VIDOCQ, DE LADRÓN A POLICÍA
FRANÇOIS EUGÈNE VIDOCQ, 1775 - 1857

Un caso de esquizofrenia profesional.

Esquizofrenia, del griego schizo, hender, separar, es una forma no científica pero adecuada para definir lo que fue la vida profesional, que no mental, de François Eugène Vidocq, quien, en el transcurso de pocos años, pasó de primer ladrón a primer policía de Francia.
Nacido el 24 de Julio de 1775 en la ciudad de Arras, su padre, panadero de profesión, pudo darle estudios, pero él no quiso recibirlos. Prefería pasar sus días adolescentes enamorando mujeres y batiéndose por causas que él mismo se encargaba de generar.
Claro está que era un buen espadachín, salía indemne de sus encuentros y, corresponde decirlo, cuidaba de sólo producir rasguños en sus adversarios.
Alternaba sus dos ocupaciones principales con pequeños hurtos y todo tipo de delitos menores.
A los 15 años, robó la nada despreciable suma de 2.000 Francos de la caja de su padre, con la intención de viajar a EE.UU. y empezar una nueva vida. Ni tuvo tiempo de malgastar el dinero paterno, pues otros compañeros de fechorías se encargaron de robarle mientras dormía la mona tras una noche de borrachera en una taberna de mala muerte. Sin un céntimo en los bolsillos, se vió reducido a aceptar pequeños trabajos, por lo menos miserables, hasta que harto de su triste situación, volvió como un hijo pródigo a casa de sus padres con la intención de pedir y obtener el perdón. De poco le sirvió el gesto de hijo arrepentido, ya que sus padres le cerraron las puertas en sus mismísimas narices.
Esto ocurrió en el año de 1790, época en que la Revolución paseaba triunfalmente sus banderas tricolores, así que Vidocq decidió hacer fortuna en las armas. Alistado, luchó con arrojo en las batallas de Valmy y de Jemmapes, en 1792.

Pero era previsible que, dado su natural pendenciero e indisciplinado, no podría durar mucho en el ejército.
Dijo Néstor Luján que Vidocq, a lo largo de 2 años tuvo nada menos que 20 duelos a consecuencia de los cuales dos rivales encontraron la muerte.
Abandonó el ejército, convirtiéndose en desertor, lo que era un mal asunto en los días del recién instaurado régimen del Terror. Pasó a las filas enemigas austríacas, pero también hubo de huír para evitar se condenado al apaleamiento, refugiandose en Bélgica.
Con papeles falsos, se unió a una banda de forajidos que, con la excusa de perseguir contrarrevolucionarios, robaban y saqueaban en beneficio propio. Detenido, fue encarcelado en Lille. Desafiando muros y carceleros, logró evadirse.
A partir de aquel hecho, y a lo largo de 14 años, vivió exclusivamente para y del delito.
Valiéndose de su más que notable habilidad para el disfraz y el cambio de personalidad, fue (o simuló ser) marino, terrateniente, monja, banquero, noble o campesino.
Y aunque también robaba, lo suyo era el arte de la estafa. Tenía habilidad de sobra para esquilmar incautos, pero no tanta para esquivar a la policía, siendo encarcelado periódicamente. Y con la misma periodicidad, escapaba de todas las prisiones donde le encerraban.

A causa de sus fugas, algunas inverosímiles, como la que protagonizó en el temible presidio de Toulon, donde estaba aherrojado de manos y pies, Vidocq se hizo célebre en toda Francia.
La prensa y la gente esperaba con ansias su siguiente detención para así poder cruzar apuestas sobre el tiempo que permanecería en prisión. Siempre ganaban los que apostaban por el menor período de tiempo, claro está.

Contemplando su retrato grabado que de él hizo el artista Coignet, cuando Vidocq había alcanzado la madurez, llama la atención lo despejado de su frente y el recto mirar de sus ojos, unido todo ello a unas facciones regulares y hasta distinguidas.
No es, sin duda, el rostro de un delincuente. De hecho, Vidocq no lo era en lo más profundo de su ser. Su rebeldía y su agresividad lo habían llevado al delito; su inteligencia, que era aguda y muy notable, podía sacarlo de él.

En 1809, cuando contaba 34 años de edad, se produjo la inflexión que le haría dar un giro de 180º a su vida y le permitiría entrar en la Historia.

Detenido en Lyon, pidió ser llevado ante el comisario general, Dubois, quien accedió a la entrevista intrigado por su fama y popularidad. Sin preámbulos, Vidocq le dijo que había decidido cambiar de profesión (la de ladrón y estafador), para abrazar la de policía; el comisario general, harto de oír proposiciones similares en boca de prisioneros que deseaban mejorar su situación, dio media vuelta y se dispuso a marcharse, pero su interlocutor lo detuvo con una propuesta extraordinaria:

-"Ahora me llevarán dos gendarmes inmovilizado con grilletes hasta la prisión. Si logro escaparme en el trayecto y regresar, será esto una prueba de mi buena fe."

Dubois, divertido, acepta el reto. Dos expertos y forzudos guardianes lo maniatan y se lo llevan. Al cabo de un cuarto de hora Vidocq, libre y satisfecho, reaparece en el despacho de Dubois: se ha escapado de sus guardianes y está dispuesto a cumplir su palabra. Convencido, el comisario general acepta y, en 15 días, la mayoría de los delincuentes de Lyon caen en las redes de la policía. Dubois se da cuenta de que, como el mismo Vidocq presentía, ha nacido más para policía que para malhechor.

Como antes con sus delitos, ahora asombra a sus conciudadanos con sus hazañas policíacas. Se hacen apuestas sobre el número de delincuentes que llevará a la cárcel en un mes.
Hasta aquí, podría decirse que Vidocq fue un simple arrepentido que logró sus éxitos gracias a sus conocimientos del hampa. Y que no pudo tener problemas para encarcelar delincuentes, ya que se trataba de sus amigos de ayer, cuyos escondites conocía tan bien como ellos mismos.
Por supuesto que todo esto es cierto, pero Vidocq no se limitó a encarcelar malhechores. Demostrando su genio, imaginó un nuevo tipo de policía que no se limitara a actuar después de cometido el delito, sino que lo previera e intentase evitarlo.
Tuvo la suerte de encontrar el entusiasta apoyo de sus superiores, y así nació la "SURETÉ", la Policía de Seguridad Nacional, hasta hoy orgullo de Francia, y que encuentra su equivalente en Gran-Bretaña con su célebre "Scotland Yard".

Entre 1811 y 1827, a través del 1er Imperio, la 1ª Restauración, los Cien Días, la 2ª Restauración (con los reinados de Luis XVIII y Carlos X), François Vidocq dirigirá la Sureté sumando éxitos y aterrorizando delincuentes. A destacar que también se preocupó por mejorar el estado de las prisiones y el trato que en ellas se daba a los presos.

Precisamente para ayudar a los ex-convictos, financió la instalación de una fábrica de papel y cartón, decidiendo, en 1827, abandonar la policía y ponerse al frente de ella. Desgraciadamente, la experiencia se tradujo en un completo fracaso que le costó a Vidocq buena parte de su patrimonio, al meterse en hazarosas especulaciones, y obligándolo a volver a perseguir delincuentes.

Finalmente, en 1832, y a raíz de una diferencia de criterio con sus jefes, abandona definitivamente la Sureté, su obra maestra, pero no para descansar, sino para organizar la primera agencia de detectives del mundo.
Con ella aumentó su fama y poder, aunque tuvo, como no podía ser de otra manera, frecuentes enfrentamientos con la Policía, que no se resignaba a aceptar esa "competencia" privada, hasta entonces desconocida.

Por sus aventuras, era ídolo de los románticos cuando se produjo la Revolución de 1848; tomó activa parte en ella y sostuvo, mientras pudo, el tambaleante poder del jefe del Gobierno Provisional, su íntimo amigo Alphonse de Prat de Lamartine.
También eran íntimos amigos, y aprovechados oyentes de sus relatos, Honoré de Balzac, Alexandre Dumas, Eugène Sue y Victor Hugo, quien se inspiró en él para crear su personaje Jean Valjean, de "Los Miserables".

Envuelto en su bien ganada fama y gloria, murió en mayo de 1857, reinando el emperador Napoleón III, a la avanzada edad de 82 años.

Se puede decir de Vidocq que es un ejemplo de la contradictoria naturaleza humana, aparte de ser un héroe de novela.


in "LA CARA OCULTA DE LOS GRANDES DE LA HISTORIA", de Juan Manuel González Cremona, Colección Memoria de la Historia, Editorial Planeta 1993.
Joseph Fouché, Duque de Otranto, ministro del Interior, bajo el cual Vidocq creó la "Sureté".
Alphonse de Prat de Lamartine, 1790-1869, Jefe del Gobierno Provisional en 1848.
François Eugène VIDOCQ (1775-1857)
François Eugène VIDOCQ, el fundador de la "Sureté", Policía de Seguridad Nacional.
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