenes, con la soledad y la desunión de los primeros tiempos, se echan a perder en estos puestos" (13).

La última reflexión del superior custodial merece un toque de atención. Gualea es difícil y la aventura misionera puede causar en los jóvenes impetuosos un saldo negativo.

El nuevo superior de Gualea será el P. Félix de Gomecha, compañero del P. Manuel de Beizama en las tareas misionales en China. Es en este momento el primer asistente del Custodio.

Vamos a recordar aquellos primeros días de Gualea, recobrando algunas instantáneas que han quedado en los rasguños de la Crónica todavía del P. Maximiliano de Alcozar.

Recuerda la fiesta de la Asunción. "El P. Bernabé celebra en Gualea y se marcha a Pacto a caballo..." Cualquier lector capuchino, que en su juventud aprendió la Regla de memoria, sabe que, de acuerdo al capítulo II, los hermanos no deben ir a caballo. El inteligente entenderá que en aquellos tiempos ir a caballo era "ir de caballero"; pero ¡bueno!, la verdad es que los frailes no cabalgaban. Y a buen seguro que el P. Bernabé jamás en su vida de fraile había ido a caballo. Todo lo más, tendría que remontarse cuarenta años atrás y evocar que alguna vez su padre lo habría llevado a caballo o a mula o a burro...

El cronista debe precisar, y no deja de expandir su admiración: "...y se marcha a Pacto a caballo a paso lento y tirando de las bridas Fr. Bernardo. El franciscanismo es inmortal, perenne, vive hoy". Aquí no termina la historia. "A las 7.15 de la tarde, el P. Bernabé, jinete a caballo, sale para atender a un enfermo a quien se le disparó la escopeta de caza".

Pasada la Virgen, el día 16, vino el nuevo superior, Félix de Gomecha. "Entra en el jeep acompañado del P. Maximiliano que debe emigrar a otros lugares. En el camino se rompió un vaso de la batería y caminaron con sólo 4 voltios. Un símbolo de las peripecias que ocurren en Gualea a cualquier fraile de cualquiera región que a estos hermosos andurriales llegan".

El día 19 era domingo. Félix de Gomecha y Maximiliano atienden Santa Elena, Nanegal y Nanegalito. "El P. Bernabé atiende Gualea y Pacto, va en camión, se le escapa el bus en Pacto y, por misericordia, vuelve en un camión".

Ya al día siguiente regresan de su jira los coristas, que han tenido esta oportunidad misionera, y el panorama vuelve a su rutina. "En esta semana -escribe el cronista el día 20 - el P. Bernabé, ayudado de Víctor, se dedica a la construcción de una cerca, con el fin de cultivar hortalizas y flores. Se construye también una pocilga dentro del gallinero, y se inaugura con 2 cerditos".

Y, para terminar el mes, digamos que el día 27 se marcha el P. Maximiliano a su nuevo destino. Vicerrector del Colegio de Filosofía, una obra que lleva entre manos el emprendedor P. Manuel de Beizama. Le escribía al Provincial de Navarra: "Estoy casi ultimando los arreglos de la adaptación de la casa para Colegio. Quedan 24 celdas; el P. Bernabé ha quedado prendado de este Convento, donde se respira pobreza. Queremos ya iniciar la obra..." (14).

Dónde estamos: geografía de la zona donde va a estar el P. Bernabé

Ya tenemos al P. Bernabé en medio de sus gentes. Esta es la etapa culminante de su existencia: Ecuador en la denominada Zona Noroccidental de Pichincha. Debemos ubicarnos en la geografía ecuatoriana y saber en qué momento enlaza el P. Bernabé con la vida de los capuchinos en Ecuador.

Si miramos el mapa latinoamericano y posamos nuestra atención en la parte de Sudamérica, nos encontramos que Ecuador, cruzado por la raya del meridiano cero a la altura de Quito, es un país relativamente pequeño (283.520 km/2). La carta adjunta nos lo sitúa en el conjunto de las naciones hermanas. En el censo de 1990 la población alcanzaba 10.400.000 habitantes (15) .

Ecuador ocupa la parte más estrecha de la cordillera andina y se nos antoja que el país está montado a caballo del espinazo andino. Al este de la Sierra hierve la selva tropical de la cuenca amazónica superior. Es lo que en Ecuador llaman El Oriente. Lo surca el Napo, río caudaloso al que van distintos afluentes y que vierte sus aguas en el Amazonas. Al bajar de la cordillera hacia el Amazonas han desaparecido las montañas que habían adquirido excelsas alturas: 6.310 metros en el Chimborazo, 5.897 en el Cotopaxi, 5.790 en el Cayambe. En la parte oceánica del Pacífico tenemos la zona costera, tierra cálida y húmeda.

El lomo de la cordillera andina, de norte a sur, no traza una sola espina dorsal. Hay dos cordilleras paralelas con una hendidura que forma un valle de 40/60 kilómetros. Este espectáculo grabó la frase del explorador Alejandro Humboldt cuando visitó el país en 1802: "La Avenida de los volcanes". El gráfico que trasladamos muestra esta hondonada, donde se asientan fértiles ciudades, y Quito, la principal, a 2.800 metros de altitud.

Pichincha es la montaña volcánica (4.787 m.) que da nombre a la provincia de Quito. Una provincia amplia en extensión con sus 19.543 kms. cuadrados. En esta provincia y en su zona noroccidental es donde ubicamos las andanzas del P. Bernabé. Hoy se está trazando una anchurosa carretera de Quito a Esmeraldas, talando los bosques, lo que está transformando sustancialmente la fisonomía de las gentes. Antes se salía al Pacífico desde Quito, cruzando la cordillera, bajando a Santo Domingo de los Colorados en la misma provincia de Pichincha y de allí se seguía a Esmeraldas. La zona noroccidental quedaba arrinconada. Hoy no; saliendo de Quito por Cotocollao, se cruzará la zona noroccidental, pasando por el reciente pueblo de San Miguel de los Bancos y, siguiendo por Pedro Vicente Maldonado, se empalmará luego con la vía Santo Domingo de los Colorados a Esmeraldas.

Para conocer el teatro geográfico donde se ha desarrollado la vida del P. Bernabé, tendríamos que tener ante los ojos el mapa de la provincia de Pichincha, realizado por el Instituto Cartográfico, donde se precisan con todo detalle pueblos y localidades, vías y franjas onduladas de altitudes.

Tratemos de retener algunos nombres y de diseñar un boceto. Si salimos de Quito por el este y enfilamos hacia la sierra, llegamos, sobrepasando el pueblo de Nono, a Tandayapa, humilde poblado, importante para nuestra orientación. Aquí se bifurcan los caminos: a la izquierda está la vía que nos llevará a San Miguel de los Bancos; a la izquierda de esta vía está Mindo. Si de Tandayapa tomamos nuestra derecha, la carretera nos llevará a Nanegalito; de nuevo aquí se parten los caminos: por la derecha vamos a Nanegal; por la izquierda a La Armenia, Santa Elena, Tulipe, Gualea, Pacto. Esta geografía esencial hay que regarla con otros muchos pequeños nombres para tener el escenario de las caminatas del P. Bernabé.

Estamos en la cordillera andina. Por allí, por Nanegalito, Nanegal, Gualea, las altitudes son 2.000 m., 1800, 1500... En la parte de San Miguel de los Bancos las montañas se van abajando.

Cómo comenzaron los capuchinos

Para la historia que nos importa, debemos decir que los capuchinos "recomenzaron" en Ecuador el año 1951. Hay una historia anterior, unida a Colombia, con figuras ilustres de tiempos heroicos (16).

Entraron, pues, los capuchinos de Navarra en 1951; se establecieron en dos convento: Ibarra y Tulcán. Y comenzaron. El ímpetu, el empuje, fue tremendo. Años vibrantes en la provincia, años en que estadísticamente podía gloriarse de ser casi punta de lanza en la Orden. "Nuestra Custodia Provincial del Ecuador, en los solos doce años que lleva de existencia, ha adquirido un desarrollo que nadie hubiera podido prever cuando la provincia tomó a su cargo la extensión de la Orden en aquel país". Así habla el Custodio Provincial, P. Manuel de Beizama, en el capítulo provincial de 1963 (17).

A los dos conventos indicados, pronto siguieron dos fundaciones, dos parroquias: Quito y Gualea, al final del año 1951. Después de lo que ha llovido en la Iglesia del Vaticano II desde aquellos tiempos, no deja de producirnos cierta sonrisa esta perspectiva de buen administrador para casa que entonces hacía el que fue primer párroco de la Concepción de Quito, P. Eustaquio de Añézcar. Escribía de esta forma al superior provincial:

Las dos parroquias nos han de ser de gran utilidad. La una, porque dentro de 8 años ocupará tal vez el mejor sitio de Quito; y la otra, porque nos va a ser una fuente de fincas que, cuando llegue la carretera, que tal vez no tarde tres años, nos han de proporcionar riquísimo café, azúcar, arroz y toda clase de frutas...

Esta parroquia (de Gualea) ocupa casi un Vicariato, y ya la gente, en una jira que hice por allí, me han prometido varias hectáreas de terreno. La prebenda es pues muy buena y la adquisición me ha costado muchos quebraderos de cabeza, muchos disgustos... pero estoy de enhorabuena, porque tengo la cesión hecha por el Sr. Arzobispo, en la mano (18).

El año 1962, cuando el P. Bernabé llega a Ecuador, la estadística del año (1 de enero) arrojaba estos datos:

Sacerdotes 35

Novicios coristas 13

Hermanos profesos 11

Novicios hermanos 3

Postulantes 3 (19).

La custodia tenía distribuido el personal en los conventos de Ibarra y Tulcán y en las residencias de Quito, Pifo, Gualea, Guayaquil (Santa Ana), Guayaquil (Sda. Familia), Playas y Portoviejo. Los novicios los tenía en O'Higgins (Argentina) y Pasto (Colombia) (20).

Con criterios de casa, lo más significativo de la andadura boyante de los capuchinos en Ecuador era el florecimiento del Seminario Seráfico de Ibarra, cuyo curso 1962-1963 se iniciaba el 1 de octubre con 85 alumnos, venidos principalmente de Pichincha, Imbabura y Cañar (21) y el Colegio de Filosofía, que tenía diez alumnos profesos (22).

La custodia navegaba boyante, al menos así lo parecía. La necesidad mayor, según exponía el superior en capítulo, la escasez de personal. "Puede afirmarse que éste es el problema general y que a él se reducen todos los demás que tiene planteados la Custodia" (23).

Aquellos tiempos primeros de Gualea

Decíamos que los capuchinos entraron en Gualea en 1951. Hasta entonces atendía la parroquia algún sacerdote diocesano venido de fuera. Venía, sacramentalizaba, se marchaba... La encomienda que se daba a la Orden era distinta. Se trataba de ir y estar.

Luis de Viscarret que, en plena juventud, lleno de ilusión y quijotismo, entró en Gualea, a la vuelta de cuarenta años recuerda (24). Eran tiempos en que todavía no se había presentado por aquellos parajes la civilización moderna. No existía la carretera de Quito a Gualea, que se fue haciendo poco a poco. Eran caminos y trochas; sin luz eléctrica, sin teléfono, con dificultad de agua potable.

La entrada en Gualea fue así. De Cotocollao, subiendo la cordillera, había un mal camino, por donde podían transitar camiones hasta Nono. Más arriba, desde Guaromos, no había ni carretera, ni un mal camino ni nada.

Ir a grupa de caballería habría sido una aventura para despeñarse por aquellos precipicios. Aquel día de julio de 1952, salieron Luis de Viscarret y Eustaquio de Añézcar.

- Desde Guaromos, todo el día caminando hasta que, al atardecer, llegamos a Nanegalito - dice Luis -, que entonces no era más que un pequeño caserío o lugar con unas pocas chozas de madera. Al día siguiente, subiendo por aquella laguna que llaman de Los Patos...

Luis se detiene y le aflora una sonrisa, recordando la "trompada" que se pegó Eustaquio.

- Cayó de bruces en el barro. Ah, y entonces ni los misioneros nos desprendíamos del hábito para caminar.

Una vez que subimos donde hoy se bifurca el camino hacia La Borrega, siguiendo por la derecha - tipi-tapa..., tipi-tapa...-, atravesando varios ríos, llegamos a Gualea Cruz, y desde allí no teníamos más que bajar. Al mediodía, ya estábamos en la plaza de Gualea...

- ¡La plaza! Bueno, un llano en cuadrilátero, robado a la selva, alrededor del cual está la capilla y algunas casas. Para cuando llegamos, ya estaban enterados. Todos esperándonos, en dos filas, de rodillas, pidiéndonos la bendición, como si fuéramos los mensajeros del cielo... Esto ocurría el 7 de julio de 1952 (25).

Como equipaje, alguna muda, el breviario... y poco más.

Estos fueron los héroes de antaño. Sin importancia, y como a la fuerza, había que ser héroe, al son de la vida humilde de las gentes. El paraje era pura selva. Hervidero de mosquitos transmisores de paludismo. Culebras, tigrillos... y chozas desparramadas en una vastísima región inhóspita. La vida era más costosa para el extranjero, es claro.

La casa para los misioneros y posible "comunidad" era capaz y habitable, con una arquitectura de paja y barro. La iglesia, a medio edificar. A los cuatro meses de estar en Gualea, Luis escribía al Custodio: "Una cosa es vivir en España y otra en la selva, con el voto de pobreza sublimado a la máxima expresión; pero no me cambio por nadie. Soy pobre porque debo serlo y porque no tengo más remedio.¡Bendito sea Dios!" (26).

Gualea dos años más tarde

Como punto de enlace para la historia concreta del P. Bernabé, que acto seguido continuará, puede ser interesante el recodar cómo se veía Gualea - la vida y ministerios de allí - a los dos años y medio de haberse establecido los capuchinos. Trasladamos la relación dada en el Boletín de la Provincia al comienzo de 1955.

 

* * *

Gualea, hoy por hoy, es el punto más difícil de toda la Custodia por las malas comunicaciones y por las graves dificultades de ministerio, debido a los malos caminos y a las condiciones en que viven los feligreses de la Parroquia. Aunque muy despacio, se va construyendo una carretera que, el día en que se termine, aliviará notablemente la situación de los Padres que trabajan en la región.

La zona confiada a nuestra Orden está ubicada a 80 kilómetros de la capital de la República. Su extensión en kilómetros es de 4.000. El centro de la Parroquia donde residen los dos Padres es Gualea, con unos 498 habitantes.

La casa cural tiene 4 habitaciones independientes, un despacho, un comedor, una cocina y un salón parroquial de 14 x 4 metros. Todas estas dependencias son malsanas por la excesiva humedad.

La iglesia matriz, que mide 14 metros de largo por 7 de ancho, está en lamentables condiciones, siendo muy difícil el construir otra, ya que el pueblo es pobre y no presta grande apoyo a la parroquia. Gracias a los ornamentos que han llevado los Padres, desde que se hicieron cargo de la parroquia, el pueblo de Gualea tiene lo necesario para celebrar la santa Misa.

Pacto. Distante de Gualea 6 kilómetros, con un total de 1.100 habitantes. Hay una iglesia amplia que está casi terminada, y también casa parroquial con cuatro habitaciones independientes. El tejado de la casa es de paja. Los barrios que componen este pueblo son Guapi, a 8 kilómetros del centro; Pactoloma, a 5 kilómetros con treinta familias; Buenos Aires, a 6 kilómetros, con diez y ocho familias; La Victoria, a 3 kilómetros, con cuarenta y cinco familias; Ingapi, a 6 kilómetros, con cuarenta y cinco familias.

Santa Elena. Es un pueblecito distante de Gualea 6 kilómetros, con un total de 160 habitantes.

Nueva Granada. A 10 kilómetros de Gualea, con un total de 186 habitantes.

Nanegalito. A 15 kilómetros, con 230 habitantes.

Culamtropamba. A 14 kilómetros de Gualea, con 60 habitantes.

Nanegal Grande. Dista 30 kilómetros de Gualea, con un total de 1.090 habitantes, repartidos en barrios distantes de la población principal.

Pachijal. A dos días de camino, con 60 habitantes.

Mindo. A un día de camino de Gualea, con 200 habitantes.

El núcleo de mayor población no excede de 50 habitantes. El resto de los fieles viven internados en plena selva, por lo que la labor sacerdotal es sumamente difícil.

Hay iglesias terminadas en Gualea y en Santa Elena. A medio terminar, en Pacto y Nanegalito. En construcción, en Nanegal Grande, en Nueva Granada y en el barrio de Pactoloma.

Los Padres continuamente están danzando en todas las direcciones de la zona para poder atender lo mejor posible a sus feligreses, y no desperdician ocasión de enseñar el catecismo a chicos y a grandes.

Se han establecido la Cofradía del Santísimo, con 50 socios, la Venerable Orden Tercera Franciscana, en dos pueblos con un total de 98 Hermanos.

Las iglesias y capillas, así como las casas que hay en los tres pueblos, son de propiedad diocesana.

Movimiento espiritual. Bautismos, 94. Confirmaciones, 292. Matrimonios, 35. Salidas a puntos distantes de la parroquia por razón de ministerio, 240. Comuniones en la parroquia, 2.230. Comuniones en las Misiones, 325. Defunciones, 30. Bautismos de adultos, 3. Misiones predicadas en la parroquia, 6. Sermones sueltos, 30. Homilías en los domingos y días festivos, 233. Semanas Santas, 4. Centros catequísticos, 6. En el dispensario se atiende a un promedio de 5 enfermos diarios. Misas, domingos y días festivos, 4 ó 5. Niños en el catecismo, 400. Primeras comuniones, 112. Primeras comuniones, adultos, 10 (27).

 

* * *

El cuadro que de aquí se desprende es claro. Estamos en la selva, pero no en tierra de paganos. Todos son cristianos, todos están bautizados. Por el momento, tampoco hay evangelistas u otras Iglesias de hermanos protestantes. Todos son católicos.

La pastoral que se lleva a cabo, teniendo el sacerdote un "status" sacral plenamente aceptado por la población extraordinariamente sencilla, es una pastoral de simple presencia y compañía, catequesis y sacramentalización.


Capítulo XVII

Primeras andanzas por la zona (1962-1963)

La misión de Mindo (septiembre de 1962),
primicias del apostolado

En la fraternidad de Gualea se encuentran en el momento, en aquel agosto de 1962, tres hermanos: Félix de Gomecha, vicecustodio de Ecuador, párroco y superior de la casa; el P. Bernabé y un muchacho, un joven postulante, llamado Víctor Suntaxi.

La primera experiencia apostólica que guardó el P. Bernabé en su recuerdo fue la misión de Mindo, dada del 5 al 13 de septiembre. La evoca en su Autobiografía, después de decir que, en la fiesta de la Transfiguración del Señor, llegó a Gualea.

Dentro de pocos días después, a principios del mes de Setiembre, me encargaron una especie de Misión en una pequeña Población arrinconada, llamada Mindo, en las faldas de la Cordillera del Pichincha. Esta pequeña Población se componía de gente humilde y pobre de campesinos, desatendidos en asuntos religiosos, que, de vez en cuando, les visitaba el párroco de Nono, distante a 52 kms. Por tanto, gente ignorante en la Religión... y con las consecuentes fallas.

En esa humilde población, compuesta de chozas, tuvo principio mi apostolado en las tierras del Ecuador. Sin duda, todavía no me daba cuenta bien de la realidad de su situación, pero en parte ¡sí! (28).

La misión de Mindo, junto con la visita que acto seguido va a realizar a Pachijal, le abren los ojos a la realidad que ha de tener en Ecuador en todo el resto de su vida.

Visita a Pachijal (septiembre 1962)

Poco después, a mediados del mes de setiembre, fui requerido para visitar otro lugar lejano asimismo, el Camino de Pachijal, extendido a lo largo del río que lleva el mismo nombre.

A este lugar se le visitaba ordinariamente una vez al año desde Gualea. Acompañado de tres o cuatro personas, emprendía el viaje el 17 de Septiembre de aquel añó 1962 (29).

Habiendo salido muy de madrugada de la Población de Pacto, contigua a Gualea a 9 kms., llegamos a la loma, desde donde teníamos que encaminarnos hacia Pachijal, por entre la selva camino de un día. En la loma llamada Campiña celebré la Santa Misa, en una casita que había en aquel lugar. De allí emprendimos nuestro viaje. Por mi falta de experiencia y dando tumbos por entre los árboles caídos, confieso que llegué deshecho, apoyado en los que me acompañaban. A consecuencia de aquellas caídas me sobrevino una infección en la pierna derecha, que me duró algún tiempo y que me causó alguna preocupación y me obligó a estar retirado algún tiempo. Después desapareció, gracias al Señor.

En el Camino de Pachijal me encontré con circunstancias semejantes a las de Mindo: gente sin instrucción religiosa y dada al licor, con las consecuencias que lleva consigo tal situación. A pesar de ello se pudo realizar buenamente lo que era posible en aquel ambiente (30).

Pulso y balance

Las dos experiencias - Mindo y Pachijal - recordadas a distancia de más de 20 años, cuando el P. Bernabé redactaba su Autobiografía (1984), suscitan una reflexión con la que toma el pulso de lo que ha sido su vida entre aquellas gentes.

Estas dos experiencias en los lugares indicados fueron como un cuadro, en el que debería trabajar en los años siguientes en la porción de la viña del Señor que se me había encargado. Tratándose de las personas de estos lugares, había en el fondo - en general - buena voluntad y con la buena voluntad "religiosidad". Pero esta religiosidad adolecía de ciertos conceptos erróneos acerca de la práctica de la vida cristiana, del culto que se ha de tributar a Dios en las fiestas religiosas, en la celebración de los Ritos Sacramentales, etc. De ahí surgían, pues, las dificultades en el Apostolado, con los disgustos consiguientes. A veces desengaños y decepciones... hasta amarguras en ocasiones... Choques con los feligreses en su comportamiento, etc.

Pero no sólo era la parte negativa, sí que también la parte positiva. Acabo de relatar que, en el fondo de la mayoría de las personas, había una buena voluntad en medio de todas sus fallas. Al comprobar el efecto de esa buena voluntad tanto en la estima del pastor como en secundar sus amonestaciones, recibía uno ánimo y fortaleza para continuar su trabajo sin desmayo.

A lo (que) respecta a mi vida espiritual - aun cuando no recuerdo todo con detalle - creo haberla continuado en los puntos esenciales con las flaquezas y deficiencias de mi pobre persona. Iré anotando luego algunas manifestaciones de ese mi vida espiritual a través de los años.

Paréceme que esa mi vida espiritual hallarse más orientada que antes al apostolado (31).

El día a día de la misión, la marcha del P. Félix, la soledad

La vida sigue. Son las menudencias de cada día (32), las cinco misas dominicales en cinco pueblos (Santa Elena, Nanegal, Nanegalito, Gualea y Pacto), fiestas populares en tal o cual lugar (Virgen del Quinche)..., que el P. Félix marcha a Ibarra a dar los Ejercicios a los niños seráficos, que se bendice una hacienda o una escuela, con solemnidad popular.

A propósito..., el 15 de septiembre "a las 9 de la mañana el P. Félix sale en jeep hasta Gualea Cruz. Deja allí el jeep y a caballo se traslada a Urcutambo para bendecir una escuela que ha edificado el Consejo Provincial. Dos horas de camino, acompañando a los consejeros provinciales Sr. Llerena y al ingeniero Crespo, con algún periodista y con el fotógrafo Sr. Pacheco. Se hace la bendición y, después de la comida, de nuevo tomamos los caballos y volvemos a Gualea ya entrada la noche" (33).

La fiesta de San Francisco fue amarga, porque la vida está entreverada de alegrías y penas. Hubo, sí, solemnes Vísperas "habiendo precedido una solemne Novena con bastante asistencia de fieles". Y misa de fiesta en la solemnidad, misa cantada a las 8 de la mañana, con buena concurrencia y panegírico del santo que pronunció el superior y párroco, P. Félix de Gomecha. Pero... "este mismo día le comunica (el P. Félix) al P. Bernabé su propósito de regresar a la Provincia por una contradicción grande que ha desbaratado todos sus planes de apostolado en Gualea" (34). Y en efecto, el día 7, domingo, el P. Félix, después de haber celebrado en Santa Elena y Nanegal, marcha a Quito, para tomar el avión al día siguiente rumbo a España. El P. Félix, vicecustodio, no volvería a Ecuador...

Y el día 7 de octubre el P. Bernabé anota en la Crónica conventual: "El P. Bernabé queda sólo con Víctor, postulante".

Para remediar la situación, los domingos siguientes fueron viniendo de Quito distintos padres que celebrarían en varios pueblos; así, el P. Maximiliano, el P. Santos de Egüés (maestro de novicios en Pasto, que se hallaba de paso en Quito), el Custodio P. Manuel de Beizama, el P. Rodrigo de Pamplona.

La celebración de la fiesta de Cristo Rey (28 de octubre) es un ejemplo típico de la pastoral que se llevaba con aquellas buenas gentes, nutriendo al máximo los sentimientos religiosos con la celebración de los sacramentos. "Para esta solemnidad llegó de víspera el M. R. P. Custodio, Manuel de Beizama, con Fr. Juan [de Unciti]. Luego de terminar el Santo Rosario, se puso a confesar, junto con el P. Bernabé, hasta a eso de las 9 y 1/4. A la mañana siguiente en la Misa de las 8 hubo Comunión general de los fieles, como terminación de la Novena. Casi la totalidad de la población se acercó a los Santos Sacramentos. Algunos no pudieron acercarse, aunque con pena, por vivir en mal estado, pero algunos de ellos tienen intención de arreglar su situación. El P. Custodio celebró la Santa Misa en Santa Elena, en Nanegal y Chontapamba, y de allí regresó a Quito". (35)

11 octubre 1962: comienza el Concilio

Palabras como Papa, Concilio... tuvieron para el P. Bernabé un respeto y una veneración total y en todo momento. Es un rasgo de su corazón sobre el que tendremos que volver.

Al inicio del Concilio éstos eran sus sentimientos, que deseaba compartir con sus fieles. "Día 11 de octubre. Maternidad de María y fecha memorable de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Se solemnizó en la Parroquia de Gualea con vísperas solemnes por la tarde del día 10. En el día hubo misa cantada a las 7 y a continuación Procesión por la plaza con la Imagen de Ntra. Sra. del Quinche [?]. Los fieles respondieron bien al llamamiento del Padre, que les había invitado a celebrar con solemnidad dicho acontecimiento de tan grandes presagios". (36)

El que hoy, a 31 años de distancia, está escribiendo estas cosas no puede menos de detenerse admirativamente y pensar: Estas son las gentes, estas son las comunidades que han sostenido el Concilio; éste es el rostro de la Iglesia una y católica. Quien esto escribe se encontraba aquel día en la plaza de San Pedro, joven estudiante que iba a entrar en las aulas del Bíblico. Estaba con un compañero, sobrecogidos ambos de emoción, conscientes de que asistíamos a un acontecimiento magno para la historia de la Iglesia, como así lo ha sido. Y entretanto, perdidos en la selva, unos sencillos indígenas, guiados por su pastor, pedían al Señor por el buen resultado de la gran asamblea. Y Dios, con infinito agrado, escucha aquella oración, unida a la oración de tantos otros pobres de la tierra.

Pues bien, el domingo día 21 el P. Bernabé anunció a sus fieles que iban a iniciar una solemne novena al Espíritu Santo, siguiendo las consignas del Santo Padre Juan XXIII y del Prelado de la Arquidiócesis.

La última sesión del Concilio fue el día 7 de diciembre de 1965. Al terminar el Concilio, el P. Bernabé escribía así a una dirigida espiritual: "Para cuando recibas esta carta, estará concluida - por la gran misericordia del Padre celestial - la Asamblea del Concilio Ecuménico. Pero ahora viene otro período muy importante del mismo: el cumplimiento de parte de todos los miembros de la Iglesia de Cristo, de todo aquello que ha sido decretado en el Concilio a la luz del Espíritu Santo. Esta será la tarea más difícil y, sin embargo, del todo necesaria, si no la humanidad se arruina...

El Santo Padre Paulo VI, ya nos ha dado la consigna: 'Hay que orar mucho, hay que clamar al cielo con gemidos para que los hombres de buena voluntad - a lo menos - acepten con ánimo sumiso y obediente lo que el Concilio ha ordenado para la salvación de los redimidos en esta hora en la que vivimos'. ¡Y cuánto tendrán que pedir y sufrir las almas buenas que comprendan esta voluntad del Señor en esta hora! Anímate a colaborar en unión con todas las almas buenas, para que los frutos del Concilio no queden estancados..." (37).

El P. Bernabé y los fieles de la zona han entrado en Concilio. Esperamos que lo tendría muy presente al predicar a sus fieles por las fiestas de la Virgen del Quinche que celebraron el 18 de noviembre en Tulipe, el 21 en Gualea, el 24 de Pacto, el 27 en Culantropamba... Aquel día va a Quito, y el 29 de noviembre entraría el P. Bernabé en la Casa de Ejercicios de Ntra. Sra. del Quinche, en Quito, atendida por las Misioneras Seglares, fundadas por el sacerdote vasco D. Rufino Aldabalde. Terminó los Ejercicios el día 7 de diciembre, para celebrar la Inmaculada, patrona de Gualea, en su parroquia (38).

Aquella famosa primera Navidad

Famosa porque, a los treinta años, hay que gentes que la recuerdan. Fue una Navidad en la que el P. Bernabé se dio un tremendo disgusto, que lo consignó en su autobiografía.

Paso también a describir cómo pasé las primeras Navidades en el Ecuador. La Misa de Medianoche, "del Gallo", que celebré en Gualea; después de la procesión por la plaza con la imagen del Niño Jesús en la cuna y el cielo claro y estrellado, como pocas veces; todo ello me causaba paz y un ambiente de serenidad. Me había comprometido a celebrar una segunda Misa (Misa de la Aurora) en la Parroquia de Nanegalito, distante de Gualea 18 kms. en dirección a Quito. Ya se presentó el camión que me había de trasladar a dicha población. En el camino, al llegar a Santa Elena, hubo un incidente desagradable.

También en Santa Elena habían esperado al Padre para la Misa de Medianoche y que se había comprometido a venir de Quito. No llegó dicho Padre..., llegó a la madrugada... Al pasar nosotros por Santa Elena, se empeñaron los moradores, de modo particular los Priostes, en que un servidor les celebrara primero a ellos la Santa Misa, y luego fuera a Nanegalito. La propuesta me causó contradicción, ya que mi compromiso era con la Parroquia de Nanegalito y no con los moradores de Santa Elena. Además ya conocía un tanto la índole de los moradores de Nanegalito. Así pues, me opuse a su demanda. Ellos se empeñaron en que primero les celebrara a ellos la Santa Misa... y luego fuera a Nanegalito; [yo insistía en] que primero celebraría en Nanegalito y luego regresaría y les celebraría a ellos... Se encapricharon... e impedían el paso del camión... hasta que bajé un sevidor y empecé a caminar a pie (13 kms.)...

(Si el caso hubiera ocurrido en las circunstancias en que estoy escribiendo el relato, no sé qué hubiera preferido. Con todo, en aquel entonces habría celebrado la Santa Misa con inquietud, sin paz, con turbación...).

Finalmente tuvieron que ceder y llegamos, aunque tarde, a Nanegalito y celebré la 2ª Misa. Pero mi ánimo ya estaba alterado... o, al menos, entristecido por lo ocurrido en Santa Elena.

Con todo, llegada la madrugada traté de llegar a Santa Elena para celebrarles la Misa tercera. No hubo carro..., como pude, pidiendo caballo, llegué... Había muy poca gente. Les reproché la conducta de la noche... Después que salió un servidor de la población, debió de llegar el Padre de Quito que se había comprometido... Pero no nos encontramos (39).

Treinta años después, el Sr. Neftalí Alarcón me recordaba el suceso (40). "Histórico - decía - lo de la llegada del P. Bernabé por acá. Era, recuerdo, una Navidad... Se acostumbraba a ir a hablar con el padre de Gualea, que allí vivían los padres hacía mucho tiempo, para que viniera a dar la Misa de Gallo..." Y seguía con la historia que ya sabemos; sólo que Neftalí conserva en la retina la imagen de la gente mirando al belén y a los niños jugando a las lobas que llaman allí.

La gente quedó sorprendida ante la reacción del P. Bernabé; alguien le fue siguiendo hasta la Armenia... Así sucedieron las cosas, con disgusto de todos.

El P. Bernabé tenía razón, pero seguramente que, con su razón, se equivocó, y cediendo podía haberlo compuesto todo. Llevaba poquitos meses entre aquellos indígenas que discurren con otra lógica del corazón.

El final del día tuvo también otra punzada de dolor, ¡oh día de Navidad!

En aquel mismo día tuvo lugar otro incidente. En la víspera, en uno de los Barrios de Pacto, a un pobre hombre se le había disparado la escopeta y se había muerto.

Al llegar al lugar de mi residencia, Gualea, me comunicaron la triste noticia. Llegué a Pacto, y no pude asistir al entierro. Al darme cuenta que en la población de Pacto no habían celebrado la Navidad (41), no habían tenido ningún acto religioso, me causó una impresión de tristeza...

Así terminó la primera fiesta del Niño Dios que celebré en el Ecuador (42).

La Fiesta del Niño de Dios es muy importante para las gentes sencillas y no se podía terminar con el 25 de diciembre. Aparte de que había otras liturgias retrasadas que había que celebrar. Y de nuevo tenemos que verle al P. Bernabé jinete en ligero caballo en favor de la fe, de la piedad y de la liturgia. Dice, pues, la Crónica que él mismo escribió:

Día 26. El P. Bernabé se trasladó en caballo a Tulipe de Urcutambo para celebrar las fiestas de Ntra. Sra. del Quinche y de N. Sco. P. San Francisco. Hubo un matrimonio.

Día 29 (43). Este día por la tarde se trasladó a Pactoloma para celebrar al día siguiente la fiesta del Niño.

Día 29. En este día se celebró la fiesta del Niño en Culantropamba (44).

Antes de terminar este capitulito de la Nochebuena de Santa Elena, ¡alerta el lector, que los moradores de Santa Elena no se quedaron sin su Fiesta del Niño y su Nochebuena a mediodía! No fue un 24 de diciembre, ni un 24 de enero; fue un 24 de febrero. Dice la Crónica: "Febrero. Día 24. Domingo. En Santa Elena, celebración con vísperas y Misa solemne y procesión de la fiesta del Niño, en lugar de la Noche Buena". Es verdad que ya había pasado Septuagésima (10 de febrero) y Sexagésima..., pero no habíamos entrado en Cuaresma, porque el Miércoles de Ceniza era el miércoles siguiente.

Pensamos que, después de este gesto de acomodación litúrgica, los moradores de Santa Elena habrían quedado perfectamente reconciliados con el bondadoso y bravo padrecito.

Hermana Paulina

En el paso del año 62 al 63, hay un hecho personal en la vida del P. Bernabé, que es un dato muy significativo en la proyección apostólica del misionero en Ecuador y quizás también en su propia vida espiritual. Es el encuentro con una piadosa y dolorida mujer, llamada Paulina Durand Pérez.

Paulina había nacido en Ibarra el 25 de noviembre de 1936. De jovencita había ingresado en la congregación de Nuestra Señora de Fátima, recientemente fundada allí mismo en Ibarra por el canónigo Carlos Suárez y por Magdalena Madera. Profesó en dicha institución religiosa. Circunstancias familiares y personales le aconsejaron desprenderse de su pertenencia a la congregación de Nuestra Señora de Fátima. La enfermedad de que adolecía fue avanzando con el paso de los años, hasta dejarle, en determinado momento, totalmente imposibilitada.

Paulina se acogió a la dirección espiritual de los capuchinos del convento de Ibarra, y en ellos depositó toda su confianza. A la sazón era el P. Joaquín Sánchez el que orientaba espiritualmente a Paulina. El P. Joaquín la encaminó a la dirección espiritual del P. Bernabé, y así, ya desde el propio año de la llegada a Ecuador, empezó un amplio carteo espiritual. Ha sido la misma Paulina quien nos ha entregado la copia de 62 cartas que guarda, como oro en paño, escritas por el P. Bernabé. La primera es el 2 de diciembre de 1962, carta a Paulina desde Gualea, firmada por Fr. Bernabé de Larraul. "Ya que el P. Veremundo Sánchez, su confesor, me ruega que le dé algunos consejos... así lo haré con sencillez, según quiera darme a entender el Señor". El 8 de febrero la visitó en Ibarra. En 1966 Paulina ingresó en la Orden Tercera Franciscana y, al año siguiente, el P. Bernabé le tomó la profesión como seglar.


Es tan importante la presencia de Paulina en la vida del P. Bernabé que, en el decurso de esta biografía, dedicaremos un capítulo expreso a esta relación.

El dolor de los pobres

Mal servicio fuera el de este escritor si, al ir acumulando páginas, fuera exaltando la figura benemérita del P. Bernabé, olvidado del dolor de otros pobres. Quede, si no para la historia, sí como el gemido que, por ser del pobre, siempre llega al corazón de Dios, quede una simple anécdota que sin duda traspasó el corazón del P. Bernabé, pues ahora mismo lo está traspasando el mío. Fue el domingo 20 de enero.

En este Domingo sucedió que un pobre hombre, que pertenece a esta parroquia, salió hacia las 10 de la mañana hacia el monte para coger unas venas o hacer unos haces de venas, y no volvió a casa. Después de haberle buscado por espacio de 4 días, se le encontró en el monte (El Porvenir) muerto. Se comprobó que su muerte fue debida al disparo de escopeta. Aun no se ha averiguado con certeza quién fue el autor del crimen (45).

Cambios en la fraternidad y misión de Pacto

La fraternidad de Gualea es mínima: un sacerdote, que es el hermano Bernabé, y un aspirante a religioso capuchino o postulante, que es el hermano Víctor Guerrón. Fraternidad móvil, porque, ya lo estamos viendo, el hermano Bernabé es un apóstol andariego. Si están en casa, hay que pensar que la vida seria de la fraternidad funciona. Así el primer viernes de febrero hicieron el retiro espiritual, y lo mismo el primer viernes de marzo.

Fraternidad, por otra parte, variada, puesto que en los fines de semana recibe su apoyo de Quito, y eventualmente tal o cual hermano pasa una temporada. El 10 de febrero vendría otro postulante: Joaquín Zabala, dispuesto a pasar una temporada. Podría ayudar como chófer del jeep, y fue él quien, con la colaboración y de algunos más, armaría el gallinero de Gualea.

Para el primer domingo de marzo, que fue también primer domingo de Cuaresma, vino el P. Custodio. Bendijo solemnemente las cruces para ponerlas en la pequeña iglesia parroquial. Traía consigo a Fr. Victorio de Calatayud, destinado ahora a hacer comunidad con el P. Bernabé, pero, de regreso, se llevaba al postulante Víctor Guerrón, que había estado en Gualea un año y un mes. Al día siguiente el hermano Joaquín también marchaba a su destino de Portoviejo (46).

Estamos en Cuaresma -primera Cuaresma del P. Bernabé en Ecuador- y la Cuaresma, como ningún otro tiempo, es tiempo favorable de misiones. El P. Bernabé había ido a Quito, donde pasó tres días. El día 14, jueves, regresa a Gualea, acompañado del P. Feliciano de Ansoáin, dispuestos a comenzar el sábado por la tarde, día 16, unas misiones en Pacto.

¿Quién era el P. Feliciano? Un joven capuchino, pletórico de vida a sus 33 años, miembro de la misión de Aguarico, para la que trabajaba desde Quito como procurador. Hombre emprendedor, de grande empuje y entusiasmo. Su sepultura está en Gualea, pero de esto habrá que hablar en otro momento. Se dispusieron, pues, los PP. Bernabé y Feliciano a dar una misión solemne en Gualea, al estilo de los capuchinos. La misión tuvo especial importancia, entre otras cosas, porque era la primera vez que un obispo iba a entrar en la zona. El P. Bernabé plasmó el suceso en la Crónica:

Este sábado por la tarde - día 16 de marzo - se dio principio a la Misión de Pacto. Los actos principales de la Misión fueron: por la mañana, Rosario de la Aurora; a continuación la Santa Misa, hacia las 8 con mucha concurrencia de fieles. Durante el día el padre Misionero daba conferencias a diversos grupos de fieles. Desde el día 18, lunes, las religiosas Lauritas ayudaron al padre en sus tareas misionales, preparando, sobre todo, a los niños y niñas, que iban a recibir la Confirmación al final de la misión.

El día 22 por la tarde llegó a la parroquia de Gualea el Sr. Obispo auxiliar de Quito, Mons. Benigno Chiriboga. Haciendo noche en Gualea, a la mañana siguiente se dirigió a Pacto, acompañado del párroco y del R.P. Rodrigo, compañero de viaje. A su llegada fue recibido por todo el pueblo que le estaba esperando con el Misionero a la cabeza.

Procesionalmente se dirigió a la iglesia, donde celebró la santa Misa e impartió la Sda. Comunión a numerosos fieles, y a algunos niños de la Primera Comunión.

A continuación, bendijo la Primera Piedra de la nueva Iglesia que será dedicada a Ntra. Sra. del Quinche, con bendición sencilla. Le emocionó la inscripción de la piedra (47). Después del desayuno tuvieron lugar las Confirmaciones. Después del almuerzo el Sr. Obispo, acompañado del R.P. Rodrigo de Pamplona y las religiosas Lauritas, regresó a Gualea, donde le esperaban nuevas confirmaciones. Terminadas éstas, se despidió de los feligreses para volver a su residencia de Quito (48).

La misión terminó el domingo día 24. Hubo buena asistencia de la misión y al final recibieron la Sda. Comunión fueron unos 500 fieles.

Más tarde (31 de agosto) empezarían las mingas para la construcción de la iglesia (49).

Un sacerdote solo y a tope

Podría resultar tedioso el ir consignando con meticulosidad todas las peripecias apostólicas del P. Bernabé en el curso de estos meses, que, felizmente para la historia, han quedado consignadas en la sencilla crónica de la fraternidad. La gente ha de ser atendida en la renovación pascual. El P. Bernabé se multiplica, pero no puede alcanzar a todo y por fuerza tiene que pedir ayuda. Por ejemplo, en Semana Santa se hace una misión en Gualea, trayendo para ello a un padre jesuita. "Día 7 de abril, Domingo de Ramos. La víspera de este Domingo, en Santa Elena, el P. Federico López, S. J., empezó una semana de misión para el cumplimiento pascual. Según referencias, los fieles asistieron con puntualidad y mucho número a los Actos de la Misión" (50).

No sabemos qué platicaron el P. Custodio y los dos hermanos de la fraternidad - P. Bernabé y Fr. Victorio - cuando, en el correo del mediodía, el 19 de abril, viernes de Pascua, llegó a Gualea para hacer la "Santa Visita", que los superiores mayores hacían todos los años a sus súbditos. Estuvo un par de días y regresó a Quito el domingo por la tarde después de haber celebrado en Santa Elena.

La situación, con tal penuria de personal, con las constantes ayudas "extra", no dejaba de ser difícil y embarazosa. Y esto ya se iba prolongando de meses atrás. ¿Qué pensaba el Custodio, P. Manuel de Beizama? Ya en diciembre había escrito: "De seguir así, soy partidario de dejarlo así, por las buenas, casa y todo a la curia" (51).

¿Era la dificultad misma de la misión la que ofrecía resistencia a los frailes? De hecho desde los comienzos de Gualea (52), y antes de que llegara el P. Bernabé, ya habían pasado unos frailes por aquellos parajes. ¿Se agravaba ahora esta situación austera con la vida singular y andariega del P. Bernabé, que no paraba?

Estamos tocando algo que va a acompañar, como dura cruz, al P. Bernabé a partir de ahora de modo habitual. Seríamos injustos contra la idiosincrasia del P. Bernabé, si no analizáramos también la idiosincrasia de quienes le han acompañado..., pero a tales veredictos hemos renunciado de plano en esta biografía. En lo que a todos nos es fácil concordar es en ese Da mihi animas que encendió la vocación misionera del P. Bernabé y que le ha quemado en todo momento. Abandonar las almas, para el P. Bernabé es deserción.

 

Hoja ministerial del mes de mayo: así vivía el P. Bernabé

Estamos metidos de lleno en este primer año de andanzas misionales por la zona. Ya vemos cómo vive el P. Bernabé... Vamos a trasladar a este relato íntegra la página de la Crónica del mes de mayo. Como se ha podido apreciar, esta Crónica, que nos está ofreciendo tan útiles servicios, viene a ser como una hoja de consignación de ministerios.

Crónica de Gualea - Mayo 1963

Día 1 de Mayo. Celebré en el barrio de Buenos Aires la festividad de San José Obrero; bendije una campana costeada por los moradores del barrio para la Capilla.

Día 6. Empecé un triduo de preparación en el barrio del Porvenir en la Casa de Samuel Vaca, para que los moradores de este barrio de montaña pudieran cumplir con el precepto pascual. Menos una familia, todos los demás se acercaron a los Sacramentos.

Día 12, Domingo. Por la tarde subí al barrio de Ingapi, para tratar sobre de continuar las obras de la construcción de la Capilla.

Día 16. Por la tarde llegó el Mons. Prefecto Apostólico de Aguarico, P. Miguel de Arruazu, para hacer los santos Ejercicios, que empezó al día siguiente.

Días 20, 21 y 22. Hubo rogativas de preparación para la fiesta de la Ascensión. En dicha festividad, el Prefecto Apostólico de Aguarico celebró la Misa de las 11 en Gualea y dirigió una plática a los fieles. También predicó en Pacto en la Misa de la una de la tarde.

Día 24, Viernes. En este día nos trasladamos al barrio de Tulipe, para celebrar la fiesta de la Madre, y bendecir la nueva campana, regalo de la familia del Teniente Rosero [?]. Asistieron los socios de la Cooperativa "Titanic", y luego nos invitaron al almuerzo.

Día 30, Jueves. En Santa Elena celebré una Misa solemne con procesión con la imagen del Corazón de María como terminación del mes de Mayo. A la vuelta hubo un pequeño incidente, el carro se nos volcó, pero no hubo ninguna desgracia, gracias sin duda a la protección de María.

Día 31. En Gualea celebré la festividad de María Reina nuestra con una Misa solemne a las 8 de la mañana, como terminación del mes de María. Hubo bastante asistencia, como también a las flores de la tarde en al última quincena de Mayo.

En estas notas estamos tocando una de las características del ministerio sacerdotal del P. Bernabé: construcción y equipamiento de capillas e iglesias (53). Otros misioneros acaso habrían tenido otra táctica: reforzar escuelas, fundar cooperativas... El P. Bernabé va directamente al núcleo religioso del alma popular y, desde ahí, quiere construir el pueblo. No discutimos, sino sencillamente dejamos constancia.

Entre dos papas

La muerte de Juan XXIII y la elección de su sucesor, Pablo VI, nos brinda oportunidad para auscultar de nuevo uno de los sentimientos más típicos de la espiritualidad del P. Bernabé: su amor a la Iglesia en la persona del Papa.

Fue al principio de junio.

Día 2 de junio. Festividad de Pentecostés: expectación y ansiedad por la próxima muerte del Sumo Pontífice Juan XXIII. A la tarde hicimos la hora santa delante de su Divina Majestad expuesta a favor de su alma (54).

El Papa Giovanni murió el día 3. Y antes de tres semanas fue la fiesta del Sagrado Corazón. Y he aquí lo que estaba viviendo el P. Bernabé desde el corazón de la Iglesia.

Día 21. En Gualea se celebró la fiesta del Sdo. Corazón con misa comunitaria a las 8, en la que comulgaron los niños de la escuela y algunas personas más. Esta fiesta de amor no revistió la solemnidad que hubiera deseado el párroco, sobre todo no hubo muchas comuniones, como él hubiera deseado para hacer una fiesta de amor y alegría al Divino Corazón de Jesús. Los fieles de Gualea no comprenden aún la necesidad de la Comunión frecuente...

Con este día feliz coincidió la elección del nuevo Papa Paulo VI, regalo del dulcísimo Corazón de Jesús a la Iglesia y a la humanidad entera (55).

Ojalá que las palabras que aquel día escribió el P. Bernabé en una desconocida crónica de casa se conviertan, ya cumplidas, en un preámbulo de la glorificación de este Papa.

El P. Bernabé tuvo un cariño especial por Pablo VI. ¿Acaso porque le vio sufrir tanto...? La muerte de este humilde Papa le afectó al P. Bernabé. "Hay otros acontecimientos en el año 1978 que influyeron en mi ánimo..., como la muerte del papa Pablo VI, a quien veneraba con afecto especial" (56).

Cómo un día de julio de 1963 empezó la historia de San Miguel de los Bancos

San Miguel de los Bancos - que antes era no más que Los Bancos -, San Miguel de los Bancos, amor y gloria del P. Bernabé, donde hoy reposa, apareció en sus ojos un domingo, 7 de julio de 1963. Y fue así.

Día 7 de julio, Domingo. Por la tarde, el P. Bernabé se encaminó en el jeep hacia Mindo para, al día siguiente, lunes, entrar en el Camino de Pachijal, pero, enterados los moradores de los Bancos que estaba en el camino para Pachijal, le salieron al encuentro y le detuvieron hasta el día siguiente. Le hicieron un recibimiento muy cordial... En el Campamento del Consejo provincial rezó el Santo Rosario por la tarde del lunes y, al día siguiente, les celebró la Santa Misa, a la que concurrieron todos los moradores con ilusión. Era la vez primera que el sacerdote se acercaba a aquellos lugares.

Esto quedó escrito en la Crónica de Gualea con puño y letra del P. Bernabé, el cual siguió de esta manera:

Día 9, Martes. El Párroco (P. Bernabé) llegó a Pachijal para celebrar la fiesta del Señor del Gran Poder. Les predicó un pequeño triduo. Hizo algunas confirmaciones con la autorización del Cardenal Carlos María de la Torre. Hubo algunas primeras comuniones de algunos muchachos de 14, 18 años... Fueron bastantes los que se acercaron a los Sacramentos, aun cuando fallaron algunos.

Día 12. En este día, después de la Misa solemne del Señor del Gran Poder, el P. Bernabé se despidió de los feligreses de Pachijal para regresar de nuevo a los Bancos, donde pasó la noche del viernes, y al día siguiente, sábado, después de celebrar la Santa Misa, tomó el camino de regreso hasta San Tadeo, donde le esperaba el Sr. Edmundo Yepes, de la Hacienda de la Merced, con el jeep del convento.

Tenemos, por tanto, que el martes 9 de julio de 1963, se celebró la Primera Misa de su historia en Los Bancos, y el sábado, día 13, se celebró la segunda.

Otras dos veces en el curso del mismo año estuvo el P. Bernabé en el lugar de Los Bancos. Y él mismo lo escribió en la citada Crónica.

Día 23 de septiembre. El Párroco se encaminó a los Bancos, acompañado del Sr. Edmundo Yepes, quien le llevó en el jeep hasta San Tadeo. Desde este lugar fue a pie hasta llegar al lugar indicado, y el mismo día 23 empezó una especie de misión para los moradores que están trabajando en dicho lugar. Se hospedó, como la vez anterior, en el Campamento del Consejo provincial. La asistencia fue buena, ya que procuraron acudir todos. Durante los días de la misión, el Párroco procuró visitar las familias. Se terminó la misión el día 28 por la mañana con la Comunión general. Se tomó un pequeño acuerdo en la Asamblea de que el lugar se llamara la Pista de San Miguel, y no Los Bancos.

En efecto, el día siguiente era la fiesta litúrgica del Arcángel San Miguel (57).

Una tercera vez estuvo el P. Bernabé en ésta que ahora, y transitoriamente llamaremos Pista de San Miguel. Fue el 16 de diciembre.

Día 16, diciembre 1963. El P. Bernabé se encaminó hacia el Caserío del Pachijal pasando por la Pista de San Miguel (Los Bancos), a quienes les llevó un cuadro de San Miguel Arcángel... El día 19 en Pachijal se celebró la fiesta de la Sma. Virgen del Quinche (58).

Cuando ya llevaba años viviendo en San Miguel de los Bancos el P. Bernabé, a requerimiento de su superior, escribió en breves páginas la Historia de San Miguel de los Bancos - véase en el Apéndice de esta obra - pero los párrafos que hemos transcrito son el primer testimonio de la historia espiritual de esta población y parroquia de San Miguel de los Bancos.

Andariego y misionero

Vamos a concluir este relato de los doce primeros meses del P. Bernabé caminando por las montañas como enviado del Señor. En el mes de julio el P. Bernabé fue al Chontal. Saliendo desde Gualea-Cruz, fue en dirección de Guallabamba, cruzando el río que lleva el mismo nombre, al sector llamado Chontal. "Aunque este grupo de fieles, que tratan de fundar un nuevo pueblo, no pertenecen a la Parroquia de Gualea ni a la Arquidiócesis de Quito, con todo, a petición y deseo de los mismos, obtenidas las facultades necesarias para administrarles los Sacramentos del Bautismo y Confesión, estuve entre ellos hasta el día 19 - había partido el día 15 -. Todos los moradores recibieron los Sacramentos de Confesión y Sda. Comunión. A la despedida le acompañaron (al P. Bernabé) hasta el río" (59). Si miramos el mapa, veremos que geográficamente estamos en la provincia de Imbabura, diócesis de Ibarra.

Esta caminata al Chontal fue importante. La recordará el P. Bernabé al redactar su Autobiografía con otros sucesos de aquellos días y una reflexión sobre sus misiones.

Por el mes de Julio tuve - creo - la primera experiencia de un camino largo, que me tocaría recorrer en mi ministerio sacerdotal a través de los años. Al regresar de una correría en plan misional de un lugar lejano llamado El Chontal, me enteré de algunos desórdenes que tuvieron lugar en la parroquia de Gualea, por causa del licor..., lo que me hizo sufrir bastante.

A la semana siguiente, el 20 de Julio, sucedió que, en el lugar llamado Tulipe, hubo heridos y muertos por motivo de bandos en cuestión de terrenos. Un nuevo disgusto para mí, que más tarde se arregló, en parte, por medio de una semana de misión, que se dio aquel año (60).

Viendo el buen resultado que daban las Misiones, me propuse recorrer las aldeas de mis parroquias. Así lo hice empezando por el mes de Septiembre de aquel año. En todos los lugares que recorrí, el resultado fue satisfactorio (61).

Y con esto hemos recorrido los doce primeros meses del P. Bernabé, misionero por las montañas de Gualea y zona noroccidental de Pichincha. Esta es la estampa que mantendrá mientras le resistan las fuerzas en el cuerpo.


 
Capítulo XVIII

 

Los años sucesivos en Gualea (1963-1966)

Las misiones de 1963

Acabamos de ver lo que pensaba el P. Bernabé sobre las santas misiones para la renovación espiritual de las gentes. Es justo recordar que él venía de una tierra y de una provincia religiosa en donde las misiones populares gozaban de gran predicamento. Baste señalar que el Venerable Padre Esteban de Adoáin (1808-1880), el "santo" de nuestra Provincia había sido, a esta parte de los mares y, sobre todo, en tierras de América un gran misionero. Esta era su talla. A lo cual se debe añadir que, en la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón, el P. Gumersindo de Estella, del gremio de los misioneros populares, había escrito un manual práctico para dar misiones al pueblo fiel (62).

En el mes de agosto hubo dos misiones importantes. Una en Gualea, para la cual el día 14, miércoles, vino de Quito el P. Feliciano de Ansoáin. Fue buena la asistencia de fieles. La misión terminó el 22 de agosto, fiesta del Inmaculado Corazón de María en la liturgia de aquellos años. Anota el P. Bernabé:

En la parroquia de Gualea, la misión concluyó con la festividad del Inmaculado Corazón de María (63), con la Comunión General a las 8 de la mañana. La mayoría se acercó a los Santos Sacramentos. Hubo algunos rezagados que se quedaron...

A la tarde, en la función Eucarística, se hizo la Consagración de la Parroquia al Inmaculado Corazón de María, y se erigió canónicamente la Congregación de las Hijas de María. Al final se impuso el escapulario del Carmen a los fieles y con esta ceremonia se dio fin a la Santa Misión (64).

La otra misión fue la de Tulipe, pueblo cercano a Gualea, saliendo hacia Quito. Para esta misión se presentó el sábado, día 17 de agosto, el P. José Francisco de Pamplona, que venía del convento de Ibarra. De domingo a domingo se dio la misión. Era el pueblo - recordemos - donde hacía un mes se había derramado sangre.

El domingo, día 25, "se dio por terminada la Misión de Tulipe, con la Comunión general en la misa de las 8, en la que comulgaron alrededor de un centenar de personas; se arreglaron tres parejas de matrimonios y se leyó una carta del Sr. Obispo Auxiliar de Quito, Mons. Benigno Chiriboga" (65).

El mismo P. José Francisco, que terminaba la misión, pudo predicar aquella mañana en la plaza de Gualea en una misa al aire libre, en la que se conmemoró la erección canónica de la Parroquia de Gualea 13 años antes.

El P. Bernabé, que no desaprovecha ocasión para activar la renovación cristiana por la piedad y la práctica de los sacramentos, quiso prestigiar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) en honor del Santo Cristo de Gualea, asociando también a esta celebración a los fieles de parroquias vecinas. Primera vez que se hacía esta fiesta en Gualea. El día 10 comenzó un triduo en santa Elena e hizo visita domiciliaria a varias familias. El 14 la Santa Cruz en Gualea, el Santo Cristo de Gualea. A las 12, Misa festiva con predicación y representaciones de las otras parroquias de Pacto, Santa Elena y Tulipe.

El día 16 por la tarde, después de haber celebrado la fiesta de Ntra. Sra. de Las Lajas, costeada por la familia de Justo Benavides, comenzó el Párroco, P. Bernabé, "una pequeña misión en Gualea-Cruz, en la casa del Sr. Rafael Llerena. Hubo misa todos los días, y por la tarde, después del Rosario, sermón moral. La mayoría de los vecinos de este barrio acudieron a la misión. Terminó el día 21 con la Comunión general en la Misa" (66).

Continúan las misiones, visitas, triduos, novenas

La caridad pastoral del P. Bernabé podría tener como el mejor predicado una palabra: cercanía. No siempre era posible la Misión, pero el buen pastor tiene un recurso más sencillo y en muchas ocasiones más eficaz, el ir a las familias: visita y diálogo. Estas líneas de lo que hizo una semana en Ingapi, barrio de Pacto, nos da la estampa genuina del P. Bernabé. Se refieren a sus actividades de los días 15 a 20 de octubre del año en que nos encontramos, año 1963.

Durante esta semana el P. Bernabé empezó a visitar las familias del Barrio de Ingapi, Barrio bastante abandonado en asuntos religiosos. Durante el día visita por las familias, haciendo el censo de las mismas, y por la noche bajaba a la Parroquia de Pacto, para rezar el Santo Rosario del mes de Octubre (67).

Al mes siguiente ya pudo ser la Misión de Ingapi.

En el mismo día (4 de noviembre) por la tarde se encaminó al Barrio de Ingapi, donde empezó una pequeña misión en la Capilla, aún no terminada. Gracias a la bondad del Señor, hubo una respetable asistencia tanto a los actos de la mañana, como de la tarde. Se terminó el día 9 con la Misa de Comunión, en la que comulgaron unas 47 personas...

A continuación hubo una pequeña asamblea para tratar de la terminación de la Capilla para fines del año, y poder inauguralar en las fiestas del Niño (68).

Del 25 al 27 de octubre triduo de las Cuarenta Horas en Gualea con predicación extraordinaria del P. Gabriel de Ázqueta, y una gracia extraordinaria del P. Bernabé, de la que a continuación hablaremos.

Al día siguiente "el P. Bernabé bajó a Tulipe de Urcutambo para empezar un triduo y celebrar las festividades de Ntra. Sra. del Quinche, Ntro. Sco. P. San Francisco y la fiesta del Santísimo. Hubo algunas comuniones" (69).

El mes de noviembre es el mes de la Virgen del Quinche. Preparaciones y fiestas en Gualea y Pacto, que no es preciso detallar. Y el día 26 "el Párroco empezó una pequeña misión en el barrio del Progreso para terminar el día 30, en la festividad de Ntra. Sra. del Quinche. Hubo bastantes comuniones y se arregló un matrimonio" (70).

En diciembre también se sigue festejando a la Virgen del Quinche: en Pachijal el día 19, en Culantropamba el día 22. Hay otras celebraciones, mas ahora debemos posar nuestra atención en unos hechos notables que tocan lo íntimo del P. Bernabé.

En Gualea un éxtasis de amor ante Jesús Sacramentado

Las Cuarenta Horas era una devoción venida de Italia, muy practicada en nuestros conventos capuchinos (71), y se aconsejaba su propagación. El P. Bernabé quiso que este devoto ejercicio de adoración al Santísimo Sacramento se practicara en la parroquia de Gualea, y a esto dedicó un triduo que empezó el viernes 25 de octubre y que terminó con la festividad de Cristo Rey, el domingo día 27. Y, estando en adoración con sus fieles, tuvo la gracia mística de la presencia del Señor, según lo ha referido con sencillez en su Autobiografía.

Por el mes de octubre determiné celebrar las Cuarenta Horas en honor de Jesús Sacramentado en la parroquia de Gualea. Durante la noche del sábado al Domingo, estando en adoración en la presencia de Jesús Sacramentado expuesto, una impresión especial inundó mi alma (que no me siento capaz de describirlo). Mientras los fieles allí presentes entonaban canciones en honor de Jesús Sacramentado, hubiera deseado yo un profundo silencio, para ponerme en comunicación con Jesús, allí presente en la Custodia. Era como de penetración en el silencio con el que allí estaba presente. La impresión de aquella noche me duró durante el día de Domingo, que era la festividad de Cristo Rey (72).

Un gesto de profeta: en Gualea cierra la iglesia

El suavecito P. Bernabé tenía gestos de vigorosa energía, a la usanza de los antiguos profetas, gestos que no los compartiría una teología secular. Y esto no fue una sola vez. Quede el hecho sencillamente ahí, como testimonio, sin poder aumentar o disminuir lo que él mismo dejó escrito en el libro de la Crónica conventual.

Día 4 de noviembre (1963). Enterado el Párroco que en Gualea había sido nombrado Teniente Político el Sr. Miguel Mena, que no está casado eclesiásticamente y por otros incidentes desagradables, queriendo dar una lección severa a los feligreses, les cerró las puertas de la iglesia hasta que reaccionaran... (73)

Ignoramos cuándo se produjo la reacción y cuántos días duró el cierre... Sí sabemos que el 21 se celebró allí solemnemente la fiesta de la Virgen del Quinche, con procesión; que el día 5 de diciembre "se celebró en la Parroquia de Gualea con solemnidad la Misa en honor del Santísimo"; y que se celebró la fiesta de la patrona, la Inmaculada Concepción, aunque, la verdad, "las Hijas de María no respondieron con generosidad, y fueron pocas las que se acercaron a la Santa Comunión" (74).

Una peripecia en la noche y el lodo

La aventura también es un poquito de parte de la vida misionera, y el P. Bernabé, anciano, con corazón de niño, ha recordado que él tuvo sus aventuras en las misiones.

Terminó el año 1963 con una peripecia, que tuvo lugar unos días antes de la solemnidad de Navidad. Hacia mediados de diciembre fui a Pachijal a visitar a los moradores de aquel lugar. Al regresar hasta el punto donde se había quedado el jeep que nos había traído desde Gualea, resultó que se atrancó en el lodo, y no hubo modo de sacarlo.

Era viernes día 20 de diciembre. Al día siguiente era preciso que estuviera en la Parroquia. Se nos caía la noche encima; en la soledad de la selva no teníamos dónde pasar la noche. Pero la providencia amorosa de Dios nos salió al paso para socorrer nuestra necesidad. Encontramos una chocita de un carbonero que nos dio posada para pasar la noche. Al día siguiente se pudo sacar el jeep del lodo en el que se había atrancado, y después de celebrar la Santa Misa en la casa de campo que tenía un señor de Quito en su finca, regresamos a Gualea (75).

Al llegar a casa, se encontró con que le habían destinado un hermano de comunidad. Era el P. Gabriel de Ázqueta.

 


Panorama del año 1964

A mediados de diciembre, mientras el P. Bernabé estaba, como sabemos, en la Pista de San Miguel y Pachijal, llegó el P. Gabriel de Ázqueta, a quien ya conocemos, como compañero de comunidad. Fue, de pronto, una alegría, aunque, luego, su partida en enero de 1965 produjo desazón tanto en uno como en otro. Una especie de desencuentro, en cuyo análisis no podemos entrar.

El P. Gabriel toma el relevo de cronista y prende la pluma que le ha cedido el P. Bernabé para ir redactando las páginas del libro de la fraternidad desde el 1 de enero de 1964 hasta el 23 de enero de 1965. Testimonio preciso y minucioso, para que nosotros, a distancia de tantos años, podamos evocar los momentos de esta historia apostólica.

Fue este año una especie de repetición del anterior en la fecunda monotonía a la que nos vamos acostumbrando por la Crónica: actividad intensa por pueblos y caseríos, con la particularidad de que están dos. Los pueblos del fondo los atiende con preferencia el Párroco, P. Bernabé: el P. Gabriel celebra, más bien, en los que es más necesario el carro (76), vehículo que, dicho sea de paso, ha sido un verdadero problema todo el año.

Son dos hermanos, un equipo binario de trabajo; pero la realidad, sin embargo, es que por el apremiante trabajo... y quizás, sobre todo, porque cada uno es lo que es, las incesantes correrías apostólicas les obliga a vivir muchas veces su propio rumbo. Añádase también que el P. Gabriel hubo de ausentarse durante un tiempo por la dolorosa circunstancia de la muerte de su hermano capuchino misionero en Aguarico. Añádase igualmente que los dos, por diversos motivos, han salido diversas veces a Quito (77). La Zona es dura, muy dura, pero al mismo tiempo es una vida en la que reina un amplio margen de libertad y de originalidad.

Para comprender también el constante movimiento por los pueblos, hay que tener presente otro hecho: el frecuente trasiego de personal de apoyo. Ayudas que vienen de Quito para los servicios de fin de semana, ayudas para tareas de misión, y, en fin, gente que pasa porque quiere conocer el trabajo esforzado de los misioneros.

Tareas apostólicas del año y, en particular, las misiones

El año comenzó con una gran concentración catequética en Pacto. Y fue en la Epifanía del Señor (6 de enero). "Gran concentración catequética en Pacto, preparada por el P. Bernabé y unas monjitas Doroteas que vinieron días anteriores con este fin. Alguno calculaba unos 500 niños de los barrios de Pacto concentrados en la plaza. A los mejores se les dieron valiosos premios, por valor, en conjunto, de unos 200 sucres" (78). De Quito, aparte de las Madres Doroteas, habían venido el P. Custodio y el P. Santos de Egüés.

Pacto, empinado sobre Gualea, es un pueblo importante. Ya vimos que la gente está arremangada para hacer la iglesia; organizan mingas y colaboran. El 8 de marzo se bendecirá la primera piedra de la nueva iglesia de este pueblo prometedor. Acudieron de Quito el P. Custodio, el P. Santos de Egüés con el arquitecto Sr. Aníbal Proaño, pero la paleta de rigor estuvo en manos del Vicario general de la arquidiócesis, Humberto Jácome.

Sobre los planos pastorales hay que tomar nota de un dato que se constata en enero de este año 1964. "Toda esta temporada atienden los Padres la parroquia de Nanegal Grande por ruegos de la Curia arzobispal, ya que no pueden mandar allí ningún sacerdote" (79). Al fin, la parroquia vuelve a ser confiada a los misioneros capuchinos.

Misiones en Ingapi y en Nanegal Grande. Hay dos misiones particularmente destacadas, las dos dadas en el mes de septiembre, la de Ingapi y la de Nanegal, desplegadas ambas con colaboración apostólica de fuera.

"Gran labor misionera la de las Madres Lauritas en los 20 días que han estado en Ingapi - escribe Gabriel de Ázqueta - visitando las casas, arreglando vidas mal avenidas, etc., etc. Ha quedado el pueblo en paz, después de años de irreconciliación. Han comulgado 200 personas; se arreglaron 4 matrimonios, se formó un comité mixto para enseñar el catecismo y leer el santo Evangelio, teniendo cada mes una reunión pública; se fundó una biblioteca popular. El P. Bernabé fue los últimos días para recoger el fruto: confesar, decir misa y dar la comunión. Se marcharon las Lauritas el 24 de septiembre.

En este mismo tiempo el P. Gabriel dio misiones en Nanegal Grande. Le ayudó el P. Fulgencio (80), y los 4 novicios que entrarán en el noviciado a continuación. Estos hicieron la misma labor de las Lauritas, o sea, recorrer las casas dispersas, hacer el censo, etc. Estuvieron una semana. Siguió la misión, todavía una semana más, el P. Gabriel solo. El fruto fue abundante: unas 500 comuniones, 4 matrimonios arreglados por el momento, dejándose otros para después. El pueblo reanimado (había quedado casi un año abandonado)" (81).

Una balance sobre las experiencia de misiones tras el buen resultado de las de Ingapi y Nanegal. Este balance lo hacía por escrito el P. Gabriel, hombre reflexivo, antes de terminar la Crónica de septiembre.

"Como un resumen de estas experiencias parroquiales, tanto el P. Bernabé como el P. Gabriel piensan que no solamente es conveniente, sino necesario que estas misiones que se daban antes en los anejos y pueblos, no sean solo de unos pocos días, sino de dos semanas o al menos de una entera. Lo hemos comprobado tanto en Ingapi como en Nanegal.

Hemos visto también que el misionero debe tener ayudantes, sean las Lauritas, o los seráficos o estudiantes, cuya labor sea la de visitar casa por casa a todas las familias haciendo censo y apostolado" (82).

Seguro que cualquier lector verá muy puestas en razón tales reflexiones. Claro que la pregunta siguiente brotará: Pero ¿dónde están las buenas religiosas, dónde los animosos seminaristas para colaborar siempre que hayan de salir en misión?

En este momento el cronista recuenta las misiones que en el presente año ha dado el P. Bernabé. "En estos meses el P. Bernabé ha dado misiones individuales en Urcutambo, Chontal (perteneciente a la provincia de Imbabura, al otro lado del Guayllabamba, pero con los permisos debidos para atenderlo), San Miguel de los Bancos y el Pachijal. Mas, teniendo que volver a Gualea para decir la misa en Santa Elena, Tulipe (Gualea) y Pacto, como hace regularmente todos los domingos, tienen que ser misiones de pocos días, dada la distancia y el viaje largo. Sin embargo en el Chontal comulgaron todos (gente buena, de Loja); y en San Miguel le recibieron como a un ángel de Dios. Hay que decir que estos lugares, tanto los que están junto al río Guayllabamba como los que se extienden hacia Esmeraldas, no son visitados por ningún sacerdote. No nos pertenecerá quizás a nosotros su atención, mas piensa el P. Bernabé que un alma vale más que los límites arbitrarios sin limitación adecuada" (83).

Siguen las constantes correrías apostólicas, pero, como tareas más específicas de misiones, hay que destacar el trabajo de diciembre de aquel mismo año. "En total se han dado, durante el mes de diciembre, estas misiones: En La Armenia, diez días los dos Padres; en Palmitopamba 3 días el P. Gabriel, y otros tres, en El Chontal y El Progreso, el P. Bernabé" (84).

Pensando sobre esta situación misionera

Estamos contemplando con este cúmulo de datos el ajetreo que se llevan los misioneros en el afán de hacer bien a la gente y atender obligaciones que no pueden abarcar. ¿Qué pensar de todo esto?

El P. Gabriel, antes de concluir el año 1964, ha escrito en la Crónica conventual un folio de reflexiones para que medite en estos pensamientos el P. Custodio en su próxima visita canónica a la zona. Estas reflexiones, aunque lleven como título "Balance del año", se refieren no simplemente a la tarea concreta del 64, sino a toda la tarea misionera que se va llevando a cabo en la zona y dicen literalmente cuanto sigue:

Delante de Dios ¿cómo será considerado nuestro trabajo? Nos matamos y apenas si hacemos otra cosa que conservar la fe en estos pueblos incipientes, que son cristianos porque están bautizados. Prácticamente es muy poco lo que hacemos en efectivo. No podemos atender bien el catecismo en los diversos pueblos, y casi no se reduce a otra cosa nuestro apostolado sino a decir la misa los domingos, bautizar, bendecir matrimonios y algunas misiones que tienen por objeto el cumplimiento anual.

Y todo este trabajo somero a fuerza de sacrificios de diversas clases, no siendo el menor la soledad en que nos tenemos que encontrar, sin hermano ni cocinera ni hombre o mujer que nos ayude, con un carro viejo y falso y sin mecánicas ni mecánicos.

¿Qué se podría hacer en adelante? El cronista cree - y con él también el párroco - que dos claves serían la solución del problema.

Primera: Que se declare esta zona Misión o Prefectura Apostólica. Con esto nos vendría ayuda económica, tan necesaria para los Padres y para los pueblos que nacen y se crían necesitados de capilla, y aun ayuda de personal, que nos mandaría la Provincia de Navarra. Cambiaría totalmente el panorama.

Segundo eje del futuro adelanto espiritual en esta zona parroquial, sería el traer unas Madres o hermanas Misioneras, por ejemplo, las Lauritas, que se encargaran del catecismo y misiones de los pueblos de la parroquia. Podrían estar en Santa Elena, y aun les podrían ceder este convento de Gualea, como más cómodo para ellas.

Estas sugerencias, que son del párroco y su coadjutor, las deja el cronista a consideración del Superior de la Custodia, que nos hace la visita canónica. Fin del año 1964 (85).

El superior de la Custodia, Fr. Manuel de Beizama, cursó la Santa Visita; leyó las páginas y firmó con frase más o menos ritual: "Visto y aprobado en Visita canónica, 4 de enero de 1965". No quería decir esa firma que tales sugerencias estaban aprobadas, sino, como es uso, que el texto de la Crónica quedaba visto y aprobado.

Muy deseable que a la zona viniera un refuerzo de personal: que se implataran alguna comunidad de religiosas, que vinieran misioneros... Esto salta a los ojos y nadie lo va a discutir.

El asunto de declarar la Zona como Prefectura Apostólica es diferente por las implicaciones que trae en el gobierno eclesiástico, como se deja entender. Implicaciones que repercuten en la misma entidad eclesial de la arquidiócesis de Quito, carga económica que de ahí se deriva para algunas instituciones eclesiásticas, y sobre todo, provincia religiosa que garantice un equipo suficiente de personal. Pero la sugerencia no cayó, por así decir, en saco roto.

Capítulo XIX

 

Gualea: años de soledad (1965-1966)

De nuevo el P. Bernabé se queda solo

Ya hemos avanzado en el capítulo anterior que en enero de 1965 el P. Gabriel de Ázqueta dejó la zona de Gualea. El P. Bernabé de nuevo estará solo durante el año 1965 y 1966, que son los años que corresponden a la historia de este capítulo. ¿Qué pasó exactamente?

El P. Gabriel ha hablado de distanciamiento..., que lo fue notando desde su vuelta de Aguarico, tras la muerte de su hermano Fray Mariano. "Era evidente que aquella fraternidad seráfica ya no era como al principio - ha dejado escrito en sus Memorias provisionales -. Un día, en su sinceridad columbina, se le escapó esta frase: A veces es mejor estar solo... No añadió más. Quizás no sabía completo el dicho castellano".

Y entonces el P. Gabriel interpreta con la mejor voluntad: "Yo iba comprendiendo que, en cierto modo de ver las cosas, mi presencia le estorbaba algo... Digo, para su vida interior. No tanto como para el apostolado. Es que el Espíritu Santificador, cuando quiere hacer su tarea mística y purificativa en las almas que quiere santificar, necesita silencio y soledad. La gente, por buena que sea, estorba a veces su actuación íntima. El Esposo divino no quiere testigos de las intimidades místicas" (86). Al fin termina diciendo que la Providencia de Dios... No es una evasiva, sino un modo de remitir las cosas al Señor, donde todo se pacifica.

El P. Bernabé, naturalmente, también tiene su punto de vista. Al principio de enero recibió, dice, un disgusto grave de su compañero; fue un malentendido...

Años más tarde, uno y otro compartirían la vida fraterna y apostólica, durante un tiempo, en San Miguel de los Bancos.

Los acontecimientos de la segunda quincena de enero, en la salsa de la vida, fueron así. El día 21 "se nos marcha la cocinera, que había dejado encargado el P. Custodio en la Visita, diciendo que le están robando las gallinas. Nos quedamos, pues, como el año pasado, solos, sin nadie que nos ayude y sirva, la otra cruz que el Señor nos exige" (87).¡Vaya!, poco ha durado la cocinera, porque no hace un mes que fue la visita del Custodio.

Dice el cronista que se quedan solos, y de un forma repentina se sigue dos días después, el día 23: "Recibe el P. Gabriel un telegrama en que se avisa que está viaticada su madre". Aquí cesa la Crónica del P. Gabriel, y el día 26 vuelve a tomar la pluma el P. Bernabé, que será el cronista de Gualea todo el año 1965 y 1966, anotando que el P. Gabriel se marchó a España (88).

Antes de entrar en rasgos propios de estos dos años, 1965 y 1966, en que está nuestra historia, vamos a dar, en forma de esquema, el panorama de actividades y ministerios de los dos años (89).

Panorama de actividades y ministerios de 1965

11 enero. Por la tarde el P. Bernabé marcha a Tulipe Bajo de los Mayores a dar una misión.

26 enero. "El P. Bernabé continúa en las Tolas (Tulipe) dando una misión a los moradores de aquellos lugares apartados" (Crón.).

8 febrero. "Marcha a Quito y de allí a Ibarra; al regreso vuelve con dos religiosas lauritas a Nanegalito, donde dedican una semana a la instrucción de los niños para prepararlos a la Primera Comunión, que tuvo lugar el día 20 del mes, sábado - unos 40 niños" (Crón.).

21 febrero, domingo. "El mismo día las Religiosas lauritas se trasladaron a Pacto, para, al día siguiente, subir al Barrio del Paraíso, donde pasaron otra semana en preparar a los niños de la Primera Comunión, que tuvo lugar el día 27, juntamente con la Comunión de los mayores" (Crón.).

3 marzo. Miércoles de Ceniza. Santa Elena y Pacto.

8-18 marzo. En Pacto Loma misión de preparación pascual.

29 marzo - 3 abril. Misión en Ingapi para el cumplimiento pascual.

5-9 abril. Cumplimiento pascual en Gualea, terminando con el viernes de la Dolorosa.

Semana Santa. Diversas actividades por los pueblos, ayudado por el P. Santiago Ramírez y dos religiosos jesuitas y un mercedario.

26 abril. Sube el P. Bernabé al barrio de Buenos Aires, donde hará la preparación para el cumplimiento pascual, que tuvo lugar el 1 de mayo, San José Obrero.

10-23 mayo. Novena de la Divina Pastora en Chontapamba.

24-27 mayo. Triduo en el barrio del Paraíso, en honor de la Virgen de Fátima, para terminar el día 27, solemnidad de la Ascensión del Señor.

3 junio. El P. Bernabé regresa de Quito acompañado del P. Miguel Gamboa, que se traslada a Pacto para preparar a los niños de Primera Comunión.

4-11 junio. En el barrio de la Delicia el P. Bernabé hace el cumplimiento pascual.

16 junio, Corpus Christi. En Santa Elena y en Pacto, en la nueva iglesia.

20 junio. El P. Bernabé celebra el Corpus Christi en Armenia, y el P. Miguel en Gualea.

5 julio. Llega de visita pastoral el arzobispo de Quito, Mons. Pablo Muñoz Vega, acompañado del Canciller y Secretario y otros dos padres jesuitas. Visitan Nanegalito, Armenia, Santa Elena, Tulipe. Al atardecer se trasladó a Gualea y de este lugar a Pacto.

6 julio. Continúa la visita en Pacto y Gualea; por la tarde van a Chontapamba, y de aquí se hace el regreso a Quito.

19-24 julio. De lunes a sábado el P. Bernabé está en el barrio del Porvenir, de Gualea; en casa de una humilde familia celebra y hace la preparación de los sacramentos. El sábado, día 24, comulgan 60 personas.

26-31 julio. Realiza el mismo ministerio en la escuela de Urcutambo.

2 agosto. Llegan a Santa Elena religiosas de los Sagrados Corazones con algunas colegialas y ejercen actividades por Santa Elena, Armenia, Tulipe y Gualea.

16 agosto. El P. Bernabé va a Chontal, para celebrar la fiesta del santo patrón, San Roque.

5 septiembre. Los PP. José Antonio Recalde y Miguel Gamboa, con la colaboración de unos estudiantes del Seminario Seráfico de Ibarra, dan una misión en Santa Elena, que termina con la colocación de una cruz.

16 septiembre. El P. Bernabé va a Pachijal para una misión de pocos días.

24-30 septiembre. El P. Bernabé celebra la fiesta de San Miguel en San Miguel de los Bancos, con la debida preparación; hubo bautizos y confirmaciones.

4 octubre. Fiesta de San Francisco, que el P. Bernabé celebra en el convento de la Concepción en Quito, donde profesan los novicios capuchinos.

7 octubre. En el barrio de Buenos Aires fiesta de la Virgen del Rosario, como otros años, titular de la capilla.

12 octubre. La Virgen del Pilar en Pacto.

29 octubre. "El día 29 se dio principio a la Solemnidad de las Cuarenta Horas en Santa Elena. El día 31, festividad de Cristo Rey, después de la procesión y clausura de las Cuarenta Horas, se bendijo solemnemente la estatua de Cristo Rey, que al día siguiente, 1 de noviembre, se colocó en la torre de la iglesia, con la asistencia providencial del Señor" (Crón.).

6 noviembre. Llega el P. Custodio, Alejandro Labaca (Fr. Manuel de Beizama), con el deseo de ayudar los domingos en diversos lugares de la zona.

15 noviembre. En Pacto, semana de preparación para celebrar el día 21 la festividad de Ntra. Sra. del Quinche. "Durante la semana las pláticas versaron sobre la devoción del Santo Rosario" (Crón). El P. Bernabé colabora de este modo en la Campaña del Rosario que en diversas ciudades de Ecuador está llevando a cabo el P. Patric Peyton, con filminas de los 15 misterios.

22 noviembre y siguientes. Virgen del Quinche en Buenos Aires; del 23 al 27 la misma celebración en El Progreso; el 29 en Pacto Loma y el 1 de diciembre en Ingapi.

1 diciembre. Por la noche sesión de cine en la plaza de Pacto con las películas de los Quince Misterios; mucha concurrencia en los tres días que duraron las sesiones. De Pacto las películas fueron a Santa Elena.

7 diciembre 1965. Con la sesión pública del 7 de diciembre de 1965 se clausura el Concilio Vaticano II, bajo el pontificado de Pablo VI.

12 diciembre. Marcha al colegio de Rumipampa para pasar unos días de retiro espiritual.

18 diciembre. En Ingapi fiesta de Jesús del Gran Poder.

Navidad. Se distribuye el trabajo con el P. Custodio, que viene de Quito. Luego el P. Bernabé celebra la fiesta del Niño el 27 en El Progreso, el 28 en Buenos Aires, el 30 en El Porvenir. Y concluye el cronista, que es el mismo P. Bernabé: "De esta suerte terminó el año 1965 por la bondad misericordiosa del Señor. Sea a Él todo honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén".

Panorama de actividades y ministerios de 1966

1 enero. Fiesta del Niño en Pacto Loma, segunda misa en Pacto, tercera en Santa Elena.

Epifanía. "La festividad de Reyes no tiene, por desgracia, mayor importancia en esta zona. Se desconoce su misterio. La primera misa en Santa Elena, la segunda en Armenia y la tercera en Nanegalito" (Crón.).

14 enero. El P. Matías de Torrano (José Angel Múgica) viene por primera vez, y de paso, a la Zona.

17 enero. El P. Bernabé sube a Buenos Aires; de ahí se traslada a Tulipe de Urcutambo para asistir a estos fieles.

2 febrero. La fiesta de las Candelas en Santa Elena.

3-9 febrero. Los miembros de la Custodia fueron convocados a unos días de retiro en la Casa de Ejercicios en el Inca (Quito); dirige el retiro Mons. Víctor Garaygordóbil, obispo de la Prelatura "nullius" de Los Ríos. Acude el P. Bernabé.

10 febrero y siguientes. "El P. Bernabé viene de Quito, trayendo consigo a dos misioneras Lauritas, que subieron a Ingapi en el mismo día, para empezar la instrucción de la niñez y personas mayores" (Crón.). El 18 se erige el Vía-crucis en la capilla de Ingapi, dedicada a Jesús del Gran Poder. El 19, comunión general de niños y personas mayores. El 23, las misioneras Lauritas pasan de Ingapi a Delicia.

23 febrero, Miércoles de Ceniza. Misas en Gualea, Pacto y Santa Elena.

26 febrero. Llega el P. Matías de Torrano con dos misioneras de la A. M. F. (Acción Misionera Franciscana) para ayudar en las misas de domingo.

4 marzo. Concluye la tarea misional de Delicia. Como recuerdo de estos días quedó plantada una cruz.

14-18 marzo. El P. Bernabé baja a Chontal.

19 marzo, San José. Como de costumbre, la misa en Armenia, misa diaconada. "Pero no fue este año la fiesta tan devota como los años anteriores, por causa de una Orquesta que trajeron los Priostes, sin contar con el Párroco" (Crón.). El P. Custodio celebró en Gualea.

20-27 marzo. Se pintó la iglesia de Santa Elena.

30 marzo. Se nombra a los nuevos superiores de la Custodia. El Custodio es el P. Santos de Egüés (Jesús Langarica). Durante este trienio de 1966-1969 la Custodia (más tarde se llamará Viceprovincia) se halla unida jurisdiccionalmente con la Misión de Aguarico (90).

28-31 marzo. Triduo de preparación pascual en Pacto Loma, dado por el P. Bernabé.

3-10 abril, Semana Santa. Celebración de la Semana Santa con la ayuda del P. Custodio, del P. Miguel Gamboa, de Fr. Juan de Unciti y de tres estudiantes, además de un padre jesuita. El P. Bernabé actúa en Santa Elena.

Semana de Pascua. Semana de franciscanismo en Quito para los miembros de la Custodia; acude el P. Bernabé.

3 mayo. El P. Bernabé sube a Buenos Aires, celebra la fiesta de San José Obrero y prepara a la comunidad para el cumplimiento pascual.

7 mayo. Llega a Santa Elena la superiora general de las Religiosas de los Sagrados Corazones acompañada de la provincial, para tratar de la futura fundación en este lugar.

9-14 mayo. El P. Bernabé se encuentra en el barrio de El Paraíso y celebra la fiesta de la Virgen de Fátima.

15 mayo. En el barrio de Nueva Granada (Armenia) celebra la Virgen de Fátima, titular de este lugar.

22-29 mayo. Dirige en Nanegal Grande la novena de la Divina Pastora, patrona de la parroquia de Nanegal.

5-9 junio. En Pacto, preparación para la Primera Comunión de los niños en Corpus, con asistencia del P. Matías.

9-12 junio. El P. Bernabé celebra un triduo de preparación para el Corpus, que tuvo lugar el día 12, en Armenia.

2 julio. El P. Bernabé acompaña al arzobispo Mons. Pablo Muñoz Vega a la zona de Mindo y de San Miguel de los Bancos.

3 julio. "Sucedió por estos días que un señor de avanzada edad, que vivía en Pacto, cayó del techo de la casa o trapiche y quedó con un lado paralizado y sin sentido. Fue una intervención especial de la Sma. Virgen del Carmen que pudo recobrar el habla, y de esta suerte recibir los sacramentos y morir reconciliado con el Señor" (Crón.).

14 julio. "En este día bajó el P. Bernabé a Guallabamba para celebrar la festividad de la Sma. Virgen del Carmen con los moradores del Chontal, al otro lado del Río. Como de costumbre, se acercaron a los Santos Sacramentos y procuran llevar todos el Escapulario de la Sma. Virgen. De allá pasó al barrio de El Progreso para celebrar la misa en honor del Sdo. Corazón de Jesús" (Crón.).

13-16 julio. El P. Custodio, Santos de Egüés, ha participado en el capítulo provincial de los capuchinos de Navarra-Cantrabria-Aragón, de cuya entidad depende Ecuador, que se celebra en Zaragoza del 13 al 16 de julio. En su informe sobre la Custodia, a propósito de Gualea, ha indicado: "Gualea tiene un total de 20.000 almas, extendidas en un territorio más grande que la provincia de Zaragoza". (91) (Bol. Of. 1966,137). Es elegido superior provincial el P. Francisco de Arizcun (Miguel Juanicotena).

3 agosto. "En este día ocurrió una desgracia en el trayecto de Nanegalito a Tandayapa; volcó el bus que sale de Nanegalito a las 3 de la mañana y murieron 4 personas y quedaron heridos la mayoría de los restantes. Hubo personas que ayudaron a bien morir a los agonizantes" (Crón.).

15 agosto. El P. Bernabé va a Chontal a celebrar San Roque. Al regreso se encuentra en Gualea con que ha venido el P. Matías con algunas misioneras de la A. M. F. a pasar una temporada.

24 agosto y siguientes. El P. Bernabé ha ido a Pachijal. "En los primeros días hubo buena asistencia y el día 28, domingo, se celebró con piadosa devoción la festividad de la Sma. Virgen del Quinche; pero los días siguientes se dañó en parte el Proyecto de la Misión, por las Rosas y Raimundos, etc." (Crón.).

1 septiembre. Llegan a Santa Elena 4 religiosas de los Sagrados Corazones, de Rumipamba, con otras 4 colegialas para dar una semana de catequesis en este lugar.

15-16 septiembre. "Del 15 al 16 de este mes hubo un robo en el convento" (Crón.).

4 octubre, San Francisco. Extraordinaria celebración en Gualea con el P. Bernabé y P. Matías, e inusitada asistencia.

7 octubre. En Buenos Aires celebración de la Virgen del Rosario "con la acostumbrada piedad y recepción de los sacramentos" (Crón.).

12 octubre. Virgen del Pilar en Pacto en la nueva iglesia y bendición de las bancas, donación de los Priostes del Corpus.

17 octubre. El P. Bernabé marcha a El Porvenir (a hora y media de Gualea Cruz) para estar toda la semana.

28 octubre. Comienzan las Cuarenta Horas en Santa Elena.

7 noviembre. El P. Bernabé va a la escuela de Urcutambo para empezar una misión.

14-21 noviembre. Novena de preparación de la Sma. Virgen del Quinche, patrona de Pacto. El 21 por la tarde se traslada a Buenos Aires para celebrar allí la Virgen del Quinche.

23 noviembre. Está en Nanegal Grande.

28 noviembre. "Fue a Gualea, donde se encontró con el P. Custodio, y recibió la grata noticia de que la Zona iba a ser dividida en tres parroquias: Pacto-Gualea; Santa Elena, Nanegalito y Chontapamba" (Crón.).

12 diciembre. "En Gualea hubo una reunión del P. Custodio con los futuros Párrocos: P. Bernabé, P. Matías y P. Feliciano, en la que trataron asuntos referentes al porvenir de la zona" (Crón).

25 diciembre. Misa de Gallo en casi todas las parroquias de la Zona. "Los días siguientes se celebraron las fiestas del Niño en diversos lugares, como de costumbre".

Una luz interior al hacer el Vía Crucis

Pocas cosas ha recordado el P. Bernabé como puntos característicos. Una de ellas, tras anotar la marcha del P. Gabriel, es una gracia interior recibida al hacer el Vía Crucis.

Luego [tras el regreso a España del P. Gabriel] subí a uno de los caseríos de Gualea para atenderles durante algunos días. Haciendo el Ejercicio del Via-crucis, fui visitado con una luz especial y una devoción especial también sobre los pasos dolorosos de nuestro Redentor y su Madre Santísima. Aquella luz especial e impresión me duró algún tiempo, de modo que procuraba recorrer las estaciones del Via-crucis en los ratos disponibles, yendo de una parte a otra, o en cualquier circunstancia que se me presentaba (92).

No podemos precisar con exactitud dónde fue; acaso en las Tolas. Lo que importa es el acontecimiento interior que experimentó. Se trataba de una luz que le embargó el alma, y esta luz que le da un sentido especial de penetración, de inteligencia espiritual, en los misterios recónditos del dolor de Jesús y de María, le produce un nuevo sabor de devoción. Está actuando en él el don de la sabiduría, que hace gustar las cosas divinas; porque la devoción de que habla el P. Bernabé es eso, un "sabor", un gusto al paladar, al penetrar en esos misterios.

El P. Bernabé vive constantemente en la presencia del Señor, pero en este momento esa presencia le resulta particularmente sabrosa y le impulsa a vivir en estado contemplativo de Vía Crucis, aprovechando todos los momentos disponibles. Hay que imaginarlo en sus caminatas, pensando en Jesús doliente y en la Madre de Piedad, que es la Madre Dolorosa.




Vida cristiana por el catecismo y el rosario

Dos características de este año, adecuadas perfectamente a la fisonomía del P. Bernabé: el catecismo y el rosario.

Durante el año 1965 en que se terminó el Concilio Vaticano II, se me presentó una ocasión oportuna para evangelizar varias poblaciones a través del catecismo. Las Madres de los Sagrados Corazones se ofrecieron a dar catecismo en la Semana de Pascua, tanto en Santa Elena como en el caserío de Tulipe. Luego más tarde, en el mes de Agosto, en otros lugares.

En el mismo año conseguí a las Madres Lauritas para los Barrios de Pacto, como fueron Ingapi, Delicias, etc (93)

.Otra cosa muy querida para el P. Bernabé fue el rosario, el Santo Rosario, que nunca omitía en sus parroquias. En su autobiografía consignó la novedad que sobre el rosario hubo aquel año en Pacto y Gualea.

Finalizó el año 1965 con una Campaña del Rosario. Por entonces el P. Patrick Peyton recorrió algunas ciudades del Ecuador, propagando la devoción al santo Rosario a través de filminas de los quince misterios del santo Rosario (94).

Con más detalle había anotado en la Crónica conventual que en el mes de diciembre, "el día 1, por la noche, llegaron a Pacto las Películas de los Quince Misterios del Santo Rosario, Cruzada del Santo Rosario. La primera sesión tuvo lugar en la plaza pública. Hubo mucha concurrencia en los tres días que se dio la sesión del cine. De Pacto se trasladó a Santa Elena" (95). Confiamos en que, por amor a la Virgen María, en esta ocasión el P. Bernabé habría visto cine.

Se trataba de una campaña mundial en pro del Rosario, que años atrás había puesto en marcha el fervoroso sacerdote irlandés P. Patrick Peyton. Ese año el P. Peyton había pasado por España y había promovido grandes concentraciones en diversas ciudades: Madrid, Barcelona... Su intento era el rosario en familia, con el eslogan de que "Familia que reza unida, familia que permanece unida". Las revistas religiosas se hacían eco de esta importante campaña (96).

La visita pastoral del Obispo Coadjutor de Quito, Mons. Pablo Muñoz Vega: impresiones, necesidades, propuestas

Entra en esta biografía el nombre del jesuita ecuatoriano, Mons. Pablo Muñoz Vega, que ocasionalmente hemos tenido ocasión de mencionar con motivo de alguna visita del P. Bernabé a Quito. Mons. Muñoz Vega,luego cardenal (97), ha tenido al P. Bernabé en un altísimo aprecio. En cartas oficiales a los superiores de la Custodia o Viceprovincia capuchina no se recató de dejar escritas prudentemente francas alabanzas. Dicen que a veces se confesaba con él... Es muy posible. En todo caso, dejó bien patente su opinión sobre el P. Bernabé en la entrevista que este biógrafo tuvo con él en Quito, el 25 de septiembre de 1992, como se ha recordado en la presentación de esta obra, y transcribiremos luego.

Pastoralmente fue importante la visita que el Obispo Coadjutor realizó a la Zona en julio de 1965. Aparte de los informes verbales que el Obispo tenía de haber conversado con los capuchinos, guardaba entre sus papeles un informe escrito transmitido por el Custodio (98).

La visita del Obispo y de sus acompañantes quedó plasmada por el P. Bernabé en la Crónica de la fraternidad con los siguientes párrafos.

5 de julio de 1965. En este día, 5 de Julio, con lunes, vino en Visita Pastoral el Exmo. Sr. Obispo de la Arquidiócesis, Dr. Pablo Muñoz Vega, acompañado del canciller y secretario y otros dos padres Jesuitas. Fue recibido solemnemente por el Párroco y el pueblo en Nanegalito. Después de la ceremonia de la recepción, se trasladó a la Escuela, para conferir el Sacramento de la Confirmación. A continuación se trasladó a Armenia. De aquí a Santa Elena, donde el Presidente de la Comuna le rogó que se fundara un Colegio Católico en dicha Parroquia.

En esta Parroquia se les brindó un modesto almuerzo a los visitantes. De aquí se trasladó el Sr. Obispo con su comitiva a Tulipe, donde confirió el Sacramento de la Confirmación como en los lugares anteriores.

Al atardecer se trasladó a Gualea, y de este lugar a Pacto, donde le esperaba un gran concurso de gente. El Presidente de la Junta Parroquial pronunció un discurso.

6 de julio de 1965. Al Día siguiente, el Sr. Obispo celebró el Santo Sacrificio en la Capilla y a continuación confirió el Sacramento de la Confirmación.

De aquí se trasladó a Gualea, donde celebró la segunda Misa y confirió el Sacramento de la Confirmación.

A la tarde llegamos a Chontapamba. No hubo gran concurso del pueblo, pues se había retirado por la tardanza de la llegada... Hubo algunas confirmaciones.

De aquí el Sr. Obispo se dirigió a Quito (99).

No se crea que la visita del humilde y celoso obispo Muñoz Vega fue un paseo espiritual de saludos y confirmaciones. Pudo tomar perfectamente el pulso de la realidad, y, a su regreso, escribió con fecha 9 de julio al recién nombrado superior, P. Santos de Egüés, una carta con sus impresiones y sus puntos de vista para el futuro. Es importante que conozcamos la carta, que dice como sigue.

Durante los días 5 y 6 del mes en curso he realizado una visita a la extensa zona en donde se hallan ubicadas las parroquias civiles de Nanegalito, Gualea, Pacto y Nanegal y los anejos de La Armenia, Santa Elena y Tulipe. Las impresiones que me ha producido esta visita son las siguientes:

1. Es una zona extensa: desde Tandayapa hasta Pacto hay 42 kms. y desde Nanegalito hasta Nanegal, 16 kms. En esta zona extensa y, por otra parte, productiva, van poblándose a ritmo acelerado las parroquias existentes y se están formando nuevos pueblos merced al asombroso crecimiento demográfico y a la afluencia de gente que lleva a esa región la búsqueda de trabajo y de mejores medios de vida. Este crecimiento demográfico crea nuevas necesidades pastorales que exigen pronta atención.

2. He comprobado el enorme trabajo que realiza el Rvdo. P. Bernabé, quien, al impulso de su celo apostólico, se esfuerza por visitar y evangelizar a todos esos pueblos, que merecidamente le profesan especial veneración.

3. No obstante el sacrificado trabajo del P. Bernabé, se nota una deficiencia de evangelización y catequización a los pobladores de la zona. En la misma sede parroquial de Gualea no se puede fomentar una vida más intensamente piadosa, ya que falta la administración de sacramentos porque el Padre Párroco habitualmente está ausente.

De lo expuesto, juzgo necesario adoptar, por de pronto las siguientes medidas:

1. Hay la necesidad impostergable de enviar a esa zona dos Padres más: uno de ellos tendría que establecerse en Pacto, que es la parroquia más importante de la zona y que está rodeada de muchos barrios; el otro tendría que establecerse en Nanegal. De este modo el Párroco de Gualea se encargaría de la cura de almas de esa parroquia y de las otras poblaciones de Tulipe, Santa Elena, La Armenia y Nanegalito. O quizás Nanegalito podría ser confiado al Párroco de Nanegal.

2. Pienso que, para la atención espiritual de esa zona, podría establecerse una Vicaría de esta Arquidiócesis con un estatuto especial. El Vicario podría tener las facultades de un Vicario General.

Pongo todo esto en conocimiento de Vuestra Reverencia, a fin de que, contando con el celo y buena voluntad de que ha dado edificantes pruebas la Comunidad Capuchina que trabaja en esta Arquidiócesis, se pueda tomar cuanto antes alguna medida práctica para la atención espiritual de esta importante zona (100).

Respuesta de los superiores de la Orden a los ruegos del Obispo

Las consideraciones de Muñoz Vega, obispo acreedor de toda confianza de los capuchinos, han sido estudiadas con detención, y, a los pocos días, el Custodio responde al Prelado en los siguientes términos.

Después de haber pesado y estudiado con el Consejo custodial las razones expuestas por V.E. en su comunicado de 9 de los corrientes, y deseando acceder, en cuanto cabe, a sus deseos, expongo lo siguiente:

Cuando en el año 1951 la Orden Capuchina se hizo cargo de la parroquia de Gualea, eran tres los centros poblados con sus caseríos, escasos de gente. Los dos Padres, viviendo en comunidad, atendían normalmente esa extensa zona Parroquial. En estos 14 años se han aumentado notablemente los núcleos poblados, y se han triplicado los habitantes, todo lo cual ha creado serias dificultades para la atención espiritual por parte de la Orden Capuchina. Si la Orden, a petición de la Iglesia, ha aceptado y acepta en la actualidad el apostolado de las Parroquias, es a condición de que los religiosos mantengan su espíritu viviendo en Comunidad, y observando la vida regular, tal como lo tenemos establecido en nuestras normas. En ningún caso permiten nuestros Superiores Mayores que los religiosos vivan aislados, a no ser en las Estaciones Misionales propiamente dichas, dependientes de Propaganda Fide, y, aun en estos casos urgen, en lo posible, la vida conventual.

Por esta razón, precisamente, la orden se desobligó de la zona de Nanegal, suplicando a la Archidiócesis que proveyese de atención espiritual a dicho pueblo con sus anejos, como así lo hizo. Posteriormente los Padres que servían en Gualea, compadecidos del abandono en que se encontraba la gente por haber salido el sacerdote, contra la voluntad de los Superiores, comenzaron por propia iniciativa, a servir a Nanegal, en cuanto les era posible, no sin abandonar las obligaciones de la propia Parroquia. La Orden oficialmente no ha vuelto a asumir nuevamente esa responsabilidad pastoral.

Teniendo en cuenta lo expuesto, cabrían varias soluciones:

1. Que la Archidiócesis, ya que se hizo cargo, siga atendiendo espiritualmente a Nanegal, Nanegalito, la Armenia y Mindo con sus anejos respectivos. La Orden Capuchina podría seguir atendiendo, desde Gualea, donde los Padres vivirían en comunidad, a Pacto con sus recintos, a Tulipe, Santa Elena y demás recintos.

2. Que los Padres viviesen en comunidad en Gualea y que sirviesen, contando con dos carros, a Nanegal y sus agregados. Todo esto contando con que la Archidiócesis, como ya lo prometió V. E., estudiase el modo de solucionar la cuestión económica para los Padres, ya que ni siquiera tienen celebración, y para poder llevar a cabo tantas obras necesarias en la zona.

3. Que la Archidiócesis se haga cargo de toda la zona erigiendo en ella una Vicaría con varias Parroquias, atendidas por sacerdotes diocesanos.

4. Que la Archidiócesis encargue la zona a una orden o Instituto Religioso, cuyos miembros pudiesen vivir aislados (101).

Mons. Muñoz Vega es jesuita, ha sido provincial de jesuitas, ha sido profesor de muchos religiosos en la Universidad Gregoriana, de la que fue rector. Sabe perfectamente cuál es el alcance de las exigencias de la vida religiosa, y puede percatarse al punto de que la fraternidad es nota destacadísima en el estilo de vida franciscana.

El Superior pone en claro que los superiores no permiten que los religiosos vivan aislados, salvo en las estaciones misionales (102).

Las dificultades están patentes. La solución no aparece a la vista por una razón de base: falta de personal, indigencia que afecta tanto a la curia diocesana como a los capuchinos, en momento en que la Orden y la Provincia están en su estadística en un punto álgido (103). Y mientras tanto, las personas a las que hay que atender, las necesidades ingentes, están ahí.

¿Qué se hizo? Se siguió como se pudo, echando un mano desde Quito para los ministerios de la zona, acudiendo, si era preciso, el mismo P. Custodio. Al final de 1966 se entrevió alguna solución más satisfactoria que se formalizó en un contrato con la curia diocesana en el febrero de 1967, como hablaremos en su momento.

Un disgusto sensible en Santa Elena

Dejemos de momento estos asuntos, que son jurídicos y de gobierno sí, y que son, simultáneamente, de pastoral y de tanta incidencia en la vida del P. Bernabé y vengamos ahora a esas historias menudas que componen la vida misionera.

Antes de que terminara el año [1965], mis queridos feligreses de Santa Elena me causaron un disgusto sensible. Con motivo de la inauguración de la nueva escuela, se dieron a tomar alcohol. Por este motivo hubo algunas peleas y desmanes, en las que intervine con alguna seriedad, al mismo tiempo sentimiento de pena. La fecha era el día 18 de diciembre, y que un servidor había escogido a Santa Elena para celebrar la Santa Misa de medianoche, porque celebran con comuniones y sentimientos de piedad. Fue uno de los motivos de mi sentimiento y pena, estando casi en vísperas de la festividad. Con todo, no dejé de celebrar la Misa de Gallo - que se dice -, aun cuando hubo una gran tempestad de rayos y truenos en la víspera (104).

Termina el Concilio y se abren nuevas corrientes

En los sucesos que vamos relatando no hemos salido del año 1965. Al final de este año concluyó el Concilio. ¿Qué iba a venir después del Concilio? Algo dijimos sobre los sentimientos del P. Bernabé acerca de esta asamblea universal de la Iglesia, evocando el comienzo de la misma (11 octubre 1962). Los acontecimientos que vertiginosamente se iban a desencadenar luego del Concilio, al P. Bernabé le produjeron sobresalto. Cuando volvió a pensar sobre el conjunto de su vida, vio de esta manera el final del Concilio.

El 8 de diciembre de 1965 quedaba terminado el Concilio Vaticano II. Desde el principio procuré seguir la marcha de las sesiones del mismo a través de la revista Ecclesia. Pero no estaba al tanto de las nuevas corrientes que, con ocasión de las discusiones en el Concilio, iban apareciendo, que sin duda habían empezado a difundirse antes del Concilio, pero veladamente.

A principio de 1966 los miembros de la Custodia fuimos convocados a unos días de retiro en la casa de Ejercicios en el Inca (Quito). El encargado de dirigir los Ejercicios fue Mons. Víctor Garaigordóbil, Obispo en la Prelatura Nullius de los Ríos. En el curso de los Ejercicios nos habló de las nuevas corrientes, que con ocasión del Concilio iban apareciendo. Recuerdo que repitió en alguna ocasión esta frase: ¿En dónde desembocarán todas esas corrientes? Tienen que desembocar: Ahí, ahí, pero no señalaba el punto donde tenían que desembocar. ¿En los Documentos del Concilio...? ¿Cuál sería su criterio...?

En aquellos momentos no creo que me causara mayor preocupación, como sucedió después... En aquellas circunstancias no había entre nosotros cambios especiales. Todos vestían el santo hábito franciscano y la marcha de los Ejercicios fue más o menos tradicional. Un servidor no preveía lo que estaba para suceder.

En aquel mismo año, en el mes de abril - si bien recuerdo - hubo una Asamblea en Quito, donde nos reunimos los componentes de la Custodia de Ecuador. Los temas que se trataron versaron sobre el franciscanismo. Esa es la impresión que tengo. Eso sí, algunos que más intervinieron luego dejaron la Orden... (105)

Con la conclusión del Concilio comienza una nueva era. Nadie hubiese esperado que el Concilio tuviera consigo tal carga explosiva, lo mismo en los nuevos enfoques teológicos que en la praxis pastoral. Siguieron al Concilio muchas realizaciones ambiguas, que terminaron, al menos aparentemente, en descomposición. Pero el Concilio ha abierto vida y potencia, cuyos resultados las generaciones venideras los contarán.

Por lo que respecta a la vida franciscana, notemos que en septiembre de 1965 se funda el CEFEPAL o Centro de Estudios Franciscanos y Pastorales para América Latina, que pronto (1967) dio origen a la revista de Cuadernos franciscanos de renovación, portavoz de las aspiraciones y del cambio de la familia franciscana en América Latina (106). Las antiguas y venerables Constituciones Capuchinas entran en un proceso de renovación, de 1964 a 1968, hasta la aparición de las nuevas Constituciones (1968), "ad experimentum". El viraje de la Orden ha sido de una magnitud antes impensable.

El P. Bernabé se encuentra en esta encrucijada del cambio que comienza (107).

Sigue el misionero y el místico

El P. Bernabé sigue su ritmo. Y, en este momento, no hace falta detallar nuevas faenas después de haber presentado el panorama de actividades y ministerios de 1966. "En cuanto a un servidor, continuaba con la marcha ordinaria de mi humilde labor apostólica. Visitaba los Barrios más lejanos en plan misional. Preparaba y administraba los Sacramentos del Bautismo, Penitencia, Eucaristía, Matrimonio, etc. En este tiempo me encontraba solo en una extensa zona. Es verdad que los Domingos venía desde Quito alguno que otro para ayudarme. Un servidor había solicitado alguna ayuda permanente..., pero sin obtenerla. Lo de siempre. ¡No había personal!" (108).

El misionero no apaga al místico, bien al contrario, Dios destella en un corazón que no vive más que para el amor a Dios y el amor a las almas.

Recuerdo que, la víspera de la Inmaculada [1966], recibí una visita del Señor, que consistía en una elevación espiritual de afectos, etc.

Si bien recuerdo, también en aquel mes de diciembre, que fui al Convento de las Madres de los Sdos. Corazones para hacer unos retiros espirituales que hicieron mucha impresión en mi alma... ¿Cómo podían pecar los Espíritus angélicos, que salieron de las manos del Altísimo tan puros, bellos y hermosos, adornados con excelentes dones de su Creador? Me llamaba la atención de una manera extraordinaria. Y, aunque comprendía que fue el abuso de su libre albedrío, con todo, siendo Dios la suma santidad, la suma pureza, el conjunto de todas las perfecciones..., ¿cómo pudo -me preguntaba extrañado- originarse la malicia del pecado en la criatura, que había brotado de la suma santidad de Dios...? (109)

Amanece un nuevo horizonte para la zona

Contemplando aquella inmensa grey, dos sentimientos batieron el corazón del apóstol andariego, P. Bernabé, uno de temor a mediados de año; otro de ilusión y de esperanza, al final, viendo que las circunstancias iban a cambiar.

En el curso de este año hubo elecciones en la Provincia para los nuevos Superiores. El Delegado de la Custodia del Ecuador regresó a la Custodia al parecer con bastante pesimismo sobre la Zona de Gualea, Pacto, etc. La noticia fue para mí de bastante preocupación. ¿Abandonar una Zona, la más apropiada para el apostolado franciscano-capuchino...! (110)

La otra cara del asunto, la cara buena, es que en el otoño cambiaron las circunstancias.

Pero la Divina Providencia dispuso de otra forma los acontecimientos. Por el mes de noviembre se pensó en cambiar al Procurador de las Misiones del oriente, que era el P. Feliciano de Ansoáin, que residía en Quito. Se le aconsejó que fuera a la provincia a descansar. Pero él pidió que se le destinara a la Zona de Gualea. Con la determinación del P. Feliciano hubo un cambio en la Zona de Gualea. Con el concurso del Obispo de la Arquidiócesis de Quito, se dividió la Zona en tres sectores: la parroquia de Gualea, que abarcaba Pacto con sus Barrios, y las nuevas Vicarías de Santa Elena y Nanegal Grande o Chontapamba.

El P. Feliciano residiría en Gualea; un servidor en Santa Elena y el P. Matías de Torrano (que también venía a la Zona) en Nanegal Grande.

El P. Feliciano hizo su entrada en Gualea el 6 de Diciembre (111).

La grata noticia de que la zona se iba a dividir en tres parroquias la recibió el P. Bernabé de labios del P. Custodio, en Gualea, el 28 de noviembre. Pocos días después, el 12 de diciembre, el nuevo equipo misionero se juntaba en Gualea con el P. Custodio, para planear su futura labor.

Con ilusión y esperanza pudo escribir el P. Bernabé estas líneas finales en el libro de la fraternidad de Gualea.

De esta suerte llegó a su fin el año 1966 con el feliz augurio para esta zona -importante ya- de ser en adelante mejor atendida para llegar a formar una auténtica cristiandad. Que el Todopoderoso sea propicio en esta porción de la viña del Señor y haga que fructifique en abundancia de virtudes cristianas. ¡Fiat, fiat! (112)

 

Capítulo XX

En la región de Santa Elena (1967)

Querida Gualea

El año 67 comenzó con buenos augurios por lo que acabamos de referir. Dejemos Santa Elena, no sin antes darle una despedida llena de cariño. Queda en buenas manos. Como pastor de la grey va a estar el P. Feliciano de Ansoáin. Junto a él van a residir en fraternidad el hermano Fr. Antonio de Alsasua (113) y el misionero seglar de Tudela (Navarra) Alberto Ariza Remiro. Seguramente que pensaron los hermanos que la nueva situación era como un reinicio de Gualea, bajo el ímpetu apostólico y organizador de Feliciano.

Hay que recordar que el P. Feliciano, hermano carnal de otro capuchino, el P. Raimundo, de semejantes características, muerto en accidente en acto de servicio, ayudando a unos emigrantes en Francia (1964), había sido ya misionero en activo en la selva de Aguarico y luego procurador de la misión en Quito durante ocho años (114). Al cese en su cargo de procurador, se le ofreció la oportunidad de pasar un tiempo en España. Lo necesitaba. Pero él prefirió seguir en la brecha y pensó en la zona. Ya conocía Gualea, y fue destinado a Gualea.

Al hacerse cargo de la casa, vio que aquello era un desastre. Puede pensarse que a desdoro del P. Bernabé, aunque habremos de precisar. Por fidelidad a la historia tenemos que transcribir las primeras líneas de la Crónica que siguió escribiendo el P. Feliciano, y que no son precisamente una alabanza para el P. Bernabé. "¿Cómo encontramos la casa? El edificio en estado de abandono. Las ventanas pintadas en sus vidrios, los cuartos malolientes, sin radio ni cocina, pues los habían robado. El huerto abandonado transformado en selva. Las cercas caídas. Daba la sensación de encontrarnos en una casa totalmente abandonada..." En 1954 se habían comprado unas cuadras de tierra "para potreros de los caballos de los Padres". Santos de Egüés había vendido unas cuadras, cobrando, de momento, la mitad del importe... "Y ¿el resto? Cuando pueda". En resumen, concluye el P. Feliciano: "Mi impresión: abandono de Gualea por Superiores Mayores y Menores. En lo parroquial: se han visitado los barrios, muchas veces heroicamente; se han apuntado los bautismos, matrimonios. Obra parroquial a fondo no se ha hecho" (115).

En fin, según el impetuoso y organizador misionero, tienen, pues, que repartirse responsabilidades superiores mayores y menores, y el P. Bernabé la parte que le toca. El P. Bernabé no tenía tiempo...

La nueva configuración de la zona y el convenio con la curia diocesana

El día 13 de enero se juntaron en Quito con el Custodio los tres responsables directos de la pastoral en la zona: PP. Bernabé, Matías y Feliciano, a fin de preparar el convenio que se iba a firmar entre el Obispo y el Custodio de capuchinos. A las tres de la tarde los cuatro fueron recibidos por el Obispo (116).

El convenio fue firmado con fecha de 8 de febrero de 1967 entre el Obispo Coadjutor de Quito y el Custodio Provincial de Capuchinos, y está redactado en los siguientes términos.

I. El Excmo. Señor Obispo Coadjutor "Sedi Datus" de la Arquidiócesis de Quito, se compromete:

a) A erigir la zona noroccidental de la provincia de Pichincha, que abarca los territorios de las parroquias civiles de Pacto, Gualea, Nanegalito y Nanegal en Vicaría misional dependiente directamente del Prelado Arquidiocesano de Quito, en cuanto a lo eclesiástico y pastoral, y del Muy Rvdo. Padre Custodio Provincial de Capuchinos del Ecuador, en cuanto al régimen religioso.

b) A entregar toda la zona indicada a la Orden de Capuchinos del Ecuador para un período de veinticinco años.

c) A crear, además de la parroquia de Gualea y Pacto ya existente, dos vicarías parroquiales más, las que oportunamente serán elevadas a la categoría de parroquias eclesiásticas.

d) A proporcionar ocasionalmente alguna ayuda económica, que será cobrada, previo el respectivo aviso que se dará a la Orden Capuchina, en la Rvma. Curia Metropolitana de Quito por el R. P. Procurador de la Custodia Capuchina.

e) A aprobar y recomendar ante los organismos y entidades que pudieran prestar colaboración económica, los proyectos comunes de desarrollo pastoral y eclesial de la Vicaría Misional que los tres sacerdotes capuchinos, que trabajan en la zona, de común acuerdo presentaren ante dichos organismos nacionales o internacionales. Estos proyectos serán firmados por los tres sacerdotes de la Vicaría Misional y llevarán el Visto Bueno del M. R. P. Custodio Provincial.

d) A entregar dos camionetas, pagadas en la mayor parte de su costo por el Prelado de Quito, para el equipo misional de la zona, a fin de que sean distribuidas entre los tres centros parroquiales de la zona, según el parecer de los miembros del equipo.

El M. R. P. Custodio de la Orden Capuchina en el Ecuador se compromete:

1. A recibir la zona noroccidental de Pichincha, arriba designada, para que sea atendida espiritualmente por sacerdotes de la Orden Capuchina.

2. A destinar para la atención parroquial y pastoral de la Vicaría Misional aceptada a tres sacerdotes Capuchinos y a dos hermanos coadjutores: un sacerdote y un hermano para Gualea y Pacto; un sacerdote para Santa Elena y Nanegalito; un sacerdote y un hermano para Nanegal. Estos sacerdotes atenderán a todas estas parroquias civiles y a todos los barrios y caseríos de la zona.

Este convenio, que es para un período de veinticinco años, deberá ser revisado cada cinco años, sea para comprobar su aplicación, sea para la modificación o ampliación de sus cláusulas (117).

Personas y panorama

El proyecto está en marcha. Hace falta designar las personas y poner manos a la obra. El equipo, con su triple centro, quedó constituido así:

Gualea: P. Feliciano de Ansoáin, Fr. Antonio de Alsasua y el seglar misionero Alberto Ariza.

Santa Elena: P. Bernabé.

Nanegal: P. Matías de Torrano.

La verdad es que ya comenzamos con una interpretación con "epikeia" de las cláusulas del contrato, porque allí se hablaba de un sacerdote y un hermano para Nanegal. Ahora bien, en tiempo de carestía las cosas se hacen como se puede..., y se camina con abundantes dosis de buena voluntad.

El panorama ya lo conocemos. Mas, por un sentido de precisión y fidelidad, aun a costa de ser repetitivos, vamos a trasladar aquí los datos del informe oficial dados al Boletín oficial de la Provincia como resumen del año 1967, tiempo en que nos encontramos.

 

* * *

La zona de Gualea es país de misión. Hay en Ecuador otros territorios dependientes de Propaganda Fide, cuyas condiciones de apostolado son mucho mejores que las de esta región. La situación cultural, social, económica y educacional de la zona es inferior a las de cualquier misión propiamente dicha.

Las vías de penetración que recientemente se están abriendo, son malísimas y ofrecen múltiples peligros para el sacerdote. Los vehículos de servicio público hacen el recorrido normal en seis horas; sin embargo, gracias a estos caminos que se van abriendo, la gente se forma en pequeñas agrupaciones humanas, que siempre facilita un poco la labor pastoral.

Económicamente, las familias son pobrísimas y de escasos recursos. Estos núcleos poblados formados en plena selva, están integrados por gentes que han emigrado de otras zonas de la República, en donde no tenían medios de vida. Si todas nuestras fundaciones en Ecuador son pobres, podemos decir que Gualea es la más pobre entre las pobres. Las escuelas rurales, en su mayoría, están hechas con material de selva. No existe ningún centro de formación media.

Actividades. El centro de apostolado es el pueblecito de Gualea. Esta parroquia cuenta con 13 anejos en los que hay escuelas primarias. La población asciende a 12.000 habitantes.

A una distancia de 50 kilómetros, por pésimos caminos, está la parroquia de Nanegal Grande, que tiene 5 anejos con 4 escuelas, con un total de 7.000 habitantes.

Finalmente, Santa Elena, en el centro de la zona, con cinco anejos, cuatro escuelas y una población de 7.000 habitantes. Gracias a los medios de locomoción que ha proporcionado el Sr. Arzobispo de Quito, a cuya Diócesis pertenece la zona, se puede facilitar el cumplimiento del precepto dominical a casi todos los feligreses, pues los padres que atienden la zona, entre sábado y domingo celebran 15 misas. Pero, desafortunadamente, el padre rara vez puede visitar las escuelas de su zona.

Obras sociales. Hay varias cooperativas en formación con el fin de reunir poblados en los que haya colegios, escuelas e iglesia. Funcionan normalmente, gracias a la ayuda de Cáritas (118), varios comedores escolares. Se atiende también a las familias pobres y a los enfermos con el dispensario.

En Gualea y en Tulipe se está levantando una capilla; en Pacto, una iglesia bastante grande. Se están abriendo caminos con los tractores del Consejo provincial. Está en edificación una casita para las monjas en Pacto y se proyecta implantar un colegio técnico.

En Santa Elena, este año se ha establecido una comunidad de religiosas de enseñanza, se ha construido la casa parroquial y se está adecentando la iglesia. También se proyectan algunas parroquias en distintos lugares de esta misma parroquia.

En Nanegal Grande, siguen las obras de reparación de la iglesia, y, al mismo tiempo, se está construyendo una capilla en el lugar llamado Santa Marianita.

Catequesis. El padre de Gualea atiende semanalmente a 10 catecismos, el de Nanegal Grande a 6 y el de Santa Elena a 6.

Bautismos en toda la zona. Bautismos, 400. Confirmaciones, 262. Matrimonios, 42. Comuniones por devoción, 2.400. Centros catequísticos, 24. Primeras comuniones, 257. Misiones, 8.

Problemas morales. Además de las dificultades materiales de traslado de un lugar a otro, los Padres han chocado también con gravísimos problemas morales. Los vicios principales son la cocaína, la borrachera del trago, y consecuencia muy lógica, los amancebamientos. Con todo, los Padres han trabajado mucho en este aspecto social aunque los frutos no se pueden ver en el primer año de labor (119).

 

* * *

Culto, catequesis y vida quieren amalgamarse en debidas proporciones. El interés por la proyección social de la fe irá cobrando cada vez mayor relieve.

La vida de los hermanos

Con el nuevo personal se contempla una nueva perspectiva; se puede cultivar de manera cercana la vida de fraternidad. De hecho comenzaron a reunirse de tiempo en tiempo en plan de retiro espiritual, convivencia, intercambio y diálogo en torno a proyectos pastorales.

Puestos en marcha, hubo un retiro los días 13 y 14 de febrero, en la primera semana de Cuaresma, reunidos en Gualea. "Hoy por la tarde [día 13] llegan los PP. Bernabé y José Ángel Múgica. Se inicia, en plan natural, de vivencia sacerdotal, la reunión. Muy interesante, muy práctica. Llegamos a conclusiones realizables. [El 14] continúa la reunión y el día de retiro. Por la tarde el P. Bernabé y el P. José Ángel se regresan a Santa Elena y Nanegal, respectivamente. Todos quedamos conformes en tener otra vivencia sacerdotal en el tiempo de Pascua" (120). Son las breves notas y reflexiones que ha tomado el Párroco de Gualea, P. Feliciano.

La vez siguiente fue el 10 de abril. De madrugada ha salido el carro de Chontapamba o Nanegal. Van el P. José Ángel y el hermano Fr. Victorio de Calatayud, y, al pasar por Santa Elena, recogen al P. Bernabé. En este día hubo una conversación y decisión de consecuencias: "Se conviene en que la A.M.F. (Acción Misionera Franciscana) se haga cargo de toda esta Zona tan importante" (121).

La vida fraterna brindaba en la nueva situación otras posibilidades. Y es justo detener aquí el relato para traer una aportación sobre uno de los aspectos controvertidos del P. Bernabé: la fraternidad, el amor a la fraternidad. "En este punto no le comprendimos al P. Bernabé - escribe José Ángel Múgica -. Se pensaba que huía de la fraternidad para vivir más libremente... Estábamos equivocados. El P. Bernabé amaba a la Orden y amaba la verdadera fraternidad. El buscaba una fraternidad de oración, de reflexión, de mutuo respeto ante los carismas personales. No le interesaba una fraternidad que no le llevara a Dios. [...]

Recuerdo que, cuando en la zona de Gualea comenzamos a vivir y trabajar en equipo los religiosos que vivíamos en Gualea, Santa Elena y Nanegal, el P. Bernabé me decía: Esto me gusta a mí. Contento viviría así siempre. Es que llevábamos vida de fraternidad tal como concebía él: oficio en común, lunes de oración y reflexión, comunicación fraterna, evaluación del apostolado..." (122)

La Acción Misionera Franciscana en la zona

Acabamos de nombrar a la AMF, una sigla referida a una institución que hizo su presencia en esta historia el 26 de febrero de 1966. Hay que saber que el P. Matías junto con la Srta. Juliana Oliden fue el fundador de la AMF en Zaragoza, obra surgida al abrigo de la Orden Franciscana Seglar, los terciarios. En sus estatutos era una obra totalmente misionera con la finalidad expresa de ayudar a las misiones capuchinas. La palabra AMF ¡qué derroches de generosidad trae a la memoria de muchos capuchinos, que vieron a estas Misioneras de la Divina Pastora, personas de ferviente oración, del todo entregadas a las obras misionales sencillas en la zona noroccidental de Pichincha, en Aguarico y en otros puntos de Ecuador! Hablamos en pasado, rememorando la década de los cincuenta, de los sesenta y setenta. No se ha escrito la historia de la AMF y en esta historia del P. Bernabé entra sólo de soslayo (123).

Una Misionera de la AMF, Olga Ripoll, que por aquellas cuestas de Nanegalito - un misionero al volante - sufrió una caída con graves consecuencias en las cervicales, trae a su memoria, o mejor al corazón, la amable figura del P. Bernabé.

"Para mí, el P. Bernabé era un santo. Su figura simplemente conducía a la contemplación de Dios, pacificaba, irradiaba serenidad. Su pobreza la recuerdo como sería la pobreza de Francisco: humilde, sencilla, sin ruido, como natural en sí mismo, como un don de Dios para quienes tuvimos la gracia de conocerle y de estar a veces cerca de él. Para mí era la encarnación, desde el don de Dios, de la verdadera simplicidad. Parco en palabras, con un silencio cercano, atento a todos, austero hasta la heroicidad consigo mismo, y, al mismo tiempo, atento a las mínimas necesidades de los hermanos. [...]

Cuando alguien iba a su Zona y tenía que pasar allí la noche, el P. Bernabé, sin decir nada, iba a hablar con alguna familia para que preparasen una cama a la hermana y la cena o la comida. El pasaba casi literalmente con nada. Cuando salía de la Zona, solía venir a gusto a nuestra casa de Quito y aceptaba con sencillez lo que se le ofrecía. Lo mismo cuando llegaba a nuestra fraternidad de Gualea, o Nanegalito. A veces venía con los pies destrozados. Agradecía con una sonrisa el que le ofreciéramos agua para descansar.

En alguna ocasión en la que hemos participado en Eucaristías fraternas en Playas o en Quito o en Gualea, a la hora de compartir la Palabra, el P. Bernabé era siempre breve: como era tan natural y profunda su vivencia de la Palabra, no necesitaba más explicación que el silencio. Abría las manos, sonreía y decía: Así es, eso dice la Palabra... Como si dijera: Si se explica demasiado, pierde su esencia" (124).

Un poco más todavía con el testimonio de la hermana Olga, que al fin son ráfagas que nos iluminan el ambiente de aquellos años. "Si el P. Bernabé decía enfadado alguna palabra, la gente tenía miedo, pues se cumplía. Toda su vida era un testimonio de Evangelio. Todos le queríamos con amor entrañable: sus ojillos azules, su diminuta figura y su sonrisa picaresca irradiaban bondad. Su austeridad heroica no era denuncia que hiriese, sino el don de Dios que impregnaba su vida" (125).

No olvidemos que el P. Bernabé, cuando vino a Ecuador, viajó con el iniciador de la AMF, P. Matías, y dos misioneras de esta familia franciscana. Con el correr de los años, cuando tantas transformaciones se produjeron en los capuchinos de Ecuador, hubo también un proceso en la AMF, que no es tema de esta biografía, aunque sea tema bien querido de la fraternidad capuchina. Y el P. Bernabé sintió el sesgo que iban tomando las cosas. Las hermanas que permanecieron acaso pensaron en un relanzamiento, con un proyecto más desde las perspectivas de América Latina... (126)

La visita del P. Provincial de España

El P. Francisco de Arizcun, que había sido elegido ministro provincial de Navarra-Cantabria-Aragón el año 1966, cumpliendo con el deber pastoral que imponían las Constituciones, vino a ver a los hermanos de Ecuador, como a los demás hermanos de la provincia residentes en Estados Unidos, Chile y Argentina. En Ecuador estuvo dos meses, de la primera quincena de marzo hasta el 17 de mayo (127).

Del 1 al 7 de mayo anduvo por la zona, viendo a los hermanos y las obras de las parroquias de Gualea, Santa Elena y Chontapamba. No tenemos noticia de indicaciones especiales que hubiera dado a estos hermanos.

Al final, escribió de despedida una carta a los religiosos de la Custodia (13 de mayo, "cincuentenario de las apariciones de Fátima" - así lo indica -) y, unos días más tarde, otra carta a los misioneros de Aguarico (24 de abril, San Fidel de Sigmaringa). Tres recomendaciones u "ordenaciones de visita" - tal es la nomenclatura tradicional entre los capuchinos - para los de la Custodia. Que exista un horario básico, aplicable a todas las casas, salvando unos actos espirituales mínimos; la segunda, que, al menos cada dos meses, se junten los hermanos en plan de retiro y formación.

La tercera sea, acaso, la que mejor define el temperamento del P. Francisco y dice así: "Siendo la caridad el alma de todo apostolado (Apostolicam actuositatem) os la recomiendo encarecidamente y de modo especial; y dentro de ella, la corrección fraterna, señalada por Jesús en su Evangelio (Mt 18,15-17), sin olvidar la recomendación de nuestro padre san Francisco: En cualquier lugar donde los hermanos se hallaren, especialmente y con diligencia se deben reverenciar y honrar unos a otros, sin murmuración... Y muéstrense contentos en el Señor, alegres y religiosamente graciosos. (Primera Regla, cap. 7)" (128).

Para situarnos en la marcha general de la provincia, hemos de recordar que el trienio del P. Francisco (1966-1969) es el tránsito de las Constituciones antiguas a las nuevas, trienio de forcejeo y de gestación. La ley obliga todavía y la vida va arrollando. El P. Francisco, con gran delicadeza y espíritu, ha querido mantener las esencias (129). El "cambio" constitutivo en la provincia se produce a partir de 1969 y 1970. En Ecuador - pensamos - ocurre lo mismo.

Otros dos sucesos importantes para la zona en 1967

El establecimiento de una comunidad de Religiosas de los Sagrados Corazones en Santa Elena, el 13 de agosto, fue una gran bendición. El P. Bernabé había orado tanto por ello..., y había pedido oraciones.

He aquí retazos de su corazón escribiendo a una persona que ya conocemos. "Te encomiendo una intención; existen fundadas esperanzas de que vengan a Santa Elena religiosas de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, esa gracia tan grande para toda la zona, sobre todo, para la enseñanza del Catecismo" (4 mayo 1966). Ya vino la Madre General con la Provincial a ver el lugar (7 mayo 1966). "También estoy haciendo diligencias para traer a unas misioneras a esta zona" (3 septiembre 1966). "La casita destinada para las Religiosas Misioneras en Santa Elena, va adelante. Quizás para la Semana Santa esté terminada, aun cuando andamos un tanto escasos de fondos" (24 febrero 1967). "Espero también para mediados de junio lleguen las Misioneras. Aún no han venido, pero la casita está preparada" (19 mayo 1967). "No han llegado aún las Madres, las espero en este mes de agosto" (4 agosto 1967).

"El día 13 de agosto llegaron las Madres de los Sagrados Corazones a Santa Elena, como misioneras. Ya se han establecido... El campo de apostolado que se les presenta es extenso. Ya les encomendarás para que el buen Jesús les ilumine en todo, las fortalezca y les de acierto en todo lo que emprenden para gloria suya y bien de las almas" (130).

Sin duda que se había establecido un especial afecto entre el P. Bernabé y las Religiosas de los Sagrados Corazones, porque en Quito distintas veces había acudido a ellas en plan de acogida y retiro espiritual.

Ya tenemos, pues, en la zona a las Misioneras de la Divina Pastora y a las Religiosas de los Sagrados Corazones.

El otro suceso importante fue importante al revés, por lo triste y penoso. La noche de ánimas, el P. Feliciano, el impetuoso misionero P. Feliciano, sufrió un ataque al corazón y murió. Lo encontraron cadáver en la madrugada del 1 de noviembre. Ya había tenido algún síntoma, según la Crónica que él mismo escribió... No había querido venir a España a reponerse y descansar... Murió...

De este hombre, que era actividad y empuje, se pudo escribir: "No abandonó la práctica de la oración mental, para la que se ayudaba del Evangelio y, en los últimos años, de los documentos conciliares. Jamás se dispensó del retiro mensual, en el que hacía participar a sus colaboradores" (131).

Los funerales fueron una gran manifestación. En Gualea los presidió el Prefecto Apostólico de Aguarico, P. Alejandro Labaca (o P. Manuel de Beizama). Su cuerpo descansa en el boscoso cementerio del pueblo.

Morando en las Llagas de Jesús

Lo más importante de la vida del P. Bernabé es lo que no se cuenta, lo que no se puede contar. Estoy muy convencido de ello, y temo que el cúmulo de datos que vamos aportando despiste al lector; lo distraiga con historietas que entretienen, pero que no dan en diana. Lo más importante de la vida del P. Bernabé es su intimidad con Cristo.

"Intimidad con Cristo", escribía José Ángel Múgica, iniciando un párrafo, tan cargado de intuición como de sinceridad y valentía.

"El P. Bernabé vivía con Cristo y para Cristo. Sin esto todas las anécdotas que se cuentan de él no tienen explicación. El quería reproducir los sentimientos y la vida de Jesús. Su lema era: Querer siempre y cumplir siempre lo que quiere Jesús.

Ese anhelo lo alimentaba en sus largas oraciones, arrodillado ante el sagrario, medio perdido en su manto, y en sus paseos solitarios dentro del templo o por los campos. El P. Bernabé veía a Jesús en el sagrario. De ahí su deseo de visitar iglesias. Al llegar a La Guaira, en nuestra travesía a Ecuador, su preocupación fue encontrar una iglesia abierta para estar con Jesús. Las tres horas que estuvimos visitando Caracas, el P. Bernabé estuvo gozando de Jesús en una iglesia, solo.

Como san Francisco, también el P. Bernabé deseó visitar Tierra Santa para captar mejor la vida y los sentimientos de Jesús. Y lo consiguió. De ese viaje nunca habló con nadie (132). Para Bernabé fue un secreto de Jesús.

Una vez convencido de que una cosa era voluntad de Jesús, se enfrentaba con todas las dificultades y oposiciones, hacía violencia a los Superiores y hasta recurría al Sr. Cardenal de Quito, Pablo Muñoz Vega, para lograr lo que creía ser voluntad de Jesús. Tal es el caso de su permanencia en la zona de San Miguel de los Bancos.

No todos los religiosos, ni todos los superiores descubrieron el secreto de esa actuación del P. Bernabé. Fue achacado más de una vez de desobediente, lo que constituyó un tormento para Bernabé; pero nunca se le oyó una queja contra los superiores" (133).

Escribía cartas con cierta abundancia en aquellos años (1966, 1967...) y al escribir, apenas si sabía hablar de otra cosa sino de las Llagas de Jesús, de las benditas Llagas de Jesús, de las santísimas, de las sacrosantas Llagas de Jesús. Como muestra, valgan tres párrafos, sin aludir a la persona destinataria.

Y si has conseguido la dicha grande de morar espiritualmente en las Llagas santísimas de Jesús, te invito de nuevo, al acercarse el mes del Corazón Divino, a ahondar más aún en la Llaga benditísima de su Corazón de Amor. ¡Oh qué secreto más dichoso poder morar dentro de la herida del Corazón Divino, el descanso de las almas piadosas y habitación segura de las almas sencillas y humildes que, como la paloma, han encontrado el lugar donde fijar su nido de amores.

Y ¿quién podrá describir las delicias del cielo que encuentra el alma enamorada que ha sido admitida a morar en el Santuario divino del Corazón de Jesús? No es permitido decir con palabras la suavidad que gusta en medio de las amarguras de la presente vida del destierro; ni se sospecha la fortaleza que recibe para soportar toda suerte de dolores y hasta el abandono aparente de la Justicia Divina por amor de ese Corazón, "que fue quebrantado por nuestros delitos" y que se inmoló durante su vida como Víctima de expiación y de propiciación en favor de los pecadores, a fin de obtenerles del Padre perdón y misericordia, y ofrecerles "Refugio seguro" (19 mayo 1967).

Hay cosas que no se escriben si no se han vivido. Conociendo lo que ya conocemos del P. Bernabé, no hace falta ser un psicólogo de profesión, ni un especialista en teología mística para barruntar que lo que este misionero andariego escribe es justamente lo que está viviendo en la carne de su ser. Cuando camina, muchas veces a pie desnudo, por las montañas de la zona, camina morando en las benditas Llagas de Jesús, de "el buen Jesús".

Las Llagas no son una vivencia privativa de Cuaresma o Pasión; dentro de las llagas de Jesús se puede estar en Navidad y en Pascua.

Y ¿qué quieres que te diga para el tiempo pascual? ¿Qué espíritu te ha de animar durante este tiempo? No dudo que debes volver tus ojos a las Santas Llagas de Jesús. Si durante la Cuaresma las has contemplado sangrantes, produciendo a Jesús dolores inmensos... durante el tiempo pascual las contemplarás gloriosas, despidiendo rayos de luz, que iluminan dulcemente al alma, rayos de esperanza y de amor inefable. Jesús, después de su resurrección, las quiso conservar en su Cuerpo glorificado, para presentarlas de continuo al Padre como trofeos gloriosos de su triunfo sobre el pecado, la muerte y el infierno. Las ofrece desde la tierra sin interrupción en cada uno de los altares en el Sacrificio Eucarístico al renovar su Pasión y Muerte místicamente.

Pide por la intercesión del Sco. P. San Francisco la gracia grande de permanecer unida siempre a esas Santas Llagas, hasta llegar a una cierta identificación con ellas, y que todas tus peticiones y súplicas vayan dirigidas al Padre Celestial en unión de los méritos de las Llagas de su Hijo benditísimo haciéndolas pasar por el Inmaculado Corazón de María (4 abril 1966).

Y, al acercarte a la gruta de Belén, y al adorar al Niño en los brazos de María, en unión del dichosísimo San José y los sencillos pastores de Belén, y ofrecerle tus pobres obsequios, es decir, tu corazón con todos tus deseos y anhelos, no te olvides de sus Santas Llagas. Las tenía presentes el Niño de Belén, cuando estaba recostado sobre las pajas o en los brazos de María. Tu morada espiritual debe de ser dentro de las Llagas Santísimas de Jesús. Dentro de esas santas Llagas debes tú orar y suplicar, amar y sufrir... Suplícale esa gracia grande al Niño, la gracia de morar espiritualmente dentro de sus Llagas dulcísimas... Pídele también esa gracia grande para todas las almas sencillas y buenas, para las almas que quieren ser pequeñitas delante de Dios, como la de Santa Teresita. Últimamente, suplica esta gracia para este indigno, a quien llamas tu padre espiritual: Dentro de tus Llagas escóndeme. ¡¡Oh dicha de las dichas!! (21 diciembre 1967).

Sí, estamos a 21 de diciembre de 1967. Un fraile de pequeña estatura camina y camina por las montañas, sube y baja por las montañas. ¿En qué piensa enternecido y qué vive mientras va ligero a servir a sus queridos feligreses? Oh Jesús, dentro de tus Llagas escóndeme...


Capítulo XXI

 

En Santa Elena, en años del postconcilio (1968-1969)

Pablo VI visita a América Latina en Medellín

Continuamos con la historia del P. Bernabé y bien podemos sentir que, a medida que pasan los años, nos vamos internando en áreas nuevas, al menos en ámbitos eclesiales distintos de los anteriores. Y el año 68 marca una fecha significativa, porque es el año de la Conferencia del episcopado latinoamericano en Medellín. Para quienes andan en temas eclesiales, Medellín es un emblema. Medellín es sencillamente la proyección del Vaticano II sobre América Latina, Medellín es el Concilio de América Latina. Es necesario situarnos en este contexto para tener claves de interpretación de la vida del P. Bernabé.

El CELAM - a saber, la Conferencia del Episcopado LatinoAMericano - es una institución viva de la Iglesia, nacida en 1955, a raíz de la primera conferencia general que tuvieron los obispos latinoamericanos en Río de Janeiro, aquel mismo año. Estamos en tiempos de Pío XII, en momentos en que no pensábamos en un concilio universal. Pero la marca consagratoria de esta "providencial" institución -l o de providencial lo han dicho los papas - la obtuvo en su segunda asamblea, en Medellín (134).

El día 24 de agosto de 1968, en la catedral de Medellín (Colombia), tras la celebración del Congreso Eucarístico Internacional, Pablo VI inauguró la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Del 26 de agosto al 7 de septiembre se celebró en el seminario de Medellín esta magna asamblea, bajo un lema que englobó múltiples documentos: Presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II.

Los documentos de Medellín son 16, número, por casualidad, igual al número de documentos del Concilio, cuyos titulares, divididos en tres secciones son los siguientes:

Promoción humana: Justicia; Paz; Familia y demografía; Educación; Juventud.

Evangelización y crecimiento de la fe: Pastoral popular; Pastoral de élites; Liturgia.

La Iglesia visible y sus estructuras: Movimientos de laicos; Sacerdotes; Religiosos; Formación del clero; La pobreza de la Iglesia; Pastoral de conjunto; Medios de comunicación social (135).

Definitivamente, la Iglesia en América Latina se lanza a nueva andadura bajo el impulso del Espíritu con una marcha que se ha de seguir en Puebla (1979) y Santo Domingo (1992) (136).

Los capuchinos y los nuevos caminos

El verdadero cambio de los capuchinos está significado por las nuevas Constituciones, Constituciones que fueron promulgadas "ad experimentum" en 1968, tras una gestación de cuatro años (1964-1968). La verdad es que este "experimento" de las nuevas Constituciones se prolongó muy largamente, con sucesivas revisiones en los capítulos generales. La aprobación definitiva de la Congregación de Religiosos e Institutos de Vida Consagrada vino por un decreto del 25 de diciembre de 1986. Hay una historia densa y apasionada, cuya transcendencia pueden calibrar los testigos de este cambio operado en un cuarto de siglo (137).

Por parte de los capuchinos de Ecuador, la respuesta a Medellín y a las nuevas Constituciones la fueron dando las sucesivas asambleas, que se desencadenan a partir de la aparición de las nuevas Constituciones. La primera Asamblea general de la Custodia, propiamente dicha, es la que se celebra en junio de 1969, en vísperas del capítulo provincial de la provincia madre. Era todavía Custodio 1969 el P. Santos de Egüés, religioso serio y responsable, de gran tesón apostólico, troquelado por el espíritu tradicional, del cual no se podía temer novedosas veleidades. Pero había algo que emergía desde dentro y que era incontenible, algo que en la Asamblea se manifestó en claros signos: en las determinaciones que se tomaron y en una carta fraterna preparada para el capítulo de la provincia de origen: Carta abierta de las fraternidades del Ecuador a sus hermanos de la provincia.

¿Cómo resumir el espíritu de la Asamblea de 1969 en que se buscaba rumbos nuevos? Eulogio Zudaire percibe así el cambio: "menos mal de piedra y más construcciones socioeconómicas, cooperativismo; vida fraterna en minoridad y pobreza; renuncia a la casa que puede ser antitestimonio (el nuevo edificio de Quito parece reclamar solución urgente); problema vocacional, responsabilidad de todos los religiosos" (138).

Habíamos entrado en una nueva era. La Custodia, antes, estaba orgullosa de su seminario para capuchinos en Ibarra, y eran bastantes los que habían pasado el noviciado. Ahora - escribe en noviembre de 1968 el Custodio al Provincial -"en vista del resultado casi nulo obtenido hasta el momento en el Seminario Seráfico, y como experiencia, se ha dado una nueva modalidad al Seminario, convirtiéndolo en Colegio particular con carácter vocacional" (139). Con el paso de los años de toda aquella generación de jóvenes profesos solamente uno iba a quedar (140).

La carta de los hermanos de Ecuador a los hermanos de la Provincia

No menos significativa que las determinaciones tomadas en la Asamblea de junio, más interesante, humana y cálida es la carta que escriben al capítulo de Navarra-Cantabria-Aragón que se va a juntar próximamente (29 de junio al 6 de julio de 1969) en la provincia madre, en Zaragoza. Sólo unos párrafos de un documento testimonial, lleno, por lo menos, de grande sinceridad.

Vosotros, desde la lejana Europa, sabéis algo, muy poco, de nosotros y esta ha sido una de las razones por la que hemos creído oportuno escribiros las presentes líneas en un intento sincero de información ecuánime y objetiva.

A lo largo de los meses abril y mayo, hemos venido reuniéndonos por fraternidades locales primero, comarcales después, para culminar finalmente en esta Asamblea General de nuestra casa central de Quito. Desde aquí os escribimos esta carta abierta que ponemos a vuestra consideración.

El motivo de nuestras reuniones ha tenido por objeto profundizar más y más en el estudio de las nuevas Constituciones a la luz del momento histórico de este Tercer Mundo en que nos está tocando vivir.

Os diremos que hemos pretendido encararnos a ambos objetivos con sinceridad casi extremosa. Como consecuencia, en más de uno de nosotros se ha suscitado una situación de crisis. Pero no nos hemos asustado. Consideramos que estamos pagando tributo a la sinceridad y el intento de una más profunda encarnación histórica.

Nos hemos visto muy distantes del franciscanismo como espíritu de las bienaventuranzas de que nos habla el Concilio Vaticano II, y muy desencarnados del momento actual en que vivimos y de sus exigencias. Nos hemos visto en la inercia de una cómoda línea sacramentalizadora y con un concepto todavía muy pobre de evangelización integral.

Así nos hemos descubierto y, sin más, nos hemos echado a andar desde el reconocimiento de nuestra propia culpabilidad, encadenándonos luego hacia el futuro.

Nos hemos visto, demasiado frecuentemente, como constructores materiales antes que como factores de una Iglesia viva. De ahí nuestro excesivo desgaste físico. Nos hemos visto insuficientemente preparados para el momento latinoamericano que vivimos (141).

Así sonaba la carta, sincera y descarnada. No se ocultaba el fenómeno de la retirada de hermanos, que ya había comenzado. Pero la carta era un alarde de coraje y confianza y proponía abiertos desafíos: "Este Tercer Mundo, tan franciscano por pobre y humillado, os invita a embarcaros en su alucinante aventura promocional y evangelizadora. Necesitamos especialistas en ciencias socioeconómicas y de planificación de la comunidad. Hermanos a quienes apasione el campo sindical y cooperativista. Especialistas en sicología y dinámica de grupos para echar a andar las comunidades de base, y pastoralistas... (142)

El P. Bernabé en Santa Elena, Armenia y Nanegalito

El P. Bernabé seguía su vida. El paso de Gualea a Santa Elena había estrechado la geografía de sus andanzas. "Desde 1967 mi acción apostólica fue más reducida. Atendía a las poblaciones de Santa Elena, Armenia y Nanegalito. Tengo la impresión de que, al principio, este período de mi vida fue de cierta tranquilidad y reposo. Procuré preparar la Semana Santa en las tres poblaciones" (143).

Y ¿qué métodos empleaba el P. Bernabé? ¿Había para él una nueva pastoral? ¿Se lanzaba a una nueva teología, acorde con Medellín, una teología que podía llamarse teología de liberación o "teología de la liberación"? Hay que aclarar que el P. Bernabé en ningún caso fue un reaccionario y que, sin duda, nada tenía en contra de las directrices oficiales del episcopado. Sí que sentía sus recelos frente a estas modernidades capuchinas que tanto disonaban del uso tradicional. En sus parroquias hacía lo que podía, persistiendo en la primacía de los elementos espirituales, por así hablar, de la vida cristiana. Otra cosa, él no podía.

Veamos cómo recuerda el P. Bernabé su trabajo pastoral para edificar las comunidades cristianas de Santa Elena, Armenia y Nanegalito. En Santa Elena ya tiene las religiosas por las que tanto había suspirado.

Se formó en Santa Elena [antes de que vinieran las hermanas] la Cofradía del Santísimo Sacramento, que anteriormente los PP. Oblatos habían formado dicha Cofradía..., pues estaba olvidada y abandonada. La función mensual se celebraba el Primer Domingo de cada mes, con la Comunión general de los cofrades.

[...] Más tarde se estableció también el Movimiento Familiar Cristiano, que tuvo su éxito en Santa Elena. Así, pues, Santa Elena iba recibiendo la imagen de una población cristiana, en la que no sólo había religiosidad popular, sino también penetración de la fe cristiana, a pesar de sus deficiencias.

Luego le seguía Armenia, una pequeña población que se iba desarrollando con cierta rapidez. Gracias a ciertos elementos entusiastas, se pudo terminar la Capilla, una de las mejores de la Zona. También empezó la frecuencia de los Sacramentos en ciertas épocas del año: Navidad, Semana Santa, Corpus Christi, etc.

La población más retrasada, en el sentido religioso, era Nanegalito, aunque se distinguía en el adelanto material. Tenía la fama de ser rebelde, sobre todo los Dirigentes que mangoneaban a la población. Anteriormente habían tenido disgustos con los Misioneros que me habían precedido. Un servidor se propuso rehabilitar a la población, a pesar de la ignorancia religiosa y frialdad, etc. con las que tuve que luchar.

En primer lugar, me propuse reformar la iglesia, que los dirigentes habían empezado por su cuenta, pero de forma tan destartalada, que tenía más bien la forma de un cajón. Vencidas las dificultades, pude terminar la iglesia. Procuré que se dieran pequeñas Misiones, etc.

El equipo de Gualea en misiones: agosto y septiembre (1968)

Avanzando por el año 1968 hemos de referirnos a las misiones que el equipo de Gualea, con una preciosa ayuda, dieron en agosto y septiembre de 1968. En este caso, una crónica ha recogido el pulso de las misiones (144). La Crónica de Nanegal es, parcialmente, testigo de las misiones que se dieron en agosto y septiembre. No teniéndola a mano, debemos servirnos de los datos que nos proporciona el historiador de la Viceprovincia capuchina de Ecuador, Eulogio Zudaire. Fueron los tres hermanos del equipo de la zona de Gualea - los PP. Bernabé, Matías y Joaquín - los que se internaron en esta misión.

 

* * *

Misiones (agosto, septiembre 1968), por la zona de Los Bancos, en compañía de Bernabé de Larraul y de Joaquín Sánchez, que sustituye al malogrado Noáin. Les acompañan misioneras AMF y de la Divina Providencia, hasta Puerto Quito. En jeep hasta el kilómetro 108; desde allí, a caballo, sobre derrumbes y quebradas resbaladizas, con grave riesgo físico. Pernoctan en chozas de indios, que "pasaban continuamente sobre nosotros".

Calor sofocante, hambre perruna, sed de camello, vericuetos infernales, desorientación angustiosa. Dos muchachos les guían hasta el río Caone; dos negros, contratados por 40 sucres, les conducen hasta Puerto Quito, a trechos en canoa y a trechos, por la ira de espumantes cataratas, ribera adelante. En Puerto Quito, agua hervida por toda cena y comida, y el suelo desnudo por cama, es cuanto acierta a brindarles la negra dueña de la choza. Al día siguiente José Ángel Múgica y la misionera AMF, María José, en canoa gobernada por otra negra, remontan el río aguas arriba durante 4 horas y media; se entretienen con algunos grupos ribereños, celebra misa José Ángel y regresan a Puerto Quito sin haber catado ni una banana; "cansados y hambrientos, pero contentos de haber podido conversar con aquella gente solitaria y animarlos a rezar todos los días a Nuestra Señora".

Entre tanto, Joaquín, al que entraron sospechas sobre la lucha por la vida de la negra anfitriona y de sus dos hijas, determinó mudar de choza. Celebró misa en la nueva hostería y administró bautismo a varios niños, como se había hecho en otros parajes. Tampoco aquella noche pudieron conciliar el sueño, porque en la misma habitación se acomodaban (o entraron) seis mujeres y diez niños. De nuevo, al río o a la orilla, a tenor del cauce, con sed abrasadora, hambre de gitanos y sol implacable, hasta el río Blanco y hasta La Unión. "Gracias a Dios nadie sabía que fuéramos sacerdotes ni misioneros" - comenta el hermano Matías -. Tales llegaron de andrajosos, mugrientos y desgreñados. En Santo Domingo de los Colorados las religiosas lauritas acogieron a las misioneras; y los religiosos combonianos a los tres aventureros.

En el bus de línea regresan a la capital. "Correría muy aleccionadora; palpamos el abandono en que viven tantas almas" (145).





Una súplica: ¡más misioneros!

Debemos prestar atención al mapa de la zona, para ver cómo se va abriendo el campo de apostolado con grandes distancias. Obvia conclusión: hacen falta más misioneros. Tras de aquella conmovedora correría apostólica los misioneros se presentaron al obispo. Y el obispo, con este refuerzo de argumentos, escribió al Custodio, P. Santos de Egües, con fecha de 18 de octubre.

He recibido una visita de los Padres Capuchinos que trabajan en la Vicaría pastoral de la zona noroccidental de Pichincha - escribía el arzobispo de Quito, Muñoz Vega, al custodio P. Santos de Egüés -. Ellos me han descrito su trabajo, la situación demográfica de la zona y las crecientes necesidades espirituales de sus moradores. Estoy satisfecho del celo, abnegación y entusiasmo con que el equipo misionero está trabajando. De lo que ellos me han informado aparece cada vez más claro que hace falta la presencia de uno o dos sacerdotes que atiendan directamente la zona de Mindo y los Bancos, zona que, por otra parte, va extendiéndose en la medida que avanza la carretera a Puerto Quito.

Por ello, con esta comunicación quiero suplicarle encarecidamente que disponga que el R. P. Bernabé pase a prestar sus servicios sacerdotales en ese sector de Mindo y los Bancos y que, para integrar el equipo, conceda la ayuda de un sacerdote capuchino más que sustituiría al P. Bernabé en la Vicaría parroquial de Santa Elena (146).

La petición del cardenal se refería a dos poblaciones, una de ellas importante desde hacía tiempo, y la otra en auge progresivo: Mindo y Los Bancos.

El arzobispo constataba que solo a fuerza de sacrificios se podía asumir esas nuevas tareas. La zona crecía incesantemente; la presencia de protestantes, queriéndose adelantar a la Iglesia Católica, era un hecho.

El Custodio respondía el 30 de octubre. Por el momento no se podía atender a esta petición. De vez en cuando podría ir un padre desde Quito, de viernes a lunes, trabajo que habría que combinar con la acción evangelizadora de las Madres de la Providencia.

En estas circunstancias hay que leer una carta de los PP. Joaquín Sánchez, Bernabé de Larraul y José Ángel Múgica, de fecha de 4 de noviembre de 1968, dirigida al P. Provincial y definitorio de Navarra-Cantabria-Aragón y suplicando ayuda "en las entrañas de Cristo". El definitorio examinó el asunto en la sesión del 25 de noviembre y el P. Provincial respondía: "La zona misional de Gualea está encomendada a la Custodia provincial de Ecuador; por lo mismo son los superiores de la Custodia los que deben distribuir el personal de la misma de forma que pueda atender a las diversas actividades encomendadas a los capuchinos" (147).

La misión general por toda la zona (mayo 1969)

Continuamos con misiones, un despliegue especial de misioneros por la zona, que tuvo lugar en el curso de 1969.

La misión más importante fue la que se dio al principio del año 1969: uno de los Misioneros que habían venido desde la provincia para preparar el Congreso Eucarístico de Colombia, se encontraba en Quito. Fue el encargado para dar la misión en Nanegalito en el mes de enero de 1969. El éxito fue satisfactorio en general. Hubo bastante confesiones retrasadas en años... Luego de Cuaresma de aquel año de 1969, los misioneros se extendieron por toda la Zona, desde Chontapamba o Nanegal Grande hasta Pacto. Fueron los encargados los misioneros que habían estado en Colombia con motivo del Congreso Eucarístico (148).

Se trataba de un equipo de misioneros capuchinos que había participado en una evangelización extraordinaria en Colombia, promovida con motivo del Congreso Eucarístico internacional (149).

El cuadro de misioneros y misiones dadas en la zona en mayo de 1969 es el siguiente:

1ª semana

Nanegal: P. José Luis de Tudela

Palmitopamba: P. Amado Musitu

Culantropamba: P. Juan Azpíroz

Santa Marianita: PP. Bernabé y Joaquín Sánchez

2ª semana

Santa Elena: P. Amado Musitu

Tulipe: P. Antonio Hualde

Nueva Granada: P. Bernabé

Armenia: P. Joaquín Sánchez

Gualea Cruz: P. José Luis de Tudela

El Porvenir: P. Juan Azpíroz

3ª semana

Gualea: P. José Luis de Tudela

Ingapi: P. Juan Azpíroz

Pacto Loma: P. Antonio Hualde

4ª semana

Pacto: P. José Luis de Tudela

Victoria: P. Antonio Hualde

El Paraíso: P. Juan Azpíroz

Buenos Aires: P. Joaquín Sánchez

Santa Teresita: P. Bernabé de Larraul

Se hizo una crónica suficientemente detallada de esta misión para darla a conocer a los hermanos que, desde la tierra patria, seguían las andanzas de los misioneros como cosa propia. No hace falta repetir cosas ya conocidas sobre estado y condición de la gente. Baste sólo con unos párrafos informativos sobre la realización de la misión.

Todos los padres misioneros, los de la custodia y los cuatro pertenecientes a nuestro equipo, se impusieron una tarea ardua y sacrificada. Dieron toda clase de actos, como se acostumbra en nuestras misiones, sin olvidar los grupos particulares y actos de conjunto. En algunos barrios se hizo el rosario de aurora, con mucho agrado del pueblo.

Por otra parte, ellos, con las eficaces y sacrificadas hermanas de la AMF, realizaron también las visitas a domicilio, muy costosas a veces. Queremos aprovechar esta oportunidad para testimoniar y agradecer la eficaz y ejemplar labor que nos prestaron estas hermanas de la AMF, en todo tiempo abnegadas y misioneras. Con un grupo más numeroso de ellas se podría hacer una labor muy consistente. Recorrieron incansables las casas de Nanegal, Gualea, Gualea Cruz, Pacto, Ingapi, etc... dejando en todas partes su palabra orientadora, su simpatía y su testimonio. Este trabajo que se imponían no les impedía, luego del retorno, atender a los misioneros en los cuidados de la casa.

El P. Hualde hizo una bonita experiencia, provocando en los barrios de Tulipe y Pacto Loma una labor comunal en pro de la construcción y arreglo de las parroquias. Hubo dos concentraciones importantes: la primera de ellas en Nanegal, donde nos concentramos los misioneros y misioneras, una vez de terminada la primera misión. En la plaza, que es centro de reunión y de mercado, se concelebró la misa; y al término de ella, con gran entusiasmo, se hizo la procesión de la Divina Pastora, patrona del lugar. Presentaron intenso fervor todos los venidos de los barrios, donde también se había celebrado la santa misión. Dieron singular relieve a los actos los grupos de jóvenes venidas del colegio de las hermanas de la AMF en Quito, cantando la misa y alegrando después la simpática fiesta.

La segunda concentración se realizó en Pacto, hasta ahora anejo al padre Joaquín, y ahora lugar de su residencia. La concelebración se hizo dentro de la Iglesia (150).

Buenos los resultados, francamente satisfactorios, sin que sea posible hacer estadísticas. Y una nota referente a los matrimonios. Hubo, sí, "arreglos de matrimonios, aunque no se han pretendido directamente, siguiendo la táctica impuesta hoy por los obispos americanos". Se hace notar también la presencia de los protestantes, pequeños grupos ("grupitos muy aislados") que obviamente no participaron.

Acciones de promoción social

Puesto que estamos hablando de las misiones de 1969, vamos a referirnos a un programa de acciones de promoción social que pertenecen a este mismo año. La zona, por el ímpetu del P. Feliciano, ya había entrado en cierto movimiento cooperativista, que se hará particularmente intenso en los años siguientes (151). Evangelización y promoción social van a ir conjuntas en la actividad de los misioneros.

Por lo que respecta a este año - y adelantándonos a sucesos que referiremos después - anotamos que el 29 de octubre se firma en Quito una amplia memoria dirigida al Episcopado alemán de Munich con el concepto de Ayuda a la Iglesia necesitada, en pro de la Región "cuasimisional" de la zona noroccidental de Pichincha. Detrás del proyecto está el activo y organizador P. Néstor Zubeldía. Se trata de un plan quinquenal programado en cuatro sectores: salud y vida, educación, promoción humana, mensaje.

Salud

Primer año: terminar de construir el hospital de Gualea y equiparlo convenientemente.

Segundo año. Construir dispensarios en Santa Elena, Nanegalito, Nanegal y Pacto.

Tercer año: Construir dispensarios en Urcutambo, Las Delicias, Tulipe, Culantropamba.

Cuarto año: Equipamiento de dispensarios

Quinto año: Equipamiento de dispensarios: Mindo y Los Bancos.

Educación

Primer año: Creación del colegio de ciclo básico en Pacto.

Segundo año: Creación del colegio de ciclo básico en Nanegalito.

Tercer año: Creación de centro de capacitación para la mujer en Nanegal.

Cuarto año: Creación de centro de capacitación para la mujer en Pacto.

Quinto año: Equipamiento de todos estos centros.

Promoción humana

Primer año: Creación de un centro promocional.

Segundo año. Creación de una emisora socio-cultural.

Años sucesivos: Sueldos para tres personas responsables de dichos centros.

Mensaje

Primer año: Terminación de la iglesia de Pacto.

Segundo año: Terminación de la iglesia de Nanegalito.

Tercer año: Construcción de capillas en Tulipe y Culantropamba.

Cuarto año: Iglesia de Nanegal.

Quinto año: Capillas en Santa Marianita, Urcutambo, Tulipe, Gualea, Gualea Cruz, El Porvenir, Mindo, Los Bancos, Puerto Quito.

Y en estos cinco años, red de catequistas para estos centros (152).

En resumidas cuentas, se solicita una ayuda quinquenal de 236.000 dólares USA, que equivalía a 47.200 anuales. Un mapa gráfico con localidades y señalización de distancia acompañaba la solicitud. Cada una de las partidas llevaba su asignación detallada. Salud y mensaje eran las partidas más fuertes: 74.000 para salud, 75.000 para mensaje; pero en este apartado, mientras se pedía 14.000 dólares para construcción de capillas, se solicitaba 40.000 para trabajo de catequistas.

No tenemos a mano la respuesta del episcopado alemán, que probablemente habría sufrido amplios recortes. Pero en esta narración no es tanto el dato lo que nos interesa cuanto el espíritu de lo que se pretende. Y la idea queda manifiesta: salud y mensaje, evangelización y promoción, eso es lo que se busca, acentuando, según uno u otro misionero, más un término que otro.

El profeta Bernabé y sus hermanos que buscan "una más profunda encarnación histórica"

Volvemos al P. Bernabé para escuchar lo que dice su corazón al redactar su memoria autobiográfica.

Sin duda aquellas misiones populares que se extendieron hasta los Recintos más pequeños de toda la Zona contribuyeron a una renovación en la fe cristiana.

Uno de los recuerdos que tengo de los años 1967 y 1968 es que encontraba un alimento especial para mi alma en el Via-crucis meditado (153).

Con esta observación que nos entrega el P. Bernabé nos encontramos, como decíamos al final del capítulo anterior, "morando en las Llagas de Jesús". Este es su centro y desde ahí arranca su estructura. Sin ser cargantes en el tema que vamos considerando, se puede apreciar, entre el estilo personal del P. Bernabé y la marcha de la Custodia, una cierta diferencia.

Seguramente que el lenguaje de los nuevos modos de la Custodia le resultaba extraño al P. Bernabé. Pero su Obispo, Mons. Pablo Muñoz Vega, no veía, al parecer, con alarma la pastoral de este singular misionero, ni mucho menos. Cuando ya todo había pasado y el P. Bernabé era difunto, tuvimos la ocasión de preguntar al prelado sobre la pastoral del P. Bernabé, que no era ni la de Medellín ni de Puebla, "por donde va trabajando el episcopado latinoamericano".

- "Sí, este es un punto importante para dar un juicio objetivo - respondía literalmente (veremos luego toda la entrevista) -. La pastoral del P. Bernabé era la de un profeta, de un hombre de Dios, en unas circunstancias concretas, en una misión como ésa. Pero actualización, en el sentido pastoral, el P. Bernabé no la tuvo. [...] Ahora, yo no creí que al P. Bernabé había que un poco obligarlo a que entre en este cauce. No estaba preparado para una renovación de este tipo" (154).

Así están las cosas. Queremos aportar evocar situaciones y aportar testimonios más bien que pronunciar nuestro propio dictamen.

Continuando la historia, y antes de pasar página en el libro, hemos de informar de que, a mediados de aquel año 1969, en el capítulo provincial citado, fue elegido ministro provincial el P. Aurelio Laita, que permaneció por dos trienios en el cargo (1969-1975) y que marca claramente el paso definitivo al nuevo estilo de la provincia. Las líneas del cambio fueron sensibles en la primera reunión de superiores locales aquel mismo año (Tudela, septiembre 1969) (155) y que grabaron surco en el primer capítulo extraordinario de la provincia (27 diciembre 1970 - 6 enero 1971) (156).


Capítulo XXII

 

Visita a la tierra patria (1969)

 

y la nueva situación al regreso (1969-170)

El P. Bernabé visita la tierra patria (verano 1969)

Y, de nuevo, que nos lo cuente el P. Bernabé.

Llevaba en el Ecuador siete años. Según el reglamento en la Viceprovincia sobre los viajes a la provincia, podía pedir la licencia para poder marchar a visitar a mis familiares y amistades, etc. (157)

Mantenía correspondencia epistolar con algunas personas con las que me unía una amistad espiritual. Así pues, llegado el mes de junio, el día de San Pedro, juntamente con mi tocayo Bernabé Villanueva, Misionero en la Prefectura Apostólica de Aguarico, a cargo de la Misión Capuchina, me embarcaba en la Compañía Iberia con rumbo a España (158). Llegamos a Madrid hacia las nueve de la mañana el día treinta de junio. Luego, aquella misma tarde, en tren hasta Alsasua, que llegamos el día 1 de julio hacia las siete de la mañana.

En el Colegio Seráfico de Alsasua nos recibieron con muestras de atención fraternal. Después de celebrar el Santo Sacrificio de la Santa Misa - un servidor celebró en eel Altar de la Inmaculada, de recuerdos emotivos para mí - transcurrimos el día en compañía de nuestros hermanos de Alsasua, que se interesaron de nuestros trabajos misionales en el Ecuador. Al día siguiente partí para Rentería, de donde había partido para las tierras del Ecuador. En el Convento de Rentería fijé mi estancia durante el tiempo de mi permanencia en la Provincia. Y empecé mi visita a diversos lugares (159).

A alguien se le ha quedado en las pupilas la imagen del P. Bernabé en el aeropuerto de Quito, con su equipaje. "Fuimos a acompañarle al aeropuerto -cuenta Olga Ripoll -. Su único equipaje era una muda de ropa interior, el breviario y unos kilogramos de plátanos. Cuando pasó por la aduana, los policías que le revisaron el equipaje, se echaron a reír..." (160)

Visitando las fraternidades

En los cuatro meses que permanecí en la Provincia, fui recorriendo las diversas fraternidades de la Provincia y recogiendo algunas limosnas para mis obras misionales. En los cuatro meses que permanecí en la Provincia creo haber conservado mi ritmo espiritual. En el mes de septiembre me recogí en el Monasterio de las Clarisas de Arizcun para hacer una semana de Retiros (161).

Muchos religiosos de la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón pueden recordar perfectamente el paso del P. Bernabé por diversas fraternidades. Lo pueden ver en el presbiterio, haciéndose cargo de la homilía dominical. Aquel domingo se encargaba él de la predicación en cuantas misas le pareciera bien al superior. Lo podéis imaginar. Cuerpo pequeño y estrecho, encogido, y con un cierto rasgo de timidez que cautiva. Y ¿qué predicaba el P. Bernabé? Cosas absolutamente sencillas, hablando del Señor y pasando luego a las necesidades de las misiones donde él trabajaba. Hace falta construir capillas, hacen falta también dispensarios y escuelas... La gente es muy buena y muy pobrecita... y tenemos muchas necesidades.

Los fieles escuchaban impresionados. Luego el mismo P. Bernabé cogía el cestillo y pasaba por los bancos de la iglesia. Y la colecta resultaba del todo extra porque en las palabras de aquel pobre fraile no había ni interés ni engaño.

El paso por los conventos, la visita a sus amistades, el trato con las personas cuya dirección espiritual había cultivado, y la oración le llenaban sin ocios el tiempo de sus "vacaciones". A su dirigida más afecta de Ecuador, que perdió la madre en este intervalo, le mandaba el P. Bernabé entrañablemente el pésame y pedía perdón por no haber podido escribir antes. "Perdóname una vez más, el no haberte escrito antes. Otro lo hubiera hecho, pero tu padrecito Bernabé, es muy limitado, y no sabe hacer dos cosas a la vez. Quiero decir, querer visitar las familias y amistades y a la vez escribir cartas" (162).

Peregrino a Lourdes

Una cosa importante que hizo el P. Bernabé en España fue peregrinar a Lourdes. Con ello satisfacía su devoción personal de amor a la Madre de piedad y daba una profunda alegría a una familia muy afecta a él. Suceso significativo, porque lo ha recordado en su Autobiografía.

El día 18 de Julio tuve la oportunidad de marchar con un grupo de mis amigos a Lourdes en peregrinación, donde recibieron por vez primera la Santa Comunión dos niñas, de las que a una de ellas la había bautizado antes de mi partida al Ecuador. Al regreso me sentí contrariado, porque no se habían realizado los actos religiosos en el santuario de Lourdes según mi deseo..., y hubo algo de profano que me contristó (163).

Justo aquellos días escribía a una persona de Ecuador, de suma confianza, manifestándole el anhelo insaciado de su alma. Le decía así:

Supongo que querrás saber algo de mi vida por estas tierras de España. Desde que llegué - al principio de este mes - me ha tocado recorrer varios lugares; he visitado algunas familias; he estado en Lourdes en la Primera Comunión de dos niñas. La Virgen Inmaculada de Lourdes es el santuario más visitado por toda clase de personas de todas las naciones de la tierra. Acuden cada día millares de peregrinos a la Gruta bendita, donde se apareció la Virgen Inmaculada. Pues bien, te digo con sinceridad mi pobre alma no encuentra el descanso apetecido, no encuentra en ninguna parte.

Por segunda vez pudo peregrinar al santuario de la Virgen, como le escribía a una dirigida de Ecuador: "El día 7 de octubre estuve de nuevo en Lourdes con el Sr. Carlos Rivilla" (164).

Otro de sus viajes devocionales fue la visita al monasterio de concepcionistas de Ágreda, en la provincia de Soria, donde nació, vivió y murió la Venerable María de Jesús de Ágreda, la autora de uno de sus libros preferidos. Allí acudió el 29 de septiembre, día de San Miguel (165).

Florecillas: ¡Alégrese, D. Manuel, que le ha tocado una campana!

Pudo ser perfectamente de este tiempo veraniego, el P. Bernabé visitando a sus amistades, cuando ocurrió lo de la campana de don Manuel, una de las muchas florecillas que hemos ido recogiendo de las gentes que le recuerdan al pobrecillo capuchino con aureola de santo.

Un día llegó a casa de D. Manuel Amunárriz, en el barrio de La Marina, en Fuenterrabía. Don Manuel Amunárriz Aseguinolaza era bienhechor de capuchinos, y, entre otros títulos cristianos, padre de dos hijos capuchinos y hermano también de capuchino.

- ¡Qué buena visita, P. Bernabé! Bienvenido a esta casa, que es suya.

- Pues sí, sí..., yo vengo muy contento.

- Y nosotros estamos más de recibirle. Todos contentos.

Sentados a la mesa, en el momento oportuno, dibujó una sonrisa y con una mirada de bondad por delante, se atrevió a hablar.

- Hoy traigo una buena noticia.

- Usted dirá, P. Bernabé.

- ¡Alégrese, D. Manuel, que le ha tocado una campana!

- ¿Y eso...?

- Que he hecho una rifa..., y a usted le ha caído una campana, una campanita para tocar a misa y al rosario en aquella zona de las misiones.

- Pues de corazón, P. Bernabé..., se lo agradezco, porque algo tenemos que hacer por al Eucaristía y la Virgen Santísima.

- Las gracias se las doy yo a usted, yo y mis feligreses, y le prometo mi recuerdo en el Santo Sacrificio (166).

Por Logroño en busca de San Bernabé

Los de Logroño - bella y querida ciudad donde estoy escribiendo este libro (167)- festejan el 11 de junio, como Patrono, a San Bernabé. Y esto se debe a que el año de 1521, tras un duro asedio de la ciudad por las tropas francesas consiguieron su liberación el día 11 de junio. El santo de aquella fecha, San Bernabé, fue agregado al patronazgo de la ciudad que ostenta la Virgen de la Esperanza (168).

Estando de visita a los hermanos de la Provincia, se llegó a Logroño. Era, según la Crónica conventual, el día 7 de agosto de 1969. Y el P. José Sierra, que entonces era el guardián de la comunidad, recordó más tarde: "Quería ver al patrono de la ciudad y a su propio patrono, San Bernabé. San Bernabé tiene su fiesta patronal el 11 de junio, pero no tiene iglesia alguna en Logroño. La estatua del santo es propiedad del Ayuntamiento, y en el edificio del Ayuntamiento se guarda la estatua. Con el P. Bernabé fuimos al antiguo edificio del Ayuntamiento, expusimos nuestro deseo de ver a San Bernabé y ante ella rezó a su santo Patrono. También descubrimos que la Reliquia del Santo la guardaban en el Ayuntamiento y pudimos venerarla" (169).

El P. Sierra termina su testimonio diciendo: "Años más tarde me escribió el P. Bernabé a Logroño pidiéndome una foto de la estatua de Logroño. Quería hacer una estatua para una de sus iglesias en Ecuador".

Efectivamente, podemos precisar. Hay un recinto en la zona que antes se llamaba Cooperativa Once de Junio y que ahora se llama San Bernabé. Tiene una iglesia de construcción, todavía sin terminar, y la estatua de su Patrono es copia de la estatua de San Bernabé del Ayuntamiento de Logroño (170). Sin saberlo, los logroñeses tienen un hermanamiento con un pueblo en la selva de la zona noroccidental de Pichincha, en Ecuador, por un 11 de junio que, en un sitio y en otro, ha sido suplantado por San Bernabé.

El regreso; la Pasión del Señor esperando el avión

Ya le hemos visto al P. Bernabé por la provincia. El viajero no ha sido propiamente el turista en busca de relax y novedades, sino en todo momento el hombre de Dios que visita llevando la presencia del Señor. Se ha mantenido en atmósfera de oración. Y lo que vamos a contar -mejor dicho, a escuchar de sus labios- es más que una anécdota o una florecilla de oración.

Llegado el mes de noviembre, nos reunimos de nuevo los dos tocayos para emprender nuestro regreso, cada uno a nuestra misión. El día 4 de noviembre salimos de Hendaya en tren en dirección a Paris y luego a Metz, para llegar a ___ (171) y coger allí el avión que nos había de traer a nuestro destino. En ___ tuvimos que esperar un día, ya que no salió el avión el día señalado, sino un día después. Recuerdo que el motivo del frío que sentía me llevó a meditar el frío que sufriera N. S. Jesucristo en su Pasión, en su Cuerpo Santísimo abierto con tantas llagas y derramamiento de sangre. Se renovaron con viveza en mi alma las escenas de la Pasión del Señor. Y creo que pasé en la meditación y contemplación de los pasos dolorosos del Señor el tiempo que permanecí en ___ (172).

Más que una anécdota, decíamos, pensando que no se trata de curiosos apuntes. Se renovaron con viveza en mi alma las escenas de la Pasión del Señor. Esta sencilla y limpia manifestación es un reflejo suficientemente claro de la vida mística que bullía dentro del alma del P. Bernabé.

Al día siguiente en Santa Elena; el recuerdo del P. José Javier

El día 8 de noviembre llegamos a Quito. Al día siguiente, 9 de noviembre, que fue Domingo, llegué de nuevo a mi querida misión de Santa Elena. Me había precedido el P. Mario de Sangüesa [José Javier Osés] con el que había tenido correspondencia epistolar desde algunos años atrás.

Una vez en mi parroquia, renovamos nuestro equipo misional, entre los Párrocos de Gualea - Chontapamba y un servidor con el P. José Javier Osés. Por el mes de diciembre, después de la festividad de la Inmaculada, empezamos a recorrer todas las partes de Gualea y a visitar a las familias, para continuar luego, transcurridas las fiestas de Navidad (173).

Es grato evocar la memoria del P. José Javier Osés, sustituto del P. Bernabé en el viaje de éste a España y compañero por breve tiempo en las andanzas apostólicas. Una profunda y tiernísima devoción a la Virgen y precisamente en la esclavitud mariana unía a estas dos almas (174).

El 15 de mayo de 1965, mientras el P. Bernabé andaba por Gualea, escribía así José Javier al P. Provincial: "...Me siento atraído irresistiblemente por las misiones. Hace tiempo que pienso en Gualea. Si esto no se lo he dicho de palabra, es porque creo que no sabría expresarlo. Y por carta no me he atrevido hasta hoy. Pero me he decidido después de haber hecho una novena al Inmaculado Corazón de María, terminándola anteayer, día de Fátima. Se lo pido y, créamelo, lo hago con toda seriedad y toda sinceridad". Insistía dos años más tarde: "Quiero manifestarle mis grandes deseos de ser misionero. [...] Ojalá que esta vez sea la definitiva para ir al Ecuador".

Todavía tuvo que aguardar otros dos años. En 1969 viajó a Ecuador y fue destinado a Santa Elena, donde residía el P. Bernabé. Breve estancia, porque en enero de 1970, con motivo del capítulo de la Viceprovincia, fue trasladado a Quito como párroco (175).

Inmerso de nuevo en la tarea; peticiones para atender Mindo y Los Bancos

El 8 de noviembre - lo acabamos de ver - llegaba a Quito; el 9 estaba en Santa Elena. Y, sin preámbulos, entró en la tarea.

Me perdonarás si no me es posible escribirte largo (así se expresaba un mes después, el 10 de diciembre), porque en esta temporada estoy muy estrecho de tiempo, sin poder cumplir con mis compromisos.

En el mes de noviembre que acaba de pasar, formamos la "fraternidad" de Gualea, entre todos los que estamos en esta zona, a fin de trabajar unidos, recorriendo poco a poco toda la zona, casa por casa, etc.

Si, por una parte, esta clase de apostolado ha de hacer mucho bien a los moradores de esta extensa zona, con la propiciación del Señor, por otra parte supone abnegación y sacrificio y renuncia, sin apenas tiempo para entregarse con paz y serenidad a las cosas que son del Padre celestial.

En el mes pasado, hemos dado una misión entre el nuevo Padrecito, (176) y un servidor, en un lugar llamado Las Tolas, -nos ayudaron las misioneras-.

En la semana siguiente fuimos a otro lugar llamado Urcutambo y recorrimos las familias. Esta semana siguen recorriendo los otros padrecitos.

El Sr. Cardenal, Arzobispo de Quito acaba de encomendarme una nueva región de apostolado (177).

Con tanta necesidad y tan poco personal, en 1968 y 1969 se había hecho lo que se había podido alcanzar. "En el año 1968 se había formado un equipo misional entre los Párrocos de Gualea - Pacto - Santa Elena - Chontapamba, Nono y la Comunidad de Religiosas de Mindo. Y así se atendió a la zona durante todo el año 1968. Al regresar un servidor de la Provincia en el mes de noviembre de 1969, el P. José Javier Osés atendía a Mindo, cada 15 días, en Domingo" (178).

Muñoz Vega, ahora cardenal, insistía de nuevo en diciembre de 1969 ante el P. Santos. "Al mismo tiempo, comunico a V. Reverencia que se ha pedido al P. Bernabé de Larraul, Párroco de Santa Elena, que tome a su cargo la zona de Mindo y Los Bancos, con la recomendación de que haga un trabajo de equipo con el P. Párroco de Nanegal; se les ha asignado una ayuda mensual de mil sucres para sus necesidades pastorales. Pido a V. Reverencia se sirva manifestar si está de acuerdo con estas disposiciones de la Autoridad Eclesiástica y dar las facilidades a los Padres para el desempeño de estos cargos" (179).

Estamos en vísperas de la Asamblea o Capítulo de la Custodia y, obviamente, la decisiones no se van a tomar en ese momento, en aquel diciembre de 1969. Pero sí que, en aquel diciembre de 1969, hubo una decisión importante para la Custodia y la Misión. "El Padre General de la Orden, en carta del 22 de diciembre de 1969, comunicaba que el definitorio general, teniendo presentes la encuesta realizada entre los religiosos de la Custodia y de la Misión y la solicitud de los superiores de la provincia, habían acordado proceder a la separación jurídica de la Custodia de Ecuador y de la Misión de Aguarico, de forma que cada una tenga sus propias elecciones y sus propios superiores" (180).

El giro de 1970: elecciones y asamblea en la visita del ministro provincial

En la historia que vamos contando no hay ninguna fecha mágica que señale de repente un cambio inesperado, pero sí hay fechas significativas que señalan jalones y etapas, y la asamblea del 70 marca un hito transcendental.

El día 26 de enero, ante la presencia del ministro provincial, P. Aurelio Laita, fue realizado el escrutinio de votos para la designación del superior de la Custodia, que, a partir de ahora, llamaremos Viceprovincia capuchina de Ecuador (181). Fue elegido el P. Santiago Ramírez; y consejeros José Ángel Múgica, Ignacio Rueda, Benito Andueza y Ramón Echegaray. El provincial de Navarra traía facultades del definitorio para confirmar en sus cargos a los recién elegidos, y así lo hizo (182).

El joven P. Santiago, aparte de un hombre profundamente espiritual, era una persona muy dada a la reflexión. Posiblemente estarán de acuerdo los hermanos de la Viceprovincia, si, haciendo la presentación del nuevo elegido, sugerimos que su característica dominante era su gozo y su entusiasmo, su aguda sensibilidad, frente a la Iglesia joven y fresca del Tercer Mundo (183). En el lenguaje en uso - se piense de una forma u otra de su gestión, pues hubo apreciaciones divergentes - pudiera decirse que era un hombre carismático y que quería infundir a la amplia fraternidad audacia y carisma, con una tonalidad declaradamente franciscana.







El día siguiente, 27 de enero, el P. Provincial escribió una carta a los hermanos de la Custodia y Misión indicando fechas y fines de la visita pastoral que se iniciaba y nombró secretario de visita al P. José Javier Osés.

El 7 de febrero comenzaba la visita, de la que dio su relación a la provincia (184). Por la zona de nuestra historia pasó el 10 y el 11 de febrero. "Zona de Gualea (dice en su Relación), que comprende las residencias de Santa Elena de Pichincha, Gualea, Pacto y Chontapamba, 10-11 de febrero" (185). La visita que comenzó en Tulcán (7-8 febrero), después de recorrer sierra y costa, concluía el 22 en Quito. Y "el día 23 comenzó la magna Asamblea general de la Custodia en nuestro Convento de Quito para estudiar toda la problemática de la Custodia. Asisten a ella casi la totalidad de los religiosos de la misma. Su duración es de cinco días, hasta el 27 de febrero" (186).

Para que podamos apreciar de modo aproximado esa línea renovadora y carismática en la que quería afianzarse la Custodia, al ritmo de Medellín, he aquí, como muestra, las seis primeras mociones que se aprobaron en el apartado de "acción pastoral", y que marcan un cierto código de lo que va a ser la pastoral de los capuchinos en Ecuador.

 

* * *

- Teniendo en cuenta que nuestras parroquias se encuentran todavía en fase "de una pastoral de conservación, basada en una sacramentalización con poco énfasis en una previa evangelización" (Medellín, 1) juzgamos necesario el cambio según la línea de la nueva pastoral.

- La religiosidad de nuestros ambientes, más bien de tipo cósmico, en la que Dios es respuesta a todas las incógnitas y necesidades del hombre, ha entrado en crisis y, por tanto, hemos de tenerlo en cuenta a la hora de nuestra proyección apostólica sobre los mismos.

- Se necesita urgentemente la formación del mayor número posible de comunidades eclesiales de base en las parroquias, especialmente rurales o de marginados urbanos, fundamentadas en la Palabra de Dios y, en cuanto sea posible, en la celebración de la Eucaristía (Medellín, 13).

- Aceptando la tesis de que sin comunidad no hay vida cristiana concluimos que existe "una inadecuación de la estructura tradicional de nuestras parroquias para proporcionar una vivencia comunitaria" (Medellín, Pastoral de conjunto 4).

- El desarrollo y formación de la familia, de las comunidades de base y de grupos "contestatarios" no supone ni permite la supresión de la comunidad cristiana a nivel parroquial en su sentido hasta hoy tradicional. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que podemos quedarnos satisfechos con esta línea de pastoral de conservación (Episcopado colombiano, 1969, 299).

- Cada fraternidad esfuércese en estudiar el modo más adecuado para integrar a su labor parroquial las maneras de promoción y desarrollo de la comunidad, apoyándose sobre todo para esta labor en los laicos, habida cuenta de su autonomía tanto en el campo de compromiso temporal como en la forma y realización de su propia espiritualidad (187).


Impresión sobre la Asamblea y los nuevos destinos en la zona

El ministro provincial volvía contento, acaso muy contento; su impresión era francamente satisfactoria. La pudo consignar así en la Relación escrita para conocimiento de todos.

Impresión personal. Después de la visita es que nuestros religiosos trabajan mucho y bien en tierras de Ecuador. El número es escaso para los compromisos adquiridos. En el discurso de apertura de la Asamblea de Quito señalé cuatro puntos que yo consideraba fundamentales para la buena marcha y orientación de la Custodia:

- reorganización de las pequeñas fraternidades;

- revisión del trabajo apostólico según la moderna pastoral de América latina;

- el fomento de las vocaciones nativas;

- y la tensión humanista y carismática.

En resumen, puedo decir que hoy están nuestros religiosos de Ecuador en plena línea de adaptación y de renovación, tanto en su vida como en el apostolado que realizan" (188).

El mismo día de cierre de la Asamblea, 27 de febrero, se firma por el Custodio y los consejeros la "distribución de las fraternidades", que por lo que atañe a la zona que nos ocupa resulta así:

Fraternidad de Gualea

P. Félix Blasco: Superior, Párroco y Ecónomo

P. Bernabé de Larraul: Vicario y Vicario parroquial

Fray Ángel Martínez

P. Miguel Ángel Azcona: Vicario parroquial

Fray José Luis Herrera

Fray Ildefonso Gordillo

Fray Víctor Suntaxi (189).

Tribulaciones del P. Bernabé: otra visión de la realidad; unos meses en Chontapamba

Al P. Bernabé no le pareció acertada la nueva configuración de la zona. ¿Llegó a decir algo, a comentar algo, a proferir alguna queja él, que era tan sumamente recatado en sacar una palabra que pudiera menoscabar en algo a los hermanos? Probablemente que se abstuvo de comentarios. Aquel equipo tan entregado de misioneros - Joaquín Sánchez, Matías de Torrano, José Javier Osés y él - ahora se veía disuelto... ¿Qué sería de la zona? En su biografía sí que pudo comunicar sus impresiones personales.

En este mismo mes [febrero 1970] hubo Capítulo Viceprovincial, en el que salió elegido el P. Santiago Ramírez... El P. Santiago, en mi humilde opinión, deshizo la zona Gualea - Pacto - Chontapamba. Sacó de Gualea y Pacto al P. Joaquín Sánchez, de Chontapamba al P. Matías. A un servidor le destinó a Chontapamba. A José Javier Osés le trasladó a Quito. De modo que, en aquel momento, Gualea - Pacto quedaba sin Párroco. Otro tanto, Santa Elena.

Para un servidor fue un golpe muy fuerte, que me dejó como trastornado. Antes de que terminara la Asamblea, tuve que regresar a mi parroquia de Santa Elena.

Después de algún tiempo me trasladé a mi nuevo destino de Chontapamba y permanecí hasta el mes de mayo (190).

Al poco tiempo de este nombramiento eran ordenados sacerdotes José Luis Herrera e Ildefonso Gordillo, el día 21 de marzo (191). Luego de ordenados, habían de iniciar su ministerio al lado del P. Bernabé, y con él vivirían vida de fraternidad. Fue muy poquito tiempo. Y el P. Bernabé lo recuerda así.

Después de los primeros días de su estancia en el nuevo destino, tratamos de organizar nuestra vida con un horario. Duró poco tiempo el horario. Uno de ellos, el P. Luis Herrera, ya manifestó que le desagradaba el horario. Quería libertad. A últimos del mes de Abril tuvimos una reunión con el nuevo Viceprovincial, el P. Santiago Ramírez. Dentro de la reunión, P. Luis Herrera soltó esta frase: ¿El P. Bernabé va a continuar con nosotros? Comprendí - como comprendieron los presentes - que no quería mi presencia en Chontapamba... Este fue el motivo principal para que regresara a Santa Elena, que no tenía apenas asistencia espiritual desde que salí de la población (192).

Desahogo y gemido ante el superior provincial

El P. Bernabé siente un dolor punzante. la zona no está atendida y son los pobres del Señor, los necesitados. ¡Aguarico, sí..., la Misión de Oriente, tan alabada por el provincial en la reciente visita...! Pero ¿no están más necesitadas estas gentes...? Hablan hoy con énfasis de los "signos de los tiempos", Y ¿no están aquí los signos de los tiempos para un capuchino...? Se sienta, toma el bolígrafo y escribe humildemente, con dolor y gemido a su padre provincial, al P. Aurelio Laita (193).

 

* * *

Según referencias, fue ilusionado de la Misión del Oriente Ecuatoriano, como que vio un porvenir en la región, etc. Parece que no sacó la misma impresión de la zona Noroccidental de Pichincha en donde nosotros nos encontramos... Quizás pudo llevar ciertos prejuicios de lo que pudieron referirle de esta zona, etc.

Además, fue muy rápida, demasiado rápida la visita que realizó a nuestra zona para poder enterarse bien de todo y darse cuenta exacta. Solamente visitó una parte de la zona... y le pareció o sacó la impresión de no haber visto sino casitas por aquí y por allá, dispersas...

Sin quitar nada a la misión del oriente y el desarrollo que pueda tener dentro de algunos años, quiero decirle que, en el momento actual, la misión del Oriente abarca a lo sumo unos 4.000 moradores, mientras que nuestra zona tiene por lo menos 25.000 moradores; según algunos, hasta se puede fijar la cifra de 30.000. Puede ser que esa cifra sea un poco exagerada, pero sí que dentro de poco pasará de ese número...

Además, es error de algunos el dividir la región en dos zonas distintas, ¡no!, no hay más que una sola única zona, como se ha dado cuenta el P. Custodio al visitarla... Lo que ha sucedido es que, hasta hace pocos años, y un servidor lo ha conocido que una parte de la zona estaba inhabitada. Pero ahora, que se va abriendo la carretera hacia el Océano y se van formando varias Cooperativas, se va poblando rápidamente... Y, según su opinión, merece la pena que se pongan 12 o 15 misioneros en la región oriental... ¿Qué? ¿Hay que abandonar a la parte Oriental? ¿No hay, también aquí, hijos de Dios que merezcan nuestro cuidado y solicitud?

Verdad que hay más de uno, y quizás son bastantes, que la consideran como una sombra oscura y una carga pesada para la Custodia, de la que habría que deshacerse como sea... Y ¿por qué...? Acaso ¿no ofrece esta zona ninguna esperanza de provecho, de fruto espiritual? ¿Y, por tanto, todo intento, todo esfuerzo resultaría estéril?

¿O se la desprecia porque es pobre y no está aún desarrollada... y, por tanto, el trabajo es ciertamente costoso y en ocasiones penoso? Es preciso vivir pobremente y es preciso acomodarse a las condiciones de esta gente sencilla y pobre; es preciso hacer un esfuerzo continuo para ir formando la Iglesia de Dios, tanto en su parte material como en su parte espiritual.

¿Será éste el motivo de mirarle con indiferencia y aun con desdén...? Y, por lo mismo, escasean las vocaciones para esta zona; son pocos, en realidad, quienes quieren sacrificarse por la gloria de Dios y por implantar en esta zona la Iglesia de Dios. ..

A pesar de todo y por encima de todo, creo que puedo repetirle, con convicción plena, las palabras de Jesús a sus discípulos junto a la fuente de Jacob: "Alzad vuestros ojos y contemplad los campos, que están blancos para la siega" (Jn 4,35). Sí y sí..., en esta zona, quizás como en ninguna otra, la mies está madura y promete fruto abundante.

Existe una buena base para poder trabajar. Una gente sencilla y sana, en su gran mayoría por no decir en su totalidad, gente que tiene fe verdadera, aunque no desarrollada y formulada; gente que reclama la presencia del Sacerdote de Cristo y le respeta y oye de buen grado la palabra de Dios. Más aún, siente necesidad de la presencia del Sacerdote en medio de las flaquezas y fallos que pueden tener y tienen... y lloran su ausencia.

Por tanto ¿no merecen nuestra atención y solicitud estas pobres gentes? ¿Las vamos a abandonar? ¡Ah! y si hubiera quien pudiera cuidar de ellas en nuestra ausencia! Pero no hay quién... Si nosotros queremos abandonar, esta zona dentro de pocos años, se convertiría en un erial de vicios y desórdenes, como ha sucedido en otras partes...

Hoy se habla de "los signos de los tiempos", aun cuando no siempre es verdadera la interpretación. Pues bien, ¿no será "un signo de Dios", una manifestación de su querer, de que nosotros, sí, nosotros, los Capuchinos, somos los llamados a cuidar de esta zona e implantar aquí la Iglesia de Dios? Puesto que, antes que los Capuchinos se hicieran cargo de esta zona, sus moradores vivían abandonados.

Además, ¿no es propio de nuestro espíritu franciscano trabajar entre los más pobres y humildes, atender con preferencia a aquellos lugares adonde no quieren marchar otros..., estar a la disposición de los Pastores de las Diócesis, etc., etc.?

¡Cuántas cosas quisiera decirle, querido Padre Aurelio, pero basta por hoy! Si es preciso, en otra ocasión... Eso sí, que yo esperaba encontrar apoyo y sostén en mi Padre Provincial, pero no sé lo que ha sucedido... Me perdonará si no ha sido así... Hasta otra ocasión.

 

* * *

Ignoramos la respuesta que en esta ocasión le habría enviado al misionero el P. Provincial.

De Santa Elena hacia Mindo y San Miguel de los Bancos

En el mes de abril de aquel año de 1970 me encontré - creo que en Quito - con una persona conocida de la población de San Miguel de los Bancos. Le pregunté: ¿Quién había ido a San Miguel para celebrar los actos religiosos de la Semana Santa? Me contestó: "Nadie". La Semana Santa ha sido como "un desierto"; frase suya. La frase me conmovió... Determiné asistirles, en la parte espiritual, en la medida que me fuera posible (194).

Haciendo equipo los sacerdotes de Gualea, Pacto, Santa Elena, Chontapamba, Nono y la comunidad de religiosas de Mindo, se había atendido en 1968 a Mindo y a los moradores de San Miguel de los Bancos. Luego vino el refuerzo del P. José Javier Osés.

Luego se interrumpió por motivo del Capítulo y los cambios arriba mencionados. Un servidor estaba en la creencia de que la Madre Lucía, la Superiora de Mindo, se encargaba de la atención espiritual de la parte de San Miguel de los Bancos. No había sido así...

Reanudé la asistencia espiritual a los dichos lugares. Puedo decir que pasé el año 1970 entre San Elena y la zona de San Miguel de los Bancos. Me ayudó en el ministerio el P. Félix Blasco, que había sido destinado a Pacto. Recuerdo que entre ambos preparamos las Primeras Comuniones en los Recintos en formación del Km. 80 (Pueblo Nuevo), Saloya Km. 84, y Milpe, Km. 90 (195).

En estas circunstancias hizo de nuevo una tentativa el cardenal para ver si el superior capuchino aceptaba que el P. Bernabé pudiera responsabilizarse de Mindo. Escribe el 17 de julio: "Estuve hace poco en la zona misional de Pacto - Mindo, a la que con tanto celo atienden los PP. Capuchinos. Ante todo, quiero agradecer a V. Reverencia por los Padres que han sido designados para esta región, que, gracias a su abnegado trabajo, ha recibido un desarrollo muy notable. El P. Bernabé es una prueba y un ejemplo de todo cuanto se puede realizar en favor de nuestro pueblo; su ministerio es importante en cualquier sector, pero querría sugerir a V. Reverencia que se le confíe más particularmente la zona de Mindo, que parece ser la más necesitada (196).

Las cosas evolucionaron como para que algún tiempo después pudiera decir el cardenal al superior de capuchinos: "Próximamente regresará de Latacunga el P. Gilberto Mejía, sacerdote de esta Arquidiócesis que estaba trabajando temporalmente allá, y he visto conveniente confiarle el territorio de la parroquia civil de Mindo" (197).

Con esta provisión por delante, el P. Bernabé podría replegarse a su puesto de Santa Elena y trabajar allí en campo harto dilatado. Se lo comunicaba el P. Santiago el 14 de septiembre: "... En cumplimiento de la comunicación del señor Cardenal, apenas llegue dicho sacerdote deberemos entregarle la parroquia de Mindo y usted volver a Santa Elena, para intensificar la labor pastoral de la zona encomendada a nosotros. Y proseguir la labor misionera y de visitas en nuestra zona. - Padre Bernabé, comprendo que le supondrá un gran sacrificio, el dejar la zona de Mindo, pero el Señor recompensará ese sacrificio. El sacerdote que va a la zona, lo conocí en el cursillo de Latacunga, tiene cuarenta y tantos años, ha trabajado mucho en zona de montaña, y de buena voluntad. - Reconozcamos en estos hechos la providencia de Dios que todo lo guía. Y que esto sirva para organizar bien la zona de Gualea y demás; creo que es conveniente atender a los poblados establecidos, mas también realizar una labor misionera evangelizadora itinerante y de visitas, esto mantiene la fe y el amor a los más distantes" (198).

Septiembre, San Miguel Arcángel y San Miguel de los Bancos

Otra vez la Autobiografía del P. Bernabé nos sirve para precisar recuerdos de la historia y nos hace entrar en los sentimientos profundos del P. Bernabé.

Llegó el mes de septiembre. Fue mi intención celebrar con la solemnidad posible la festividad de San Miguel Arcángel. Conseguí las Hermanas de la A.M.F. para que pudieran preparar las Primeras Comuniones en la Población de San Miguel. Fue invitado el Vicario general de la Arquidiócesis para que bendijera la primera piedra de la futura iglesia que se había de levantar en honor de San Miguel Arcángel, patrono de la Población.

Durante la Novena de preparación recibí, de parte del P. Santiago Ramírez, Custodio, la orden de regresar a Santa Elena. Las Madres de Mindo habían conseguido Párroco para toda la Región, el Rdo. Mejía, que más tarde dejó el sacerdocio... Según el juicio del P. Santiago, ya era suficiente este sacerdote para atender a toda la Región. Por tanto, un servidor no era necesario en San Miguel de los Bancos. El golpe fue fuerte para mí. Se me presentó que la zona iba a quedar abandonada. Además, tenía mis planes para mí la población de San Miguel y los Recintos que empezaban a formarse. Surgió una lucha en mi interior. Di cuenta a los moradores de la orden que había recibido y cómo tenía que retirarme...

Los moradores, sin pérdida de tiempo, reunieron firmas, o si las tenían reunidas, las presentaron sin demora al Arzobispo de Quito, pidiendo mi permanencia en San Miguel... El resultado fue que me quedara en San Miguel como coadjutor del Párroco de Mindo.

Por el mes de noviembre me retiré al Convento de las Madres de los Sagrados Corazones para pasar una semana en Retiro espiritual. Mis meditaciones predilectas en este Retiro fueron tomadas del Documento conciliar Lumen gentium.

Terminado aquel año de 1970, me trasladé de fijo a San Miguel de los Bancos, en el que había de emprender mi apostolado (199).

Y, con el traslado del P. Bernabé a San Miguel de los Bancos, también nosotros tenemos que comenzar un nuevo capítulo.

Capítulo XXIII

 

En San Miguel de los Bancos:

 

Los cuatro primeros años (1971-1974)

El fundador de San Miguel de los Bancos

A la muerte del P. Bernabé se escribió, como es uso entre nosotros, capuchinos, una semblanza biográfica en memoria del finado; en este caso un poco más dilatada. La escribió en nuestro Boletín oficial interno el P. José Antonio Recalde, admirador, amigo, conocedor del alma del P. Bernabé, compañero de andanzas en algunas ocasiones. Anteponiendo una introducción, se publicó como fascículo en Ecuador. Y el título en portada era éste: Padre Bernabé / Misionero Capuchino / Fundador de San Miguel de los Bancos (200).

Ignoro si alguien antes del P. José Antonio Recalde dio al humilde P. Bernabé este glorioso título, que ojalá fuera un patronazgo: Fundador de San Miguel de los Bancos. Sin alardes ni pleitos ¿no es justo que de alguna manera el título acoja el recuerdo del P. Bernabé?

Fundador no porque él trajera colonos ni tuviera capacidad jurídica para crear una entidad civil en un asentamiento de población. Las circunstancias confluyeron para que viniese allá la gente, buscando prosperidad de vida. Pero fue él el que dijo la primera misa allí cuando no existían más que unas casuchas, y fue él quien dio el nombre del Arcángel San Miguel para aquel lugar de Los Bancos, nombre refrendado en el Ministerio de Gobierno.

Parroquia civil de San Miguel de los Bancos (26 marzo 1971)

En el decenio de los años sesenta, el poblado ha crecido de la nada hasta hacerse un núcleo importante y con futuro prometedor. De tal forma que se solicitó a la Municipalidad de San Francisco de Quito la erección del poblado en Parroquia Civil. Y así se hizo por decreto firmado por Don Galo Martínez Merchán, Ministro de Gobierno y Municipalidades, fechado a 26 de marzo de 1971.

Visto el oficio nº 6760, de 5 de noviembre de 1969, dirigido a este Ministerio por el señor Alcalde de San Francisco de Quito, por el que se solicita la aprobación ministerial a la Ordenanza dictada por esa I. Municipalidad, mediante la cual se crea la Parroquia de San Miguel de los Bancos [...]

 

Acuerda:

Art. 1 - Dirigirse a la Parroquia Civil Rural del Cantón Quito, la zona conocida con el nombre "San Miguel de los Bancos", desmembrándola de la Parroquia de Mindo;

Art. 2 - Los linderos de la nueva Parroquia serán los siguientes: NORTE, desde el punto de unión del río Inga con el río Blanco una línea en dirección Nor-este hasta encontrar al río Guayllabamba, sigue este río aguas arriba hasta la confluencia con el río Pachijal y continúa por éste, aguas arriba, hasta la confluencia con el río Chalguayacu; ESTE, desde este punto una línea recta en dirección Sur-oeste hasta encontrar el punto de unión del río Saloya con el Blanco; SUR, desde este punto línea recta, en dirección Sur-oeste y hasta encontrar el punto de unión de los ríos Momé, Grande y el Toachi; y OESTE, desde este punto aguas abajo por el río Toachi, que más tarde toma el nombre de río Blanco y, por éste, hasta la desembocadura del río Inga:

Art. 3 - La Parroquia de "San Miguel de los Bancos" colinda por el Norte, con la Provincia de Esmeraldas; por el Este, con la Provincia de Imbabura y las parroquias de Pacto, Nanegalito y Mindo; por el Sur y Oeste, con el Cantón de Santo Domingo de los Colorados. (201)

Esta fecha histórica de 1971 habrá que enlazar, en su momento, con otra de 1991, veinte años más tarde, cuando La Parroquia de San Miguel de los Bancos quede convertida en Cantón de San Miguel de los Bancos.

El avisado lector se percatará al momento de que nuestra historia, por opción e incluso por necesidad, se debe concentrar en una visión determinada de la realidad en que está inmerso el P. Bernabé, que ha mirado las cosas desde su fe, desde su piedad... Claro que el fragor de la vida y el teatro de la faena cotidiana es múltiple y complejo. Y la prosperidad de San Miguel de los Bancos no se cifra sólo en lo que este fraile andariego y santo puede aportar.

Hay capítulos que no tocaremos en esta biografía, pero que están ahí como desafíos para el buen gobernante. Infraestructura de San Miguel de los Bancos: alcantarillado y pavimentación de calles; todo lo que a sanidad se refiere (sin tocar el tema de planificación de natalidad); educación en la etapa inicial y en la preparación artesanal para incorporarse a un trabajo con futuro; acción política. Añadamos otro punto decisivo en los países de América Latina: pluralismo de Iglesias evangélicas que, tarde o temprano, han de hacer su aparición en estos poblados. Con el paso de los años, San Miguel de los Bancos experimentará una fuerte evolución en todo estos sectores, la mayoría de ellos, signo de humanidad y progreso.

Festejos e inauguraciones en la celebración (junio 1971)

A la nueva etapa que se inauguraba en San Miguel de los Bancos, había que darle solemnidad cívica y festividad con toda fanfarria. Así se hizo, según programa de imprenta (202), en los festejos del 19 al 26 de junio de aquel año.

El día 19 fue la elección de las Reinas de la Parroquia, del Cooperativismo y de la Colonización. Al día siguiente, en la hora nocturna de las 8.00 del "post meridiem", función de cine al aire libre ofrecido por el Departamento de Relaciones Públicas del Consejo Provincial de Pichincha, según reza el programa.

El día grande fue el domingo 26 de junio, empezando a las 7.00 de la mañana con el "embanderamiento del centro poblado". A las 8.00 "concentración en la Cabecera Parroquial de San Miguel de los Bancos de todos los Recintos, Cooperativas y Escuelas que componen la nueva Parroquia". A las 10.30 era la "Misa Campal ofrecida por el Cardenal Pablo Muñoz Vega". Y, acto seguido, la sesión solemne, acto crucial del día por su importancia social. Aparte de protocolo - Himno nacional al principio, Himno a Quito en el remate - y condecoraciones, hubo importantes entregas de Acuerdos para la promoción de las Cooperativas. Punto destacado de la sesión fue la firma del contrato para el puente sobre el Río Blanco. Antes del Himno a Quito, cerraban las importantes intervenciones las "palabras del Ministro de Gobierno en representación del Estado". El P. Bernabé figuraba en un número, cuando se indica: "Condecoración al Estandarte del H. Consejo Provincial de Pichincha en la persona del señor Prefecto Provincial, por el Reverendo Padre Bernabé de Larraul".

Para los moradores de San Miguel de los Bancos hubo dos realizaciones de primera importancia, que tuvieron lugar a la una de la tarde, la inauguración del nuevo tramo de la Escuela y Servicios adicionales, y la "entrega de la Planta de Luz Eléctrica y servicio de Agua Potable, por el señor Prefecto Provincial de Pichincha, Lcdo. Álvaro Pérez Intriago".

Y, entre los festejos populares, aparte del baile en la Escuela del lugar, fútbol, bolibol (San Miguel de los Bancos "versus" Cooperativa Kennedy) "palo ensebado, ollas encantadas, carrera de caballos y torneo de cintas. Se disputarán interesantes premios".

Este fue el día histórico en que los antiguos Bancos de cazadores pasaron a ser la Parroquia Civil de San Miguel de los Bancos, Km. 94 de la vía Quito - Puerto Quito.

Andanzas y ministerios de 1971

La pluma del P. Bernabé - diremos, el bolígrafo - fluye narrando en la Autobiografía cómo fue el empiece y secuencia de aquel año ministerial en San Miguel de los Bancos.

Llegado el año de 1971, fijo ya en San Miguel de los Bancos, empecé a organizar mi apostolado en el centro de la población y los Recintos circunvecinos que empezaban a poblarse.

En el mes de febrero traté de preparar las Primeras Comuniones del Recinto de San Juan de Puerto Quito (Cooperativa de Doce de Octubre). Quedé con una buena impresión del resultado de las Primeras Comuniones en este lugar.

Luego, llegado el tiempo de Cuaresma, procuré visitar varios lugares como el Recinto Chipal, Milpe, Saloya, y preparar a los fieles para el cumplimiento pascual; la última semana, la Semana Santa, en San Miguel.

Todo este año transcurrió en visitar también a los lugares más lejanos, como era la Cooperativa de Once de Junio, que hoy se llama Recinto de San Bernabé. También aquel año de 1971 visité otro lugar distante: la Cooperativa Ganadera del Oro, luego el Chontal, Pachijal (203).

Este esquema del año inicial, de fijo en San Miguel de los Bancos, nos da la pauta para los años sucesivos. El ciclo ministerial del año era éste: Fiestas del Niño, que podían prolongarse hasta Cuaresma - luego se cerraron, como veremos, con la fiesta de la Purificación de María (2 de febrero) -; las semanas cuaresmales, andando de acá para allá por los Recintos de la ancha feligresía para todo lo que lleva consigo "el cumplimiento pascual". Y los meses sucesivos, o a titulo de cumplimiento, fiestas patronales, primeras comuniones... o directamente "misiones", el mismo régimen de catequesis y sacramentalización. El P. Bernabé reunía a la gente en la capilla del lugar, y, si no había, en la escuela. Y visitaba a las familias... Si en aquellos parajes todas las puertas están abiertas, el P. Bernabé, por su parte, era el padrecito cercano cuyo placer consistía en arrimarse a los sencillos.

La pauta de su ministerio, en resumen, quedó consignada en las líneas siguientes de la Autobiografía.

En los años siguientes procuré marchar a esos lugares a lo menos una vez al año. Aprovechaba mi estancia en esos lugares para los Bautismos, Matrimonios, Primeras Comuniones, etc.

Al propio tiempo traté de concientizar a los moradores de los Recintos antes mencionados para que se empeñaran en construir pequeñas capillas para el culto. Al principio celebraba el santo Sacrificio de la Misa y hacer los demás cultos religiosos ordinariamente en las escuelas (204).

La Orden capuchina se junta en Quito (octubre 1971)

El año 1971 marca un hito importante en el proceso de transformación de la Orden capuchina, por cuanto que en este año se estrena una institución nueva surgida de las recientes Constituciones postconciliares (1968), en vías de experimento. Se trata del primer Consejo Plenario (I CPO). La Orden, desde siempre, tenía sus capítulos generales y provinciales, asambleas que, una vez constituidas, funcionaban democráticamente, nota típica del franciscanismo. Por otra parte, tanto el ministro general como el ministro provincial, tiene su órgano de asesoramiento y deliberación, que es, en nuestra terminología, el definitorio general o provincial. La nueva instancia era diferente, una institución de intercomunión en la Orden, que se ha mostrado importantísima por los asuntos candentes que ha afrontado, con gran influencia en la remodelación posterior de las Constituciones hasta 1982 (205).

Quito fue el punto de Latinoamérica, pensado para la sesión del Primer Consejo Plenario de la Orden (4-24 octubre). Tres fueron los temas cruciales: la vida franciscano-capuchina en América Latina, la fraternidad, la pobreza, o, hablando no con abstracciones sino con nombres y rostros: los hermanos, los pobres.

América Latina se presenta como un especial desafío.

Al igual que en todas las partes del mundo - así comienza el documento - y al igual que en otras áreas culturales, también en América Latina es preciso descubrir formas nuevas de vida franciscana específica en conformidad con esta realidad, dentro del espíritu de las nuevas Constituciones, a fin de lograr una manifestación más fiel de nuestra identidad y responder a la voz de Dios en los signos de América Latina. La consecuencia será, así lo esperamos, un mayor incremento de vocaciones en la Orden (206).

Al afrontar en Quito las dos notas características impresas en el título de la Orden - Orden de "hermanos" "menores (pobres)" - se quería llevar adelante, ahondar y puntualizar el proyecto de las Constituciones. En ese eslogan de fraternidad y minoridad se cifraba el cambio de los capuchinos, la asimilación, por así decir, de nuestra parte de lo que sugiere la teología de la liberación. El "conventualismo" quedaba definitivamente atrás y se pugnaba, máxime desde América Latina, por formas nuevas de inserción, por fraternidades "nuevas", no exactamente identificadas con fraternidades pequeñas; se buscaba fraternidades de testimonio. "Se recomienda a cada una de las circunscripciones de la Orden encarecidamente que, considerando todo bien en el Señor, se llegue a la fundación, al menos, de una fraternidad de testimonio a tenor de las Constituciones 11 y 46; esa forma de fraternidad se considera grandemente conveniente en las circunstancias actuales y responde a nuestro espíritu y a las exigencias del mundo que ha de ser evangelizado" (207).

El P. Bernabé aceptaba de muy buen grado eso de vivir entre los pobres y ¡qué otra cosa hacía él! Lo que nunca entró en la órbita de su pensamiento - lo veremos con detalle - fue esa especie de desacralización de formas y de desgaste de energías en actividades bien alejadas, o aparentemente alejadas, del anuncio del Evangelio.

Resonancias en la Viceprovincia: asambleas de 1971 y 1972

La Viceprovincia, en el primer mandato del P. Santiago Ramírez (1970-1973), estaba perfectamente a tiro de ese empuje que animaba la línea pionera de la Orden. Tal era el latido de la Asamblea provincial de marzo de 1971. "Hacia dónde vamos? ¿Qué queremos? ¿Qué buscamos? - hacía memoria el hermano ministro un año más tarde. Y seguía: La respuesta apareció a través de los hermanos: Orientarnos en formas de hoy según el espíritu inicial del franciscanismo: Una vida fraterna, apostólica, en minoridad, viviendo la pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo, y traducidas en formas concretas y visibles, como son la Evangelización, las casas pobres de acuerdo al medio ambiente en que vive el hermano, preferentemente entre los pobres y con medios pobres a fin de promocionarles integralmente y llevarles la palabra del Evangelio. Que nuestra forma de vida hable más que las palabras" (208). Esta Asamblea de marzo del 71 había sido dirigida por la presencia y el aliento de Mons. Leónidas Proaño, el obispo de los indígenas y campesinos...

La Asamblea de marzo de 1972 - IV asamblea anual- retomaba el espíritu del I CPO (Quito 71), y por ello la referimos en este punto de nuestra historia. Los ideales bullentes se plasmaron en unas "Orientaciones", vertidas en cuatro bloques: Fraternidad, Promoción liberadora, Evangelización, Socialización de nuestros bienes. En el apartado de la promoción liberadora se puntualizaban estos aspectos: El encuentro con los pobres; estudio sociológico; promoción de líderes; compromiso socio-político; las comunidades intermedias (209).

El hermano Santiago, para algunos idealista y carismático, para todos persona, aparte de talla intelectual, muy sincera, había hablado a sus hermanos largamente sobre oración. Ese fue su mensaje de la Navidad del 71 (210) y, al iniciar la asamblea del 72, él, generoso animador del cambio, no deja de detenerse con amplitud sobre "hechos e inquietudes que urgen la renovación", y hablaba de cuatro constataciones: crisis de comunidad, crisis de personalización, crisis ideológica y ambiental, y crisis en la predicación (211).

Este era el clima espiritual en estos años vivos y explosivos. Y del humilde y singular Bernabé había que decir, con la palabra autorizada del Viceprovincial, informando a la Asamblea sobre los hermanos: "El P. Bernabé de Larraul trabaja en San Miguel de los Bancos, zona noroccidental de Pichincha, en acuerdo tomado entre el hermano viceprovincial y el Señor Cardenal de Quito" (212).

Por una rocola se ausenta de la población

Si el P. Bernabé se enfadaba, se enfadaba con razón, dicen las buenas gentes. Muchas veces estaba el misionero andariego fuera del pueblo, pero no es lo mismo no estar que dejarlos unos días para saludable escarmiento.

En medio de mi apostolado, tenía mis contrariedades y disgustos, a veces bastantes graves para mí. Recuerdo que, al terminar el año de 1971, por motivos de una Rocola y por los desórdenes que tenían lugar, me obligaron, como en protesta, a ausentarme de la población durante algunos días.

Ignoramos detalles. Podemos barruntar entre medio borracheras y desórdenes morales. El P. Bernabé se consideraba humildemente guardián y protector de la moral del pueblo, sin concesiones al secularismo.

Achaques y percances

Cuando salió de su tierra el P. Bernabé, a sus 55 años, venía a Ecuador con dos operaciones renales y un riñón extirpado. En junio de 1972 contaba 65 años. No era un muchacho.

En el año 1972, al principio del mes de junio, cogí una gripe bastante fuerte y, aunque al principio continué ejerciendo el ministerio, más tarde, por una recaída que tuve, me obligó a estar retirado durante una semana, hasta fines de junio (213).

Y al mes siguiente, lo del caballo, que no quedó aplastado porque Dios no quiso.

En el mes de julio, habiendo marchado al Chontal, al regreso, en el camino, el caballo en el que iba montado no pudo salir de un lodazal; el caballo y el caballero rodamos por la pendiente. El muchacho que me acompañaba se asustó y empezó a llorar. Fue una Providencia del Señor que el caballo, al rodar, no me aplastara debajo, pues dimos una o dos vueltas. No pasó, no sucedió cosa mayor, que haber recibido algún rasguño que otro en la cara (214).

¡Milagro!, según como se cuente, que por menos se murió otro... Basta para el P. Bernabé que fue una Providencia del Señor, escrito como mayúscula como a él le place.

Panorámica pastoral de 1972

Los días 11, 12 y 13 de agosto de aquel año de 1972 se hizo la visita pastoral a la Zona. A decir verdad, a Pacto, que tiene sus ocho recintos (Ingapi, Pactoloma, las Delicias, El Paraíso, Buenos Aires, El Progreso, La Victoria, Zanguangal o Nueva Azuay), Gualea, que tiene igualmente ocho (Guanábana, San Luis, Gualea Cruz, El Porvenir, Urcutambo, Las Tolas, La Merced y San Juan), Santa Elena (a la que se agregan Tulipe, Los Lotes, las Islas), Nanegalito (con La Armenia, Nueva Granada, Miraflores y Tandayapa), y Nanegal, al que corresponden Santa Marianita, Palmitopamba, La Perla, Cartagena (que antes se llamaba Culantropamba), San Juan y Cariacu. No se hizo la vista a San Miguel de los Bancos, donde habrá acontecimientos en el mes siguiente; pero los datos socioculturales y religiosos de estos pueblos y recintos valen para San Miguel de los Bancos y anejos.

Realizaron la visita el cardenal Pablo Muñoz Vega, el obispo auxiliar Juan Larrea Holguín y el vicario general para la pastoral rural Juan Francisco Yáñez. Días más tarde el cardenal firmaba el informe y acta de la visita, que contenía la crónica, el análisis de la realidad y las opciones pastorales tomadas (215).

La gente es pobre - los misioneros hablan de mucha miseria -, entregada a la agricultura con el cultivo, especialmente, de la caña de azúcar y a la ganadería en pequeña escala. Así, permanece sin aspiraciones, en la inseguridad, con la fuerte explosión demográfica, sujeta a devorar distancias por las montañas, a través de malos caminos y de una carretera carrozable, generalmente, en mal estado.

El catolicismo popular que practican los moradores de estos pueblos abunda en religiosidad y en falta de compromiso consciente con el Evangelio.

En estos pueblos no hay servicio telefónico. Su gran medio de comunicación es la radio; las emisoras más sintonizadas son la H.C.J.B. y la de Zacaray.

El analfabetismo en esta región es abundante. En los centros poblados y en los principales recintos hay escuelas...

Las enfermedades parasitarias abundan en la región. Existe asistencia médica o de enfermería en los principales poblados.

Se nota, generalmente, falta de elemento humano para un desarrollo integral a causa de la pasividad y conformismo de los habitantes de la zona. Así, la gente es bondadosa y amante de sus misioneros (216).

El equipo misionero de esta zona lo componen unos capuchinos (217), una comunidad de Misioneras de la A.M.F., residente en Gualea, y una comunidad de Misioneras de los Sagrados Corazones, que tiene su casa en Santa Elena. Mas, para el sentido de nuestra historia, es importante notar una referencia explícita al P. Bernabé en el Informe, hablando de "Iglesia visible y estructuras": "Según el espíritu y la práctica actual de la Orden Capuchina, los Padres de esta parte de la zona noroccidental de Pichincha, con el P. Bernabé de San Miguel, forman una fraternidad, a la que se integran las Religiosas Capuchinas de la casa de Gualea. Notamos que realmente es una Fraternidad. - Junto a ésta se hallan establecidas, con residencia en Santa Elena, tres religiosas de los Sagrados Corazones, quienes han entrado en perfecta comprensión con los PP. Capuchinos" (218).

El cardenal y sus acompañantes se hallan satisfechos de la dedicación de los misioneros y misioneras, y, al indicar las "opciones pastorales", pone el arzobispo en primer lugar este objetivo: "La promoción humana, junto con la evangelización, debe tender a la formación de cristianos comprometidos con los pueblos y con la Iglesia con miras a un desarrollo integral y a una vivencia del Evangelio. Por ello, aplaudimos la iniciativa de la realización de un curso de comunidades eclesiales de base con los líderes de las diversas comunidades" (219).

El señor cardenal tomó una decisiones de organización eclesiástica (220).

En las notas borrador del P. Bernabé para escribir la historia de San Miguel de los Bancos encontramos unas líneas referidas a la visita del arzobispo de Quito a la Zona en agosto de 1972, y dicen así:

En el año de 1972, por el mes de agosto, tuvimos la visita pastoral de Mons. Pablo Muñoz, Obispo de la Arquidiócesis de Quito, que vino acompañado del que entonces era Canciller, Mons. Antonio González. Fue recorriendo en visita pastoral los recintos que empezaban a surgir en la Zona. Hizo la visita pastoral a Mindo, a San Miguel de los Bancos y a Pedro Vicente Maldonado. Dejó la Zona dividida en tres parroquias eclesiales: Mindo, San Miguel de los Bancos y Pedro Vicente Maldonado (221).

Escuela, capilla, iglesia

Nos hemos deleitado evocando el día en que San Miguel de los Bancos fue constituida y registrada como Parroquia civil. Pero es justo volver la mirada atrás para saber cuándo y cómo se hizo la parroquia de la Iglesia. Mas, para ello, tenemos que hablar de la escuela y de la capilla. Y es interesante y significativo que así sea. Y hay que comenzar diciendo: Lo primero fue la escuela.

En el año 1964, por el mes de agosto, les pude visitar a los moradores de San Miguel de los Bancos, llevando un cuadro de San Miguel Arcángel, para empezar a dar comienzo a la fiesta de San Miguel.

Para esta fecha los moradores empezaron a levantar sus casitas de madera. En el año de 1965 surgió la primera escuela, de madera también, en el lugar donde luego se construyó la capilla. Más tarde, por el año 1967, el Señor Romero, que fue el primer Profesor fiscal, construyó la primera aula de la escuela "Nueva Neheli". Al Señor Romero le sustituyó la Sra. Amada de Torres, que quedó de Directora en la escuela de "Nueva Neheli"; dio nuevo impulso a la educación y formación de los niños, construyendo otras nuevas aulas escolares (222).

Sobre la primera capilla que hubo en San Miguel de los Bancos, el P. Bernabé ha dejado algunos recuerdos. Aquella capilla humildísima fue durante muchos años el lugar preferido de su corazón.

Al tiempo que la población adelantaba en la parte material, los moradores de San Miguel de los Bancos, animados por sus sentimientos cristianos, sintieron la necesidad de levantar una Capilla para el culto. Se pusieron manos a la obra, contribuyendo unos con la madera, haciendo otros de carpinteros, surgió la Capilla que hasta el presente ha prestado buenos servicios para el bien espiritual de los fieles.

La dicha Capilla ha permanecido por espacio de 17 años. Se encontraba deteriorada; se hizo una solicitud al Prefecto del Consejo Provincial, Señor Alarcón [ ] dirigió para que el Consejo Provincial se hiciera cargo de la reedificación. Actualmente está en construcción la nueva Capilla (223).

La iglesia siguió a la capilla. Todo vino poco a poco, con fuerza y tesón. El P. Bernabé vio que se iniciaba un "boom" geográfico. ¿Hasta dónde iba a crecer? ¿Quién lo sabía? El pensó en una iglesia grande, con suelo de cemento y en plan. A España llegaban las noticias y aquí la iglesia de San Miguel Arcángel parecía una catedral en medio de la selva. Pero el P. Bernabé no se equivocó, ni mucho menos, según han ido evolucionando las cosas.

El día de San Miguel del año 1970 se puso oficialmente la primera piedra, bendecida por Mons. Ángel Humberto Jácome. El emplazamiento era precisamente aquel lugar donde el 13 de julio de 1963 se celebró la primera Misa (224). Pero las obras no comenzaron hasta el año siguiente, 1971. Aquella comunidad de moradores que en 1964 eran 20, en 1971 alcanzaban el millar. Eclesiásticamente, el P. Bernabé era entonces vicario parroquial, y la parroquia inmediata jurisdiccionalmente era Mindo, regida entonces por el sacerdote Don Luis Mejía.

El día de San Miguel de 1972, nueva fecha para la ansiada iglesia parroquial de San Miguel. "En la festividad de San Miguel Arcángel de aquel año de 1972 fueron bendecidos solemnemente por el Obispo Mons. Antonio González los cimientos de la nueva iglesia dedicada a San Miguel Arcángel" (225).

La casita y la celda del P. Bernabé

Apegada a la capilla, el P. Bernabé tenía la vivienda, de madera como la iglesia. Nunca salió el P. Bernabé de aquel hogar humilde. Se construyó en su día la iglesia y, años más tarde, la casa rectoral; el P. Bernabé nunca vivió en la rectoral. Su casita de madera, su celda pobrísima fue el nido de su corazón.

La casa que en 1983 encontró Javier Echenique, que compartió la vida un año con el P. Bernabé, era así: "Recorrí de arriba abajo la casa, que en realidad era la parte posterior de una humilde capilla, la primera que construyó el P. Bernabé en San Miguel. La vivienda consistía en la sacristía de la capilla en el primer piso. En el segundo piso, comunicando por una escalera en forma de caracol, se hallaban tres piezas. La primera, una pieza con una cama y un pequeño armario. La segunda, tan sólo una cama, una mesilla y una silla muy rústica. La tercera pieza era la ocupada por el P. Bernabé. Apenas era un rinconcito debajo de una escalera que conducía a lo que podríamos llamar el 'tercer piso', que era una especie de desván, pero desde donde se alcanzaba la mejor vista de la comarca. Yo ocupé la segunda pieza después de retirar algunos cachivaches. Por lo visto, allí había funcionado alguna vez una radio, por los rastros que quedaban, y así me lo confirmó más tarde el mismo P. Bernabé. En la casa no había sábanas, ni cobijas (mantas). Por suerte, una de las monjitas que vivían en la casa aledaña me proveyeron de un juego hasta que yo pudiera hacerme con uno" (226).

El P. Bernabé, evidentemente, no usaba sábanas..., como tampoco las usaban los capuchinos de los siglos pasados. La humildísima celda del P. Bernabé, pobre hasta no poder más, producía un fuerte impacto al visitante que podía verla - yo mismo la vi -. El definidor general de los capuchinos por América Latina, P. Correa Pedroso, cuando visitó San Miguel, exclamó sin poder contenerse: "En toda la Orden no he visto un lugar tan pobre" (227).

El año pastoral de 1973

El año pastoral de 1973 queda resumido en la Autobiografía del P. Bernabé en dos párrafos.

En el año de 1973 surgieron ciertas luchas de emulación entre las dos poblaciones que iban surgiendo. Una de ellas manifestó, en más de una ocasión, querer sobreponerse a la otra. Y en este año de 1973, la lucha fue más abierta y manifiesta al frente del Párroco. Poco después desertó él y los planes ambiciosos fueron decayendo. Un servidor no se vio libre de ciertas inquietudes y perturbación por motivo de dichas ambiciones.

Por lo demás, continuaba con mi ministerio sacerdotal atendiendo a la Parroquia y a los Recintos circunvecinos. De vez en cuando no me faltaban algunos tragos amargos, como me sucedió con motivo de la festividad de San Miguel Arcángel, que un servidor trató desde el principio que fuera tan solo festividad religiosa, sin mezcla de lo profano, y aquel año el ierac, el Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria, trató de introducir números profanos, de lo que tuve bastante contrariedad y disgusto. Luego, desde el mes de octubre, ayudado por las Madres de los Sagrados Corazones, fui dando misiones por varios lugares y así terminó el año 1973 (228).

Ignoramos a qué se refieren esas emulaciones entre dos parroquias importantes, Mindo y San Miguel de los Bancos; pero la evangelización, o más simplemente, la convivencia humana, tiene que contar con ello.

Por lo demás, el trabajo misionero continúa incesante. Y, en esta ocasión, echando mano de las religiosas de los Sagrados Corazones, tan querida del P. Bernabé y en cuya casa de Quito ha hallado diversas veces el retiro propicio.

En el mes de diciembre hubo una campaña extraordinaria de misión por la zona. No sabemos hasta qué punto pudo afectar a San Miguel, dado que el centro de irradiación fue Gualea. "Del 12 al 22 de diciembre - dice el cronista de Fraternidad - se realizaron en toda la Zona Noroccidental unas jornadas intensivas de misiones para la promoción y evangelización de estos pueblos de la provincia de Pichincha" (229). En quince centros diversos actuaron 32 agentes de pastoral: los 6 capuchinos de la Zona, cuatro hermanas misioneras de la A.M.F., el Viceprovincial P. Santiago Ramírez, 5 sacerdotes del equipo de pastoral rural, 5 religiosas del mismo equipo, 3 seminaristas colombianos y 8 seglares (6 hombres y 2 mujeres). "El objetivo de esta 'misión' -continúa el cronista- era poner las bases para la construcción de una comunidad humana y cristiana en cada uno de los recintos a los que se fue. Parece que, en general, la gente respondió bien a la llamada hacia la unidad y la colaboración mutua" (230).

La visita del definidor general de la Orden, el brasileño P. Clovis Frainer

Es norma en la Orden capuchina que el ministro general, durante su mandato, previsto para seis años, visite a los hermanos, directa y personalmente o por medio de un visitador, que suele ser un definidor o consejero general. El P. Clovis Frainer, definidor brasileño, fue el designado para esta visita a Ecuador. La visita fue larga, del 26 de octubre al 5 de diciembre, y su presencia en San Miguel de los Bancos era esperada para el 20 de noviembre.

El P. Clovis se mostró fraterno, sencillo y cordial. Pudo compartir con todos y cada uno de los hermanos y llegarse a todos los lugares de presencia capuchina. Este hombre, que posteriormente fue designado obispo en Brasil, fue altamente estimado por los hermanos, por su cercanía, apertura y espíritu sobrenatural (231).

El P. Bernabé pensó que sería la ocasión de que viniera un hermano más a la Zona, para tan ingente trabajo. Y con esta intención pidió oraciones... y firmas. A la hermana Paulina escribía: "Estas líneas son solo para hacer un ruego: Dios mediante, el día 20 de este mes va a visitar esta zona el Representante de nuestro padre General. Creo que es el momento oportuno para solicitarle un misionero más para esta zona, tan necesitada de Pastores de almas. Con este fin estoy haciendo recoger firmas, pero esto no es más que la parte humana. Les recomiendo también la oración, pero no sé cuántos serán los que comprendan que hace falta la oración para obtener los dones del Señor y, en esta ocasión, un misionero con espíritu de abnegación para entregarse de lleno a las almas" (232).

¡Un misionero más para aquella inmensa zona!, porque le devoraba el celo por las almas. Así hay que interpretar el desahogo angustioso que por aquellas fechas (5 de diciembre) hacía a un matrimonio amigo de San Sebastián. "Ahora le quiero hacer una súplica especial: me encuentro solo, solo en una Región de 72 kms. de carretera en largo y otro tanto de ancho. Pienso que será esta Región en sí como la Provincia de Guipúzcoa y ¡un solo sacerdote misionero! Así son las cosas. Por tanto, ruego a Ud. que con toda la familia supliquen a la Santísima Virgen - Ama maite Maria - (233) que interceda a su Hijo Jesús que venga otro misionero. Hace poco se lo pedimos al Representante de nuestro Padre General con más de 1.000 firmas de los moradores de esta Región o Zona cuando vino de visita pastoral. Ahora estamos rogando al cielo por mediación de la Medianera de las gracias" (234).

El misionero de San Miguel era plenamente consciente de que su situación provocaba malestar. Era su idiosincrasia - sin duda - y era la palabra "fraternidad", una de las banderas de la renovación. Pero el P. Clovis se encontró a un hombre de Dios y a un celoso apóstol, y no opuso impedimento. Recordando aquellos trances, el P. Bernabé evoca en su Autobiografía:

...La Viceprovincia se resistía a aceptar la zona como compromiso. A un servidor se le consideraba como aislado, que voluntariamente había marchado a la zona, aunque en realidad había un acuerdo con la Curia arquidiocesana. Por otra parte, el P. Clovis, que me visitó por dos veces, no puso ningún reparo y aprobó mi permanencia en la zona (235).

Terminó la visita canónica y el hermano visitador de Guayaquil continuó su itinerario rumbo a Lima (236). Más tarde, en Roma, el definitorio general examinó con detenimiento la relación presentada por el visitador (21 de marzo de 1974) y el ministro general, P. Pascual Rywalski, escribió a los hermanos de Ecuador (22 de marzo), rogando que a todos los hermanos se entregara una copia de su carta. Sus exhortaciones incidían sobre estos puntos: vida espiritual, vida religioso-franciscana, vida fraterna y comunitaria, vida apostólica, pastoral vocacional, inquietudes y actitudes, nuevos caminos, gratitud (237).

El P. Bernabé continuaba en su puesto, agotando al cien por cien sus fuerzas, y más si las tuviera; pero la verdad es que continuaba solo.

1874-1974: Ecuador y el Corazón de Jesús

El 18 de octubre de 1873, el católico presidente Gabriel García Moreno puso el "Ejecútese" en el decreto de la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, y la solemne consagración tuvo lugar al año siguiente (1874) el día 25 de marzo en la catedral metropolitana. Efemérides que se recuerda en el calendario litúrgico del Ecuador con una memoria el viernes siguiente a la fiesta del Corazón de Jesús. Aquel año 74 era el año centenario.

Para el P. Bernabé ésta es una circunstancia espiritual que tiene su significado, para incorporarla a su piadosa pastoral. Lo recuerda en su repaso autobiográfico:

Año 1974. Tuvo lugar el Congreso Bolivarense III con motivo del centenario de la Consagración oficial de la República del Ecuador al Corazón sacratísimo de Jesús en tiempo del Presidente García Moreno y del Arzobispo Ignacio Checa. Un servidor trató de celebrarlo en la Parroquia con la solemnidad posible (238).

Los meses de mayo y junio le brindaron esta oportunidad. Es algo que vive entrañablemente y que se lo recuerda a su hija espiritual Paulina: "Un servidor quisiera con mis feligreses dedicar el mes de mayo como preparación al Congreso Eucarístico que tendrá lugar en el mes de Junio, a fin de que, por mediación de la Madre de Jesús sacramentado, ese Congreso sea un éxito de fe, amor y veneración al Prisionero de nuestros altares, oculto por nuestro amor en la Hostia consagrada. ¡Ojalá que el Señor despierte este mismo espíritu en todos los devotos de la Madre de Jesús, a fin de que triunfe la causa de Jesús, la causa de su Corazón divino por encima de los respetos humanos y de la miseria humana! Sea la Madre Virgen quien de nuevo prepare el Reinado del Divino Corazón de Jesús, a pesar de toda la oposición que el enemigo infernal quiera levantar" (239).

En este contorno espiritual, digamos también que, en Ecuador, a la consagración al Corazón de Jesús, siguió la consagración al Inmaculado Corazón de María, hoy "Patrona principal del Ecuador" (240).

La primera misa celebrada en la nueva iglesia de San Miguel

(29 septiembre 1974)

Otra fecha importante para la historia de este querido pueblo. "En el mes de septiembre, con motivo de la festividad anual del patrono San Miguel Arcángel, se pudo inaugurar la nueva Iglesia parroquial y celebrar la Primera Misa solemne, que fue celebrada por el obispo auxiliar de Quito, Mons. Juan Olguin Larrea" (241). La inauguración es el comienzo de la celebración del culto, pero faltan todavía dos años para la bendición, y más de dos años para que esté del todo terminada.

Tierra de promisión

"Zona Noroccidental de Pichincha - Tierra de promisión" es el título con el que la revista de la Viceprovincia, Fraternidad, daba cuenta del cursillo que un grupo representativo de líderes había tenido con Mons. Proaño en la primera quincena de septiembre. Eran personas venidas de Pacto, Gualea, Nanegal y Nanegalito. Veamos cuál era el ambiente en el espíritu de Proaño. "Inmediatamente después de las primeras experiencias, se reúnen nuevamente en el Centro de Gualea para una revisión.

"Se hacen presentes todos los que participaron en el curso de Mons. Proaño, acompañados de los sacerdotes encargados de la zona, misioneras seglares, religiosas y del P. Santiago, principal promotor por la evangelización con los pobres. La reunión duró los días 7 y 8 de octubre. De ella sacaron las siguientes conclusiones:

- Crear y continuar la comunidad.

- Tener convicción y fe como animadores de la comunidad.

- Apoyarse mutuamente y tener unidad: sacerdotes, misioneras, religiosas y seglares de la zona.

- Continuidad en el trabajo: sustituirse.

- Dedicarse a las comunidades que tienen interés y lo desean.

- Mentalizar a las comunidades para que acepten al seglar: el animador participe en la homilía de la misa del domingo con el sacerdote; avisar al pueblo que, en vez de misa, habrá celebración de la palabra y la presidirá un seglar o religiosa; el sacerdote en ocasiones asista como miembro de la comunidad a las celebraciones que preside el seglar; la catequesis, hecha por los padres de familia.

- Los sacerdotes visiten las comunidades y las animen.

- Los sacerdotes dirijan la oración de los salmos dentro de la misa: la liturgia de la Palabra en la misa sea sencilla y familiar.

- Disponer de Nuevos Testamentos para cada uno de los miembros de la comunidad, y así facilitar la concentración y la reflexión.

- Todo centro poblado (parroquia o barrio) debería tener la celebración de la Eucaristía o de la Palabra cada sábado o domingo: preferencia, las comunidades que desean y pidan. Este punto requiere una reflexión de decisión de todo el grupo; pasos que deben darse: preparación, hacer experiencias". (242)

¿Qué pensaría... o qué pensaba de todo esto? El P. Santiago, ya difunto el P. Bernabé, en una carta-memoria del P. Bernabé y en medio de grandes alabanzas, escribía ésta su apreciación: "Comprendía el camino liberador de la Iglesia de América Latina y el camino de las Comunidades eclesiales de base con sus catequistas y ministerios. En una ocasión me llamó para que diera una semana a los catequistas de San Miguel en esta dirección. El, en la práctica, no podía seguir más que lo que entendía en su espiritualidad, pero la suya, como todas las auténticas, estaba bien centrada en Jesús y en el Evangelio, en una experiencia directa e íntima, con certeza y alegría de Espíritu" (243).

Fin de 1974: llega el P. Josué Izaguirre

Al fin, el P. Bernabé puede contar con otro misionero. Es el P. Josué Izaguirre, que, al momento de escribir esta biografía (1994), sigue y persiste intrépido por aquellas latitudes, si bien kilómetros más allá de San Miguel de los Bancos, en Pedro Vicente Maldonado. Estamos hablando de un misionero en vida..., a quien Dios conserve muchos años.

Con obediencia fechada el 28 de octubre de 1974 el P. Josué Izaguirre, 40 años de edad, llegaba, al final del año, a tierras de Ecuador. "En este mismo año se me fue comunicado por el P. Viceprovincial que el P. Josué Izaguirre deseaba venir por dos años al lado de un servidor. Noticia que me alegró, ya que el apostolado se iba extendiendo en la zona y me sentía incapaz de poder atender a todos los lugares" (244).

¿Quién era el P. Josué? Era, por de pronto, uno de ésos que pasan por la carrera con fama de listos, y bien merecida. Luego de ser ordenado sacerdote, fue destinado a estudios universitarios de Filosofía, cursados en Zaragoza. No hay sino que decir que obtuvo premio nacional de fin de carrera. Con una beca de la Fundación Juan Marx se le brindó la oportunidad de proseguir su formación en Alemania. Pero ¿qué pasó? Josué, que parecía nacido para pensar, vino desengañado del pensamiento de los próceres de Centroeuropa, los que parecían tener el secreto de la marcha de la Iglesia. Miró a los pobres y se fijó en el P. Bernabé y en el "hábitat" donde aquel hombre pobrecillo iba consumiendo sus días.

Y ésta es la situación para pasar a otro capítulo.


Capítulo XXIV

 

Tareas del misionero andariego

 

(1975-1979)

Tenemos al Padre Bernabé metido de lleno en su vida y misión. Estamos en 1975. Hasta que no pueda más y haya de aceptar su relevo, el P. Bernabé, capuchino hasta el tuétano, va a ser un misionero del Evangelio.

Vamos a relatar en este capítulo la vida y sucesos de los años sucesivos, hasta terminar la década de los 70 (1975-1979), advirtiendo que en esta vida intensa, totalmente volcada al misterio interior y a la pastoral entre la gente sencilla, no hay hechos tan decisivos que marquen etapas distintas. Toda su estancia en San Miguel de los Bancos es una etapa de vida.

Primeros ministerios del año 1975

Con la presencia del P. Josué ha cambiado la situación, pero como el trabajo cunde para dos y para todo el que quiera venir, las actividades cotidianas del P. Bernabé están al pleno. No hay cosas especiales que reseñar en su Autobiografía como trabajos que salgan del ritmo habituale. En sus cartas, tras los consejos espirituales, suele dar breves noticias.

Así nos enteramos de los ministerios de comienzo de febrero con el P. Josué: "Te escribo estas letras en la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes - escribe a la Hermana Paulina -. En este día han recibido la Priimera Comunión en un lugar llamado San Andrés de Andoas, en el que hemos dado una Santa Misión el Padre Josué y un servidor" (245).

Va a comenzar la Cuaresma, y la tarea en este tiempo fuerte va a ser muy intensa. "A tu pobre padre espiritual le tocará recorrer varios lugares para atender a las necesidades de los feligreses y prepararlos para el cumplimiento pascual juntamente con el P. Josué". No obstante, "cuando el Señor me diere licencia, procuraré hacerte una visita durante el tiempo sagrado de Cuaresma" (246).

Una visita a Hermana Paulina no es una evasión de sus tareas, no es una cesión a sus gustos espirituales. Paulina, enferma, es parte de la Zona. "Tú comprendes muy bien cómo necesitamos el auxilio del cielo, para que nuestra humilde palabra, que es Cristo, pueda penetrar en las almas. Tú, que tienes tu misión en esta zona, según los designios del Señor, ayúdanos con tus plegarias e inmolación, según fuere servido Jesús dulcísimo" (247).

Misionero andariego

El historiador Eulogio Zudaire, al hacer la historia de la Viceprovincia capuchina de Ecuador, refiriéndose al P. Bernabé y a estos años, nos da esta pincelada: "Quincenalmente recorre unos 150 kilómetros. Para atender a unos 12.000 habitantes distribuidos en 17 recintos de población dispersos por la montaña" (248).

El P. Bernabé entra en el cuadro de honor de los grandes misioneros andariegos del Evangelio. No es el misionero que va a roturar el terreno con el primer anuncio de la fe, sino el celoso pastor que debe alimentar la fe de la grey falta de la asistencia del sacerdote. El P. Bernabé no cabalga en caballo, camina con su humilde sandalia. Ni tampoco viaja conduciendo un vehículo a motor. Un intento en estas artes, cuando aceptó sentarse a un volante para aprender, de modo elemental, manejo y marchas, fue un fracaso. El P. Bernabé camina a pie, infatigable, rezando y meditando. Su comida es frugal, a los tiempos que puede, sin problema, sabiendo, por otra parte, que el Padre del cielo cuida de sus hijos por la generosidad de los sencillos.

150 kilómetros quincenales son, por hacer un cálculo comparativo, una caminata de 10 diarios... Seguramente que las cuentas habrá que hacerlas de otra manera.

La imagen de San Bernabé para el recinto San Bernabé

Del año 1975 hemos de destacar, para la historia de la zona, la bendición de la imagen de San Bernabé, para aquel recinto de San Bernabé, cuyo nombre se debe a la iniciativa de nuestro misionero.

El 10 de junio el P. Bernabé sale con cuatro hombres para el recinto de San Bernabé, portando una imagen del santo, que será bendecida el día 11, día de la fiesta. El viaje costó seis horas. Hubo 60 comuniones, 7 bautizos y 1 matrimonio.

La nueva iglesia que se va levantando, iglesia de San Bernabé, tiene su imagen, inspirada al parecer en una imagen de Logroño (249).

Bodas de Oro de vida religiosa (1975): Segunda visita a la madre provincia (7 julio - 22 septiembre)

Un suceso significativo de este año 1975 fue la celebración de las Bodas de Oro de vida religiosa. Desde hace tiempo se le está dando especial importancia a este acontecimiento de nuestra vida interna. Se convocaba a los hermanos que iban a celebrar este jubileo en el convento de Sangüesa, convento clásico del santo Noviciado. Y así se planeó para este año. La celebración y la estancia en la patria la ha consignado el P. Bernabé en su Autobiografía.

"En este año se cumplieron las Bodas de Oro de mi Profesión Religiosa (1925-1975). A última hora, por insinuación de uno de mis compañeros de curso que me visitó en Quito, me decidí a marchar a la Provincia, con el fin de celebrar conjuntamente con mis compañeros las Bodas de Oro religiosas, que celebramos el 15 de agosto de aquel año, en la fecha de nuestra primera profesión. Unos días antes, procuré pasar en Retiro unos pocos (días). No tengo recuerdo especial de aquellos días de Retiro.

Todo el tiempo que estuve en la Provincia, desde el 7 de julio hasta el 22 de septiembre, transcurrió sin novedad particular. Como la vez anterior, en el año 1969, procuré recoger algunas limosnas para las obras de la Parroquia, y luego regresé para la festividad de San Miguel Arcángel (250).

La fiesta de estas Bodas de Oro de vida religiosa se celebró, como era habitual, en el convento de Sangüesa. Presidió la Eucaristía el ministro provincial, P. Juan Miguel Mendía. Como hizo notar la crónica del día, la mayor parte del curso se encuentra en activo en países de ultramar. Seis de ellos pudieron acudir a la cita: los PP Bernabé, Pedro María Azcoitia (desde Dallas), y, de la Provincia, Damián Bengoechea, Juan Evangelista Oar, Serapio Gurbindo y el hermano Fray José Arméndariz (251). El grupo de homenajeados recibió una carta de felicitación y agradecimiento del ministro general, P. Pascual Rywalski.

Una descripción de la "misión" de San Miguel de los Bancos por aquellos años: Informe del P. Josué Izaguirre

Según hemos informado, el P. José Izaguirre entra en San Miguel de los Bancos a finales de 1974. Forma fraternidad y equipo misionero con el P. Bernabé, los dos entregados hasta el agotamiento; nadie lo dudó nunca. La evolución de los acontecimientos hizo que, después de un tiempo, el P. Bernabé permaneciera solo y el P. Josué, kilómetros más adelante, iniciara su labor en Pedro Vicente Maldonado, donde continúa.

En estos años setenta, que fueron los más agitados en las transformaciones que siguieron al Concilio, hubo entre los hermanos capuchinos una revisión a fondo de los trabajos ministeriales que realizaban en las distintas presencia de Ecuador. El P. Josué, a nombre de esta mínima fraternidad, presentó el estudio correspondiente, publicado, como los demás, en el boletín de la Viceprovincia en marzo de 1976. Puede ser útil que conozcamos en detalle este informe. Estamos hablando de decenios atrás. Hoy, la situación de la Zona, gracias a Dios, socialmente es muy distinta, porque las transformaciones han sido vertiginosas. Compréndalo el lector ecuatoriano (252).

 

* * *

La fraternidad y la Zona

Integran esta fraternidad el P. Bernabé de Larraul y el P. José Izaguirre.

Nuestro apostolado se desarrolla en la Zona comprendida entre el kilómetro 77 y el kilómetro 150, y aún más allá, de la carretera que va de Quito a Macallares. Serán unos 80 kilómetros en profundidad y unos 50 de anchura. Dentro del perímetro que limita nuestra jurisdicción, se hallan enclavados 11 pueblos de cierta envergadura y unas 75 agrupaciones humanas de menor densidad, dispersas en la selva. El acceso a los lugares situados dentro de lo que se denomina "la montaña" o espesura impenetrable está erizado de dificultades y, a veces, de peligros para la vida. En cambio, los 11 recintos vitales de la Zona se halla comunicados por una carretera rudimentaria, acribillada de baches, surcos y arrugas, pero que presta servicios inapreciables a sus habitantes, y señala una línea de progreso y de civilización a través de la selva.

Situación social

Los moradores de estos núcleos humanos se dedican:

a) a posibilitar el cultivo de tierras vírgenes,

b) a obtener los primeros resultados en la implantación de la ganadería. Casi todos ellos se lanzan a su labor de pioneros sin capital inicial, confiando en sus propias fuerzas. Esas fuerzas son muy reducidas, casi imaginarias. Cada cabeza de familia recibe un lote de cincuenta hectáreas, sobre un terreno cubierto totalmente por una densa vegetación. Sin más instrumento que el machete ni más fuerza que la de sus músculos, tienen que despejar la finca de árboles y de maleza. Lo primero que siembran es maíz, después otros cultivos como la yuca, las papas chinas, café, plátanos... Después de los primeros sudores y reveses, consiguen quizás comprarse unas avecitas; al cabo de algunos años algún puerco y, si el banco les facilita préstamos, con el tiempo alguna vaca. Las chozas son en general de una sola habitación, de madera o de caña. Los más acomodados las cubren de cinc, los demás de hojas de plantas. En ellas viven hombres, mujeres y animales. El progreso de las cooperativas alejadas de la carretera es lentísimo.

Situación espiritual

Espiritualmente son dóciles, viejos cristianos procedentes de las provincias del Oro, Cuenca y Loja. Son afectos al sacerdote que se presenta actuando según los métodos tradicionales de apostolado y viviendo conforme a los modelos eternos de la perfección cristiana, y aborrecen y boicotean inexorablemente y sin posibilidad ninguna de diálogo o de fórmulas de compromiso a todo sacerdote que pretende introducir entre ellos los llamados métodos modernos de apostolado. Una de las cosas que más me ha sorprendido es que, a pesar de vivir en la miseria y ser objeto de constantes vejámenes por parte de funcionarios o explotadores, no quieren oír de labios del sacerdote nada que suene a revolución o vaya en contra de la propiedad privada. Basta una sola insinuación en este aspecto para que queden las iglesias vacías durante meses.

Dos sacerdotes han tenido que abandonar sus puestos por orientar su pastoral en este sentido.

Estos rudos cristianos sólo quieren oír en la iglesia la predicación clara y serena del Evangelio y sólo se acercan al sacerdote que les predica a Cristo.

 

Nuestras actividades en estas comunidades cristianas

Nuestras actividades en estas infervientes comunidades cristianas podemos resumirlas brevemente.

Horario fijo no tenemos ni podemos tenerlo: cada día lo imponen las circunstancias. Nos acostamos cuando podemos y nos levantamos cuando podemos. Por ningún motivo abandonamos la meditación diaria o el rezo completo del oficio divino en latín.

Los días de labor binamos con frecuencia; los sábados podemos celebrar, y lo hacemos con frecuencia, hasta tres misas, y los domingos cuatro. Jamás tampoco prescindimos del rezo del santo rosario con la comunidad cristiana dondequiera que nos hallemos.

No poseemos medios propios de locomoción. Caminamos a pie o mendigamos un puesto en los vehículos que pasan. Utilizamos también el caballo al adentrarnos en la selva, debido al estado pésimo, casi intransitable por el barro, de los senderos. Llevamos siempre el santo hábito y comemos de lo que nos suministra la caridad de los fieles. Hasta el momento no hemos tenido quien nos ayudara en los quehaceres domésticos, limpieza y adorno de la capilla. Dentro de unas semanas vendrán las religiosas de los Sagrados Corazones a aliviarnos en este aspecto. Estamos construyendo su casa a ritmo acelerado.

 

Labor ministerial en cuatro aspectos

Ministerialmente podemos resumir nuestra labor en:

a) Instrucción catequística a niños y mayores.

b) Esfuerzo por elevarlos a cierto nivel cultural, religioso y moral por medio de las homilías dentro de Santo Sacrificio de la Misa.

c) Conservación del fervor religioso del pueblo por medio de las devociones y tradiciones eterna: Primeros Viernes, Santa Misa-Eucaristía, veneración de la Madre de Dios con amor filial. Al rezo del santo Rosario acuden los viejos cristianos del Oro, Loja y Cuenca con un entusiasmo que no desfallece nunca.

d) Ministerios elementales: bautizar, casar, preparación de masas de niños para la Primera Comunión y confirmación, confesión de adultos difícil por el número, la ignorancia y los largos años de vida aislados de todo sacerdote.

Preparación del matrimonio

Grandes quebraderos de cabeza nos proporcionan los trámites prematrimoniales: todas las parejas son de inmigrantes. De ahí que resulte un martirio la recopilación de documentos e informaciones. El 60 % o más de los habitantes no saben dónde fueron bautizados ni cómo se llaman con el nombre de pila, porque inexplicablemente cambian su nombre en la confirmación. Con frecuencia se quedan con el apodo sin acordarse más del nombre propio.

Casi nadie sabe con exactitud la fecha de nacimiento y los años que tiene.

Este cúmulo de deficiencias humanas queda contrarrestado en parte por un inmenso repertorio de facultades y privilegios obtenidos en la Curia Arzobispal.

 

Misiones por los recintos

En la Cuaresma se organizan, por los recintos, misiones populares, fatigosas pero imprescindibles para segurar la confesión y comunión anual de los fieles y dar un repaso general a las verdades fundamentales de nuestra fe y a las obligaciones y compromisos adquiridos en el bautismo. Sirven además para llamar la atención de los fieles sobre determinados abusos o peligros que han podido hacer su aparición en los meses anteriores.

Dificultades y progresos materiales y espirituales

La mayor de nuestras dificultades la constituyen la distancia entre los diversos puntos poblados.

Grandes amarguras nos proporcionan algunos estamentos sociales, como profesores y funcionarios del estado.

En la misión se construyen en este momento cuatro iglesias, una casa parroquial y un convento para dos religiosas de los Sagrados Corazones. Estas obras se financian con cantidades procedentes de la Curia Arzobispal y del Gobierno (muy pequeñas) y, sobre todo, de limosnas procedentes de España, del Adveniat (Alemania) y de personas privadas de Alemania.

Podemos asegurar con gozo que la observación del P. Viceprovincial cesante en la página 8 de su informe (253): "Ha bajado la asistencia a las misas dominicales, a los actos de culto, confesiones y catequesis", no es aplicable a nuestra zona. Gracias a Dios, en nuestros recintos ha aumentado la participación dominical de los fieles en los sagrados oficios. Nuestros templos están siempre llenos, aun entre semana. Apreciamos un notable incremento, sobre todo, la recepción de la Sagrada Eucaristía.

Ha diminuido notablemente la borrachera en el Centro poblado de San Miguel.

Nos llaman con insistencia a todas partes. Donde levantamos un altar para celebrar el Santo Sacrificio, se agolpan los cristianos sedientos de Dios y de su Palabra. No podemos acudir a todas las llamadas. Nos tenemos que limitar a hacer acto de presencia, a cruzar la selva como meteoros que pasan fugaces bautizando, casando y enterrando, predicando y administrando los sacramentos.

Nos parece cosa evidente que, si se intensifica la vida interior y se trata de imitar incondicionalmente a Cristo, cualquier método de evangelización es eficaz, y, sin esa condición previa, todos los milagros de la técnica y los malabarismos apostólicos son estériles por carecer de la bendición divina.

 

* * *

El lector crítico de este impresionante informe lee lo que dice y algo más... El informe es testimonial; lo es en sentido narrativo y personal, porque estamos en los momentos más duros que han seguido, en el viraje pastoral que se ha producido y en el momento más doloroso en que se van produciendo muchos abandonos del sacerdocio.

Regreso a la misión, prosiguen las tareas, el Crucifijo del Amor Misericordioso

Para la fiesta de San Miguel, o mejor, para la preparación de la fiesta de San Miguel, el P. Bernabé estaba de nuevo entre los suyos. Prosiguen las tareas en el modo y ritmo que acabamos de escuchar.

En la fiesta de Cristo Rey (último domingo del tiempo ordinario del año litúrgico), hay un suceso espiritualmente importante, que el P. Bernabé recoge en su autobiografía: la bendición del Crucifijo de la iglesia.

"Aquel mismo año, en la festividad de Cristo Rey -23 de noviembre - fue colocado y bendecido por Mons. Antonio González el precioso Santo Cristo que preside el Altar mayor de la Iglesia parroquial y que representa al "Amor Misericordioso" (254).

En las capillas que construía el P. Bernabé, ponía un gran Crucifijo presidiendo la asamblea (255). Para el P. Bernabé, el crucifijo era la imagen más expresiva y más educativa del amor de Dios, Jesús doliente en la cruz, signo de la misericordia desbordada. Y el Crucifijo del Amor Misericordioso le hablaba entrañablemente al P. Bernabé. Los ojos grandes de Cristo miran abandonados y suplicantes al Padre, ofreciendo la vida en amor, respuesta al amor misericordioso de Dios que llega hasta nosotros (256). Escribirá la Madre Esperanza: "Debo llegar a hacer que los hombres conozcan a Dios, no como Padre ofendido por las ingratitudes de sus hijos, sino como un bondadoso Padre y una tierna Madre, que busca por todos los medios la manera de confortar, ayudar y hacer felices a sus hijos, que los sigue y busca con amor incansable como si Él no pudiese ser feliz sin ellos" (Madre Esperanza) (257).

El P. Bernabé y el P. Josué en dos áreas distintas de la misma zona (comienzo de 1976)

Del 25-30 enero se celebró VI Asamblea de la Viceprovincia con elecciones. El nuevo superior viceprovincial es el P. Ramón Echegaray. Se tomaron diversos acuerdos de tipo jurídico y otros sobre vocaciones y vida fraterna. En la división de las fraternidades, con carta del Viceprovincial y consejo (10 febrero) aparece: Fraternidad de San Miguel: Bernabé Sarasola, superior y párroco; Josué Izaguirre, ecónomo y vicario cooperador (258).

"No estuve mucho tiempo junto con el P. Josué Izaguirre. Habían fallado los dos sacerdotes que habían estado al frente de la vecina población de Pedro Vicente Maldonado. Por segunda vez quedaba sin sacerdote esta población. La Curia acudió a nosotros para que atendiéramos esta población y a los Recintos de vecindad.

El P. Josué se puso al frente de Pedro Vicente Maldonado, y desde el mes de enero de 1976 se separó de mí" (259).

Un gran consuelo tuvo nuestro misionero cuando vio que en marzo de aquel año 1976 venía de Quito como refuerzo la fundación de las religiosas de los Sagrados Corazones (260).

"La Virgen de Quito"

Retengamos en nuestra historia un suceso mariano que, como todas las cosas referentes a la Virgen, llenó de alegría al P. Bernabé. Lo cuenta él en una carta con estas palabras:

"El 28 de marzo [1976] se inauguró en Quito - en una de las colonias - una hermosa estatua de María Inmaculada con alas, con la inscripción La Virgen de Quito, y que ha sido esculpida en España. Con este motivo tuvo lugar la consagración del Ecuador al Inmaculado Corazón de María" (261).

Esta imagen de la Virgen con las alas extendidas es la interpretación mariana de la Mujer del Apocalipsis (Ap 12). Llama poderosamente la atención en aquella especie de cerro donde se alza en un extremo de la ciudad y entre las casas de los quiteños.

El Ecuador había sido consagrado al Corazón de Jesús por el Presidente García Moreno; ahora era consagrado al Inmaculado Corazón de María. La fórmula que guardaba el P. Bernabé entre sus papeles de oraciones dice así:

Acto de Consagración de la República de Ecuador al Inmaculado Corazón de María

¡Dulcísimo y amabilísimo Corazón de María, Corazón de nuestra Reina y Señora!, postrados humildemente a vuestras plantas, os pedimos y suplicamos que obtengáis del Corazón Sacratísimo de Jesús, se digne iluminar, defender, sostener y conservar bajo su amparo soberano al Episcopado, al Clero, la Magistratura y todo el pueblo de la República de Ecuador, consagrado a este deífico Corazón perpetuamente y con voto de eterna fidelidad.

¡Oh Corazón purísimo de María!, en Vos como en limpísimo altar depositamos este don confiados en que por vuestra mediación poderosa será nuestra pobre ofrenda aceptada por el Señor.

Por lo mismo desde hoy consagramos también de un modo irrevocable y para siempre esta nuestra Patria y República Ecuatoriana a vuestro Purísimo y maternal Corazón. Sed, pues, su dulce asilo y su inexpugnable torre contra los ataques de sus enemigos; protegedla y defendedla como que os pertenece (262).

Inauguración de la iglesia de San Miguel de los Bancos (San Miguel 1976)

Gran acontecimiento para la feligresía de San Miguel de los Bancos en la fiesta del arcángel patrón aquel año de 1976. El Cardenal de Quito, Pablo Muñoz Vega, que veneraba al P. Bernabé, va a bendecir el nuevo templo. Se inaugura el 20 de septiembre de 1976 aquella amplia iglesia, que ya tenía su crucifijo. En el fondo de su corazón el P. Bernabé abriga la esperanza de que un día la iglesia de San Miguel Arcángel sea un santuario. Gran fiesta aquel día en el que además hubo Primeras Comuniones y Confirmaciones.

Al mes siguiente escribía el P. Bernabé a una dirigida: "Aunque se llevó a efecto al consagración del nuevo templo, aun no está terminado. Falta todavía la torre, en construcción, el embaldosamiento del suelo, las sacristías" (263).

Nueva alegría por la iglesia en Navidad de aquel año. "En la Nochebuena celebramos la Misa de Gallo con buena asistencia de fieles, y se bendijo la nueva estatua de San Miguel, que presidirá en al nueva iglesia. En este momento se está trabajando en la construcción de la torre de la iglesia. Si no hay ningún trastorno, espero que para su fiesta de San Miguel [1977], la iglesia estará terminada en todos sus detalles" (264).

Un hecho clave para los años sucesivos: el Movimiento Sacerdotal Mariano (1977)

El año 1977 va a estar marcado por una inmensa alegría: el descubrimiento del Movimiento Sacerdotal Mariano. Al hacer memoria de su vida, este suceso, para él importantísimo, es lo que hace la crónica de este año.

Seguía en sus ministerios ordinarios. Así, en el recinto de San Vicente de Andoas, en la cuaresma había dado había dado misiones con un franciscano, el P. Cartagena, una misión que quedó especialmente en su recuerdo porque a este celoso franciscano luego le hicieron obispo-vicario apostólico de las Islas Galápagos (265).

El mismo P. Bernabé nos cuenta con detenimiento cómo fue el encuentro con el Movimiento Sacerdotal Mariano (M.S.M.).

"Al llegar a la casa me encontré con un folleto que venía de Chile (266). Lo abrí con cierta curiosidad y recibí una sorpresa. Eran unos Mensajes dirigidos a los sacerdotes de la Sma. Virgen María a través de un sacerdote, Dn. Esteban Gobbi. Me llamaron la atención dichos mensajes. Vi en dichos mensajes el cumplimiento de la profecía de San Luis María de Monfort sobre los sacerdotes marianos de los últimos tiempos, que expone en el tratado de La Verdadera Devoción a la Sma. Virgen María. Había sido un ensueño de años atrás la formación de los Sacerdotes de María a través de la Santa Esclavitud. Había quien me empujaba para empezar dicha Obra. Mi respuesta era ésta: 'Ahora imposible, hay que esperar que lleguen tiempos mejores, ya que actualmente mucho se ha enfriado y aún se ha perdido en los sacerdotes - en más de uno - la devoción a la Virgen María, Madre de los sacerdotes y ha sido la causa o el motivo de que hayan abandonado el sacerdocio' De esta suerte razonaba un servidor.

Así pues, comprobaba en el momento de leer el folleto, existía ya el Movimiento de los sacerdotes marianos, que se consagraban al Inmaculado Corazón de María, para formar una unión íntima con el Corazón de la Madre (267). Se me abría un nuevo horizonte ante los ojos. Veía un nuevo porvenir para la Iglesia de Cristo Jesús" (268).

Qué era el Movimiento sacerdotal Mariano

¿Qué era el Movimiento Sacerdotal Mariano, que con tanto fulgor ha iluminado la vida del P. Bernabé, cuando se va acercando a la ancianidad?

La idea del Movimiento Sacerdotal Mariano surge en el corazón del sacerdote italiano don Stefano (Esteban) Gobbi en una peregrinación a Fátima (8 de mayo de 1972), idea reafirmada en el santuario de la Anunciación en Nazaret, en el mismo mes y año. Desde julio de 1973 dicho sacerdote recibe "mensajes" de la Virgen en sus coloquios espirituales, mensajes que consigna en las ediciones sucesivas del libro La Virgen a los Sacerdotes, sus hijos predilectos, que, a partir de ahora, lo va a tener como libro de meditación (269).

Continúa el P. Bernabé hablándonos de este gratísimo descubrimiento:

"Cierto es que antes de tener noticia del folleto titulado Movimiento Sacerdotal Mariano, había concebido una intención particular de pedir cada sábado: 'Una nueva generación de sacerdotes amantes de la castidad sacerdotal, que pudieran difundir en su derredor el aroma de la pureza, etc.' Venía, algún tiempo atrás, pidiendo por esta intención. He continuado después, y continúo actualmente, refiriéndome de modo particular a los sacerdotes que se consagran totalmente al Inmaculado Corazón de María y tratan de vivir dicha consagración.

Volviendo al asunto anterior del Movimiento Sacerdotal, traté de ponerme en contacto con algunos sacerdotes religiosos que estaban al frente de la Obra. Procuré conseguir algunos folletos más para dar a conocer dicho Movimiento y hacer su propaganda. En algunos corazones sacerdotales ha arraigado este Movimiento mariano. Sin duda este Movimiento mariano está destinado a producir muchos frutos de santidad en los sacerdotes que tienen el valor de consagrarse totalmente al Inmaculado Corazón de María y vivir dicha consagración" (270).

Apóstol del Movimiento Sacerdotal Mariano

El P. Bernabé, creemos que sin faltar un ápice a sus ministerios pastorales en la zona, por amor la Virgen trabajó con fervor por la difusión del Movimiento, incluso dio su nombre como medio de enlace o representante del movimiento en Ecuador (1979).

En su autobiografía el P. Bernabé anota, como hecho muy significativo, su dedicación al movimiento sacerdotal el año siguiente. "En el año de 1978 trabajé intensamente en dar a conocer el M.S.M., repartiendo los folletos que había conseguido. Escribí al Arzobispo de Guayaquil, Mons. Bernardino Echeverría, que había preparado un Congreso Mariano en Guayaquil. Con tal motivo le escribí para que se interesara por el Movimiento Sacerdotal Mariano, que no había conocido hasta entonces. Fue uno de los prelados que con más entusiasmo acogieron dicho Movimiento y lo dio a conocer en su Arquidiócesis" (271). En su momento hablaremos de este Congreso de Guayaquil.

El P. Bernabé veía con inmensa ilusión cómo el movimiento, con la bendición del Papa, florecía en muchísimos sacerdotes. En 1986 el Movimiento se hallaba difundido en 890 Cenáculos: 480 en Europa, 180 en América, 97 en África, 51 en Asia y 80 en Oceanía (272).

El P. Bernabé hablaba con emoción en sus cartas de este Movimiento de sacerdotes. Vamos a tomar dos ejemplos de esta confidencias. En 1980 escribía a una monja contemplativa, sor María Soledad Lerga, del monasterio de capuchinas de Tudela (Navarra):

"...Pero, por otra parte, la Virgen bendita, la Madre del mundo, Madre piadosísima de la Iglesia de Cristo, está preparando un grupo escogido de sacerdotes (Ministros de su Hijo santísimo) a fin de por medio de ellos salvar a una parte de la humanidad. ¿No ha oído hablar sobre El Movimiento Sacerdotal Mariano? Ya sé que no todos admiten. Hay quienes critican, etc. Con todo, tiene la aprobación y la bendición del Santo Padre de Roma. El mismo Juan Pablo II es su primer miembro.

El Movimiento Sacerdotal Mariano es una "obra" directa de la Madre de la Iglesia. Ella está interviniendo directamente sobre la Iglesia, a través de sus sacerdotes que totalmente, incondicionalmente, se han consagrado a su Inmaculado Corazón y tratan de vivir esa consagración.

Por la gran misericordia del Señor, ya pasaron de 20.000 los sacerdotes que pertenecen a ese Movimiento. Al lado de los Sacerdotes están los Religiosos y Religiosas como colaboradores. Luego lo fieles que se consagran al Inmaculado Corazón de María, según su estado.

También un servidor trabaja humildemente en favor de este Movimiento aquí en el Ecuador" (273).

Casi siete años más tarde, en diciembre de 1986, escribía a la misma religiosa: "No se puede dudar que el Movimiento Sacerdotal Mariano ha sido un regalo precioso que la Virgen María ha hecho a la Iglesia de Cristo, su Hijo. En conjunto, son pocos los que han comprendido este regalo y lo han aceptado con agradecimiento.

Sigan pidiendo por el Movimiento Sacerdotal Mariano para que produzca frutos de santidad dentro de la Iglesia y sirva para la salvación de las almas en estos tiempos calamitosos, en los que tantas almas se pierden, a pesar del falso optimismo de algunos" (274).

Visita del provincial de Navarra, P. Juan Miguel Mendía (abril 1977)

Tornemos al año 77, a la altura en que se encuentra nuestro relato. El provincial de Navarra, P. Juan Miguel Mendía, hombre bondadoso y comprensivo, muy apreciado por todos, visitó la Viceprovincia de Ecuador durante un mes, del 27 de marzo al 26 de abril, acompañado del secretario provincial, P. Elías Cabodevilla. Llegaron a San Miguel de los Bancos el 20 de abril por la tarde y estuvieron también el día 21.

Un detalle de aquella visita, que le place consignar al historiador, es que el secretario provincial era fotógrafo, y nos dejó retratado al P. Bernabé. Son dos fotos que conoce el lector de Historia de un pobrecillo. Una es la imagen de la portada del libro: así era el P. Bernabé, con esa cara que emana bondad y cariño (275).

El P. Elías, al dar la crónica en el boletín informativo de la Provincia, escribía: "Visita a los religiosos de San Miguel de los Bancos. Con un compromiso personal con el Sr. Cardenal-Arzobispo de Quito, los padres Bernabé Sarasola y Josué Izaguirre atienden a la parroquia civil de San Miguel de los Bancos, en la zona noroccidental de Pichincha, lindante con la de Gualea, en la que se han constituido dos parroquias eclesiásticas: la de San Miguel de los Bancos y la de Pedro Vicente Maldonado. Estas dos parroquias tienen una población difícil de determinar por ser de inmigración reciente y actual. Las cifras hablan de 18, 20 y hasta 30.000 habitantes, en una extensión de muchos kilómetros cuadrados, a lo largo de la carretera Quito-Puerto Quito, desde el kilómetro 80 hasta el 142" (276).

Soledad y relevos (1978); la nueva fraternidad con el P. Higinio y el P. Ignacio Díaz de Cerio

Como anteriormente se dijo, el P. Josué se separó del P. Bernabé para atender su propio campo ministerial (enero 1976). El P. Bernabé vivía solo en aquellas latitudes, que podían ser territorialmente como un obispado.

En el mes de febrero llegó el P. Higinio Gamboa (anteriormente P. Miguel de Arruazu), misionero desde joven y, en años precedentes, el primer Prefecto Apostólico de Aguarico. El P. Higinio era un religioso extraordinario, un capuchino indiscutible en cuanto a generosidad y entrega. Muchas veces en San Miguel de los Bancos el P. Bernabé se confesó con él (277).

El año siguiente, al constituirse en marzo las nuevas fraternidades, a raíz de la IX Asamblea general de la Viceprovincia, el P. Higinio Gamboa es nombrado superior y ecónomo de la fraternidad (278).

Un asunto motivo de sufrimiento entre hermanos, en este caso, P. Higinio, a la sazón superior, y P. Bernabé, fue el del tractor, que el P. Bernabé lo ha recogido en su autobiografía. "Una de las cosas que fue para mí de sufrimiento lo fue un tractor agrícola. En el año de 1978 conseguí, a través de la Curia, después de haber consultado con el Cardenal, un pequeño tractor de mano para favorecer en la agricultura a un sector pobre "Saloya". Fue sin duda mi error no haber tenido en cuenta a los Superiores de la Orden, lo que fue para mí posteriormente fuente de disgusto y desazón. Esto ocurrió en el año de 1979, cuando al conseguir otro tractor de ruedas, después de haber vendido el pequeño de mano. Por lo visto el P. Miguel, superior, tuvo reparos de lo que un servidor había hecho... Una de las cosas que se me dijo fue que no me metiera en obras materiales, sino que atendiera a la parte espiritual" (279).

El P. Higinio tuvo al P. Bernabé en concepto de verdadero santo, de santo de altar, lo mismo en vida de nuestro biografiado que después de muerto. Él hizo una obra preciosa en pro del P. Bernabé, al recoger testimonios de labios de la hermana Paulina, de quien nos ocuparemos en otro capítulo.

En noviembre del año en curso (1978) "se presenta" el P. Ignacio Díaz de Cerio (Gabriel de Ázqueta), que años atrás había estado con el P. Bernabé en Gualea. Fue una sorpresa para el P. Bernabé. "En aquel mismo año de 1978, a principios del mes de noviembre, se presentó el P. Gabriel de Ázqueta inesperadamente. El P. Gabriel había regresado de Chile, en donde estuvo ocho años, con intención de estar al lado de un servidor. Naturalmente encontró dificultades para regresar de nuevo a la Viceprovincia del Ecuador `[...]" (280).

El P. Gabriel, desde el convento de San Sebastián, escribía al P. Bernabé en mayo de 1978: "...Ya está el Movimiento Sacerdotal Mariano extendido por todo el mundo. Lo que nosotros pretendemos ahora es vivir fraternalmente ese Movimiento, pues donde hay dos o más reunidos en nombre de María, allí está Ella en medio. Y queremos testimoniar (dos testigos) esa consagración de amor a Jesucristo en María, la Esclava del Señor. Eso es lo que queremos al buscar esa vivencia juntos, la realización de aquella plegaria de Jesús: 'ut unum sint, sicut Tu, Pater, et Ego'. El ejemplo de Jesús y el modelo de María nos atraen. Claro que podría vivenciar esa consagración separados por la distancia y el lugar, pues lo que importa es el espíritu. Pero queremos estar juntos, como testigos del amor de Jesús, y para practicar su 'mandato' nuevo, y amarnos mutuamente como Él nos ha amado. Además, esta vivencia fraternal está exigida por la vida religiosa y franciscana. No pedimos nada contra la letra y el espíritu de nuestras Constituciones y Capítulos Generales. ... Queremos vivenciar esa 'consagración' mariana en nuestra Seráfica Orden, en sencillez, en pobreza, en penitencia, en apostolado misional y pobre, entre los pobres de Cristo, en oración, en fraternidad" (281).

El P. Gabriel fue un incondicionado admirador del P. Bernabé, en vida y después de muerto (282), y guardaba veinte cartas escritas a él por el P. Bernabé con exquisita amabilidad. No sospechaba el motivo de sufrimiento que con él pudo tener y tuvo el protagonista de esta historia. En su día el P. Gabriel regresó a España y una porción de años, en varias épocas, los pasó en la Enfermería (283).

La comunidad, así guarnecida con tres hermanos, se encontraba más holgada para irradiar su actividad hacia otros recintos, y el P. Bernabé podía contar que, al principio de diciembre, llegaba hasta Puerto Quito."La pasada semana llegué hasta los confines de esta gran Parroquia de San Miguel, es decir, hasta Puerto de Quito, que linda con la provincia de Esmeraldas. por allá me reclaman también... y son más de 40 kilómetros desde este centro de San Miguel" (284).

La importancia de Puerto Quito pedía que pronto este pueblo pasase a ser vicaría parroquial independiente (1981) (285).

La iglesia y la torre de San Miguel

La iglesia de San Miguel estaba construida e inaugurada. Pero había que hacer la torre porque este edificio para el culto del Señor, aun en medio de la selva, tenía que ser espléndido, con su torre y sus campanas (286). El humilde P. Bernabé mira con ilusión esta obra, y escribe a una de sus dirigidas de España: "Dios mediante este año quedará terminada la iglesia, dedicada a S. Miguel Arcángel. En la fachada, en la torre, se erguirá una estatua de 3 metros y la cruz de 2 metros, representando a San Miguel de Excelsis de Aralar. ¿Has estado alguna vez en el monte Aralar, visitando el santuario de S. Miguel?" (287).

Estos datos de primera mano son de gran interés para saber cuál fue el proyecto del P. Bernabé, una iglesia al arcángel San Miguel, sí, pero a San Miguel venerado en el monte de Aralar, en Navarra. La pequeña efigie del arcángel, que era portada de pueblo en pueblo, por el capellán del santuario, era el modelo para la estatua de grandes dimensiones que estaba en un nicho central de la torre. San Miguel de Aralar con una inscripción, grabada en el pedestal y escrita en lengua vasca y en lengua castellana: ¿Quién como Dios? (288).

Protesta de un profeta: El P. Bernabé huye de San Miguel de los Bancos

Aquel año, en la fiesta de San Miguel ocurrió algo célebre. Uno de esos sucesos que se recuerdan para decir: Así era el P. Bernabé, cuando de pronto se sentía movido por el Espíritu de Dios para poner un "signo" de profeta en medio de su feligresía. En este caso tenemos la fortuna de que no es sólo lo que la gente dice que hizo, sino lo que él mismo nos cuenta.

"Hubo otros acontecimientos en 1978 que influyeron en mi ánimo, como la muerte del Papa Pablo VI, a quien veneraba con un afecto especial (289). Luego, la muerte inesperada de Juan Pablo I. Era la víspera de la festividad de San Miguel Arcángel.

Como de costumbre, se habían preparado las Primeras Comuniones, las Confirmaciones. Había sido invitado, para solemnizar la festividad, el Vicario General de la Arquidiócesis, Mons. Jácome. Los Rectores del Colegio fiscal armaron un baile con la Banda que habían contratado. Bastó esto para que mis planes quedaran desbaratados. Después de protestar, como un servidor acostumbra en tales circunstancias, decidí alejarme de la población. Dejando todo, todo el compromiso de la fiesta, salí de la población, pasada la media noche, y me encaminé hacia Quito, con todo el sentimiento y aún más, con la amargura de tener que abandonar la fiesta religiosa. Al salir de la población me enteré de la muerte de Juan Pablo I, que al principio no la creí, luego en Quito me confirmé.

Así terminó el año de 1978 con otras tareas ordinarias del año" (290).

En Gualea una vez les cerró a los fieles las puertas de la iglesia en señal de protesta (4 noviembre 1963) (291). Aquí en San Miguel, cuando organizaron un baile en aquellos días de la colocación de la primera piedra, había amenazado con marcharse. No lo hizo; ahora sí (292).

Pero aun con estos arrebatos de profeta, o quizás por ellos, al Padrecito Bernabé cada día le querían más.

El año 1979: Puebla

El año 1979 tuvo, pastoralmente, una importancia extraordinaria en América Latina. Se celebró en la ciudad de Puebla de los Ángeles (México) la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Puebla fue la culminación de Medellín, donde ya decididamente se había marcado el nuevo estilo de la presencia de la Iglesia en América Latina.

El 22 de enero se abrió la magna asamblea eclesial con el discurso del Papa Juan Pablo II allí presente. El Documento de Puebla, aprobado por el Papa el 23 de marzo del mismo año, tiene las siguientes partes: Visión pastoral de la realidad latinoamericana; Designio de Dios sobre la realidad de América Latina; La evangelización en la Iglesia de América latina: comunión y participación; Iglesia misionera al servicio de la evangelización en América Latina; Bajo el dinamismo del Espíritu: opciones pastorales.

Tocamos un punto crucial si a la luz de Puebla nos preguntamos: ¿Era la pastoral del P. Bernabé la pastoral que propiciaban los teólogos y los pastoralistas de Medellín y Puebla? Pregunta ingenua, quizás capciosa, y, en todo caso, mal hecha. La pastoral del P. Bernabé no era el estilo y modo de Mons. Leónidas Proaño, figura eminente en esos decenios en la Iglesia Ecuatoriana. No era, ni podía serlo..., ni debía serlo. El P. Bernabé era amantísimo del Papa, lector asiduo de la edición semanal en castellano de L'Osservatore romano, respetuoso con la jerarquía. Pero su carisma no se movía en grandes síntesis teológicas - necesarias para la Iglesia, ciertamente -; su carisma era, por así decir, muy elemental, pero muy auténtico por la profundidad de fe y la coherencia personal.

Visita del ministro provincial y de la Curia general

Dentro de lo que vamos diciendo cuadran perfectamente dos visitas significativas de este año 1979. Una la visita de quien esto escribe, fray Rufino María Grández, entonces provincial (1978-1981; 1981-1984). Otra la del definidor general de la Orden para América Latina, José Carlos Correa Pedroso.

El ministro provincial de Navarra-Cantabria-Aragón, a cuya jurisdicción pertenece la Viceprovincia de Ecuador, llegaba el 10 de febrero a San Miguel de los Bancos para visitar a los PP. Bernabé, Higinio e Ignacio, visita que se prolongó al día siguiente. Mis recuerdos son muy gratos.

A continuación, del 12 al 17 de febrero, el mismo ministro provincial dirigió en Cumbayá los Ejercicios espirituales a los hermanos de la Viceprovincia, que del 18 al 22 celebraban la asamblea de elecciones (293). En Ejercicios quedé altamente edificado del P. Bernabé (294).

Meses más tarde, la Viceprovincia fue visitada, según las normas canónicas generales, por un definidor general, a nombre del P. General. Se trataba del brasileño P. José Carlos Correa Pedroso.

La visita tuvo sus consecuencias. Y el P. Bernabé guardó no solamente memoria, sino cartas que a él se referían. En su relato autobiográfico ha sido en este punto particularmente extenso, y es necesario escucharle a él mismo.

 

* * *

En este mismo año de 1979 el P. José Carlos Correa Pedroso visitó a la Viceprovincia en nombre del P. General. Llegó a San Miguel el 31 de mayo. La visita fue amable; no recibí ninguna queja. Luego, en la carta que escribe el P. General, fechada el 22 de septiembre de aquel año (295), se lee esta frase: "a) Debe haber una integración plena de los hermanos de la región de San Miguel de los Bancos y de Gualea con la fraternidad. Con este fin la Viceprovincia asumirá como tal los compromisos pastorales que se están realizando y ningún hermano podrá asumir otros compromisos sin el expreso consentimiento de la Viceprovincia".

En una carta escrita en Guayaquil el 22 de noviembre, aparece el siguiente comentario sobre la frase anterior en la carta del P. General:

"Se imponen zonas y actividades que jamás fueron aceptadas por la Viceprovincia y que a la postre fueron toleradas a título personal. Este problema ha sido a lo largo de los años pasados un auténtico quebradero de cabeza tanto en lo referente a la penetración geográfica y pastoral como al reclutamiento a dedo de algunos de los hermanos actualmente presentes en el sector. Y de un plumazo la carta hace caso omiso a esta problemática".

En la carta de Guayaquil se hace una alusión directa contra mi persona (296). A pesar de ello, puedo decir con verdad que no hicieron mayor mella en mi ánimo todas las afirmaciones que se leen en la carta de Guayaquil. No sentí inquietud ni turbación. Creo que he procedido en mis actuaciones buscando el bien de las almas (297).

 

* * *

Hemos llegado a final de 1979. El P. Bernabé, que ya cumplió 72 años, sigue en la brecha. Con la bendición de Dios, y con la de los superiores también.


Capítulo XXV

 

En la década de los años 80

Este capítulo avanza un cuatrienio en la vida de nuestro P. Bernabé, los años 1980, 81, 82 y 83. La autobiografía del P. Bernabé queda coronada con este período y está firmada el 2 de abril de 1984.

Panorama

Echando una ojeada al panorama, nuestro misionero escribe: "Los años 1980 y 1981 en el ministerio exterior transcurrieron sin variación especial.

Cada año tengo ya los lugares señalados a los que acudo en ciertos tiempos del año. Verdad es que el Señor permite a veces ciertos sufrimientos interiores en el ministerio de las almas, ya sea por las contradicciones que uno encuentra, o por la conducta de los fieles y otras razones" (298).

Mirando a la Viceprovincia, señalemos que los días 25-29 de febrero tuvo lugar la Asamblea general de la Viceprovincia, celebrada en La Esperanza (Ibarra) sobre temas como: formación, formación permanente, fraternidad (rotación, dispersión, integración), uso del dinero (manejo, construcciones, obras sociales). Los Ejercicios espirituales, conjuntos este año para la Viceprovincia y Misión, los ha dirigido el capuchino P. Carlos Bazarra, de la Viceprovincia de Venezuela.

Otro hecho importante para la vida actual y futura de la Viceprovincia ha sido que el capuchino P. Eulogio Zudaire, profesor en el Colegio de Lecároz (Navarra), académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, ha sido llamado a Ecuador para escribir la Historia de la Viceprovincia. Los días 22-24 de marzo hace una visita a Gualea y San Miguel de los Bancos. Quedó profundamente impresionado de lo que allí vio, y él, experto historiador, dejó plasmadas en una amplia crónica las impresiones recibidas: Entre Gualea y los Bancos (299).

De las capillas del P. Bernabé dice: "Son veinte por lo menos las que lleva levantadas en aquella región, sin más lema ni recursos que San Francisco en San Damián" (300) (p. 24).

Los años 70 fueron de dura crisis vocacional en la Provincia. Muchos sacerdotes o religiosos profesos solemnes nos dejaron y encaminaron sus pasos por otra ruta (301). Pablo VI, al convocar el Año Santo de 1975, pedía por las vocaciones como gracia muy especial del Jubileo en ese momento de la vida de la Iglesia, porque el desmantelamiento que se iba produciendo era muy doloroso para los cristianos. Con todo, y viniendo a nuestro ámbito, la búsqueda y la ilusión no faltan. Son años muy ricos en estudios de espiritualidad franciscana. Y la Viceprovincia va por estos caminos. Del 21 a 26 abril se organiza una Semana de franciscanismo en el instituto Nacional de Catequesis, dirigida por el P. Anselmo Gómez, OFM (302).

Sobre todo tenemos que destacar que el 27 de abril, domingo, se inaugura en Pifo el noviciado de capuchinos con tres novicios, después de trece años (1967) en que no se tenía novicios (303). Trece años sin novicios en una Viceprovincia, en la que se había puesto tanta ilusión en los seminarios fue una sequía terrible... Estamos en los años 70, recordémoslo, que fueron devastadores en las crisis vocacionales (304).

Sufrimientos de la noche oscura

El P. Bernabé nos destapa su alma cuado para los acontecimientos de 1980 recuerda: "En el año de 1980 por el mes de junio, hacia San Pedro, me invadieron unas angustias de mucho sufrimiento durante algunos días. ¿Para purificación? También ciertas personas, en las que he puesto mi confianza y luego se han descarriado por un motivo u otro, me causan sufrimientos interiores que me duran algunos días" (305).

En estas líneas hay un retazo de vida, pero secretum meum mihi. No sabemos cuáles son esas angustias; al fin pertenecen a las confidencias de la criatura con el Creador. El habla de purificación. Es una palabra que le gusta usar en sus cartas para tratar de explicar o de situar el sufrimiento, su sufrimiento personal en concreto, cuando se ve solo ante una inmensa grey que reclama alimento de vida.

Hay un sufrimiento muy particular: Personas en las que él había puesto su confianza se han descarriado... No sabemos quiénes son éstas, acaso sacerdotes.

Memoria de una misión de Cristóbal Colón: relato de la religiosa Silvia Andrade Tamariz

Cristóbal Colón era un recinto que celebraba su fiesta patronal el 12 de octubre. Era la oportunidad para misionar, dado que la lejanía del lugar limita la presencia del sacerdote a una o dos veces al año. El P. Bernabé pidió el auxilio de unas religiosas. Y, felizmente para nuestro propósito, contamos con los recuerdos y el testimonio de una misionera. Se trata de la Hermana Silvia Andrade Tamariz. Su relato tiene el frescor y la inmediatez de quien ha vivido los acontecimientos.

 

* * *

"...Otro lugar es Cristóbal Colón, cuya patrona es la Virgen del Pilar, un lugar bastante visitado por él, dos veces al año, especialmente en el mes de octubre, cuya fiesta se celebra el día 12 por llevar el nombre de Cristóbal Colón y más que nada fiesta religiosa, día de la Virgen del Pilar; y en el mes de diciembre para la Navidad, desde el 14 al 23 del mismo mes.

Personalmente, yo, como religiosa Misionera Carmelita del Corazón de Jesús, residente en Natabuela, hacia el año 1980 le conocí al P. Bernabé, estando en Natabuela. Esto fue un 7 de mayo, y en agosto, el día 6, fuimos entre 7 religiosas a conocer San Miguel de los Bancos, y nos dio acogida el P. Bernabé en su humilde casa parroquial por dos días. Nos reunió a todas y nos dio una charla importante sobre la necesidad de la evangelización, cómo ayudar en la catequesis a tanto niño y joven desorientado.

El Padre me hizo una pregunta:

- Usted, hermana ¿está catequizando?

Y mi respuesta fue ésta:

- Sí, Padre, tanto en Natabuela como en Chaltura y también a las alumnas en el Colegio.

Y él me respondió:

- Prepárese usted, hermana, para que me acompañe a una misión en Cristóbal Colón.

Y mi respuesta fue:

- Bueno, Padre, si usted lo quiere y si Dios no dispone otra cosa, allí estaremos.

Y así fue. Escribió el telegrama el día 2 de octubre del dicho año y al día siguiente partimos de Natabuela a San Miguel de los Bancos e inmediatamente a Cristóbal Colón entre dos, la Hna. Ana Avelina Alfonso, y personalmente yo, Hna. Silvia Andrade Tamariz. En aquel año, una sola vez; y, desde el año 81 hasta el 85, fuimos con otra hermana novicia. Yo estaba tanto de postulante como de novicia en aquel año; luego seguía yendo con las alumnas voluntarias que personalmente podían ir a la misión y el Padre se conformaba.

La primera vez llegamos en casa de un hermano de otra secta, y nos tocó estar los 15 días con otros hermanos evangélicos, que, gracias a Dios, nos atendieron bien. Y el Padre se alojó donde la familia del señor Segundo Vargas y la señora Amada, muy acogedores; ellos eran los responsables de manejar las llaves de la iglesia. En otras ocasiones también me tocó estar allí, hospedada durante la misión. La comida en casa de otras familias muy buenas, entre ellas el señor Segundo Solano y la señora Rosa Jiménez, la familia Bravo, la familia Cárdenas, la familia Morales, familia Ibarra, familia Zambrano; y en casi todas estas familias nos tocaba juntos el almuerzo y la cena con el P. Bernabé. Una de sus comidas preferidas era el pescado y la fruta la papaya. Si algo estaba demás, me daba y me decía: Ayúdeme. En fin, largo sería decir todo. Esto brevemente lo digo.

Y en cuanto a lo espiritual, ya desde muy temprana hora, después de una larga caminata, comenzábamos el trabajo. Él atendía las confesiones, mientras yo les daba el catecismo, tanto a los niños para la Primera Comunión, luego a las parejas que querían prepararse al Matrimonio, como a los padres de los niños que querían bautizar a sus hijos. En cada misión eran aproximadamente de 12 a 18 matrimonios, hasta 25 bautismos y 15 a 20 niños para la Primera Comunión. En la escuela nos daban permiso dos horas diarias, y por la tarde otras dos horas, de manera que lográbamos mucho tiempo para la catequesis.

A partir de las 5 rezábamos el Oficio divino, la lectura espiritual, y luego a las 6 p. m. la cena. A las 6.30 el santo rosario y las letanías, inmediatamente la santa Misa. Luego las Filminas hasta las 9 p. m. en que nos dirigíamos a la casa donde estábamos hospedados.

Fuera de este Recinto nos tocó trabajar juntos en San Bernabé por tres veces, visitar los hogares juntos con un gran ayudante, el señor Justo Arévalo, quien lo daba el hospedaje en su humilde casa (306).

 

* * *

Así habla la Hna. Silvia Andrade que puede referir también cómo tuvo la gracia de trabajar con el P. Bernabé en otros lugares, así en el pueblo llamado "Puerto Rico" por la parte de San Miguel y San Bernabé (307)

En la clínica Pasteur de Quito (octubre 1981)

Este relato misionero nos introduce en lo ocurrido al año siguiente, cuando el P. Bernabé fue a la clínica, precisamente después de la misión de Cristóbal Colón. Quedó escrito en su autobiografía.

"En el año de 1981, en el mes de octubre, después de haber regresado de una misión que se da en un Recinto llamado "Cristóbal Colón", que por la lejanía y por las dificultades que se presentan ordinariamente no se acude más que una sola vez al año en el mes de octubre, aprovechando la festividad del 12 de octubre. Con la ayuda de unas dos religiosas misioneras se preparan las primeras comuniones, se arreglan matrimonios, etc. durante unas dos semanas.

En el año de 1981 habíamos terminado nuestra misión, y había regresado bien a la parroquia el día 17 de octubre, que era sábado. Sin duda hubo un alimento dañado, lo cierto es que me sentí mal al día siguiente. A pesar de ello, me preparé para celebrar la segunda misa a las 11 de la mañana en la iglesia mayor. Si pude terminar el Santo Sacrificio, creo que fue por una providencia especial del Señor, porque tuve un desmayo durante la misa y con dificultad la pude terminar" (308).

La clínica Pasteur es muy conocida por los religiosos, porque es la clínica que, en caso de necesidad, frecuentaban. Allí estuvo ingresado el P. Bernabé, y contamos con análisis correspondientes fechados los días 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27 y 31 de octubre, y otros posteriores.

El P. Bernabé comienza con médicos y clínica en Ecuador en este tramo culminante de su vida. Veremos cómo, a los días, tiene que regresar, tras unos sucesos gratísimos que vamos a relatar.

La cosa había sido grave, sin que el P. Bernabé hubiera captado la situación. Tres años más tarde podrá escribir: "Tuve que internarme en la clínica y pasar una temporada en ella. Por lo visto dejaron de funcionar los riñones y la cosa fue grave. Un servidor no se dio cuenta por el momento. Luego fui reaccionando y el día 1 de noviembre pude acompañar a don Esteban Gobbi, que había llegado al Ecuador en su misión de dar a conocer el Movimiento Sacerdotal Mariano" (309).

El Fundador del Movimiento Sacerdotal Mariano en Ecuador (noviembre 1981)

A pesar de su enfermedad, el P. Bernabé pudo salir de la clínica, con la benevolencia de los médicos, para algo que para él era un evento de primera categoría: la llegada de don Esteban Gobbi a Ecuador por el Movimiento Sacerdotal Mariano, del cual el P. Bernabé era responsable en el país. Dos años antes se había inaugurado oficialmente el Movimiento con el primer Cenáculo. "En medio de estos pequeños conflictos se consiguió en el mes de mayo, el día 24, tener la primera reunión o el primer Cenáculo sacerdotal Mariano con 9 sacerdotes y algunas religiosas. En aquel mismo año me llegó la noticia de Milán de parte de don Esteban Gobbi, que quedaba nombrado como Responsable del M.S.M. en el Ecuador" (310).

Al P. Bernabé, como responsable del Movimiento Sacerdotal Mariano, le había correspondido escribir a don Esteban con el programa proyectado a desarrollar en Ecuador, desde la llegada el 31 de octubre, sábado, a Guayaquil, hasta su salida, también de Guayaquil, el día 8, rumbo a Panamá. El proyecto fue asumido de corazón por la Curia de Quito, y el Arzobispo Coadjutor, Mons. Antonio J. González, con fecha de 15 de octubre, dirigía una Circular "a los venerables sacerdotes del Clero Secular y Regular, Religiosas y Cristianos comprometidos de la Arquidiócesis de Quito" a participar "en esta ocasión privilegiada" en los actos programados. El programa era el siguiente.

1 noviembre (del programa):

08.00Recibimiento en el aeropuerto de Quito.

10.00 Misa del Padre Gobbi y reunión de los religiosos y religiosas en el Colegio de los Sagrados Corazones en Rumipampa, almuerzo frugal en el mismo lugar.

16.00 Reunión del Presbiterio de Quito en el convento de los Sagrados Corazones del centro (Plaza de Santo Domingo).

18.0 Misa concelebrada con su eminencia el Cardenal Pablo Muñoz y con asistencia de todos los fieles, en la Catedral.

2 noviembre, lunes (Fieles Difuntos)

09.00 En la Catedral, misa concelebrada con los miembros del M.S.M., presidida por Don Esteban Gobbi.

11.0 Reunión con las congregaciones marianas, cursillos de cristiandad y órdenes terceras y cofradías piadosas.

13.0 Almuerzo fraternal en San Francisco con los miembros del M.S.M.

15.0Cenáculo con los mismos en San Francisco.

16.0Viaje a Ibarra (311).

El P. José Ángel Múgica, que había venido a Ecuador con el P. Bernabé, algo más joven que él, recuerda con fruición lo que pasó aquel día. "Cuando el P. Gobbi llegó a Ecuador, el P. Bernabé estaba enfermo, internado en la clínica Pasteur. Los médicos le habían prohibido dejar la cama. Nosotros le decíamos: "¡Qué pena, P. Bernabé, que no puede asistir a la Misa concelebrada, que con el P. Gobbi vamos a tener en honor de la Virgen!", y él respondía: "Eso dicen los médicos, la última palabra la tiene Ella... Ella tiene la última palabra". Y así fue. Aquella mañana, el P. Bernabé, arrastrando los pies, llegó al Colegio de Rumipamba y concelebró con un gozo contagioso. Ella lo puede todo, repetía" (312).

Aquel triunfo de la Virgen María en sus sacerdotes fue una inmensa alegría para el corazón del P. Bernabé.

"El día 1 de noviembre pude acompañar a don Esteban Gobbi, que había llegado al Ecuador en su misión de dar a conocer el Movimiento Sacerdotal Mariano. Todo aquel año de 1981 había y habíamos trabajado en hacer los preparativos para recibir a don Esteban Gobbi, que estaba haciendo su recorrido por las Repúblicas del sur de América. Así, pues, pude celebrar el Santo Sacrificio de la Santa Misa con él y otros sacerdotes que se reunieron, entre ellos el nuncio de Su Santidad" (313).

De nuevo en la clínica hasta Navidad de 1981

Pasado tan gran acontecimiento, el P. Bernabé tuvo que volver a la clínica. "En la clínica permanecí - se puede decir - hasta la Navidad de aquel año, porque me retuvieron después de mi convalecencia. Así pude ejercer un pequeño apostolado con los enfermos dentro de la clínica" (314).

La enfermedad que padecía el P. Bernabé era insuficiencia renal, aguda anemia y fuerte deshidratación (315).

Una nueva casa parroquial en San Miguel de los Bancos

En enero (1982) el P. Bernabé, convaleciente de una enfermedad que le va a acompañar hasta el final, se reintegra a su trabajo habitual. En un informe para el boletín oficial de la Viceprovincia, Fraternidad,comunica en una página qué es lo que se hace en San Miguel de los Bancos: vida espiritual, apostolado, obras sociales (316).

En aquel mes de enero tuvo lugar, según los plazos habituales, la XII asamblea viceprovincial, del 18 al 23 de enero. Se hicieron las elecciones canónicas, y salió reelegido como Viceprovincial el P. Benito Andueza (317). En su informe a la asamblea notifica que se determinó construir, a cargo de la Curia arzobispal de Quito, casa parroquial junto a la nueva iglesia de San Miguel.

Esta hermosa casa de cemento, proyectada para los sacerdotes que habrían de asumir la responsabilidad pastoral de la parroquia, se construyó; el P. Bernabé la vio terminada antes de morir, pero él no quiso morar en ella, y prefirió seguir en la humilde casa de madera que formaba cuerpo con la capilla inicial de San Miguel de los Bancos. Había sido su casa..., y era tan humilde y tan querida...; la otra le venía grande y elegante.

En la calle que en aquel tiempo era la calle central de San Miguel de los Bancos estaba la capilla primitiva, construida por el P. Bernabé. Era una construcción de madera, muy a tono con la pobreza del lugar. Adosada a la capilla, la humilde sacristía, que hacía simultáneamente de despacho parroquia. Era el lugar de trabajo del P. Bernabé, si no estaba en la iglesita o dedicaba unas horas de descanso en su celda. Trabajar en la sacristía, por ejemplo, los sábados por la mañana, tiempo dedicado a al correspondencia, era vivir en órbita del sagrario.

Por una escalera de caracol, construida por un carpintero de la era primaria - dice con su chiste el P. Ignacio - se subía a un claustro, "requeteestrechísimo", y de allí se pasaba a "las tres celdillas de la colmena", las cuales tenían su ventanuco, pequeñito, como mandaban las antiguas Constituciones Capuchinas, y gracioso, añadimos nosotros. Del pasillo se podía ver la huertecita de piñas y papayas, y en la huerta había un habitáculo conveniente, que nosotros podemos llamar cuarto de baño (318). También existía una pequeña cocina. ¿Qué más quería el P. Bernabé, que vivía con Dama Pobreza?

La nueva casa le venía grande. No era protesta; era simplemente estar en su sitio.

Si hablamos de la casa, por asociación tendríamos que hablar de ajuar y ropa. ¡La ropa del P. Bernabé! De la ropa que dejó el P. Bernabé a la hora de morir hicimos oportunamente un inventario (319)

Radio Gemas

Vamos a contar la historia de Radio Gemas.

Radio Gemas era una emisora que funcionó en Quito y, tras un reajuste con quienes eran propietarios, se hizo cargo de ella, como único propietario, el señor don Fernando Barba. Este donó la emisora al P. Bernabé y, con una sencilla antena (recuerdo haber oído que el mástil era de caña de guadua), se instaló en San Miguel.

La radio tenía una finalidad básicamente espiritual y evangelizadora. Al principio se hizo cargo el P. Higinio... Pero ¿qué podía hacer el bendito P. Higinio, que no había nacido para estas mecánicas? Se traspasó la responsabilidad al otro compañero de comunidad, P. Ignacio.

"El caso es que yo me encargué de la emisora, y el señor Barba trajo hasta mi celda conventual los cables y el micrófono desde donde podía hablar... (...). Fui haciendo programas y programas, grabándolos en cassettes y cartuchos, hasta el punto que los últimos meses que estuve al frente de su manutención transmisora, ya tenía casi todas las horas del día llenas para varios meses. En poco tiempo más me ilusionaba con tener grabado todo el horario para casi todo el año.

Pero el hombre propone y... Un poco vanidosillo estaba, al verme llevar yo solo, todo lo que en un montaje normal se emplean decenas y más en servicio, locución, etc., etc. Yo iba todas las mañanas al chabisque donde estaba lo que llamaba "motor", que era el arranque y puesta en marcha del aparato. Regresaba a mi celda y rezaba el rosario grabado, después de la presentación y el himno nacional.

A todo esto, no descuidaba la parroquia, sino que la atendía desde allí mismo, dejando que funcionara lo que tenía grabado" (320).

El lector puede sospechar que las cosas así no van a funcionar. Un día Ignacio batió el récord de sí mismo. Estuvo 24 horas ocupado en la emisora; fue el último episodio que quebró su salud. Era el 1 de febrero de 1982. Y Aquel día se acabó la Emisora Gemas de San Miguel de los Bancos.



Marchan los PP. Higinio e Ignacio: otra vez solo

"En este año de 1982 el P. Gabriel (Ignacio), que se encontraba al frente de una pequeña emisora "Gemas", cayó enfermo por el mes de febrero; luego se dejó persuadir que fuera a la Provincia a reponerse, aunque se arrepintió" (321).

Un poco antes ha ocurrido la salida del P. Higinio, que se recuerda en la autobiografía (322).

El P. Bernabé se encuentra solo. Y esta soledad "ministerial" - la otra no le importa, porque le afecta sólo a él, no a las almas - esta soledad en lo sucesivo le va a ser lacerante (323).

Pero he aquí que, en este panorama, aparece un misionero seglar. "Así, pues, me quedé otra vez solo. Y puedo decir que así pasé el año de 1982, aun cuando, desde el mes de mayo, me acompañó un catequista seglar, que anteriormente había permanecido en un lugar perteneciente a la parroquia de San Miguel de los Bancos" (324).

Por aquellos días el P. Bernabé escribe: "Por la bondad de Jesús de salud me encuentro mejor. Por otra parte estoy solo o casi solo; el compañero se encuentra en España. Creo que me acompañará un misionero seglar" (325).

Cuando escribe estas cosas, tampoco faltan los consuelos espirituales que envía el buen Jesús. Hoy es 13 de mayo, la Virgen de Fátima, segundo aniversario del atentado que tuvo el Santo Padre en la plaza de San Pedro. "Mi querida hermana en Jesús y María: Estamos ya casi en el fragor del combate entre el bien y el mal, entre la Mujer vestida del Sol y el dragón rojo. Hoy, día 13 de mayo, el santo Padre Juan Pablo II habrá consagrado en Fátima al Inmaculado Corazón de María" (326). Estos sucesos los vive el P. Bernabé como fecha de su propia cronología espiritual.

El misionero Oswaldo Fierro

Aquí entra en la vida del P. Bernabé el señor Oswaldo Fierro, "el Misionero", que va a tener su importancia en algunos años sucesivos de la vida que relatamos. "Así pues, me quedé otra vez solo. Y puedo decir que así pasé el año de 1982, aun cuando desde el mes de mayo me acompañó un catequista seglar, que anteriormente había permanecido en un lugar perteneciente a la parroquia de San Miguel de los Bancos" (327)

¿Quién era Oswaldo Fierro, o, más exactamente, Luis Oswaldo Fierro? Era un quiteño de unos cincuenta años, que un día se ofreció al arzobispo y cardenal de Quito, dispuesto a servir a la Iglesia. Tenía, entre otras cosas, el don de la palabra. Y estaba entrenado - según mis fuentes (328)- "como locutor de radio, entrevistero y otros lances". Era, según lo recuerdo de haberlo visto alguna vez, un hombre delgado, con austera barba, y un crucifijo al pecho.

Se instaló, como misionero, en un caserón que le habían cedido en Valle Hermoso, pueblo atendido por el P. Bernabé, que en aquellos momentos padecía un gran conflicto social, e iba catequizando día a día a la gente, explicando el Evangelio. El Catequista o "el Misionero" se había puesto del lado de los pobres, frente a los otros. Esto le obligó a ser cauto en su vivienda, porque no le faltaron piedras en el tejado (329).

Preparado el terreno con la catequesis en aquel pueblo que iba creciendo con fuerza, se dio la misión. El P. Bernabé podía contar ahora para sus ministerios con el catequista Oswaldo, es decir con el Misionero.

Oswaldo, por temperamento y personalidad, se imponía; era hábil para las gestiones. Esto imponía cierta reticencia en los frailes, al ver que el P. Bernabé - así lo he oído - en algunas cosas se sentía manipulado (330). La admiración del Misionero por el Padrecito Bernabé era total, hay que decirlo.

Al compás del año 1982

Corren los meses dedicado el P. Bernabé, ahora solo, a los ministerios habituales, atendiendo a los recintos, volviendo puntualmente a San Miguel, para las obligaciones que allí se había impuesto (331).

Sobre el ámbito espiritual de la familia capuchina señalemos algunos episodios que acontecen en este tiempo.

1 junio - 11 julio. En Roma se ha celebrado el capítulo general de los capuchinos. Aparte de la elección del nuevo ministro general, P. Flavio Roberto Carraro, se han trabajado varios capítulos de las Constituciones elaboradas después del Concilio (1968-1982), que quedan dispuestas para ser presentadas a la Santa Sede.

Agosto. Por tercer año se celebra la Semana de Franciscanismo, que comenzó en 1980. La dirige el P. Saúl Zamorano, OFM, en dos tandas: Sierra (9-14 agosto), Costa (16-21).

Octubre. Se concluye el VIII Centenario del Nacimiento de San Francisco, hecho relevante en toda la familia franciscana. Con este motivo todos los hermanos de la Zona Noroccidental de Pichincha se han reunido en Santa Elena (332).

La corona de este año: penas interiores

La corona de este año de gracia queda reflejada en dos líneas de la autobiografía: "También en este año de 1982 tuve una temporada de penas interiores, de modo particular por el mes de noviembre y diciembre" (333).

Estamos relatando con minucia datos de la vida del P. Bernabé, rebuscando en nuestro archivo todo lo que puede apuntalar con diversos detalles el curso de esta biografía. Confiamos que todo ello tenga su valor, porque da mayor realismo y concretez a la escena. Y, con todo, la vida más auténtica del P. Bernabé es la "vida profunda". Quisiéramos saber qué pasa dentro de su corazón, por dónde van los senderos de su biografía interior, que sin dar alas a la imaginación, se nos antoja que es una sólida vida mística en el sentido recio de esta palabra de fe. Los episodios de esta su vida personal de intimidad queda, y con justo derecho, para él y su Señor. Secretum meum mihi. Loado sea el Señor también por ello.

Por aquel tiempo escribe el P. Bernabé a una de sus dirigidas espirituales, que ha cultivado con tanto esmero y cercanía, Carmen Ostiz: "Como me dice usted misma, toda su vida ha sido tejida de penas y sufrimientos. ¿Acaso no aceptaba usted los sufrimientos y penas de su vida por amor a Jesús, por amor a la cruz? Ciertamente que sí. No quiera hacer una injuria a mi buen Jesús, mi querida Carmen, porque Jesús le ha hecho el don de su cruz. Le repito: cosa distinta es el sentimiento de repugnancia de la naturaleza y el deseo de la voluntad de abrazarte con la cruz de Jesús en el sufrimiento".

Y seguía: "Sí, el estado actual de su alma tiene que ver con la noche del sentido y del espíritu. A mi humilde entender, participa de ambas. Por el momento puede ser más la noche del sentido. Pero también del espíritu..., porque las desesperaciones y otros fenómenos que las almas amadas de Jesús padecen son a veces consecuencia de las ausencia de Jesús del alma. Por mejor decir, Jesús está en lo íntimo del alma, pero no se da a conocer, no se deja sentir..." (334) Este lenguaje tiene una vibración de sinceridad, que, aparte de lo que digan los libros, delatan una verdad de vida.

El P. Bernabé, en unión contante con el Señor, sufre lo que el Señor quiere que sufra, porque su alma es agradable al Altísimo.

Año 1983: Bodas de oro Sacerdotales

Año santo de la Redención, ligado al año 1933, que había sido año santo en memoria de la muerte del Señor. Año de las Bodas de Oro sacerdotales del P. Bernabé.

"Así llegó el año de 1983, en el que pude celebrar por la bondad del Señor las Bodas de Oro sacerdotales, primero en la Viceprovincia y luego en la Provincia madre. Me concedió también el buen Jesús el poder visitar los Santos Lugares, en los que quiso El vivir humanado. Quiso ser uno de nosotros. Experimentó El todas nuestras necesidades humanas, menos las consecuencias directas de nuestro pecado. Padeció y murió por nosotros. Resucitó para ser nuestra resurrección final" (335).

Me place guardar memoria de que en aquel año se celebró la Asamblea Viceprovincial (7-11 de febrero), y de que con este motivo, el ministro provincial - quien esto escribe - visitó a los hermanos. Era la segunda vez que lo hacía. El día 21 de febrero llegó a San Miguel de los Bancos y conversó gozosamente y lleno de edificación con el P. Bernabé (336).

Se acercaba el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, recordando aquel 18 de junio de 1933. Para el P. Bernabé esa celebración era todo un secreto de vida, si caemos en la cuenta de lo que para él significa el misterio de ser sacerdote. Un año escribía esta confidencia a un alma sacerdotal: "Los que hemos sido investidos, por la Unción del Espíritu, con el Sacerdocio de Cristo Jesús, la obligación es mucho mayor que el resto de los demás fieles. ¿Y por qué? Por la elección que ha hecho de esos Alter Christus. ¡Misterio insondable! Y que para la mayoría de los privilegiados quede en al penumbra... En este particular, reconozco una nueva deuda a la Bondad inefable que, a través de una criatura, recibí luces especiales sobre la dignidad sacerdotal. El instrumento fue Purificación Olaiz, a quien usted la conoció. Como en un tiempo lo decía el Cura de Aras, San Juan bautista Vianey, en el cielo se conocerá la grandeza del sacerdote de Cristo. ¡Ay y qué pena, cómo se ha oscurecido el fulgor del oro! ¡Cómo ha llegado a menos el conocimiento de la sublime dignidad del sacerdote, que es Otro Cristo, Otro-Yo! (...) No sé si mi buen Jesús me obtendrá el poder hacerles una visita el próximo año de 1983. Se cumplen las Bodas de Oro de mi sacerdocio. Si así dispone la providencia del Padre, podremos encontrarnos y animarnos en el servicio del Señor hasta su llegada" (337).

Como hemos anticipado, la providencia del Padre le concedió celebrar este sagrado Jubileo en la Viceprovincia, en al Provincia, en Roma y en al Tierra de Jesús.

Celebración en Ecuador

La fiesta se celebró en San Miguel de los Bancos, La Armenia, Santa Elena..., lugares entrañables para el P. Bernabé. El domingo 12 de junio se celebraba en La Armenia. Nos lo cuenta el P. Bernabé, escribiendo a Carmen Ostiz: "¿Qué diré de mi humilde persona pecadora? Como sabe, estoy celebrando los 50 años de mi sacerdocio. ¡Cuántas gracias habré recibido yo, pobre y miserable criatura! Espero que las almas buenas me ayudarán. Mis feligreses me manifiestan su buena voluntad conmigo. Como un botón de muestra, el domingo pasado me invitaron a una población que en mis primeros años fui Párroco. Ese pueblo, que se llama Armenia, me ha manifestado siempre un afecto especial." (338) De otro modo se celebró en Quito, con la participación de los capuchinos, del Cardenal, Nuncio, Obispo auxiliar de Guayaquil, comunidades religiosas y "Familia Bernabé" (339) .

Sin duda que el P. Bernabé estaba totalmente ajeno a esta tarjeta de invitación que algún devoto - pensamos que el Misionero Oswaldo - editó con letras de imprenta: "El Comité de festejos para las Bodas de Oro Sacerdotales del Rvdo. Fray Bernabé Sarasola de Laraúl [sic] o. f. m. cap. tiene el honor de invitar a ____ a la Solemne Misa Concelebrada, presidida por el Eminentísimo Señor Cardenal Pablo Muñoz Vega, con asistencia del Excmo. Señor Nuncio Apostólico Monseñor Vincenso [sic] Faranno [sic], acción de gracias que tendrá lugar el día Sábado 18 del presente a las 11h00, en al Capilla del Colegio de los Sagrados Corazones de Rumipamba, situado en la Av. Acahualpa nº 662 y Av. 10 de Agosto. El contar con su presencia en tan Solemne Acto, compromete nuestro reconocimiento. Quito, Junio de 1983. Muy atentamente, Presidente Secretaria".

A los pocos días el P. Bernabé viajaba a España. A decir verdad, no viajaba solo. Un devoto colombiano, el señor Luis Rivera, que veneraba al P. Bernabé, le había brindado una peregrinación a Roma y a Tierra Santa. Era la tercera vez que regresaba a la Provincia desde que el año 1962 partió para el Ecuador.

Este viaje, que al mismo tiempo va a ser una peregrinación, va a tener tres etapas: Tierra Santa, Roma, Celebración de las Bodas de Oro sacerdotales en la Provincia. Antes de su viaje a Tierra Santa el P. Bernabé visitó a su anterior compañero de fraternidad, P. Ignacio Díaz de Cerio (340).

En las Clarisas de Arizcun: Autobiografía "Las misericordias del Señor"

Llegó a su Provincia Capuchina, hizo sus visitas, y se retiró unos días a un monasterio para él muy querido: las Clarisas de Arizcun (Navarra). Y aquí escribió, en ambiente de oración, lo que para nosotros es un tesoro. Recuperamos párrafos que dejamos escritos en la Presentación de Las misericordias del Señor, donde se explica la génesis de esta autobiografía (341).

En un cuaderno de amplio tamaño traía redactadas 15 páginas del trabajo encomendado. Dentro de su plan estaba el retirarse un tiempo al monasterio de las Clarisas de Arizcun y allí, en silencio y oración, cumplir la tarea. Y en aquellos días de retiro, que fueron del 7 al 13 de julio, así lo hizo. Escribió hasta la página 61, terminando la primera parte de esta Autobiografía que corresponde a los años que pasó en su tierra de origen (1907-1962), antes de ir a Ecuador. En el monasterio le recibió, ausente la Abadesa, la Vicaria, Hna. María Jesús Larrea. Suyas son estas palabras:

"Me dijo que venía a pasar ocho días para hacer un retiro en nuestro Monasterio. Si le permitíamos permanecer esos días aquí. Le dije que sí y con mucho gusto y que contase como su casa. Agradeció muchísimo. También me dijo que iba a celebrar las bodas de oro sacerdotales y que pensaba ir a Roma. Tenía sumo interés por estar con el Papa aunque no fuera más que unos instantes, se veía que algo importante llevaba entre manos...

...La Eucaristía celebraba por la tarde con asistencia de la Comunidad. Los momentos que más me impresionaron fueron la consagración, la doxología y la acción de gracias después de la comunión; se le veía endiosado" (342).

Como verá el lector al final de la primera parte, para continuar con su historia en Ecuador, el P. Bernabé requería una nueva reflexión, según se expresaba: "Pienso que para proseguir lo restante de mi vida, que ha sido en la misión del Ecuador, necesito una nueva reflexión, porque en el Ecuador me he encontrado en ambiente distinto, con personas de modo de ser distintas. He ejercitado cargo de Pastor de almas. Mis métodos no han sido los mismos. Mi proceder distinto, etc. - En caso de que quiera que siga escribiendo, lo tendré que hacer poco a poco, y en la Parroquia de San Miguel Arcángel" (343).

Peregrino en Roma (julio 1983)

Luego de esta primera estancia en la Provincia partió para Roma. Y he aquí lo que allí ocurrió.

El 27 de abril de este año, aprovechando un viaje del cardenal Muñoz Vega, el P. Bernabé (Fr. Bernabé M. [María] de Larraul) había firmado una carta dirigida al Santo Padre Juan Pablo II, pidiendo unos minutos de audiencia para un grupo de peregrinos, compuesto por esas personas: P. Bernabé de Larraul; Sor Flor María Rivera, Religiosa Dominica; Luis Rivera, seglar, hermano de Sor Flor María; Hno. Luis Oswaldo Fierro, misionero seglar; y Sra. Manuela Marcillo, de la Tercera Orden Franciscana (344).

No fue posible esta audiencia personal, sino que en una audiencia general, cerca del Papa, pudo entregar a los Monseñores del entorno una carta que traía fechada el 19 de junio de 1983. En Esta carta iba una petición: que se revisara el caso de las apariciones de la Santísima Virgen en Ezquioga (1931), asunto del que hemos hablado largamente, con ocasión de los acontecimientos de aquella fecha (345).

Entre los papeles dejados a su muerte por el P. Bernabé, encontramos un folleto en catalán con la Misa del peregrino (Año Santo de la Redención) en la basílica patriarcal de San Pedro del Vaticano, del 28 de julio de 1983 (346). Se anunciaba que la Misa la presidiría Mons. Ramón Daumal i Serra, obispo auxiliar de Barcelona. Es fácil que esta Misa fuera participada también por nuestro equipo de peregrinos. No tenemos otros detalles de esta devota peregrinación a la tumba de San Pedro en el Año Santo de la Redención.

Peregrinación a Tierra Santa: el Huerto de los Olivos

De Roma el peregrino siguió a Tierra Santa. Sabemos que el 8 de agosto tenía prenotación para celebrar la santa Misa en el santuario de La Flagelación (Via Dolorosa) (347).

Sin duda que el P. Bernabé y sus acompañantes se unieron a una peregrinación organizada. No tenemos a mano el programa de los peregrinos. Pero sí que contamos con una página, remate de su diario, en la que reflexiona sobre su paso por la Tierra de Jesús, que, para el P. Bernabé era, sobre todo, la tierra de la Pasión y Muerte de su Jesús.

 

* * *

¿Y qué puedo decirle de mis impresiones en los santos lugares? Todos los lugares en los que nuestro Divino Salvador realizó nuestra Redención son venerandos y encierran misterios de amor divino. Para mí en particular, el lugar de mayor devoción fue la capilla o Iglesia de Getsemaní, en donde nuestro Divino Jesús se postró en tierra sobre la piedra y oró al Padre en medio de su terrible agonía. Hubiera querido un servidor permanecer largo rato en aquel lugar, postrado en tierra, queriendo hacer compañía a Jesús en aquella su hora decisiva de la suerte de los mortales a quienes iba a redimir con la muerte más que dolorosa de la cruz. Aunque logré permanecer algunos ratos, no como hubiera deseado y con la libertad que hubiera deseado.

Aprovecho este momento para decir algo sobre mis sentimientos en estos últimos años sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. De modo particular me ha llamado la atención siempre la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, desde que comprendí el sentido de la súplica de Jesús al Padre: "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, sin que yo lo beba", pidiendo al Padre la salvación de todos los hombres, a ser posible. ¡¡Misterio profundo!! En mi pobre vida he tratado de reproducir en alguna forma. En ocasiones lo he penetrado más profundamente pero no siempre. He deseado cada jueves pasar un rato al lado de Jesús agonizante; no siempre lo he logrado. he sido flaco, débil, no he sabido permanecer una hora con mi buen Jesús. Hay, pues, en mí un ansia, que no se cumple como yo desearía.

Creo - si no exagero - que, en toda mi vida religiosa, la Pasión de nuestro Señor Jesucristo ha tenido un influjo especial. Durante muchos años he tratado de recorrer los pasos del Via-crucis. A veces con más sentimiento de piedad, otras con aridez, etc.

En estos últimos años he tratado de dedicar cada viernes de la semana al recuerdo y meditación de los pasos dolorosos de Jesús, nuestro Divino Redentor, dejando las demás ocupaciones ordinarias. No siempre he podido todo el día acompañar al buen Jesús en su Pasión. Lo he hecho en la medida que he podido".

 

Celebración en San Sebastián

El día 15 de agosto, la fiesta fue en nuestro convento de San Sebastián, habiéndose reunido para la concelebración cuatro compañeros de curso: PP. Bernabé, Juan Evangelista Oar y Pedro Azcoitia (estos dos residentes en San Sebastián) y Teófilo Gurbindo (348).

Este biógrafo recuerda que, en función de ministro provincial, estuvo acompañando a los sacerdotes en aquella ocasión. Y debo confesar un detalle. Yo tenía mucho interés en obtener una buena fotografía del P. Bernabé... Pero ¿cómo? Era el momento. Acaso con la excusa de que a todos se les iba a sacar una foto personal, pudimos obtener que el P. Bernabé, en una habitación del convento de San Sebastián, se dejara retratar. Es la foto que está en portada del libro de su autobiografía Las misericordias del Señor, foto tomada el día de la fiesta, 15 de agosto de 1983.

Encuentro con Xabier Etxenique

Grato colofón del paso por la Provincia fue la conquista de una vocación misionera y capuchina, que el propio interesado la puede contar. Xabier Etxenique, de Rentería, había sido seminarista capuchino en Tudela. Por las razones que fuera, dejó el seminario, y había transcurrido un año en su familia, allí mismo, en Rentería. Pero el corazón le decía que buscara ser religioso. Ya había escrito una carta a un Provincial de religiosos (no capuchino ni franciscano), pero, antes de enviarla, su buen amigo y confidente Hno. Mariano Barona (349), del convento de Rentería, aconsejó:

No la envíes, aguarda a que venga el P. Bernabé. Y sigue su relato Xabier:

"...Por fin, llegó el día en que el hermano Barona me llamó al Convento de Rentería, donde me esperaba el P. Bernabé. Mariano Barona le había hablado de mí y según me dijo el mismo P. Bernabé más tarde, sintió interés por mí desde el primer momento. La entrevista se realizó hacia las cuatro de la tarde. Habría sido hacia el 27 o 28 de junio, pues recuerdo que hacía pocos días había cumplido yo los 18 años (25 de junio). La figura del P. Bernabé, en un principio, casi logró desilusionarme; lo vi tan pequeñito, anciano... Pero su mirada me cautivó (y no es literatura...). Ciertamente, esa mirada tenía algo de especial y cautivante. Bastó un minuto para que no tuviera ningún recelo de comunicar al P. Bernabé mis sentimientos, mis angustias, mis ideales.

Casi toda la entrevista mantuvo mi mano encerrada entre las suyas, en un gesto de acogida, de comprensión, de amistad, de apoyo. Al menos así lo entendí yo. Aquel gesto me agradó porque yo sabía que él estaba muy cercano a mí, a mis dificultades.

Hablamos de muchas cosas: cuál había sido mi vida, qué pretendía yo con querer ser religioso capuchino, cuáles fueron mis motivos para salir del Seminario de Tudela, qué había hecho durante ese año que permanecí en la casa, etc. Finalmente, dijo algo que, de primeras, me impresionó. Casi podría grabarlo textualmente, tan grabado quedó en mí: "Este no es un lugar para ti. Aquí no vas a conseguir nada". Recuerdo que entonces le pregunté:

- Padre, entonces ¿qué puedo hacer?

Todavía recuerdo el brillo de sus ojos y la sonrisa que esbozó al contestarme con otra pregunta:

- ¿y por qué no te vienes conmigo a Ecuador?

Me dejó frío. Jamás había pensado en la posibilidad de esa pregunta. Cierto que, desde hacía muchos años, yo sentía inclinación por la vida misionera, pero, hasta aquel entonces, no veía yo ninguna posibilidad" (350).

Y así se cumplieron los "sueños de un viejo y un joven", según escribirá el discípulo, no sin cierto forcejeo por parte de los superiores de Navarra y de Ecuador. El P. Bernabé hubo de hacer las gestiones necesarias para que la entrada del nuevo ayudante estuviera con todas las de la ley por parte de la Curia arzobispal de Quito. El 22 de septiembre tomaron el vuelo; el 25 de septiembre el P. Bernabé y el joven voluntario Xabier Etxenique llegaban a San Miguel de los Bancos (351).


Capítulo XXVI

Estampas y florecillas

Hablamos de Florecillas del P. Bernabé en aquel capítulo que decía: Las sandalias del capuchino. Las Florecillas de san Francisco son aquellas escenas encantadoras de la vida del Pobrecito de Asís, recogidas precisamente en el libro que lleva ese título: Fioretti. La vida del P. Bernabé entre las buenas gentes de aquellas montañas está esmaltada de florecillas, pequeños episodios que rezuman santidad, que exhalan el candor del Evangelio. Del P. Bernabé la gente contaba muchas cosas. El ojo crítico puede dudar... No importa, pues todas ellas tienen una verdad de origen: el P. Bernabé era un santo.

Hablen los sencillos. Vamos a entresacar esas florecillas, recogidas de labios del pueblo. Y, junto a esas florecillas, vamos a poner unas estampas del P. Bernabé, escenas muy reales, contadas por testigos fidedignos que nos pone ante los ojos la "vera effigies" de este hombre humilde y santo.

 

ESTAMPAS

 

Cómo hacía las Estaciones

Ya nos ha contado el P. Bernabé, al final de su relato sobre "Las misericordias del Señor", qué importante había sido para él el Vía Crucis. El P. Ignacio Díaz de Cerio, quien, según se ha dicho, vivió con él en San Miguel de los Bancos, nos cuenta qué es lo que vio él acerca de cómo hacía el P. Bernabé el Via Crucis.

 

* * *

Antes de ir allí (a Ecuador), según parece, hacía esta devoción después del desayuno, quedándose en la iglesia o capilla el tiempo que le era permitido por sus ocupaciones. Pero desde que estuvo de misionero y párroco en Ecuador, el tiempo destinado a esto era regularmente el tiempo de siesta, después de comer y de rezar la "Estación" al Santísimo, conforme a las antiguas costumbres.

Salía un poco a tomar el sol, enredaba otro poco con las flores, ya regándolas o quitando malas hierbas, y luego, pian piano, se metía a la capilla para hacer su devoción. Allá se pasaba una hora larga, mientras sus hermanos dormían la siesta.

Cuando los feligreses de los aledaños venían para hablar con su párroco, se asomaban por la puerta de la capilla, que estaba todo el día abierta, y le veían arrodillado ante alguna de las catorce estaciones del Vía Crucis. En silencio se pasaban la voz el uno al otro: "Está haciendo las estaciones". Y pacíficamente esperaban a que terminara sus rezos.

Así le encontré yo alguna vez que dejé la siesta por culpa de algunos ruidos en la puerta. Habían venido para ver al Padrecito Bernabé, pero "estaba haciendo las estaciones". Respetaban, mejor que yo, a quien estaba hablando con el Amo y Señor. ¡Qué ejemplo!

No necesitaba libros ni oraciones ajenas para meditar en la Pasión y hacer las estaciones. Silencioso, meditabundo, devoto, recorría las estaciones, deteniéndose e hincándose de rodillas. Así más de una hora, todos los días (352).



"Enjesusado" cuando llevaba a Jesús-Eucaristía

El mismo testigo nos va a decir cómo el P. Bernabé iba "enjesusado" (ésta es la palabra que se inventa para esta estampa), "enjesusado", decimos cuando caminaba con Jesús-Eucaristía.

 

* * *

No dudo que el P. Bernabé, en ese tiempo que le conocí en San Miguel de los Bancos, había llegado en su ascensión mística muy arriba del caminar al monte Sión, o como dice Santa Teresa, al describir el camino interior de otra manera, en alguna morada del castillo interior muy alta. Cierto que ya no se notaban, en su modo exterior de vivir, aquellas anomalías que pregonaban lenguas desaprensivas, enrareciendo el ambiente respecto a su persona. Pero ello mismo indica su ascensión superior en el grado místico.

Sin embargo de ello, aun con todas las precauciones para no llamar la atención de nadie, yo observé un día algo inusitado en su rostro. Era cuando llevaba el Santísimo o Comunión a algún enfermo. Topo con él al salir del templo, en la misma puerta de entrada. Tenía que decirle algo y hablé. Miré su rostro. ¿Cómo es que me atreví a decirle nada? Aquel no era Bernabé. Parecía otro. Su mismo rostro, sí, pero transmutado, transfigurado.

Como si bajara de otro mundo, haciéndose un tremendo esfuerzo para sintonizar con mi onda, respondió a mi pregunta... Y siguió con el Señor Dios en sus manos, continuando su camino.

Quedé desconcertado. Había hecho mal al hablarle. El, no sólo llevaba consigno a Dios, sino que parecía como que se hubiera transformado en Cristo viviente y ambulante. Como si la imagen de Cristo Jesús bendito se hubiera animado y empezara a caminar. Aquel no era Bernabé, no. Era JESÚS en Bernabé. O, tal vez, Bernabé convertido y transfigurado en Jesús (353).

 

Cómo enseñaba a un aspirante a orar a Jesús-Eucaristía

El joven Xabier Etxenique, de quien hemos hablado, y que lo veremos luego con el P. Bernabé, nos habla de la oración de su maestro. Escuchemos.

 

* * *

La oración de la mañana consistía, sobre todo, en expresar afectos a Jesús Sacramentado. Unas veces en voz puesta, otras en silencio meditativo. Claro que la oración que hacíamos juntos por la mañana, no era más que un momento del largo tiempo que él dedicaba a este menester.

El se levantaba a eso de las cuatro de la mañana (354), bajaba a la sacristía y de rodillas, apoyados los codos sobre un saliente del armario-ropero, permanecía hasta las seis de la mañana, es decir, hasta que yo bajaba para el aseo personal después de levantarme. En alguna ocasión que tuve que levantarme antes de lo acostumbrado, pasé por la habitación donde se encontraba. La habitación se hallaba débilmente iluminada, a pesar de que afuera todavía estaba oscuro. Me llamó mucho la atención que la luz que, al menos creí percibir, fuera blanca, siendo que en la sacristía tan sólo había una luz amarilla, es decir, de foco.

Recuerdo que uno de los días, después de la Eucaristía, le pregunté que hacía por la mañana cuando se levantaba, porque yo le había visto en alguna ocasión puesto de rodillas. Me contestó lo que yo ya sabía, que oraba.

- Pero ¿tanto tiempo?, me aventuré a preguntarle.

- Cuando se trata de estar con Dios, el tiempo no cuenta, hijo mío.

- Pero en todo ese tiempo ¿qué es lo que dice o hace? (...)

El me miró, diría yo que con ojos de quien sabe un secreto y no lo quiere comunicar, y me dijo:

- A veces, no hay nada que decir. Otras veces basta con repetir durante mucho tiempo: Jesús mío, soy un pecador, apiádate de mí.

Desde entonces muchas veces en mi oración incluí esa petición y otras por el estilo que él repetía con frecuencia, cuando rezábamos juntos (355).

Reproducir los sentimientos y la vida de Jesús

El P. José Ángel Múgica (el querido P. Matías de Torrano, para quienes le conocimos de profesor en el Colegio de Filosofía de Zaragoza, en años hoy lejanos) escribió un apretado testimonio del P. Bernabé, a quien conoció en la Provincia y en Ecuador, y con el título de "Intimidad con Cristo" nos da la siguiente estampa, que reproducimos, aunque algún dato haya sido consignado anteriormente. Al escribir estas cosas, el hoy nonagenario P. Matías, tenía 77 años, un hombre... con experiencia.

 

* * *

El P. Bernabé vivía con Cristo y para Cristo. Sin esto todas las anécdotas que se cuentan de él, no tienen explicación. Él quería reproducir los sentimientos y la vida de Jesús. Su lema era: "querer siempre y cumplir siempre lo que quiere Jesús". Ese anhelo lo alimentaba en sus largas oraciones, arrodillado ante el sagrario, medio perdido en su manto, y en sus paseos solitarios dentro del templo o por los campos.

El P. Bernabé veía a Jesús en el sagrario. De ahí sus deseos de visitar las iglesias. Al llegar a La Guaira en nuestra travesía a Ecuador, su preocupación fue encontrar una iglesia abierta para estar con Jesús. Las tres horas que estuvimos visitando Caracas, el P. Bernabé estuvo gozando de Jesús en una iglesia, solo.

Como san Francisco, también el P. Bernabé deseó visitar Tierra Santa para captar mejor la vida y los sentimientos de Jesús. Y lo consiguió. De ese viaje nunca habló con nadie. Para Bernabé fue un secreto de Jesús.

Una vez convencido de que una cosa era voluntad de Jesús, se enfrentaba con todas las dificultades y oposiciones, hacía violencia a los Superiores y hasta recurría al Sr. Cardenal de Quito, Pablo Muñoz Vega, para lograr lo que creía ser voluntad de Jesús. Tal es el caso de su permanencia en la zona de San Miguel de los Bancos.

No todos los religiosos, ni todos los superiores, descubrieron el secreto de esa actuación del P. Bernabé. Fue achacado más de una vez de desobediente, lo que constituyó un tormento para Bernabé; pero nunca se le oyó una queja contra los superiores (356).

Corpus Christi

El centro de San Miguel de los Bancos era la Eucaristía. Para el P. Bernabé el sagrario era la Presencia Viviente. Estar en el despacho parroquial, es decir, la sacristía, era estar junto al divino Sacramento. En el despacho-sacristía, o en la sacristía-despacho, sobre la mesa, había un cuadro de la Virgen. Dicen que "dejó sorprendido al P. Higinio cuando le dijo que desde aquel cuadro le había hablado la Virgen" (357).

Es hermoso saber cómo celebraba el Corpus. Lo cuenta quien lo vio con sus propios ojos, que dice lo que a continuación transcribimos.

 

* * *

La fiesta patronal de San Miguel, 29 de septiembre, y la festividad del Corpus Christi, eran las dos principales solemnidades de aquella parroquia, establecida bajo el patrocinio del celestial arcángel Miguel. Si para la celebración de la fiesta patronal se encargaban las autoridades civiles, para la fiesta y solemnidad del Corpus, se cuidaba especialmente el P. Bernabé.

Lo sabían sus amigos y devotos de Quito, y así, para este día, venían buses y buses llenos de devotos para celebrar en la parroquia del P. Bernabé aquella solemnidad litúrgica, con todo el boato que era posible, queriendo remedar a las capitales de la península ibérica, en la procesión y banda. Echadas a vuelo las campana, traídas expresamente de Casa Erice, Pamplona, en uno de sus viajes a España, y ya colocadas en la torre, empezaba la misa mayor a media mañana, asistiendo los pobladores y los forasteros venidos de Quito. Una misa solemne por todo lo grande. Y después, la procesión. Bajo palio, naturalmente, portando el Santísimo.

Lentamente salía del templo, acompañado el aire de cohetes, de los que era muy amigo el P. Bernabé para estas ocasiones. Anunciaban la fiesta y esparcían alegría. Entre cantos de órgano en el templo, seguidos en la calle por la banda expresamente traída pro los devotos quiteños, seguía la procesión del Corpus, a lo largo de la calle principal, dirección Puerto Quito. Cantaban los feligreses los cantos eucarísticos consabidos, y, al compás de la música de banda, avanzaba la procesión.

Era de ver entonces el rostro transmutado del P. Bernabé portando en sus manos al Dios de la gloria. Convertido en otra Miryam de Nazaret, camino de Hebrón o de Belén, pretendía emitir en su interior sus sentimientos de fe, de adoración..., de amor.

Otros debían encargarse de la buena marcha de la procesión, para no estorbarle a él sus íntimas oraciones. Era este día para el P. Bernabé una gozada. Se le veía en el rostro, en la procesión, y después de ella. Lo veían los devotos forasteros que habían venido a celebrar a su lado la solemnidad. Pasaban allí aquel día hasta el atardecer. También para ellos era un día singular (358).

Cómo celebraba la santa Misa

¿Cómo celebraba el P. Bernabé la Eucaristía? ¿Cómo vivía el momento de la consagración? El P. Bernabé se perdía en el misterio y se transformaba. Valga esta escena, recogida por un sacerdote capuchino (359).

"Estábamos en corro con el P. Bernabé -no recuerdo con qué ocasión- y alguno le preguntó:

- Bernabé ¿es verdad eso que dice la gente, que, cuando celebras misa, en la consagración tu figura se transforma en la de Jesucristo? ¿Es verdad o no es verdad?

El P. Bernabé, sonriendo, como de costumbre en estos abruptos, respondió:

- ¿Y qué les extraña? ¿No saben que el sacerdote cuando celebra se transforma en Cristo?"

Los sábados

Cuando el P. Bernabé fue párroco en San Miguel de los Bancos, la celebración del sábado mariano solía consistir, además de la alegría y devoción notoria, en el rezo del rosario de aurora los primeros sábados de mes, y el pasarse toda la mañana respondiendo cartas de dirección espiritual. Era ese día de alegría, porque el cartero entregaba las cartas de toda la semana (360). Inmediatamente las respondía el P. Bernabé, con una fidelidad y educación, que era, a la vez, caridad, apostolado y sacrificio por amor de María.

Solía estar en el centro parroquial todos los sábados, aun cuando durante los días entre semana se hubiera alargado a alguno de los numerosos poblados circundantes, para dar alguna misión catequética o sacramental. (...)

Quiero subrayar los primeros sábados. Antes de clarear la aurora, ya estaba tocando las campanas, llamando a los devotos al rosario de aurora. Iban llegando los feligreses, y sumándose a lo largo de trayecto, mientras se cantaba el Avemaría. Con toda aquella recogida de fieles entraba en el templo y celebraba la misa.

Y como solía terminarse el acto antes de salir el sol, la gente quedaba contenta, como si aquel día fuera más largo que los demás (361).

Cómo cuidaba la santa pobreza unida a la caridad

Uno de los aspectos que con más agrado viví junto al P. Bernabé, fue el de la pobreza. El, en su persona, era muy austero: hábito, manto y sandalias. Debajo del hábito, unos calzoncillos muy remendados. Solía proveerse de retazos de telas, y mandaba confeccionar, burdamente, los pantaloncillos que usaba. No quería usar los nuevos que le regalaban, por considerarlo un lujo innecesario.

Manejábamos muy poco dinero. Lo justo para algunas compras y los viajes a Quito. Por aquel entonces me dijo que yo llevara la "economía" de la casa (que consistía en las colectas dominicales y limosnas como única entrada). Que yo recuerde, ningún mes tuvimos en efectivo más allá de los ocho mil sucres (unas mil pesetas hace seis años (362)). No recuerdo exactamente si fue en el mes de julio de 1984: teníamos en nuestro haber ¡noventa sucres! (una peseta y cincuenta céntimos (363)). "Dios proveerá, hijo mío", era lo único que me decía cuando le hacía notar nuestra falta de recursos. Y ciertamente, Dios proveía. La mayoría de las limosnas que él recibía, ni siquiera entraban en caja. Iban a parar casi inmediatamente a alguna persona necesitada.

Recuerdo que los días domingos llegaba, procedente de Ambato, un camión de venta de verduras. La vendedora nos enviaba puntualmente un costal lleno de verduras. El P. Bernabé separaba aquello que podía convenirnos y la mayor parte lo repartía entre personas de pocos recursos económicos. De esta manera quedaba en la casa lo más necesario para dos o tres días.

La comida era pobre, a base de verduras, papas, yuca. Rara era la ocasión en que comprábamos carne o pescado. El P. Bernabé, de manera disimulada, mezclaba en su comida otras sustancia como el té, el café e incluso la miel, que él consumía constantemente. El, sin decir nada, se levantaba de la mesa, iba a su pieza y regresaba trayendo un frasquito de miel, y lo mezclaba con la sopa. "Pero si esto es muy bueno y nutritivo", decía riéndose.

Hacía lo imposible por contentar a los pobres que acudían a él pidiéndole una limosna o algo de comida. Siempre se iban con las manos llenas. En una ocasión me llamó y me dijo que habría que discurrir algo para tener siempre disponible una cantidad de dinero para socorrer a las personas necesitadas. Hicimos entonces un llamado a la población para que se solidarizaran con las personas pobres y en una camioneta fuimos recogiendo las limosnas que ofrecían. En apenas dos horas de recorrido alcanzamos a recoger 10.000 sucres. Esta cantidad era entonces suficiente para socorrer a algunas personas. Y así lo hicimos.

Durante el año que conviví con él en San Miguel de los Bancos, jamás tuvimos que comprar cosas innecesarias: colonia, champú, cera... eran objetos que no necesitábamos para nada. Entonces ¿para qué comprarlos?

El quería que yo me encontrara bien y muchas veces me preguntaba si necesitaba algo. En una ocasión recuerdo que le manifesté la necesidad de unos zapatos. Cómo lo hizo, no lo sé. Al cabo de una semana me entregó la plata (unos tres mil sucres) para que me comprara los zapatos. En una ocasión apareció, viniendo de Quito, con una radio-grabadora casi desvencijada, para que no me aburriera. Otra vez me consiguió una máquina de escribir (364).

El "hermano" Bernabé: "Venga conmigo a San Miguel"

El P. Bernabé, que así lo hemos llamado (y así queremos seguir llamándolo), era un hermano menor capuchino, amante de la fraternidad. El mencionado José Ángel Múgica (el P. Matías de Torrano), que nos ha dado la estampa del P. Bernabé en cuatro amores (Amor a María, Identidad con Cristo, amor a la Iglesia, amor a la fraternidad), nos dice cosas importantes y serias sobre cómo vio él al P. Bernabé como "hermano". Es bueno que retengamos esta estampa.

 

* * *

Amor a la fraternidad. En este punto no le comprendimos al P. Bernabé. Se pensaba que huía de la fraternidad para vivir más libremente... Estábamos equivocados.

El P. Bernabé amaba a la Orden y amaba la verdadera fraternidad. El buscaba una fraternidad de oración, de reflexión, de mutuo respeto ante los carismas personales. No le interesaba una fraternidad que no le llevara a Dios. (...)

...Si no encontraba ese ambiente en la fraternidad, se retiraba... Observando la conducta del P. Bernabé, me acordé más de una vez del proceder del Bto. Diego José de Cádiz, quien después de sus largas correrías, se retiraba a una casa de campo para descansar en el encuentro con Dios, y no al convento... Los que desconocían los motivos verdaderos de su proceder, lo criticaban... Bernabé nunca acudió a una fiesta a casas particulares, ni a cines..., siempre se refugiaba en los conventos de las monjas, donde tenía habitación particular para vivir en oración apartado del ruido del mundo.

A Bernabé no le gustaba vivir solo, aunque pareciera lo contrario. Cuántas veces me pedía con tristeza: "Venga conmigo a San Miguel". Yo le respondía: "Pídalo a los superiores, yo iré encantado". Pero ese permiso nunca llegó. Y el P. Bernabé vivió casi siempre solo contra toda su voluntad.

No le gustaban las discusiones en fraternidad, ni tampoco las largas exposiciones sobre la vida de fraternidad, sobre oración, sobre pobreza..., se aburría..., y por fin se retiraba disimuladamente. El vivía todo eso alegremente, franciscanamente, sin problemas... No entendía que se hablara tanto de oración y que luego no se hiciera oración... (365)

FLORECILLAS

En que se comienza a narrar, por boca de ecuatorianos,algunas florecillas del P. Bernabé (366)

 


En Pacto, que llovía tanto,
hubo unos soles muy fuertes

La señora María Recalde afirma que ella se encontraba en Pacto, que llovía tanto, y que llegó el P. Bernabé, empezó rogativas y la Santa Misa por tres días seguidos, y que el tiempo cambió totalmente. Por más de ocho días cesó la lluvia y eran unos soles muy fuertes.

El chico que se cayó del coche

El señor Manuel Nieto dice que un sobrino suyo iba colgado en el carro (367), y el chico se cayó. Se golpeó la cabeza fuertemente y lo llevaron al doctor Rocha. Y luego lo trajeron al P. Bernabé; le tocó la cabeza y le dijo:
- Ya te vas a calmar.
Le dio la bendición y quedó curado.

Con las sandalias en la mano,
más pronto que el carro

La señora Teresa de Albán afirma que ella estaba en Pacto, hacia el año 1976, y que llegó el P. Bernabé para bautizar. Iba con su capa y las sandalias en la mano. De pronto le dijeron:
- ¡Vamos, padre, suba al carro!
El contestó:
- No, no; yo voy a pie.
En efecto, él llegó más pronto, y cuando ella llegó escuchaba las campanas y el padre estaba ya en la iglesia. Y al momento todos decían:
- ¡Es un santo!

Un señor que era muy tomador

La misma señora afirma que el señor Carlos Albán, su esposo, trabajaba en el Consejo Provincial, y era muy tomador.
Un día se acerca al P. Bernabé y le dice que suba a la "kennedy", y el padre no quiso subir. El señor siguió de largo en el carro y el padre estuvo primero en Valle Hermoso y le ve a dicho señor que entra con sus cuatro botellas de cerveza. Y le dice el padre:
- Así te quise ver. Esto se va a destruir y acabar para ti.
Y se rompieron las botellas y quedó muy mal. Le pidió la confesión y bajó a la casa y después cambió.

Cómo se curó el señor Hilario
después de los santos Óleos

La señora Magdalena Hidalgo afirma que su esposo, el señor Hilario Minango, estaba completamente enfermo. No tenía plata para llevarlo a Quito. Esto fue en el año 1984.

Lo mandaron llamar al P. Bernabé, pero no estaba. Mientras tanto llega el P. Miguel Gamboa, y él lo confesó. Mas luego llegó el P. Bernabé y le dio los santos Oleos, más o menos a las dos de la tarde. Y le dijo:
- Usted ya se va a sanar; esté tranquilo.
Le cogió de la mano y le dijo:
- No vas a morir todavía; vas a vivir.
Y se quedó tranquilo.

La pequeña que cambió el mal genio

La señora Gloria Naranjo de Morales confirma que una de sus hijas era de mal genio y que se portaba mal. Ella llamó al P. Bernabé, diciéndole:
- ¡Padrecito, padrecito!
El le dijo:
- ¿Qué quieres, hija?
Ella respondió:
- Quiero que le dé la bendición a ésta, porque es muy mal genio.
Y el padre, cogiéndole de la nariz y dándole dos palmadas, le dijo:
- No tienes que ser mal genio; tienes que ser muy buena, porque a los niños buenos Dios los quiere.Y le dio la bendición. Y ella cambió totalmente, y hoy es totalmente buena, y siempre se acuerda.








Con lluvia y a las 12 de la noche

El señor Telmo Morales afirma que vio llegar a las 12 de la noche al P. Bernabé con el señor Justo Arévalo, uno de los hermanos legionarios de San Bernabé, su gran acompañante.

Llegaron con una lluvia muy fuerte y una mula. Fueron hasta la casa de la señora Maruja Zamora, donde se alojaron. Y de inmediato fue para empezar la iglesia de Cristóbal Colón. Con el apoyo de todos se logró, y desde allí han nacido muchas conversiones por medio del P. Bernabé.

La acogida: que no le sirvan pollo

La señora Rosa Jiménez y su esposo Segundo Solano afirman que el P. Bernabé, desde que le conocieron en aquel recinto, llegaba a su casita. Allí desayunaba, almorzaba y con suma sencillez y humildad pedía que no le sirvan pollo, sino mejor pescado, y su fruta preferida, la papaya.

Y lo digo yo personalmente que es verdad. En la misma casa solía regalar estampas y cuadros de la Virgen Santísima al mejor de los niños que supieran los misterios del santo Rosario.

Huye: las sombras y el miedo

La señora Piedad Mendoza de Jaramillo afirma que en su niñez le perseguía una sombra de una figura humana, muy grande; que ella estaba nerviosa. Y su madre, la señora Gladys de Mendoza, la llevó inmediatamente donde el P. Bernabé, y él le dijo:
- ¿Qué te pasa?
La señora le contó todo, y él el dijo que esté tranquila. La dio la bendición y perdió totalmente el miedo.

La bendijo y no hubo operación

También afirma (la señora Piedad Mendoza de Jaramillo) que tuvo un gran problema de salud, que tenían que operarle.
Ella acudió al P. Bernabé y le contó. El le dijo que siga tratamiento y que se mejorará de inmediato; que no tema la muerte como le han dicho los médicos; que pronto se recuperará.
Llegó a bendecir su casa y le dio a ella la bendición.
Y después de su muerte ella sigue pidiéndole; y resulta que no necesitó de operación y se halla muy bien de salud.

¡Avancen, avancen!... y él desaparecía

La señora Martha Andrade afirma que ella, desde que conoció al P. Bernabé, veía en él su santidad, su sencillez. Le encontraba en Pacto caminando a pie, y con los pies siempre enlodados; le daban agua y la toalla para que se lavara.
También afirma que iban a misiones unas jóvenes con el P. Bernabé y que empezaron juntas a caminar. El padre desaparecía y luego le encontraban descansando, y les decía:
- ¡Avancen, avancen...!

Llega a la iglesia más pronto que los del carro

Asimismo dicen que su padre, el señor Alcibíades Andrade, fue el que fundó cooperativas de buses a Noroccidente; que le encontraba el P. Bernabé y le decía:
- Suba al carro.
Y él:
- No, no.
Seguía a pie, y luego, más pronto, estaba él en la iglesia que ellos, que subían al carro.

Cómo aguantó la llanta hasta que se bajó
el P. Bernabé

El señor Miguel Pesántez afirma que tuvieron un viaje con el P. Bernabé un joven de nombre Fabián Jiménez y el señor de la luz Jorge Jaramillo y él en su propio carro. Al llegar a Tandayapa sintieron que la llanta (368) se bajaba. Y este señor Jaramillo después de tanto esperar le dice:
- P. Bernabé, dicen que usted hace milagros. ¿Por qué no arreglamos este carro?
Y el P. Bernabé contestó:
- Cuando uno tiene fe en Dios, todo lo puede. Suban, suban y vamos pronto.
Fue así. Subimos todos, pero la llanta seguía soplando tan duro, que aguantó, hasta la parada del Colegio San Gabriel, donde siempre bajaba. Al momento que el P. Bernabé salió del carro se bajó totalmente la llanta. Y dijo:
- Aquí cerca tienen una mecánica vulcanizadora; lleven el carro.
Y vimos en realidad la fe tan grande del P. Bernabé.

Y la tierra tembló

Lo mismo, siendo el aniversario del Centro Artesanal (369), hubo un programa, entre ellos un baile, el cual el P. Bernabé no estaba de acuerdo. Y llegaron en ésa la banda; y muy racionalmente uno de ellos habló con el P. Bernabé que con eso ellos vivían. El P. Bernabé dijo:
- Si es por eso, yo les doy.
Pidió prestado algo como 20.000 (sucres), y de inmediato protestaron los demás. Y como no hicieron caso el P. Bernabé les dijo:
- Si no dejan el baile, la tierra temblará esta noche.
Ni bien acababa de decir, empezó el temblor, y sólo en San Miguel de los Bancos.
El padre se retiró a orar en la iglesia y luego lo buscan muy preocupados.

De otros sucesos maravillosos del P. Bernabé que recogieron los frailes

Cómo S. José hizo que no lloviera

Estaba yo con el P. Bernabé en Gualea - cuenta fray Ángel Martínez (370) - y llamó al P. Feliciano para que predicara una misión en Pacto. Era invierno, el mes y día no lo recuerdo. Vino el P. Feliciano y, estando los tres juntos, le dijo al P. Bernabé:
- P. Bernabé ¿no sería mejor dejar la predicación para el verano? Como ve, está lloviendo, y la gente no vendrá.
El P. Bernabé le contestó:
- Padre Feliciano, vaya tranquilo, que no lloverá. Se lo he pedido a S. José y S. José nunca me niega nada que le pido.
Y así sucedió. En los ocho días que duró la predicación en Pacto, no cayó una gota de agua, siendo así que en Gualea estuvo lloviendo todos los días. Y lo curioso fue que el mismo día que terminó la predicación, que fue por la mañana, por la tarde empezó a llover, como en toda la Zona.

En el nombre del P. Bernabé...yo le bendigo

Para llegar hasta nuestra residencia habitual de Gualea -cuenta el P. Jesús García Lasheras (371)- teníamos que pasar por Santa Elena. Tras muchos kilómetros decidimos parar para tomar unas colas. El Hermano Antonio de Alsasua no se bajó del carro. Y mientras metía la boca en la botella de coca-cola - la cola negra, dice él -... una viejecita le pidió:
- ¡P. Bernabé, déme la bendición! (Mucha gente ha confundido a estos dos misioneros por su parecido físico).
Antonio le contesta sonriente:
- Señora, yo no soy el P. Bernabé.
Cuasi convencida, la señora se retira. Al poco rato insiste la viejecita:
- ¡No sea malito; déme la bendición, P. Bernabé!
-Ya-le-he-di-cho-que-no-soy-el-Pa-dre-Ber-nabé,dice pausada y convencidamente el fray (tal vez molesto).
Por tercera vez - parecía Pedro en la Pasión - la señora repite la petici&oaacute;n. Y, ni corto ni perezoso, el hermano Antonio zanja el asunto:
- En el nombre del P. Bernabé... "yo le bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Y él mismo se contestó a la vez que la viejecita con el "Amén".
El P. Bernabé ya había sido enterrado hacía siete meses en San Miguel de los Bancos.

En casa de don Cirilo

Todos hemos sabido de la frágil constitución física del P. Bernabé. Entre otras tantas cosas, padecía del riñón, por lo que no solía comer carne y, por lo demás, en poca cantidad. Tenía especial devoción por las verduras y los jugos de diferentes frutas (naranja, naranjilla, plátano, maracuyá, guanábana..., pero sobre todo de papaya).

Cuenta Cirilo Malessani y su esposa María Scaco que, antes de hacerse poblado, La Armenia tenía pocas casas. A veces se hospedaba en la de ella para pasar la noche. Siempre les llamaba la atención su costumbre de cenar - allá llaman "merendar" - dos vasos de jugo de papaya y se retiraba a su pequeña habitación.

Pero, a veces, se despertaba don Cirilo y siempre sentía al sacerdote rezando. Se preguntaba: ¿Acaso no duerme el padrecito?

En Armenia, el recuerdo más grande y la característica más admirada del P. Bernabé era resumida en una frase: Era un hombre de Dios, explicitando que Siempre se le veía orar en voz alta y en voz baja.

Otro recuerdo, éste material, queda para la posteridad en una placa en el atrio de la capilla, como señal de agradecimiento por ayudarles en la construcción de dicha capilla y más específicamente de haber donado campanas traídas desde Navarra para San Miguel de los Bancos. Añaden los lugareños con algo de orgullo:

- Desde entonces nos tienen envidia los moradores de los Bancos.

 

La última visita: "nos calentó
con su abrazo fraterno"

Ya viejecito, y con ocasión de la visita del Padre Provincial y su secretario (372), tocamos a la puerta de la casa parroquial. Casi nos cansamos de esperar alguna respuesta cuando, al fin, una señora nos abre la puerta; nos identificamos y pedimos la presencia del P. Bernabé. Nos hace notar dicha señora que estaba allá con su hija desde hace unos días para cuidar al padrecito, que estaba un poquito enfermo.

Entre lo llamativo de esta visita fue la gran finura del padre para recibir visitas. Aun enfermo (estaba en cama o en ese algo que lo parecía) y con dificultades para caminar ligero, pero dibujó una cándida sonrisa de bienvenida, nos calentó con su abrazo fraterno y nos ofreció una comidita.

Ese rato llegan otras señoras "bernabianas", compraron alguna cosas y se pusieron a cocinar para todos, ya que si algo abundaba en la despensa, no era precisamente comida.

Oración, sencillez, celo por la evangelización... y otras muchas cualidades de este hermano menor capuchino no podían quedar cojas sin su especial y fino sentido de la acogida.


Del amor que el P. Bernabé tenía a las criaturas irracionales y lo bien que se entendía con toda la creación

Bendecía el aire

Respecto de milagros, yo recuerdo - escribe un nativo ecuatoriano (373) - que en los 18 años que yo viví en la zona de Saloya, el padre dio, quizás, ejercicios en Semana Santa unos 15 años. Y en el mes de abril aquí llueve por demás, en especial por las tardes.

Y en horas de reunirse la gente, salía detrás de la iglesia, oraba y bendecía el aire. Y a veces brillaba el sol, o por lo menos, pasaba la lluvia totalmente.

No podía ser mera coincidencia, porque eran tres días anuales y por quince años. Y creo que yo llevaba en cuenta todo esto, desde que vi la forma de hacerlo, entre los primeros años.

Cómo quería a los animales
y ellos le entendían

Recuerdo también que, en una ocasión, yo estuve sentado en el fondo de la capilla de Saloya, una de las tantas que construyó en esta zona. Al ver que unos niños apedreaban a un perro, él les reprendió, diciendo:
- Chicos, dejen el perrito. ¡A maldad, a maldad...! ¿hasta cuándo la maldad?
Y el perro parece que le entendió. Mientras él se dirigía al presbiterio, el perro estuvo junto a él. Y al notar la presencia del perro, por primera vez:
- Sal, le decía. Lo dejó afuera.

De nuevo el perro estuvo junto a él. Con la paciencia que lo caracterizaba lo sacó otra vez. Y a la tercera ocasión, cuando el perro estuviera afuera, le dijo:
- Verás, si vuelvo la otra semana, te traigo un garrote.
Entonces el animal no volvió, mientras yo me reía diciendo:
- Los niños sólo asustaban con pequeñas piedras; él le ofreció garrote.
Pues en conclusión, parecía que los animales más bien le entendían.

El gatito del confesonario

Esta anécdota la ha escrito el joven, hoy capuchino, que compartió durante un año en San Miguel de los Bancos la vida del P. Bernabé (374), y al mencionarla, no puede menos de decir que "por lo menos a mí, me causaba alborozo".

Recuerdo - así relata - que él tenía gran cariño por los animales y especialmente por los gatos. A la sazón habíanle regalado a él un pequeño gatito, de los que por aquí decimos runas por no tener raza definida.

El P. Bernabé le había cogido gran cariño y el gatito no se dejaba alimentar sino de sus propias manos. Yo había intentado en varias ocasiones proveerle de alimento con el consiguiente rechazo; sin embargo, con el P. Bernabé no había dificultad. A todas partes donde iba el P. Bernabé, seguíale el minino.

Cogió incluso la costumbre de ir al confesonario cuando se disponía a ejercer su ministerio penitencial. Entonces el animalito se subía a su hombro derecho y allí permanecía lo mismo diez minutos que una hora, hasta que el P. Bernabé terminaba de confesar.

En cierta ocasión una religiosa acertó a pasar delante del confesonario y, al ver semejante cuadro, espantó al animalito que reposaba en el hombro del P. Bernabé. Este inmediatamente se levantó del confesonario, dejando arrodillado al Penitente, y procedió a llamar al gatito, que acudió presto y, sentándose nuevamente, colocó al animal en su hombro y prosiguió su labor.

De otros episodios que le ocurrieron
por aquellas montañas y que narran los nativos
y también los misioneros

Una mentirilla, con libaciones,
que luego fue verdad

De labios, o mejor, de la mano y bolígrafo de uno de los feligreses de San Miguel de los Bancos, vamos a ir contemplando escenas de la vida del P. Bernabé. (375)

Era el mes de julio de 1977. Un circo llega a San Miguel. La carpa del circo la instalaron frente a la capilla, donde hoy es el parque. En el convento se hallaban los PP. Bernabé, Miguel Gamboa y Gabriel Díaz de Cerio. Y por la noche el P. Bernabé me dijo que si yo quería irme a ver las funciones que representaban en el circo, a lo que yo rehusé. Pero luego que los padres se aprestaron a dormir yo me salí callado.

Al entrar en el circo, me encontré con los señores Pascual Campoverde, Segundo Caza, Rogelio Bozmediano, a sus hermanos y otros más amigos. Luego nos pusimos a libar, cosa que había propasado demás.

Al día siguiente, viendo que no me levantaba, me fueron a verme los padres. Al ver la presencia de ellos, opté por mentirles que estaba enfermo, a lo que de inmediato el P. Bernabé mandó llamar al señor Bozmediano, que era el enfermero del Consejo, para que me recetara. Pero llegó su hermano, que también era enfermero, y me recetó cosas sencillas, porque sabía de lo que se trataba, y luego se marchó y yo me quedé en la casa.

Pero... ¿qué resulta? Poco después, mi mentira se hizo realidad; que después tuvieron que venir ambos enfermeros a recetarme. Y el P. Bernabé me dijo que él ya sabía lo que me había pasado.

Cómo conoció quién le comió
cinco formas de la misa

Era el 24 de diciembre de 1975, a la 1 de la madrugada, cuando el P. Bernabé llegó hasta la puerta de mi cuarto, que yo moraba en el mismo convento, y me llamó para indicarme que yo tenía que partir ese mismo día a Quito para traer vino y formas para la santa Misa de la noche. Esto tenía que llegar hasta el convento de las Madres Catalinas.

Así que llegó las 4 de la madrugada y me fui a Quito. Llegué al convento y expuse a las Madres la misión que me llevaba. De inmediato me atendieron, y pregunté que cuántas formas grandes y pequeñas mandaban; a lo que me dijeron que no habían contado.

Con eso llegué hasta Cotocollao para esperar un carro que venía a San Miguel con la familia Barba Rivadeneira. Llegué a San Miguel por la tarde. No tuve tiempo de tomar café ni almorzar. Llegó la hora de la Misa; yo había colocado las formas en el copón; luego se celebró la Santa Misa, terminada a la una y media de la madrugada. Yo no había merendado, hasta que el Padre se desocupe de sus oraciones que siempre acostumbraba.

Fueron las 2 de la madrugada y yo tenía mucha hambre y resolví cogerme unas cinco formas pequeñas sin consagrar, y me comí. A las 8 de la mañana entré en la sacristía para dejar las formas; y el Padre se halla allí y me preguntó qué era. Yo le indiqué lo que era y luego me dijo:
- ¿Por qué te comiste las cinco formas?
A lo que yo me quedé sorprendido, porque él no sabía cuántos comulgaron ni cuántas formas había traído de Quito. Y yo le dije:
- Porque tenía mucha hambre.
A lo que él me contestó que estaba bien... con una sonrisa.
Esto había contado yo a algunas personas.

La hijita Myriam Isabel, camino del cielo

Era el año 1974; no recuerdo la fecha ni el mes en que la cigüeña visitó el hogar que yo tenía formado con Catalina Ojeda, oriunda de Loja.

Con esta novedad y alegría llegué hasta donde el P. Bernabé; a lo que el Padre supo decirme que estaba bien y que la niña era muy simpática, sin que él la haya visto y que la niña no era para que estuviese en esta vida, sino que era para Dios.

Y días después que la presenté, él cogió el nombre de Miryam Isabel y la bautizó días después. Y al cumplir once meses falleció la niña y se cumplió lo que el Padre había dicho que no viviría.

Llovía, y venía sin mojarse

Era el mes de abril de 1974. El P. Bernabé había salido de San Miguel no sé hacia dónde, pero la tarde del día miércoles llovía fuertemente.

Yo me encontraba en el salón El Clavelito, de propiedad de la señora Rosa Ramos. Era más o menos las cuatro de la tarde cuando vimos, algunos que nos encontrábamos en dicho salón, al P. Bernabé que venía en ese aguacero, y llegó al salón.

De inmediato me apresuré a quitarle su manto, que lo llevaba puesto. Pero cuál fue nuestra sorpresa que toda su vestimenta que llevaba puesta se encontraba muy seca.

Esto presenció también la señora Rosa Ramos, dueña del establecimiento, que aún vive la señora en Quito.

El carro siguió marcha atrás

Era en el mes de febrero de 1973, las 9 de la mañana, en San Miguel de los Bancos. El señor Alcides Campoverde tenía una camioneta pequeña color celeste, y me había manifestado que necesitaba un poco de combustible para viajar a Quito, petición que acepté por ser su amigo; cuyo combustible decidimos traer del kilómetro 96, de la propiedad del señor Eliezer Celobrio, que reside aún en San Miguel.

Bajamos en la camioneta y lo vimos al P. Bernabé que baja, creo que al Chipal; y el conductor y dueño del carro habló mal del Padre diciendo que a lo mejor el Padre hubiese querido que lo bajáramos a dejarlo.

Entonces cuando ya lo alcanzamos, paró el conductor al carro y yo me bajé, ofreciéndole el asiento que yo ocupaba, y el Padre se subió. Pero... ¿qué sucedió?, que el carro no caminó hacia adelante, sino hacia atrás. De inmediato se paró el Padre y siguió su camino.

Y el carro seguía con su marcha hacia atrás hasta llegar a San Miguel; que después optó su dueño en alquilar otro carro más grande para llevar el suyo a Quito.

El pintor que lo pintara

Para pintar al P. Bernabé hay fotografías que han querido recoger -imposible- su sonrisa y su mirada. Su mirada principalmente, su dulce mirada, era toda la hermosura de su persona.

Pero si el pintor, aparte de estas florecillas, pide documentos literarios, he aquí, por si vale, esta página escrita por un compañero de fatigas. (376)

"Su modestia exterior siempre fue ejemplar y edificante, tanto en las funciones de culto y sacramentos como en su comportamiento con los feligreses y con las autoridades. Muy parco en hablar con mujeres, fuera de las obligaciones de su oficio pastoral.

Su porte exterior: En todo el tiempo de su cargo pastoral en las zonas de Gualea y San Miguel de los Bancos, se vistió con el pobre hábito capuchino; en los domingos y fiestas usaba el sencillo hábito nuevo. Nunca desapareció de su cabeza la corona de clérigo capuchino. Admitía en su revuelta barba un pequeño arreglo, sin ningún refinamiento. Sus pies, desnudos, en pobres sandalias, fuera de los casos de enfermedad y viajes frecuentes a caballo para evangelizar los numerosos recintos de la parroquia".

Una limosna con una sonrisa

Continúa el mismo testigo con una admiración que no tratar de disimular:

"Su humildad era siempre manifiesta. En muchas ocasiones pedía la limosna para su sustentación parca y sencilla, portando en su mano derecha la canasta de limosnero, visitando con sonrisa infantil en su sereno rostro los puestos de venta de frutas y hortalizas, y esparciendo con caridad pastoral consejos oportunos a sus feligreses.

Se traslucía en su macilento rostro la habitual presencia de Dios, que transfigura su pequeña y poco atrayente figura en un ser celestial, angelical. Infundía verdadero respeto en las gentes que lo admiraban como hombre de Dios, bajado del cielo".

¿Cuántos rosarios hay de San Miguel a Quito?

El misionero andariego iba no raramente a Quito, y entonces como viajero del bus. Iba por la atención espiritual que él ofrecía a algunas personas. No hace falta mucha imaginación para reproducir aquellos trayectos largos y matadores. Que nos lo cuente de nuevo su compañero de comunidad, el P. Higinio Gamboa.

"Cada viaje en autobús incómodo, por carreteras de tierra y piedra tosca, duraba alrededor de cuatro horas y media. Se sentaba en el primer asiento vacío o en el que le brindaba algún feligrés amigo; nunca tenía necesidad de pagar el pasaje.

Cubierta su cabeza con el capucho, aislado de la música y de la bulla de los pasajeros, se entregaba sin duda a sus rezos y meditaciones íntimas.

En una ocasión tuve la oportunidad de acompañarlo en un viaje de San Miguel de los Bancos a Quito (94 kilómetros). Me exigía a menudo el rezo continuo del santo Rosario. De propósito distanciaba yo los espacios de tiempo, diciéndole:

- Descansemos un poco, que el viaje resulta pesado por el mal camino.

Solo llegamos a rezar cuatro rosarios completos; pero él pedía el rezo continuado.

Creo que no me equivocaría si dijera que mantenía la presencia de Dios continua".

El nimbo de luz en la Misa del P. Bernabé

Entre los fenómenos maravillosos que se cuentan del P. Bernabé (377), más de una persona habla de haber contemplado realidades sobrenaturales durante la celebración de la Eucaristía. Tomamos parte de un relato que habla de semejantes fenómenos (378).

"... A poco de que el sacerdote capuchino levanta a su Dios hecho Pan, para que le adoren con fe llameante los que en El creen y le amen hasta más allá de la muerte, se presenta el hecho histórico tan esperado y visto por mis ojos.

Me encuentro de pie, a unos tres metros de distancia frente al P. Bernabé. De pronto, cuando no esperaba ni por pensamiento la presencia del acontecimiento de líneas milagrosas, me coloco a la vista del Celebrante, que habla con misticismo arrobador. Y...¡oh Cielo!... contemplo abismado en su cabeza un nimbo de luz que se eleva más o menos hasta cinco centímetros de altura sobre lo amplio de la tonsura capuchina. De seguida, suspendiendo el movimiento interno de mi ser, asoma una Cruz reluciente dentro la esfera del nimbo de luz. La veo al impulso bendito... ¡oh!... de una especie de éxtasis.

Imposible calcular los minutos que pasan. Por un brevísimo instante pongo en las Hostias consagradas la vista sumido de gratitud a Jesús Hostia. A continuación levanto los ojos arriba. La Cruz ha desaparecido. En cambio, tras un instante, ocupando el mismo lugar, se presenta la Inmaculada, la Virgen de las Vírgenes, llenando de ternura y misericordia el ambiente de mi alma. Por un impulso especial que mueve imperceptible mis miembros, agacho unos segundos la cabeza. Cuando a la contemplación vuelvo, el cuadro viviente y maravilloso había desaparecido juntamente con el nimbo de luz.

A continuación sigo el desarrollo del milagro de la Santa Misa. Tras la realidad sublime de lo constatado, con la oración vibrando en el alma del redactor de estas líneas, una mísera basurita humana, sigo con veneración los pasos eucarístico-marianos del P. Bernabé. Al concluir la ceremonia sagrada, su faz sacerdotal cobra una iluminación santamente capuchina. El público, piadoso de verdad, no se dio cuenta de nada, porque así lo quiso el Cielo".

El testigo que se profesa vidente de estas realidades trata a continuación de aplicar el sentido del nimbo de luz, de la Cruz y de la Inmaculada al ministerio del P. Bernabé en el Movimiento Sacerdotal Mariano, del que fue responsable en Ecuador.


Capítulo XXVII

El P. Bernabé y la Hna. Paulina

La relación del P. Bernabé con la Hna. Paulina (379) merece un capítulo en la vida del P. Bernabé, y diríamos que por ella y por él. Por ella, para que de alguna manera se conserve en letras impresas la memoria de esta santa mujer, cuya vida requiere, sin duda, muy atinado discernimiento; por él, porque, de todas sus dirigidas espirituales, la Hna. Paulina estimo que ha sido su dirigida principal. A un religioso, que sin duda conoció profundamente a la Hna. Paulina, le oí esta frase: "Yo estoy persuadido de que el motivo principal por el que Dios trajo a Ecuador al P. Bernabé, fue la dirección de la Hna. Paulina" (380). Tales afirmaciones ciertamente no son demostrables, pero, hablando así, pronunciando sencillamente su "persuasión" personal, está diciendo la alta estima que tiene a esta humilde hermana y la importancia suma que tuvo la presencia del P. Bernabé en la vida de esta cristiana.

La vida de la Hna. Paulina

La vida de la Hna. Paulina Durand Pérez (1936-1994) ha sido escrita por el P. Higinio Gamboa con el título de Algunos datos biográficos de la Hna. Paulina Duran Pérez, de la Tercera Orden de San Francisco, y esta redacción lleva fecha de Portoviejo, 24 de abril de 1986. Dicha hermana leyó los "datos biográficos" escritos por el P. Miguel y dio su conformidad en Quito, a 28 de mayo de 1986 (381). El P. Miguel Gamboa puso una introducción, manifestando con gran lealtad personal, el porqué escribía estas páginas (382). De esta obra se hizo una edición privada de 6 (seis) ejemplares, cuyo título es el siguiente: "Fr. Higinio Gamboa, OFMCap, Algunos datos biográficos de la Hna. Paulina Durand Pérez, de la Tercera Orden de San Francisco. Edición privada. Archivo del P. Bernabé - Curia Provincial de Capuchinos (España). 1996" (383).

Una vida escrita con tales características, con tal abundancia de "visiones" y "revelaciones", con centenares de ataques diabólicos, con mensajes divinos que tiene que transmitir, por plena que sea la sinceridad tanto del autor como de la biografiada, es una vida que el teólogo la debe leer con crítica y con unas claves de sabiduría espiritual. Esto no quita para que los datos de la mera biografía externa sean verídicos tal como los ha recogido el autor.

Paulina Durand Pérez nació en Ibarra el 25 de noviembre de 1936, hija legítima del capitán en activo del ejército ecuatoriano Bolívar Eloy Durand Ramírez, y de María Alegría Pérez Peñaherrera, de muy humilde condición. Fue bautizada en la parroquia de San Agustín de la misma ciudad, a los pocos días, el 2 de diciembre, día de santa Paulina, virgen y mártir. La niña nació sietemesina, muy pequeñita.

Parece que el padre fue bastante revuelto en amores; de hecho abandonó a su mujer antes de nacer la niña, única hija de este matrimonio. Paulina nunca conoció a su padre.

Hay unos componentes que configuran la infancia de esta niña: orfandad por la ausencia del padre, enfermedad, gran pobreza y mucha piedad por parte de las personas que componían aquel entorno: la madre, la bisabuela materna Dolores Bustamante Terán, la abuela materna Rafaela Peñaherrera (384). Estudia desde los seis años en el Colegio de la Inmaculada Concepción, de Ibarra

A los 14 años, el 16 de enero de 1950, Paulina entró en la Hermandad de Ntra. Sra. de Fátima, institución fundada por el sacerdote diocesano Carlos Suárez Ventimilla. Allí pronunció sus votos. A los siete u ochos años de permanencia en esta congregación religiosa, con el consejo del capuchino Rafael de Gulina, abandonó la congregación. Padece grave enfermedad, y, quizás como razón más determinante, quiere estar junto a su madre, que vive en extrema pobreza.

En estos años Paulina ha conocido a diversos capuchinos, y se ha relacionado espiritualmente con ellos, en su ciudad de Ibarra y en Quito (385). El P. Joaquín Sánchez (Veremundo de Villatuerta entonces) la encamina al P. Bernabé.

En junio de 1929 ingresa, junto con su madre, en el Asilo de Ancianos "Corazón de María"; allí muere su madre el 27 de septiembre del mismo año (386). Paulina pudo permanecer en el mismo Asilo, en la sala general de mujeres, hasta el 30 de junio de 1971. En esta fecha pasa a la vivienda de una tía lejana, Srta. Elvira Terán (C/ Fernández Madrid 371 - Quito), la cual vive con sus hermana Mercedes Terán Delatorre, y una hija de ésta, Marujita Terán Delatorre. En 1980 pasa a vivir en casa de los Sres. Fernando Barba y Gloria Rivadeneira de Barba, y por temporadas en casa de una hermana de ésta. Al fin, desde 1981 se estableció en una vivienda proporcionada por un rico Colombiano llamado Luis Rivera. Todas estas personas están muy ligadas a la vida del P. Bernabé.

La Hna. Paulina murió en la paz del Señor el 2 de mayo de 1994, atendida por Susana Leones (387).

Bien podemos decir que murió en olor de santidad (388).

Recuerdos personales sobre la Hna. Paulina: primera y segunda entrevista (1981 y 1983)

En gracia de esta biografía, puedo aducir literalmente algunos datos que se refieren a Hna. Paulina. Como ministro provincial visité a los capuchinos de Ecuador, según queda relatado. Me dijeron los hermanos que conociera a Hna. Paulina. Fui a verla (febrero de 1981) y mi respeto se tornó en un sentimiento de profundo aprecio y devoción. Era una santa, sin duda; creo que también una mística purificada por el dolor. Estaba tullida y caminaba con dificultad (389). No recuerdo lo que en aquella ocasión conversamos. Era la primera vez que la veía, y anteriormente no había oído hablar de ella.

En febrero de 1983 viajé por segunda vez a Ecuador, y el día 21 tuve una entrevista con el P. Bernabé, de la cual tomé unas notas. En mi mente, o, más bien, en mi corazón, estaba el deseo de que el P. Bernabé escribiera sus memorias espirituales, una sencilla autobiografía que fuera el testimonio de su camino espiritual.

Días después le visité a la Hermana Paulina, ya conocedor de quién era esta santa mujer. Mi intención en aquel momento era tomar datos sobre el P. Bernabé.

¿Qué pensaba la Hermana Paulina acerca de él?

"El P. Bernabé es un pilar de la Iglesia", me dijo textualmente. Y ¿cuáles son - a su parecer - los puntos clave de la espiritualidad del P. Bernabé? La Hermana Paulina comenzó a hablar y yo tomé nota, que ahora repaso en mis apuntes:

- La entrega total.

- El padre vive la infancia espiritual y me ha inculcado mucho a vivir en el amor.

- La sencillez de niño que él tiene, pero, dentro de esa sencillez es un santo.

- El me ha enseñado cómo debo adentrarme en las llagas sacrosantas. Las llagas de Cristo, es su doctrina. Amor infinito a las llagas sacrosantas y a nuestra Madre santísima.

La Hermana Paulina se expresa así sobre cosas que le pregunto o sugiero.

- Para mí el P. Bernabé se me asemeja mucho a la vida de San Francisco de Asís.

- Durante el tiempo de Cuaresma camina con la cruz hasta por la selva; es una cruz muy grande. Y también lo he visto transfigurado.

- Lo más característico, el amor a la Cruz, a la Pasión de Jesús.

- Muchas personas me cuentan cómo lo encuentran por la selva misma orando, cogido y levantado.

- ¿Las cartas que me ha escrito el P. Bernabé? Tal vez pasen de 300, a través de 20 años. Me escribía cada mes (390).

La hermana Paulina me cuenta cómo le ha visto muchas veces - ¿acaso 100? - transfigurado durante la celebración de la Santa Misa. Se le ilumina el rostro y se rejuvenece. "Parece un jovencito de 18 o 20 años".

Quien esto escribe escucha reverente con la clara sensación de que la Hermana, sin duda alma de Dios, conoce delicadamente al P. Bernabé, como se conocen dos que están viviendo lo mismo; pero, al mismo tiempo, este escritor se mantiene muy cauteloso, por dentro, para explicar esa fenomenología de visión de que goza la sincera Hermana.

Por ello, al escribir en 1989 la Historia de un pobrecillo, me abstuve de entrar en esta fenomenología y otros episodios análogos; y esto, por dos razones: primero, porque vivía la Hermana Paulina; y segundo, porque semejantes hechos requieren un riguroso tratamiento crítico, impropio del estilo de aquel libro.

No estaba muy de acuerdo la Hermana Paulina, cuando respondía así al envío del libro: "Estas líneas van para agradecerle el precioso Libro de mi Padre Bernabé que tuvo la gentileza de dedicarme, gracias mil por esa obra lindísima del venerado Embajador del Cielo, lo recibí con una emoción intensa... [ ]. Cuando tuve en mis manos la Semblanza del P. Bernabé pude ver que en unos cuantos puntos ha sido sumamente discreto. He notado se ha abstraído en mucho exponer lo prodigioso que El Padrecito era y lo santo que es. Así le parece a su reverencia que conviene, tendrá sus razones. Yo quería ir recogiendo nuevo material para ir introduciendo cuanto antes la Causa de su Beatificación, los milagros que en vida hizo y luego cuando ya murió. El P. Gamboa tiene mis dictados, soy testigo de sus milagros y levitaciones" (391).

Tercera entrevista

La tercera vez que pisé tierras ecuatorianas fue en el mes de septiembre de 1992. El P. Bernabé había muerto en 1988 (29 de abril), y para la fecha citada ya habían aparecido diversas publicaciones sobre el recordado y querido capuchino. Motivo del viaje era tomar documentación y testimonios "in situ" para componer una vida amplia. Me acerqué de nuevo, por tercera vez, a la casa donde vivía la Hermana Paulina (392).

Entre otras cosas que pude obtener de Hermana Paulina fue una lista de nombres de la "Familia Bernabé". La Familia Bernabé era un grupo de personas que se reunían en ocasiones en el domicilio de Paulina cuando el P. Bernabé acudía allí y con los debidos permisos celebraba la Santa Misa (393). La Hermana Paulina tiene escritos en unas hojitas una serie de nombres que transcribimos, y que seguramente no es la completa familia Bernabé.

- Carmelita Suárez de López Ventimilla, seglar. Ya falleció.

- Srta. Maruja Patallas: cambió de casa y ya no vino más.

- La Sra. Manuela de Oswaldo Chicaiza y familia.

- Sra. Teresa Salazar de Ramírez.

- Sra. Delia Crespo de Ordóñez.

- Sra. Mercedes Vda. de X.

- Srta. Elvira Terán.

- Srta. Maruja de la Torre.

- Sra. Eugenia Racines.

- Sra. Mercedes Cisneros.

- Srta. Lucila Ante.

- Srta. Beatriz Burbano (difunta).

- Sra. Targelia Cadena de Barragán.

- Mons. Gustavo Moscoso (Radio Católica; hace años que no nos vemos).

- Sr. Neftalí Oñate (394) (difunto) y su esposa.

- Sr. Pedro Esparza (difunto).

- Don Carlos Suárez, Sacerdote, fundador de las Hermanas de Fátima.

- Madre Estelita Echeverría (difunta).

- Madre María Isabel Echeverría (del Divino Pastor, hermana de la anterior).

- Madre Teresita Martínez (de los Sagrados Corazones, difunta).

- Madre María de Jesús Martínez (de los Sagrados Corazones).

- Madre María Matilde Díaz (de los Sagrados Corazones).

- Sra. Fabiola Zambrano de Pasquel.

- Sra. Olimpia Zambrano (prima de Paulina) e hijos.

- M. Fina Porras (del Instituto del Perpetuo Socorro).

- Sofía Anda (del Instituto del Perpetuo Socorro).

- María Ester León (del Instituto del Perpetuo Socorro).

- Sra. Laurita Guerra de Sánchez (suegra de Luis Rivera).

- Sra. María del Carmen (mujer de Luis Rivera).

- Sr. Cervillo Sánchez (marido de Laurita Guerra)

- Sr. Ingeniero Morán y familia.

- Srta. Magdalena Madera.

Entrada del P. Bernabé en la vida de Paulina

El P. Bernabé había llegado a Ecuador en julio de 1962. Parece que muy pronto, aquel mismo año, el P. Bernabé ha conocido a Paulina, que ya tiene entre los capuchinos fama de santa.

Comienza una relación espiritual, fomentada por cartas y visitas, que va ser de una fidelidad total en todas las etapas de ministerio del P. Bernabé: Gualea, Santa Elena y La Armenia, San Miguel de los Bancos. Bajo la guía del P. Bernabé Paulina, ingresa en la Orden Franciscana Seglar. Le escribe en noviembre 1965: "Si el Señor así dispone, después de la fiesta de la Concepción Inmaculada de la Sma. Virgen, quisiera hacerte una visita, y entonces trataríamos de tu ingreso en la Tercera Orden Franciscana" (395). Desde Santa Elena en noviembre de 1966: "Se va acercando el tiempo de tu Profesión en la Tercera Orden del Seráfico Padre San Francisco. Dios mediante, el mes de Enero del próximo año [1967] tengo intención de llegar hasta Ibarra para recibir tu Profesión. Entre tanto, procura ir preparándote con la ayuda poderosa del Seráfico Padre . San Francisco" (396).

Paulina ha profesado en la familia franciscana. Canónicamente es una persona seglar perteneciente a una Orden Tercera, pero toda su espiritualidad es la de una consagrada en perfecta pobreza, obediencia y castidad. Y San Francisco será un nuevo guía para la espiritualidad de la Cruz.

Conviene dejar constancia de la primera carta que conservamos del P. Bernabé a Paulina. Todavía no es la "hija espiritual" de cartas posteriores. El P. Bernabé responde con discreción, y en el estilo de la respuesta, podemos ver lo que va a ser el perfil de la dirección espiritual de los años siguientes, hasta su muerte.



Gualea a 2 de Diciembre 1963

Amada en Cristo Jesús: Paz y bien.

El R. P. Veremundo (397) me remitió una hojita suya escrita en la que manifiesta el estado de su alma. Ya que el P. Veremundo, su confesor, me ruega que le dé algunos consejos... así lo haré con toda sencillez, según quiera darme a entender el Señor.

1) A mi humilde entender, Ud. ha entrado en el camino de la Cruz; por mejor decir, el Señor le ha admitido en su compañía en el camino doloroso que conduce al Calvario. Es una dignación y gracia insigne de parte del Señor Jesús. Y sin duda que Ud se ha comprometido a acompañarle, cargada también con la cruz que Jesús le ha señalado. Así lo manifiesta en su escrito.

2) Sabe por experiencia cuán flaca es nuestra naturaleza. Aunque se haya recibido con alegría la cruz ofrecida por Jesús, luego desfallece nuestra pobre naturaleza, y siente el tedio, el cansancio, la repugnancia etc. etc. y luego sucumbe y parece que ya no puede más... En esos trances dolorosos conviene recordar que también Jesús sucumbió una y otra vez bajo su pesada cruz, también El tuvo necesidad de un Cireneo para poder llegar al Calvario. Y aun cuando fue muy pesada la cruz que el Padre cargó sobre su Hijo muy amado por causa de nuestra salvación y aparentemente le abandonó, con todo Jesús exclamaba: El Padre no me ha dejado solo.

Así sucede también con nosotros... A veces nos hallamos en la desolación y aridez más completa, como si el Señor nos hubiera ya olvidado... pero entonces, aun cuando es lícito exclamar: Dios mío, ¿por qué me has desamparado?, pero luego hay que decir con Jesús: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, Padre en tus manos amorosas abandono mi porvenir, mi suerte eterna... Sola no soy capaz de llevar esta cruz hasta la cima del Calvario, pero, confiando en vuestra inmensa bondad, en unión con Jesús y la asistencia de la Madre Dolorosa, podré llevar cada día mi cruz, para terminar en ella mi holocausto... para vuestra mayor gloria y la salvación de muchas almas... Creo que así debe exclamar en los momentos de angustia y desolación... y de esa suerte sacará fuerzas de su misma flaqueza para perseverar hasta el fin.

Le ruego que se acuerde en su oración de este pobre Párroco de Gualea

Fr. Bernabé de Larraul

"Dentro de tus llagas, escóndeme": Las cartas del P. Bernabé a Hna. Paulina

Las cartas de P. Bernabé a Hna. Paulina que me entregó la misma Paulina, como queda dicho, son 62, que cronológicamente se pueden dividir en tres tiempos: cartas escritas en los años de sus estancia en Gualea (cartas 1-14, de 1963 a 1966), cartas de los años de Santa Elena, La Armenia, Nanegalito y Nanegal (cartas 15-34, de 1967 a 1970), cartas de la época de San Miguel de los Bancos (cartas 35-62, desde 1971 a 1978) (398).

De Hna. Paulina a P. Bernabé tenemos un lote exiguo, si bien cada una de ellas es muy amplia (399). Habrá que tener presente que, durante años, por el agarrotamiento que le producía su enfermedad, no podía escribir (400).

Esta correspondencia del P. Bernabé bien merece un estudio especializado de un experto. Si hay un título que pueda englobar el mensaje que transmite el P. Bernabé a su hija espiritual Paulina, éste podría ser la aspiración que leemos en "Anima Christi": Dentro de tus llagas escóndeme. Estos dos corazones viven en profunda sintonía, de manera que fundadamente se puede sospechar y decir que los consejos que da el P. Bernabé a Paulina son el retrato fiel del alma y de la espiritualidad del mismo Bernabé. Ese lenguaje esencial sólo se puede decir si uno lo está viviendo. Las cartas son el testimonio de la mística del P. Bernabé. No he dudado de que el P. Bernabé y Hna. Paulina están viviendo en las profundidades del ser, en ese misterio - que a todos nos es dado - donde el corazón humano confina con la divinidad.

El P. Bernabé no cita a san Juan de la Cruz, pero no se puede dudar que, a la base de toda su mística, está la realidad de la total abnegación y el convencimiento de fe de que sólo la gracia de Dios hace posible la obra divina de la santidad. Estas dos verdades de base son como dos grandes columnas de todo el edificio espiritual. Las cartas del P. Bernabé a la Hna. Paulina rezuman experiencia vivida; son verdad de vida. Estas cartas han sido escritas por alguien que ha hecho de la Cruz del Señor el centro de su existencia, más exactamente, de las Llagas de Jesús, el "asilo seguro". Habitar en las Llagas de Jesús es el modo de gustar los misterios cristianos. El curso de los tiempos litúrgicos le remite, o más bien, les remite al mismo centro de amor, sea el tiempo de Adviento y natalicio que el tiempo pascual: la morada de las Llagas de Jesús.

No podemos descubrir en la sucesión de estas cartas un itinerario espiritual que vaya recorriendo, en grados ascendentes, la humilde y doliente Paulina. Parece que, desde el principio hasta el final, todo es lo mismo: encontrar en las llagas de Jesús el secreto de la existencia, el abismo del amor divino. Digamos también que, desde el principio, estas cartas están escritas desde el convencimiento de que Paulina vive en el dolor; desde jovencita la enfermedad ha sido un constante sufrimiento.

Valga este testimonio escrito al P. Gregorio de Mondragón al poco de la muerte del P. Bernabé: "van a hacer 33 años que tengo la inflamación del trigémino, y cada vez está más grave y más álgido el dolor. En medicina se llama este caso el mal del suicida; por ese nombre se dará cuenta de lo terrible de ese mal" (401).

Dios unió a estos dos corazones. No podemos entrar en la psicología, muy singular, de Paulina (402). No podemos calibrar la realidad de ese mundo visionario en que ella vive, que acaso sea, en buena parte, la proyección centrífuga de sus vivencias de fe (403). Para apreciar debidamente el fenómeno de vida espiritual de la Hna. Paulina tenemos que pasar por encima de una "fenomenología" que seguramente a la mayor parte nos desagrada, y entonces queda, salva y limpia, una realidad brillante de fe, de entrega, de amor. Desde ahí podemos comprender. En estos niveles la sintonía del P. Bernabé y de la Hna. Paulina es total, y en estos niveles hay un amor puro y fiel, obra del Espíritu.

Bautismo de niños que no llegaron a nacer con vida

Hay en la vida del P. Bernabé un punto en relación con la Hna. Paulina que merece nuestra atención y unas aclaraciones, antes de entregar un florilegio de cartas escritas a Hna. Paulina.

Se trata de una práctica piadosa, privada, que realizaba Paulina y, según se dice, el P. Bernabé. Se trata de derramar agua en tierra o en una maceta, con la intención de bautizar a niños que no van a nacer con vida. Son muchos millones de abortos los que se producen cada año, unos de modo legal, otros de modo clandestino, aparte de los abortos naturales. Problema viejo de la teología, más agudizado en la nueva cultura. ¿Adónde van las almas de esas criaturas, a quienes tradicionalmente se les ha asignado el "Limbo de los Justos"? ¿Llegan a participar plenamente de la redención salvífica de Jesucristo? En este bautismo intencional, a distancia, al derramar el agua, se dice: "A todos vosotros, nacidos muertos de día y de noche, a todos vosotros que vais a nacer muertos, y a todos los que sois matados y vais a ser matados en el seno de vuestras madres, para que os alcance la redención de Cristo, yo os bautizo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

El P. Higinio Gamboa escribió unos folios con el título de Bautizo de niños nacidos muertos y de los niños matados en el seno materno por los médicos que realizan los abortos que permiten las leyes criminales de muchos gobiernos (404).

Ante esa realidad de hechos evidentes y del problema teológico que plantean, escribe el devoto P. Higinio en los folios aludidos: "Yo me atrevería a presentar, con cierto temor respetuoso, una solución eficaz y, al parecer verdadera, revelada por el Verbo Divino, el Señor Jesús, a dos personas humildes y sumamente afectas a la Iglesia Católica y a todas sus legítimas autoridades, el Papa y los Obispos, y quienes por mandato del mismo Jesucristo, han realizado innumerables veces el modo de conseguir la aplicación de la Redención a de Cristo a niños recientemente fallecidos y también a niños recientemente matados en el vientre materno o que han de ser matados, siguiendo las leyes malignas de los malos gobiernos, así llamados de derecho. Además el mismo Señor Jesús les ha revelado la fórmula que han de aplicar y el modo cómo han de actuar en semejantes Bautismos a distancia" (405). Esas dos personas a las que se refiere son, explícitamente nombradas luego, el P. Bernabé y la Hna. Paulina. Refiere además una visión de la Hna. Paulina en la que vio a multitud de estos niños: "Estos son los niños hermosísimos, ya glorificados, que consiguieron al felicidad del Cielo por el Bautismo que tú administraste en al noche pasada" (406).

No es nuestro cometido entrar en una polémica teológica de esta práctica sumamente extraña (407); lo que nos interesa es, haciendo historia del P. Bernabé, saber qué es lo que él hacía.

A la verdad nunca le oímos nada de esto; nunca aparece este tema en ninguna de las cartas que conocemos del P. Bernabé, ni en las dirigidas a Paulina ni a ninguna otra persona... De manera que si algo hacía (que parece que sí), lo hacía de una forma absolutamente personal, por su propia devoción. ¿Durante cuánto tiempo? Lo ignoramos en absoluto.



Florilegio de las cartas del P. Bernabé a hna. Paulina

(Dentro de tus llagas escóndeme)

Quizás no sea posible estructurar un "corpus" doctrinal de la correspondencia espiritual del P. Bernabé con Hna. Paulina. Un florilegio de cartas, casi al azar, es una ventana abierta para conocer quién es Hna. Paulina, y quién es quien en este caso más nos interesa, el P. Bernabé.


Llagas de Jesús: libro que te enseñará
el secreto para permanecer
con María al pie de la Cruz
(En las Llagas de San Francisco, 1965)

Veo que diriges la mirada de tu alma hacia las Llagas de Jesús como un remedio para soportar con amor y paciencia las aflicciones de cada día. No dudo que en las Llagas de Jesús has de encontrar el libro que te enseñará el secreto de perseverar en espíritu al pie de la cruz con María, Madre de Jesús.

He aquí la gran palabra: perseverar con María al pie de la Cruz de Jesús, uniendo tus dolores, penas y sufrimientos a los dolores de Jesús a través del Corazón dolorido de María, y con María escuchar las últimas palabras del Testamento de Jesús...

Y, estando al pie de la cruz, pedir con Jesús en favor de los pecadores: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y, perseverando en los sufrimientos de cada día, oír la palabra de Jesús: Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Sí, después de este día de dolor de la presente vida, se encontrará con Jesús en el Paraíso en el día de la eternidad y entonces conocerá qué bueno fue perseverar con Jesús en la cruz y que la recompensa fue superior al peso de la cruz...

Y aún todavía, perseverando al pie de la cruz en espíritu, merecerá escuchar la palabra de Jesús a Juan, el discípulo amado: He ahí a tu madre. ¿Y qué no podrá con una tal madre? Dichosa será, si María se hace cargo de su alma, de sus vida, de sus sufrimientos. En verdad esta Madre del Amor y del dolor le enseñará el valor del sufrimiento, y entonces el sufrir se convertirá en un tesoro precioso para ofrendar en favor de las almas precisamente en unión con María, así como Ella ofreció su martirio al pie de la cruz en unión con Jesús agonizante para ser Madre de numerosas generaciones... Y, cuando llegue la hora de la verdadera desolación y desamparo, cuando crea que no puede más, porque el dolor, la angustia pesan demasiado, en esa hora le será lícito exclamar con Jesús: Padre, Padre ¿por qué te has olvidado de mí y me has desamparado?... Mas también entonces sentirá sed, la necesidad de padecer más, para ganar almas a Jesús, y de esa suerte aliviar en algo la sed divina de Jesús, sed divina de las almas, que son suyas, destinadas para la gloria del Padre, y felicidad de las mismas...

Y qué dicha tan grande poder exclamar con Jesús, cuando llegue la hora de la partida: Consumatum est. Se ha acabado el sacrificio de la vida, que fue unido al Sacrificio divino de Jesús. Se ha cumplido la voluntad del Padre respecto de mi vida, ahora pues, no me resta, sino decir con Jesús: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Este será el fruto que reportará con perseverar al pie de la cruz con María, Madre de Jesús. Pero, para conseguir este gran don de la perseverancia, preciso y necesario sacar fortaleza de las Llagas benditas de Jesús, preciso poner una confianza ilimitada en las Llagas de Jesús, y todo lo conseguirá...

No dudo, que en estos días, mientras dure el Concilio, se ofrecerá como una pequeña Hostia del Calvario, para su pleno éxito...

Penetrar en el poder
y virtud de las llagas de Jesús Crucificado
(17 noviembre 1965)

Es una alegría para mí el ver que vas penetrando en el poder y la virtud de las Llagas de Jesús Crucificado. No dudes: perseverando en la contemplación de esas santas Llagas, llegarás a conformarte con Jesús Crucificado, así como llegaron los santos, de modo particular el Sco. P. San Francisco, con otros que más se han asemejado a nuestro Señor Crucificado.

Llegarás a conformarte o a asemejarte porque hallarás en las Llagas de Jesús todo cuanto necesitas para hacer de tu vida de sufrimiento un holocausto de inmolación, unido al holocausto perfectísimo de Jesús.

¡Y cuán grande es la necesidad que tiene Jesús de encontrar de esta suerte de almas víctimas para salvar a la humanidad de hoy que amenaza perecer. Contempla, pues, de continuo las Llagas benditas de Jesús en unión con María y clama a ellas para que te sostengan en la lucha cotidiana.

Te debo decir que la oveja extraviada a quien te encomendé, según informes que he recibido, ya arregló su situación... Agradécele al buen Jesús y a su santísima Madre, esa gran misericordia.

Misterio de Adviento y de Belén
y las llagas de Jesús
(6 diciembre 1965)

Nos encontramos en el tiempo sagrado del Adviento, por tanto en espera del Niño, que apareció en Belén para remedio de la humanidad doliente. Para ti las fiestas del Niño han de ser algo parecido de lo que fue para María y José, el nacimiento del Niño Dios... Es decir, un deseo sincero de conocer más de cerca a ese Dios de inmensa Majestad, que en el tiempo se hizo Niño de divinos encantos para atraer y arrastrar hacia Sí los corazones de los hombres. ¡Qué misterio tan inefable! Dios eterno, velando los rayos de su inmensa Majestad, encerrado en la forma de un infante, y sometido a las condiciones de un infante. Pero es de tener en cuenta que ese Niño Dios empieza su carrera sobre la tierra, empieza sufriendo... Bien sabía que la Obra que el Padre le había encomendado, al bajar a la tierra, era una Obra que había de llevar a su fin con el dolor, con el sacrificio más completo de Sí mismo. de esa forma había determinado la Sabiduría Eterna, la libertad del hombre, de la cautividad en la que yacía y gemía sin que pudiera dar con el remedio...

Así pues, el Verbo de Dios, al bajar a las purísimas entrañas de la Virgen María, como Redentor del género humano, se ofreció al Padre con aquellas palabras del Salmo 39: Rechazaste el sacrificio y la oblación de animales, ni has querido ningún holocausto o víctima, que no fuera la persona misma de tu Hijo, por eso he dicho: "Heme aquí, pronto a cumplir tu voluntad".

También a ti el Señor te ha escogido, por una inefable bondad, para asociarte a Jesús en el dolor, el sufrimiento y la humillación... esa será tu misión sobre al tierra. Y tú sabes que el dolor, en todas sus formas, unido al dolor de Jesús no es estéril, sino que a su tiempo producirá su fruto abundante.

Y, para confortarte y perseverar en la actividad de tu ofrenda, sin cansarte, te es necesario refugiarte en las Llagas benditas de Jesús. ¡Qué dicha tan grande para ti si sabes permanecer oculta espiritualmente dentro de las Llagas de Jesús, por la fe y confianza!

De esta suerte quiero que pases las fiestas del Niño, contemplando sobre todo, su aspecto doloroso, su pobreza y privaciones en la cueva de Belén, su derramamiento de sangre en la Circuncisión etc. Medita también la infancia espiritual al pie de la cuna de Belén, el Niño Dios, se abandona enteramente a los cuidados maternales de la Virgen.

Contemplar la llagas de Jesús
en unión con san Francisco
(1 febrero 1966)

Ahora que has ingresado en la Orden Tercera Franciscana, tienes un nuevo motivo para afianzarte más y más en las Llagas benditas de Jesús, a imitación del Sco. P. San Francisco, y con su intercesión poderosa.

El Sco. Padre debe de ser tu modelo en dirigir constantemente tu mirada a Jesús Crucificado a través de una fe viva, y descubrir los tesoros escondidos en sus Santas Llagas. Tesoros inmensos para enriquecer a todas las criaturas. Por tanto, también para ti, criaturita del Señor, a quien El con tanto amor ha fijado su mirada, encontrarás toda suerte de bienes para enriquecer tu alma. En esas santas Llagas hallarás tesoros de inmenso amor hacia ti, tesoros de fortaleza para perseverar en la vida del amor, tesoros de paciencia para soportar en amor tu cruz diaria, tesoros de méritos infinitos para ofrecer al Padre en favor de las almas. Todo esto y más hallarás en las Llagas de Jesús contemplándolas en unión con el Sco. P. San Francisco.



 

De continuo están clamando las Llagas de Jesús al Padre, y su clamor penetra en lo íntimo del Corazón del Padre. ¿Y qué es lo que claman y gritan las Llagas de Jesús, si no es: perdón y misericordia para los pobres pecadores?...

Así, pues, uniendo tu ruego y clamor al clamor de las Llagas de Jesús ofrécelas al Padre en nombre de Jesús y en unión del Sco. P. San Francisco en favor de todas las almas. Luego ofrécelas, más en particular, por las necesidades más urgentes de la Santa Madre Iglesia, por las intenciones del Vicario de Cristo, y para que produzcan frutos de salvación los decretos del Concilio.

La Semana Santa y la Pascua
desde las llagas de Jesús

(4 abril 1966)

Te escribo esta carta el lunes de la Semana Santa; para cuando tú recibas será la Semana de Pascua de Resurrección. Yo quiero creer que esta Semana Santa la habrás pasado sumergida en el Espíritu de Jesús Obediente, deseando ardientemente el rescate de todos los hombres mediante los dolores de su Pasión y el sacrificio de su muerte afrentosa, acompañándole siempre con su amantísima y dolorida Madre. Quizás te haya preparado Jesús para esta semana Santa más sufrimientos físicos o morales, más sequedades o angustias interiores. Todo eso será una pequeña participación en la pasión de Jesús. Acuérdate, de lo que dice el Santo Evangelio de Jesús: que al entrar en el Huerto de Getsemaní miedo, pavor, tedio y tristeza grande. De esta suerte describen los Evangelistas el estado de Jesús en aquella hora tre[menda]. Después una agonía que le hizo sudar sangre... Creo que así ha de ser también tu vida como una sombra de los dolores, angustias y penas de Jesús y su Santísima Madre.

Y ¿qué quieres que te diga para el tiempo pascual? ¿Qué espíritu te ha de animar durante este tiempo? No dudo que debes volver tus ojos a las Santas Llagas de Jesús. Si durante la Cuaresma las has contemplado sangrantes, produciendo a Jesús dolores inmensos..., durante el tiempo pascual las contemplarás gloriosas, despidiendo rayos de luz, que iluminan dulcemente al alma, rayos de esperanza y de amor inefable. Jesús, después de su resurrección, las quiso conservar en su Cuerpo glorificado, para presentarlas de continuo al Padre como trofeos gloriosos de su triunfo sobre el pecado, la muerte y el infierno. Las ofrece desde la tierra sin interrupción en cada uno de los altares en el sacrificio Eucarístico al renovar su pasión y Muerte místicamente.

Pide por la intercesión del Sco. P. San Francisco la gracia grande de permanecer unida siempre a esas Santas Llagas, hasta llegar a una cierta identificación con ellas, y que todas tus peticiones y súplicas vayan dirigidas al Padre Celestial en unión de los méritos de las Llagas de su Hijo benditísimo, haciéndolas pasar por el Inmaculado Corazón de María.

Las llagas gloriosas de Jesús Resucitado
(4 mayo 1966)

En primer lugar, yo desearía que, en este tiempo Pascual, con la ayuda maternal de María, demoraras en la contemplación de las Llagas gloriosas de Jesús Resucitado para sacar de ellas nuevo alimento, nuevo vigor y fortaleza para tu alma dolorida mientras permanezcas en el estado en el que te ha colocado la Providencia del Padre Celestial.

Para Jesús, las Llagas que recibió en su pasión y en la Cruz fueron muy dolorosas y crueles, le causaron un tremendo martirio; luego de la Resurrección se le convirtieron en inmenso gozo. Fueron soles esplendentes que brillaban en su Cuerpo glorificado de modo admirable, causando gozo singular en los bienaventurados que le acompañaban, como eran toda aquella dichosa Asamblea de los Justos del Antiguo Testamento. Ahora, en la Gloria, son para Jesús trofeos gloriosos de su victoria sobre el demonio, el pecado y la muerte...

La misma suerte correrás también tú si ahora, en unión de las Llagas Santas de Jesús, sobrellevas en amor tus penas, arideces del espíritu, hastíos, cansancio etc. Si todo unes a los méritos infinitos de las Llagas de Jesús, lo ofreces todo para ganar almas a Jesús y demás intenciones santísimas de Jesús, todos esos trabajos y aflicciones brillarán con la luz que brota de las Llagas benditísimas de Jesús, serán el trofeo de tu gloria en el cielo...

Así pues aliméntate de la contemplación de las Llagas de Jesús, ofrécelas de continuo al Padre en una forma u otra.

Permanecer en el amor de Jesús
mediante la contemplación de sus llagas;
el Espíritu Santo
(28 mayo 1966)

Después de darme cuenta del estado de tu alma y de las disposiciones que te animan, creo que te debo recomendar de modo especial, que perseveres en el amor de Jesús, como el mismo Jesús decía a sus discípulos en la última cena: Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como Yo he observado los preceptos de mi padre y permanezco en su amor... Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os amé... Pide de continuo esa gracia grande de la perseverancia en el amor de Jesús en medio de los sufrimientos físicos y morales. Pide también esa gracia estimable sobre todo para tu pobre padre espiritual.

Creo que tú perseverarás en el amor de Jesús, mediante la contemplación de las Llagas de Jesús. Procura vivir en espíritu dentro de esas santas Llagas, uniendo de continuo a los méritos infinitos de ellas tus humildes acciones, penas, sufrimientos, y también tus pequeñas alegrías... Que todo lo tuyo quede santificado en el recinto sagrado de las Llagas de Jesús. De esa suerte, podrá servirse Jesús de ti, como de un instrumento para convertir a los pobres pecadores y para todo aquello que sea para la gloria del Padre.

Durante la Octava del Espíritu Santo, suplica a ese Divino huésped de las almas, que permanezca contigo siempre; sea El quien te anime de continuo, y te impulse a amar cada vez más y mejor a Jesús, y en Jesús a las almas, precio de la sangre divina de Jesús... Ya sabes, el Espíritu de Jesús te quiere santificar, en la tribulación, purificándote en el crisol del sufrimiento. Para ello, necesitas olvidarte cada vez más de ti misma, porque cuanto menos se acuerda la criatura de sí misma, mejor dispuesta está para las operaciones del Divino Espíritu, que son operaciones de amor. Por eso te he dicho al principio: procura permanecer en el amor de Jesús, y permanecer en el amor de Jesús en medio de las desolaciones del espíritu.

Por ti misma nada puedes; con Jesús y María todo lo puedes. Hasta el presente ellos no te han dejado sola, tampoco en adelante, aunque aparentemente, te sientas alguna vez como abandonada y sola. En esos trances te acordarás, que Jesús perseveró en la cruz en medio de un desamparo terrible...

Sentido de una vocación
dentro de la Iglesia
(15 julio 1966)

Pues bien, persevera en llevar a cabo la Obra que te ha encomendado el Padre Celestial por medio de su Hijo muy amado Jesús Señor nuestro. Y la Obra que te ha encomendado es, en primer lugar, la santificación de su alma por una fe grande y confianza absoluta en las Llagas sacrosantas de Jesús hasta llegar a la plenitud señalada por la Providencia del Padre.

En segundo lugar, la Obra que te ha encomendado el Padre consiste, que procures igualmente la santificación de otras almas especialmente de las almas sacerdotales. Y, por fin, designio del Señor es que tengas presentes a los pobres pecadores, para que no se pierdan para siempre, sino que con tu súplica de sacrificio consigas su conversión. Y a estas intenciones hay que juntar todas las demás intenciones que tienes encomendadas por los Padres de tu alma.

Grande es, pues, la Obra que tienes que realizar durante los días de tu destierro sobre la tierra, y la debes realizar unida íntimamente a los méritos infinitos de las Llagas sacrosantas de Jesús, y morando espiritualmente dentro de esas Llagas benditas. De esta suerte tus sufrimientos tanto físicos como espirituales y tus angustias en ocasiones y tus hastíos y demás pruebas, a las que te puede someter la Providencia del Padre, adquieren un valor muy grande, por la causa de la unión que tienen con los méritos de las Llagas de Jesús. He aquí pues, el modo como debes llevar a cabo la Obra a ti encomendada.

El Señor encomienda a cada una de las almas escogidas, una obra particular dentro de su Iglesia para la edificación de su Cuerpo Místico. Hay quienes consumen su vida sirviendo a los miembros dolientes de Cristo en una acción laboriosa. Hay quienes se dedican a la instrucción y formación de la niñez y de la juventud. Y hay quienes, en la contemplación asidua del Divino Espíritu, claman de día y de noche por la salud espiritual del pueblo de Dios y conversión de los extraviados. Finalmente, hay quienes - como tú - en la enfermedad y la prueba, son consumidos como a fuego lento, y se convierten en holocausto agradable en la presencia del Altísimo, porque aceptaron con voluntad plena las disposiciones del Señor, aun siendo del todo contrarias a la naturaleza.

Así pues, comprende cuál sea tu vocación dentro de la Iglesia de Cristo, para que seas fiel a ella hasta la muerte. Para permanecer fiel, preciso es grande humildad, total humildad, para estar persuadida íntimamente [de que], no tú, sino la gracia multiforme del Señor te ha de conservar en la fidelidad. Y con la humildad verdadera necesitas una confianza también grande en Aquel que todo puede en tu flaqueza y lo quiere.

Por eso, tu grito continuo, salido del corazón, éste debe de ser: Padre, hágase en mí vuestra santa voluntad, siempre y en todo. Creo que esta gracia es para ti gracia de las gracias.



La santidad - y la felicidad - no está en el sentimiento,
sino en la unión de nuestra pobre voluntad
con la voluntad adorable de nuestro Padre
(3 septiembre 1966)

Llegó a mis manos tu carta en la que derramas los afectos de tu alma, deseosa toda ella de ser enteramente de Jesús.

Y ésa debe de ser tu vida, fundada en una fe grande y en una esperanza firme y en un amor perseverante. Verdad es que no siempre puedes tener ese sentimiento de que en cada instante estás amando a Jesús. Hay momentos en los que el alma está sumergida en grande obscuridad, rodeada de hastío etc., son las horas de desolación y de prueba las que tú con frecuencia experimentas. Créeme, hija mía, que ahí está - en la prueba - el secreto de la santidad. Está segura que, si tú aceptas con valor y conformidad esas pruebas a las que te somete el Señor Jesús, has de llegar a una verdadera santidad.

La santidad no es una cosa que se palpa con el sentimiento, la santidad verdadera consiste en la unión de nuestra pobre voluntad con la voluntad adorable de nuestro Padre que está en los cielos, y según es esa unión en la misma medida es la santidad, y en la medida que se acepta con fe y sencillez la manifestación de esa voluntad adorable, sea que se manifieste en la luz radiante, o en la oscuridad de la desolación, o en la incomprensión y abandono de las criaturas, o sea que esa voluntad divina sumerja al alma en un hastío horrible, haciéndose la vida como insoportable, y las horas larguísimas.

En esas horas de prueba, el alma busca un pequeño alivio para poder respirar y en ocasiones brota la queja de desahogo: Dios mío, por qué me habéis desamparado, sumergiéndome en esta desolación grande... Pero, aun en estas ocasiones dolorosas, se debe añadir luego: Padre, hágase como Vos lo queréis, porque nada sucede sin la intervención de vuestra voluntad adorable.

Y tú, hija querida, en esas ocasiones debes añadir: Padre, acepto esta prueba que estoy pasando para aquello que Vos queráis, Padre, uniendo mis sufrimientos a las Llagas benditas de Jesús, vuestro Hijo muy amado, sí puedo contribuir de alguna forma a la salvación de las almas, seré feliz. Si en algo puedo ayudar a la Santa Madre Iglesia, si puedo aliviar al Santo Padre el Papa en su gran responsabilidad sobre el rebaño de Jesús, me considero dichosa. Padre, quiero aceptar todas las penas y pruebas y perseverar en vuestro amor hasta el último suspiro. Concededme vuestro amor y gracia y la humildad de corazón para no confiar en mí misma, sino únicamente en vuestra bondad inefable.

De esta suerte cumplirás tu misión sobre la tierra; de esta suerte perseverarás en el amor de la voluntad del Padre y te santificarás. De esta suerte se han santificado otras almas semejantes a la tuya y que han sido sometidas a pruebas semejantes a las tuyas.


El secreto de la dicha y felicidad:
glorificar de continuo al Padre
unida a las llagas de Jesús
(4 noviembre 1966)

Serás dichosa y feliz, si a la luz del Espíritu Santo comprendes bien lo siguiente:

Yo he sido creada sólo y exclusivamente para la gloria de mi Dios... ése es el fin de mi existencia sobre la tierra... a ese fin se han de dirigir todos mis pensamientos, deseos y afectos del corazón con todos los sufrimientos y penas con las que está acompañada y rodeada mi existencia mortal sobre la tierra, todo ha de estar al servicio de la gloria de mi Dios, que me creó de la nada por un acto de amor, y por medio de su Hijo muy amado me rehabilitó de la postración en la que me dejó caer la caída con la ofensa de mi Dios. Ahora, pues, mediante la Sangre de valor infinito de su Hijo muy amado, con la que fui redimida de la esclavitud del pecado, y la que brotó de sus sacrosantas Llagas, mediante esa Sangre preciosa y el mérito de sus Llagas benditas, puedo glorificar de continuo al Padre... Y, unida íntimamente a esas santas Llagas, reparar y resarcir todas las faltas y deficiencias de mi vida y también las transgresiones de mis hermanos pecadores y de esta suerte devolver su gloria a mi Dios y Padre mío, durante mi paso sobre la tierra.

Serás dichosa, te repito, si llegas a comprender bien este pensamiento sublime y le pones en práctica asistida de la gracia divina que no te ha de faltar. Este ha de ser el ideal de tu vida por cada día que el Señor Todopoderoso te quiera conceder.

Con este pensamiento te puedes despertar por la mañana. El piadosísimo Señor me concede este nuevo día para poder devolverle un poco más de gloria y luego puedes exclamar: ¡Ah!, mientras tenga aliento sobre la tierra pueda glorificar de continuo a mi Dios, para después gozar de la gloria inmortal de mi Dios en la eternidad. Y procura dormirte con este pensamiento. Y cuando te encuentres en horas de desolación, tedio y tristeza, acuérdate, que unida a la Santas Llagas de Jesús estás glorificando al Padre y devolviéndole la gloria que le arrebataron los pecadores con su mala vida.

Por lo demás, cuanto menos pienses en ti y más te olvides, dejando el cuidado de ti misma en las Llagas de Jesús, Quien se cuida, porque te ama como a hija querida.


Cómo vivir los votos
(en la misma carta)

Me dices cómo te pueden servir de puntos de meditación los votos.

En el voto de obediencia te fijarás en Jesús, el Hijo obediente al Padre. Escrito está de El: que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. No vino El a la tierra a hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre que está en los cielos. También tú debes pasar tu vida haciendo, no tu voluntad, sino la voluntad del Padre celestial por medio del voto de obediencia.

Tratándose de la pobreza, te fijarás que Jesús fue pobre durante toda su vida. Nació en un establo de animales y murió desnudo en la una cruz, sin que tuviera donde reclinar su cabeza atormentada por las espinas. También tú debes aceptar con amor las incomodidades y privaciones que se te presentan, y sobre todo pide el espíritu de pobreza, que es un desprendimiento total de las criaturas.

Tratándose del voto de castidad, consiste en una entrega generosa de cuerpo y alma al Esposo de las vírgenes con el consiguiente sacrificio de afectos humanos, para ser toda entera del Divino Esposo. Quizás estas consideraciones te ayudarán en algo.

Historia y conocimiento interno de Jesús
( Santa Elena, 4 junio 1970)

Mañana se celebra la fiesta del Divino Corazón de Jesús. ¡Y cuán desconocido es el Corazón de Jesús de una gran mayoría de los cristianos, y hoy - en estos momentos de desdicha - aun de muchas almas consagradas a El por compromiso especial! Muchos hablan del Jesús de la Historia, pero pocos conocen la verdadera figura de Jesús, y quizás son menos aún los que creen y conocen el Amor de Jesús a los hombres, amor apasionado y ardiente que le llevó a la Cruz, amor tierno y compasivo de padre y de madre, amor misericordioso que va en busca de la oveja perdida, amor generoso y fiel de amigo y de hermano. Todo esto pasa desapercibido ante los hombres. Amor que llega hasta a convertirse en alimento de su criatura...

A lo menos tú, que tengas la dicha de conocer ese amor dulcísimo, y conociendo, experimentarlo y gustarlo. El amor del Divino Corazón de Jesús es como Hoguera ardiente, que quiere encender el fuego en los corazones helados de los hombres, mas los hombres permanecen helados, porque no se quieren acercar a la Hoguera Divina. A lo menos tú, acércate con fe viva y con humilde confianza, para que en tu corazón se encienda más y más el amor que arde en el Corazón Divino de Jesús.

Los hombres ignoran el refugio seguro que se encuentra en la Llaga Sagrada de su Corazón, asilo de paz y descanso para las más afligidas y desconsoladas. A los menos tú, quieras habitar por la fe y la confianza en la Llaga de su Costado abierto por la lanza del soldado, o mejor, por el Amor. En esa Llaga bendita ha de ser tu morada, olvidada de todo, aun de ti misma, y de todo cuanto te rodea, y aun de tus familiares; solamente has de acordarte de ellos para encomendarlos a la Misericordia Divina. Tu vida ha de estar escondida en Cristo mientras te dure el trayecto de la peregrinación. Que la Virgen María, Madre de Jesús, te sostenga en tus flaquezas, te anime en tus desfallecimientos, te alumbre en tus oscuridades, y te ayude a ser fiel, en todo fiel y siempre al buen Jesús.

Las fiestas del Niño con santo regocijo;
la comunión, en las llagas de Jesús
(7 diciembre 1971)

Ante la inseguridad de poder hacerte una visita antes de las fiestas de Navidad, he querido escribirte estas letras a fin de confortar tu espíritu y puedas pasar las fiestas del Niño con santo regocijo en medio de las pruebas que te puedan acompañar. No creas que me es fácil desplazarme hasta donde tú te encuentras. Las ocupaciones de mi ministerio no me permiten. La pasada semana llegué hasta los confines de esta gran Parroquia de San Miguel, es decir, hasta Puerto de Quito, que colinda con la Provincia de Esmeraldas. Por allá me reclaman también y son más de 40 kilómetros desde este centro de San Miguel. Con todo, si consigues del Divino Niño que me dé licencia para visitarte, lo haré.

Yo deseo que en estos días que preceden a la fiesta del Niño concentres tu espíritu y tu atención en el misterio dulcísimo del Dios inmenso que se hace hombre por amor al hombre perdido.

¡Qué misterio tan inefable, que nunca acabaremos de comprender! El que es infinito en sus perfecciones y habita una luz inaccesible se abaja hasta la tierra para encerrarse en las entrañas de una Virgen humilde y desconocida, para ser Hermano del hombre, formado del polvo de la tierra, del hombre caído de su dignidad primera y reducido a condición de esclavo del tirano más cruel y sin esperanza del remedio, etc., etc. Y viene lleno de ternura y de amor de misericordia a librar al hombre de su esclavitud, a romper las cadenas de su opresión, a levantarle de nuevo a la dignidad de hijo de Dios, y merecerle la dicha sempiterna. Para ello aparece en una cueva de animales y luego en el madero de la cruz. ¡Ojalá que a la luz de la fe vayas contemplando estos misterios de amor de un Dios Humanado y agradeciéndole en nombre de la humanidad que no comprende nada de este misterio de amor! Que la dulcísima Madre de piedad te ayude a vivir de estos misterios durante este tiempo de Navidad.

Persevera en las peticiones por tantas necesidades que tú conoces., sobre todo por los Ungidos del Señor. Pide, ruega y suplica al Padre de las Misericordias que en nombre del dulcísimo Jesús envíe a su Iglesia una Legión de sacerdotes santos para renovar la faz de la Iglesia. Y no te olvides de esta Región nueva, para que también aquí reine Jesús con su Madre, la Reina soberana de la creación. Pide al padre de Bondad que envíe también a esta zona misioneros celosos para formar aquí el Reino de Dios.

Levanta tu espíritu en medio de las tribulaciones. Agradece de veras la dicha grande que el Señor te ha concedido de poderte alimentar con frecuencia con el Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Procura encerrarte en cada Comunión dentro de las Llagas de Jesús.

Que el Niño de Belén te visite de modo particular durante estas próximas fiestas de Navidad. De igual suerte a tus familiares con los que vives.

La cruz, el mayor don después de la gracia
(9 octubre 1972)

Deseas unas palabritas para el consuelo y sostén de tu alma, que debe recorrer cada día el camino doloroso de la cruz en unión de Jesús y María.

Considera el amor del Padre para con tu pequeñita alma, pues te hace participar de la cruz de su Hijo muy amado Jesús. El Dios Padre de bondad y de misericordia, el mayor don que puede conceder a un alma después de la gracia, es el don de la cruz. Y a ti te ha hecho ese don desde tu temprana edad. Desde esa primera edad te salió al paso la cruz de Jesús, con cierto divino encanto, y tú la abrazaste y no la rechazaste. Ahora, pues, hay que llevarla en unión con Jesús hasta el monte Calvario para tener la dicha de morir en ella. Quien tenga la dicha de morir en la Cruz de Jesús, tendrá la dicha inefable de resucitar con Cristo a la vida inmortal.

Verdad es que hay momentos en los que la cruz parece que pesa mucho para la humana flaqueza, y hasta parece que hace sucumbir. Lo propio le sucedió al buen Jesús. También él sucumbió bajo la cruz; también él tuvo necesidad de ser ayudado por Simón, el Cireneo. Así también tú tienes necesidad de ser confortada exteriormente por tus Padres espirituales e interiormente por la gracia oculta del Señor, a fin de no sucumbir y poder continuar tu camino hasta el fin. Que el Espíritu Santo te infunda con mayor abundancia el don de fortaleza para llevar animosa tu cruz. Y si el camino está sembrado de espinas, pero de vez en cuando aparecen florecillas, que recrean el camino.

Que el Señor Jesús te conceda la gracia grande de olvidarte de ti misma enteramente, para que tu recuerdo, tu anhelo y deseo constante sea en Jesús Crucificado, encomendándole asiduamente las almas por las que Jesús murió sediento, sobre todo a las almas encomendadas a ti, a tu cuidado.

El Niño de Belén empezó su carrera mortal sufriendo
(14 diciembre 1972)

Al acercarse las dulces fiestas del Niño de Belén, quiero dirigirte unas breves palabras de aliento para que puedas celebrarlas en el silencio de tu alma con paz y santo regocijo.

Bien es verdad que tu destino sobre la tierra es sufrir, pero sufrir dentro de las Llagas benditas de Jesús y en unión de Jesús y por amor suyo y por amor a las almas, especialmente las almas sacerdotales.

Pues bien, que el Niño de Belén te conforte y fortalezca para que puedas continuar sufriendo con paz y alegría de tu espíritu, aunque esa aflicción interior no asome a los sentidos. Y el motivo de tu alegría ha de ser el pensar que también el Niño de Belén empezó su carrera mortal sufriendo. Al nacer en una cueva de animales, soportó las inclemencias del tiempo frío del duro invierno; sufrió las incomodidades de la pobreza más absoluta, el olvido y desprecio de los mortales, etc.

Alegría, pues, hija mía, porque el Niño de Belén se digna asociarte a sus dolores. Alegría espiritual en tu alma, porque te espera una gran recompensa en el Reino de los cielos. Alegría, finalmente, porque eres de alivio en unión con todas las almas buenas que sufren, a la Santa Madre Iglesia, que está atravesando pruebas tan duras en los momentos presentes.

Tu pobre padre espiritual te encomienda a la misericordia de Jesús dulcísimo y de su dulce Madre María.

No por el sufrimiento, sino por el amor
se transforma el alma
(6 marzo 1974)

Que me conceda el mismo Señor Jesús lo que sea conveniente decir. Tú sabes que Jesús necesita de los sufrimientos de tu cuerpo y de tu alma para sus fines altísimos. Agradece humildemente esta fineza del Esposo Divino de asociarte a sus dolores. Júrale que, asistida de su divina gracia, no quieres rehusarle ninguno de los sufrimientos que te tiene preparados su amorosa Providencia, mientras dure este destierro.

Súplicale humildemente que te asista con su gracia, fortificando tu alma con el don divino de la Fortaleza, para soportar todos los dolores por el Amado. Suplícale también que quiera encerrar dentro de esas Llagas todos tus dolores y sufrimientos, ya que dentro de esas Llagas benditas y en unión de ellas reciben valor aceptable nuestros humildes y pobres sufrimientos. Con todo, como el mismo Jesús le dijera a Nuestro Seráfico Padre San Francisco "no por el sufrimiento, sino por el amor se ha de transformar el alma en la imagen de su Amado". El sufrimiento será una manifestación del amor.

¿Tú sabes los tiempos que corremos de entusiasmo y de locura por todo lo que es sensacional, v. gr. un partido de fútbol, boxeo, etc.? ¡Vacío de Dios en los corazones! ¡Y de indiferencia y frialdad, cuando no de adversidad, cuando se trata de la causa de Dios, v.gr., el Centenario -para nosotros- de la Consagración! ¡Ay, qué tiempos los nuestros!

Así, pues, el pequeño grupo de los amantes del Divino Corazón debe suplir en la medida posible la indiferencia [ ] en unión con todas las pequeñas víctimas para que triunfe la causa [de] Jesús. Que la Virgen bendita te conceda tener presente -ahora, sobre todo, en la Santa Cuaresma-la Imagen de Jesús Crucificado, es reposo divino de las almas. Clavado, sí, en la cruz, olvidado de los suyos, perseguido de los enemigos, desamparado y cubierto de llagas. Que esa consideración sea el alimento de tu alma.

La Ascensión del Señor
(en la festividad de la Ascensión del Señor, 1974)

Tú conoces el designio amoroso del Padre sobre nosotros, al crearnos expresamente para su gloria, haciéndonos participar de su felicidad eterna en su festín divino. Este designio amoroso quedó frustrado con la desobediencia de nuestros primeros Padres Adán y Eva. Para restaurar tan grande ruina fue necesario, según los decretos de la sabiduría y bondad inextinguible del mismo Padre, que su Unigénito bajara en carne mortal a la tierra, "haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz" y de esa suerte reparar la ruina de la desobediencia.

Cuando a la luz divina penetramos un tanto en este Misterio insondable de la muerte ignominiosa y dolorosísima de Jesús bendito, comprendemos algo de lo mucho que le costó nuestra Redención y restituirnos a la primera dignidad.

Pero El que se sometió a la muerte ignominiosa de la cruz, le resucitó glorioso y triunfador de todos sus enemigos, para nunca más morir, y con plena potestad de hacer participar de su gloriosa inmortalidad a los miembros que quisieran permanecer unidos a El, Cabeza divina de los Elegidos.

En este día de su admirable Ascensión a la diestra del Padre recibió el premio eterno de todos sus trabajos, penas, angustias, agonía y muerte de cruz, que le costó la Redención humana. En ese día feliz mil veces abrió para siempre las puertas de la Bienaventuranza a los desterrados hijos de Eva.

Nosotros, que nos encontramos en el destierro, caminamos hacia la patria con esa dulce esperanza. Esperamos que algún día entraremos con nuestro Jesús bendito en la gloria del Padre.

Cuando Jesús se despidió de los suyos para subir al padre, estos hubieran quedado huérfanos y desamparados en la ausencia de tan amoroso Padre, si no hubieran recibido la "Promesa del Consolador", del Espíritu de verdad que había de permanecer con ellos de continuo. También fue hecha para nosotros esa Promesa. También se nos comunicó o se nos infundió este Divino Espíritu en el santo Bautismo, haciéndonos hijos de adopción para que podamos llamar "Abbá", Padre, a nuestro Dios, que habita en una "Luz inaccesible". Luego fuimos corroborados por este mismo Espíritu en el Sacramento de la Confirmación, con el don de fortaleza, para dar testimonio de Cristo.

Siempre que somos alimentados con el Cuerpo y Sangre de Cristo Bendito recibimos el Espíritu de su caridad, para amarnos [con el Amor con] que El nos ha amado.

Procura, pues, hija, en estos días que preceden a la Venida del Divino Espíritu sobre los Apóstoles y la Iglesia de Cristo, recogerte en el "cenáculo" de tu corazón, en unión con la Bienaventurada Virgen María y los Apóstoles, para que puedas recibir nueva infusión de este divino Espíritu, y así dar testimonio de Jesús. Clama, como siempre, por los Ungidos del Señor, que en verdad necesitan ser animados e iluminados del Espíritu de Cristo. Pide por el Congreso Eucarístico que se acerca. Espero poder visitarte después de Pentecostés.

Última de las cartas que poseemos
(Día 15 de diciembre de 1978
,
sin designación de lugar)

A mi hija espiritual: paz y bien.

Hija amada en los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que estas letras puedan servirte en algo para mejor prepararte para las santas Solemnidades de Navidad.

1. Te quejas que "tu mente con frecuencia está vacía". Con todo, tú sabes que tu Dios de Amor y Misericordia, el Esposo de tu alma, mora en lo más íntimo de tu alma, adonde no puede penetrar la parte sensible o sentimental del alma. Pero si tú deseas que se expanda el Espíritu del Señor a la parte sensible cuando es de su agrado, guarda silencio, haz silencio interior y exterior en tus sentidos.

2. Has de ser muy parca en el hablar, has de hablar cuando te obliga o te aconseja la caridad, para hacer algún bien. En esos casos con palabras medidas. Por mejor decir, deja hablar en ti al Espíritu del Señor.

3. Has de ser muy parca en enterarte de noticias. No te conviene enterarte de las noticias del mundo. La Televisión no es para ti. Lo que la Virgen dijo a Don Esteban Gobbi: "No leas diarios, no mires la Televisión", te repite a ti a través de tu padre espiritual.

4. Pero si la pobre naturaleza te pide alguna expansión o recreación, tu expansión será la lectura pausada y meditada de la Mística Ciudad de Dios y la Sagrada Biblia. Con preferencia el Nuevo Testamento. Ese será el alimento sagrado con que alimentarás tu mente y la llenarás.

5. En estos días próximos al Nacimiento del Niño Dios, leerás y meditarás los Capítulos que preceden al Nacimiento del Niño Dios. Al propio tiempo, tomarás muy en cuenta la Doctrina que da la Santísima Virgen a la Vble. María [de Jesús de Ágreda] al final de cada Capítulo. La tomarás como si ahora te repitiera la misma Virgen María.

6. El día tendrás bien distribuido. Tendrás cada hora señalada con algún ejercicio o trabajo. Nada harás por cuenta propia. Todo cuanto haces, lo harás con el beneplácito de la Santa Obediencia.

6. Ofrecerás cada noche al Altísimo en las Santísimas Llagas de Jesús como un ramillete perfumado todos los sufrimientos y penas del día, juntamente si has recibido alguna consolación o alegría espiritual.

7. Tendrás en cuenta todas las intenciones que se te han sido encomendadas de parte del Señor, de su Santísima Madre y de tu padre espiritual.

8. Después de la Santa Comunión guardarás el mayor recogimiento posible, a fin de recoger en tu alma todas las gracias que consigo trae la Sagrada Comunión y no desperdiciarlas. Por tanto rogarás a todas las personas que te dejen en el silencio durante algún tiempo. Después de la Santa Comunión no hablarás con nadie. En el silencio de tu alma introducirás a Jesús en el Corazón Inmaculado de su Santa Madre, y allí, en el Corazón de su Madre, le adorarás, en unión con Ella y los Santos; le agradecerás su Don inefable y le presentarás tus humildes súplicas y peticiones. Le pedirás humildemente que te conserva la memoria y aun que te mejore para cumplir sus designios para la gloria del Padre.

Procura cumplir todo esto con la ayuda maternal de la Virgen Madre, tu buena Madre celestial.

Te recomiendo, como una intención particular, que pidas a Jesús y a su Santa Madre que nos traigan al Ecuador al P. Esteban Gobbi, si ha de ser para organizar el Movimiento Sacerdotal Mariano y empiece a producir santos frutos.

Es lo que te recomienda tu padre espiritual

P. Bernabé María

 

 

Capítulo XXVIII

Ocaso y corona del P. Bernabé

 

(1983-1988)

La vuelta a San Miguel de los Bancos, tras la celebración de las Bodas de Oro sacerdotales en España, Roma y Tierra Santa, inicia la última vertiente de la vida del P. Bernabé. Es la historia final que nos disponemos a relatar, desde septiembre de 1983 hasta abril de 1988, fecha de su santa muerte.

En estos años contemplamos cómo la enfermedad va a ir minando las últimas fuerzas de este apóstol, sobre todo, a partir de septiembre de 1985. Pero el dolor más lacerante es ver cómo no hay un relevo... Es un despojo doloroso que le lleva a la purificación final.

Llegó la Hermana Muerte y el funeral fue como una apoteosis de amor. Todo esto lo vamos a relatar.

AÑOS DEL OCASO

 

(1983-1988)

 

El regreso a San Miguel de los Bancos (septiembre 1983)

Enlazamos con nuestra historia donde la habíamos dejado dos capítulos atrás: el P. Bernabé, que, con motivo de sus Bodas de oro Sacerdotales, ha estado en España, en Tierra Santa y Roma, regresa a su misión. Desde ahora hasta la muerte. Regresa con un joven de 18 años recién cumplidos que va estar de misionero en San Miguel de los Bancos, con la autorización del arzobispado de Quito.

El mismo Xabier Etxenique nos cuenta la vuelta. "El recibimiento que hicieron al P. Bernabé fue grande. En el aeropuerto esperaban alrededor de cincuenta personas, seglares en su mayoría, y alguna que otra religiosa. Me llamó la atención, por qué no decirlo, que no hubiera ningún capuchino, o, al menos, no lo recuerdo. Una vez abandonado el aeropuerto, contrariamente a lo que yo suponía, nos dirigimos a casa de una de las señoras que estuvieron presentes en el recibimiento. Más tarde me enteré que esa señora era muy allegada al P. Bernabé y le favorecía cuanto podía en los asuntos que éste llevaba entre manos. Era la señora Manuela Marcillo. En su casa, pues, hicimos el primer almuerzo. Allá el P. Bernabé me presentó a las personas que también después serían muy allegadas a mí.

Creo que, a los dos días de haber llegado a Quito, (quizás fuera al día siguiente, pues no estoy muy seguro), nos hicimos presentes ambos en la Curia Viceprovincial. Estaba como Superior Viceprovincial el P. Benito Andueza. Se le recibió con mucho cariño de parte de los hermanos. La impresión que tuve al principio sobre mi presencia, me pareció que era de desaprobación. Con todo, me trataron muy bien.

Aquella noche dormimos en el convento, y al día siguiente enrumbamos hacia San Miguel de los Bancos" (408).

El historiador relata y sitúa las escenas; el lector puede hacer sus comentarios. Hubiéramos querido que en el aeropuerto la bienvenida hubiera tenido otro detalle por parte de los capuchinos... ¿Qué pasó? No sabemos, porque ciertamente la ausencia no era el estilo, ni mucho menos, de parte de la comunidad, estando además la casa, como está, a muy poca distancia a pie.

Aparece en esta historia el nombre de la señora Manuela Marcillo de Chicaiza. La señora Manuela merece distinción de honor en la vida y memoria del P. Bernabé. En su casa había una habitación reservada para el P. Bernabé. La Sra. Manuela es testigo de la oración que allí hacía el padrecito Bernabé, y hasta escuchó unos extraños golpes, que resultaron ser los golpes de la disciplina. La Sra. Manuela tenía, entre otros hijos, a Óscar, casado, disponible siempre a cualquier servicio para el P. Bernabé, con la misma devoción de su madre. Los hijos de Óscar, que eran seis (?), todos tenía como segundo nombre el nombre de Bernabé. Y, cuando el que esto escribe visitó aquella casa (20 septiembre 1992), allí pudo ver una pequeña estatua del P. Bernabé (409).

El recibimiento en San Miguel de los Bancos

Vayamos ahora a San Miguel de los Bancos para presenciar el recibimiento cariñoso y triunfal que se hizo al P. Bernabé en esta su vuelta definitiva. Continúa el mismo Xabier.

"Un señor, llamado Juan Pinzón Rentería, ofreció llevarnos en un camión. Íbamos varias personas. El P. Bernabé en la cabina, junto al chófer, la esposa de éste y la señora Manuela Marcillo. Atrás iba yo, acompañado del señor Oswaldo Fierro y otras personas de las que no recuerdo su nombre.

(...) A mitad de camino empezó a llover torrencialmente, con mucha preocupación de los que iban en la cabina. Por mi parte, les tranquilicé: quería mojarme, sentir el agua de lluvia en mi rostro, empaparme hasta los huesos.

La entrada en San Miguel de los Bancos fue de mucho colorido, aun con la lluvia encima nuestro. Habíanse preparado unos arcos a lo largo de la entrada del pueblo. La gente, apilada en las orillas de la carretera, iba lanzando pétalos de flores sobre el P. Bernabé. Cuando descendimos del carro, mucha gente corrió al lado del P. Bernabé para pedir, humildemente y con fe, su bendición. Aun con el mal tiempo reinante, la gente seguía saliendo de sus casas para ir a saludar al P. Bernabé.

Nos habían introducido al que parecía ser el mejor edificio (casa de tres pisos) que había en el pueblo. Pertenecía asimismo al señor Juan Pinzón. Allí nos ofrecieron un suculento almuerzo (aunque yo todavía no estaba acostumbrado a comer "a lo ecuatoriano", recuerdo que comí con buen apetito). Pero, antes, el P. Bernabé se había dirigido a las gentes allí reunidas para darles su saludo y bendición y presentarme a mí ante el pueblo" (410).

El P. Bernabé cumplió ya 76 años y viene dispuesto a dar el resto de sus fuerzas por su amada grey.

Se celebró el día 29, con la solemnidad acostumbrada, la fiesta patronal de San Miguel. Presidió Mons. Luis Enrique Orellana y hubo confirmaciones; con él concelebraban, aparte del P. Bernabé, el Viceprovincial P. Benito Andueza, y los PP. Higinio y Josué.

El maestro y el discípulo

Comenzaba la vida de todos los días. Ahora, el P. Bernabé, como un maestro de novicios, tenía que ir formando al novel misionero. El horario "conventual" era el siguiente: 6.00 Levantarse, oración en la capilla; 6.30 Rezo de Laudes; meditación dirigida; 7.00 Eucaristía con el pueblo; 8.00 Desayuno, limpieza de las dependencias; 8.30 Estudio; 9.00 Clase dirigida por el P. Bernabé; 10.00 Recreación; 10.30 Tiempo libre, huerta, biblioteca; 12.00 Almuerzo. Por la tarde, a las 14.00 Catequesis de niños de Primera Comunión; 16.00 Tiempo libre; 18.00 Merienda (es decir, cena); 18.30 Vísperas; 19.00 Rosario y Eucaristía; 20.00 Completas.

Sabemos la pedagogía del P. Bernabé, convertido ahora, de pronto, en director de aspirantes a la vida religiosa. "El estudio consistía en la lectura de una carpeta de Teología a Distancia (411) sobre Eclesiología. Yo comenzaba leyendo y anotando las dudas que tenía. Después el P. Bernabé, en la segunda hora de estudio, subía donde yo me encontraba y comentábamos la lección del día, las dudas que tenía, etc. Unas dos o tres veces por semana estudiábamos latín (él explicaba). Consistía en explicar las reglas que él me daba y trataba de traducir los salmos del latín al castellano y viceversa.

Otro de los temas de estudio eran los documentos del Concilio Vaticano II, sobre todo Gaudium et spes y Lumen gentium. Vimos también algo de Ad gentes. Se preocupó muchísimo de que leyera la encíclica Mystici Corporis Christi. Como no la hallábamos por ninguna parte, recuerdo que fue a pedírsela a Mons. Luis Enrique Orellana y sacó fotocopia de todo el documento.

El P. Bernabé amaba muchísimo el Sacramento de la Eucaristía e intentaba a cada momento imbuirme de ese espíritu. Me hablaba mucho del Misterio de Jesús Crucificado, de cómo Él había muerto por nosotros, de su presencia real en la Eucaristía, de María la Virgen como Corredentora y Mediadora de la Gracia Divina. Eran temas que siempre estaban a flor de labios en su boca. Nunca se cansaba de repetírmelo" (412).

Durante un tiempo el Párroco de San Miguel tuvo otro joven misionero aspirante a la vida religiosa, Ricardo Rivera (413), que, en su tiempo, pasaría también al postulantado y noviciado, si bien luego no siguió adelante.

El resto de las actividades de 1983, enfermedad en la pierna

Las actividades continúan su curso normal, con la atención conveniente a los recintos.

Como hecho particular hay que indicar que el 14 de noviembre comienzan los Ejercicios espirituales dados a la Viceprovincia por el capuchino uruguayo P. Jerónimo Bórmida. Acuden 37 hermanos. No está "el P. Bernabé, imposibilitado de acudir a los Ejercicios por haberle caído en la pierna la enfermedad de la erisipela" (414).

Año 1984: Asamblea en Cumbayá (febrero)

Del 6 al 11 de febrero se celebra en Cumbayá la Asamblea viceprovincial, que, año tras año, va siendo la caja de resonancia y la palestra de identidad capuchina y pastoral en Ecuador. Los temas, en esta ocasión, son: Nuestra presencia profética en la Iglesia y en el mundo de hoy; compromiso de la fraternidad en orden a la promoción vocacional (415).

Para los primeros días se ha contado con la presencia y el aliento de una figura eminente de Ecuador, Mons. Leónidas Proaño, Obispo de Riobamba. Han participado 32 hermanos. Leónidas Proaño, Helder Cámara son, para muchos, profetas en las nuevas exigencias pastorales de América Latina. Mons. Proaño tiene 74 años; el P. Bernabé 76, dos personas contemporáneas, eminentes las dos, las dos en tierra ecuatoriana, plenamente volcados a los indígenas, y ambos con estilos bien distintos (416).

Fin de una autobiografía

El 2 de abril de 1984 dio el P. Bernabé remate a su Autobiografía (417). Se le insinuó posteriormente que, a modo de síntesis espiritual, escribiera las etapas de su vida; no interesaba tanto el dato, la fecha y la circunstancia cuanto el desarrollo de la vida sobrenatural, la evolución coherente de una vida, si así se puede hablar en estas materias. Lo intentó, si bien se sintió incapaz de redactar los últimos párrafos. De ello se ha hablado oportunamente en su lugar (418).

Ahora hagamos, más bien, un recorrido de los acontecimientos principales de estos cuatro años terminales del P. Bernabé, que tienen sus etapas diferenciadas (419).

En San Miguel de los Bancos y en los recintos: Misión en Cristóbal Colón (junio 1984)

En abril del año 1984 hubo capítulo provincial en Navarra-Cantabria-Aragón. Salió elegido el P. Eleuterio Ruiz, reelegido posteriormente al terminar el trienio (1987) (420).

Durante este tiempo, el P. Bernabé seguía compaginando la atención a San Miguel y el servicio a los recintos, ayudándose de sus colaboradores. Eran éstos las religiosas, dos misioneros seglares, eventualmente los jóvenes que estaban con él y colaboradoras de la Legión de María. La Legión de María, si no lo hemos dicho, tuvo mucha importancia en la sencilla pastoral que promovió nuestros misionero.

En el tiempo en que Xabier Etxenique vivió con el P. Bernabé, fue invitado a participar en dos misiones, la primera de ellas en junio de 1984. Es hermoso oír contar las cosas que entonces pasaban. Xabier Recuerda.

 

* * *

"La primera fue en el mes de junio de 1984. El recinto que debíamos visitar se llamaba Cristóbal Colón, a unos 50 kms. de San Miguel de los Bancos (la distancia seguramente no sea tanta, pero es el dato que yo conocí).

El P. Bernabé se adelantó a mi marcha tres días. El apenas llevaba unas pocas hostias y un poco de vino, y yo tenía que quedarme en espera de recibir desde Quito más hostias y una botella de vino para celebrar. A los tres días de haber salido él, emprendí yo mi partida hacia el recinto donde él me esperaba. No disponía de ningún medio de locomoción; así que emprendí el camino a pie, cargando en un morral las hostias, el vino y el breviario, único equipaje para diez días de misión, junto con un catecismo.

A los 4 kms. aproximadamente, se acercó un carro que se ofreció a llevarme hasta dos kilómetros antes de un pueblecito llamado San Bernabé (conocido con el apelativo de Kilómetro Veinticinco de Guadalupe). El carro avanzaba tan sólo hasta allí, pues el resto del camino era un lodazal inmenso. Al llegar hasta ese punto, comencé nuevamente a caminar los pocos metros que eran transitables a pie. Al poco vi a una señora que venía en dirección contraria. Me dijo que el P. Bernabé le había pedido saliese a recibirme. Me ofreció una de las mulas que traía consigo y emprendimos juntos la marcha hacia San Bernabé. Cerca de dos horas utilizamos para recorrer apenas un kilómetro que nos separaba de la población.

Al llegar a ésta, el presidente de la comunidad salió a recibirme y me comunicó que el P. Bernabé había dado órdenes de que me quedara allí, preparando la fiesta de San Bernabé. Me extrañó esa orden, ya que yo llevaba el pan y el vino que el P. Bernabé necesitaba para la celebración eucarística. Les expliqué lo que ocurría, y me dijeron que el P. Bernabé había dado la orden de que no me preocupase.

Al cabo de una semana regresé a San Miguel, y, a poco de llegar, se hizo presente el P. Bernabé. Estaba contrariado porque no había ido a Cristóbal Colón a encontrarme con él. Entonces le expliqué lo que había ocurrido en San Bernabé. Rió de buena gana la "mentira" que me habían hecho, pero se alegró de que hubiera atendido aquel recinto" (421).

Misión en Ganadera Orense (agosto 1984)

El mismo joven misionero narra lo que sigue:

"La segunda misión que realizamos juntos fue en el mes de agosto del mismo año, en la Ganadera Orense. En esta ocasión yo me adelanté una semana. El me acompañó hasta el margen izquierdo del Río Blanco (unos tres kilómetros de San Miguel). Allí conseguimos un caballo para mí y un guía. Nos despedimos hasta dentro de siete días. El camino duró seis horas y media. El trayecto fue muy malo, a través de senderos estrechos, al borde de grandes abismos... Todo para celebrar la festividad de Nuestra Señora de los Remedios. El día señalado, junto a tres personas, salimos en busca del P. Bernabé, que tenía que llegar con la imagen de la Santísima Virgen. Fue grande sorpresa cuando vimos llegar unas treinta personas, encabezadas por el P. Bernabé y la imagen de la Virgen. Habían hecho todo el trayecto a pie desde San Miguel de los Bancos. En total, unas catorce horas de camino..." (422).

Siguen los meses de 1984 en las actividades normales; Xabier Etxenique en su momento sale para hacer el postulantado de capuchino en Portoviejo, pero continúa con él Ricardo Rivera, joven al que de niño bautizó el P. Bernabé, que quiere ser capuchino.

El año 1985:

Visita del Papa al Ecuador y Bimilenario del Nacimiento de la Virgen María

El año 1985 va tener para el P. Bernabé dos grandes incentivos espirituales: la visita del Papa a Ecuador y el Bimilenario del Nacimiento de la Virgen María. Por todo esto vibra el P. Bernabé.

"En los últimos días de enero tuvimos la visita del santo Padre Juan Pablo II. Ha causado un impacto su visita, sus discursos, sus gestos, toda su persona. Hasta los que estaban en contra de su visita han quedado sorprendidos de su figura y persona, que tiene algo que no saben explicar, pero que a todos atrae. En verdad que Juan Pablo II es un instrumento de la Santísima Virgen, a la que él se ha entregado total e incondicionadamente. Por este motivo es un regalo que el Amor Misericordioso ha hecho en nuestro días a la Iglesia y a la humanidad. ¡Cuánto debemos rogar `por el Santo Padre!" (423).

Este año es, además, el Bimilenario del Nacimiento de la Virgen María. Continúa en la misma carta: "Hemos entrado en el año Bimilenario del Nacimiento de la que mereció iluminar la tierra con la luz del Sol de justicia. Ella misma fue la Aurora bella y suave que anunció al Sol de justicia. El Santo Padre pronunció un bello discurso sobre el nacimiento de la Santísima Virgen en la iglesia de la Alborada, en la Ciudad de Guayaquil. Yo espero que dará un decreto declarando 'Año Mariano' éste del Bimilenario de la Bienaventurada Virgen María" (424). En otras cartas a la misma persona vuelve sobre el tema y dice que, al fin, no se ha creído conveniente el celebrarlo.

Capítulo de la Viceprovincia (febrero 1985)

En el mes de febrero se ha tenido capítulo viceprovincial, presidido por el ministro provincial, P. Eleuterio Ruiz. Ha sido elegido Viceprovincial el P. Ramón Echegaray. Tras el capítulo y visita a las fraternidades, en la "Conformación de las fraternidades" aparece: Fraternidad de la Zona de San Miguel de los Bancos: Pedro Vicente Maldonado: Miguel (Higinio) Gamboa, vicario cooperador; Josué Izaguirre, párroco. - San Miguel de los Bancos, P. Bernabé, Párroco. (425)

Con la marcha del aludido joven, el P. Bernabé se queda solo.

El definidor general en San Miguel de los Bancos

El definidor general, P. José Carlos Correa Pedroso, brasileño, ha visitado a los hermanos (22 julio - 2 agosto); le ha acompañado el Viceprovincial. El día 26 de julio ha estado en San Miguel de los Bancos (426).

"Durante los meses de julio y agosto anduve recorriendo los lugares más distantes de la Parroquia central, haciendo pequeñas misiones, como de costumbre" (427).

En agosto, el día 28, se reúne en Guayaquil la Comisión de apostolado con los responsables de pastoral de cada fraternidad. El P. Bernabé envía su relación escrita, respondiendo a las preguntas de "Criterios y objetivos pastorales" y "Balance crítico de la labor apostólica: positivo, negativo, sugerencias" (428).

 

Comienza la prueba más dolorosa: dejar la grey de San Miguel de los Bancos (noviembre 1985)

Estos días "en la Curia Viceprovincial recibí una noticia dolorosa. Habían determinado en la definición sacarme definitivamente de la Parroquia de San Miguel para entregarla a la Arquidiócesis de Quito. Al que me comunicó la noticia, que fue el P. Néstor Zubeldía, le dije sin más: Me pueden sacar de San Miguel, pero no sé si seré capaz de soportar la prueba, y le expresé las razones. Me aconsejó que dirigiera una carta a la definición. Así lo hice, haciendo ver a los definidores que el abandonar la Parroquia de San Miguel, en las circunstancias presentes, era entregar a las fauces del lobo, y las consecuencias serían desastrosas (431). Quiso el Señor que interviniera el doctor. Y fue por su cuenta, sin que un servidor nada le hubiera manifestado. En resumidas cuentas, les dijo el doctor a los superiores que me hacían un daño en sacarme de la parroquia, y hasta me podían inutilizar. Más bien me dieran un ayudante para continuar en el mismo lugar. El P. Viceprovincial accedió a la petición, aunque no de su agrado, de que regresara a la Parroquia" (432).

En diciembre, desde San Miguel de los Bancos, escribe: "He estado afectado por una crisis fuerte, por encontrarme solo, enfermo y sin ayuda. Pues sigo solo... y me siento incapaz de poder atender a las necesidades espirituales de mis feligreses". Y en la misma carta: "Del resultado del Sínodo de los Obispos, poseo pocas noticias. Estoy esperando los últimos números de L'Osservatore, para enterarme de su resultado final".

 

Comienza a declinar la salud del P. Bernabé (septiembre 1985)

"A principios de septiembre me sentí con cierto malestar y decaimiento, pero no le di mayor importancia; de modo que pudimos celebrar el 8 de septiembre el Bimilenario del Nacimiento de la Santísima Virgen María con bastante concurrencia de los fieles. Más tarde comenzaron a hincharse las piernas. Enterados en Quito de lo que me sucedía, me obligaron a presentarme en la clínica". (429) Es llevado a la clínica Pasteur; allí se le atiende y de la clínica hay informes médicos firmados los días 21, 22, 23, 24, 25, 26 y 27 de septiembre.

El P. José Antonio Recalde, superior de la fraternidad de Portoviejo, le suple en la novena preparatoria de la fiesta de San Miguel. No obstante, el día 28, víspera de la fiesta, el P. Bernabé está de regreso en su Parroquia.

"Durante el mes de octubre anduve con alternativas; se me subía y bajaba la presión con cierta facilidad. Fue el motivo que se equivocaron en la farmacia en una de las medicinas..." (430).

El caso es que el día 9 de noviembre el P. Bernabé reingresa en la clínica Pasteur de Quito; hay partes médicos de los días 9, 10, 11, 12 y 13 (día de alta de la clínica).

Una favor supremo: el aniquilamiento de este ser pecador (diciembre 1985)

En estas circunstancias de deterioro físico, la situación espiritual en que se encuentra queda descrita en los párrafos de la siguiente carta.

"Durante este tiempo, en los ratos en que he experimentado la consolación o la visita del Señor y de su Madre Santísima, les he pedido el aniquilamiento de mi ser humano pecador, el desaparecer totalmente, para que el poder de Dios pueda formar un nuevo ser de gracia. Lo he pedido especialmente en el momento de la Santa Comunión. Lo he pedido al Padre como un favor supremo: el aniquilamiento, la destrucción de este ser pecador para que pueda formar el Divino Espíritu un nuevo ser de gracia a través de sus siete dones, a la vista de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo y por la mediación de la Virgen María.

Y, así las cosas, últimamente he tenido una crisis fuerte. Anteriormente había celebrado con cierta ilusión la Novena de la Inmaculada Concepción de la Virgen María en unión con los fieles, en la que rogamos con intención particular por el éxito del Sínodo reunido en Roma.

Después de eso, he sufrido una crisis fuerte, y el motivo ha sido simplemente de haberme quedado solo, sin la ayuda solicitada. La impresión de verme solo, enfermo y no poder atender bien a los reclamos de mis feligreses, me ha abatido el ánimo, porque se me ha representado el porqué no se me quiere dar ayuda, ya que el P. Viceprovincial, como me ha manifestado en ocasiones, quiere deshacerse de esta zona. La considera, in duda, como una carga para la Viceprovincia y como un capricho del P. Bernabé el haberse metido en ella. Por tanto, es preciso obligarle a que salga de ella, por no poder atender a ella.

Así se me ha presentado la situación, y es lo que me ha deprimido mucho, hasta causarme toda una especie de repugnancia y tedio, y exteriorizarse mi situación. En el momento que le estoy escribiendo, se ha retirado al fondo esta impresión y depresión, pero veo que de nuevo puede surgir en cualquier otro rato y hasta inutilizarme totalmente. Que el Señor no lo permita" (433).

"Por la temporada de Navidad empeoró la salud -sea por el trabajo o por lo que fuera- hasta el punto que me desahució el doctor que me trata" (434).

El año 1986

En el mes de enero, nuevo paso por la clínica Pasteur con informes médicos de los días 15, 16 y 17, en que se le da el alta. "Por el mes de enero pude salir a Portoviejo, a pasar una temporadita. Lo que me hizo bastante bien, que el doctor me encontró mejorado notablemente" (435).

En febrero se celebra la Asamblea Viceprovincial en Cumbayá sobre los temas de inculturación y Estatutos de la Viceprovincia.

De Cuaresma, Semana Santa y abril escribe: "He podido llevar adelante los trabajos de Cuaresma y Semana Santa. En el momento presente, estoy esperando un nuevo examen. No me encuentro peor, pero no estoy curado. En cuanto me permite mi estado de flaqueza, atiendo a las necesidades espirituales de la parroquia, máxime los domingos" (436).

"Por los meses de mayo y junio -por recomendación del doctor que me atiende- pasé una temporadita en el convento de Portoviejo...En el mes de julio regresé a la parroquia" (437).

En resumen de un año, tras el mes de septiembre pasado. "Antes de la última recaída, que fue en el mes de septiembre del año 1985, podía visitar los recintos, y atender a sus necesidades más urgentes: bautismos, matrimonios, catequesis, Primeras Comuniones; ahora no puedo..., además de encontrarme solo no puedo... Después que he ido a algún recinto, he regresado estropeado" (438).

"A fines de septiembre de este año escribí una carta al Arzobispo de Quito, exponiéndole mi situación, de que me sentía incapaz de estar al frente de la Parroquia y atender a las necesidades espirituales de los feligreses. Me ha dicho que hará lo posible por procurarme un ayudante, si es posible, a través del 'Fidei Donum'. No sé si se conseguirá" (439).

Una súplica al Siervo de Dios Pío IX

Tenemos las personas nuestros pequeños deseos, y así en el terreno devocional, que al observador de fuera a lo mejor le puedan parecer caprichosos o singularidades; vistos con otros ojos, son detalles exquisitos. Un detalle de éstos tenía el P. Bernabé con el que hoy Beato Pío IX, beatificado el mismo día que Juan XXIII.

El mal de riñones que padece nuestro misionero y que lleva consigo desde hace 30 años, le preocupa, no por sí, sino por las consecuencias de la misión. Existen los médicos, y existen los santos, que también pueden curar. El P. Bernabé ha pensado en el Siervo de Dios Pío IX, recién declarado Venerable por la aprobación de las virtudes heroicas. En abril de 1986 escribe: "Verdad que me encuentro peor. Pero sigo bajo el control del Doctor que me atiende. Abrigo una esperanza o ilusión: que quizás puedan ser curados mis riñones por la intercesión del siervo de Dios Pío IX, cuyas virtudes heroicas han sido reconocidas hace poco. Estoy esperando alguna reliquia suya. Hay que recordar que fue el Papa Pío IX quien proclamó el dogma de la Inmaculada de la Virgen María. Usted siga encomendándome a la Bondad Divina" (440).

Algún tiempo después insiste: "Una temporadita que pasé aquí, en Portoviejo, mejoré bastante; luego, al regreso a la misión de San Miguel, parece que el trabajo me rinde. A mi pobre entender, hace falta una intervención especial de la Providencia para que me cure. Tengo cierta esperanza en la reliquia del Siervo de Dios Pío IX. ¿Querrá curarme el Señor por medio de él? No lo sé. No me ha llegado todavía la reliquia de Pío IX" (441).

La reliquia se redujo, al fin, a una estampa, que alguien de la Curia de Quito (no sé si el mismo Cardenal) le trajo de Roma. En enero de 1987 escribía: "Me pregunta en su carta si he tenido alguna reliquia del siervo de Dios Pío IX. Hace algunos meses que recibí una tarjeta que había tenido algún contacto con el sepulcro del siervo de Dios. No he recibido más. Yo creo que me está ayudando el Siervo de Dios, ya que el Doctor que me atiende se admira de cómo puedo resistir y seguir adelante con un pedacito del riñón; a él le parece que humanamente no es posible. Por lo demás, el trabajo sí me rinde a veces" (442).

El secreto que no cuenta el P. Bernabé es lo que hemos oído de labios de la Sra. María Aguilar, mujer sencilla en cuya casa encontró el P. Bernabé plena acogida. Cuenta la señora María que el P. Bernabé le pidió que le hiciera unos bolsillos en la parte posterior de la faja que ahora usaba y que le dijo cuál era la finalidad: llevar junto a los riñones una estampa del Papa Pío IX (443).

El año 1987

Pasamos al año 1987. En cartas de los días 27 y 28 de enero manifiesta que se encuentra solo. "Estoy solo para el ministerio sacerdotal. Quizás tenga que esperar todavía un año. El Señor lo sabe" (27/I). Los viernes viene de Quito un misionero seglar, un ingeniero español, que va a misionar por las montañas los sábados y parte de los domingos. "Entretanto, tengo unas pocas señoras que me están ayudando a establecer la Legión de María por los recintos y aldeas de la Parroquia" (28/I).

Del mes de febrero hallamos informes médicos de la clínica Pasteur, donde ha estado hospitalizado brevemente; también un documento fechado el 7 de marzo. Y en las Noticias del boletín Fraternidad referentes al año 1987 se dice. "Bernabé Sarasola: Ha estado en tratamiento de riñón en la clínica Pasteur. Según el diagnóstico del Dr. Aulestia, el P. Bernabé está clínicamente sin remedio; pero paradójicamente, su vida es totalmente normal. Solamente se comprueba en las radiografías un cuarto de riñón: el resto lo pone Dios" (444).

En el curso de 1987 ha fallecido la Hna. Ignacia Sarasola, hermana de sangre del P. Bernabé (445).

En el mes de febrero, días 9 al 14, la Viceprovincia de Ecuador celebra un capítulo extraordinario y lo tiene en Las Lajas, Colombia. El tema ha sido: El Estatuto de la Viceprovincia.

El día 11 junio el P. Bernabé cumple 80 años. En verano los postulantes y aspirantes a capuchinos han realizado unas campañas misionales por la Zona: dos semanas en Santa Elena y recintos de Pacto (aspirantes); dos en Gualea (postulantes); tres en San Miguel de los Bancos (postulantes).

Y el 15 agosto, fiesta de la Asunción, profesa como religioso capuchino Fr. Javier Echenique que, como se ha indicado, vino con el P. Bernabé y convivió con él (446).

Al encuentro del Señor glorioso: renuncia de Párroco (agosto 1987)

Entramos ya en los meses finales de este anciano de 80 años.

El día 15 de agosto renuncia a su oficio de párroco, y el obispo al que ahora pertenece San Miguel de los Bancos, Mons. Emilio Lorenzo Stehle, Obispo Prelado de Santo Domingo de los Colorados, nombra párroco de San Miguel al sacerdote don Ramiro Villar, "pero el P. Bernabé sigue ayudando como Vicario coadjutor" (447). Y un par de meses después el P. Bernabé escribirá: "Ahora finalmente, el Señor se ha compadecido de este pobrecillo... y le ha proporcionado una ayuda. Ya tengo... o, mejor, ya hay en San Miguel Arcángel un Párroco, que le está atendiendo... Un servidor, ha quedado como Coadjutor, para ayudarle, a lo que llegan mis posibilidades" (448).

Se ha celebrado la asamblea viceprovincial del 12 al 16 de octubre en Cumbayá, como otras veces: vivencia de la pluriformidad, opción por los pobres, ingresos y uso de los bienes, nuevas formas de vida fraterna.


El año 1988: encuentro del ministro provincial con el P. Bernabé

Pasamos al año final, 1988. El ministro provincial de Navarra-Cantabria-Aragón llega a Ecuador para la visita pastoral y para presidir el capítulo de la Viceprovincia, que va a ser en febrero. El día 6 de febrero llega a San Miguel de los Bancos con el secretario, P. José Antonio Lasa, y el conductor, P. Jesús García Las Heras. "Llegamos a San Miguel de los Bancos a eso de las diez de la mañana, aproximadamente. Nuestra visita resultó inesperada, ya que, por diversas causas, no le transmitieron el aviso. Hicimos una primera parada, lo justo para saludarle y para comunicarle que al regreso de Pedro Vicente Maldonado, hacia las tres de la tarde, volveríamos, con detenimiento suficiente para la visita pastoral. Fui el último en saludarle. No me reconoció al pronto. Al caer en la cuenta, pidió perdón repetidas veces, inculpando su despiste: ¡Qué torpeza la mía..., se me olvidan las caras..., perdóneme...!" (449)

"Regresamos, puntuales a la cita, a San Miguel de los Bancos. Me llevó a la planta baja del barracón donde vivía. Mantuvimos una sosegada conversación de una hora y cuarto aproximadamente.

Se reconocía cansado, muy cansado, como que el cuerpo no le respondía. pero la enumeración de sus limitaciones siempre las iba envolviendo, de la forma más natural, con consideraciones de fe en Dios providente, misericordioso. Al lamentar que se le olvidaban con facilidad las cosas, que su cabeza no estaba en su sitio, una vez más se detuvo a pedirme disculpas por no haberme reconocido a la primera: ¡Mira que no conocerle a mi Padre Provincial! Ahora, sí, ahora ya le recuerdo de la otra vez que estuvo.

De la observación de su limitada situación personal fácilmente saltaba a la necesidad de sacerdotes. Sentía pena que los superiores no hubiesen respondido, por falta de personal, a sus peticiones. En sus palabras, por supuesto, no se adivinaba el menor atisbo de crítica".

Traía dos encomiendas el P. Provincial: convencerle de que ya había cumplido su misión en San Miguel de los Bancos, ofreciéndole el retiro a un convento, por ejemplo, Ibarra; y animarle para que, a pesar de su situación física delicada, no dejara de participar en el capítulo, que empezaba el día 8. "Para ninguno de los dos puntos encontré resistencia en él. Se sintió muy aliviado cuando le dije que tenía autorización para llevar allí (en el capítulo)el ritmo de vida que mejor le fuera para su salud, pudiendo salir en las largas sesiones, etc. Efectivamente, fue al capítulo, donde llevó un ritmo de vida algo excepcional. Se ausentó antes de su terminación" (450).

Se celebra el capítulo y queda reelegido como Viceprovincial el P. Ramón Echegaray. En carta del Viceprovincial y consejeros, fechada el 24 de febrero, se anuncia un "cronograma" de visitas a las fraternidades, antes de proceder a la remodelación de las mismas. La vista a San Miguel de los Bancos y Pedro Vicente Maldonado queda señalada para el día 15 de marzo, martes.

Con fecha de 19 de marzo, festividad de San José, el Viceprovincial y consejeros se dirigen de nuevo a los hermanos, estableciendo la "acción programática y conformación de las fraternidades". Desaparece en esta conformación el nombre de San Miguel de los Bancos y queda el de Pedro Vicente Maldonado, donde sigue el P. Josué Izaguirre. El P. Bernabé es asignado a la fraternidad de Ibarra. En la primera semana de Pascua (4-9 abril) se harán efectivos los nuevos destinos, y las fraternidades deberán reunirse con un consejero viceprovincial en determinada fecha para proponer el nombre del guardián de cada lugar. La fraternidad de Ibarra tiene fijada la reunión para el día 19 de abril con el consejero P. Ildefonso Gordillo (451).

Última misa en San Miguel de los Bancos y los días finales

El 10 abril, domingo, el P. Bernabé celebra la última Misa en San Miguel de los Bancos. El ingeniero Sr. Benito García, colaborador en ministerios apostólicos, lo traslada a Quito y aquel día lo hospeda en su casa.

El 11 abril se le hace un chequeo médico.

El 12 abril los Sres. Benito García y Oswaldo Fierro, colaboradores del P. Bernabé, lo trasladan a Ibarra. Al entrar, se arrodilla y, con el "Benedícite", presta obediencia al guardián, P. Rodolfo Erburu. Aquí va a permanecer varios días.

El 16 abril, sábado (o acaso 17), Benito García lo traslada a Quito. El 19 abril, martes, ingresa en la clínica Pasteur, y allí reside los días 19-23 abril. Reside en la clínica, y se hace diariamente un informe médico los días 19, 20, 21, 22 y 23.

El sábado, 23 abril, el P. Bernabé es llevado al convento de Quito, a la Curia viceprovincial. El día 24 por la mañana se le encuentra caído. Le atienden, y le lavan el hermano Hilario Saragüeta y el P. Santiago Ramírez. "Mientras le limpiábamos, pensaba que era el último servicio que le hacía, como quien ungía su cuerpo para la sepultura" -escribe el P. Santiago (452). Le ingresan en la clínica Pasteur.

Allí va a consumar el holocausto. "El jueves, de noche, estuve un rato con él en la clínica. Estábamos delante de la cama, a sus pies. Miraba con mirada fija, ojos bien abiertos y los pasaba rotativamente sobre los que allí estábamos. Nunca le había visto mirar de ese modo tan fijo y penetrante. El Rosario lo rezaba con gran lucidez..." (453)

El viernes, 29 de abril, a las 11.15 de la mañana, expiraba santamente en manos de Dios, Creador y Padre.


CORONA

 

Los funerales del Padre Bernabé en San Miguel de los Bancos

 

como una apoteosis de amor

El día 30 de abril, sábado, se le hicieron los funerales al P. Bernabé en la iglesia de La Concepción, presididos por el superior de la Viceprovincial, P. Ramón Echegaray, concelebrando numerosos sacerdotes.

Un testigo escribe: "Recuerdo que la homilía del P. Viceprovincial, P. Echegaray, fue muy cristiana y fervorosa... La despedida eclesial fue muy emotiva, sobre todo por parte de las docenas de religiosas de diversas congregaciones allí presentes. Pero quizás el gesto más llamativo fue la organización del cortejo fúnebre para trasladarlo a su iglesia de San Miguel de los Bancos.

Los nativos se apoderaron del féretro y lo colocaron en un camión descubierto. Cubrieron el féretro de flores sencillas y lo rodearon, sentándose en sencillos bancos. La cabina del camión fue adornada con signos y símbolos medio fúnebres, medio festivos. Antes de partir, rezaban y cantaban. Al mismo tiempo eran prevenidos y acopiaban comida y bebida para las largas horas de camino. Los superiores de la Viceprovincia le acompañarían durante el trayecto, para darle la última despedida en su parroquia y para entrar en su pobre casa y hacerse cargo de sus pobres enseres" (454).

 

* * *

Los textos que brindamos a continuación están tomados de una cinta magnetofónica, donde quedó grabado el funeral que se le hizo en San Miguel de los Bancos. Tanto la homilía del Párroco como la alocución del Viceprovincial muestran, por el tono, que fueron dos intervenciones no escritas. En cambio, la pequeña alocución de la mujer nativa, tras el funeral, sí que parece que fue un discursito traído escrito.

Mientras lo traían en el féretro para conducirlo a la iglesia, donde se le había de enterrar y donde los fieles habían abierto la tumba ante el altar mayor, le cantaron las coplas que transcribimos. Las compuso una sencilla mujer del pueblo, la señora María Aguilar. Y la gente las cantaba con aquella música "guadalupana" de aquellas letrillas que cantan los mexicanos: "Desde el cielo una hermosa mañana / la Guadalupana / bajó al Tepeyac". Lo que no aperece en la letra es ese sonsonete repetido de la tonada lleno de encanto y ternura.

En el centro de una blanca nube
se vino de España
para San Miguel.
Y por eso los sanmigueleños
te queremos, Padre,
Padre Bernabé.
Padrecito con cara de cielo,
gloria de este pueblo,
que es tu concepción.
Este pueblo que tanto te ama
se arroja en las llamas
de tu corazón.
Este pueblo de nuestro Pastor
te retorna al Padre
para despedir.
Padrecito humilde de España,
míranos postrados
a tu bendición.

Homilía del Párroco, don Ramiro Villar

La Misa se celebró el domingo 1 de mayo de 1988, con los textos de la liturgia del día, a saber, V domingo de Pascua del ciclo B. Las lecturas bíblicas fueron: Hch 9,26-31; 1Jn 3,18-24; Jn 15,1-8.

"En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hermanos:

Nos habla el Evangelio de hoy de cuan preciso es que estemos unidos a Cristo. Nos dice con una frase bien tajante: Sin mí nada podéis hacer...Sin mí nada podéis hacer... Hermanos, muchas cosas buenas hacemos, pero muchas de ellas no le agradarán ni tendrán mérito ante sus ojos, si no las hacemos a través de la gracia de Cristo, a través de la unión con él.

De esta búsqueda de Cristo, que es Camino, Verdad y Vida, sabemos que nos ha dado un ejemplo, un testimonio culminante, el Padre Bernabé.

Hermanos, sí que San Juan Bautista, cuando ya al final de sus tareas apostólicas, Cristo ya empezaba a predicar y empezaba a llenarse, a arrastrar más gente que él, y le reprochaban los discípulos: Que tienes que hacer algo, que se nos lleva la gente, y dice él: Es preciso que él aumente y yo disminuya.

Hermanos, ahora todos los que estamos haciendo un acto de verdadero amor, respeto y veneración al Padre Bernabé. Pero el Padre Bernabé lo que hizo todo es para que Cristo fuese enaltecido, para que Cristo fuese amado, para que Cristo viviese en su corazón. No para otra cosa supo vivir el Padre Bernabé. El quiso ser pequeño, humilde, quedar en segundo lugar, para que Cristo fuese reinando en los corazones. Este testimonio de humildad, de servicio entregado, como también nos lo muestra aquí San Pablo trae consigo, hermanos, muchas veces la incomprensión, la ingratitud, el hecho de que a veces no le hayamos correspondido, no correspondamos con nuestra gratitud a Dios ni acaso a los que nos sirven, como el Padre Bernabé.

Ahora, hermanos, que estamos todos aquí reunidos para testimoniar ese amor que le tenemos, que sea de manera grata a Dios, grata a Cristo; que sea Cristo, Nuestro Señor, el que no encuentre obstáculo en nuestro corazón; que sea Cristo el que reine en él, para que también nosotros demos fruto, hermanos.

También el P. Bernabé tuvo que tomar la cruz; ese podar que tiene el Señor, ese estilo de que los que den fruto los poda, les envía cruces para que también así den más fruto. El tuvo también que tomar la cruz de su ancianidad, él que hizo tantas correrías de kilómetros, tuvo los últimos años de su vida que quedar acá, sin poder ir por ahí apenas, muchas veces. Tuvo que tomar esa cruz de la disminución física, para que así diese más fruto, para que así ante Dios, ofreciéndose en holocausto, pudiese rendir el último servicio a esta parroquia y a todos los que sirvió.

También nosotros, hermanos, así como el P. Bernabé, tendremos nuestras cruces, tendremos nuestros momentos amargos, nuestros momentos de disminución. Que tomemos, como el Padre Bernabé, la cruz por amor, porque así nos haremos vehículos, caminos, cauces de santificación para los demás.

Hermanos, de esta manera verdaderamente habremos aprendido el amor, ejemplo que nos puede dar el Padre Bernabé: seguir a Cristo hasta el Calvario, hasta el final de la vida. Por eso, hermanos, nosotros ahora tenemos que tomar esa tarea que hacía el Padre Bernabé y poner de nuestra parte todo lo que es necesario para que esta comunidad eclesial, esta parroquia, crezca en fe, en esperanza, en la caridad; que sepamos que la gracia de Cristo no nos ha de faltar y que efectivamente tampoco nos ha de faltar la intervención del Padre Bernabé desde los cielos. Ahora que tenemos un valedor ante Dios pidamos con confianza al Señor y de seguro él por honrar a su siervo nos lo concederá lo que pidamos, si es conforme a su santa voluntad. Ahora, hermanos, pidamos conforme a lo que el Señor nos enseñó en el Padrenuestro: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

 

Hemos perdido a nuestro Padre Bernabé, verdad que no definitivamente, pero más bien bruscamente, como no esperábamos tener que despedirnos de él. Es la voluntad del Señor; pues aceptémoslo, y vivamos en ésta y en cualquier ocasión la voluntad de Dios con ánimo, fortaleza y con deseos de que este nuestro servicio, humilde y entregado cada día al Señor, rinda fruto de vida eterna. Así sea.

venerando

 

  en la caja

Alocución del Viceprovincial de los Capuchinos de Ecuador, P. Ramón Echegaray

El Párroco: "Ahora el Padre Viceprovincial de la Comunidad Capuchina quiere dirigirles unas palabras"

...recintos de esta Parroquia... y demás recintos de toda esta zona... (455), ¡bienvenidos en este momento a demostrarle al Padre Bernabé, el que silenciosamente recorrió todas estas regiones, el aprecio y la comunión de fe de...! ¡Gracias por haber venido a este momento, en que el Padre Bernabé no podía decir... se ha separado de nosotros, sino que él permanece, permanece entre nosotros como el compañero perfecto que estará vigilante en todas las tareas pastorales..., porque él se queda presente aquí en su cuerpo, en su cadáver, en sus restos mortales; pero, sobre todo, queda presente en su oración al Padre por estas regiones que fueron toda la ilusión sacerdotal suya.

Por eso gracias porque vosotros - diría yo - en un plan de auténtica peregrinación, os habéis hecho presentes en este momento, no tanto para llorar la despedida cuanto para alabar al Padre porque nos dio a un gran pastor, por toda la tarea evangelizadora que realizó durante 18 años en este sector y durante 26 años en todas estas zonas de extensión apostólica, de su servicio generoso y de su entrega total a la salvación de las almas. Y vosotros mismos sois los que nos podríais contar mil cosas, que... su gran tarea evangelizadora y el gran consuelo que dejó en vuestras almas, del gran aliento que llevó a vuestros hogares y a vuestro corazón.

Por eso, ahora, en esta peregrinación de comunión y de fe, habéis demostrado verdaderamente que el trabajo del Padre Bernabé durante todos estos años ha sido un trabajo gratificante, que ha merecido vuestra gratitud, que ha merecido vuestra presencia en este momento en que comienza ahora su verdadera unión salvadora y misionera. Santa Teresita del Niño Jesús antes de morir dijo: "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra". Yo estoy cierto que él, devoto también de Santa Teresita, él estará repitiendo ahora: "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en todas estas regiones del Noroccidente de Pichincha".

El querrá desde el cielo pedirle a la Santísima Virgen, pedirle a Dios Nuestro Señor, por mediación de Jesucristo, nuestro Mediador supremo, que vaya derramando sus gracias sobre cada uno de ustedes, sobre sus hogares, sobre sus trabajos, sobre sus campos, sobre sus vidas, sobre sus comunidades, para que, en verdad, exista un pueblo unido, capaz de llevar adelante esta tarea, terrena y divina, de la unidad, del amor, de la justicia y del trabajo por el bien de todos. Esto es lo que quería el Padre Bernabé; y, por consiguiente, esto es lo que este pueblo tiene que realizar.

Porque un mensaje que se pierde después en el olvido y en el descuido del corazón que ha sido evangelizado, no estaría bien y le hubiera hecho llorar seguramente al Padre Bernabé en vida. Pero si él hubiera sabido que en verdad, en verdad, el Evangelio iba a quedar como una semilla en el corazón de y en todos estos pueblos y que esa semilla evangelizadora a través de los nuevos evangelizadores, a través de vuestro queridísimo Párroco, el P. Ramiro, a través de todos los demás evangelizadores de estas regiones que están siguiendo los pasos evangelizadores de él; si él hubiera sabido que, en verdad, esa semilla iba a continuar creciendo y que iba a desarrollar en un amor intenso a Dios, en una vida cristiana que llegase a arreglar todos los hogares y que llegase a la unidad de todos los pueblos, él hubiera alabado al Señor por esta obra grande del Señor a través de sus correrías apostólicas. Gracias, pues, por haceros presentes en este momento.

Y, para terminar, yo querría pedirles un favor: a todos, a todos los que estáis presentes. Y llevad este favor que os voy a pedir, también como mensaje a todas vuestras familias y a los ausentes, llevádselo. Es un favor que os piden los Hermanos de la Comunidad de los Padres Capuchinos para que tengamos un recuerdo más vivo de él. Ustedes tienen muchas historias que contar; ustedes tienen muchos favores que han recibido del Padre Bernabé, favores de consuelo, favores de orientación, de una forma maravillosa e inclusive también... no sé qué es lo que ha pasado con el Padre Bernabé, pero tanto en España, su país de origen como aquí, alrededor de él se ha creado una aureola maravillosa de algo sobrenatural, de algo que no es lo normal en la vida de un hombre, como de una presencia viva de Dios, inclusive hasta maravillosa y milagrosa y que... cuántas anécdotas, cuántas historias van circulando por la gente.

Por eso yo a vosotros os pediría lo siguiente. Cada uno de ustedes que sepa una historia del Padre Bernabé, por favor, nos la escribe, con sus nombres, los que han sido propagandistas de esa historia, con su fecha exacta o bastante aproximada, nos la escribe. Y si ustedes, los mayorcitos, quizás no saben escribir, díganle a sus hijos, pues ya sus hijos ya saben escribir. Cuéntenselos y vayan relatándonos no con palabras elegantes, sino con las palabras sencillas del pueblo. Vayan escribiéndolo y entréguenselo después a vuestro Párroco, a vuestros Párrocos, aquí al Párroco de San Miguel, al Padre Ramiro. Y si hubiese alguna Comisión que se encargara de todo esto, de recoger a lo mejor en una grabación sus comentarios, se lo agradeceríamos mucho. Ojalá, pues, esto lo pudiéramos hacer y que quedase como el recuerdo escrito de un testimonio de fe, de una vida de fe de un hermano nuestro que ha sabido vivir con Dios y que el término lo va manifestando como expresión de su fe y de la alegría de la intervención de Dios en sus vidas. Gracias, pues, si este [ ] colabora con este favor que les estamos pidiendo a ustedes.

Alocución de una mujer

[ ] al Padre Bernabé de Larraul (456).

Permitidme en esta mañana, triste y pesarosa, hacer una breve remembranza de quien fue nuestro pastor y guía espiritual, nuestro consejero y benefactor.

Hace aproximadamente un cuarto de siglo, cuando esta zona era una enmarañada selva, cuando la lluvia y la humedad eran inclementes, cuando los caminos hundían en el lodo a sus caminantes deteniéndolos, entró por primera vez un santo varón. Ese santo varón en su afán de catequizar nada lo detenía, ni los aguaceros torrenciales ni el fango de los caminos ni el frío ni el hambre ni la fatiga. Siempre llegaba oportuno a los poblados más apartados con la Palabra divina, con el consuelo a sus feligreses. Su fecunda labor se aprecia a simple vista. En cada caserío, una iglesia; en cada iglesia, el símbolo del esfuerzo de nuestro santo varón en su labor catequizadora.

Intervino decididamente en la solución de nuestras necesidades. A él debe su nombre nuestra parroquia. Fue el primer abanderado para parroquializarla y el primero en gestionar el agua potable, la canalización, el alumbrado eléctrico y otras cosas que sería largo enumerar.

Sin embargo de ello, la obra más imperecedera, la que no se borrará de nuestras vidas, es el santo ejemplo que deja sembrado en nuestros corazones, en nuestros hijos, en nuestros vecinos, en el de todo el pueblo que hoy, triste y afligido, lo acoge en la iglesia que él construyó, en la tierra que él quiso y que nunca pensó abandonar, pese a tener su propia casa en España.

Hermanito Bernabé de Larraul, descansa en paz. Gracias por tu obra fecunda aquí en la tierra. Sigue intercediendo por nosotros ante el Altísimo hasta el feliz momento de encontrarnos nuevamente contigo allá en el cielo. Adiós.

 

* * *

El escritor de estas páginas no puede menos de recoger, emocionado, el eco de las palabras de aquella mujer del pueblo, por la que hablaba el Espíritu, y decir con los ojos humedecidos:

 

¡Hermanito Bernabé, descansa en paz!

Capítulo XXIX

Retrato y mensaje del P. Bernabé

La "Positio"

Concluyó la Vida del Padre Bernabé. Por aquí pasó un humilde, podríamos decir, para resumir el itinerario, la "historia de un pobrecillo".

Si el teólogo un día tiene que redactar la "Positio" de la vida y virtudes de fray Bernabé de Larraul, sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, pienso que no le será arduo demostrar que el humilde fraile capuchino, sacerdote, practicó en grado heroico las virtudes cristianas. Según requieren los cánones, tendrá que hacer un recorrido por las tres virtudes teologales - fides, spes, charitas - para poner ante los ojos lo que, ppor otro lado, nos parece una evidencia: que fue un cristiano total en la fe, en la esperanza y en la caridad. Luego tendrá que pasar a las cuatro virtudes cardinales, gozne de todas las demás virtudes morales, y hace la misma operación con la justicia, prudencia, fortaleza y templanza.

Pero sí que este teólogo, como es propio del hombre pensante, tendría que tener tacto para discernir, en la fisonomía y estructura de nuestro biografiado, lo que es santidad de lo que es simplemente temperamento y personalidad propia. Tendrá que tener muy claro que la Iglesia canoniza la santidad, una santidad tal, digna de mostrar el camino evangélico a los fieles cristianos (de ahí la importancia de la "fama sanctitatis" entre el pueblo sencillo), esa santidad que Dios obra, con la obediencia humilde de la criatura, en aquel que se deja conducir por el Espíritu. Pero tendrá que saber que, en la santidad, "nihil obstat" que el santo tenga que soportar su propia condición, su propio modo de ser, cuestionable en ciertos puntos, que, a lo mejor, el mismo interesado lamenta.

Este teólogo experto tendrá que tener guardadas sus discretas y firmes respuestas, para cuando el defensor de la fe - el "abogado del diablo", en el antiguo popular lenguaje romano - objete: es que el P. Bernabé era un desobediente (¿de dónde?), es que no entendía de fraternidad (pero ¿qué es la fraternidad?), es que era un ingenuo (sí, ¿y qué?), es que era muy crédulo para apariciones y mensajes del cielo (de los otros, sí, no de sí mismo, pero ¡bueno!..., no todos han de ser teólogos e intelectuales...) Et ita porro...

Pero el P. Bernabé era un santo. ¿Alguien dijo que no? Algunos dijeron: Bueno, un santo a su estilo. Efectivamente, en la santa Iglesia de Dios, hay lugar para santos de muchos estilos. Lo que importa, lo que nos importa, es realmente ser santo, pues la santidad, según lo va remachando Juan Pablo II en documentos y homilías, es la base y la fuente de toda acción pastoral de todo programa pastoral de la Iglesia (457)

.

No obstante, este discurso apologético en pro de un hombre que creemos santo, nuestro capítulo final para coronar la obra, no quiere ser el comienzo de una hipotética "Positio" - ojalá alguien la haga un día - sino la presentación, en síntesis, del retrato y mensaje del querido P. Bernabé.

SEMBLANZA

El encanto del Padre Bernabé

Pregúntese -yo lo he hecho- a la gente de San Miguel, de Saloya, de San Bernabé..., de los recintos que riegan la zona, a la gente que tiene el don de la intuición, pregúntese:

- Usted me ha contado milagros del P. Bernabé..., pero, más allá de esas cosas, si usted fuera a retratar el corazón del P. Bernabé, ¿qué me diría...? ¿Qué es lo que más llamaba la atención en él?

Y la respuesta que, con cierta sorpresa y no poco agrado, se escucha es ésta:

- Era humilde.

- ¿Que era humilde...? ¿Qué significa para usted eso de "que era humilde"?

- Pues que no era soberbio..., era humilde. El P. Bernabé vivía con Dios. Todos los sacerdotes son representantes de Dios, pero el P. Bernabé era especial, como la presencia de Jesús; el P. Bernabé..., así sería San Francisco.

- Dígame un poquito más: ¿qué significa ser humilde?

- El P. Bernabé no tenía nada para sí, lo compartía todo; acogía con amor a todas las personas... Eso, más o menos, significa que era humilde.

- Le comprendo, señora. El P. Bernabé cuando escribía a personas de mucha confianza les decía: Yo soy un pobrecillo. Con una palabra o con otra, es lo mismo que lo que usted me está diciendo. Realmente el P. Bernabé era humilde ante Dios y ante los hermanos.

Naturaleza y gracia en el corazón de un pobrecillo

De natural el P. Bernabé -antes el niño José Antonio Sarasola- era una persona muy tímida, quizás introvertido. ¿Cómo ha podido influir en él el medio ambiente de su tierra vasca, de su caserío natal, de sus condiciones familiares? Preguntas que sería bien arriesgado el responderlas, pero cuya solución podría ofrecer una clave para comprenderle mejor.

En su contextura humana aparecen tres rasgos fundamentales: interioridad, ternura y fortaleza.

Su capacidad de vida interior le abre hacia el mundo de las realidades invisibles, ya desde niño. El mundo de lo sobrenatural era el ámbito donde más cómodo se encontraba. El fue siempre muy propenso a dar crédito al mundo sobrenatural de los demás. Las comunicaciones celestiales de la Virgen María con personas privilegiadas para él contaban mucho; era quizás excesivamente crédulo. Pero, personalmente, él no ha fraguado su espiritualidad en revelaciones personales: muy abierto al mundo sobrenatural de los demás, pero muy sobrio para no dar cabida en sí mismo ni a visiones ni a revelaciones.

Su sensibilidad humana se manifestaba, sobre todo, como ternura. El P. Bernabé era de unos sentimientos exquisitos que afloraban al exterior no con bulla, sino con inmensa delicadeza. Tenía una mirada llena de dulzura. Esa mirada suave -a veces triste, del hombre que sufre- era, para no pocas personas, el secreto de comunicación del P. Bernabé. Tenía unos ojos de hombre compasivo, que ha conocido la misericordia de Dios.

Rasgo de su sensibilidad es el cultivo de la amistad sobrenatural, a la que él era fiel, amistad que demostraba con la visita oportuna o la carta que escribía de su puño y letra con un pobre bolígrafo.

Era, además, un hombre revestido de una tremenda fortaleza interior. Se sacrificaba, pero esto no lo hacía porque era así, sino a base de una victoria interior por Jesucristo. A las almas que dirigía, les exhortaba a la perseverancia, a persistir con fortaleza de corazón, sólo por la gracia de Dios.

El hombre de la oración ininterrumpida

El P. Bernabé vivía en permanente oración. Todos dan testimonio, lo mismo cuando estaba en su tierra patria que como misionero en estas latitudes. Y él mismo, cuando ha de manifestar a su confesor los íntimos secretos de su vida espiritual, le dará cuenta exacta de cómo es codicioso del tiempo para orar. A la noche le quitaba horas para la oración y más a la madrugada. Si podía, procuraba no usar la cama. ¿Lo hacía por penitencia o, más bien, para tener cuerpo y alma alerta para la oración?

Le gustaba orar caminando y, de camino, ha experimentado grandes gracias del Señor. Seguramente que este deseo de activar constantemente la unión con Dios, mediante la oración, es una de las primeras razones que explican por qué prefería, para ir a los recintos, caminar más bien que subir a un carro.

Víctima de amor

A sus 18 años, antes de ingresar en el noviciado, el P. Bernabé firmó su acto de consagración ofreciéndose como víctima de amor al Amor Misericordioso. Y esto fue pauta para toda su vida, siguiendo el ejemplo y las huellas de Santa Teresita.

El P. Bernabé vive en una negación total: comida parca y lo más pobre, vestido remendado, sueño en el suelo...; pero todo esto lo hace no por tallar la personalidad del hombre heroico que ha alcanzado la victoria sobre sí mismo, sino como amor en respuesta al Amor, uniendo sus padecimientos a Cristo crucificado por la salvación del mundo. Esta víctima de amor es una víctima intercesora.

Al caminar por estas montañas, con mucha frecuencia - las gentes dicen que habitualmente -, se quitaba las sandalias y caminaba a pie desnudo. Era la figura del apóstol peregrino, enviado a anunciar el Evangelio, y, al mismo tiempo, el pobre del Señor que se siente solidario con los más pobres de la tierra, hombres y mujercitas, que caminan descalzos.

Jesús Crucificado

Otro rasgo de esa solidaridad del hombre abnegado y corredentor, por Jesús, que se hizo uno de nosotros, era el cargar la cruz y llevarla por las calles de San Miguel de los Bancos. Tantas personas dan testimonio de cómo le han visto, por la noche o a la madrugada, con la cruz a los hombros.

Y él mismo nos ha contado en su autobiografía la importancia que tuvo en su vida el ejercicio diario del Vía Crucis.

La Eucaristía, centro de su existencia

La Eucaristía, para el P. Bernabé, no es una devoción; es auténticamente el centro de su existencia. Para él, la Eucaristía es el punto de cita y encuentro con el amor de Dios. Devociones son el Vía Crucis, el rosario de las llagas..., oraciones que hacía y aconsejaba. La Eucaristía era la condensación de todos los misterios y el centro de su vida. Por eso, algunas personas han percibido como una especie de transfiguración espiritual que se operaba en el P. Bernabé, cuando celebraba el sacrificio del altar. Sea lo que sea de tales percepciones, la verdad íntima de su corazón es que, para el P. Bernabé, la Eucaristía era la raíz y el centro de todo.

En sus viejos escritos para la predicación, estando en su tierra, desarrolla en un folleto sobre la Santa Misa estos temas centrales, que, sin duda, son el reflejo de sus vivencias personales: "La santa Misa, ofrenda de Jesucristo; Jesucristo en cada Misa renueva su Encarnación; Jesús en cada Misa renueva su Nacimiento; En la santa Misa se renueva la vida de Jesús; Jesucristo en la santa Misa renueva su plegaria; Jesucristo en cada Misa renueva su Pasión; Jesucristo en la santa Misa renueva su muerte en cruz; Jesucristo en cada Misa derrama su sangre."

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús era para él la genuina representación de Jesús que nos transmite el amor de Dios; y con esta imagen, el crucifijo. Tenía una devoción especial al crucifijo representado como Amor Misericordioso: la Cruz unida a la santa Forma de la Eucaristía, derramando los dones de redención sobre el mundo. Ese crucifijo del Amor Misericordioso es el que preside la iglesia de San Miguel de los Bancos.

Del centro de la celebración eucarística irradiaba la veneración al Sacramento del Altar. El Sagrario desde pequeño ejerció para él una fascinación irresistible. Se comprenderá su deseo de fomentar formas de adoración a Jesús Sacramentado: la Hora Santa, los Jueves Eucarísticos... Los fieles de Santa Elena y de San Miguel de los Bancos saben que, aunque el P. Bernabé estuviera en misión por los recintos, no había de faltar en la hora señalada del Jueves para la adoración del Señor en la Eucaristía.

La Virgen María, forma de vida en la unión con Cristo

De pequeño, el P. Bernabé, en el Seminario Seráfico descubrió el camino de la verdadera devoción a María, enseñado por el entonces Bto. Luis María Grignon de Monfort, hoy S. Luis María. Es la consagración como esclavo de amor para ir a Jesús a través de María -ad Iesum per Mariam- y hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María. Fue el descubrimiento de un secreto y en esta línea permaneció toda la vida. María, para el P. Bernabé, era la Madre de piedad que nos lleva a Jesús. Veneraba particularmente a la Dolorosa.

Más tarde, en los años de preparación para el sacerdocio, descubrió la obra de la Vble. Madre María de Jesús de Agreda La Mística Ciudad de Dios y aquí encontró para siempre un manantial inexhausto de maravillas y de espiritualidad.

Los mensajes de María a través de diversas apariciones - sobre todo Fátima - fueron otro de los veneros de su espiritualidad, concluyendo en los últimos años de su vida con su ferviente adhesión al Movimiento Sacerdotal Mariano, del que fue nombrado responsable en Ecuador.

Este cuadro ha sido el clima de su espiritualidad mariana. El amor siempre es un secreto, y el amor filial y tierno del pobrecillo Bernabé a la Virgen María, Madre de piedad, es igualmente un secreto de su corazón. Entre los fieles cultivó el rezo del santo Rosario, y aconsejaba fervientemente el Rosario en familia.

La Iglesia y el mundo

Como fiel cristiano, dentro de la Iglesia el P. Bernabé estuvo inserto en una familia religiosa llamada la Orden de Hermanos Menores Capuchinos. Los capuchinos profesan la Regla de San Francisco - que vivió en el siglo XIII - y sus propias Constituciones renovadas después del Concilio. El P. Bernabé quiso ser franciscano y capuchino hasta los tuétanos; desde joven quiso ser pobre con todas las consecuencias. Las personas que le han visto, bien han podido decir que el humilde P. Bernabé no tenía nada y que quiso vivir al ras de la familia más sencilla. Cuando iba a una casa, no quería que le obsequiasen con gallina o carne de res; se sentía feliz teniendo un jugo de papaya, yuca..., lo que todos podían brindarle.

Poco pudo vivir acompañado de otros hermanos; él sufría por esto, porque él quería vivir en fraternidad, como es la norma habitual de los capuchinos. Lo mismo que sufría al ver que la renovación de la Orden no guardaba, a su parecer, el espíritu sobrenatural que él soñaba.

También le apenaba la situación de sectores de la Iglesia. Leía asiduamente los discursos del Papa y, aun siendo tan pobre como era, estaba suscrito a L'Osservatore Romano, para estar al tanto de la documentación pontificia.

Sus módulos pastorales no fueron precisamente Medellín y Puebla (que sin duda acogía cordialmente) o las perspectivas de una teología de la liberación... Querer medir al P. Bernabé por estos conceptos es descentrar su figura y no advertir que su enorme eficacia liberadora actuaba de otra manera. Era un enamorado de las almas; el celo apostólico era un criterio sumo para reestructurar su sentido de obediencia -él que quiso ser "víctima de obediencia"- y de fraternidad. De hecho, el encuentro con el P. Bernabé producía conversión y consuelo.

Visiones y mensajes de las almas santas

El P. Bernabé no cuenta de sí mismo visiones ni mensajes del cielo. Pero sí que creía en estos fenómenos, cuando se trataba de almas santas. Los hermanos opinan en este punto, casi todos, que era muy crédulo, muy ingenuo... Y personalmente tengo mis propias reservas a este modo de ser del P. Bernabé. Pero la teología es muy ancha, y el buen teólogo sabe que el Señor se entrega a sus hijos según la idiosincrasia de los mismos. Y también en esto está el misterio de la Encarnación. Por ello, no hay que porfiar para rebatir al P. Bernabé en esta peculiaridad, que fue algo suyo..., y que ciertamente para él fue cauce de espiritualidad.

Los milagros del P. Bernabé

La gente sencilla está persuadida de que el P. Bernabé hacía milagros, gracia que normalmente no atribuyen a otros misioneros. Esos milagros los cuentan en todos los recintos. Hacía milagros - se piensa - porque era santo... y porque, si había una necesidad que resolver, el P. Bernabé venía en auxilio de los pobres y sacaba de apuros. Los milagros son:

- cómo, caminando a pie, podía llegar antes que los que viajaban en el bus y estaba a punto para celebrar la misa,

- cómo, a la madrecita que no tenía nada de comer para acallar al guagua que lloraba de hambre, al momento el P. Bernabé hacía aparecer el alimento que antes no existía,

- cómo curaba a personas que estaban en trance de muerte o a enfermos o imposibilitados que padecían por sus limitaciones,

- cómo convertía a los pecadores, y arreglaba pacíficamente matrimonios en trance de romperse,

- cómo, con su bendición, alejaba plagas dañinas de los campos,

- cómo los que se resistían a sus buenos consejos, pagaban a veces las consecuencias con desgracias...

Algunos sucesos del P. Bernabé se parecen a los milagros del Señor. Quizás sea una manera de decir que Dios estaba con el humilde siervo Bernabé y que Dios, sirviéndose de las personas de verdad a él entregadas, sale a favor de los más desprotegidos. Hay todo un lenguaje y símbolo en lo que la gente dice o quiere decir cuando habla de los milagros del P. Bernabé, un lenguaje que no es ajeno, ni mucho menos, al que ha utilizado la Sagrada Escritura.

Otras personas, por otro camino más difícil de analizar, han creído penetrar las interioridades del P. Bernabé, de aquellas maravillas que ocurrían en su alma sobre todo en el momento de la celebración de la Eucaristía.

No pocos se encomiendan a él, ahora que es difunto, y dicen que sienten la protección y la intercesión del P. Bernabé.


 

CONVERSACIÓN CON SU CARDENAL

 

¿Camino de los altares?

El Cardenal Pablo Muñoz Vega

Traer aquí la figura del cardenal jesuita ecuatoriano Pablo Muñoz Vega (1903-1994), puede ser un autorizado remate de esta meticulosa biografía del P. Bernabé. A su muerte, el 3 de junio de 1994, L'Osservatore Romano publicó una espléndida semblanza, que, a juzgar por el contenido, no era una "laus" de circunstancia (458).

Había nacido en Mira, diócesis de Tulcán, el 23 de mayo de 1903. A los 15 años ingresó en la Compañía de Jesús. Realizó estudios filosóficos y teológicos en la Gregoriana, y su doctorado en teología versó sobre "La psicología de la conversión en san Agustín". En 1937 fue nombrado profesor de la Gregoriana en las áreas de filosofía y psicología. En 1949 fue nombrado Viceprovincial de los jesuitas en Ecuador. Su próspera gestión contribuyó a que la Viceprovincia pasara a ser Provincia. En 1954 obtuvo la fundación de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. En 1958 fue nombrado rector magnífico de la Pontificia Universidad Gregoriana, cargo que desempeñó hasta 1963, volviendo al mismo tiempo a la docencia como profesor de psicología de la religión. Pablo VI lo nombró en 1964 obispo coadjutor del cardenal arzobispo de Quito, Carlos María de la Torre. Pasó a ser arzobispo primado de Quito el 23 de junio de 1967, y fue creado cardenal en el consistorio del 28 de abril de 1969.

El prestigio del cardenal Muñoz Vega era indiscutible en Ecuador, como intelectual y como pastor. En nuestra Viceprovincia capuchina de Ecuador era voz común que el Cardenal y el P. Bernabé eran buenos amigos. Ninguna sorpresa para quien esto escribe encontrar en el archivo de la Viceprovincia testimonios como éste, dirigido en aquel entonces por el Cardenal Arzobispo de Quito al Custodio P. Santos de Egüés: "El P. Bernabé es una prueba y un ejemplo de todo cuanto se puede realizar en favor de nuestro pueblo..." (459)

Como superior provincial de capuchinos, ya le había visitado al Cardenal, en ejercicio de mi cargo, haciendo la visita a los hermanos de la Viceprovincia. Ahora, previa llamada telefónica, le visitaba, por así decir, como historiador, más exactamente como biógrafo del P. Bernabé. Agradecí la compañía del P. Benito Andueza, y en la mañana del 30 de septiembre de 1992 fuimos a visitar al anciano cardenal en la Casa del Sagrado Corazón, donde reside, al sur de Quito.

El cardenal, de 89 años, tiene la mente lúcida. Ha aceptado de muy buen grado la entrevista. Le ruego que permita grabar la conversación. Accede, pero pide, antes de que se abra el magnetófono, una breve pausa de concentración para evocar recuerdos..., ¿acaso más secretamente para ponerse en la presencia del Señor? Abrimos la grabadora, donde suena lo que sigue. El P. Benito está presente, pero no interviene en el diálogo.

Primeros encuentros

(Mi voz: En este momento estamos con el Sr. Cardenal Pablo Muñoz Vega, que vive justamente en la Casa del Sagrado Corazón, aquí en Quito, en la parte de La Armenia, en una casa que él edificó como centro de espiritualidad y para retiro de sacerdotes) (460).

- Vamos a ver, Sr. Cardenal, sus recuerdos... espontáneamente acerca del P. Bernabé, que tengo entendido que usted le admiró muchísimo.

- Es muy cierto que yo le admiré profundamente al P. Bernabé. Yo llegué a Quito como Obispo Coadjutor del cardenal De la Torre en el año 64, y en julio de ese año ya me hizo el P. Bernabé la primera visita. Entonces concertamos que yo iría a visitarle a él en la Zona, en la que era misionero con los Padres Capuchinos. Así la primera fuerte impresión que yo he tenido del P. Bernabé la recibí precisamente en esta visita

- Una visita pastoral que usted hizo el año 1965.

- El año 65, sí. Con él recorrí prácticamente todos los pueblos; en todos se estaba realizando la obra misional de los capuchinos. La enumeración de los pueblos la dejamos para otra ocasión...



Recuerdos de Gualea, Nanegalito y otras poblaciones

- Sí.

- Lo encontré en Gualea; o más exactamente, recuerdo que él vino a encontrarme a mí en Nanegalito, o sea, la primera población que atendían los Padres de la Orden Capuchina. De allí pasamos a las demás. Me di cuenta, conforme hacíamos la visita pastoral, de la veneración tan sincera, tan honda, que la población le tenía al P. Bernabé como a un santo.

Cuando me recibió allí, también yo me encontré con la dificultad del clima; no estaba muy habituado al clima tropical que hay allí. Y realmente me impresionó cómo conservaba su hábito capuchino, exactamente como si estuviese en cualquier otro lugar del Ecuador.

Recorrimos, como decía antes, todas las poblaciones, menos Mindo. Y estuvimos particularmente en Pacto, allí planificando, ya más concretamente, lo que convenía que fuese el trabajo a desarrollarse, desde entonces, en el que estaba yo sumamente interesado para el bien espiritual de esa Zona.

- Después firmó usted un acta muy amplia de esta visita.

- Sí, esto es. Claro..., comprendí que la población se encontraba en unas grandes necesidades, no solamente de sentido humano, económico, de salud...; más particularmente de sentido espiritual. Es una parte de nuestro pueblo, que siempre ha sufrido, que había ido allá para ver si encontraba un porvenir mejor, con todas las dificultades que una tarea así tiene cuando se inicia. Por eso, la presencia allí de un misionero como el P. Bernabé, me di cuenta que era la presencia de un apóstol que consuela, que da ánimo, que orienta en los problemas que tienen, que está siempre muy cerca, y realmente identificado con la gente también en cuanto la dureza de la vida. Todo esto a mí me edificaba muy grandemente.

Así tornamos a Chontapamba, y me acuerdo que ya nos encontrábamos bastante tarde, prácticamente a principios de la noche, y como yo le había hablando de Mindo, que no tenía ninguna atención espiritual..., entonces incluso me propuso ir a Mindo, esa misma noche. Mis compañeros de visita pastoral no creyeron oportuno; les pareció también que ya era excesivo. Por ello no fuimos allá.

Pero comprendí que necesitábamos allí también una presencia de los Padres Capuchinos más numerosa. Ya la población había crecido bastante; los pueblos eran muchos; estaban a distancias muy considerables unos de otros; aunque los que había, particularmente el P. Bernabé, no ahorraban ningún esfuerzo para poder trasladarse y atender en cualquier hora del día y aun de la noche. Sin embargo, esto ya sobrepasaba las fuerzas humanas.

Por esto, volví a Quito con la idea de tratar de promover aquí una nueva misión; ante todo, procurando que el Superior Provincial nos diese un personal más numeroso. Así ya pude también conseguir que fuese atendida la población que estaba más marginada, la de Mindo. Allí se estableció, ya desde entonces, el colegio de las Hermanas de la Providencia; ello también necesitaba un poquito más de atención espiritual en lo posible. El P. Bernabé siempre fue para todos el Padre, sobre todo, el ejemplo vivo de cómo en lugares así se debe realizar la misión apostólica.

Encuentros de mutua ayuda espiritual

Luego retorné varias veces, durante el período que estuve como Arzobispo de Quito, a esa parte noroccidental de la provincia de Pichincha de la arquidiócesis de Quito. Siempre mis encuentros con el P. Bernabé fueron no solamente encuentros de mutua ayuda espiritual, sino también, yo diría, de una amistad fraterna. Y yo comencé a notar que él también se sentía muy adherido a su Obispo, de modo que me lo testimoniaba de manera muy sencilla, pero asimismo muy leal, muy fraterna.

Recuerdos en torno a la pastoral de San Miguel de los Bancos

Así se pudo ir desarrollando ya un trabajo misionero, de modo que pudimos pensar en la fundación de parroquias. Durante el tiempo en que yo estuve, también se logró dar un desarrollo mayor a la población de San Miguel de los Bancos, también en el sentido de atención espiritual. Y esto ha sido muy oportuno, porque de nuevo resultó que la población iba alcanzando mayor desarrollo; fue justamente ésta, la de San Miguel, que ahora es cabecera de cantón.

Con ello vino el proyecto de ir adelante con la construcción de la iglesia para esta parroquia. Ya estaban pensando desde antes, y el P. Bernabé realmente puso allí toda su buena fuerza de alguien que provenía de la estirpe vasca, con constancia. A la verdad los medios con que le podíamos ayudar desde la Curia de Quito eran escasos, porque nuestra situación general de la Iglesia en Ecuador era de notable pobreza. Tuvimos, es cierto, esta ayuda provincial... Esto permitió que pudiéramos dar un poquito más de desarrollo en esas obras.

El progreso fue considerable; porque, cuando yo hice la primera visita, efectivamente, los centros de misión en cuanto a capillas, iglesias, y más en cuanto a casas parroquiales o de misión para los padres, eran de mucha pobreza. No tenían, incluso, lo que es menester que se tenga para un trabajo que pueda hacerse con un poco más de facilidad. Así también, creo que durante estos cuatro lustros se logró realmente que también en este sentido, que yo llamaría de la infraestructura pastoral, se diese un buen progreso.

Virtudes de carácter extraordinario y tipo de espiritualidad

Entretanto mis relaciones con el P. Bernabé fueron creciendo en el sentido de que yo fui viendo, cada vez más claramente, que las virtudes del P. Bernabé eran virtudes no ordinarias; tenían carácter extraordinario. En algunos casos, me di cuenta de que era también heroico su comportamiento: en la manera como trataba a la gente, incluso cuando era mal comprendido, porque, dado su celo apostólico y su rectitud, también era exigente. El quería que en las cuestiones morales sus feligreses correspondiesen a lo que debe ser un buen cristiano; esto no es tan fácil en regiones como ésas. Y por ello, tuvo que superar algunas contrariedades; pero siempre como lo hace realmente un hombre de Dios, un hombre santo. Lo que busca realmente es la gloria de Dios y el bien de la Iglesia, el auténtico progreso espiritual de la población, y, por tanto, la santificación del pueblo de Dios en la fe.

Ciertamente, su espiritualidad yo fui notando que era una espiritualidad ya enraizada en lo que creo que es lo sustancial en el espíritu capuchino. Realmente era para mí un ejemplo vivo de cómo este grande ideal de la vocación misional de la Orden Capuchina se había perpetuado. Lo conservaba él muy claro en su miseria y lo abrazaba también con mucha voluntad, demostrando también en ello el temple de su carácter, porque a la verdad la energía que desplegaba allí, en la misión, era un temple no comprensible para quien no ve las cosas sino humanamente. Era un derroche de fuerzas que podían haberle agotado definitivamente, pero no sucedía así; aun cuando me costaba, puesto que en España no estuvo bien de salud. Al contrario, me escribió una carta y me decía la esperanza de una mejor salud.

Entonces se hubiera podido pensar que con esa salud no podía ejercer un ministerio en la Zona, tan amplia y tan abnegada, como lo hizo allá. Resistía a estos trabajos agotadores; alguna veces, ¡claro!, llegaba un poco a los extremos. Entonces yo mismo, cuando él me visitaba en Quito, le insistía en que se cuidase, y que cuando sienta algo más grave que se venga a la clínica Pasteur, para que allí le atiendan. Yo les recomendaba a las religiosas que, cuando se presente el P. Bernabé, le acojan con todo empeño, como si fuese a mí mismo. Y efectivamente, sobre todo las religiosas...; pues, sí, incluso resultó ser una hija espiritual de él, que aprovechaba de cuando venía.

- Era la madre Flor María.

- Flor María, sí.

Cuando fui para la bendición de la iglesia, tuve una prueba todavía más concreta de lo que era la vida personal privada del P. Bernabé, porque me empeñé en entrar en el cuartito en donde él dormía y vivía. Mi impresión fue [muy grande], porque no se puede pensar en algo más sencillo, más austero que lo que yo vi en ese cuartito. Incluso para su descanso, para dormir, no me explicaba cómo allí se podía descansar suficientemente para tanto trabajo. De modo que esa forma de austeridad el mundo moderno no la conoce.

Por tanto, para mí la figura del P. Bernabé tiene, sobre todo, sentido de haber traído aquí, a estos lugares, y por tanto a nuestro querido [pueblo] de la Iglesia del Ecuador, un testimonio de cómo un religioso que en lo relativo a lo más esencial de su espiritualidad propia y al modo de encarnarla - por tanto, de verificar la misión -, pues... realmente logra hacer de tal manera, que ahí se ve que lo que se piensa y lo que se tiene como ideal, eso lo verifica con toda sinceridad en lo posible.

Una cosa en común

- Mire, tienen ustedes una cosa en común, el P. Bernabé y usted, que es que se ordenaron el año 1933 y he visto en la Guía Eclesiástica del Ecuador que usted recibió la ordenación sacerdotal, si no me equivoco, el 15 de abril de 1933.

- Fue el 25 de julio.

- Bueno..., de todas maneras el P. Bernabé se ordenó en el mes de junio de 1933.

- Un mes antes, nada más.

- Si..., en torno a la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El celebró la Primera Misa el día del Sagrado Corazón de Jesús. Usted dice que llegaron a una verdadera amistad fraternal con el P. Bernabé. ¿El P. Bernabé le escribía a usted en plan ya no oficial, sino en plan amistoso?

- No, correspondencia no (461).

¿Un santo para la Iglesia en Ecuador?

- No, no tuvieron.

Le voy a hacer una pregunta que no me he atrevido a hacerla a ninguno, porque no quiero tampoco extrapolar las cosas. ¿Es posible tener alguna intuición de que un día el P. Bernabé haya de ser, como santo reconocido por la Iglesia, una gloria de la Iglesia Ecuatoriana?

- Bueno..., quiero decir que, particularmente, después de su fallecimiento y, teniendo en cuenta más en concreto lo que yo había presenciado en el período anterior, que fue de los dos lustros quizás anteriores a su muerte, entonces sí. Yo he pensado que un proceso de virtudes heroicas sí puede ser hecho.

- Según su criterio, sí.

Objeciones contra el P. Bernabé

Al P. Bernabé todos los religiosos la admiten como un hombre extraordinario y santo. En eso nadie le pone duda. Pero sí que se le pone duda en otros aspectos, diciendo, por ejemplo, que su pastoral no iba a tono con las orientaciones de Puebla..., en fin, por donde va trabajando el episcopado latinoamericano. ¿A usted le parece que...?

- Sí, éste es un punto importante para dar un juicio del todo objetivo. La pastoral del P. Bernabé era la de un profeta, de un hombre de Dios, en unas circunstancias concretas, en una misión como ésa. Pero actualización en el sentido pastoral, el P. Bernabé no la tuvo. Por ello, poder hablar ya de una renovación de la pastoral en cuanto a aquella que estaba dando el P. Bernabé..., pues hubiera sido menester, efectivamente, encauzar las cosas con criterios más actuales. Ahora, yo no creí que al P. Bernabé había que un poco obligarlo a que entre por ese cauce. No estaba preparado para una renovación de ese tipo. Por ello, también en el fondo, había en su sentimiento una disconformidad con algunas iniciativas que se trataba de promover allí en esa línea, que corresponde más al plan de la Iglesia y en cuanto a la renovación pastoral.

Ahora, yo creí en todo ese tiempo, y también ahora, que no a todos los grandes apóstoles, particularmente en el trabajo misionero, hay que exigirles ciertas formas de renovación, que no pueden ser hasta asumidas, desde el interior, con una cierta facilidad, no del corazón sino de la mente misma. Y el P. Bernabé en ese sentido no era tampoco un apóstol de una mentalidad un poco flexible, que pudiera..., a pesar de su edad, pudiera, sin embargo, rejuvenecerse, para tomar esos rumbos; más bien, lo que sucede es que se estancaba.

- Sí, mire: como objeción que se hace al tipo de ser del P. Bernabé es la siguiente, ésa no ya desde la pastoral sino de la vivencia de la vida religiosa.

(Hay en este momento una llamada telefónica que debe atender el cardenal).

Después de esta interrupción del teléfono quería preguntarle, para concluir, otra cosa que se refiere, no a la pastoral que ejercitaba el P. Bernabé, sino más bien a esa vivencia de vida religiosa. En esta profunda renovación que ha tenido nuestra Orden, hoy se valora mucho el espíritu de fraternidad. Y entonces..., en conversaciones - no sé hasta qué punto en plan serio o en un plan un poco de comentario - se dice que el P. Bernabé en cuestión de fraternidad..., pues que no; vivía a su aire. Y por otra parte que el espíritu de obediencia, pues que..., en fin, que terminaba haciendo la suya. Usted ¿qué piensa de estas objeciones?

- Bueno..., efectivamente, sí y no, en esto.

Ya me doy cuenta que el P. Bernabé no se encontraba tan adherido a lo que él estaba viendo que sucede en el movimiento de renovación en el que tenía que entrar la Orden Capuchina. Más bien, él era de lo antiguo. Esto por una parte. Por otra parte hay esto: habría que tener en cuenta el carácter del P. Bernabé. Por ello, no para todos resultaba grato, cómodo.

(Cambio de cara en la casete; se pierde alguna palabra).

Esta es la razón por la que no vi yo que estuviese viviendo realmente la vida de comunidad con facilidad. No le faltaba el amor fraterno, pero en la vida de comunidad también entra mucho el temperamento, el carácter, y hace falta que también en el ambiente mismo haya elementos, haya factores que ayuden para procurar que se viva más fácilmente la fraternidad. Pues, de parte del P. Bernabé, no había facilidad para, por ejemplo, tomar iniciativas de este sentido. Por otra parte hay que tener en cuenta que, dada la situación de la misión, pues también el trabajo resultaba bastante personal.

La obediencia, si se trata de..., por ejemplo, de las relaciones conmigo como Obispo, yo no tengo ninguna queja, porque, eso sí, las insinuaciones mías se las tomaba muy (...). Ahora, ya en cuanto a la misma comunidad, no puedo yo opinar mucho. Pero lo que sí puedo decir, es que, en el caso de él, pues... he encontrado también en muchas personas muy buenas en la Iglesia, que son apóstoles de gran celo, pero a los que no se puede encauzar en ciertos esquemas, por ejemplo; a los que, más bien, hay que dejarles en campo libre; porque, si no, parece que se les cortan las alas y no pueden volar de la misma manera. Y así le traté yo; de modo que tampoco yo le exigí, pues, esta participación de él en nuestras reuniones, por ejemplo, del presbiterio. Primero, por la distancia; segundo, porque veía que en concreto no le resultaba algo que en sí le ayudase. Naturalmente esas cosas tienen un cierto límite, ¿no?; digo, esta concepción de libertad, cierto límite. Pero en lo que toca, ya por ejemplo, a ciertas determinaciones más prácticas para el trabajo misionero, yo sí podía contar con que él hacía lo que debía (ordenar) el padre superior.

- ¿Usted descubrió acaso que el P. Bernabé fuese descuidado en su facilidad de comportarse en la admisión a sacramentos, que también es otra cosa que se le ha achacado al P. Bernabé; que, o por ingenuidad o por descuido, hacía cosas que pastoralmente pues... no, no se puede?

- Algo sí hubo de esto. También en este sentido hacía lo siguiente. Y es que su criterio de formación en algunas normas, por ejemplo normas canónicas, no era suficientemente acrisolado. No había recibido tampoco una formación, por ejemplo así, de pastoral concreta en cuanto a las normas de la Iglesia, no las conocía mucho. Por ello a veces se descuidaba y hacía cosas que..., pero había que recordarle; había que decirle: "Bueno, esta vez le sucedió esto, pero no vuelva a hacerlo". Esto creo que, más bien, hay que interpretar de esta manera.

Gracias

- Bien, Sr. Cardenal, yo le agradezco muchísimo todo esto. Y mire, como siempre la palabra de un Cardenal es sumamente delicada, ¿qué autorización me da usted para que yo pueda, en el momento en que yo escriba del P. Bernabé, decir: El Cardenal Muñoz Vega, en una conversación así, se expresó de esta manera? ¿Puedo utilizarlo?

- Sí, puede utilizarla, sí, sí. Bueno..., naturalmente en un diálogo de este género muchas cosas no salen tan precisas.

- Sí, sí, claro, evidentemente.

- Sobre todo hay ciertos puntos en los cuales sería menester tener un texto escrito, preciso; pero, bueno, el concepto que usted ya comprende...

- Sí, sí...

-... cuál es mi idea del P. Bernabé, teniendo en cuenta ya todo el conjunto: lo positivo y también lo negativo.

- Sí, porque pienso que hemos sido muy francos en esta conversación para no ocultar cosas.

- Sí, porque realmente hay que estar bien en la verdad en lo que fue la figura de él.

Un profeta

- Me ha conmovido una calificación que usted ha dado del P. Bernabé, al decir que ha sido "un profeta". Entonces a un profeta no se le pueden pedir cosas que no pertenecen a "un profeta".

- Si, esto pienso que esto es así. Y es el caso de él, que me he encontrado con otras personalidades, que han hecho una obra muy apostólica, pero que para hacerla tenían que sentirse, más bien, en su campo de profeta, y por tanto dando a las cosas el valor de la propia personalidad. En el caso de estas personas, la personalidad realmente es una personalidad fuerte: es decir, que está muy conformada desde el interior.

Resumen: cercanía y misericordia

- El resumen que yo personalmente hago de la vida del P. Bernabé, es el siguiente: El P. Bernabé en muchos puntos es criticable, no le podemos poner como modelo; pero entiendo que el P. Bernabé, en definitiva, es un auténtico signo de la cercanía y misericordia de Dios con el pobre,

- Sí.

- A mí es lo que más me conmueve.

- Sí, está bien; eso está muy verdadero, sí.

 

* * *

Nos despedimos, llevando una grata impresión. Al trasladar la entrevista de la grabadora al papel, vuelvo a una carta que yo conservo del Cardenal. Es una carta de noviembre de 1989. Le había escrito, como a otras personas, solicitando, si lo creía prudente, su testimonio personal sobre el P. Bernabé. Y me había respondido: "Me agrada sinceramente que en su Provincia Religiosa se conserve el recuerdo del P. Bernabé como el de la figura de un santo que conviene valorar debidamente. Acepto la invitación que me hace a escribir unas líneas en las que exprese mi opinión sobre este Benemérito Capuchino, que se mostró siempre un bueno y humilde amigo. Estos días no puedo hacerlo porque me hallo con bastante recargo de ocupaciones. Pero dentro de unos días espero tener la oportunidad de dedicarme a con lo que le prometo".

No insistí, pero, al presentarse esta ocasión, el Cardenal ha cumplido sobradamente su promesa. Muchas gracias.



 

PUNTO FINAL

¿Será un día canonizado el P. Bernabé? El Señor lo sabe, sólo él.

La Hna. Paulina, que en la tierra es quien más ha amado al P. Bernabé (no pensamos ahora en la madre que lo trajo al mundo), escribía al poco de la muerte: "El pueblo de San Miguel de los Bancos es el tabernáculo que encierra sus restos mortales. (...). Yo también estoy segura que, después de poco tiempo, por su admirable vida misionera, de oración, abandono precedido de la más grande penitencia - soy testigo de grandes maravillas -será por su continua labor evangelizadora dentro de poco elevado a los altares... Pasó por la tierra haciendo el bien, como Santa Teresita del Niño Jesús, y ahora que está gozando de la gloria, derramará sobre el mundo los claveles rojos de su sacrificio y de su amor a los hermanos" (462). Lo dice el amor, el amor verdadero; y el amor, a su estilo... - nunca lo olvidemos - no se equivoca.

 

* * *

¡El P. Bernabé!, mi querido P. Bernabé.

Sí, un signo vivo de la cercanía y de la misericordia del Padre. Se había ofrecido como víctima de amor al Amor misericordioso.

 

 

En alabanza de Cristo.

 

Amén.



Agosto 2002


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