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LA CONQUISTA DE MÉXICO

(Comentarios y cotorreos del Profr. José Dolores Ruiz Avila)

   

 

   INTRODUCCIÓN

Las primeras empresas de colonización.

Es cierto que el viaje de Colón no cumplió con el propósito de encontrar una nueva ruta al oriente, pero a cambio de ello entregó a España enormes territorios desconocidos hasta entonces, de una incalculable riqueza, solamente que estas no correspondían a las ambiciones inmediatas que habían pensado que viajando a las nuevas tierras podrían cargar las bodegas de sus barcos con grandes cantidades de metales y piedras preciosas. La riqueza de América no era un sueño, era una realidad que, para ser aprovechada, requería del esfuerzo y trabajo de los europeos.

Pronto se convencieron de que era preciso establecerse en el continente; así se inicio la colonización, que no fue un proceso bondadoso como lo afirman algunos autores, pues la crueldad de la conquista de las Antillas, en la que los españoles se auxiliaron de perros amaestrados para matar naturales, siguió la colonización efectuada mediante el despojo de las tierras a los indios para entregarlas a los europeos, que no conforme con ello, establecieron para sus beneficios la esclavitud del indígena, a fin de contar con mano de obra abundante y a un costo reducido, por no decir gratuito.

La colonización del continente se realizó tomando como punto de partida las posiciones iniciales de las Antillas, principalmente la Española, de donde partieron una a una las expediciones destinadas a someter a la dominación de los reyes españoles los distintos territorios de América. Así por ejemplo, entre los primeros establecimientos españoles en tierra continental, estuvieron auspiciados por el gobernador Nicolás de Ovando y logrados por Alonso de Oviedo y Diego de Nicuesa en la región del Darién; igualmente resulta necesario recordar que de esta región centroamericana desprendieron más tarde algunos de los conquistadores de muchas de las regiones sudamericanas. También de la Española, partieron los soldados que habrían de conquistar definitivamente a Cuba comandados por Diego de Velásquez, antiguo servidor de Bartolomé Colón y de Nicolás de Ovando, quien auxiliado por Pánfilo de Narváez, llevó a cabo la conquista de esta isla en los años de 1511 y 1512, durante la cual logró reducir a los más importantes poblados de naturales que se oponían a la dominación española, particularmente la encabezada por el cacique Hatuey, vilmente asesinado cuando ya se había rendido.

            Una vez vencida la resistencia indígena, la colonia cubana se convirtió en uno de los sitios de mayor prosperidad de América, gracias a la explotación de ricos yacimientos auríferos, y por la cría de ganado a la que se dedicaron sus colonos.

            Precisamente de esta última colonia partieron expediciones encargadas de explorar las costas de nuestro país y, finalmente, la expedición de Hernán Cortés que habría de consumar en el año de 1521 la conquista de México.

 


 

La importancia de los descubrimientos geográficos.

            Es usual que cuando se analiza la importancia y consecuencias de los descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI, se piense únicamente en hechos más o menos espectaculares, pero poco trascendentes, como el conocimiento de nuevas tierras y la captura de las rutas a oriente, que permitieron el control de los preciados artículos orientales, sólo que de una cuidadosa revisión de esa época, podemos desprender fenómenos mayores que seguramente muestran en toda su importancia, la aventura europea de los grandes descubrimientos geográficos.

            Es cierto que los descubrimientos fueron una consecuencia de la transformación de la sociedad europea a partir de las Cruzadas, pero lo es también que dicha transformación de la sociedad feudal hacia una nueva estructura capitalista no hubiera podido efectuarse plenamente ni hubiera podido lograr el rápido y exitoso desarrollo que mostró en muchos países del viejo continente, a no ser por el respaldo que esos descubrimientos aportaron a los industriosos países europeos. Resulta por lo tanto interesante la afirmación hecha por algunos autores  en el sentido de que los descubrimientos geográficos, en particular el de Américo, representaron un factor determinante en el desarrollo de la sociedad capitalista del siglo XVI. El oro y la plata obtenidos en nuestras tierras y las grandes cantidades de materia prima aportada a Europa resultaron la base más firme para el desarrollo de su naciente industria; así también, los numerosos mercados coloniales fueron el más seguro receptáculo para la incipiente producción artesanal de los europeos.

            Contribuyeron igualmente los descubrimientos a la acumulación de grandes capitales, a la creación del mercado mundial en el que circularon, a partir del siglo XVI, productos de todos los continentes; finalmente fueron asimismo los responsables de una severa revolución de los precios de Europa, revolución que convulsionó por largo tiempo a la sociedad de ese continente.

            Con los descubrimientos de portugueses y españoles se inició la era oceánica en la historia de la navegación, y los grandes cascarones de nuez fabricados para la aventura empezaron a correr incesantemente los más temidos mares, hasta permitir el conocimiento cabal de nuestro planeta. Fue así como, ante el incentivo de la riqueza y la gloria, cobraron notoriedad los nombres de personajes como Bartolomé  Díaz, Cristóbal Colón, Vasco de Gama, Fernando Magallanes y muchos otros no menos osados aventureros que abrieron de par en par los caminos de nuestro mundo y aportaron elementos que permitieron la total revolución del saber humano en campos tan interesantes como la geografía, la etnografía, las ciencias naturales, la sociología y otras ciencias igualmente importantes.

(Fin del 4º control)

 LA CONQUISTA DE MÉXICO

            Las exageradas noticias que sobre la riqueza de las tierras continentales circulaban en las islas de las Antillas fueron el más poderoso incentivo para que muchos españoles se aventuraran en empresas de exploración y conquista de los territorios de América. Una de las regiones que atraía más vigorosamente la atención y el apetito de los europeos era nuestro país, principalmente por los informes que sobre las grandes civilizaciones mesoamericanas circulaban entre los naturales de otros puntos del continente.

 

Las primeras expediciones a costas mexicanas

La primera expedición

Diego de Velázquez el virtual conquistador de Cuba o Juana envió a Francisco Hernández de Córdova al actual territorio mexicano, con instrucciones de investigar si había oro y capturar indígenas para venderlos; acompañado de Antón de Alamitos como copiloto salió del pueblo de Ajarauco el 8 de febrero de 1517. Después de 21 días de navegación tocaron Islas Mujeres y desembarcaron en Cabo Catoche pero los indígenas sospechando las intenciones de los españoles, les presentaron batalla  y tuvieron que continuar a Potonchan, hoy Champotón, lugar en donde fueron sorprendidos y atacados por el jefe indígena Mochcabbob, venciéndolos y obligándolos a regresar a Cuba. En el viaje de retorno Antón de Alamitos perdió la ruta y fueron a dar a las costas de Florida de donde volvieron a Cuba. Hernández murió a los pocos días de su regreso, a consecuencias de las heridas que recibió en la batalla de Champotón.

La segunda expedición

Juan de Grijalva, parte de cuba el 1º de mayo de 1518 con 200 hombres, en segunda expedición; después de cinco días de viaje llegó a Cozumel, lugar en donde permaneció algunos días, pasar por Isla de Mujeres y continuar su recorrido por la costa de Yucatán, intercambiando baratijas de fantasía, espejos y otras chucherías con los ingenuos indígenas que a cambio les daban sus oros, para llegar a Campeche el 26 de mayo; en este sitio se abastecieron de agua, aun a costa de soportar un ataque maya. Continuaron el viaje por la costa y rebasaron la Laguna de Términos, llegaron a la desembocadura del Río Tabasco al que bautizaron desde entonces con el nombre de Grijalva; pasaron por la desembocadura del río Papaloapan y finalmente se presentaron el 24 de junio de 1518 frente al actual puerto de Veracruz, pero no desembarcaron en la costa, sino en una pequeña isla frente a ella a la que llamaron San Juan de Ulúa.

La estancia de Grijalva le resultó provechosa, pues durante ella, además del oro intercambiado con chucherías, obtuvo valiosa información sobre los pueblos de México. A la altura del puerto de Tampico decidió regresar a Cuba.

La tercera expedición

            Para llevar a cabo un tercer viaje a México, Diego de Velázquez no eligió de primera instancia a Cortés, inicialmente había comisionado a Vasco de Porcallo, sólo que el carácter rebelde de éste lo hizo desistir y comisionar a Baltasar Bermúdez, pero este cuate presentó una serie de exigencias y lo mandaron a volar. Al fin de cuentas Velásquez se decidió por Hernán cortés, quien durante algún tiempo le había servido como secretario.

            Hernán Cortés era un prospero encomendero, dedicado a la cría de ganado lanar; participó en la conquista de Cuba y posteriormente se instaló en Santiago de Baracoa, en donde supo ganarse la amistad del gobernador. Se ha dicho, que la resistencia de Velázquez a comisionar a Cortés para la aventura a México, obedecía al temor que éste le robara la gloria de la conquista. Pero existe un “chisme de faldas” que pensamos fue la verdadera causa de la diferencia entre el gobernador y el futuro conquistador de México y que a la larga, hiciera que la historia se escribiera diferente. Sucedió que Cortés tenía amores con doña Catalina Xuárez Marcaida, hermana de la mujer que pretendía Diego de Velázquez y esto le había acarreado problemas, al grado que había sido hecho prisionero por esa causa. Por tales razones creemos que, Velázquez no comisionó a Cortés de muy buena gana. Y lo prueba el hecho, de que después de ser comisionado para el viaje e invertir sus propiedades para los gastos del viaje, embarcaciones, pólvora, caballos, víveres, etc., de pronto, se le avisa, que siempre él no era el “bueno”. Cortés de inmediato ordenó a sus hombres la inmediata salida (18 de noviembre de 1518). El gobernador Velázquez, contrariado, ordenó su pronta aprehensión, pero nadie, en los lugares que pasaba Cortés para aprovisionarse se atrevía a detenerlo, su ejército ya era numeroso.

            En el mes de enero de 1519 salió rumbo a la Habana en donde se instaló, a pesar de que se había ordenado al alcalde Pedro Barba detenerlo. Estuvo en ese lugar hasta el 10 de febrero cuando zarpó rumbo a México. Acompañaban a Cortés, entre otros, Pedro de Alvarado, Cristóbal de Olid, Gonzalo Sandoval, Diego de Ordaz, Francisco de Montejo, Alonso de Avila, Antón de Alaminos, entre ellos es necesario mencionar a Bernal Díaz del Castillo, virtual historiador, al que se debe mucho de lo que se sabe hoy de lo ocurrido en esa etapa histórica.

            La flota se dirigió a Cozumel, en dónde llegó primero Pedro de Alvarado, ambicioso, cruel y déspota español, que enseguida obligo a los cozumeleños entregarle su joyas; al llegar Cortés le pegó una teatral regañada e hizo que las devolviera. Ordenó que se oficiara la que fuera la primera misa en América. Se supo entonces de la presencia de dos españoles que vivían entre los naturales, Cortés los mandó a invitar para que se unieran a él. En Cozumel se les unió Jerónimo de Aguilar uno de los náufragos que vivieron en Yucatán, donde aprendió el maya. El otro fue Gonzalo de Guerrero, considerado como el Padre del mestizaje, pero este, no quiso unirse a Cortés y hay pruebas que unido a los indígenas mayas combatió a sus paisanos de la expedición de Francisco Hernández de Córdoba.

            De Cozumel zarparon a Islas Mujeres, continuaron su recorrido hasta el río de Grijalva en donde desembarcaron el 22 de marzo entrando en contacto con los naturales, con los que tuvieron algunos conflictos que desencadenó en la “Batalla de Centla”, en la que vencieron a los nativos y capturaron a algunos caciques de la región tabasqueña. Hábilmente Cortés trató con los caciques prisioneros y los liberó, logrando con ello que se pusieran a su servicio, lo ayudaran a aprovisionarse y lo hicieran objeto de numerosos regalos, entre ellos 20 mujeres entre las que estaba la Malinche, a la que mas tarde se unió y utilizó como intérprete.

            Estuvieron en la región de Tabasco hasta el 18 de abril, cuando hicieron ruta hacia San Juan de Ulúa, a donde llegaron el 21 del mismo mes, para desembarcar al día siguiente en Chalchiucuecan, en donde obtuvieron a cambio de algunas baratijas algunos objetos de oro. Pocos días después, el 3 de mayo de 1519 el conquistador fundó la Villa rica de la Veracruz, que habría de utilizar como primera fundación española en nuestro territorio.

(Fin del 1º control)

Cortés en Veracruz

(Inicia control 2)

 

En este puerto decidió Cortés la forma en llevaría a cabo la conquista de México; por principios de cuentas estableció el Ayuntamiento para que desconociera las instrucciones y la autoridad del gobernador de Cuba y tratara de legitimar la autoridad del conquistador, otorgándole los nombramientos de Capitán de la armada y justicia mayor. Otra seria preocupación, que tenía Cortés, era la de reconocer el reconocimiento de la corona para llevar a cabo la empresa de conquista, por lo que decidió enviar una nave a fin de obtener la autorización real.

Entre tanto, se veía obligado a controlar su ejército, pues algunos soldados partidarios del gobernador de Cuba se mostraban recelosos e inconformes en contra del conquistador y habían decidido apoderarse de una nave y regresar a Cuba. Con serena frialdad y para demostrar que no se andaría con miramientos, detuvo a los cabecillas y los hizo ahorcar, condenando a los azotes a otros soldados implicados en la sublevación.

Para finales del mes de junio envió una nave a España, comisionando como procuradores a alonso de Escudero ya Francisco de Montejo; poco después ordenó hundir frente las costas de Veracruz el resto de las naves, esta decisión, así como el severo castigo impuesto a los traidores de su causa, permitió que restableciera su autoridad sobre el ejército español, pues sin contar con recursos para regresar a cuba, tuvo que disciplinarse a la órdenes de su capitán.

Estando en Veracruz recibió la primera embajada del emperador azteca Moctezuma II que había enviado algunos nobles mexicas, para que le hicieran entrega de oro y otros obsequios, pero con el mensaje de que no siguiera tierra adentro, que se regresara. El temido emperador mexica, dueño de casi todo el territorio mesoamericano, confundido por las supersticiones veía en Cortés el cumplimiento de las profecías y el fin de su reinado; el conquistador, informado de las rivalidades de las poblaciones contra los mexicas, aprovechó la oportunidad de atemorizar a los indígenas haciendo funcionar sus armas de fuego.

Inició entonces una hábil política hacia los pueblos sometidos por los aztecas o enemigos de estos; fue así como concertó la alianza con los totonacas de Cempoala, ciudad que designó con el nombre de Nueva Sevilla. Los totonacas alentados por esta alianza hicieron prisioneros a cinco recaudadores de tributo mexicas a los que pretendían dar muerte; inteligentemente Cortés los protegió con el propósito de liberarlos y enviarlos de nuevo a la capital mexica Tenochtitlan e informaran a Moctezuma del poderío del rey que representaba más allá de los mares y de lo inútil de resistirse a ser dominados, proponiéndole su amistad; a pesar de ello Moctezuma le envió la segunda embajada con la petición de que no siguiera avanzando y menos que llegara a la ciudad de Tenochtitlan.


 

La marcha a México

El entendimiento que había logrado con el cacique gordo de Cempoala y la ayuda que le prometiera, decidieron a Cortés a emprender la marcha sobre Tenochtitlan hoy ciudad de México. Dejó en Cempoala a una guarnición de 100 hombres españoles al mando de Juan de Escalante y el 16 de agosto de 1519 abandonó la Nueva Sevilla con 400 soldados de infantería, 15 de caballería, 6 piezas de artillería y 2000 indios aliados. Pasó por las poblaciones de Xalapan, Xicochimilco, Texiutlan y Xocotla; en este sito permaneció cinco días bajo la protección del cacique Ollintetl y envió a cuatro cempoaltecas para que llevaran una embajada a Tlaxcallan, hoy Tlaxcala, ofreciendo su alianza y solicitando permiso para cruzar sus tierras. Cortés, informado de la rivalidad existente entre Tlaxcaltecas y Aztecas ideo sacar ventaja a esa situación, pero Tlaxcallan que se encontraba dividido en cuatro grandes señoríos, bajo la jefatura de Xicotencatl el Viejo, Tlehuexolotzin, Citlapopocatzin y Maxixcatzin, no iba a ser fácil de convencer, sobre todo el aguerrido Xicotencatl quien era partidario que se les combatiera.

El conquistador esperó inútilmente la respuesta de su embajada, por lo que el 31 de agosto decidió invadir los territorios Tlaxcallan, dándose en Tecoac la primera batalla, en la que los tlaxcaltecas tuvieron que retirarse. Nuevos combates con los españoles tuvieron lugar el 1º y el 5º de septiembre; a raíz de ellos cortés ordenó la quema de poblados y el 7 de ese mes tuvo lugar una nueva batalla en la que los tlaxcaltecas dirigidos por Xicotencatl el Joven fueron vencidos, no quedándoles otro recurso que aceptar la paz y permitir la entrada de los españoles a su ciudad, a la que llegaron el 22 de septiembre.

 

Hernán Cortés en Tlaxcallan

Desarrolló una gran actividad en Tlaxcallan, encaminada a asegurar las posiciones hasta entonces obtenidas y preparar la llegada a México. Intentó combatir la religión indígena para imponer a la fuerza la religión cristina, pero por consejo del padre Olmedo, desistió de este proyecto, dejando en cierta libertad a sus aliados.

Envió a Diego de Ordaz al Popocatepetl para conseguir azufre con el que se pudiera hacer pólvora para las armas, hazaña que mucho asombró a los naturales, pues se afirma que en ese entonces el volcán mantenía cierta actividad.

Estando en Tlaxcallan recibió por primera vez una embajada de Ixtlilxóchitl, el príncipe texcocano rebelde contra el estado mexica por no haber sido considerado para ocupar un puesto en la organización política azteca, desde Otumba  se mantenía operando con sus guerreros por la región. Este príncipe sería el más serio aliado de cortés en contra de su propia raza.

El 13 de octubre salió de Tlaxcallan con 6000 indios aliados, marchó sobre Cholollan, hoy Cholula, una de las más importantes ciudades del México antiguo, donde se lo recibió con gran desconfianza, fundamentalmente por la presencia de los tlaxcaltecas enemigos acérrimos de los cholultecas. Instigado por los indios aliados, Cortés reunió mediante engaños a los jefes y a un crecido número de cholultecas en la plaza de la ciudad, ordenando la cruel matanza de indios indefensos que, según cuenta Bernal Díaz del Castillo, duró tres días con sus noches y que no cesó, hasta que la sangre coagulada de los sacrificados llegó a las corvas de los caballos.

Este cruel acto, que no ha encontrado hasta hoy justificación alguna para quines se consideraban portadores de una religión superior a la indígena y cruzados de una religión que predica la caridad y la bondad, permitió al conquistador apoderarse de la región poblana, en donde permaneció hasta el 1 de noviembre, fecha en la que ordenó el avance de su ejército a territorios mexicas. Ese mismo día durmieron en Calpan y al día siguiente, recorriendo el camino de los volcanes (Paso de Cortés) se presentó en Cuauhtécatl, en donde recibió una rica embajada de Moctezuma. Algunos cronistas han afirmado que se pretendió engañar a Cortés, pues el embajador Tziucpopoca se presentó ataviado con las ropas de Moctezuma, sólo que fue reconocido por los Tlaxcaltecas que descubrieron el engaño, cosa que enojó mucho a Cortés.

De Cuauhtécatl  marchó a Amecamecan, pasó por Tlalmanalco y en Ayotzinco se encontró con Cacama, quien por orden de Moctezuma le pidió que no llegara a la ciudad. La demanda fue rechazada por los españoles, que continuaron la marcha sobre Tenochtitlan.

(Fin del 2º control)

La llegada de los españoles a México

A pesar de las repetidas ocasiones en que Moctezuma le pidió a cortés que no llegara a la capital azteca, este, con su ejército de españoles y miles de indios aliados se presentó ante la ciudad el 8 de noviembre de 1519, para ser recibido con gran solemnidad por el jefe mexica acompañado por toda la realeza indígena en la Calzada de Iztapalapan. Moctezuma los guío en un recorrido que mucho asombró a los conquistadores -según Bernal Díaz del Castillo-  hasta alojarlos en el palacio de Axacyacatl, situado junto al Coatepantli, lugar en donde se erigían los principales templos de la ciudad.

Aprovechó cortés los días siguientes para recorrer y conocer las fortificaciones de la ciudad; investigó sobre las costumbres, la cultura y la riqueza de los pobladores y permitió que sus soldados cavaran en los muros y pisos del palacio en donde los habían alojado para buscar riquezas.

El éxito indudable que Cortés había logrado al llegar hasta el corazón mismo de los más poderosos estados mesoamericanos, sin haber expuesto seriamente a sus hombres, se vio amenazado cuando se suscitaron algunos incidentes como los de la región de Veracruz, en el que Cuauhpopoca, jefe de las guarniciones de Tuxpan y Nauta, combatió a los españoles dejados en Cempoala o Nueva Sevilla y a sus aliados totonacas; aunque fue vencido, logró dar muerte a algunos españoles, entre ellos a Juan de Escalante, jefe de la guarnición.

Después de estos combates Cuauhpopoca envió a Moctezuma la cabeza de un español para demostrarle que no eran dioses y que se morían como cualquier ser humano, pero como de todo ello tuviera noticia oportuna el conquistador, aprovechó una de las visitas del emperador azteca para hacerlo prisionero en el palacio de Axayacatl. Cuauhpopoca fue traído prisionero a México en los primeros días de diciembre y quemado vivo por orden de Cortés, para servir de ejemplo a la población. Asimismo el jefe español hizo aprehender a los restantes señores de la Confederación del Anáhuac: Cacama señor de Tetzcoco, y Totoquihuatzin señor de Tlacopan, para imponerles el vasallaje al rey de España y demandarles el pago de tributación, que pagaron en abundancia en plata, oro y piedras preciosas.

 

La expedición de Pánfilo de Narváez

Resentido Diego de Velázquez por la insubordinación de Cortés y deseoso de retomar el mando de la expedición a México, organizó un poderoso ejército, que puso al mando de Pánfilo de Narváez, para que viniera a México, quitara el mando e hiciera prisionero a Cortés.

En el mes de abril de 1520, Narváez llegó a Veracruz y se internó hasta Cempoala en donde estableció su campamento. Sandoval, soldado fiel a Cortés, que se había quedado como jefe de la guarnición de Nueva Sevilla por la muerte de Escalante, se retiró de la población y en una escaramuza logró aprehender a dos oficiales de Narváez, a los que remitió a México con la noticia de la llegada del enviado de Diego de Velázquez. El colmilludo de Hernán Cortés les hizo objeto de atenciones y regalos para despertar sus codicias y ganarse sus confianzas, luego los dejó regresar a las filas de Narváez, para sonsacar a sus compañeros y se pasaran al bando del conquistador, estrategia que resultó favorable.

Andrés de Duero secretario de Narváez, traicionándolo, le informó a Cortés de la posición, número y artillería de su jefe; en medio de una fuerte tormenta cruzó el río de Las Canoas y cayó sobre el campamento enemigo, el sorpresivo ataque, la complicidad de la artillería y la caballería de Pánfilo de Narváez permitió a cortés una rápida, fácil y total victoria. Después de la victoria muchos de los soldados vencidos se unieron a él, mientras que otros regresaban a Cuba con Pánfilo de Narváez.

Este triunfo permitió a Cortés consolidar a su ejército e iniciar la exploración de las zonas circundantes; decidió enviar a Velázquez con 200 hombres a explorar la región del Pánuco, ya Diego de Ordaz con otros 200 hombres la región de Coatzacoalcos, mientras que él con otros 600 soldados españoles regresaba a México, dejando encargado de la jefatura de Veracruz a Rodrigo Rangel.

 

La matanza de la fiesta de Tóxcatl o del Templo Mayor.

Al salir de México para combatir a Narváez, Cortés dejó como jefe de la guarnición de la Tenochtitlan a Pedro de Alvarado al frente de 80 soldados; por esos días, de acuerdo a las tradiciones mexicas se festejaba a Tóxcatl una de sus deidades más importantes; Pedro les concedió permiso para hacer sus fiestas, pero con la condición de que estuvieran desarmados. Aprovechó el momento de mayor solemnidad para caer con sus soldados sobre los indefensos indígenas, robándoles sus joyas y atavíos que portaban; cuando los habitantes de Tenochtitlan se recuperaron de la sorpresa, le declararon la guerra, miles de aztecas lo obligaron a refugiarse en el palacio de Axayacatl, su situación era desesperante, nadie podía entrar ni salir de la ciudad, los puentes se elevaron y se cerraron las puertas.

Durante el regreso de su viaje Cortés fue informado por los tlaxcaltecas de tan cruel suceso, por lo que apresuró la marcha y se presentó en Tetzcoco, en donde se le unió Ixtlilxóchitl, que le ayudó el 24 de junio entrar a la ciudad para reunirse con sus soldados sitiados. Se dice que molesto, recriminó a Pedro de Alvarado por su torpe actitud. Aunque el soberano mexica seguía prisionero en el palacio de Axayacatl, un joven indígena de la nobleza mexicana, dirigía a los ejércitos aztecas; el pueblo había desconocido a Moctezuma, acusándolo de cobarde y había nombrado a un nuevo emperador Cuitlahuac, quien sería el penúltimo emperador de esta raza de bronce, y era él quien ordenaba sitiar a los conquistadores, bloquear las comunicaciones con Veracruz y cortar los puentes de la calzada que unían a la ciudad con tierra firme.

 

La noche de la victoria mexicana.

30 de junio de 1520

 

Por algunos días se  libraron combates entre indios y españoles; cuando Cortés se percató de que no recibiría ayuda del exterior y considerando que las series de ataques que venían desde el exterior podían acabar con sus soldados, se decidió salir de Tenochtitlan. Para lograrlo, hizo construir un puente portátil con el que pudiera cruzar los cortes de la calzada de Tlacopan; reunió las riquezas obtenidas, tomó su parte, separó el Quinto Real o parte que le correspondía a la corona y permitió que sus soldados se apoderaran del resto, estos, de manera ambiciosa se llenaban las bolsas de todo lo de mayor valor, con lo que apenas podían andar. En la tarde del 30 de junio de 1520, dio muerte a los señores de la Confederación del Anáhuac: Moctezuma II, Cacama y Totoquihuatzin; al oscurecer hizo decir misa al Padre Olmedo y esperó la noche para ordenar la huida. No es verdad que a Moctezuma lo apedreara su propia gente cuando Cortés le pidió, que saliera para tratar de convencer a su pueblo que se calmaran. Cortés lo asesinó vilmente, ya de nada le servía.

Con el propósito de organizar mejor la huida dividió su tropa en tres secciones, la vanguardia con 200 hombres al mando de Gonzalo de Sandoval, al centro en el que se encontraba la artillería y las mujeres iba jefaturado por el capitán general, y la retaguardia con el grueso de la infantería al mando de Pedro de Alvarado y Velázquez de León. En ese momento, en que los españoles alcanzaban el Puente de Tecpantzingo fueron descubiertos por los centinelas quienes dieron la voz de alarma para que los ejércitos mexicanos se aprestaran a la lucha y de muy diversos rumbos cayeran sobre las tropas de Cortés, con tal éxito, que sólo la vanguardia -los de adelante- pudieron evadirse hasta el pueblo de Tlacopan, en tanto que el centro era despedazado en plena calzada y los de la retaguardia –los de atrás- se vieran obligados regresar al palacio de Axayacatl para refugiarse, en donde tres días después eran destruidos por los aztecas.

Una vez a salvo fuera del lago, Cortés pudo darse cuenta de la magnitud de su derrota, pues en ella había perdido a 450 soldados españoles, 4000 indios aliados, 46 caballos y casi todo el tesoro; como si eso no fuese suficiente, había perdido en la batalla a algunos de sus más destacados oficiales, entre ellos a Francisco de Salcedo, Francisco de Moria y Juan Velázquez de León.

Este importante suceso, que aparece en muchos libros de texto como “La Noche Triste”, representó para nuestro pueblo mexicano la más y quizá única victoria en contra del dominio español. Por eso le llamamos como ”Noche de la Victoria Mexicana”

(Fin del tercer control)

 

 

 

Tlaxcallan, refugio de los conquistadores

(Inicia el 4º control)

De Tlacopan  huyó el conquistador a Cuauhtitlán, Tzompanco y Otompan,  en este sitio, según narra el historiador López de Gómara, tuvo lugar una batalla suicida en la que el diezmado ejército de Cortés logró derrotar a un ejército de 150 000 mexicanos, este hecho nos parece a todas luces absurdo, particularmente si se considera que el conquistador contaba en aquel momento con sólo 200 hombres, muchos de ellos heridos y pesando fuertemente en su ánimo la tragedia de la noche del 30 de junio. Es probable que este suceso pueda ser suficientemente aclarado si se recuerda que todas las fuentes indígenas que lo narran señalan que en ese lugar efectivamente Cortés vio venir hacia él a un fuerte grupo de naturales a los que se preparó a combatir y que cuando lo hizo fue detenido por las voces de uno de los jefes nativos que le informaba ser Carlos,  hermano de Ixtlilxóchitl, que por órdenes de éste iba a socorrerlo, entregarle víveres y protegerlo en su retirada. En consecuencia, si hacemos caso de la crónica imparcial indígena, resulta que la aparatosa Batalla de Otumba pintada por algunos historiadores españoles se convierte en un hecho contrario en el que el conquistador, no solamente no vio amenazada la seguridad de sus hombres, sino que en ese lugar y en ese momento recibió de sus aliados indígenas una muy importante ayuda para poder continuar su huída a Tlaxcallan.

Mientras los españoles se refugiaban en Tlaxcallan para reorganizar sus tropas, consolidar sus alianzas y preparar un nuevo asalto sobre Tenochtitlan, en la ciudad capital de los mexicas, el 7 de septiembre de 1520 era electo como tlacatecuhtli el señor Cuitlahuac, quien en unión de Coanácoch y Tetlepanquetzal, señores de Tetzcoco y Tlacopan, preparaba la defensa de su pueblo, reorganizando los ejércitos, construyendo fortificaciones que garantizaran la seguridad de la ciudad y designando embajadores que fueran a diversas regiones a concertar alianzas que contribuyeran e la lucha contra los europeos.

Lamentablemente, cuando el señor de Tenochtitlan se encontraba en plena actividad para organizar la defensa de su nación, se desató una fuerte epidemia de viruela o Teozáhualt que había sido traída a México por uno de los soldados de Pánfilo de Narváez, esta enfermedad ocasionó un elevado número de muertes en la ciudad, y el propio soberano fue victima de ella. Se eligió entonces a Cuauhtémoc, príncipe tlatelolca hijo de Ahuizotl y de una hija de Moquihuix. A Cuauhtémoc, Águila que desciende, último de los grandes señores del estado azteca, habría de corresponder la gloria de conducir a su pueblo en la lucha contra la avasalladora y cruel conquista española.

En el tiempo que permaneció en Tlaxcallan, el conquistador pudo rehacer sus fuerzas, tanto porque consolidó sus ya numerosas alianzas con grupos de naturales, como porque recibió valiosos refuerzos de españoles que, por diversas razones, llegaban a tierras mexicanas. Con estos refuerzos, el ánimo de Cortés se había recuperado y para finales de 1520 preparaba de nueva cuenta la guerra contra los mexicas, solamente que en esta ocasión habría de hacerlo con gran precaución y valiéndose de todos los elementos con los que pudiera contar, tanto que, conociendo la condición lacustre de Tenochtitlan, hizo construir en Tlaxcallan, bajo la dirección de Martín Alonso, 13 embarcaciones que serían botadas en el lago para sitiar la ciudad.

 

Campaña de Cortés en la región poblana

Antes de lanzarse sobre México, el conquistador se preocupó por asegurar la ruta de Veracruz y evitar que algunos pueblos independientes o tributarios de los aztecas pudieran prestarle ayuda; para tal fin emprendió en los meses finales de 1520 una gran campaña para someter a los pueblos de la zona de Puebla, apoderándose de la mayoría de ellos y asegurando una vía de escape por si fuera necesaria.

Estos combates, que atraían de momento toda la atención de Cortés y que pocas riquezas dejaban a sus soldados, desalentaron a muchos de ellos, que mostraron su descontento hasta obligar al capitán a enviar a Andrés de Duero y otros inconformes a Cuba.

La marcha sobre Tenochtitlan

Para el 26 de diciembre consideró estar preparado para llevar a cabo la campaña final sobre Tenochtitlan, dio a conocer unas severas ordenanzas que le permitiera mantener la disciplina y pasó revista a sus tropas, en total 550 infantes, 40 soldados de caballería y 9 cañones. Dos días después, acompañado por 150 000 indígenas aliados se dirigió a Tetzcoco, en donde se instaló y recibió sumisión de algunos poblados ribereños. En el mes de febrero ordenó a Gonzalo de Sandoval que trajera las 13 embarcaciones construidas en Tlaxcallan y en el mes de marzo emprendió una campaña con la intención de someter a los pueblos de la Cuenca, solamente que al avanzar sobre Tlacopan se vio obligado a trabar combate en Xaltocan, y aunque logró entrar en la calzada, tuvo que retirarse con algunas pérdidas.

En abril de 1521 combatió nuevamente en Chalco, pues los mexicas habían recuperado nuevamente la región. Emprendió una campaña contra los Tlahuicas, aliados de los mexicanos y aunque venció en Tlayacapan y Cuauhnahuac, al guerrear en Xochimilco fue hecho prisionero y hubiera sido sacrificado a no ser por el oportuno rescate que de su persona hiciera Cristóbal de Olea, gracias a ello pudo regresar a Tetzcoco el 22 de abril y, si bien es cierto que se encontró con nuevos refuerzos, también se vio obligado a reducir una conspiración por la que se pretendía darle muerte y regresar a Cuba. Afortunadamente para el conquistador le fue denunciada, y ordenó ahorcar al cabecilla Antonio de Villafaña, haciendo saber al resto de sus soldados que no castigaba a más porque Villafaña se había tragado la lista de los conjurados, este recurso según afirman algunos cronistas fue adoptado por Cortés en virtud de que eran muchos los complicados y el haberlos castigado hubiera resultado un serio riesgo para la empresa.

 

El sitio de Tenochtitlan.

Pacientemente preparó Cortés el sitio de la ciudad; las embarcaciones fueron armadas y el 28 de abril, después de haber sido bendecidas por Olmedo, se botaron al lago aprovechando un canal construido por Ixtlilxóchitl. Acto seguido hizo un recuento  de sus tropas y se encontró con 700 soldados de infantería, 86 de caballería, 118 ballesteros y 13 cañones. El 20 de mayo dividió su ejército con el propósito de ubicarlo en los puntos estratégicos que permitieran el cerco de la ciudad:

-          Pedro de Alvarado, con 150 infantes, 30 de caballería, 18 ballesteros y 25 000 indios aliados, lo comisionó para que se estableciera en Tlacopan;

-          Cristóbal de Olid, con 160 infantes, 32 de caballería, 18 ballesteros, 2 cañones y 20 000 aliados, lo envió a Coyohuacan;

-          Gonzalo de Sandoval, con 150 soldados de infantería, 24 de caballería, 17 escopeteros y 20 000 aliados, le señaló como cuartel general el pueblo de Iztapalapan;

-          La armada que estaba constituida por numerosas canoas de sus aliados indígenas y los 13 bergantines construidos por Alonso, quedaba bajo el mando directo del capitán general, auxiliado por algunos oficiales como Juan Jaramillo, Pedro Barba y Juan García de Holguín.

Una vez distribuidos sus ejércitos, inició formalmente el sitio el 26 de mayo de 1521, demoliendo una parte del acueducto que surtía de agua a la ciudad y al poco tiempo los combates se daban tanto en el lago como en las calzadas. Durante los primeros  días del sitio los habitantes de Tenochtitlan recibían ayuda de afuera por la calzada del Tepeyac, pero cuando los españoles se dieron cuenta encargaron a Sandoval que cerrara esta última comunicación con el exterior.

A fin de violentar la rendición de la ciudad se ordenaron numerosos asaltos que si bien tuvieron éxito, no significaron avances firmes en la lucha, ya que los sitiados, haciendo gala de valor y heroísmo, recuperaban en la noche los territorios ocupados por los españoles. Según el Códice Ramírez, este hecho disgustó mucho a Ixtlilxóchitl, que por ello llamó la atención al conquistados, haciéndole ver que lo que sus guerreros conquistaban de día, los soldados españoles lo perdían en la noche, sugiriéndole a Cortés que, a medida que se fuera avanzando en la ciudad, los españoles se dedicaran a demoler las casas que eran empleadas como parapeto por los mexicas.

Frecuentemente estos combates eran adversos a los europeos, como sucedió cuando Pedro de Alvarado intentó capturar Tlatelolco para ser rechazado con grandes pérdidas, entre los que se contaron algunos españoles hechos prisioneros y sacrificados en el templo mayor, o cuando en el lago mediante una trampa, los mexicas estuvieron a punto de capturar a uno de los bergantines y dieron muerte a Pedro de Barba y a Juan Portillo.

Seguramente el más importante de estos fracasos lo constituyó el asalto que sobre Tlatelolco dio Cortés el 28 de junio, cuando no solamente fue rechazado, sino herido en una pierna y hecho prisionero, y de no haber sido, según Bernal Díaz del Castillo, salvado de nueva cuenta por Cristóbal de Olea que perdió la vida en la empresa, hubiera sido sacrificado en el templo mayor de la ciudad.

Los combates eran más encarnizados, el cerco se estrechaba poco a poco y la ciudad era destruida rápidamente: pero a pesar del hambre, la sed, y la viruela que diezmaban a los aztecas se resistían a rendirse. Su resistencia era heroica y rechazaban una a una las proposiciones de paz que el conquistador hacía llegar al soberano. Para principios de agosto Tenochtitlan se había reducido a escombros, con ellos se habían rellenado los fosos y los cortes de las calzadas, mientras los defensores de la en otros tiempos orgullosa urbe del Anáhuac, asolados por la peste y el hambre, apenas podían soportar el peso de las armas y los combates se transformaban en mero degüellos.

La fatalidad se cernía sobre el pueblo de Huitzilopochtli, pues en uno de los tantos combates Ixtlilxóchitl logró aprehender a su propio hermano Coanácoch, y al verlo encadenado, los soldados tetzcocanos leales a México abandonaron la lucha. Ya solos los aztecas, reducida la resistencia del barrio de Tlatelolco y cuando en las calles y calzadas de la ciudad se amontonaban los cadáveres de hombres y mujeres sobre los cuales se tenía que caminar, soportaron tremendos ataques el 7 y el 8 de agosto, después de los cuales el conquistador hizo llegar nuevas ofertas de paz, que fueron rechazadas por ese asombroso pueblo que se sostenía en pie de lucha a pesar de la inminente tragedia que les esperaba.

La situación era insoportable y se dice que para ese entonces el Hueitlatoani (El rey Cuauhtémoc) y su familia vivían en una canoa recorriendo el lago. En esas condiciones, el capitán español ordenó el asalto general el 12 de agosto, conduciendo él y Alvarado el asalto por tierra, encomendando el mando de la flota a Gonzalo de Sandoval. A pesar de que la batalla degeneró en una cruel matanza de indígenas inermes, la ciudad no se rindió; al día siguiente, 13 de agosto de 1521, cuando los ejércitos invasores se aprestaban a dar el golpe final, la canoa que conducía Cuauhtémoc, el regio guerrero de la resistencia, fue sorprendida en el lago por la embarcación de García de Holguín que lo hizo prisionero.

 

Cuauhtémoc en unión de Tetlepanquetzal fue llevado ante Cortés y, al llegar frente al conquistador  -las crónicas recogen el momento- sus palabras de rendición reprodujeron el sentir de un pueblo al que heroicamente condujo, ya que en lugar de aceptar la sumisión y la derrota, con energía se dirigió al español diciéndole:

Señor Malinche, he cumplido lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y de mi pueblo y no puedo hacer más; y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, haz de mi lo que quieras, toma ese puñal que llevas en el cinto y mátame con él”

La noticia de la captura del soberano se divulgó rápidamente por la ciudad y con profunda pena, pero con orgulloso heroísmo, el diezmado ejército mexica rindió sus armas después de un prolongado sitio de 75 días, al cabo de los cuales se daba fin a la guerra y con ella terminada la vida del más poderoso de los pueblos de América.

 

Causa de las derrotas de los mexicanos

Mucho se ha generalizado la idea de que la conquista de México, en particular la caída de Tenochtitlan, obedeció a una serie de circunstancias como la audacia y decisión de Cortés, la superioridad de los armamentos y la mejor técnica en la conducción de las operaciones militares empleada por los españoles; solo que a todo ello resulta secundario si revisamos cuidadosamente los factores que hicieron posible que un puñado de extranjeros, en condiciones sumamente adversas, realizaran la proeza de someter por la fuerza de las armas al más numeroso y mejor organizado de los pueblos no sólo de México, sino de toda América.

·         En principios debemos señalar como una causa de primer orden la concepción fatalista que de la vida se tenía en el mundo prehispánico, responsable de que a los conquistadores se les mirara no solamente con curiosidad, sino con temor y respeto, gracias a lo cual pudieron fácilmente desembarcar y profundizar en el país sin grandes luchas, Y también cuando por esa misma causa, como lo confirma el relato de las profecías de que fue objeto Moctezuma II, este no se decidiera a combatirlos durante su recorrido inicial de penetración al centro de México, sino que les permitiera llegar a Tenochtitlan y los alojara en la ciudad.

·         Otra razón muy poderosa del éxito alcanzado por los españoles fue seguramente la crítica situación política por la que atravesaban los pueblos de Anáhuac, sometidos a una severa tributación y con una manifiesta inconformidad que hizo posible que muchos pueblos se sumaran a los españoles con la esperanza de una vida mejor. Ello precisamente explica la participación de Ixtlilxóchitl, seguramente la más importantes de las causas que determinaron la ruina de Tenochtitlan, ya que no solamente como las crónicas indígenas lo señalan, fue el verdadero conductor del sitio, sino porque resulta inexplicable que una gran ciudad, con las complicadas condiciones lacustres, hubiera podido ser férreamente cercada por un puñado de 600 a 700 europeos, a no ser por la colaboración de los numerosos ejércitos del jefe tetzcocano que, por tales razones, debe ser considerado como el verdadero conquistador de la gran capital mexica, aunque sólo lo haya hecho para entregarla a los españoles de Cortés. La esperanza de una vida mejor se esfumarían muy pronto.

·         Una consideración final que nos parece justa en relación a la liquidación del mundo indígena en el año de 1521, que nos permite dejar entredicho la tan socorrida idea de la superioridad de la técnica y del armamento de los extranjeros, es la que en realidad los ejércitos aztecas nunca fueron vencidos, y que la caída de su ciudad obedeció a la impotencia para continuar la lucha, ocasionada por le hambre, la sed y la peste generadas por el severo y prolongado sitio a que estuvieron expuestos.

·         Tampoco estamos de acuerdo con la idea civilizadora española que sostienen algunos investigadores. El pueblo mesoamericano tuvo un grado de cultura y educación, tan elevado, que les permitió convertirse en la base de la civilización de América.

(Fin del control 49

Bibliografía Básica

Bolaños Martínez, Historia Patria, Edit. Patria.

México a Través de los Siglos.

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