Libros Históricos de la Biblia


LIBRO PRIMERO DE LAS CRÓNICAS

1 Crónicas 1

1 Adán, Set, Enós;

2 Quenán, Mahalalel, Yered;

3 Henoc, Matusalén, Lámek;

4 Noé, Sem, Cam y Jafet.

5 Hijos de Jafet: Gómer, Magog, los medos, Yaván, Túbal, Mések y Tirás.

6 Hijos de Gómer: Askenaz, Rifat y Togarmá

7 Hijos de Yaván: Elisá, Tarsis, Kittim y Rodanim.

8 Hijos de Cam: Kus y Misrayim, Put y Canaán.

9 Hijos de Kus: Sebá, Javilá, Sabtá, Ramá y Sabteká. Hijos de Ramá: Sebá y Dedán.

10 Kus engendró a Nimrod, que fue el primer hombre poderoso de la tierra.

11 Misrayim engendró a los luditas, anamitas, lahabitas, naftujitas,

12 patrusitas, kaslujitas y kaftoritas, de donde proceden los filisteos.

13 Canaán engendró a Sidón, su primogénito, a Jet,

14 y al jebuseo, al amorreo, al guirgasita,

15 al jivita, al arquita, al sinita,

16 al arvadita, al semarita y al jamatita.

17 Hijos de Sem: Elam, Assur, Arpaksad, Lud y Aram. Hijos de Aram: Us, Jul, Guéter y Mések.

18 Arpaksad engendró a Sélaj y Sélaj engendró a Héber.

19 A Héber le nacieron dos hijos: el nombre del primero era Pélej, porque en sus días fue dividida la tierra, y el nombre de su hermano era Yoqtán.

20 Yoqtán engendró a Almodad, Sélef, Jasarmávet, Yéraj,

21 Hadoram, Uzal, Diqlá,

22 Ebal, Abimael, Sebá,

23 Ofir, Javilá, Yobab: todos ellos hijos de Yoqtán.

24 Arpaksad, Sélaj,

25 Héber, Pélej, Reú,

26 Serug, Najor, Téraj,

27 Abram, o sea Abraham.

28 Hijos de Abraham: Isaac e Ismael.

29 Sus descendientes son éstos: El primogénito de Ismael: Nebayot; después, Quedar, Adbeel, Mibsam,

30 Mismá, Dumá, Massá, Jadad, Temá,

31 Yetur, Nafís y Quedmá. Estos son los hijos de Ismael.

32 Hijos de Queturá, concubina de Abraham. Dio a luz a Zimrán, Joqsán, Medán, Madián, Yisbaq y Súaj. Hijos de Yoqsán: Sebá y Dedán.

33 Hijos de Madián: Efá, Efer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos ellos son hijos de Queturá.

34 Abraham engendró a Isaac. Hijos de Isaac: Esaú e Israel.

35 Hijos de Esaú: Elifaz, Reuel, Yeús, Yalam y Coré.

36 Hijos de Elifaz: Temán, Omar, Sefí, Gatam, Quenaz, Timná y Amalec.

37 Hijos de Reuel: Nájat, Zéraj, Sammá y Mizzá.

38 Hijos de Seír: Lotán, Sobal, Sibón, Aná, Disón, Eser y Disán.

39 Hijos de Lotán: Jorí y Homán. Hermana de Lotán fue Timná.

40 Hijos de Sobal: Alyán, Manájat. Ebal, Sefí y Onam. Hijos de Sibón: Ayyá y Aná.

41 Hijos de Aná: Disón. Hijos de Disón: Jamrán, Esbán, Yitrán y Kerán.

42 Hijos de Eser: Bilhán, Zaaván y Yaacán. Hijos de Disón: Us y Arán.

43 Estos son los reyes que reinaron en el país de Edom antes de que hubiera rey entre los israelitas: Bela, hijo de Beor; el nombre de su ciudad era Dinhabá.

44 Murió Bela, y reinó en su lugar Yobab, hijo de Zéraj, de Bosrá.

45 Murió Yobab y reinó en su lugar Jusam, del país de los temanitas.

46 Y murió Jusam, y en su lugar reinó Hodad, hijo de Bedad, que derrotó a los madianitas en los campos de Moab; el nombre de su ciudad fue Avit.

47 Murió Hodad, y reinó en su lugar Samlá, de Masrecá.

48 Murió Samlá, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot Hannahar.

49 Murió Saúl y reinó en su lugar Baal Janán, hijo de Akbor.

50 Murió Baal Janán y reinó en su lugar Hodad. El nombre de su ciudad era Paí, y el de su mujer Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezahab.

51 Murió Hodad, y hubo jeques en Edom: el jeque Timná, el jeque Alyá, el jeque Yetet,

52 el jeque Oholibamá, el jeque Elá, el jeque Pinón,

53 el jeque Quenaz, el jeque Temán, el jeque Mibsar,

54 el jeque Magdiel, el jeque Iram. Estos fueron los jeques de Edom.

1 Crónicas 2

1 Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví y Judá, Isacar y Zabulón,

2 Dan, José y Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.

3 Hijos de Judá: Er, Onán y Selá; los tres le nacieron de Bat Súa la cananea. Er, primogénito de Judá, era malo a los ojos de Yahveh, que le quitó la vida.

4 Tamar, nuera de Judá, le dio a luz a Peres y Zéraj. Todos los hijos de Judá fueron cinco.

5 Hijos de Peres: Jesrón y Jamul.

6 Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Kalkol y Dardá, en total cinco.

7 Hijos de Karmí: Akar, que perturbó a Israel por haber violado el anatema.

8 Hijos de Etán: Azarías.

9 Hijos de que le nacieron a Jesrón: Yerajmeel, Ram y Kelubay.

10 Ram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Najsón, príncipe de los hijos de Judá.

11 Najsón engendró a Salmá, y Salmá engendró a Booz.

12 Booz engendró a Obed y Obed engendró a Jesé.

13 Jesé engendró a su primogénito Eliab; Abinadab, el segundo; Simá, el tercero;

14 Netanel, el cuarto; Radday, el quinto;

15 Osem, el sexto; David, el séptimo.

16 Hermanas suyas fueron Sarvia y Abigaíl. Hijos de Sarvia: Abisay, Joab y Asahel, tres.

17 Abigaíl dio a luz a Amasá, el padre de Amasá fue Yéter el ismaelita.

18 Caleb, hijo de Jesrón, engendró a Yeriot, de su mujer Azubá. Estos son sus hijos: Yéser, Sobab y Ardón.

19 Murió Azubá y Caleb tomó por mujer a Efratá, de la que tuvo a Jur.

20 Jur engendró a Urí, y Urí engendró a Besalel.

21 Después se unió Jesrón a la hija de Makir, padre de Galaad. Tenía él sesenta años cuando la tomó por mujer; y le dijo a luz a Segub.

22 Segub engendró a Yaír, que poseyó veintitrés ciudades en el país de Galaad.

23 Los guesuritas y los arameos les tomaron las aldeas de Yaír, Quenat y sus aduares: sesenta ciudades. Todo esto pertenece a los hijos de Makir, padre de Galaad.

24 Después de morir Jesrón, Caleb se unió a Efratá, mujer de su padre Jesrón, la cual le dio a luz a Asjur, padre de Técoa.

25 Los hijos de Yerajmeel, primogénito de Jesrón, fueron: Ram, el primogénito, y Buná, Orén, Osem y Ajías.

26 Yerajmeel tuvo otra mujer cuyo nombre era Atará, que fue madre de Onam.

27 Los hijos de Ram, primogénito de Yerajmeel, fueron: Maás, Yamín y Equer.

28 Y los hijos de Onam fueron Sammay y Yadá; los hijos de Sammay, Nadab y Abisur.

29 La mujer de Abisur se llamaba Abihayil, que le dio a luz a Ajbán y Molid.

30 Los hijos de Nadab fueron Séled y Efraím; Séled murió sin hijos.

31 Hijo de Efraím fue Yisí; hijo de Yisí, Sesán; hijo de Sesán, Ajlay.

32 Hijos de Yadá, hermano de Sammay, fueron Yéter y Jonatán; Yéter murió sin hijos.

33 Hijos de Jonatán: Pélet y Zazá. Estos fueron los descendientes de Yerajmeel.

34 Sesán no tuvo hijos, sino hijas; tenía Sesán un siervo egipcio que se llamaba Yarjá.

35 Y dio Sesán una hija suya a su siervo Yarjá por esposa, la cual le engendró a Attay,

36 Attay engendró a Natán, Natán engendró a Zabad,

37 Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed,

38 Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías,

39 Azarías engendró a Jeles, Jeles engendró a Elasá,

40 Elasá engendró a Sismay, Sismay engendró a Sallum,

41 Sallum engendró a Yecamías, Yecamías engendró a Elisamá.

42 Hijos de Caleb, hermano de Yerajmeel: Mesá, su primogénito, que fue padre de Zif; tuvo por hijo a Maresá, padre de Hebrón.

43 Hijos de Hebrón: Coré, Tappúaj, Réquem y Sema.

44 Sema engendró a Rájam, padre de Yorqueam; Réquem engendró a Sammay.

45 Hijo de Sammay fue Maón, y Maón fue padre de Bet Sur.

46 Efá, concubina de Caleb, dio a luz a Jarán, Mosá y Gazez; Jarán engendró a Gazez.

47 Hijos de Yahday: Reguem, Jotam, Guesán, Pélet, Efá y Sáaf.

48 Maaká, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjaná.

49 Engendró también a Sáaf, padre de Madmanná, y a Sevá, padre de Makdená y padre de Guibeá. Hija de Caleb fue Aksá.

50 Estos fueron los hijos de Caleb. Hijos de Jur, primogénito de Efratá: Sobal, padre de Quiryat Yearim;

51 Salmá, padre de Belén; Járef, padre de Bet Gáder.

52 Sobal, padre de Quiryat Yearim, tuvo por hijos a Haroé, es decir, la mitad de los manajatitas

53 y las familias de Quiryat Yearim; los yitríes, los putíes, los sumatíes y los misraíes. De ellos salieron los soratíes y los de Estaol.

54 Hijos de Salmá: Belén y los netofatíes, Atrot Bet Joab, la otra mitad de los manajatitas, los soríes

55 y las familias de los sofríes que habitaban en Yabés, los tiratíes, los simatíes, los sukatíes. Estos son kineos, descendientes de Jamat, padre de la casa de Rebak.

1 Crónicas 3

1 Estos son los hijos que le nacieron a David en Hebrón: el primogénito Amnón, hijo de Ajinoam, de Yizreel; el segundo, Daniel, hijo de Abigaíl de Carmelo;

2 el tercero, Absalón, hijo de Maaká, hija de Talmay, rey de Guesur; el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit;

3 el quinto, Sefatías, de Abital; el sexto, Yitream, de su mujer Eglá.

4 Estos seis le nacieron en Hebrón, donde reinó siete años y seis meses. Reinó en Jerusalén 33 años.

5 Estos son los que le nacieron en Jerusalén: Simá, Sobab, Natán, Salomón, los cuatro de Bat Súa, hija de Ammiel.

6 Además, Yibjar, Elisamá, Elifélet,

7 Nogah, Néfeg, Yafía,

8 Elisamá, Elyadá, Elifélet: nueve.

9 Estos son todos los hijos de David, sin contar los hijos de las concubinas. Hermana de ellos fue Tamar.

10 Hijo de Salomón: Roboam; hijo suyo, Abías; hijo suyo, Asá; hijo suyo, Josafat;

11 hijo suyo, Joram; hijo suyo, Ocozías; hijo suyo, Joás;

12 hijo suyo, Amasías; hijo suyo, Azarías; hijo suyo, Jotam;

13 hijo suyo, Acaz; hijo suyo, Ezequías; hijo suyo, Manasés;

14 hijo suyo, Amón; hijo suyo, Josías.

15 Hijos de Josías: Yojanán, el primogénito; Yoyaquim, el segundo; Sedecías, el tercero; Sallum, el cuarto.

16 Hijos de Yoyaquim: su hijo Joaquim y su hijo Sedecías.

17 Hijos de Joaquín, el cautivo: Sealtiel su hijo;

18 Malkiram, Pedaías, Senassar, Yecamías, Hosamá, Nedabías.

19 Hijos de Pedaías: Zorobabel y Simí. Hijos de Zorobabel: Mesullam, Jananías y Selomit, hermana de ellos.

20 Hijos de Mesullam: Jasubá, Ohel, Berekías, Jasadías y Yusab Jésed: cinco.

21 Hijos de Jananías: Pelatías; Isaías, hijo suyo; Refaías, hijo suyo; Arnán, hijo suyo; Abdías, hijo suyo; Sekanías, hijo suyo.

22 Hijos de Sekanías: Semaías, Jattús, Yigal, Baríaj, Nearías y Safat: seis.

23 Hijos de Nearías: Elyoenay, Ezequías, Azricam: tres. Hijos de Elyoenay: Hodaías, Elyasib, Pelaías, Aqcub, Yojanán, Delaías y Ananí: siete.

1 Crónicas 4

1 Hijos de Judá: Peres, Jesrón, Karmí, Jur y Sobal.

2 Reaías, hijo de Sobal, engendró a Yájat. Yájat engendró a Ajumay y Lahad. Estas son familias de los soreatitas.

3 Estos son los hijos de Jur, padre de Etam: Yizreel, Yismá y Yibdás. Su hermana se llamaba Haslelponí.

4 Penuel fue el padre de Guedor, y Ezer padre de Jusá. Estos son los hijos de Jur, primogénito de Efratá, padre de Belén.

5 Asjur, padre de Técoa, tuvo dos mujeres: Jelá y Naará.

6 Naará dio a luz a Ajuzzam, Jéfer, los timnitas y los ajastaritas. Estos son los hijos de Naará.

7 Hijos de Jelá: Séret, Sójar, Etnán.

8 Cos engendró a Anub y Hossobebá y las familias de Ajarjel, hijo de Harum.

9 Pero Yabés fue más ilustre que sus hermanos, y su madre le dio el nombre de Yabés, diciendo: «Di a luz con dolor.»

10 Yabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me bendices, ensancharás mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción.» Y otorgóle Dios su petición.

11 Kelub, hermano de Sujá, engendró a Mejir, que fue padre de Estón.

12 Estón engendró a Bet Rafá, Paséaj y Tejinná, padre de Ir Najás. Estos son los hombres de Rekal.

13 Hijos de Quenaz: Otniel y Seraías. Hijos de Otniel: Jatat y Meonotay.

14 Meonotay engendró a Ofrá, y Seraías engendró a Joab, padre de Gue Jarasim, pues eran artesanos.

15 Hijos de Caleb, hijo de Yefunné: Ir, Elá y Náam; hijo de Elá: Quenaz.

16 Hijos de Yehallelel: Zif, Zifá, Tiryá y Asarel.

17 Hijos de Ezrá: Yéter, Méred, Efer y Yalón. Ella concibió a María, Samay y Yisbaj, padre de Estemoa.

18 Su mujer, la de Judá, dio a luz a Yéred, padre de Guedor, a Héber, padre de Sokó, y a Yecutiel, padre de Zanóaj. Estos son los hijos de Bitía, hija del Faraón, que Méred había tomado por esposa.

19 Hijos de la mujer de Odías, hermana de Nájam, padre de Queilá el garmita y Estemoa el maakatita.

20 Hijos de Simón: Ammón y Rinná, Ben Janán y Tilón. Hijos de Yisí: Zójet y Ben Zójet.

21 Hijos de Sela, hijo de Judá: Er, padre de Leká, y Ladá, padre de Maresá, y las familias de los que trabajan el lino en Bet Asbea.

22 Yoquim, los hombres de Kozebá; y Joás y Saraf, que se casaron en Moab, antes de volver a Belén. Estas son cosas muy antiguas.

23 Ellos eran alfareros y habitaban en Netaím y Guederá; moraban allí con el rey, trabajando a su servicio.

24 Hijos de Simeón: Nemuel, Yamín, Yarib, Zéraj y Saúl,

25 Sallum, su hijo; Mibsam, su hijo; Mismá, su hijo.

26 Hijos de Mismá: Jammuel, hijo suyo; Zakkur, hijo suyo; Simí, hijo suyo.

27 Simí tuvo dieciséis hijos y seis hijas, pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, no se multiplicaron todas sus familias como los hijos de Judá.

28 Habitaban en Berseba, Moladá, Jasar-Sual,

29 Bilhá, Esem y Tolad,

30 Betuel, Jormá, Siquelag,

31 Bet Markabot, Jasar Susim, Bet Birí y Saaráyim. Estas fueron sus ciudades hasta el reino de David.

32 También sus aldeas: Etam, Ayim, Rimmón, Tokén y Asán, cinco ciudades,

33 y todas sus aldeas que están en torno a aquellas ciudades, hasta Baalat. Aquí habitaron y éste fue su registro genealógico.

34 Mesobab, Yamlek, Yosá, hijo de Amasías,

35 Joel, Jehú, hijo de Yosibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel;

36 Elyoenay, Yaacobá, Yesojaías, Asaías, Adiel, Yesimiel y Benaías,

37 Zizá, hijo de Sifí, hijo de Allón, hijo de Yedaías, hijo de Simrí, hijo de Semaías.

38 Estos que han sido citados por sus nombres, fueron jefes en sus familias y sus casas paternas y se multiplicaron grandemente.

39 Se dirigieron a la entrada de Guerar, hasta el oriente del valle, buscando pastos para sus ganados.

40 Y hallaron pastos pingües y buenos y una tierra espaciosa, tranquila y segura, pues antes habían morado allí los descendientes de Cam.

41 Estos que se han citado por sus nombres vinieron en tiempos de Ezequías, rey de Judá, y destruyeron las tiendas de aquéllos, y los refugios que allí se encontraban, entregándolos al anatema hasta el día de hoy; y habitaron en lugar de ellos, ya que había allí pastos para sus ganados.

42 Algunos de los hijos de Simeón, en número de quinientos hombres, se fueron a la montaña de Seír; sus jefes eran Pelatías, Nearías, Refaías, Uzziel, hijos de Yisí:

43 derrotaron a los restos de Amalec, que habían escapado, y habitaron allí hasta el día de hoy.

1 Crónicas 5

1 Hijos de Rubén, primogénito de Israel. Rubén había nacido el primero, mas por haber manchado el tálamo de su padre fue dada su primogenitura a los hijos de José, hijo de Israel. Con todo, José no fue inscrito en las genealogías como el primogénito,

2 pues Judá se hizo poderoso entre sus hermanos y de él procede el príncipe, pero la primogenitura pertenece a José.

3 Hijos de Rubén, primogénito de Israel: Henoc, Pallú, Jesrón y Karmí.

4 Hijos de Joel: Semaías, hijo suyo; Gog, hijo suyo; Simí, hijo suyo;

5 Miká, hijo suyo; Reaías, hijo suyo; Báal, hijo suyo;

6 Beerá, hijo suyo, al cual Teglatfalasar, rey de Asiria, llevó cautivo. Era jefe de los rubenitas.

7 Hermanos suyos, por familias, agrupados según sus genealogías: el primero, Yeiel, Zacarías,

8 Belá, hijo de Azaz, hijo de Sema, hijo de Joel. Este habitaba en Aroer y hasta Nebo y Báal Meón.

9 Habitaban, asimismo, al oriente hasta el borde del desierto que se extiende desde el río Eufrates, pues sus ganados se habían multiplicado en la tierra de Galaad.

10 En los días de Saúl hicieron guerra contra los agareos, que cayeron en sus manos; y habitaron en sus tiendas por toda la parte oriental de Galaad.

11 Los hijos de Gad habitaban junto a ellos en la tierra de Basán hasta Salká.

12 Joel fue el primero, Safán el segundo; luego Yanay y Safat, en Basán.

13 Sus hermanos, por casas paternas, fueron: Miguel, Mesullam, Seba, Yoray, Yakán, Zía y Héber: siete.

14 He aquí los hijos de Abijáyil, hijo de Jurí, hijo de Yaróaj, hijo de Guilad, hijo de Miguel, hijo de Yesisay, hijo de Yajdó, hijo de Buz.

15 Ají, hijo de Abdiel, hijo de Guní, era cabeza de sus casas paternas.

16 Habitaban en Galaad, en Basán y sus aldeas, y en todos los ejidos de Sarón hasta sus confines.

17 Todos ellos fueron registrados en los días de Jotam, rey de Judá, y en los días de Jeroboam, rey de Israel.

18 Los hijos de Rubén, los de Gad y la media tribu de Manasés eran hombres valientes, llevaban escudo y espada, manejaban el arco y eran diestros en la guerra. Salían a campaña en número de 44.760.

19 Hicieron guerra contra los agareos, contra Yetur, Nafis y Nodab,

20 y Dios les ayudó contra ellos, de suerte que los agareos y todos los que con ellos estaban fueron entregados en sus manos; pues en la batalla clamaron a Dios y les fue propicio, por cuanto confiaban en él.

21 Capturaron sus ganados: sus camellos, en número de 50.000, 250.000 ovejas, 2.000 asnos y 100.000 personas,

22 pues, por ser guerra de Dios, cayeron muertos muchos. Habitaron el lugar de ellos hasta el destierro.

23 Los hijos de la media tribu de Manasés habitaron en el país desde Basán hasta Báal Hermón, Senir y la montaña de Hermón. Eran muy numerosos.

24 He aquí los jefes de sus casas paternas: Efer, Yisi, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Yajdiel, hombres valerosos, gente famosa, jefes de sus casas paternas.

25 Pero fueron infieles al Dios de sus padres y se prostituyeron siguiendo a los dioses de los pueblos del país que Dios había destruido delante de ellos.

26 Por lo cual el Dios de Israel suscitó el espíritu de Pil, rey de Asiria, que deportó a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, y los llevó a Jalaj, Jabor, Jará y el río Gozán, hasta el día de hoy.

27 Hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.

28 Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel.

29 Hijos de Amram: Aarón, Moisés y María. Hijos de Aarón: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.

30 Eleazar engendró a Pinjás, Pinjás engendró a Abisúa.

31 Abisúa engendró a Buqquí y Buqquí engendró a Uzzí,

32 Uzzí engendró a Zerajías, Zerajías engendró a Merayot,

33 Merayot engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitub,

34 Ajitub engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Ajimaas,

35 Ajimaas engendró a Azarías, Azarías engendró a Yojanán,

36 Yojanán engendró a Azarías, el cual ejerció el sacerdocio en la Casa que Salomón edificó en Jerusalén.

37 Azarías engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitub,

38 Ajitub engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Sallum,

39 Sallum engendró a Jilquías, Jilquías engendró a Azarías,

40 Azarías engendró a Seraías, Seraías engendró a Yehosadaq,

41 Yehosadaq marchó cuando Yahveh deportó a Judá y Jerusalén por mano de Nabucodonosor.

1 Crónicas 6

1 Hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.

2 Estos son los nombres de los hijos de Guersón: Libní y Simí.

3 Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel.

4 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Estas son las familias de los levitas según sus casas paternas.

5 De Guersóm: Libní, hijo suyo; Yájat, hijo suyo: Zimmá, hijo suyo;

6 Yoaj, hijo suyo; Iddó, hijo suyo; Zéraj, hijo suyo; Yeatray, hijo suyo.

7 Hijos de Quehat: Amminadab, hijo suyo; Coré, hijo suyo; Assir, hijo suyo;

8 Elcaná, hijo suyo; Ebyasaf, hijo suyo; Assir, hijo suyo;

9 Tájat, hijo suyo; Uriel, hijo suyo; Uzzías, hijo suyo; Saúl, hijo suyo.

10 Hijos de Elca1na: Amasay y Ajimot.

11 Elcaná, hijo suyo; Sufay, hijo suyo; Nájat, hijo suyo.

12 Eliab, hijo suyo; Yerojam, hijo suyo; Elcaná, hijo suyo.

13 Hijos de Elcaná: Samuel, el primogénito y Abías, el segundo.

14 Hijos de Merarí: Majlí; Libní, hijo suyo; Simí, hijo suyo; Uzzá, hijo suyo;

15 Simá, hijo suyo; Jagguías, hijo suyo; Asaías, hijo suyo.

16 Estos son los que puso David para dirigir el canto en la Casa de Yahveh, desde que el arca tuvo un lugar de reposo.

17 Ejercían el ministerio de cantores ante la Morada de la Tienda del Encuentro, hasta que Salomón edificó la Casa de Yahveh en Jerusalén. Cumplían su servicio conforme a su reglamento.

18 Estos son los que ejercían ese ministerio con sus hijos: De los hijos de Quehat: Hemán el cantor, hijo de Joel, hijo de Samuel,

19 hijo de Elcaná, hijo de Yerojam, hijo de Eliel, hijo de Tóaj,

20 hijo de Suf, hijo de Elcaná, hijo de Májat, hijo de Amasay,

21 hijo de Elcaná, hijo de Joel, hijo de Azarías, hijo de Sofonías,

22 hijo de Tájat, hijo de Assir, hijo de Ebyasaf, hijo de Coré,

23 hijo de Yishar, hijo de Quehat, hijo de Leví, hijo de Israel.

24 Su hermano Asaf, que asistía a su derecha: Asaf, hijo de Berekías, hijo de Simá,

25 hijo de Miguel, hijo de Baasías, hijo de Malkías,

26 hijo de Etní, hijo de Zéraj, hijo de Adaías,

27 hijo de Etán, hijo de Zimmá, hijo de Simí,

28 hijo de Yájat, hijo de Guersom, hijo de Leví.

29 Los hijos de Merarí, hermanos de ellos, asistían a la izquierda: Etán, hijo de Quisí, hijo de Abdí, hijo de Malluk,

30 hijo de Jasabías, hijo de Amasías, hijo de Jilquías,

31 hijo de Amsí, hijo de Baní, hijo de Sémer,

32 hijo de Majlí, hijo de Musí, hijo de Merarí, hijo de Leví.

33 Sus hermanos, los levitas, estaban dedicados a los servicios de la Morada de la Casa de Dios.

34 Aarón y sus hijos quemaban las ofrendas en el altar del holocausto y en el altar de los perfumes, según todo el servicio de las cosas sacratísimas, y hacían la expiación por todo Israel, conforme a todo cuanto había mandado Moisés, siervo de Dios.

35 Estos son los hijos de Aarón: Eleazar, su hijo; Pinjás, su hijo: Abisúa, su hijo;

36 Buqquí, su hijo; Uzzí, su hijo; Zerajías, su hijo;

37 Merayot, su hijo; Amarías, su hijo; Ajitub, su hijo;

38 Sadoq, su hijo; Ajimaas, su hijo.

39 He aquí sus residencias según el orden de sus fronteras: A los hijos de Aarón, de la familia de los quehatitas - pues la suerte cayó sobre ellos -

40 se les dio Hebrón en la tierra de Judá, con sus ejidos circundantes;

41 pero el campo de la ciudad y sus aldeas se dieron a Caleb, hijo de Yefunné.

42 Se dio a los hijos de Aarón como ciudades de asilo: Hebrón, Libná con sus ejidos, Yattir y Estemoa con sus ejidos,

43 Jilaz con sus ejidos, Debir con sus ejidos,

44 Asán con sus ejidos y Bet Semes con sus ejidos.

45 De la tribu de Benjamín: Gueba con sus ejidos, Alémet con sus ejidos y Anatot con sus ejidos. El total de todas sus ciudades: trece ciudades según sus familias.

46 A los otros hijos de Quehat les dieron por sorteo, conforme a sus familias, diez ciudades de la tribu de Efraím, de la tribu de Dan y de la media tribu de Manasés.

47 A los hijos de Guersom, según sus familias, trece ciudades de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de Manasés en el Basán.

48 A los hijos de Merarí, según sus familias, les tocaron en suerte doce ciudades de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón;

49 los israelitas dieron a los levitas estas ciudades con sus ejidos.

50 De la tribu de los hijos de Judá, de la tribu de los hijos de Benjamín, les tocaron en suerte las ciudades a las que pusieron sus nombres.

51 En la tribu de Efraím se tomaron ciudades para algunas familias de los hijos de Quehat.

52 Se les asignó como ciudades de asilo: Siquem con sus ejidos, en la montaña de Efraím, Guézer con sus ejidos,

53 Yoqmeam con sus ejidos y Bet Jorón con sus ejidos,

54 Ayyalón con sus ejidos, Gat Rimmón con sus ejidos.

55 Y de la media tribu de Manasés: Aner con sus ejidos, Bilam con sus ejidos. Esta para los restantes hijos de Quehat.

56 Para los hijos de Guersom: De la familia de la media tribu de Manasés, Golán, en Basán, con sus ejidos, Astarot con sus ejidos.

57 De la tribu de Isacar, Cadés con sus ejidos, Dobrat con sus ejidos,

58 Ramot con sus ejidos, Anem con sus ejidos.

59 De la tribu de Aser, Masal con sus ejidos, Abdón con sus ejidos,

60 Jucoq con sus ejidos y Rejob con sus ejidos.

61 De la tribu de Neftalí: Cadés en Galilea con sus ejidos, Jammón con sus ejidos y Quiryatáyim con sus ejidos.

62 Para los demás hijos de Merarí: de la tribu de Zabulón: Rimmón con sus ejidos y Tabor con sus ejidos.

63 Y en la otra parte del Jordán, frente a Jericó, al oriente del Jordán, de la tribu de Rubén: Béser en el desierto, con sus ejidos, y Yahsa con sus ejidos,

64 Quedemot con sus ejidos y Mefaat con sus ejidos.

65 De la tribu de Gad: Ramot en Galaad con sus ejidos, Majanáyim con sus ejidos,

66 Jesbón con sus ejidos y Yazer con sus ejidos.

1 Crónicas 7

1 Hijos de Isacar: Tolá, Puá, Yasub, Simrón: cuatro.

2 Hijos de Tolá: Uzzí, Refaías, Yeriel, Yajmay, Yibsam y Samuel, jefes de las casas paternas de Tolá. Su número, en los días de David, era, según sus genealogías, de 22.600, valientes guerreros.

3 Hijos de Uzzí: Yizrajías; hijos de Yizrajías: Miguel, Abdías, Joel, Yissaías: en total cinco jefes.

4 Tenían, según sus genealogías, por sus casas paternas, divisiones de tropas de guerra en número de 36.000; pues tenían muchas mujeres e hijos.

5 Sus hermanos de todas las familias de Isacar, eran 87.000, esforzados guerreros, inscritos todos ellos en las genealogías.

6 Hijos de Benjamín: Bela, Béker, Yediael: tres.

7 Hijos de Bela: Esbón, Uzzí, Uzziel, Yerimot e Irí: cinco jefes de las casas paternas, esforzados guerreros, inscritos en las genealogías en número de 22.034.

8 Hijos de Béker: Zamirá, Joás, Eliezer, Elyoenay, Omrí, Yeremot, Abías, Anatot y Alémet; todos éstos hijos de Béker.

9 Estaban inscritos según linajes y los jefes de sus casa paternas; tenían 20.200 guerreros esforzados.

10 Hijos de Yediael: Bilhán. Hijos de Bilhán: Yeús, Benjamín, Ehúd, Kenaaná, Zetán, Tarsis y Ajisajar.

11 Todos estos fueron hijos de Yediael, cabezas de familia, esforzados guerreros, en número de 17.200, aptos para la milicia y la guerra.

12 Suppim y Juppim. Hijos de Ir: Jusim; su hijo: Ajer.

13 Hijos de Neftalí: Yajseel, Guní, Yézer y Sallum, hijos de Bilhá.

14 Hijos de Manasés: Asriel, que le dio a luz su concubina aramea. Esta le dio también a luz a Makir, padre de Galaad.

15 Makir tomó una mujer para Juppim y para Suppim, y el nombre de su hermana era Maaká. El nombre del segundo era Selofjad; Selofjad tuvo hijas.

16 Maaká, mujer de Makir, dio a luz un hijo, a quien llamó Peres. Su hermano se llamaba Seres y sus hijos Ulam y Réquem.

17 Hijos de Ulam: Bedán. Estos son los hijos de Galaad, hijo de Makir, hijo de Manasés.

18 Su hermana, Malkat, dio a luz a Ishod, Abiézer y Majlá.

19 Los hijos de Semidá fueron: Ajyán, Sékem, Liqjí y Aniam.

20 Hijos de Efraím: Sutélaj, Bered, su hijo; Tájat, su hijo; Eladá, su hijo; Tájat, su hijo;

21 Zabad, su hijo; Sutélaj, su hijo; Ezer y Elad. Pero los hombres de Gat, nacidos en el país, los mataron, pues habían bajado a apoderarse de sus ganados.

22 Su padre Efraím los lloró durante muchos días, y sus hermanos vinieron a consolarle.

23 Después se unió a su mujer, que concibió y le dio un hijo, a quien llamó Beriá, porque la desgracia estaba en su casa.

24 Hija suya fue Seerá, que edificó a Bet Jorón de arriba y de abajo y a Uzén Seerá.

25 Réfaj, hijo suyo; Sutélaj, hijo suyo; Taján, hijo suyo.

26 Ladán, hijo suyo; Ammihúd, hijo suyo; Elisamá, hijo suyo;

27 Nun, hijo suyo; Josué, hijo suyo.

28 Tenían propiedades y habitaban en Betel y sus aldeas anejas, en Naarán hacia el oriente, en Guézer y sus aldeas anejas hacia el occidente, en Siquem y sus aldeas hasta Ayyá y sus aldeas.

29 Y en manos de los hijos de Manasés estaban Bet Seán y sus aldeas anejas, Tanak y sus aldeas, Meguiddó y sus aldeas, Dor y sus aldeas. En ellas habitaron los hijos de José, hijo de Israel.

30 Hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá, y Seraj, hermana de éstos.

31 Hijos de Beriá: Héber y Malkiel, el cual fue padre de Birzayit.

32 Héber engendró a Yaflet, Semer, Jotam y Suá, hermana de ellos.

33 Hijos de Yaflet: Pasak, Bimhal y Asvat. Estos son los hijos de Yaflet.

34 Hijos de Sémer: Ají, Rohgá, Jubbá y Aram.

35 Hijos de Hélem, su hermano: Sofaj, Yimná, Seles y Amal.

36 Hijos de Sofaj: Súaj, Jarnéfer, Sual, Berí y Yimrá;

37 Béser, Hod, Sammá, Silsá, Yitrán y Beerá.

38 Hijos de Yéter: Yefunné, Pispá y Ará.

39 Hijos de Ullá: Araj, Janniel y Risías.

40 Todos estos fueron hijos de Aser, jefes de familia, gente escogida, esforzados guerreros, jefes de príncipes. EN los registros genealógicos estaban inscritos en número de 26.000 hombres, aptos para la milicia y la guerra.

1 Crónicas 8

1 Benjamín engendró a Bela, su primogénito; Asbel, el segundo; Ajiram el tercero;

2 Nojá, el cuarto, y Rafá, el quinto.

3 Los hijos de Bela fueron: Addar y Guerrá, padre de Ehúd,

4 Abisúa, Naamán, Ajoaj,

5 Guerá, Sefufán y Juram.

6 Estos son los hijos de Ehúd, los jefes de familia de los que moraban en Gueba y a los que deportaron a Manájat:

7 Naamán, Ajías y Guerá. Este los deportó, y engendró a Uzzá y Ajijud.

8 Sajaráyim engendró hijos en los campos de Moab, después de haber repudiado a sus mujeres Jusim y Baará.

9 Y de su nueva mujer engendró a Yobab, Sibías, Mesá, Malckom,

10 Yeús, Sakías y Mirmá. Estos son sus hijos, jefes de casas paternas.

11 Y de Jusim engendró a Atibub y Elpáal:

12 Hijos de Elpáal: Héber. Misam y Semed, el cual edificó Onó, Lud y sus aldeas anejas.

13 Beriá y Sema fueron cabezas de familia de los habitantes de Ayyalón, que pusieron en fuga a los moradores de Gat.

14 Hermano suyo: Sesaq. Yeremot,

15 Zebadías, Arad, Eder.

16 Miguel, Yispá, Yojá: eran hijos de Beriá.

17 Zebadías, Mesullam, Jizquí, Jáber.

18 Yismeray, Yizlías y Yobab: hijos de Elpáal.

19 Yaquim, Zikrí, Zabdí,

20 Elienay. Silletay, Eliel,

21 Adaías, Beraías y Simrat: hijos de Simí.

22 Yispán, Héber, Eliel,

23 Abdón, Zikrí, Janán,

24 Jananías, Elam, Antotías,

25 Yifdías y Penuel: hijos de Sesaq.

26 Samseray, Serajías, Atalías,

27 Yaaresías, Elías y Zikri: hijos de Yerojam.

28 Estos eran los jefes de las casas paternas, según sus linages, que habitaban en Jerusalén.

29 En Gabaón habitaba Yeiel, padre de Gabaón, cuya mujer se llamaba Maaká.

30 Su hijo primogénito: Abdón; después Sur, Quis, Báal, Ner, Nadab,

31 Guedor, Ajyó, Záker.

32 Miqlot engendró a Simá. También éstos habitaron, igual que sus hermanos, en Jerusalén, con sus hermanos.

33 Ner engendró a Quis, Quis engendró a Saúl, Saúl engendró a Jonatán, Malki Súa, Abinadab y Esbáal.

34 Hijo de Jonatán: Merib Báal. Merib Báal engendró a Miká.

35 Hijos de Miká: Pitón, Mélek, Tarea, Ajaz.

36 Ajaz engendró a Yehoaddá, Yehoaddá engendró a Alémet, Azmávet y Zimri; Zimrí engendró a Mosá.

37 Mosá engendró a Biná, cuyo hijo fue Rafá, cuyo hijo fue Elasá, cuyo hijo fue Asel.

38 Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito; después, Israel, Searías, Abdías y Janán. Todos ellos son hijos de Asel.

39 Hijos de Eseq, hermano suyo: Ulam, su primogénito, Yeús, el segundo, y Elifélet, el tercero.

40 Los hijos de Ulam fueron esforzados guerreros que manejaban el arco; tuvieron muchos hijos y nietos: 150. Todos estos eran descendientes de Benjamín.

1 Crónicas 9

1 Todos los israelitas estaban registrados en las genealogías e inscritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá, cuando fueron deportados a Babilonia por sus infidelidades.

2 Los primeros que volvieron a habitar en sus propiedades y ciudades fueron israelitas, sacerdotes, levitas y donados.

3 En Jerusalén habitaron hijos de Judá, hijos de Benjamín, hijos de Efraím y de Mamassés.

4 Utay, hijo de Ammihúd, hijo de Omrí, hijo de Imrí, hijo de Baní, de los hijos de Peres, hijo de Judá.

5 De los silonitas: Asaías, el primogénito, y sus hijos.

6 De los hijos de Zéraj: Yeuel y sus hermanos: 690.

7 De los hijos de Benjamín: Sallú, hijo de Mesullam, hijo de Hodavías, hijo de Hassenuá;

8 Yibneías, hijo de Yerojam: Ela, hijo de Uzzí, hijo de Mikrí, y Mesullam, hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Yibnías,

9 y sus hermanos, según sus genealogías: 956. Todos estos eran jefes de familia en sus respectivas casas paternas.

10 De los sacerdotes: Yedaías, Yehoyarib, Yakín,

11 Azarías, hijo de Jilquías, hijo de Mesullam, hijo de Sadoq, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la Casa de Dios.

12 Adaías, hijo de Yerojam, hijo de Pasjur, hijo de Malkías; Masay, hijo de Adiel, hijo de Yajzerá, hijo de Mesullam, hijo de Mesillemit, hijo de Immer;

13 y sus hermanos, jefes de sus casas paternas: 1.760 hombres aptos para los ejercicios del culto de la Casa de Dios.

14 De los levitas: Semaías, hijo de Jassub, hijo de Azricam, hijo de Jasabías, de los hijos de Merarí.

15 Baqbacar, Herés, Galal y Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zikrí, hijo de Asaf.

16 Abdías, hijo de Semaías, hijo de Galal, hijo de Yedutún; y Berekías, hijo de Asá, hijo de Elcaná, que habitaban en los poblados de los netofatíes.

17 Los porteros: Sallum, Aqcub, Talmón, Ajimán y sus hermanos. Sallum era el jefe;

18 y están hasta el presente junto a la puerta del rey, al oriente. Estos son los porteros del campamento de los hijos de Leví:

19 Sallum, hijo de Qoré, hijo de Ebyasaf, hijo de Coré, y sus hermanos los coreítas, de la misma casa paterna, tenían el servicio del culto como guardianes de los umbrales de la Tienda, pues sus padres habían tenido a su cargo la guardia de acceso al campamento de Yahveh.

20 Antiguamente había sido su jefe Pinjás, hijo de Eleazar, con el que estaba Yahveh.

21 Zacarías, hijo de Meselemías, era portero de la entrada de la Tienda del Encuentro.

22 El total de los elegidos para porteros era de 212, y estaban inscritos en sus poblados. David y Samuel el vidente les habían establecido en sus cargos permanentemente.

23 Tanto ellos como sus hijos tenían a su cargo las puertas de la Casa de Yahveh, la casa de la Tienda.

24 Había porteros a los cuatro vientos: al oriente, al occidente, al norte y al mediodía.

25 Sus hermanos, que habitaban en sus poblados, tenían que venir periódicamente a estar con ellos durante siete días,

26 porque los cuatro jefes de los porteros eran permanentes; algunos levitas estaban al cuidado de las cámaras y de los tesoros de la Casa de Dios.

27 Pasaban la noche alrededor de la Casa de Dios, pues les incumbía su vigilancia y habían de abrirla todas las mañanas.

28 Unos tenían el cuidado de los utensilios del culto, y los contaban al meterlos y al sacarlos.

29 Otros estaban encargados de los utensilios y de todos los instrumentos del Santuario, de la flor de harina, el vino, el aceite, el incienso y los aromas.

30 Los que hacían la mezcla para los aromas eran sacerdotes.

31 Mattitías, uno de los levitas, primogénito de Sallum el coreíta, estaba al cuidado constante de las cosas que se freían en sartén.

32 Entre los quehatitas, sus hermanos, algunos estaban encargados de poner en filas los panes cada sábado.

33 Había también cantores, cabezas de familia de los levitas y moraban en las habitaciones de la Casa, exentos de servicio, pues se ocupaban de día y de noche en su ministerio.

34 Estos son, según sus genealogías, los cabezas de familia de los levitas, jefes de sus linajes que habitaban en Jerusalén.

35 En Gabaón moraban el padre de Gabaón, Yeiel, cuya mujer se llamaba Maaká

36 y Abdón su hijo primogénito; después, Sur, Quis, Báal, Ner, Nadab,

37 Guedor, Ajyó, Zacarías y Miqlot.

38 Miqlot engendró a Simam. También éstos habitaron en Jerusalén junto a sus hermanos y en unión con éstos.

39 Ner engendró a Quis, Quis engendró a Saúl, Saúl engendró a Jonatán, Malki Súa, Abínadab y Esbáal.

40 Hijo de Jonatán: Merib Báal. Merib Báal engendró a Miká.

41 Hijos de Miká: Pitón, Mélek, Tajrea.

42 Ajaz engendró a Yará, Yará engendró a Alémet, Azmavet y Zimrí. Zimrí engendró a Mosá.

43 Mosá engendró a Binná. Refaías, hijo suyo: Elasá, hijo suyo; Asel, hijo suyo.

44 Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito, Ismael, Searías, Obadías y Janán. Estos fueron los hijos de Asel.

1 Crónicas 10

1 Trabaron batalla los filisteos contra Israel; huyeron los hombres de Israel ante los filisteos, y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé.

2 Los filisteos apretaron de cerca a Saúl y a sus hijos, y mataron a Jonatán, Abinadab y Malki Súa, hijos de Saúl.

3 El peso de la batalla cargó sobre Saúl, los arqueros le descubrieron y fue herido por los arqueros.

4 Dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada y traspásame con ella; no sea que vengan esos incircuncisos y hagan mofa de mí.» Pero el escudero no quiso, pues estaba lleno de temor. Entonces tomó Saúl la espada y se arrojó sobre ella.

5 Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó, también él, sobre su espada y murió con él.

6 Así murió Saúl con sus tres hijos; y toda su casa murió juntamente con él.

7 Viendo todos los hombres de Israel, que estaban en el valle, que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas.

8 Al otro día vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y encontraron a Saúl y a sus hijos caídos en el monte Gelboé.

9 Despojándole, se llevaron su cabeza y sus armas, y mandaron anunciar la buena nueva por el contorno del país de los filisteos, a sus dioses y al pueblo.

10 Depositaron sus armas en el templo de su dios y clavaron su cabeza en el templo de Dagón.

11 Supieron todos los habitantes de Yabés de Galaad lo que los filisteos habían hecho con Saúl,

12 se levantaron todos los valientes, tomaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos, y los llevaron a Yabés. Enterraron sus huesos bajo el tamarindo de Yabés, y ayunaron siete días.

13 Saúl murió a causa de la infidelidad que había cometido contra Yahveh, porque no guardó la palabra de Yahveh y también por haber interrogado y consultado a una nigromante,

14 en vez de consultar a Yahveh, por lo que le hizo morir, y transfirió el reino a David, hijo de Jesé.

1 Crónicas 11

1 Congregóse todo Israel en torno a David, en Hebrón, y dijeron: «Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros.

2 Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel; Yahveh, tu Dios, te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel."»

3 Vinieron todos los ancianos de Israel adonde el rey, a Hebrón; David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh; y ellos ungieron a David como rey sobre Israel, según la palabra que Yahveh había pronunciado por boca de Samuel.

4 Después marchó David con todo Israel contra Jerusalén, o sea, Jebús; los habitantes del país eran jebuseos.

5 Y decían los habitantes de Jebús a David: «No entrarás aquí.» Conquistó David la fortaleza de Sión, que es la Ciudad de David.

6 Y dijo David: «El que primero ataque al jebuseo, será jefe y capitán.» Subió el primero Joab, hijo de Sarvia, y pasó a ser jefe.

7 Se instaló David en la fortaleza; por eso la llamaron Ciudad de David.

8 Y edificó en derredor de la ciudad, tanto el Milló como la circunvalación; Joab restauró el resto de la ciudad.

9 David iba medrando, y Yahveh Sebaot estaba con él.

10 He aquí los jefes de los valientes que tenía David, y que, durante su reinado, se esforzaron con él y con todo Israel para hacerle reinar, conforme a la palabra de Yahveh respecto de Israel.

11 Esta es la lista de los héroes que tenía David: Yasobam, hijo de Jakmoní, jefe de los Treinta, que blandió su lanza e hizo más de trescientas bajas de una sola vez.

12 Después de él Eleazar, hijo de Dodó, el ajotita, que era uno de los Tres héroes.

13 Este estaba con David en Pas Dammim, donde los filisteos se habían concentrado para la batalla. Había allí una parcela toda de cebada, y el pueblo estaba ya huyendo delante de los filisteos,

14 pero él se apostó en medio de la parcela, la defendió y derrotó a los filisteos. Yahveh obró allí una gran victoria.

15 Tres de los Treinta bajaron a la peña de la cueva de Adullam, donde David, cuando los filisteos se hallaban acampados en el valle de los Refaím.

16 David estaba a la sazón en el refugio, mientras que una guarnición de filisteos ocupaba Belén.

17 Vínole a David un deseo y dijo: «¡Quién me diera a beber agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén!»

18 Rompieron los Tres por el campamento de los filisteos, y sacaron agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén, se la llevaron y se la ofrecieron a David, pero David no quiso beberla, sino que la derramó como libación a Yahveh,

19 diciendo: «¡Líbreme Dios de hacer tal cosa! ¿Voy a beber yo la sangre de estos hombres junto con sus vidas? Pues con riesgo de sus vidas la han traído.» Y no quiso beberla. Esto hicieron los Tres héroes.

20 Abisay, hermano de Joab, era el primero de los Treinta. Hirió con su lanza a trescientos hombres, y conquistó renombre entre los Treinta.

21 Fue más afamado que los Treinta, llegando a ser su capitán; pero no igualó a los Tres.

22 Benaías, hijo de Yehoyadá, hombre valeroso y pródigo en hazañas, de Cabseel, mató a los dos héroes de Moab; además bajó y mató a un león dentro de una cisterna, en un día de nieve.

23 Mató también a un egipcio que tenía cinco codos de altura; tenía el egipcio una lanza en su mano del tamaño de un enjullo de tejedor, pero Benaías bajó contra él con un bastón, arrancó la lanza de la mano del egipcio, y con su misma lanza le mató.

24 Esto hizo Benaías, hijo de Yehoyadá, y se conquistó renombre entre los Tres héroes.

25 Fue muy famoso entre los Treinta, pero no igualó a los Tres; David le hizo jefe de su guardia personal.

26 Los valientes esforzados fueron: Asahel, hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén;

27 Sammot, de Harod; Jeles, el pelonita;

28 Irá, hijo de Iqqués, de Técoa; Abiézer, de Anatot;

29 Sibbekay, de Jusá; Ilay, el ajotita;

30 Mahray, de Netofá; Jéled, hijo de Baaná, de Netofá;

31 Itay, hijo de Ribay, de Guibeá, de los hijos de Benjamín; Benaías, de Piratón;

32 Juray, de los torrentes de Gaás; Abiel, el arbatita;

33 Azmávet, de Bajurim; Elyajabá, de Saalbón;

34 Bené Hasem, el guizonita; Jonatán, hijo de Sagué, de Arar;

35 Ajiam, hijo de Sakar, el ararita; Elifélet, hijo de Ur;

36 Jéfer, de Mekerá; Ajías, el pelonita;

37 Jesró, de Carmelo; Naaray, hijo de Ezbay;

38 Joel, hermano de Natán; Mibjar, hijo de Agrí;

39 Sélecq, el ammonita; Najray, de Berot, escudero de Joab, hijo de Sarvia;

40 Irá, de Yattir; Gareb, de Yattir;

41 Urías, el hitita; Zabad, hijo de Ajlay;

42 Adiná, hijo de Sizá, el rubenita, jefe de los rubenitas, y con él treinta;

43 Janán, hijo de Maaká; Josafat, el mitnita;

44 Uzzías, de Astarot: Sama y Yeiel, hijos de Jotam, de Aroer;

45 Yediael, hijo de Simrí; Jojá, su hermano, el tisita.

46 Eliel, el majavita; Yeribay y Yosavías, hijos de Elnaam; Yitmá, el moabita;

47 Eliel, Obed y Yaasiel, de Sobá.

1 Crónicas 12

1 Estos son los que vinieron donde David, a Siquelag, cuando estaba retenido lejos de Saúl, hijo de Quis. Estaban también entre los valientes que le ayudaron en la guerra.

2 Manejaban el arco con la derecha y con la izquierda, lanzando piedras y flechas con el arco. De los hermanos de Saúl el benjaminita:

3 Ajiézer, el jefe, y Joás, hijos de Semaá de Guibeá; Yeziel y Pélet, hijos de Azmávet; Beraká y Jehú, de Anatot;

4 Yismaías, de Gabaón, valeroso entre los Treinta y jefe de los mismos;

5 Jeremías, Yajaziel, Yojanán, Yozabad, de Guederot;

6 Eluzay, Yerimot, Bealías, Semarías y Sefatías, de Jarif;

7 Elcaná, Isaías, Azarel, Yoézer, Yasobam, coreítas;

8 Yoelá y Zebadías, hijos de Yerojam, de Guedor.

9 Y hubo también gaditas que se pasaron a David en el desierto, guerreros valientes, hombres de guerra, preparados para el combate, diestros con el escudo y la lanza. Sus rostros, como rostros de león, y ligeros como la gacela salvaje.

10 Su jefe era Ezer; Obadías, el segundo; Eliab, el tercero;

11 Masmanná, el cuarto; Yirmeyá, el quinto;

12 Attay, el sexto; Eliel, el séptimo;

13 Yojanán, el octavo; Elzabad, el noveno;

14 Jeremías, el décimo; Makbannay, el undécimo;

15 estos eran, entre los hijos de Gad, jefes del ejército; el menor mandaba sobre cien, y el mayor sobre mil.

16 Estos fueron los que atravesaron el Jordán en el mes primero, cuando suele desbordarse por todas sus riberas, y pusieron en fuga a todos los habitantes de los valles, a oriente y occidente.

17 También vinieron al refugio, donde estaba David, algunos de los hijos de Benjamín y Judá.

18 Presentóse David delante de ellos y les dijo: «Si venís a mí en son de paz para ayudarme, mi corazón irá a una con vosotros; pero si es para engañarme en favor de mis enemigos, sin que hubiere violencia en mis manos, ¡véalo el Dios de nuestros padres y lo castigue!»

19 Entonces el espíritu revistió a Amasay, jefe de los Treinta: «¡A ti, David! ¡Contigo, hijo de Jesé! ¡Paz, paz a ti! ¡Y paz a los que te ayuden, pues tu Dios te ayuda a ti!» David los recibió y los puso entre los jefes de las tropas.

20 También de Manasés se pasaron algunos a David, cuando éste iba con los filisteos a la guerra contra Saúl, aunque no les ayudaron, porque los tiranos de los filisteos, habido consejo, le despidieron, diciendo: «Se pasará a Saúl, su señor, con nuestras cabezas.»

21 Cuando regresó a Siquelag, pasáronse a él algunos de los hijos de Manasés: Adná, Yozabad, Yediel, Miguel, Yozabad, Elihú y Silletay, jefes de millares de Manasés.

22 Estos ayudaron a David al frente de algunas partidas, pues todos eran hombres valientes y llegaron a ser jefes en el ejército.

23 Cada día, en efecto, acudía gente a David para ayudarle, hasta que el campamento llegó a ser grande, como un campamento de Dios.

24 Este es el número de los guerreros preparados para la guerra que vinieron donde David, a Hebrón, para transferirle el reino de Saúl, conforme a la orden de Yahveh.

25 De los hijos de Judá, llevando escudo y lanza, 6.800, armados para la guerra.

26 De los hijos de Simeón, hombres valerosos para la guerra, 7.100.

27 De los hijos de Leví, 4.600.

28 Yehoyadá, príncipe de los hijos de Aarón, con otros 3.700.

29 Sadoq, joven y valeroso, con veintidós jefes de su casa paterna.

30 De los hijos de Benjamín, hermano de Saúl, 3.000; hasta entonces la mayor parte de ellos habían permanecido fieles a la casa de Saúl.

31 De los hijos de Efraím, 20.800 hombres valientes, famosos en sus casas paternas.

32 De la media tribu de Manasés, 18.000, nominalmente designados para ir a proclamar rey a David.

33 De los hijos de Isacar, duchos en discernir las oportunidades y saber lo que Israel debía hacer, 200 jefes, y todos sus hermanos bajo sus órdenes.

34 De Zabulón, 50.000 aptos para salir a campaña, preparados para la batalla, provistos de todas las armas de guerra, audaces en la lucha, con corazón entero.

35 De Neftalí, 1.000 jefes, y con ellos 37.000 hombres con escudo y lanza.

36 De los danitas, preparados para la batalla, 28.600.

37 De Aser, aptos para salir a campaña y preparados para la batalla, 40.000.

38 Y de Transjordania, de los rubenitas, de los gaditas y de la media tribu de Manasés, provistos de todos los pertrechos de guerra para la batalla, 120.000.

39 Todos estos hombres de guerra, formados en orden de batalla, vinieron a Hebrón con corazón entero para proclamar a David rey sobre todo Israel; y los demás israelitas estaban unánimes en hacer rey a David.

40 Permanecieron allí con David tres días comiendo y bebiendo, porque sus hermanos les proveían.

41 Además, los que estaban cerca y hasta de Isacar, Zabulón y Neftalí traían víveres en asnos, camellos, mulos y bueyes; provisiones de harina, tortas de higos y pasas, vino, aceite, ganado mayor y menor en abundancia; pues reinaba la alegría en Israel.

1 Crónicas 13

1 Después de consultar David con los jefes de millar y de ciento y con todos los caudillos,

2 dijo a toda la asamblea de Israel: «Si os parece bien y la cosa viene de Yahveh, nuestro Dios, vamos a mandar un mensaje a nuestros hermanos que han quedado a todas las regiones de Israel y, además, a los sacerdotes y levitas en sus ciudades y ejidos, para que se reúnan con nosotros;

3 y volvamos a traer a nuestro lado el arca de nuestro Dios, ya que no nos hemos preocupado de ella desde los días de Saúl.»

4 Toda la asamblea resolvió hacerlo así, pues la propuesta pareció bien a todo el pueblo.

5 Congregó entonces David a todo Israel, desde Sijor de Egipto hasta la Entrada de Jamat, para traer el arca de Dios desde Quiryat Yearim.

6 Fue, pues, David, con todo Israel, hacia Baalá, a Quiryat Yearim de Judá, para subir allí el arca del Dios que lleva el Nombre de Yahveh que está sobre los querubines.

7 Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y se la llevaron de la casa de Abinadab; Uzzá y Ajyó conducían la carreta.

8 David y todo Israel bailaban delante de Dios con todas sus fuerzas, cantando y tocando cítaras, salterios, adufes, címbalos y trompetas.

9 Al llegar a la era de Kidón, extendió Uzzá su mano para sostener el arca, porque los bueyes amenazaban volcarla.

10 Se encendió contra Uzzá la ira de Yahveh y le hirió por haber extendido su mano hacia el arca; y Uzzá murió allí delante de Dios.

11 Se irritó David porque Yahveh había castigado a Uzzá; y se llamó aquel lugar Peres de Uzzá hasta el día de hoy.

12 Y tuvo David aquel día miedo a Dios, y dijo: «¿Cómo voy a llevar a mi casa el arca de Dios»

13 Y no trasladó David el arca de Dios a su casa, a la Ciudad de David, sino que la hizo llevar a la casa de Obededom de Gat.

14 El arca de Dios habitó tres meses en la casa de Obededom. Y bendijo Yahveh la casa de Obededom y cuanto tenía.

1 Crónicas 14

1 Jiram, rey de Tiro, envió a David mensajeros y maderas de cedro, y también albañiles y carpinteros, para edificarle una casa.

2 Y conoció David que Yahveh le había confirmado como rey de Israel, pues había ensalzado su realeza por amor a Israel su pueblo.

3 Tomó David otras mujeres en Jerusalén y engendró mas hijos e hijas.

4 Estos son los nombres de los que tuvo en Jerusalén: Sammúa, Sobab, Natán, Salomón,

5 Yibjar, Elisúa, Elpálet,

6 Nógah, Néfeg, Yafía,

7 Elisamá, Baalyadá y Elifélet.

8 Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey sobre todo Israel, subieron todos en su busca. Lo supo David y les salió al paso.

9 Llegaron los filisteos y se desplegaron por el valle de Refaím.

10 Consultó David a Dios, diciendo: «¿Debo subir contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?» Yahveh le respondió: «Sube, pues yo los entregaré en tu mano.»

11 Y subieron a Baal Perasim, donde David los derrotó. Dijo entonces David: «Dios ha abierto brecha entre mis enemigos por mi mano, como una brecha de aguas.» Por eso se llamó a aquel lugar Baal Perasim.

12 Abandonaron allí a sus ídolos, y dijo David: «Arrojadlos al fuego.»

13 Otra vez invadieron los filisteos el valle,

14 y David volvió a consultar a Dios, y Dios le contestó: «No subas contra ellos: da un rodeo y atácalos frente a las balsameras.

15 Y cuando oigas el ruido de pasos en la copa de las balsameras, saldrás a la batalla, porque Dios sale delante de ti para derrotar el campamento de los filisteos.»

16 Hizo David como le había mandado Dios, y derrotaron al campamento de los filisteos desde Gabaón hasta Guézer.

17 La fama de David se extendió por todas las regiones, pues Yahveh le hizo temible a todas las naciones.

1 Crónicas 15

1 Se hizo casas en la Ciudad de David, preparó un lugar para el arca de Dios y le levantó una Tienda.

2 Entonces dijo David: «Solamente los levitas han de llevar el arca de Dios, pues a ellos los escogió Yahveh para llevar el arca de Yahveh y servirle por siempre.»

3 Congregó, pues, David a todo Israel en Jerusalén para subir el arca de Yahveh al lugar que para ella había preparado.

4 David reunió también a los hijos de Aarón y a los levitas:

5 De los hijos de Quehat: a Uriel, el jefe, y a sus hermanos, 120;

6 de los hijos de Merarí: a Asaías, el jefe, y a sus hermanos, 220;

7 de los hijos de Guersom: a Joel, el jefe, y a sus hermanos, 130;

8 de los hijos de Elisafán: a Semaías, el jefe, y a sus hermanos, doscientos;

9 de los hijos de Hebrón: a Eliel, el jefe, y a sus hermanos, ochenta;

10 de los hijos de Uzziel: a Amminadab, el jefe, y a sus hermanos, 112.

11 También llamó David a los sacerdotes Sadoq y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaías, Joel, Semaiás, Eliel y Amminadab,

12 y les dijo: «Vosotros sois los cabezas de familia de los levitas. Santificaos, vosotros y vuestros hermanos, para subir el arca de Yahveh, el Dios de Israel, al lugar que para ella tengo preparado;

13 pues por no haber estado vosotros la vez primera, Yahveh, nuestro Dios, hizo brecha en nosotros, ya que no le consultamos conforme a la norma.»

14 Se santificaron, pues, los sacerdotes y los levitas, para subir el arca de Yahveh, Dios de Israel.

15 Y los levitas trasladaron el arca de Dios a hombros, como lo había ordenado Moisés, según la palabra de Yahveh, llevando los varales sobre los hombros.

16 Dijo David a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos los cantores, con instrumentos músicos, salterios, cítaras y címbalos, para que los hiciesen resonar, alzando la voz con júbilo.

17 Los levitas designaron a Hemán, hijo de Joel; y de sus hermanos, a Asaf, hijo de Berekías; y de los hijos de Merarí, hermanos suyos, a Etán, hijo de Cusaías.

18 Y con ellos, como segundos, a sus hermanos Zacarías, hijo de Yaaziel, Semiramot, Yejiel, Unní, Eliab, Benaías, Maaseías, Mattitías, Eliflehú, Miqneías, Obededom y Yeiel, porteros.

19 Los cantores Hemán, Asaf y Etán hacían resonar címbalos de bronce.

20 Zacarías, Yaaziel, Semiramot, Yejiel, Unní, Eliab, Maaseías y Benaías tenían salterios de tonos altos.

21 Mattitías, Eliflehú, Miqneías, Obededom, Yeiel y Azazaías tenían cítaras de octava, para dirigir el canto.

22 Kenanías, jefe de los levitas encargados del transporte, dirigía el traslado, porque era hombre entendido.

23 Berekías y Elcaná eran porteros del arca.

24 Sebanías, Josafat, Natanael, Amasay, Zacarías, Benaías y Eliezer, sacerdotes, tocaban las trompetas delante del arca de Dios. Obededom y Yejiyías eran porteros del arca.

25 Así pues, David los ancianos de Israel y los jefes de millares, fueron a traer el arca de la alianza de Yahveh, desde la casa de Obededom, con alborozo.

26 Y habiendo Dios ayudado a los levitas portadores del arca de la alianza de Yahveh, sacrificaron siete becerros y siete carneros.

27 David iba revestido de un manto de lino fino, lo mismo que todos los levitas, que portaban el arca, los cantores y Kenanías, el jefe que dirigía el traslado. Llevaba también David sobre sí un efod de lino.

28 Todo Israel subía el arca de la alianza de Yahveh entre clamores y resonar de cuernos, trompetas y címbalos, y haciendo sonar los salterios y las cítaras.

29 Cuando el arca de la alianza de Yahveh entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, estaba mirando por una ventana, y vio al rey David que saltaba y bailaba, y le despreció en su corazón.

1 Crónicas 16

1 Introdujeron el arca de Dios y la colocaron en medio de la Tienda que David había hecho levantar para ella; y ofrecieron ante Dios holocaustos y sacrificios de comunión.

2 Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yahveh,

3 y repartió a todo el pueblo de Israel, hombres y mujeres, a cada uno una torta de pan, un pastel de dátiles y un pastel de pasas.

4 David estableció los levitas que habían de hacer el servicio delante del arca de Yahveh, celebrando, glorificando y alabando a Yahveh, el Dios de Israel.

5 Asaf era el jefe; Zacarías era el segundo; luego Uzziel, Semiramot, Yejiel, Mattitías, Eliab, Benaías, Obededom y Yeiel, con salterios y cítaras. Asaf hacía sonar los címbalos.

6 Los sacerdotes Benaías y Yajaziel tocaban sin interrupción las trompetas delante del arca de la alianza de Dios.

7 Aquel día David, alabando el primero a Yahveh, entregó a Asaf y a sus hermanos este canto:

8 ¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas!

9 ¡Cantadle, salmodiad para él, sus maravillas todas recitad!

10 ¡Gloriaos en su santo Nombre, se alegre el corazón de los que buscan a Yahveh!

11 ¡Buscad a Yahveh y su fuerza, id tras su rostro sin descanso!

12 Recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca,

13 raza de Israel, su servidor, hijos de Jacob, sus elegidos.

14 El, Yahveh, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios.

15 Recordad para siempre su alianza, palabra que impuso a mil generaciones;

16 lo que pactó con Abraham, el juramento que hizo a Isaac.

17 Y que puso a Jacob como precepto, a Israel como alianza eterna,

18 diciendo: «Yo te daré la tierra de Canaán, por parte de vuestra herencia»,

19 cuando erais escasa gente, poco numerosos, y forasteros allí.

20 Cuando iban de nación en nación desde un reino a otro pueblo,

21 a nadie permitió oprimirles. Por ellos castigó a los reyes.

22 «Guardaos de tocar a mis ungidos ni mal alguno hagáis a mis profetas.»

23 Cantad a Yahveh toda la tierra anunciad su salvación día tras día.

24 Contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas.

25 Que es grande Yahveh y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.

26 Porque nada son todos los dioses de los pueblos, mas Yahveh los cielos hizo.

27 Gloria y majestad están ante él, fortaleza y alegría en su Morada.

28 ¡Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria y poder!

29 ¡Rendid a Yahveh la gloria de su Nombre! Traed ofrendas y en sus atrios entrad. ¡Postraos ante Yahveh en esplendor sagrado!

30 ¡Tiemble ante su faz la tierra entera! El orbe está seguro, no vacila.

31 Alégrense los cielos y la tierra jubile. Decid entre las gentes: «¡Yahveh es rey!»

32 ¡Retumbe el mar y cuanto encierra! ¡Exulte el campo y cuanto en él existe!

33 Griten de júbilo los árboles de los bosque ante Yahveh, pues viene a juzgar la tierra.

34 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!

35 Y decid: «¡Sálvanos, oh Dios de nuestra salvación! Reúnenos y líbranos de las naciones, para dar gracias a tu Nombre santo y gloriarnos en tu alabanza.»

36 Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, por eternidad de eternidades.» Y todo el pueblo dijo: «Amén.» Y alabó a Yahveh.

37 David dejó allí, ante el arca de la alianza de Yahveh, a Asaf y a sus hermanos, para el ministerio continuo delante del arca, según el rito de cada día;

38 y a Obededom, con sus hermanos, en número de 68, y a Obededom, hijo de Yedutún, y a Josá, como porteros;

39 y el sacerdote Sadoq y a sus hermanos, los sacerdotes, delante de la Morada de Yahveh, en el alto de Gabaón,

40 para que ofreciesen continuamente holocaustos a Yahveh en el altar de los holocaustos, por la mañana y por la tarde, según todo lo escrito en la Ley que Yahveh había mandado a Israel.

41 Con ellos estaban Hemán y Yedutún y los restantes escogidos y nominalmente designados para alabar a Yahveh: «Porque es eterno su amor.»

42 Y con ellos, Hemán y Yedutún, que hacían sonar trompetas, címbalos e instrumentos para los cánticos de Dios. Los hijos de Yedutún eran porteros.

43 Luego, todo el pueblo se fue, cada cual a su casa; también David se volvió para bendecir su casa.

1 Crónicas 17

1 Morando ya David en su casa, dijo a Natán, profeta: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el arca de la alianza de Yahveh está bajo pieles.»

2 Respondió Natán a David: «Haz todo cuanto tienes en tu corazón, porque Dios está contigo.»

3 Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán en estos términos:

4 «Vete y di a mi siervo David: Así dice Yahveh: No serás tú quien me edifique Casa para que habite yo en ella.

5 Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los israelitas hasta el día de hoy; sino que he andado de tienda en tienda y de morada en morada.

6 En todo el tiempo que he ido de un lado para otro con todo Israel, ¿he dicho acaso a alguno de los Jueces de Israel, a los que mandé me apacentaran a mi pueblo: Por qué no me edificáis una Casa de cedro?

7 Di, pues, ahora esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel.

8 He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra.

9 Fijaré un lugar a mi pueblo Israel, y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndole como al principio,

10 y como en los días en que instituí Jueces sobre mi pueblo Israel. Someteré a todos tus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará una casa.

11 Cuando se cumplan tus días para ir con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré su reino.

12 El me edificará un Casa y yo afirmaré su trono para siempre.

13 Yo seré para él un padre, y él será para mi un hijo, y no apartaré de él mi amor, como le aparté de aquel que fue antes de ti.

14 Yo le estableceré en mi Casa y en mi reino para siempre, y su trono estará firme eternamente.»

15 Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David.

16 Entró entonces el rey David, se sentó delante de Yahveh y dijo: «¿Quien soy yo, oh Yahveh Dios, y qué mi casa, que me has traído hasta aquí?

17 Y aun esto es poco a tus ojos, oh Dios, que hablas también a la casa de tu siervo para el futuro lejano y me miras como si fuera un hombre distinguido, oh Yahveh Dios.

18 ¿Qué más podrá añadirte David por la gloria que concedes a tu siervo?

19 Oh Yahveh, por amor de tu siervo, y según tu corazón, has hecho todas estas cosas tan grandes, para manifestar todas estas grandezas.

20 Oh Yahveh, nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, según todo lo que hemos oído con nuestros oídos.

21 Y ¿qué otro pueblo hay sobre la tierra como tu pueblo Israel, a quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, dándole renombre por medio de obras grandes y terribles, arrojando naciones de delante de tu pueblo al que rescataste de Egipto?

22 Tú has constituido a Israel tu pueblo como pueblo tuyo para siempre; y tú, Yahveh, te has hecho su Dios.

23 Ahora, pues, oh Yahveh, mantén firme eternamente la palabra que has dirigido a tu siervo y a su casa; y haz según tu palabra.

24 Sí, sea firme; y sea tu nombre por siempre engrandecido, y que diga: "Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, es el Dios para Israel." Y que la casa de tu siervo David subsista en tu presencia.

25 Ya que tú, oh Dios mío, has revelado a tu siervo que vas a edificarle una casa, por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu presencia.

26 Ahora, pues, Yahveh, tú eres Dios, y tú has prometido esta dicha a tu siervo.

27 Y ahora te has dignado bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca por siempre en tu presencia, porque lo que tú bendices, Yahveh, queda bendito por siempre.»

1 Crónicas 18

1 Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló, tomando Gat y sus dependencias de manos de los filisteos.

2 Batió también a los moabitas, que quedaron sometidos a David, pagando tributo.

3 Batió David a Hadadézer, rey de Sobá, en Jamat, cuando éste iba a establecer su dominio sobre el río Eufrates.

4 David apresó mi carros, 7.000 soldados de carro y 20.000 hombres de a pie; David desjarretó toda la caballería de los carros, reservando cien tiros.

5 Los arameos de Damasco vinieron en socorro de Hadadézer, rey de Sobá, y David hizo 22.000 bajas a los arameos.

6 Estableció David gobernadores en Aram de Damasco, y los arameos quedaron sometidos a David, pagando tributo. Yahveh hizo triunfar a David doquiera que iba.

7 Tomó David los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadadézer y los llevó a Jerusalén.

8 De Tibjat y Kun, ciudades de Hadadézer, tomó David una gran cantidad de bronce, con el cual hizo Salomón el Mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce.

9 Cuando Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todas las fuerzas de Hadadézer, rey de Sobá,

10 envió a Hadoram, su hijo, donde el rey David para saludarle y para felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce.

11 El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro que había tomado a todas las naciones: a Edom, a Moab, a los ammonitas, a los filisteos y a los amalecitas.

12 Abisay, hijo de Sarvia, derrotó en el Valle de la Sal a 18.000 edomitas;

13 puso gobernadores en Edom; y todos los edomitas quedaron sometidos a David. Yahveh hizo triunfar a David dondequiera iba.

14 Reinó David sobre todo Israel administrando derecho y justicia a todo el pueblo.

15 Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo;

16 Sadoq, hijo de Ajitub, y Ajimélek, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Savsá era secretario;

17 Benaías, hijo de Yehoyadá, mandaba a los kereteos y a los peleteos, y los hijos de David eran los primeros junto al rey.

1 Crónicas 19

1 Después de esto, murió Najas, rey de los ammonitas, y en su lugar reinó su hijo.

2 Dijo entonces David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» Y envió David mensajeros para que le consolaran por su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas, donde Janún, para consolarle,

3 dijeron los príncipes de los ammonitas a Janún: «¿ Es que David ha enviado a consolarte porque quiere hacer honor a tu padre ante tus ojos? ¿No han venido a ti sus servidores más bien para explorar y destruir y para espiar el país?»

4 Prendió, pues, Janún a los servidores de David, les rapó, cortó a media altura sus vestidos, y los despachó.

5 Fueron a avisar a David lo de estos hombres; y él envió gente a su encuentro, porque los hombres estaban cubiertos de vergüenza. El rey les dijo: «Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba y después volveréis.»

6 Cuando los ammonitas vieron que se habían hecho odiosos a David, Janún y los ammonitas enviaron mil talentos de plata para tomar a sueldo carros y hombres de carro de Aram de Mesopotamia, de Aram de Maaká y de Sobá.

7 Tomaron a sueldo 32.000 carros y al rey de Maaká con su ejército, los cuales vinieron y acamparon frente a Medebá. Los ammonitas se congregaron también desde sus ciudades y salieron a campaña.

8 David lo supo y envió a Joab con toda la tropa y con los valientes.

9 Salieron a campaña los ammonitas y se ordenaron en batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los reyes que habían venido estaban aparte en el campo.

10 Viendo Joab que tenía un frente de combate por delante y otro por detrás escogió los mejores de Israel y los puso en línea contra Aram.

11 Puso el resto del ejército al mando de su hermano Abisay y lo ordenó en batalla frente a los ammonitas.

12 Dijo Joab: «Si los arameos me dominan, ven en mi ayuda; y si los hijos de Ammón te dominan a ti, iré en tu socorro.

13 ¡Ten fortaleza y esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! ¡Y que Yahveh haga lo que bien le parezca!»

14 Y avanzó Joab con su ejercito para luchar contra los arameos, que huyeron delante de él.

15 Viendo los ammonitas que los arameos emprendían la fuga, huyeron también ellos ante Abisay, hermano de Joab, y entraron en la ciudad, mientras que Joab volvió a Jerusalén.

16 Al ver los arameos que habían sido vencidos por Israel, enviaron emisarios para hacer venir a los arameos del otro lado del Río; venía a su cabeza Sofak, jefe de las tropas de Hadadézer.

17 Se dio aviso a David, que reuniendo a todo Israel pasó el Jordán, llegó donde ellos estaban y tomó posiciones frente a ellos. Se puso David en orden de batalla contra los arameos y éstos trabaron combate con él.

18 Huyeron los arameos ante Israel; y David mató a los arameos 7.000 hombres de carro y 40.000 hombres de a pie. Mató también a Sofak, jefe del ejército.

19 Cuando los vasallos de Hadadézer vieron que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con David y le quedaron sometidos; y los arameos no se atrevieron a seguir ayudando a los ammonitas.

1 Crónicas 20

1 A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, llevó Joab el grueso del ejército y asoló el país de los ammonitas; después fue a poner sitio a Rabbá. Mientras, David se quedó en Jerusalén. Entretanto Joab derrotó a Rabbá y la destruyó.

2 David tomó de la cabeza de Milkom la corona y encontró que pesaba un talento de oro. Había en ella una piedra preciosa que fue puesta en la cabeza de David, y se llevó un enorme botín de la ciudad.

3 Hizo salir a la gente que había en ella y la empleó en las sierras, en los trillos de dientes de hierro y en las hachas de hierro. Hizo lo mismo con todas las ciudades de los ammonitas, y David se volvió con todo su ejército a Jerusalén.

4 Después de esto, tuvo lugar una batalla en Guézer contra los filisteos; entonces Sibbekay, jusatita, mató a Sippay, uno de los descendientes de Rafá. Los filisteos fueron sometidos.

5 Hubo otra guerra contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír, mató a Lajmí, hermano de Goliat el de Gat, el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor.

6 Hubo guerra de nuevo en Gat y había un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste descendía de Rafá.

7 Desafió a Israel y le mató Jonatán, hijo de Simá, hermano de David.

8 Estos descendían de Rafá de Gat y sucumbieron a manos de David y de sus veteranos.

1 Crónicas 21

1 Alzóse Satán contra Israel, e incitó a David a hacer el censo del pueblo.

2 Dijo, pues, David a Joab y a los jefes del ejército: «Id, contad los israelitas desde Berseba hasta Dan, y volved después para que yo sepa su número.»

3 Respondió Joab: «¡Multiplique Yahveh su pueblo cien veces más de lo que es! ¿Acaso no son, oh rey mi señor, todos ellos siervos de mi señor? ¿Por qué, pues, pide esto mi señor? ¿Por qué acarrear culpa sobre Israel?»

4 Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab, de modo que éste salió y recorrió todo Israel, volviéndose después a Jerusalén.

5 Joab entregó a David la cifra del censo del pueblo: había en todo Israel 1.100.000 hombres capaces de manejar las armas; había en Judá 470.000 hombres capaces de manejar las armas.

6 No incluyó en este censo a Leví y Benjamín, porque Joab detestaba la orden del rey.

7 Desagradó esto a Dios, por lo cual castigó a Israel.

8 Entonces dijo David a Dios: «He cometido un gran pecado haciendo esto. Pero ahora perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.»

9 Y Yahveh habló a Gad, vidente de David, en estos términos:

10 «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo; elige una de ellas y la llevaré a cabo.»

11 Llegó Gad donde David y le dijo: «Así dice Yahveh: Elige para ti:

12 tres años de hambre, o tres meses de derrotas ante tus enemigos, con la espada de tus enemigos a la espalda, o bien tres días durante los cuales la espada de Yahveh y la peste anden por la tierra y el ángel de Yahveh haga estragos en todo el territorio de Israel. Ahora, pues, mira qué debo responder al que me envía.»

13 David respondió a Gad: «Estoy en gran angustia. Pero ¡caiga yo en manos de Yahveh, que es grande su misericordia, y no caiga en manos de los hombres!»

14 Yahveh envió la peste sobre Israel, y cayeron de Israel 70.000 hombres.

15 Mandó Dios un ángel contra Jerusalén para destruirla; pero cuando ya estaba destruyéndola, miró Yahveh y se arrepintió del estrago, y dijo al ángel Exterminador: «¡Basta ya; retira tu mano!» El ángel de Yahveh estaba junto a la era de Ornán el jebuseo.

16 Alzando David los ojos vio al ángel de Yahveh que estaba entre la tierra y el cielo con una espada desenvainada en su mano, extendida contra Jerusalén. Entonces David y los ancianos, cubiertos de sayal, cayeron rostro en tierra.

17 Y dijo David a Dios: «Yo fui quien mandé hacer el censo del pueblo. Yo fui quien pequé, yo cometí el mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? ¡Oh Yahveh, Dios mío, caiga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre, y no haya plaga entre tu pueblo!»

18 Entonces el ángel de Yahveh dijo a Gad que diera a David la orden de subir para alzar un altar a Yahveh en la era de Ornán el jebuseo.

19 Subió David, según la orden que Gad le había dado en nombre de Yahveh.

20 Ornán, que estaba trillando el trigo, se volvió y, al ver al ángel, él y sus cuatro hijos se escondieron.

21 Cuando David llegó junto a Ornán, miró Ornán y, viendo a David, salió de la era y postróse ante David, rostro en tierra.

22 Dijo David a Ornán: «Dame el sitio de esta era para erigir en él un altar a Yahveh - dámelo por su justo valor en plata - para que la plaga se retire del pueblo.»

23 Respondió Ornán a David: «Tómalo, y haga mi señor el rey lo que bien le parezca. Mira que te doy los bueyes para holocaustos, los trillos para leña y el trigo para la ofrenda; todo te lo doy.»

24 Replicó el rey David a Ornán: «No; quiero comprártelo por su justo precio, pues no tomaré para Yahveh lo que es tuyo, ni ofreceré holocaustos de balde.»

25 Y David dio a Ornán por el sitio la suma de seiscientos siclos de oro.

26 David erigió allí un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión e invocó a Yahveh, el cual le respondió con fuego del cielo sobre el altar del holocausto.

27 Entonces Yahveh ordenó al ángel que volviera la espada a la vaina.

28 En aquel tiempo, al ver David que Yahveh le había respondido en la era de Ornán el jebuseo, ofreció allí sacrificios.

29 Pues la Morada de Yahveh, que Moisés había hecho en el desierto, y el altar de los holocaustos, estaban a la sazón en el alto de Gabaón;

30 pero David no se había atrevido a presentarse delante de Dios para consultarle, porque estaba aterrado ante la espada del ángel de Yahveh.

1 Crónicas 22

1 Entonces dijo David: «¡Aquí está la Casa de Yahveh Dios, y aquí el altar de los holocaustos para Israel!»

2 Mandó, pues, David reunir a los forasteros residentes en la tierra de Israel, y designó canteros que preparasen piedras talladas para la construcción de la Casa de Dios.

3 Preparó también David hierro en abundancia para la clavazón de las hojas de las puertas y para las grapas, incalculable cantidad de bronce,

4 y madera de cedro innumerable, pues los sidonios y los tirios trajeron a David madera de cedro en abundancia.

5 Porque David se decía: «Mi hijo Salomón es todavía joven y débil, y la Casa que ha de edificarse para Yahveh debe ser grandiosa sobre toda ponderación, para tener nombre y gloria en todos los países. Así que le haré yo los preparativos.» Hizo David, en efecto, grandes preparativos antes de su muerte.

6 Después llamó a su hijo Salomón y le mandó que edificase una Casa para Yahveh, el Dios de Israel.

7 Dijo David a Salomón: «Hijo mío, yo había deseado edificar una Casa al nombre de Yahveh, mi Dios.

8 Pero me fue dirigida la palabra de Yahveh, que me dijo: "Tú has derramado mucha sangre y hecho grandes guerras; no podrás edificar tú la Casa a mi nombre, porque has derramado en tierra mucha sangre delante de mí.

9 Mira que te va a nacer un hijo, que será hombre de paz; le concederé paz con todos sus enemigos en derredor, porque Salomón será su nombre y en sus días concederé paz y tranquilidad a Israel.

10 El edificará una Casa a mi nombre; él será para mí un hijo y yo seré para él un padre y consolidaré el trono de su reino sobre Israel para siempre."

11 Ahora, pues, hijo mío, que Yahveh sea contigo, para que logres edificar la Casa de Yahveh tu Dios, como él de ti lo ha predicho.

12 Quiera Yahveh concederte prudencia y entendimiento y darte órdenes sobre Israel, para que guardes la Ley de Yahveh tu Dios.

13 No prosperarás si no cuidas de cumplir los decretos y las normas que Yahveh ha prescrito a Moisés para Israel. ¡Sé fuerte y ten buen ánimo! ¡No temas ni desmayes!

14 Mira lo que yo he preparado en mi pequeñez para la Casa de Yahveh: 100.000 talentos de oro, un millón de talentos de plata y una cantidad de cobre y de hierro incalculable por su abundancia. He preparado también maderas y piedras que tú podrás aumentar.

15 Y tienes a mano muchos obreros, canteros, artesanos en piedra y en madera, expertos en toda clase de obras.

16 El oro, la plata, el bronce y el hierro son sin número. ¡Levántate, pues! Manos a la obra y que Yahveh sea contigo.»

17 Mandó David a todos los jefes de Israel que ayudasen a su hijo Salomón:

18 «¿No está con vosotros Yahveh vuestro Dios? ¿Y no os ha dado paz por todos lados? Pues él ha entregado en mis manos a los habitantes del país y el país está sujeto ante Yahveh y ante su pueblo.

19 Aplicad ahora vuestro corazón y vuestra alma a buscar a Yahveh vuestro Dios. Levantaos y edificad el santuario de Yahveh Dios, para trasladar el arca de la alianza de Yahveh y los utensilios del santuario de Dios a la Casa que ha de edificarse al Nombre de Yahveh.»

1 Crónicas 23

1 Viejo ya David y colmado de días, proclamó a su hijo Salomón rey de Israel.

2 Reunió a todos los jefes de Israel, a los sacerdotes y a los levitas,

3 y se hizo el censo de los levitas de treinta años para arriba; su número, contado por cabezas uno a uno, fue de 38.000 varones.

4 De éstos, 24.000 estaban al frente del servicio de la Casa de Yahveh; 6.000 eran escribas y jueces,

5 4.000 eran porteros y 4.000 alababan a Yahveh con los instrumentos que David había fabricado para rendir alabanzas.

6 David los distribuyó por clases, según los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.

7 De los guersonitas: Ladán y Simí.

8 Hijos de Ladán: Yejiel, el primero, Zetam y Joel, tres.

9 Hijos de Simí: Selomit, Jaziel y Harán, tres. Estos son los jefes de las casas paternas de Ladán.

10 Hijos de Simí: Yájat, Zizá, Yeús y Beriá. Estos eran los cuatro hijos de Simí.

11 Yájat era el jefe, Zizá, el segundo, Yeús y Beriá no tuvieron muchos hijos, por lo cual representaron en el censo una sola casa paterna.

12 Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel, cuatro.

13 Hijos de Amram: Aarón y Moisés. Aarón fue separado, juntamente con sus hijos, para consagrar por siempre las cosas sacratísimas, para quemar incienso ante Yahveh, para servirle y para bendecir en su nombre por siempre.

14 En cuanto a Moisés, varón de Dios, sus hijos fueron contados en la tribu de Leví.

15 Hijos de Moisés: Guersom y Eliezer.

16 Hijos de Guersom: Sebuel, el primero.

17 Hijos de Eliezer: Rejabías, el primero. Eliezer no tuvo más hijos, pero los hijos de Rejabías fueron muy numerosos.

18 Hijos de Yishar: Selomit, el primero,

19 Hijos de Hebrón: Yeriyyías, el primero, Amarías, el segundo, Yajaziel, el tercero y Yecamam, el cuarto.

20 Hijos de Uzziel: Miká, el primero y Yissías el segundo.

21 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Hijos de Majlí: Eleazar y Quis.

22 Eleazar murió sin tener hijos; sólo tuvo hijas, a las que los hijos de Quis, sus hermanos, tomaron por mujeres.

23 Hijos de Musí: Majlí, Eder y Yeremot, tres.

24 Estos son los hijos de Leví, según sus casas paternas, los cabezas de familia, según el censo de ellos, contados nominalmente uno por uno. Estaban encargados del servicio de la Casa de Yahveh desde la edad de veinte años en adelante.

25 Pues David había dicho: «Yahveh, el Dios de Israel, ha dado reposo a su pueblo y mora en Jerusalén para siempre.

26 Y en cuanto a los levitas, ya no tendrán que transportar la Morada, con todos los utensilios de su servicio.»

27 Conforme a estas últimas disposiciones de David, se hizo el cómputo de los hijos de Leví de veinte años para arriba.

28 Estaban a las órdenes de los hijos de Aarón, para el servicio de la Casa de Yahveh, teniendo a su cargo los atrios y las cámaras, la limpieza de todas las cosas sagradas y la obra del servicio de la Casa de Dios;

29 asimismo tenían a su cargo disponer en filas los panes, la flor de harina para la oblación, las tortas sin levadura, lo frito en la sartén, lo cocido y toda clase de medidas de capacidad y longitud.

30 «Tenían que estar presentes todas las mañanas y todas las tardes para celebrar y alabar a Yahveh

31 y para ofrecer todos los holocaustos a Yahveh en los sábados, novilunios y solemnidades, según su número y su rito especial, delante de Yahveh para siempre,

32 guardando en el servicio de la Casa de Dios el ritual de la Tienda del Encuentro, el ritual del santuario y el ritual de los hijos de Aarón, sus hermanos.

1 Crónicas 24

1 Estas son las clases de los hijos de Aarón. Hijos de Aarón: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.

2 Nadab y Abihú murieron antes que su padre, sin tener hijos, de modo que ejercieron las funciones sacerdotales Eleazar e Itamar.

3 David, junto con Sadoq, de los hijos de Itamar, los clasificó y los inscribió en el registro según sus funciones.

4 Se hallaron entre los hijos de Eleazar más varones que entre los hijos de Itamar, por lo que se dividió a los hijos de Eleazar en dieciséis jefes de casas paternas; y a los hijos de Itamar, en ocho jefes de casas paternas.

5 Los repartieron por suertes a unos y otros; porque había jefes del santuario y jefes de Dios, tanto entre los hijos de Eleazar como entre los hijos de Itamar.

6 Semaías, hijo de Natanael, escriba, uno de los levitas, los inscribió en presencia del rey y de los jefes, y en presencia del sacerdote Sadoq, de Ajimélek, hijo de Abiatar, y de los jefes de familias sacerdotales y levíticas. Se sacaba a suertes: una vez para Itamar y dos veces para Eleazar.

7 Tocó la primera suerte a Yehoyarib; la segunda a Yedaías;

8 la tercera a Jarim; la cuarta a Seorim;

9 la quinta a Malkiyías; la sexta a Miyyamín;

10 la séptima a Haqcós; la octava a Abías;

11 la novena a Yesúa; la décima a Sekanías;

12 la once a Elyasib; la doce a Yaquín;

13 la trece a Juppá; la catorce a Yisbáal;

14 la quince a Bilgá; la dieciséis a Immer;

15 la diecisiete a Jezir; la dieciocho a Happissés;

16 la diecinueve a Petajías; la veinte a Ezequiel;

17 la veintiuna a Yakín; la veintidós a Gamul;

18 la veintitrés a Delaías; la veinticuatro a Maazías.

19 Fueron inscritos en el registro según sus servicios para entrar en la Casa de Yahveh conforme al reglamento que Yahveh, el Dios de Israel, había prescrito por medio de Aarón, padre de ellos.

20 Respecto de los otros hijos de Leví: De los hijos de Amram: Subael. De los hijos de Subael: Yejdeías.

21 De Rejabías: de los hijos de Rejabías, Yissiyías era el primero.

22 De los yisharitas, Selomot; de los hijos de Selomot, Yájat.

23 Hijos de Hebrón: Yeriyías, el primero; Amarías, el segundo; Yajaziel, el tercero; Yecamam, el cuarto.

24 Hijos de Uzziel: Miká; de los hijos de Miká, Samir;

25 Yissiyías era hermano de Miká; de los hijos de Yissiyías, Zacarías.

26 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Hijos de Yaaziyías, su hijo;

27 hijos de Metarí por la línea de Yaaziyías, su hijo: Soham, Zakkur e Ibrí.

28 De Majlí: Eleazar, que no tuvo hijos.

29 De Quis: los hijos de Quis: Yerajmeel.

30 Hijos de Musí: Majlí, Eder y Yerimot. Estos fueron los hijos de los levitas según sus casas paternas.

31 También éstos entraron en suerte de la misma manera que sus hermanos, los hijos de Aarón, en presencia del rey David, Sadoq, Ajimélek y los cabezas de familias sacerdotales y los levitas, siendo tratadas las primeras familias igual que las últimas.

1 Crónicas 25

1 David y los jefes del ejército separaron para el servicio a los hijos de Asaf, Hemán y Yedutún, profetas, que cantaban con cítaras, salterios y címbalos. Este es el número de personas que se encargaban de este servicio:

2 De los hijos de Asaf: Zakkur, José, Netanías, Asarelá, hijos de Asaf, bajo la dirección de Asaf, que profetizaba según las órdenes del rey.

3 De Yedutún: los hijos de Yedutún: Guedalías, Serí, Isaías, Jasabías y Mattitías, seis, bajo la dirección de su padre Yedutún que profetizaba al son de la cítara para celebrar y alabar a Yahveh.

4 De Hemán: los hijos de Hemán: Buqquiyías, Mattanías, Uzziel, Sebuel, Yerimot, Jananías, Jananí, Eliyatá, Guiddaltí, Romamti Ezer, Yosbecasa, Mallotí, Hotir, Majaziot.

5 Todos estos eran hijos de Hemán, vidente del rey; a las palabras de Dios debían hacer sonar la trompa. Dios había dado a Hemán catorce hijos y tres hijas.

6 Todos ellos se hallaban bajo la dirección de su padre para el canto de la Casa de Yahveh, con címbalos, salterios y cítaras al servicio de la Casa de Dios, siguiendo las indicaciones del rey, de Asaf, Yedutún y Hemán.

7 Su número, contando a sus hermanos, los que estaban instruidos en el canto de Yahveh, todos ellos maestros, era de 288.

8 Echaron a suertes el turno del servicio, tanto el pequeño como el grande, el maestro como el discípulo.

9 La primera suerte recayó sobre el asafita José; la segunda sobre Guedalías con sus hermanos e hijos, doce;

10 la tercera, sobre Zakkur, sus hijos y hermanos, doce;

11 la cuarta sobre Yisrí, sus hijos y hermanos, doce;

12 la quinta sobre Netanías, sus hijos y hermanos, doce;

13 la sexta sobre Buqquiyías, sus hijos y hermanos, doce;

14 la séptima sobre Yesarela, sus hijos y hermanos, doce;

15 la octava sobre Isaías, sus hijos y hermanos, doce;

16 la novena sobre Mattanías, sus hijos y hermanos, doce;

17 la décima sobre Simí, sus hijos y hermanos, doce;

18 la once sobre Azarel, sus hijos y hermanos, doce;

19 la doce sobre Jasabías, sus hijos y hermanos, doce;

20 la trece, sobre Subael, sus hijos y hermanos, doce

21 la catorce, sobre Mattitías, sus hijos y hermanos, doce;

22 la quince, sobre Yeremot, sus hijos y hermanos, doce;

23 la dieciséis, sobre Jananías, sus hijos y hermanos, doce;

24 la diecisiete, sobre Yosbecasa, sus hijos y hermanos, doce;

25 la dieciocho, sobre Jananí, sus hijos y hermanos, doce;

26 la diecinueve, sobre Mallotí, sus hijos y hermanos, doce;

27 la veinte, sobre Eliyatá, sus hijos y hermanos, doce;

28 la veintiuna, sobre Hotir, sus hijos y hermanos, doce;

29 la veintidós, sobre Guiddaltí, sus hijos y hermanos, doce;

30 la veintitrés, sobre Majaziot, sus hijos y hermanos, doce;

31 la veinticuatro, sobre Romamti Ezer, sus hijos y hermanos, doce.

1 Crónicas 26

1 Estas son las clases de porteros: De los coreítas: Meselemías, hijo de Qoré, de los hijos de Ebyasaf.

2 Meselemías tuvo hijos: el primogénito, Zacarías; el segundo, Yediael; el tercero, Zebadías; el cuarto, Yatniel;

3 el quinto, Elam; el sexto, Yehojanán; el séptimo, Elyehoenay.

4 Hijos de Obededom: Semaías, el primogénito; Yehozabad, el segundo; Yoaj, el tercero; Sakar, el cuarto; Natanael, el quinto;

5 Amiel, el sexto; Isacar el séptimo; Peulletay, el octavo; pues Dios le había bendecido.

6 A su hijo Semaáis le nacieron hijos, que se impusieron en sus familias paternas, pues eran hombres valerosos.

7 Hijos de Semaáis: Otní, Rafael, Obed, Elzabad y sus hermanos, hombres valerosos, Elihú y Semakías.

8 Todos estos eran hijos de Obededom; ellos y sus hijos y sus hermanos eran hombres de gran valor para el servicio. 62 de Obededom.

9 Meselemías tuvo hijos y hermanos, dieciocho hombres valerosos.

10 Josá, de los hijos de Merarí, tuvo como hijos a Simrí, el primero, pues aunque no fue el primogénito, su padre le puso al frente;

11 Jilquías, el segundo; Tebalías, el tercero; Zacarías, el cuarto. El total de los hijos y hermanos de Josá fue de trece.

12 Estas secciones de los porteros, los jefes, igual que sus hermanos, tenían el cuidado del ministerio de la Casa de Yahveh.

13 Echaron suertes para cada puerta, sobre pequeños y grandes, con arreglo a sus casas paternas.

14 Para la puerta oriental cayó la suerte sobre Selemías. Después echaron suertes: tocó la parte norte a su hijo Zacarías, que era un prudente consejero.

15 A Obededom le tocó el sur, y a sus hijos los almacenes.

16 A Supplim y a Josá, el occidente, con la puerta del tronco abatido, en el camino de la subida, correspondiéndose un puesto de guardia con el otro.

17 Al oriente seis por día, al norte cuatro por día, al mediodía cuatro por día y en los almacenes de dos en dos;

18 en el Parbar, a occidente, había cuatro para la subida, dos para el Parbar.

19 Estas son las clases de los porteros, de entre los hijos de los coreítas y de los hijos de Merarí.

20 Los levitas, sus hermanos, custodiaban los tesoros de la Casa de Dios, y los tesoros de las cosas sagradas.

21 Los hijos de Ladán, hijos de Guersón por la línea de Ladán, tenían a los yejielitas por jefes de familia de Ladán el guersonita.

22 Los yejielitas, Zetam y su hermano Joel, estaban al frente de los tesoros de la Casa de Yahveh.

23 Cuanto a los amramíes, los yisharitas, los hebronitas y los ozzielitas:

24 Sebuel, hijo de Guersóm, hijo de Moisés, era tesorero mayor.

25 Sus hermanos por parte de Eliezer: Rejabías, hijo suyo; Isaías, hijo suyo; Joram, hijo suyo; Zikrí, hijo suyo; Selomit, hijo suyo.

26 Este Selomit y sus hermanos estaban al cuidado de los tesoros de las cosas sagradas que habían consagrado el rey David, los cabezas de las casas paternas, los jefes de millar y de cien y los jefes del ejército.

27 Lo habían consagrado del botín de guerra y de los despojos, para el sostenimiento de la Casa de Yahveh.

28 Todo lo que habían consagrado el vidente Samuel, Saúl, hijo de Quis, Abner, hijo de Ner, y Joab, hijo de Sarvia: todo lo consagrado estaba al cuidado de Selomit y sus hermanos.

29 De los yisharitas: Kenanías y sus hijos administraban como escribas y jueces los negocios exteriores de Israel.

30 De los hebronitas: Jasabías y sus hermanos, hombres de valor, en número de 1.700, estaban encargados de la administración de Israel allende el Jordán, al occidente, para todos los asuntos referentes a Yahveh y al servicio del rey.

31 El jefe de los hebronitas era Yeriyías. Acerca de los hebronitas, en el año cuarenta del reinado de David, se hicieron investigaciones sobre sus genealogías paternas, y se hallaron entre ellos hombres de valía en Yazer de Galaad.

32 Los hermanos de Yeriyías, hombres valerosos, jefes de familias en número de 2.700, fueron constituidos por el rey David sobre los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, en todos los asuntos de Dios y en todos los negocios del rey.

1 Crónicas 27

1 Por lo que se refiere al número de los hijos de Israel: Los cabezas de casas paternas, los jefes de millar y de cien y sus escribas atendían al servicio de todo el que acudiera. Las secciones intervenían en todo asunto del rey relevándose todos los meses del año. Cada sección tenía 24.000 hombres.

2 Al frente de la primera sección, que era la del primer mes, estaba Yasobam, hijo de Zabdiel; en su sección había 24.000 hombres.

3 Pertenecía a los hijos de Peres y era jefe de todos los comandantes del ejército del primer mes.

4 Al frente de la sección del segundo mes estaba Doday, el ajojita, su sección tenía 24.000 hombres.

5 Jefe del tercer ejército, para el tercer mes, era Benaías, hijo del sacerdote Yehoyadá; en su sección había 24.000 hombres.

6 Este Benaías era uno de los Treinta valientes y hallábase al frente de ellos; en su sección estaba su hijo Ammizabad.

7 El cuarto, para el cuarto mes, era Asahel, hermano de Joab; le sucedió su hijo Zebadías. En su sección había 24.000 hombres.

8 El quinto, para el quinto mes, era el jefe Samhut el zarejita, cuya sección constaba de 24.000 hombres.

9 El sexto, para el sexto mes, era Irá, hijo de Iqués, el tecoíta, y en su sección había 24.000 hombres.

10 El séptimo, para el séptimo mes, era Jeles el pelonita, de los benjaminitas; su sección constaba de 24.000 hombres.

11 El octavo, para el octavo mes, era Sibbekay, de Jusá, el zarejita; su sección constaba de 24.000 hombres.

12 El noveno, para el noveno mes, era Abiézer, de Anatot de los benjaminitas; en su sección había 24.000 hombres.

13 El décimo, para el décimo mes, era Mahray, de Neftofá, zarejita; su sección constaba de 24.000 hombres.

14 El undécimo, para el mes undécimo, era Benaías, de Piratón, de los efraimitas; su sección tenía 24.000 hombres.

15 El duodécimo, para el mes duodécimo, era Jelday, de Netofá, de la estirpe de Otniel; su sección comprendía 24.000 hombres.

16 Jefes de las tribus de Israel: Jefe de los rubenitas: Eliezer, hijo de Zikrí. De los simeonitas: Sefatías, hijo de Maaká.

17 De los levitas: Jasabías, hijo de Quemuel. De Aarón: Sadoq.

18 De Judá: Elihú, uno de los hermanos de David. De Isacar: Omrí, hijo de Miguel.

19 De Zabulón: Yismaías, hijo de Abdías. De Neftalí: Yerimot, hijo de Azriel.

20 De los efraimitas: Oseas, hijo de Azarías. De la media tribu de Manasés: Joel, hijo de Pedaías.

21 De la media tribu de Manasés en Galaad: Yiddó, hijo de Zacarías. De Benjamín: Yaasiel, hijo de Abner.

22 De Dan: Azarael, hijo de Yerojam. Estos son los jefes de las tribus de Israel.

23 David no hizo el censo de los que tenían menos de veinte años, porque Yahveh había dicho que multiplicaría a Israel como las estrellas del cielo.

24 Joab, hijo de Sarvia, comenzó a hacer el censo, pero no lo acabó; pues con ese motivo la Cólera descargó sobre Israel, por eso su número no alcanza el número de los Anales del rey David.

25 Azmávet, hijo de Adiel, tenía a su cargo los depósitos reales. Sobre los depósitos del campo, de las ciudades, de las aldeas, y de las torres, estaba Jonatán, hijo de Uzzías;

26 sobre los labradores del campo que cultivaban las tierras, Ezrí, hijo de Kelub;

27 sobre las viñas, Simí, de Ramá; sobre las provisiones de vino de las bodegas, Zabdí, de Sefán;

28 sobre los olivares y los sicómoros que había en la Tierra Baja, Báal Janán, de Guéder; sobre los almacenes de aceite, Joás;

29 sobre las vacadas que pacían en Sarón, Sitray el saronita; sobre las vacadas de los valles, Safat, hijo de Adlay;

30 sobre los camellos, Obil el ismaelita; sobre las asnas, Jejdeías, de Meronot;

31 sobre las ovejas, Yaziz el hagarita. Todos estos eran intendentes de la hacienda del rey David.

32 Jonatán, tío de David, hombre prudente e instruido, era consejero; él y Yejiel, hijo de Yakmoní, cuidaban de los hijos del rey.

33 Ajitófel era consejero del rey, y Jusay el arquita era amigo del rey.

34 Después de Ajitófel, lo fueron Yehoyadá, hijo de Benaías, y Abiatar. Joab era el jefe del ejército del rey.

1 Crónicas 28

1 David reunió en Jerusalén a todos los jefes de Israel, los jefes de las tribus, los jefes de las secciones que estaban al servicio del rey, los jefes de millar y los jefes de cien, los administradores de la hacienda y del ganado del rey y de sus hijos, a los eunucos, los valientes y todos los hombres de valor.

2 Y, poniéndose en pie, dijo el rey David: «Oídme, hermanos míos y pueblo mío: Había decidido en mi corazón edificar una Casa donde descansase el arca de la alianza de Yahveh y sirviese de escabel de los pies de nuestro Dios. Ya había hecho yo preparativos para la construcción,

3 pero Dios me dijo: "No edificarás tú la Casa a mi nombre, pues eres hombre de guerra y has derramado sangre.

4 «Sin embargo, Yahveh, el Dios de Israel, me ha elegido de entre toda la casa de mi padre, para que fuese rey de Israel para siempre. Pues escogió a Judá para ser caudillo, y de las familias de Judá a la casa de mi padre, y de entre los hijos de mi padre se ha complacido en mí para establecer un rey sobre todo Israel.

5 Y entre todos mis hijos - pues Yahveh me ha dado muchos hijos - eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Yahveh sobre Israel.

6 Y El me dijo: "Tú hijo Salomón edificará mi Casa y mis atrios; porque le he escogido a él por hijo mío, y yo seré para él padre.

7 Haré estable su reino para siempre, si se mantiene firme en el cumplimiento de mis mandamientos y de mis normas como lo hace hoy."

8 «Ahora, pues, a los ojos de todo Israel, que es la asamblea de Yahveh, y a oídos de nuestro Dios, guardad y meditad todos los mandamientos de Yahveh vuestro Dios, para que podáis poseer esta tierra espléndida y la dejéis como heredad a vuestros hijos después de vosotros para siempre.

9 «Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón entero y con ánimo generoso, porque Yahveh sondea todos los corazones y penetra los pensamientos en todas sus formas. Si le buscas, se dejará encontrar; pero si le dejas, él te desechará para siempre.

10 Mira ahora que Yahveh te ha elegido para edificar una Casa que sea su santuario. ¡Sé fuerte, y manos a la obra!»

11 David dio a su hijo Salomón el diseño del vestíbulo y de los demás edificios, de los almacenes, de las salas altas, de las salas interiores y del lugar del Propiciatorio;

12 y también el diseño de todo lo que tenía en su mente respecto de los atrios de la Casa de Yahveh, y de todas las cámaras de alrededor, para los tesoros de la Casa de Dios y los tesoros de las cosas sagradas;

13 asimismo respecto de las clases de los sacerdotes y de los levitas y del ejercicio del servicio de la Casa de Yahveh, como también de todos los utensilios del servicio de la Casa de Yahveh.

14 Cuanto al oro, el peso de oro para cada uno de los utensilios de cada servicio, y también la plata, según el peso que correspondía a cada uno de los utensilios de cada clase de servicio;

15 asimismo el peso de los candelabros de oro y sus lámparas de oro, según el peso de cada candelabro y de sus lámparas, y para los candelabros de plata según el peso de cada candelabro y sus lámparas, conforme al servicio de cada candelabro;

16 el peso de oro para las mesas de las filas de pan, para cada mesa, y la plata para las mesas de plata;

17 oro puro para los tenedores, los acetres y los jarros; y asimismo lo correspondiente para las copas de oro, según el peso de cada copa, y para las copas de plata según el peso de cada copa;

18 para el altar del incienso, oro acrisolado según el peso; asimismo según el peso; asimismo el modelo de la carroza y de los querubines que extienden las alas y cubren el arca de la alianza de Yahveh.

19 Todo esto conforme a lo que Yahveh había escrito de su mano para hacer comprender todos los detalles del diseño.

20 Y dijo David a su hijo Salomón: «¡Sé fuerte y ten buen ánimo; y manos a la obra! No temas ni desmayes, porque Yahveh Dios, el Dios mío, está contigo; no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la Casa de Yahveh.

21 Ahí tienes las clases de los sacerdotes y de los levitas para todo el servicio de la Casa de Dios; estarán a tu lado para cada clase de obra, todos los hombres de buena voluntad y hábiles para cualquier clase de servicio; y los jefes del pueblo entero están a tus órdenes.»

1 Crónicas 29

1 Dijo el rey David a toda la asamblea: «Mi hijo Salomón, el único elegido por Dios, es todavía joven y débil, y la obra es grande; pues este alcázar no es para hombre, sino para Yahveh Dios.

2 Con todas mis fuerzas he preparado, con destino a la Casa de mi Dios, el oro para los objetos de oro, la plata para los de plata, el bronce para los de bronce, el hierro para los de hierro, y la madera para los de madera; piedras de ónice y de engaste, piedras brillantes y de varios colores, toda suerte de piedras preciosas y piedras de alabastro en abundancia.

3 Fuera de esto, en mi amor por la Casa de mi Dios, doy a la Casa de mi Dios el oro y la plata que poseo, además de todo lo que tengo preparado para la Casa del santuario:

4 3.000 talentos de oro, del oro de Ofir, y 7.000 talentos de plata acrisolada para recubrir las paredes de los edificios;

5 el oro para los objetos de oro, la plata para los de plata y para todas las obras de orfebrería. ¿Quién, pues, quiere ahora hacer a manos llenas una ofrenda a Yahveh?»

6 Entonces los cabezas de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de millar y de cien, y los encargados de las obras del rey, ofrecieron espontáneamente sus donativos,

7 y dieron para el servicio de la Casa de Dios 5.000 talentos de oro, 10.000 dáricos, 10.000 talentos de plata, 18.000 talentos de bronce y 100.000 talentos de hierro.

8 Los que tenían piedras preciosas las entregaron para el tesoro de la Casa de Yahveh, en manos de Yejiel el guersonita .

9 Y el pueblo se alegró por estas ofrendas voluntarias; porque de todo corazón la habían ofrecido espontáneamente a Yahveh. También el rey David tuvo un gran gozo.

10 Después bendijo David a Yahveh en presencia de toda la asamblea diciendo: «¡Bendito tú, oh Yahveh, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre hasta siempre!

11 Tuya, oh Yahveh, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el esplendor y la majestad; pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo, oh Yahveh, es el reino; tú te levantas por encima de todo.

12 De ti proceden las riquezas y la gloria. Tú lo gobiernas todo; en tu mano están el poder y la fortaleza, y es tu mano la que todo lo engrandece y a todo da consistencia.

13 Pues bien, oh Dios nuestro, te celebramos y alabamos tu Nombre magnífico.

14 Pues, ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecerle estos donativos? Porque todo viene de ti, y de tu mano te lo damos.

15 Porque forasteros y huéspedes somos delante de ti, como todos nuestros padres; como sombras son nuestros días sobre la tierra y no hay esperanza.

16 Yahveh, Dios nuestro, todo este grande acopio que hemos preparado para edificarte una Casa para tu santo Nombre, viene de tu mano y tuyo es todo.

17 Bien sé, Dios mío, que tú pruebas los corazones y amas la rectitud; por eso te he ofrecido voluntariamente todo esto con rectitud de corazón, y ahora veo con regocijo que tu pueblo, que está aquí, te ofrece espontáneamente tus dones.

18 Oh Yahveh, Dios de nuestros padres Abraham, Isaac, e Israel, conserva esto perpetuamente para formar los pensamientos en el corazón de tu pueblo, y dirige tú su corazón hacia ti.

19 Da a mi hijo Salomón un corazón perfecto, para que guarde tus mandamientos, tus instrucciones y tus preceptos, para que todo lo ponga por obra y edifique el alcázar que yo te he preparado.»

20 Después dijo David a toda la asamblea: «¡Bendecid a Yahveh, vuestro Dios!» Y toda la asamblea bendijo a Yahveh, el Dios de sus padres, se inclinaron y se postraron ante Yahveh y ante el rey.

21 Al día siguiente sacrificaron víctimas a Yahveh y le ofrecieron holocaustos: mil novillos, mil carneros y mil corderos, con sus libaciones y muchos sacrificios por todo Israel.

22 Aquel día comieron y bebieron ante Yahveh con gran gozo y por segundo vez proclamaron rey a Salomón, hijo de David; le ungieron como caudillo ante Yahveh, y a Sadoq como sacerdote.

23 Sentóse Salomón como rey sobre el trono de Yahveh en lugar de su padre David: él prosperó y todo Israel le obedeció

24 Todos los jefes y valientes, y también todos los hijos del rey David, prestaron obediencia al rey Salomón.

25 Y Yahveh engrandeció sobremanera a Salomón a los ojos de todo Israel, y le dio un reinado glorioso como nunca había tenido ningún rey de Israel antes de él.

26 David, hijo de Jesé, había reinado sobre todo Israel.

27 El tiempo que reinó sobre Israel fue de cuarenta años. En Hebrón reinó siete años y en Jerusalén 33.

28 Murió en buena vejez, lleno de días, riqueza y gloria; y en su lugar reinó su hijo Salomón.

29 Los hechos del rey David, de los primeros a los postreros, están escritos en la historia del vidente Samuel, en la historia del profeta Natán y en la historia del vidente Gad,

30 juntamente con todo su reinado y sus hazañas, y las cosas que le sobrevinieron a él, a Israel y a todos los reinos de los demás países.



LIBRO SEGUNDO DE LAS CRÓNICAS

2 Crónicas 1

1 Salomón, hijo de David, se afianzó en su reino; Yahveh, su Dios, estaba con él y le engrandeció sobremanera.

2 Salomón habló a todo Israel, a los jefes de millar y de cien, a los jueces y a todos los jefes de todo Israel, cabezas de casas paternas.

3 Después Salomón fue con toda la asamblea al alto de Gabaón, porque allí se hallaba la Tienda del Encuentro de Dios, que Moisés, siervo de Yahveh, había hecho en el desierto.

4 Cuanto al arca de Dios, David la había llevado de Quiryat Yearim al lugar preparado para ella, pues le había alzado una tienda en Jerusalén.

5 El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, estaba también allí delante de la Morada de Yahveh. Fueron, pues, Salomón y la asamblea para consultarle.

6 Subió Salomón allí, al altar de bronce que estaba ante Yahveh, junto a la Tienda del Encuentro, y ofreció sobre él mil holocaustos.

7 Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras que te dé.»

8 Salomón respondió a Dios: «Tú tuviste gran amor a mi padre David, y a mí me has hecho rey en su lugar.

9 Ahora, pues, oh Yahveh Dios, que se cumpla la promesa que hiciste a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra.

10 Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.»

11 Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey,

12 por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»

13 Salomón regresó a Jerusalén desde el alto de Gabaón, de delante de la Tienda del Encuentro, y reinó sobre Israel.

14 Salomón reunió carros y caballos, tuvo 1.400 carros y 12.000 caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.

15 Hizo el rey que la plata y el oro fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras y los cedros, como los sicómoros de la Tierra Baja.

16 Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero.

17 Traían de Egipto un carro por seiscientos siclos de plata, y un caballo por 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los hititas y todos los reyes de Aram.

18 Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al Nombre de Yahveh y una casa real para sí.

2 Crónicas 2

1 Salomón señaló 70.000 hombres para transportar cargas, 80.000 canteros en el monte y 3.600 capataces para ellos.

2 Salomón envió a decir a Juram, rey de Tiro: «Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se construyera una casa en que habitar.

3 Te hago saber que voy a edificar una Casa al Nombre de Yahveh, mi Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para la ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, novilunios y solemnidades de Yahveh nuestro Dios, como se hace siempre en Israel.

4 La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es mayor que todos los dioses.

5 Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerle? ¿Y quién soy yo para edificarle una Casa, aunque esté destinada tan sólo para quemar incienso en su presencia?

6 Envíame, pues, un hombre diestro en trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que sepa grabar; estará con los expertos que tengo conmigo en Judá y en Jerusalén, y que mi padre David ya había preparado.

7 Envíame también madera de cedro, de ciprés y algummim del Líbano; pues bien sé que tus siervos saben talar los árboles del Líbano, y mis siervos trabajarán con tus siervos,

8 para prepararme madera en abundancia; pues la Casa que voy a edificar ha de ser grande y maravillosa.

9 Daré para el sustento de tus siervos, los taladores de los árboles, 20.000 cargas de trigo, 20.000 cargas de cebada, 20.000 medidas de vino y 20.000 medidas de aceite.»

10 Juram, rey de Tiro, respondió en una carta que envió al rey Salomón: «Por el amor que tiene Yahveh a su pueblo te ha hecho rey sobre ellos.»

11 Y añadía Juram: «Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, hacedor del cielo y de la tierra, que ha dado al rey David un hijo sabio, prudente e inteligente, que edificará una Casa a Yahveh y una casa real para sí.

12 Te envío, pues, ahora a Juram Abí, hombre hábil, dotado de inteligencia;

13 es hijo de una danita, y su padre es de Tiro. Sabe trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera, la púrpura escarlata, la púrpura violeta, el lino fino y el carmesí. Sabe también hacer toda clase de grabados y ejecutar cualquier obra que se le proponga, a una con tus artífices y los artífices de mi señor David, tu padre.

14 Que mande, pues, a sus siervos el trigo, la cebada, el aceite y el vino de que ha hablado mi señor,

15 y por nuestra parte cortaremos del Líbano toda la madera que necesites y te la llevaremos en balsas, por mar, hasta Joppe, y luego tú mandarás que la suban a Jerusalén.»

16 Salomón hizo el censo de todos los forasteros residentes en Israel, tomando por modelo el censo que había hecho su padre David; y se halló que eran 153.600.

17 De ellos destinó 70.000 para el transporte de cargas, 80.000 para las canteras en las montañas y 3.600 como capataces para hacer trabajar al pueblo.

2 Crónicas 3

1 Empezó, pues, Salomón a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén, en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David, en el lugar donde David había hecho los preparativos, en la era de Ornán el jebuseo.

2 Dio comienzo a las obras el segundo mes del año cuarto de su reinado.

3 Este es el plano sobre el que Salomón edificó la Casa de Dios: sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua, y veinte codos de anchura.

4 El Ulam que estaba delante del Hekal de la Casa tenía una longitud de veinte codos, correspondiente al ancho de la Casa, y una altura de 120. Salomón lo recubrió por dentro de oro puro.

5 Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas.

6 Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro era oro de Parvayim.

7 Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas, y esculpió querubines sobre las paredes.

8 Construyó también la sala del Santo de los Santos, cuya longitud, correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos, y su anchura igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, que pesaba seiscientos talentos.

9 Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro las salas altas.

10 En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos querubines, de obra esculpida, que revistió de oro.

11 Las alas de los querubines tenían veinte codos de largo. Un ala era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y tocaba el ala del otro querubín.

12 El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y pegaba con el ala del primer querubín.

13 Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos. Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la sala.

14 Hizo también el velo de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí y lino fino, y en él hizo poner querubines.

15 Delante de la sala hizo dos columnas de 35 codos de alto. El capitel que las coronaba tenía cinco codos.

16 En el Debir hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las columnas; hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas.

17 Erigió las columnas delante del Hekal, una a la derecha y otra a la izquierda, y llamó a la de la derecha Yakín y a la de la izquierda Boaz.

2 Crónicas 4

1 Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo, veinte codos de ancho y diez codos de alto.

2 Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos medía su contorno.

3 Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola masa.

4 Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior.

5 Su espesor era de un palmo, y su borde como el borde del cáliz de la flor de lirio. Cabían en él 3.000 medidas.

6 Hizo diez pilas para las abluciones y colocó cinco de ellas a la derecha y cinco a la izquierda para lavar en ellas lo que se ofrecía en holocausto. El Mar era para las abluciones de los sacerdotes.

7 Hizo diez candelabros de oro según la forma prescrita, y los colocó en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.

8 Hizo diez mesas, que puso en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Hizo también cien acetres de oro.

9 Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande con sus puertas, revistiendo las puertas de bronce.

10 Colocó el Mar al lado derecho, hacia el sureste.

11 Juram hizo también los ceniceros, las paletas y los acetres. Así concluyó Juram la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa de Dios:

12 Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles que estaban sobre las columnas;

13 las cuatrocientas granadas para cada trenzado;

14 las diez basas, y las diez pilas sobre las basas;

15 el Mar con los doce bueyes debajo de él;

16 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos utensilios los hizo Juram Abí para el rey Salomón, para la Casa de Yahveh, de bronce bruñido.

17 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo, entre Sukkot y Seredá.

18 Salomón fabricó todos estos utensilios en tan enorme cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce.

19 Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el altar de oro, las mesas para el pan de la Presencia,

20 los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que ardieran, según el rito, delante del Debir;

21 las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro, de oro purísimo;

22 y los cuchillos, los acetres, los vasos y los braseros, de oro puro. Eran también de oro las puertas interiores de la Casa a la entrada del Santo de los Santos, y las puertas de la Casa para el Hekal.

2 Crónicas 5

1 Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios.

2 Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la Ciudad de David, que es Sión.

3 Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del mes séptimo.

4 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el arca;

5 y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas.

6 El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en incalculable e innumerable abundancia.

7 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines.

8 Pues los querubines extendían las alas por encima del emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima.

9 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están hasta el día de hoy.

10 En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a su salida de Egipto.

11 Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar orden de clases,

12 y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las trompetas;

13 se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música, alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»; la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.

14 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.

2 Crónicas 6

1 Entonces dijo Salomón: «Yahveh quiere habitar en densa nube.

2 He querido erigirte una morada, un lugar donde habites para siempre».

3 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel estaba en pie.

4 Dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo:

5 "Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una Casa en la que esté mi Nombre; ni elegí varón que fuese caudillo de mi pueblo Israel;

6 pero elijo a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elijo a David para que sea jefe de mi pueblo Israel."

7 «Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel.

8 Pero Yahveh dijo a mi padre David: "Cuanto a haber pensado en tu corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal voluntad.

9 Pero no edificarás tú la Casa, sino que será un hijo tuyo, salido de tus entrañas, quien edifique la Casa a mi Nombre."

10 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel;

11 y he puesto allí el arca, en la cual está la alianza de Yahveh, que él pactó con los israelitas.»

12 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la asamblea de Israel y extendió las manos.

13 Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que había colocado en medio del atrio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y extendiendo sus manos hacia el cielo,

14 dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en el cielo ni en la tierra; tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu presencia con todo su corazón;

15 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.

16 Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste, diciendo: " Nunca será quitado de mi presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como tú has andado delante de mí."

17 Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David.

18 Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!

19 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh, Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia.

20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre para escuchar la oración que dirige tu siervo hacia este lugar!

21 «Oye, pues, las plegarias de tu siervo Israel, tu pueblo, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos; escucha y perdona.

22 «Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una imprecación sobre él, haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,

23 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos. Da su merecido al inicuo, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo, para darle según su justicia.

24 «Si Israel, tu pueblo, es batido por el enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelven y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti en esta Casa,

25 escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel, y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres.

26 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti, si oran en este lugar y alaban tu nombre, y se convierten de su pecado porque les humillaste,

27 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar, y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.

28 «Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad,

29 si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y súplicas, y, reconociendo su pena y su dolor, tiende sus manos hacia esta Casa,

30 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón - y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres -

31 para que teman y sigan tus caminos todos los días que vivan sobre la haz de la tierra que has dado a nuestros padres.

32 «También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, el que viene de un país lejano a causa de tu gran Nombre, tu mano fuerte y tu tenso brazo, cuando venga a orar en esta Casa,

33 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado sobre esta Casa que yo he construido.

34 «Si tu pueblo va a la guerra contra sus enemigos por el camino por el que tú le envíes, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido, y hacia la Casa que yo he construido a tu Nombre,

35 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia.

36 Cuando pequen contra ti - pues no hay hombre que no peque - y tú, irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores los lleven cautivos a un país lejano o cercano,

37 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su cautividad, diciendo: "Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables";

38 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de la cautividad al que fueren deportados, y te suplican vueltos hacia la tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia la Casa que yo he edificado a tu Nombre,

39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados cometidos contra ti.

40 «Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a la oración que se haga en este lugar.

41 Y ahora ¡levántate, Yahveh Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yahveh Dios, se revistan de salvación. y tus fieles gocen de la felicidad!

42 Yahveh, Dios mío, no rehaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de las misericordias otorgadas a David tu siervo.»

2 Crónicas 7

1 Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que devoró el holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh llenó la Casa.

2 Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yahveh, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.

3 Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron a Yahveh «porque es bueno, porque es eterno su amor».

4 Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahveh.

5 El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000 ovejas. Así inauguraron la Casa de Dios el rey y todo el pueblo.

6 Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los levitas glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía en pie.

7 Salomón consagró el interior del patio, que está delante de la Casa de Yahveh, pues ofreció allí los holocaustos y las grasas de los sacrificios de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía contener el holocausto, la oblación y las grasas.

8 Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo Israel, en magna asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el Torrente de Egipto.

9 El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días.

10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel.

11 Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia casa.

12 Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.

13 Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar la tierra, o envío la peste entre mi pueblo;

14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla, orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo les oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.

15 Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar;

16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón todos los días.

17 Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis sentencias,

18 afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David diciendo: "No te faltará un hombre que domine en Israel."

19 Pero si os apartáis, abandonando los decretos y los mandamientos que os he dado, y vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos,

20 os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y la haré objeto de proverbio y de escarnio entre todos los pueblos.

21 Y esta Casa que es tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los que pasen cerca de ella, de modo que dirán: "¿Por qué ha hecho así Yahveh a esta tierra y a esta Casa?"

22 Y se responderá: "Porque abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha hecho venir sobre ellos todo este mal."»

2 Crónicas 8

1 Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa de Yahveh y su propia casa,

2 reconstruyó las ciudades que Juram le había dado, y estableció allí los israelitas.

3 Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella;

4 reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de avituallamiento que construyó en Jamat;

5 reconstruyó Bet Jorón de arriba y Bet Jorón de abajo, ciudades fortificadas, con murallas, puertas y barras,

6 y Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que pertenecían a Salomón, todas las ciudades de carros y las ciudades para los caballos, y todo cuanto quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.

7 Con toda la gente que había quedado de los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, que no eran israelitas,

8 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían exterminado, hizo Salomón una leva que dura hasta el día de hoy.

9 Pero no empleó Salomón a ninguno de los israelitas como esclavo para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y escuderos, comandantes de sus carros y de sus caballos.

10 Los jefes de las guarniciones que tenía el rey Salomón eran 250, que gobernaban al pueblo.

11 Salomón hizo subir a la hija de Faraón desde la Ciudad de David a la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No debe habitar mujer mía en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el arca de Yahveh son sagrados.»

12 Entonces empezó a ofrecer Salomón holocaustos a Yahveh sobre el altar de Yahveh, que había erigido delante del Ulam;

13 ofreció holocaustos según el rito de cada día, conforme a los prescrito por Moisés, en los sábados, los novilunios y en las solemnidades, tres veces al año: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y en la fiesta de las Tiendas.

14 Estableció también las secciones de los sacerdotes en sus servicios conforme al reglamento de su padre David, a los levitas en sus cargos de alabar y servir junto a los sacerdotes, según el rito de cada día; y a los porteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta; porque ésta era la orden de David, hombre de Dios.

15 No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a los sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros.

16 Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que se echaron los cimientos de la Casa de Yahveh hasta su terminación. Así fue acabada la Casa de Yahveh.

17 Entonces Salomón fue a Esyón Guéber y a Elat, a orillas del mar, en el país de Edom,

18 y Juram le envió, por medio de sus siervos, navíos y marinos conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir, de donde tomaron 450 talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.

2 Crónicas 9

1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén para probar a Salomón por medio de enigmas, con gran séquito y con camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas. Llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón.

2 Salomón resolvió todas sus preguntas; y no hubo ninguna proposición oscura que Salomón no pudiese resolver.

3 Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón y la casa que había edificado,

4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos con sus trajes y los holocaustos que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,

5 y dijo al rey: «Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras y de tu sabiduría.

6 No daba yo crédito a lo que se decía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.

7 ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores, que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría!

8 ¡Bendito sea Yahveh, tu Dios, que se ha complacido en ti, poniéndote sobre su trono como rey de Yahveh, tu Dios, por el amor que tu Dios tiene hacia Israel para conservarle por siempre, y te ha puesto por rey sobre ellos para administrar derecho y justicia!»

9 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca hubo aromas como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón.

10 Los siervos de Juram y los siervos de Salomón, que habían traído oro de Ofir, trajeron también madera de algummim y piedras preciosas.

11 Con la madera de algummim hizo el rey entarimados para la Casa de Yahveh y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se había visto nunca en la tierra de Judá madera semejante.

12 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, aparte lo que ella había traído al rey. Después se volvió y regresó a su país con sus servidores.

13 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro,

14 sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes. Todos los reyes de Arabia y los inspectores del país traían oro y plata a Salomón.

15 Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,

16 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano».

17 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.

18 El trono tenía seis gradas y un cordero de oro al respaldo, y brazos a uno y otro lado del asiento, y dos leones, de pie, junto a los brazos.

19 Más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No se hizo cosa semejante en ningún reino.

20 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. La plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón.

21 Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los siervos de Juram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil, monos y pavos reales.

22 Así el rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría.

23 Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.

24 Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.

25 Tenía Salomón 4.000 caballerizas para sus caballos y carros, y 12.000 caballos, que puso en cuarteles en las ciudades de los carros y en Jerusalén junto al rey.

26 Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto.

27 Hizo el rey que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.

28 Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los países.

29 El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el silonita, y en las visiones de Yedó el vidente, sobre Jeroboam, hijo de Nebat?

30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.

31 Se acostó Salomón con sus padres, y le sepultaron en la ciudad de su padre David. En su lugar reinó su hijo Roboam.

2 Crónicas 10

1 Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey.

2 Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto,

3 pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo Israel, y hablaron a Roboam diciendo:

4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te serviremos.»

5 El les dijo: «Volved a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue.

6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, en vida de éste, diciendo: « ¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo?»

7 Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y les sirves y les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.»

8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.

9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: "Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?"»

10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: «Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: "Tu padre hizo pesado nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo", esto debes responder: "Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.

11 Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones."»

12 Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde Roboam, según lo que había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día»;

13 y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los ancianos,

14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.»

15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.

16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» Y todo Israel se fue a sus tiendas.

17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá.

18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén.

19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de hoy.

2 Crónicas 11

1 En llegando a Jerusalén, reunió Roboam a la casa de Judá y Benjamín, 180.000 hombres, guerreros escogidos, para combatir contra Israel y devolver el reino a Roboam.

2 Pero fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaías, hombre de Dios, diciendo:

3 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que está en Judá y Benjamín, diciendo:

4 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos; que cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la palabra de Yahveh y desistieron de marchar contra Jeroboam.

5 Roboam habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.

6 Fortificó Belén, Etam, Técoa,

7 Bet Sur, Sokó, Adullam,

8 Gat, Maresá, Zif,

9 Adoráyim, Lakís, Azecá,

10 Sorá, Ayyalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.

11 Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y provisiones de víveres, de aceite y vino.

12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín.

13 Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos sus territorios;

14 pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les habían prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahveh,

15 y Jeroboam instituyó sus propios sacerdotes para los altos, los sátiros y los becerros que había hecho.

16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahveh, el Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían puesto su corazón en buscar a Yahveh, el Dios de Israel;

17 y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboam, hijo de Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y de Salomón.

18 Roboam tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David y de Abiháyil, hija de Eliab, hijo de Jesé.

19 Esta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zaham.

20 Después de ésta tomó a Maaká, hija de Absalón, la cual le dio a Abías, Attay, Zizá y Selomit.

21 Roboam amaba a Maaká, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.

22 Roboam puso a la cabeza a Abías, hijo de Maaká, como príncipe de sus hermanos, porque quería hacerle rey.

23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos en abundancia y les buscó mujeres.

2 Crónicas 12

1 Cuando Roboam hubo consolidado y afianzado el reino, abandonó la Ley de Yahveh y con él todo Israel.

2 Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén, - pues no era fiel a Yahveh -

3 con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes.

4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.

5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os abandono en manos de Sosaq.»

6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo es Yahveh!»

7 Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.

8 Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la servidumbre de los reinos de las naciones.»

9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho Salomón,

10 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.

11 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.

12 Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá.

13 Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.

14 Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para buscar a Yahveh.

15 Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en la historia del profeta Semaías y del vidente Iddó? Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam.

16 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Abías.

2 Crónicas 13

1 Abías comenzó a reinar sobre Judá el año dieciocho del rey Jeroboam.

2 Reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mikaía, hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam.

3 Abías entró en combate con un ejército de valientes guerreros: 400.000 hombres escogidos; Jeroboam se ordenó en batalla contra él con 800.000 guerreros escogidos y valerosos.

4 Abías se levantó en el monte Semaráyim, que está en la montaña de Efraím, y dijo: «¡Oídme, Jeroboam y todo Israel!

5 ¿Acaso no sabéis que Yahveh, el Dios de Israel, dio el reino de Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, con pacto de sal?

6 Pero Jeroboam, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor.

7 Se juntaron con él unos hombres fatuos y malvados y prevalecieron sobre Roboam, hijo de Salomón, pues Roboam era joven y débil de corazón y no podía resistirles.

8 ¿Y ahora tratáis vosotros de poner resistencia al reino de Yahveh, que está en manos de los hijos de David, porque vosotros sois una gran muchedumbre? Pero tenéis los becerros de oro que Jeroboam os puso por dioses.

9 ¿No habéis expulsado a los sacerdotes de Yahveh, los hijos de Aarón y los levitas? ¿No os habéis hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete carneros y pide ser consagrado, es hecho sacerdote de los que no son dioses.

10 Cuanto a nosotros, Yahveh es nuestro Dios y no le hemos abandonado; los sacerdotes que sirven a Yahveh son los hijos de Aarón, igual que los levitas en su ministerio.

11 Cada mañana y cada tarde quemamos holocaustos a Yahveh, y tenemos el incienso aromático; las filas de pan están sobre la mesa pura, y el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde, pues nosotros guardamos el ritual de Yahveh nuestro Dios, en tanto que vosotros le habéis abandonado.

12 He aquí que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus sacerdotes y las trompetas del clamor, para lanzar el grito de guerra contra vosotros. Israelitas, no hagáis la guerra contra Yahveh, el Dios de vuestros padres, porque nada conseguiréis.»

13 Entre tanto, Jeroboam hizo dar un rodeo para poner una emboscada y atacarles por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada a espaldas de éstos.

14 Al volver Judá la cabeza, vio que se presentaba combate de frente y por detrás.

15 Entonces clamaron a Yahveh y, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al alzar el grito de guerra los hombres de Judá, desbarató Dios a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá.

16 Huyeron los israelitas delante de Judá, y Dios los entregó en sus manos.

17 Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron 500.000 hombres escogidos de Israel.

18 Quedaron entonces humillados los israelitas y prevalecieron los hijos de Judá por haberse apoyado en Yahveh, el Dios de sus padres.

19 Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.

20 Jeroboam ya no tuvo fuerza en los días de Abías, pues Yahveh le hirió y murió.

21 Pero Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas.

22 El resto de los hechos de Abías, sus hechos y sus acciones, están escritos en el midrás del profeta Iddó.

23 Se acostó Abías con sus padres y le sepultaron en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asá. En su tiempo el país estuvo en paz durante diez años.

2 Crónicas 14

1 Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos de Yahveh su Dios.

2 Suprimió los altares del culto extranjero y los altos; rompió las estelas, abatió los cipos,

3 y mandó a Judá que buscase a Yahveh, el Dios de sus padres, y cumpliese la ley y los mandamientos.

4 Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los altos y los altares de incienso; y el reino estuvo en paz bajo su reinado.

5 Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yahveh le había dado tranquilidad.

6 Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a nuestra disposición; pues hemos buscado a Yahveh, nuestro Dios, y por haberle buscado, él nos ha dado paz por todas partes.» Edificaron, pues y prosperaron.

7 Asá tenía un ejército de 300.000 hombres de Judá, que llevaban pavés y lanza, y 280.000 de Benjamín, que llevaban escudo y eran arqueros; todos ellos esforzados guerreros.

8 Salió contra ellos Zéraj el etíope, con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá.

9 Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle de Sefatá, junto a Maresá.

10 Asá invocó a Yahveh su Dios, y dijo: «¡Oh Yahveh, sólo tú puedes ayudar entre el poderoso y el desvalido! ¡Ayúdanos, pues, Yahveh, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! ¡Yahveh, tú eres nuestro Dios! ¡No prevalezca contra ti hombre alguno!»

11 Yahveh derrotó a los etíopes ante Asá y Judá; y los etíopes se pusieron en fuga.

12 Asá y la gente que con él estaba los persiguieron hasta Guerar; y cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados delante de Yahveh y su campamento; y se recogió un botín inmenso.

13 Batieron todas las ciudades de los alrededores de Guerar, porque el terror de Yahveh cayó sobre ellas; y saquearon todas las ciudades, pues había en ellas gran botín.

14 Asimismo atacaron las majadas y capturaron gran cantidad de ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.

2 Crónicas 15

1 Vino entonces el espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Oded,

2 el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Oídme vosotros, Asá y todo Judá y Benjamín! Yahveh estará con vosotros mientras vosotros estéis con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará.

3 Durante mucho tiempo Israel estará sin verdadero Dios, sin sacerdote que enseñe y sin ley.

4 Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahveh, el Dios de Israel, y le busque, él se dejará hallar de ellos.

5 En aquellos tiempos no habrá paz para los hombres, sino grandes terrores sobre todos los habitantes de los países.

6 Chocarán pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios los conturbará con toda suerte de aflicciones.

7 ¡Vosotros, pues, esforzaos, y que no se debiliten vuestras manos! Porque vuestras obras tendrán recompensa."

8 Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo desaparecer los monstruos abominables de todo el país de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím, y restauró el altar de Yahveh, que estaba ante el vestíbulo de Yahveh.

9 Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los israelitas, viendo que Yahveh su Dios estaba con él.

10 Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asá.

11 Aquel día ofrecieron a Yahveh sacrificios del botín que habían traído: setecientos bueyes y 7.000 ovejas.

12 Y se obligaron con un pacto a buscar a Yahveh, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma;

13 y que todo aquel que no buscase a Yahveh, el Dios de Israel, moriría, desde el pequeño hasta el grande, hombre o mujer.

14 Juraron, pues, a Yahveh en alta voz, con gritos de júbilo y al son de las trompetas y cuernos.

15 Y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo corazón había prestado el juramento, y con plena voluntad había buscado a Yahveh. Por eso él se dejó hallar de ellos; y le dio paz por todas partes.

16 El rey Asá llegó a quitar a Maaká, su madre, el título de Gran Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror, lo hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón.

17 Pero no desaparecieron los altos de en medio de Israel, aun cuando el corazón de Asá fue perfecto todos sus días.

18 Llevó a la Casa de Dios las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios.

19 No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asá.

2 Crónicas 16

1 El año 36 del reinado de Asá subió Basá, rey de Israel, contra Judá, y fortificó a Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá.

2 Sacó entonces Asá plata y oro de los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y envió mensajeros a Ben Hadad, rey de Aram, que habitaba en Damasco, diciendo:

3 «Haya alianza entre nosotros, como entre mi padre y tu padre; te envío plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.»

4 Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel; conquistó Iyyón, Dan, Abel Máyim y todos los depósitos de las ciudades situadas en Neftalí.

5 Cuando Basá lo supo, suspendió las fortificaciones de Ramá e hizo parar su obra.

6 Entonces el rey Asá tomó a todo Judá y se llevaron de Ramá las piedras y maderas que Basá había empleado para la construcción; y con ella fortificó Gueba y Mispá.

7 En aquel tiempo el vidente Jananí fue donde Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Aram, y no haberte apoyado en Yahveh tu Dios, por eso se ha escapado de tu mano el ejército del rey de Aram.

8 ¿No eran un ejército numeroso los etíopes y los libios, con carros y una muchedumbre de hombres de carro? Y, sin embargo, por haber puesto tu confianza en Yahveh, él los entregó en tu mano.

9 Porque los ojos de Yahveh recorren toda la tierra, para fortalecer a los que tienen corazón entero para con él. Has procedido neciamente en esto, y por eso de aquí en adelante tendrás guerras.»

10 Irritóse entonces Asá contra el vidente y lo metió en la cárcel, pues estaba enojado con él por este asunto. En esa época también maltrató Asá a varios del pueblo.

11 Estos son los hechos de Asá, los primeros y los postreros; están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel.

12 El año 39 de su reinado enfermó Asá de los pies, pero tampoco en su enfermedad buscó a Yahveh, sino a los médicos.

13 Se acostó Asá con sus padres. Murió el año 41 de su reinado,

14 y le sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de David. Lo pusieron sobre un lecho lleno de bálsamo, de aromas y de ungüentos preparados según el arte de los perfumistas; y le encendieron un fuego enorme.

2 Crónicas 17

1 En su lugar reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Israel.

2 Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y estableció gobernadores en el país de Judá y en las ciudades de Efraím, que Asá su padre había conquistado.

3 Estuvo Yahveh con Josafat, porque anduvo por los caminos que había seguido anteriormente su padre David y no buscó a los Baales,

4 sino que buscó al Dios de sus padres andando en sus mandamientos, sin imitar los hechos de Israel.

5 Yahveh consolidó el reino en su mano; y todo Judá traía presentes a Josafat, que adquirió grandes riquezas y honores.

6 Su corazón cobró ánimo en los caminos de Yahveh, hasta hacer desaparecer de Judá los altos y los cipos.

7 El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáyil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas para que enseñasen en las ciudades de Judá,

8 y con ellos a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asahel, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías, y con estos levitas a los sacerdotes Elisamá y Yehoram,

9 los cuales enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de Yahveh. Recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo.

10 El terror de Yahveh se apoderó de todos los reinos de los países que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron guerra contra Josafat.

11 Los filisteos trajeron a Josafat presentes y plata como tributo. También los árabes le trajeron ganado menor: 7.700 carneros y 7.700 machos cabríos.

12 Así Josafat iba engrandeciéndose cada vez más, hasta lo sumo, y edificó en Judá castillos y ciudades de aprovisionamiento.

13 Llevó a cabo muchas obras en las ciudades de Judá, y tuvo una guarnición de guerreros escogidos en Jerusalén.

14 Esta es la lista, por sus casas paternas: De Judá, jefes de millar: Adná, el jefe, y con él 300.000 hombres esforzados.

15 A su lado el jefe Yehojanán, y con él 280.000.

16 A su lado Amasías, hijo de Zikrí, que se había consagrado espontáneamente a Yahveh, y bajo su mando 200.000 hombres esforzados.

17 De Benjamín: Elyadá, hombre valeroso, y con él, 200.000 armados de arco y escudo.

18 A su lado Yehozabad, y con él, 180.000 equipados para la guerra.

19 Estos eran los que servían al rey, sin contar los que el rey había puesto en las ciudades fortificadas por todo Judá.

2 Crónicas 18

1 Josafat tuvo grandes riquezas y honores; emparentó con Ajab,

2 y al cabo de algunos años bajó a visitarle a Samaría. Ajab sacrificó gran número de ovejas y de bueyes para él y la gente que le acompañaba; y le incitó a que subiese con él contra Ramot de Galaad.

3 Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad?» Le contestó: «Yo soy como tú, y tu pueblo como mi pueblo; contigo estaremos en la batalla.»

4 Pero Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la palabra de Yahveh.»

5 El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Dios la entregará en manos del rey.

6 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún otro profeta de Yahveh a quien podamos consultar?»

7 Respondió el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, pues nunca me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» A lo que respondió Josafat: «No hable el rey así.»

8 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»

9 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada cual en su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.

10 Sedecías, hijo de Kenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: «Así dice Yahveh: Con estos acornearás a Aram hasta acabar con ellos.

11 Y todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahveh la entregará en manos del rey.»

12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey, procura hablar como uno de ellos y anuncia el bien.»

13 Respondió Miqueas "«¡Vive Yahveh, que lo que mi Dios me diga, eso anunciaré!»

14 Llegó donde el rey; y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla, o debo desistir?» Le respondió: «Subid, tendréis éxito. Serán entregados en vuestras manos.»

15 Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre de Yahveh?»

16 Entonces él dijo: «He visto todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor; Yahveh ha dicho: No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa.»

17 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien sino el mal?»

18 Miqueas entonces dijo: «Escuchad, pues, la palabra de Yahveh: He visto a Yahveh sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su derecha y a su izquierda.

19 Preguntó Yahveh: "¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?" Y el uno decía una cosa y el otro otra.

20 Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: "Yo le engañaré" Le preguntó Yahveh: "¿De qué modo?"

21 Respondió: "Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas." Y Yahveh dijo: "Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así"

22 Ahora, pues, Yahveh ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.»

23 Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yahveh para hablarte a ti?».

24 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de aposento en aposento.»

25 El rey de Israel dijo: «Prended a Miqueas y llevádselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey;

26 y les diréis: "Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso."»

27 Miqueas dijo: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh por mí.»

28 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad.

29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se disfrazó, y así entraron en la batalla.

30 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»

31 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que es el rey de Israel», y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat gritó y Yahveh le socorrió, alejándolos Dios de él.

32 Viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él.

33 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza; el rey dijo al auriga: «Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.»

34 Pero arreció aquel día la batalla, y el rey de Israel fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos hasta la tarde; y a la caída del sol murió.

2 Crónicas 19

1 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba en paz a su casa, a Jerusalén,

2 salióle al encuentro Jehú, hijo de Jananí el vidente, y le dijo al rey Josafat: «¿Tú ayudas al malo y amas a los que aborrecen a Yahveh? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Yahveh.

3 Sin embargo, han sido halladas en ti obras buenas, porque has quitado de esta tierra los cipos, y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios.»

4 Residía Josafat en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la montaña de Efraím; y los convirtió a Yahveh, el Dios de sus padres.

5 Estableció jueces en el país, en todas las ciudades fortificadas de Judá, de ciudad en ciudad;

6 y dijo a los jueces: «Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en nombre de los hombres, sino en nombre de Yahveh, que está con vosotros cuando administráis justicia.

7 ¡Que esté sobre vosotros el temor de Yahveh! Atended bien a lo que hacéis, porque en Yahveh nuestro Dios no hay iniquidad ni acepción de personas ni soborno.»

8 También en Jerusalén estableció Josafat levitas, sacerdotes y cabezas de familia de Israel, para la administración de la justicia de Yahveh y para los litigios. Estos habitaban en Jerusalén.

9 Les dio esta orden: «Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con fidelidad y con corazón perfecto.

10 En todo pleito que venga a vosotros de parte de vuestros hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas de sangre o cuestiones de la Ley, de los mandamientos, decretos y sentencias, habéis de esclarecerlos, a fin de que no se hagan culpables para con Yahveh y se encienda su ira contra vosotros y contra vuestros hermanos. Obrando así, no os haréis culpables.

11 «Amarías, como sacerdote, será vuestro jefe en todos las asuntos de Yahveh; y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, en todos los asuntos del rey. Los levitas os servirán de escribas. ¡Esforzaos, y manos a la obra! Y Yahveh sea con el bueno.»

2 Crónicas 20

1 Después de esto, los moabitas y ammonitas, y con ellos algunos maonitas, marcharon contra Josafat para atacarle.

2 Vinieron mensajeros que avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra ti una gran muchedumbre de gentes de allende el mar, de Edom, que están ya en Jasasón Tamar, o sea, Engadí.»

3 Tuvo miedo y se dispuso a buscar a Yahveh promulgando un ayuno para todo Judá.

4 Congregóse Judá para implorar a Yahveh, y también de todas las ciudades de Judá vino gente a suplicar a Yahveh.

5 Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la Casa de Yahveh, delante del atrio nuevo,

6 dijo: «Yahveh, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en el cielo, y no dominas tú en todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano el poder y la fortaleza, sin que nadie pueda resistirte?

7 ¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la posteridad de tu amigo Abraham para siempre?

8 Ellos la han habitado, y han edificado un santuario a tu Nombre, diciendo:

9 "Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre, nos presentaremos delante de esta Casa, y delante de ti, porque tu Nombre reside en esta Casa; clamaremos a tí en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás."

10 «Pero ahora, mira que los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, a donde no dejaste entrar a Israel cuando salía de la tierra de Egipto, por lo cual Israel se apartó de ellos sin destruirlos,

11 ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has legado.

12 Oh Dios nuestro, ¿no harás tú justicia con ellos? Pues nosotros no tenemos fuerza contra esta gran multitud que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos se vuelven hacia ti.»

13 Todo Judá estaba en pie ante Yahveh con sus niños, sus mujeres y sus hijos.

14 Vino el espíritu de Yahveh sobre Yajaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Yeiel, hijo de Mattanías, levita, de los hijos de Asaf, que estaba en medio de la asamblea,

15 y dijo: «¡Atended vosotros, Judá entero y habitantes de Jerusalén, y tú, oh rey Josafat! Así os dice Yahveh: No temáis ni os asustéis ante esa gran muchedumbre; porque esta guerra no es vuestra, sino de Dios.

16 Bajad contra ellos mañana; mirad, ellos van a subir por la cuesta de Sis. Los encontraréis en el valle de Sof, junto al desierto de Yeruel.

17 No tendréis que pelear en esta ocasión. Apostaos y quedaos quietos, y veréis la salvación de Yahveh que vendrá sobre vosotros, oh Judá y Jerusalén. ¡No temáis ni os asustéis! Salid mañana al encuentro de ellos, pues Yahveh estará con vosotros.»

18 Josafat se inclinó rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante Yahveh para adorar a Yahveh.

19 Y los levitas, de los hijos de los quehatitas y de la estirpe de los coreítas, se levantaron para alabar con gran clamor a Yahveh, el Dios de Israel.

20 Al día siguiente se levantaron temprano y salieron al desierto de Técoa. Mientras iban saliendo, Josafat, puesto en pie, dijo: «¡Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén! Tened confianza en Yahveh vuestro Dios y estaréis seguros; tened confianza en sus profetas y triunfaréis.»

21 Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que, vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los guerreros, cantasen en honor de Yahveh: «¡Alabad a Yahveh porque es eterno su amor!»

22 Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados.

23 Porque se levantaron los ammonitas y moabitas contra los moradores del monte Seír, para entregarlos al anatema y aniquilarlos, y cuando hubieron acabado con los moradores de Seír se aplicaron a destruirse mutuamente.

24 Judá había venido a la atalaya del desierto y se volvieron hacia la multitud, pero no había más que cadáveres tendidos por tierra; pues ninguno pudo escapar.

25 Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y hallaron mucho ganado, riquezas y vestidos y objetos preciosos, y recogieron tanto que no lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era abundante.

26 Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraká, y allí bendijeron a Yahveh; por eso se llama aquel lugar valle de Beraká hasta el día de hoy.

27 Después todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al frente, regresaron con júbilo a Jerusalén, porque Yahveh les había colmado de gozo a costa de sus enemigos.

28 Entraron en Jerusalén, en la Casa de Yahveh, con salterios, cítaras y trompetas.

29 El terror de Dios cayó sobre todos los reinos de los países cuando supieron que Yahveh había peleado contra los enemigos de Israel.

30 El reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio paz por todos lados.

31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí.

32 Siguió en todo el camino de su padre Asá, sin desviarse de él, haciendo lo que era recto a los ojos de Yahveh.

33 Con todo no desaparecieron los altos, pues el pueblo aún no había fijado su corazón en el Dios de sus padres.

34 El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están escritos en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla inserta en el libro de los reyes de Israel.

35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, que le impulsó a hacer el mal.

36 Se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis; y fabricaron las naves en Esyón Guéber.

37 Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, Yahveh ha abierto brecha en tus obras.» En efecto, las naves se destrozaron y no pudieron ir a Tarsis.

2 Crónicas 21

1 Se acostó Josafat con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Joram.

2 Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran Azarías, Yejiel, Zacarías, Azaryau, Miguel y Sefatías. Todos estos eran hijos de Josafat, rey de Israel.

3 Su padre les había hecho grandes donaciones de plata, oro y objetos preciosos, y ciudades fuertes en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque era el primogénito.

4 Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se afianzó en él pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de Israel.

5 32 años tenía Joram cuando empezó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén.

6 Anduvo por el camino de los reyes de Israel, como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo el mal a los ojos de Yahveh.

7 Pero Yahveh no quiso destruir la casa de David, a causa de la alianza que había hecho con David, porque le había prometido que le daría siempre una lámpara a él y a sus hijos.

8 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá y se proclamaron un rey.

9 Pasó Joram con sus jefes, y con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a los de Edom que le tenían cercado, a él y a los jefes de los carros.

10 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy. Por ese mismo tiempo se rebeló Libná de bajo su mano, porque había abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.

11 Construyó asimismo altos en los montes de Judá, incitó a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a Judá.

12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía: «Así dice Yahveh, el Dios de tu padre David: Porque no has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá,

13 sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo las prostituciones de la casa de Ajab, y también porque has dado muerte a tus hermanos de la casa de tu padre que eran mejores que tú;

14 he aquí que Yahveh castigará con terrible azote a tu pueblo, tus hijos, tus mujeres y toda tu hacienda;

15 tú mismo padecerás grandes enfermedades y una dolencia de entrañas tal, que día tras día se te saldrán fuera a causa de la enfermedad.»

16 Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los árabes, vecinos de los etíopes,

17 que subieron contra Judá y lo invadieron llevándose todas las riquezas que hallaron en la casa del rey, y también a sus hijos y a sus mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor.

18 Después de todo esto le hirió Yahveh con una enfermedad incurable de vientre.

19 Y al cabo de cierto tiempo, al fin del año segundo, se le salieron las entrañas a causa de su enfermedad, y murió en medio de terribles dolores. El pueblo no le encendió fuego, como lo había encendido por su padre.

20 Tenía 32 años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Se fue sin que nadie le llorara; y le sepultaron en la ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes.

2 Crónicas 22

1 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido el campamento había dado muerte a todos los mayores, de suerte que llegó a ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.

2 Tenía Ocozías cuarenta y dos años cuando empezó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omrí.

3 También él siguió los caminos de la casa de Ajab, pues su madre le instigaba a hacer el mal.

4 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como los de la casa de Ajab, porque después de la muerte de su padre fueron ellos sus consejeros para su perdición.

5 También por consejo de ellos fue con Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, para combatir a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad; los arameos hirieron a Joram,

6 que se retiró a Yizreel, para curarse de las heridas que había recibido en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Aram. Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel para visitar a Joram, hijo de Ajab, que se hallaba enfermo;

7 esta visita a Joram vino de Dios para ruina de Ocozías; pues llegado allí, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien Yahveh había ungido para exterminar la casa de Ajab.

8 Mientras Jehú hacía justicia de la casa de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y con los hijos de los hermanos de Ocozías que se hallaban al servicio de Ocozías, y los mató.

9 Buscó luego a Ocozías, al que prendieron en Samaría, donde se había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yahveh con todo su corazón.» No quedó de la casa de Ocozías nadie que fuese capaz de reinar.

10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó a toda la estirpe real de la casa de Judá.

11 Pero Yehosebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y lo puso a él y a su nodriza en el dormitorio. Yehosebá, hija del rey Joram, mujer del sacerdote Yehoyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de la vista de Atalía, que no pudo matarle.

12 Seis años estuvo escondido con ellos en la Casa de Dios, mientras Atalía reinaba en el país.

2 Crónicas 23

1 El año séptimo, Yehoyadá cobró ánimo y envió a buscar a los jefes de cien, a Azarías, hijo de Yerojam; a Ismael, hijo de Yehojanán; a Azarías, hijo de Obed; a Maaseías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de Zikrí; concertando un pacto con ellos,

2 recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá, y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén.

3 Toda la asamblea hizo alianza con el rey en la Casa de Dios; Yehoyadá les dijo: «Aquí tenéis al hijo del rey que ha de reinar, como dijo Yahveh de los hijos de David.

4 Esto es lo que tenéis que hacer: Un tercio de vosotros, así sacerdotes como levitas, los que entráis el sábado, se quedarán de porteros en las entradas;

5 otro tercio, en la casa del rey; y otro tercio, en la casa del Fundamento; mientras que todo el pueblo estará en los atrios de la Casa de Yahveh.

6 Nadie podrá entrar en la Casa de Yahveh fuera de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados, pero todo el pueblo tiene que guardar el precepto de Yahveh.

7 Los levitas se pondrán en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano, y cualquiera que penetre en la Casa, morirá. Sólo ellos acompañarán al rey cuando entre y cuando salga.»

8 Los levitas y todo Judá hicieron cuanto les había mandado el sacerdote Yehoyadá. Tomó cada uno a sus hombres, tanto los que entraban el sábado como los que salían el sábado; pues el sacerdote Yehoyadá no exceptuó a ninguna de las secciones.

9 El sacerdote Yehoyadá entregó a los jefes de cien las lanzas y los escudos, grandes y pequeños, del rey David, que se hallaban en la Casa de Dios,

10 y apostó a todo el pueblo, cada uno con sus armas en la mano, desde el ala oriental de la Casa hasta el ala occidental, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey.

11 Hicieron salir entonces al hijo del rey y le pusieron la diadema y el Testimonio. Le proclamaron rey; Yehoyadá y sus hijos le ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!».

12 Al oír Atalía los gritos del pueblo que corría y aclamaba al rey, vino a la Casa de Yahveh, donde estaba el pueblo,

13 miró, y vio al rey en pie junto a la columna, a la entrada, y a los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo de la tierra, lleno de alegría, que tocaba las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de música, dirigían los cánticos de alabanza. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!»

14 Pero el sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de cien, que estaban al frente de las tropas, y les dijo: «Hacedla salir de las filas, y el que la siga que sea pasado a espada.» Porque había dicho el sacerdote: «No la matéis en la Casa de Yahveh.»

15 Así pues, ellos echaron mano de ella, y cuando llegó a la casa del rey por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.

16 Entonces Yehoyadá pactó alianza con todo el pueblo y el rey de que el pueblo sería pueblo de Yahveh.

17 Fue después todo el pueblo a la casa de Baal y la derribaron; rompieron sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de Baal, ante los altares.

18 Yehoyadá puso centinelas en la Casa de Yahveh, a los órdenes de los sacerdotes y levitas que David había distribuido en la Casa de Yahveh, conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los holocaustos con alegría y cánticos, según las disposiciones de David.

19 Puso porteros junto a las puertas de la Casa de Yahveh para que no entrase ninguno que por cualquier causa fuese inmundo.

20 Después tomó a los jefes de cien, a los notables, a los dirigentes del pueblo y al pueblo entero de la tierra; y haciendo descender al rey de la Casa de Yahveh, entraron por la puerta superior en la casa del rey y le sentaron en el trono del reino.

21 Todo el pueblo de la tierra estaba contento, y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, la habían matado a espada.

2 Crónicas 24

1 Siete años tenía Joás cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibía de Berseba.

2 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh durante toda la vida del sacerdote Yehoyadá.

3 Este le casó con dos mujeres, y engendró hijos e hijas.

4 Después de esto resolvió Joás restaurar la Casa de Yahveh.

5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorred las ciudades de Judá y juntad cada año plata en todo Israel para reparar la Casa de vuestro Dios; y daos prisa en ello.» Pero los levitas no se dieron prisa.

6 Llamó entonces el rey a Yehoyadá, sumo sacerdote, y le dijo: «¿Por qué no has tenido cuidado de que los levitas trajesen de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo de Yahveh, y la asamblea de Israel prescribieron para la Tienda del Testimonio?»

7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios, llegando incluso a emplear para los Baales todas las cosas consagradas a la Casa de Yahveh.

8 Mandó, pues, el rey que se hiciera un cofre, que fue colocado junto a la puerta de la Casa de Yahveh, por la parte exterior;

9 y echaron bando en Judá y en Jerusalén de que trajesen a Yahveh la contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto.

10 Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y traían la contribución y la echaban en el cofre hasta que se llenaba.

11 Cuando llevaban el cofre a los inspectores del rey, por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del rey y el inspector del sumo sacerdote para vaciar el cofre; luego, lo tomaban y lo volvían a su lugar. Así lo hacían cada vez, y recogían dinero en abundancia.

12 El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a los que trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh.

13 Trabajaron, pues, los encargados de la obra, y con sus trabajos adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su primer estado y la consolidaron.

14 Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Yehoyadá el resto del dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yahveh, utensilios para el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Durante toda la vida de Yehoyadá se ofrecieron siempre holocaustos en la Casa de Yahveh.

15 Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía 130 años cuando murió.

16 Le sepultaron en la Ciudad de David, con los reyes, porque había hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa.

17 Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído.

18 Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de esta culpa suya.

19 Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído.

20 Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios: ¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros.»

21 Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey le apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh.

22 Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al morir: «¡Véalo Yahveh y exija cuentas!»

23 A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos, que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco,

24 pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. De este modo los arameos hicieron justicia con Joás.

25 Y cuando se alejaron de él, dejándole gravemente enfermo, se conjuraron contra él sus servidores, por la sangre del hijo del sacerdote Yehoyadá, le mataron en su lecho y murió. Le sepultaron en la Ciudad de David, pero no le sepultaron en los sepulcros de los reyes.

26 Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simat la ammonita, y Yehozabad, hijo de Simrit la moabita.

27 Lo tocante a sus hijos, la gran cantidad de impuestos que percibió y la restauración de la Casa de Dios, se halla escrito en el midrás del libro de los reyes. En su lugar reinó su hijo Amasías.

2 Crónicas 25

1 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yehoaddán, de Jerusalén.

2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, aunque no de todo corazón.

3 Cuando se afianzó en su reinado, dio muerte a los servidores que habían matado al rey su padre.

4 Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Yahveh tenía prescrito: «No han de morir los padres por los hijos ni los hijos han de morir por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.»

5 Amasías congregó a Judá y estableció por todo Judá y Benjamín, según las casas paternas, jefes de millar y jefes de cien; hizo el censo de ellos, desde los veinte años para arriba, y halló 300.000 hombres escogidos, aptos para la guerra y el manejo de lanza y pavés.

6 Tomó también a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, a 100.000 hombres valientes.

7 Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no salga contigo el ejército de Israel, porque Yahveh no está con Israel, ni con ninguno de los efraimitas.

8 Si vienen contigo, tú te portarás esforzadamente en la batalla, pero Dios te hará caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y para derribar.»

9 Respondió Amasías al hombre de Dios: «¿Y qué hacer con los cien talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de Dios: «Tiene Yahveh poder para darte mucho más que eso.»

10 Y Amasías apartó los destacamentos que le habían venido de Efraím, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra Judá y se volvieron a sus casas ardiendo en cólera.

11 Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes.

12 Los hijos de Judá apresaron vivos a otros 10.000 y, llevándolos a la cumbre de la peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos reventados.

13 Entretanto, la tropa que Amasías había hecho volver, para que no fuesen con él a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Judá, desde Samaría hasta Bet Jorón, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogió mucho botín.

14 Después de regresar Amasías de su victoria sobre los edomitas, introdujo los dioses de los seiríes; eligió los dioses de ellos, postróse ante ellos y les quemó incienso.

15 Se encendió la ira de Yahveh contra Amasías y le envió un profeta, que le dijo: «¿Por qué has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han podido librar de tu mano a su propia gente?»

16 Mientras él le hablaba, Amasías le interrumpió: «¿Acaso te hemos hecho consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?» El profeta concluyó diciendo: «Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo.»

17 Amasías, rey de Judá, después de haber deliberado, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: «¡Sube y nos veremos las caras!»

18 Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.

19 Tú te dices: "He derrotado a Edom." Por eso te lleva tu corazón a jactarte. Sé glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»

20 Pero Amasías no le escuchó, pues era disposición de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de Edom.

21 Subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron, él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá.

22 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.

23 Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, en Bet Semes y le llevó a Jerusalén; y abrió una brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Angulo.

24 Tomó todo el oro y la plata y todos los objetos que se hallaban al cuidado de Obededom en la Casa de Dios, y los tesoros de la casa del rey, así como también rehenes, y se volvió a Samaría.

25 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sirvió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.

26 El resto de los hechos de Amasías, los primeros y los postreros, ¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel?

27 Después que Amasías se apartó de Yahveh, se conjuraron contra él en Jerusalén, por lo que huyó a Lakís; pero enviaron gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron.

28 Trajéronle a caballo y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David.

2 Crónicas 26

1 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.

2 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres.

3 Dieciséis años tenía Ozías cuando empezó a reinar, y reinó 52 años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yekoliá, de Jerusalén.

4 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías.

5 Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que le instruyó en el temor de Dios; y mientras buscó a Yahveh, Dios le dio prosperidad.

6 Salió a campaña contra los filisteos y abrió brecha en el muro de Gat, en el muro de Yabné y en el muro de Asdod; restauró las ciudades en la región de Asdod y entre los filisteos.

7 Dios le ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en Gur Báal y contra los meunitas.

8 Los ammonitas pagaron tributo a Ozías, y su fama llegó hasta la frontera de Egipto, porque se había hecho sumamente poderoso.

9 Ozías construyó torres en Jerusalén sobre la puerta del Angulo, sobre la puerta del Valle y en el Angulo, y las fortificó.

10 Construyó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas, pues poseía numerosos ganados en la Tierra Baja y en la llanura, así como labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque le gustaba la agricultura.

11 Ozías tenía un ejército que hacía la guerra; salía a campaña por grupos, conforme al número de su censo hecho bajo la vigilancia de Yeiel el escriba, y Maaseías el notario, a las órdenes de Jananías, uno de los jefes del rey.

12 El número total de los jefes de familia era de 2.600 hombres esforzados.

13 A sus órdenes había un ejército de campaña de 307.500 hombres, que hacían la guerra con gran valor, para ayudar al rey contra el enemigo.

14 Ozías proporcionó a todo aquel ejército en cada una de sus campañas escudos y lanzas, yelmos y corazas, arcos y hondas, para tirar piedras.

15 Hizo construir en Jerusalén ingenios inventados por expertos, para colocarlos sobre las torres y los ángulos y para arrojar saetas y grandes piedras. Su fama se extendió lejos, porque fue prodigioso el modo como supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte.

16 Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahveh su Dios, entrando en el Templo de Yahveh para quemar incienso sobre el altar del incienso.

17 Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de Yahveh, hombres valientes,

18 que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahveh Dios!»

19 Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yahveh, junto al altar del incienso.

20 El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes volvieron hacía él sus ojos, y vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí a toda prisa; y él mismo se apresuró a salir, porque Yahveh le había herido.

21 El rey Ozías, quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa aislada, como leproso, porque había sido excluido de la Casa de Yahveh; su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey y administraba justicia al pueblo de la tierra.

22 El resto de los hechos de Ozías, los primeros y los postreros, los escribió el profeta Isaías, hijo de Amós.

23 Acostóse Ozías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros de los reyes, porque decían: «Es un leproso.» En su lugar reinó su hijo Jotam.

2 Crónicas 27

1 Tenía Jotam veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yerusá, hija de Sadoq.

2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hizo su padre Ozías, salvo que no penetró en el Templo de Yahveh. El pueblo, sin embargo, seguía corrompiéndose.

3 Construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh, e hizo muchas obras en los muros de Ofel.

4 Edificó también ciudades en la montaña de Judá, y edificó castillos y torres en las tierras de labor.

5 Hizo guerra contra el rey de los ammonitas, a los que venció. Los ammonitas le dieron aquel año cien talentos de plata, 10.000 cargas de trigo y 10.000 de cebada. Los ammonitas le trajeron lo mismo el año segundo y el tercero.

6 Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de Yahveh su Dios.

7 El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá.

8 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén.

9 Acostóse Jotam con sus padres, y le sepultaron en la Ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Ajaz.

2 Crónicas 28

1 Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su padre.

2 Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas para los Baales.

3 Quemó incienso en el valle de Ben Hinnom e hizo pasar a sus hijos por el fuego, según los ritos abominables de las gentes que Yahveh había arrojado de delante de los israelitas.

4 Ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso.

5 Yahveh su Dios le entregó en manos del rey de los arameos, que le derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados a Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le causó una gran derrota.

6 Pecaj, hijo de Remalías, mató en Judá en un solo día a 120.000, todos ellos hombres valientes; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.

7 Zikrí, uno de los valientes de Efraím, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricam, mayordomo de palacio, y a Elcaná, segundo después del rey.

8 Los israelitas se llevaron de entre sus hermanos 200.000 prisioneros: mujeres, hijos e hijas. Se apoderaron también de un enorme botín, que se llevaron a Samaría.

9 Había allí un profeta de Yahveh, llamado Oded, que salió al encuentro del ejército que volvía a Samaría, y les dijo: «He aquí que Yahveh, el Dios de vuestros padres, irritado contra Judá, los ha entregado en vuestras manos, mas vosotros los habéis matado con un furor que ha subido hasta el cielo.

10 Y ahora pensáis en someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como siervos y siervas vuestros. ¿Es que vosotros mismos no sois culpables contra Yahveh vuestro Dios?

11 Oídme, pues, y dejad volver a vuestros hermanos que habéis tomado prisioneros, porque el furor de la ira de Yahveh viene sobre vosotros.»

12 Entonces algunos hombres de los jefes de Efraím: Azarías, hijo de Yehojanán; Berekías, hijo de Mesillemot; Ezequías, hijo de Sallum, y Amasá, hijo de Jadlay, se levantaron contra los que venían de la guerra,

13 y les dijeron: «No metáis aquí a estos prisioneros. ¿Por qué, además de la culpa contra Yahveh que ya tenemos contra nosotros, habláis de aumentar todavía nuestros pecados y nuestro delito?; pues grande es nuestro delito y el furor de la ira amenaza a Israel.»

14 Entonces la tropa dejó a los prisioneros y el botín delante de los jefes y de toda la asamblea.

15 Levantáronse entonces los hombres nominalmente designados, reanimaron a los prisioneros y vistieron con el botín a todos los que estaban desnudos, dándoles vestido y calzado. Les dieron de comer y de beber y los ungieron; y transportaron en asnos a todos los débiles, los llevaron a Jericó, ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego se volvieron a Samaría.

16 En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asiria para que le socorriesen.

17 Porque los de Edom habían venido otra vez y habían derrotado a Judá, llevándose algunos prisioneros.

18 También los filisteos invadieron las ciudades de la Tierra Baja y del Négueb de Judá, y tomaron Bet Semes, Ayyalón, Guederot, Sokó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas, y se establecieron allí.

19 Porque Yahveh humillaba a Judá a causa de Ajaz, rey de Israel, que permitía el desenfreno de Judá, y se había rebelado contra Yahveh.

20 Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asiria; y le puso sitio, pero no le dominó.

21 Porque Ajaz despojó la Casa de Yahveh y la casa del rey y de los jefes, para dárselo al rey de Asiria, pero de nada le sirvió.

22 Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su rebeldía contra Yahveh.

23 Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram les ayudan a ellos; les ofreceré sacrificios, y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de su ruina y de la de todo Israel.

24 Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios e hizo añicos otros; cerró las puertas de la Casa de Yahveh y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén.

25 Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahveh, el Dios de sus padres.

26 El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las postreras, está escrito en el libro de los reyes de Judá e Israel.

27 Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la Ciudad, en Jerusalén: pues no le colocaron en los sepulcros de los reyes de Israel. En su lugar reinó su hijo Ezequías.

2 Crónicas 29

1 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías.

2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como David su padre.

3 En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas de la Casa de Yahveh y las reparó.

4 Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental,

5 y les dijo: «¡Escuchadme, levitas! Santificaos ahora y santificad la Casa de Yahveh, el Dios de vuestros padres; y sacad fuera del santuario la inmundicia.

6 Porque nuestros padres han sido infieles haciendo lo malo a los ojos de Yahveh, nuestro Dios; le han abandonado, y apartando sus rostros de la Morada de Yahveh, le han vuelto la espalda.

7 Hasta llegaron a cerrar las puertas del Vestíbulo, apagaron las lámparas, y no quemaron incienso ni ofrecieron holocaustos en el santuario al Dios de Israel.

8 Por eso la ira de Yahveh ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estáis viendo con vuestros ojos.

9 Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres se hallan en cautividad.

10 Pero ahora he decidido en mi corazón hacer alianza con Yahveh, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira.

11 Hijos míos, no seáis ahora negligentes; porque Yahveh os ha elegido a vosotros para que estéis en su presencia y le sirváis para ser sus ministros y para quemarle incienso.»

12 Levantáronse entonces los levitas Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, de los hijos de Quehat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Yallelel, de los hijos de Merarí; Yoaj, hijo de Zimmá, y Eden, hijo de Yoaj, de los hijos de los guersonitas;

13 Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Mattanías, de los hijos de Asaf;

14 Yejiel y Simí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uzziel, de los hijos de Yedutún.

15 Estos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a purificar la Casa de Yahveh, conforme al mandato del rey, según las palabras de Yahveh.

16 Los sacerdotes entraron en el interior de la Casa de Yahveh para purificarla, y sacaron al atrio de la Casa de Yahveh todas las impurezas que encontraron en el santuario de Yahveh. Los levitas, por su parte, las amontonaron para llevarlas fuera, al torrente de Cedrón.

17 Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el día octavo del mes llegaron al Vestíbulo de Yahveh; pasaron ocho días consagrando la Casa de Yahveh y el día dieciséis del mes primero habían acabado.

18 Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron: «Hemos purificado toda la Casa de Yahveh, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa de las filas de pan con todos sus utensilios.

19 Hemos preparado y santificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz durante su reinado con su infidelidad, y están ante el altar de Yahveh.»

20 Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la Casa de Yahveh

21 Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para el sacrificio por el pecado en favor del reino, del santuario y de Judá; y mandó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que ofreciesen holocaustos sobre el altar de Yahveh.

22 Inmolaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y rociaron el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el altar; degollaron igualmente los corderos y rociaron con la sangre el altar.

23 Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos;

24 los sacerdotes los inmolaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por todo Israel.

25 Luego estableció en la Casa de Yahveh a los levitas con címbalos, salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta; pues de mano de Yahveh había venido ese mandamiento, por medio de sus profetas.

26 Cuando ocuparon su sitio los levitas con los instrumentos de David, y los sacerdotes con las trompetas,

27 mandó Ezequías ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahveh, al son de las trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel.

28 Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto.

29 Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las rodillas y se postraron.

30 Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabasen a Yahveh con las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos cantaron alabanzas hasta la exaltación, e inclinándose, adoraron.

31 Después tomó Ezequías la palabra y dijo: «Ahora estáis enteramente consagrados a Yahveh; acercaos y ofreced víctimas y sacrificios de alabanza en la Casa de Yahveh.» Y la asamblea trajo sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también holocaustos.

32 El número de los holocaustos ofrecidos por la asamblea fue de setenta bueyes; cien carneros y doscientos corderos; todos ellos en holocausto a Yahveh.

33 Se consagraron también seiscientos bueyes y 3.000 ovejas.

34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar todos estos holocaustos, les ayudaron sus hermanos los levitas, hasta que terminaron la labor, y los sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban más dispuestos que los sacerdotes para santificarse.

35 Hubo, además, muchos holocaustos de grasa de los sacrificios de comunión y libaciones para el holocausto. Así quedó restablecido el culto de la Casa de Yahveh.

36 Ezequías y el pueblo entero se regocijaron de que Dios hubiera dispuesto al pueblo; pues todo se hizo rápidamente.

2 Crónicas 30

1 Ezequías envió mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también cartas a Efraím y Manasés, para que viniesen a la Casa de Yahveh, en Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yahveh, el Dios de Israel.

2 Pues el rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén habían determinado celebrar la Pascua en el mes segundo,

3 ya que no fue posible celebrarla a su debido tiempo, porque los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén.

4 Pareció bien esto a los ojos del rey y de toda la asamblea.

5 Y decidieron enviar aviso a todo Israel, desde Berseba hasta Dan, para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en que eran muchos los que no la habían celebrado según lo escrito.

6 Los correos, con las cartas del rey y de sus jefes, recorrieron todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado y decían: «Hijos de Israel, volveos a Yahveh, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al resto que ha quedado de vosotros, los que han escapado de la mano de los reyes de Asiria.

7 No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron infieles a Yahveh, el Dios de sus padres; por lo cual él los entregó a la desolación, como estáis viendo.

8 Ahora, no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres; dad la mano a Yahveh, venid a su santuario, que él ha santificado para siempre; servid a Yahveh, vuestro Dios, y se apartará de vosotros el furor de su ira.

9 Porque si os volvéis a Yahveh, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia ante aquellos que los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra, pues Yahveh vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os convertís a él.»

10 Los correos pasaron de ciudad en ciudad por el país de Efraím y de Manasés, llegaron hasta Zabulón; pero se reían y se burlaban de ellos.

11 Sin embargo, hubo hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón que se humillaron y vinieron a Jerusalén.

12 También en Judá se dejó sentir la mano de Dios, que les dio corazón unánime para cumplir el mandamiento del rey y de los jefes, según la palabra de Yahveh.

13 Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los Ázimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande.

14 Y se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén; quitaron también todos los altares de incienso y los arrojaron al torrente Cedrón.

15 Inmolaron la Pascua el día catorce del mes segundo. También los sacerdotes y los levitas, llenos de confusión, se santificaron y trajeron holocaustos a la Casa de Yahveh.

16 Ocuparon sus puestos según su reglamento, conforme a la Ley de Moisés, hombre de Dios; y los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas.

17 Y como muchos de la asamblea no se habían santificado, los levitas fueron encargados de inmolar los corderos pascuales para todos los que no se hallaban puros, a fin de santificarlos para Yahveh.

18 Pues una gran parte del pueblo, muchos de Efraím, de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se habían purificado, y con todo comieron la Pascua sin observar lo escrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: «¡Que Yahveh, que es bueno, perdone a todos aquellos

19 cuyo corazón está dispuesto a buscar al Dios Yahveh, el Dios de sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas sagradas!»

20 Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo.

21 Los israelitas que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Ázimos por siete días con gran alegría; mientras los levitas y los sacerdotes alababan a Yahveh todos los días con todas sus fuerzas.

22 Ezequías habló al corazón de todos los levitas que tenían perfecto conocimiento de Yahveh. Comieron durante los siete días las víctimas de la solemnidad, sacrificando sacrificios de comunión y alabando a Yahveh, el Dios de sus padres.

23 Toda la asamblea resolvió celebrar la solemnidad por otros siete días, y la celebraron con júbilo siete días más.

24 Porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para toda la asamblea mil novillos y 7.000 ovejas. Los jefes, por su parte, habían reservado para la asamblea mil novillos y 10.000 ovejas, pues ya se habían santificado muchos sacerdotes.

25 Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas y también toda la asamblea que había venido de Israel y los forasteros venidos de la tierra de Israel, lo mismo que los que habitaban en Judá, se llenaron de alegría.

26 Hubo gran gozo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no se había hecho cosa semejante en Jerusalén.

27 Después se levantaron los sacerdotes y los levitas, y bendijeron al pueblo; y fue oída su voz, y su oración penetró en el cielo, su santa morada.

2 Crónicas 31

1 Terminado todo esto, salieron todos los israelitas que se hallaban presentes a recorrer las ciudades de Judá; y rompieron las estelas, abatieron los cipos y derribaron los altos y los altares en todo Judá y Benjamín, y también en Efraím y Manasés, hasta acabar con ellos. Después volvieron todos los hijos de Israel, cada cual a su propiedad, a sus ciudades.

2 Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas, cada uno en su sección, según su servicio, ya fuera sacerdote, ya levita, ya se tratara de holocaustos y sacrificios de comunión, ya de servicio litúrgico, acción de gracias o himnos, en las puertas del campamento de Yahveh.

3 Destinó el rey una parte de su hacienda para los holocaustos, holocaustos de la mañana y de la tarde y holocaustos de los sábados, de los novilunios y de las solemnidades, según lo escrito en la Ley de Yahveh.

4 Mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregase la parte de los sacerdotes y levitas a fin de que pudiesen perseverar en la Ley de Yahveh.

5 Cuando se divulgó esta disposición, los israelitas trajeron en abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite y de la miel y de todos los productos del campo; presentaron igualmente el diezmo de todo en abundancia.

6 Los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá trajeron también el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las cosas sagradas consagradas a Yahveh, su Dios, y lo distribuyeron por montones.

7 En el mes tercero comenzaron a apilar los montones y terminaron el mes séptimo.

8 Vinieron Ezequías y los jefes a ver los montones y bendijeron a Yahveh y a su pueblo Israel.

9 Cuando Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de los montones,

10 respondió el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoq, y dijo: «Desde que se comenzaron a traer las ofrendas reservadas a la Casa de Yahveh, hemos comido y nos hemos saciado, y aún sobra muchísimo, porque Yahveh ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad es lo que sobra.»

11 Entonces mandó Ezequías que se preparasen salas en la Casa de Yahveh. Las prepararon,

12 y metieron allí en lugar seguro las ofrendas reservadas, los diezmos y las cosas consagradas. El levita Konanías fue nombrado intendente, y Simí, hermano suyo, era el segundo.

13 Yejiel, Azazías, Najat, Asahel, Yerimot, Yozabad, Eliel, Jismakías, Májat y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Konanías y de Simí, su hermano, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Azarías, príncipe de la Casa de Dios.

14 El levita Qoré, hijo de Yimná, portero de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, y de repartir la ofrenda reservada a Yahveh y las cosas sacratísimas.

15 En las ciudades sacerdotales estaban permanentemente bajo sus órdenes Eden, Minyamín, Yesúa, Semaías, Amarías y Sekanías, para repartir a sus hermanos, así grandes como chicos, según sus clases,

16 dejando aparte a los hombres de treinta años para arriba, inscritos en las genealogías, a todos los que entraban en la Casa de Yahveh, según la tarea de cada día, para cumplir los servicios de su ministerio, conforme a sus clases.

17 Los sacerdotes estaban inscritos en las genealogías, conforme a sus casas paternas, igual que los levitas, desde los veinte años en adelante, según sus obligaciones y sus clases.

18 Estaban también inscritos en las genealogías todos sus niños, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, de toda la asamblea, porque se santificaban fielmente por medio de las cosas sagradas.

19 Para los sacerdotes, hijos de Aarón, que vivían en el campo, en los ejidos de sus ciudades, había en cada ciudad hombres designados nominalmente, para dar las porciones a todos los varones de los sacerdotes, y a todos los levitas inscritos en las genealogías.

20 Esto hizo Ezequías en todo Judá haciendo lo bueno y recto y verdadero ante Yahveh su Dios.

21 Todas las obras que emprendió en servicio de la Casa de Dios, la Ley y los mandamientos, las hizo buscando a su Dios con todo su corazón y tuvo éxito.

2 Crónicas 32

1 Después de todas estas pruebas de fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, puso sitio a las ciudades fortificadas y mandó forzar las murallas.

2 Cuando vio Ezequías que Senaquerib venía con intención de atacar a Jerusalén,

3 tomó consejo con sus jefes y sus valientes en orden a cegar las fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.

4 Juntóse mucha gente, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría por medio de la región, diciendo: «Cuando vengan los reyes de Asiria, ¿por qué han de hallar tanta agua?»

5 Y cobrando ánimo, reparó toda la muralla que estaba derribada, alzando torres sobre la misma, levantó otro muralla exterior, fortificó el Milló en la Ciudad de David, y fabricó una gran cantidad de armas arrojadizas y escudos.

6 Puso jefes de combate sobre el pueblo, los reunió a su lado en la plaza de la puerta de la ciudad, y hablándoles al corazón, dijo:

7 «Sed fuertes y tened ánimo; no temáis, ni desmayéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque es más el que está con nosotros que el que está con él.

8 Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros combates.» Y el pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá.

9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando Lakís, con todas sus fuerzas, envió sus siervos a Jerusalén, a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén para decirles:

10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué ponéis vuestra confianza, para que permanezcáis cercados en Jerusalén?

11 ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y sed, cuando dice: "Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria"?

12 ¿No es este el mismo Ezequías que ha quitado sus altos y sus altares y ha dicho a Judá y Jerusalén: "Ante un solo altar os postraréis y sobre él habréis de quemar incienso"?

13 ¿Acaso no sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de los países? ¿Por ventura los dioses de las naciones de estos países han sido capaces de librar sus territorios de mi mano?

14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es que vuestro Dios podrá libraros de mi mano?

15 Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto menos podrá vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!»

16 Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra Ezequías su siervo.

17 Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel, hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»

18 Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos, y poder conquistar la ciudad,

19 y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombre.

20 En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.

21 Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey de Asiria; el cual volvió a su tierra cubierta la cara de vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los hijos de sus propias entrañas le hicieron caer a espada.

22 Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos sus enemigos, y les dio paz por todos lados.

23 Muchos trajeron entonces ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual de allí en adelante adquirió gran prestigio a los ojos de todas las naciones.

24 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa.

25 Pero Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se ensoberbeció su corazón, por lo cual la Cólera vino sobre él, sobre Judá y Jerusalén.

26 Mas después de haberse ensoberbecido en su corazón, se humilló Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos la ira de Yahveh en los días de Ezequías.

27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de objetos de valor.

28 Tuvo también almacenes para las rentas de trigo, de mosto y de aceite; pesebres para toda clase de ganado y apriscos para los rebaños.

29 Se hizo con asnos y poseía ganado menor y mayor en abundancia, pues Dios le había dado muchísima hacienda.

30 Este mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del Guijón y las condujo, bajo tierra, a la parte occidental de la Ciudad de David. Ezequías triunfó en todas sus empresas;

31 cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para investigar la señal maravillosa ocurrida en el país, Dios le abandonó para probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón.

32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras piadosas están escritos en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel.

33 Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo Manasés.

2 Crónicas 33

1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén.

2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.

3 Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado, alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.

4 Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.»

5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh,

6 e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnom; practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera.

7 Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.

8 Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a vuestros padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado, según toda la Ley, los decretos y las normas ordenados por Moisés.»

9 Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que hicieran mayores males que las gentes que Yahveh había exterminado delante de los israelitas.

10 Habló Yahveh a Manasés y a su pueblo, pero no hicieron caso.

11 Entonces Yahveh hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, le ataron con cadenas de bronce y le llevaron a Babilonia.

12 Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yahveh su Dios, humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.

13 Oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino. Entonces supo Manasés que Yahveh es el Dios.

14 Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los Peces, cercando el Ofel, y la elevó a gran altura. Puso también jefes del ejército en todas las plazas fuertes de Judá.

15 Quitó de la Casa de Yahveh los dioses extraños, el ídolo y todos los altares que había erigido en el monte de la Casa de Yahveh y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad.

16 Reedificó el altar de Yahveh y ofreció sobre él sacrificios de comunión y de alabanza, y mandó a Judá que sirviese a Yahveh, el Dios de Israel.

17 Sin embargo, el pueblo ofrecía aún sacrificios en los altos, aunque sólo a Yahveh su Dios.

18 El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Yahveh, Dios de Israel, se encuentran escritos en los Hechos de los reyes de Israel.

19 Su oración y cómo fue oído, todo su pecado, su infidelidad, los sitios donde edificó altos y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse: todo está escrito en los Hechos de Jozay.

20 Se acostó Manasés con sus padres, y le sepultaron en su casa. En su lugar reinó su hijo Amón.

21 Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén.

22 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como había hecho su padre Manasés. Amón ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que había fabricado su padre Manasés.

23 Pero no se humilló delante de Yahveh, como se había humillado su padre Manasés; al contrario, Amón cometió aún más pecados.

24 Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa.

25 Pero el pueblo de la tierra mató a todos los conjurados contra el rey Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.

2 Crónicas 34

1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en Jerusalén.

2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, siguiendo los caminos de su padre David; sin apartarse a derecha ni a izquierda.

3 El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los ídolos fundidos.

4 Derribaron en su presencia los altares de los Baales, hizo arrancar los altares de aromas que había sobre ellos, y rompió los cipos, las imágenes y los ídolos fundidos reduciéndolos a polvo, que esparció sobre las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios.

5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares y purificó a Judá y Jerusalén.

6 En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban,

7 derribó los altares, demolió los cipos y las estatuas y las redujo a polvo, y abatió los altares de aromas en toda la tierra de Israel. Después regresó a Jerusalén.

8 El año dieciocho de su reinado, mandó a Safán, hijo de Asalías, a Maasías, comandante de la ciudad, y a Yoaj, hijo de Yoajaz, heraldo, que reparasen la Casa de Yahveh su Dios para purificar la tierra y la Casa.

9 Fueron ellos donde el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero traído a la Casa de Dios, que los levitas y porteros habían recibido de Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén.

10 Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh, y éstos se lo dieron a los obreros para reparar y restaurar la Casa.

11 Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para comprar piedras de cantería y madera y vigas de trabazón para el maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá.

12 Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías y Mesul-lam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros levitas; todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos.

13 Dirigían también a los peones de carga y a todos los que trabajaban en la obra, en los distintos servicios. Entre los levitas había además, escribas, notarios y porteros.

14 Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley de Yahveh dada por Moisés;

15 y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán: «He encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh»; y Jilquías entregó el libro a Safán.

16 Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado.

17 Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han entregado a los encargados y a los que trabajan en la obra.»

18 El secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán leyó una parte en presencia del rey.

19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos,

20 y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey:

21 «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en este libro.»

22 Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo indicado;

23 ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí:

24 Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante del rey de Judá;

25 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se ha derramado sobre este lugar y no se apagará.

26 Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que has oído...

27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh.

28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey.

29 Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.

30 Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh.

31 Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma, cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro.

32 Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres.

33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las regiones de los israelitas, y obligó a todos los que se hallaban en Israel a servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el Dios de sus padres.

2 Crónicas 35

1 Josías celebró una Pascua en honor de Yahveh en Jerusalén; inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes.

2 Restableció a los sacerdotes en sus ministerios y los animó al servicio de la Casa de Yahveh.

3 Dijo a los levitas que tenían inteligencia para todo Israel y estaban consagrados a Yahveh: «Colocad el arca santa en la Casa que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habréis de llevarla a hombros; servid ahora a Yahveh vuestro Dios y a Israel, su pueblo.

4 Estad preparados según vuestras casas paternas y vuestras clases, conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por su hijo Salomón.

5 Ocupad vuestros sitios en el santuario según los grupos de casas paternas a disposición de vuestros hermanos, los hijos del pueblo; los levitas tendrán parte en la familia paterna.

6 E inmolad la Pascua, santificaos y preparadla para vuestros hermanos, cumpliendo la orden de Yahveh, dada por medio de Moisés.

7 Josías reservó para la gente del pueblo ganado menor, así corderos como cabritos, en número de 30.000, todos ellos como víctimas pascuales para cuantos se hallaban presentes, y 3.000 bueyes. Todo ello de la hacienda del rey.

8 También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes de la Casa de Dios, dieron a los sacerdotes, como víctimas pascuales, 2.600 ovejas y trescientos bueyes.

9 Konanías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Yeiel y Yozabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas 5.000 corderos pascuales y quinientos bueyes.

10 Preparado así el servicio, ocuparon los sacerdotes sus puestos, lo mismo que los levitas, según sus clases, conforme al mandato del rey.

11 Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas, los levitas las desollaban

12 y apartaban lo destinado al holocausto para darlo a las secciones de las casas paternas de los hijos del pueblo, a fin de que lo ofreciesen a Yahveh conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Lo mismo se hizo con los bueyes.

13 Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas sagradas en ollas, calderos y cazuelas, y las repartieron con presteza entre todos los hijos del pueblo.

14 Después prepararon la Pascua para sí y para los sacerdotes; porque los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí y para los sacerdotes, hijos de Aarón.

15 También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto, conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo preparaban todo.

16 De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yahveh para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yahveh, según la orden del rey Josías.

17 Los israelitas que se hallaban allí celebraron en ese tiempo la Pascua y la fiesta de los Ázimos durante siete días.

18 No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días de Samuel, profeta; y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.

19 Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.

20 Después de todo lo que hizo para reparar el Templo, subió Nekó, rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates; y Josías le salió al encuentro.

21 Nekó le envió mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.»

22 Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla, sin escuchar las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó para librar batalla en la llanura de Meguiddó.

23 Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos: «Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido.»

24 Sus siervos le sacaron del carro, y pasándole a otro carro que tenía, le llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.

25 Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha hecho costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones.

26 El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas conforme a lo escrito en la Ley de Yahveh,

27 y sus obras primeras y postreras, están escritas en el libro de los reyes de Israel y de Judá.

2 Crónicas 36

1 El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le proclamó rey en Jerusalén, en lugar de su padre.

2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén.

3 El rey de Egipto le destituyó en Jerusalén, e impuso al país una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.

4 El rey de Egipto proclamó rey de Judá y Jerusalén a Eliaquim, hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Yoyaquim. Y a Joacaz, su hermano, le tomó Nekó y lo llevó a Egipto.

5 Yoyaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios.

6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y le ató con cadenas de bronce para conducirle a Babilonia.

7 Nabucodonosor llevó también a Babilonia algunos objetos de la Casa de Yahveh que depositó en su santuario, en Babilonia.

8 El resto de los hechos de Yoyaquim, las abominaciones que cometió y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de los reyes de Israel y de Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquín.

9 Joaquín tenía ocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yahveh.

10 A la vuelta de un año mandó el rey Nabucodonosor que le llevasen a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de Yahveh, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de Joaquín.

11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén.

12 Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios, y no se humilló ante el profeta Jeremías que le hablaba por boca de Yahveh.

13 También él se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había hecho jurar por Dios; endureció su cerviz y se obstinó en su corazón, en vez de volverse a Yahveh, el Dios de Israel.

14 Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en Jerusalén.

15 Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada.

16 Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.

17 Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano.

18 Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó a Babilonia.

19 Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos.

20 Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino de los persas;

21 para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»

22 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:

23 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»



ESDRAS

Esdras 1

1 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:

2 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá.

3 Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él. Suba a Jerusalén, en Judá, a edificar la Casa de Yahveh, Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén.

4 A todo el resto del pueblo, donde residan, que las gentes del lugar les ayuden proporcionándoles plata, oro, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para la Casa de Dios que está en Jerusalén.»

5 Entonces los cabezas de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en marcha para subir a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén;

6 y todos sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, hacienda, ganado, objetos preciosos en cantidad, además de toda clase de ofrendas voluntarias.

7 El rey Ciro mandó tomar los utensilios de la Casa de Yahveh que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén y había depositado en el templo de su dios.

8 Ciro, rey de Persia, los puso en manos del tesorero Mitrídates, el cual los contó para entregárselos a Sesbassar, el príncipe de Judá.

9 Este es el inventario: fuentes de oro: 30; fuentes de plata: 1.000; reparadas: 29;

10 copas de oro: 30; copas de plata: 1.000; estropeadas: 410; otros utensilios: 1.000.

11 Total de los utensilios de oro y plata: 5.400. Todo esto se lo llevó Sesbassar cuando se permitió a los deportados volver de Babilonia a Jerusalén.

Esdras 2

1 Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio, aquellas que había deportado a Babilonia Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y Judá, cada uno a su ciudad.

2 Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Seraías, Reelaías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejum, Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel:

3 los hijos de Parós: 2.172;

4 los hijos de Sefatías: 372;

5 los hijos de Araj: 775;

6 los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab: 2.812;

7 los hijos de Elam: 1.254;

8 los hijos de Zattú: 945;

9 los hijos de Zakkay: 760;

10 los hijos de Baní: 642;

11 los hijos de Bebay: 623;

12 los hijos de Azgad: 1.222;

13 los hijos de Adonicam: 666;

14 los hijos de Bigvay: 2.056;

15 los hijos de Adín: 454;

16 los hijos de Ater, de Ezequías: 98;

17 los hijos de Besay: 323;

18 los hijos de Yorá: 112;

19 los hijos de Jasum: 223;

20 los hijos de Guibbar: 95;

21 los hombres de Belén: 123;

22 los hombres de Netofá: 56;

23 los hombres de Anatot: 128;

24 los hombres de Azmávet: 42;

25 los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743;

26 los hombres de Ramá y Gueba: 621;

27 los hombres de Mikmás: 122;

28 los hombres de Betel y de Ay: 223;

29 los hijos de Nebo: 52;

30 los hijos de Magbís: 156,

31 los hijos del otro Elam: 1.254;

32 los hijos de Jarim: 320;

33 los hombres de Lod, Jadid y Onó: 725;

34 los hombres de Jericó: 345;

35 los hombres de Senaá: 3.630.

36 Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973;

37 los hijos de Immer: 1.052;

38 los hijos de Pasjur: 1.247;

39 los hijos de Jarim: 1.017.

40 Levitas: los hijos de Josué, y de Cadmiel, de los hijos de Hodavías: 74.

41 Cantores: los hijos de Asaf: 128.

42 Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: en total 139.

43 Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot,

44 los hijos de Querós, los hijos de Siahá, los hijos de Padón,

45 los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Aqcub,

46 los hijos de Jagab, los hijos de Salmay, los hijos de Janán,

47 los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar, los hijos de Reaías,

48 los hijos de Resín, los hijos de Necodá, los hijos de Gazzam,

49 los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj, los hijos de Besay,

50 los hijos de Asná, los hijos de los meunitas, los hijos de los nefusitas,

51 los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur,

52 los hijos de Baslut, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá,

53 los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj,

54 los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.

55 Hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotay, los hijos de Has Soféret, los hijos de Perudá,

56 los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel,

57 los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret Hassebáyim, los hijos de Amí.

58 Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392.

59 Y estos son los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addán e Immer, y que no pudieron probar si su familia y su familia y su estirpe eran de origen israelita:

60 los hijos de Delaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 652.

61 Y entre los sacerdotes: los hijos de Jobayías, los hijos de Haqcós, los hijos de Barzillay - el cual se había casado con una de las hijas de Barzillay el gaaladita, cuyo nombre adoptó -.

62 Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban, por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos,

63 y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim.

64 La asamblea ascendía a 42.360 personas,

65 sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337. Tenían también 200 cantores y cantoras.

66 Tenían 736 caballos, 245 mulos,

67 435 camellos y 6.720 asnos.

68 Algunos de los cabezas de familia, al llegar a la Casa de Yahveh en Jerusalén, hicieron ofrendas voluntarias para la Casa de Dios, para que fuese reedificada en su mismo emplazamiento.

69 Según sus posibilidades, entregaron al tesoro de la obra 61.000 dracmas de oro, 5.000 minas de plata y 100 túnicas sacerdotales.

70 Los sacerdotes, los levitas y parte del pueblo se establecieron en Jerusalén; los cantores, los porteros y los donados, en sus ciudades respectivas. Todo Israel estaba, pues, en sus ciudades.

Esdras 3

1 Llegado el séptimo mes, los israelitas estaban ya en sus ciudades y entonces todo el pueblo se congregó como un solo hombre en Jerusalén.

2 Josué, hijo de Yosadaq, con sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de Sealtiel, con sus hermanos, se pusieron a reconstruir el altar del Dios de Israel, para ofrecer en él holocaustos, como está escrito en la Ley de Moisés, hombre de Dios.

3 Erigieron el altar en su emplazamiento, a pesar del temor que les infundían los pueblos de la tierra, y ofrecieron en él holocaustos a Yahveh, holocaustos de la mañana y de la tarde;

4 celebraron la fiesta de las Tiendas, según está escrito, con el número de holocaustos cotidianos establecidos según el rito de cada día;

5 después, ofrecieron el holocausto perpetuo y los de los sábados, novilunios y todas las solemnidades consagradas a Yahveh, además de lo que cada uno quería ofrecer voluntariamente a Yahveh.

6 Desde el día primero del séptimo mes, comenzaron a ofrecer holocaustos a Yahveh, aunque no se habían echado todavía los cimientos del santuario de Yahveh.

7 Se dio entonces dinero a los canteros y a los carpinteros; a los sidonios y a los tirios se les mandó víveres, bebidas y aceite, para que enviasen por mar a Joppe madera de cedro del Líbano, según la autorización de Ciro, rey de Persia.

8 El año segundo de su llegada a la Casa de Dios en Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes, los levitas y todos los que habían vuelto del destierro a Jerusalén, comenzaron la obra; designaron a algunos levitas, de veinte años en adelante, para dirigir las obras de la Casa de Yahveh.

9 Josué, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, los hijos de Hodavías, se pusieron como un solo hombre a dirigir a los que trabajaban en la obra de la Casa de Dios.

10 En cuanto los albañiles echaron los cimientos del santuario de Yahveh, se presentaron los sacerdotes, revestidos de lino fino, con trompetas, y los levitas, hijos de Asaf, con címbalos, para alabar a Yahveh según las prescripciones de David, rey de Israel.

11 Cantaron alabando y dando gracias a Yahveh: «Porque es bueno, porque es eterno su amor para Israel.» Y el pueblo entero prorrumpía en grandes clamores, alabando a Yahveh, porque la Casa de Yahveh tenía ya sus cimientos.

12 Muchos sacerdotes, levitas y jefes de familia, ya ancianos, que habían conocido con sus propios ojos la primera Casa, sobre sus cimientos, lloraban con grandes gemidos, mientras que otros lanzaban gozosos clamores.

13 Y nadie podía distinguir los acentos de clamor jubiloso de los acentos de lamentación del pueblo, porque el pueblo lanzaba grandes clamores, y el estrépito se podía oír desde muy lejos.

Esdras 4

1 Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín se enteraron de que los deportados estaban edificando un santuario a Yahveh, Dios de Israel,

2 se presentaron a Zorobabel, a Josué y a los cabezas de familia, y les dijeron: «Vamos a edificar junto con vosotros, porque, como vosotros, buscamos a vuestro Dios y le sacrificamos, desde los tiempos de Asarjaddón, rey de Asiria, que nos trajo aquí.»

3 Zorobabel, Josué y los restantes cabezas de familia israelitas les contestaron: «No podemos edificar juntos nosotros y vosotros una Casa a nuestro Dios: a nosotros solos nos toca construir para Yahveh, Dios de Israel, como nos lo ha mandado Ciro, rey de Persia.»

4 Entonces el pueblo de la tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá y a meterles miedo para que no siguiesen edificando;

5 y sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto; así durante todo el tiempo de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado de Darío, rey de Persia.

6 Bajo el reinado de Jerjes, al comienzo de su reinado, presentaron ellos por escrito una denuncia contra los habitantes de Judá y Jerusalén.

7 En tiempo de Artajerjes, Mitrídates, Tabeel y demás colegas suyos escribieron contra Jerusalén a Artajerjes, rey de Persia. El texto del documento estaba en escritura aramea y en lengua aramea.

8 Rejum, gobernador, y Simsay, secretario, escribieron al rey Artajerjes contra Jerusalén una carta. -

9 Rejum el gobernador, Simsay el secretario y demás colegas; los jueces y los legados, funcionarios persas; las gentes de Uruk, de Babilonia y de Susa - es decir los elamitas -

10 y los restantes pueblos que el gran Asurbanipal deportó y estableció en las ciudades de Samaría y en el resto de Transeufratina.

11 Esta es la copia de la carta que le enviaron: «Al rey Artajerjes, tus servidores, las gentes de Transeufratina, etc.

12 Ha de saber el rey que los judíos que subieron de tu lado hacia nosotros y llegaron a Jerusalén están reconstruyendo esta ciudad rebelde y perversa; tratan de levantar las murallas, y ya han echado los cimientos.

13 Sepa, pues, el rey, que si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, no se pagarán más impuestos, contribución ni peaje, y al fin esta ciudad perjudicará a los reyes.

14 Ahora bien, a nosotros, puesto que comemos la sal del palacio, nos resulta intolerable ver esta afrenta que se hace al rey; por eso enviamos al rey esta denuncia,

15 para que se investigue en las Memorias de tus padres: en estas Memorias encontrarás y te enterarás de que esta ciudad es una ciudad rebelde, molesta para los reyes y las provincias, y que en ella se han fomentado insurrecciones desde antiguo. Por este motivo fue destruida esta ciudad.

16 Nosotros informamos al rey que, si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, bien pronto ya no tendrás más territorios en Transeufratina.»

17 El rey envió esta respuesta: «A Rejum, gobernador, a Simsay, secretario, y a los restantes colegas residentes en Samaría y demás lugares en Transeufratina, paz, etc.

18 «El documento que nos habéis enviado ha sido traducido y leído en mi presencia.

19 Di orden de que se investigase, y se ha encontrado que esta ciudad se ha venido rebelando contra los reyes desde antiguo, y que por ella se han fomentado revueltas e insurrecciones.

20 Que hubo en Jerusalén reyes poderosos, cuyo dominio se extendía sobre toda Transeufratina: se les pagaba impuestos, contribuciones y peaje.

21 Ordenad, pues, que se interrumpa la empresa de esos hombres: esa ciudad no debe ser reconstruida hasta nueva orden.

22 Guardaos de actuar con negligencia en este asunto, no sea que el mal aumente en perjuicio de los reyes.»

23 En cuanto la copia del documento del rey Artajerjes fue leída ante Rejum, el gobernador, Simsay, el secretario , y sus colegas, salieron a toda prisa hacia Jerusalén, donde los judíos, y les obligaron a suspender sus obras por la fuerza de las armas.

24 Así se suspendieron las obras de la Casa de Dios en Jerusalén: quedaron interrumpidas hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia.

Esdras 5

1 Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos.

2 Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en Jerusalén: los profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles.

3 Por entonces, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas vinieron donde ellos y les preguntaron: «¿Quién os ha autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?

4 ¿Cómo se llaman los hombres que construyen este edificio?»

5 Pero los ojos de su Dios velaban sobre los ancianos de los judíos, y no se les obligó a suspender la obra en espera de que llegase un informe a Darío y volviera un decreto oficial sobre el particular.

6 Copia de la carta que Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas, las autoridades de Transeufratina, remitieron al rey Darío.

7 Le enviaron un escrito de este tenor: «Al rey Darío, paz completa.

8 Sepa el rey que nosotros hemos ido a la provincia de Judá, a la Casa del gran Dios: se está reconstruyendo con piedras sillares; se recubren de madera las paredes; la obra se ejecuta cuidadosamente y adelanta en sus manos.

9 Preguntando, pues, a estos ancianos, les hemos dicho: "¿Quién os ha autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?"

10 Les hemos preguntado además sus nombres para informarte de ello; y así te damos por escrito los nombres de los hombres que están al frente de ellos.

11 «Ellos nos han dado esta respuesta: "Nosotros somos servidores del Dios del cielo y de la tierra; estamos reconstruyendo una Casa que estuvo en pie anteriormente durante muchos años y que un gran rey de Israel construyó y acabó.

12 Pero nuestros padres irritaron al Dios del cielo, y él los entregó en manos de Nabucodonosor, el caldeo, rey de Babilonia.

13 Sin embargo, el año primero de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios;

14 además los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios que Nabucodonosor había quitado al santuario de Jerusalén y había llevado al santuario de Babilonia, el rey Ciro los mandó sacar del santuario de Babilonia, y entregar a un hombre llamado Sesbassar, a quien constituyó sátrapa;

15 y le dijo: Toma estos utensilios; vete a llevarlos al santuario de Jerusalén y que sea reconstruida la Casa de Dios en su emplazamiento;

16 vino, pues, este Sesbassar y echó los cimientos de la Casa de Dios en Jerusalén, y desde entonces hasta el presente se viene reconstruyendo, pero no está acabada."

17 «Ahora, pues, si le place al rey, investíguese en el departamento del tesoro del rey de Babilonia si es verdad que el rey Ciro dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios en Jerusalén. Y que se nos remita la decisión del rey sobre este asunto.»

Esdras 6

1 Entonces, por orden del rey Darío, se investigó en los archivos del tesoro conservado allí en Babilonia,

2 y se encontró en Ecbátana, la fortaleza situada en la provincia de los medos, un rollo cuyo tenor era el siguiente: «Memorándum.

3 «El año primero del rey Ciro, el rey Ciro ha ordenado: "Casa de Dios en Jerusalén": «La Casa será construida como lugar donde se ofrezcan sacrificios y sus fundamentos quedarán establecidos. Su altura será de sesenta codos, su anchura de sesenta codos.

4 Habrá tres hileras de piedras de sillería y una de madera. Los gastos serán costeados por la casa del rey.

5 Además, los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del santuario de Jerusalén y se llevó a Babilonia, serán restituidos, para que todo vuelva a ocupar su lugar en el santuario de Jerusalén y vuelva a ser colocado en la Casa de Dios.

6 «Ahora, pues, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y vosotros, sus colegas, las autoridades de Transeufratina, retiraos de allí;

7 dejad trabajar en esta Casa de Dios al sátrapa de Judá y a los ancianos de los judíos, y que reconstruyan esa Casa de Dios en su emplazamiento.

8 Estas son mis órdenes acerca de vuestro proceder con los ancianos de los judíos para la reconstrucción de esa Casa de Dios: de los fondos reales de los impuestos de Transeufratina, se les pagarán a esos hombres los gastos exactamente y sin interrupción.

9 Lo que necesiten para holocaustos de Dios del cielo: novillos, carneros y corderos, así como trigo, sal, vino y aceite, se les proporcionará sin falta cada día, según las indicaciones de los sacerdotes de Jerusalén,

10 para que se ofrezcan al Dios del cielo ofrendas agradables y se ruegue por la vida del rey y de sus hijos.

11 Ordeno, además, lo siguiente: A todo aquel que no cumpla este edicto, le será arrancada de su casa una viga, se le amarrará a ella y será azotado; en cuanto a su casa, será reducida, por este delito, a un montón de escombros.

12 Y el Dios que ha puesto allí la morada de su Nombre, aplaste a todo aquel rey o pueblo que trate de transgredir esto, destruyendo esa Casa de Dios en Jerusalén. Yo, Darío, he promulgado este decreto. Sea ejecutado exactamente.»

13 Entonces Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas ejecutaron exactamente las instrucciones mandadas par el rey Darío.

14 Así, los ancianos de los judíos continuaron reconstruyendo con éxito, según la profecía de Ageo el profeta, y de Zacarías, hijo de Iddó. Llevaron a término la construcción según la orden del Dios de Israel y la orden de Ciro y de Darío.

15 Esta Casa fue terminada el día veintitrés del mes de Adar, el año sexto del reinado del rey Darío.

16 Los israelitas - los sacerdotes, los levitas y el resto de los deportados - celebraron con júbilo la dedicación de esta Casa de Dios;

17 ofrecieron para la dedicación de esta Casa de Dios cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como sacrificio por el pecado de todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las tribus de Israel.

18 Luego establecieron a los sacerdotes según sus categorías, y a los levitas según sus clases, para el servicio de la Casa de Dios en Jerusalén, según está escrito en el libro de Moisés.

19 Los deportados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes;

20 ya que los levitas se habían purificado como un solo hombre, todos estaban puros; inmolaron, pues, la pascua para todos los deportados, para sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos.

21 Comieron la pascua los israelitas que habían vuelto del destierro y todos aquellos que, habiendo roto con la impureza de las gentes del país se habían unido a ellos para buscar a Yahveh, Dios de Israel.

22 Celebraron con júbilo, durante siete días, la fiesta de los Ázimos, porque Yahveh les había llenado de gozo, pues volvió hacia ellos el corazón del rey de Asiria, para que reafirmase sus manos en las obras de la Casa de su Dios, el Dios de Israel.

Esdras 7

1 Después de estos acontecimientos, bajo el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras, hijo de Seraías, hijo de Azarías, hijo de Jilquías,

2 hijo de Sallum, hijo de Sadoq, hijo de Ajitub,

3 hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot,

4 hijo de Zerajías, hijo de Uzzí, hijo de Buqquí,

5 hijo de Abisúa, hijo de Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sumo sacerdote Aarón,

6 este Esdras subió de Babilonia. Era un escriba versado en la Ley de Moisés que había dado Yahveh, Dios de Israel. Como la mano de Yahveh su Dios estaba con él, el rey le concedió todo lo que pedía.

7 Subieron también a Jerusalén, el año séptimo del rey Artajerjes, parte de los israelitas, de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y donados.

8 El llegó a Jerusalén el mes quinto: era el año séptimo del rey.

9 Había dispuesto para el día uno del primer mes su salida de Babilonia, y el día uno del quinto mes llegaba a Jerusalén. ¡La mano bondadosa de su Dios estaba con él!

10 Porque Esdras había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahveh, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas.

11 Esta es la copia del documento que el rey Artajerjes entregó a Esdras, el sacerdote-escriba dedicado a escribir las palabras de los mandamientos de Yahveh y sus decretos acerca de Israel.

12 «Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, secretario de la Ley del Dios del cielo, paz perfecta, etc.

13 «Estas son mis órdenes: Todo aquel que en mi reino pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes o a sus levitas, y quiera volver a Jerusalén, puede partir contigo,

14 ya que tú eres enviado por el rey y sus siete consejeros para inspeccionar a Judá y Jerusalén en lo referente a la Ley de tu Dios que está en tus manos,

15 y para llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros han ofrecido voluntariamente al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén,

16 así como toda la plata y el oro que hayas reunido de toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias que el pueblo y los sacerdotes hayan hecho para la Casa de su Dios en Jerusalén.

17 Con este dinero procura comprar novillos, carneros, corderos, con las oblaciones y libaciones correspondientes, para ofrecerlo luego sobre el altar de la Casa de vuestro Dios en Jerusalén;

18 y la plata y el oro que sobre, lo emplearéis como mejor os parezca a ti y a tus hermanos, conforme a la voluntad de vuestro Dios.

19 Los utensilios que se te entregan para el servicio de la Casa de tu Dios, deposítalos delante de tu Dios en Jerusalén.

20 Lo que aún se necesite para la Casa de tu Dios y que tú tengas que procurarte, se te dará de los tesoros reales.

21 Yo mismo, el rey Artajerjes, doy esta orden a todos los tesoreros de Transeufratina: "Todo lo que os pida el sacerdote Esdras, Secretario de la Ley del Dios del cielo, se lo daréis puntualmente,

22 hasta la suma de cien talentos de plata, cien cargas de trigo, cien medidas de vino y cien medidas de aceite; la sal se le dará sin tasa.

23 Todo lo que ordena el Dios del cielo, debe ser cumplido con celo para la Casa del Dios del cielo, a fin de que la Cólera no caiga sobre el reino del rey y de sus hijos.

24 Os hacemos saber también que no se puede percibir impuesto, contribución o peaje, de ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros, donados, de ninguno de los servidores de esta Casa de Dios."

25 «Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría de tu Dios, que posees, establece escribas y jueces que administren la justicia a todo el pueblo de Transeufratina, a todos los que conocen la Ley de tu Dios. A quienes la ignoran, habréis de enseñársela.

26 Y a todo aquel que no cumpla la Ley de tu Dios y la ley del rey, aplíquesele una rigurosa justicia: muerte, destierro, multa en dinero o cárcel.»

27 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de nuestros padres, que movió de esta manera el corazón del rey para glorificar la Casa de Yahveh en Jerusalén,

28 y a mí me granjeó gracia delante del rey, de sus consejeros y de los altos jefes del rey! Yo cobré ánimo porque la mano de Yahveh mi Dios estaba conmigo, y reuní a los jefes de Israel para que salieran conmigo.

Esdras 8

1 Estos son, con su genealogía, los cabezas de familia que subieron conmigo de Babilonia en el reinado del rey Artajerjes:

2 De los hijos de Pinjás: Guersom; de los hijos de Itamar: Daniel; de los hijos de David: Jattús,

3 hijo de Sekanías; de los hijos de Pardós: Zacarías, con el que fueron registrados 150 varones;

4 de los hijos de Pajat Moab: Elyehoenay, hijo de Zerajías, y con él doscientos varones;

5 de los hijos de Zattú: Sekanías, hijo de Yajaziel, y con él trescientos varones;

6 de los hijos de Adín: Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta varones;

7 de los hijos de Elam: Isaías, hijo de Atalías, y con él setenta varones;

8 de los hijos de Sefatías: Zebadías, hijo de Miguel, y con él ochenta varones;

9 de los hijos de Joab: Abdías, hijo de Yejiel y con él 218 varones;

10 de los hijos de Baní: Selomit, hijo de Yosifías, y con él 160 varones;

11 de los hijos de Bebay: Zacarías, hijo de Bebay, y con él veintiocho varones;

12 de los hijos de Azgad: Yojanán, hijo de Haqcadán, y con él 110 varones;

13 de los hijos de Adonicam: los últimos, cuyos nombres son: Elifélet, Yeiel y Semaías, y con ellos sesenta varones;

14 y de los hijos de Bigvay: Utay, hijo de Zabud, y con él setenta varones.

15 Yo los reuní junto al río que corre hacia Ahavá. Allí acampamos tres días. Observé que había laicos y sacerdotes, pero no encontré ningún levita.

16 Entonces llamé a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Yarib, Elnatán, Natán, Zacarías, y Mesullam, hombres discretos,

17 y les mandé donde Iddó, jefe de la localidad de Kasifías; puse en su boca las palabras que habían de decir a Iddó y a sus hermanos, establecidos en la localidad de Kasifías, para que nos proporcionaran ministros para la Casa de nuestro Dios.

18 Y gracias a la mano bondadosa de nuestro Dios que estaba con nosotros, nos trajeron a un hombre experto, de los hijos de Majlí, hijo de Leví, hijo de Israel: a Serebías, con sus hijos y hermanos: dieciocho hombres;

19 además a Jasabías, y con él a su hermano Isaías, de los hijos de Merarí, y sus hijos: veinte hombres.

20 Y de los donados que David y los jefes habían destinado al servicio de los levitas: 220 donados. Todos ellos fueron designados nominalmente.

21 Allí, a orillas del río Ahavá, proclamé un ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios y pedirle un viaje feliz para nosotros, nuestros hijos y nuestros bienes.

22 Pues me daba vergüenza solicitar del rey tropa y gente de a caballo para protegernos del enemigo en el camino; por el contrario, habíamos declarado al rey: «La mano de nuestro Dios está, para bien, con todos los que le buscan; y su poder y su cólera sobre todos los que le abandonan.»

23 Ayunamos, pues, buscando a nuestro Dios por esta intención, y él nos atendió.

24 Elegí a doce jefes de los sacerdotes, y además a Serebías y Jasabías, y con ellos a diez de sus hermanos;

25 les pesé la plata, el oro y los utensilios, ofrendas que el rey, sus consejeros, sus jefes y todos los israelitas que se encontraban allí habían reservado para la Casa de nuestro Dios.

26 Pesé y les entregué 650 talentos de plata, cien utensilios de plata de dos talentos, cien talentos de oro,

27 veinte copas de oro de mil dáricos y dos objetos de hermoso bronce dorado, preciosos como el oro.

28 Y les dije: «Vosotros estáis consagrados a Yahveh; estos utensilios son sagrados; esta plata y este oro son una ofrenda voluntaria a Yahveh, Dios de nuestros padres.

29 Vigilad y guardadlos hasta que los peséis ante los jefes de los sacerdotes y de los levitas y los cabezas de familia de Israel, en Jerusalén, en las cámaras de la Casa de Yahveh.»

30 Los sacerdotes y levitas tomaron entonces la plata, todo lo que había sido pesado, el oro y los utensilios, para llevarlos a Jerusalén, a la Casa de nuestro Dios.

31 El día doce del primer mes partimos del río Ahavá para ir a Jerusalén: la mano de nuestro Dios estaba con nosotros y nos salvó en el camino de la mano de enemigos y salteadores.

32 Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días.

33 El cuarto día, la plata, el oro y los utensilios fueron pesados en la Casa de nuestro Dios y entregados al sacerdote Meremot, hijo de Urías, con quien estaba Eleazar, hijo de Pinjás; les acompañaban los levitas Yozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binnuy.

34 Todo se contó y se pesó, y se registró su peso total. En aquel tiempo,

35 los deportados que volvían del cautiverio ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos y doce machos cabríos por el pecado: todo en holocausto a Yahveh.

36 Y se entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Transeufratina, los cuales favorecieron al pueblo y la Casa de Dios.

Esdras 9

1 Concluido esto, se me presentaron los jefes diciendo: «El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de las gentes del país, hundidas en sus abominaciones - cananeos, hititas, perizitas, jebuseos, ammonitas, moabitas, egipcios y amorreos -,

2 sino que han tomado para ellos y para sus hijos mujeres de entre las hijas de ellos: la raza santa se ha mezclado con las gentes del país; los jefes y los consejeros han sido los primeros en esta rebeldía.»

3 Al oír esto rasgué mis vestiduras y mi manto, me arranqué los pelos de la cabeza y de la barba, y me senté desolado.

4 Todos los temerosos de las palabras del Dios de Israel se reunieron en torno a mí, a causa de esta rebeldía de los deportados. Yo permanecí sentado, desolado, hasta la oblación de la tarde.

5 A la hora de la oblación de la tarde salí de mi postración y, con las vestiduras y el manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia Yahveh mi Dios,

6 y dije: «Dios mío, harta vergüenza y confusión tengo para levantar mi rostro hacia ti, Dios mío. Porque nuestros crímenes se han multiplicado hasta sobrepasar nuestra cabeza, y nuestro delito ha crecido hasta el cielo.

7 Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy nos hemos hecho muy culpables: por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes de los países, a la espada, al cautiverio, al saqueo y al oprobio, como todavía hoy sucede.

8 Mas ahora, en un instante, Yahveh nuestro Dios nos ha concedido la gracia de dejarnos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo: nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha reanimado en medio de nuestra esclavitud.

9 Porque esclavos fuimos nosotros, pero en nuestra esclavitud nuestro Dios no nos ha abandonado; nos ha granjeado el favor de los reyes de Persia, dándonos ánimos para levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y procurándonos un valladar seguro en Judá y Jerusalén.

10 Pero ahora, Dios nuestro, ¿qué vamos a decir, si, después de todo esto, hemos abandonado tus mandamientos,

11 que por medio de tus siervos los profetas tú habías prescrito en estos términos: "La tierra en cuya posesión vais a entrar es una tierra manchada por la inmundicia de las gentes de la tierra, por las abominaciones con que la han llenado de un extremo a otro con su impureza?

12 Así pues, no deis vuestras hijas a sus hijos ni toméis sus hijas para vuestros hijos; no busquéis nunca su paz ni su bienestar, a fin de que podáis haceros fuertes, comáis los mejores frutos de la tierra y la dejéis en herencia a vuestros hijos para siempre."

13 «Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas acciones y nuestras culpas - y eso que tú, Dios nuestro, has disminuido nuestros crímenes y nos has concedido esta liberación -

14 ¿hemos de volver a violar tus mandamientos, emparentándonos con estas gentes abominables? ¿No te irritarías tú contra nosotros hasta exterminarnos sin que quedara Resto ni salvación?

15 Yahveh, Dios de Israel, justo eres, pues un Resto nos hemos salvado, como en el caso presente: aquí estamos ante ti, con nuestro delito. Pues por su causa nadie resiste en tu presencia.»

Esdras 10

1 Mientras Esdras, llorando y prosternado ante la Casa de Dios, oraba y hacía esta confesión, una inmensa asamblea de Israel, hombres, mujeres y niños, se había reunido en torno a él: y este pueblo lloraba copiosamente.

2 Entonces, Sekanías, hijo de Yejiel, de los hijos de Elam, dijo a Esdras: «Hemos sido rebeldes a nuestro Dios, casándonos con mujeres extranjeras, tomadas de entre las gentes del país. Ahora bien, a pesar de ello, todavía, hay una esperanza para Israel.

3 Hagamos alianza con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres extranjeras y a los hijos nacidos de ellas, conforme al consejo de mi señor y de los temerosos de los mandamientos de nuestro Dios. Hágase según la Ley.

4 Levántate, que este asunto te incumbe a ti; nosotros estaremos a tu lado. ¡Animo y manos a la obra!»

5 Entonces Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes y de los levitas y a todo Israel que harían conforme a lo dicho; y lo juraron.

6 Luego Esdras se retiró de delante de la Casa de Dios y se fue al aposento de Yehojanán, hijo de Elyasib, donde pasó la noche sin comer pan ni beber agua, haciendo duelo a causa de la rebeldía de los deportados.

7 Se publicó un bando en Judá y Jerusalén a todos los deportados para que se reunieran en Jerusalén.

8 Todo aquel que no viniera en el plazo de tres días, según el consejo de los jefes y de los ancianos, vería consagrada al anatema toda su hacienda y sería él mismo excluido de la asamblea de los deportados.

9 Todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron, pues, en Jerusalén en el plazo de tres días: era el día veinte del mes noveno; todo el pueblo se situó en la plaza de la Casa de Dios, temblando, debido al caso, y también porque llovía a cántaros.

10 Entonces el sacerdote Esdras se levantó y les dijo: «Habéis sido rebeldes al casaros con mujeres extranjeras, aumentando así el delito de Israel.

11 Ahora, pues, dad gracias a Yahveh, Dios de vuestros padres, y cumplid su voluntad separándoos de las gentes del país y de las mujeres extranjeras.»

12 Toda la asamblea respondió en alta voz: Sí; haremos como tú dices;

13 sólo que el pueblo es numeroso, y estamos en la estación de las lluvias: no podemos soportar la intemperie; además, no se trata de una cosa de un día o dos, porque somos muchos los que hemos incurrido en este pecado.

14 Nuestros jefes podrían representar a toda la asamblea: todos los que en nuestras ciudades se hayan casado con mujeres extranjeras, vendrían a plazos fijados, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que hayamos apartado de nosotros el furor de la cólera de nuestro Dios por causa de este asunto.»

15 Sólo Jonatán, hijo de Asahel, y Yajzeías, hijo de Tiqvá, se opusieron a esto, apoyados por Mesullam y el levita Sabtay.

16 Los deportados actuaron según lo convenido. El sacerdote Esdras escogió como colaboradores a los cabezas de familia, según sus casas, todos ellos designados nominalmente. Se comenzaron las sesiones para examinar el caso el día uno del décimo mes.

17 Y el día uno del primer mes se había terminado ya con todos los hombres que estaban casados con mujeres extranjeras.

18 Entre los sacerdotes, se halló que se habían casado con mujeres extranjeras los siguientes: entre los hijos de Josué, hijo de Yosadaq, y entre sus hermanos: Maaseías, Eliezer, Yarib y Guedalías;

19 éstos se comprometieron bajo juramento a despedir a sus mujeres, y ofrecieron por su delito un carnero en sacrificio de reparación.

20 Entre los hijos de Immer: Jananí y Zebadías.

21 Entre los hijos de Jarim: «Maaseías, Elías, Semaías, Yejiel y Uzziyías.

22 Entre los hijos de Pasjur: Elyoenay, Maaseías, Ismael, Natanael, Yozabad y Elasá.

23 Entre los levitas: Yozabad, Simí, Quelaías (es decir, Quelitá), Petajías, Judá y Eliezer.

24 Entre los cantores: Elyasib y Zakkur. Entre los porteros: Sallum, Telem y Urí.

25 Entre los israelitas: de los hijos de Parós: Ramías, Yizziyías, Malkiyías, Miyyamín, Eleazar, Malkiyías y Benaías;

26 de los hijos de Elam: Mattanías, Zacarías, Yejiel, Abdí, Yeremot y Elías;

27 de los hijos de Zattú: Elyoenáy. Elyasib Mattanías, Yeremot, Zabad y Azizá:

28 de los hijos de Bebay: Yehojanán, Jananías, Zabbay, Atlay;

29 de los hijos de Bigvay: Mesullam, Malluk, Yedaías, Yasub, Yisal, Yeremot;

30 de los hijos de Pajat Moab: Adná, Kelal, Benaías, Maaseías, Mattanías, Besalel, Binnuy y Manasés;

31 de los hijos de Jarim: Eliezer, Yissiyías, Malkiyías, Semaías, Simeón,

32 Benjamín, Malluk, Semarías;

33 de los hijos de Jasum: Mattenay, Mattattá, Zabad, Elifélet, Yeremay, Manasés, Simí;

34 de los hijos de Baní: Maaday, Amram, Joel,

35 Benaías, Bedías, Kelaías,

36 Vanías, Meremot, Elyasib,

37 Mattanías, Mattenay y Yaassay;

38 de los hijos de Binnuy: Simí,

39 Selemías, Natán y Adaías;

40 de los hijos de Zakkay: Sasay, Saray,

41 Azareel, Selemías, Semarías,

42 Sallum, Amarías, José;

43 de los hijos de Nebo: Yeiel, Mattitías, Zabad, Zebiná, Yadday, Joel, Benaías.

44 Todos éstos se habían casado con mujeres extranjeras, pero despidieron tanto a las mujeres como a sus hijos.



NEHEMÍAS

Nehemías 1

1 Palabras de Nehemías, hijo de Jakalías. En el mes de Kisléu, el año veinte del rey Artajerjes, estando yo en la ciudadela de Susa,

2 Jananí, uno de mis hermanos, llegó con algunos hombres venidos de Judá. Yo les pregunté por los judíos - el Resto que se había salvado del cautiverio - y por Jerusalén.

3 Me respondieron: «Los restos del cautiverio que han quedado allí en la provincia se encuentran en gran estrechez y confusión. La muralla de Jerusalén está llena de brechas, y sus puertas incendiadas.»

4 Al oír estas palabras me senté y me puse a llorar; permanecí en duelo algunos días ayunando y orando ante el Dios del cielo.

5 Y dije: «Ah, Yahveh, Dios del cielo, tú, el Dios grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos;

6 estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora en tu presencia día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos, confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; ¡yo mismo y la casa de mi padre hemos pecado!

7 Hemos obrado muy mal contigo, no observando los mandamientos, los preceptos y las normas que tú habías prescrito a Moisés tu siervo.

8 Pero acuérdate de la palabra que confiaste a Moisés tu siervo: "Si sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos;

9 pero si, volviéndoos a mí guardáis mis mandamientos y los ponéis en práctica, aunque vuestros desterrados estuvieron en los confines de los cielos, yo los reuniré de allí y los conduciré de nuevo al Lugar que he elegido para morada de mi Nombre."

10 Aquí tienes a tus siervos y a tu pueblo que tú has rescatado con tu gran poder y tu fuerte mano.

11 ¡Ea, Señor, estén atentos tus oídos a la oración de tu siervo, a la oración de tus servidores, que desean venerar tu Nombre! Concede ahora, te suplico, gracia a tu siervo y haz que encuentre favor ante ese hombre.» Era yo entonces copero del rey.

Nehemías 2

1 En el mes de Nisán, el año veinte del rey Artajerjes, siendo yo encargado del vino, tomé vino y se lo ofrecí al rey. Anteriormente nunca había estado yo triste.

2 Me dijo, pues, el rey: «¿Por qué ese semblante tan triste? Tú, enfermo no estás. ¿Acaso tienes alguna preocupación en el corazón?» Yo quedé muy turbado,

3 y dije al rey: «¡Viva por siempre el rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padres está en ruinas, y sus puertas devoradas por el fuego?»

4 Replicóme el rey: «¿Qué deseas, pues?» Invoqué al Dios del cielo,

5 y respondí al rey: «Si le place al rey y estás satisfecho de tu siervo, envíame a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya.»

6 El rey me preguntó, estando la reina sentada a su lado: «¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo volverás?» Yo le fijé un plazo que pareció aceptable al rey, y él me envió.

7 Añadí al rey: «Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me faciliten el camino hasta Judá;

8 y asimismo una carta para Asaf, el encargado de los parques reales, para que me proporcione madera de construcción para las puertas de la ciudadela del Templo, la muralla de la ciudad y la casa en que yo me he de instalar.» El rey me lo concedió, pues la mano bondadosa de mi Dios estaba conmigo.

9 Me dirigí, pues, a los gobernadores de Transeufratina y les entregué las cartas del rey. El rey me había hecho escoltar por oficiales del ejército y gente de a caballo.

10 Al enterarse de ello Samballat el joronita y Tobías el servidor ammonita, les sentó muy mal que alguien viniera a procurar el bienestar de los israelitas.

11 Llegué a Jerusalén y me quedé allí tres días.

12 Luego me levanté de noche con unos pocos hombres, sin comunicar a nadie lo que mi Dios me había inspirado que hiciera por Jerusalén, y sin llevar conmigo más que la cabalgadura en que iba montado.

13 Saliendo, pues, de noche por la puerta del Valle, me dirigí hacia la Fuente del Dragón y hacia la puerta del Muladar: inspeccioné la muralla de Jerusalén por donde tenía brechas, y las puertas que habían sido devoradas por el fuego.

14 Continué luego hacia la puerta de la Fuente y la alberca del Rey, pero no había paso para mi cabalgadura.

15 Volví a subir, pues, de noche, por el Torrente, inspeccionando la muralla, y volví a entrar por la puerta del Valle. Así regresé a casa.

16 Los consejeros no supieron dónde había ido ni lo que había hecho. Hasta entonces no había dicho nada a los judíos: ni a los sacerdotes ni a los notables ni a los consejeros ni a los funcionarios;

17 entonces les dije: «Vosotros mismos veis la triste situación en que nos encontramos, pues Jerusalén está en ruinas, y sus puertas devoradas por el fuego. Vamos a reconstruir la muralla de Jerusalén, y no seremos más objeto de escarnio.»

18 Y les referí cómo la mano bondadosa de mi Dios había estado conmigo, y les relaté también las palabras que el rey me había dicho. Ellos dijeron: «¡Levantémonos y construyamos!» Y se afianzaron en su buen propósito.

19 Al enterarse de ello Samballat el joronita, Tobías el siervo ammonita y Guésem el árabe, se burlaron de nosotros y vinieron a decirnos: «¿Qué hacéis? ¿Es que os habéis rebelado contra el rey?»

20 Yo les respondí: «El Dios del cielo nos hará triunfar. Nosotros sus siervos, vamos a ponernos a la obra. En cuanto a vosotros, no tenéis parte ni derecho ni recuerdo en Jerusalén.»

Nehemías 3

1 El sumo sacerdote Elyasib y sus hermanos los sacerdotes se encargaron de construir la puerta de las Ovejas: la armaron, fijaron sus hojas, barras y goznes, y continuaron hasta la torre de los Cien y hasta la torre de Jananel.

2 Al lado de ellos construyeron los de Jericó; a su lado construyó Zakkur, hijo de Imrí.

3 Los hijos de Hassenáa construyeron la puerta de los Peces: la armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes.

4 A su lado reparó Meremot, hijo de Urías, hijo de Haqcós; a continuación reparó Mesullam, hijo de Berekías, hijo de Mesezabel; a su lado reparó Sadoq, hijo de Baaná.

5 Junto a él repararon los de Técoa, pero sus notables se negaron a poner su cuello al servicio de sus señores.

6 La puerta del Barrio nuevo la repararon Yoyadá, hijo de Paséaj, y Mesullam, hijo de Besodías: la armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes.

7 A continuación de éstos repararon Melatías de Gabaón y Yadón de Meronot, así como los de Gabaón y de Mispá, a expensas del gobernador de Transeufratina.

8 A su lado reparó Uzziel, miembro del gremio de los orfebres, y a continuación reparó Jananías, del gremio de los perfumistas: ellos reconstruyeron Jerusalén hasta el muro de la Plaza.

9 A continuación reparó Refaías, hijo de Jur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén.

10 A continuación reparó Yedaías, hijo de Harumaf, delante de su casa; a continuación reparó Jattús, hijo de Hasabneías.

11 Malkiyías, hijo de Jarim, y Jassub, hijo de Pajat Moab, repararon la parte siguiente, hasta la torre de los Hornos.

12 A continuación de éstos reparó, con sus hijos, Sallum, hijo de Hallojés, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén.

13 Repararon la puerta del Valle, Hanún y los habitantes de Zanóaj: la construyeron, fijaron sus hojas, barras y goznes, e hicieron mil codos de muro, hasta la puerta del Muladar.

14 La puerta del Muladar la reparó Malkiyías, hijo de Rekab, jefe del distrito de Bet Hakkérem, con sus hijos: fijó sus hojas, barras y goznes.

15 La puerta de la Fuente la reparó Sallum, hijo de Kol Jozé, jefe del distrito de Mispá: la construyó, la cubrió y fijó sus hojas, barras y goznes. También restauró el muro de la alberca del canal, que está junto al huerto del rey, hasta las escaleras que bajan de la Ciudad de David.

16 Después de él Nehemías, hijo de Aztuq, jefe de la mitad del distrito de Bet Sur, reparó hasta enfrente de las tumbas de David, hasta la alberca artificial y hasta la Casa de los Valientes.

17 A continuación repararon los levitas: Rejum, hijo de Baní; a su lado reparó Jasabías, jefe de la mitad del distrito de Queilá, en su distrito;

18 a continuación repararon sus hermanos: Binnuy, hijo de Jenadad, jefe de la mitad del distrito de Queilá;

19 a continuación Ezer, hijo de Josué, jefe de Mispá, reparó otra sección frente a la subida del Arsenal del Angulo.

20 Después de él Baruc, hijo de Zabbay, reparó otro sector, desde el Angulo hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Elyasib.

21 Después de él Meremot, hijo de Urías, hijo de Haqcós, reparó otro sector, desde la puerta de la casa de Elyasib hasta el término de la misma.

22 Después de él prosiguieron la reparación los sacerdotes que habitaban en la Vega.

23 Repararon a continuación Benjamín y Jassub frente a sus casas. Después de ellos Azarías, hijo de Maaseías, hijo de Ananías, reparó junto a su casa.

24 Después de él Binnuy, hijo de Jenadad, reparó otra sección, desde la casa de Azarías hasta el Angulo y la esquina.

25 A continuación Palal, hijo de Uzay, reparó enfrente del Angulo y de la torre en saliente de la casa del rey, la de arriba que da al patio de la cárcel. Después de él Pedaías, hijo de Parós, reparó

26 hasta la puerta de las Aguas hacia Oriente y hasta delante de la torre en saliente.

27 A continuación los de Técoa repararon otro sector frente a la torre grande en saliente hasta el muro del Ofel.

28 Desde la puerta de los Caballos repararon los sacerdotes, cada uno frente a su casa.

29 Después de ellos reparó Sadoq, hijo de Immer, frente a su casa. Después de él reparó Semaías, hijo de Sekanías, encargado de la puerta Oriental.

30 Después de él, Jananías, hijo de Selemías, y Janún, sexto hijo de Salaf, repararon otro sector. A continuación reparó Mesullam, hijo de Berekías, frente a su vivienda.

31 Después de él Malkiyías, del gremio de los orfebres, reparó hasta la casa de los donados y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección, hasta la cámara alta del ángulo.

32 Y entre la cámara alta del ángulo y la puerta de las Ovejas, repararon los orfebres y los comerciantes.

33 Cuando Samballat se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, montó en cólera y se irritó mucho. Se burlaba de los judíos,

34 y decía delante de sus hermanos y de la gente principal de Samaría: «¿Qué pretenden hacer esos miserables judíos? ¿Es que quieren terminar en un día? ¿Van a dar vida a esas piedras, sacadas de montones de escombros y calcinadas?»

35 Tobías el ammonita, que estaba junto a él, dijo: «¡Déjales que construyan; que si un chacal se alza, abrirá brecha en su muralla de piedra!»

36 ¡Escucha, Dios nuestro, porque nos desprecian. Haz que caiga su insulto sobre su cabeza. Entrégalos al desprecio en un país de cautividad!

37 No pases por alto su iniquidad, ni su pecado sea borrado en tu presencia, porque han insultado a los constructores.

38 Construimos, pues, la muralla, que quedó terminada hasta media altura. El pueblo había puesto su corazón en el trabajo.

Nehemías 4

1 Cuando Samballat, Tobías, los árabes, los ammonitas y los asdoditas se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén adelantaba - pues las brechas comenzaban a taparse - se enfurecieron mucho;

2 y se conjuraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y a humillarme a mí.

3 Pero invocamos a nuestro Dios y montamos guardia contra ellos de día y de noche.

4 Judá decía: «¡Flaquean las fuerzas de los cargadores: hay demasiado escombro; nosotros no podemos reconstruir la muralla!»

5 Y nuestros enemigos decían: «¡Antes que se enteren o se den cuenta, iremos contra ellos, y los mataremos y pararemos la obra!»

6 Pero algunos judíos que vivían junto a ellos vinieron a advertirnos por diez veces: «Vienen contra nosotros desde todos los lugares que habitan.»

7 Se apostó, pues, el pueblo en los puntos más bajos, detrás de la muralla y en los lugares descubiertos, y coloqué a la gente por familias, cada uno con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.

8 Al ver su miedo, me levanté y dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «¡No les tengáis miedo; acordaos del Señor, grande y terrible, y combatid por vuestros hermanos, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestras mujeres y vuestras casas!»

9 Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos advertidos y que Dios había desbaratado sus planes, se retiraron, y todos nosotros volvimos a la muralla, cada cual a su trabajo.

10 Pero desde aquel día, sólo la mitad de mis hombres tomaban parte en el trabajo; la otra mitad, provistos de lanzas, escudos, arcos y corazas, se mantenía detrás de toda la casa de Judá

11 que construía la muralla. También los cargadores estaban armados: con una mano cuidaba cada uno de su trabajo, con la otra empuñaba el arma.

12 Cada uno de los constructores tenía ceñida a la cintura su espada mientras trabajaba. Había un corneta junto a mí para sonar el cuerno.

13 Dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «La obra es importante y extensa, y nosotros estamos diseminados a lo largo de la muralla, lejos unos de otros:

14 corred a reuniros con nosotros al lugar donde oigáis el sonido del cuerno, y nuestro Dios combatirá por nosotros.»

15 Así organizábamos el trabajo desde el despuntar del alba hasta que salían las estrellas.

16 Dije también entonces al pueblo: «Todos pasarán la noche en Jerusalén con sus criados, y así haremos guardia de noche y trabajaremos de día.»

17 Pero ni yo ni mis hermanos ni mis gentes mi los hombres de guardia que me seguían nos quitábamos la ropa; todos nosotros teníamos el arma en la mano.

Nehemías 5

1 Un gran clamor se suscitó entre la gente del pueblo y sus mujeres contra sus hermanos judíos.

2 Había quienes decían: «Nosotros tenemos que dar en prenda nuestros hijos y nuestras hijas para obtener grano con que comer y vivir.»

3 Había otros que decían: «Nosotros tenemos que empeñar nuestros campos, nuestras viñas y nuestras casas para conseguir grano en esta penuria.»

4 Y otros decían: «Tenemos que pedir prestado dinero a cuenta de nuestros campos y de nuestras viñas para el impuesto del rey;

5 y siendo así que tenemos la misma carne que nuestros hermanos, y que nuestros hijos son como sus hijos, sin embargo tenemos que entregar como esclavos a nuestros hijos y a nuestras hijas; ¡hay incluso entre nuestras hijas quienes son deshonradas! Y no podemos hacer nada, ya que nuestros campos y nuestras viñas pertenecen a otros.»

6 Yo me indigné mucho al oír su queja y estas palabras.

7 Tomé decisión en mi corazón de reprender a los notables y a los consejeros, y les dije: «¡Qué carga impone cada uno de vosotros a su hermano!» Congregué contra ellos una gran asamblea,

8 y les dije: «Nosotros hemos rescatado, en la medida de nuestras posibilidades, a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones. ¡Y ahora sois vosotros los que vendéis a vuestros hermanos para que nosotros los rescatemos!» Ellos callaron sin saber qué responder.

9 Y yo continué: «No está bien lo que estáis haciendo. ¿No queréis caminar en el temor de nuestro Dios, para evitar los insultos de las naciones enemigas?

10 También yo, mis hermanos y mi gente, les hemos prestado dinero y trigo. Pues bien, condonemos estas deudas.

11 Restituidles inmediatamente sus campos, sus viñas, sus olivares y sus casas, y perdonadles la deuda del dinero, del trigo, del vino y del aceite que les habéis prestado.»

12 Respondieron ellos: «Restituiremos y no les reclamaremos ya nada; haremos como tú has dicho.» Entonces llamé a los sacerdotes y les hice jurar que harían seguir esta promesa.

13 Luego sacudí los pliegues de mi manto diciendo: «¡Así sacuda Dios, fuera de su casa y de su hacienda, a todo aquel que no mantenga esta palabra: así sea sacudido y despojado!» Toda la asamblea respondió: «¡Amén!», y alabó a Yahveh. Y el pueblo cumplió esta palabra.

14 Además, desde el día en que el rey me mandó ser gobernador del país de Judá, desde el año veinte hasta el 32 del rey Artajerjes, durante doce años, ni yo ni mis hermanos comimos jamás del pan del gobernador.

15 En cambio los gobernadores anteriores que me precedieron gravaban al pueblo: cada día percibían de él, como contribución por el pan, cuarenta siclos de plata; también sus servidores oprimían al pueblo. Pero yo, por temor de Dios, no hice nunca esto.

16 Además he ayudado a la obra de la reparación de esta muralla, y, aunque no he adquirido campos, toda mi gente estaba también allí colaborando en la tarea.

17 A mi mesa se sentaban los jefes y los consejeros en número de 150 sin contar los que venían a nosotros de las naciones vecinas.

18 Diariamente se aderezaban a expensas mías un toro, seis carneros escogidos y aves; y cada diez días se traía cantidad de odres de vino. Y a pesar de todo, jamás reclamé el pan del gobernador, porque un duro trabajo gravaba ya al pueblo.

19 ¡Acuérdate, Dios mío, para mi bien, de todo lo que he hecho por este pueblo!

Nehemías 6

1 Cuando Samballat, Tobías, Guésem el árabe, y los demás enemigos nuestros se enteraron de que yo había reconstruido la muralla y de que ya no quedaba en ella brecha alguna - aunque en aquel tiempo no estaban colocadas las hojas de las puertas -

2 Samballat y Guésem mandaron a decirme: «Ven a entrevistarte con nosotros en Hakkefirim, en el valle de Onó.» Pero ellos tramaban hacerme mal.

3 Por eso les envié mensajeros para decirles: «Estoy ocupado en una obra importante y no puedo bajar; ¿por qué voy a dejar que la obra se pare abandonándola para bajar donde vosotros?»

4 Cuatro veces me enviaron el mismo recado, y yo di la misma respuesta.

5 Entonces Samballat me envió a decir por quinta vez lo mismo por un criado suyo que traía una carta abierta

6 en la que estaba escrito: «Se oye entre las naciones, y así lo afirma Gasmu, el rumor de que tú y los judíos estáis pensando sublevaros; que para ello reconstruyes la muralla y tratas de hacerte su rey,

7 que incluso has designado profetas para proclamar acerca de ti en Jerusalén: ¡Judá tiene rey! Estos rumores van a ser oídos por el rey; así que ven para que tomemos consejo juntos.»

8 Pero yo les mandé decir: «No hay nada de eso que dices; son invenciones de tu corazón.»

9 Porque lo que querían era meternos miedo, pensando: «Desfallecerán sus manos y no acabarán la obra.» Pero, por el contrario, yo me reafirmé más.

10 Había ido yo a casa de Semaías, hijo de Delaías, hijo Mehetabel, que se encontraba detenido. Dijo él: «Démonos cita en la Casa de Dios, en el interior del santuario; cerremos las puertas del santuario; porque van a venir a matarte, esta misma noche vienen a matarte.»

11 Pero yo respondí: «¿Un hombre como yo va a huir? ¿Qué hombre que sea como yo entraría en el santuario para salvar su vida? No iré.»

12 Pues comprendí que él no había sido enviado por Dios, sino que había dicho esta profecía sobre mí porque Tobías le había comprado,

13 para que yo, llevado del miedo, lo hiciera así y pecase; y esto me diera mala fama y pudieran burlarse de mí.

14 Acuérdate, Dios mío, de Tobías, por lo que ha hecho; y también de Noadía, la profetisa, y de los demás profetas que trataron de asustarme.

15 La muralla quedó terminada el día veinticinco de Elul, en 52 días.

16 Cuando se enteraron todos nuestros enemigos y todas las naciones de alrededor lo vieron, les pareció una gran maravilla y reconocieron que esta obra había sido realizada por nuestro Dios.

17 En aquellos mismos días, los notables de Judá multiplicaron sus cartas dirigidas a Tobías y recibían las de éste;

18 porque tenía en Judá muchos aliados, por ser yerno de Sekanías, hijo de Ará, y por estar casado su hijo Yehojanán con la hija de Mesullam, hijo de Berekías.

19 Incluso llegaron a hablar bien de Tobías en mi presencia y le repetían mis palabras. Y Tobías mandaba cartas para intimidarme.

Nehemías 7

1 Reconstruida la muralla, y una vez que hube fijado las hojas de las puertas, se colocaron guardias en las puertas (cantores y levitas).

2 Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Jananí y a Jananías, jefe de la ciudadela, porque era un hombre fiel y temeroso de Dios como pocos;

3 y les dije: «No se abrirán las puertas de Jerusalén hasta que el sol comience a calentar; y cuando todavía esté alto, se cerrarán y se echarán las barras a las puertas; y se establecerán puestos de guardia de entre los habitantes de Jerusalén, unos en su puesto y otros delante de su casa.»

4 La ciudad era espaciosa y grande, pero tenía muy poca población y no se fundaban nuevas familias.

5 Me puso Dios en el corazón reunir a los notables, a los consejeros y al pueblo, para hacer el registro genealógico. Hallé el registro genealógico de los que habían venido al principio, y encontré escrito en él:

6 Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio, aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había deportado y que volvieron a Jerusalén y Judea, cada uno a su ciudad.

7 Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nejum y Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel:

8 los hijos de Parós: 2.172;

9 los hijos de Sefatías: 372;

10 los hijos de Araj: 652;

11 los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab: 2.818;

12 los hijos de Elam: 1.254;

13 los hijos de Zattú: 845;

14 los hijos de Zakkay: 760;

15 los hijos de Binnuy: 648;

16 los hijos de Bebay: 628;

17 los hijos de Azgad: 2.322;

18 los hijos de Adonicam: 667;

19 los hijos de Bigvay: 2.067;

20 los hijos de Adín: 655;

21 los hijos de Ater, de Ezequías: 98;

22 los hijos de Jalum: 328;

23 los hijos de Besay: 324;

24 los hijos de Jarif: 112;

25 los hijos de Gabaón: 95;

26 los hombres de Belén y de Netofá: 188;

27 los hombres de Anatot: 128;

28 los hombres de Bet Azmávet: 42;

29 los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743;

30 los hombres de Ramá y Gueba: 621;

31 los hombres de Mikmás: 122;

32 los hombres de Betel y de Ay: 123;

33 los hombres de Nebo: 52;

34 los hijos del otro Elam: 1.254;

35 los hijos de Jarim: 320;

36 los hombres de Jericó: 345;

37 los hijos de Lod, Jadid y Onó: 721;

38 los hijos de Senaá: 3.930.

39 Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973;

40 los hijos de Immer: 1.052;

41 los hijos de Pasjur: 1.247;

42 los hijos de Jarim: 1.017.

43 Levitas: los hijos de Josué y Cadmiel, de los hijos de Hodías: 74.

44 Cantores: los hijos de Asaf: 148.

45 Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: 138.

46 Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot,

47 los hijos de Querós, los hijos de Siá, los hijos de Padón,

48 los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Salmay,

49 los hijos de Janán, los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar,

50 los hijos de Reaías, los hijos de Resín, los hijos de Necodá,

51 los hijos de Gazzam, los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj,

52 los hijos de Besay, los hijos de los meunitas, los hijos de los nefusitas,

53 los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur,

54 los hijos de Baslit, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá,

55 los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj,

56 los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.

57 Los hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Setay, los hijos de Soféret, los hijos de Peridá,

58 los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel,

59 los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret Hassebayim, los hijos de Amón.

60 Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392.

61 Y estos eran los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addón e Immer, y que no pudieron probar si su familia y su estirpe eran de origen israelita:

62 los hijos de Belaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 642.

63 Y entre los sacerdotes, los hijos de Jobayías, los hijos Haqcós, los hijos de Barzillay - el cual se había casado con una de las hijas de Barzillay el galaadita, cuyo nombre adoptó -.

64 Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban; por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos,

65 y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim.

66 La asamblea ascendía a 42.360 personas,

67 sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337; tenían también 245 cantores y cantoras.

68 Tenían (736 caballos, 245 mulos) 435 camellos y 6.720 asnos.

69 Algunos de los cabezas de familia hicieron ofrendas para la obra. El Gobernador entregó al tesoro mil dracmas de oro, 50 copas y 30 túnicas sacerdotales.

70 Entre los cabezas de familia entregaron al tesoro de la obra 20.000 dracmas de oro y 2.200 minas de plata.

71 Lo que entregó el resto del pueblo ascendía a 20.000 dracmas de oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas sacerdotales.

72 Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los donados y todos los demás israelitas se establecieron en sus ciudades. Llegado el mes séptimo,

Nehemías 8

1 todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés que Yahveh había prescrito a Israel.

2 Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada por hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día uno del mes séptimo.

3 Leyó una parte en la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley.

4 El escriba Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera levantado para esta ocasión; junto a él estaban: a su derecha, Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda, Pedaías, Misael, Malkías, Jasum, Jasbaddaná, Zacarías y Mesul-lam.

5 Esdras abrió el libro a los ojos de todo el pueblo - pues estaba más alto que todo el pueblo - y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie.

6 Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; e inclinándose se postraron ante Yahveh, rostro en tierra.

7 (Josué, Baní, Serebías, Yamín, Aqcub, Sabtay, Hodiyías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas, explicaban la Ley al pueblo que seguía en pie.)

8 Y Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura.

9 Entonces (Nehemías - el Gobernador - y) Esdras, el sacerdote escriba (y los levitas que explicaban al pueblo) dijeron a todo el pueblo: «Este día está consagrado a Yahveh vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis»; pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.

10 Díjoles también: «Id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y mandad su ración a quien no tiene nada preparado. Porque este día está consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la alegría de Yahveh es vuestra fortaleza.»

11 También los levitas tranquilizaban al pueblo diciéndole: «Callad: este día es santo. No estéis tristes.»

12 Y el pueblo entero se fue a comer y beber, a repartir raciones y hacer gran festejo, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado.

13 El segundo día los cabezas de familia de todo el pueblo, los sacerdotes y levitas se reunieron junto al escriba Esdras para comprender las palabras de la Ley.

14 Y encontraron escrito en la Ley que Yahveh había mandado por medio de Moisés que los hijos de Israel habitaran en cabañas durante la fiesta del séptimo mes.

15 En cuanto lo oyeron, hicieron pregonar en todas las ciudades y en Jerusalén: «Salid al monte y traed ramas de olivo, de pino, de mirto, de palmera y de otros árboles frondosos, para hacer cabañas conforme a lo escrito.»

16 Salió el pueblo y trajeron ramas y se hicieron cabañas, cada uno en su terrado, en sus patios, en los atrios de la Casa de Dios, en la plaza de la puerta del Agua y en la plaza de la puerta de Efraím.

17 Toda la asamblea, los que habían vuelto del cautiverio, construyó cabañas y habitó en ellas - cosa que los israelitas no habían hecho desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel día - y hubo gran regocijo.

18 Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios diariamente, desde el primer día al último. Durante siete días, se celebró fiesta; al octavo tuvo lugar, según la norma, una asamblea solemne.

Nehemías 9

1 El día veinticuatro de aquel mismo mes, se congregaron los israelitas para ayunar, vestidos de sayal y la cabeza cubierta de polvo.

2 La raza de Israel se separó de todos los extranjeros; y puestos en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus padres.

3 (De pie y cada uno en su sitio, leyeron en el libro de la Ley de Yahveh su Dios, por espacio de un cuarto de día; durante otro cuarto hacían confesión y se postraban ante Yahveh su Dios.)

4 (Josué, Binnuy, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní subieron al estrado de los levitas y clamaron en alta voz hacia Yahveh su Dios,

5 y los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabneías, Serebías, Hodiyías, Sebanías y Petajías dijeron: «¡Levantaos, bendecid a Yahveh nuestro Dios!») ¡Bendito seas, Yahveh Dios nuestro, de eternidad en eternidad! ¡Y sea bendito el Nombre de tu Gloria que supera toda bendición y alabanza!

6 ¡Tú, Yahveh, tú el único! Tú hiciste los cielos, el cielo de los cielos y toda su mesnada, la tierra y todo cuanto abarca, los mares y todo cuanto encierran. Todo esto tú lo animas, y la mesnada de los cielos ante ti se prosterna.

7 Tú, Yahveh, eres el Dios que elegiste a Abram, le sacaste de Ur de Caldea y le diste el nombre de Abraham.

8 Hallaste su corazón fiel ante ti, con él hiciste alianza, para darle el país del cananeo, del hitita y del amorreo, del perizita, del jebuseo y del guirgasita, a él y a su posteridad. Y has mantenido tu palabra, porque eres justo.

9 Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar de Suf.

10 Contra Faraón obraste señales y prodigios, contra sus siervos y todo el pueblo de su país, pues supiste que eran altivos con ellos. ¡Te hiciste un nombre hasta el día de hoy!

11 Tú hendiste el mar ante ellos: por medio del mar pasaron a pie enjuto. Hundiste en los abismos a sus perseguidores, como una piedra en aguas poderosas.

12 Con columna de nube los guiaste de día, con columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar.

13 Bajaste sobre el monte Sinaí y del cielo les hablaste; les diste normas justas, leyes verdaderas, preceptos y mandamientos excelentes;

14 les diste a conocer tu santo sábado; les ordenaste mandamientos, preceptos y Ley por mano de Moisés, tu siervo.

15 Del cielo les mandaste el pan para su hambre, para su sed hiciste brotar el agua de la roca. Y les mandaste ir a apoderarse de la tierra que tú juraste darles mano en alto.

16 Altivos se volvieron nuestros padres, su cerviz endurecieron y desoyeron tus mandatos.

17 No quisieron oír, no recordaron los prodigios que con ellos hiciste; endurecieron la cerviz y se obstinaron en volver a Egipto y a su servidumbre. Pero tú eres el Dios de los perdones, clemente y entrañable, tardo a la cólera y rico en bondad. ¡No los desamparaste!

18 Ni siquiera cuando se fabricaron un becerro de metal fundido y exclamaron: «¡Este es tu dios que te sacó de Egipto!» (grandes desprecios te hicieron).

19 Tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en el desierto: la columna de nube no se apartó de ellos, para guiarles de día por la ruta, ni la columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar.

20 Tu Espíritu bueno les diste para instruirles, el maná no retiraste de su boca, y para su sed les diste agua.

21 Cuarenta años los sustentaste en el desierto, y nada les faltó: ni sus vestidos se gastaron ni se hincharon sus pies.

22 Reinos y pueblos les donaste y las tierras vecinas repartiste: se apoderaron del país de Sijón, rey de Jesbón, y del país de Og, rey de Basán.

23 Y multiplicaste sus hijos como estrellas del cielo, los llevaste a la tierra que a sus padres dijiste que entrarían a poseer.

24 Llegaron los hijos y tomaron el país, y tú ante ellos aplastaste a los habitantes del país, los cananeos, los pusiste en sus manos, con sus reyes y las gentes del país, para que los trataran a merced de su capricho.

25 Ciudades fuertes conquistaron y una tierra generosa; y heredaron casas de toda suerte de bienes rebosantes, cisternas ya excavadas, viñas y olivares, árboles frutales sin medida: comieron, se saciaron, engordaron, se deleitaron en tus inmensos bienes.

26 Pero después, indóciles, se rebelaron contra ti, arrojaron tu Ley a sus espaldas, mataron a los profetas que les conjuraban a convertirse a ti; (grandes desprecios te hicieron).

27 Tú los entregaste en poder de sus enemigos que los oprimieron. Durante su opresión clamaban hacia ti, y tú los escuchabas desde el cielo; y en tu inmensa ternura les mandabas salvadores que los libraron de las manos opresoras.

28 Pero, apenas en paz, volvían a hacer el mal ante ti, y tú los dejabas en mano de sus enemigos que los oprimían. Ellos de nuevo gritaban hacia ti, y tú escuchabas desde el cielo: ¡muchas veces, por ternura, los salvaste!

29 Les conminaste para volverlos a tu Ley, pero ellos en su orgullo no escucharon tus mandatos; contra tus normas pecaron, contra aquellas que, cumplidas, dan la vida; dieron la espalda, endurecieron su cerviz y no escucharon.

30 Tuviste paciencia con ellos durante muchos años; les advertiste por tu Espíritu, por boca de tus profetas; pero ellos no escucharon. Y los pusiste en manos de las gentes de los países.

31 Mas en tu inmensa ternura no los acabaste, no los abandonaste, porque eres tú Dios clemente y lleno de ternura.

32 Ahora, pues, oh Dios nuestro, tú, Dios grande, poderoso y temible, que mantienes la alianza y el amor, no menosprecies esta miseria que ha caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y profetas, sobre todo tu pueblo, desde los tiempos de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.

33 Has sido justo en todo lo que nos ha sobrevenido, pues tú fuiste fiel, y nosotros malvados:

34 nuestros reyes y jefes, nuestros sacerdotes y padres no guardaron tu Ley, no hicieron caso de los mandamientos y dictámenes que tú les diste.

35 Mientras vivían en su reino, entre los grandes bienes que tú les regalabas, y en la espaciosa y generosa tierra que tú les habías preparado, no te sirvieron ellos ni se convirtieron de sus malas acciones.

36 Míranos hoy a nosotros esclavos, y en el país que habías dado a nuestros padres para gozar de sus frutos y bienes, mira que aquí en servidumbre nos sumimos.

37 Sus muchos frutos son para los reyes, que por nuestros pecados tú nos impusiste, y que a capricho dominan nuestras personas, cuerpos y ganados. ¡En gran angustia nos hallamos!

Nehemías 10

1 De acuerdo con todo esto, nosotros tomamos un firme compromiso por escrito. En el documento sellado figuran nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes...

2 En el documento sellado figuraban: Nehemías, hijo de Jakalías, y Sedecías.

3 Seraías, Azarías, Jeremías,

4 Pasjur, Amarías, Malkías,

5 Jattús, Sebanías, Malluk,

6 Jarim, Meremot, Abdías,

7 Daniel, Guinnetón, Baruc,

8 Mesullam, Abías, Miyyamín,

9 Maazías, Bilgay, Semaías: estos son los sacerdotes.

10 Luego los levitas: Josué, hijo de Azanías, Binnuy, de los hijos de Jenadad, Cadmiel

11 y sus hermanos Sekanías, Hodavías, Quelitá, Pelaías, Janán,

12 Miká, Rejob, Jasabías,

13 Zakkur, Serebías, Sebanías,

14 Hodiyías, Baní, Quenaní.

15 Los jefes del pueblo: Parós, Pajat Moab, Elam, Zattú, Baní,

16 Bunní, Azgad, Bebay,

17 Adonías, Bigvay, Adín,

18 Ater, Ezequías, Azzur,

19 Hodiyías, Jatum, Besay,

20 Jarif, Anatot, Nobay,

21 Magpiás, Mesullam, Jezir,

22 Mesezabel, Sadoq, Yaddúa,

23 Pelatías, Janán, Hanaías,

24 Oseas, Jananías, Jassub,

25 Hallojés, Piljá, Sobeq,

26 Rejum, Jasabná, Maaseías,

27 Ajías, Janán, Anán,

28 Malluk, Jarim, Baaná.

29 y el resto del pueblo, los sacerdotes y los levitas los porteros, los cantores, los donados y todos los separados de las gentes del país para seguir la Ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, cuantos tienen uso de razón,

30 se adhieren a sus hermanos y a los nobles y se comprometen por imprecación y juramento a caminar en la Ley de Dios, que fue dada por mano de Moisés, siervo de Dios, y a guardar y practicar todos los mandamientos de Yahveh nuestro Señor, sus normas y sus leyes.

31 A no dar nuestras hijas a las gentes del país ni tomar sus hijas para nuestros hijos.

32 Si las gentes del país traen, en día de sábado, mercancías o cualquier otra clase de comestibles para vender, nada les compraremos en día de sábado ni en día sagrado. En el año séptimo abandonaremos el producto de la tierra y todas las deudas.

33 Nos imponemos como obligación: Dar un tercio de siclo al año para el servicio de la Casa de nuestro Dios:

34 para el pan que se presenta, para la oblación perpetua y el holocausto perpetuo, para los sacrificios de los sábados, de los novilunios, de las solemnidades, para los alimentos sagrados, para los sacrificios por el pecado como expiación por Israel y para toda la obra de la Casa de nuestro Dios;

35 Hemos echado a suertes - sacerdotes, levitas y pueblo - la ofrenda de la leña que ha de traer a la Casa de nuestro Dios cada familia en su turno, a sus tiempos, cada año, para quemarla sobre el altar de Yahveh nuestro Dios con arreglo a lo escrito en la Ley.

36 y traer cada año a la Casa de Yahveh las primicias de nuestro suelo y las primicias de los frutos de todos los árboles,

37 y los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, conforme a lo escrito en la Ley - los primeros nacidos de nuestro ganado mayor y menor, que se traen a la Casa de nuestro Dios son para los sacerdotes que ejercen el ministerio en la casa de nuestro Dios -.

38 Lo mejor de nuestras moliendas, de los frutos de todo árbol, del vino y del aceite, se lo traeremos a los sacerdotes, a los aposentos de la Casa de nuestro Dios; y el diezmo de nuestro suelo a los levitas, y ellos mismos cobrarán el diezmo en todas las ciudades de nuestra labranza;

39 un sacerdote, hijo de Aarón, irá con los levitas cuando éstos cobren el diezmo; los levitas subirán el diezmo del diezmo a la Casa de nuestro Dios a los aposentos de la casa del tesoro;

40 pues a estos aposentos traen los israelitas y los levitas la ofrenda reservada de trigo, vino y aceite; allí se encuentran también los utensilios del santuario, de los sacerdotes que están de servicio y de los porteros y cantores. No abandonaremos más la Casa de nuestro Dios.

Nehemías 11

1 Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. El resto del pueblo echó a suertes para que de cada diez hombres habitase uno en Jerusalén, la Ciudad Santa, quedando los otros nueve en las ciudades.

2 Y el pueblo bendijo a todos los hombres que se ofrecieron voluntarios para habitar en Jerusalén.

3 Estos son los jefes de la provincia que se establecieron en Jerusalén y en las ciudades de Judá; Israel, sacerdotes, levitas, donados e hijos de los siervos de Salomón, vivían en sus ciudades, cada uno en su propiedad.

4 Habitaban en Jerusalén hijos de Judá e hijos de Benjamín. De los hijos de Judá: Ataías, hijo de Uzzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalalel, de los hijos de Peres;

5 Maaseías, hijo de Baruc, hijo de Kol Jozé, hijo de Jazaías, hijo de Adaías, hijo de Yoyarib, hijo de Zacarías, el selanita.

6 El total de los hijos de Peres que habitaban en Jerusalén era de 468, hombres vigorosos.

7 Los hijos de Benjamín eran: Sallú, hijo de Mesullam, hijo de Yoed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maaseías, hijo de Itiel, hijo de Isaías,

8 y sus hermanos, hombres vigorosos: 928.

9 Joel, hijo de Zikrí, era su encargado y Judá, hijo de Hassenúa, era el segundo jefe de la ciudad.

10 De los sacerdotes: Yedaías, hijo de Yoyaquim, hijo de

11 Seraías, hijo de Jilquías, hijo de Mesullam, hijo de Sadoq, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la Casa de Dios,

12 y sus hermanos empleados en la obra de la Casa: 822; Adaías, hijo de Yerojam, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de Malkías,

13 y sus hermanos, cabezas de familia: 242; y Amasay, hijo de Azarel, hijo de Ajzay, hijo de Mesillemot, hijo de Immer,

14 y sus hermanos, hombres vigorosos: 128. Su encargado era Zabdiel, hijo de Haggadol.

15 De los levitas: Semaías, hijo de Jassub, hijo de Azricam, hijo de Jasabías, hijo de Bunní;

16 Sabtay y Yozabad, que entre los jefes de los levitas estaban al frente de los servicios exteriores de la Casa de Dios;

17 Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, que dirigía los himnos, entonaba la acción de gracias de la oración; Baqbuquías, el segundo entre sus hermanos; Abdías, hijo de Sammúa, hijo de Galal, hijo de Yedutún.

18 Total de los levitas en la Ciudad santa: 284.

19 Los porteros: Aqcub, Talmón y sus hermanos, que hacían la guardia de las puertas: 172.

20 El resto de los israelitas, de los sacerdotes y levitas, se estableció en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.

21 Los donados habitaban el Ofel; Sijá y Guispá estaban al frente de los donados.

22 El encargado de los levitas en Jerusalén era Uzzí, hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Mattanías, hijo de Miká; era uno de los hijos de Asaf que estaban encargados del canto según el servicio de la Casa de Dios;

23 porque había acerca de los cantores un mandato del rey y un reglamento que fijaba los actos de cada día.

24 Petajías, hijo de Mesezabel, de los hijos de Zéraj, hijo de Judá, estaba a las órdenes del rey para todos los asuntos del pueblo,

25 y en los poblados situados en sus campos. Parte de los hijos de Judá habitaban en Quiryat Haarbá y sus aldeas anejas, en Dibón y sus aldeas anejas, en Jeqcabsel y sus poblados,

26 en Yesúa, en Moladá, en Bet Pélet,

27 en Jasar Sual, en Berseba y sus aldeas anejas,

28 en Siquelag, en Mekoná y sus aldeas anejas,

29 en Enrimmón, en Soreá, en Yarmut,

30 en Zanóaj, Adullam y sus caseríos; Lakis y su comarca, Azecá y sus aldeas anejas: se establecieron desde Berseba hasta el valle de Hinnón.

31 Algunos hijos de Benjamín habitaban en Gueba, Midmás, Ayyá, Betel y sus aldeas anejas,

32 Anatot, Nob, Ananías,

33 Jasor, Ramá, Guittayim,

34 Jadid, Seboím, Neballat,

35 Lod y Onó, y el valle de los Artesanos.

36 Había grupos de levitas en Judá y en Benjamín.

Nehemías 12

1 Estos son los sacerdotes y los levitas que subieron con Zorobabel, hijo de Sealtiel, y con Josué: Seraías, Jeremías, Esdras,

2 Amarías, Malluk, Hattús,

3 Sekanías, Rejum, Meremot,

4 Iddó, Guinnetón, Abías,

5 Miyyamín, Maadías, Bilgá,

6 Semaías; además: Yoyarib, Yedaías,

7-a Sallú, Amoq, Jilquías, Yedaías.

7-b Estos eran los jefes de los sacerdotes y de sus hermanos, en tiempo de Josué.

8 Levitas: Josué, Binnuy, Cadmiel, Serebías, Judá, Mattanías - que dirigía con sus hermanos los himnos de acción de gracias,

9 y Baqbuquías, Unní y sus hermanos les hacían coro en sus ministerios.

10 Josué engendró a Yoyaquim; Yoyaquim engendró a Elyasib; Elyasib engendró a Yoyadá;

11 Yoyadá engendró a Yojanán, y Yojanán engendró a Yaddúa.

12 En los días de Yoyaquim los sacerdotes cabezas de familia eran: de la familia de Seraías: Meraías; de la familia de Jeremías: Jananías;

13 de la de Esdras: Mesullam; de la de Amarías: Yehojanán;

14 de la de Malluk: Jonatán; de la de Sekanías: José;

15 de la de Jarim: Azná; de la de Meremot: Jelcay;

16 de la de Iddó: Zacarías; de la de Guinnetón: Mesullam;

17 de la de Abías: Zikrí; de la de Miyyamín:... de la de Maadías: Piltay;

18 de la de Bilgá: Sammúa; de la de Semaías: Jonatán;

19 además: de la de Yoyarib: Mattenay; de la Yedaías: Uzzí;

20 de la de Sallú: Callay; de la de Amoq: Héber;

21 de la de Jilquías: Jasabías; de la de Yedaías: Natanael.

22 En tiempo de Elyasib, Yoyadá, Yojanán y Yaddúa, los cabezas de familias sacerdotales fueron registrados en el libro de las Crónicas, hasta el reinado de Darío el persa.

23 Los hijos de Leví: Los cabezas de familia fueron registrados en el libro de las Crónicas, hasta el tiempo de Yojanán, nieto de Elyasib.

24 Los jefes de los levitas eran: Jasabías, Serebías, Josué, Binnuy, Cadmiel; y sus hermanos, frente por frente para ejecutar los himnos de alabanza y de acción de gracias, conforme a las instrucciones de David, hombre de Dios, en grupos alternos,

25 eran: Mattanías, Baqbuquías, y Abdías. Y Mesullam, Talmón y Aqcub, porteros, montaban la guardia en los almacenes junto a las puertas.

26 Estos vivían en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josué, hijo de Yosadaq, y en tiempo de Nehemías, el gobernador, y de Esdras, el sacerdote - escriba.

27 Cuando la dedicación de la muralla de Jerusalén, se buscó a los levitas por todos los lugares para traerlos a Jerusalén, con el fin de celebrar la dedicación con alegría, con cánticos de acción de gracias y música de címbalos, salterios y cítaras.

28 Los cantores, hijos de Leví, se congregaron de la región circundante de Jerusalén, de los poblados de los netofatíes,

29 de Bet Haguilgal, de los campos de Gueba y de Azmávet; porque los cantores habían construido poblados alrededor de Jerusalén.

30 Sacerdotes y levitas se purificaron, y luego purificaron al pueblo, las puertas y la muralla.

31 Mandé entonces a los jefes de Judá que subieran a la muralla y organicé dos grandes coros. El primero marchaba por encima de la muralla, hacia la derecha, hacia la puerta del Muladar;

32 detrás de ellos iban Hosaías y la mitad de los jefes de Judá,

33 Azarías, Esdras, Mesullam,

34 Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías,

35 elegidos entre los sacerdotes y provistos de trompetas; y Zacarías, hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zakkur, hijo de Asaf,

36 con sus hermanos, Semaías, Azarel, Milalay, Guilalay, Maay, Natanael, Judá, Jananí, con los instrumentos músicos de David, hombre de Dios. Y Esdras el escriba iba al frente de ellos.

37 A la altura de la puerta de la Fuente, subieron a derecho por la escalera de la Ciudad de David, por encima de la muralla, y por la subida de la Casa de David, hasta la puerta del Agua, al Oriente.

38 El segundo coro marchaba por la izquierda; yo iba detrás, con la mitad de los jefes del pueblo, por encima de la muralla, pasando por la torre de los Hornos, hasta la muralla de la Plaza,

39 por encima de la puerta de Efraím, la puerta de los Peces, la torre de Jananel, hasta la puerta de las Ovejas; se hizo alto en la puerta de la Prisión.

40 Luego los dos corros se colocaron en la Casa de Dios. - Tenía yo a mi lado a la mitad de los consejeros,

41 y a los sacerdotes Elyaquim, Maaseías, Minyamín, Miká, Elyoenay, Zacarías, Jananías, con trompetas,

42 y Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzzí, Yehojanán, Malkiyías, Elam y Ezer -. Los cantores entonaron su canto bajo la dirección de Yizrajías.

43 Se ofrecieron aquel día grandes sacrificios y la gente se entregó a la algazara, pues Dios les había concedido un gran gozo; también se regocijaron las mujeres y los niños. Y el alborozo de Jerusalén se oía desde lejos.

44 En aquel tiempo se puso al frente de los aposentos destinados para almacenes de las ofrendas reservadas, de las primicias y de los diezmos, a hombres que recogiesen en ellos, del territorio de las ciudades, las porciones que la Ley otorga a los sacerdotes y a los levitas. Pues Judá se complacía en ver a los sacerdotes y levitas en sus funciones.

45 Ellos cumplían el ministerio de su Dios y el ministerio de las purificaciones, junto con los cantores y los porteros, conforme a lo mandado por David y su hijo Salomón.

46 Pues ya desde un principio, desde los días de David y de Asaf, había jefes de cantores y cánticos de alabanza y acción de gracias a Dios.

47 Y todo Israel, en tiempo de Zorobabel y en tiempo de Nehemías, daba a los cantores y a los porteros las raciones correspondientes a cada día. A los levitas se les entregaban las cosas sagradas, y los levitas entregaban su parte a los hijos de Aarón.

Nehemías 13

1 En aquel tiempo se leyó a oídos del pueblo en el libro de Moisés, y se encontró escrito en él: = «El ammonita y el moabita no entrarán jamás en la asamblea de = Dios,

2 = porque no recibieron = a los israelitas = con pan y agua. Tomaron a sueldo = contra ellos a = Balaam, para maldecirles, pero nuestro = Dios = cambió la maldición en bendición.» =

3 Así que, en oyendo la Ley, se excluyó de Israel a todo extranjero.

4 Antes de esto, el sacerdote Elyasib había sido encargado de los aposentos de la Casa de nuestro Dios. Como era pariente de Tobías,

5 le había proporcionado un aposento espacioso, donde anteriormente se depositaban las oblaciones, el incienso, los utensilios, el diezmo del trigo, del vino y del aceite, es decir, las porciones de los levitas, los cantores y los porteros, y lo reservado a los sacerdotes.

6 Cuando sucedía esto, yo no estaba en Jerusalén, porque el año 32 de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido donde el rey; pero al cabo de algún tiempo el rey me permitió volver;

7 volví a Jerusalén, y me enteré de la mala acción que había hecho Elyasib en favor de Tobías, preparándole un aposento en el atrio de la Casa de Dios.

8 Esto me desagradó mucho; eché fuera del aposento todos los muebles de la casa de Tobías,

9 y mandé purificar los aposentos y volver a poner en ellos los utensilios de la Casa de Dios, las oblaciones y el incienso.

10 Me enteré también de que ya no se entregaban las raciones de los levitas, por lo que ellos se habían marchado cada uno a su campo - los levitas y los cantores encargados del servicio -.

11 Reprendí por ello a los consejeros diciéndoles: «¿Por qué ha sido abandonada la Casa de Dios?» Luego los reuní de nuevo y los restablecí en sus puestos.

12 Y todo Judá trajo a los almacenes el diezmo del trigo, del vino y del aceite.

13 Puse al frente de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoq y Pedaías, uno de los levitas, y como ayudante, a Janán, hijo de Zakkur, hijo de Mattanías, porque eran considerados como personas fieles; les incumbía distribuir las porciones a sus hermanos.

14 ¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío; no borres las obras de piedad que yo hice por la Casa de mi Dios y por sus servicios!

15 Por aquellos días, vi que había en Judá quienes pisaban los lagares en día de sábado; otros acarreaban los haces de trigo y los cargaban sobre los asnos, y también vino, uva, higos y toda clase de cargas, para traerlo a Jerusalén en día de sábado: les advertí que no vendiesen sus mercancías.

16 En Jerusalén, algunos tirios que habitan en ella traían pescado y toda clase de mercancías para vendérselas a los judíos en día de sábado,

17 Reprendí a los notables de Judá diciendo: «¡Qué mala acción cometéis profanando el día del sábado!

18 ¿No fue así como obraron vuestros padres y por lo que nuestro Dios hizo caer toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¡Y vosotros aumentáis así la Cólera contra Israel profanando el sábado!»

19 Así que ordené que cuando la sombra cubriese las puertas de Jerusalén, la víspera del sábado se cerrasen las puertas, y que no se abriesen hasta después del sábado. Y puse junto a las puertas a algunos de mis hombres para que no entrase carga alguna en día de sábado.

20 Una o dos veces, algunos mercaderes que vendían toda clase de mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén,

21 pero yo les avisé diciéndoles: «¿Por qué pasáis la noche junto a la muralla? ¡Si volvéis a hacerlo, os meteré mano!» Desde entonces no volvían más en sábado.

22 Ordené también a los levitas purificarse y venir a guardar las puertas, para santificar el sábado. ¡También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y ten piedad de mí según tu gran misericordia!

23 Vi también en aquellos días que algunos judíos se habían casado con mujeres asdoditas, ammonitas o moabitas.

24 De sus hijos, la mitad hablaban asdodeo o la lengua de uno u otro pueblo, pero no sabían ya hablar judío.

25 Yo les reprendí y les maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos, y los conjuré en nombre de Dios: «¡No debéis dar vuestras hijas a sus hijos ni tomar ninguna de sus hijas por mujeres ni para vuestros hijos ni para vosotros mismos!

26 ¿No pecó en esto Salomón, rey de Israel? Entre tantas naciones no había un rey semejante a él; era amado de su Dios; Dios le había hecho rey de todo Israel. Y también a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.

27 ¿Se tendrá que oír de vosotros que cometéis el mismo gran crimen de rebelaros contra nuestro Dios casándoos con mujeres extranjeras?»

28 Uno de los hijos de Yoyadá, hijo del sumo sacerdote Elyasib, era yerno de Samballat el joronita. Yo le eché de mi lado.

29 ¡Acuérdate de estas gentes, Dios mío, por haber mancillado el sacerdocio y la alianza de los sacerdotes y levitas!

30 Los purifiqué, pues, de todo lo extranjero. Y establecí, para los sacerdotes y levitas, reglamentos que determinaran la tarea de cada uno,

31 y lo mismo para las ofrendas de leña a plazos fijos y para las primicias. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para mi bien!

TOBÍAS

Tobías 1

1 Historia de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de Ananiel, hijo de Aduel, hijo de Gabael, del linaje de Asiel, de la tribu de Neftalí,

2 que en tiempo de Salmanasar, rey de Asiria, fue deportado de Tibé, que queda al sur de Cadés de Neftalí, en la Galilea superior, por encima de Jasor, detrás del camino del oeste y al norte de Sefat.

3 Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los días de mi vida y he repartido muchas limosmas entre mis hermanos y compatriotas, deportados conmigo a Nínive, al país de los asirios.

4 Siendo yo joven todavía y estando en mi país, en la tierra de Israel, toda la tribu de mi padre Neftalí se apartó de la casa de David y de Jerusalén, la ciudad elegida entre todas las tribus de Israel para ofrecer allí sacrificios y en la que había sido edificado y consagrado, para todas las generaciones venideras, el Templo de la Morada del Altísimo.

5 Todos mis hermanos y la casa de mi padre Neftalí ofrecían sacrificios al becerro que Jeroboam, rey de Israel, había hecho en Dan, en los montes de Galilea.

6 Muchas veces era yo el único que iba a Jerusalén, con ocasión de las fiestas, tal como está prescrito para todo Israel por decreto perpetuo; en cobrando las primicias y las crías primeras y diezmos de mis bienes y el primer esquileo de mis ovejas, acudía presuroso a Jerusalén

7 y se lo entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, para el altar. Daba a los levitas, que hacían el servicio en Jerusalén, el diezmo del vino, del grano, del olivo, de los granados, de los higos y demás frutales; tomaba en metálico el segundo diezmo, de los seis años, y lo gastaba en Jerusalén.

8 Entregaba el tercer diezmo a los huérfanos, a las viudas y a los prosélitos que vivían con los israelitas; se lo llevaba y entregaba cada tres años, celebrando una comida con ellos conforme a lo que se prescribe en la Ley de Moisés y conforme a los preceptos que me dio Débora, madre de nuestro padre Ananiel, pues mi padre había muerto dejándome huérfano.

9 En llegando a edad adulta, me casé con Ana, mujer de nuestra parentela; y ella dio a luz a Tobías.

10 Cuando la deportación de Asiria, yo también fui deportado y me trasladé a Nínive. Todos mis hermanos y los de mi linaje comían los manjares de los gentiles,

11 más yo me guardé bien de comerlos.

12 Como yo me acordaba de Dios con toda mi alma,

13 me concedió el Altísimo gracia y favor ante Salmanasar, y llegué a ser procurador suyo.

14 Me trasladé a Media y administré allí sus negocios hasta su muerte; y desposité en Ragués de Media, en casa de Gabael, hermano de Gabrí, unos sacos de plata por valor de diez talentos.

15 Muerto Salmanasar, le sucedió en el trono su hijo Senaquerib; en su reinado, los caminos de Media se hicieron inseguros y no pude volver allí.

16 En los días de Salmanasar hice yo muchas limosmas a mis hermanos de raza;

17 di mi pan a los hambrientos y vestido a los desnudos; y si veía el cadaver de alguno de los de mi raza arrojado extramuros de Nínive, le daba sepultura.

18 Enterré igualmente a los que mató Senaquerib (cuando vino huyendo de Judea después del escarmiento que hizo contra él el Rey del Cielo, a causa de sus blasfemias. Senaquerib, en su cólera, mandó matar a muchos israelitas); y yo sustraje sus cuerpos y los enterré. Senaquerib los buscó sin encontrarlos.

19 Un ninivita fue a denunciarme al rey de que yo los había enterrado en secreto. Cuando supe que el rey tenía informes acerca de mí, y que me buscaba para matarme, tuve miedo y escapé.

20 Me fueron arrebatados todos mis bienes; nada quedó sin confiscar para el tesoro real, salvo mi mujer Ana y mi hijo Tobías.

21 Aún no habían transcurrido cuarenta días, cuando Senaquerib fue asesinado por sus dos hijos, que huyeron luego hacia los montes Ararat. Le sucedió su hijo Asarjaddón. Asarjaddón puso a Ajikar, hijo de mi hermano Anael, al frente de las finanzas de su reino, de modo que dirigía toda la administración.

22 Ajikar intercedió por mí y pude regresar a Nínive. Ajikar, de hecho, había sido copero mayor, custodio del sello, administrador y encargado de las finanzas bajo Senaquerib, rey de Asiria; y Asarjaddón le confirmó en los cargos. Era sobrino mío y de mi propia parentela.







Tobías 2

1 En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían preparado una excelente comida y me dispuse a comer.

2 Cuando me presentaron la mesa, con numerosos manjares, dije a mi hijo Tobías: «Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros. Te esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.»

3 Fuese, pues, Tobías a buscar a alguno de nuestros hermanos pobres, y cuando regresó me dijo: «Padre.» Le respondí: «¿Qué hay, hijo?» Contestó: «Padre, han asesinado a uno de los nuestros; le han estrangulado y le han arrojado en la plaza del mercado y aún está allí.»

4 Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el cadáver de la plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera el sol, para enterrarlo.

5 Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción

6 acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: = Vuestras solemnidades se convertirán en duelo y todas vuestras canciones en lamento. =

7 Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el cadáver.

8 Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.»

9 Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me recosté contra la tapia, con el rostro cubierto a causa del calor.

10 Ignoraba yo que arriba, en el muro, hubiera gorriones; me cayó excremento caliente sobre los ojos y me salieron manchas blancas. Fui a los médicos, para que me curasen; pero cuantos más remedios me aplicaban, menos veía a causa de las manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Cuatro años estuve sin ver. Todos mis hermanos estaban afligidos; Ajikar, por su parte, proveyó a mi sustento durante dos años, hasta que se trasladó a Elimaida.

11 En aquellas circunstancias, mi mujer Ana, tuvo que trabajar a sueldo en labores femeninas; hilaba lana y hacía tejidos

12 que entregaba a sus señores, cobrando un sueldo; el siete del mes de Dystros acabó un tejido y se lo entregó a los dueños, que le dieron todo su jornal y le añadieron un cabrito para una comida.

13 Cuando entró ella en casa, el cabrito empezó a balar; yo, entonces, llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿Es que ha sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer cosa robada.»

14 Ella me dijo: «Es un regalo que me han añadido a mi sueldo.» Pero yo no la creí; ordené que lo devolviera a los dueños y me irrité contra ella por este asunto. Entonces ella me replicó: «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!»





Tobías 3

1 Anegada entonces mi alma de tristeza, suspirando y llorando, comenzé a orar con gemidos:

2 Tú eres justo, Señor, y justas son todas tus obras. Misericordia y verdad son todos tus caminos. Tú eres el Juez del Universo.

3 Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame. No me condenes por mis pecados, mis inadvertencias y las de mis padres. Hemos pecado en tu presencia,

4 no hemos escuchado tus mandatos y nos has entregado al saqueo, a la burla, al comentario y al oprobio de todas las gentes entre las que nos has dispersado.

5 Pero cierto es, Señor, que todas tus sentencias a la verdad responden cuando me tratas según mis pecados y los de mis padres; porque no hemos cumplido tus mandatos, y no hemos caminado en la verdad delante de ti.

6 Haz conmigo ahora según lo que te plazca y ordena que reciban mi vida para que yo me disuelva sobre la faz de la tierra, porque más me vale morir que vivir. Tengo que aguantar injustos reproches y me anega la tristeza. Manda, Señor, que sea liberado de esta aflicción y déjame partir al lugar eterno, y no apartes, Señor, tu rostro de mí, pues prefiero morir a pasar tanta aflicción durante la vida y tener que seguir oyendo injurias.

7 Sucedió aquel mismo día, que también Sarra, hija de Ragüel, el de Ecbátana de Media, fue injuriada por una de las esclavas de su padre,

8 porque había sido dada en matrimonio a siete hombres, pero el malvado demonio Asmodeo los había matado antes de que se unieran a ella como casados. La esclava le decía: «¡Eres tú la que matas a tus maridos! Ya has tenido siete, pero ni de uno siquiera has disfrutado.

9 ¿Nos castigas porque se te mueren los maridos? ¡Vete con ellos y que nunca veamos hijo ni hija tuyos!»

10 Entonces Sarra, con el alma llena de tristeza, se echó a llorar y subió al aposento de su padre con intención de ahorcarse. Pero, reflexionando, pensó: «Acaso esto sirva para que injurien a mi padre y le digan: "Tenías una hija única, amada y se ha ahorcado porque se sentía desgraciada." No puedo consentir que mi padre, en su ancianidad, baje con tristeza a la mansión de los muertos. Es mejor que, en vez de ahorcarme, suplique al Señor que me envíe la muerte para no tener que oír injurias durante mi vida.»

11 Y en aquel momento, extendiendo las manos hacia la ventana, oró así: Bendito seas tú, Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los siglos, y que todas tus obras te bendigan por siempre.

12 Vuelvo ahora mi rostro y alzo mi ojos hacia ti.

13 Manda que yo sea librada de la tierra, para no escuchar ultrajes.

14 Tú sabes, Señor, que yo estoy pura de todo contacto de varón;

15 que no he mancillado mi nombre ni el nombre de mi padre en la tierra de mi cautividad. Soy la única hija de mi padre; no tiene otros hijos que le hereden, no tiene junto a sí ningún hermano ni pariente a quien me deba por mujer. Ya perdí siete maridos: ¿para qué quiero la vida? Si no te place, Señor, darme la muerte, ¡mírame con compasión! y no tenga yo que escuchar injurias.



16 Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos

17 y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por mujer a Tobías, hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado; porque Tobías tenía más derechos sobre ella que todos cuantos la pretendían. En aquel mismo momento se volvía Tobit del patio a la casa, y Sarra, la de Ragüel, descendía del aposento.



Tobías 4

1 Aquel día, se acordó Tobit del dinero que había dejado en depósito a Gabael, en Ragués de Media,

2 y se dijo para sí: «Yo, ya estoy deseando morirme. Así que voy a llamar a mi hijo Tobías y le voy a hablar de este dinero antes de morirme.»

3 Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo: «Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo.

4 Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltata junto a mí, en el mismo sepulcro.

5 «Acuérdate, hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni transgredir sus mandamientos; practica la justicia todos los días de tu vida y no andes por caminos de injusticia,

6 pues si te portas según verdad, tendrás éxito en todas tus cosas,

7 como todos los que practican la justicia. «Haz limosma con tus bienes; y al hacerlo, que tu ojo no tenga rencilla. No vuelvas la cara ante ningún pobre y Dios no apartará de ti su cara.

8 Regula tu limosma según la abundancia de tus bienes. Si tienes poco, da conforme a ese poco, pero nunca temas dar limosna,

9 porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad.

10 Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas.

11 Don valioso es la limosma para cuantos la practican en presencia del Altísimo.

12 «Guárdate, hijo, de toda impureza y, sobre todo, toma mujer del linaje de tus padres; no tomes mujer extraña que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque somos descendientes de profetas. Recuerda, hijo, que desde siempre nuestros padres Noé, Abraham, Isaac y Jacob tomaron mujeres de entre sus hermanos y fueron bendecidos en sus hijos, de modo que su estirpe poseerá la tierra en herencia.

13 Así pues, hijo, ama a tus hermanos; no tengas con tus hermanos, ni con los hijos y las hijas de tu pueblo, corazón soberbio, en orden a tomar para ti mujer de entre ellos; pues la soberbia acarrea la ruina y prolija inquietud; y la ociosidad, bajeza y extrema penuria; porque la ociosidad es madre de la indigencia.

14 «No retengas el salario de los que trabajan para ti; dáselo al momento. Si sirves a Dios serás recompensado. Pon cuidado, hijo, en todas tus acciones y muéstrate educado en toda tu conducta.

15 No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. No bebas vino hasta emborracharte y no hagas de la embriaguez tu compañera de camino.

16 «Da de tu pan al hambriento y de tus vestidos al desnudo. Haz limosna de todo cuanto te sobra; y no tenga rencilla tu ojo cuando hagas limosna.

17 Esparce tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los pecadores.

18 «Busca el consejo de los prudentes y no desprecies ningún aviso saludable.

19 Bendice al Señor Dios en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que llegen a buen fin todas tus sendas y proyectos. Pues no todas las gentes tienen consejo; es el Señor quien da todos los bienes y, cuando quiere, eleva o abata hasta lo profundo del Hades. Así, pues, hijo, recuerda estos mandamientos y no permitas que se borren de tu corazón.

20 «También quiero decirte que dejé en depósito a Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata.

21 No debes preocuparte, hijo, porque seamos pobres. Muchos bienes posees si temes a Dios, huyes de todo pecado y haces lo que es bueno ante el Señor tu Dios.»







Tobías 5

1 Entonces Tobías respondió a su padre Tobit: «Haré cuanto me has mandado, padre.

2 Pero ¿cómo podré recuperar el depósito? Ni él me conoce a mí ni yo a él. ¿Qué señal debo darle para que me reconozca, me crea y me devuelva el dinero? Por otra parte, desconozco la ruta que conduce a Media.»

3 Tobit, entonces, respondió a su hijo Tobías: «El me dio un recibo y yo a él otro; lo partí en dos, tomé una parte y dejé la otra con el dinero. ¡Ya va para veinte años que deposité esta suma! Ahora, hijo, busca un hombre de confianza que vaya contigo, y le tomaremos a sueldo hasta tu vuelta, y vete a recuperar esta plata.»

4 Salió Tobías a buscar un hombre que conociera la ruta y fuera con él a Media. En saliendo, encontró a Rafael, el ángel, parado ante él; pero no sabía que era un ángel de Dios.

5 Díjole, pues: «¿De dónde eres, joven?» Le respondió: «De los israelitas, tus hermanos y ando en busca de trabajo.» Díjole Tobías: «¿Conoces la ruta de Media?»

6 Respondió: «Sí; he estado allá muchas veces y conozco al detalle todos los caminos. He ido a Media con frecuencia y he sido huésped de Gabael, nuestro hermano, el que vive en Ragués de Media. Hay dos jornadas de camino entre Ecbátana y Ragués, pues Ragués está en la montaña y Ecbátana en el llano.»

7 Tobías le dijo: «Espérame, joven, que voy a decírselo a mi padre, porque necesito que vengas conmigo; y yo te pagaré tu sueldo.»

8 El le dijo: «Te espero, pero no tardes.»

9 Fuese Tobías a informar a su padre y le dijo: «Ya he encontrado un hombre, que es israelita, hermano nuestro.» Contestóle Tobit: «Llámale, para que yo sepa a qué familia y tribu pertenece, y si es digno de confianza para que te acompañe, hijo.» Salió Tobías, le llamó y le dijo: «Joven, mi padre te llama.»

10 Entró el ángel y Tobit se adelantó a saludarle; el ángel contestó: «Que disfrutes de mucha alegría.» Replicó Tobit: «¿Qué alegría puedo disfrutar ya? Estoy ciego y no puedo ver la luz del cielo; yazgo en tinieblas como los muertos, que no contemplan la luz; vivo como un muerto; oigo la voz de los hombres, pero no los veo.» Le dijo el ángel: «Ten confianza, que Dios te curará dentro de poco. Ten confianza.» Tobit le dijo: «Mi hijo Tobías quiere ir a Media. ¿Puedes ir con él y servirle de guía? Yo te daría tu salario, hermano.» El respondió: «Puedo ir con él, pues conozco al detalle todos los caminos y he viajado a Media con frecuencia; he recorrido todos sus llanos y sus montes y tengo conocimiento de todas sus rutas.»

11 Tobit le dijo: «¿Querrías decirme, hermano, a qué familia y tribu perteneces?

12 Le respondió el ángel: «¿Qué puede importar mi tribu?» Tobit insitió: «Me gustaría, hermano, saber con seguridad tu tribu y nombre.»

13 Respondió el ángel: «Yo soy Azarías, hijo del gran Ananías, uno de tus hermanos.»

14 Le dijo Tobit: «Seas venido sano y salvo, hermano; y no lleves a mal, hermano, mi deseo de conocer con certeza tu nombre y familia. Resulta ahora que eres de mi parentela y que perteneces a un linaje bueno y honrado. He conocido a Ananías y a Natán, los dos hijos del gran Semeías; ellos iban conmigo a Jerusalén y conmigo adoraban allí, sin desviarse del buen camino. Tus hermanos son hombres de bien; de buen linaje procedes. ¡El gozo sea contigo!»

15 Y añadió: «Te daré como sueldo una dracma por día, y en lo demás tendrás el mismo trato que mi hijo.

16 Vete con mi hijo y después te añadiré un sobresueldo.»

17 Le dijo el ángel: «Partiré con él y no abrigues temor; sanos partimos y sanos regresaremos a ti, porque la ruta es segura.» Le respondió Tobit: «Bendito seas, hermano.» Y llamando a su hijo le anunció: «Hijo, prepara las cosas para el camino y emprende la marcha con tu hermano; que el Dios que está en los cielos os proteja allí y os devuelva a mí sanos; y su ángel os acompañe con su protección, hijo.» Tobías se dispuso a emprender la marcha y besó a su padre y a su madre. Tobit le dijo: «¡Que tengáis buen viaje!»

18 Pero su madre lloraba y dijo a Tobit: «¿Por qué has hecho que se vaya mi hijo? ¿No era él el bastón de nuestra mano, que siempre va y viene con nosotros?

19 ¡Que no sea el dinero lo primero de todo! Que no se convierta en el precio de nuestro hijo!

20 ¡Con lo que el Señor nos daba para vivir teníamos bastante!»

21 El le dijo: «No pienses tal cosa; sano ha partido nuestro hijo y sano volverá a nosotros; con tus propios ojos lo verás el día que regrese sano junto a ti.

22 No pienses tal cosa ni te atormentes por ellos, hermana; porque un ángel bueno le acompañará, le dará un viaje fácil y le devolverá sano.»







Tobías 6

1 Y ella dejó de llorar.

2 Partió el muchacho en compañía del ángel, y el perro les seguía. Yendo de camino, aconteció que una noche acamparon junto al río Tigris.

3 Bajó el muchacho al río a lavarse los pies, cuando saltó del agua un gran pez que quería devorar el pie del muchacho. Este gritó

4 pero el ángel le dijo: «¡Agarra el pez y tenlo bien sujeto!» El muchacho se apoderó del pez y lo arrastró a tierra.

5 El ángel añadió: «Abre el pez, sácale la hiel, el corazón y el hígado y guárdatelo, y tira los intestinos; porque su hiel, su corazón y su hígado son remedios útiles.»

6 El joven abrió el pez y tomó la hiel, el corazón y el hígado. Asó parte del pez y lo comió, salando el resto. Luego continuaron su camino, los dos juntos, hasta cerca de Media.

7 Preguntó entonces el muchacho al ángel: «Hermano Azarías, ¿qué remedios hay en el corazón, el hígado y la hiel del pez?»

8 Le respondió: «Si se quema el corazón o el hígado del pez ante un hombre o una mujer atormentados por un demonio o un espíritu malo, el humo ahuyenta todo mal y le hace desaparecer para siempre.

9 Cuanto a la hiel, untando con ella los ojos de un hombre atacado por manchas blancas, y soplando sobre las manchas, queda curado.»

10 Cuando entraron en Media, y estando ya cerca de Ecbátana,

11 dijo Rafael al joven: «Hermano Tobías.» Le respondió: «¿Qué deseas?» Contestó él: «Pararemos esta noche en casa de Ragüel; es pariente tuyo y tiene una hija que se llama Sarra;

12 fuera de ella no tiene más hijos ni hijas; tú eres el más cercano, tienes más derechos sobre ella que todos los demás y es justo que heredes la hacienda de su padre; la muchacha es prudente, valerosa y muy bella y su padre la ama.»

13 Y añadió: «Es justo que la tomes para ti. Escúchame, hermano. Yo hablaré esta noche al padre acerca de la muchacha para que te la conceda como prometida, y a nuestro regreso de Ragués celebraremos la boda. Estoy seguro de que Ragüel no puede negártela, ni dársela a otro, pues se haría reo de muerte, según la sentencia del libro de Moisés, pues él sabe que te asiste el derecho a tomar a su hija por mujer. Así pues, óyeme bien, hermano; hablaremos esta noche sobre la muchacha y que la den como prometida; y cuando volvamos de Ragués, la tomaremos y la llevaremos con nosotros a tu casa.»

14 Tobías respondió a Rafael: «Hermano Azarías, he oído decir que ya ha sido dada a siete maridos y que todos han muerto la noche de bodas; que cuando entraban donde ella, morían; también he oído decir que un demonio los mataba;

15 así que tengo miedo, pues a ella no le hace ningún daño, porque la ama; pero al que intenta acercarse a ella, le mata; yo soy hijo único, y si muero, haré bajar en tristeza al sepulcro, por mi causa, la vida de mi padre y de mi madre. Ellos no tienen otro hijo que les dé sepultura.»

16 Respondió el ángel: «¿Has olvidado las recomendaciones de tu padre, que te mandó tomar mujer de la casa de tu padre? Escúchame bien, hermano: no tengas miedo a ese demonio y tómala; sé bien que esta noche te la darán por mujer.

17 Cuando entres en la cámara nupcial, tomas el corazón del pez y parte del hígado y lo pones sobre las brasas de los perfumes. Se difundirá el aroma y cuando el demonio lo huela, huirá y nunca aparecerá ya a su lado.

18 Y cuando vayas a unirte a ella, levantaos primero los dos y haced oración y suplicad al Señor del Cielo que se apiade de vosotros y os salve. Y no tengas miedo, porque para ti está destinada desde el principio; tú la salvarás; ella se vendrá contigo y te aseguro que te dará hijos que serán para ti como hermanos. No te preocupes.»

19 Cuando Tobías oyó las razones de Rafael y que era hermana suya, del linaje de la casa de su padre, se enamoró de tal modo que se le apegó el corazón a ella.







Tobías 7

1 Cuando entraron en Ecbátana dijo Tobías: «Hermano Azarías, guíame en derechura a casa de Ragüel, nuestro hermano.» Le condujo, pues a casa de Ragüel y le encontraron sentado a la puerta del patio. Le saludaron ellos primero y él les contestó: «Mucha dicha os deseo, hermanos, y en buena salud vengáis.» Los llevó a su casa

2 y dijo a su mujer Edna: «¡Cómo se parece este muchacho a mi hermano Tobit!»

3 Edna les preguntó: «¿De dónde sois, hermanos?» Respondieron: «Somos de los hijos de Neftalí, de los deportados de Nínive.»

4 Les dijo: «¿Conocéis a Tobit, nuestro hermano?» Ellos contestaron: «Sí, le conocemos.» - «¿Está bien?» -

5 «Vive y está bien.» Y Tobías añadió: «Es mi padre.»

6 Ragüel se puso en pie de un salto, le besó, lloró y le dijo: «¡Bendito seas, hijo! Tienes un padre honrado y bueno. ¡Qué gran desgracia, haberse quedado ciego un hombre tan justo y tan limosnero!» Y echándose al cuello de su hermano Tobías, rompió a llorar.

7 También lloró su mujer Edna y su hija Sarra.

8 Mató luego un carnero del rebaño y los acogió con toda cordialidad.

9 Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer. Tobías dijo entonces a Rafael: «Hermano Azarías, di a Ragüel que me dé por mujer a mi hermana Sarra.»

10 Al oír Ragüel estas palabras dijo al joven: «Come, bebe y disfruta esta noche, porque ningún hombre hay, fuera de ti, que tenga derecho a tomar a mi hija Sarra, de modo que ni yo mismo estoy facultado para darla a otro, si no es a ti, que eres mi pariente más próximo. Pero voy a hablarte con franqueza, muchacho.

11 Ya la he dado a siete maridos, de nuestros hermanos, y todos murieron la misma noche que entraron donde ella. Así que, muchacho, ahora come y bebe y el Señor os dará su gracia y su paz.» Pero Tobías replicó: «No comeré ni beberé hasta que no hayas tomado una decisión acerca de lo que te he pedido.» Ragüel le dijo: «¡Está bien! A ti se te debe dar, según la sentencia del libro de Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana. A partir de ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. Tuya es desde hoy por siempre. Que el Señor del Cielo os guíe a buen fin esta noche, hijo, y os dé su gracia y su paz.»

12 Llamó Ragüel a su hija Sarra, y cuando ella se presentó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela, pues se te da por mujer, según la ley y la sentencia escrita en el libro de Moisés. Tómala y llévala con bien a la casa de tu padre. Y que el Dios del Cielo os guíe en paz por el buen camino.»

13 Llamó luego a la madre, mandó traer una hoja de papiro y escribió el contrato matrimonial, con lo cual se la entregó por mujer, conforme a la sentencia de la ley de Moisés.

14 Y acabado esto, empezaron a comer y beber.

15 Ragüel llamó a su mujer Edna y le dijo: «Hermana, prepara la otra habitación y lleva allí a Sarra.»

16 Ella fue y preparó un lecho en la habitación, tal como se lo había ordenado, y llevó allí a Sarra. Lloró ella y luego, secándose las lágrimas, le dijo: «Ten confianza, hija: que el Señor del Cielo te dé alegría en vez de esta tristeza. Ten confianza, hija.» Y salió.







Tobías 8

1 Cuando acabaron de comer y beber, decidieron acostarse, y tomando al joven le llevaron al aposento.

2 Recordó Tobías las palabras de Rafael y, tomando el hígado y el corazón del pez de la bolsa donde los tenía, los puso sobre las brasas de los perfumes.

3 El olor del pez expulsó al demonio que escapó por los aires hacia la región de Egipto. Fuese Rafael a su alcance, le ató de pies y manos y en un instante le encadenó.

4 Los padres salieron y cerraron la puerta de la habitación. Entonces Tobías se levantó del lecho y le dijo: «Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve.»

5 Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante los cielos, y tu creación entera, por los siglos todos.

6 Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: = No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él. =

7 Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad.

8 Y dijeron a coro: «Amén, amén.»

9 Y se acostaron para pasar la noche. Se levantó Ragüel y, llamando a los criados que tenía en casa, fueron a cavar una tumba,

10 porque se decía: «No sea que haya muerto y nos sirva de mofa y escarnio.»

11 Cuando tuvieron cavada la tumba, volvió Ragüel a casa, llamó a su mujer

12 y le dijo: «Manda a una criada que entre a ver si vive; y si ha muerto, le enterraremos sin que nadie se entere.»

13 Mandaron a la criada, encendieron la lámpara y abrieron la puerta; y entrando ella vio que estaban acostados juntos y dormidos.

14 Salió la criada y les anunció: «Vive, nada malo ha ocurrido.»

15 Ragüel bendijo al Dios del Cielo, diciendo: ¡Bendito seas, oh Dios, con toda pura bendición y seas bendecido por los siglos todos!

16 Seas bendecido por haberme alegrado y no haber ocurrido el mal que temía, sino que has hecho con nosotros según tu gran piedad.

17 Seas bendecido por tener compasión de dos hijos únicos. Ten, Señor, piedad de ellos y dales tu salvación, y haz que su vida transcurra en alegría y piedad.

18 Después ordenó a sus criados que rellenasen la fosa antes que amaneciera.

19 Mandó a su mujer cocer una gran hornada; y él fue al establo, tomó dos bueyes y cuatro carneros y ordenó que los aderezaran. Y comenzaron los preparativos.

20 Hizo llamar a Tobías y le dijo: «Durante catorce días no te moverás de aquí; te quedarás conmigo comiendo y bebiendo y llenarás de gozo el corazón de mi hija por sus tristezas pasadas.

21 Luego, tomarás la mitad de todo cuanto aquí poseo y te volverás con felicidad a casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo hayamos muerto, también será para vosotros la otra mitad. Ten confianza, hijo; yo soy tu padre y Edna tu madre; junto a ti estaremos y junto a tu hermana desde ahora en adelante. Ten confianza, hijo.»









Tobías 9

1 Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo:

2 «Hermano Azarías, toma contigo cuatro criados y dos camellos y vete a Ragués.

3 Dirígete a Gabael, dale el recibo y hazte cargo del dinero; invítale también a que se venga contigo a la boda.

4 Tú sabes que mi padre lleva cuenta de los días, y uno solo que demore, le doy un gran disgusto;

5 ya ves que Ragüel me ha conjurado, y que no puedo desatender su deseo.» Rafael se puso en camino para Ragués de Media con los cuatro criados y los dos camellos y fueron a pernoctar en casa de Gabael. Le presentó el recibo y le dio la noticia de que Tobías, hijo de Tobit, se había casado y le invitaba a la boda. Gabael se levantó, le entregó todos los sacos de dinero, con los sellos intactos, y los cargaron sobre los camellos.

6 Levantándose de madrugada, partieron juntos para la boda y llegados a casa de Ragüel encontraron a Tobías puesto a la mesa. Y como se levantara a toda prisa para saludarle, Gabael rompió a llorar y le bendijo diciendo: «¡Hombre bueno y honrado, hijo de un hombre honrado y bueno, justo y limosnero! Que el Señor te conceda las bendiciones del cielo a ti, a tu mujer, al padre y a la madre de tu mujer. ¡Bendito sea Dios, que me ha permitido ver un vivo retrato de mi primo Tobit!»









Tobías 10

1 Tobit, mientras tanto, llevaba cuenta, uno por uno, de los días de ida y vuelta. Cuando se cumplió el plazo sin que el hijo hubiera regresado,

2 pensó: «¿Habrá algo que le retenga allí? ¡Acaso haya muerto Gabael y no haya nadie que le entregue el dinero!»

3 Y empezó a ponerse triste.

4 Ana, su mujer, decía: «Mi hijo ha muerto y ya no se cuenta entre los vivos.» Y rompió a llorar y a lamentarse por su hijo, diciendo:

5 «¡Ay de mí, hijo mío! ¡Que te dejé marchar a ti, luz de mis ojos!»

6 Tobit le dijo: «Calla, hermana, no pienses eso. El está bien. Habrán tenido algún contratiempo allí, pero su compañero es hombre de fiar y uno de los nuestros; no te inquietes por él, que debe estar cerca.»

7 Ella le replicó: «Déjame, no intentes engañarme. Mi hijo ha muerto.» Y todos los días se iba a mirar el camino por donde su hijo había marchado. No creía a nadie. Y cuando se ponía el sol, entraba en casa y pasaba las noches gimiendo y llorando, sin poder dormir.

8 Cuando se pasaron los catorce días con que Ragüel había determinado celebrar la boda de su hija, se dirigió a él Tobías y le dijo: «Déjame regresar, porque estoy seguro que mi padre y mi madre están pensando que ya no van a volver a verme. Así que te ruego, padre, que me permitas regresar al lado de mi padre. Ya te dije en qué situación le he dejado.»

9 Ragüel respondió a Tobías: «Quédate, hijo; quédate commigo y yo enviaré mensajeros a tu padre Tobit para que le den noticias tuyas.» Pero Tobías replicó: «No. Te ruego que me permitas volver al lado de mi padre.»

10 Entonces Ragüel se levantó y entregó a Tobías su mujer Sarra y la mitad de todos sus bienes, criados, criadas, bueyes y carneros, asnos y camellos, vestidos, plata y utensilios,

11 y les dejó partir gozosos. Al despedirse de Tobías le dijo: «¡Salud, hijo, y buen viaje! El Señor del Cielo os guíe a vosotros y a tu mujer Sarra por buen camino y que pueda yo ver vuestros hijos antes de morir.»

12 A su hija Sarra le dijo: «Vas al lado de tu suegro, pues desde ahora ellos son padres tuyos igual que los que te han engendrado. Vete en paz, hija. Que tenga buenas noticias de ti, mientras yo viva.» Y saludándoles, se despidió de ellos.

13 Edna dijo a Tobías: «Hijo y hermano queridísimo: Que el Señor te devuelva y que yo viva hasta ver tus hijos y de mi hija Sarra antes de morir. En presencia del Señor te entrego a mi hija en custodia; no le causes tristeza en todos los días de tu vida. Vete en paz, hijo. A partir de ahora, yo soy tu madre y Sarra es tu hermana. ¡Ojalá pudiéramos vivir juntos todos los días de nuestra vida!» Y besando a los dos, los dejó partir llenos de gozo.

14 Tobías salió de casa de Ragüel contento y gozoso, y bendiciendo al Señor del Cielo y de la tierra, rey de todas las cosas, porque había llevado a buen término su viaje. Bendijo a Ragüel y a su mujer Edna y les dijo: «Que pueda yo honraros todos los días de mi vida.»









Tobías 11

1 Cuando llegaron cerca de Kaserín, que está frente a Nínive,

2 dijo Rafael: «Tú sabes bien en qué situación dejamos a tu padre;

3 vamos a adelantarnos nosotros a tu mujer para preparar la casa, mientras llegan los demás.»

4 Prosiguieron, pues, los dos juntos; el ángel le dijo: «Toma contigo la hiel.» El perro seguía detrás de ellos.

5 Estaba Ana sentada, con la mirada fija en el camino de su hijo.

6 Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: «Mira, ya viene tu hijo y el hombre que le acompañaba.»

7 Rafael iba diciendo a Tobías, mientras se acercaban al padre: «Tengo por seguro que se abrirán los ojos de tu padre.

8 Untale los ojos con la hiel del pez, y el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamos de los ojos. Y así tu padre podrá mirar y ver la luz.»

9 Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: «¡Ya te he visto, hijo! ¡Ya puedo morir!» Y rompió a llorar.

10 Tobit se levantó y trompicando salió a la puerta del patio.

11 Corrió hacia él Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo: «¡Ten confianza, padre!» Y le aplicó el remedio y esperó;

12 y luego, con ambas manos le quitó las escamas de la comisura de los ojos.

13 Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: «¡Ahora te veo, hijo, luz de mis ojos!»

14 Y añadió: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito su gran Nombre! ¡Bendito todos sus santos ángeles! ¡Bendito su gran Nombre por todos los siglos!

15 Porque me había azotado, pero me tiene piedad y ahora veo a mi hijo Tobías. Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con toda su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero y cómo se había casado con Sarra, la hija de Ragüel, y que venía ella con él y estaba ya a las puertas de Nínive.

16 Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive, bendiciendo a Dios, lleno de gozo. Cuando los de Nínive le vieron caminar, avanzando con su antigua firmeza, sin necesidad de lazarillo, se maravillaron. Tobit proclamó delante de ellos que Dios se había compadecido de él y le había abierto los ojos.

17 Se acercó Tobit a Sarra, la mujer de su hijo, y la bendijo diciendo: «¡Bienvenida seas, hija! Y bendito sea tu Dios, hija, que te ha traído hasta nosotros. Bendito sea tu padre, y bendito Tobías, mi hijo, y bendita tú misma, hija. Bienvenida seas, entra en tu casa con gozo y bendición.»

18 Todos los judíos de Nínive celebraron fiesta aquel día.

19 También Ajikar y Nabad, primos de Tobit, vinieron a congratularle.







Tobías 12

1 Acabados los días de la boda, llamó Tobit a su hijo Tobías y le dijo: «Hijo, ya es tiempo de pagar el salario al hombre que te acompañó. Y le añadirás un sobresueldo.»

2 Respondió Tobías: «Padre, ¿qué salario puedo darle? Aun entregándole la mitad de la hacienda que traje conmigo, no salgo perdiendo.

3 Me ha guiado incólume, ha cuidado de mi mujer, me ha traído el dinero y te ha curado a ti. ¿Qué salario voy a darle?»

4 Díjole Tobit: «Hijo, bien merece que tome la mitad de cuanto trajo.»

5 Le llamó, pues, Tobías y le dijo: «Toma como salario la mitad de todo cuanto trajiste y vete en paz.»

6 Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: «Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle.

7 Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien y no tropezaréis con el mal.

8 «Buena es la oración con ayuno; y mejor es la limosna con justicia que la riqueza con iniquidad. Mejor es hacer limosna que atesorar oro.

9 La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los limosneros tendrán larga vida.

10 Los pecadores e inicuos son enemigos de su propia vida.

11 «Os voy a decir toda la verdad, sin ocultaros nada. Ya os he manifestado que es bueno mantener oculto el secreto del rey y que también es bueno publicar las obras gloriosas de Dios.

12 Cuando tú y Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones. Y lo mismo hacía cuando enterrabas a los muertos.

13 Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando la comida, para esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba.

14 También ahora me ha enviado Dios para curarte a ti y a tú nuera Sarra.

15 Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor».

16 Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror.

17 El les dijo: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre.

18 Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar.

19 Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia.

20 Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado. Poned por escrito todo cuanto os ha sucedido.» Y se elevó.

21 Ellos se levantaron pero ya no le vieron más. Alabaron a Dios y entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla de habérseles aparecido un ángel de Dios.







Tobías 13

1 Y dijo: ¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito sea su reinado!

2 Porque él es quien castiga y tiene compasión; el que hace descender hasta el más profundo Hades de la tierra y el que hace subir de la gran Perdición, sin que haya nada que escape de su mano.

3 Confesadle, hijos de Israel, ante todas las gentes, porque él os dispersó entre ellas

4 y aquí os ha mostrado su grandeza. Exaltadle ante todos los vivientes, porque él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre por todos los siglos.

5 Os ha castigado por vuestras injusticias, mas tiene compasión de todos vosotros y os juntará de nuevo de entre todas las gentes en que os ha dispersado.

6 Si os volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, para obrar en verdad en su presencia, se volverá a vosotros sin esconder su faz. Mirad lo que ha hecho con vosotros y confesadle en alta voz. Bendecid al Señor de justicia y exaltad al Rey de los siglos. Yo le confieso en el país del destiero, y publico su fuerza y su grandeza a gentes pecadoras. ¡Volved, pecadores! Practicad la justica en su presencia. ¡Quién sabe si os amará y os tendrá misericordia!

7 Yo exalto a mi Dios y mi alma se alegra en el Rey del Cielo. Su grandeza

8 sea de todos celebrada y confiésenle todos en Jerusalén.

9 ¡Jerusalén, ciudad santa! Dios te castigó por las obras de tus hijos, mas tendrá otra vez piedad de los hijos de los justos.

10 Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al Rey de los siglos para que de nuevo levante en ti, con regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a todos los cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por todos los siglos de los siglos.

11 Brillará luz de lámparas por todos los confines de la tierra. Vendrán a ti de lejos pueblos numerosos, y los habitantes del confín del mundo, al Nombre del Señor, tu Dios, llevando en sus manos los obsequios para el Rey del Cielo. Todas las generaciones darán en ti señales de alegría, y el Nombre del Elegido durará por siempre.

12 ¡Malditos cuantos digan palabras crueles! ¡Malditos sean cuantos te destruyan! ¡Cuantos derriben tus muros echen tus torres por tierra y pasen a fuego tus moradas! ¡Mas sean benditos por siempre los que te construyan!

13 Entonces exultarás, te alegrarás por los hijos de los justos, pues serán reunidos todos y bendecirán al Señor de los siglos.

14 ¡Dichosos los que te amen! ¡Dichosos los que se alegren en tu paz! ¡Dichosos cuantos hombres tuvieron tristeza en todos tus castigos, pues se alegrarán en ti y verán por siempre toda tu alegría!

15 Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey,

16 que Jerusalén va a ser reconstruida y en la ciudad su Casa para siempre. Seré feliz si alguno quedare de mi raza para ver tu Gloria y confesar al Rey del Cielo. Las puertas de Jerusalén serán rehechas con zafiros y esmeraldas, y de piedras preciosas sus murallas. Las torres de Jerusalén serán alzadas con oro, y con oro puro sus defensas.

17 Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos.







Tobías 14

1 Aquí acabaron las palabras de acción de gracias de Tobit. Tobit murió en paz a la edad de 112 años y recibió honrosa sepultura en Nínive.

2 Tenía 62 años cuando perdió la vista; y después de recuperarla, vivió feliz, practicando la limosna, bendiciendo siempre a Dios y proclamando sus grandezas.

3 Cercana ya su muerte, llamó a su hijo Tobías y le recomendó: «Hijo mío, toma tus hijos

4 y vete a Media, porque yo creo en la profecía que pronunció Dios por Nahúm sobre Nínive. Todo cuanto los profetas de Israel, enviados por Dios, anunciaron sobre Asur y Nínive, todo vendrá y se realizará. Todo tendrá cumplimiento. No se rebajará ni una sola de sus palabras. Todo llegará a su tiempo. Habrá más seguridad en Media que en Asiria y Babilonia, porque sé y creo que cuanto ha dicho Dios se cumplirá, sucederá y no fallará ni una de sus palabras. «Todos nuestros hermanos que habitan en la tierra de Israel serán numerados y deportados de aquella tierra venturosa. Todo el país de Israel quedará desierto. Un desierto serán Jerusalén y Samaría. La Casa de Dios quedará desolada y quemada durante algún tiempo.

5 Pero Dios tendrá una vez más compasión de ellos y los volverá a la tierra de Israel; construirán de nuevo la Casa, aunque no como la primera, hasta que se cumplan los tiempos; entonces volverán todos del destierro, edificarán una Jerusalén maravillosa y construirán en ella la Casa de Dios, como lo anunciaron los profetas de Israel.

6 Todas las naciones del universo se volverán a Dios en verdad y le temerán; abandonarán los ídolos que los extraviaron en la mentira de sus errores

7 y bendecirán al Dios de los siglos en justicia. Todos los israelitas salvados aquellos días se acordarán de Dios en verdad, se reunirán e irán a Jerusalén y les será dada la tierra de Abraham, que ellos habitarán por siempre y en seguridad. Y los que aman a Dios en verdad se alegrarán. Pero los que cometen pecados e injusticias desaparecerán de toda la tierra.

8 «Ahora, pues, hijos, yo os recomiendo que sirváis a Dios en verdad y hagáis lo que es agradable en su presencia. Mandad a vuestros hijos que practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan su Nombre en todo tiempo, en verdad y con todas sus fuerzas.

9 «Tú, hijo, sal de Nínive. No te quedes aquí.

10 El día que sepultes a tu madre junto a mí, ya ese mismo día, no te quedes en este territorio, porque he visto que se cometen aquí muchas injusticias y muchos engaños, sin rebozo. Mira, hijo lo que hizo Nadab con Ajikar, que le había criado. ¿No le hizo bajar vivo a la tierra? Pero Dios le cubrió de infamia ante su misma víctima. Sacó a Ajikar a la luz y metió a Nadab en las tinieblas eternas, por haber tramado la muerte de Ajikar. Por haber practicado la limosna se libró Ajikar de la trampa mortal que le había tendido Nadab. Fue Nadab quien cayó en la trampa de muerte para su perdición.

11 Ved, pues, hijos, a dónde lleva la lismona y a dónde la injusticia: a la muerte. Pero me falta el aliento.» Le tendieron en el lecho y expiró, y se le dio honrosa sepultura.

12 Cuando murió su madre, Tobías la sepultó al lado de su padre, y se marchó con su mujer y sus hijos a Media, quedándose a vivir en Ecbátana, junto a su suegro Ragüel.

13 Los rodeó de atenciones en su ancianidad y los sepultó en Ecbátana de Media, heredando él la casa de Ragüel y la de Tobit, su padre.

14 Murió, honrado, a la edad de 117 años.

15 Antes de morir presenció y oyó la ruina de Nínive y vio cómo los ninivitas eran llevados cautivos a Media, cuando la deportación de Ciajares, rey de Media. Y bendijo a Dios por todo cuanto había hecho a los ninivitas y asirios. Antes de morir pudo alegrarse por la suerte de Nínive y bendijo al Señor Dios por los siglos de los siglos. Amén.





JUDIT

Judit 1

1 El año doce del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive, Arfaxad, que reinaba en aquel tiempo sobre los medos, en Ecbátana,

2 rodeó esta ciudad con un muro de piedras de sillería que tenían tres codos de anchura y seis codos de longitud, dando al muro una altura de setenta codos y una anchura de cincuenta.

3 Alzó torres de cien codos junto a las puertas, siendo la anchura de sus cimientos sesenta codos.

4 Las puertas se elevaban a setenta codos de altura, con una anchura de cuarenta codos, para permitir la salida de sus fuerzas y el desfile ordenado de la infantería.

5 Por aquellos días, el rey Nabucodonosor libró batallas contra el rey Arfaxad, en la gran llanura que está en el territorio de Ragáu.

6 Se le unieron todos los habitantes de las montañas, todos los habitantes de Eufrates, del Tigris y del Hidaspes y los de la llanura de Arioj, rey de Elam. Se congregaron, pues, muchos pueblos, para combatir a los hijos de Jeleúd.

7 Envió, además, Nabucodonosor, rey de Asiria, mensajeros a todos los habitantes de Persia, y a todos los habitantes de Occidente: a los de Cilicia, Damasco, el Líbano y el Antilíbano, y a todos los que viven en el litoral,

8 a todos los pueblos del Carmelo y Galaad, de la Galilea superior y de la gran llanura de Esdrelón,

9 a todos los de Samaría y sus ciudades, y a los del otro lado del Jordán, hasta Jerusalén, Batanea, Jelús, Cadés, el río de Egipto, Tafnes, Remeses y toda la tierra de Gósem,

10 y hasta más arriba de Tanis y Menfis, a todos los habitantes de Egipto, hasta los confines de Etiopía.

11 Pero los moradores de toda aquella tierra despreciaron el mensaje de Nabucodonosor, rey de los asirios, y no quisieron ir con él a la guerra, pues no le temían, sino que le consideraban un hombre sin apoyo. Así que despidieron a los mensajeros de vacío y afrentados.

12 Nabucodonosor experimentó una gran cólera contra toda aquella tierra y juró por su trono y por su reino que tomaría venganza y pasaría a cuchillo todo el territorio de Cilicia, Damasco y Siria, y a todos los habitantes de Moab, a los ammonitas, a toda la Judea y a todos los de Egipto, hasta los confines de los dos mares.

13 El año diecisiete libró batalla con su ejército contra el rey Arfaxad; le derrotó en el combate, poniendo en fuga a todas las fuerzas de Arfaxad, a toda su caballería y a todos sus carros;

14 se apoderó de sus ciudades, llegó hasta Ecbátana, ocupó sus torres, devastó sus calles y convirtió en afrenta su hermosura.

15 Alcanzó a Arfaxad en las montañas de Ragáu, lo atravesó con sus lanzas y le destruyó para siempre.

16 Luego regresó con sus soldados y con una inmensa multitud de gente armada que se les había agregado. Y se quedó allí con su ejército, viviendo en la molicie, durante 120 días.







Judit 2

1 El año dieciocho, el día veintidós del primer mes, se celebró consejo en el palacio de Nabucodonosor, rey de Asiria, en orden a la venganza que había de tomarse a toda aquella tierra, tal como lo había anunciado.

2 Convocó a todos sus ministros y a todos sus magnates y expuso ante ellos su secreto designio, decidiendo con su propia boca la total desgracia de aquella tierra.

3 Y ellos sentenciaron que debía ser destruida toda carne que no había escuchado las palabras de su boca.

4 Acabado el consejo, Nabucodonosor, rey de Asiria, llamó a Holofernes, jefe supremo del ejército y segundo suyo, y le dijo:

5 «Así dice el gran rey, señor de toda la tierra: Parte de junto a mí. Toma contigo hombres de valor probado, unos 120.000 infantes y una gran cantidad de caballos, con 12.000 jinetes;

6 marcha contra toda la tierra de occidente, pues no escucharon las palabras de mi boca.

7 Ordénales que pongan a tu disposición tierra y agua, porque partiré airado contra ellos y cubriré toda la superficie de la tierra con los pies de mis soldados, a los que entregaré el país como botín.

8 Sus heridos llenarán sus barrancos; sus ríos y torrentes, repletos todos de cadáveres, se desbordarán;

9 y los deportaré hasta los confines de la tierra.

10 Parte, pues, y comienza por apoderarte de su territorio. Si se rinden a ti, resérvamelos para el día de su vergüenza.

11 Pero que no perdone tu ojo a los rebeldes. Entrégalos a la muerte y al saqueo en todo el país conquistado.

12 Porque, por mi vida y por el poderío de mi reino, como lo he dicho, lo cumpliré por mi propia mano.

13 Por tu parte, no traspases ni una sola de las órdenes de tu señor; las cumplirás estrictamente, sin tardanza, tal como te lo he mandado.»

14 En saliendo Holofernes de la presencia de su señor, convocó a todos los príncipes, jefes y capitanes del ejército asirio,

15 y eligió a los hombres más selectos para la guerra, como lo había ordenado su señor: unos 120.000 hombres, más 12.000 arqueros a caballo,

16 y los puso en orden de combate, como se ordena una multitud para la batalla.

17 Tomó una gran cantidad de camellos, asnos y mulas para el bagage e incontable número de ovejas, bueyes y cabras para el avituallamiento;

18 provisiones abundantes para cada hombre y muchísimo oro y plata de la casa real.

19 Se puso luego Holofernes en camino con todo su ejército para preceder al rey Nabucodonosor y para cubrir toda la superficie de la tierra de occidente con sus carros, sus caballos y sus mejores infantes.

20 Se les agregó una multitud tan numerosa como la langosta y como la arena de la tierra, que les seguía en tan gran número que no se podía calcular.

21 Se alejaron de Nínive tres jornadas de camino hasta la llanura de Bektilez, y acamparon junto a Bektilez, cerca del monte que está a la izquierda de la Cilicia superior.

22 Tomó todo su ejército, infantes, jinetes y carros, y partió de allí hacia la montaña.

23 Desbarató a Put y Lud, devastó a todos los hijos de Rassis y a los hijos de Ismael que están al borde del desierto, al sur de Jeleón,

24 atravesó el Eufrates, recorrió Mesopotamia, arrasó todas las ciudades altas que dominan el torrente Abroná y llegó hasta el mar.

25 Se apoderó del territorio de Cilicia y, derrotando a cuantos se le oponían, alcanzó la frontera de Jafet por el sur, frente a Arabia.

26 Cercó a todos los madianitas, incendió sus tiendas y saqueó sus aduares;

27 descendió hacia la llanura de Damasco, al tiempo de la siega del trigo, incendió todos sus cultivos, exterminó sus rebaños de ovejas y bueyes, saqueó sus ciudades, devastó sus campos y pasó a cuchillo a todos sus jóvenes.

28 Temor y espanto de él cayó sobre todos los habitantes del litoral. Los de Sidón y Tiro, los habitantes de Sur y Okina, los de Yamnia, Azoto y Ascalón temblaron ante él.









Judit 3

1 Entonces le enviaron mensajeros para decirle en son de paz:

2 «Nosotros, siervos del gran rey Nabucodonosor, nos postramos ante ti. Trátanos como mejor te parezca.

3 Nuestras granjas y todo nuestro territorio, nuestros campos de trigo, los rebaños de ovejas y bueyes, todas las majadas de nuestros campamentos, están a tu disposición. Haz con ellos lo que quieras.

4 También nuestras ciudades y los que las habitan son siervos tuyos. Ven, dirígete a ellas y haz lo que te parezca bien.»

5 Los enviados se presentaron ante Holofernes y le comunicaron estas palabras.

6 Entonces él bajó con todo su ejército al litoral, puso guarniciones en las ciudades altas, y les tomó los mejores hombres en calidad de tropas auxiliares.

7 Los habitantes de las ciudades y todos los de los contornos salieron a recibirle con coronas y danzando al son de tambores.

8 El saqueó sus santuarios y taló sus bosques sagrados, pues había recibido la orden de destruir todas las divinidades del país para que todas las gentes adorasen únicamente a Nabucodonosor y todas las lenguas y todas las tribus le proclamasen dios.

9 Llegó después frente a Esdrelón, junto a Dotán, que está ante la gran sierra montañosa de Judea,

10 acamparon entre Gueba y Escitópolis y se detuvo allí un mes, haciendo acopio de provisiones para su ejército.







Judit 4

1 Los israelitas que habitaban en Judea oyeron todo cuanto Holofernes, jefe supremo del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria, había hecho con todas las naciones: cómo había saqueado sus templos y los había destruido,

2 y tuvieron gran miedo ante él, temblando por la suerte de Jerusalén y por el Templo del Señor su Dios,

3 pues hacía poco que habían vuelto del destierro y apenas si acababa de reunirse el pueblo de Judea y de ser consagrados el mobiliario, el altar y el Templo profanados.

4 Pusieron, pues, sobre aviso a toda la región de Samaría, a Koná, Bet Jorón, Belmáin, Jericó, y también Joba, Esorá y el valle de Salem,

5 y ocuparon con tiempo todas las alturas de las montañas más elevadas, fortificaron los poblados que había en ellas e hicieron provisiones con vistas a la guerra, pues tenían reciente la cosecha de los campos.

6 El sumo sacerdote Yoyaquim, que estaba entonces en Jerusalén, escribió a los habitantes de Betulia y Betomestáin, que está frente a Esdrelón, a la entrada de la llanura cercana a Dotán,

7 ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña que dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los atacantes por la angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de frente.

8 Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y del Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en Jerusalén.

9 Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con gran fervor se humillaron;

10 y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal.

11 Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron las manos ante el Señor.

12 Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una, al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus mujeres al pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las cosas santas a la profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles.

13 El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días en toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.

14 El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del Señor, sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían el holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo,

15 y con la tiara cubierta de ceniza clamaban al Señor con todas sus fuerzas para que velara benignamente por toda la casa de Israel.







Judit 5

1 Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, de que los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado los pasos de las montañas, fortificado todas las alturas de los montes elevados y puesto obstáculos en las llanuras.

2 Esto le irritó sobremanera, y mandó llamar a todos los jefes de Moab, a los generales de Ammón y a todos los sátrapas del litoral,

3 les dijo: «Hijos de Canaán, hacedme saber quién es este pueblo establecido en la montaña, qué ciudades habita, cuál es la importancia de su ejército y en qué estriba su poder y su fuerza, qué rey está a su frente y manda a sus soldados,

4 y por qué, a diferencia de todos los demás pueblos de occidente, han desdeñado salir a recibirme.»

5 Entonces Ajior, general de todos los ammonitas, le dijo: «Escuche mi señor las palabras de la boca de tu siervo y te diré la verdad sobre este pueblo que habita esta montaña junto a la que te encuentras. No saldrá mentira de la boca de tu siervo.

6 Este pueblo desciende de los caldeos.

7 Al principio se fueron a residir a Mesopotamia, porque no quisieron seguir a los dioses de sus padres, que vivían en Caldea.

8 Se apartaron del camino de sus padres y adoraron al Dios del Cielo, al Dios que habían reconocido. Por eso les arrojaron de la presencia de sus dioses y ellos se refugiaron en Mesopotamia, donde residieron por mucho tiempo.

9 Su Dios les ordenó salir de su casa y marchar a la tierra de Canaán; se establecieron en ella y fueron colmados de oro, de plata y de gran cantidad de ganado.

10 Bajaron después a Egipto, porque el hambre se extendió sobre la superficie de la tierra de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron alimentos. Allí se hicieron muy numerosos, de modo que no se podía contar a los de su raza.

11 Pero el rey de Egipto se alzó contra ellos y los engañó con el trabajo de los ladrillos, los humilló y los redujo a esclavitud.

12 Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.

13 Dios secó a su paso el mar Rojo,

14 y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a todos los moradores del desierto,

15 se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de toda la montaña,

16 expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo.

17 Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad, porque está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad.

18 Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto, fueron duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a tierra extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en poder de sus adversarios.

19 Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión de Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han estabecido en la montaña que había quedado desierta.

20 Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si han pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina, subamos y ataquémoslos.

21 Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos nosotros la irrisión de toda la tierra.»

22 En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un murmullo entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y los magnates de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de despedazarle.

23 «¡No tememos a los israelitas! No son gente que tenga fuerza ni vigor para un encuentro violento.

24 ¡Subamos y serán un bocado para todo tu ejército, señor, Holofernes!»







Judit 6

1 Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en torno al Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a Ajior delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas:

2 «¿Quién eres tú, Ajior, y quiénes los mercenarios de Ammón, que te permites hoy lanzar profecías entre nosotros y nos aconsejas que no luchemos contra esta ralea de Israel, porque su Dios los cubrirá con su escudo? ¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor? Este enviará su fuerza y los aniquilará de sobre la faz de la tierra, sin que su Dios pueda librarlos.

3 Nosotros, sus siervos, los batiremos como si fueran sólo un hombre,

4 y no podrán resistir el empuje de nuestros caballos. Los pasaremos a fuego sin distinción. Sus montes se embriagarán de su sangre y sus llanuras se colmarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse a pie firme ante nosotros y serán totalmente destruidos, dice el rey Nabucodonosor, Señor de toda la tierra. Porque lo ha dicho y no quedarán sin cumplimiento sus palabras.

5 Cuanto a ti, Ajior, mercenario ammonita, que has dicho estas palabras el día de tu iniquidad, a partir de ahora no verás ya mi rostro hasta el día en que tome venganza de esa ralea venida de Egipto.

6 Entonces, el hierro de mis soldados y la lanza de mis servidores te atravesará los costados y caerás junto a sus heridos, cuando yo me revuelva contra ellos.

7 Mis servidores te van a llevar a la montaña y te van a dejar en una de las ciudades que están en las subidas.

8 No perecerás sino cuando seas aniquilado justo con ellos.

9 Y no muestres un rostro tan abatido ya que en tu corazón esperas que no serán conquistados. Así lo digo y no dejará de cumplirse ni una sola de mis palabras.»

10 Holofernes ordenó a los servidores que estaban al servicio de su tienda que tomasen a Ajior, lo llevasen a Betulia y lo entregasen en manos de los israelitas.

11 Los servidores le agarraron y le condujeron fuera del campamento, a la llanura; y de la llanura abierta pasaron a la región montañosa, alcanzando las fuentes que había al pie de Betulia.

12 Cuando los hombres de la ciudad los divisaron desde la cumbre del monte, corrieron a las armas y salieron fuera de la ciudad, a la cumbre del monte, mientras los honderos dominaban la subida y disparaban sus piedras contra ellos.

13 Entonces los asirios se deslizaron al pie del monte, ataron a Ajior, lo dejaron tendido en la falda y se volvieron donde su señor.

14 Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron y desatándole le llevaron a Betulia y le presentaron a los jefes de la ciudad,

15 que en aquel tiempo eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de Simeón, Jabrís, hijo de Gotoniel, y Jarmís, hijo de Melkiel.

16 Estos mandaron convocar a todos los ancianos de la ciudad. Se unieron también a la asamblea todos lo jóvenes y las mujeres; pusieron a Ajior en medio de todo el pueblo y Ozías le interrogó acerca de los sucedido.

17 Ajior respondió narrándoles las deliberaciones habidas en el Consejo de Holofernes, todas las cosas que él mismo había dicho delante de todos los jefes de los asirios y las bravatas que Holofernes había proferido contra la casa de Israel.

18 Entonces el pueblo se postró, adoró a Dios y clamó:

19 «Señor, Dios del cielo, mira su soberbia, compadécete de la humillación de nuestra raza y mira con piedad el rostro de los que te están consagrados».

20 Después dieron ánimos a Ajior y le felicitaron calurosamente,

21 y a la salida de la asamblea, Ozías le condujo a su propia casa y ofreció un banquete a los ancianos. Y estuvieron invocando la ayuda del Dios de Israel durante toda la noche.







Judit 7

1 Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los pueblos que iban como tropas auxiliares mover el campo contra Betulia, ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los israelitas.

2 El mismo día levantaron el campo todos los hombres de su ejército; el número de sus guerreros era de 120.000 infantes y 12.000 jinetes, sin contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban a pie con ellos.

3 Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y se desplegaron en profundidad desde Dotán hasta Belbáin, y en longitud desde Betulia hasta Kiamón, que está frente a Esdrelón.

4 Cuando los israelitas vieron su muchedumbre, quedaron sobrecogidos y se dijeron unos a otros: «Estos ahora van a arrasar toda la tierra y ni los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán soportar su peso.»

5 Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las torres y permanecieron sobre las armas toda aquella noche.

6 Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los israelitas que había en Betulia.

7 Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió donde su ejército.

8 Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:

9 «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo herido en tu ejército.

10 Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil escalar la cumbre de estos montes.

11 «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.

12 Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la montaña,

13 porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas, vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.

14 Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y, aun antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de su ciudad.

15 Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no haber salido a tu encuentro en son de paz.»

16 Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían.

17 Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios, acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las fuentes de los israelitas.

18 Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte, frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto del ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la superficie del suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque eran una enorme muchedumbre.

19 Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.

20 34 días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes, carros y jinetes. A todos las habitantes de Betulia se les acabaron las reservas de agua;

21 las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a satisfacción, porque se les daba el agua racionada.

22 Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las puertas de la ciudad, faltos de fuerzas.

23 Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a grandes voces, diciendo delante de los ancianos:

24 «Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una gran injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz con los asirios.

25 Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.

26 Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la gente de Holofernes y de todo su ejército.

27 Mejor nos es convertirnos en botín suyo. Seremos sus esclavos, pero salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo, a nuestros ojos, se mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos.

28 Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios, Señor de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros deseos.»

29 Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a grandes voces, al Señor Dios.

30 Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco días, y en este tiempo el Señor Dios nuestro volverá su compasión hacia nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre.

31 Pero si pasan estos días sin recibir ayuda cumpliré vuestros deseos.»

32 Y despidió a la gente, cada cual a su puesto. Los hombres fueron a las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y niños los enviaron a casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.







Judit 8

1 Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel.

2 Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había muerto en la época de la recolección de la cebada.

3 Estaba, en efecto, en el campo, vigilando a los que ataban las gavillas, y le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a morir en su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el campo que hay entre Dotán y Balamón.

4 Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, viviendo en su casa.

5 Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se había ceñido de sayal y se vestía vestidos de viuda; ayunaba

6 durante toda su viudez, a excepción de los sábados y las vigilias de los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días de regocijo de la casa de Israel.

7 Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, quedando ella como dueña,

8 y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa, porque tenía un gran temor de Dios.

9 Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho contra el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.

10 Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad, por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.

11 Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante del pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento, asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo convenido no os enviaba socorro el Señor.

12 ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba y suplantar a Dios entre los hombres?

13 ¡Así tentáis al Señor Onmipotente, vosotros que nunca llegaréis a comprender nada!

14 Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del Señor, Dios nuestro.

15 Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en presencia de nuestros enemigos.

16 Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta.

17 Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place hacerlo.

18 «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu, familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,

19 en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada y al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos.

20 Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros ni a ninguno de nuestra raza.

21 «Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá todo Judea; nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de esta profanación con nuestra propia sangre.

22 La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la devastación de nuestra heredad, caerá sobre nuestras cabezas, en medio de las naciones en que estemos como esclavos y seremos para nuestros amos escarnio y mofa,

23 ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra.

24 Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su vida depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas sagradas, el Templo y el altar.

25 «Por todo esto, debemos dar gracias al Señor nuestro Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres.

26 Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.

27 Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para amonestarnos.»

28 Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto juicio y nadie podrá oponerse a tus razones,

29 ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los pensamientos que forma tu corazón.

30 Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos violar.

31 Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos veamos acabados.»

32 Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se transmitirá de generación en generación entre los hijos de nuestra raza.

33 Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva y antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano.

34 No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no haberlo cumplido.»

35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.»

36 Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.







Judit 9

1 Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en alta voz diciendo:

2 Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen para mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron.

3 Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de vergüenza por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a los esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos.

4 Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de tu celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron en su ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda!

5 Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones,

6 y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.

7 Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de sus caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en sus escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han reconocido que tú eres el Señor, quebrantador de guerras.

8 Tu Nombre es «¡Señor!» ¡Quebranta su poder con tu fuerza! ¡Abate su poderío con tu cólera!, pues planean profanar tu santuario, manchar la Tienda en que reposa la Gloria de tu Nombre, y derribar con fuerza el cuerno de tu altar.

9 Mira su altivez, y suelta tu ira sobre sus cabezas; da a mi mano de viuda fuerza para lo que he proyectado.

10 Hiere al esclavo con el jefe, y al jefe con su siervo, por la astucia de mis labios. Abate su soberbia por mano de mujer.

11 No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados.

12 ¡Sí, sí! Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Señor de los cielos y la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda tu creación, ¡escucha mi plegaria!

13 Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman duras decisiones contra tu alianza, contra tu santa Casa y contra el monte Sión y la casa propiedad de tus hijos.

14 Haz conocer a toda nación y toda tribu que tú eres Yahveh, Dios de todo poder y toda fuerza, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel.







Judit 10

1 Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras,

2 se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y bajando a la casa donde pasaba los sábados y solemnidades,

3 se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se baño toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era feliz, en vida de su marido Manasés.

4 Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazeletes y anillos, sus pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo, con ánimo de seducir los ojos de todos los hombres que la viesen.

5 Luego dio a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, empaquetó las provisiones y se lo entregó igualmente a su sierva.

6 Luego se dirigieron a la puerta de la ciudad, de Betulia, donde se encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.

7 Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de vestidos, se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron:

8 «¡Que el Dios de nuestros padres te haga alcanzar favor y dé cumplimiento a tus designios, para gloria de los hijos de Israel y exaltación de Jerusalén!»

9 Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía.

10 Así lo hicieron ellos, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la ladera, hasta que llegó al valle; y allí la perdieron de vista.

11 Avanzaron ellas a derecho por el valle, hasta que le salió al encuentro una avanzada de los asirios,

12 que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos, porque están a punto de ser devorados por vosotros.

13 Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército, para hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus hombres y sin que se pierda una sola vida».

14 Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable hermosura de su rostro, le dijeron:

15 «Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te acompañarán hasta ponerte en sus manos.

16 Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus propósitos y él se portará bien contigo.»

17 Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes.

18 Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada, concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella, mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.

19 Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un pueblo que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a uno solo de ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a toda la tierra!»

20 Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus servidores y la introdujeron en la tienda.

21 Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de oro y púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas.

22 Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido de lámparas de plata.

23 Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y se postró ante él, pero los siervos la levantaron.









Judit 11

1 Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque yo ningún mal hago a quien se decide a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra.

2 Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza, si ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido.

3 Dime ahora por qué razón huyes de ellos y te pasas a nosotros. Desde luego, al venir aquí te has salvado. Ten confianza; vivirás esta noche y las restantes.

4 Nadie te hará ningún mal; serás bien tratada, como se hace con los siervos de mi señor, el rey Nabucodonosor.»

5 Respondió Judit: «Acoge las palabras de tu sierva, y que tu sierva pueda hablar en tu presencia. Ninguna falsedad diré esta noche a mi señor.

6 Si te dignas seguir los consejos de tu sierva, Dios actuará contigo hasta el fin y mi señor no fracasará en sus proyectos.

7 ¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra y viva su poder que te ha enviado para poner en el recto camino a todo viviente!; porque gracias a ti no le sirven tan sólo los hombres, sino que, por medio de tu fuerza, hasta las fieras salvajes, los ganados y las aves del cielo viven para Nabucodonosor y para toda su casa.

8 «Nosotros, en efecto, hemos oído hablar de tu sabiduría y de la prudencia de tu espíritu, y se dice por toda la tierra que tú eres el mejor en todo el reino, de profundos conocimientos y admirable como estratega.

9 Por lo que se refiere al discurso que Ajior pronunció en tu Consejo, nosotros hemos oído sus mismas palabras, pues los hombres de Betulia le han salvado y él les refirió todo lo que te dijo.

10 Acerca de esto, dueño y señor, no desestimes sus palabras; tenlas bien presentes, porque responden a la verdad. Pues muestra raza no recibe castigo ni la espada tiene poder sobre ellos, si no han pecado contra su Dios.

11 Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen tal desorden.

12 En vista de que se les acaban los víveres y escasea el agua, han deliberado echar mano de sus ganados y están ya decididos a consumir todo aquello que su Dios, por sus leyes, les ha prohibido comer.

13 Han decidido, igualmente, consumir las primicias del trigo y el diezmo del vino y del aceite que habían reservado, porque están consagrados a los sacerdotes que están en la presencia de nuestro Dios, en Jerusalén, y que ningún laico puede ni tan siquiera tocar con la mano.

14 Han enviado mensajeros a Jerusalén (cuyos habitantes hacen estas mismas cosas) para recabar del Consejo de Ancianos los permisos.

15 Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, en ese mismo momento te serán entregados para su destrucción.

16 Cuando yo, tu esclava, supe todo esto, huí de ellos. Mi Dios me ha enviado para que yo haga contigo cosas de que se pasmará toda la tierra y todos cuantos las oigan.

17 Porque tu esclava es piadosa y sirve noche y día al Dios del Cielo. Ahora, mi señor, quisiera quedarme a tu lado. Tu sierva saldría por las noches hacia el barranco, para suplicar a mi Dios y El me dirá cuándo han cometido su pecado.

18 Yo vendré a comunicártelo y entonces tú saldrás con todo tu ejército y ninguno de ellos podrá resistirte.

19 Yo te guiaré por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré que te asientes en medio de ella. Tú los llevarás como rebaño sin pastor, y ni un perro ladrará contra ti. He tenido el presentimiento de todo esto; me ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo.»

20 Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores, que estaban admirados de su sabiduría, y dijeron:

21 «De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras.»

22 Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en enviarte por delante de tu pueblo, para que esté en nuestras manos el poder, y en manos de los que han despreciado a mi señor, la ruina.

23 Por lo demás, eres tan bella de aspecto como prudente en tus palabras. Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»









Judit 12

1 Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio vino.

2 Pero Judit dijo: «No debo comer esto, para que no me sea ocasión de falta. Se me dará de las provisiones que traje conmigo.»

3 Holofernes le dijo: «Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de dónde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los tuyos con nosotros.»

4 Respondió Judit: «Por tu vida, mi señor; que, antes que tu sierva haya consumido lo que traje, cumplirá el Señor, por mi mano, sus designios.»

5 Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmió hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levantó,

6 y envió a decir a Holofernes: «Ordene mi señor que se dé a tu sierva permiso para salir a orar.»

7 Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía hacia el barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de guardia.

8 A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin a sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo.

9 Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le traían su comida de la tarde.

10 Al cuarto día, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus oficiales; no invitó a ninguno de los encargados de los servicios.

11 Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que tenía al frente de sus negocios: «Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que venga a comer y beber con nosotros.

12 Sería una vergüenza para nosotros que dejáramos marchar a tal mujer sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de atraerla, luego hará burla de nosotros.»

13 Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de Judit y dijo: «Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi señor, para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente con nosotros y ser, en esta ocasión, como una de las hijas de los asirios que viven en el palacio de Nabucodonosor.»

14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor? Haré prontamente todo cuanto le agrade y ello será para mí motivo de gozo mientras viva.»

15 Después se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus ornatos femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso cotidiano, con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos.

16 Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó arrebatado por ella, su alma quedó turbada y experimentó un violento deseo de unirse a ella, pues desde el día que la vio, andaba buscando ocasión de seducirla.

17 Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con nosotros!»

18 Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que nací, nunca estimé en tanto mi vida como ahora.»

19 Y comió y bebió, frente a él, sirviéndose de las provisiones que su sierva había preparado.

20 Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió vino tan copiosamente como jamás había bebido en todos los días de su vida.







Judit 13

1 Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresusaron a retirarse y Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a dormir, fatigados por el exceso de bebida;

2 quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino.

3 Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto, ella había dicho que saldría para hacer su oración y en este mismo sentido había hablado a Bagoas.

4 Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón: «¡Oh Señor, Dios de toda fuerza! Pon los ojos, en esta hora, a la empresa de mis manos para exaltación de Jerusalén.

5 Es la ocasión de esforzarse por tu heredad y hacer que mis decisiones sean la ruina de los enemigos que se alzan contra nosotros.»

6 Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,

7 y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»

8 Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza.

9 Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva,

10 que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las dos juntos a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el campemento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y se presentaron ante las puertas de la ciudad.

11 Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid, abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy mismo.»

12 Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta y llamaron a los ancianos.

13 Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico, porque no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta, las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron corro en torno a ellas.

14 Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.»

15 Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles: «Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad las colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le ha herido por mano de mujer!

16 ¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que emprendí, que fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.»

17 Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el día de hoy a los enemigos de tu pueblo!»

18 Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos.

19 Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que recordarán la fuerza de Dios eternamente.

20 Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»







Judit 14

1 Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y colgadle en el saliente de nuestras murallas;

2 y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la llanura, contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis.

3 Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante vosotros.

4 Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel, saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada.

5 «Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y reconozca al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros como destinado a la muerte.»

6 Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido.

7 Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!»

8 «Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió hasta el momento en que les estaba hablando.

9 Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría.

10 Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado para siempre a la casa de Israel.

11 Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y salieron, por grupos, hacia las subidas.

12 Al verlos los asirios, communicaron la novedad a sus oficiales, y éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a todos sus jefes,

13 hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos tienen la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse exterminar completamente.»

14 Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda, porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit.

15 Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y lo encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado.

16 Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos, al tiempo que rasgaba sus vestiduras.

17 Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no verla, se precipitó hacia la tropa gritando:

18 «¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha llenado de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes, derribado en tierra y decapitado!»

19 Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron grandes gritos y voces por todo el campamento.









Judit 15

1 Al oírlo los del campamento, quedaron estupefactos;

2 fueron presa de terror pánico y nadie ya fue capaz de mantenerse al lado de sus compañeros: huyeron todos a la desbandada, por todos los caminos, por la llanura y la montaña.

3 También los que estaban acampados en la altura, sitiando a Betulia, se dieron a la fuga; entonces, todos los hombres de guerra de Israel cayeron sobre ellos.

4 Ozías mandó aviso a Betomestáin, a Bebé, Jobá y Kolá, y a toda la montaña de Israel, dando noticia de cuanto había pasado, para que todos se arrojaran sobre los enemigos y los exterminaran.

5 Cuando los israelitas lo supieron, todos, como un solo hombre, se lanzaron sobre los asirios y los batieron hasta Jobá. También acudieron los de Jerusalén y los de la montaña, porque también a ellos se les dio noticia de lo sucedido en el campo enemigo; de igual modo, los de Galaad y Galilea, atacándoles de flanco, les hicieron enorme estrago hasta que pudieron refugiarse en Damasco y su región.

6 En cuanto a los demás habitantes de Betulia, cayeron sobre el campamento asirio, le saquearon y obtuvieron grandes riquezas.

7 Los israelitas, de vuelta de la matanza, se hicieron dueños del resto; también los de las aldeas y granjas de la montaña y del llano obtuvieron gran botín, porque había una abundancia incalculable.

8 El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel y los habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit.

9 En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo: «Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú la suprema gloria de nuestra raza.

10 Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel y Dios se ha complacido en lo que has hecho. Bendita seas del Señor Omnipotente por siglos infinitos.» Y todo el pueblo respondió: «¡Amén!»

11 Todo el pueblo estuvo recogiendo botín del campamento durante treinta días; dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de plata, sus divanes, sus vasijas y todo su mobiliario. Ella lo tomó y lo cargó sobre su mula, preparó sus carros y los amontonó todo encima.

12 Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado.

13 Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas, llevando coronas y cantando himnos.

14 Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:









Judit 16

1 ¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su Nombre!

2 Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, porque en sus campos, en medio de su pueblo me arrancó de la mano de mis perseguidores.

3 Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa innumerable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían las colinas.

4 Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis niños y de dar como presa a mi doncellas.

5 El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló.

6 Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le hirieron hijos de Titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit, hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro.

7 Se despojó de sus vestidos de viudez, para exaltar a los afligidos de Israel; ungió su rostro de perfumes,

8 prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para seducirle.

9 La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y la cimitarra atravesó su cuello!

10 Se estremecieron los persas por su audacia, se turbaron los medos por su temeridad.

11 Entonces clamaron mis humildes, y ellos temieron; clamaron mis débiles y ellos quedaron aterrados; alzaron su voz éstos, y ellos se dieron a la fuga.

12 Hijos de jovenzuelas los asaetearon, como a hijos de desertores los hirieron, perdieron en la batalla contra mi Señor.

13 Cantaré a mi Dios un cantar nuevo: «¡Tú eres grande, Señor, eres glorioso, admirable en poder e insuperable!»

14 Sírvante a ti las criaturas todas, pues hablaste tú y fueron hechas, enviaste tu espíritu y las hizo, y nadie puede resitir tu voz.

15 Pues los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos con las aguas; las rocas en tu presencia se fundirán como cera; pero con aquellos que te temen, te muestras tú siempre propicio.

16 Porque es muy poca cosa todo sacrificio de calmante aroma, y apenas es nada la grasa para serte ofrecida en holocausto. Mas quien teme al Señor será grande para siempre.

17 ¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor Omnipotente les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente.

18 Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez purificado el pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus regalos.

19 Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella misma había tomado del dormitorio de Holofernes.

20 Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando festejos delante de santuario. También Judit estaba presente.

21 Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit regresó a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su tiempo muy famosa en toda aquella tierra.

22 Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a reunirse con su pueblo.

23 Vivió hasta la avanzada edad de 105 años, transcurriendo su ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad. Murió en Betulia y fue sepultada en la caverna de su marido Manasés.

24 La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir, distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre sus propios parientes.

25 Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en mucho tiempo después de su muerte.



ESTER

Ester 1

1 En tiempo del rey Asuero, el que reinó desde la India hasta Etiopía sobre 127 provincias,

2 en aquellos días, estando el rey sentado en el trono real, en la ciudadela de Susa,

3 en el año tercero de su reinado, ofreció un banquete en su presencia a todos sus servidores: a jefes del ejército de los persas y los medos, a los nobles y a los gobernadores de las provincias.

4 Les hizo ver la riqueza y la gloria de su reino y del magnífico esplendor de su grandeza durante muchos días, durante 180 días.

5 Cumplido aquel plazo, ofreció el rey a todos los que se hallaban en la ciudadela de Susa, desde el mayor al más pequeño, un banquete de siete días en el patio del jardín del palacio real.

6 Había colgaduras de lino fino, de lana y de púrpura violeta, fijadas, por medio de cordones de lino y púrpura, en anillas de plata sujetas a columnas de mármol blanco; lechos de oro y plata sobre un pavimento de pórfido, mármol, nácar y mosaicos.

7 Se bebía en copas de oro de formas diversas y el vino ofrecido por el rey corría con regia abundancia.

8 Cuanto a la bebida, a nadie se le obligaba, pues así lo había mandado el rey a los oficiales de su casa, para que cada cual hiciese lo que quisiera.

9 También la reina Vastí ofreció un banquete a las mujeres en el palacio del rey Asuero.

10 El día séptimo, alegre por el vino el corazón del rey, mandó a Mehumán, a Bizzetá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Karkás, los siete eunucos que estaban al servicio del rey Asuero,

11 que hicieran venir a la reina Vastí a presencia del rey, con diadema real, para que vieran las gentes y los jefes su belleza, porque, en efecto, era muy bella.

12 Pero la reina Vastí se negó a cumplir la orden del rey transmitida por los eunucos; se irritó el rey muchísimo y, ardiendo en ira,

13 llamó a los sabios entendidos en la ciencia de las leyes, pues los asuntos reales se discuten en presencia de los conocedores de la ley y el derecho;

14 hizo, pues, venir a Karsená, Setar, Admatá, Tarsis, Meres, Marsená y Memukán, los siete jefes de los persas y los medos que eran admitidos a la presencia del rey y ocupaban los primeros puestos del reino,

15 y les dijo: «¿Qué debe hacerse, según la ley, a la reina Vastí, por no haber obedecido la orden del rey Asuero, transmitida por los eunucos?»

16 Respondió Memukán en presencia del rey y de los jefes: «La reina Vastí no ha ofendido solamente al rey, sino a todos los jefes y a todos los pueblos de todas las provincias del rey Asuero.

17 Porque se correrá el caso de la reina entre todas las mujeres y hará que pierdan estima a sus maridos, pues dirán: "El rey Asuero mandó hacer venir a su presencia a la reina Vastí, pero ella no fue."

18 Y a partir de hoy, las princesas de los persas y los medos, que conozcan la conducta de la reina, hablarán de ello a los jefes del rey y habrá menosprecio y altercados.

19 Si al rey le parece bien, publíquese, de su parte, e inscríbase en las leyes de los persas y los medos, para que no sea traspasado, este decreto: que no vuelva Vastí a presencia del rey Asuero. Y dé el rey el título de reina a otra mejor que ella.

20 El acuerdo tomado por el rey será conocido en todo el reino, a pesar de ser tan grande, y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde el mayor al más pequeño.»

21 Pareció bueno el consejo al rey y a los jefes, y el rey llevó a efecto la palabra de Memukán.

22 Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, para que todo marido fuese señor de su casa.

Ester 2

1 Después de estos sucesos se aplacó la cólera del rey Asuero y se acordó de Vastí, de cuanto había hecho, y de lo que acerca de ella se había decidido.

2 Dijeron los cortesanos que estaban al servicio del rey: «Que se busquen para el rey jóvenes vírgenes y bellas.

3 Nombre el rey inspectores en todas las provincias de su reino para que reúnan en la ciudadela de Susa, en el harén, a todas las jóvenes vírgenes y bellas, bajo la vigilancia de Hegué, eunuco del rey, encargado de las mujeres, y que él les dé cuanto necesiten para su adorno,

4 y la joven que agrade al rey, reinará en lugar de Vastí.» Le pareció bien al rey y así se hizo.

5 Había en la ciudadela de Susa un judío, llamado Mardoqueo, hijo de Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín.

6 Había sido deportado de Jerusalén con Jeconías, rey de Judá, en la deportación que hizo Nabucodonosor, el rey de Babilonia.

7 Tenía en su casa a Hadassá, es decir, Ester, hija de un tío suyo, pues era huérfana de padre y madre. La joven era hermosa y de buen parecer, y al morir su padre y su madre, Mardoqueo la adoptó por hija.

8 Cuando se proclamó la orden y el edicto del rey, fueron reunidas muchísimas jóvenes en la ciudadela de Susa, bajo la vigilancia de Hegué; también Ester fue llevada al palacio real y puesta bajo la vigilancia de Hegué, encargado de las mujeres.

9 La joven le agradó y ganó su favor, por lo que se apresuró a proporcionarle cuanto necesitaba para su adorno y mantenimiento; diole también siete doncellas elegidas de la casa del rey y la instaló, con sus doncellas, en el mejor departamento del harén.

10 Ester no dio a conocer ni su pueblo ni su origen, pues Mardoqueo la había mandado que no lo dijera.

11 Día tras día, se paseaba Mardoqueo delante del patio del harén para enterarse de la salud de Ester y de lo que le sucedía.

12 A cada joven le llegaba el turno de presentarse al rey Asuero al cabo de doce meses, según el estatuto de las mujeres. Los días de preparación se empleaban en ungirse, durante seis meses con óleo y mirra y otros seis meses con los aromas y perfumes que usan las mujeres.

13 Cuando una joven se presentaba al rey, le daban cuanto pedía y lo llevaba consigo del harén al palacio real.

14 Se presentaba por la tarde y a la mañana siguiente volvía al otro harén, bajo la vigilancia de Saasgaz, el eunuco del rey encargado de las concubinas; no se presentaba más ante el rey, a no ser que el rey deseara y la llamara expresamente.

15 Cuando a Ester, hija de Abijayil, tío de Mardoqueo, que la había adoptado por hija, le llegó el turno de presentarse al rey, no pidió sino lo que le indicó Hegué, el eunuco del rey encargado de las mujeres. Ester se ganaba el favor de cuantos la veían.

16 Ester fue presentada al rey Asuero, en el palacio real, el mes décimo, que es el mes de Tébet, en el año séptimo de su reinado,

17 y el rey amó a Ester más que la otras mujeres; halló ella, en presencia del rey, más gracia y favor que ninguna otra virgen y el rey colocó la diadema real sobre la cabeza de Ester y la declaró reina, en lugar de Vastí.

18 Ofreció el rey un gran banquete a todos sus jefes y servidores, el banquete de Ester; concedió un día de descanso a todas las provincias y repartió presentes con real magnificencia.

19 Cuando Ester pasó, como las otras jóvenes, al segundo harén,

20 no reveló ni su origen ni su pueblo, tal como se lo había ordenado Mardoqueo; pues Ester seguía cumpliendo las órdenes de Mardoqueo como cuando vivía bajo su tutela.

21 Por aquellos mismos días, estaba adscrito Mardoqueo a la Puerta Real; Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, estaban irritados y andaban buscando poner la mano sobre el rey Asuero.

22 Llegó el hecho a conocimiento de Mardoqueo, el cual se lo comunicó a la reina Ester, y Ester se lo dijo al rey, en nombre de Mardoqueo.

23 Se investigó el caso y resultó verdadero; por lo que fueron colgados los dos del madero y se consignó por escritos, en los Anales, en presencia del rey.

Ester 3

1 Después de esto, el rey Asuero elevó al poder a Amán, hijo de Hamdatá, del país de Agag; le encumbró y colocó su asiento por encima de todos los dignatarios que estaban con él;

2 todos los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, doblaban la rodilla y se postraban ante Amán, porque así lo había ordenado el rey; pero Mardoqueo ni doblaba la rodilla ni se postraba.

3 Los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, dijeron a Mardoqueo: «¿Por qué traspasas la orden del rey?»

4 Y como se lo repitieran día tras día y él no les hiciera caso, se lo comunicaron a Amán, para ver si Mardoqueo persistía en su palabra, pues les había manifestado que él era judío.

5 Vio Amán que Mardoqueo no doblaba la rodilla ni se postraba ente él, y se llenó de ira.

6 Y cuando le notificaron a qué pueblo pertenecía Mardoqueo, no contentándose con poner la mano sobre él solo, intentó exterminar, junto con él, a todos los judíos de todo el reino de Asuero.

7 El año doce del rey Asuero, el mes primero, que es el mes de Nisán, se sacó el «Pur» (es decir, las suertes) en presencia de Amán, por días y por meses. Salió el doce, que es el mes de Adar.

8 Amán dijo al rey Asuero: «Hay un pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, con sus leyes, distintas de las de todos los pueblos, y que no cumplen las leyes reales. No conviene al rey dejarlos en paz.

9 Si el rey juzga conveniente publicar un decreto para exterminarlos, yo haré que se entreguen 10.000 talentos de plata a los intendentes, para que los ingresen en la cámara del tesoro.»

10 El rey sacó el anillo de su dedo, se lo entregó a Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de los judíos,

11 y dijo el rey a Amán: «La plata, te la regalo; y te regalo también ese pueblo para que hagas lo que te parezca.»

12 El día trece del primer mes fueron convocados los secretarios del rey para escribir, según lo ordenado por Amán, a los sátrapas del rey, a los inspectores de cada provincia y a los jefes de todos los pueblos, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; se escribió en nombre del rey Asuero, se selló con el anillo del rey,

13 y se enviaron las cartas, por medio de los correos, a todas las provincias del rey, para exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y para saquear sus bienes, en el espacio de un solo día, el trece del mes doce, que es el mes de Adar.

14 El texto de este escrito debía ser promulgado como ley en todas las provincias, y fue puesto en conocimiento de todos los pueblos a fin de que estuviesen preparados para aquel día.

15 Por orden del rey, partieron los correos apresuradamente. El decreto fue publicado también en la ciudadela de Susa. Mientras el rey y Amán banqueteaban, en Susa reinaba la consternación.

Ester 4

1 Cuando Mardoqueo supo lo que pasaba, rasgó sus vestidos, se vistió de sayal y ceniza y salió por la ciudad lanzando grandes gemidos,

2 hasta llegar ante la Puerta Real, pues nadie podía pasar la Puerta cubierto de sayal.

3 En todas las provincias, dondequiera que se publicaban la palabra y el edicto real, había entre los judíos gran duelo, ayunos y lágrimas y lamentos, y a muchos el sayal y la ceniza les sirvió de lecho.

4 Las siervas y eunucos de Ester vinieron a comunicárselo. La reina se llenó de angustia y mandó enviar a Mardoqueo vestidos para que se vistiese y se quitase el sayal, pero él no quiso.

5 Llamó Ester a Hatak, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le envió a Mardoqueo para enterarse de lo que pasaba y a qué obedecía todo aquello.

6 Salió Hatak y fue donde Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad que hay frente a la Puerta Real.

7 Mardoqueo le informó de todo cuanto había pasado y de la suma de dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio de los judíos.

8 Le dio también una copia del texto del edicto de exterminio publicado en Susa, para que se lo enseñara a Ester y se informara; y ordenó a la reina que se presentase ante el rey, se ganara su favor y suplicara por su pueblo.

9 Regresó Hatak e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo.

10 Ester mandó a Hatak que dijera a Mardoqueo:

11 «Todos los servidores del rey y todos los habitantes de las provincias del rey saben que todo hombre o mujer que se presente al rey, en el patio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte por el edicto, salvo aquel sobre quien el rey extienda su cetro de oro; y hace ya treinta días que yo no he sido llamada a presencia del rey.»

12 Llevó a Mardoqueo la respuesta de Ester

13 y Mardoqueo hizo que le contestara: «No te imagines que por estar en la casa del rey, te vas a librar tú sola entre todos los judíos,

14 porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación de los judíos, mientras que tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Quién sabe si precisamente para una ocasión semejante has llegado a ser reina!»

15 Ester mandó que respondieran a Mardoqueo:

16 «Vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentaré ante el rey; y si tengo que morir, moriré.»

17 Se alejó Mardoqueo y cumplió cuanto Ester le había mandado.

Ester 5

1 Al tercer día, se revistió de reina. Franqueando todas las puertas, llegó hasta la presencia del rey; estaba el rey sentado en el trono real, y alzando su rostro, en dulzura, 2 y tomando el rey el cetro de oro, lo puso sobre el cuello de Ester. 3 El rey le preguntó: «¿Qué sucede, reina Ester? ¿Qué deseas? Incluso la mitad del reino te será dada.»

4 Respondió Ester: «Si al rey le place, venga hoy el rey, con Amán, al banquete que le tengo preparado.»

5 Respondió el rey: «Avisad inmediatamente a Amán para que se cumpla el deseo de Ester.» El rey y Amán fueron al banquete preparado por Ester,

6 y durante el banquete, dijo el rey a Ester: «¿Qué quieres pedir?, pues se te dará. ¿Qué deseas? Hasta la mitad del reino te será concedida.»

7 Ester respondió: «¿Mi petición y mi deseo?

8 Si he hallado gracia a los ojos del rey, y si al rey le place escuchar mi petición y cumplir mi deseo, que vengan mañana el rey y Amán al banquete que he preparado para ellos. Y haré entonces lo que el rey me pide.»

9 Salió aquel día Amán contento y con alegre corazón; pero al ver a Mardoqueo en la Puerta Real, que no se levantaba, ni siquiera se movía ante él, se llenó Amán de ira contra Mardoqueo,

10 pero se dominó, y yéndose a su casa, mandó venir a sus amigos y a su mujer Zeres,

11 y les habló de su gloria y sus riquezas, de sus muchos hijos y de cómo el rey le había encumbrado, elevándole por encima de los jefes y servidores del rey.

12 Y añadió: «Más aún; la reina Ester me ha invitado a mí sólo, junto con el rey, a un banquete que ha preparado; también para mañana estoy invitado por ella, junto con el rey.

13 Pero todo esto nada significa para mí, mientras vea que el judío Mardoqueo, sigue sentado a la Puerta Real.»

14 Su mujer Zeres y todos sus amigos le respondieron: «Manda preparar una horca de cincuenta codos de altura y mañana por la mañana pides al rey que cuelguen de ella a Mardoqueo; así podrás ir satisfecho al banquete con el rey.» Agradó el consejo a Amán y mandó preparar la horca.

Ester 6

1 Aquella misma noche, no pudiendo el rey conciliar el sueño, mandó que trajeran y leyeran en su presencia el libro de las Memorias, o Crónica.

2 Estaba allí, puesta por escrito, la denuncia que Mardoqueo había hecho contra Bigtán y Teres, los dos eunucos del rey, guardianes del umbral, que habían intentado poner las manos sobre el rey Asuero.

3 Preguntó el rey: «¿Qué honor o dignidad se concedió por esto a Mardoqueo?» Los jóvenes del servicio del rey dijeron: «No se hizo nada en su favor.»

4 Continuó el rey: «Quién está en el atrio?» - Justamente entonces llegaba Amán al atrio exterior de la casa del rey, para pedir al rey que colgaran a Mardoqueo en la horca que él había hecho levantar -.

5 Los jóvenes del servicio del rey le respondieron: «Es Amán el que está en el atrio.» Dijo el rey: «Que entre.»

6 Entró, pues, Amán, y el rey le preguntó: «¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey quiere honrar?» Amán pensó: «¿A quién ha de querer honrar el rey, sino a mí?»

7 Respondió, pues, Amán al rey: «Para el hombre a quien el rey quiere honrar,

8 deben tomarse regias vestiduras que el rey haya vestido, y un caballo que el rey haya montado, y en cuya cabeza se haya puesto una diadema real.

9 Deben darse los vestidos, y el caballo a uno de los servidores más principales del rey, para que vista al hombre a quien el rey desea honrar; y le hará cabalgar sobre el caballo por la plaza mayor de la ciudad gritando delante de él: «¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!»

10 Dijo el rey a Amán: «Toma al momento vestidos y caballo, tal como lo has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que está en la Puerta Real. No dejes de cumplir ni un solo detalle.»

11 Tomó Amán los vestidos y el caballo, vistió a Mardoqueo y le hizo cabalgar por la plaza mayor de la ciudad, gritando delante de él: «¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!»

12 Después Mardoqueo se quedó en la Puerta Real, mientras Amán regresaba precipitadamente a su casa, entristecido y con la cabeza encubierta.

13 Contó Amán a su mujer Zeres y a todos sus amigos cuanto había pasado; sus consejeros y su mujer Zeres le dijeron: «Si Mardoqueo, ante el que has comenzado a declinar, pertenece al linaje de los judíos, no podrás vencerle, sino que sin remedio caerás ante él.»

14 Estaban aún hablándole cuando llegaron los eunucos del rey y llevaron a Amán rápidamente al banquete preparado por Ester.

Ester 7

1 El rey y Amán fueron al banquete de la reina Ester.

2 También el segundo día dijo el rey a Ester, durante el banquete: «¿Qué deseas pedir, reina Ester?, pues te será concedido. ¿Cuál es tu deseo? Aunque fuera la mitad del reino, se cumplirá.»

3 Respondió la reina Ester: «Si he hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey!, y si al rey le place, concédeme la vida - este es mi deseo - y la de mi pueblo - esta es mi petición.

4 Pues yo y mi pueblo hemos sido vendidos, para ser exterminados, muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos para esclavos y esclavas, aún hubiera callado; mas ahora, el enemigo no podrá compensar al rey por tal pérdida.»

5 Preguntó el rey Asuero a la reina Ester: «¿Quién es, y dónde está el hombre que ha pensado en su corazón ejecutar semejante cosa?»

6 Respondió Ester: «¡El perseguidor y enemigo es Amán, ese miserable!» Amán quedó aterrado en presencia del rey y de la reina.

7 El rey se levantó, lleno de ira, del banquete y se fue al jardín del palacio; Amán, se quedó junto a la reina Ester, para suplicarle por su vida, porque comprendía que, de parte del rey, se le venía encima la perdición.

8 Cuando el rey volvió del jardín de palacio a la sala del banquete, Amán se había dejado caer sobre el lecho de Ester. El rey exclamó: «¿Es que incluso en mi propio palacio quiere hacer violencia a la reina?» Dio el rey una orden y cubrieron el rostro de Amán.

9 Jarboná, uno de los eunucos que estaban ante el rey, sugirió: «Precisamente, la horca que Amán había destinado para Mardoqueo, aquel cuyo informe fue tan útil al rey, está preparada en casa de Amán, y tiene cincuenta codos de altura.» Dijo el rey: «¡Colgadle de ella!»

10 Colgaron a Amán de la horca que había levantado para Mardoqueo, y se aplacó la ira del rey.

Ester 8

1 Aquel mismo día, el rey Asuero entregó a la reina Ester la hacienda de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey, pues Ester le hizo saber lo que él había sido para ella.

2 El rey se sacó el anillo que había mandado quitar a Amán y se lo entregó a Mardoqueo, a quien Ester encargó de la hacienda de Amán.

3 Ester volvió a suplicar al rey, cayendo a sus pies, llorando y ganando su benevolencia, que anulara la maldad de Amán, el de Agag, y los proyectos que había concebido contra los judíos.

4 Extendió el rey el cetro de oro y tocó a Ester, que se puso en pie en presencia del rey.

5 Dijo ella: «Si al rey le parece bien, y si he hallado gracia a sus ojos, si la petición le parece justa al rey y yo misma soy grata a sus ojos, que se escriba para revocar los decretos escritos por Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, y maquinados para hacer perecer a los judíos de todas las provincias del rey.

6 Porque ¿cómo podré yo ver la desgracia que amenaza a mi pueblo y la ruina de mi gente?»

7 El rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: «Ya he dado a la reina Ester la hacienda de Amán, a quien he mandado colgar de la horca por haber alzado su mano contra los judíos.

8 Vosotros, por vuestra parte, escribid acerca de los judíos, en nombre del rey, lo que os parezca oportuno, y selladlo con el anillo del rey. Pues todo lo que se escribe en nombre del rey y se sella con su sello, es irrevocable.»

9 Fueron convocados al momento los secretarios del rey, en el mes tercero, que es el mes de Siván, el día veintitrés, y escribieron, según las órdenes de Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los inspectores y a los jefes de todas las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las 127 provincias, a cada provincia según su escritura y a cada pueblo según su lengua, y a los judíos según su lengua y escritura.

10 Escribieron en nombre del rey Asuero y lo sellaron con el anillo del rey. Se enviaron las cartas por medio de correos, jinetes en caballos de las caballerizas reales.

11 En las cartas concedía el rey que los judíos de todas las ciudades pudieran reunirse para defender sus vidas, para exterminar, matar y aniquilar a las gentes de todo pueblo o provincia que los atacaran con las armas, junto con sus hijos y sus mujeres, y para saquear sus bienes,

12 y esto en un mismo día, en todas las provincias del rey Asuero, el trece del mes doce, que es el mes de Adar.

13 Una copia de este escrito debía ser publicada como ley en todas las provincias y promulgada en todos los pueblos; y los judíos debían estar preparados aquel día para vengarse de sus enemigos.

14 Los correos salieron con celeridad y a toda prisa, empleando los caballos de las caballerizas reales, según la orden del rey; la ley también fue promulgada en la ciudadela de Susa.

15 Cuanto a Mardoqueo, salió de la presencia del rey espléndidamente vestido de púrpura violeta y lino blanco, con una gran diadema de oro y manto de lino fino y púrpura; la ciudad de Susa se llenó de gozo y alegría.

16 Para los judíos todo fue esplendor, alegría, triunfo y gloria.

17 En todas las provincias y ciudades, en los lugares en que se publicaba la orden y edicto del rey, hubo entre los judíos alegría triunfal, banquetes y días de fiesta. Y muchos habitantes del país se hicieron judíos, pues el temor a los judíos se había apoderado de ellos.

Ester 9

1 Las órdenes del rey fueron ejecutadas en el mes doce, que es el mes de Adar, el día trece del mes, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban aplastarlos; pero la situación cambió y fueron los judíos los que aplastaron a sus enemigos.

2 En todas las provincias del rey Asuero se reunieron los judíos en sus ciudades para poner la mano sobre cuantos habían intentado hacerles mal, sin que nadie les opusiera resistencia, porque el temor se había apoderado de todos los pueblos.

3 Todos los jefes de las provincias, los sátrapas, los inspectores y los funcionarios del rey apoyaron a los judíos, porque todos temían a Mardoqueo,

4 ya que Mardoqueo era influyente en el palacio real y su fama se había extendido por todas las provincias; pues, en efecto, de día en día se acrecentaba su poder.

5 Los judíos pasaron a filo de espada a todos sus enemigos; fue un degüello, un exterminio: hicieron lo que quisieron con sus adversarios.

6 En la ciudadela de Susa los judíos mataron y exterminaron a quinientos hombres

7 y además a Parsandata, Dalfón, Aspata,

8 Porata, Adalías, Andata,

9 Parmasta, Arisay, Ariday y Yezata,

10 los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, enemigo de los judíos. Los mataron, pero no saquearon sus bienes.

11 Aquel mismo día llevaron al rey la cifra de los que habían sido muertos en las ciudadela de Susa.

12 Dijo el rey a la reina Ester: «En la ciudadela de Susa han matado y exterminado los judíos a quinientos hombres y a los diez hijos de Amán. ¿Qué habrán hecho en las restantes provincias del rey? ¿Qué deseas pedir ahora? Pues te será concedido. Se seguirá haciendo lo que tú desees.»

13 Respondió Ester: «Si al rey le parece bien, que se conceda a los judíos de Susa que puedan actuar mañana según el edicto de hoy; cuanto a los diez hijos de Amán, que sean colgados de la horca.»

14 Ordenó el rey que se hiciera así; se promulgó la ley en Susa y los diez hijos de Amán fueron colgados.

15 Los judíos de Susa se reunieron también el día catorce del mes de Adar y mataron en Susa a trescientos hombres, pero no saquearon sus bienes.

16 Los judíos de las restantes provincias del rey se reunieron para defender, contra sus enemigos, sus vidas y su seguridad; mataron de entre sus adversarios a 75.000, pero no saquearon sus bienes.

17 Ocurrió esto el día trece del mes de Adar y el día catorce descansaron, convirtiéndolo en un día de alegres festines.

18 Cuanto a los judíos de Susa, que se habían reunido los días trece y catorce, descansaron el día quince, convirtiéndolo en un día de alegres festines.

19 Por eso, los judíos diseminados en las ciudades no fortificadas celebran el día catorce del mes de Adar con alegres festines, como día de fiesta, y se envían recíprocos regalos,

20 Mardoqueo consignó por escrito todas estas cosas y envió cartas a los judíos de todas las provincias del rey Asuero tanto lejanos como próximos,

21 ordenándoles que celebraran todos los años el día catorce y el día quince del mes de Adar,

22 porque en tales días obtuvieron los judíos paz contra sus enemigos, y en este mes la aflicción se trocó en alegría y el llanto en festividad; que los convirtieran en días de alegres festines y mutuos regalos, y de donaciones a los pobres.

23 Los judíos adoptaron esta costumbre, que ya habían comenzado a observar y acerca de la cual les escribió Mardoqueo:

24 «Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de todos los judíos, había proyectado exterminar a los judíos y echó el "Pur", es decir, la suerte, para su ruina y exterminio.

25 Pero cuando se presentó al rey, para hacer ahorcar a Mardoqueo, su proyecto se volvió contra él, y los males que había meditado contra los judíos cayeron sobre su cabeza, siendo ahorcados él y sus hijos.

26 Por esta razón, estos días son llamados "Purim", de la palabra "Pur".» Asimismo, por todo la relatado en esta carta por lo que ellos mismos vieron y por lo que se les contó,

27 hicieron los judíos de estos días una institución irrevocable para sí, para sus descendientes y para todos los que se pasaron a ellos, conforme a este escrito y esta fecha, de año en año.

28 Así, estos días de los Purim, conmemorados y celebrados de generación en generación, en todas las familias, en todas las provincias y en todas las ciudades, no desaparecerán de entre los judíos, y su recuerdo no se perderá entre sus descendientes.

29 La reina Ester, hija de Abijayil, y el judío Mardoqueo, escribieron, con toda su autoridad, para dar fuerza de ley a esta segunda carta de los Purim,

30 y se enviaron cartas a todos los judíos de las 127 provincias del rey Asuero, con palabras de paz y fidelidad,

31 para ratificar en su fecha estos días de los Purim, tal como había sido ordenado por el judío Mardoqueo y la reina Ester, y tal como lo habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, añadiendo lo tocante a los ayunos y lamentaciones.

32 La orden de Ester fijó la institución de estos Purim, siendo consignada en el libro.

Ester 10

1 El rey Asuero impuso un tributo al país y a las islas del mar.

2 Todas las obras de su poder y su vigor y el relato del encumbramiento de Mardoqueo, a quien el rey enalteció, ¿no están escritas en las Crónicas de los reyes de los medos y los persas?

3 Pues el judío Mardoqueo era el segundo después del rey, persona importante entre los judíos, amado por la multitud de sus hermanos, preocupado por el bien de su pueblo y procurador de la paz de su raza.

I MACABEOS

I Macabeos 1

1 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de Kittim, derrotó a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en su lugar, empezando por la Hélada.

2 Suscitó muchas guerras, se apoderó de plazas fuertes y dio muerte a reyes de la tierra.

3 Avanzó hasta los confines del mundo y se hizo con el botín de multitud de pueblos. La tierra enmudeció en su presencia y su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo.

4 Juntó un ejército potentísimo y ejerció el mando sobre tierras, pueblos y príncipes, que le pagaban tributo.

5 Después, cayó enfermo y cononció que se moría.

6 Hizo llamar entonces a sus servidores, a los nobles que con él se habían criado desde su juventud, y antes de morir, repartió entre ellos su reino.

7 Reinó Alejandro doce años y murió.

8 Sus servidores entraron en posesión del poder, cada uno en su región.

9 Todos a su muerte se ciñeron la diadema y sus hijos después de ellos durante largos años; y multiplicaron los males sobre la tierra.

10 De ellos surgió un renuevo pecador, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año 137 del imperio de los griegos.

11 En aquellos días surgieron de Israel unos hijos rebeldes que sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, concertemos alianza con los pueblos que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellos, nos han sobrevenido muchos males.»

12 Estas palabras parecieron bien a sus ojos,

13 y algunos del pueblo se apresuraron a acudir donde el rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los gentiles.

14 En consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de los paganos,

15 rehicieron sus prepucios, renegaron de la alianza santa para atarse al yugo de los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.

16 Antíoco, una vez asentado en el reino, concibió el proyecto de reinar sobre el país de Egipto para ser rey de ambos reinos.

17 Con un fuerte ejército, con carros, elefantes, (jinetes) y numerosa flota, entró en Egipto

18 y trabó batalla con el rey de Egipto, Tolomeo. Tolomeo rehuyó su presencia y huyó; muchos cayeron heridos.

19 Ocuparon las ciudades fuertes de Egipto y Antíoco se alzó con los despojos del país.

20 El año 143, después de vencer a Egipto, emprendió el camino de regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un fuerte ejército.

21 Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos sus accesorios,

22 la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones, las copas, los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo.

23 Se apropió también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos tesoros ocultos pudo encontrar.

24 Tomándolo todo, partió para su tierra después de derramar mucha sangre y de hablar con gran insolencia.

25 En todo el país hubo gran duelo por Israel.

26 Jefes y ancianos gimieron, languidecieron doncellas y jóvenes, la belleza de las mujeres se marchitó.

27 El recién casado entonó un canto de dolor, sentada en el lecho nupcial, la esposa lloraba.

28 Se estremeció la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob se cubrió de vergüenza.

29 Dos años después, envió el rey a las ciudades de Judá al Misarca, que se presentó en Jerusalén con un fuerte ejército.

30 Habló dolosamente palabras de paz y cuando se hubo ganado la confianza, cayó de repente sobre la ciudad y le asestó un duro golpe matando a muchos del pueblo de Israel.

31 Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba.

32 Sus hombres hicieron cautivos a mujeres y niños y se adueñaron del ganado.

33 Después reconstruyeron la Ciudad de David con una muralla grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su Ciudadela.

34 Establecieron allí una raza pecadora de rebeldes, que en ella se hicieron fuertes.

35 La proveyeron de armas y vituallas y depositaron en ella el botín que habían reunido del saqueo de Jerusalén. Fue un peligroso lazo.

36 Se convirtió en asechanza contra el santuario, en adversario maléfico para Israel en todo tiempo.

37 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.

38 Por ellos los habitantes de Jerusalén huyeron; vino a ser ella habitación de extraños, extraña para los que en ella nacieron, pues sus hijos la abandonaron.

39 Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas convertidas en duelo, sus sábados en irrisión, su honor en desprecio.

40 A medida de su gloria creció su deshonor, su grandeza se volvió aflicción.

41 El rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos formaran un único pueblo

42 y abandonara cada uno sus peculiares costumbres. Los gentiles acataron todos el edicto real

43 y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado.

44 También a Jerusalén y a la ciudades de Judá hizo el rey llegar, por medio de mensajeros, el edicto que ordenaba seguir costumbres extrañas al país.

45 Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y libaciones; profanar sábados y fiestas;

46 mancillar el santuario y lo santo;

47 levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar puercos y animales impuros;

48 dejar a sus hijos incircuncisos; volver abominables sus almas con toda clase de impurezas y profanaciones,

49 de modo que olvidasen la Ley y cambiasen todas sus costumbres.

50 El que no obrara conforme a la orden del rey, moriría.

51 En el mismo tono escribió a todo su reino, nombró inspectores para todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que en cada una de ellas se ofrecieran sacrificios.

52 Muchos del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron a ellos. Causaron males al país

53 y obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios.

54 El día quince del mes de Kisléu del año 145 levantó el rey sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en las ciudades de alrededor de Judá.

55 A las puertas de las casas y en las plazas quemaban incienso.

56 Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar.

57 Al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, la decisión del rey le condenaba a muerte.

58 Actuaban violentamente contra los israelitas que sorprendían un mes y otro en las ciudades;

59 el día veinticinco de cada mes ofrecían sacrificios en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos.

60 A las mujeres que hacían circuncidar a sus hijos las llevaban a la muerte, conforme al edicto,

61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y los que habían efectuado la circuncisión.

62 Muchos en Israel se mantuvieron firmes y se resistieron a comer cosa impura.

63 Prefirieron morir antes que contaminarse con aquella comida y profanar la alianza santa; y murieron.

64 Inmensa fue la Cólera que descargó sobre Israel.







I Macabeos 2

1 Por aquel tiempo, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín.

2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gaddí;

3 Simón, llamado Tasí;

4 Judas, llamado Macabeo;

5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Affús.

6 Al ver las impiedades que en Judá y en Jerusalén se cometían,

7 exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa, y para estarme allí cuando es entregada en manos de enemigos y su santuario en poder de extraños?

8 Ha quedado su Templo como hombre sin honor,

9 los objetos que eran su gloria, llevados como botín, muertos en las plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga.

10 ¿Qué pueblo no ha venido a heredar su reino

11 y a entrar en posesión de sus despojos? Todos sus adornos le han sido arrancados y de libre que era, ha pasado a ser esclava.

12 Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria, convertido en desierto, miradlo profanado de los gentiles.

13 ¿Para qué vivir más?»

14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal y se entregaron a un profundo dolor.

15 Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para los sacrificios.

16 Muchos israelitas acudieron donde ellos. También Matatías y sus hijos fueron convocados.

17 Tomando entonces la palabra los enviados del rey, se dirigieron a Matatías y le dijeron: «Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás bien apoyado de hijos y hermanos.

18 Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.»

19 Matatías contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y acaten sus órdenes,

20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de nuestros padres.

21 El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos.

22 No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda.»

23 Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín, conforme al decreto real.

24 Al verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas. Encendido en justa cólera, corrió y le degolló sobre el altar.

25 Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar.

26 Emuló en su celo por la Ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo de Salú.

27 Luego, con fuerte voz, gritó Matatías por la ciudad: «Todo aquel que sienta celo por la Ley y mantenga la alianza, que me siga.»

28 Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las montañas.

29 Por entonces muchos, preocupados por la justicia y la equidad, bajaron al desierto para establecerse allí

30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque los males duramente les oprimían.

31 La gente del rey y la tropa que estaba en Jerusalén, en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que unos hombres que habían rechazado el mandato del rey habían bajado a los lugares ocultos del desierto.

32 Muchos corrieron tras ellos y los alcanzaron. Los cercaron y se prepararon para atacarles el día del sábado.

33 Les dijeron: «Basta ya, salid, obedeced la orden del rey y salvaréis vuestras vidas.»

34 Ellos les contestaron: «No saldremos ni obedeceremos la orden del rey de profanar el día de sábado.»

35 Asaltados al instante,

36 no replicaron ni arrojando piedras ni atrincherando sus cuevas. Dijeron:

37 «Muramos todos en nuestra rectitud. El cielo y la tierra nos son testigos de que nos matáis injustamente.»

38 Les atacaron, pues, en sábado y murieron ellos, sus mujeres, hijos y ganados: unas mil personas.

39 Lo supieron Matatías y sus amigos y sintieron por ellos gran pesar.

40 Pero se dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra.»

41 Aquel mismo día tomaron el siguiente acuerdo: «A todo aquel que venga a atacarnos en día de sábado, le haremos frente para no morir todos como murieron nuestros hermanos en las cuevas.»

42 Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas valientes y entregados de corazón a la Ley.

43 Además, todos aquellos que querían escapar de los males, se les juntaron y les ofrecieron su apoyo.

44 Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores, y a los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles buscando su salvación.

45 Matatías y sus amigos hicieron correrías destruyendo altares,

46 obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el territorio de Israel

47 y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus manos:

48 arrancaron la Ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron que el pecador se impusiera.

49 Los días de Matatías se acercaban a su fin. Dijo entonces a sus hijos: «Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de violenta Cólera.

50 Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros padres.

51 Recordad las gestas que en su tiempo nuestros padres realizaron; alcanzaréis inmensa gloria, inmortal nombre.

52 ¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y se le reputó por justicia?

53 José, en el tiempo de su angustia, observó la Ley y vino a ser señor de Egipto.

54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, alcanzó la alianza de un sacerdocio eterno.

55 Josué, por cumplir su mandato, llegó a ser juez en Israel.

56 Caleb, por su testimonio en la asamblea, obtuvo una herencia en esta tierra.

57 David, por su piedad, heredó un trono real para siempre.

58 Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo.

59 Ananías, Azarías, Misael, por haber tenido confianza, se salvaron de las llamas.

60 Daniel por su rectitud, escapó de las fauces de los leones.

61 Advertid, pues, que de generación en generación todos los que esperan en El jamás sucumben.

62 No temáis amenazas de hombre pecador: su gloria parará en estiércol y gusanos;

63 estará hoy encumbrado y mañana no se le encontrará: habrá vuelto a su polvo y sus maquinaciones se desvanecerán.

64 Hijos, sed fuertes y manteneos firmes en la Ley, que en ella hallaréis gloria.

65 Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato; escuchadle siempre: él será vuestro padre.

66 Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe de vuestro ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos.

67 Vosotros, atraeos a cuantos obervan la Ley, vengad a vuestro pueblo,

68 devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los preceptos de la Ley.»

69 A continuación, les bendijo y fue a reunirse con sus padres.

70 Murió el año 146 y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.







I Macabeos 3

1 Se levantó en su lugar su hijo Judas, llamado Macabeo.

2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.

3 El dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se ciñó sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su espada,

4 semejante al león en sus hazañas, como cachorro que ruge sobre su presa.

5 Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los perturbadores de su pueblo.

6 Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos, se sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la liberación en su mano alcanzó feliz éxito.

7 Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas; su recuerdo será eternamente bendecido.

8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la Cólera.

9 Su nombre llegó a los confines de la tierra y reunió a los que estaban perdidos.

10 Apolonio reunió gentiles y una numerosa fuerza de Samaría para llevar la guerra a Israel.

11 Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y le mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga.

12 Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella.

13 Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra,

14 se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»

15 Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel.

16 Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al encuentro Judas con unos pocos hombres.

17 Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el día.»

18 Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos;

19 que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo.

20 Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y hacerse con nuestros despojos;

21 nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes;

22 El les quebrantará ante nosotros; no les temáis.»

23 Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón y su ejército fueron derrotados ante él.

24 Les persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura. Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los filisteos.

25 Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos y el espanto se apoderó de los gentiles circunvecinos.

26 Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban las batallas de Judas.

27 El rey Antíoco, al oír esto, se encendió en violenta ira; mandó juntar las fuerzas todas de su reino, un ejército poderosísimo;

28 abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden de que estuviesen preparadas a todo evento.

29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes en vigor desde los primeros tiempos.

30 Temió no tener, como otras veces, para los gastos y para los donativos que solía antes prodigar con larga mano, superando en ello a los reyes que le precedieron.

31 Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia a recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero.

32 Dejó a Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, al frente de los negocios del rey desde el río Eufrates hasta la frontera de Egipto;

33 le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta;

34 puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, y le dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los habitantes de Judea y Jerusalén,

35 debía enviar contra ellos un ejército que quebrantara y deshiciera las fuerzas de Israel y lo que quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo del lugar.

36 Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría entre ellos sus tierras.

37 El rey, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de Antioquía, capital de su reino, el año 147. Atravesó el río Eufrates y prosiguió su marcha a través de la región alta.

38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos entre los amigos del rey,

39 y les envió con 40.000 infantes y 7.000 de a caballo a invadir el país de Judá y arrasarlo, como lo había mandado el rey.

40 Partieron con todo su ejército, llegaron y acamparon cerca de Emaús, en la Tierra Baja.

41 Los mercaderes de la región, que oyeron hablar de ellos, tomaron grandes sumas de plata y oro, además de grilletes, y se fueron al campamento con intención de adquirir como esclavos a los hijos de Israel. Se les unió también una fuerza de Idumea y del país de los filisteos.

42 Judas y sus hermanos comprendieron que la situación era grave: el ejército estaba acampado dentro de su territorio y conocían la consigna del rey de destruir el pueblo y acabar con él.

43 Y se dijeron unos a otros: «Levantemos a nuestro pueblo de la ruina y luchemos por nuestro pueblo y por el Lugar Santo.»

44 Se convocó la asamblea para prepararse a la guerra, hacer oración y pedir piedad y misericordia.

45 Pero Jerusalén estaba despoblada como un desierto, ninguno de sus hijos entraba ni salía; conculcado el santuario, hijos de extraños en la Ciudadela, convertida en albergue de gentiles. Había desaparecido la alegría de Jacob, la flauta y la lira habían enmudecido.

46 Por eso, una vez reunidos, se fueron a Masfá, frente a Jerusalén, porque tiempos atrás había habido en Masfá un lugar de oración para Israel.

47 Ayunaron aquel día, se vistieron de sayal, esparcieron ceniza sobre la cabeza y rasgaron sus vestidos.

48 Desenrollaron el libro de la Ley para buscar en él lo que los gentiles consultan a las imágenes de sus ídolos.

49 Trajeron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su voto.

50 Levantaron sus clamores al Cielo diciendo: «¿Qué haremos con éstos? ¿A dónde los llevaremos?

51 Tu Lugar Santo está conculcado y profanado, tus sacerdotes en duelo y humillación,

52 y ahí están los gentiles coligados contra nosotros para exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros.

53 ¿Cómo podremos resistir frente a ellos si no acudes en nuestro auxilio?»

54 Hicieron sonar las trompetas y prorrumpieron en grandes gritos.

55 A continuación, Judas nombró jefes del pueblo: jefes de mil hombres, de cien, de cincuenta y de diez.

56 A los que estaban construyendo casas, a los que acababan de casarse o de plantar viñas y a los cobardes, les mandó, conforme a la Ley, que se volvieran a sus casas.

57 Luego, se puso en marcha el ejército y acamparon al sur de Emaús.

58 Judas les dijo: «Preparaos, revestíos de valor y estad dispuestos mañana temprano para entrar en batalla con estos gentiles que se han coligado contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro Lugar Santo.

59 Porque es mejor morir combatiendo que estarnos mirando las desdichas de nuestra nación y del Lugar Santo.

60 Lo que el Cielo tenga dispuesto, lo cumplirá.»







I Macabeos 4

1 Gorgias, tomando 5.000 hombres y mil jinetes escogidos, partió con ellos de noche

2 para caer sobre el campamento de los judíos y vencerles por sopresa. La gente de la Ciudadela los guiaba.

3 Pero lo supo Judas y salió él a su vez con sus guerreros con intención de batir al ejército real que quebada en Emaús

4 mientras estaban todavía dispersas las tropas fuera del campamento.

5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a nadie, los estuvo buscando por las montañas, pues decía: «Estos van huyendo de nosotros.»

6 Al rayar el día, apareció Judas en la llanura con 3.000 hombres. Sólo que no tenían las armas defensivas y las espadas que hubiesen querido,

7 mientras veían el campamento de los gentiles fuerte, bien atrincherado, rodeado de la caballería y todos diestros en la guerra.

8 Judas entonces dijo a los que con él iban: «No temáis a esa muchedumbre ni su pujanza os acobarde.

9 Recordad cómo se salvaron nuestros padres en el mar Rojo, cuando Faraón les perseguía con su ejército.

10 Clamemos ahora al Cielo, a ver si nos tiene piedad, recuerda la alianza de nuestros padres y quebranta hoy este ejército ante nosotros.

11 Entonces reconocerán todas las naciones que hay quien rescata y salva a Israel.»

12 Los extranjeros alzaron los ojos y, viendo a los judíos que venían contra ellos,

13 salieron del campamento a presentar batalla. Los soldados de Judas hicieron sonar la trompeta

14 y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron hacia la llanura.

15 Los rezagados cayeron todos a filo de espada. Los persiguieron hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Yamnia. Cayeron de ellos al pie de 3.000 hombres.

16 Judas, al volver con su ejército de la persecución,

17 dijo a su gente: «Contened vuestros deseos de botín, que otra batalla nos amenaza;

18 Gorgias y su ejército se encuentran cerca de nosotros en la montaña. Haced frente ahora a nuestros enemigos y combatid con ellos; después podréis con tranquilidad haceros con el botín.»

19 Apenas había acabado Judas de hablar, cuando se dejó ver un destacamento que asomaba por la montaña.

20 Advirtieron éstos que los suyos habían huido y que el campamento había sido incendiado, como se lo daba a entender el humo que divisaban.

21 Viéndolo se llenaron de pavor y al ver por otro lado en la llanura el ejército de Judas dispuesto para el combate,

22 huyeron todos al país de los filisteos.

23 Judas se volvió entonces al campamento para saquearlo. Recogieron mucho oro y plata, telas teñidas en púrpura marina, y muchas otras riquezas.

24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo: "Porque es bueno, porque es eterno su amor."

25 Hubo aquel día gran liberación en Israel.

26 Los extranjeros que habían podido escapar se fueron donde Lisias y le comunicaron todo lo que había pasado.

27 Al oírles quedó consternado y abatido porque a Israel no le había sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía ordenado.

28 Al año siguiente, reunió Lisias 60.000 hombres escogidos y 5.000 jinetes para combatir contra ellos.

29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su encuentro con 10.000 hombres

30 y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas, Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.

31 Pon de la misma manera este ejército en manos de tu pueblo Israel y queden corridos de sus fuerzas y de su caballería.

32 Infúndeles miedo, rompe la confianza que en su fuerza ponen y queden abatidos con su derrota.

33 Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman, y entonen himnos en tu alabanza todos los que conocen tu nombre.»

34 Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos 5.000 hombres del ejército de Lisias.

35 Al ver Lisias la derrota sufrida por su ejército y la intrepidez de los soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir valerosamente, partió para Antioquía, donde reclutó mercenarios con ánimo de presentarse de nuevo en Judea con fuerzas más numerosas.

36 Judas y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar su dedicación.»

37 Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.

38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las salas destruidas,

39 rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron ceniza sobre sus cabezas.

40 Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.

41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela hasta terminar la purificación del Lugar Santo.

42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley,

43 que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la contaminación a un lugar inmundo.

44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado.

45 Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues,

46 y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.

47 Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y contruyeron un nuevo altar como el anterior.

48 Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los atrios.

49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa.

50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que lucieron en el Templo.

51 Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a la obra que habían emprendido.

52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Kisléu, del año 148, se levantaron al romper el día

53 y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido un sacrificio conforme a la Ley.

54 Precisamente fue inaugurado el altar, con cánticos, cítaras, liras y címbalos, en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles la habían profanado.

55 El pueblo entero se postró rostro en tierra, y adoró y bendijo al Cielo que los había conducido al triunfo.

56 Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias.

57 Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas y les pusieron puertas.

58 Hubo grandísima alegría en el pueblo, y el ultraje inferido por los gentiles quedó borrado.

59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, decidió que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Kisléu, se celebrara con alborozo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.

60 Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas y fuertes torres, no fuera que otra vez se presentaran como antes los gentiles y lo pisotearan.

61 Puso Judas allí una guarnición que lo defendiera y para que el pueblo tuviese una fortaleza frente a Idumea, fortificó Bet Sur.







I Macabeos 5

1 Cuando los pueblos circunvecinos supieron que había sido reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se irritaron sobremanera.

2 Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que entre ellos vivían y comenzaron a matar y exterminar gente del pueblo.

3 Judas movió la guerra a los hijos de Esaú en Idumea, al país de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió fuerte derrota, les rechazó y se alzó con sus despojos.

4 Recordó luego la maldad de los hijos de Baián, que eran un lazo y una trampa para el pueblo por las emboscadas que en los caminos le tendían.

5 Les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y dándolos al anatema, abrasó las torres con todos los que estaban dentro.

6 Pasó a continuación a los ammonitas, donde encontró una fuerte tropa y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo.

7 Después de muchos combates, los derrotó y deshizo.

8 Ocupó Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea.

9 Los gentiles de Galaad se unieron para exterminar a los israelitas que vivían en su territorio, pero ellos se refugiaron en la fortaleza de Datemá.

10 Enviaron cartas a Judas y sus hermanos diciéndoles: «Los gentiles que nos rodean se han unido para exterminarnos;

11 se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército.

12 Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, que muchos de entre nosotros han caído ya;

13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tubías han sido muertos, llevados cautivos sus mujeres, hijos y bienes, y han perecido allí unos mil hombres.»

14 Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con los vestidos rasgados, llegaron de Galilea con esta noticia:

15 «Se han unido los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de los Gentiles para acabar con nosotros.»

16 Cuando Judas y el pueblo oyeron tales noticias, reunieron una gran asamblea para deliberar sobre lo que habían de hacer para socorrer a sus hermanos puestos en angustia y combatidos de enemigos.

17 Judas dijo a su hermano Simón: «Toma gente contigo y parte a librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la región de Galaad.»

18 Dejó para defensa de Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, jefe del pueblo, con el resto del ejército,

19 dándoles esta orden: «Estad al frente del pueblo y no entréis en batalla con los gentiles hasta que nosotros regresemos.»

20 Se le dieron 3.000 hombres a Simón para la campaña de Galilea y 8.000 a Judas para la de Galaad.

21 Simón partió para Galilea y luego de empeñar muchos combates con los gentiles, los derrotó

22 y los persiguió hasta la entrada de Tolemaida. Sucumbieron unos 3.000 gentiles y se llevó sus despojos.

23 Tomó luego consigo a los judíos de Galilea y Arbattá, con sus mujeres, hijos y cuanto poseían, y en medio de una gran alegría los llevó a Judea.

24 Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto.

25 Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad:

26 que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosorá y Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnáyim, todas ellas ciudades fuertes y grandes;

27 que también los había encerrados en las demás ciudades de la región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado el día siguiente para atacar las fortalezas, tomarlas y exterminarlos a todos en un solo día.

28 Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de Bosorá, a través del desierto; tomó la ciudad y después de pasar a filo de espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió.

29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la fortaleza.

30 Cuando, al llegar el día, alzaron los judíos sus ojos, vieron una muchedumbre innumerable que levantaba escalas e ingenios para tomar la plaza, y había comenzado ya el ataque.

31 Al ver que el ataque se había iniciado y que un inmenso griterío y sonido de trompetas se levantaba de la ciudad hasta el cielo,

32 Judas dijo a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por vuestros hermanos.»

33 Y, ordenados en tres columnas, les hizo avanzar detrás del enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones.

34 El ejército de Timoteo, al reconocer que era Macabeo, huyeron ante él, sufrieron una fuerte derrota y dejaron tendidos unos 8.000 hombres aquel día.

35 Volvióse luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y después de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas.

36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las restantes ciudades de la región de Galaad.

37 Después de estos acontecimientos, juntó Timoteo un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.

38 Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente informe: «Todos los gentiles de nuestro alrededor se le han unido y forman un ejército considerable.

39 Tienen además, como auxiliares, árabes tomados a sueldo. Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte.» Judas salió a su encuentro.

40 Cuando se aproximaba con su ejército al torrente de agua, dijo Timoteo a los capitanes de sus tropas: «Si él lo pasa primero y viene sobre nosotros, no podremos resistirle, porque nos vencerá seguramente,

41 pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, iremos sobre él y le venceremos.»

42 Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a nadie; que todos vayan al combate.»

43 Pasó él el primero contra el enemigo y toda su gente le siguió. Los gentiles todos, derrotados ante ellos, tiraron las armas y corrieron a buscar refugio en el templo de Carnáyim.

44 Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el templo con todos los que había dentro. Carnáyim fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a Judas.

45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa muchedumbre, para llevarlos al país de Judá.

46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fuerte, situada en el camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.

47 Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras.

48 Judas les envió un mensaje en son de paz diciéndoles: «Pasaremos por vuestro país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; no limitaremos a pasar a pie.» Pero no quisieron abrirle.

49 Entonces Judas hizo anunciar por el ejército que cada uno tomara posición donde se encontrara.

50 La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos.

51 Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, la arrasó, la saqueó, y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres.

52 Pasaron el Jordán para entrar en la Gran Llanura frente a Bet San.

53 Judas fue durante toda la marcha recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá.

54 Subieron al monte Sión con alborozo y alegría y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de los suyos.

55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida,

56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las proezas y combates que aquéllos habían realizado,

57 se dijeron: «Hagamos nosotros también célebre nuestro nombre saliendo a combatir a los gentiles de los alrededores.»

58 Y dieron orden a la tropa que estaba bajo su mando de ir sobre Yamnia.

59 Gorgias salió de la ciudad con su gente para irles al encuentro y entrar en batalla.

60 Y José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera de Judea. Sucumbieron aquel día alrededor de 2.000 hombres del pueblo de Israel.

61 Sobrevino este grave revés al pueblo por no haber obedecido a Judas y sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.

62 Pero no eran ellos de aquella casta de hombres a quienes estaba confiada la salvación de Israel.

63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran honor ante todo Israel y todas las naciones a donde su nombre llegaba.

64 Las muchedumbres se agolpaban a su alrededor para aclamarles.

65 Salió Judas con sus hermanos a campaña contra los hijos de Esaú, al país del mediodía. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y prendió fuego a las torres de su contorno.

66 Partió luego en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá.

67 Al querer señalarse tomando parte imprudentemente en el combate, cayeron aquel día algunos sacerdotes.

68 Dobló luego Judas sobre Azoto, territorio de los filisteos, y destruyó sus altares, dio fuego a las imágenes de sus dioses y saqueó sus ciudades. Después, regresó al país de Judá.







I Macabeos 6

1 El rey Antíoco, en su recorrido por la región alta, tuvo noticia de que había una ciudad en Persia, llamada Elimaida, famosa por sus riquezas, su plata y su oro.

2 Tenía un templo rico en extremo, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia, que fue el primer rey de los griegos.

3 Allá se fue con intención de tomar la ciudad y entrar a saco en ella. Pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus propósitos,

4 le ofrecieron resistencia armada, y tuvo que salir huyendo y marcharse de allí con gran tristeza para volverse a Babilonia.

5 Todavía se hallaba en Persia, cuando llegó un mensajero anunciándole la derrota de las tropas enviadas a la tierra de Judá.

6 Lisias, en primer lugar, había ido al frente de un poderoso ejército, pero había tenido que huir ante los judíos. Estos se habían crecido con las tropas y los muchos despojos tomados a los ejércitos vencidos.

7 Habían destruido la Abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén. Habían rodeado de altas murallas como antes el santuario, así como a Bet Sur, ciudad del rey.

8 Ante tales noticias, quedó el rey consternado, presa de intensa agitación, y cayó en cama enfermo de pesadumbre por no haberle salido las cosas como él quisiera.

9 Muchos días permaneció allí, renovándosele sin cesar la profunda tristeza, hasta que sintió que se iba a morir.

10 Hizo venir entonces a todos sus amigos y les dijo: «Huye el sueño de mis ojos y mi corazón desfallece de ansiedad.

11 Me decía a mí mismo: ¿Por qué he llegado a este extremo de aflicción y me encuentro en tan gran tribulación, siendo así que he sido bueno y amado en mi gobierno?

12 Pero ahora caigo en cuenta de los males que hice en Jerusalén, cuando me llevé los objetos de plata y oro que en ella había y envié gente para exterminar sin motivo a los habitantes de Judá.

13 Reconozco que por esta causa me han sobrevenido los males presentes y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña.»

14 Llamó luego a Filipo, uno de sus amigos, y le puso al frente de todo su reino.

15 Le dio su diadema, sus vestidos y su anillo, encargándole que educara a su hijo Antíoco y le preparara para que fuese rey.

16 Allí murió el rey Antíoco el año 149.

17 Lisias, al saber la muerte del rey, puso en el trono a su hijo Antíoco, al que había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de Eupátor.

18 La guarnición de la Ciudadela tenía sitiado a Israel en el recinto del Lugar Santo; buscaba siempre ocasión de causarle mal y de ofrecer apoyo a los gentiles.

19 Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el pueblo para sitiarles.

20 El año 150, una vez reunidos, dieron comienzo al sitio de la Ciudadela y construyeron plataformas de tiro e ingenios de guerra.

21 Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco y juntándoseles otros de entre los impíos de Israel,

22 acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer justicia y sin vengar a nuestros hermanos?

23 Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, seguir sus órdenes y obedecer sus edictos.

24 Esta es la causa por la que nuestros conciudadanos se nos muestran hostiles. Han matado a cuantos de nosotros han caído en sus manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.

25 Pero no sólo han alzado su mano sobre nosotros, sino también sobre todos tus territorios.

26 He aquí que hoy tienen puesto cerco a la Ciudadela de Jerusalén con intención de tomarla y han fortificado el santuario y Bet Sur.

27 Si no te apresuras a atajarles, se atreverán a más, y ya te será imposible contenerles.»

28 Al oírlo el rey, montó en cólera y convocó a todos sus amigos, capitanes del ejército y comandantes de la caballería.

29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de la islas del mar.

30 El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y 32 elefantes adiestrados para la guerra.

31 Viniendo por Idumea, pusieron cerco a Bet Sur y la atacaron durante mucho tiempo, valiéndose de ingenios de guerra. Pero los sitiados, en salidas que hacían, se los quemaban y peleaban valerosamente.

32 Entonces Judas partió de la Ciudadela y acampó en Bet Zacaría, frente al campamento real.

33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército con todo su ímpetu por el camino de Bet Zacaría. Los ejércitos se dispusieron para entrar en batalla y se tocaron las trompetas.

34 A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para prepararlos al combate.

35 Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,

36 que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él.

37 Cada elefante llevaba sobre sí, sujeta con cinchas, una torre fuerte de madera como defensa y tres guerreros que combatían desde ella, además del conductor.

38 Al resto de la caballería el rey lo colocó a un lado y otro, en los flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger las falanges.

39 Cuando el sol dio sobre los escudos de oro y bronce, resplandecieron los montes a su fulgor y brillaron como antorchas encendidas.

40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los montes, mientras algunos lo hicieron por el llano; y avanzaban con seguridad y buen orden.

41 Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las armas; era, en efecto, un ejército muy grande y fuerte.

42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y sucumbieron seiscientos hombres del ejército real.

43 Eleazar, llamado Avarán, viendo una de las bestias que iba protegida de una coraza real y que aventajaba en corpulencia a todas las demás, creyó que el rey iba en ella,

44 y se entregó por salvar a su pueblo y conseguir un nombre inmortal.

45 Corrió audazmente hasta la bestia, metiéndose entre la falange, matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de él a un lado y a otro;

46 se deslizó debajo del elefante e hiriéndole por debajo, lo mató. Cayó a tierra el animal sobre él y allí murió Eleazar.

47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del reino y la impetuosidad de sus tropas, cedieron ante ellas.

48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el rey acampó contra Judea y contra el monte Sión.

49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que salieron de la ciudad al no tener allí víveres para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.

50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.

51 Muchos días estuvo sitiando el santuario. Levantó allí plataformas de tiro e ingenios de guerra, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar flechas y hondas.

52 Por su parte, los sitiados construyeron ingenios contra los ingenios de los otros y combatieron durante muchos días.

53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era año séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea habían consumido las últimas reservas.

54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el Lugar Santo y los demás se dispersaron cada uno a su casa.

55 Se enteró Lisias de que Filipo, aquel a quien el rey Antíoco había confiado antes de morir la educación de su hijo Antíoco para el trono,

56 había vuelto de Persia y Media y con él las tropas que acompañaron al rey, y que trataba de hacerse con la dirección del gobierno.

57 Entonces se apresuró a señalar la conveniencia de volverse, diciendo al rey, a los capitanes del ejército y a la tropa: «De día en día venimos a menos; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien fortificada y los negocios del reino nos urgen.

58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y con toda su nación

59 y permitámosles vivir según sus costumbres tradicionales, pues irritados por habérselas abolido nosotros, se han portado de esta manera.»

60 El rey y los capitanes aprobaron la idea y el rey envió a proponer la paz a los sitiados. Estos la aceptaron

61 y el rey y los capitanes se la juraron. Con esta garantía salieron de la fortaleza

62 y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que lo rodeaba.

63 Luego, a toda prisa, partió y volvió a Antioquía, donde encontró a Filipo dueño de la ciudad. Le atacó y se apoderó de la ciudad por la fuerza.







I Macabeos 7

1 El año 151, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y, con unos pocos hombres, arribó a una ciudad marítima donde se proclamó rey.

2 Cuando se disponía a entrar en la residencia real de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para llevarlos a su presencia.

3 Al saberlo, dijo: «No quiero ver sus caras.»

4 El ejército los mató y Demetrio se sentó en su trono real.

5 Entonces todos los hombres sin ley e impíos de Israel acudieron a él, con Alcimo al frente, que pretendía el sumo sacerdocio.

6 Ya en su presencia, acusaron al pueblo diciendo: «Judas y sus hermanos han hecho perecer a todos tus amigos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país.

7 Envía, pues, ahora una persona de tu confianza, que vaya y vea los estragos que en nosotros y en la provincia del rey han causado, y los castigue a ellos y a todos los que les apoyan.»

8 El rey eligió a Báquides, uno de los amigos del rey, gobernador de Transeufratina, grande en el reino y fiel al rey.

9 Le envió con el impío Alcimo, a quien concedió el sacerdocio, a tomar venganza de los israelitas.

10 Partieron con un ejército numeroso y en llegando a la tierra de Judá, enviaron mensajeros a Judas y sus hermanos con falsas proposiciones de paz.

11 Pero éstos no hicieron caso de sus palabras, porque vieron que habían venido con un ejército numeroso.

12 No obstante, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución justa.

13 Los asideos eran los primeros entre los israelitas en pedirles la paz,

14 pues decían: «Un sacerdote del linaje de Aarón ha venido con el ejército: no nos hará ningún mal.»

15 Habló con ellos amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No intentaremos haceros mal ni a vosotros ni a vuestros amigos.»

16 Le creyeron, pero él prendió a sesenta de ellos y les hizo morir en un mismo día, según la palabra que estaba escrita:

17 = «Esparcieron la carne y la sangre de tus santos en torno a Jerusalén y no hubo quien les diese sepultura.» =

18 Con esto, el miedo hacia ellos y el espanto se apoderó del pueblo, que decía: «No hay en ellos verdad ni justicia, pues han violado el pacto y el juramento que habían jurado.»

19 Báquides partió de Jerusalén y acampó en Bet Zet. De allí mandó a prender a muchos que habían desertado donde él y a algunos del pueblo, los mató y los arrojó en el pozo grande.

20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejó con él tropas que le sostuvieran y se marchó adonde el rey.

21 Alcimo luchó por el sumo sacerdocio.

22 Se le unieron todos los perturbadores del pueblo, se hicieron dueños de la tierra de Judá y causaron graves males a Israel.

23 Viendo Judas todo el daño que Alcimo y los suyos hacían a los hijos de Israel, mayor que el que habían causado los gentiles,

24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para tomar venganza de los desertores y no dejarles andar por la región.

25 Al ver Alcimo que Judas y los suyos cobraban fuerza y que él no podía resistirles, se volvió donde el rey y les acusó de graves delitos.

26 El rey envió a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo declarado de Israel, y le mandó exterminar al pueblo.

27 Nicanor llegó a Jerusalén con un ejército numeroso y envió a Judas y sus hermanos un insidioso mensaje de paz diciéndoles:

28 «No haya lucha entre vosotros y yo; iré a veros amistosamente con una pequeña escolta.»

29 Fue pues, donde Judas y ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para raptar a Judas.

30 Al conocer que había venido a él con engaños, se atemorizó Judas y no quiso verle más.

31 Viendo descubiertos sus planes, Nicanor salió a enfrentarse con Judas cerca de Cafarsalamá.

32 Cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor y los demás huyeron a la Ciudad de David.

33 Después de estos sucesos, subió Nicanor al monte Sión. Salieron del Lugar Santo sacerdotes y ancianos del pueblo para saludarle amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey.

34 Pero él se burló de ellos, les escarneció, les mancilló y habló insolentemente.

35 Colérico, les dijo con juramento: «Si esta vez no se me entrega Judas y su ejército en mis manos, cuando vuelva, hecha la paz, prenderé fuego a esta Casa.» Y salió lleno de furor.

36 Entraron los sacerdotes y, de pie ante el altar y el santuario, exclamaron llorando:

37 «Tú has elegido esta Casa para que en ella fuese invocado tu nombre y fuese casa de oración y súplica para tu pueblo;

38 toma vengaza de este hombre y de su ejército y caigan bajo la espada. Acuérdate, de sus blasfemias y no les des tregua.»

39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Bet Jorón, donde se le unió un contingente de Siria.

40 Judas acampó en Adasá con 3.000 hombres y oró diciendo:

41 «Cuando los enviados del rey blasfemaron, salió tu ángel y mató a 185.000 de ellos;

42 destruye también hoy este ejército ante nosotros y reconozcan los que queden que su jefe profirió palabras impías contra tu Lugar Santo; júzgale según su maldad.»

43 El día trece del mes de Adar trabaron batalla los ejércitos y salió derrotado el de Nicanor. Nicanor cayó el primero en el combate,

44 y su ejército, al verle caído, arrojó las armas y se dio a la fuga.

45 Les estuvieron persiguiendo un día entero, desde Adasá hasta llegar a Gázara, dando aviso tras ellos con el sonido de las trompetas.

46 Salió gente de todos los pueblos judíos del contorno y, envolviéndoles, les obligaron a volverse los unos sobre los otros. Todos cayeron a espada; no quedó ni uno de ellos.

47 Tomaron los despojos y el botín; cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, aquella que había extendido insolentemente, y las llevaron para exponerlas a la vista de Jerusalén.

48 El pueblo se llenó de gran alegría; celebraron aquel día como un gran día de regocijo

49 y acordaron conmemorarlo cada año el trece de Adar.

50 El país de Judá gozó de sosiego por algún tiempo.







I Macabeos 8

1 La fama de los romanos llegó a oídos de Judas. Decían que eran poderosos, se mostraban benévolos con todos los que se les unían, establecían amistad con cuantos acudían a ellos

2 (y eran poderosos). Le contaron sus guerras y las proezas que habían realizado entre los galos, cómo les habían dominado y sometido a tributo;

3 todo cuanto habían hecho en la región de Espanña para hacerse con las minas de plata y oro de allí,

4 cómo se habían hecho dueños de todo el país gracias a su prudencia y perseverancia (a pesar de hallarse aquel país a larga distancia del suyo); a los reyes venidos contra ellos desde los confines de la tierra, los habían derrotado e inferido fuerte descalabro, y los demás les pagaban tributo cada año;

5 habían vencido en la guerra a Filipo, a Perseo, rey de los Kittim, y a cuantos se habían alzado contra ellos, y los habían sometido;

6 Antíoco el Grande, rey de Asia, había ido a hacerles la guerra con 120 elefantes, caballería, carros y tropas muy numerosas, y fue derrotado,

7 le apresaron vivo y le obligaron, a él y a sus sucesores en el trono, a pagarles un gran tributo, a entregar rehenes y a ceder

8 algunas de sus mejores provincias: la provincia índica, Media y Lidia, que le quitaron para dárselas al rey Eumeno;

9 los de Grecia habían concebido el proyecto de ir a exterminarlos,

10 y en sabiéndolo los romanos, enviaron contra ellos a un solo general, les hicieron la guerra, mataron a muchos de ellos, llevaron cautivos a sus mujeres y niños, saquearon sus bienes, subyugaron el país, arrasaron sus fortalezas y les sometieron a servidumbre hasta el día de hoy;

11 a los demás reinos y a las islas, a cuantos en alguna ocasión les hicieron frente, los destruyeron y redujeron a servidumbre.

12 En cambio, a sus amigos y a los que en ellos buscaron apoyo, les mantuvieron su amistad. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y a los lejanos y todos cuantos oyen su nombre les temen.

13 Aquellos a quienes quieren ayudar a conseguir el trono, reinan; y deponen a los que ellos quieren. Han alcanzado gran altura.

14 No obstante, ninguno de ellos se ciñe la diadema ni se viste de púrpura para engreírse con ella.

15 Se han creado un Consejo, donde cada día 320 consejeros deliberan constantemente en favor del pueblo para mantenerlo en buen orden.

16 Confían cada año a uno solo el mando sobre ellos y el dominio de toda su tierra. Todos obedecen a este solo hombre sin que haya entre ellos envidias ni celos.

17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, y de Haqcós, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma a concertar amistad y alianza,

18 para sacudirse el yugo de encima, porque veían que el reino de los griegos tenía a Israel sometido a servidumbre.

19 Partieron, pues, para Roma y luego de un larguísimo viaje, entraron en el Consejo, donde tomando la palabra, dijeron:

20 Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han enviado donde vosotros para concertar con vosotros alianza y paz y para que nos inscribáis en el número de vuestros aliados y amigos.»

21 La propuesta les pareció bien.

22 Esta es la copia de la carta que enviaron a Jerusalén, grabada en planchas de bronce, para que fuesen allí para ellos documento de paz y alianza:

23 «Felicidad a los romanos y a la nación de los judíos por mar y tierra para siempre. Lejos de ellos la espada y el enemigo.

24 Pero, si le sobreviene una guerra primero a Roma o a cualquiera de sus aliados en cualquier parte de sus dominios,

25 la nación de los judíos luchará a su lado, según las circunstancias se lo dicten, de todo corazón.

26 No darán a los enemigos ni les suministrarán trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin recibir compensación alguna.

27 De la misma manera, si sobreviene una guerra primero a la nación de los judíos, los romanos lucharán a su lado, según las circunstancías se lo dicten, con toda el alma.

28 No darán a los combatientes trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin dolo.

29 En estos términos se han concertado los romanos con el pueblo de los judíos.

30 Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo podrán hacer a su agrado, y lo que añadan o quiten será valedero.

31 «En cuanto a los males que el rey Demetrio les ha causado, le hemos escrito diciéndole: "¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo sobre nuestros amigos y aliados los judíos?

32 Si otra vez vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y te haremos la guerra por mar y tierra."»







I Macabeos 9

1 Cuando supo Demetrio que Nicanor y su ejército habían caído en la guerra, envió a la tierra de Judá, en una nueva expedición, a Báquides y Alcimo con el ala derecha de su ejército.

2 Tomaron el camino de Galilea y pusieron cerco a Mesalot en el territorio de Arbelas; se apoderaron de ella y mataron mucha gente.

3 El primer mes del año 152 acamparon frente a Jerusalén,

4 de donde partieron con 20.000 hombres y 2.000 jinetes en dirección a Beerzet.

5 Judas tenía puesto su campamento en Eleasá y estaban con él 3.000 hombres escogidos.

6 Pero al ver la gran muchedumbre de los enemigos, les entró mucho miedo y muchos escaparon del campamento; no quedaron más que ochocientos hombres.

7 Judas vio que su ejército estaba desbandado y que la batalla le apremiaba, y se le quebrantó el corazón, pues no había tiempo de volverlos a juntar.

8 Aunque desfallecido, dijo a los que le habían quedado: «Levantémonos y subamos contra nuestros adversarios por si podemos hacerles frente.»

9 Trataban de disuadirle diciéndole: «No podemos; salvemos nuestras vidas de momento y volvamos luego con nuestros hermanos para combatir contra ellos, que ahora estamos pocos.»

10 Judas replicó: «¡Eso nunca, obrar así y huir ante ellos! Si nuestra hora ha llegado, muramos con valor por nuestros hermanos y no dejemos tacha a nuestra gloria.»

11 Salió la tropa del campamento y se ordenó para irles al encuentro: la caballería dividida en dos escuadrones, arqueros y honderos en avanzadilla, y los más aguerridos en primera línea;

12 Báquides ocupaba el ala derecha. La falange se acercó por los dos lados y tocaron las trompetas. Los que estaban con Judas tocaron también las suyas,

13 y la tierra se estremeció con el estruendo de los ejércitos. Se trabó el combate y se mantuvo desde el amanecer hasta la caída de la tarde.

14 Vio Judas que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la parte derecha; se unieron a él los más esforzados,

15 y derrotaron al ala derecha y la persiguieron hasta los montes de Azara.

16 Pero el ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvió sobre los pasos de Judas y los suyos, por detrás.

17 La lucha se encarnizó y cayeron muchos de uno y otro bando.

18 Judas cayó y los demás huyeron.

19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y le dieron sepultura en el sepulcro de sus padres en Modín.

20 Todo Israel le lloró, hizo gran duelo por él y muchos días estuvieron repitiendo esta lamentación:

21 «¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!»

22 Las demás empresas de Judas, sus guerras, proezas que realizó, ocasiones en que alcanzó gloria, fueron demasiado numerosas para ser escritas.

23 Con la muerte de Judas asomaron los sin ley por todo el territorio de Israel y levantaron cabeza todos los que obraban la iniquidad.

24 Hubo entonces un hambre extrema y el país se pasó a ellos.

25 Báquides escogió hombres impíos y los puso al frente del país.

26 Se dieron éstos a buscar con toda su suerte de pesquisas a los amigos de Judas y los llevaban a Báquides, que les castigaba y escarnecía.

27 Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer profetas.

28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán:

29 «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre semejante a él que salga y vaya contra los enemigos, contra Báquides y contra los que odian a nuestra nación.

30 Por eso, te elegimos hoy a ti para que, ocupando el lugar de tu hermano, seas nuestro jefe y guía en la lucha que sostenemos.»

31 En aquel momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas.

32 Al enterarse Báquides trataba de hacer morir a Jonatán.

33 Pero Jonatán lo supo y su hermano Simón y todos sus partidarios y huyeron al desierto de Técoa, donde establecieron su campamento junto a las aguas de la cisterna de Asfar.

34 (Báquides se enteró un día de sábado y pasó con todas las tropas al lado de allá del Jordán.)

35 Jonatán envió a su hermano, jefe de la tropa, a pedir a sus amigos los nabateos autorización para dejar con ellos su impedimenta, que era mucha.

36 Pero los hijos de Amrai, los de Medabá, hicieron una salida, se apoderaron de Juan y de cuanto llevaba y se alejaron con su presa.

37 Después de esto, Jonatán y su hermano Simón, recibieron la noticia de que los hijos de Amrai celebraban una espléndida boda y traían de Nabatá, en medio de gran pompa, a la novia, hija de uno de los principales de Canaán.

38 Recordaron entonces el sangriento fin de su hermano Juan y subieron a ocultarse al abrigo de la montaña.

39 Al alzar los ojos, vieron que avanzaba en medio de confusa algazara una numerosa caravana, y que a su encuentro venía el novio, acompañado de sus amigos y hermanos, con tambores, música y gran aparato.

40 Salieron entonces de su emboscada y cayeron sobre ellos para matarlos. Muchos cayeron muertos y los demás huyeron a la montaña. Se hicieron con todos sus despojos.

41 = La boda acabó en duelo y la música en lamentación. =

42 Una vez tomada venganza de la sangre de su hermano, se volvieron a las orillas pantanosas del Jordán.

43 Al enterarse Báquides, vino el día de sábado con numerosa tropa a las riberas del Jordán.

44 Jonatán dijo a su gente: «Levantémonos y luchemos por nuestras vidas, que hoy no es como ayer y anteayer.

45 Delante de nosotros y detrás, la guerra; por un lado y por otro, las aguas del Jordán, las marismas, las malezas: no hay lugar a donde retirarse.

46 Levantad, pues, ahora la voz al Cielo para salvaros de las manos de vuestros enemigos.»

47 Entablado el combate, Jonatán tendió su mano para herir a Báquides y éste le esquivó echándose atrás,

48 con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su persecución.

49 Unos mil hombres del ejército de Báquides sucumbieron aquel día.

50 Vuelto a Jerusalén, hizo Báquides levantar ciudades fortificadas en Judea: la fortaleza de Jericó, Emaús, Bet Jorón, Betel, Tamnatá, Faratón y Tefón, con altas murallas, puertas y cerrojos

51 y puso en ellas guarniciones que hostilizaran a Israel.

52 Fortificó también la ciudad de Bet Sur, Gázara y la Ciudadela, y puso en ellas tropas y depósitos de víveres.

53 Tomó como rehenes a los hijos de los principales de la región y los dejó bajo guardia en la Ciudadela de Jerusalén.

54 El segundo mes del año 153, ordenó Alcimo demoler el muro del atrio interior del Lugar Santo. Destruía con ello la obra de los profetas. Había comenzado la demolición,

55 cuando en aquel tiempo sufrió Alcimo un ataque y su obra quedó parada. Se le obstruyó la boca y se le quedó paralizada, de suerte que no le fue posible ya pronunciar palabra ni dar disposiciones en la tocante a su casa.

56 Alcimo murió entonces en medio de grandes sufrimientos.

57 Cuando Báquides vio que había muerto Alcimo, se volvió adonde el rey y hubo tranquilidad en el país de Judá por espacio de dos años.

58 Todos los sin ley se confabularon diciendo: «Jonatán y los suyos viven tranquilos y confiados. Hagamos, pues, venir ahora a Báquides y los prenderá a todos ellos en una sola noche.»

59 Fueron a comunicar el plan con él,

60 y Báquides se puso en marcha con un fuerte ejército. Envió cartas secretas a sus alidados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los suyos. Pero no pudieron, porque fueron conocidas sus intenciones,

61 antes bien ellos prendieron a unos cincuenta hombres de la región, cabecillas de esta maldad, y les dieron muerte.

62 A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Bet Basí, en el desierto, repararon lo que en aquella plaza estaba derruido y la fortificaron.

63 En sabiéndolo Báquides, juntó a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea.

64 Llegó y puso cerco a Bet Basí, la atacó durante muchos días y construyó ingenios de guerra.

65 Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, salió por la región y fue con una pequeña tropa,

66 con la que derrotó en su campamento a Odomerá y a sus hermanos, así como a los hijos de Fasirón. Estos empezaron a herir y a subir con las tropas.

67 Simón y sus hombres, por su parte, salieron de la ciudad y dieron fuego a los ingenios.

68 Trabaron combate con Báquides, le derrotaron y le dejaron sumido en profunda amargura, porque habían fracasado su plan y su ataque.

69 Montó en cólera contra los hombres sin ley que le habían aconsejado venir a la región, mató a muchos de ellos y decidió volverse a su tierra.

70 Al saberlo, le envió Jonatán legados para concertar con él la paz y conseguir que les devolviera los prisioneros.

71 Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Se comprometió con juramento a no hacerle mal en todos los días de su vida,

72 y le devolvió los prisioneros que anteriormente había capturado en el país de Judá. Partió luego para su tierra y no volvió más a territorio judío.

73 Así descansó la espada en Israel. Jonatán se estableció en Mikmas, comenzó a juzgar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos.









I Macabeos 10

1 El año 160, Alejandro Epífanes, hijo de Antíoco, vino por mar y ocupó Tolemaida donde, siendo bien acogido, se proclamó rey.

2 Al tener noticia de ello, el rey Demetrio juntó un ejército muy numeroso y salió a su encuentro para combatir con él.

3 Envió también Demetrio una carta amistosa a Jonatán en que prometía engrandecerle,

4 porque se decía: «Adelantémonos a hacer la paz con ellos antes que Jonatán la haga con Filipo contra nosotros,

5 al recordar los males que le causamos a él, a sus hermanos y a su nación.»

6 Le concedía autorización para reclutar tropas, fabricar armamento y contarse entre sus aliados. Mandaba, además, que le fuesen entregados los rehenes que se encontraban en la Ciudadela.

7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta a oídos de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela.

8 Les entró mucho miedo cuando oyeron que el rey le concedía autorización para reclutar tropas.

9 La gente de la Ciudadela entregó los rehenes a Jonatán y él los devolvió a sus padres.

10 Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y se dio a reconstruir y restaurar la ciudad.

11 Ordenó a los encargados de las obras levantar las murallas y rodear el monte Sión con piedras de sillería para fortificarlo, y así lo hicieron.

12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por Báquides, huyeron;

13 abandonando sus puestos partieron cada uno para su país.

14 Sólo en Bet Sur quedaron algunos de los que habían abandonado la Ley y los preceptos porque esta plaza era su refugio.

15 El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que Demetrio había hecho a Jonatán. Le contaron además las guerras y proezas que él y sus hermanos habían realizado y los trabajos que habían sufrido.

16 Y dijo: «¿Podremos hallar otro hombre como éste? Hagamos de él un amigo y un aliado nuestro.»

17 Le escribió, pues, y le envió una carta redactada en los siguientes términos:

18 «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán.

19 Hemos oído que eres un valiente guerrero y digno de ser amigo nuestro.

20 Por eso te nombramos hoy sumo sacerdote de tu nación y te concedemos el título de amigo del rey - le enviaba al mismo tiempo una clámide de púrpura y una corona de oro -. Por tu parte, haz tuya nuestra causa y guárdanos tu amistad.»

21 El séptimo mes del año 160, con ocasión de la fiesta de las Tiendas, vistió Jonatán los ornamentos sagrados; reclutó tropas y fabricó gran cantidad de armanento.

22 Demetrio, al saber lo sucedido, dijo disgustado:

23 «¿Qué hemos hecho para que Alejandro se nos haya adelantado en ganar la amistad y el apoyo de los judíos?

24 Les escribiré también yo con ofrecimientos de dignidades y riquezas para que sean auxiliares míos.»

25 Y les escribió en estos términos:

26 El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos. Nos hemos enterado con satisfacción de que habéis guardado los términos de nuestra alianza y perseverado en nuestra amistad sin pasaros al bando de nuestros enemigos.

27 Continuad, pues guardándonos fidelidad y os recompensaremos por todo lo que por nosotros hagáis.

28 Os descargaremos de muchas obligaciones y os concederemos favores.

29 Y ya desde ahora os libero y descargo a todos los judíos de las contribuciones, del impuesto de la sal y de las coronas.

30 Renuncio también de hoy en adelante a percibir el tercio de los granos y la mitad de los frutos de los árboles que me correspondían, del país de Judá y también de los tres distritos que le son anexionados de Samaría - Galilea... a partir de hoy para siempre.

31 Jerusalén sea santa y exenta, así como todo su territorio, sus diezmos y tributos.

32 Renuncio asimismo a mi soberanía sobre la Ciudadela de Jerusalén y se la cedo al sumo sacerdote que podrá poner en ella de guarnición a los hombres que él elija.

33 A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de mi reino, le devuelvo la libertad sin rescate. Todos queden libres de tributo, incluso sobre sus ganados.

34 Todas las fiestas, los sábados y los novilunios y, además del día fijado, los tres días que las preceden y los tres que las siguen, sean todos ellos días de inmunidad y franquicia para todos los judíos residentes en mi reino:

35 nadie tendrá autorización para demandarles ni inquietarles a ninguno de ellos por ningún motivo.

36 En los ejércitos del rey sean alistados hasta 30.000 judíos que percibirán la soldada asignada a las demás tropas del rey.

37 De ellos, algunos serán apostados en las fortalezas importantes del rey y otros ocuparán puestos de confianza en el reino. Sus oficiales y jefes salgan de entre ellos, y vivan conforme a sus leyes, como lo ha dispuesto el rey para el país de Judá.

38 Los tres distritos incorporados a Judea, de la provincia de Samaría, queden anexionados a Judea y contados por suyos, de modo que, sometidos a un mismo jefe, no acaten otra autoridad que la del sumo sacerdote.

39 Entrego Tolemaida y sus dominios como obsequio al Lugar Santo de Jerusalén para cubrir los gastos normales del Lugar Santo.

40 Por mi parte, daré cada año 15.000 siclos de plata, que se tomarán de los ingresos reales en las localidades convenientes.

41 Todo el excedente que los funcionarios no hayan entregado como en años anteriores, lo darán desde ahora para las obras de la Casa.

42 Además, los 5.000 siclos de plata que se deducían de los ingresos del Lugar Santo en la cuenta de cada año, los cedo por ser emolumento de los sacerdotes en servicio del culto.

43 Todo aquel que por deudas con los impuestos reales, o por cualquier otra deuda, se refugie en el Templo de Jerusalén o en su recinto, quede inmune, él y cuantos bienes posea en mi reino.

44 Los gastos que se originen de las construcciones y reparaciones en el Lugar Santo correrán a cuenta del rey.

45 Los gastos de la construcción de las murallas de Jerusalén y la fortificación de su recinto correrán asimismo a cuenta del rey, como también la reconstrucción de murallas en Judea.»

46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron tales ofrecimientos, no les dieron crédito ni los aceptaron, porque recordaban los graves males que Demetrio había causado a Israel y la opresión tan grande a que les había sometido.

47 Se decidieron, pues, por el partido de Alejandro que, a su parecer, les ofrecía mayores ventajas y fueron aliados suyos en todo tiempo.

48 El rey Alejandro juntó un gran ejército y acampó frente a Demetrio.

49 Los dos reyes trabaron combate y salió huyendo el ejército de Alejandro. Demetrio se lanzó en su persecución y prevaleció sobre ellos.

50 Mantuvo vigorosamente el combate hasta la puesta del sol. Pero en aquella jornada Demetrio sucumbió.

51 Alejandro envió embajadores a Tolomeo, rey de Egipto, con el siguiente mensaje:

52 «Vuelto a mi reino, me he sentado en el trono de mis padres y ocupado el poder después de derrotar a Demetrio y hacerme dueño de nuestro país;

53 porque trabé combate con él y luego de derrotarle a él y a su ejército, nos hemos sentado en su trono real.

54 Establezcamos, pues, vínculos de amistad entre nosotros y dame a tu hija por esposa; seré tu yerno y te haré, como a ella, presentes dignos de ti.»

55 El rey Tolomeo le contestó diciendo: «¡Dichoso el día en que, vuelto al país de tus padres, te sentaste en el trono de su reino!

56 Pues bien, haré por tí lo que has escrito. Pero ven a encontrarme en Tolemaida donde nos veamos el uno al otro, y te tomaré por yerno como has dicho.»

57 Tolomeo partió de Egipto llevando consigo a su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida. Era el año 162.

58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra y celebró la boda en Tolemaida con la gran magnificencia que suelen los reyes.

59 El rey Alejandro escribió a Jonatán que fuera a verle.

60 Partió éste con gran pompa hacia Tolemaida, se entrevistó con los reyes, les dio a ellos y a sus amigos plata y oro, les hizo numerosos presentes y halló gracia a sus ojos.

61 Entonces se unieron contra él algunos rebeldes, peste de Israel, para querellarse de él, pero el rey no les hizo ningún caso;

62 antes bien, dio orden de que le quitaran a Jonatán sus vestidos y le vistieran de púrpura. Cumplida la orden,

63 le hizo el rey sentar a su lado y dijo a sus capitanes: «Salid con él por medio de la ciudad y anunciad a voz de heraldo que nadie le levante acusación alguna ni le molesten por ningún motivo.»

64 Sus acusadores, que vieron el honor que a voz de heraldo se le hacía y a él vestido de púrpura, huyeron todos.

65 El rey, queriendo honrarle, le inscribió entre sus primeros amigos y le nombró estratega y meridarca.

66 Jonatán regresó a Jerusalén con paz y alegría.

67 El año 165, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta al país de sus padres.

68 Al enterarse el rey Alejandro, quedó muy disgustado y se volvió a Antioquía.

69 Demetrio confirmó a Apolonio como gobernador de Celesiria, el cual, juntando un numeroso ejército, acampó en Yamnia y envió a decir a Jonatán, sumo sacerdote:

70 «Tú eres el único en levantarte contra nosotros, y por tu causa he venido a ser yo objeto de irrisión y desprecio. ¿Por qué ejerces tu poder contra nosotros desde las montañas?

71 Si es que tienes confianza en tus fuerzas, baja ahora a encontrarte con nosotros en la llanura y allí nos mediremos, que conmigo está la fuerza de las ciudades.

72 Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes los auxiliares nuestros. Ellos dicen que no podréis manteneros frente a nosotros, que ya dos veces tus padres fueron derrotados en su país,

73 y que ahora no podrás resistir a la caballería y a un ejército tan grande en la llanura donde no hay piedra, ni roca, ni lugar donde huir.»

74 Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio, se le sublevó el espíritu. Escogió 10.000 hombres y partió de Jerusalén. Su hermano Simón fué a su encuentro para ayudarle.

75 Acampó frente a Joppe. Los de la ciudad le cerraron las puertas, porque había en Joppe una guarnición de Apolonio. La atacaron

76 y la gente de la ciudad, atemorizada, les abrió las puertas, y Jonatán se hizo dueño de Joppe.

77 Cuando Apolonio se enteró, puso en pie de guerra 3.000 jinetes y un numeroso ejército y partió en dirección a Azoto, como que quería pasar por allí, pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura porque tenía mucha caballería y confiaba en ella.

78 Jonatán fue tras él persiguiéndole hacia Azoto y ambos ejércitos trabaron combate.

79 Había dejado Apolonio mil jinetes ocultos a espaldas de ellos.

80 Se dio cuenta Jonatán de que a sus espaldas había una emboscada. Estos rodearon su ejército y dispararon tiros sobre la tropa desde la mañana hasta el atardecer;

81 pero la tropa se mantuvo firme, como lo había ordenado Jonatán, y los caballos de los enemigos se cansaron.

82 Sacó entonces Simón su ejército y atacó a la falange - pues ya la caballería estaba agotada - la derrotó y puso en fuga,

83 mientras la caballería se desbandaba por la llanura. En su huida llegaron a Azoto y entraron en Bet Dagón, el templo de su ídolo, para salvarse.

84 Pero Jonatán prendió fuego a Azoto y a las ciudades que la rodeaban , se hizo con el botín y abrasó el templo de Dagón y a los que en él se habían refugiado.

85 Los muertos por la espada y los abrasados por el fuego fueron unos 8.000 hombres.

86 Partió de allí Jonatán y acampó frente a Ascalón, donde los habitantes salieron a recibirle con grandes honores.

87 Luego Jonatán regresó a Jerusalén con los suyos, cargados de rico botín.

88 Cuando el rey Alejandro se enteró de estos acontecimientos, concedió nuevos honores a Jonatán,

89 le envió una fíbula de oro, como es costumbre conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón y todo su territorio.









I Macabeos 11

1 El rey de Egipto reunió fuerzas numerosas como las arenas que hay a orillas del mar y muchas naves. Intentaba hacerse por astucia con el reino de Alejandro y unirlo al suyo.

2 Salió, pues, para Siria en son de paz y la gente de las ciudades le abría las puertas y salía a su encuentro, ya que tenían orden del rey Alejandro de salir a recibirle por ser suegro suyo.

3 Pero una vez que entraba en las ciudades, Tolomeo ponía tropas de guarnición en cada una de ellas.

4 Cuando llegó cerca de Azoto le mostraron el templo de Dagón incendiado, la ciudad y sus aldeas destruidas, los cadáveres por el suelo y los restos calcinados de los abrasados en la guerra, pues habían hecho montones de ellos por el recorrido del rey.

5 Le contaron lo que Jonatán había hecho para que el rey le censurara, pero el rey guardó silencio.

6 Jonatán fue al encuentro del rey a Joppe con fasto; se saludaron y pasaron allí aquella noche.

7 Acompañó Jonatán al rey hasta el río llamado Eléuteros y regresó a Jerusalén.

8 Por su parte el rey Tolomeo se hizo dueño de las ciudades de la costa hasta Seleucia Marítima y meditaba planes malvados contra Alejandro.

9 Envió embajadores al rey Demetrio diciéndole: «Ven y concertemos entre nosotros una alianza. Te daré mi hija, la que tiene Alejandro, y reinarás en el reino de tu padre.

10 Estoy arrepentido de haberle dado mi hija pues ha intentado asesinarme.»

11 Le hacía estos cargos porque codiciaba su reino.

12 Quitándole, pues, su hija se la dio a Demetrio, rompió con Alejandro y quedó manifiesta la enemistad entre ambos.

13 Tolomeo entró en Antioquía y se ciñó la diadema de Asia, con lo que rodeó su frente de dos diademas, la de Egipto y la de Asia.

14 En este tiempo se encontraba el rey Alejandro en Cilicia por haberse sublevado la gente de aquella región.

15 Al saber lo que ocurría, vino a luchar contra él. Tolomeo salió con fuerzas poderosas, fue a su encuentro y le derrotó.

16 Alejandro huyó a Arabia buscando un refugio allí y el rey Tolomeo quedó triunfador.

17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo.

18 Pero tres días después murió el rey Tolomeo y los que estaban en sus plazas fuertes perecieron a manos de los que las habitaban.

19 Demetrio comenzó a reinar el año 167.

20 Por aquellos días juntó Jonatán a los de Judea para atacar la Ciudadela de Jerusalén y levantó contra ella muchos ingenios de guerra.

21 Entonces algunos rebeldes que odiaban a su nación acudieron al rey a anunciarle que Jonatán tenía puesto cerco a la Ciudadela.

22 La noticia le irritó, y nada más oírla, se puso en marcha y vino a Tolemaida. Escribió a Jonatán que cesara en el cerco y que viniera a verle lo antes posible a Tolemaida para entrevistarse con él.

23 Al enterarse, ordenó Jonatán que se siguiese el cerco, eligió ancianos de Israel y sacerdotes y se expuso a sí mismo al peligro.

24 Tomando plata, oro, vestidos y otros presentes en gran cantidad, partió a verse con el rey en Tolemaida y halló gracia ante él.

25 Algunos sin ley de la nación le acusaron,

26 pero el rey le trató como le habían tratado sus predecesores y le honró en presencia de todos sus amigos.

27 Le confirmó en el sumo sacerdocio y en todos los honores que antes tenía, e hizo que se le contara entre sus primeros amigos.

28 Jonatán pidió al rey que dejara libres de impuesto a Judea y a los tres distritos de Samaría, a cambio de trescientos talentos que le prometía.

29 Accedió el rey y escribió a Jonatán una carta sobre todos estos puntos redactada de la forma siguiente:

30 «El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y a la nación de los judíos.

31 Os escribimos también a vosotros una copia de la carta que sobre vosotros hemos escrito a nuestro pariente Lástenes para que la conozcáis:

32 El rey Demetrio saluda a su padre Lástenes.

33 Por sus buenas disposiciones hacia nosotros hemos decidido conceder favores a la nación de los judíos, que son amigos nuestros y observan lo que es justo con nosotros.

34 Les confirmamos la posesión del territorio de Judea y de los tres distritos de Aferema, Lidda y Ramatáyim que han sido desprendidos de Galilea y agregados a Judea con todas sus dependencias en favor de los que sacrifican en Jerusalén, a cambio de los derechos reales que el rey percibía de ellos antes cada año por los productos de la tierra y el fruto de los árboles.

35 En cuanto a los otros derechos que tenemos sobre los diezmos y tributos nuestros, sobre las salinas y coronas que se nos deben, les concedemos desde ahora una exención total.

36 No será derogada ni una de estas concesiones a partir de ahora en ningún tiempo.

37 Procurad hacer una copia de estas disposiciones que le sea entregada a Jonatán para ponerla en el monte santo en lugar visible.»

38 El rey Demetrio, viendo que el país estaba en calma bajo su mando y que nada le ofrecía resistencia, licenció todas sus tropas mandando a cada uno a su lugar, excepto las tropas extranjeras que había reclutado en las islas de las naciones. Todas las tropas que había recibido de sus padres se enemistaron con él.

39 Entonces Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al ver que todas las tropas murmuraban contra Demetrio, se fue donde el árabe Yamlikú que criaba al niño Antíoco, hijo de Alejandro,

40 y le instaba a que se lo entregase para ponerlo en el trono de su padre. Le puso al corriente de toda la actuación de Demetrio y del odio que le tenían sus tropas. Permaneció allí muchos días.

41 Entre tanto envió Jonatán a pedir al rey Demetrio que retirara las guarniciones de la Ciudadela de Jerusalén y de las plazas fuertes porque hostilizaban a Israel.

42 Demetrio envió a decir a Jonatán: «No sólo haré esto por ti y por tu nación, sino que os colmaré de honores a ti y a tu nación cuando tenga oportunidad.

43 Pero ahora harás bien en enviarme hombres en mi auxilio, pues todas mis tropas me han abandonado.»

44 Jonatán le envió a Antioquía 3.000 guerreros valientes, y cuando llegaron, el rey experimentó gran satisfacción con su venida.

45 Se amotinaron en el centro de la ciudad los ciudadanos, al pie de 120.000, y querían matar al rey.

46 El se refugió en el palacio, y los ciudadanos ocuparon las calles de la ciudad y comenzaron el ataque.

47 El rey llamó entonces en su auxilio a los judíos, que se juntaron todos en torno a él y luego se diseminaron por la ciudad. Aquel día llegaron a matar hasta 100.000.

48 Prendieron fuego a la ciudad, se hicieron ese mismo día con un botín considerable y salvaron al rey.

49 Cuando los de la ciudad vieron que los judíos dominaban la ciudad a su talante, perdieron el ánimo y levantaron sus clamores al rey suplicándole:

50 «Danos la mano y cesen los judíos en sus ataques contra nosotros y contra la ciudad.»

51 Depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos alcanzaron gran gloria ante el rey y ante todos los de su reino y se volvieron a Jerusalén con un rico botín.

52 El rey Demetrio se sentó en el trono de su reino y la tierra quedó sosegada en su presencia.

53 Pero faltó a todas sus promesas y se indispuso con Jonatán. Lejos de corresponder a los servicios que le había prestado, le causaba graves molestias.

54 Depués de estos acontecimientos, volvió Trifón y con él Antíoco, niño todavía, que se proclamó rey y se ciñó la diadema.

55 Todas las tropas que Demetrio había licenciado se unieron a él y salieron a luchar contra Demetrio, le derrotaron y le pusieron en fuga.

56 Trifón tomó los elefantes y se apoderó de Antioquía.

57 El joven Antíoco escribió a Jonatán diciéndole: «Te confirmo en el sumo sacerdocio, te pongo al frente de los cuatro distritos y quiero que te cuentes entre los amigos del rey.»

58 Le envió copas de oro y un servicio de mesa, y le concedió autorización de beber en copas de oro, vestir púrpura y llevar fíbula de oro.

59 A su hermano Simón le nombró estratega desde la Escalera de Tiro hasta la frontera de Egipto.

60 Jonatán salió a recorrer la Transeufratina y sus ciudades, y todas las tropas de Siria se le unieron como aliadas. Llegó a Ascalón y los habitantes de la ciudad le salieron a recibir con muchos honores.

61 De allí pasó a Gaza donde los habitantes le cerraron las puertas. Entonces la sitió y entregó sus arrabales a las llamas y al pillaje.

62 Los de las ciudad vinieron a suplicarle y Jonatán les dio la mano, pero tomó como rehenes a los hijos de los jefes y los envió a Jerusalén. A continuación, siguió recorriendo la región hasta Damasco.

63 Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio se habían presentado en Kedes de Galilea con un ejército numeroso para apartarle de su cargo.

64 Entonces dejó en el país a su hermano Simón y salió a su encuentro.

65 Simón acampó frente a Bet Sur, la atacó durante muchos días y la bloqueó.

66 Le pidieron que les diese la mano y él se la dio. Les hizo salir de allí, ocupó la ciudad y puso en ella una guarnición.

67 Por su parte, Jonatán y su ejército acamparon junto a las aguas de Gennesar, y muy de madrugada partieron para la llanura de Asor

68 donde el ejército extranjero les vino al encuentro en la llanura después de dejar hombres emboscados en los montes. Mientras este ejército se presentaba de frente,

69 surgieron de sus puestos los emboscados y entablaron combate.

70 Todos los hombres de Jonatán se dieron a la fuga sin que quedara ni uno de ellos, a excepción de Matatías, hijo de Absalón, y de Judas, hijo de Kalfi, capitanes del ejército.

71 Jonatán entonces rasgó sus vestidos, echó polvo sobre su cabeza y oró.

72 Vuelto al combate, derrotó al enemigo y le puso en fuga.

73 Al verlo, sus hombres que huían volvieron a él y con él persiguieron al enemigo hasta su campamento en Kedes y acamparon allí.

74 Cayeron aquel día del ejército extranjero hasta 3.000 hombres. Jonatán regresó a Jerusalén.









I Macabeos 12

1 Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió hombres y los envió a Roma con el fin de confirmar y renovar la amistad con ellos.

2 Con el mismo objeto envió cartas a los espartanos y a otros lugares.

3 Se fueron, pues, a Roma y entrando en el Senado dijeron: «Jonatán, sumo sacerdote, y la nación de los judíos nos han enviado para que se renueve con ellos la amistad y la alianza como antes.»

4 Les dieron los romanos cartas para la gente de cada lugar recomendando que se les condujera en paz hasta el país de Judá.

5 Esta es la copia de la carta que escribió Jonatán a los espartanos:

6 «Jonatán, sumo sacerdote, el senado de la nación, los sacerdotes y el resto del pueblo judío saludan a sus hermanos los espartanos.

7 Ya en tiempos pasados, Areios, que reinaba entre vosotros, envió una carta al sumo sacerdote Onías en que le decía que erais vosotros hermanos nuestros como lo atestigua la copia adjunta.

8 Onías recibió con honores al embajador y tomó la carta que hablaba claramente de alianza y amistad.

9 Nosotros, aunque no tenemos necesidad de esto por tener como consolación los libros santos que están en nuestras manos,

10 hemos procurado enviaros embajadores para renovar la fraternidad y la amistad con vosotros y evitar que vengamos a seros extraños, pues ha pasado mucho tiempo ya desde que nos enviasteis vuestra embajada.

11 Por nuestra parte, en las fiestas y demás días señalados, os recordamos sin cesar en toda ocasión en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, como es justo y conveniente acordarse de los hermanos.

12 Nos alegramos de vuestra gloria.

13 A nosotros, en cambio, nos han rodeado muchas tribulaciones y guerras, pues nos hemos visto atacados por los reyes vecinos.

14 Pero en estas luchas no hemos querido molestaros a vosotros ni a los demás aliados y amigos nuestros,

15 porque contamos con el auxilio del Cielo que, viniendo en nuestra ayuda, nos ha librado de nuestros enemigos y a ellos los ha humillado.

16 Hemos, pues, elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y les hemos enviado a los romanos para renovar la amistad y la alianza que antes teníamos,

17 y les hemos dado orden de pasar también donde vosotros para saludaros y entregaros nuestra carta sobre la renovación de nuestra fraternidad.

18 Y ahora haréis bien en contestarnos a esto.»

19 Esta es la copia de la carta enviada a Onías:

20 «Areios, rey de los espartanos, saluda a Onías, sumo sacerdote.

21 Se ha encontrado un documento relativo a espartanos y judíos de que son hermanos y que son de la raza de Abraham.

22 Y ahora que estamos enterados de esto, haréis bien escribiéndonos sobre vuestro bienestar.

23 Nosotros por nuestra parte os escribimos: Vuestro ganado y vuestros bienes son nuestros, y los nuestros vuestros son. Damos orden de que se os envíe un mensaje en tal sentido.»

24 Tuvo noticia Jonatán de que los generales de Demetrio habían vuelto con fuerzas mayores que antes con ánimo de atacarle.

25 Partió, pues, de Jerusalén y fue a encontrarles a la región de Jamat, sin darles tiempo a irrumpir en su país.

26 Envió exploradores al campamento enemigo y supo por ellos, a su vuelta, que los enemigos estaban dispuestos para caer sobre ellos a la noche.

27 Cuando se puso el sol, ordenó Jonatán a los suyos que se mantuviesen despiertos y sobre las armas toda la noche, preparados para entrar en combate, y dispuso avanzadillas alrededor del campamento.

28 Cuando supieron los enemigos que Jonatán y los suyos estaban preparados para el combate, sintieron miedo y, llenos de pánico, encendieron fogatas por su campamento y se retiraron.

29 Jonatán y los suyos, como veían brillar las fogatas, no se percataron de su partida hasta el amanecer.

30 Entonces se lanzó Jonatán en su persecución, pero no les pudo dar alcance porque habían atravesado ya el río Eléuteros.

31 Jonatán se volvió contra los árabes llamados zabadeos, los derrotó y se hizo con sus despojos.

32 Levantó luego el campamento, llegó a Damasco y recorrió toda la región.

33 Simón por su parte hizo una expedición hasta Ascalón y las plazas vecinas. Se volvió luego hacia Joppe y la tomó,

34 pues había oído que sus habitantes querían entregar aquella plaza fuerte a los partidarios de Demetrio, y dejó en ella una guarnición para defenderla.

35 Jonatán, de vuelta, reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, y decidió con ellos edificar fortalezas en Judea,

36 dar mayor altura a las murallas de Jerusalén y levantar un alto muro entre la Ciudadela y la ciudad para separarlas y para que quedara la Ciudadela aislada y no pudieran comprar ni vender.

37 Se reunieron, pues, para reconstruir la ciudad, pues había caído un trecho de la muralla que daba al torrente por la parte de levante; restauró también el barrio llamado Cafenatá.

38 Por su lado, Simón reconstruyó Jadidá en la Tierra Baja, la fortificó y la guarneció de puertas y cerrojos.

39 Trifón aspiraba a reinar en Asia, ceñirse la diadema y extender su mano contra el rey Antíoco.

40 Temiendo que Jonatán se lo estorbara y le hiciera la guerra, trataba de apoderarse de él y matarle. Se puso, pues, en marcha y llegó a Bet San.

41 Jonatán salió a su encuentro con 40.000 hombres escogidos para la guerra y llegó a Bet San.

42 Vio Trifón que había venido con un ejército numeroso y temió extender la mano contra él.

43 Le recibió con honores, le presentó a todos sus amigos, le hizo regalos y dio orden a sus amigos y a sus tropas que le obedeciesen como a él mismo.

44 Y dijo a Jonatán: «¿Por qué has fatigado a toda esta gente no habiendo guerra entre nosotros?

45 Envíalos a sus casas, elige algunos hombres que te acompañen y ven conmigo a Tolemaida. Te entregaré la ciudad, las demás fortalezas, el resto de las fuerzas y a todos los funcionarios, y luego emprenderé el regreso pues para eso he venido.»

46 Le creyó Jonatán y obró como le decía: despachó sus tropas, que partieron para el país de Judá,

47 y conservó consigo 3.000 hombres de los cuales dejó 2.000 en Galilea y mil le acompañaron.

48 Pero apenas entró Jonatán en Tolemaida cuando los tolemaiditas cerraron las puertas, le apresaron a él y pasaron a filo de espada a cuantos con él habían entrado.

49 Envió Trifón tropas y caballería a Galilea y a la Gran Llanura para acabar con todos los partidarios de Jonatán,

50 pero éstos, enterados de que él había sido apresado y muerto con los que le acompañaban, se animaron unos a otros y avanzaron, cerradas las filas, prontos para combatir.

51 Sus perseguidores, al ver que luchaban por su vida, se volvieron.

52 Aquéllos llegaron todos en paz al país de Judá, lloraron a Jonatán y a sus compañeros y un gran temor se apoderó de ellos. Todo Israel hizo un gran duelo.

53 Todos los gentiles circunvecinos trataban de aniquilarles: «No tienen jefe - decían - ni quien les ayude. Esta es la ocasión de atacarles y borrar su recuerdo de entre los hombres.»









I Macabeos 13

1 Supo Simón que había juntado Trifón un ejército numeroso para ir a devastar el país de Judá.

2 Viendo al pueblo espantado y medroso, subió a Jerusalén, reunió al pueblo

3 y le exhortó diciendo: «Vosotros sabéis todo lo que hemos hecho mis hermanos, la casa de mi padre y yo por la Ley y el Lugar Santo, y las guerras y tribulaciones que hemos sufrido.

4 Por esta causa, por Israel, han muerto mis hermanos todos y he quedado yo solo.

5 Lejos de mí ahora mirar por salvar mi vida en cualquier tiempo de angustia, que no soy yo mejor que mis hermanos;

6 sino que vengaré a mi nación, al Lugar Santo y a vuestras mujeres e hijos, puesto que, impulsados por el odio, se han unido todos los gentiles para aniquilarnos.»

7 Al oír estas palabras, se enardecieron los ánimos del pueblo

8 y respondieron en alta voz diciendo: «Tú eres nuestro guía en lugar de Judas y de tu hermano Jonatán;

9 toma la dirección de nuestra guerra y haremos cuanto nos mandes».

10 Reunió entonces Simón a todos los hombres aptos para la guerra y se dio prisa en acabar las murallas de Jerusalén hasta que la fortificó en todo su contorno.

11 Envió a Jonatán, hijo de Absalón, a Joppe con un importante destacamento, el cual expulsó a los que en la ciudad estaban y se estableció en ella.

12 Partió Trifón de Tolemaida con un ejercito numeroso para entrar en el país de Judá llevando consigo prisionero a Jonatán.

13 Simón puso su campamento en Jadidá, frente a la llanura.

14 Al enterarse Trifón de que Simón había sucedido en el mando a su hermano Jonatán y que estaba preparado para entrar con él en batalla, le envió mensajeros diciéndole:

15 «Tenemos detenido a tu hermano Jonatán por las deudas contraídas con el tesoro real en el desempeño de su cargo.

16 Envíanos, pues, cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, no sea que una vez libre se rebele contra nosotros. Entonces le soltaremos.»

17 Simón, aunque se dio cuenta de que le hablaban con falsedad, envió a buscar el dinero y los niños para no provocar contra sí una gran enemistad del pueblo que diría:

18 «Porque no envié yo el dinero y los niños, ha muerto Jonatán.»

19 Envió, pues, los niños y los cien talentos, pero Trifón faltó a su palabra y no soltó a Jonatán.

20 Después de esto, se puso Trifón en marcha para invadir la región y devastarla. Dio un rodeo por el camino de Adorá, mientras Simón y su ejército obstaculizaban su marcha dondequiera que iba.

21 Los de la Ciudadela enviaron a Trifón legados dándole prisa a que viniese donde ellos a través del desierto y les enviase víveres.

22 Preparó Trifón toda su caballería para ir, pero aquella noche cayó tal cantidad de nieve que le impidió acudir allá. Partió de allí y se fue a la región de Galaad.

23 Cuando se encontraba cerca de Bascamá, hizo matar a Jonatán, que fue enterrado allí.

24 Luego dio Trifón la vuelta y se marchó a su país.

25 Envió Simón a recoger los huesos de su hermano Jonatán y le dio sepultura en Modín, ciudad de sus padres.

26 Todo Israel hizo gran duelo por él y le lloró muchos días.

27 Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y sus hermanos un mausoleo alto, que pudiera verse, de piedras pulidas por delante y por detrás.

28 Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos.

29 Levantó alrededor de ellas grandes columnas y sobre las columnas hizo panoplias para recuerdo eterno. Al lado de las panoplias esculpió unas naves que pudieran ser contempladas por todos los que navegaran por el mar.

30 Tal fue el mausoleo que construyó en Modín y que subsiste en nuestros días.

31 Trifón, procediendo insidiosamente con el joven rey Antíoco, le dio muerte.

32 Ocupó el reino en su lugar, se ciñó la diadema de Asia y causó grandes estragos en el país.

33 Simón, por su parte, reconstruyó las fortalezas de Judea, las rodeó de altas torres y grandes murallas con puertas y cerrojos, y almacenó víveres en ellas.

34 Además escogió Simón hombres que envió al rey Demetrio intentando conseguir una remisión para la región, dado que toda la actividad de Trifón había sido un continuo robo.

35 El rey Demetrio contestó a su petición y le escribió la siguiente carta:

36 «El rey Demetrio saluda a Simón, sumo sacerdote y amigo de reyes, a los ancianos y a la nación de los judíos.

37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis enviado y estamos dispuestos a concertar con vosotros una paz completa y a escribir a los funcionarios que os concedan la remisión de las deudas.

38 Cuanto hemos decidido sobre vosotros, quede firme y sean vuestras las fortalezas que habéis construido.

39 Os perdonamos los errores y delitos cometidos hasta el día de hoy y la corona que nos debéis. Si algún otro tributo se percibía en Jerusalén, ya no se exija.

40 Y si algunos de vosotros son aptos para alistarse en nuestra guardia, alístense y haya paz entre nosotros.»

41 El año 170 quedó Israel libre del yugo de los gentiles

42 y el pueblo comenzó a escribir en las actas y contratos: «En el año primero de Simón, gran sumo sacerdote, estratega y hegumeno de los judíos.

43 Por aquellos días puso cerco Simón a Gázara y la rodeó con sus tropas. Construyó una torre móvil que acercó a la ciudad y abriendo brecha en un baluarte, lo tomó.

44 Saltaron los de la torre a la ciudad y se produjo en ella gran agitación.

45 Los habitantes, rasgados los vestidos, subieron a la muralla con sus mujeres e hijos y pidieron a grandes gritos a Simón que les diese la mano.

46 «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu misericordia.»

47 Simón se reconcilió con ellos y no les atacó, pero les echó de la ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces entró en ella con himnos y bendiciones.

48 Echó de ella toda impureza, estableció en ella hombres observantes de la Ley, la fortificó y se construyó en ella para sí una residencia.

49 Los de la Ciudadela de Jerusalén se veían imposibilitados de entrar y salir por la región, de comprar y de vender. Sufrían grave escasez y bastantes de ellos habían perecido de hambre.

50 Clamaron a Simón que hiciera con ellos la paz y Simón se lo concedió. Les echó de allí y purificó de inmundicias la Ciudadela.

51 Entraron en ella el día veintitrés del segundo mes del año 171 con aclamaciones y ramos de palma, con liras, címbalos y arpas, con himnos y cantos, porque un gran enemigo había sido vencido y expulsado de Israel.

52 Simón dispuso que este día se celebrara con júbilo cada año. Fortificó el monte del Templo que está al lado de la Ciudadela y habitó allí con los suyos.

53 Y viendo Simón que su hijo Juan era todo un hombre, le nombró jefe de todas las fuerzas con residencia en Gázara.







I Macabeos 14

1 El año 172 juntó el rey Demetrio su ejército y partió para Media para procurarse ayuda con que combatir a Trifón.

2 Pero al enterarse Arsaces, rey de Persia y Media, de que Demetrio había entrado en su término, mandó a uno de sus generales para capturarle vivo.

3 Partió éste y derrotó al ejército de Demetrio, le hizo prisionero y le llevó ante Arsaces que le puso en prisión.

4 El país de Judá gozó de paz durante todos los días de Simón. El procuró el bien a su nación, les fue grato su gobierno y su gloria en todo tiempo.

5 Además de toda su gloria, tomó a Joppe como puerto y se abrió paso a las islas del mar.

6 Ensanchó las fronteras de su nación, se hizo dueño del país,

7 y repatrió numerosos cautivos. Tomó Gázara, Bet Sur y la Ciudadela, la limpió de sus impurezas y no hubo quien le resistiera.

8 Cultivaban en paz sus tierras; la tierra daba sus cosechas y los árboles del llano sus frutos.

9 Los ancianos se sentaban en las plazas, todos conversaban sobre el bienestar y los jóvenes vestían galas y armadura.

10 Procuró bastimentos a las ciudades, las protegió con fortificaciones hasta llegar la fama de su gloria a los confines de la tierra.

11 Estableció la paz en el país y gozó Israel de gran alegría.

12 Se sentaba cada cual bajo su parra y su higuera y no había nadie que les inquietara.

13 No quedó en el país quien les combatiera y fueron derrotados los reyes en aquellos días.

14 Dio apoyo a los humildes de su pueblo hizo desaparecer a todo impío y malvado. Observó fielmente la Ley,

15 dio gloria al Lugar Santo y multiplicó su ajuar.

16 Cuando llegó a Roma y hasta Esparta la noticia de la muerte de Jonatán, lo sintieron mucho;

17 pero cuando supieron que su hermano Simón le había sucedido en el sumo sacerdocio y había tomado el mando del país y sus ciudades,

18 le escribieron en planchas de bronce para renovar con él la amistad y la alianza que habían establecido con sus hermanos Judas y Jonatán.

19 Se leyeron en Jerusalén ante la asamblea.

20 Esta es la copia de la carta enviada por los espartanos: «Los magistrados y la ciudad de los espartanos saludan al sumo sacerdote Simón, a los ancianos, a los sacerdotes y al resto del pueblo de los judíos, nuestros hermanos.

21 Los embajadores enviados a nuestro pueblo nos han informado de vuestra gloria y honor y nos hemos alegrado con su venida.

22 Hemos registrado sus declaraciones entre las decisiones del pueblo en estos términos: Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón, embajadores de los judíos, se nos han presentado para renovar la amistad con nosotros.

23 Ha sido del agrado del pueblo recibir con honor a estos personajes y depositar la copia de sus discursos en los archivos públicos para que el pueblo espartano conserve su recuerdo. Se ha sacado una copia de esto para el sumo sacerdote Simón.»

24 Después, envió Simón a Roma a Numenio con un gran escudo de oro de mil minas de peso para confirmar la alianza con ellos.

25 Cuando estos hechos llegaron a conocimiento del pueblo, dijeron: «¿Cómo mostraremos nuestro reconocimiento a Simón y a sus hijos?

26 Porque se ha mostrado valiente, tanto él como sus hermanos y la casa de su padre, ha combatido y rechazado a los enemigos de Israel y le ha conseguido su libertad.» Grabaron una inscripción en planchas de bronce y las fijaron en estelas en el monte Sión.

27 Esta es la copia de la inscripción: «El dieciocho de Elul del año 172, año tercero del gran sumo sacerdote Simón, en Asaramel,

28 en la gran asamblea de los sacerdotes, del pueblo, de los príncipes de la nación y de los ancianos del país, se nos hizo saber lo siguiente:

29 «En los muchos combates que se dieron en nuestra región, Simón hijo de Matatías, sacerdote descendiente de los hijos de Yehoyarib, y sus hermanos se expusieron al peligro, hicieron frente a los enemigos de su nación para mantener en pie su Lugar Santo y la Ley y alcanzaron inmensa gloria para su nación.

30 Jonatán realizó la unidad de la nación y llegó a ser sumo sacerdote suyo hasta que fue a reunirse con su pueblo.

31 Quisieron los enemigos de los judíos invadir el país para devastarlo y llevar su mano contra el Lugar Santo.

32 Pero entonces se levantó Simón para combatir por su nación y gastó mucha hacienda propia en armar las tropas de su nación y pagarles la soldada.

33 Fortificó las ciudades de Judea y Bet Sur, ciudad fronteriza de Judea, donde se encontraban antes las armas de los enemigos, y puso en ella una guarnición de guerreros judíos.

34 Fortificó Joppe, situada junto al mar, y Gázara, en los límites de Azoto, donde habitaban anteriormente los enemigos, y estableció en ella una población judía a la que proveyó de todo lo necesario para su sustento.

35 Viendo el pueblo la fidelidad de Simón y la gloria que procuraba alcanzar para su nación, le nombró su hegumeno y sumo sacerdote por todos los servicios que había prestado, por la justicia y fidelidad que había guardado a su nación y por sus esfuerzos de toda clase por exaltar a su pueblo.

36 En sus días se consiguió felizmente por su medio exterminar a los gentiles de su país y a los que se encontraban en la Ciudad de David, en Jerusalén, donde se habían hecho una Ciudadela desde la que hacían salidas y mancillaban los alrededores del Lugar Santo causando graves ultrajes a su santidad.

37 Estableció en ella guerreros judíos, la fortificó para defensa de la región y de la ciudad y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén.

38 En consecuencia, el rey Demetrio le concedió el sumo sacerdocio,

39 le contó en el número de sus amigos y le colmó de honores,

40 pues había sabido que los romanos llamaban a los judíos amigos, aliados y hermanos, que habían recibido con honor a los embajadores de Simón

41 y que a los judíos y a los sacerdotes les había parecido bien que fuese Simón su hegumeno y sumo sacerdote para siempre hasta que apareciera un profeta digno de fe,

42 y también que fuese su estratega, que estuviese a su cuidado designar los encargados de las obras del Lugar Santo, de la administración del país, de los armamentos y de las plazas fuertes

43 (que estuviese a su cuidado el Lugar Santo), que todos le obedeciesen, que se redactasen en su nombre todos los documentos en el país, que vistiese de púrpura y llevase adornos de oro.

44 A nadie del pueblo ni de los sacerdotes le estará permitido rechazar ninguna de estas disposiciones, ni contradecir sus órdenes, ni convocar en el país asambleas sin contar con él, ni vestir de púrpura, ni llevar fíbula de oro.

45 Todo aquel que obre contrariamente a estas decisiones o anule alguna de ellas, será reo.

46 El pueblo entero estuvo de acuerdo en conceder a Simón el derecho de obrar conforme a estas disposiciones,

47 y Simón aceptó y le pareció bien ejercer el sumo sacerdocio, ser estratega y etnarca de los judíos y sacerdotes y estar al frente de todos.»

48 Decretaron que este documento se grabase en planchas de bronce, que se fijasen estas en el recinto del Lugar Santo, en lugar visible,

49 y que se archivasen copias en el Tesoro a disposición de Simón y de sus hijos.







I Macabeos 15

1 Envió Antíoco, hijo del rey Demetrio, desde las islas del mar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación,

2 redactada en los siguientes términos: «El rey Antíoco saluda a Simón, sumo sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos.

3 Puesto que una peste de hombres ha venido a apoderarse del reino de nuestros padres, y he resuelto reivindicar mis derechos sobre él y restablecerlo como anteriormente estaba, y he reclutado fuerzas considerables y equipado navíos de guerra,

4 y quiero desembarcar en el país para encontrarme con los que lo han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino,

5 ratifico ahora en tu favor todas las exenciones que te concedieron los reyes anteriores a mí y cuantas dispensas de otras donaciones te otorgaron.

6 Te autorizo a acuñar moneda propia de curso legal en tu país.

7 Jerusalén y el Lugar Santo sean libres. Todas las armas que has fabricado y las fortalezas que has contruido y ocupas, queden en tu poder.

8 Cuanto debes al tesoro real y cuanto en el futuro dejes a deber, te sea perdonado desde ahora para siempre.

9 Y cuando hayamos ocupado nuestro reino, te honraremos a ti, a tu nación y al santuario con tales honores que vuestra gloria será conocida en toda la tierra.»

10 El año 174 partió Antíoco para el país de sus padres y todas las tropas se pasaron a él de modo que pocos quedaron con Trifón.

11 Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón se refugió en Dora a orillas del mar,

12 porque veía que las desgracias se abatían sobre él y se encontraba abandonado de sus tropas.

13 Antíoco puso cerco a Dora con los 120.000 combatientes y los 8.000 jinetes que consigo tenía.

14 Bloqueó la ciudad, y de la parte del mar se acercaron las naves, de modo que estrechó a la ciudad por tierra y por mar sin dejar que nadie entrase o saliese.

15 Entre tanto, regresaron de Roma Numenio y sus acompañantes trayendo cartas para los reyes y países, escritas de este modo:

16 «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo.

17 Han venido a nosotros, en calidad de amigos y aliados nuestros, los embajadores de los judíos para renovar nuestra antigua amistad y alianza, enviados por el sumo sacerdote Simón y por el pueblo de los judíos,

18 y nos han traído un escudo de oro de mil minas.

19 Nos ha parecido bien, en consecuencia, escribir a los reyes y países que no intenten causarles mal alguno, ni les ataquen a ellos ni a sus ciudades ni a su país, y que no presten su apoyo a los que los ataquen.

20 Hemos decidido aceptar de ellos el escudo.

21 Si, pues, individuos perniciosos huyen de su país y se refugian en el vuestro, entregadlos al sumo sacerdote Simón para que los castigue según su ley.»

22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a Ariarates, a Arsaces

23 y a todos los países: a Sámpsamo, a los espartanos, a Delos, a Mindos, a Sición, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Gortina, a Cnido, a Chipre y a Cirene.

24 Redactaron además una copia de esta carta para el sumo sacerdote Simón.

25 El rey Antíoco, pues, tenía puesto cerco a Dora en los arrabales, lanzaba sin tregua sus tropas contra la ciudad y construía ingenios de guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir.

26 Simón le envió 2.000 hombres escogidos para ayudarle en la lucha, además de plata, oro y abundante material.

27 Pero no quiso recibir el envío; antes bien rescindió cuanto había convenido anteriormente con Simón y se mostró hostil con él.

28 Envió donde él a Atenobio, uno de sus amigos, a entrevistarse con él y decirle: «Vosotros ocupáis Joppe, Gázara y la Ciudadela de Jerusalén, ciudades de mi reino.

29 Habéis devastado sus territorios, causado graves daños en el país y os habéis adueñado de muchas localidades de mi reino.

30 Devolved, pues, ahora las ciudades que habéis tomado y los impuestos de las localidades de que os habéis adueñado fuera de los límites de Judea.

31 O bien, pagad en compensación quinientos talentos de plata y otros quinientos talentos por los estragos que habéis causado y por los impuestos de las ciudades. De lo contrario iremos y os haremos la guerra.»

32 Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y todo el esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del rey

33 y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente nuestros enemigos

34 y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos recuperado la heredad de nuestros padres.

35 En cuanto a Joppe y Gázara que nos reclamas, esas ciudades causaban graves daños al pueblo y asolaban nuestro país. Por ellas daremos cien talentos.» No respondió palabra Atenobio,

36 sino que se volvió furioso donde el rey y le refirió la respuesta, la magnificencia de Simón y todo lo que había visto. El rey montó en violenta cólera.

37 Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosia.

38 Entonces el rey nombró a Cendebeo epistratega de la Zona Marítima y le entregó tropas de infantería y de caballería,

39 con la orden de acampar frente a Judea, construir Cedrón, fortificar sus puertas y combatir contra el pueblo. El rey partió en seguimiento de Trifón.

40 Cendebeo llegó a Yamnia y comenzó a hostigar al pueblo, efectuar incursiones por Judea, capturar prisioneros y matar.

41 Reconstruyó Cedrón donde alojó caballería y tropas para recorrer en salidas los caminos de Judea como se lo tenía ordenado el rey.







I Macabeos 16

1 Subió Juan de Gázara y comunicó a su padre Simón las actividades de Cendebeo.

2 Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: «Mis hermanos y yo y la casa de mi padre hemos combatido a los enemigos de Israel desde nuestra juventud hasta el día de hoy y llevamos muchas veces a feliz término la liberación de Israel;

3 pero ahora ya estoy viejo mientras que vosotros, por la misericordia del Cielo, estáis en buena edad. Ocupad, pues, mi puesto y el de mi hermano, salid a combatir por nuestra nación y que el auxilio del Cielo sea con vosotros.»

4 Escogió luego en el país 20.000 combatientes y jinetes que partieron contra Cendebeo y pasaron la noche en Modín.

5 Al levantarse de mañana, avanzaron hacia la llanura y he aquí que un ejército numeroso, infantería y caballería, venía a su encuentro. Un torrente se interponía entre ellos.

6 Juan con sus tropas tomó posiciones frente al enemigo y advirtiendo que sus tropas tenían miedo de pasar el torrente, lo pasó él el primero, y sus hombres, al verle, pasaron detrás de él.

7 Dividió su ejército (en dos cuerpos) y puso a los jinetes en medio de los de a pie, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa.

8 Tocaron las trompetas y Cendebeo y su ejército salieron derrotados. Muchos de ellos cayeron heridos de muerte y los que quedaron huyeron en dirección a la fortaleza.

9 Entonces cayó herido Judas, el hermano de Juan. Pero Juan los persiguió hasta que Cendebeo entró en Cedrón que él había construido.

10 Fueron también a refugiarse en las torres que hay por los campos de Azoto y Juan le prendió fuego. Unos 2.000 de ellos sucumbieron y Juan regresó en paz a Judea.

11 Tolomeo, hijo de Abubos, había sido nombrado estratega de la llanura de Jericó y poseía mucha plata y oro,

12 pues era yerno del sumo sacerdote.

13 Su corazón se ensoberbeció tanto que aspiró a apoderarse del país, para lo cual tramaba quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos.

14 Yendo Simón de inspección por las ciudades del país preocupándose de su administración, bajó con sus hijos, Matatías y Judas, a Jericó. Era el año 177 en el undécimo mes que es el mes de Sebat.

15 El hijo de Abubos los recibió traidoramente en una pequeña fortaleza llamada Dok que él había construido, les dio un gran banquete y ocultó allí hombres.

16 Cuando Simón y sus hijos estuvieron bebidos, se levantó Tolomeo con los suyos, tomaron sus armas y lanzándose sobre Simón en la sala del banquete, le mataron a él, a sus dos hijos y a algunos de sus servidores.

17 Cometió de esta manera una gran alevosía y devolvió mal por bien.

18 Luego escribió Tolemeo al rey contándole lo ocurrido y pidiéndole que le enviara tropas en su auxilio para entregarle el país y sus ciudades.

19 Envió otros a Gázara para quitar de en medio a Juan. Escribió a los quiliarcos invitándoles a venir donde él para darles plata, oro y otras dádivas.

20 Envió otros que se apoderasen de Jerusalén y del monte del santuario.

21 Pero adelantándose uno, anunció a Juan en Gázara que su padre y sus hermanos había perecido y añadió: «Ha enviado gente a matarte a ti también.»

22 Al oír estas noticias quedó profundamente afectado, prendió a los hombres que venían a matarle y les dio muerte, pues sabía que pretendían asesinarle.

23 Las restantes actividades de Juan, sus guerras, las proezas que llevó a cabo, las murallas que levantó y otras empresas suyas

24 están escritas en el libro de los Anales de su pontificado a partir del día en que fue nombrado sumo sacerdote como sucesor de su padre.

II MACABEOS

II Macabeos 1

1 A los hermanos judíos que viven en Egipto, les saludan sus hermanos judíos que están en Jerusalén y en la región de Judea, deseándoles una paz dichosa.

2 Que Dios os llene de bienes y recuerde su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, sus fieles servidores.

3 Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con corazón grande y ánimo generoso.

4 Que abra vuestro corazón a su Ley y a sus preceptos, y os otorgue la paz.

5 Que escuche vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os abandone en tiempo de desgracia.

6 Esto es lo que estamos ahora pidiendo por vosotros.

7 Ya el año 169, en el reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, os escribimos así: «En lo más grave de la tribulación que ha caído sobre nosotros en estos años, desde que Jasón y sus partidarios traicionaron la tierra santa y el reino,

8 incendiaron el portón (del Templo) y derramaron sangre inocente, suplicamos al Señor y hemos sido escuchados. Hemos ofrecido un sacrificio con flor de harina, hemos encendido las lámparas y presentado los panes.»

9 También ahora os escribimos para que celebréis la fiesta de las Tiendas en el mes de Kisléu. Es el año 188.

10 Los que están en Jerusalén y en Judea, los ancianos y Judas saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, preceptor del rey Tolomeo, del linaje de los sacerdotes ungidos, y a los judíos que están en Egipto.

11 Salvados por Dios de grandes peligros, le damos rendidas gracias, como a quien nos ha guiado en la batalla contra el rey,

12 ya que El ha arrojado fuera a los que combatían contra la ciudad santa.

13 Pues, cuando llegó a Persia su jefe acompañado de un ejército, al parecer invencible, fueron desbaratados en el templo de Nanea, gracias al engaño tramado por los sacerdotes de Nanea.

14 Antíoco, y con él sus amigos, llegaron a aquel lugar como tratando de desposarse con la diosa, con objeto de apoderarse, a título de dote, de abundantes riquezas.

15 Una vez que los sacerdotes del templo de Nanea las hubieron expuesto y que él se hubo presentado con unas pocas personas en el recinto sagrado, cerraron el templo en cuanto entró Antíoco.

16 Abrieron la puerta secreta del techo y a pedradas aplastaron al jefe; le descuartizaron, y cortándole la cabeza, la arrojaron a los que estaban fuera.

17 En todo sea bendito nuestro Dios que ha entregado los impíos (a la muerte).

18 A punto de celebrar en el veinticinco de Kisléu la purificación del Templo, nos ha parecido conveniente informaros, para que también vosotros la celebréis como la fiesta de las Tiendas y del fuego aparecido cuando ofreció sacrificios Nehemías, el que construyó el Templo y el altar.

19 Pues, cuando nuestros padres fueron llevados a Persia, los sacerdotes piadosos de entonces, habiendo tomado fuego del altar, lo escondieron secretamente en una concavidad semejante a un pozo seco, en el que tan a seguro lo dejaron, que el lugar quedó ignorado de todos.

20 Pasados muchos años, cuando a Dios le plugo, Nehemías, enviado por el rey de Persia, mandó que buscaran el fuego los descendientes de los sacerdotes que lo habían escondido;

21 pero como ellos informaron que en realidad no habían encontrado fuego, sino un líquido espeso, él les mandó que lo sacasen y trajesen. Cuando estuvo dispuesto el sacrificio, Nehemías mandó a los sacerdotes que rociaran con aquel líquido la leña y lo que había colocado sobre ella.

22 Cumplida la orden, y pasado algún tiempo, el sol que antes estaba nublado volvió a brillar, y se encendió una llama tan grande que todos quedaron maravillados.

23 Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes hacían oración: todos los sacerdotes con Jonatán que comenzaba, y los demás, como Nehemías, respondían.

24 La oración era la siguiente: «Señor, Señor Dios, creador de todo, temible y fuerte, justo y misericordioso, tú, rey único y bueno,

25 tú, solo generoso, solo justo, todopoderoso y eterno, que salvas a Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste,

26 acepta el sacrificio por todo tu pueblo Israel, guarda tu heredad y santifícala.

27 Reúne a los nuestros dispersos, da libertad a los que están esclavizados entre las naciones, vuelve tus ojos a los despreciados y abominados, y conozcan los gentiles que tú eres nuestro Dios.

28 Aflige a los que tiranizan y ultrajan con arrogancia.

29 Planta a tu pueblo en tu lugar santo, como dijo Moisés.»

30 Los sacerdotes salmodiaban los himnos.

31 Cuando fue consumido el sacrificio, Nehemías mandó derramar el líquido sobrante sobre unas grandes piedras.

32 Hecho esto, se encendió una llamarada que quedó absorbida por el mayor resplandor que brillaba en el altar.

33 Cuando el hecho se divulgó y se refirió al rey de los persas que en el lugar donde los sacerdotes deportados habían escondido el fuego, había aparecido aquel líquido con el que habían santificado las ofrendas del sacrificio Nehemías y sus compañeros,

34 el rey después de verificar tal hecho mandó alzar una cerca haciendo sagrado el lugar.

35 El rey recogía grandes sumas y las repartía a quienes quería hacer favores.

36 Nehemías y sus compañeros llamaron a ese líquido «neftar», que significa «purificación»; pero la mayoría lo llama «nafta».







II Macabeos 2

1 Se encuentra en los documentos que el profeta Jeremías mandó a los deportados que tomaran fuego como ya se ha indicado;

2 y cómo el profeta, después de darles la Ley, ordenó a los deportados que no se olvidaran de los preceptos del Señor ni se desviaran en sus pensamientos al ver ídolos de oro y plata y las galas que los envolvían.

3 Entre otras cosas, les exhortaba a no apartar la Ley de sus corazones.

4 Se decía también en el escrito cómo el profeta, después de una revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el arca; y cómo salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios.

5 Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí metió la Tienda, el arca y el altar del incienso, y tapó la entrada.

6 Volvieron algunos de sus acompañantes para marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo.

7 En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: «Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea propicio.

8 El Señor entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se mostraba en tiempo de Moisés, cuando Salomón rogó que el Lugar fuera solemnemente consagrado.»

9 Se explicaba también cómo éste, dotado de sabiduría, ofreció el sacrificio de la dedicación y la terminación del Templo.

10 Como Moisés oró al Señor y bajó del cielo fuego, que devoró las ofrendas del sacrificio, así también oró Salomón y bajó fuego que consumió los holocaustos.

11 Moisés había dicho: «La víctima por el pecado ha sido consumida por no haber sido comida.»

12 Salomón celebró igualmente los ocho días de fiesta.

13 Lo mismo se narraba también en los archivos y en las Memorias del tiempo de Nehemías; y cómo éste, para fundar una biblioteca, reunió los libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David y las cartas de los reyes acerca de las ofrendas.

14 De igual modo Judas reunió todos los libros dispersos a causa de la guerra que sufrimos, los cuales están en nuestras manos.

15 Por tanto, si tenéis necesidad de ellos, enviad a quienes os los lleven.

16 A punto ya de celebrar la purificación, os escribimos: Bien haréis también en celebrar estos días.

17 El Dios que salvó a todo su pueblo y que a todos otorgó la heredad, el reino, el sacerdocio y la santidad,

18 como había prometido por la Ley, el mismo Dios, como esperamos, se apiadará pronto de nosotros y nos reunirá de todas partes bajo el cielo en el Lugar Santo; pues nos ha sacado de grandes males y ha purificado el Lugar.

19 La historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, la purificación del más grande Templo, la dedicación del altar,

20 las guerras contra Antíoco Epífanes y su hijo Eupátor,

21 y las manifestaciones celestiales en favor de los que combatieron viril y gloriosamente por el Judaísmo, de suerte que, aun siendo pocos, saquearon toda la región, ahuyentaron las hordas bárbaras,

22 recuperaron el Templo famoso en todo el mundo, liberaron la ciudad y restablecieron las leyes que estaban a punto de ser abolidas, pues el Señor se mostró propicio hacia ellos con toda benignidad;

23 todo esto, expuesto en cinco libros por Jasón de Cirene, intentaremos nosotros compendiarlo en uno solo.

24 Porque al considerar la marea de números y la dificultad existente, por la amplitud de la materia, para los que quieren sumergirse en los relatos de la historia,

25 nos hemos preocupado por ofrecer algún atractivo a los que desean leer, facilidad a los que gustan retenerlo de memoria, y utilidad a cualquiera que lo lea.

26 Para nosotros, que nos hemos encargado de la fatigosa labor de este resumen, no es fácil la tarea, sino de sudores y desvelos,

27 como tampoco al que prepara un banquete y busca el provecho de los demás le resulta esto cómodo. Sin embargo, esperando la gratitud de muchos, soportamos con gusto esta fatiga,

28 dejando al historiador la tarea de precisar cada suceso y esforzándonos por seguir las normas de un resumen.

29 Pues así como al arquitecto de una casa nueva corresponde la preocupación por la estructura entera; y, en cambio, al encargado de la encáustica y pinturas, el cuidado de lo necesario para la decoración, lo mismo me parece de nosotros:

30 profundizar, revolver las cuestiones y examinar punto por punto corresponde al que compone la historia;

31 pero buscar concisión al exponer y renunciar a tratar el asunto de forma exhaustiva debe concederse al divulgador.

32 Comencemos, por tanto, desde ahora la narración, después de haber abundado tanto en los preliminares; pues sería absurdo abundar en lo que antecede a la historia y ser breve en la historia misma.







II Macabeos 3

1 Mientras la ciudad santa era habitada en completa paz y las leyes guardadas a la perfección, gracias a la piedad y al aborrecimiento de mal del sumo sacerdote Onías,

2 sucedía que hasta los reyes veneraban el Lugar Santo y honraban el Templo con magníficos presentes,

3 hasta el punto de que Seleuco, rey de Asia, proveía con sus propias rentas a todos los gastos necesarios para el servicio de los sacrificios.

4 Pero un tal Simón, de la tribu de Bilgá, constituido administrador del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote sobre la reglamentación del mercado de la ciudad.

5 No pudiendo vencer a Onías, se fue donde Apolonio, hijo de Traseo, estratega por entonces de Celesiria y Fenicia,

6 y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de dinero, sin equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran en poder del rey.

7 Apolonio en conversación con el rey le habló de las riquezas de que había tenido noticia y entonces el rey designó a Heliodoro, el encargado de sus negocios, y le envió con la orden de realizar la trasferencia de las mencionadas riquezas.

8 Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para ejecutar el proyecto del rey.

9 Llegado a Jerusalén y amistosamente acogido por el sumo sacerdote y por la ciudad, expuso el hecho de la denuncia e hizo saber el motivo de su presencia; preguntó si las cosas eran realmente así.

10 Manifestó el sumo sacerdote que eran depósitos de viudas y huérfanos,

11 que una parte pertenecía a Hicarno, hijo de Tobías, personaje de muy alta posición y, contra lo que había calumniado el impío Simón, que el total era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro;

12 que de ningún modo se podía perjudicar a los que tenían puesta su confianza en la santidad del Lugar, y en la majestad inviolable de aquel Templo venerado en todo el mundo.

13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, mantenía de forma terminante que los bienes debían pasar al tesoro real.

14 En la fecha fijada hacía su entrada para realizar el inventario de los bienes. No era pequeña la angustia en toda la ciudad:

15 los sacerdotes, postrados ante el altar con sus vestiduras sacerdotales, suplicaban al Cielo, el que había dado la ley sobre los bienes en depósito, que los guardara intactos para quienes los habían depositado.

16 El ver la figura del sumo sacerdote llegaba a partir el alma, pues su aspecto y su color demudado manifestaban la angustia de su alma.

17 Aquel hombre estaba embargado de miedo y temblor en su cuerpo, con lo que mostraba a los que le contemplaban el dolor que había en su corazón.

18 De las casas salía en tropel la gente a una rogativa pública porque el lugar estaba a punto de caer en oprobio.

19 Las mujeres, ceñidas de saco bajo el pecho, llenaban las calles; de las jóvenes, que estaban recluidas, unas corrían a las puertas, otras subían a los muros, otras se asomaban por las ventanas.

20 Todas, con las manos tendidas al cielo, tomaban parte en la súplica.

21 Daba compasión aquella multitud confusamente postrada y el sumo sacerdote angustiado en honda ansiedad.

22 Mientras ellos invocaban al Señor Todopoderoso para que guardara intactos, en completa seguridad, los bienes en depósito para quienes los habían confiado,

23 Heliodoro llevaba a cabo lo que tenía decidido.

24 Estaba ya allí mismo con su guardia junto al Tesoro, cuando el Soberano de los Espíritus y de toda Potestad, se manifestó en su grandeza, de modo que todos los que con él juntos se habían atrevido a acercarse, pasmados ante el poder de Dios, se volvieron débiles y cobardes.

25 Pues se les apareció un caballo montado por un jinete terrible y guarnecido con riquísimo arnés; lanzándose con ímpetu levantó contra Heliodoro sus patas delanteras. El que lo montaba aparecía con una armadura de oro.

26 Se le aparecieron además otros dos jóvenes de notable vigor, espléndida belleza y magníficos vestidos que colocándose a ambos lados, le azotaban sin cesar, moliéndolo a golpes.

27 Al caer de pronto a tierra, rodeado de densa oscuridad, lo recogieron y lo pusieron en una litera;

28 al mismo que poco antes, con numeroso séquito y con toda su guardia, había entrado en el mencionado Tesoro, lo llevaban ahora incapaz de valerse por sí mismo, reconociendo todos claramente la soberanía de Dios.

29 Mientras él yacía mudo y privado de toda esperanza de salvación, a causa del poder divino,

30 otros bendecían al Señor que había glorificado maravillosamente su propio Lugar; y el Templo, lleno poco antes de miedo y turbación, rebosaba de gozo y alegría después de la manifestación del Señor Todopoderoso.

31 Pronto algunos de los acompañantes de Heliodoro, instaban a Onías que invocara al Altísimo para que diese la gracia de vivir a aquel que yacía ya en su último suspiro.

32 Temiendo el sumo sacerdote que acaso el rey sospechara que los judíos hubieran perpetrado alguna fechoría contra Heliodoro, ofreció un sacrificio por la salud de aquel hombre.

33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de expiación, se aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos con la misma indumentaria y en pie le dijeron: «Da muchas gracias al sumo sacerdote Onías, pues por él te concede el Señor la gracia de vivir;

34 y tú, que has sido azotado por el Cielo, haz saber a todos la grandeza del poder de Dios.» En diciendo esto, desparacieron.

35 Heliodoro, habiendo ofrecido al Señor un sacrificio y tras haber orado largamente al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y volvió con sus tropas donde el rey.

36 Ante todos daba testimonio de las obras del Dios grande que él había contemplado con sus ojos.

37 Al preguntar el rey a Heliodoro a quién convendría enviar otra vez a Jerusalén, él respondió:

38 «Si tienes algún enemigo conspirador contra el Estado, mándalo allá y te volverá molido a azotes, si es que salva su vida, porque te aseguro que rodea a aquel Lugar una fuerza divina.

39 Pues el mismo que tiene en los cielos su morada, vela y protege aquel Lugar; y a los que se acercan con malas intenciones los hiere de muerte.»

40 Así sucedieron las cosas relativas a Heliodoro y a la preservación del Tesoro.







II Macabeos 4

1 En mencionado Simón, delator de los tesoros y de la patria, calumniaba a Onías como si éste hubiera maltratado a Heliodoro y fuera el causante de sus desgracias;

2 y se atrevía a decir que el bienhechor de la ciudad, el defensor de sus compatriotas y celoso observante de las leyes, era un conspirador contra el Estado.

3 A tal punto llegó la hostilidad, que hasta se cometieron asesinatos por parte de uno de los esbirros de Simón.

4 Considerando Onías que aquella rivalidad era intolerable y que Apolonio, hijo de Menesteo, estratega de Celesira y Fenicia, instigaba a Simón al mal,

5 se hizo llevar donde el rey, no porque pretendiera acusar a sus conciudadanos, sino que miraba por los intereses generales y particulares de toda su gente.

6 Pues bien veía que sin la intervención real era ya imposible pacificar la situación y detener a Simón en sus locuras.

7 Cuando Seleuco dejó esta vida y Antíoco, por sobrenombre Epífanes, comenzó a reinar, Jasón, el hermano de Onías, usurpó el sumo pontificado,

8 después de haber prometido al rey, en una conversación, 360 talentos de plata y ochenta talentos de otras rentas.

9 Se comprometía además a firmar el pago de otro 150, si se le concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y una efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén.

10 Con el consentimiento del rey y con los poderes en su mano, pronto cambió las costumbres de sus compatriotas conforme al estilo griego.

11 Suprimiendo los privilegios que los reyes habían concedido a los judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que fue enviado en embajada a los romanos para un tratado de amistad y alianza, y abrogando las instituciones legales, introdujo costumbres nuevas, contrarias a la Ley.

12 Así pues, fundó a su gusto un gimnasio bajo la misma acrópolis e indujo a lo mejor de la juventud a educarse bajo el petaso.

13 Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que de sumo sacerdote,

14 que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los ejercicios de la palestra contrarios a la ley;

15 sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas.

16 Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban y a quienes querían parecerse en todo.

17 Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará el tiempo venidero.

18 Cuando se celebraron en Tiro los juegos cuadrienales, en presencia del rey,

19 el impuro Jasón envió embajadores, como Antioquenos de Jerusalén, que llevaban consigo trescientas dracmas de plata para el sacrificio de Hércules. Pero los portadores prefirieron, dado que no convenía, no emplearlas en el sacrificio, sino en otros gastos.

20 Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en la construcción de las trirremes.

21 Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto para la boda del rey Filométor. Cuando supo Antíoco que aquél se había convertido en su adversario político se preocupó de su propia seguridad; por eso, pasando por Joppe, se presentó en Jerusalén.

22 Fue magníficamente recibido por Jasón y por la ciudad, e hizo su entrada entre antorchas y aclamaciones. Después de esto llevó sus tropas hasta Fenicia.

23 Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación de asuntos urgentes.

24 Menelao se hizo presentar al rey, a quien impresionó con su aire majestuoso, y logró ser investido del sumo sacerdocio, ofreciendo trescientos talentos de plata más que Jasón.

25 Provisto del mandato real, se volvió sin poseer nada digno del sumo sacerdocio, sino más bien el furor de un cruel tirano y la furia de una bestia salvaje.

26 Jasón, por su parte, suplantador de su propio hermano y él mismo suplantado por otro, se vio forzado a huir al país de Ammán.

27 Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del dinero prometido al rey,

28 aunque Sóstrates, el alcaide de la Acrópolis, se lo reclamaba, pues a él correspondía la percepción de los tributos. Por este motivo, ambos fueron convocados por el rey.

29 Menelao dejó como sustituto del sumo sacerdocio a su hermano Lisímaco; Sóstrates a Crates, jefe de los chipriotas. a Crates, jefe de los chipriotas.

30 Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se sublevaron por haber sido cedidas sus ciudades como regalo a Antioquida, la concubina del rey.

31 Fue, pues, el rey a toda prisa, para poner orden en la situación, dejando como sustituto a Andrónico, uno de los dignatarios.

32 Menelao pensó aprovecharse de aquella buena oportunidad; arrebató algunos objetos de oro del Templo, y se los regaló a Andrónico; también logró vender otros en Tiro y en las ciudades de alrededor.

33 Cuando Onías llegó a saberlo con certeza, se lo reprochó, no sin haberse retirado antes a un lugar de refugio, a Dafne, cerca de Antioquía.

34 Por eso, Menelao, a solas con Andrónico, le incitaba a matar a Onías. Andrónico se llegó donde Onías, y, confiando en la astucia, estrechándole la mano y dándole la diestra con juramento, perusadió a Onías, aunque a éste no le faltaban sospechas, a salir de su refugio, e inmediatamente le dio muerte, sin respeto alguno a la justicia.

35 Por este motivo no sólo los judíos sino también muchos de las demás naciones se indignaron y se irritaron por el injusto asesinato de aquel hombre.

36 Cuando el rey volvió de las regiones de Cilicia, los judíos de la ciudad junto con los griegos, que también odiaban el mal, fueron a su encuentro a quejarse de la injustificada muerte de Onías.

37 Antíoco, hondamente estristecido y movido a compasión, lloró recordando la prudencia y la gran moderación del difunto.

38 Encendido en ira, despojó inmediatamente a Andrónico, de la púrpura y desgarró sus vestidos. Le hizo conducir por toda la ciudad hasta el mismo lugar donde tan impíamente había tratado a Onías; allí hizo desaparecer de este mundo al criminal, a quien el Señor daba el merecido castigo.

39 Lisímaco había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado fuera; por eso la multitud se amotinó contra Lisímaco. Pero eran ya muchos los objetos de oro que estaban dispersos.

40 Como las turbas estaban excitadas y en el colmo de su cólera, Lisímaco armó a cerca de 3.000 hombres e inició la represión violenta, poniendo por jefe a un tal Aurano, avanzado en edad y no menos en locura.

41 Cuando se dieron cuenta del ataque de Lisímaco, unos se armaron de piedras, otros de estacas y otros, tomando a puñadas ceniza que allí había, lo arrojaban todo junto contra las tropas de Lisímaco.

42 De este modo hirieron a muchos de ellos, y mataron a algunos; a todos los demás los pusieron en fuga, y al mismo ladrón sacrílego le mataron junto al Tesoro.

43 Sobre todos estos hechos se instruyó proceso contra Menelao.

44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el Senado expusieron ante él el alegato.

45 Menelao, perdido ya, prometió una importante suma a Tolomeo, hijo de Dorimeno, para que persuadiera al rey.

46 Entonces Tolomeo, llevando al rey aparte a una galería como para tomar el aire, le hizo cambiar de parecer,

47 de modo que absolvió de las acusaciones a Menelao, el causante de todos los males, y, en cambio, condenó a muerte a aquellos infelices que hubieran sido absueltos, aun cuando hubieran declarado ante un tribunal de escitas.

48 Así que, sin dilación, sufrieron aquella injusta pena los que habían defendido la causa de la ciudad, del pueblo y de los vasos sagrados.

49 Por este motivo, algunos tirios, indignados contra aquella iniquidad, prepararon con magnificencia su sepultura.

50 Menelao, por su parte, por la avaricia de aquellos gobernantes, permaneció en el poder, creciendo en maldad, constituido en el principal adversario de sus conciudadanos.







II Macabeos 5

1 Por esta época preparaba Antíoco la segunda expedición a Egipto.

2 Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas distribuidas en cohortes,

3 escuadrones de caballería en orden de batalla, ataques y cargas de una y otra parte, movimiento de escudos, espesura de lanzas, espadas desenvainadas, lanzamiento de dardos, resplandores de armaduras de oro y corazas de toda clase.

4 Ante ello todos rogaban que aquella aparición presagiase algún bien.

5 Al difundirse el falso rumor de que Antíoco había dejado esta vida, Jasón, con no menos de mil hombres, lanzó un ataque imprevisto contra la ciudad; al ser rechazados los que estaban en la muralla y capturada ya por fin la ciudad, Menelao se refugió en la Acrópolis.

6 Jasón hacía cruel matanza de sus propios ciudadanos sin caer en cuenta que un éxito sobre sus compatriotas era el peor de los desastres; se imaginaba ganar trofeos de enemigos y no de sus compatriotas.

7 Pero no logró el poder; sino que al fin, con la ignominia ganada por sus intrigas, se fue huyendo de nuevo al país de Ammán.

8 Por último encontró un final desastroso: acusado ante Aretas, tirano de los árabes, huyendo de su ciudad, perseguido por todos, detestado como apóstata de las leyes, y abominado como verdugo de la patria y de los conciudadanos, fue arrojado a Egipto.

9 El que a muchos había desterrado de la patria, en el destierro murió, cuando se dirigía a Lacedemonia, con la esperanza de encontrar protección por razón de parentesco;

10 y el que a tantos había privado de sepultura, pasó sin ser llorado, sin recibir honras fúnebres ni tener un sitio en la sepultura de sus padres.

11 Cuando llegaron al rey noticias de lo sucedido, sacó la conclusión de que Judea se separaba; por eso regresó de Egipto, rabioso como una fiera, tomó la ciudad por las armas,

12 y ordenó a los soldados que hirieran sin compasión a los que encontraran y que mataran a los que subiesen a los terrados de las casas.

13 Perecieron jóvenes y ancianos; fueron asesinados muchachos, mujeres y niños, y degollaron a doncellas y niños de pecho.

14 En sólo tres días perecieron 80.000 personas, 40.000 en la refriega y otros, en número no menor que el de las víctimas, fueron vendidos como esclavos.

15 Antíoco, no contento con esto, se atrevió a penetrar en el Templo más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el traidor a las leyes y a la patria.

16 Con sus manos impuras tomó los vasos sagrados y arrebató con sus manos profanas las ofrendas presentadas por otros reyes para acrecentamiento de la gloria y honra del Lugar.

17 Antíoco estaba engreído en su pensamiento, sin considerar que el Soberano estaba irritado por poco tiempo a causa de los pecados de los habitantes de la ciudad y por eso desviaba su mirada del Lugar.

18 Pero de no haberse dejado arrastrar ellos por los muchos pecados, el mismo Antíoco, como Heliodoro, el enviado por el rey Seleuco para inspeccionar el Tesoro, al ser azotado nada más llegar, habría renunciado a su osadía.

19 Pero el Señor no ha elegido a la nación por el Lugar, sino el Lugar por la nación.

20 Por esto, también el mismo Lugar, después de haber participado de las desgracias acaecidas a la nación, ha tenido luego parte en sus beneficios; y el que había sido abandonado en tiempo de la cólera del Todopoderoso, de nuevo en tiempo de la reconciliación del gran Soberano, ha sido restaurado con toda su gloria.

21 Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el mar viable, por la arrogancia de su corazón.

22 Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le había nombrado;

23 en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao, que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos. El rey, que albergaba hacia los judíos sentimientos de odio,

24 envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender a las mujeres y a los más jóvenes.

25 Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los judíos, mandó a sus tropas que se equiparan con las armas,

26 y a todos los que salían a ver aquel espectáculo, los hizo matar e, invadiendo la ciudad con los soldados armados, hizo caer una considerable multitud.

27 Pero Judas, llamado también Macabeo, formó un grupo de unos diez y se retiró al desierto. Llevaba con sus compañeros, en las montañas, vida de fieras salvajes, sin comer más alimento que hierbas, para no contaminarse de impureza.









II Macabeos 6

1 Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de vivir según las leyes de su Dios;

2 y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían pedido los habitantes del lugar.

3 Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable.

4 El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas.

5 El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes.

6 No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni siquiera confesarse judío;

7 antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su cortejo, coronados de hiedra.

8 Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la misma forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los banquetes sacrificiales,

9 con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente.

10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos; las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados del pecho, y las precipitaron desde la muralla.

11 Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos, sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día.

12 Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción, sino la educación de nuestra raza;

13 pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.

14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas, aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados; pero con nosotros ha decidido no proceder así,

15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados a la medida colmada.

16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.

17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas palabras, prosigamos la narración.

18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne de puerco.

19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento,

20 después de escupir todo, que es como deben proceder los que tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a la vida.

21 Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del sacrificio,

22 para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.

23 Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación santa dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara pronto al Hades.

24 «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas,

25 también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez.

26 Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin embargo ni vivo ni muerto podré escapar de las manos del Todopoderoso.

27 Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré digno de mi ancianidad,

28 dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo dicho esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento.

29 Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en dureza, después de oír las referidas palabras que ellos consideraban una locura;

30 él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo entre suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que, pudiendo librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero en mi alma los sufro con gusto por temor de él.»

31 De este modo llegó a su tránsito. (No sólo a los jóvenes, sino también a la gran mayoría de la nación, Eleazar dejó su muerte como ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud.)









II Macabeos 7

1 Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre, eran forzados por el rey, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar carne de puerco (prohibida por la Ley).

2 Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, decía así: «¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que violar las leyes de nuestros padres.»

3 El rey, fuera de sí, ordenó poner al fuego sartenes y calderas.

4 En cuanto estuvieron al rojo, mandó cortar la lengua al que había hablado en nombre de los demás, arrancarle el cuero cabelludo y cortarle las extremidades de los miembros, en presencia de sus demás hermanos y de su madre.

5 Cuando quedó totalmente inutilizado, pero respirando todavía, mandó que le acercaran al fuego y le tostaran en la sartén. Mientras el humo de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos junto con su madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, y decían:

6 «El Señor Dios vela y con toda seguridad se apiadará de nosotros, como declaró Moisés en el cántico que atestigua claramente: "Se apiadará de sus siervos".»

7 Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los cabellos, le preguntaban: «¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro a miembro?»

8 El respondiendo en su lenguaje patrio, dijo: «¡No!» Por ello, también éste sufrió a su vez la tortura, como el primero.

9 Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.»

10 Después de éste, fue castigado el tercero; en cuanto se lo pidieron, presentó la lengua, tendió decidido las manos

11 (y dijo con valentía: «Por don del Cielo poseo estos miembros, por sus leyes los desdeño y de El espero recibirlos de nuevo).»

12 Hasta el punto de que el rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del ánimo de aquel muchacho que en nada tenía los dolores.

13 Llegado éste a su tránsito, maltrataron de igual modo con suplicios al cuarto.

14 Cerca ya del fin decía así: «Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.»

15 Enseguida llevaron al quinto y se pusieron a atormentarle.

16 El, mirando al rey, dijo: «Tú, porque tienes poder entre los hombres aunque eres mortal, haces lo que quieres. Pero no creas que Dios ha abandonado a nuestra raza.

17 Aguarda tú y contemplarás su magnifico poder, cómo te atormentará a ti y a tu linaje.»

18 Después de éste, trajeron al sexto, que estando a punto de morir decía: «No te hagas ilusiones, pues nosotros por nuestra propia culpa padecemos; por haber pecado contra nuestro Dios (nos suceden cosas sorprendentes).

19 Pero no pienses quedar impune tú que te has atrevido a luchar contra Dios.»

20 Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor.

21 Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía:

22 «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno.

23 Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes.»

24 Antíoco creía que se le despreciaba a él y sospechaba que eran palabras injuriosas. Mientras el menor seguía con vida, no sólo trataba de ganarle con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerle rico y muy feliz, con tal de que abandonara las tradiciones de sus padres; le haría su amigo y le confiaría altos cargos.

25 Pero como el muchacho no le hacía ningún caso, el rey llamó a la madre y la invitó a que aconsejara al adolescente para salvar su vida.

26 Tras de instarle él varias veces, ella aceptó el persuadir a su hijo.

27 Se inclinó sobre él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua patria: «Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la edad que tienes (y te alimenté).

28 Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia.

29 No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la misericordia.»

30 En cuanto ella terminó de hablar, el muchacho dijo: «¿Qué esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la Ley dada a nuestros padres por medio de Moisés.

31 Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.

32 (Cierto que nosotros padecemos por nuestros pecados.)

33 Si es verdad que nuestro Señor que vive, está momentáneamente irritado para castigarnos y corregirnos, también se reconciliará de nuevo con sus siervos.

34 Pero tú, ¡oh impío y el más criminal de todos los hombres!, no te engrías neciamente, entregándote a vanas esperanzas y alzando la mano contra sus siervos;

35 porque todavía no has escapado del juicio del Dios que todo lo puede y todo lo ve.

36 Pues ahora nuestros hermanos, después de haber soportado una corta pena por una vida perenne, cayeron por la alianza de Dios; tú, en cambio, por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida por tu soberbia.

37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres, invocando a Dios para que pronto se muestre propicio con nuestra nación, y que tú con pruebas y azotes llegues a confesar que él es el único Dios.

38 Que en mí y en mis hermanos se detenga la cólera del Todopoderoso justamente descargada sobre toda nuestra raza.»

39 El rey, fuera de sí, se ensañó con éste con mayor crueldad que con los demás, por resultarle amargo el sarcasmo.

40 También éste tuvo un limpio tránsito, con entera confianza en el Señor.

41 Por último, después de los hijos murió la madre.

42 Sea esto bastante para tener noticia de los banquetes sacrificiales y de las crueldades sin medida.







II Macabeos 8

1 Judas, llamado también Macabeo, y sus compañeros entraban sigilosamente en los pueblos, llamaban a sus hermanos de raza y acogiendo a los que permanecían fieles al judaísmo, llegaron a reunir 6.000 hombres.

2 Rogaban al Señor que mirase por aquel pueblo que todos conculcaban; que tuviese piedad del santuario profanado por los hombres impíos;

3 que se compadeciese de la ciudad destruida y a punto de ser arrasada, y que escuchase las voces de la sangre que clamaba a él;

4 que se acordase de la inicua matanza de niños inocentes y de las blasfemias proferidas contra su nombre, y que mostrase su odio al mal.

5 Macabeo, con su tropa organizada, fue ya invencible para los gentiles, al haberse cambiado en misericordia la cólera del Señor.

6 Llegando de improviso, incendiaba ciudades y pueblos; después de ocupar las posiciones estratégicas, causaba al enemigo grandes pérdidas.

7 Prefería la noche como aliada para tales incursiones. La fama de su valor se extendía por todas partes.

8 Al ver Filipo que este hombre progesaba paulatinamente y que sus éxitos eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, estratega de Celesiria y Fenicia para que viniese en ayuda de los intereses del rey.

9 Este designó enseguida a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus primeros amigos, y le envió al frente de no menos de 20.000 hombres de todas las naciones para exterminar la raza entera de Judea. Puso a su lado a Gorgias, general con experiencia en lides guerreras.

10 Nicanor intentaba, por su parte, saldar con la venta de prisioneros judíos, el tributo de 2.000 talentos que el rey debía a los romanos.

11 Pronto envió a las ciudades marítimas una invitación para que vinieran a comprar esclavos judíos, prometiendo entregar noventa esclavos por un talento sin esperarse el castigo del Todopoderoso que estaba a punto de caer sobre él.

12 Llegó a Judas la noticia de la expedición de Nicanor. Cuando comunicó a los que le acompañaban que el ejército se acercaba,

13 los cobardes y desconfiados de la justicia divina, comenzaron a escaparse y alejarse del lugar;

14 los demás vendían todo lo que les quedaba, y pedían al mismo tiempo al Señor que librara a los que el impío Nicanor tenía vendidos aun ante de haberse enfrentado.

15 Si no por ellos, sí por las alianzas con sus padres y porque invocaban en su favor el venerable y majestuoso Nombre.

16 Después de reunir a los suyos, en número de 6.000, el Macabeo les exhortaba a no dejarse amedrentar por los enemigos y a no temer a la muchedumbre de gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a combatir con valor,

17 teniendo a la vista el ultraje que inicuamente habían inferido al Lugar Santo, los suplicios infligidos a la ciudad y la abolición de las instituciones ancestrales.

18 «Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero nosotros tenemos nuestra confianza puesta en Dios Todopoderoso, que puede abatir con un gesto a los que vienen contra nosotros y al mundo entero.»

19 Les enumeró los auxilios dispensados a sus antecesores, especialmente frente a Senaquerib, cuando perecieron 185.000,

20 y el recibido en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando entraron en acción todos los 8.000 judíos junto a los 4.000 macedonios, y cuando los macedonios se hallaban en apuros, los 8.000 derrotaron a 120.000, gracias al auxilio que les llegó del cielo, y se hicieron con un gran botín.

21 Después de haberlos enardecido con estas palabras y de haberlos dispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió el ejército en cuatro cuerpos.

22 Puso a sus hermanos, Simón, José y Jonatán, al frente de cada cuerpo, dejando a las órdenes de cada uno 1.500 hombres.

23 Además mandó a Esdrías que leyera el libro sagrado; luego, dando como consigna «Auxilio de Dios», él mismo al frente del primer cuerpo trabó combate con Nicanor.

24 Al ponerse el Todopoderoso de su parte en la lucha, dieron muerte a más de 9.000 enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte del ejército de Nicanor, y a todos los demás los pusieron en fuga.

25 Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos. Después de haberlos perseguido bastante tiempo, se volvieron, obligados por la hora,

26 pues era víspera del sábado, y por esta causa no continuaron en su persecución.

27 Una vez que hubieron amontonado las armas y recogido los despojos de los enemigos, comenzaron la celebración del sábado, desbordándose en bendiciones y alabanzas al Señor que en aquel día les había salvado, estableciendo el comienzo de su misericordia.

28 Al acabar el sábado, dieron una parte del botín a los que habían sufrido la persecución, así como a las viudas y huérfanos; ellos y sus hijos se repartieron el resto.

29 Hecho esto, en rogativa pública rogaron al Señor misericordioso que se reconciliara del todo con sus siervos.

30 En su combate con las tropas de Timoteo y Báquides, mataron a éstos más de 20.000 hombres, se adueñaron por completo de altas fortalezas y dividieron el inmenso botín en partes iguales, una para ellos y otra para los que habían sufrido la persecución, los huérfanos y las viudas, así como para los ancianos.

31 Con todo cuidado reunieron las armas capturadas en lugares convenientes y llevaron a Jerusalén el resto de los despojos.

32 Mataron al filarca de la escolta de Timoteo, hombre muy impío que había causado mucho pesar a los judíos.

33 Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que habían incendiado los portones sagrados, así como a Calístenes, que estaban refugiados en una misma casita, y que recibieron así la merecida paga de su impiedad.

34 Nicanor, tres veces criminal, que había traído a los mil comerciantes para la venta de los judíos,

35 con el auxilio del Señor, quedó humillado por los mismos que él despreciaba como los más viles; despojándose de sus galas, como un fugitivo a campo través, buscando la soledad llegó hasta Antioquía con mucha suerte, después del desastre de su ejército.

36 El que había pretendido saldar el tributo debido a los romanos con la venta de los prisioneros de Jerusalén, proclamaba que los judíos tenían a Alguien que les defendía, y que los judíos eran invulnerables por el hecho de que seguían las leyes prescritas por Aquél.







II Macabeos 9

1 Sucedió por este tiempo que Antíoco hubo de retirarse desordenadamente de las regiones de Persia.

2 En efecto, habiendo entrado en la ciudad llamada Persépolis, pretendió saquear el santuario y oprimir la ciudad; ante ello, la muchedumbre sublevándose acudió a las armas y le puso en fuga; y sucedió que Antíoco, ahuyentado por los naturales del país, hubo de emprender una vergonzosa retirada.

3 Cuando estaba en Ecbátana, le llegó la noticia de lo ocurrido a Nicanor y a las tropas de Timoteo.

4 Arrebatado de furor, pensaba vengar en los judíos la afrenta de los que le habían puesto en fuga, y por eso ordenó al conductor que hiciera avanzar el carro sin parar hasta el término del viaje. Pero ya el juicio del Cielo se cernía sobre él, pues había hablado así con orgullo: «En cuanto llegue a Jerusalén, haré de la ciudad una fosa común de judíos.»

5 Pero el Señor Dios de Israel que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable e invisible: apenas pronunciada esta frase, se apoderó de sus entrañas un dolor irremediable, con agudos retortijones internos,

6 cosa totalmente justa para quien había hecho sufrir las entrañas de otros con numerosas y desconocidas torturas.

7 Pero él de ningún modo cesaba en su arrogancia; estaba lleno todavía de orgullo, respiraba el fuego de su furor contra los judíos y mandaba acelerar la marcha. Pero sucedió que vino a caer de su carro que corría velozmente y, con la violenta caída, todos los miembros de su cuerpo se le descoyuntaron.

8 El que poco antes pensaba dominar con su altivez de superhombre las olas del mar, y se imaginaba pesar en una balanza las cimas de las montañas, caído por tierra, era luego transportado en una litera, mostrando a todos de forma manifiesta el poder de Dios,

9 hasta el punto que de los ojos del impío pululaban gusanos, caían a pedazos sus carnes, aun estando con vida, entre dolores y sufrimientos, y su infecto hedor apestaba todo el ejército.

10 Al que poco antes creía tocar los astros del cielo, nadie podía ahora llevarlo por la insoportable repugnancia del hedor.

11 Así comenzó entonces, herido, a abatir su excesivo orgullo y a llegar al verdadero conocimiento bajo el azote divino, en tensión a cada instante por los dolores.

12 Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, decía: «Justo es estar sumiso a Dios y que un mortal no pretenda igualarse a la divinidad.»

13 Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría misericordia, prometiendo

14 que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común,

15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus niños como pasto a las fieras;

16 que adornaría con los más bellos presentes el Templo Santo que antes había saqueado; que devolvería multiplicados todos los objetos sagrados; que suministraría a sus propias expensas los fondos que se gastaban en los sacrificios;

17 y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares habitados para proclamar el poder de Dios.

18 Como sus dolores de ninguna forma se calmaban, pues había caído sobre él el justo juicio de Dios, desesperado de su estado, escribió a los judíos la carta copiada a continuación, en forma de súplica, con el siguiente contenido:

19 «A los honrados judíos, ciudadanos suyos, con los mejores deseos de dicha, salud y prosperidad, saluda el rey y estratega Antíoco.

20 Si os encontráis bien vosotros y vuestros hijos, y vuestros asuntos van conforme a vuestros deseos, damos por ello rendidas gracias.

21 En cuanto a mí, me encuentro postrado sin fuerza en mi lecho, con un amistoso recuerdo de vosotros. A mi vuelta de las regiones de Persia, contraje una molesta enfermedad y he considerado necesario preocuparme de vuestra seguridad común.

22 No desespero de mi situación, antes bien tengo grandes esperanzas de salir de esta enfermedad;

23 pero considerando que también mi padre, con ocasión de salir a campaña hacia las regiones altas, designó su futuro sucesor,

24 para que, si ocurría algo sorprendente o si llegaba alguna noticia desagradable, los habitantes de las provincias no se perturbaran, por saber ya a quién quedaba confiado el gobierno;

25 dándome cuenta además de que los soberanos de alrededor, vecinos al reino, acechan las oportunidades y aguardan lo que pueda suceder, he nombrado rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces, al recorrer las satrapías altas, os he confiado y recomendado a gran parte de vosotros. A él le he escrito lo que sigue.

26 Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo la benevolencia que tenéis hacia mí.

27 Pues estoy seguro de que él, realizando con moderación y humanidad mis proyectos, se entenderá bien con vosotros.»

28 Así pues, aquel asesino y blasfemo, sufriendo los peores padecimientos, como los había hecho padecer a otros, terminó la vida en tierra extranjera, entre montañas, en el más lamentable infortunio.

29 Filipo, su compañero, trasladaba su cuerpo; mas, por temor al hijo de Antíoco, se retiró a Egipto, junto a Tolomeo Filométor.







II Macabeos 10

1 Macabeo y los suyos, guiados por el Señor, recuperaron el Templo y la ciudad,

2 destruyeron los altares levantados por los extranjeros en la plaza pública, así como los recintos sagrados.

3 Después de haber purificado el Templo, hicieron otro altar; tomando fuego de pedernal del que habían sacado chispas, tras dos años de intervalo ofrecieron sacrificios, el incienso y las lámparas, y colocaron los panes de la Presencia.

4 Hecho esto, rogaron al Señor, postrados sobre el vientre, que no les permitiera volver a caer en tales desgracias, sino que, si alguna vez pecaban, les corrigiera con benignidad, y no los entregara a los gentiles blasfemos y bárbaros.

5 Aconteció que el mismo día en que el Templo había sido profanado por los extranjeros, es decir, el veinticinco del mismo mes que es Kisléu, tuvo lugar la purificación del Templo.

6 Lo celebraron con alegría durante ocho días, como en la fiesta de las Tiendas, recordando cómo, poco tiempo antes, por la fiesta de las Tiendas, estaban cobijados como fieras en montañas y cavernas.

7 Por ello, llevando tirsos, ramas hermosas y palmas, entonaban himnos hacia Aquél que había llevado a buen término la purificación de su lugar.

8 Por público decreto y voto prescribieron que toda la nación de los judíos celebrara anualmente aquellos mismos días.

9 Tales fueron las circunstancias de la muerte de Antíoco, apellidado Epífanes.

10 Vamos a exponer ahora lo referente a Antíoco Eupátor, hijo de aquel impío, resumiendo las desgracias debidas a las guerras.

11 En efecto, una vez heredado el reino, puso al frente de sus asuntos a un tal Lisias, estratega supremo de Celesiria y Fenicia.

12 Pues Tolomeo, el llamado Macrón, el primero en observar la justicia con los judíos, debido a la injusticia con que se les había tratado, procuraba resolver pacíficamente lo que a ellos concernía;

13 acusado ante Eupátor a consecuencia de ello por los amigos del rey, oía continuamente que le llamaban traidor, por haber abandonado Chipre, que Filométor le había confiado, y por haberse pasado a Antíoco Epífanes. Al no poder honrar debidamente la dignidad de su cargo, envenenándose, dejó esta vida.

14 Gorgias, hecho estratega de la región, mantenía tropas mercenarias y en toda ocasión hostigaba a los judíos.

15 Al mismo tiempo los idumeos, dueños de fortalezas estratégicas, causaban molestias a los judíos, y acogiendo a los fugitivos de Jerusalén procuraban fomentar la guerra.

16 Macabeo y sus compañeros, después de haber celebrado una rogativa y haber pedido a Dios que luchara junto a ellos, se lanzaron contra las fortalezas de los idumeos;

17 después de atacarlos con ímpetu, se apoderaron de las posiciones e hicieron retroceder a todos los que combatían sobre la muralla; daban muerte a cuantos caían en sus manos. Mataron por lo menos 20.000.

18 No menos de 9.000 hombres se habían refugiado en dos torres muy bien fortificadas y abastecidas de cuanto era necesario para resistir un sitio.

19 Macabeo dejó entonces a Simón y José, y además a Zaqueo y a los suyos, en número suficiente para asediarles, y él mismo partió hacia otros lugares de mayor urgencia.

20 Pero los hombres de Simón, ávidos de dinero, se dejaron sobornar por algunos de los que estaban en las torres; por 70.000 dracmas dejaron que algunos se escapasen.

21 Cuando se dio a Macabeo la noticia de lo sucedido, reunió a los jefes del pueblo y acusó a aquellos hombres de haber vendido a sus hermanos por dinero al soltar enemigos contra ellos.

22 Hizo por tanto ejecutarles por traidores e inmediatamente se apoderó de las dos torres.

23 Con atinada dirección y con las armas en las manos, mató en las dos fortalezas a más de 20.000 hombres.

24 Timoteo, que antes había sido vencido por los judíos, después de reclutar numerosas fuerzas extranjeras y de reunir no pocos caballos traídos de Asia, se presentó con la intención de conquistar Judea por las armas.

25 Ante su avance, los hombres de Macabeo, en rogativas a Dios, cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de sayal la cintura;

26 y, postrándose delante del Altar, a su pie, pedían a Dios que, mostrándose propicio con ellos, se hiciera enemigo de sus enemigos y adversario de sus adversarios, como declara la Ley.

27 Al acabar la plegaria, tomaron las armas y avanzaron un buen trecho fuera de la ciudad; cuando estaban cerca de sus enemigos, se detuvieron.

28 A poco de difundirse la claridad del sol naciente, ambos bandos se lanzaron al combate; los unos tenían como garantía del éxito y de la victoria, además de su valor, el recurso al Señor; los otros combatían con la furia como guía de sus luchas.

29 En lo recio de la batalla, aparecieron desde el cielo ante los adversarios cinco hombres majestuosos montados en caballos con frenos de oro, que se pusieron al frente de los judíos;

30 colocaron a Macabeo en medio de ellos y, cubriéndole con sus armaduras, le hacían invulnerable; arrojaban sobre los adversarios saetas y rayos, por lo que heridos de ceguera se dispersaban en completo desorden.

31 20.500 infantes fueron muertos y seiscientos jinetes.

32 El mismo Timoteo se refugió en una fortaleza, muy bien guardada, llamada Gázara, cuyo estratega era Quereas.

33 Las tropas de Macabeo, alborozadas, asediaron la ciudadela durante cuatro días.

34 Los de dentro, confiados en lo seguro de la posición, blasfemaban sin cesar y proferían palabras impías.

35 Amanecido el quinto día, veinte jóvenes de las tropas de Macabeo, encendidos en furor a causa de las blasfemias, se lanzaron valientemente contra la muralla y con fiera bravura herían a cuantos se ponían delante.

36 Otros, subieron igualmente por el lado opuesto contra los de dentro, prendieron fuego a las torres y, encendiendo hogueras, quemaron vivos a los blasfemos. Aquéllos, entretanto, rompián las puertas, y tras abrir paso al resto del ejército, se apoderaron de la ciudad.

37 Mataron a Timoteo, que estaba escondido en una cisterna, así como a su hermano Quereas y a Apolófanes.

38 Al término de estas proezas, con himnos y alabanzas bendecían al Señor que hacía grandes beneficios a Israel y a ellos les daba la victoria.







II Macabeos 11

1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y pariente del rey, que estaba al frente de los negocios, muy contrariado por lo sucedido,

2 reunió unos 80.000 hombres con toda la caballería, y se puso en marcha contra los judíos, con la intención de hacer de la ciudad una población de griegos,

3 convertir el Templo en fuente de recursos, como los demás recintos sagrados de los gentiles, y poner cada año en venta la dignidad del sumo sacerdocio.

4 No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus ochenta elefantes.

5 Entró en Judea, se acercó a Bet Sur, plaza fuerte que dista de Jerusalén unas cinco esjenas, y la cercó estrechamente.

6 En cuanto los hombres de Macabeo supieron que Lisias estaba sitiando las fortalezas, comenzaron a implorar al Señor con gemidos y lágrimas, junto con la multitud, que enviase un ángel bueno para salvar a Israel.

7 Macabeo en persona tomó el primero las armas y exhortó a los demás a que juntamente con él afrontaran el peligro y auxiliaran a sus hermanos. Ellos se lanzaron juntos con entusiasmo.

8 Cuando estaban cerca de Jerusalén, apareció poniéndose al frente de ellos, un jinete vestido de blanco, blandiendo armas de oro.

9 Todos a una bendijeron entonces a Dios misericordioso y y sintieron enardecerse sus ánimos, dispuestos a atravesar no sólo a hombres, sino aun a las fieras más salvajes murallas de hierro.

10 Avanzaban equipados, con el aliado enviado del Cielo, porque el Señor se había compadecido de ellos.

11 Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron 11.000 infantes y 1.600 jinetes, y obligaron a huir a todos los demás.

12 La mayoría de éstos escaparon heridos y desarmados; el mismo Lisias se salvó huyendo vergonzosamente.

13 Pero Lisias no era hombre sin juicio. Reflexionando sobre la derrota que acababa de sufrir, y comprendiendo que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso luchaba con ellos,

14 les propuso por una embajada la reconciliación bajo toda clase de condiciones justas; y que además obligaría al rey a hacerse amigo de ellos.

15 Macabeo asintió a todo lo que Lisias proponía, preocupado por el interés público; pues el rey concedió cuanto Macabeo había pedido por escrito a Lisias acerca de los judíos.

16 La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias saluda a la población de los judíos.

17 Juan y Absalón, vuestros enviados, al entregarme el documento copiado a continuación, me han rogado una respuesta sobre lo que en el mismo se significaba.

18 He dado cuenta al rey de todo lo que debía exponérsele; lo que era de mi competencia lo he concedido.

19 Por consiguiente, si mantenéis vuestra buena disposición hacia el Estado, también yo procuraré en adelante colaborar en vuestro favor.

20 En cuanto a los detalles, tengo dada orden a vuestros enviados y a los míos de que los discutan con vosotros.

21 Seguid bien. Año 148, el veinticuatro de Dióscoro.»

22 La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias.

23 Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus propias ocupaciones.

24 Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse a sus leyes,

25 deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimios que se les restituya el Templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados.

26 Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano, para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen con agrado a sus propias ocupaciones.»

27 La carta del rey a la nación era como sigue: «El rey Antíoco saluda al Senado de los judíos y a los demás judíos.

28 Sería nuestro deseo que os encontrarais bien; también nosotros gozamos de salud.

29 Menelao nos ha manifestado vuestro deseo de volver a vuestros hogares.

30 A los que vuelvan antes del treinta del mes de Xántico se les ofrece la mano y libertad

31 para que los judíos se sirvan de sus propios alimentos y leyes como antes, y ninguno de ellos sea molestado en modo alguno a causa de faltas cometidas por ignorancia.

32 He enviado a Menelao para que os anime.

33 Seguid bien. Año 148, día quince de Xántico.»

34 También los romanos les enviaron una carta con el siguiente contenido: «Quinto Memmio, Tito Manilio, Manio Sergio, legados de los romanos, saludan al pueblo de los judíos.

35 Nosotros damos nuestro consentimiento a lo que Lisias, pariente del rey, os ha concedido.

36 Pero en relación con lo que él decidió presentar al rey, mandadnos algún emisario en cuanto lo hayáis examinado, para que lo expongamos en la forma que os conviene, ya que nos dirigimos a Antioquía,

37 Daos prisa, por tanto; enviadnos a algunos, para que también nosotros conozcamos cuál es vuestra opinión.

38 Seguid en buena salud. Año 148, día quince de Dióscoro.»







II Macabeos 12

1 Una vez terminados estos tratados, Lisias se volvió junto al rey, mientras los judíos se entregaban a las labores del campo.

2 Pero algunos de los estrategas en plaza, Timoteo y Apolonio, hijo de Genneo, y también Jerónimo y Demofón, además de Nicanor, el Chipriarca, no les dejaban vivir en paz ni disfrutar de sosiego.

3 Los habitantes de Joppe, por su parte, perpetraron la enorme impiedad que sigue: invitaron a los judíos que vivían con ellos, a subir con mujeres y niños a las embarcaciones que habían preparado, como si no guardaran contra ellos ninguna enemistad.

4 Conforme a la común decisión de la ciudad, aceptaron los judíos, por mostrar sus deseos de vivir en paz y que no tenían el menor recelo; pero, cuando se hallaban en alta mar, los echaron al fondo, en número no inferior a doscientos.

5 Cuando Judas se enteró de la crueldad cometida con sus compatriotas, se lo anunció a sus hombres;

6 y después de invocar a Dios, el justo juez, se puso en camino contra los asesinos de sus hermanos, incendió por la noche el puerto, quemó las embarcaciones y pasó a cuchillo a los que se habían refugiado allí.

7 Al encontrar cerrada la plaza, se retiró con la intención de volver de nuevo y exterminar por completo a la población de Joppe.

8 Enterado de que también los de Yamnia querían actuar de la misma forma con los judíos que allí habitaban,

9 atacó también de noche a los yamnitas e incendió el puerto y la flota, de modo que el resplandor de las llamas se veía hasta en Jerusalén y eso que había 240 estadios de distancia.

10 Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios, cuando le atacaron no menos de 5.000 árabes y quinientos jinetes.

11 En la recia batalla trabada, las tropas de Judas lograron la victoria, gracias al auxilio recibido de Dios; los nómadas, vencidos, pidieron a Judas que les diera la mano, prometiendo entregarle ganado y serle útiles en adelante.

12 Judas, dándose cuenta de que verdaderamente en muchos casos podían ser de utilidad, consintió en hacer las paces con ellos; estrechada la mano se retiraron a las tiendas.

13 Judas atacó también a cierta ciudad fortificada con terraplenes, rodeada de murallas, y habitada por una población mixta de varias naciones, por nombre Caspín.

14 Los sitiados, confiados en la solidez de las murallas y en la provisión de víveres, trataban groseramente con insultos a los hombres de Judas, profiriendo además blasfemias y palabras sacrílegas.

15 Los hombres de Judas, después de invocar al gran Señor del mundo, que sin arietes ni máquinas de guerra había derruido a Jericó en tiempo de Josué, atacaron ferozmente la muralla.

16 Una vez dueños de la ciudad por la voluntad de Dios, hicieron una indescriptible carnicería hasta el punto de que el lago vecino, con su anchura de dos estadios, parecía lleno con la sangre que le había llegado.

17 Se alejaron de allí 750 estadios y llegaron a Járaca, donde los judíos llamados tubios.

18 Pero no encontraron en aquellos lugares a Timoteo, que al no lograr nada se había ido de allí, dejando con todo en determinado lugar una fortísima guarnición.

19 Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, en una incursión mataron a los hombres que Timoteo había dejado en la fortaleza, más de 10.000.

20 Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a su cabeza y se lanzó contra Timoteo que tenía consigo 20.000 infantes y 2.500 jinetes.

21 Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, mandó por delante las mujeres, los niños y el resto de la impedimenta al sitio llamado Carnión; pues era un lugar inexpugnable y de acceso difícil, por la angostura de todos sus pasos.

22 En cuanto apareció, la primera, la cohorte de Judas, se apoderó de los enemigos el miedo y el temor al manifestarse ente ellos Aquél que todo lo ve, y se dieron a la fuga cada cual por su lado, de modo que muchas veces eran heridos por sus propios compañeros y atravesados por las puntas de sus espadas.

23 Judas seguía tenazmente en su persecución, acuchillando a aquellos criminales; llegó a matar hasta 30.000 hombres.

24 El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo, pues alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había hermanos de muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría.

25 Cuando él garantizó, después de muchas palabras, la determinación de restituirlos sanos y salvos, le dejaron libre con ánimo de liberar a sus hermanos.

26 Habiéndose dirigido al Carnión y al Atargateion, Judas dio muerte a 25.000 hombres.

27 Después de haber derrotado (y destruido) a estos enemigos, dirigió una expedición contra la ciudad fuerte de Efrón, donde habitaba Lisanias, con una multitud de toda estirpe. Jóvenes vigorosos, apostados ante las murallas, combatían con valor; en el interior había muchas reservas de máquinas de guerra y proyectiles.

28 Después de haber invocado al Señor que aplasta con energía las fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y abatieron por tierra a unos 25.000 de los que estaban dentro.

29 Partiendo de allí se lanzaron contra Escitópolis, ciudad que dista de Jerusalén sesenta estadios.

30 Pero como los judíos allí establecidos atestiguaron que los habitantes de la ciudad habían sido benévolos con ellos y les habían dado buena acogida en los tiempos de desgracia,

31 Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza. Llegaron a Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.

32 Después de la fiesta llamada de Pentecostés, se lanzaron contra Gorgias, el estratega de Idumea.

33 Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes,

34 y sucedió que cayeron algunos de los judíos que les habían presentado batalla.

35 Un tal Dositeo, jinete valiente, del cuerpo de los tubios, se apoderó de Gorgias, y agarrándole por la clámide, le arrastraba por la fuerza con el deseo de capturar vivo a aquel maldito; pero un jinete tracio se echó sobre Dositeo, le cortó el hombro, y Gorgias huyó hacia Marisá.

36 Ante la fatiga de los hombres de Esdrías que llevaban mucho tiempo luchando, Judas suplicó al Señor que se mostrase su aliado y su guía en el combate.

37 Entonó entonces en su lengua patria el grito de guerra y algunos himnos, irrumpió de improviso sobre las tropas de Gorgias y las derrotó.

38 Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad de Odolam. Al llegar el día séptimo, se purificaron según la costumbre y celebraron allí el sábado.

39 Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya necesario), para recoger los cadáveres de los que habían caído y depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres.

40 Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los muertos objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a los judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido aquellos hombres.

41 Bendijeron, pues, todos las obras del Señor, juez justo, que manifiesta las cosas ocultas,

42 y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por el pecado de los que habían sucumbido.

43 Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000 dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección.

44 Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos;

45 mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso.

46 Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.







II Macabeos 13

1 El año 149, los hombres de Judas se enteraron de que Antíoco Eupátor marchaba sobre Judea con numerosas tropas,

2 y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los negocios, cada uno con un ejército griego de 110.000 infantes, 5.300 jinetes, veintidós elefantes y trescientos carros armados de hoces.

3 También Menelao se unió a ellos e incitaba muy taimadamente a Antíoco, no por salvar a su patria, sino con la idea de establecerse en el poder.

4 Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel malvado; Lisias demostró al rey que aquel hombre era el causante de todos los males, y Antíoco ordenó conducirle a Berea y darle allí muerte, según las costumbres del lugar.

5 Hay en aquel lugar una torre de cincuenta codos, llena de ceniza, provista de un dispositivo giratorio, en pendiente por todos los lados hacia la ceniza.

6 Al reo de robo sacríleg o al que ha perpetrado algún otro crimen horrendo, lo suben allí y lo precipitan para su perdición.

7 Y sucedió que con tal suplicio murió aquel inicuo Menelao que ni siquiera tuvo la suerte de encontrar la tierra que le recibiera.

8 Y muy justamente fue así, pues, después de haber cometido muchos pecados contra el altar, cuyo fuego y ceniza eran sagrados, en la ceniza encontró la muerte.

9 Marchaba, pues, el rey embargado de bárbaros sentimientos, dispuesto a mostrar a los judíos peores cosas que las sucedidas en tiempo de su padre.

10 Al saberlo Judas mandó a la tropa que invocara al Señor día y noche, para que también en esta ocasión, como en otras, viniera en ayuda de los que estaban a punto de ser privados de la Ley, de la patria y del Templo santo,

11 y no permitiera que aquel pueblo, que todavía hacía poco había recobrado el ánimo, cayera en manos de gentiles de mala fama.

12 Una vez que todos juntos cumplieron la orden y suplicaron al Señor misericordioso con lamentaciones y ayunos y postraciones durante tres días seguidos, Judas les animó y les mandó que estuvieran preparados.

13 Después de reunirse en privado con los Ancianos, decidió que, antes que el ejército del rey entrara en Judea y se hiciera dueño de la ciudad, salieran los suyos para resolver la situación con el auxilio de Dios.

14 Judas, dejando la decisión al Creador del mundo, animó a sus hombres a combatir heroicamente hasta la muerte por la causa de las leyes, el Templo, la ciudad, la patria y las instituciones; y acampó en las cercanías de Modín.

15 Dio a los suyos como consigna «Victoria de Dios» y atacó de noche con lo más escogido de los jóvenes la tienda del rey. Mató en el campamento a unos 2.000 hombres y los suyos hirieron al mayor de los elefantes junto con su conductor;

16 llenaron finalmente el campamento de terror y confusión, y se retiraron victoriosos

17 cuando el día despuntaba. Todo ello sucedió, gracias a la protección que el Señor había brindado a Judas.

18 El rey, que había probado ya la osadía de los judíos, intentó alcanzar las posiciones con estratagemas.

19 Se aproximó a Bet Sur, plaza fuerte de los judíos; pero fue rechazado, derrotado y vencido.

20 Judas hizo llegar a los de dentro lo que necesitaban.

21 Pero Rodoco, uno del ejército judío, revelaba los secretos a los enemigos; fue buscado, capturado y ejecutado.

22 El rey parlamentó por segunda vez con los de Bet Sur, dio y tomó la mano y luego se retiró. Atacó a las tropas de Judas, y fue vencido.

23 Supo entonces que Filipo, a quien había dejado en Antioquía al frente de los negocios, se había sublevado. Consternado, llamó a los judíos, se avino a sus deseos, y prestó juramento sobre todas las condiciones justas. Se reconcilió y ofreció un sacrificio, honró al santuario y se mostró generoso con el Lugar Santo.

24 Prestó buena acogida a Macabeo y dejó a Hegemónides como estratega desde Tolemaida hasta la región de los guerraínos.

25 Salió hacia Tolemaida; pero los habitantes de la ciudad estaban muy disgustados por este tratado: estaban en verdad indignados por los acuerdos, que ellos querían abolir.

26 Lisias entonces subió a la tribuna e hizo la mejor defensa que pudo; les convenció y calmó, y les dispuso a la benevolencia. Luego partió hacia Antioquía. Así sucedió con la expedición y la retirada del rey.







II Macabeos 14

1 Después de tres años de intervalo, los hombres de Judas supieron que Demetrio, hijo de Seleuco, había atracado en el puerto de Trípoli con un fuerte ejército y una flota,

2 y que se había apoderado de la región, después de haber dado muerte a Antíoco y a su tutor Lisias.

3 Un tal Alcimo, que antes había sido sumo sacerdote, pero que se había contaminado voluntariamente en tiempo de la rebelión, pensando que de ninguna forma había para él salvación ni acceso posible al altar sagrado,

4 fue al encuentro del rey Demetrio, hacia el año 151, y le ofreció una corona de oro, una palma, y además, los rituales ramos de olivo del Templo. Y por aquel día no hizo más.

5 Pero encontró una ocasión propicia para su demencia, al ser llamado por Demetrio a consejo y al ser preguntado sobre las disposiciones y designios de los judíos.

6 Respondió: «Los judíos llamados asideos, encabezados por Judas Macabeo, fomentan guerras y rebeliones, para no dejar que el reino viva en paz.

7 Por eso aunque despojado de mi dignidad ancestral, me refiero al sumo sacerdocio, he venido aquí

8 en primer lugar con verdadera preocupación por los intereses del rey, y en segundo lugar, con la mirada puesta en mis propios compatriotas, pues por la locura de los hombres que he mencionado, toda nuestra raza padece no pocos males.

9 Informado con detalle de todo esto, ¡oh rey!, mira por nuestro país y por nuestra nación por todas partes asediada, con esa accesible benevolencia que tienes para todos;

10 pues mientras Judas subsista, le es imposible al Estado alcanzar la paz.»

11 En cuanto él dijo esto, los demás amigos que sentían aversión hacia lo de Judas, se apresuraron a encender más el ánimo de Demetrio.

12 Designó inmediatamente a Nicanor, que había llegado a ser elefantarca, le nombró estratega de Judea y le envió

13 con órdenes de hacer morir a Judas, dispersar a todos sus hombres y restablecer a Alcimo como sumo sacerdote del más grande de los templos.

14 Los gentiles de Judea, fugitivos de Judas, se unieron en masa a Nicanor, imaginándose que las desgracias y reveses de los judíos serían sus propios éxitos.

15 Al tener noticia de la expedición de Nicanor y del asalto de los gentiles, esparcieron sobre sí polvo e imploraron a Aquél que por siempre había establecido a su pueblo y que siempre protegía a su propia heredad con sus manifestaciones.

16 Por orden de su jefe, salieron inmediatamente de allí y trabaron lucha con ellos junto al pueblo de Dessáu.

17 Simón, hermano de Judas, había entablado combate con Nicanor, pero, a causa de la repentina llegada de los enemigos, sufrió un ligero revés.

18 Pero con todo, Nicanor, al tener noticia de la bravura de los hombres de Judas y del valor con que combatían por su patria, temía resolver la situación por la sangre.

19 Por este motivo envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para concertar la paz.

20 Después de maduro examen de las condiciones, el jefe se las comunicó a las tropas y, ante el parecer unánime, aceptaron el tratado.

21 Fijaron la fecha en que se reunirían los jefes en privado. Se adelantó un vehículo de cada lado y prepararon asientos.

22 Judas dispuso en lugares estratégicos hombres armados, preparados para el caso de que se produjera alguna repentina traición de parte enemiga. Tuvieron la entrevista en buen acuerdo.

23 Nicanor pasó algún tiempo en Jerusalén sin hacer nada inoportuno y despidió a las turbas que, en masa, se le habían reunido.

24 Siempre tenía a Judas consigo; sentía una cordial inclinación hacia este hombre.

25 Le aconsejó que se casara y tuviera descendencia. Judas se casó, vivió con tranquilidad, y disfrutó de la vida.

26 Alcimo, al ver la recíproca comprensión, se hizo con una copia del acuerdo concluido y se fue donde Demetrio. Le decía que Nicanor tenía sentimientos contrarios a los intereses del Estado, pues había designado como sucesor suyo a Judas, el conspirador contra el reino.

27 Fuera de sí el rey, excitado por las calumnias de aquel maligno, escribió a Nicanor comunicándole que estaba disgustado con el acuerdo y ordenándole que inmediatamente mandara encadenado a Macabeo a Antioquía.

28 Cuando Nicanor recibió la comunicación, quedó consternado, pues le desagradaba mucho tener que anular lo convenido, sin que hubiera cometido aquel hombre injusticia alguna.

29 Pero, como no era posible oponerse al rey, aguardaba la oportunidad de ejecutar la orden con alguna estratagema.

30 Cuando Macabeo, por su parte, notó que Nicanor se portaba más secamente con él y que le trataba con más frialdad en sus habituales relaciones, pensó que tal sequedad no procedía de las mejores disposiciones. Reunió a muchos de los suyos y procuró ocultarse de Nicanor.

31 Este otro, al darse cuenta de que aquel hombre le había vencido con nobleza, se presentó en el más grande y santo Templo en el momento en que los sacerdotes ofrecían los sacrificios rituales y les exigió que le entregaran a aquel hombre.

32 Aseguraron ellos con juramento que no sabían dónde estaba el hombre que buscaba.

33 Entonces él extendiendo la diestra hacia el santuario, hizo este juramento: «Si no me entregáis encadenado a Judas, arrasaré este recinto sagrado de Dios, destruiré el altar, y aquí mismo levantaré un espléndido Templo a Dióniso.»

34 Y, dicho esto, se fue. Los sacerdotes con las manos tendidas al cielo, invocaban a Aquél que sin cesar había combatido en favor de nuestra nación, diciendo:

35 «Tú, Señor, que nada necesitas, te has complacido en que el santuario de tu morada se halle entre nosotros.

36 También ahora, Señor santo de toda santidad, preserva siempre limpia de profanación esta Casa recién purificada.»

37 Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado, llamado por su buen corazón «Padre de los judíos»,

38 pues, en los tiempos que precedieron a la sublevación, había sido acusado de Judaísmo, y por el Judaísmo había expuesto cuerpo y vida con gran constancia.

39 Queriendo Nicanor hacer patente la hostilidad que le embargaba hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestarlo,

40 pues le parecía que arrestándole causaba un gran perjuicio a los judíos.

41 Cuando las tropas estaban a punto de apoderarse de la torre, forzando la puerta del patio y con orden de prender fuego e incendiar las puertas, Razías, acosado por todas partes, se echó sobre la espada.

42 Prefirió noblemente la muerte antes que caer en manos criminales y soportar afrentas indignas de su nobleza.

43 Pero, como por la precipitación del combate no había acertado al herirse y las tropas irrumpían puertas adentro, subió valerosamente a lo alto del muro y se precipitó con bravura sobre las tropas;

44 pero al retroceder éstas rápidamente, dejando un hueco, vino él a caer en medio del espacio libre.

45 Con aliento todavía y enardecido su ánimo, se levantó derramando sangre a torrentes; a pesar de las graves heridas, atravesó corriendo por entre las tropas, y se puso sobre una roca escarpada.

46 Ya completamente exangüe, se arrancó las entrañas y tomándolas con ambas manos, las arrojó contra las tropas. Y después de invocar al Dueño de la vida y del espíritu que otra vez se dignara devolvérselas, llegó de este modo al tránsito.







II Macabeos 15

1 Supo Nicanor que los hombres de Judas se hallaban en la región de Samaría y decidió atacarlos sin riesgo en el día del descanso.

2 Los judíos, que le acompañaban a la fuerza, le dijeron: «No mates así de modo tan salvaje y bárbaro; respeta y honra más bien el día que con preferencia ha sido santificado por Aquél que todo lo ve.»

3 Aquel hombre tres veces malvado preguntó si en el cielo había un Soberano que hubiera prescrito celebrar el día del sábado.

4 Ellos le replicaron: «Es el mismo Señor que vive como Soberano en el cielo el que mandó observar el día séptimo.»

5 Entonces el otro dijo: «También yo soy soberano en la tierra: el que ordena tomar las armas y prestar servicio al rey.» Sin embargo no pudo realizar su malvado designio.

6 Nicanor, jactándose con altivez, deliberaba erigir un trofeo común con los despojos de los hombres de Judas.

7 Macabeo, por su parte, mantenía incesantemente su confianza, con la entera esperanza de recibir ayuda de parte del Señor,

8 y exhortaba a los que le acompañaban a no temer el ataque de los gentiles, teniendo presentes en la mente los auxilios que antes les habían venido del Cielo, y a esperar también entonces la victoria que les habría de venir de parte del Todopoderoso.

9 Les animaba citando la Ley y los Profetas, y les recordaba los combates que habían llevado a cabo; así les infundía mayor ardor.

10 Después de haber levantado sus ánimos, les puso además de manifiesto la perfidia de los gentiles y la violación de sus juramentos.

11 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les refirió además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a todos.

12 Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos.

13 Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía.

14 Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.»

15 Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras:

16 «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la que destrozarás a los enemigos.»

17 Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes, decidieron no resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que, en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la religión y el Templo.

18 En verdad que el cuidado por sus mujeres e hijos, por sus hermanos y parientes quedaba en segundo término; el primero y principal era por el Templo consagrado.

19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso.

20 Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba dispuesta en las alas.

21 Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los elefantes, extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la victoria a los que la merecen.

22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano, enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca de 185.000 hombres del ejército de Senaquerib;

23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto.

24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.

25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y cantos de guerra,

26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre invocaciones y plegarias.

27 Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón, abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la manifestación de Dios.

28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a Nicanor caído, con su armadura.

29 Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria.

30 Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.

31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.

32 Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso;

33 y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la paga de su insensatez.

34 Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha conservado puro su Lugar Santo.»

35 La cabeza de Nicanor fue colgada de la Ciudadela, como señal manifiesta y visible para todos del auxilio del Señor.

36 Decretaron todos por público edicto no dejar pasar aquel día sin solemnizarlo, y celebrarlo el día trece del duodécino mes, llamado Adar en arameo, la víspera del Día de Mardoqueo.

37 Así pasaron los acontecimientos relacionados con Nicanor. Como desde aquella época la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también terminaré aquí mismo mi relato.

38 Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible.

39 Como el beber vino solo o sola agua es dañoso, y en cambio, el vino mezclado con agua es agradable y de un gusto delicioso, igualmente la disposición grata del relato encanta los oídos de los que dan en leer la obra. Y aquí pongamos fin.