El oráculo de Nidra (I)

Afuera caía el sol a plomo, la luz era dolorosa y caliente, pesada. Pero en el porche de la casona, a la sombra de los paraisos, la temperatura era muy agradable.

La pequeña jugaba sentada en el suelo de grandes baldosas de piedra. Jugeteaba con una canica. Le gustaba el sonido de aquella espera pequeña y brillante al chocarontra el suelo. Sonreia. Y le brillaban los ojos azules.

A su lado, dormitaba un enorme pastor aleman, tirado en el suelo. Su pelaje negro contrastaba con la piel blanquísima y el pelo rubio de la niña. De vez en cuando, la niña se acercaba al perro y le acariciaba el lomo.

Pasaron las horas y el cielo comenzó a poblarse de nubes, ocultando el sol. Comenzó a soplar el viento.

De repente, el perro se puso se levantó lentamente. Movió las orejas, olfateó el aire. Algo no le gustaba.

Comenzó a gruñir, mientras el pelo del lomo se le erizaba. Mostraba los dientes, blancos y afilados y gruñia. Con pasos lentos y nerviosos, se colocó delante de la niña.

Como si quisiera protegerla.

El oráculo de Nidra (II)

Se le había echo tarde. Fuera, la oscuridad se adueñaba de los rincones desde muchos minutos antes. Y la biblioteca estaba a punto de cerrar... Recogió los apuntes y se dirigió a la salida.

Pero antes debía hacer una parada intermedia en el servicio para satisfacer una necesidad imperiosa.

El pasillo estaba oscuro y el servicio aún más oscuro. Mientras buscaba el interruptor de la luz, le asaltó la desagradable sensación de que no estaba sola.

Ni siquiera tuvo tiempo de gritar.

El oráculo de Nidra (III)

Cuando despertó no sabía donde se encontraba, le dolía la cabeza, se sentía confuso, le costaba recordar algo. Estaba sentado en un desierto vagón de metro, con una mochila en el regazo. Abrió la cremallera y buscó que había dentro, por si le daba alguna pista de qué hacía allí. ¡Una ballesta! Observó el gatillo y las flechas afiladas ¿por qué estaba ahí? ¿Para que la quería?

El vagón llegó a la dolorosa claridad de una estación, la luz le molestaba, le lloraban los ojos. Se puso en pie trabajosamente y, cuando las puertas se abrieron, salió al anden. Le costaba caminar y las pocas personas que esperaban el metro le miraban y se apartaban. Se dirigió a la salida. La confusión daba paso a la prisa, al tiempo que sus pensamientos y sus piernas se aclaraban, sus pasos tamblaleantes se transformaron en una rápida carrera.

Pero ¿por qué corría?

La bruma comenzaba a despejarse en su mente mientras alcanzaba el exterior, como si la luz del día trajera también luz a sus pensamientos. Calles estrechas, suelo mojado, edificios antiguos y un cielo desgarrado de nubes, amenazador. Y ese silencio impropio de una gran ciudad, pesado, aterrador

Algo horrible estaba a punto de ocurrir.

Se detuvo un instante, sacó la ballesta de la mochila y colocó una flecha en su lugar. Después siguió corriendo, un poco más deprisa... quizás era demasiado tarde...

Un par de metros antes de doblar una esquina, le sorprendio un sonido abrupto e indescriptible. Lo que tanto temía se había concretado. Había llegado demasiado tarde.

Paró en seco, solo se escuchaba el viento y los latidos de su corazón...

Despertó de golpe. Al estrépido de los latidos de su corazón se unía el timbre del telefono móvil. Dio una vuelta en la cama y tanteó en la mesilla de noche.

-¿Quién es?-

-Manolo... soy David. Se que te hago una faena, es tu día libre, pero hay muchísimo tajo y Sergio se ha puesto malo.... ¿Puedes venir?-

Le dolía la cabeza y todavía no estaba despierto del todo, le costaba pensar. Pero, en fin, en el trabajo nunca se habían portado mal con él, todo lo contrario.

-En media hora estoy allí-

-¡Gracias tio! En cuanto pueda te daré dos días libres, para compensar...-

Fuera, estaba anocheciendo. Trabajar de noche y dormir de día y los días que libraba, dormía de día y de noche, aprovechando un poquito de la mañana para hacer la compra, arreglar la casa....

Se miró en el espejo del bajo. Ojeroso y sin afeitar parecía avejentado, llevaba varias noches durmiendo mal, tenía pesadillas y se despertaba en medio de la noche...

El oráculo de Nidra (IV)

Colgado del techo, esperaba. Se sentía debil y hambriento. Incluso le costaba un gran esfuerzo mantenerse allí, en la oscuridad, colgado del techo. Pero...

Algo se acercaba, quizás una presa. Un leve sonido, casi imperceptible y una sombra.

Un humano. Justo lo que necesitaba.

Desplegó sus alas y mostró sus garras retráctiles. Con el mayor de los sigilos, se abalanzó sobre su presa...

(No hay mas.... si se te ocurre alguna idea puedes decirmelo aquí )

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