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Las Fraternidades Marianistas y la Iglesia diocesana

Las situaciones van cambiando y las necesidades van surgiendo al ritmo de los tiempos. En pleno siglo XXI nos encontramos con momentos en los que hay que definir y/o reorientar algunos de los trabajos que hemos ido haciendo. No podemos, en la mayoría de los casos, aplicar formas, esquemas y estructuras que tenemos a las nuevas situaciones. Este tema no es nuevo ni actual. Lo hemos ido analizando conforme hemos ido creciendo y situándonos en la vida. Ya el P. Chaminade hablaba claramente diciendo que a tiempos nuevos soluciones nuevas; el mismo Jesucristo nos lo recuerda "vino nuevo en odres nuevos"; uno de los principios de la pedagogía Marianista es la adaptación al cambio.

Hoy, ¿qué situaciones nuevas tenemos? Enumerarlas aquí sería prolijo y en la lista no llegaríamos a concretarlas todas, no seríamos capaces de colocarlas al mismo nivel las diferentes novedades que nos están surgiendo. Lo que sí podemos afirmar con plena seguridad es que las situaciones en las que nos movemos han cambiado realmente. La Parroquia; nuestras propias comunidades religiosas; las Fraternidades; las actuaciones concretas: catequesis, grupos de acompañamiento,..; los marginados; los inmigrantes, ¿tendríamos que seguir? Ante todo esto, ¿cómo situarnos?

El camino tiene que ser la comunidad. Nos colocamos en la comunidad y desde ahí tratamos de salir hacia las nuevas situaciones, para volver de nuevo a la Comunidad. A ¿cuál? A la nuestra. La Comunidad es la dimensión que nos anima, que nos motiva a salir de nosotros mismos. Nos motiva a hacerlo pero siempre en nombre de ella. No debemos presentarnos ante las realidades actuales como meros trabajadores individuales, como personas aisladas. Estamos solos en ese momento pero representando a muchos, en nombre de muchos más. No simplemente por el hecho cuantitativo de ser más, sino por el hecho de hacerlo en nombre de, y sobre todo en nombre de Jesucristo, la cabeza de nuestra Comunidad, el que lo recapitula todo en todos. Este mismo pensamiento nos hace volver a la comunidad y así ser generadores de más comunidad. La presencia en los lugares de misión y la comunidad con "autoalimentarios". Creamos de esta manera un círculo que no es cerrado. Es un círculo que mediante esta "alimentación mutua" se convierte en una espiral de presencia y crecimiento.

Sea cual sea la presencia, sea cual sea el lugar en que nos encontremos, tenemos que tener la seguridad de que estamos "multiplicando", de que trabajamos para hacer más, para ser más, para contar con más gente, para llegar a más personas: PARA MULTIPLICAR.

Chema Felices Vitoria-Gasteiz, Mayo,2001

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