DIOS ES EL CREADOR*


Imagínate el principio de los tiempos. No existía absolutamente nada. NADA DE NADA. Ni existía la Tierra, ni el sol, ni estrella alguna, ni ninguna materia ni energía; ni siquiera existía el espacio ni el tiempo, las cuales son magnitudes físicas que pueden variar, tal como demuestra la teoría de la relatividad. En resumen, NADA DE NADA. Y de pronto, la gran explosión inicial. Lo que se llama el Big-Bang. Un estallido gigantesco, brutal, que dio origen, al cabo de mil millones de años, a las estrellas, a las galaxias, a los planetas, al universo entero. Pues bien, esta es la teoría comúnmente aceptada hoy en día. Y Dios, el Creador, fue el responsable de esa creación. ¿Que como lo sé? Pues muy fácil. Porque la ciencia explica, en la primera ley de la termodinámica, que NADA SE CREA NI SE DESTRUYE, TODO SE TRANSFORMA. Nada se crea de la nada. y donde hay algo no puede dejar de existir ese algo para haber la nada. Si nada es posible crearlo de la nada, es evidente que lo creado tuvo que surgir de algún modo. Dios es la respuesta. Por supuesto, Dios no es susceptible de ser englobado en esta premisa científica. El Creador está muy por encima de su creación. Este mundo nuestro se caracteriza por sus limitaciones. Estamos sujetos al esquema espacio-temporal y nos resulta inconcebible una realidad en que no se aplique esta estructura. Dios, como Supremo Hacedor, no está limitado por estas leyes que Él mismo legisló. Como la Escritura dice, MIL AÑOS PARA ÉL ES UN AYER QUE PASÓ...

En resumen, tiene por fuerza que haber un Creador que no esté sujeto a esas leyes físicas que Él mismo creó. Dios es eterno, y existió siempre. Y este universo en el que vivimos, es Su creación. Esta es la razón por la que puedo afirmar sin ninguna duda que DIOS EXISTE.


LA CIENCIA Y DIOS

El Universo o tiene un principio en el tiempo o existe desde siempre. Que exista desde siempre, quiere decir que cuando llega cualquier instante actual, el tiempo transcurrido ha sido infinito (viene desde el infinito sin principio); es decir hubiese terminado de suceder el transcurso de un tiempo infinito, pero un transcurso infinito de tiempo, no puede terminar de suceder, por lo que es contradictorio, por lo que el tiempo ha de tener un principio. Si el Universo tiene un principio, o existe porque se ha hecho solo, o debe su existencia a alguna causa externa a él. Ni científicamente, ni filosóficamente, en este Universo se conoce nada que se haya aparecido sin causa. Por lo que el Universo ha de tener una causa, tiene un creador, al que se le llama Dios. A los que aseguran que Dios es un invento de la mente humana decirles que, bien al contrario, Dios es un hallazgo del razonamiento de la mente humana. Es la respuesta hallada con el intelecto al razonamiento siguiente: nada se crea ni se destruye, por lo tanto: ¿De donde sale este Universo? Dios no es parte de este Universo, es el creador de este Universo. Análogamente a como un pintor no es parte del cuadro, es el pintor del cuadro. El Universo es una obra y una obra dice que hay un obrador, el Universo es entre otras cosas, el medio con que Dios nos da la idea de si mismo.

RESUMIENDO:

¿De donde sale el Universo?

Disyuntiva 1:

a) O existe desde siempre o

b) Tiene un principio en el tiempo.

a) Existe desde siempre? Considerando cualquier instante de tiempo, hasta ese instante de tiempo, hubiese transcurrido un tiempo infinito, terminando de suceder al llegar el instante considerado. Pero un tiempo infinito no puede terminar de suceder, es una contradicción. Por lo tanto:

b) El Universo tiene un principio. Si el Universo tiene un principio:

Disyuntiva 2:

c) Surge de la nada por si solo o

d) Alguien externo a el lo ha creado.

c) Surge de la nada. Sería el primer caso similar, no se conoce en el Universo, nada que surja por si solo, todo tiene una causa en algo externo a él.

d) Por lo tanto, solo queda que el Universo, tiene un principio y ha sido creado. Dios existe.
Todo lo anterior no es ni intuición, ni fe, es
razonamiento, lógica, filosofía.








DEMOSTRACIÓN RACIONAL DE LA EXISTENCIA DE DIOS



La demostración de la existencia de Dios, no hace falta que esté en la ciencia, está al alcance de cualquier ser humano y la mayoría de ellos no son científicos. Dios es una necesidad de la razón, de ahí su existencia generalizada en todas las sociedades del mundo. Existen individuos concretos que son ateos, pero no existe en todo el planeta Tierra ni un sólo pueblo, raza, lengua, tribu o nación que no reconozca la existencia de la Divinidad, matizada por su entorno cultural. Ni una sola de las más de cinco mil etnias que existen en el mundo es atea.

Sin embargo, precisamente para los ateos, nos esforzaremos en desentrañar este Misterio por medio de la racionalidad.



1) Nada es sin una causa que lo determine, de lo que se sigue que todo lo que existe tiene una causa. No podemos, sin embargo, proceder así hasta el infinito, ya que de lo contrario nada tendría una causa y nada existiría de una determinada manera (cfr. Aristóteles).

2) La eternidad de la materia (cfr. Averroes, Giordano Bruno) no puede probarse. Esto se muestra del modo siguiente: si la propiedad esencial de la materia es su reproducción y multiplicidad, ¿qué características habría de tener una supuesta materia primordial y originaria? Debería ser increada e inmutable, en tanto que no tendría causa que la determinara, pero no se ha encontrado una propiedad tal en el mundo, que está en continuo devenir.

3) Pero aún alguien podría decir: ¿por qué no concebimos la materia y todo lo existente como un inmenso ciclo cerrado sobre sí mismo, sin comienzo ni fin, que en tanto que cambia siempre no cambia nunca? (cfr. Heráclito).

Nuestra respuesta sería: porque esto que se predica de un todo indiferenciado debería poder afirmarse de la menor partícula de materia. Pero una cosa tal sería contradictoria, ya que nos obligaría a decir que dicha partícula es determinada e indeterminada al mismo tiempo.

4) Todavía alguien podría intentar valerse de la física cuántica para mantener que las partículas son, efectivamente, determinadas e indeterminadas al mismo tiempo (cfr. Heisenberg). No obstante, esto, que puede alegarse de una partícula de modo gnoseológico, es decir, desde el conocimiento limitado del hombre, no puede sostenerse del todo ontológico, al que corresponde la sabiduría infinita del Creador. Pues si el todo fuera determinado e indeterminado al mismo tiempo, y no reconociéramos más que materialidad en ese todo, el conjunto de la materia tanto podría existir como no existir, con lo cual se destruye la hipótesis de los adversarios, que queda reducida al absurdo según su propia cadena de razonamientos. Ya que, de ser así, la materia no podría ser eterna, increada y necesaria como pretenden, sino que habría de ser forzosamente temporal, creada y contingente.

5) En consecuencia, deducimos que la causa primera de la existencia del mundo no es material, ni puede lógicamente serlo, sino que es forzosamente espiritual, esto es, Dios.

Algunos argumentarán que es una pérdida de tiempo intentar demostrar de una manera racional la existencia de Dios o Ser Supremo.

La razón es que en todas las materias cientificas su esencia es el estudio de la materia contenida en un universo que resulta que no es infinito porque tiene limites, si nos atenemos a la teoría del Big Bang.

Es decir, por definición Dios no está sujeto a las definiciones de las leyes contenidas en este universo en el que nos encontramos, por tanto no se puede demostrar Su existencia o no existencia. Incluso de una manera imaginaria y partiendo de la hipótesis o de la premisa de que existe y no está sujeto a esas leyes físicas.

Resumiendo, las estructuras lógicas, matemáticas, físicas y en general cualquier ciencia no puede demostrar Su existencia porque está limitada a este universo físico en el que nos movemos.

Por tanto resulta inútil. Es una cuestión de Fe y no de deduciones. Es más bien parte de la Filosofía, Teología, y porque no, de la Religión; de una experencia de fe humana (porque la fe es específicamente humana) tanto global como individual.

A pesar de todo, existen indicios sólidos para afirmar racionalmente la existencia cierta de un Creador.



UNIVERSOS LINEALES

Una vez llegados a este punto, muchos ya habrán abandonado toda esperanza de llegar a alguna conclusión. Los creyentes desistirán de seguir investigando a Aquél que no puede ser investigado por la ciencia, y los ateos insistirán en que la ciencia obtendrá finalmente una respuesta a esta incógnita. Centrémonos en este segundo apartado:

Considerar que algo no tiene causa, es creer en algo, para lo que no existe, absolutamente ningún caso conocido, por lo que va contra todo conocimiento existente, contra toda la cultura del ser humano. Y tampoco existe ningún indicio de que pueda ser, ni ninguna necesidad. La causa del universo en Dios, la han tenido todas las culturas humanas de todos los tiempos, es a lo que racionalmente todas han llegado.

Resumiendo:

1) A todo fenómeno físico, al que científicamente se le busque la causa, pueden ocurrir dos cosas. 1) Que científicamente no se le encuentren la causa. Esto ocurre actualmente con muchos fenómenos físicos. 2) Que científicamente se encuentre una causa. Esta causa será otro fenómeno físico. Al cual como tal habrá que buscarle una causa. Y estaríamos en el punto 1).

Por tanto la Ciencia jamas podrá explicar las causas de las cosas con hechos físicos o científicos. Es vana la idea, de esperar que la Ciencia lo explique todo.

Con esto es evidente, que la única explicación satisfactoria, integra y radical de los hechos, esta en causas que no son fenómenos físicos, ni hechos científicos.

Y la única causa ultima, que se puede esperar, es Dios. Porque Dios no es un hecho físico, tiene otras cualidades y entre ellas figura la de poder ser la Causa Primera, radical y racional, de lo que la ciencia, como se ha expuesto jamás podrá explicar radicalmente, sino sólo los eslabones de la cadena de causas intermedias.

De modo que la Ciencia es el estudio de las causas intermedias, con que Dios ha ido creando los fenómenos físicos.

El hallazgo de Dios, como causa final de todo, es el logro intelectual más grande, de quienes lo han hecho.



UNIVERSOS CIRCULARES

Si pretendemos sustituir un universo lineal como el expuesto anteriormente, para librarnos del principio, que el lineal, ha de tener, por uno cíclico, volvemos a estar en las mismas, porque todo el razonamiento anterior, es aplicable para los ciclos. Esto es, ¿Cuántos ciclos han precedido al actual?

Considerando que el tiempo se diese en ciclos:

El numero de ciclos de tiempo transcurridos desde que existe el tiempo, hipotéticamente en un pasado infinito, hasta el ciclo actual, sería infinito. Por otro lado, ese conjunto de ciclos de tiempo termina en el ciclo actual. Por lo que tenemos un infinito terminado. Pero lo infinito no puede terminar de suceder, por definición de infinito, por lo que es contradictorio. Como lo real, es el ciclo actual de tiempo, la hipótesis de su origen en el infinito es falsa y la conclusión es que el tiempo ha de tener un numero de ciclos finitos necesariamente.

Si demostrado que el universo tiene un principio, afirmamos no creer en su creación por Dios, es que creemos en la generación espontánea del universo, que va contra lo lógica y contra la experiencia científica.

Si argumentamos que para el universo existe un único estado, al que después de estados sucesivos, se vuelve a él y esto solo se da una vez, esto es, es el recorrido de una sola circunferencia por decir una analogía, eso no son ciclos, eso es un único ciclo, con claro punto inicial, de modo que es semejante en todo a un flujo lineal del tiempo, para el que ya se ha razonado que tiene que existir un principio. Esa pretendida presentación de un tiempo cíclico, pero sólo recorrido una vez, no lo es, es lineal a todos los efectos.



LA CREACIÓN DE DIOS

Una vez llegados a este punto, surge la inevitable pregunta. Si todo tiene una causa, ¿entonces cuál es la causa que generó a Dios?

Si en este universo, tenemos la temporalidad, la materia, la energía… cuando lógicamente, razonamos la existencia de un principio para el tiempo y por tanto para la materia, la energía… deducimos la existencia de la atemporalidad previa y en ella la Causa necesaria de este universo, esto es Dios.

Todo lo de este Universo, tiene una causa, no existe la generación espontánea. Pero eso es valido para este Universo, con su espacio, tiempo y partículas. Para lo que no es de este Universo puede no ser valido. Dios no pertenece a este Universo, es su Creador. Por lo que Dios no necesita un creador, esta fuera del tiempo, Él creo el tiempo como una dimensión para este Universo.



EL TIEMPO, EL ESPACIO, LA MATERIA Y LA ENERGÍA.

Todas las cosas de este universo en el que estamos tienen una causa. Esto es lo que se observa. No habiéndose visto nunca algo, sea materia o energía, surgiendo por generación espontánea. A partir de esta base y razonando filosóficamente se llega a la imposibilidad de una cadena de causas infinitas. Por lo que se deduce la necesaria existencia de una Causa Primera.

Por otro lado, podemos especular sobre la posible existencia de otros universos, donde no haya ese principio de causalidad, observado en éste.

El hecho de que las cosas de este universo tengan una causa, está asociado a la existencia del tiempo, en él. Es la existencia de las cosas, a lo largo del transcurso del tiempo, la que al considerar las habidas en un instante de tiempo, las vemos procedentes por continuidad o transformación, de otras existentes en instantes anteriores de ese transcurrir del tiempo.

El tiempo, es una dimensión habida en este universo, que en esos otros universos que podemos especular, los podemos imaginar sin su existencia.

Por tanto si la Causa Primera de este universo, la situamos fuera de este universo, en uno atemporal, queda racionalmente explicada Su existencia. Si Su existencia esta fuera del tiempo, Ella no necesita causa y sí puede ser la Causa del tiempo de este universo, como de todas sus demás dimensiones, materia, masa, espacio….

Luego la existencia de esa especulación de Algo fuera de este universo, se explica a si misma ante nuestra razón y da razón a este universo. Ante esta explicación que nos ofrece, no habida sin Ella, hace a la razón admitir su existencia real. Máxime cuando a este Dios de explicación satisfactoria, ha sido la propia razón la que ha llegado. En contraposición a hechos dados en nuestro entorno, a los que nuestra razón ha de dar razón que le satisfaga de ellos, con ímprobo trabajo.

Subrayando, el núcleo básico del razonamiento, es la existencia de las cosas que se den en la dimensión tiempo, la que requiere una petición de principio. LA EXISTENCIA EN LA ATEMPORALIDAD, no requiere petición de principio. Como criterio, es la existencia o no del tiempo, la que requiere o no causas.

Que la existencia de un "universo" fuera de éste, se dé en la atemporalidad, sí implica que sus entes no necesiten causa. El que en él existan uno, dos… o 30 millones de entes y que de ellos uno, dos, o los 30 millones, hayan sido dioses, afirma que existe un Dios creador de este universo. Como mínimo hay uno.

Observando el universo, en un día e instante cualquiera, vemos, que todo tiene una causa, esto es: procede de algo que existía anteriormente. La causalidad de las cosas, esta ligada a su existencia en el tiempo. Sólo la existencia de un eslabón causal y no existente en el tiempo, es el que no pide una causa anterior. Ése que hasta ahora he llamado abstractamente eslabón, se plasma como Ente, en ser Dios, como Ser de naturaleza espiritual, inteligente, volitiva, hacedor, principio de todas las cosas.

Y no es que Dios, no existiese y se haya dado la existencia a si mismo, eso es un absurdo. Dios es, existe, sin causa. Si no admitimos esto y pedimos la causa de Dios, después tendremos que pedir la causa de Su causa y así, infinitamente. Si no admitimos la forma de que Dios no tiene causa y es el Primer Eslabón de la cadena, es porque admitimos una cadena infinita de causas, la cual no podemos demostrar. Esta forma de causas infinitas es indemostrable, ni podemos alcanzar todas las causas, ni tenemos un criterio que le dé validez. Es más, es demostrable su imposibilidad. La forma con un Primer Eslabón, sin causa, si es factible y válida formalmente. Esta forma, admitiendo su existencia en un Ser, es explicativa del universo y de si misma (no que se cree a si misma, sino que su existencia es lógica para la razón, no es irracional).

Lo anterior es lógica, hecha con la razón. El único punto especulativo, es el de la posible existencia de algo fuera del tiempo, esto es fuera del universo conocido, lo cual no es rechazado por la razón y con ello, adquirimos la explicación de la existencia del universo, coherente con la lógica y que sin ella, no encontramos. Por lo que constituye una prueba de su existencia.

Una propiedad de la materia, es la de ocupar un espacio y la existencia del espacio, exige la del tiempo. Por tanto es inconcebible físicamente la existencia de materia fuera del tiempo. Como se ha dicho anteriormente, la naturaleza de Dios es atemporal, no es material, sino espiritual.

Dios tiene poder sobre los fenómenos físicos, en primer lugar porque los ha creado, no sólo lo ha creado, sino que la perseverancia en su existencia necesita de Su continua providencia, esto es: hay una recreación del universo, en cada nuevo instante de tiempo que llega. La existencia, el universo la recibe de Dios. El universo es pasivo, está en la existencia por una Providencia externa a él. En el universo no radica la razón de su propia existencia, ni en uno sólo de los instantes de tiempo, en los que se da. Al tiempo, se le ve venir, sin venir de un almacenaje previo, es dado según es creado.

Cabe la posibilidad de argumentar que la energía y materia existentes en nuestro universo estarían explicadas con la existencia de éstas en la atemporalidad. Pero es que la materia y la energía existen en el tiempo, no son atemporales. Lo que es atemporal, siempre existe como atemporal, porque esta cualidad forma parte de su esencia.

También, pasar de ser atemporal a ser temporal, es una perdida de cualidades, que no sería dada por si misma, sino en todo caso por un Ser Superior, que crease, manejase y quitase el tiempo. Pero éste no es el caso, la materia y la energía existen en el tiempo, porque fueron hechas desde su creación en el tiempo. Tiempo, a su vez creado.

No hay paso de lo atemporal a ser temporal, ni viceversa.

De lo que se ve temporal, siempre habrá que dar razón de su existencia. Incluido el propio tiempo. Mientras que Dios, el Creador necesario de lo que se observa que ha de tener un principio, Él está fuera del tiempo, permanece en Su atemporalidad, ya que Él es el creador del tiempo.

Podría argumentarse que si Dios no pertenece a esta realidad física, no tiene poder sobre los fenómenos físicos del universo. Sin embargo, la realidad nos confirma lo contrario. En lo que vemos, el pintor, no es ni lienzo, ni pintura, ni pincel. El que fabrica artefactos, el no es un artefacto. El poeta no es poesía. Ni el músico, música… Existe una distinta naturaleza entre esos seres humanos y sus obras.



ATEÍSMO E IRRACIONALIDAD

Si no se cree en la existencia de Dios, estamos en una postura irracional, donde creemos en la existencia de algo, en este caso el universo, saliendo de la nada o con existencia pasada infinita, dos cosas que a la razón, en lógica le son imposibles.

Llegados a este punto, siempre surgen las preguntas habituales: ¿Si Dios está ahí, a nuestro lado, por que permite tanto dolor, hambre, guerras, miseria, etc?

Las razones de Dios, para el dolor y sufrimiento que existen en el mundo, son un misterio que a su debido tiempo será desvelado. La explicación más admitida es que el mal principal a tener en cuenta es el moral y éste se da por el mal uso del libre albedrío, que Dios ha dado al ser humano. Pero Sus razones tendrá. Lo que está claro, es que vivir la vida con el dolor y sufrimiento, sin esperanza y pensar que en cualquier momento, todo termina en una tumba, nuestra vida o la de cualquiera de nuestros seres queridos, eso ya es vivir en un marco de desesperación, cuando hay razones lógicas para pensar que se puede salir de esa línea en nuestra vida.



EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Muchas veces se argumenta que no tenemos conocimiento de la presencia de Dios. ¿A Dios qué esperamos, conocerle directamente por medio de los sentidos? Eso no puede ser, porque Dios no esta hecho de materia, no tiene electrones que emitan fotones, para que los capten nuestros ojos, ni ninguna de las perturbaciones físicas, que captan nuestros sentidos. Es que si Dios estuviese hecho de materia como las cosas de este universo ¿Cómo iba a ser el Creador de este universo, de su materia, con la que lo construyó? Dios ha de ser de una naturaleza distinta a las cosas de este universo. Por eso se dice que Dios es espíritu, diciendo con ello, que la naturaleza de Dios, no está constituida de la materia, que Él creó, para formar este universo.

La vía que Dios ha puesto para que el ser humano, contacte con Él, es la de la inteligencia de la que nos ha dotado. Ella es la que usamos, para construir los razonamientos, que nos llevan a la deducción de Su existencia. A Dios se llega por la vía del intelecto.

El indicio más evidente de Su existencia se basa en que si hay un universo, este ha de tener un principio y entonces ha de tener un Creador. La falta de principio, la creencia en una existencia pasada eterna o la generación espontánea del universo, son contrarias a la razón.



LO SIMPLE Y LO COMPLEJO

Un argumento muy socorrido cuando se habla de estos temas es el evolutivo. Se construye con una analogía de la evolución de las especies un argumento similar: lo más complejo procede siempre de lo más simple.

Sim embargo, este argumento no es válido universalmente. El universo no va de lo simple a lo complejo. No es simple el universo en sus orígenes cuando la Física, capaz de explicar fenómenos actuales, es incapaz de hacerlo. Ni el futuro, la Física lo ve complejo, la muerte térmica que vaticina, la ve en la homogeneidad, falta de diferencias y por ello falta de estructuras, se vaticina un futuro absolutamente simple. Solo ve un paso local y temporal, de partes simples a complejas, finito.

No se llama fe a lo que se deduce por la razón. Y sí va contra la razón, la infinitud de causas y la generación espontanea. No es cierto que de lo simple por si mismo salga lo complejo. Necesita del concurso de algo más complejo aún, que lo complejo constituido, es más: dotado de intencionalidad, voluntad y finalidad. No son las simples piezas de un vehículo, las que lo constituyen, hace falta el más complejo que el vehículo construído, el ser humano constructor del vehículo.

De las simples palabras, oraciones, no sale ningún libro como más complejo, hace falta el complejo escritor. No se juntan las pinceladas, en un cuadro más complejo que ellas, está el complejo pintor.

Las cosas no van de lo más simple a lo más complejo, sin un diseñador aún más complejo, que lo diseñe. La simplicidad de unos materiales, metales, circuitos, aislantes, hacen un ordenador más complejo que ellos, pero su complejidad no proviene por ellos, proviene del científico, mucho más complejo que el ordenador que se construye. Así la mente del ser humano no proviene, propiamente del cerebro que tiene, sino que su cerebro esta diseñado por Dios, ser mucho más complejo, que ese cerebro y así con todo lo existente en este universo, imbricado en su complejidad por la mente superior del Dios creador. Convicción intima, por razonamientos hechos con mi razón a mi cerebro, que se sabe creado y subordinado a su Dios creador y sólo soporte material e interfaces entre mi alma y mi cuerpo. La materia de mi cerebro, aún estructurada en tal, sigue siendo tan inconsciente como toda materia. Pasiva, inerte en sí, solo dinámico de tránsito, órgano de un ser vivo.

No sale ningún átomo, compuesto, cuerpo, ser vivo, por la unión de simples partículas, hace falta el Ser que forme esa complejidad, Dios.

Las cosas no se explican por sí mismas, en su existencia. Ni se explica por si misma, la dinámica en la que existen las cosas. Tanto las cosas como su dinámica, han de tener su razón fuera de sí. Y fuera de sí, en un Ser Creador, volitivo, intencionado, finalista. Dios.



LAS CUALIDADES DE DIOS

La Causa de este universo, está fuera de este universo. Es lo lógico. Pero no resulta fácil identificarLa. En principio Su naturaleza ha de ser lógicamente, totalmente distinta a todo lo conocido en este universo. Ya que al ser este universo creación Suya, debe de ser de cualidades, dimensiones, atributos, distintos a lo que vemos aquí, creados por Él, de otra naturaleza que Él.

Decir que es un Ser espiritual, más que identificarle, lo que hace es precisamente, separarle de tener una naturaleza material, como la que observamos en este mundo. Porque algo espiritual, sin materia, no lo conocemos: En este mundo no existe. Lo decimos precisamente por contraposición a lo que conocemos de este universo, para lo existente en otro universo, otro estado, otra existencia, otra naturaleza.

Es deducible lógicamente "la existencia de una Causa de este universo fuera de él". Pues a eso es a lo que se llama Dios. Y si es fuera de este universo, en principio, vamos a sustraerle el que tenga lo que observamos en este universo, pensémosle atemporal, amaterial, amasijo, energético, aespacial, a… dado que todo esto es creación Suya.

El núcleo de este tema es sobre la existencia de Dios. Sobre como es, ya resulta imposible concretarlo. Es tan inmensamente superior al hombre, que no se puede saber. Sólo unos finos hilos (pero sólidos) permiten conocer Su existencia en existencia superior, Su poder de poder superior, Su inteligencia de inteligencia superior, Su voluntad de voluntad superior, Su intencionalidad en una intencionalidad superior, …y así todo.

En este universo, todo tiene unas cualidades de tiempo, materia (que todavía no se ha visto en el fondo) u ondas, campos, energía… con un principio, esto es: no eterno y que su causa -Dios- es atemporal y de unas cualidades esencialmente distintas.

Ese Dios causa del universo, existente en la atemporalidad, evidentemente ha de tener una mente, una inteligencia, una voluntad, una finalidad…. Pero no como las que nos vemos en nosotros, sino en grado sumo, serán de una cualidad muy superior, de las cuales las nuestras deben de ser una palidísima sombra. Y si le doy los nombres de inteligencia, mente… no debiera, ya que todos los atributos de Dios, son de una cualidad y potencia, que citarlos así, es sólo para entendernos en nuestra expresión, para poder comunicarnos entre nosotros sobre lo que tratamos de hablar.



El hecho de que veamos obras, como cuadros, esculturas, monumentos, autos, aviones, cohetes, radios… que no tienen nada material de sus creadores, solo la obra, que son de naturaleza completamente distinta, es lo que podría lógicamente hacerse extensible a Dios y al universo. Por tanto Dios es imaginable en consecuencia de naturaleza distinta a las de este universo de tiempo, espacio, materia, energía...

Existe la posibilidad de caer en el panteísmo y afirmar que todo es Dios, que si alguno de los atributos de Dios, está presente en este universo, ya no existiría distinción entre el universo y Dios y Dios sobraría. ¿Algún ser humano es Dios? ¿Son las piedras creadoras, o los animales, o lo cósmico? Incluso los cosmólogos le dan un principio al cosmos. Por lo tanto es deducible la distinta naturaleza y radical esencia entre Dios y el universo.

CONCLUSIÓN

La premisa, no es que nada existe sin causa. Es que NADA DE ESTE UNIVERSO, existe sin causa. Y hablamos del universo que nos rodea y en el cual estamos inmersos, con su espacio, materia, tiempo y energía Y aparte de él, existe al menos Dios, porque es necesario, para que exista este universo, como su Creador. Por tanto Dios no está incluido en las cosas que necesitan causa.

La demostración de la existencia de Dios, es que es un Ser necesario, para la creación y conservación de este universo. En defecto de Dios, es que admitimos la existencia eterna de este universo o su aparición de la nada.

La materia de este universo, no puede crearse a si misma y está sometida al tiempo y necesita creación. Y que tiene un principio en el tiempo y con el tiempo lo dice la Astronomía, la Cosmología y la Astrofísica. Datado en unos 15.000 millones de años. La cifra en un futuro, podrá variar pero lo esencial es que haya un principio finito y no sea infinito.

La pirueta mental, (porque va en contra de todo lo observado), del universo incausado, es una postura filosófica muy reciente, acompañada de connotaciones nefastas para el ser humano como persona, en su sociedad, en su economía y en su país.

Conduce a la angustia vital, desesperación, suicidio (se pueden citar nombres famosos), depresión, alineación, nihilismo, vacío existencial…

Los filósofos creadores de esas filosofías, han vivido en esos estados. Pero ésto sólo lo decimos, no como el núcleo de nuestro debate, sino como el marco en que se da el pensamiento acausal.



Por poner un ejemplo archiconocido, citamos a Marx y su famosa frase "la religión es el opio del pueblo". El pensamiento marxista produjo un sistema politico-económico, el comunismo, que ha quebrado estrepitosamente en sólo 75 años, dejando tras sí una estela de 90 millones de muertos.

La creencia en Dios, ha hecho que los judíos tras 2000 años de diáspora, hayan creado el estado de Israel.

Alrededor hay muchos seres humanos, todos tienen su filosofía de vida, todos se han planteado el ¿De donde vengo? ¿Para que vivo? ¿Adónde iré?, pero sólo un tanto por ciento pequeño de ellos son científicos. Es más muchos temen las bombas que la ciencia creó, ven los experimentos genéticos en muchos aspectos con horror, la capa de ozono disminuyendo por las emisiones de los fluoruros, creados en los laboratorios químicos… no ven claro su futuro, ni el de sus hijos, ni el de la especie humana y andando al filo de las dos vertientes creadas por la ciencia -prosperidad y muerte-, filosofan, pensando de que lado caerán.

La ciencia como todo acto humano, es dual como las partículas cuánticas, su uso puede ser moralmente bueno o malo, es decir que no estamos en contra de la ciencia, que procuramos entender, pero es cuestionable su uso en uno u otro sentido. Es más, dudamos de su buen uso, sólo con el referente humano.

El respeto hacia los demás, los valores absolutos positivos, conllevan un altruismo que solo en las religiones, con su esperanza de vida trascendente a la muerte, con referencia en Dios, pueden conseguir.







LAS RAZONES DE LA EXISTENCIA


La observación, la experimentación y la intuición NO son incompatibles con la fe. Cada una tiene su campo y esos campos son perfectamente compatibles. No todo es ciencia, existen otras varias cosas. Las ciencias lo único que explican es COMO suceden las cosas, nunca el POR QUÉ. La ciencia no puede dar razón de todas las cosas, siendo una ciencia cerrada, que no necesite de nada mas, podrá dar razón de A con B; de B con C, de C con D... la última razón tiene que estar fuera de la Ciencia, no se conoce ninguna ciencia cerrada.




EINSTEIN, NEWTON, DESCARTES... TODOS LOS CIENTÍFICOS GENIALES ERAN CREYENTES.

Esto es una evidencia científicamente irrefutable. Los mayores científicos de la historia fueron creyentes. Resulta como si la creencia en Dios suele ser proporcional a la genialidad de esta gente hiperracionalista. En cambio, cuanto más mediocres son estos científicos, más abundan los ateos. ¿Casualidad? ¿No será más bien que la fe tiene también una componente de inspiración que induce a toda esta gente a sus geniales descubrimientos? ¿No será que un genio como Einstein, un devoto creyente, fue capaz de dar la vuelta a todas las teorías sobre el universo precisamente porque era, al mismo tiempo, capaz de imaginarse al Creador? Conmino a los ateos a que se replanteen seriamente sus ideales. Este universo es demasiado complejo como para ser ideado por una simple mente como la humana. El ateísmo constriñe la mente. Haced un esfuerzo de imaginación, romped las barreras que os atan el cerebro y dejad que la mente vuele libre al encuentro de Dios.




LAS ESCALAS DE DIOS

Observo que alguna gente tiende a pensar que la humanidad es demasiado insignificante para ser tenida siquiera en cuenta por el Creador. Ciertamente, el universo que nos contiene es gigantesco. Un universo con quince mil millones de años-luz de radio es, desde luego, una magnitud tan descomunal que resulta difícil imaginarla siquiera. En comparación, la humanidad, la Tierra, incluso nuestra galaxia, es menos que un grano de arena en el desierto. Sin embargo, la propia magnitud de Creador -reflejada en Su obra- no puede ser ajena ni a un solo átomo de Su creación. Este poder tan colosal para crear universos es también aplicable al control estricto que tiene sobre su obra. El hombre no puede ser un simple apunte a pie de página de un Creador que -curiosamente- se complace en los humildes. Una vez creada nuestra realidad, Dios sigue manifestando Su poder en el control que mantiene sobre ella. El mismo Jesús lo afirmó en cierta ocasión: NI EL MOVIMIENTO DE UNA RAMA LE PASA DESAPERCIBIDO. Y el hombre no está menos presente en Sus pensamientos. También Jesús afirmó que cada uno de nosotros estamos en la mente del Creador: INCLUSO VUESTROS CABELLOS ESTÁN CONTADOS...





S. S. EL PAPA ACEPTA LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN

En el año 1996, S.S. J. Pablo II aceptó "como más que probable", las teorías evolucionistas. Esto no supone ninguna contradicción con la Biblia. La Biblia no es un libro de ciencia, hay que interpretar el mensaje, no las palabras concretas. El mensaje del Génesis es que Dios creó al hombre. Llamese a esto Adán y Eva o Gran Explosión; el hecho es que Dios, el Creador, es imprescindible para explicar la existencia del universo. El Papa también añadió otra cuestión esencial al mensaje "EL ALMA PROCEDE DE DIOS". Aquí está el meollo del asunto. El alma es de procedencia directa del Altísimo. Tal como dice la Biblia en cierto pasaje YO OS CONOCÍ ANTES DE QUE FUESEIS ENGENDRADOS EN EL VIENTRE DE VUESTRA MADRE. En este caso habla no del cuerpo físico, que aún no existe, sino del espíritu que Dios insufla en ese cuerpo una vez que se produce la concepción.

La Iglesia Católica acepta la teoría de la evolución, de la que existen numerosas pruebas. Y a diferencia de muchas iglesias protestantes, no interpreta la Biblia literalmente. Es más, declara que en su análisis, salvo en las cuestiones puramente teológicas, la ciencia histórica prevalece sobre ella. El creacionismo mormón, pongamos por caso, es incompatible con la evolución, pero el creacionismo católico es perfectamente compatible: Dios crea el mundo y las potencialidades se desarrollan a lo largo de los milenios.

Una vez entendido que el Antiguo Testamento está escrito a menudo en lenguaje simbólico o mitológico, y que es absurdo interpretarlo literalmente, no creo que haya problema para ver en el Génesis una explicación que pueda ser compatible con el evolucionismo (pre-científica, fabulosa y todo lo que se quiera, pero compatible).

En cualquier caso, al margen de lo anecdótico, no veo ningún problema en aceptar las teorías científicas y seguir pensando que el mundo fue creado por Dios. Una cosa no excluye a la otra.


  

LA CREDIBILIDAD DE LA OTRA VIDA

Es común escuchar a los ateos argumentos en contra de la existencia de un mundo espiritual como el que narran las Escrituras basándose en que "es irracional", "es acientífico", "es una quimera de dementes" o apelativos aún más pintorescos. Por algún motivo tienden a contraponer la realidad cienticista a la "utopía" religiosa. Consideremos un momento la utopía religiosa. Es ciertamente, en el sentido etimológico de la palabra, una utopía porque evoca una hipotética realidad donde reina la felicidad perfecta. Desde luego nada que ver con las utopías comunistas del XIX ni con la utopía comunista "científica" de Marx, cuyo resultado no deja de resultar paradójico al ser traducido a la realidad: el pretendido paraíso en la Tierra quedó convertido en algo muy próximo a lo que sería el infierno terrenal perfecto. Lo sucedido en la Unión Soviética, en China, Vietnam, Birmania y otros "paraísos" comunistas es bien elocuente al respecto.

La religión, en cambio, ofrece la utopía perfecta: la felicidad total y ad perpetuam. La condición para acceder a ella es reunir un nivel moral mínimo -sin el cual, el paraíso no podría ser perfecto- y un acto de aceptación previo -no sería perfecto nuestro paraíso si alguien estuviese allí contra su voluntad. Contra este último requisito, se alzan las voces ateas. Y es entonces cuando surgen las argumentaciones "científicas" mencionadas al principio.

Esta es la cuestión más interesante: hasta que punto lo increíble puede resultar, finalmente, cierto. Para ello, conviene hacer un repaso a la historia. Tras siglos de oscurantismo, Newton sentó las bases de la física moderna. Por fin la humanidad tenía un sistema de leyes universales que explicaban la realidad a través de las matemáticas. Una base sólida y fiable que parecía destinada a desafiar el paso de los siglos. Sin embargo, hace sólo unos decenios, la nueva física de Einstein dio la vuelta a todo lo que anteriormente se consideraba inamovible. Los dogmas científicos habrían considerado demencial hace sólo cien años la posibilidad de que el espacio pudiese curvarse, de que el tiempo no fuese una variable inmutable o de que la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas del universo pudiesen comprimirse hasta el punto de caber en la palma de nuestra mano. Imaginémonos que alguien propusiese todo esto en la época ilustrada de Newton. Sin duda no tardarían en mandarlo al manicomio.

Sin embargo todo esto ES POSIBLE.

Todo esto que acabo de exponer es igualmente aplicable a la "utopía" perfecta de la religión. Y digo perfecta porque ES REAL. Los dogmas científicos actuales -dogmas que muchos consideran inamovibles, e incluso dignos de consagrar su vida entera a adorarlos- quedarán desfasados en cuanto alguna otra mente lúcida los ponga en evidencia. Los mismos que califican la religión como "irracional", descubrirán -me temo que demasiado tarde- la racionalidad perfecta de Dios.

La historia lo demuestra: lo que hoy nos parece simplemente demencial, mañana nos asombraremos al comprobar que es real. Porque la Realidad Divina siempre supera lo imaginable



¿CABRÍAN LOS OCÉANOS EN UN DEDAL?

Cuéntase que mientras San Agustín se encontraba en la playa preparándose para dar una enseñanza sobre el misterio de la Santísima Trinidad, vio a un niño tratando de vaciar el agua del mar en un hoyito que había hecho en la arena. Al preguntarle San Agustín qué estaba haciendo, el niño le respondió que estaba tratando de vaciar el mar en el hoyito, a lo que le contestó el Santo: "Pero, ¡estás tratando de hacer una cosa imposible!" Y el Niño le replicó: "No más imposible de lo que es para ti entender o explicar el misterio de la Santísima Trinidad". Y con estas palabras el Niño desapareció.

Lo que para San Agustín de Hipona -año 350 d.C- parecía simplemente imposible, hoy no lo semeja tanto. De hecho, sabemos que es posible comprimir la totalidad de la materia del universo en la punta de un alfiler.

Es más se supone que las singularidades que son los augeros negros, tienen un volumen cero y una masa infinita, basándonos en ese principio se podría comprinir cualquier materia hasta volumen 0, o sea todo el universo comprimido sin ocupar espacio.

Pero lo más interesante de todo sobreviene al preguntarse como es posíble que un niño seguramente analfabeto que vivía hace mil setecientos años en una provinciana ciudad del norte de África pudiese siquiera plantear semejante hipótesis a San Agustín, una de las mentes más lúcidas de su época. Y que, contra todas las probabilidades, tuviese, finalmente, la razón de su parte.




LA INIMAGINABLE MAGNITUD DE DIOS

Imaginemos que estamos en el campo, de paseo, y comprobamos que una hormiga minúscula se ha subido a nuestro zapato sin darnos cuenta. Cogemos la hormiga cuidadosamente con un dedo y la aproximamos a la cara para verla mejor. Distinguimos sus patitas, las antenas que se mueven en todas direcciones, su cabeza minúscula... y nos divertimos volteando el dedo arriba y abajo para impedir que se nos escape.

Me temo que me quedo corto, pero de comparar a un hombre con Dios, pienso que la hormiga sería un buen ejemplo. No es sólo cuestión de dimensiones. La magnitud infinita de Dios es posible percibirla en la inimaginable extensión del universo por Él creado. También resulta inimaginable Su inteligencia. Supongamos que la inteligencia pudiese medirse en relación directa al tamaño del cerebro. Esto no es exactamente cierto, pero como ejemplo es válido. Si reducimos el cerebro humano al tamaño de la cabeza de una hormiga, y consideramos que Dios tiene el cerebro de un hombre, ¿podemos siquiera imaginar la distancia que nos separa de nuestro Creador? La cabecita minuscula de una hormiga comparada con una cabeza humana... Puede servirnos esta comparación como referencia para medir las inteligencias de ambos. Podría una hormiga comprender siquiera un pensamiento de un hombre? Podrían los cerebros de seis mil millones de hormigas -la población humana actual- comprender una sóla idea racional?

La inteligencia de Dios es simplemente insondable. Actualmente existen buscadores de internet que son capaces de ofrecernos una selección de millones de páginas en fracciones de segundo. Escribimos una palabra, y al momento, un superordenador situado a decenas de miles de quilómetros busca entre los más de mil millones de páginas que tiene almacenadas en su memoria y nos ofrece una lista completa de todas las páginas en las que figura la palabra en cuestión. Esto supone sin duda un avance asombroso y nos da una idea de lo que es capaz de hacer una mente tan limitada como la de nuestro hombre-hormiga.

Cuando una máquina fabricada por el hombre es capaz de tratar en fracciones de segundo toda la información contenida en mil millones de páginas de internet, podemos siquiera imaginar lo que podría hacer el Creador del hombre?

Nuestra minúscula hormiguita campestre vive en un escueto refugio bajo tierra, apenas unos pocos centímetros por debajo de la superficie. El hombre necesita algo más de espacio, unas decenas de metros cuadrados de vivienda. La vivienda de Dios tiene una extensión mínima de quince mil millones de años-luz -el tamaño del universo conocido. Jesús lo afirma en la Biblia: LA CASA DE MI PADRE TIENE MUCHAS HABITACIONES.

Una casa normal tiene cuatro o cinco habitáculos. En muchos casos, aún menos. Para hacernos una idea de la magnitud de Dios por las dimensiones de Su vivienda, debemos utilizar una calculadora potente. Imaginemos. Se estima que el universo supera ampliamente los mil millones de galaxias. Cada galaxia tiene una media de cien mil millones de estrellas. A su vez, cada estrella podría tener una media de diez planetas... Ciertamente, la Casa del Creador dispone de muchas habitaciones.

Y con comparaciones similares podríamos extendernos indefinidamente. Bueno sería al hombre tratar de imaginar la Magnitud divina para percibir la necesidad de seguir las enseñanzas bíblicas sobre la humildad. El hombre es una creación Divina, y pretender suplantar a Dios es una soberbia tan patética como podría serlo que una hormiga pretenda igualarse a un hombre.








Sobre la teoría de la evolución

El 22 de octubre del 96, el discurso de Juan Pablo II a la Academia Pontificia de las Ciencias causaba cierto revuelo en los ambientes científicos interesados. Algunos interpretaron entonces que la Iglesia aceptaba por fin el evolucionismo. Pero, ¿es cierta esta apreciación? ¿Ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre esta teoría? En realidad no es para tanto: el Magisterio nunca se ha opuesto a una evolución bien entendida. Lo que ha hecho el Papa es constatar que los "nuevos acontecimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis".

En el referido discurso del Papa, se reconoce que hay "argumentos significativos en favor" de la teoría del Evolucionismo. Se trata, pues, de una nueva valoración: hasta ahora la ciencia y la Iglesia no concedían al evolucionismo más que un valor hipotético, tan probable como las teorías opuestas. Pero ahora se reconoce que "la convergencia de los trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría".

UN PRINCIPIO GENERAL

Repetidamente la Iglesia ha afirmado que la verdad no puede contradecir a la verdad (León XIII, Pablo VI, Juan Pablo II). Con ello se quiere hacer ver que la verdad científica nunca puede ser disconforme con la verdad revelada, si ambas se mantienen cada una en su campo y saben interpretarse adecuadamente. La razón es obvia: Dios es la suprema Verdad; las verdades parciales son aspectos de esa única Verdad; admitir discrepancias entre unas verdades y otras seria tanto como admitir contradicción interna en Dios, lo cual es inimaginable.

NUNCA HUBO OPOSICIÓN

Apoyándose en tal criterio, la Iglesia nunca se ha opuesto al desarrollo científico de un evolucionismo coherente y seguro. En concreto, hasta 1996, había señalado lo siguiente:

1) Respecto a la evolución cósmica la Iglesia ha efectuado muy pocas manifestaciones. La Pontificia Comisión Bíblica, en respuesta del 30-VI-1909 que versa sobre el sentido de los tres primeros capítulos del Génesis, dice solamente que no puede ponerse en duda "la creación de todas las cosas por Dios al principio del tiempo". Mantiene, pues, firme la fe en Dios creador, sin manifestar incompatibilidad con las teorías de la génesis del universo; especialmente las que admiten un principio temporal del mundo. En 1948, la misma Comisión responde de nuevo al Cardenal de Paris y ratifica lo ya dicho, explicando en qué sentido deben interpretarse los primeros capítulos del libro del Génesis.

2) Por lo que se refiere a la evolución biológica, la Iglesia expresó en 1950 que no vela oposición entre la fe y las investigaciones sobre la evolución (Pío XII, Enc. Humanigeneris), aunque recomienda "la máxima moderación y cautela" en las afirmaciones científicas no probadas, ya que el Evolucionismo no pasaba de ser una hipótesis todavía sin comprobar. En 1986, en una de sus catequesis, Juan Pablo II dice que la teoría de la evolución "no contrasta con la verdad revelada", siempre que se la entienda de modo que no excluya la causalidad divina.

3) En cuanto al origen del hombre, la Iglesia ha señalado (cfr. Enc. Humani generis) los puntos de doctrina que un cristiano debe mantener firmes para aceptar la teoría de la evolución aplicada al hombre: la peculiar creación del hombre por Dios, la formación de la primera mujer a partir del primer hombre, la creación inmediata del alma humana por Dios, la unidad del linaje humano y por tanto la necesidad del monogenismo, y algunos otros conceptos revelados más propios de la teología que de la ciencia.

Nunca, en resumen, limitó la Iglesia la libertad de investigación en este campo. Sus afirmaciones positivas se han referido siempre a aspectos no científicos, como el origen del espíritu, que escapa por su misma naturaleza a las investigaciones físico-químicas, como veremos al final.

La Iglesia acepta un evolucionismo
que se limite a la explicación científica de la naturaleza,
sin entrar en hipótesis sobre la creación del mundo o del alma humana, que son cuestiones metafísicas

UNA TEORÍA Y SU ALCANCE

Las declaraciones de Juan Pablo II en octubre de 1996 inclinan la opinión de la Iglesia a aceptar el evolucionismo como teoría suficientemente comprobada "por diversas disciplinas del saber" (n 4). Aunque parezca, en principio, que la Iglesia no debería tomar postura en un argumento científico, "el Magisterio está interesado directamente en la cuestión de la evolución, porque influye en la concepción del hombre" (n. 5). Esto quiere decir que no se trata de una simple cuestión opinable, como tantas otras investigaciones científicas, sino que el enfoque con que se afronte el evolucionismo y, en concreto, el origen del hombre, afecta profundamente a la noción misma de persona humana; y esto repercute a su vez en múltiples aspectos éticos, sociológicos, etc., con honda trascendencia moral.

El Papa, tras reconocer los argumentos significativamente válidos del evolucionismo, señala insistentemente que se trata de una teoría, y delimita el valor epistemológico de toda teoría: una interpretación (no un hecho) homogénea de numerosos datos, que permite relacionarlos entre si y darles una explicación. Toda teoría debe verificarse con nuevos datos y, en caso necesario, reformarse para ser mejor adaptada a la realidad. Además, en el caso del evolucionismo, a los datos procedentes de la observación se añaden ciertas nociones filosóficas, pretendiendo integrarlas en un conjunto unitario con la parte más científica (cfr. n. 4).

Así la primera puntualización pontificia es que, si bien -hoy por hoy- el evolucionismo es la teoría científica que mejor cuadra con los datos observados, no puede tomarse como intangible pues, por su propia naturaleza, puede necesitar ser revisada o perfeccionada.

EVOLUCIÓN Y EVOLUCIONISMOS

La segunda matización que hace el Papa es distinguir entre evolución y evolucionismos. En efecto, al tomar también nociones filosóficas para integrarlas en la teoría, no habrá una sola hipótesis evolucionista, sino tantas como posiciones filosóficas de partida (cfr. n. 4).

Esto puede ser licito -lo exige el propio pluralismo humano-, pero es importante destacar que la existencia de diferentes evolucionismos no es una cuestión científica, sino de pensamiento filosófico. Sería falsear la ciencia -aunque así se ha hecho no pocas vecespretender exponer como única explicación científica posible, una teoría que incluye posturas intelectuales meta-científicas. Un científico honrado expondrá con claridad los datos observables y la teoría que los explica, fijando adecuadamente los límites de su interpretación o señalando las ocasiones en que, además de sus datos, hace uso de argumentos no científicos.

El Papa señala, para ejemplificar, aquellas teorías evolucionistas que consideran que el espíritu humano surge de las fuerzas interiores de la materia viva, o que se trata de un simple epifenómeno de la misma. Estos evolucionismos son incompatibles con la doctrina católica, pero no por aceptar la evolución y sus principios científicos -que en si mismos en nada fundamentan aquellas afirmaciones-, sino porque son incapaces de fundar la dignidad de la persona humana e incompatibles con la verdad sobre el hombre (cfr. n. 5).

En resumen, la Iglesia acepta un evolucionismo que se limite a la explicación científica teórica de las observaciones naturales, sin incluir en su hipótesis cuestiones relativas a la creación del mundo o del espíritu del hombre, que son aspectos metafísicos. El momento del paso a lo espiritual no es-por su propia naturalezaobjeto de observación experimental; al investigar el origen del hombre ha de tenerse en cuenta la existencia de una discontinuidad ontológica (cfr. n. 6) respecto a los demás seres materiales. Este salto o ruptura de continuidad repugna a los que estudian la evolución como algo sólo material, pero es necesario aceptarlo como una realidad existencial, aunque escape al análisis físico-químico.

LA APORTACIÓN TEOLÓGICA

Más allá de la teoría científica y de las premisas filosóficas, los creyentes tenemos la revelación divina como fuente de conocimiento.

Esta sabiduría enriquece enormemente los planteamientos humanos, respetando la lógica autonomía del intelecto del hombre. Por eso el Papa concluye su discurso haciendo referencia a la vida entendida como don sobrenatural de Dios que Cristo nos comunica. Aquí el término vida, usado por San Juan en sus escritos, encierra la trascendencia propia de la "eterna felicidad divina, comunicada a los hombres por la infinita liberalidad de un Dios que es calificado como Dios vivo, en uno de los más hermosos títulos que le ofrece la Sagrada Escritura (cfr. n. 7).

LO QUE DICE LA CIENCIA

EI moderno evolucionismo se caracteriza por englobar en una misma teoría -con diferentes partes- el origen de todo: la materia inerte, la vida y el hombre. Aunque se trate de tres saltos cualitativos, no cabe duda que hay una honda relación entre ellos; no puede explicarse la existencia del hombre sin comprender bien de dónde viene la Tierra, el sistema solar y las galaxias.

Las ecuaciones de la relatividad generalizada (Einstein, 1916) permitían deducir, contra lo que se habla creído hasta el momento, que el universo no es eterno e inmutable, sino que es evolutivo: se expande o se contrae necesariamente. J.B.Lamaître (1927) tuvo por primera vez la intuición de que todo el universo provenla de un único "superátomo, inicial; y E. Hubble comprobó experimentalmente en 1929 que las galaxias estaban en expansión. Un análisis retrospectivo llevó a plantear el origen del universo en un sólo punto inicial, calculable en el tiempo, con una concentración inaudita de energía. G. Gamow (1948) calculó este modelo, que acabó llamándose popularmente el "Big-Bang".

En 1965, Penzias y Wilson descubrieron casi por casualidad el "ruido de fondo" del universo, predicho por Gamow; lo que comprobó la exactitud de la teoría y les valió el premio Nobel. Esta y otras comprobaciones han llevado a que la casi totalidad de la comunidad científica adopte el modelo del Big-Bang como la hipótesis más probable del origen del universo. Otras teorías -universo estático y universo pulsante- no han podido ser comprobadas.

De aquel "átomo" inicial, hace unos 18.000 millones de años, proviene todo el universo observable.

EL ORIGEN DE LA VIDA. EVOLUCIÓN BIOLÓGICA

Diversos experimentos realizados hacia la mitad de siglo, han demostrado la posibilidad de que, en algunos mares de la primitiva Tierra, se sintetizaran los productos de la química orgánica necesarios para la vida. Se supone que en aquellos "caldos" primitivos de materia carbonada y nitrogenada, se sintetizaron los elementos vitales (proteínas y ADN) capaces de reduplicarse y constituir propiamente un ser vivo. Cómo tuvo lugar esta síntesis es todavía un misterio de difícil solución.

Una vez se dieron los primeros vivientes, entró en juego la variabilidad de la molécula de ADN. Las mutaciones, espontáneas o inducidas por agentes naturales (radiactividad, etc.), supusieron millones de cambios bioquímicos, algunos de los cuales fueron provechosos para la vida de sus herederos genéticos.

Lamarck (1809) y Darwin (1859) pusieron las bases para la explicación biológica de la evolución de los seres vivos. La aportación de este último fue hacer entrar en juego la selección natural como factor decisivo en la supervivencia de los mejor adaptados y, en definitiva, en el "progreso" de las formas vitales. El entrecomillado del término progresose debe a que algunas teorías evolucionistas insisten desproporcionadamente en el papel jugado por la selección natural. Es indudable que en la evolución se ha dado un claro progreso en complejidad y perfección de los seres vivos. Es mucho menos claro que este progreso se dedo sólo a la selección natural: desde un punto de vista filosófico, una selección realizada sobre cambios meramente casuales no explica el avance perfectivo; desde el punto de vista biológico, también parece clara una dirección evolutiva de tactodifícilmente argumentable por la sola ciencia positiva, como veremos.

Hay que hacer notar, además, la importancia crucial de algunos fenómenos imprevisibles, como la extinción catastrófica de determinadas especies, que resultaron providenciales para el desarrollo ulterior de la evolución. En los últimos 500 millones de años se encuentran restos de al menos cinco de estas grandes extinciones; la más conocida es la desaparición de los dinosaurios, hace 70 millones de años, que permitió el desarrollo y actual preponderancia de los mamíferos sobre los reptiles. Quiere esto decir que la trayectoria de la evolución ha sido única e irrepetible, fruto de un "azar" muy especial que ha conducido a la posibilidad de existencia actual del hombre.

LA APARICIÓN DEL HOMBRE. EL PRINCIPIO ANTRÓPICO

Es un hecho que el material genético humano (por no hablar del parecido anatómico o fisiológico) coincide en un 98% con el de diversas especies animales. Esto induce a pensar que el cuerpo humano tiene un origen común con el de otros seres vivos. Es improbable que algún día se llegue a encontrar una prueba definitiva de la transformación que dio lugar al cuerpo del hombre; pero los descubrimientos constantes en este campo de la ciencia refuerzan progresivamente la idea de una adaptación evolutiva del mundo animal hasta llegar al hombre.

La trayectoria de la evolución ha sido única e irrepetible,
fruto de un "azar" muy especial

Las fases de tal adaptación, por lo que hoy se conoce, pueden escalonarse en varios momentos cruciales: un distanciamiento anatómico de la rama evolutiva de los primates, hace unos 2'5 millones de años; la bipedestación (andar erguido sobre dos patas), hace 2-1'5 millones de años; el desarrollo cerebral progresivo, entre un millón y doscientos mil años de antigüedad; la expansión y diferenciación de especies desde Africa hacia Asia y Europa, en sucesivas oleadas, a lo largo de un millón de años; el aprendizaje progresivo de algunas técnicas: golpeado de piedras, tallado de hachas de mano; etc.

Esta lentísima evolución sufre una discontinuidad y una aceleración sin precedentes hace menos de cien mil años. En muy poco tiempo-relativamenteaparece la cultura (arte), la técnica (industrias diversas), la religión (culto a los muertos) y el lenguaje. En menos del 4% del tiempo evolutivo más reciente, el hombre pasa de la nada cultural al nivel actual de pensamiento y dominio de la naturaleza.

En base a esto, y a todo el planteamiento evolutivo del mundo y de la vida, hace ya unas décadas que se abre paso, entre los profesionales de la ciencia, el convencimiento de que el universo entero parece programado para la existencia humana. Se comprueba, resumiendo mucho, que el universo y su evolución han reunido tales características que han hecho posible la existencia en él de vida inteligente; cosa nada fácil, de no coincidir las muchas y diversas circunstancias que han concurrido en nuestro mundo. Según Dicke (1961), la relación de intensidad de las fuerzas elementales de la materia, la edad misma del universo, etc., son tales que difícilmente de otra forma se habría llegado hoy al hombre: es lo que se llama el "Principio Antrópico débil".

Por otra parte, en 1973, Collins y Hawking hacen notar que sólo un universo con densidad global muy próxima a la crítica, permite la creación de estrellas y galaxias.Carter (1974) añade que cualquier variación mínima en los parámetros iniciales del universo hubiera llevado a condiciones en que seria imposible la evolución hasta el nivel humano. Por tanto, el universo posee, desde su primer instante, las condiciones que permitirán la vida (síntesis del carbono, etc.) y la posible aparición del hombre en algún momento de su historia. Es lo que se conoce como "Principio antrópico fuerte".

También las características locales de la evolución (masa y condiciones de la Tierra, núcleo de hierro, episodios catastróficos antes reseñados,...), hacen intima la probabilidad de que se reúnan de nuevo las condiciones necesarias para la aparición y desarrollo de la vida hasta el nivel humano, incluso contando con la inmensidad de astros de la Vía Láctea (Carreiras, 1997).

Ante este planteamiento sólo caben dos opciones: o el universo y la Tierra reúnen esas características "por casualidad". c bien han sido diseñados y programados expresamente para la existencia del hombre. Quienes propician la primera solución, ante la dificultad de que el azar reúna por sí sólo esas condiciones, recurren a la hipótesis de infinitos universos -simultáneos o sucesivos, de los que sólo uno de ellos tiene las características necesarias. Naturalmente, esta teoría no tiene posibilidad de comprobación científica experimental; se trata de una postura intelectual meta-científica que, además, no tiene a su favor ninguna medida o dato observable.

Queda como única solución pragmática la de que el universo ha sido concebido con el fin de servir de asiento a la vida racional. Esto implica, como se ve inmediatamente, introducir en la discusión el concepto de finalidad; el cual escapa a la elaboración científica, pues no es medible, ni cuantificable, ni tiene ecuación que lo exprese. La ciencia, por tanto, debe concluir aquí su exposición, para dejar paso a la elucubración filosófica.

INTELIGENCIA Y CONSCIENCIA

La aparición del hombre plantea, además, otro problema de distinto orden: la actividad racional, consciente y libre. El hombre se diferencia de los animales porque utiliza conceptos abstractos; no es capaz simplemente de aprender determinados comportamientos, sino que tiene las posibilidad de relacionar ideas simples- inmateriales-, buscar causas, analizar finalidades, deleitarse en el valor estético o ético de una cosa, etc.; todo lo cual escapa a la actividad sensorial propia del reino animal. Gracias a ello existe la Filosofía, la Poesía y la misma Ciencia; toda la cultura utiliza símbolos arbitrarios y abstractos para comunicar conocimientos e ideas. Además, el hombre esconsciente: tiene un yo integrador, sujeto de sus actividades y capaz de reflexionar sobre su propio conocimiento (conocer que conoce, frustrarse ante el error, etc.)

La física moderna define la materia por sus interacciones con las cuatro fuerzas elementales. Ningún efecto de esas fuerzas tiene como consecuencia el pensamiento, la abstracción o la consciencia. No hay medida cuantitativa para calibrar el valor artístico o la implicación ética. Las mismas neuronas y corrientes cerebrales no son conscientes de si mismas; y si cada una no lo es, el conjunto -simplemente como conjunto- tampoco puede serlo. El pensamiento no es una secreción del cerebro: no hay dato científico en que apoyarse para asegurarlo. Quienes defienden una postura materialista de la razón humana, lo hacen por la idea preconcebida de que sólo existe la materia; lo cual no es un dato científico, sino un prejuicio filosófico, bastante inseguro por lo demás.

Añadida a las cuatro fuerzas elementales que definen la materia, en el hombre está presente una "quinta fuerza", no reducible a las anteriores, que se expresa en el pensamiento. Este componente novedoso del hombre se ha llamado, desde hace siglos, espíritu. Decir que el espíritu puede "emerger" de la materia, o que se reduce a una materia más organizada, son afirmaciones gratuitas. Ningún dato ni análisis científico justifica un reduccionismo así.

No cabe tampoco atribuir -como hacen algunos- la aparición de la inteligencia al desarrollo del lenguaje. Más bien lo lógico es lo contrario: el lenguaje es fruto de determinados órganos anatómicos, usados por alguien que sabe algo y desea trasmitirlo.

La ciencia, pues, debe terminar aquí su aportación a la aparición del hombre: constatando la existencia del espíritu y reconociendo que, con el método científico, no puede llegar a más. Es la hora, de nuevo, de dejar paso a la filosofía.






Adán y Eva, el evolucionismo y el Big-Bang




El Antiguo Testamento narra de forma sencilla y simbólica la creación del mundo y del hombre. Utiliza para ello unas imágenes simples y fácilmente comprensibles por el pueblo pastoril y analfabeto al que iban dirigidas. El mensaje esencial del Génesis es éste: Dios es el creador del hombre y de todo el universo. Esta es la idea esencial que nos transmite este escrito. Y lo hace de una forma elemental, pero para aquellos tiempos de hace tres mil años, simplemente irrebatible.

Es la eterna pregunta de qué fue antes, el huevo o la gallina. La evidencia demostrable es que todo en este universo procede de una causa precedente. Entonces cuál es la Causa Primera que dió origen a todo? En cuanto al tiempo y el espacio, podemos hacer exactamente la misma pregunta: cuál es el límite del espacio. ¿Que hay un metro más allá? ¿La nada, el vacío? ¿Y el vacío, no es espacio?

Esta pregunta fundamental es la que dio origen al concepto de Dios en todas las culturas de la Tierra.



Y este concepto sigue aún sin respuesta científica. Hoy en día, en el siglo de la ciencia, la tecnología, y la educación de masas, existen aún muchas personas con una mentalidad idéntica a la de aquellos lejanos tiempos prebíblicos. He tenido ocasión de conocer a alguna persona tan ignorante que no sabía que la Tierra giraba alrededor del Sol. Sus conocimientos eran tan limitados que no podía concebir que la tierra que pisamos estuviese flotando en el espacio, sino que permanecía sólidamente afirmada.... abajo... Sin embargo, esta misma persona, parecía ser inmensamente sabia en materia religiosa. Hice todo lo que estuvo en mi mano para tratar de arrancarla de sus errores. Este mismo argumento que acabo de exponer arriba, el de la necesidad lógica de un Creador, era firmemente rechazado por mi ateo interlocutor. "El hombre es un producto nacido de la tierra, lo mismo que las plantas", argumentaba. Ante la pregunta de dónde surgió esa tierra creadora, mi contertulio se limitaba a encogerse de hombros, despectivo.

Confieso que fuí totalmente incapaz de iluminar la mente de este hombre con la luz de la fe. Ahora, ya fallecido, me temo que aún estará recordando nuestras conversaciones, lamentándose en el infierno -ya sin remedio posible- por su obstinación en mantener sus absurdos postulados ateos.

Expongo este caso para hacer notar que la fe y el ateísmo no son una cuestión de conocimientos, sino de voluntad. Generalmente se asocia la mayor cultura con el ateísmo, y la incultura con la religiosidad, pero esto no es así. La fe es ante todo un acto de voluntad, una vez que agotamos las vías de la racionalidad para comprender lo que nos rodea.

El caso de Adán y Eva es explícito. Es una cuestión de pura lógica deducír la existencia de un Creador que sea la Causa Primera que dió origen al primer hombre. Incluso la mente más primitiva puede comprender que tuvo que existir un momento inicial que diese origen al primer hombre... que no fuese otro hombre. La necesidad de una Entidad hacedora del primer hombre es indispensable para iniciar la línea sucesoria de la humanidad, pues hasta la fecha, ningún hombre ha conseguido generarse a si mismo.

Este argumento fue perfectamente válido hasta el siglo XIX en que aparecieron las teorías evolucionistas. Estas teorías son generalmente aceptadas como válidas por la ciencia moderna, e implican una progresión de menor a mayor. A partir de una primera bacteria unicelular, y a través de sucesivas mutaciones aleatorias que la selección natural va puliendo para mejor adaptarlas al medio, se van configurando las diferentes especies. Tenemos así una cadena evolutiva que pasa de los peces a los anfibios, de éstos a los reptiles y aves, y de éstos a los mamíferos. De entre estos últimos, y destacando por el desarrollo de su cerebro entre los demás primates, llegamos al actual homo sapiens, el ser humano.

La Iglesia Católica ha aceptado este proceso reseñando que el alma "procede de Dios". De esta forma, se deja en manos de la evolución la conformación físiológica del hombre, y directamente a Dios el soplo espiritual que le da la vida.



Algunos pueden pensar que esto acaba con las teorías bíblicas, sobre la necesidad de un Dios Creador. Sin embargo, si lo pensamos un poco, no tardamos en darnos cuenta de que nos encontramos exactamente en la misma situación anterior. Y esto es así porque, nuevamente, precismos de una Causa Primera. Si el hombre procede de los primates, y éstos a su vez de los reptiles, y éstos a su vez de una célula primigenia, que a su vez fue el producto de una combinación fortuíta de aminoácidos en el caldo primitivo que conformaba los mares antes de la aparición de la vida, entonces volvemos a la eterna pregunta. ¿Y estos mares originarios de donde surgieron? Quizás aparecieron por generación espontánea? ¿Puede quizás el agua del mar generarse a si misma? La respuesta científica es rotundamente negativa. Por consiguiente volvemos a necesitar un Dios Creador de los mares, de los que a su vez, tras milenios de evolución, surgirían Adán y Eva.



Por consiguiente, sigue vigente el mensaje inicial del Génesis: Dios es el Creador del hombre y del universo. El evolucionismo lo único que hace es retrasar el inicio de la creación.



Actualmente, existe la posibilidad e alejarnos en el tiempo hasta el mismo comienzo de la existencia del universo. El Big-Bang, o Gran Explosión es la teoría que mejor explica por ahora el fenómeno de la expansión del universo. Al principio, dicen los científicos, toda la materia del universo estaba concentrada en un espacio tan diminuto como el tamaño del planeta Tierra, o incluso en algo tan ínfimo como la cabeza de un alfiler. Esto puede resultar sorprendente, pero es estrictamente posible debido a que los átomos que nos conforman están prácticamente vacios de materia. Átomos que consisten en un pequeño núcleo central alrededor del que orbitan los electrones, los cuales, posiblemente, ni siquiera sean

"materiales", sino algun tipo de onda.

La Gran Explosión dio lugar a la dilatación brutal de toda esta materia concentrada y, tras quince mil millones de años de expansión constante, a la existencia

del universo tal como lo conocemos hoy, con sus cúmulos, galaxias, estrellas y planetas. Planetas sobre los que, como ya dijimos, evolucionó la vida hasta dar origen al hombre.



Aunque podamos saber aproximadamente cuándo comenzó el universo debemos preguntarnos aún de dónde surgió aquello que dio origen a la primera explosión. Siguiendo el principio de causalidad ¿de donde surgió esa materia primera? ¿Surgió de la nada? ¿Es posible que la nada genere algo?

Existe la posibilidad de que se trate de una materia eterna. En el caso de ser eterna, habría que preguntarse dos cuestiones. La primera, su origen. La segunda, esa materia eterna ¿iene inteligencia?

Centrémonos en este segundo punto: la inteligencia de la materia. Tal como evidencia la evolución, la materia inerte puede dar origen a la vida. Con mucha más razón, la materia inerte de duración eterna FORZOSAMENTE debe haber dado lugar a una Inteligencia mucho más poderosa que la humana. Ésta es la gran contradicción de los ateos actuales. Por un lado aceptan la evidencia de la inteligencia humana como un producto de la evolución, pero al mismo tiempo, niegan el mismo proceso a nivel universal.

Suponiendo que de alguna forma puediésemos explicar la existencia eterna del universo sin la existencia previa de un Creador, entonces -repito- FORZOSAMENTE, tendríamos que aplicar a ese mismo universo las teorías evolucionistas, las cuales impedirían la existencia de un universo inerte, sin vida y sin inteligencia. De esta misma forma, pero por una vía diferente, nos encontraríamos con la Inteligencia Omnisciente y Todopoderosa que caracteriza a Dios.

A algunos les parecerá aún imposible, pero es suficiente con comprobarlo en la propia existencia humana. A partir de una insignificante célula, y por mera evolución, aparece algo tan perfecto como el ser humano. El ser humano a su vez ha dado lugar a máquinas tan asombrosas como este mismo ordenador en que lees este mensaje. Existen actualmente unos servidores tan potentes que pueden manejar en cuestión de segundos un volumen tan gigantesco de memoria como tres mil millones de páginas como ésta que lees ahora. Piénsalo un momento. Esta capacidad memorística empieza a parecerse ya a la Omnisciencia divina. Y ésto es sólo el comienzo. La informática tiene sólo unos veinte años de existencia. ¿Podemos imaginar lo que supondría esta evolución en una escala de tiempo eterna?

Llevemos la lógica a su extremo. Sin salirnos de la pura racionalidad, por qué no podemos aceptar que en algún lugar de universo, y siguiendo las premisas de la evolución, fuese posible la existencia de una civilización que reuniese en si los atributos divinos: omnisciencia, omnipotencia y eternidad. Pensemos en lo que podría ser la raza humana si estuviese libre del mal que la esclaviza, y nada interfiriese en su evolución... Incluso la Biblia, en cierto lugar, refiriéndose a los hombres afirma: "Sois Dioses".

Resumiendo: tanto si partimos de la necesidad de un Dios Creador, como si nos empeñamos en negar esta evidencia y preferimos imaginar un universo salido de "la nada", el resultado final es el mismo: DIOS. O aceptamos a Dios al principio, como Creador, lo que aparece como más racional y concuerda con la Biblia, o bien, aceptamos que ese Dios FORZOSAMENTE, debe ya existir, como un producto inevitable de la evolución.

Todo esto es pura lógica. Sin embargo, muchos no desean aceptar estas evidencias de la razón, porque la existencia de Dios implicaría unos cambios en sus propias vidas personales que en ningún caso están dispuestos a aceptar. Que cada cual revise su conciencia y valore si realmente unos mezquinos valores como los humanos merecen quedar privados de la beatitud celestial por toda la eternidad.

Para finalizar, sólo resta clarificar el estado actual de la ciencia en lo que respecta a la Creación. El descubrimiento del Big-Bang supone que nos podemos retrotraer hasta el mismo momento del nacimiento del universo, pero nuevamente resulta imposible explicar su existencia. La ciencia sigue sin poder explicar la procedencia de ni siquiera uno de los innúmeros átomos que nos rodean. Nada en este universo puede crearse a si mismo, ni siquiera un minúsculo electrón. Todo procede de una causa previa. Por consiguiente, el Creador sigue siendo imprescindible. Por otro lado, a medida que avanza la ciencia, es posible irse dando cuenta de la verdadera magnitud del Creador. El Creador no tiene nada que ver con esos diosecillos de piedra que adoraban los antiguos paganos. El Creador siempre debe ser superior a Su creación, y si observamos supererficialmente el universo, nos damos cuenta rapidamente de las proporciones infinitas que Lo definen. Este universo tiene más de quince mil millones de años de antigüedad, y aún mayor, lógicamente, debe ser la del Creador. Este universo tiene tantos miles de millones de galaxias que es simplemente imposible contarlas. Y cada una de esas galaxias posee una media de cien mil millones de estrellas como el sol...

Realmente la mente humana puede siquiera llegar a imaginar la magnitud del Creador? Cuanto más avanza la ciencia, más grandioso se nos revela Dios. Dios es, simplemente, el Infinito. Ese Infinito que cualquier humano puede deducir con el simple uso de la razón. La mera observación de la realidad nos conduce irremediablemente a Dios. La misma razón que tenían los antíguos para deducir a Dios a partir de Adán y Eva, la tenemos ahora nosotros para deducirlo a partir del Big-bang.

Pero en este punto, lo mismo que en la antigüedad, es necesaria la fe. Al final de cuentas, todo lo que realmente nos queda es la fe. Y la fe, como ya se ha dicho, es un acto de voluntad. El que desee negar a Dios puede hacerlo, la ciencia y la razón no se lo impiden. El que desee afirmar a Dios puede hacerlo, la ciencia y la razón no se lo impiden.

Y esto es todo lo que Dios pide a los que desean llegar un día a conocerlo: un acto voluntario de aceptación hacia Él. En otras palabras: la fe.



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