Nada de lo que hagas puede devolverme la vida.

(I)

Entró cual ciclón en los baños de la gasolinera, reprimiendo arcadas, con la mano izquierda tapándole la boca y la derecha sujetando una Katana con la hoja ensangrentada. No le dio tiempo a llegar al retrete. Su cuerpo se dobló con la siguiente arcada y comenzó a vomitar, manchando el suelo de los servicios. Eso le desagradó profundamente, era limpio y cuidadoso. Tratando de alcanzar el retrete resbaló en sus propios vómitos y se estampó de boca contra el suelo.

Comenzaba a recuperar el conocimiento cuando notó un olor a jazmín. Unas manos suaves y a la vez firmes le daban la vuelta, después le limpiaban el rostro lleno de sangre y de vómito. Sintió unos labios acariciando su oreja derecha. Y un susurro...

-Nada de lo que hagas puede devolverme la vida-

-Solo conseguirás arruinar la tuya-

Abrió los ojos y la vio, de pie junto a el, desafiante, altiva, con su pelo rubio recogido en una trenza y una espada en la mano izquierda..

-No lo olvides- le dijo

Parpadeó, apenas una décima de segundo y ya no estaba, había desaparecido delante de sus narices....

Después de que muriera había paseado por sus sueños, pero nunca se había topado con ella estando despierto. Nunca la había tenido tan cerca, nunca había escuchado su voz con tanta claridad, como si aun, aun, estuviera viva....

(II)

La luna brillaba en le cielo, bañando con su luz fría y mágica la bóveda celeste de un intenso azul. Una noche clara, transparente, a comienzos del verano.

El vehículo se deslizaba suave y veloz por la desierta autopista, devorando rectas sin fin, rectas que se perdían más allá del haz de luz de los faros.

Yo ocupaba el asiento del copiloto. Dormitaba. Había conducido durante todo el día. Estaba cansado. Además no me gusta conducir de noche.

Sentí unos dedos que tomaban delicadamente mi mano izquierda. Después, una sensación cálida y húmeda. Ella me besaba en el dorso de la mano, con suavidad infinita, sin apenas apartar la vista de la carretera.

Mi sueño era ligero, como el de un perro guardián, y esa leve maniobra me despertó. No abrí los ojos, no quería romper aquel instante mágico. Además, no me hacía falta abrir los ojos, podía imaginarla inclinada sobre mi, con su pelo rubio recogido en una cola de caballo, sus ojos vivaces, labios finos, sus suaves manos.

Viéndola nadie podía entrever la dureza que se ocultaba bajo aquel suave envoltorio. Yo la conocía de sobra. La primera vez que me tope con ella me partió el labio de un puñetazo. Es una larga historia, larga y complicada, paro basta decir que en aquel momento nos llevábamos bien. Yo la quería, desde el primer momento que la vi la quería.

Y creo que en aquel momento ella me quería también. O quizás, eso me hacía creer astutamente. Nunca logre intuir lo que pasaba por su mente.

Dejó mi mano sobré mi regazo y rió, suavemente, casi imperceptiblemente.

Mierda, mierda, mierda. El sueño había estado a punto de vencerme. No estaba tendido en un cálido lecho, ni en ningún otro lugar insospechado donde he dormido algunas horas, sino gas a fondo en quinta, aferrado al manillar de la RC 600 roja.

La maldita monotonía de la autopista y mi cansancio se habían aliado. Un poco mas y me la habría pegado.

La maldita monotonía de la autopista y mi cansancio. Y el recuerdo....

-¡Maldita sea! Está muerta, María está muerta y si te matas hoy no lograrás devolverla a la vida...-

Gritaba dentro del casco, luchando contra el sopor. Seguía rodando a tope en aquella noche clara, transparente. Tratando de devorar aquellas malditas rectas sin fin, agachado tras el pequeño carenado.

Lágrimas corrían por mis mejillas, mi voz enronquecía de tanto gritar, de tanto gritar su nombre, a mas de 150 por hora, tratando de encontrar un motivo para no estrellar mi montura contra la mediana de cemento.

(III)

Arqueó el espiñazo y se desperezó en la silla. Era muy tarde, pasa la medianoche. Salvo la luz que emitía un pequeño flexo y la pantalla del ordenador, a oficina estaba a oscuras. Y en silencio, solo roto por el ágil movimiento de sus dedos sobre el teclado, por el monótono zumbido del ordenador.

Ya casi había acabado. Apagó el ordenador, se puso en pié y se dirigió al siguiente. Había un folio sobre el teclado indicando lo que le pasasaba, al parecer el sistema operativo no funcionaba bien. La solución era sencilla: formatear el disco duro y volver a instalar el sistema operativo y el restro de programas.

Apenas una hora después había terminado, por fin. No le disgustaba trabajar hasta tarde, pero estaba realmente cansado, agotado. Un día muy largo, sin duda. Pese a todo.....

En la calle le soprendió una gélida noche de comienzos de noviembre. El cielo estaba despejado, el cierzo se encargaba de ello. La luna llena brillaba entre las siluetas oscuras y amenazadoras de los edificios. Se abrochó la cremallera de la chaqueta mientras camniaba hacia su montura. Sacó el casco y los guantes de la maleta de la moto y se los puso. Instantes después cortaba el aire de la noche a lomos de la moto...

Pese a todo, la idea de volver a casa no le seducía en absoluto. No era tán solo el desorden y la suciedad lo que desagradaba, no. Ni siquiera la nevera vacía. La siemple idea de meterse en la cama le aterraba. Enfrentarse al inmsomnio o, aun peor, a un turbulento sueño plagado de pesadillas que se empeñaban en recordarle lo que trataba de olvidar por todos los medios.

A diferencia del disco duro de un ordenador, su memoria era mucho más caprichosa, no podía elegir que retener y que olvidar... Aunque aquello que recordara le hicera mucho daño...

Así que se metió en el primer bar que encontró en su camino y se emborrachó. El alba le sorprendio ebrio, tirado en un soportal, llorando....

(IV) (1 de septiembre de 2004)

Sus labios se torcieron en una mueca de contrariedad al ver la espada, rota por la mitad, sobre la cama.

"A tomar por culo la espada" pensó.

En cualquier otra ocasión, todo lo que le rodeaba, todo el moviliario del piso, habría sufrido las consecuencias de su ira. Pero no en aquel momento. Le dolía el hombro izquierdo, la muñeca derecha, la cabeza..... Terminaba antes enumerando las partes de su cuerpo que no se quejaban amargamente.

En la calle, su moto agonizaba, con el carenado destrozado y brotando a chorros sus fluidos vitales: agua y aceite.

"Y a tomar por culo la moto"

Se preguntó que pensaría de aquello María. Pero ella estaba muerta y ya no tenía que preocuparse por espadas ni por vehículos. Ya no tenía que vivir con la muerte en los talones, siempre meditando cada paso....

En aquel momento comprendió que no era mejor que aquellos a los que perseguía. Su destino y el suyo eran el mismo aunque se nergara a aceptarlo. Desde el instante en el que cruzó la linea que jamás debia haber cruzado, cuando comenzó a cazarlos, estaba condenado, al igual que lo estaban ellos.

Apartó de su mente aquellos negros (aunque ciertos) pensamientos y trató de ser práctico. Una nueva espada, un nuevo vehículo. Eso era lo que le hacía falta.

Conseguir una espada no iba a ser nada facil, mucho menos una obra de arte como la que tenía delante. Quizás un artesano pudiera repararla, quizás. Encontrar un artesano era aun mas dificil que comprar una nueva espada, así que desechó la idea. Le las tendría que apañar con cualquier objeto largo, afilado y restistente que encontrara. Quizás una guadaña o una hoz... si, definitivamente eso podía servirle.

En cuanto a lo otro.... Camiando lenta y pesadamente llegó al recibidor. En el suelo, junto a la puerta, su mochila. Rebuscó en su intierior hasta toparse con su preciado juego de ganzuas. Siempre podía robar un coche... su cuerpo no estaba para demasiados trotes, como para seguir yendo en moto. Cuando se recuperara, podía robar una moto.

Se preguntó que le diría su madre si pudiera verle en ese momento: convertido en asesino y ladrón, escoria en un mundo podrido. Por suerte, ella también estaba muerta y no podía ver en que se había convertido su querido hijo...

(V)

Esos malditos nervios apenas le dejaban hacer nada, ni siquiera comer algo y dormir un poco, justo lo que más ansiaba. Energía desbocada bullendo en su interior, malgastando su don, transformandolod en una maldición. Si María aun estuviera viva, con tan solo un beso.podría extraer esa energía de su ser, dulcemente, sin ningún dolor.

Naturalmente, podía buscar a alguien como ella, no era la única maga, había otras y otros, pero no le interesaban. En lugar de buscarlos se encargaba de perseguir a aquellos que habían acabado con ella, seres ávidos de mágia capaces de matar a todo el que se les pusiera por delante si de esta forma podían coseguir una pizca de magía, al igual que un yonqui es capaz de cualquier cosa por su dosis.

Repasó sus pensamientos: perseguir no era la palabra adecuada, aniquilar descríbia mucho mejor sus acciones.

Pero eso no era lo que importaba en aquel instante, sino tratar de descansar, de no volverse loco, voler a ser tan solo un humano común y corriente y no el ser atormentado e inutil que era ahora...

Así que fue a la cocina y llenó una cacerola con agua y la puso colocó en el fuego, pero sin encenderlo. Se sentó frente a ella y concentro sus sentidos en el agua. Dejó que la magia fluyera de su ser hasta el agua, lentamente,calentandola hasta hervir. Después añadió sal y macarrones. Algo de comida y descanso, eso es lo que nesesitaba, ahota que se sentía calmado pero vacío, débil, inutil.

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