Escuchad atentamente. Desde que se habla de los días
de su vida, se trata de muchos días y no de uno solo. Ahora bien, hay
día del alma y día de Dios. Los días que fueron hace seis
o siete días, y los que fueron hace seis mil años están
tan cerca de hoy como el día de ayer. ¿Porqué? Porque el tiempo
está siempre en el instante presente. Como el cielo se mueve de forma
circular, el día comienza en la primera vuelta. Y entonces el día
del alma se produce en un instante presente, en la luz natural del alma donde
están todas las cosas; allí hay un día entero, el día
y la noche son uno. Hay también el día de Dios, donde el alma
está en el día de la eternidad, en un instante presente esencial;
allí el Padre engendra a su Hijo único en un instante presente,
allí el alma es reengendrada en Dios. Así pues inmediatamente
que este nacimiento ocurre, de inmediato el alma engendra al Hijo único.
Por eso hay más hijos nacidos de vírgenes que de otras mujeres;
porque las vírgenes engendran fuera del tiempo, en la eternidad. Y sea
cual fuere el número de hijos que el alma engendre en la eternidad, nunca
hay más de un Hijo; porque esto ocurre fuera del tiempo, en el día
de la eternidad.
¡Feliz el hombre que vive en la virtud! Os decía
hace unos días que a las virtudes Dios las tenía en el corazón.
Quien vive en la virtud y obra por ella está en el buen camino. Quien
no busca su propio bien en parte alguna, ni en Dios ni en las criaturas, mora
en Dios y Dios en él. Para un tal es placentero abandonar todas las cosas,
despreciar todo y conducir a todas las cosas a la más alta perfección.
Dice san Juan: "Dios es amor, y el amor es Dios, quien mora en el amor mora
en Dios y Dios mora en el" Pero quien mora en Dios tiene con toda seguridad
una buena morada y es heredero de Dios, aquel en quien Dios mora está
acompañado de nobles compañeros. Un maestro dice: el alma recibe
de Dios un don que la impulsa a las cosas interiores. Otro maestro enseña
que el alma es movida sin mediación por el Espíritu Santo; porque
Dios me ama con el mismo amor que se ama a Sí mismo. El alma ama a Dios
con el mismo amor que Dios se ama a Si mismo; y si el amor donde Dios se ama
a Sí mismo no existiera, tampoco existiría el Espíritu
Santo. Es ardor y expansión del Espíritu Santo, donde el alma
ama Dios.
Ahora bien, escribe un Evangelista: "Este es mi hijo bienamado,
en el que he puesto mis complacencias" . Otro escribe: "Este es mi hijo bienamado,
en el cual todas las cosas me complacen". Otro escribe: "Este es mi hijo bienamado,
en el que me complazco yo mismo" . Todo lo que place a Dios, le place en su
Hijo único, y todo lo que Dios ama, lo ama en su Hijo único. El
hombre debe vivir de manera tal que sea uno con el Hijo único y que sea
el Hijo único. Entre el Hijo único y el alma no hay diferencia.
Entre el siervo y el amo el amor no es igual nunca. Mientras soy siervo estoy
muy lejos del Hijo único y no soy igual a él. Si viera a Dios
con mis ojos, con los ojos que veo el color, sería completamente falso,
porque mi mirada sería siempre temporal, y todo lo que es temporal está
lejos de Dios y le es extraño. Tomad el tiempo, tomadlo inclusive en
la forma del mínimo instante presente: ése instante es tiempo
siempre, y permanece en sí mismo. En tanto estemos ligados al tiempo,
al espacio y al número, a la cantidad y a la multiplicidad, nos engañamos,
y para nosotros Dios queda lejos y es un extraño. Por eso Nuestro Señor
dijo: "Quien quiera ser mi discípulo debe renunciarse a sí mismo"
, como si quisiera decir: nadie puede oír mis palabras y mi enseñanza
a menos que haya renunciado a si mismo. Todos las criaturas, en sí, no
son nada. Por eso dije: Renunciad a vosotros mismos y a todas las criaturas
y asumid el ser perfecto donde la voluntad es recta. Quienquiera haya renunciado
a toda su voluntad, para un tal mis lecciones son sabrosas y entiende mis palabras.
Un maestro a dicho que todas las criaturas reciben su ser directamente de Dios,
de donde se deduce que antes que a si mismas prefieren su verdadera naturaleza
según Dios. Si el espíritu tomara conciencia de su puro abandono,
moraría necesariamente en su puro abandono. Por éso se ha dicho
de nuestro santo obispo: "En el curso de sus dias complació a Dios".
No hay diferencia entre el día del alma y el día
de Dios. Cuando el alma mora en el día que conviene a su propia naturaleza,
conoce todas las cosas fuera del tiempo y del espacio, y nada le es cercano
ni lejano. Por eso dije que todas las cosas son igualmente nobles en ese día.
Si fuéramos a decir que Dios creó el mundo ayer o que lo creará
mañana, estaríamos locos. Dios crea el mundo y todas las cosas
en su eterno presente. Inclusive el tiempo que ocurrió hace miles de
años está tan presente en Dios como el tiempo actual. En el alma
que está en el instante presente el Padre engendra a su Hijo único,
y por el mismo engendrar el alma es reengendrada en Dios. Inmediatamente que
el alma es reengendrada en un tal nacimiento, el Padre la reengendra en su Hijo
único.
He hablado de una potencia del alma. Esta potencia, en su
primera manifestación, no concibe a Dios en su calidad de bueno; tampoco
como verdad: busca más lejos y va hasta el fondo y concibe a Dios en
su unidad y en su soledad, concibe a Dios en su desierto y en su propio fondo.
Por eso nunca está satisfecha y continua a buscar en qué consiste
su Deidad y la propiedad más íntima de su naturaleza. Se dice
que no hay unión mayor que la de tres personas en un solo Dios. Se dice
además que no hay unión mayor que la de Dios y el alma. Si el
alma recibe un beso de la Deidad, mora entonces en la plenitud de la Perfección
y de la felicidad; desde el primer contacto queda envuelta por la Unidad. Como
Dios ha tocado al alma, y el que toca es increado e increable, el alma se vuelve
tan noble como Dios mismo, porque Dios la toca según su propia esencia.
Inclinándose a la criatura, Dios le da su ser propio; volviéndose
a Dios, la criatura recibe su ser propio. El alma posee una naturaleza intelectual
y consciente; por eso dondequiera se encuentre Dios, allí está
el alma y dondequiera el alma se encuentre, allí está Dios!
La segunda parte de nuestro texto dice: "Fue hallado justo". Fue el Amor el
que le reveló la Justicia. Mi cuerpo está en mi alma más
que mi alma en mi cuerpo; pero mi cuerpo y mi alma están más en
Dios que en ellos mismos, y en esto consiste la justicia, la causa de todas
las cosas. Verdaderamente como dice san Agustín: "Dios está más
cerca del alma que ella de si misma". La proximidad entre Dios y el alma es
tal que no hay ninguna diferencia. En el mismo acto de conocimiento con el que
Dios se conoce a si mismo (y en esto consiste propiamente, y en nada más,
el conocimiento del espíritu completamente despojado) el alma recibe
sin mediación su esencia de Dios. Por eso Dios está más
cerca del alma que ella de sí misma. Por eso Dios reside en el Fondo
del Alma con su Deidad total.
Pero un maestro se pregunta: La Luz divina, ¿se vuelca en
las potencias del alma con la misma pureza que posee en su esencia? Si, aunque
el alma recibe su esencia directamente de Dios, sin mediación sus potencias
emanan de la esencia del alma. La Luz divina es ciertamente demasiado noble
como para tener algo en común con las potencias del alma. Porque todo
lo que toca o es tocado está lejos de Dios y Le es extraño: también
las potencias, y desde que ellas tocan o son tocadas, pierden su carácter
virginal. La Luz divina no puede brillar en ellas; pero por la purificación
y el despojo, se vuelven receptivas y santas. Tal es el sentido en el que un
maestro dijo: a las potencias les es dada una luz igual a la Luz interior. Ciertamente
es igual a la Luz interior, pero no es la Luz interior. Esa luz influye en las
potencias del alma de manera que se hagan receptoras de la Luz interior. Otro
maestro dice: Todas las potencias del alma que actúan en el cuerpo mueren
con el cuerpo, exceptuando el conocimiento y la voluntad, únicas que
permanecen con el alma. Pero aún cuando mueran las potencias que actúan
en el cuerpo, no dejan de subsistir en su raíz.
"Señor, muéstranos al Padre, dijo san Felipe,
y nos bastará" Pero nadie va al Padre sino por el Hijo. Quien ve al Padre
ve al Hijo , y el Espíritu Santo es su amor mutuo. El alma es tan simple
en si misma que no puede percibir más de una imagen a al vez. Al percibir
la imagen de una piedra no puede al mismo tiempo percibir la imagen del ángel,
y cuando recibe la imagen del ángel no puede recibir otra; y justamente
es la imagen que percibe la que debe igualmente amar, en tanto le está
presente. Percibiera el alma mil ángeles, sería lo mismo que percibir
dos, y en fin de cuentas sólo percibiría uno. Por eso el hombre
debe unificarse uno en si mismo.
San Pablo dijo: "El Hijo único nos ha librado de
nuestros pecados; mas ahora librados de vuestros pecados os habéis hecho
siervos de Dios" Pero nuestro Señor dice con mucha más profundidad
que san Pablo: " Yo no os he llamado siervos, os he llamado amigos. El siervo
no conoce la voluntad de su amo, pero el amigo sabe todo lo que sabe su amigo.
Todo lo que oí de mi padre os lo he hecho conocer; todo lo que mi padre
sabe, yo también lo se, y todo lo que yo se, también lo sabéis
vosotros; porque el Padre y yo tenemos un solo espíritu" . Pero el hombre
que sabe todo lo que Dios sabe es un teognosta . Un tal concibe a Dios en su
propia esencia y su propia unidad, en su propia presencia y su propia verdad;
tal hombre está en buenas condiciones. Pero el que no está habituado
a la vida interior ignora totalmente lo que Dios es. Un hombre que tiene vino
en su bodega, pero que no lo ha bebido ni gustado, no sabe si el vino es bueno.
Lo mismo ocurren con los que están en la ignorancia. Nada saben de lo
que Dios es, pero se imaginan y fantasean de que viven. Su saber no viene de
Dios.
El hombre debe tener un conocimiento puro e claro de la
verdad divina. Cuando el hombre en todo lo que obra actúa con sentimientos
absolutamente puros, el fondo de esos sentimientos es Dios mismo; es la pura
naturaleza divina; para un tal la naturaleza divina es su fin, y lo encuentra
en si mismo.
Nadie es tan loco, dice un maestro, que no desee la Sabiduría.
¿ Porqué no somos sabios ? Porque requiere esfuerzo! La principal dificultad
es que hay que ultrapasar todas las cosas y todas las causas de las cosas, lo
cual causa fastidio. Así es como el hombre se atiene a su pequeña
sabiduría. Porque si fuera rico tal vez un hombre, no lo sería
todavía en sabiduría. Pero cuando la Esencia ha tomado forma en
mi propia naturaleza, de manera de que soy la Sabiduría misma, soy sabio.
Decía un día en el convento: "El verdadero arquetipo del alma
está en el lugar donde ninguna imagen ni sale ni entra, sino Dios mismo’.
El alma tiene dos ojos, uno interior y otro exterior. El ojo interior mira la
esencia y la recibe directamente de Dios; es su propia tarea. El ojo exterior
del alma está contrariamente vuelto a todas las criaturas y las percibe
en imágenes. Pero el que entra en sí mismo de manera de percibir
a Dios en su propia inclinación y en su propio fondo, queda libre de
todas las cosas creadas y se atrinchera dentro de si mismo como en la verdadera
fortaleza de la Verdad. Asi dije una vez que, en el día de Pascuas, Nuestro
Señor conversó con sus discípulos después de ingresar
en la casa de ellos y de que todas las puertas fueran cerradas ; porque en el
hombre que es libre de toda alteridad y de toda criatura, Dios no tiene necesidad
de entrar, porque ya está en él por su esencia.
Que lo mismo sea para nosotros en el día y en el
tiempo de la Inteligencia, en el día de la Sabiduría, en el día
de la Justicia y en el día de la felicidad eterna; y que la Santa Trinidad
nos ayude. Amen !