DIOS EXISTE... Y ES CUÁNTICO

 

Amit Goswami
Amit Goswami

Más allá de los condicionamientos materialistas del paradigma newtoniano y de los dogmas del cristianismo populista, la existencia de Dios puede concebirse desde los sugerentes indicios que postula la física cuántica. Esto es, al menos, lo que propone el profesor Amit Goswami en "Dios no ha muerto" (Obelisco, 2010], libro fascinante del que les ofrecemos el siguiente extracto y en el que se repasan, entre otras, cuestiones esenciales como la naturaleza de la realidad, la existencia del alma, el poder de los sueños y la universalidad del amor.

(Amit Goswami, nacido en la India pero residente en Estados Unidos, es profesor emérito de física teórica en la Universidad de Oregón. Colaborador habitual del instituto de Ciencias Noéticas, Goswami lleva enseñando física cuántica desde hace más de treinta años y es autor de numerosos artículos, ensayos y varios libros).

 

Jesús lamentaba que el reino de Dios está en todas partes, pero que la gente no lo veía. En fin, las pruebas son sutiles; es fácil que la gente de la calle las pase por alto. Pero los científicos son personas especiales; son expertos en descifrar pormenores infinitesimales. ¿Por qué no han advertido las signaturas de lo divino?

El físico Richard Feynman, ganador del Premlo Nobel en la especialidad, expresó esta miopía de los científicos de los últimos tiempos cuando nos brindó esta advertencia contra la imaginación desbocada. Dijo: "La imaginación científica es imaginación dentro de una camisa de fuerza". La camisa de fuerza que Feynman y otros materialistas llevaban es el sistema de creencias denominado materialismo científico. Y la doctrina que más ata es la doctrina reduccionista y exclusivista de la causación ascendente (la causa asciende desde las partículas elementales —micro— hasta el cerebro y la consciencia —macro—. No existe un poder causal en ninguna entidad del mundo, salvo en las interacciones entre las partículas elementales).

La física cuántica nos está mostrando el camino al devolvernos la causalidad descendente (la consciencia tiene el poder definitivo para crear la realidad manifiesta eligiendo libremente entre las posibilidades que se le ofrecen) y a su agente: Dios, que actúa por medio del observador. En la física newtoniana, los objetos son cosas determinadas. Pero, en física cuántica, los objetos son posibilidades entre las que escoge la consciencia. Cuando una persona mira, su consciencia escoge una de las distintas posibilidades cuánticas, que se colapsa en la realidad de la experiencia.

Pero esto, ¿cómo prueba la existencia de Dios? Suena como el chiste: hemos buscado a Dios y lo hemos encontrado; ¡y resulta que somos nosotros! Puede que los antiguos hindúes tuvieran razón cuando afirmaban que hay trescientos treinta millones de dioses. Bueno, ahora serían más de seis mil millones debido a la inflación. Pero, si somos Dios, ¿por qué vivimos de este modo? ¿Por qué nos cuesta tanto manifestar cualidades piadosas como la no violencia y el amor?

Las pruebas de Dios están dentro de nosotros, pero para verlas hemos de ser sutiles. Para vivirlo, hemos de crecer.


 

UNA REALIDAD PROPIA

Fred Alan Wolf
"Nosotros creamos nuestra propia realidad" (Fred Alan Wolf, 1970)

En la década de 1970, el físico Fred Alan Wolf) acuñó la evocadora frase "nosotros creamos nuestra propia realidad". Las imágenes que la frase evoca condujeron, sin embargo, a muchas decepciones. Algunas personas trataron de crear Cadillacs; otras, huertos en entornos desérticos; y, otras, incluso plazas de aparcamiento para sus coches en pleno centro urbano. Todo el mundo estaba entusiasmado con la idea de la creación cuántica de realidad, sin lugar a dudas, pero los intentos de creación tuvieron resultados de todo tipo porque los aspirantes a creadores no se habían dado cuenta de una sutileza.

Creamos nuestra propia realidad; pero, como digo, hay una sutileza. No creamos la realidad en nuestro estado ordinario de consciencia, sino en un estado no ordinario. Esto queda claro cuando consideras la paradoja del amigo de Wigner, un experimento mental ideado y propuesto por el ganador del Premio Nobel de física Eugene Wigner. Aquí te presento la paradoja con un sencillo ejemplo.

Imagina que Wigner se acerca a un semáforo cuántico con dos posibilidades, rojo y verde, y que al mismo tiempo su amigo se acerca al mismo semáforo por una calle transversal. Siendo como son estadounidenses atareados, ambos escogen el verde. Por desgracia, sus elecciones son contradictorias: Si ambas se materializan al mismo tiempo, se armarla un auténtico pandemonium. Evidentemente, sólo una de las dos elecciones cuenta: ¿pero cuál?

Eugene Wigner
Científico de enorme talento, el Nobel Eugene Wigner interpretó la mecánica cuántica como descripción de la realidad física.

Al cabo de muchas décadas, tres físicos en tres lugares diferentes y en tres momentos diferentes —Ludvik Bass en Australia, Casey Blood en Nueva Jersey y yo mismo en Oregón— descubrimos por separado la solución a la paradoja: la consciencia es una, no-local y cósmica, y está detrás de las dos individualidades locales de Wigner y su amigo. Ambos escogen, pero sólo en sentido figurado: la consciencia unificada elige por los dos, evitando cualquier contradicción. Así pues, el resultado dictado por el cálculo de probabilidades cuánticas es que, si Wigner y su amigo llegan a la vez al mismo semáforo en muchas ocasiones, cada uno conseguirá luz verde el 50% de las veces; aunque en cualquier ocasión individual, ambos seguirán teniendo una oportunidad creativa de obtener verde.


 

DIOS EXISTE... SÍ Y NO

En 2003, me invitaron a dar una charla en un congreso científico sobre la consciencia que se celebraba en Londres. Una vez concluida mi intervención, un locutor de la BBC me hizo esta pregunta: "¿Prueba su teoría la existencia de Dios?".Vi inmediatamente la trampa que encerraba. Si respondía que sí, le daría un sensacional titular para su reportaje: "El fisico cuántico respalda la idea de un Dios sentado en un majestuoso trono en el cielo que reparte con cuentagotas actos de causalidad descendente". Así que contesté con cautela: "Sí y no". El locutor pareció un poco decepcionado de que no cayera en su trampa. Me expliqué. No, porque el Dios redescubierto por la física cuántica no es el Dios simplista de las religiones populares. Dios no es un emperador celestial que reparte causalidad descendente, que juzga quién va al Cielo y quién es condenado al infierno. Y sí, porque el autor de la creación cuántica, el agente libre de la causalidad descendente, trasciende de nuestro ego ordinario. Es universal y cósmico, exactamente igual que el Dios creador postulado por todas las tradiciones esotéricas de la espiritualidad. Puede llamarlo consciencia cuántica si quiere, pero su esencia es exclusivamente la de lo que las tradiciones espirituales llaman Dios.

La unidad de la consciencia que escoge es una consecuencia de la pregunta que planteamos: ¿cuál es la naturaleza de la consciencia que le permite ser el agente libre de la causalidad descendente sin ninguna paradoja? En primer lugar, la consciencia ha de ser unitiva, única para todos nosotros. Esta unidad de la consciencia es entonces una predicción de la teoría.

Cuando publicaron un estudio mío en el que proclamaba esta predicción, aunque fue en una oscura revista de física, el neurofisiólogo Jacobo Grinberg-Zylberbaum de la Universidad Autónoma de México se fijó en él. Jacobo había estado realizando experimentos con parejas de sujetos humanos y extrañas transferencias de actividad eléctrica cerebral entre ellos. Intuyo que mi teoría podía tener algo importante que añadir a la interpretación de sus experimentos. De modo que me llamó entusiasmado. En pocas palabras, cogí un avión para ir a su laboratorio de la Universidad Autónoma de México, comprobé su montaje experimental y los datos que había reunido, y le ayudé a interpretarlos. Y, en poco tiempo, Grinberg-Zylberbaum y tres colaboradores suyos escribieron el primer artículo que proclamaba una moderna verificación científica de la idea de la unidad de la consciencia.

 

PRUEBAS INEQUÍVOCAS

La buena noticia es que cuatro experimentos independientes demuestran ahora que la consciencia cuántica, el autor de la causalidad descendente, no-local, unitiva, es Dios. El primer experimento en su género que lo prueba inequívocamente (con aparatos objetivos y no a través de experiencias subjetivas personales) fue realizado por el neurofisiólogo Jacobo Grinberg-Zylberbaum y sus colaboradores en la Universidad Autónoma de México. Entremos en detalles.

La física cuántica nos aporta un principio asombroso: la no-localidad. El principio de localidad dice que toda comunicación debe realizarse necesariamente por medio de señales locales con un límite de velocidad determinado. Einstein estableció que este límite era la velocidad de la luz (la enorme pero finita velocidad de 299.792,458 km/s). Así pues, este principio de localidad —una limitación impuesta por el pensamiento einsteiniano— excluye la comunicación instantánea a través de señales. Y, sin embargo, los objetos cuánticos son capaces de influirse entre sí al instante, una vez que interactúan y entran en correlación por medio de la no-localidad cuántica. Esto lo han demostrado el físico Alain Aspect y sus colaboradores con un par de fotones (cuantos de luz). No se considera que los datos contradigan el pensamiento einsteiniano, una vez que reconocemos la no-localidad cuántica como una interconexión sin señales que está fuera del espacio y el tiempo locales.

En 1993, Grinberg-Zylberbaum trató de demostrar la no-localidad cuántica en dos cerebros en correlación. Dos personas se ponen a meditar juntas con la intención de establecer comunicación (sin señales, no-local). Trascurridos veinte minutos, se las separa (aunque siguen meditando en su intención) y se las coloca en cámaras de Faraday (un espacio cerrado que es electromagnéticamente impermeable) individuales, donde cada cerebro es conectado mediante electrodos a un electroencefalógrafo. A continuación, se muestra a uno de los dos sujetos una serie de destellos de luz para que produzcan en él una actividad cerebral eléctrica que es registrada por el electroencefalógrafo. De este resultado se extrae un "potencial evocado" con la ayuda de un ordenador (eliminando el ruido cerebral). Luego este potencial evocado es trasferido de alguna manera al cerebro del segundo sujeto, como lo demuestra su electroencefalograma, que presenta (después de eliminar el ruido) un potencial similar en fase e intensidad al potencial evocado en el primer sujeto. Los sujetos de control (que no meditan juntos o son incapaces de tener meditativamente la intención de comunicarse sin señales durante el experimento) no muestran ningún potencial trasferido.

Sin duda alguna, el experimento demuestra la no-localidad de las respuestas cerebrales, pero también algo aún más importante: la no-localidad de la consciencia cuántica. Si no, ¿cómo podemos explicar que la elección forzada de la respuesta evocada en el cerebro de un sujeto conduzca a la libre elección de una respuesta (casi) idéntica en el cerebro del sujeto correlativo? Como se hizo constar antes, el experimento se ha reproducido varias veces; la primera, por el neuropsiquiatra Peter Fenwick y sus colaboradores en Londres; la segunda, por Jiri Wackermann; y, la tercera, por la investigadora Leanna Standish y sus colaboradores en la Universidad de Bastyr, en EE.UU.

 

TRADICIONES ESOTÉRICAS

La conclusión a la que se llega con estos experimentos es radical. La consciencia cuántica, el precipitante de la causalidad descendente basada en la elección de entre las posibilidades cuánticas, es lo que las tradiciones espirituales esotéricas llaman Dios. Hemos redescubierto a Dios dentro de la ciencia. Y más aún. Estos experimentos abren las puertas a un nuevo paradigma de la ciencia basado no en la primacía de la materia, como la antigua ciencia, sino en la primacía de la consciencia. La consciencia es la razón de todo ser, que ahora podemos reconocer como lo que las tradiciones espirituales llaman el Señor (cristianismo), Brahma (hinduismo). Ain Sof (judaísmo), Sunyata (budismo), etcétera.

La nueva ciencia es integradora. Mientras en su mayoría estos términos para denotar la razón del ser —el Señor, por ejemplo— indican su plenitud, el término budista Sunyata significa el vacío, o la nada. ¿Una contradicción? La nueva ciencia lo explica: la razón del ser está llena de posibilidades, sí, pero "posibilidades" no es lo mismo que "cosas", de modo que también puede llamarse correctamente "nada".

 

ELECCIÓN DISCONTINUA

Los Upanishads de los hindues dicen "Tú eres Eso", ¡queriendo decir que tu eres Dios! Jesus dijo, no menos enfáticamente, "Vosotros sois los hijos de Dios". Esto es una clave. Somos hijos de Dios; tenemos que crecer para hacer realidad nuestra consciencia de él. Hay mecanismos que oscurecen nuestra divinidad, dando pie a esa ordinaria separación nuestra del yo que llamamos ego. Este ego levanta una barrera que nos impide ver nuestra unidad con Dios y la unidad entre nosotros. Desarrollar la espiritualidad es crecer dejando atrás el ego.

Un punto clave es que la causalidad descendente cuántica de la elección entre posibilidades se ejerce de manera discontinua. Si la elección fuese continua, se podría construir un modelo matemático o al menos un algoritmo informático para explicarla. En tal caso, el resultado de la elección sería predecible, y su autor sería innecesario y no podría ser llamado Dios. Nuestro estado ordinario de consciencia vigilante, dominado por el ego, allana la discontinuidad oscureciendo nuestra libertad de escoger, limitando la elección a lo ya conocido. Ser consciente de que escogemos libremente es dejar atrás el ego de un salto; de hecho, es dar un salto discontinuo a lo desconocido: llámalo salto cuántico.

Si tienes dificultades para imaginar un salto cuántico discontinuo, una aclaración de Niels Bohr puede ayudarte. Bohr propuso un modelo del átomo en 1913. Sugirió que los electrones pueden moverse sólo de determinadas maneras. Los electrones giran alrededor del núcleo en órbitas continuas. Pero cuando un electrón salta de una órbita a otra, se mueve de un modo muy discontinuo; nunca recorre el espacio intermedio entre las órbitas. Desaparece de una órbita y reaparece en la otra, causando que se emitan o que se absorban cuantos de energía, dependiendo de la dirección del salto. El suyo es un salto cuántico.

¿Cómo puede la consciencia no-local cuántica, cósmica (Dios), identificarse con un individuo; cómo se individualiza? 0 bien, ¿cómo experimenta el individuo su consciencia de Dios? La continuidad del mundo ordinario, ¿cómo oscurece la discontinuidad? Primero, a través de la observación; y, en segundo lugar, a través del condicionamiento.

Antes de la observación, nuestra consciencia de Dios es una: no está separada de sus posibilidades. La observación implica una división sujeto-objeto, una división entre el yo que observa y el mundo que es observado. El sujeto que experimenta el mundo, o yo, es unitivo y cósmico en la experiencia primaria de un estímulo. En esta experiencia primaria, nuestra consciencia de Dios escoge su respuesta al estímulo entre las posibilidades cuánticas con total libertad creativa, sometida sólo a la limitación de las leyes de la dinámica cuántica que gobiernan la situación.

 

COSMOLOGÍA CUÁNTICA

Considerar el origen del universo como un acto de creación no es del todo satisfactorio. Hay una anécdota de san Agustín que se refiere a los sermones que pronunciaba sobre cómo había creado Dios el cielo, la tierra y todo lo que existe. Un día, acabado el sermón, uno entre el gentío de los bancos traseros de la iglesia se dirigió a él con impertinencia de este modo: “¡Eh, Agustín!, siempre nos cuentas cómo creó Dios el cielo y la tierra. Pero ahora dime: ¿que estaba haciendo Dios antes de crear el cielo y la tierra?". Se dice que, aunque san Agustín se quedó desconcertado un momento, se recobró enseguida y bromeó: "Estaba creando el infierno para los que hacen preguntas como la tuya".

Lo cierto es que incluso con un comienzo singular siempre podemos preguntar: "¿Qué había antes de esa singularidad?". Además, la singularidad no es un aspecto especialmente deseable en la teoría de la relatividad general. Esto se debe a que, cuando se aborda la singularidad, magnitudes teóricas como la densidad energética del universo tienden a adoptar valores infinitos, lo que significa que la teoría misma es cuestionable bajo unas condiciones tan extremas.

Algunos cosmólogos han abordado la cuestión de qué precedió a la creación del universo a través del Big Bang. Sus ideas han dado lugar a muchos conceptos de moda, como por ejemplo la inflación cósmica. Entre estas teorías, destaca una idea del físico Stephen Hawking: en el origen, el cosmos debe de haber consistido en una posibilidad cuántica. El universo debe de haber sido una superposición de muchos pequenos universos de posibilidad.

 

TESTIGO IMPOSIBLE

Stephen Hawking
Stephen Hawking se preguntó por la imposibilidad de que hubiera observadores conscientes bajo las condiciones extremas del origen del cosmos.

El motivo de que Hawking propusiera una cosmología cuántica de esta índole era evitar el principio singular del tiempo. No hay principio; sólo hay posibilidad. Pero ahora debemos preguntarnos: "¿cómo se convierte esa superposición de posibilidades en el universo real que habitamos?". Y hay una paradoja asociada a un universo de posibilidades y a la pregunta de cómo éstas pueden colapsarse en un evento real, el universo manifiesto. Sabemos que hace falta la intervención de una consciencia cuántica, en forma de un observador sintiente, para hacer que se colapsen las posibilidades cuánticas. ¡Pero es imposible imaginar que hubiera observadores conscientes bajo las condiciones extremas del origen del cosmos! Y entonces, ¿que?

¿Puede el universo estar aquí a causa de nosotros, cuando ni siqulera estábamos presentes en el Big Bang? ¿No será que estamos aquí a causa del universo? ¿Azar y necesidad?. Muchos materialistas creen que estamos aquí por puro azar, por algün género de accidente cósmico. En el pensamiento materialista, no hay sentido en ninguna parte del universo: y eso nos incluye a nosotros. "Cuanto más comprensible parece el universo, tanto más sin sentido parece también", dijo el Premio Nobel de física Steven Weinberg.

He aquí el modelo materialista de cómo evolucionó el universo. Aproximadamente mil millones de años después del Big Bang, las fluctuaciones estadísticas aleatorias hicieron que se condensaran las galaxias. Las galaxias evolucionan, a su vez, desde la nube esférica de gases inicial hasta una forma más parecida a un disco; muchas tienen brazos en espiral. Luego las estrellas empiezan a condensarse, pero estas estrellas de primera generación no tienen todos los elementos necesarios para sostener la vida. En unos pocos miles de millones de años más, estas estrellas de primera generación explotan y se convierten en estrellas supernova. Las explosiones generan elementos más pesados; a partir de los restos de las supernovas se condensan nuevas estrellas de segunda generación junto con planetas. Algunos de estos planetas (como la Tierra) tienen un núcleo sólido y desarrollan una atmósfera apropiada, justo lo que se necesita para la evolución de la vida.


 

FABRICANDO LA VIDA

El azar sigue actuando, afirma el materialista. La acción conjunta de las fluctuaciones estadísticas y la energética atmosférica, por pura casualidad, crea moléculas orgánicas fundamentales: aminoácidos (los componentes básicos de las proteínas) o nucleótidos (los componentes básicos del ADN y otros ácidos nucleicos).

Como ya sabes, las proteínas y el ADN son moléculas "vivas" en cierto sentido; son los principales ingredientes de la célula viva y tienen tendencia a perdurar conservando su forma. A continuación, según los biólogos materialistas, se añade un nuevo ingrediente: la necesidad de supervivencia. En un principio sólo había azar, que impulsaba la evolución de la vida en un planeta como la Tierra; ahora es azar y necesidad, como en la teoría de Darwin. El resto pasó a la historia. Este panorama fue respaldado al principio por el famoso experimento Urey-Miller de 1953, en el que Stanley L. Miller y Harold C. Urey simularon las condiciones presentes en la Tierra primitiva e hicieron pruebas en busca de cualquier evolución química. El experimento demostró que se pueden formar espontáneamente moléculas de aminoácidos en una solución acuosa de los átomos constitutivos (carbono, hidrogeno, nitrógeno y oxígeno) si simulamos adecuadamente la energética de la primitiva atmósfera terrestre. Más tarde, el biólogo Sol Spiegelman demostró en el laboratorio que las macromoléculas "vivas" como el ARN (ácido ribonucleico) tienden a conservar su forma durante las reacciones químicas, aunque las moléculas ordinarias no presentan tal tendencia.

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Sol Spiegelman experimentó con la evolución de moléculas en el tubo de ensayo.

Pero seguía habiendo problemas. El gran salto generativo entre los aminoácidos iniciales y las macromoléculas "vivas" que son las proteínas nunca se dio en el laboratorio. Y los cálculos teóricos fácilmente rebaten la idea de que el azar pueda montar una macromolécula compleja como una proteína a partir de sus ingredientes básicos, los aminoácidos; la probabilidad es tan pequeña que se requeriría más tiempo del que lleva existiendo el universo para que se efectuara el montaje (Shapiro, 1986). Es más, no cabe esperar que las probabilidades aumenten mucho ni siquiera incluyendo la necesidad de supervivencia en la ecuación.

Si la evolución no ocurre por azar y necesidad, ¿lo hace entonces por diseño? ¿Es intencional el universo, está hecho de tal forma que inevitablemente evolucione en él la consciencia? Por extraño que parezca, hoy día muchos astrónomos y astrofísicos proponen esa idea.


 

¿CONVERGEN JESÚS Y LA FÍSICA CUÁNTICA?

La pregunta importante para todos los cristianos es, por supuesto, ésta: el Dios que está redescubriendo la ciencia, ¿es el mismo que el Dios cristiano? Ya te he asegurado varias veces que es así: el Dios de la nueva ciencia es el mismo que el del cristianismo esotérico, y que el de los misticos cristianos como el maestro Eckhart y santa Teresa de Jesús. No obstante, puedo demostrarlo comparando directamente las enseñanzas de Jesús con las lecciones de la física cuántica, lo que disipará cualquier duda. O eso espero.

Jesús fue uno de los grandes maestros espirituales de todos los tiempos. Predicaba sus enseñanzas en términos de acertijos y paradojas. Esto ya se parece a las lecciones de la física cuántica, la cual también crea acertijos y paradojas en nuestras mentes. Tanto Jesús como la física cuántica nos hablan de la realidad; pero, ¿lo hacen de la misma forma? Esa es la gran pregunta. Si están hablando de la realidad en términos de metáforas idénticas, por desconcertantes y paradójicas que puedan parecer a la mente racional, hay motivo para concluir que existe convergencia entre ambos. En lo fundamental, son iguales. El Dios de Jesús y el Dios de la consciencia cuántica son la misma persona.

 

ANEXOS A ESTE ARTÍCULO

Hipótesis necesaria

En el siglo XVIII, el emperador Napoleón Bonaparte mandó llamar al científico Pierre-Simon Laplace para preguntarle por qué no había mencionado a Dios en su último libro sobre el movimiento de los cuerpos celestes. Se supone que Laplace habría contestado: "Sire, nunca he necesitado esa hipótesis". Ha trascurrido mucho tiempo desde Laplace, pero incluso hoy día la "prueba" de la ciencia establecida contra la existencia de Dios consiste en la insistente renuncia: "No necesitarnos esa hipótesis". Si la cruzada de la ciencia establecida contra Dios se dirige al Dios dualista del cristianismo popular, un poderoso emperador sentado en su trono en el espacio exterior que reparte con cuentagotas premios y castigos, simpatizo con ella. Pero, cuando parece incluir un rechazo de todas las agencias causales que no sean el mundo material, entonces es hora de que toda la buena gente tome nota y rechace esta "vieja" ciencia. Todas las ciencias —la física, la biología, la psicología y la medicina— necesitan la hipótesis de la causalidad descendente, introducida como elección consciente entre la potencia cuántica, para entender sus principios y datos más básicos. La agencia de esta causalidad descendente, la consciencia cuántica, es lo que las tradiciones espirituales esotéricas del mundo llaman Dios, a pesar de las opiniones populares.

 

Una teoría sólida

No podemos encontrar una física mejor que la física cuántica. Su teoría es sólida; sus datos de verificación son impecables.

 


 

Amit Goswami
(Extractado por Paco González)
Revista Año Cero nº 249 , Abril 2011.

 

 

 

¿SE HA PROBADO LA EXISTENCIA DE DIOS?

Existen muchas maneras de enriquecerse. Una de ellas es hacer algo en favor de la espiritualidad. Pero hacerse millonario intentando demostrar la existencia de Dios... Eso es un milagro.

La Fundación Templeton otorga cada año un premio de un millón de dólares a una persona que haya realizado contribuciones importantes para el progreso de la religión. Y una de esas contribuciones es demostrar la existencia de Dios. En 2008 un cura y matemático polaco se embolsó el premio académico mejor dotado del mundo por un estudio que supuestamente muestra cómo las matemáticas pueden ofrecer pruebas indirectas de la existencia de Dios más allá del espacio-tiempo. El religioso fue el profesor Michael Heller, de 72 años.

Cada cierto tiempo aparece en nuestro mundo un científico o un iluminado -o las dos cosas a la vez- con propuestas en este sentido. Y no es algo nuevo. La llamada "apuesta de Pascal" ya expuso en el siglo XVII que: "Si Dios no existe, uno no pierde nada creyendo en él, mientras que si existe, uno lo pierde todo no creyendo". El argumento plantea que, aunque no se conoce si Dios existe, lo racional es apostar que sí, por si acaso, porque siempre hay ganancias.

¿Sabían que desde el siglo XVIII ya hay una fórmula matemática para demostrar la existencia de Dios? Fue un siglo prolífico en teorías de todo tipo y Dios siempre estaba presente en las papeletas teológicas, filosóficas y matemáticas, tanto a favor como en contra. El filósofo Leibniz no fue ajeno a esa polémica y una vez escribió: "Cuando Dios calcula y piensa a través de las cosas, el mundo es creado".

George Smith se encargó de refutar el argumento de Pascal con la "apuesta de Smith" :

1. Dios no existe. En este caso, los ateos estarían en lo correcto, por lo tanto serían los creyentes los que habrían perdido gran parte de sus vidas y de sus esfuerzos en agradar a un ser inexistente.

2. Dios es un ser impersonal. Dios creó el Universo y luego lo dejó a su suerte, sin intervenir en él. En este caso, ni el ateo ni el creyente tienen razones para preocuparse, pues este Dios ni premia ni castiga. En este caso, los creyentes habrían perdido gran parte de su esfuerzo vital en adorar a un Dios que no les escucha ni les presta atención alguna.

3. Dios existe y es un ser moralmente elevado. En este caso, no podría castigar a ningún ser humano que cometiera errores de conciencia honestos. Si la razón es la que hace llegar a la conclusión al hombre que Dios no existe, éste no debería tomar represalias contra él.

4. El Dios de los cristianos es el correcto, con su actuación moral y éticamente reprobable, que castiga a todo aquel que se atreve a dudar de Él, aunque esta duda esté basada en la lógica y la razón. La mayoría, según Smith, lo hacen por la apuesta segura, por temor al infierno o por simple herencia cultural.

 

LOS PROBLEMAS DEL MILENIO

Se sabe que siete son los grandes problemas del milenio que fueron escogidos por el Instituto Clay de Matemáticas en Cambridge (Estados Unidos), el cual ha ofrecido un millón de dólares a quien, por lo menos, pudiera resolver una de estas grandes incógnitas. Y Grigori Perelman, mente privilegiada, lo hizo. Este individuo ha dicho que está trabajando para demostrar matemáticamente la existencia de Dios, lo cual lo tiene absorto entre las paredes de su casa. De hecho, tiene su vivienda decorada con crucifijos, junto a un rosario que no abandona nunca. Si lo demuestra y lo publica en Internet -como hizo con la conjetura de Poincaré, un problema matemático que llevaba 109 años sin resolverse-, un problema menos para este milenio, aunque ya les adelanto que ni con esas. Ciencia y creencia, el viejo dilema. William Daniel Phillips, físico estadounidense y ganador del Nobel de Física en 1997, ha declarado más de una vez su creencia en Dios. Otros grandes científicos, sin embargo, son ateos. Ambas conclusiones son posiciones de fe que se pueden conjugar en esa famosa e ingeniosa frase que dijo Luis Buñuel: "Soy ateo, gracias a Dios".

Todos, sí, todos, tontos y listos, se han preguntado alguna vez esta cuestión. No lo nieguen, hasta Woody Allen arremetió con esta pregunta en su libro Sin plumas (1975): "¿Y cómo puedo creer en Dios si la semana pasada me pillé la lengua en el rodillo de una máquina de escribir eléctrica? Me siento atormentado por las dudas. ¿Y si todo es una ilusión y nada existe? En tal caso, he pagado demasiado por la alfombra. ¡Si al menos Dios me enviase una señal clara! Como hacer una cuantiosa imposición a mi nombre en un banco suizo".

Kurt Gödel no es Woody Allen, aunque se planteó una pregunta parecida a él. Gödel, uno de los más importantes matemáticos del siglo XX, es reconocido y recordado por sus dos Teoremas de Incompletitud. En 1970 distribuyó entre sus colegas un texto en el que mediante argumentaciones lógico-matemáticas probó la existencia de Dios. Gödel basaba su argumento en las reflexiones de San Anselmo que define a Dios como el ser más grande en el universo. Nada hay más que se pueda imaginar. Por el contrario, si Dios no existiera, entonces un ser superior de alguna forma tiene que existir, las cosas no se crearon de la nada hace millones de años. Como no es posible explicar eso, entonces, por definición, Dios tuvo que existir. Solo que no es el Dios que tenemos en mente sino la energía pura que nos rodea. Dicho en su Teorema 3: "Existe necesariamente alguna x tal que x es semejante a Dios".

Frank Tipler, profesor de la Universidad de Tulane (Nueva Orleans), autor de La Física de la inmortalidad, cree que si Dios existe tendrá que ser un físico quien lo descubra. Sostiene haber demostrado en su libro que lo que la física nos dice es que definitivamente Dios existe y que un día nos resucitará a todos para vivir eternamente. Propone la teoría del Punto Omega que dice que al final de los tiempos, dentro de mil millones de años, Dios o el Punto Omega surgirá y conseguirá resucitar copias virtuales de todos los seres que han existido en el planeta. Matemática pura unida a teología y ciencia ficción. Una mezcla explosiva.

Como ven, cientos de teorías, especulaciones, silogismos y teoremas para demostrar lo indemostrable, con vehemencia o con sentido del humor, como el chiste ese del mormón que intenta convencer a una familia de que se adhieran a su religión y le contestan: "No creo en mi Dios que es el auténtico, voy a creer en el de ustedes".

Esa otra frase de Woody Allen lo explica de maravilla: "Si Dios existe espero que tenga una buena excusa" - que utilizaron los ateos australianos para hacer una campaña de publicidad en la Convención Global Atea 2012 -, y que queda complementada con aquella que dijo Mario Benedetti: "Yo no sé si Dios existe, pero si existe sé que no le va a molestar mi duda".

 

TEORÍA DE DIOS DE LOS HUECOS

Muchos recurren a una falacia que es un argumento ad ignoratiam basado en un silogismo muy básico :

1.- No se puede probar la existencia de Dios.
2.- Por lo tanto, Dios no existe.

Claro, que a ese silogismo se le puede dar la vuelta :

1.- No se puede probar la no existencia de Dios.
2.- Por tanto, Dios existe.

Así que estamos igual que al principio. Tanta prueba o más bien tanta ausencia de prueba, ha llevado a la "teoría del Dios de los huecos" o los vacíos. Dice que aquello que puede ser explicado por la razón humana, por la ciencia del momento, queda fuera de la acción divina. Es decir, en lo que el conocimiento científico aún no puede llegar o explicar, está Dios, pero cada vez le quedan menos fronteras y huecos...

 


 

Jesús Callejo
Revista Enigmas del Hombre y del Universo, nº211 (Junio 2013)
(Sección Crónicas extravagantes)

 

 

 

¿DIOS EXISTE? LA CIENCIA BUSCA LA RESPUESTA.

Es la pregunta que todos nos hemos formulado alguna vez. Desde la más remota antigüedad, cultos animistas, religiones y sistemas filosóficos han pretendido ofrecer una respuesta afirmativa. La idea de Dios contribuye a calmar nuestra angustia existencial, pero también ha justificado guerras, inquisiciones y acciones terroristas. Al margen de la fe, ¿qué respuesta puede ofrecer la Ciencia? ¿Hay un Dios creador detrás de este Universo que atisbamos en las noches de cielo estrellado?

Cuando la Ciencia trata de explicar fenómenos que todavía no han despejado todas sus incógnitas como el origen del Universo, la aparición de la vida en la Tierra o las paradojas de la física cuántica, surge una eterna interrogante: ¿Existe Dios? Tratando de responder a esta pregunta, hemos seleccionado los argumentos de cinco de las mentes científicas más brillantes del último cuarto de siglo. Por supuesto, la última opinión, la tiene usted...

 

¿ES DIOS UN ESPEJISMO?

Richard Dawkins (1941), afirma: "Encuentro fascinante la estrategia de responder, cuando me preguntan si soy ateo, que quien me está preguntando es también un ateo con respecto a Zeus, Apolo, Amon-Ra, Mitra, Baal, Thor, Wotan, El Becerro de Oro y el Monstruo Espagueti Volador". Catedrático de Biología evolutiva, su labor divulgativa le identifica como un icono de la cultura popular (la serie South Park le dedicó una caricatura), convirtiéndose con El gen egoísta (1976) en uno de los principales representantes del neodarwinismo. Su defensa de Darwin le ha llevado a desarrollar una cruzada contra los teóricos del creacionismo y el Diseño Inteligente.

Su ateísmo adquirió un tono más beligerante cuando apareció el libro titulado El espejismo de Dios (2006), un best seller –a pesar de sus numerosos gazapos históricos–, que pretende demostrar la inexistencia de Dios, al tiempo que reprocha la influencia social de las religiones –aunque la mayor parte de su discurso se ensaña contra el cristianismo, Dawkins no evita criticar, aunque sea tímidamente, el islam, lo que no despierta simpatías entre los partidarios de lo "políticamente correcto".

ATEÍSMO POLÉMICO

En otoño de 2008, Richard Dawkins impulsó una campaña publicitaria en los autobuses de Londres con el eslogan: "Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de tu vida". Aunque su coste publicitario era de solo 7.000 euros, Dawkins y las entidades relacionadas prefirieron sufragar la campaña solicitando donaciones particulares, con lo que llegaron a recaudar un total de 177.000 euros.

Dawkins establece un continuum de las distintas opiniones acerca de la existencia de Dios: desde la creencia plena ("fuertemente teísta") hasta la negación rotunda ("fuertemente ateo"). Entre ambos extremos se situarían quienes consideran su creencia (atea o creyente) dentro de un rango de probabilidades (superior al 50% y hasta el 99%) y un centro ocupado por el "agnóstico imparcial". Como la creencia exige dosis de fe, el extremo de creyentes en Dios es abrazado por más personas que el ateísmo rotundo. El propio Dawkins se sitúa en una posición de ateísmo del 99% ("ateo de facto"), aunque muy inclinado hacia el "fuertemente ateo". En sus propias palabras: "Soy agnóstico en la misma medida en que lo soy con respecto a las hadas del fondo del jardín".

Para demostrar la inexistencia de Dios, Dawkins hace suyo el famoso argumento de Bertrand Russell (1872-1970) publicado en la revista Illustrated (1952) y que se conoce como "La tetera de Russell". Este argumento se basa en la idea de que alguien puede afirmar que hay una tetera orbitando entre la Tierra y Marte y que no es observada por los telescopios por su pequeño tamaño: "Si la existencia de la tetera se afirmára en libros antiguos, se enseñara como verdad sagrada y se instalara en la mente de los niños en la escuela, las dudas sobre su existencia serían un signo de excentricidad".

Apropiándose de ideas ajenas, pero con menos elegancia expositiva, Dawkins ha sabido generar una polémica muy rentable (con anuncios publicitarios en los autobuses londinenses) que algunos han tachado de irrespetuosa. Su última "perla": unas declaraciones al The Times (mayo de 2017) en las que, para defender el vegetarianismo, comparaba los camiones de cerdos con los vagones transportando judíos a Auschwitz.

 

A DIOS TAMPOCO LE GUSTAN LAS MATEMÁTICAS

John Allen Paulos (1945) es un conocido profesor de Matemáticas de la Universidad de Temple (Filadelfia, Estados Unidos), miembro del Comité de Investigación Escéptica fundado, entre otros, por James Randi. Paulos se presenta como ateo desde su más tierna infancia: "Recuerdo que de niño les seguía la corriente a mis padres cuando me hablaban de Santa Claus. No quería delatar mi conocimiento sobre su inexistencia".

En "El hombre anumérico" (1988) advierte del analfabetismo matemático que nos induce a interpretar irracionalmente muchas casualidades de nuestra vida cotidiana, atribuyéndoles una singularidad estadística... que no tienen. Esta ignorancia en la estadística de probabilidades es aprovechada por pseudociencias, induciendo la célebre falacia de que es el Universo el que "conspira" para que, como si fueran "señales del destino", todas estas serendipias se produzcan en nuestra vida.

"DIOS NO JUEGA A LOS DADOS"

Es una frase atribuida a Einstein (1879-1955), aludiendo a la imposibilidad de la Física cuántica de establecer un modelo predictivo como hace la física clásica. Sin embargo, esta cita ¡nunca fue pronunciada por Einstein! Es Andrew Robinson en un artículo publicado en "Nature" (2018, abril), quien advierte que la frase textual escrita por Einstein fue: "La mecánica cuántica me merece mucho respeto... La teoría aporta mucho, pero difícilmente nos acerca al secreto del anciano (sic.). En cualquier caso, estoy convencido de que él no juega a los dados". Parece ser que la palabra anciano sería una alusión a la Naturaleza.

El documento puede consultarse en la web Einsteinpapers, volumen 15, documento 426.

A diferencia de Richard Dawkins (que hace del ateísmo un reclamo publicitarío), el ingenioso ateísmo de Paulos es mucho más honesto y asequible al gran público.

En su libro Elogio de la irreligión (2007), Paulos desmantela el argumento de que, como todo tiene una causa primera, el Universo debe tener su origen en la acción de un Creador. Sin embargo, si "todo tiene una causa", Dios también debería tenerla, así que no es la "primera causa". Como el principio de la navaja de Ockham nos invita a "economizar" en premisas innecesarias, la idea de Dios se convierte así en una hipótesis innecesaria.

Otra falacia estadística que nos induce a pensar en la acción necesaria de un Creador es la probabilidad tan inverosímil de nuestra existencia, si tenemos en cuenta la contingencia que ha tenido lugar en su cadena causal: la probabilidad de que tuviera lugar un Big Bang generando átomos y más tarde estrellas y planetas, cuyas leyes físicas son las matemáticamente necesarias para que el Universo siga existiendo no deja de asombrarnos. Pero ese asombro responde a un espejismo de probabilidades del que podemos ser testigos en nuestra vida cotidiana: mezclando una baraja de póker, el orden resultante de sus 52 naipes es de una probabilidad dividida entre un 1 seguido de 68 ceros, una probabilidad tan minúscula que ni siquiera podemos imaginar. "Ahora bien –concluye Paulos–, no estaría justificado concluir que esa ordenación concreta no podía resultar del simple azar porque su probabilidad a priori era minúscula. Alguna ordenación tenía que resultar, y fue esa". Desde esta premisa matemática –y parafraseando a Jacques Monod (1910-1976)– somos producto del azar.

 

¿EN LAS FRONTERAS DE LA CIENCIA?

Luis Ruiz de Gopegui (1929-2019), el más destacado astrofísico español que coordinara las misiones de la NASA en España, realizó una intensa labor divulgativa tratando de responder a las eternas cuestiones de cómo surgió la vida en la Tierra, la posible existencia de civilizaciones inteligentes en otros planetas, así como cuestiones relativas a nuestro cerebro y si existe un libre albedrío. En Extraterrestres ¿mito o realidad? (1992), De Gopegui evita entrar en polémica con las teorías creacionistas (entonces, la teoría del Diseño Inteligente todavía no había alcanzado suficiente difusión), que consideran que el Universo ofrece indicios suficientes para presuponer la intervención de un Creador:

"Desde una postura científica es imposible intentar hacer una crítica coherente sobre el creacionismo, porque esta forma de pensar nada tiene que ver con la Ciencia. Se trata tan solo de un conjunto de creencias apoyadas en la fe religiosa o en una intuición irracional. Dentro de los postulados creacionistas nada se puede medir, nada se puede comprobar y de nada vale la evidencia fósil. Refutar lo uno con argumentos de lo otro sería tan imposible como intentar jugar al dominó con las piezas del ajedrez. El creacionismo y la ciencia se mueven en dominios totalmente diferentes".

De la misma manera, la controversia que ofrecería la existencia de Dios es resuelta por De Gopegui a través del paradigma brindado por el paleontólogo Stephen Jay Gould (1941-2002), en Ciencia versus religión (1999), de los Magisterios que no se superponen. Desde esta perspectiva, religión y ciencia no deberían entrar en conflicto, ya que constituyen magisterios que se ocupan de parcelas totalmente diferentes, por lo que ni una ni otra deben inmiscuirse en teorizar sobre ámbito ajeno.

EL DIOS DE SPINOZA

El filósofo racionalista Spinoza (1632-1677) presenta un concepto de Dios vinculado al panteísmo -que algunos críticos tachan de ateísmo-, identificándole como una sustancia infinita, causa de sí misma, que sería independiente de la realidad. Esto significa que, al contrario de las religiones que nos presentan a un "Dios revelado" que interviene en nuestro mundo, el Dios de Spinoza no responde a ninguna providencia ni plan predestinado para el ser humano.

Esta misma postura fue expuesta por De Gopegui en su conferencia ¿Existe Dios? impartida en el Ateneo de Madrid en 2011 a raíz de la publicación de El Gran Diseño (2010), de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow (1954). "Los autores del libro han trasladado sutilmente una conclusión del campo del saber científico al saber teológico. Ellos mismos son los que proclaman que su conclusión es válida, sin esperar a oír la opinión de los teólogos que han sido invadidos en sus competencias". De Gopegui critica la actitud del genial astrofísico, cuya polémica intromisión en el ámbito religioso al argumentar la inexistencia de Dios probablemente esté buscando publicidad. Respondiendo a la pregunta sobre su creencia en Dios, De Gopegui responde lo siguiente: "Parafraseando a Einstein: creo en el Dios de Spinoza, que se manifiesta en la extraordinaria armonía de todo lo que existe".

 

¿LA SONRISA DEL GATO?

Martin Gardner (1914-2010) menciona una tira cómica de Johnny Hart (1931-2007), en la que una hormiguita exclama: "¡Qué maravillosa es la existencia! ¿A qué magnífico plan obedece el que yo esté aquí? ¿Es para descubrir el secreto de la creación? ¿Estoy aquí para inspirar a mi especie? ¿Soy un rey? ¿Un príncipe? ¿Un profeta...?". Otra hormiga le contesta: "¡Di más bien comida de oso hormiguero!".

Martin Gardner está considerado uno de los grandes pensadores del siglo XX, a quien se le reconoce como el fundador del pensamiento escéptico. Conocido por su labor divulgativa en el ámbito de las matemáticas recreativas, Gardner ha publicado numerosos ensayos –como La Ciencia lo bueno, lo malo y lo falso (1957) o ¿Tenían ombligo Adán y Eva? (2001)– ofreciendo una visión escéptica sobre los ovnis, la parapsicología, el esoterismo o las terapias alternativas, que son lectura obligada entre los aficionados a estas cuestiones.

Los porqués de un escriba filósofo (1983) es su libro más personal, donde dedica varios capítulos a la idea de Dios. Para Gardner, no hay ningún argumento lógico que pueda demostrar su existencia: el famoso discurso de la "causa primera" no deja de ser un postulado emocional. En cuanto al desafío al azar que significa el origen del Universo, Gardner recurre al argumento del físico teórico John Wheeler (1911-2008): miles de millones de grandes explosiones estarían ocurriendo en el hiperespacio y durante toda la eternidad. De una de estas explosiones (el Big Bang) lograron desencadenarse todas las combinaciones posibles, con las constantes físicas necesarias, para que surgiera el Universo y con ello, la vida en la Tierra.

Sin embargo, Martin Gardner confiesa que, rehuyendo de la argumentación racional, él decide dar el salto de la fe, impulsando por la invitación de la célebre apuesta de Blaise Pascal (1623-1662) que, considerando que la existencia de Dios es puro azar, es mejor apostar por su creencia –una opción que mitigará nuestra angustia existencial– a rechazarla; ya que, si tras la muerte no hubiera nada, tampoco nada habríamos perdido siendo creyentes.

Martin Gardner nos redescubre a Unamuno (1864-1936), quien en Del sentimiento trágico de la vida (1912) escribe: "Quiere Dios que el corazón descanse, pero que no descanse la cabeza". Gardner termina confesando: "Estoy muy satisfecho de confesar con Unamuno que no tengo fundamentos de ninguna clase para mi fe en Dios, aparte de un deseo vehemente de que Dios exista y de que yo, y otros, no dejemos de existir". Ante esta confesión, alguien podría reprocharle que una mente científica no puede "rebajarse" a la fe. El genio de Gardner tiene respuesta para todo: "Es la emoción más que la razón, lo que distingue al hombre de las bestias", o como escribió Unamuno: "He visto más veces un gato razonando que riendo o llorando".

 

AL PRINCIPIO... ¿DÓNDE ESTABA DIOS?

Stephen Hawking (1942-2018) ha sido considerado una de las mentes científicas más lúcidas de la segunda mitad del siglo XX. De su Breve Historia del Tiempo (1988) –probablemente el libro con más lectores que no hayan entendido nada tras su lectura– se han vendido nueve millones de ejemplares, lo que significa (en palabras de su autor) que al menos una persona, de 750 hombres, mujeres y niños de la Tierra, tiene un ejemplar. Paradójicamente, aunque el gran público asocia el concepto del Big Bang a la figura de Hawking, lo cierto es que éste no formuló tal teoría, sino que se la debemos a Georges Lemaître (1894-1966) un sacerdote belga y profesor de Física. Por supuesto, Hawking se cuida mucho de no mencionarle en ninguna página de su libro.

Pero, ¿qué opina el más brillante de los científicos sobre Dios? Famosa es su frase, pronunciada en 2011, de que la creencia en un "Más Allá" después de la muerte "es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la oscuridad". Con respecto a Dios, inicialmente, Hawking no rehúye tal posibilidad: "Uno aún se podría imaginar que Dios creó el Universo en el instante del Big Bang, pero no tendría sentido suponer que le Universo hubiese sido creado antes del Big Bang. ¡Universo en expansión no excluye la existencia de un creador (sic.), pero sí establece límites sobre cuándo este pudo haber llevado a cabo su misión!".

El discurso de Hawking aludía con frecuencia a Dios y no fue hasta sus últimos años cuando negó de manera explícita su existencia, al considerarlo innecesario en la ecuación del origen del Universo. En realidad, Hawking había profesado un ateísmo militante en sus años universitarios, pero su afán por reclamar la atención mediática le animó a utilizar el concepto de Dios, haciéndole mucho más popular entre el gran público que si hubiera negado dicha idea. Es en su obra póstuma Breves respuestas a las grandes preguntas (2018) donde Hawking, condenado a estar postrado en una silla de ruedas desde los veinte años y empleando un sintetizador de voz para comunicarse, muestra su absoluta genialidad cuando nos transmite un mensaje tan amargo como esperanzador:

"Cuando la gente me pregunta si un Dios ha creado el Universo, les digo que la pregunta no tiene sentido. Antes del Big Bang el tiempo no existía, y por lo tanto no había un tiempo en que Dios pudiera hacer el Universo (...) Todos somos libres de creer lo que queramos, y mi opinión es que la explicación más simple es que no hay Dios. Nadie creó el Universo y nadie dirige nuestro destino. Cuando morimos volvemos a ser polvo. Pero hay un sentido en aquello que vivimos, en nuestra influencia y en los genes que transmitimos a nuestros hijos. Tenemos esta única vida para apreciar el gran diseño del Universo, y me siento extremadamente agradecido por ello".

 


 

Escrito por : Anthony Lewis Simmons,
publicado en la revista Más Allá de la Ciencia, nº394 (Febrero 2022)