EL COLLAR DE LA REINA
EL ASUNTO DEL COLLAR DE LA REINA

La Estafa del Siglo

Nicolas de La Motte, escudero, serv�a, sin entusiasmo, como gendarme del Rey en la Compa��a de los Borgo�ones acuartelados en Bar-sur-Aube (Lorena) y, a favor de una declaraci�n jurada, pudo atribuirse el t�tulo de conde. Un poco torpe, sus camaradas le apodaban "Momotte" sin que �ste se molestase, pero era brillante en sociedad. Es en los c�rculos mundanos que se cruz� con la se�orita Jeanne de Valois de Saint-R�my, con la cual acabar�a cas�ndose. �sta ven�a de m�s abajo pero remontaba, geneal�gicamente hablando, de m�s arriba. Sacada, gracias a la marquesa de Bougainvilliers, gran dama estimada por los Rohan, de la m�s negra miseria, ten�a en su poder dos bazas: una audacia prodigiosa y or�genes fuera de lo com�n. Descend�a directamente y por los varones, del rey Enrique II de Francia y de Nicole de Savigny. El autor de su linaje, Enrique I de Saint-R�my apodado "Henri-Monsieur" (Enrique-Se�or), fue legitimado y reconocido por su padre. Durante mucho tiempo, la familia hab�a contra�do honorables matrimonios hasta que Jaime II de Saint-R�my hizo un est�pido enlace, vendi� sus tierras, se hizo echar a la calle por su esposa y falleci� en un hospital de la beneficencia mientras que su mujer trabajaba para un "macarra" sardo y enviaba a su hija mendigar por las calles.

Parad�jicamente, un t�o, Jaime I de Saint-R�my, hab�a servido honorablemente en la Marina Real, acabando como teniente de nav�o y al mando de la fregata "La Surveillante", y condecorado con la cruz de la Orden de San-Luis. Reconocido por el Sr. de La Garde d'Hozier, genealogista de la Corte, era saludado con el t�tulo y nombre de Bar�n de Valois, y acababa de fallecer en la Isla de Francia el 9 de mayo de 1785.

Tres meses antes del esc�ndalo, la Condesa de La Motte viv�a de peque�os socorros y, simulando un desmayo en presencia de Madame Elisabeth, hermana menor del rey Luis XVI, se hab�a hecho conceder una pensi�n por la joven princesa.

Presentada al cardenal-pr�ncipe de Rohan, hab�a conseguido hacerle creer que estaba en el favor de la reina Maria-Antonieta.

Si �ste se muestra habitualmente muy perspicaz, atestigua de una incre�ble ingenuidad cuando se le mantiene en una loca esperanza. Es por esa debilidad que la condesa tiene en sus garras al cardenal; se hace pasar por emisaria de la reina, falsifica cartas a nombre de �sta, escritas por su amante Marc-Antoine R�taux de Villette, antiguo gendarme, y pide peque�os pr�stamos que el feliz depositario de los embarazos financieros de la reina de Francia se compromete en dar a pesar de una posici�n pecuniaria harto comprometida por sus titanescas obras en el Palacio de Saverne, su contribuci�n a la extinci�n del descalabro financiero de su hermano el Pr�ncipe de Rohan-Gu�m�n� y a sus numerosas liberalidades.

Pero, cuando el cardenal solicita una audiencia con la reina, la condesa debe organizar toda una comedia para que no se descubran sus mentiras: contrata a una prostituta que hace carrera en los Jardines del Palais-Royal, Marie-Nicole Leguay, conocida por su nombre de guerra de "Se�orita de Signy", y que bautiza con el t�tulo de Baronesa de Oliva, anagrama del apellido "Valois". La joven prostituta ignorar� hasta el juicio el papel que interpret� como "Maria-Antonieta" a cuenta de una pseudo-condesa, cerebro de una estafa tan magistral como baja. Hasta el final creer� haberse doblegado ante la voluntad de la reina porque la condesa le hab�a asegurado que �sta estar�a detr�s de ella durante la entrevista secreta con Monse�or de Rohan, en un bosquejo del parque de Versailles, la noche del 11 de agosto de 1784.

Lo que sucede entonces se desarrolla con una inusitada simplicidad. El cardenal recibe una carta de la reina Maria-Antonieta pidi�ndole que sirva de intermediario en la compra de un collar de los joyeros B�hmer y Bassenge, con un precio estimado a 1.600.000 libras a pagar en un plazo de dos a�os con un pago inicial de 400.000 libras.

A la fecha prevista, el 1 de febrero de 1785, los se�ores B�hmer y Bassenge traen el famoso collar de la Reina al parisiense palacio de Rohan-Strasbourg, y la Eminencia les muestra entonces el contrato con la firma "Maria-Antonieta de Francia" (totalmente falsa por cierto). El cardenal de Rohan ir� personalmente a entregar a la Condesa de La Motte-Valois el collar y, �sta, a su vez, lo remitir� ante �l a un tal Desclaux, que no es m�s ni menos que su amante R�taux de Villette haci�ndose pasar por un agregado a la c�mara y a la m�sica de la Reina.

El 12 de febrero, un joyero parisino llamado Adam, se presenta ante el inspector de polic�a del barrio de Montmartre, el Se�or de Brugni�res, con la intenci�n de se�alarle que un tal Sr. R�taux de Villette le ha propuesto comprar diamantes a precios demasiados bajos para que no se sospeche de d�nde proceden �stos. Pesquisas e interrogatorios se suceden. La polic�a vigila a la condesa de La Motte-Valois pero, como no se hace eco de ninguna denuncia por robo, el asunto se queda estancado.

El susto le proporciona a la condesa una buena lecci�n y �sta manda a su marido en Inglaterra para deshacerse de la mayor�a de las piedras. En cuanto al resto, es el amante quien, una vez en Holanda, tendr� que venderlo. Con el beneficio de esas ventas, los condes de La Motte-Valois van a Bar-sur-Aube, para vivir como s�trapas.

Lo que acontece entonces es conocido de todos: el cardenal de Rohan se presenta en la Plaza de Vend�me y se limita a pagar los intereses de la deuda adquirida con los joyeros, cantidad que asciende a 35.000 libras, a la vez que ense�a una supuesta carta de la Reina comprometi�ndose a efectuar el pago de 700.000 libras; los joyeros disimulan mal su contrariedad ya que ellos mismos deben una fortuna al Sr. Boudard de Saint-James, tesorero de la Marina Real de Francia. Al d�a siguiente, Bassenge, convocado por la Condesa de La Motte-Valois, oir� de sus labios:

-"Os han enga�ado, el escrito de la garant�a que posee el cardenal lleva una firma falsa, pero el pr�ncipe es lo bastante rico, �l os pagar�!"

He aqu� un golpe magistral de los estafadores que, por medio de esa denuncia, pretenden forzar al cardenal de Rohan a querer acallar el esc�ndalo que podr�a estallar al dejarse enga�ar por una aventurera, y apremiarse en pagar a los joyeros para mantener el silencio sobre toda la estafa de la cual acababa de ser v�ctima y que le habr�a desacreditado.
Sin embargo, el asunto no toma la direcci�n esperada por los La Motte-Valois y el cardenal persiste, ante B�hmer y Bassenge, en su afirmaci�n que tiene en su poder cartas de la Reina en las que ella le encarg� de hacer de intermediario secreto para la compra del famoso collar. Puesto que el dinero no llega, los joyeros llevan su denuncia ante la Justicia y "el Asunto del Cardenal de Rohan" se convierte r�pidamente en "el Asunto del Collar de la Reina"...

Tras presentar la pertinente denuncia ante la Justicia, y a la excepci�n del Conde de La Motte, todos los c�mplices son inmediatamente apresados, el Cardenal de Rohan inclu�do, que tambi�n es encerrado en una celda aunque con mucha m�s comodidad que los dem�s.

La instrucci�n del caso ser� larga y delicada. El lunes 29 de mayo de 1786, los cautivos son llevados a La Conciergerie y comparecen el 30 ante la C�mara Alta. El procurador general del Rey, Omer Joly de Fleury, hermano del ef�mero controlador general de Finanzas, reclama para el conde de La Motte una ejemplar condena, para R�taux de Villette las galeras (eso es, cadena perp�tua), para la condesa de La Motte-Valois, el l�tigo, la marca con hierro candente sobre los hombros y el encierro de por vida en la c�rcel de La Salp�tri�re (c�rcel de mujeres). En cuanto hacia Su Eminencia el Cardenal-Pr�ncipe de Rohan-Gu�m�n�, apenas se muestra m�s tierno: tendr� que arrepentirse y pedir el perd�n real, siendo de igual modo condenado a dimitir de todos sus cargos, a dar limosna a los pobres y a mantenerse de por vida alejado de las residencias reales y, finalmente, a guardar prisi�n hasta la ejecuci�n de la sentencia. Ah�, en ese punto, el abogado general Antoine S�guier, tumultuoso galicano, no habiendo sido previamente informado de las conclusiones del procurador general, osa replicarle con virulencia y se ve respondido con una hiriente r�plica en plena cara:

-"Vuestra c�lera, se�or, no me sorprende en absoluto. Un hombre dedicando su vida al libertinaje como usted, deb�a necesariamente defender la causa del cardenal!"

Los acusados desfilan uno detr�s de otro. La falta de verg�enza de la condesa de La Motte-Valois ir� hasta provocar la indignaci�n hasta entre los magistrados m�s cr�ticos contra la Reina, por sus infames declaraciones implicando a la soberana y al pr�ncipe.
La aparici�n del cardenal que es, recordemoslo, Gran Limosnero de Francia, en gran vestido violeta, color de duelo de los pr�ncipes de la Iglesia Romana, levanta una ola de respeto hasta entre los presidentes, que se incorporan para responder a sus saludos. Su Eminencia ha comprendido cual es la extensi�n del esc�ndalo y medido las consecuencias pol�ticas tras haber largamente meditado sobre su inconsecuencia.
Marie-Nicole Leguay, alias "la Baronesa de Oliva" o "Mademoiselle de Signy", que acaba de dar a luz a un ni�o en su celda de La Bastilla, debe dar el pecho al reci�n nacido en presencia de la corte de Justicia. El padre es un honorable gentilhombre que responde al nombre de Sr. de Beausire, y que cumplir� con ella despos�ndola y reconociendo al ni�o poco despu�s. Interrogada, contesta con lloros, se disculpa, comprende cual es el asunto en el que se halla implicada, aunque no habiendo sido m�s que un pe�n. Un sentimiento de ternura se apodera de los magistrados.
Llega finalmente, vestido con un traje de tafet�n verde realzado de oro, los cabellos trenzados desde el occipital hasta los hombros, el famos�simo Conde de Cagliostro, m�s charlat�n que conde, protegido del cardenal y oscuro aventurero. Provoca una serie de carcajadas entre los jueces mezclando su jerga de griego, lat�n e italiano, acompa�ando con gestos su viva manera, por lo menos inesperada, de defenderse de las acusaciones que pesan sobre �l.

El mi�rcoles 31 de mayo de 1786, la corte judicial emite su veredicto: Jeanne de Valois de Saint-R�my, Condesa de La Motte-Valois, escapa por los pelos de la pena capital, aunque es condenada a ser marcada al rojo vivo con la letra "V" de ladrona (en franc�s, ladrona es => Voleuse) en ambos hombros, tras haber sido p�blicamente sometida al centenar de latigazos, y a la expiaci�n ad vitam de su crimen en la c�rcel de La Salp�tri�re.
El marido, el Conde Nicolas de La Motte, tranquilamente escondido en Inglaterra, deb�a ser conducido a galeras.
Marc-Antoine R�taux de Villette es simplemente expulsado de por vida del reino de Francia.
Marie-Nicole Leguay, pronto Se�ora de Beausire, reina de una noche, ser� exculpada, as� como el Conde Giuseppe de Cagliostro, que ser� liberado pero, por orden del rey, ser� finalmente expulsado de Francia como persona non grata.
Para Su Eminencia, Monse�or el Cardenal-Pr�ncipe Louis Ren� Edouard de Rohan, obispo titular de Estrasburgo y de Canope, Gran Limosnero de Francia, Abad de Waast, de Marmoutiers y de La Chaise-Dieu, que pertenece a una de las primer�simas familias del Reino, es igualmente exculpado de toda acusaci�n a pesar de su credulidad y de la temeraria opini�n que se hab�a hecho de la Reina, sin ser duramente reprendido, por 26 votos contra 22.

Par�s estalla de j�bilo ante la noticia, mientras que en Versailles el rey Luis XVI recibe la noticia indignado y encolerizado. A pesar de ser exculpado, el cardenal se ver�, a la salida de La Bastilla, obligado a dar su dimisi�n de Gran Limosnero, de devolver la cinta azul de la Orden del Esp�ritu Santo y de retirarse, a partir del 8 de junio, en su abad�a de La Chaise-Dieu pero por poco tiempo. De all� conseguir� los sucesivos permisos para trasladarse a Marmoutiers, a Estrasburgo y a Saverne, pero arrastrando su compromiso de indemnizar a los joyeros estafados B�hmer y Bassenge.

Sola, Jeanne de Valois de Saint-R�my pagar� caro su crimen: el 21 de junio de 1786, a�n ignora que se le ha condenado, pero despotrica contra la exculpaci�n del cardenal; sacada de La Conciergerie y llevada hasta las escaleras del Palacio de Justicia, la condenada rehusa arrodillarse para o�r su sentencia, debati�ndose, injuriando y mordiendo a los ejecutores, haciendo llamamientos a los escasos espectadores. Convulsa de rabia y de terror, ara�a y propina pu�etazos a diestro y siniestro,... la cuerda en el cuello, es marcada con la primera "V" en un hombro, pero se encabrita con tal violencia bajo el efecto del dolor, que la segunda "V" le es aplicado en un seno. Las quemaduras producen su desmayo. Llevada a la c�rcel de La Salp�tri�re, la malhechora intenta en vano escaparse por la ventanilla de la puerta del carruaje.
Seis meses m�s tarde, la m�s famosa ladrona y estafadora de Europa, consigue evadirse de la c�rcel, a pesar de la extrema vigilancia. Ayudada por una mano misteriosa, v�anse varias, hab�a salido de la c�rcel vestida de hombre y en compa��a de otra detenida, llegando por etapas hasta la ciudad de Ostende. Se reunir�a finalmente en Londres con su marido, para retomar con m�s ahinco si cabe su carrera de ladrona.
Nuestra protagonista acabar�a su vida del mismo modo que la empez�, en la m�s absoluta miseria, encarcelada, sin dinero, en una pestilente celda inglesa donde se pudrir�a hasta morirse.
El famoso collar de la Reina, obra de los joyeros B�hmer & Bassenge
Mar�a-Antonieta de Lorena-Austria, Reina de Francia, 1755-1793, junto a sus hijos
Jeanne de Valois de Saint-R�my, Condesa de La Motte-Valois
Louis Ren� �douard, Pr�ncipe y Cardenal de Rohan-Gu�m�n�, 1734-1803
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