La revelación como inicio del proceso (también, pero no sólo racional) de fe.



Considero que es fundamental el status que se concede a lo que los cristianos llamamos Revelación, es decir, la manifestación de Dios, Su palabra, lo que dice al hombre, cuya plenitud se halla en Jesucristo, como expresión del radical "abajamiento" de Dios, que se hace uno de nosotros. Ese es el primer dato, la primera verdad, el primer conocimiento del que los creyentes partimos. Esa comunicación de Dios no es "evidente", no es "demostrable", (en ese caso sería necio no creer, o mejor dicho, no sería posible "creer"). Pero es "verdad", y como tal lo recibo. ¿Por qué?. Aquí sí que son distintas las respuestas personales.

Cada cual lleva a cabo un proceso de reflexión, que tiene en cuenta su experiencia, elabora una serie de juicios, inferencias, comprobaciones, etc. Cuando consigo reunir las suficientes garantías otorgo mi asentimiento.

Entran en juego diversos elementos, de los cuales algunos puede que se me escapen. En primer lugar, quizá debamos hacer referencia a la congruencia y coherencia de la realidad personal que ese Dios manifiesta. Ese Dios se vuelve hacia el hombre de modo gratuito, no por necesidad. ¿Cómo no va a ser creíble que la Realidad más grande que podamos conocer es el amor -o no es así-, siendo que Él se ha definido como tal y así lo ha manifestado en Su Hijo?.

En segundo lugar, reflexionamos sobre el mensaje manifestado, sobre su contenido de verdad: es un mensaje dirigido al hombre, a cada hombre, al que sitúa como interlocutor valorándole en su más radical dignidad (tanto que se produce la Encarnación); es un mensaje principalmente de amor y fraternidad, de igualdad de origen, de ser y de destino común. En Jesucristo entra en la historia algo inédito e inalcanzable a la simple evolución humana: la posibilidad de que alguien valore tanto al otro (le ame) que se ponga de rodillas a servirle... llevando su coherencia hasta la muerte. Desde que esta realidad se ha hecho presente en nuestra historia no concibo mayor verdad que ésta, ni mejor camino de realización humana. En su manifestación Dios me dice la verdad más grande posible sobre mí y los demás. Esa verdad puedo contrastarla con la realidad: compruebo que quien la asume en su vida puede encontrar su mismo final (se me ocurre, p. ej. Monseñor Romero) pero adquiere un nivel de realización, de con-fraternización, de extensión de sí, de felicidad, que no otorgan otras muchas formas de realización humana, bien dignas. Y la comparo con otros mensajes que me llegan, y que son bien ciertos, evidentes: lo importante es consumir y que la economía crezca; la vida es una lucha y si no comes, te comen; hay que ser más famoso, tener más, poder más que los demás; danos tu voto y todo irá de maravilla; las posibilidades de la ciencia son ilimitadas (sí, se eliminará incluso el sufrimiento y la muerte.

...Este asentimiento (la fe), este conocimiento racional también, no lo obtengo por presión social (soy libre para creer, ni mis padres me han educado coercitivamente, ni la sociedad en la que he crecido, ni mis amistades... sólo he obtenido ofrecimiento de la posibilidad de creer), ni por iluminación especial, sino por convencimiento racional, por la "razonabilidad de creer" . Ahora bien, en alguna ocasión hemos dicho que la fe es un don. ¿Por qué? Porque con la sola iniciativa racional del hombre no es posible creer. Es precisa la "gracia". Se trata de poner la confianza en el Dios que se ha manifestado y pronunciado su mensaje. Y entra en juego el "riesgo" de equivocarse. La libertad implica la toma de decisiones y un riesgo de caer en el error. Pero se asume como opción libre. Es preciso realizar un despegue de la estricta racionalidad (no abandono, sino superación).

Si lo que establecemos como fundamento al edificio creyente no es aceptado (es decir, la posibilidad de que lo que conocemos no provenga únicamente de los logros de la razón humana, sino que exista una Instancia externa -Dios para nosotros- que en un momento determinado ha entrado en nuestra historia para pronunciar Su palabra, palabra que aún viniendo de fuera está referida del modo más auténtico posible a la más cierta realidad del hombre, lógicamente también se rechazará la posibilidad de la fe como conocimiento racional, porque se sustenta en una premisa considerada errónea.

Decimos que la fe implica conocimiento racional, pero no sólo, pues hay que trascender a la mera razón. Hablando en general del conocimiento, visto en cualquier momento determinado, comprobamos que no es total ni definitivo, es decir, está abierto hacia una plenitud (asumiendo tal posibilidad) que ahora mismo no tiene (si estuviera convencido de haberla conseguido rechazaría la posibilidad de avanzar más), es decir, está constantemente en crecimiento, y por lo tanto debe estarse "auto-trascendiendo" de continuo, saberse limitado. Pues de igual modo, al afrontar la realidad de la fe desde mi propia racionalidad debo hacerlo desde la conciencia de "trascender" mi propia adquisición actual hacia una posibilidad de conocimiento que ahora no poseo, que me viene de fuera de mí, pero a la que aplico mi capacidad racional, de tal forma que si lo juzgo fiable o acertado, creíble, le presto mi asentimiento y si no, me quedo al margen.