PORTADA
CATECISMO SOBRE EL MODERNISMO

CAPÍTULO II
  EL MODERNISTA CREYENTE

   I
  EXPERIENCIA RELIGIOSA
  

   Preg. 96. — Habiendo ya caracterizado al modernista filósofo pasemos al modernista creyente. Querríamos saber en qué se diferencia el modernista creyente del modernista filósofo.

   Resp. — "Si se desea saber en qué se distingue, en el mismo modernista, el creyente del filósofo, es necesario advertir una cosa y es que el filósofo admite, sí, la realidad de lo divino como objeto de la fe; pero esta realidad no la encuentra sino en el alma del creyente, en cuanto es objeto de su sentimiento y de su afirmación, y que, por lo tanto, no sale del mundo de los fenómenos. Si esa realidad existe por sí misma fuera del sentimiento y de la afirmación que él hace, es cosa de que el filósofo no se cuida, hace de ello total abstracción. Para el modernista creyente, en cambio, es firme y cierto que la realidad de lo divino existe realmente por sí misma con entera independencia del creyente".

   Preg. 97. — Y ahora preguntamos: "¿en qué se apoya, en suma, esa certeza"?

   Resp. — "Los modernistas responden: sobre la experiencia individual de cada hombre".

   Preg. 98. — ¿En eso, pues, se separan del racionalismo?

   Resp. — "Con cuya afirmación mientras se separan de los racionalistas, caen en la doctrina de los protestantes y seudomísticos".

   Preg. 99. — ¿Cómo explican que, por la experiencia individual, lleguen a la certeza de la existencia de Dios en sí?

   Resp. — "Lo explican así: en el sentimiento religioso se descubre una cierta intuición del corazón, merced a la cual y sin necesidad de medio alguno, alcanza el hombre la realidad de Dios".

   Preg. 100. — Alcanzan a Dios sin ningún intermediario. ¿Qué certeza pretenden tener merced a esa intuición del corazón?

   Re.sp. — "Y saca un convencimiento tan firme de la existencia de Dios y de su acción dentro y fuera del ser humano, que supera en mucho cualquier certeza científica. Afirman, pues, una verdadera experiencia, superior a cualquier experiencia racional".

   Preg. 101. — Si es así ¿por qué hay hombres que niegan esta existencia de Dios?

   Resp. — "Si hay quienes la niegan, como los racionalistas, es porque no quieren colocarse en las condiciones morales requeridas para producir la experiencia".

   Preg. 102. — ¿Es, entonces, esta experiencia individual la que constituye al creyente?

   Resp. — Sí, "según los modernistas, tal experiencia es lo que verdadera y propiamente constituye creyente al que la ha tenido".

   Preg. 103. — ¿Todo esto no es contrario a la fe católica?

   Resp. — "¡Cuánto dista todo esto de los principios católicos! Semejantes quimeras las hemos visto reprobadas ya por el Concilio Vaticano. Cómo franquean la puerta al ateísmo, una vez admitidas juntamente con los otros errores mencionados, lo diremos más adelante".

   Preg. 104. — ¿No parecería que, según esos principios, los modernistas tendrían que concluir que todas las religiones son verdaderas?

   Resp. — "Desde luego es bueno advertir de inmediato que de esta doctrina de la experiencia, unida a la otra del simbolismo se infiere la verdad de toda religión, sin exceptuar el paganismo. ¿Por qué no ocurrirán en todas las religiones experiencias de este género? Muchos lo afirman. Ahora bien, ¿con qué derecho negarán los modernistas la verdad de la experiencia afirmada por los turcos?".

   Preg. 105. — ¿Y en virtud de qué principio reinvindicarán para sólo los católicos las verdaderas experiencias?

   Resp. — "En realidad, los modernistas no lo niegan; más aún, los unos veladamente y los otros sin rebozo, afirman que son verdaderas todas las religiones".

   Preg. 106. — En efecto, ¿no es ésa una conclusión absolutamente rigurosa de su sistema?

   Resp. — "Es manifiesto que no pueden opinar de otra suerte, pues según sus principios, ¿por qué causas argüirían de falsedad a una religión cualquiera? Ciertamente por la falsedad del sentimiento religioso o por la falsedad de la fórmula elaborada por el entendimiento. Pero, el sentimiento religioso es siempre el mismo, aunque quizás a veces algo imperfecto; y la fórmula del entendimiento, para ser verdadera, lo único que precisa es estar de acuerdo con el sentimiento religioso y con el hombre creyente, cualquiera sea su agudeza mental".

   Preg. 107. — Pero los modernistas ¿no reivindican una superioridad para la religión católica?

   Resp. — "A lo sumo, una sola cosa en esta contienda de religiones, podrían acaso afirmar los modernistas y es que la religión católica por tener más vida posee más verdad, y que es más digna del nombre cristiano porque responde con mayor plenitud a los orígenes del cristianismo. Nadie considerará absurdo que todas estas conclusiones se sigan de los datos anteriores".

   Preg. 108. — Algunos católicos e incluso sacerdotes, ¿no se conducen como si admitieran tales aberraciones?

   Resp. — "Lo que produce profundo estupor es que católicos y hasta sacerdotes a quienes horrorizan —según queremos creer— tales monstruosidades, se conduzcan sin embargo, como si plenamente las aprobasen. En efecto, tales son los alabanzas que prodigan a los maestros de esos errores, tales los honores que públicamente tributan, que hacen creer fácilmente que lo que pretenden honrar no son las personas, merecedoras acaso de alguna consideración, sino más bien los errores que a las claras profesan y que se empeñan con todo esfuerzo en esparcir entre el vulgo".

II
 
TRADICIÓN

 

   Preg. 109. — ¿Los modernistas no extienden el principio de la experiencia religiosa a la tradición?

   Resp. — "Otro punto hay en esta cuestión de doctrina en abierta contradicción con la verdad católica. Pues esa regla de la experiencia se aplica también a la tradición sostenida hasta aquí por la Iglesia, destruyéndola completamente".

   Preg. 110. — Según los modernistas ¿qué es la tradición?

   Resp. — "La comunicación de alguna experiencia original que se hace a otros mediante la predicación y empleando fórmulas intelectivas".

   Preg. 111. — ¿Qué virtud atribuyen a esa fórmula intelectual con respecto a la predicación?

   Resp.— "A estas fórmulas les atribuyen además de la virtud representativa, como ellos dicen, una virtud sugestiva".

   Preg. 112. — ¿Sobre quiénes se ejerce esa virtud sugestiva?

   Resp. — "Se ejerce ora en el creyente mismo para despertar en él el serdimiento religioso, tal vez adormecido, y restaurar la experiencia que alguna vez tuvo; ora sobre los que aún no creen, para crear por vez primera en ellos el sentimiento religioso y producir la experiencia".

   Preg. 113. — ¿La experiencia religiosa engendra pues de este modo la tradición?

   Resp. — "Así es como la experiencia religiosa va extensamente propagándose en los pueblos; no sólo por la predicación en los existentes, sino también en los venideros, tanto por libros cuanto por la transmisión oral de unos a otros".

   Preg. 114. — ¿De qué prueba se valen los modernistas para juzgar la verdad de la tradición?

   Resp. — "Esta comunicación de experiencia a veces se arraiga y tiene vigor; a veces envejece al punto y muere. El tener vigor es para los modernistas un argumento de verdad, ya que para ellos verdad y vida se confunden".

   Preg. 115. — Sí toda religión que vive es verdadera ¿qué conclusión se saca?

   Resp. — "De lo cual será lícito concluir nuevamente que todas las religiones existentes son verdaderas; pues de lo contrario no vivirían".

III
 
RELACIÓN ENTRE LA FE Y LA CIENCIA

   Preg. 116. — ¿Podemos darnos ahora una idea de las relaciones que los modernistas establecen entre la ciencia y la fe, incluyendo la historia?

   Resp. — "Con lo expuesto hasta aquí, Venerables Hermanos, tenemos más que suficiente para formarnos una cabal idea de las relaciones que establecen los modernistas entre la fe y la ciencia, bajo la cual comprenden también a la historia".

   Preg. 117. — ¿Qué diferencia señalan entre el objeto de la una y de la otra?

   Resp. — "Ante todo, se ha de asentar que la materia objeto de la una, está totalmente fuera de la materia objeto de la otra, y separada de ella. Pues la fe versa únicamente sobre un objeto que la ciencia declara serle incognoscible; de aquí que los campos de ambas sean diferentes: la ciencia trata de fenómenos en los que no hay lugar para la fe; la fe, al contrario, se ocupa de lo divino, que la ciencia desconoce por completo".

   Preg. 118. — Para los modernistas ¿no habría pues conflictos posibles entre la ciencia y la fe?

   Resp. — "Por ello, se concluye finalmente que no hay conflictos posibles entre la ciencia y la fe porque si cada una permanece en su campo, nunca podrán encontrarse ni, por lo tanto, contradecirse".

   Preg. 119. — "¿Y si se les objeta que hay ciertas cosas de la naturaleza visible que pertenecen también a la fe, por ejemplo, la vida humana de Jesucristo?".

   Resp. —"Ellos lo negarán".

   Preg. 120. — ¿Cómo podrán negarlo?

   Resp. — "Aunque esas cosas se cuentan entre los fenómenos, sin embargo, en cuanto las penetra la vida de la fe, y en la manera arriba dicha, la fe las transfigura y desfigura, son sustraídas al mundo sensible y trasferidas a la materia de lo divino".

   Preg. 121. — ¿Qué responderán los modernistas "a quien preguntase si Jesucristo ha hecho verdaderos milagros y verdaderas profecías; si verdaderamente ha resucitado y subido al cielo"?

   Resp. — "La ciencia agnóstica negará, la fe dirá que sí". 

   Preg. 122. — Pero, ¿no hay en eso una flagrante contradicción entre la ciencia y la fe?

   Resp. — "Aquí, con todo, no hay contradicción alguna: uno negará como filósofo que habla a filósofos, y que no mira a Jesucristo sino según la realidad histórica; el otro afirmará como creyente, dirigiéndose a creyentes, y que considera la vida de Jesucristo como vivida de nuevo por la fe y en la fe".

   Preg. 123. — La ciencia y la fe se ejercen así en campos completamente separados ¿no habrá pues, según los modernistas, ninguna subordinación de la una a la otra?

   Resp. — "Se engañaría muchísimo quien creyera que podría opinar que la fe y la ciencia no se subordinan bajo ningún concepto la una a la otra; de la ciencia sí se podría juzgar de ese modo recta y verdaderamente; mas no de la fe".

   Preg. 124. — ¡La fe subordinada a la ciencia! ¿Por qué razón?

   Resp. — "Se ha de afirmar que la fe está sometida a la ciencia no sólo por una, sino por tres razones".

   Preg. 125. — ¿Cuál es la primera razón, según los modernistas?

   Resp. — "Pues en primer lugar conviene notar que en cualquier hecho religioso, quitada su realidad divina, de la que tiene experiencia el creyente, todo lo demás y principalmente las fórmulas religiosas, no salen en absoluto de la esfera de los fenómenos, y por eso caen bajo el dominio de la ciencia. Séale lícito al creyente, si quiere, salir del mundo; pero, no obstante, mientras en él viva, no escapará jamás, aunque no lo quiera, a las leyes, observación y juicios de la ciencia y de la historia".

   Preg. 126. — ¿Cuál es la segunda razón de la subordinación de la fe a la ciencia?

   Resp. — "Además, aunque se ha dicho que Dios es objeto sólo de la fe, hay que entender que se trata de la realidad divina y no de la idea de Dios. Esta idea se halla sujeta a la ciencia, la cual cuando filosofa en el llamado orden lógico alcanza también todo lo que es absoluto e ideal. Por lo tanto, la filosofía o la ciencia tiene el derecho de conocer sobre la idea de Dios, de dirigirla en su evolución y librarla de todo lo extraño que pueda mezclarse. De aquí el axioma de los modernistas: la evolución religiosa ha de ajustarse a la evolución moral e intelectual; o como ha dicho uno de sus maestros, ha de subordinarse a ellas".

   Preg. 127. — ¿Cuál es la tercera razón?

   Resp. — "Se añade, en fin, que el hombre no soporta en sí la dualidad; por lo cual el creyente experimenta una interna necesidad de armonizar la fe con la ciencia, de modo que no disienta de la idea general que da la ciencia de este mundo universo".

   Preg. 128. — Entonces, según la doctrina modernista, ¿sería la fe esclava de la ciencia?

   Resp. — "Así pues se concluye que la cien' cía es totalmente independiente de la fe mientras que la fe, aunque se ha proclamado como diferente de la ciencia, está sometida a ella".

   Preg. 129. — ¿Cómo estigmatizaron estas doctrinas Pío IX y Gregorio IX?

   Resp. — "Todo esto es enteramente contrario a lo que Nuestro predecesor Pío IX enseñaba cuando escribía:

"Es propio de la filosofía, en lo que atañe a la Religión no dominar sino servir; no prescribir lo que se ha de creer sino abrasarlo en virtud de un obsequio racional; no escudriñar la altura de los misterios de Dios, sino reverenciarlos pía y humildemente"[9].

   Los modernistas invierten los términos y merecen que se les aplique lo que Gregorio IX, también predecesor Nuestro, escribía de ciertos teólogos de su tiempo[10]:

"Algunos de entre vosotros, hinchados como odres por el espíritu de vanidad, se empeñan en traspasar con profanas novedades los límites que fijaron los Padres, inclinando la inteligencia de la página sagrada (...) a la doctrina de la filosofía racional, no para algún provecho de los oyentes sino para ostentación de la ciencia (...). Esos mismos, seducidos por varias y extrañas doctrinas hacen de la cabeza cola y fuerzan a la reina a servir a la esclava".

IV
  CONSECUENCIAS PRÁCTICAS

   Preg. 130. — ¿Pero la conducta de los modernistas católicos se ajusta a sus principios?

   Resp. — "Lo que arrojará más luz sobre estas doctrinas es la conducta de los modernistas que se adapta plenamente a sus doctrinas. Pues muchos de sus escritos y dichos parecen contradictorios, de suerte que cualquiera reputaría fácilmente a sus autores como dudosos e inseguros. Pero lo hacen de propósito y deliberadamente por la opinión que sostienen sobre la separación mutua de la fe y la ciencia. Por eso tal página encontramos en sus libros que podría aprobar sin reservas un católico; en la siguiente creeréis que ha sido dictada por un racionalista".

   Preg. 131. — ¿Los modernistas no adoptan una doble actitud frente a la Historia?

   Resp. — De allí que al escribir historia no mencionan nunca la divinidad de Jesucristo pero en la cátedra sagrada la proclaman firmemente. Del mismo modo, en sus exposiciones históricas no tienen ningún lugar ni los Padres ni los Concilios; pero cuando explican el catecismo, los citan honrosamente".

   Preg. 132. — ¿Y en materia de exégesis?

   Resp. — "De allí también que distinguen la exégesis teológica y pastoral de la exégesis científica e histórica".

   Preg. 133. — Y ¿en los otros trabajos científicos?

   Resp. — "Igualmente, en virtud del principio de que la ciencia de ningún modo depende de la fe, al disertar sobre filosofía, historia o crítica, ostentan —de mil maneras— desprecio de los preceptos católicos, de los Santos Padres, de los Concilios ecuménicos, del magisterio eclesiástico, sin horrorizarse de seguir las huellas de Lutero[11] y si por esto se los reprende, se quejan de que se les quita la libertad".

   Preg. 134. — ¿Cuál es, por consiguiente, la conducta de los modernistas católicos frente al magisterio de la Iglesia?

   Resp. — "Confesando, en fin, que la fe debe subordinarse a la ciencia, censuran a menudo y abiertamente a la Iglesia porque rehúsa obstinadísimamente en no someter y en no adaptar sus dogmas a las opiniones de los filósofos".

   Preg. 135. — ¿Qué hacen los modernistas de la teología católica?

   Resp. — "Después de haber hecho tabla rasa de la antigua teología, se esfuerzan para introducir otra nueva que obedezca a los delirios de los filósofos".

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   CAPÍTULO III
  EL MODERNISTA TEÓLOGO

I
  INMANENCIA Y SIMBOLISMO TEOLÓGICO

  

   Preg. 136. — "Aquí se nos presenta el modernista teólogo" ¿cuál es su sistema?

   Resp. — "Tarea ciertamente ardua, pero la llevaremos a cabo en pocas palabras".

   Preg. 137. — ¿Qué intenta el teólogo modernista?

   Resp. — "Pretende conciliar la fe y la ciencia, de tal suerte que una se subordine a la otra".

   Preg. 138. —¿Cuál es su método?

   Resp. — "El modernista teólogo usa en este terreno los mismos principios que, según vimos, usaba el filósofo y los adapta al creyente, a saber, los principios de la inmanencia y del simbolismo".

   Preg. 139. — ¿Cuál es su procedimiento?

   Resp. — "Simplicísímo es el procedimiento. El filósofo afirma: el principio de la fe es inmanente; el creyente añade: este principio es Dios; el teólogo concluye: luego, Dios es inmanente en el hombre. De allí, la inmanencia teológica. De la misma suerte es cierto para el filósofo que las representaciones del objeto de la fe son sólo simbólicas; para el creyente es igualmente cierto que el objeto de la fe es Dios en sí; el teólogo por tanto infiere: las representaciones de la realidad divina son simbólicas. De allí, el simbolismo teológico".

   Preg. 140. — ¿Qué juicio debemos emitir sobre esa inmanencia y ese simbolismo?

   Resp. — "Errores en verdad grandísimos y cuan perniciosos sean ambos se descubrirá al verse sus consecuencias".

   Preg. 141. — ¿Qué consecuencias se siguen del simbolismo teológico?

   Resp. — Pues comenzando por el simbolismo, como los símbolos son tales respecto del objeto, pero respecto del creyente son ins-trumentos, se siguen de ello dos consecuencias".

   Preg. 142. — Decid la primera consecuencia.

   Resp. — "En primer lugar, el creyente no debe adherirse más de lo necesario a la fórmula misma en cuanto es una fórmula; sino usarla solamente para alcanzar la verdad absoluta que la fórmula encubre y descubre al mismo tiempo, y que se esfuerza por expresar sin jamás conseguirlo".

   Preg. 143. — ¿Cuál es la segunda consecuencia?

   Resp. — "Agregan además que el creyente debe emplear esas fórmulas en la medida que puedan serle útiles porque le fueron dadas para su facilidad y no para impedimento".

   Preg. 144. — ¿El creyente debe pues emplear las fórmulas según su conveniencia?

   Resp. — Sí, responde el modernista, pero "observando incólume el honor debido por respeto social a las fórmulas que el magisterio público juzgó idóneas para expresar la conciencia común y en tanto que el mismo magisterio no hubiese declarado otra cosa distinta".

   Preg. 145. — Y en cuanto a la inmanencia teológica ¿cuál es el verdadero pensamiento de los modernistas?

   Resp. — "Pero sobre la inmanencia, lo que realmente piensan los modernistas es difícil decirlo pues no todos opinan lo mismo".

   Preg. 146. — Decidnos las diferentes opiniones de los modernistas y sus consecuencias.

   Resp. — "Unos la ponen en que Dios, al obrar, está más íntimamente presente al hombre que éste a sí mismo, lo que nada tiene de reprensible con tal que se entienda rectamente. Otros en que la acción de Dios sea una con la acción de la naturaleza como la causa primera con la causa segunda, lo que en verdad borra el orden sobrenatural. Por último, hay quienes la explican de tal suerte que dan sospechas de significación panteísta; lo cual concuerda mejor con el resto de su doctrina".

II
  PERMANENCIA DIVINA

 

   Preg. 147. — Según los modernistas, ¿ese principio de inmanencia no se junta con otro?

   Resp. — "A ese principio de la inmanencia se junta otro que podemos llamar de permanencia divina".

   Preg. 148. — ¿En qué difiere este principio del primero?

   Resp. — "Difiere del primero casi del mismo modo como la experiencia privada difiere de la experiencia transmitida por tradición".

   Preg. 149. — Esto no se entiende claramente ¿querréis explicarme esta doctrina?

   Resp. — "Un ejemplo sacado de la Iglesia y de los Sacramentos aclarará la cosa".

   Preg. 150. — ¿Qué dicen sobre la institución de la Iglesia y de los Sacramentos?

   Resp. — "No hay que creer —dicen— que los Sacramentos y la Iglesia hayan sido instituidos por Cristo mismo".

   Preg. 151. — ¿Cómo se explica esto? ¿De qué modo la institución directa de los Sacramentos y de la Iglesia por Jesucristo está en contradicción con los principios modernistas?

   Resp. — "Prohíbelo el agnosticismo que en Cristo no reconoce sino a un puro hombre cuya conciencia religiosa se formó poco a poco como en los otros hombres; prohíbelo la ley de la inmanencia que rechaza las aplicaciones externas —como dicen—; prohíbelo también la ley de la evolución que, para que los gérmenes se desarrollen exige tiempo así como una serie de circunstancias consecutivas; prohíbelo, para concluir, la historia que enseña que tal fue de hecho el curso de las cosas".

   Preg. 152. — Pero entonces ¿la Iglesia y los Sacramentos no fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo?

   Resp. — "Con todo hay que sostener que la Iglesia y los Sacramentos han sido instituidos por Cristo pero mediatamente". 

   Preg. 153. — ¿De qué manera los teólogos modernistas intentan probar este origen divino de la Iglesia y de los Sacramentos?

   Resp. — ¿De qué manera? "Afirman que todas las conciencias cristianas estaban en cierto modo incluidas virtualmente en la conciencia de Cristo como la planta en la semilla. Y como los gérmenes viven la vida de la semilla, así hay que decir que todos los cristianos viven la vida de Cristo. Mas la vida de Cristo según la fe es divina; divina será pues también la vida de los cristianos. Si pues esta vida en el transcurso de las edades dio principio a la Iglesia y a los Sacramentos, con toda razón se afirmará que semejante principio proviene de Cristo y es divino".

   Preg. 154. — ¿Los teólogos modernistas emplean igual procedimiento para establecer la divinidad de las Sagradas Escrituras y de los dogmas?

   Resp. — "Por igual procedimiento concluyen que también son divinas las Sagradas Escrituras y divinos los dogmas".

   Preg. 155. — ¿A esto se reduce toda la teología* de los modernistas?

   Resp. — "A esto, poco más o menos, se reduce la teología de los modernistas: pequeño bagaje por cierto, pero más que suficiente, si se tiene en cuenta, según ellos, que siempre debe obedecerse a la ciencia, sea lo que fuere lo que prescriba. La aplicación de esto a lo que diremos cada uno lo verá fácilmente por sí mismo" *.

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CAPÍTULO IV
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Índice general


NOTAS
  • [9] Breve a los obispos de Bratislava, 15 de junio de 1857.

  • [10]  Gregorio IX: Carta a los maestros de teología de París, 7 de julio de 1223.

  • [11] Proposición 29 condenada por León X en la Bula "Exsurge Domine (15-6-1520)         Nota. "Se nos ha abierto el camino para enervar la autoridad de los Concilios y contradecir libremente sus hechos, juzgar sus decretos y confesar confiadamente lo que parece verdadero, ya lo apruebe, ya lo repruebe cualquier Concilio". (O. 769. D.-S. 1479. N. del E.).

  • * El Sumo Pontífice parece declarar aquí que es superfluo seguir al creyente y al teólogo al mismo tiempo que al filósofo en lo que respecta a los gérmenes de la fe, corno lo ha hecho para la fe misma. Por ello, después de haber expuesto ante nuestros ojos el "pequeño bagaje" de la teología modernista, y cuan fácil es proseguir el paralelismo, se limitará, salvo algunas rápidas indicaciones'", a exponer la filosofía modernista sobre los gérmenes de la fe. Deja a nuestro cuidado hacer allí la aplicación de los principios teológicos. (N. del A.).

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