METAMORFOSIS

1.

Notaba su mirada clavada en mi y eso me ponía nervioso. Sin apartar la vista de la carretera la miré de reojo.

-¿Te molesta que te mire?-

-Al contrario. Siempre es agradable que una mujer bonita te mire. Me pone un poco nervioso, solo eso.-

-Gracias por el piropo.-

-No hay por qué darlas.-

Apreté un poco más el acelerador. Tenía prisa por llegar. Cada segundo que ganara me permitiría toparme las cosas con más calma. Eso era lo mejor. Trataba de no ponerme nervioso y disfrutar del viaje: un día de sol, un buen coche, asfalto seco y una bella dama en el asiento del copiloto. Eso me bastaba.

Mentiría si dijera que su mirada era lo único que me inquietaba. No. Me preocupaba lo que estaba a punto de hacer. Esperaba que la acción, comenzar de una vez, acabar con mis nervios. Para romper el tenso silencio que se había creado entre los dos, comencé a hablar, expresando mis pensamientos en voz alta. Así ella se tranquilizaría también

-En cuanto lleguemos empezare el proceso de...-trataba de buscar la palabra adecuada- metamorfosis : Creo que se le puede llamara así... Es bastante... espectacular, la primera vez que se ve impacta mucho. Debes acostumbrarte a él... -

-No me queda otro remedio. Quiero preguntarte algo... Eso que vas a hacer.... la metamorfosis ¿Qué sientes? ¿Es doloroso?-

Suspiré....

-No es agradable. Todo depende del tiempo que tenga. Si se hace despacio solo es agotador..La primera media hora apenas puedo moverme ni habar y las siguientes ocho o diez horas estoy muy débil. Si se hace deprisa, enseguida puedo valerme por mí mismo. Pero es tremendamente doloroso y peligroso.-

Irene extendió su brazo izquierdo y me acarició la mejilla.

-Así que vas a sacrificarte por nosotros. Vas a poner tu vida en peligro.... Nadie nunca había hecho algo así por mí. No sabes cuanto te lo agradezco...-

Me aferré un poco más fuerte al volante. Sus palabras y el suave tacto de sus dedos en mi cara me producían una mezcla de inquietud y melancolía imposible de describir...

-Ah. Hay una cosa curiosa. Para poder hacer el proceso, debo estar completamente desnudo. Espero que no te importe..-

Nos sonrojamos simultanea y levemente.

-No..no me importa. Al fin y al cabo vas ser mi hijo, y una madre ve muchas veces a su hijo desnudo.-

-Y tu vas a ser una madre para mí. Eso debemos tenerlo en cuenta. Tarde o temprano nos estarán observando. Y un pequeño error puede ser fatal. Sé que va a traerte recuerdos muy dolorosos. Pero trata de comportarte conmigo como la hacías con tu hijo...-

-Créeme, lo intentaré-

Todavía nos quedaban mucho para llegar, muchos kilómetros. Teníamos pensado llegar muy de madrugada, para que nadie nos viera. Manuel se reuniría con nosotros dentro de un par de días. Le quedaban por solucionar algunos asuntos de trabajo. Desde ese momento apenas cruzamos palabra alguna. Paramos a comer al mediodía en un área de servicio. No teníamos demasiado hambre, pero procuramos comer algo, aun nos faltaba mucho para llegar. Nos turnamos en la conducción, porque todo el día al volante era una paliza tremenda. Recostado en el asiento del copiloto, trataba de relajarme, descansar.

El momento temido y deseado a la vez llegó. El coche reposaba en la plaza de garaje y la ropa y demás cosas en los armarios. Estaba sentado en el suelo de la que iba a ser mi habitación. Irene me observaba apoyada en el umbral.

-¿Te molesta que esté aquí?-

-Al contrario. Como te dije, necesito que acostumbres al proceso. Que no te asuste. -

Suspiré. Comencé a quitarme lentamente la ropa, dejándola impecablemente doblada sobre la que iba a ser mi cama. Una cama muy grande, a decir verdad, porque un crío de siete años no abulta tanto como un joven de 24, espigado además.....

En silencio. Los latidos de mi corazón se me antojaban increíblemente sonoros. Trataba de olvidarme de todo...Debía relajarme, tenía que estar relajado, si no sería peor, todo se volvería más difícil...si cabe.

Ya estaba desnudo. Me volví un instante y miré a Irene, tratando de sonreír. Su rostro transmitía preocupación, a pesar de todo logró devolverme la sonrisa...

Me percaté de lo frió que estaba el suelo. Por suerte había una pequeña alfombra junto a la cama. Allí me tendí, echo un ovillo...

Respirar profundamente. Vaciar la mente de todo pensamiento. Salvo uno. Luz, luz blanca y pura bañándolo todo. Busca la luz, no está tan lejos. No es necesario viajar años luz a través de galaxias frías y oscuras. Esta dentro de ti....

Perdí el sentido un instante. El dolor me hizo volver a la consciencia y entonces supe que ya había cambiado. Temblaba, me sentía muy débil, el simple hecho de abrir los ojos se me antojaba un reto... Ni siquiera lo intenté, me quedé allí tendido hecho un ovillo. Creí escuchar unos leves pasos junto a mí. Una respiración agitada, antes de que unos calidos brazos me levantaran del suelo para después dejarme suavemente sobre la cama. La caricia de sábanas y mantas en su piel le hizo sentir un poco mejor...

-Aunque viviera diez vidas jamás podré olvidarlo. Una luz blanca que ha brotado de la nada me ha cegado y cuando ha desaparecido ya no eras tu, te habías convertido en un crío..-

Irene me arropaba dulcemente. Me besó en la mejilla y pude notar que estaba llorando, porque aquellas lágrimas tibias resbalaron hasta mi rostro.

-Duerme, mi niño. No tengas miedo. Nada malo puede pasarte...-

(Qué diferente es el mundo visto con los ojos de un niño. Todo es enorme. Las sillas de la cocina se me antojan enormes. Mientras me tomo el desayuno, balanceo mis piernecitas porque no llego al suelo. Mi voz aguda me llama la atención cada vez que hablo. . Algunas veces me cuesta incluso coordinar mis movimientos, como si aun no me hubiera acostumbrado a mi nuevo cuerpo)

2.

En poco tiempo ha crecido un montón, aparenta más de 16 años-Pensó, mientras le veía cruzar el umbral. Miguel era un chico bastante alto y robusto para su edad. Por lo demás, no llamaba especialmente la atención. Un adolescente más. Podían dejarle en medio de cualquier gran ciudad que no llamaría la atención lo más mínimo. Al menos, su aspecto interno. Porque nadie puede escrutar el interior de una persona con solo una mirada.

La psicóloga se levantó de la silla y se dirigió hacia Miguel.

-¿Qué tal estás Miguel? ¿Has dormido bien?-

Apenas le dirigió una tímida mirada y un escueto bien . ¿Por qué llevaba bata blanca y mascarilla si era una psicóloga?

Quizás tenía miedo de que le contagiara algo, o al revés. Siguió caminando sin detenerse junto a ella. En el extremo de la habitación había un enorme mueble con multitud de puertas y cajones. Para no variar, habían escondido algo en aquel mueble. Quizás era un CD, una sudadera, una tableta de chocolate o quizás un libro. Le costo apenas 4 o 5 segundos encontrarlo, en uno de los cajones de la parte baja, a la izquierda. Se trataba de una sudadera azul, muy bonita.

Para lo que la voy a usar-Pensó. Se la ató a la cintura.

Miró a la psicóloga. Estaba sentada en junto a una pequeña mesa redonda y escribía algo en un ordenador portátil. Podía jurar de qué se trataba: el tiempo que había tardado en encontrar el objeto, su reacción al lograrlo, la forma en la que le había saludado.

Comenzó a caminar hacia ella. Se dio cuenta de que nunca le había visto la cara.... al menos directamente. Tenía unos ojos preciosos, eso si, de un marrón muy intenso. Cuando la psicóloga levantó la vista del ordenador él estaba apenas a unos pocos pasos de donde se encontraba. Se puso en pié rápidamente. Pudo sentir como el miedo creía en su interior.

-Por favor, quédate ahí. No te acerques más.-

Solo quería verla más de cerca, y si era posible sin esa horrible mascarilla.

-No des un paso más, por favor, te lo ruego. No quiero hacerte daño.-

Pero estaba bien entrenada, porque un instante después había serenado su temor. Intentaba establecer una barrera mental para que no fuera capaz de acceder a sus pensamientos y así poder anticipar sus movimientos.

Continuó avanzando hasta quedar frente a ella, apenas a unos pocos centímetros. Apenas era un pelo más alto que ella y desde esa perspectiva podía admirar cada uno de los matices de sus ojos.

Con un rápido movimiento ella sacó algo de los bolsillos de la bata y le roció la cara con algo frío. Antes de perder el sentido le dio tiempo a hilvanar un último pensamiento

Tengo que salir de aquí

3.

Ha sido demasiado fácil

Esperaba toparse con cercas de alambre de espino, hombres armados apostados en garitas, perros de presa. O sofisticadas alarmas silenciosas que se dispararan al alejarse unos pocos pasos del edificio. Nada. Una pequeña ventana abierta del sótano, algunos pasos cautelosos sobre la hierba húmeda y una valla tan baja que hasta un niño hubiera podido salvarla.

Demasiado fácil.

El mundo a través de mis ojos

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