Libros Históricos


JOSUÉ

Josué 1

1 Sucedió después de la muerte de Moisés, siervo de Yahveh, que habló Yahveh a Josué, hijo de Nun, y ayudante de Moisés, y le dijo:

2 «Moisés, mi siervo, ha muerto; arriba, pues; pasa ese Jordán, tú con todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy (a los israelitas).

3 Os doy todo lugar que sea hollado por la planta de vuestros pies, según declaré a Moisés.

4 Desde el desierto y el Líbano hasta el Río grande, el Eufrates, (toda la tierra de los hititas) y hasta el mar Grande de poniente, será vuestro territorio.

5 Nadie podrá mantenerse delante de ti en todos los días de tu vida: lo mismo que estuve con Moisés estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré.

6 «Sé valiente y firme, porque tú vas a dar a este pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres.

7 Sé, pues, valiente y muy firme, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito dondequiera que vayas.

8 No se aparte el libro de esta Ley de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas.

9 ¿No te he mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque Yahveh tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.»

10 Josué, pues, dio a los escribas del pueblo la orden siguiente:

11 «Pasad por medio del campamento y dad esta orden al pueblo: Haced provisiones, porque dentro de tres días pasaréis ese Jordán, para entrar a poseer la tierra que Yahveh vuestro Dios os da en posesión.»

12 A los rubenitas, a los gaditas y a la medio tribu de Manasés les habló así:

13 «Recordad la orden que os dio Moisés, siervo de Yahveh: Yahveh vuestro Dios os ha concedido descanso, dándoos esta tierra.

14 Vuestras mujeres, vuestros pequeños y vuestros rebaños se quedarán en la tierra que os ha dado Moisés al otro lado del Jordán. Pero vosotros, todos los guerreros esforzados, pasaréis en orden de batalla al frente de vuestros hermanos y les ayudaréis

15 hasta que Yahveh conceda descanso a vuestros hermanos igual que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que Yahveh vuestro Dios les da. Entonces volveréis al país que os pertenece, el que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al lado oriental del Jordán.»

16 Ellos respondieron a Josué: «Todo lo que nos has mandado, lo haremos; dondequiera que nos envíes, iremos.

17 Lo mismo que obedecimos en todo a Moisés, te obedeceremos a ti. Basta con que Yahveh tu Dios esté contigo como estuvo con Moisés.

18 A todo el que sea rebelde a tu voz y no obedezca tus órdenes, en cualquier cosa que le mandes, se le hará morir. Tú, sé valiente y firme.»

Josué 2

1 Josué, hijo de Nun, envió secretamente desde Sittim dos espías con esta orden: «Id y explorad el país y Jericó.» Fueron y entraron en casa de una prostituta, llamada Rajab, y durmieron allí.

2 Se le dijo al rey de Jericó: «Mira que unos hombres israelitas han entrado aquí por la noche para explorar el país.»

3 Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab: «Haz salir a los hombres que han entrado donde ti - que han entrado a tu casa - porque han venido para explorar todo el país.»

4 Pero la mujer tomó a los dos hombres y los escondió. Luego respondió: «Es verdad que esos hombres han venido a mi casa, pero yo no sabía de dónde eran.

5 Cuando se iba a cerrar la puerta por la noche, esos hombres salieron y no sé adónde han ido. Perseguidles aprisa, que los alcanzaréis.»

6 Pero ella los había hecho subir al terrado y los había escondido entre unos haces de lino que tenía amontonados en el terrado.

7 Salieron algunos hombres en su persecución camino del Jordán, hacia los vados, y se cerró la puerta en cuanto los perseguidores salieron tras ellos.

8 Todavía ellos no se habían acostado cuando Rajab subió al terrado, donde ellos

9 y les dijo: «Ya sé que Yahveh os ha dado la tierra, que nos habéis aterrorizado y que todos los habitantes de esta región han temblado ante vosotros:

10 porque nos hemos enterado de cómo Yahveh secó las aguas del mar de Suf delante de vosotros a vuestra salida de Egipto, y lo que habéis hecho con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, Sijón y Og, a quienes consagrasteis al anatema.

11 Al oírlo, ha desfallecido nuestro corazón y no se encuentra ya nadie con aliento en vuestra presencia, porque Yahveh vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.

12 Juradme, pues, ahora por Yahveh, ya que os he tratado con bondad, que vosotros también trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una señal segura;

13 que respetaréis la vida de mi padre y de mi madre, de mis hermanos y hermanas, y de todos los suyos, y que libraréis nuestras vidas de la muerte.»

14 Los hombres le respondieron: «Muramos nosotros en vez de vosotros, con tal de que no divulguéis nuestro asunto. Cuando Yahveh no haya entregado la tierra, te trataremos a ti con bondad y lealtad.»

15 Ella los descolgó con una cuerda por la ventana, pues su casa estaba en la pared de la muralla y vivía en la misma muralla.

16 Les dijo: «Id hacia la montaña, para que no os encuentren los que os persiguen. Estad escondidos allí tres días hasta que vuelvan los perseguidores: después podéis seguir vuestro camino.»

17 Los hombres le respondieron: «Nosotros quedaremos libres de ese juramento que nos has exigido.

18 Cuando estemos entrando en el país, atarás este cordón de hilo escarlata a la ventana por la que nos has descolgado, y reunirás junto a ti en casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.

19 Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, caiga su sangre sobre su cabeza. Nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo en casa, caiga sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre ellos.

20 Mas si divulgas nuestro asunto, quedaremos libres del juramento que nos has exigido.»

21 Ella respondió: «Sea según vuestras palabras.» Y los hizo marchar; ellos se fueron, y ella ató el cordón escarlata a la ventana.

22 Marcharon ellos y se metieron en el monte. Se quedaron allí tres días, hasta que regresaron los perseguidores. Estos los habían buscado por todo el camino, pero no los encontraron.

23 Entonces los dos hombres volvieron a bajar del monte, pasaron el río y fueron donde Josué, hijo de Nun, a quien contaron todo lo que les había ocurrido.

24 Dijeron a Josué: «Cierto que Yahveh ha puesto en nuestras manos todo el país; todos los habitantes del país tiemblan ya ante nosotros.»

Josué 3

1 Josué se levantó de mañana, partieron de Sittim y llegaron hasta el Jordán, él y todos los israelitas. Allí pernoctaron antes de pasar.

2 Al cabo de tres días, los escribas pasaron por medio del campamento

3 y dieron al pueblo esta orden: «Cuando veáis el arca de la alianza de Yahveh vuestro Dios y a los sacerdotes levitas que la llevan, partiréis del sitio donde estáis e iréis tras ella,

4 para que sepáis qué camino habéis de seguir, pues no habéis pasado nunca hasta ahora por este camino. Pero que haya entre vosotros y el arca una distancia de unos 2.000 codos: no os acerquéis.»

5 Josué dijo al pueblo: «Purificaos, porque mañana Yahveh va a obrar maravillas en medio de vosotros.»

6 Y dijo Josué a los sacerdotes: «Tomad el arca de la alianza y pasad al frente del pueblo.» Ellos tomaron el arca de la alianza y partieron al frente del pueblo.

7 Yahveh dijo a Josué: «Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que, lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo.

8 Tú darás esta orden a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza: "En cuanto lleguéis a la orilla del agua del Jordán, os pararéis en el Jordán."»

9 Josué dijo a los Israelitas: «Acercaos y escuchad las palabras de Yahveh vuestro Dios.»

10 Y dijo Josué: «En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que arrojará ciertamente de delante de vosotros al cananeo, al hitita, al jivita, al perizita, al guirgasita, al amorreo y al jebuseo.

11 He aquí que el arca de Yahveh, Señor de toda la tierra, va a pasar el Jordán delante de vosotros.

12 Escoged, pues, doce hombres de las tribus de Israel, un hombre por cada tribu.

13 En cuanto las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Yahveh, Señor de toda la tierra, pisen las aguas del Jordán, las aguas del Jordán las que vienen de arriba, quedarán cortadas y se pararán formando un solo bloque.»

14 Cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca de la alianza a la cabeza del pueblo.

15 Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas, y el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega,

16 las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia, en Adam, la ciudad que está al lado de Sartán, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, se separaron por completo, y el pueblo pasó frente a Jericó.

17 Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de Yahveh se estuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco, hasta que toda la gente acabó de pasar el Jordán.

Josué 4

1 Cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, Yahveh habló a Josué y le dijo:

2 «Escoged doce hombres del pueblo, un hombre por cada tribu,

3 y dadles esta orden: "Sacad de aquí, del medio del Jordán, doce piedras, que pasaréis con vosotros y depositaréis en el lugar donde paséis la noche."»

4 Llamó Josué a los doce hombres que había elegido entre los israelitas, uno por cada tribu,

5 y les dijo: «Pasad delante del arca de Yahveh vuestro Dios, hasta el medio del Jordán, y cada uno de vosotros cargue sobre sus hombros una piedra, según el número de las tribus israelitas,

6 para que sea esto una señal en medio de vosotros; cuando el día de mañana vuestros hijos os pregunten: "¿Qué significan para vosotros estas piedras?",

7 les diréis: "Es que las aguas del Jordán se separaron delante del arca de la alianza de Yahveh; cuando atravesó el Jordán, las aguas del Jordán se separaron. Estas piedras serán para los israelitas memorial para siempre."

8 Así lo hicieron los israelitas, según las órdenes de Josué: sacaron doce piedras del medio del Jordán, según el número de las tribus israelitas, como había mandado Yahveh a Josué, las llevaron al lugar donde iban a pasar la noche y las depositaron allí.

9 Y Josué levantó doce piedras en medio del Jordán, donde habían pisado los pies de los sacerdotes portadores del arca de la alianza, y allí están todavía hoy.

10 Los sacerdotes portadores del arca estaban parados en medio del Jordán hasta que se cumpliera todo lo que Yahveh había mandado a Josué que dijera al pueblo (según todo lo que Moisés había ordenado a Josué); y el pueblo se apresuró a pasar.

11 En cuanto terminó de pasar todo el pueblo, pasó el arca de Yahveh, yendo los sacerdotes a la cabeza del pueblo.

12 Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla al frente de los israelitas, como les había dicho Moisés.

13 Pasaron unos 40.000 guerreros armados, dispuestos al combate, delante de Yahveh, hacia la llanura de Jericó.

14 Aquel día Yahveh engrandeció a Josué delante de todo Israel; y le respetaron a él como habían respetado a Moisés durante toda su vida.

15 Yahveh dijo a Josué:

16 «Manda a los sacerdotes que llevan el arca del Testimonio que salgan del Jordán.»

17 Josué mandó a los sacerdotes: «Salid del Jordán.»

18 Cuando los sacerdotes portadores del arca de la alianza de Yahveh salieron del Jordán, apenas las plantas de sus pies tocaron la orilla, las aguas del Jordán volvieron a su cauce y empezaron a correr como antes, por todas sus riberas.

19 El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero y acamparon en Guilgal al oriente de Jericó.

20 Las doce piedras que habían sacado del Jordán las erigió Josué en Guilgal.

21 Y dijo a los israelitas: «Cuando el día de mañana vuestros hijos pregunten a sus padres: "¿Qué significan estas piedras?"

22 se lo explicaréis a vuestros hijos diciendo: "A pie enjuto pasó Israel ese Jordán,

23 porque Yahveh vuestro Dios secó delante de vosotros las aguas del Jordán hasta que pasarais, lo mismo que había hecho Yahveh vuestro Dios con el mar de Suf, que secó delante de nosotros hasta que pasamos,

24 para que todos los pueblos de la tierra reconozcan lo fuerte que es la mano de Yahveh, y para que teman siempre a Yahveh vuestro Dios."»

Josué 5

1 Cuando oyeron todos los reyes de los amorreos que habitaban al otro lado del Jordán, al poniente, y todos los reyes de los cananeos que vivían hacia el mar, que Yahveh había secado las aguas del Jordán ante los israelitas hasta que pasaron, desfalleció su corazón y les faltó el aliento ante la presencia de los israelitas.

2 En aquel tiempo dijo Yahveh a Josué: «Hazte cuchillos de pedernal y vuelve a circuncidar (por segunda vez) a los israelitas.»

3 Josué se hizo cuchillos de pedernal y circuncidó a los israelitas en el Collado de los Prepucios.

4 Por este motivo hizo Josué esta circuncisión: toda la población masculina salida de Egipto, los útiles para la guerra, había muerto en el desierto, por el camino, después de la salida de Egipto.

5 Estaba circuncidada toda la población que había salido, pero el pueblo nacido en el desierto, de camino, después de la salida de Egipto, no había sido circuncidado.

6 Porque durante cuarenta años anduvieron los israelitas por el desierto, hasta que pereció toda la nación, los hombres salidos de Egipto útiles para la guerra. No obedecieron a la voz de Yahveh y Yahveh les juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido a sus padres que nos daría, tierra que mana leche y miel.

7 En su lugar puso a sus hijos y éstos son los que Josué circuncidó, porque eran incircuncisos, ya que no los habían circuncidado por el camino.

8 Cuando acabó de circuncidarse toda la gente, se quedaron donde estaban en el campamento hasta que se curaron.

9 Y dijo Yahveh a Josué: «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto.» Por eso se llamó aquel lugar Guilgal, hasta el día de hoy.

10 Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua el día catorce del mes, a la tarde, en los llanos de Jericó.

11 Al día siguiente de la Pascua comieron ya de los productos del país: panes ázimos y espigas tostadas, ese mismo día.

12 Y el maná cesó desde el día siguiente, en que empezaron a comer los productos del país. Los israelitas no tuvieron en adelante maná, y se alimentaron ya aquel año de los productos de la tierra de Canaán.

13 Sucedió que estando Josué cerca de Jericó, levantó los ojos y vio a un hombre plantado frente a él con una espada desnuda en la mano. Josué se adelantó hacia él y le dijo: «¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?»

14 Respondió: «No, sino que soy el jefe del ejército de Yahveh. He venido ahora.» Cayó Josué rostro en tierra, le adoró y dijo: «¿Qué dice mi Señor a su siervo?»

15 El jefe del ejército de Yahveh respondió a Josué: «Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es sagrado.» Así lo hizo Josué.

Josué 6

1 Jericó estaba cerrada a cal y canto por mielo a los israelitas: nadie salía ni entraba.

2 Yahveh dijo a Josué: «Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a sus rey. Vosotros, valientes guerreros,

3 todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad, (dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días.

4 Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas).

5 Cuando el cuerno de carnero suene (cuando oigáis la voz de la trompeta), todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto cada uno por frente a sí.»

6 Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les dijo: «Tomad el arca de la alianza y que siete sacerdotes lleven las trompetas de cuerno de carnero delante del arca de Yahveh.»

7 Al pueblo le dijo: «Pasad y dad la vuelta a la ciudad y que la vanguardia pase delante del arca de Yahveh.»

8 (Se hizo según la orden dada por Josué al pueblo). Siete sacerdotes llevando las siete trompetas de cuerno de carnero delante de Yahveh pasaron y tocaron las trompetas; el arca de la alianza de Yahveh iba tras ellos;

9 la vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas y la retaguardia marchaba detrás del arca. Según iban caminando, tocaban las trompetas.

10 Josué había dado esta orden al pueblo: «No gritéis, ni dejéis oír vuestras voces (que no salga ni una palabra de vuestra boca) hasta el día en que yo os diga: "Gritad." Entonces gritaréis.»

11 Hizo que el arca de Yahveh diera la vuelta a la ciudad (rodeándola una vez); luego volvieron al campamento, donde pasaron la noche.

12 Josué se levantó de mañana y los sacerdotes tomaron el arca de Yahveh.

13 Siete sacerdotes, llevando las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca de Yahveh, iban caminando y tocando las trompetas según caminaban. La vanguardia iba delante de ellos y la retaguardia detrás del arca de Yahveh, desfilando al son de las trompetas.

14 Dieron (el segundo día) una vuelta a la ciudad y volvieron al campamento. Se hizo lo mismo los seis días.

15 El séptimo día, se levantaron con el alba y dieron la vuelta a la ciudad (según el mismo rito) siete veces. (Sólo aquel día dieron la vuelta a la ciudad siete veces.)

16 La séptima vez, los sacerdotes tocaron la trompeta y Josué dijo al pueblo: «¡Lanzad el grito de guerra, porque Yahveh os ha entregado la ciudad!»

17 «La ciudad será consagrada como anatema a Yahveh con todo lo que haya en ella; únicamente, Rajab, la prostituta, quedará con vida, así como todos los que están con ella en su casa, por haber ocultado a los emisarios que enviamos.

18 Pero vosotros guardaos del anatema, no vayáis a quedaros, llevados de la codicia, con algo de lo que es anatema, porque convertiríais en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia.

19 Toda la plata y todo el oro, todos los objetos de bronce y de hierro, están consagrados a Yahveh: ingresarán en su tesoro.»

20 El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella.

21 Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada.

22 Josué dijo a los dos hombres que habían explorado el país: «Entrad en la casa de la prostituta y haced salir de ella a esa mujer con todos los suyos, como se lo habéis jurado.»

23 Los jóvenes espías fueron e hicieron salir a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y a todos los suyos. También hicieron salir a todos los de su familia y los pusieron a salvo, fuera del campamento de Israel.

24 Prendieron fuego a la ciudad con todo lo que contenía. Sólo la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro los depositaron el tesoro de la casa de Yahveh.

25 Pero a Rajab, la prostituta, así como a la casa de su padre y a todos los suyos, Josué los conservó con vida. Ella se quedó en Israel hasta el día de hoy, por haber escondido a los emisarios que Josué había enviado a explorar Jericó.

26 En aquel tiempo Josué pronunció este juramento: ¡Maldito sea delante de Yahveh el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad (de Jericó)! ¡Sobre su primogénito echará su cimiento y sobre su pequeño colocará las puertas!

27 Y Yahveh estuvo con Josué, cuya fama se extendió por toda la tierra.

Josué 7

1 Pero los israelitas cometieron un delito en lo del anatema. Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahveh se encendió contra los israelitas.

2 Josué envió de Jericó a Ay, que está (junto a Bet Avén) al oriente de Betel, unos hombres, diciéndoles: «Subid a explorar el país.» Los hombres subieron y exploraron Ay.

3 Volvieron donde Josué y le dijeron: «Que no suba toda la gente; para atacar a Ay basta con que suban dos o 3.000 hombres. No molestes a toda la gente haciéndoles subir hasta allí, porque ellos son pocos.»

4 Subieron a Ay unos 3.000 hombres del pueblo, pero tuvieron que huir ante los hombres de Ay.

5 Los hombres de Ay les mataron como unos 36 hombres y los persiguieron más allá de la puerta hasta Sebarim, batiéndolos en la bajada. Entonces desfalleció el corazón del pueblo y se derritió como agua.

6 Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra delante del arca de Yahveh hasta la tarde, junto con los ancianos de Israel, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.

7 Dijo Josué: «¡Ah, Señor Yahveh! ¿Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado en establecernos al otro lado del Jordán!

8 ¡Perdón, Señor! ¿Qué puedo decir ahora que Israel ha vuelto la espalda a sus enemigos?

9 Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: se aliarán contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Que harás tú entonces por tu gran nombre?»

10 Yahveh respondió a Josué: «¡Arriba! ¡Vamos! ¿Por qué te estás así rostro en tierra?

11 Israel ha pecado, también ha violado la alianza que yo le había impuesto. Y hasta se han quedado con algo del anatema, y lo han robado, y lo han escondido y lo han puesto entre sus utensilios.

12 Los israelitas no podrán sostenerse ante sus enemigos; volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no estaré ya con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros.

13 Levántate, purifica al pueblo y diles: Purificaos para mañana, porque así dice Yahveh, el Dios de Israel: El anatema está dentro de ti, Israel; no podrás mantenerte delante de tus enemigos hasta que extirpéis el anatema de entre vosotros.

14 Os presentaréis, pues, mañana por la mañana, por tribus: la tribu que Yahveh designe por la suerte se presentará por clanes, el clan que Yahveh designe se presentará por familias, y la familia que Yahveh designe se presentará hombre por hombre.

15 El designado por la suerte en lo del anatema será entregado al fuego con todo lo que le pertenece, por haber violado la alianza de Yahveh y cometido una infamia en Israel.»

16 Josué se levantó de mañana; mandó que se acercara Israel por tribus, y fue designada por la suerte la tribu de Judá.

17 Mandó que se acercaran los clanes de Judá, y fue designado por la suerte el clan de Zéraj. Mandó que se acercara el clan de Zéraj por familias, y fue designado por la suerte Zabdí.

18 Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por hombre, y fue designado por la suerte Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá.

19 Dijo entonces Josué a Akán: «Hijo mío, da gloria a Yahveh, Dios de Israel y tribútale alabanza; declárame lo que has hecho, no me lo ocultes».

20 Akán respondió a Josué: «En verdad, yo soy el que ha pecado contra Yahveh, Dios de Israel; esto y esto es lo que he hecho:

21 Vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me gustaron y me los guardé. Están escondidos en la tierra en medio de mi tienda, y la plata debajo.»

22 Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y en efecto el manto estaba escondido en la tienda y la plata debajo.

23 Lo sacaron de la tienda y se lo llevaron a Josué y a todos los israelitas delante de Yahveh.

24 Entonces Josué tomó a Akán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Akor. Todo Israel le acompañaba.

25 Josué dijo: «¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahveh te haga desgraciado en este día.» Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en la hoguera y los apedrearon).

26 Levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy. Así Yahveh se calmó del furor de su cólera. Por eso se llama aquel lugar Valle de Akor hasta el día de hoy.

Josué 8

1 Yahveh dijo entonces a Josué: «¡No tengas miedo ni te asustes! Toma contigo a toda la gente de guerra; levántate y sube contra Ay. Mira que entrego en tus manos al rey de Ay, a su pueblo, su ciudad y su territorio.

2 Harás con Ay y con su rey lo que has hecho con Jericó y con su rey. Pero como botín sólo tomaréis los despojos y el ganado. Pon una emboscada a espaldas de la ciudad.»

3 Josué se levantó con toda la gente de guerra para marchar sobre Ay. Escogió Josué 30.000 guerreros valientes y les hizo salir de noche,

4 dándoles esta orden: «Mirad, vosotros vais a estar emboscados a espaldas de la ciudad, pero no os alejéis mucho de ella, y estad todos alerta.

5 Yo y toda la gente que me acompaña nos acercaremos a la ciudad y, cuando la gente de Ay salga a nuestro encuentro como la primera vez, huiremos ante ellos.

6 Saldrán tras de nosotros hasta que los alejemos de la ciudad, porque se dirán: "Huyen delante de nosotros como la primera vez.

7 Entonces vosotros saldréis de la emboscada y os apoderaréis de la ciudad; Yahveh, vuestro Dios, la pondrá en vuestras manos.

8 En cuanto toméis la ciudad la incendiaréis. Lo haréis según la orden de Yahveh. Mirad que os lo mando yo.»

9 Los envió Josué y fueron al lugar de la emboscada, y se apostaron entre Betel y Ay, al occidente de Ay; Josué pasó aquella noche en medio de la gente.

10 Se levantó de mañana Josué, revistó la tropa y subió contra Ay, con los ancianos de Israel al frente de la tropa.

11 Toda la gente de guerra que estaba con él subió y se acercó hasta llegar ante la ciudad. Acamparon al norte de Ay. El valle quedaba entre ellos y la ciudad.

12 Tomó unos 5.000 hombres y tendió con ellos una emboscada entre Betel y Ay, al oeste de la ciudad.

13 Pero la tropa formó el grueso del campamento que estaba al norte de la ciudad, quedando emboscada al oeste de la ciudad. Josué pasó aquella noche en medio del valle.

14 En cuanto vio esto el rey de Ay, se dieron prisa, se levantaron temprano y salieron él y toda su gente a presentar batalla a Israel en la bajada, frente a la Arabá, sin saber que tenía una emboscada a espaldas de la ciudad.

15 Josué y todo Israel se hicieron los derrotados por ellos y huyeron camino del desierto.

16 Toda la gente que estaba en la ciudad se puso a dar grandes alaridos saliendo tras ellos y al perseguir a Josué, se alejaron de la ciudad.

17 No quedó un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en persecución de Israel. Y dejaron la ciudad abierta por perseguir a Israel.

18 Yahveh dijo entonces a Josué: «Tiende hacia Ay el dardo que tienes en tu mano porque en tu mano te la entrego.» Josué tendió el dardo que tenía en la mano hacia la ciudad.

19 Tan pronto como extendió la mano, los emboscados surgieron rápidamente de su puesto, corrieron y entraron en la ciudad, se apoderaron de ella y a toda prisa la incendiaron.

20 Cuando los hombres de Ay volvieron la vista atrás y vieron la humareda que subía de la ciudad hacia el cielo, no tuvieron fuerza para huir por un lado o por otro. El pueblo que iba huyendo hacia el desierto se volvió contra los perseguidores.

21 Viendo Josué y todo Israel que los emboscados habían tomado la ciudad y que subía de ella una humareda, se volvieron y batieron a los hombres de Ay.

22 Los otros salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los hombres de Ay se encontraron en medio de los israelitas, unos por un lado y otros por otro. Estos los derrotaron hasta que no quedó superviviente ni fugitivo.

23 Pero al rey de Ay lo prendieron vivo y lo condujeron ante Josué.

24 Cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Ay en el campo y en el desierto, hasta donde habían salido en su persecución, y todos ellos cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, todo Israel volvió a Ay y pasó a su población a filo de espada.

25 El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue 12.000, todos los habitantes de Ay.

26 Josué no retiró la mano que tenía extendida con el dardo hasta que consagró al anatema a todos los habitantes de Ay.

27 Israel se repartió solamente el ganado y los despojos de dicha ciudad, según la orden que Yahveh había dado a Josué.

28 Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en desolación hasta el día de hoy.

29 Al rey de Ay lo colgó de un árbol hasta la tarde; y a la puesta del sol ordenó Josué que bajaran el cadáver del árbol. Lo echaron luego a la entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía hoy.

30 Entonces Josué construyó un altar a Yahveh, Dios de Israel, en el monte Ebal,

31 como había mandado Moisés, siervo de Yahveh, a los israelitas, según está escrito en el libro de la Ley de Moisés: un altar de piedras sin labrar, a las que no haya tocado el hierro. Ofrecieron sobre él holocaustos a Yahveh e inmolaron sacrificios de comunión.

32 Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la Ley que Moisés había escrito delante de los israelitas.

33 Y todo Israel, sus ancianos, sus escribas y sus jueces, de pie a los lados del arca, delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca de la alianza de Yahveh, todos, tanto forasteros como ciudadanos, se colocaron la mitad en la falda del monte Garizim y la otra mitad en la falda del monte Ebal, según la orden de Moisés, siervo de Yahveh, para bendecir por primera vez al pueblo de Israel.

34 Luego, Josué leyó todas las palabras de la Ley - la bendición y la maldición - a tenor de cuanto está escrito en el libro de la Ley.

35 No hubo ni una palabra de cuanto Moisés había mandado que no la leyera Josué en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los forasteros que vivían en medio de ellos.

Josué 9

1 En cuanto se enteraron todos los reyes que estaban de este lado del Jordán, en la Montaña, en la Tierra Baja, a lo largo de la costa del mar Grande hasta la región del Líbano, hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos,

2 se aliaron para combatir como un solo hombre contra Josué e Israel.

3 Pero los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho Josué con Jericó y Ay,

4 y recurrieron también ellos a la astucia. Fueron y se proveyeron de víveres, tomaron alforjas viejas para sus asnos y odres de vino viejos, rotos y recosidos;

5 sandalias viejas y remendadas en sus pies y vestidos viejos. Todo el pan que llevaban para su alimento era seco y desmigado.

6 Fueron donde Josué, al campamento de Guilgal, y le dijeron a él y a los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano: haced, pues, alianza con nosotros.

7 Los hombres de Israel respondieron a aquellos jivitas: «Acaso habitáis en medio de nosotros y entonces no podemos hacer alianza con vosotros.»

8 Respondieron a Josué: «Somos tus siervos.» Josué les dijo: «¿Quiénes sois vosotros y de dónde venís?»

9 Le respondieron: «De muy lejana tierra vienen tus siervos, por la fama de Yahveh tu Dios, pues hemos oído hablar de él, de todo lo que ha hecho en Egipto

10 y de todo lo que ha hecho con los dos reyes amorreos del otro lado del Jordán, Sijón, rey de Jesbón y Og, rey de Basán, que vivía en Astarot.

11 Y nos han dicho nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestra tierra: «Tomad en vuestras manos provisiones para el viaje, id a su encuentro y decidles: "Siervos vuestros somos: haced, pues, alianza con nosotros."

12 Este nuestro pan estaba caliente cuando hicimos provisión de él en nuestras casas para el viaje, el día en que partimos para venir a vuestro encuentro: miradlo ahora duro y desmigado.

13 Estos odres de vino, que eran nuevos cuando los llenamos, se han roto; nuestras sandalias y nuestros vestidos están gastados por lo largo del camino.»

14 Los hombres hicieron aprecio de sus provisiones sin consultar el oráculo de Yahveh.

15 Josué hizo las paces con ellos, hizo con ellos pacto de conservarles la vida, y los principales de la comunidad se lo juraron.

16 Sucedió que, al cabo de tres días de cerrado este pacto, supieron que vivían cerca y habitaban en medio de Israel.

17 Los israelitas partieron del campamento y llegaron al tercer día a sus ciudades, que eran Gabaón, Kefirá, Beerot y Quiryat Yearim.

18 Los israelitas no los mataron porque los principales de la comunidad se lo habían jurado por Yahveh Dios de Israel. Pero toda la comunidad murmuró de los principales.

19 Todos los principales declararon a la comunidad reunida: «Nosotros lo hemos jurado por Yahveh Dios de Israel; no podemos, pues, tocarlos.

20 Lo que hemos de hacer con ellos es: Déjalos con vida para que no venga sobre nosotros la Cólera por el juramento que hemos hecho.»

21 Les dijeron también los principales: «Que vivan, pero que sean leñadores y aguadores de toda la comunidad.» Así les dijeron los principales.

22 Josué los llamó y les dijo: «¿Por qué nos habéis engañado diciendo: «Vivimos muy lejos de vosotros», siendo así que habitáis en medio de nosotros?

23 Sois, pues, unos malditos y nunca dejaréis de servir como leñadores y aguadores de la casa de mi Dios.»

24 Le respondieron a Josué: «Es que tus siervos estaban bien enterados de la orden que había dado Yahveh tu Dios a Moisés su siervo, de entregaros todo este país y exterminar delante de vosotros a todos sus habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas a vuestra llegada y por eso hemos hecho esto.

25 Ahora, aquí estamos en tus manos: haz con nosotros lo que te parezca bueno y justo.»

26 Así hizo con ellos, los salvó de la mano de los israelitas, que no los mataron.

27 Aquel día los puso Josué como leñadores y aguadores de la comunidad y del altar de Yahveh hasta el día de hoy, en lugar que Yahveh había de elegir.

Josué 10

1 Sucedió, pues, que Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ay y la había consagrado al anatema, haciendo con Ay y su rey como había hecho con Jericó y su rey, y de que los habitantes de Gabaón habían hecho las paces con Israel y que estaban en medio de Israel.

2 Se atemorizó mucho con ello, porque Gabaón era una ciudad grande, como una ciudad real, mayor que Ay, y todos sus hombres eran valientes.

3 Entonces Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, mandó a decir a Hohán, rey de Hebrón, a Piram, rey de Yarmut, a Yafia, rey de Lakís, y a Debir, rey de Eglón:

4 «Venid en mi auxilio para que derrotemos a Gabaón, pues ha hecho las paces con Josué y con los israelitas.»

5 Se juntaron y subieron los cinco reyes amorreos: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de Eglón, con todas sus tropas; asediaron Gabaón y la atacaron.

6 Los gabaonitas mandaron a decir a Josué al campamento de Guilgal: No dejes solos a tus siervos; sube aprisa donde nosotros, sálvanos y socórrenos, porque se han aliado contra nosotros todos los reyes amorreos que habitan en la montaña.»

7 Josué subió de Guilgal con toda la gente de guerra y todos los guerreros valientes.

8 Y Yahveh dijo a Josué: «No les temas, porque los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir.»

9 Josué cayó sobre ellos de improviso, tras haber caminado toda la noche desde Guilgal.

10 Yahveh los puso en fuga delante de Israel y les causó una gran derrota en Gabaón: los persiguió por el camino de la subida de Bet Jorón, y los batió hasta Azecá (y hasta Maquedá).

11 Mientras huían ante Israel por la bajada de Bet Jorón, Yahveh lanzó del cielo sobre ellos hasta Azecá grandes piedras, y murieron. Y fueron más los que murieron por las piedras que los que mataron los israelitas a filo de espada.

12 Entonces habló Josué a Yahveh, el día que Yahveh entregó al amorreo en manos de los israelitas, a los ojos de Israel y dijo: «Deténte, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Ayyalón.»

13 Y el sol se detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿ No está esto escrito en el libre del Justo? El sol se paró en medio del cielo y no tuvo prisa en ponerse como un día entero.

14 No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahveh a la voz de un hombre. Es que Yahveh combatía por Israel.

15 Josué volvió con todo Israel al campamento de Guilgal.

16 Aquellos cinco reyes habían huido y se habían escondido en la cueva de Maquedá.

17 Se dio aviso a Josué: «Han sido descubiertos los cinco reyes, escondidos en la cueva de Maquedá.»

18 Josué respondió: «Rodad unas piedras grandes a la boca de la cueva y poned junto a ella hombres que la guarden.

19 Y vosotros no os quedéis quietos: perseguid a vuestros enemigos, cortadles la retirada, no les dejéis entrar en sus ciudades, porque Yahveh vuestro Dios los ha puesto en vuestras manos.»

20 Cuando Josué y los israelitas acabaron de causarles una grandísima derrota, hasta acabar con ellos, los supervivientes se les escaparon y se metieron en las plazas fuertes.

21 Todo el pueblo volvió sano y salvo al campamento, junto a Josué, a Maquedá, y no hubo nadie que ladrara contra los israelitas.

22 Dijo entonces Josué: «Abrid la boca de la cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes.»

23 Así lo hicieron: le sacaron de la cueva a los cinco reyes: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de Eglón.

24 En cuanto sacaron a los reyes, Josué llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los capitanes de tropa que le habían acompañado: «Acercaos y poned vuestros pies sobre la nuca de esos reyes.» Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las nucas.

25 «No tengáis miedo - les dijo Josué - ni os desaniméis; sed valientes y decididos, porque así hará Yahveh con todos los enemigos con quienes tenéis que combatir.»

26 Acto seguido, Josué los hirió, les dio muerte y los hizo colgar de cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta la tarde.

27 A la hora de la puesta del sol, a una orden de Josué, los descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en que se habían escondido, y echaron unas piedras grandes a la boca de la cueva: allí están todavía hoy.

28 El mismo día Josué tomó Maquedá y la pasó a filo de espada, a ella y a su rey: los consagró al anatema con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó escapar a nadie, e hizo con el rey de Maquedá como había hecho con el rey de Jericó.

29 Josué, con todo Israel, pasó de Maquedá a Libná y la atacó.

30 Y Yahveh la entregó también, con su rey, en manos de Israel, que la pasó a filo de espada con todos los seres vivientes que había en ella: no dejó en ella ni uno solo con vida. Hizo con su rey como había hecho con el rey de Jericó.

31 Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Lakís, la asedió y atacó.

32 Yahveh entregó Lakís en manos de Israel, que la tomó al segundo día, y la pasó a cuchillo con todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo que había hecho con Libná.

33 Entonces Horam, el rey de Guézer, subió en ayuda de Lakís, pero Josué le derrotó a él y a su pueblo, hasta no dejar ni un superviviente.

34 Josué, con todo Israel, pasó de Lakís a Eglón. La sitiaron y atacaron.

35 La tomaron aquel mismo día y la pasaron a cuchillo. Consagró al anatema aquel día a todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo que había hecho con Lakís.

36 Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón y a la atacaron.

37 La tomaron y la pasaron a cuchillo, con su rey, todas sus ciudades y todos los seres vivientes que había en ella. No dejó ni un superviviente, igual que había hecho con Eglón. La consagró al anatema, a ella y a todos los seres vivientes que había en ella.

38 Entonces Josué, con todo Israel, se volvió contra Debir y la atacó.

39 Se apoderó de ella, de su rey y de todas sus ciudades, las pasaron a filo de espada y consagraron al anatema a todos los seres vivientes que había en ella, sin dejar uno solo con vida. Como había hecho con Hebrón, así hizo con Debir y su rey, igual que había hecho con Libná y con su rey.

40 Batió, pues, Josué todo el país: la Montaña, el Négueb, la Tierra Baja y las laderas, con todos sus reyes, sin dejar ni un superviviente. Consagró a todos los seres vivientes al anatema, como Yahveh, el Dios de Israel, le había ordenado.

41 Josué los batió desde Cadés Barnea hasta Gaza, y toda la región de Gosen hasta Gabaón.

42 Se apoderó Josué de todos aquellos reyes y de sus territorios de una sola vez, porque Yahveh, el Dios de Israel, peleaba en favor de Israel.

43 Josué, con todo Israel, se volvió al campamento de Guilgal.

Josué 11

1 Cuando Yabín, rey de Jasor, se enteró, mandó aviso a Yobab, rey de Merom, al rey de Simrón, al rey de Aksaf,

2 y a los reyes de la parte norte de la montaña, del valle al sur de Kinerot, de la Tierra Baja y de las alturas del oeste de Dor.

3 El cananeo estaba al oriente y al occidente; el amorreo, el jivita, el perizita y el jebuseo en la montaña; el hitita en las faldas del Hermón, en el país de Mispá.

4 Partieron, pues, con todas sus tropas: una muchedumbre innumerable como la arena de la orilla del mar y con gran número de caballos y carros.

5 Se juntaron todos estos reyes, llegaron y acamparon juntos hacia las aguas de Merom para luchar contra Israel.

6 Yahveh dijo entonces a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana a esta misma hora los dejará a todos ellos atravesados ante Israel; tú desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros.»

7 Josué, con toda su gente de guerra, los alcanzó de improviso junto a las aguas de Merom y cayó sobre ellos.

8 Yahveh los entregó en manos de Israel, que los batió y persiguió por occidente hasta Sidón la Grande y hasta Misrefot y, por oriente, hasta el valle de Mispá. Los batió hasta que no quedó ni uno vivo.

9 Josué los trató como le había dicho Yahveh: desjarretó sus caballos y quemó sus carros.

10 Por entonces, Josué se volvió y tomó Jasor, y mató a su rey a espada. Jasor era antiguamente la capital de todos aquellos reinos.

11 Pasaron a cuchillo a todo ser viviente que había en ella, dando cumplimiento al anatema. No quedó alma viva y Jasor fue entregada a las llamas.

12 Josué se apoderó de todas las ciudades de aquellos reyes, y de todos sus reyes y los pasó a cuchillo para cumplir en ellos el anatema, según le había mandado Moisés, siervo de Yahveh.

13 Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades emplazadas sobre sus montículos de ruinas; con la única excepción de Jasor, que fue incendiada por Josué.

14 El botín de estas ciudades, incluso el ganado, se lo repartieron los israelitas. Pero pasaron a cuchillo a todo ser humano hasta acabar con todos. No dejaron ninguno con vida.

15 Tal como Yahveh había ordenado a su siervo Moisés, Moisés se lo había ordenado a Josué, Josué lo ejecutó: no dejó de pasar una sola palabra de lo que Yahveh había ordenado a Moisés.

16 Josué se apoderó de todo el país: de la montaña, de todo el Négueb y de todo el país de Gosen, de la Tierra Baja, de la Arabá, de la montaña de Israel y de sus estribaciones.

17 Desde el monte Pelado, que sube hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano, al pie del monte Hermon, apreso a todos sus reyes y los hirió de muerte.

18 Largo tiempo estuvo Josué haciendo la guerra a todos estos reyes;

19 no hubo ciudad que hiciera paz con los israelitas, excepto los jivitas que vivían en Gabaón: de todas se apoderaron por la fuerza.

20 Porque de Yahveh provenía el endurecer su corazón para combatir a Israel, para ser así consagradas al anatema sin remisión y para ser exterminadas, como había mandado Yahveh a Moisés.

21 Por entonces fue Josué y exterminó a los anaquitas de la Montaña, de Hebrón, de Debir, de Anab, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel: los consagró al anatema con sus ciudades.

22 No quedó un anaquita en el país de los israelitas; sólo quedaron en Gaza, Gad y Asdod.

23 Josué se apoderó de toda la tierra tal como Yahveh le había dicho a Moisés, y se la dio en herencia a Israel según las suertes de las tribus. Y el país vivió en paz tras la guerra.

Josué 12

1 Estos son los reyes del país vencidos por los israelitas y despojados de su territorio en Transjordania, al oriente, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón, con toda la Arabá oriental:

2 Sijón, rey de los amorreos, que residía en Jesbón, y dominaba desde Aroer, situada a la orilla del torrente Arnón, la cuenca del torrente y la mitad de Galaad hasta el torrente Yabboq, que sirve de frontera con los ammonitas,

3 y, al oriente, la Arabá hasta el mar de Kinerot por una parte y hasta el mar de la Arabá, o mar de la Sal, por otra, camino de Bet Hayesimot, hasta llegar por el sur al pie de las laderas del Pisgá.

4 Y Og, rey de Basán, un residuo de los Refaím, que residía en Astarot y en Edreí,

5 y dominaba en la montaña de Hermón y Salká, y todo el Basán hasta la frontera de los guesuritas y los maakatitas, y la mitad de Galaad hasta la frontera de Sijón, rey de Jesbón.

6 Moisés, siervo de Yahveh, y los israelitas los habían vencido, y Moisés, siervo de Yahveh, había dado el territorio en propiedad a los rubenitas, a los gaditas y a la medio tribu de Manasés.

7 Estos son los reyes del país, vencidos por Josué y los israelitas, del lado occidental del Jordán, desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Pelado, que se alza hacia Seír, y cuya tierra repartió Josué en herencia a las tribus de Israel según sus suertes:

8 en la montaña, en la Tierra Baja, en la Arabá, en las laderas, en le desierto, en el Négueb: hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos:

9 el rey de Jericó, uno; el rey de Ay, que está junto a Betel

10 el rey de Jerusalén, uno; el rey de Hebrón, uno;

11 el rey de Yarmut, uno; el rey de Lakís, uno;

12 el rey de Eglón, uno; el rey de Guézer, uno;

13 el rey de Debir, uno ; el rey de Guéder, uno;

14 el rey de Jormá, uno; el rey de Arad, uno;

15 el rey de Libná, uno; el rey de Adullam, uno;

16 el rey de Maquedá, uno; el rey de Betel, uno;

17 el rey de Tappuaj, uno; el rey de Jéfer, uno;

18 el rey de Afeq, uno; el rey de Sarón, uno;

19 el rey de Merom, uno; el rey de Jasor, uno;

20 el rey de Simron Merón, uno; el rey de Aksaf, uno;

21 el rey de Tanak, uno; el rey de Meguiddó, uno;

22 el rey de Quedés, uno; el rey de Yoqneam, en el Carmelo, uno;

23 el rey de Dor, en la región de Dor, uno; el rey de las naciones, en Galilea, uno;

24 el rey de Tirsá, uno; Total de reyes: 31

Josué 13

1 Josué era ya viejo y entrado en años. Yahveh le dijo: «Eres viejo y entrado en años, y queda todavía muchísima tierra por conquistar.

2 Esta es la tierra que queda: «Todos los distritos de los filisteos y todo lo de los guesuritas;

3 desde Sijor, que esta al lado de Egipto, hasta el límite de Ecron por el norte, es considerado como de los cananeos. Los cinco tiranos de los filisteos son el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón. Los avitas

4 están al sur. Todo el país de los cananeos, y Mearah, que es de los sidonios, hasta Afeqá y hasta la frontera de los amorreos;

5 luego el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia la salida del sol, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat.

6 «Yo arrojaré de la presencia de los israelitas a todos los habitantes de la montaña, desde el Líbano hasta Misrefot al occidente: a todos los sidonios. Tú solamente reparte por suertes la tierra como heredad entre los israelitas, según te he ordenado.

7 Reparte ya esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés: se la darás desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente; el mar Grande será su límite.»

8 La otra media tribu de Manasés, junto con los rubenitas y los gaditas, había recibido ya la parte de la heredad que Moisés les había dado al lado oriental del Jordán, como Moisés, siervo de Yahveh, les había dado:

9 la tierra desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, y la ciudad que está en medio de la vaguada: y toda la llanura desde Medbá hasta Dibón;

10 todas las ciudades de Sijón, rey de los amorreos, que había reinado en Jesbón, hasta la frontera de los ammonitas.

11 Además, Galaad y el territorio de los guesuritas y los maakatitas con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salká;

12 y dentro de Basán todo el reino de Og, que había reinado en Astarot y en Edreí, y era último residuo de los Refaím. Moisés los había batido y desposeído.

13 Pero los israelitas no desposeyeron ni a los guesuritas ni a los maakatitas, de manera que Guesur y Maaká siguen todavía hoy habitando en medio de Israel.

14 La tribu de Leví fue la única a la que no se dio heredad: Yahveh, Dios de Israel, fue su heredad, como se lo había dicho.

15 Moisés había dado a la tribu de los hijos de Rubén una parte por clanes.

16 Su territorio fue desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, incluida la ciudad que está en medio de la vaguada, y todo el llano hasta Medbá;

17 Jesbón con todas las ciudades situadas en el llano: Dibón, Bamot, Baal, Bet Baal Meón,

18 Yahás, Quedemot, Mefaat,

19 Quiryatáyim, Sibmá, y Seret Hassajar, en el monte del valle;

20 Bet Peor, las laderas del Pisgá, Bet Hayesimot,

21 todas las ciudades del llano y todo el reino de Sijón, rey de los amorreos, que reinó en Jesbón y a quien venció Moisés, igual que a los príncipes de Madián: Eví, Réquem, Sur, Jur, Rebá, vasallos de Sijón, que habitaban en el país.

22 Al adivino Balaam, hijo de Beor, los israelitas lo habían pasado a cuchillo con otras víctimas.

23 Así el territorio de los rubenitas llegaba hasta el Jordán. Esta fue la heredad de los hijos de Rubén por clanes: las ciudades y sus aldeas.

24 A la tribu de Gad, a los hijos de Gad, había dado Moisés una parte conforme a sus clanes.

25 Su territorio fue Yazer, todas las ciudades de Galaad, la mitad del país de los ammonitas hasta Aroer, que está enfrente de Rabbá,

26 y desde Jesbón hasta Ramat Hammispá y Betonim, y desde Majanáyim hasta el territorio de Lo Debar;

27 y en el valle: Bet Jaram, Bet Nimrá, Sukkot, Safón - el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón -, el Jordán y el territorio hasta la punta del mar de Kinnéret, al lado oriental del Jordán.

28 Esta fue la heredad de los hijos de Gad por clanes: las ciudades y sus aldeas.

29 A la media tribu de Manasés le había dado Moisés una parte conforme a sus clanes.

30 Su territorio comprendía, desde Majanáyim, todo el Basán, todos los Aduares de Yaír en Basán: sesenta ciudades;

31 la mitad de Galaad, Astarot y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. Pasaron a ser de los hijos de Makir, hijo de Manasés, de la mitad de los hijos de Makir por clanes.

32 Esto fue lo que repartió en heredad Moisés en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al oriente de Jericó.

33 Pero Moisés no dio heredad a la tribu de Leví: Yahveh, el Dios de Israel, es su heredad, como se lo había dicho.

Josué 14

1 Esto es lo que recibieron como heredad los israelitas en el país de Canaán, lo que les repartieron como heredad el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun, y los cabezas de familia de las tribus de Israel.

2 El reparto para las nueve tribus de Israel y la media tribu se hizo a suertes, como Yahveh había ordenado por medio de Moisés.

3 Porque Moisés había dado su heredad a las dos tribus y media de Transjordania sin dar a los levitas heredad entre ellas.

4 Pues los hijos de José vinieron a formar dos tribus: Manasés y Efraím, pero a los levitas no se les dio ninguna parte en el territorio sino sólo ciudades para residir, con los pastos correspondientes para sus ganados y su hacienda.

5 Como Yahveh había mandado a Moisés, así hicieron los israelitas en el reparto de la tierra.

6 Se acercaron los hijos de Judá a Josué en Guilgal, y Caleb, hijo de Yefunné el quenizita, le dijo: «Ya sabes lo que le dijo Yahveh a Moisés, el hombre de Dios, de ti y de mí en Cadés Barnea.

7 Cuarenta años tenía yo cuando Moisés, siervo de Yahveh, me envió de Cadés Barnea a explorar esta tierra y yo le di un informe con toda sinceridad.

8 Los hermanos que habían subido conmigo desanimaron al pueblo, pero yo me mantuve fiel a Yahveh mi Dios.

9 Aquel día Moisés hizo este juramento: "Te juro que la tierra que ha hollado tu pie será heredad tuya y de tus hijos para siempre. Porque has sido fiel a Yahveh mi Dios."

10 Pues ahora mira cómo Yahveh me ha conservado con vida según lo prometió. Hace 45 años que Yahveh le dijo esto a Moisés, cuando Israel iba por el desierto, y ahora tengo 85 años.

11 Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Conservo todo mi vigor de entonces para combatir y para ir y venir.

12 Dame ya esta montaña que me prometió Yahveh aquel día. Ya entonces supiste que hay en ella anaquitas y ciudades grandes y fuertes. Si Yahveh está conmigo, los expulsaré, como me prometió Yahveh.»

13 Josué bendijo a Caleb, hijo de Yefunné, y le dio Hebrón por heredad.

14 Por eso Hebrón sigue siendo hasta el día de hoy heredad de Caleb, hijo de Yefunné el quenizita, por haber sido fiel a Yahveh, Dios de Israel.

15 El nombre primitivo de Hebrón era Quiryat Arbá. Arbá era el hombre más alto entre los anaquitas. Y el país vivió en paz tras la guerra.

Josué 15

1 La suerte que tocó a la tribu de los hijos de Judá conforme a sus clanes cayó hacia la frontera de Edom, desde el desierto de Sin hacia el mediodía hasta Cadés en el extremo sur.

2 Su límite meridional partía del extremo del mar de la Sal, desde la lengua que da hacia el sur;

3 luego se dirigía por el sur de la subida de los Escorpiones, pasaba hacia Sin y subía por el sur de Cadés Barnea; pasando por Jesrón, subía hacia Adar y volvía a Carcá;

4 pasaba por Asmón, iba hacia el torrente de Egipto y venía a salir al mar. Esa será vuestra frontera por el sur.

5 Al oriente el límite era el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán. La frontera por el lado norte partía de la lengua de mar que hay en la desembocadura del Jordán.

6 El límite subía a Bet Joglá, pasaba al norte de Bet Haarabá y subía hasta la Peña de Boján, hijo de Rubén.

7 El límite subía desde el valle de Akor hasta Debir y volvía al norte hacia el círculo de piedras que hay enfrente de la subida de Adummim, que está al sur del Torrente. El límite pasaba hacia las aguas de En Semes y venía a salir a En Roguel.

8 Subía después por el valle de Ben Hinnom, por el sur, al Hombro del Jebuseo, es decir, Jerusalén; subía el límite por el oeste a la cima del monte que hay frente al valle de Hinnom, al extremo norte del valle de los Refaím.

9 El límite torcía de la cumbre del monte hacia la fuente de agua de Neftoaj y seguía hacia las ciudades del monte Efrón para torcer en dirección a Baalá, o sea, Quiryat Yearim.

10 De Baalá, el límite doblaba por el oeste hacia el monte Seír y, pasando por la vertiente norte del monte Yearim, o sea Kesalón, bajaba a Bet Semes, pasaba a Timná,

11 iba hacia el lado norte de Ecrón, doblaba hacia Sikkarón, pasaba por el monte de Baalá, salía por Yabneel. La frontera terminaba en el mar.

12 El límite occidental era el mar Grande. Este era el límite que rodeaba el territorio de los hijos de Judá por clanes.

13 A Caleb, hijo de Yefunné, se le dio una parte entre los hijos de Judá, según la orden de Yahveh a Josué: Quiryat Arbá, la ciudad del padre de Anaq, que es Hebrón.

14 Caleb echó de allí a los tres hijos de Anaq: Sesay, Ajimán y Talmay, descendientes de Anaq.

15 De allí se dirigió hacia los habitantes de Debir, que antiguamente se llamaba Quiryat Séfer.

16 Entonces dijo Caleb: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le daré mi hija Aksá por mujer.»

17 El que la tomó fue Otniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, y éste le dio su hija Aksá por mujer.

18 Cuando iba a casa de su marido, éste le incitó a que pidiera a su padre un campo; ella se apeó del asno y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»

19 Ella respondió: «Hazme un regalo; ya que me has dado el desierto de Négueb, dame fuentes de agua.» Y él le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.

20 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Judá por clanes.

21 Ciudades fronterizas de la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom en el Négueb: Cabseel, Eder, Yagur,

22 Quiná, Dimón, Adadá,

23 Quedes, Jasor Yitnam,

24 Zif, Télem, Bealot,

25 Jasor Jadattá, Queriyyot Jesrón (que es Jasor),

26 Amam, Semá, Moladá,

27 Jasar Gaddá, Jesmón, Bet Pélet,

28 Jasar Sual, Berseba y sus filiales,

29 Baalá, Iyyim, Esem,

30 Eltolad, Kesil, Jormá,

31 Siquelag, Madmanná, Sansanná,

32 Lebaot, Siljim, Ayin y Rimmón. En total veintinueve ciudades con sus aldeas.

33 En la Tierra Baja: Estaol, Sorá, Asná,

34 Zanoaj, En Gannim, Tappuaj, Enam,

35 Yarmut, Adullam, Sokó, Azecá,

36 Saaráyim, Aditáyim, Hag Guederá, Guederotáyim: catorce ciudades con sus aldeas.

37 Senán, Jadasá, Migdal Gad,

38 Dilán, Ham Mispé, Yoqteel,

39 Lakís, Boscat, Eglón,

40 Kabbón, Lajmás, Kitlís,

41 Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: dieciséis ciudades con sus aldeas.

42 Libná, Eter, Asán,

43 Iftaj, Asná, Nesib,

44 Queilá, Akzib, Maresá: nueve ciudades con sus aldeas.

45 Ecrón con sus filiales y aldeas.

46 De Ecrón hasta el mar, todo lo que está al lado de Asdod con sus aldeas.

47 Asdod con sus filiales y aldeas, Gaza con sus filiales y aldeas hasta el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande.

48 En la montaña: Samir, Yattir, Sokó,

49 Danná, Quiryat, Sanná, que es Debir,

50 Anab, Estemoa, Anim,

51 Gosen, Jolón, Guiló: once ciudades y sus aldeas.

52 Arab, Dumá, Esan,

53 Yanum, Bet Tappuaj, Afeqá,

54 Jumtá, Quiryat Arbá, que es Hebrón, Sior: nueve ciudades y sus aldeas.

55 Maón, Carmelo, Zif, Yuttá,

56 Yizreel, Yoqdeam, Zanoaj,

57 Haqcayim, Guibeá y Timná: diez ciudades con sus aldeas.

58 Jaljul, Bet Sur, Guedor,

59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: seis ciudades con sus aldeas. Técoa, Efratá, que es Belén, Peor, Etam, Culón, Tatam, Sores, Karem, Gallim, Béter, Manaj: once ciudades con sus aldeas.

60 Quiryat Baal, que es Quiryat Yearim, y Harabbá: dos ciudades con sus aldeas.

61 En el desierto: Bet Haarabá, Middin, Sekaká,

62 Nibsán, la ciudad de la Sal y Engadí: seis ciudades con sus aldeas.

63 Pero los hijos de Judá no pudieron echar a los jebuseos que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén junto a los hijos de Judá hasta el día de hoy.

Josué 16

1 La suerte que tocó a los hijos de José comenzaba, por el lado oriental, en el Jordán, a la altura de Jericó (las aguas de Jericó), en el desierto que sube de Jericó a la montaña de Betel;

2 siguiendo de Betel a Luz, pasaba hacia la frontera de los arquitas por Atarot;

3 bajaba después al oeste hacia la frontera de los yafletitas, hasta Guézer, y venía a salir al mar.

4 Esta fue la heredad de los hijos de José, Manasés y Efraím.

5 Límite de los hijos de Efraím por clanes: el límite de su heredad era por el este Atrot Arak hasta Bet Jorón de Arriba

6 e iba e salir el límite al mar... el Mikmetat al norte, y el límite doblaba al oriente hacia Taanat Silo, y la cruzaba al este hacia Yanojá;

7 bajaba de Yanojá a Atarot y a Naará y tocaba en Jericó para terminar en el Jordán.

8 De Tappuaj iba el límite hacia occidente por el torrente de Caná y venía a parar en el mar. Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Efraím según sus clanes,

9 además de las ciudades reservadas para los hijos de Efraím de la herencia de los hijos de Manasés; todas estas ciudades y sus aldeas.

10 El cananeo que ocupaba Guézer no fue expulsado y así continúa en medio de Efraím hasta el día de hoy, pero sujeto a servidumbre.

Josué 17

1 A la tribu de Manasés le correspondió suerte, porque era el primogénito de José: a Makir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, como era hombre de guerra, le tocó Galaad y Basán;

2 y a los otros hijos de Manasés, según sus clanes: a los hijos de Abiezer, a los hijos de Jeleq, a los hijos de Asriel, a los hijos de Sekem, a los hijos de Jéfer, a los hijos de Semidá, estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, por clanes.

3 Pero Selofjad, hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Makir, hijo de Manasés, no tenía hijos; sólo tenía hijas. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milká y Tirsá.

4 Estas se presentaron ante el sacerdote Eleazar, ante Josué, hijo de Nun, y ante los principales, y dijeron: «Yahveh ordenó a Moisés que nos diera una heredad entre nuestros hermanos.» Les dio, pues, según la orden de Yahveh, una heredad entre los hermanos de su padre.

5 Tocaron a Manasés diez porciones además del país de Galaad y de Basán, situado en Transjordania,

6 pues las hijas de Manasés obtuvieron una heredad entre sus hijos. El país de Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés.

7 El límite de Manasés era por el lado de Aser, Mikmetat, que está en frente de Siquem; de allí iba hacia la derecha, hacia Yasib, en la fuente de Tappuaj.

8 El país de Tappuaj era de Manasés, pero Tappuaj, en la frontera de Manasés, era de los hijos de Efraím.

9 El límite bajaba por el torrente de Caná; al sur del torrente estaban las ciudades de Efraím, además de las que tenía Efraím entre las ciudades de Manasés, y el territorio de Manasés estaba al norte del torrente, e iba a salir al mar.

10 Lo del sur era de Efraím y lo del norte de Manasés, y el mar era su frontera; lindaban con Aser al norte y con Isacar al este.

11 Manasés tenía, en Isacar y en Aser, Bet Seán y sus filiales, Yibleam y sus filiales, los habitantes de Dor y sus filiales, los habitantes de Tanak y Meguiddó y sus filiales, y un tercio de Néfet.

12 Los hijos de Manasés no pudieron apoderarse de estas ciudades y los cananeos lograron mantenerse en aquel país.

13 Pero, cuando los israelitas se hicieron más fuertes, sometieron a los cananeos a servidumbre, aunque no llegaron a expulsarlos.

14 Los hijos de José se dirigieron a Josué y le dijeron: «¿Por qué no me has asignado en heredad más que una suerte, una sola porción, siendo tan numeroso como soy porque Yahveh me ha bendecido?»

15 Josué respondió: «Si eres un pueblo tan numeroso sube a los bosques y corta para ti el de la región de los perizitas y de los refaítas, pues la montaña de Efraím es demasiado estrecha para ti.»

16 Los hijos de José respondieron: «La montaña no nos basta, y todos los cananeos que habitan en el llano tienen carros de hierro, lo mismo los de Bet Seán y sus filiales que los de la llanura de Yizreel.»

17 Josué dijo a la casa de José, a Efraím y a Manasés: «Eres un pueblo grande y tienes mucha fuerza; no tendrás sólo una parte,

18 sino que tendrás también la montaña; está cubierta de bosques pero tú la talarás y serás tuya la región resultante; y expulsarás al cananeo, aunque tiene carros de hierro y es muy fuerte.»

Josué 18

1 Todo la comunidad de los israelitas se reunió en Silo, donde alzaron la Tienda del Encuentro; todo el país les estaba sometido.

2 Pero quedaban todavía entre los israelitas siete tribus que no se habían repartido su heredad.

3 Josué, pues, dijo a los israelitas: «¿Hasta cuándo vais a retardar el ir a tomar posesión de la tierra que os ha dado Yahveh, el Dios de vuestros padres?

4 Escoged tres hombres por cada tribu, y los enviaré para que vayan a recorrer el país y hagan una descripción de él en orden al reparto; luego volverán donde mí.

5 Dividirán la tierra en siete partes. Judá se quedará en su territorio al sur y la casa de José se quedará en su territorio al norte.

6 Vosotros haréis una descripción del país en siete partes, y me la traeréis para que os la sortee aquí, en presencia de Yahveh nuestro Dios.

7 Porque los levitas no tienen su parte entre vosotros, pues el sacerdocio de Yahveh es su heredad; y Gad, Rubén y la media tribu de Manasés, han recibido ya al lado oriental del Jordán, la heredad que les dio Moisés, siervo de Yahveh.»

8 Los hombres se pusieron en camino. Josué dio esta orden a los que iban a hacer la descripción del país: «Id, recorred el país y describidlo, y después volved donde mí; yo os haré el sorteo de la tierra aquí delante de Yahveh, en Silo.»

9 Fueron los hombres, recorrieron la comarca, y la describieron ciudad por ciudad, en siete partes, en un escrito que llevaron a Josué, al campamento de Silo.

10 Josué les echó suertes en Silo, delante de Yahveh, y repartió allí la tierra entre los israelitas, conforme a sus particiones.

11 Tocó una suerte a la tribu de los hijos de Benjamin por clanes: los límites de su suerte resultaron comprendidos entre los de los hijos de Judá y los de los hijos de José.

12 Su límite, por el lado norte, partía del Jordán, subía por el flanco norte de Jericó, hasta alcanzar la montaña hacia el oeste, y venía a salir al desierto de Bet Avén.

13 De allí pasaba el límite hacia Luz, por el flanco sur de Luz, que es Betel, y bajaba a Atrot Addar sobre el monte que está al sur de Bet Jorón de Abajo.

14 Torcía el límite y volvía por el oeste hacia el sur, desde el monte que está al lado meridional de Bet Jorón, para ir a salir hacia Quiryat Baal, que es Quiryat Yearim, ciudad de los hijos de Judá. Ese era el lado oeste.

15 Y el lado sur: desde el extremo de Quiryat Yearim, el límite seguía hacia Gasín y salía cerca de la fuente de las aguas de Neftóaj,

16 luego bajaba hacia el extremo del monte que está frente al valle de Ben Hinnom, al norte del valle de Refaím, bajaba al valle de Hinnom por el flanco sur del jebuseo y seguía bajando hasta En Roguel.

17 Doblaba luego por el norte, salía en En Semes y salía hacia el círculo de piedras que hay frente a la subida de Adummim; bajaba a la Peña de Boján, hijo de Rubén;

18 pasaba luego hacia la vertiente de Bet Haarabá por el norte y bajaba hacia la Arabá;

19 pasaba el límite hacia la pendiente de Bet Joglá al norte, e iba a dar el límite a la lengua septentrional del mar de la Sal, en el extremo sur del Jordán. Ese era el límite meridional.

20 El Jordán era el límite del lado oriental. Esa fue la heredad de los hijos de Benjamín, conforme a sus clanes, con los límites que la rodean.

21 Las ciudades de la tribu de los hijos de Benjamín, por clanes, fueron: Jericó, Bet Joglá, Emeq Quesís;

22 Bet Haarabá, Semaráyim, Betel;

23 Avvim, Pará, Ofrá;

24 Kefar Haamoní, Ofní, Gabá: doce ciudades con sus aldeas.

25 Gabaón, Ramá, Beerot,

26 Mispé, Kefirá, Mosá;

27 Réquem, Yirpeel, Taralá;

28 Sela Haalef, el Jebuseo, es decir Jerusalén, Guibeá y Quiryat: catorce ciudades con sus aldeas. Esa fue la heredad de los hijos de Benjamín, por clanes.

Josué 19

1 La segunda suerte cayó a Simeón, a la tribu de los hijos de Simeón, por clanes: su heredad estaba en medio de la heredad de los hijos de Judá.

2 Les correspondió como heredad: Berseba, Semá, Moladá;

3 Jasar Sual, Balá, Esem;

4 Eltolad, Betul, Jormá;

5 Siquelag, Bet Hammarkabot; Jasar Susá;

6 Bet Lebaot y Sarujem: trece ciudades y sus aldeas;

7 Ayín, Rimmón, Eter y Asán; cuatro ciudades y sus aldeas.

8 Adémas todas las aldeas de los alrededores de estas ciudades hasta Baalat Beer, Ramá del Négueb. Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Simeón, por clanes.

9 La heredad de los hijos de Simeón se tomó de la porción de los hijos de Judá, porque la parte de los hijos de Judá era demasiado grande para ellos. Los hijos de Simeón recibieron, pues, su heredad en medio de la heredad de los hijos de Judá.

10 La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón, por clanes: el límite de su heredad se extendía hasta Sadud;

11 su límite subía al occidente hacia Maraalá y tocaba en Dabbéset y luego en el torrente que hay frente a Yoqneam.

12 De Sadud volvía el límite hacia el este, hacia la salida del sol, hasta el límite de Kislot Tabor, seguía hacia Daberat y subía a Yafía.

13 De allí pasaba hacia el este, al oriente, por Gat Jéfer y por Itta Casín, iba hacia Rimmón y volvía hacia Neá.

14 El límite volvía por el norte hacia Jannatón e iba a salir al valle de Yiftaj El.

15 Además, Cattat, Nahalal, Simrón, Yiralá y Belén: doce ciudades con sus aldeas.

16 Esa fue la heredad de los hijos de Zabulón, por clanes: esas ciudades y sus aldeas.

17 La cuarta suerte tocó a Isacar, a los hijos de Isacar, por clanes.

18 Su territorio se extendía hasta Yizreel y comprendía Kesulot y Sunem;

19 Jafaráyim, Sión, Anajarat,

20 Daberat, Quisyón, Ebes;

21 Rémet y En Gannim, En Jaddá y Bet Passés.

22 Su límite tocaba en el Tabor, en Sajasima y en Bet Semes, y el límite terminaba en el Jordán; dieciséis ciudades con su aldeas.

23 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Isacar, por clanes: las ciudades y sus aldeas.

24 La quinta suerte tocó a la tribu de los hijos de Aser, por clanes.

25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Aksaf,

26 Alammélek, Amad, Misal; tocaba en el Carmelo por el oeste y en el curso del Libnat;

27 volvía luego hacia la salida del sol hasta Bet Dagón y tocaba por el norte en Zabulón y en el valle de Yiftaj El, y Bet Haemeq y Neiel, yendo a parar hacia Kabul por la izquierda con

28 Abdón, Rejob, Jammón y Caná hasta Sidón la Grande.

29 El límite volvía a Ramá y hasta la plaza fuerte de Tiro y hasta Josá, e iba a terminar en el mar. Majaleb, Akzib,

30 Akko, Afeq, Rejob: veintidós ciudades con sus aldeas.

31 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Aser, por clanes: esas ciudades y sus aldeas.

32 A los hijos de Neftalí les tocó la sexta suerte; a los hijos de Neftalí, por clanes:

33 su límite iba de Jélef y de la Encina de Saanannim y Adamí Hannéqueb y Yabneel hasta Laqcum e iba a salir al Jordán.

34 Volvía el límite hacia el oeste por Aznot Tabor y de allí a salir a Juqcoq, lindaba con Zabulón al sur, con Aser al oeste y con el Jordán al oriente.

35 Y las ciudades fuertes eran: Siddim, Ser, Jammat, Raqcat, Kinneret,

36 Adamá, Ramá, Jasor;

37 Quedes, Edreí, En Jasor,

38 Yirón, Migdal El, Jórem, Bet Anat, Bet Semes: diecinueve ciudades con sus aldeas.

39 Esa fue la heredad de los hijas de Neftalí, por clanes: las ciudades y sus aldeas.

40 A la tribu de los hijos de Dan, por clanes, tocó la séptima suerte.

41 El territorio de su heredad comprendía: Sorá, Estaol, Ir Simes.

42 Saalbim, Ayyalón, Silatá;

43 Elón, Timná, Ecrón,

44 Eltequé, Guibbetón, Baalat;

45 Azor, Bené Beraq, Gat Rimmón;

46 y hacia el mar Yeraqón con el territorio de enfrente de Joppe.

47 Pero el territorio de los hijos de Dan quedaba fuera de su poder. Por eso, los hijos de Dan subieron a atacar a Lésem; la tomaron y la pasaron a cuchillo. Tomada la ciudad, se establecieron en ella y a Lésem la llamaron Dan, del nombre de Dan su padre.

48 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Dan, por clanes: esas ciudades y sus aldeas.

49 Acabaron, pues, de sortear el país con sus límites. Y los israelitas dieron a Josué, hijo de Nun, una heredad en medio de ellos;

50 según orden de Yahveh, le dieron la ciudad que había pedido, Timnat Sérak, en la montaña de Efraím. Reconstruyó la ciudad y se estableció en ella.

51 Esas son las heredades que el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de familia sortearon entre las tribus de Israel en Silo, en presencia de Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro; y así se terminó el reparto de la tierra.

Josué 20

1 Yahveh dijo a Josué:

2 «Habla a los israelitas y diles: Señalaos las ciudades de asilo de las que os hablé por medio de Moisés,

3 a las que pueda huir el homicida que haya matado a alguien por inadvertencia (sin querer), y que le sirvan de asilo contra el vengador de la sangre.

4 (El homicida huirá a una de estas ciudades: se detendrá a la entrada de la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos le admitirán en su ciudad y le señalarán una casa para que habite con ellos.

5 Si el vengador de la sangre le persigue, no le entregarán al homicida en su manos, pues ha herido a su prójimo sin querer, y no le tenía odio anteriormente.

6 El homicida habrá de permanecer en la ciudad, hasta que comparezca en juicio ante la comunidad, hasta la muerte del Sumo Sacerdote que esté en funciones por aquel tiempo. Entonces el homicida podrá volver a sus ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó.»

7 Consagraron: Quedes en Galilea, en la montaña de Neftalí, Siquem en la montaña de Efraím, Quiryat Arbá, o sea Hebrón, en la montaña de Judá.

8 En Transjordania, al oriente de Jericó, se designó Béser, de la tribu de Rubén, en el desierto, en el llano; Ramot en Galaad, de la tribu de Gad, y Golán en Basán, de la tribu de Manasés.

9 Estas son las ciudades designadas para todos los israelitas, así como para el forastero residente entre ellos, para que pueda refugiarse en ellas cualquiera que haya matado a alguien por inadvertencia, y no muera a manos del vengador de la sangre, hasta que comparezca ante la comunidad.

Josué 21

1 Se acercaron los cabezas de familia de los levitas al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia de las tribus de Israel,

2 cuando estaban en Silo, en tierra de Canaán, y les dijeron: «Yahveh ordenó por medio de Moisés que se nos dieran ciudades donde residir, con sus pastos para nuestro ganado.»

3 Los israelitas, conforme a la orden de Yahveh, dieron a los levitas, de su heredad, las siguientes ciudades con sus pastos.

4 Se hizo el sorteo para los clanes quehatitas: y a los levitas hijos del sacerdote Aarón les tocaron trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón, y Benjamín;

5 a los otros hijos de Quehat, por clanes, diez ciudades de las tribus de Efraím, de Dan y de la media tribu de Manasés.

6 A los hijos de Guerson, por clanes, les tocaron trece ciudades de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y de la media tribu de Manasés, en Basán.

7 A los hijos de Merarí, por clanes, les tocaron doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón.

8 Los israelitas dieron a los levitas por suertes esas ciudades y sus pastos, como Yahveh había ordenado por boca de Moisés.

9 De la tribu de Judá y de la tribu de Simeón les dieron las ciudades que se nombran a continuación;

10 esta fue la parte de los hijos de Aarón, pertenecientes al clan quehatita, de los hijos de Leví; porque la primera suerte fue para ellos.

11 Les dieron Quiryat Arbá (ciudad del padre de Anaq), o sea Hebrón, en la montaña de Judá, con los pastos circundantes.

12 Pero la campiña de esta ciudad con sus aldeas se la dieron en propiedad a Caleb, hijo de Yefunné.

13 A los hijos del sacerdote Aarón les dieron, como ciudad de asilo para los homicidas, Hebrón con sus pastos, y además Libná y sus pastos,

14 Yattir con sus pastos, Estemoa con sus pastos

15 Jolón con sus pastos, Debir con sus pastos,

16 Asan con sus pastos, Yutta con sus pastos, Bet Semes con sus pastos: nueve ciudades de esas dos tribus.

17 De la tribu de Benjamín, Gabaón y sus pastos, Gueba y sus pastos,

18 Anatot y sus pastos, Almón y sus pastos: cuatro ciudades.

19 Total de las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón: trece ciudades con sus pastos.

20 A los clanes de los hijos de Quehat, a los levitas restantes entre los hijos de Quehat, les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraím.

21 Se les dio, como ciudad de asilo para los homicidas, Siquem con sus pastos, en la montaña de Efraím, y además Guézer con sus pastos.

22 Quibsáyim con sus pastos, Bet Jorón con sus pastos: cuatro ciudades.

23 De la tribu de Dan, Eltequé con sus pastos, Guibbetón con sus pastos,

24 Ayyalón con sus pastos, Gat Rimmón con sus pastos: cuatro ciudades.

25 De la media tribu de Manasés, Tanak con sus pastos y Yibleam con sus pastos: dos ciudades.

26 Total: diez ciudades con sus pastos para lo restantes clanes de los hijos de Quehat.

27 A los hijos de Guersón, de los clanes levíticos, les dieron: de la media tribu de Manasés, como ciudad de asilo para los homicidas, Golán en Basán con sus pastos, y Astarot con sus pastos: dos ciudades.

28 De la tribu de Isacar, Quisyón con sus pastos, Daberat con sus pastos

29 Yarmut con sus pastos, En Gannim con sus pastos: cuatro ciudades.

30 De la tribu de Aser, Misal con sus pastos, Abdón con sus pastos,

31 Jelcat con sus pastos, Rejob con sus pastos: cuatro ciudades.

32 De la tribu de Neftalí, como ciudad de asilo para los homicidas, Quedes en Galilea con sus pastos, Jammot Dor con sus pastos, Raqcat con sus pastos: tres ciudades.

33 Total de ciudades de los guersonitas, por clanes: trece ciudades con sus pastos.

34 A los clanes de los hijos de Merarí, al resto de los levitas: de la tribu de Zabulón: Yoqneam con sus pastos, Cartá con sus pastos,

35 Rimmón con sus pastos, Nahalal con sus pastos: cuatro ciudades;

36 al otro lado del Jordán, de la tribu de Rubén, como ciudad de asilo para los homicidas, Béser en el desierto, en el llano, con sus pastos, y además Yahás con sus pastos,

37 Quedemot con sus pastos, Mefaat con sus pastos: cuatro ciudades.

38 De la tribu de Gad, como ciudad de asilo para los homicidas, Ramot en Galaad, y Majanáyim

39 Jesbón con sus pastos, Yazer con sus pastos: cuatro ciudades.

40 Total de ciudades asignadas por suerte a los hijos de Merarí, por clanes, es decir, al resto de los clanes levíticos: doce ciudades.

41 Total de las ciudades de los levitas en medio de la propiedad de los israelitas: 48 ciudades con sus pastos.

42 Cada una de las ciudades comprendía la ciudad y los pastos circundantes. Así todas las ciudades mencionadas.

43 Yahveh dio a los israelitas toda la tierra que había jurado dar a sus padres. La ocuparon y se establecieron en ella.

44 Yahveh les concedió paz en todos sus confines, tal como había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. Yahveh entregó a todos sus enemigos en sus manos.

45 No falló una sola de todas las espléndidas promesas que Yahveh había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió.

Josué 22

1 Josué convocó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés,

2 y les dijo: «Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo de Yahveh, y habéis atendido a mis órdenes siempre que os he mandado algo.

3 No habéis abandonado a vuestros hermanos durante tan largo tiempo hasta el día de hoy; habéis cumplido la orden que os encomendó Yahveh vuestro Dios.

4 Ahora Yahveh vuestro Dios ha dado a vuestros hermanos el descanso que les había prometido. Volveos, pues, e id a vuestras tiendas, a la tierra de vuestra propiedad, la que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al otro lado del Jordán.

5 Únicamente preocupaos de guardar el mandato y la Ley que os dio Moisés, siervo de Yahveh: que améis a Yahveh vuestro Dios, que sigáis siempre sus caminos, que guardéis sus mandamientos y os mantengáis unidos a él y le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.»

6 Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.

7 Moisés había dado a la media tribu de Manasés su parte en Basán; a la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, al lado occidental del Jordán. Cuando los mandó Josué a sus tiendas, les dio la bendición

8 y les dijo: «Volvéis a vuestras tiendas con grandes riquezas, rebaños numerosos, plata, oro, bronce, hierro y gran cantidad de vestidos; repartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos.»

9 Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, se volvieron y dejaron a los israelitas en Silo, en la tierra de Canaán, para volver a la tierra de Galaad, tierra de su propiedad donde se habían establecido según la orden de Yahveh dada por medio de Moisés.

10 Cuando llegaron a los círculos de piedras del Jordán, en tierra de Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron allí un altar a orillas del Jordán, un altar de grandioso aspecto.

11 Se enteraron los israelitas y dijeron: «Mirad, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés han levantado ese altar, frente al país de Canaán, junto a los círculos de piedras del Jordán, del lado de los israelitas.»

12 Al oír esto los israelitas, se reunió en Silo toda la comunidad de los israelitas para hacerles guerra.

13 Los israelitas enviaron donde los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, al país de Galaad, al sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar

14 y a diez principales con él, un principal por cada familia, por cada tribu de Israel: cada uno de ellos era cabeza de su familia en los clanes de Israel.

15 Cuando llegaron donde los rubenitas, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, al país de Galaad, les hablaron así:

16 «Esto ha dicho toda la comunidad de Yahveh: ¿Qué significa esa prevaricación que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos hoy de Yahveh, al construiros un altar, rebelándoos hoy contra Yahveh?

17 «¿No teníamos bastante con el crimen de Peor, del que hoy todavía no hemos acabado de purificarnos, a pesar de que vino la plaga sobre la comunidad de Yahveh?

18 Si vosotros hoy os apartáis de Yahveh, hoy os rebeláis vosotros contra Yahveh, y mañana se encenderá él contra toda la comunidad de Israel.

19 «Ahora bien, si nos parece impura vuestra propiedad, pasad a la tierra de propiedad de Yahveh, donde ha fijado su morada, y estableceos entre nosotros. Pero no os rebeléis contra Yahveh, ni nos arrastréis en vuestra rebeldía al construiros un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios.

20 ¿No prevaricó Akán, hijo de Zéraj, en el anatema, y la Cólera alcanzó a toda la comunidad de Israel, aunque él no era más que un solo individuo? ¿No murió por su crimen?»

21 Respondieron los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés y dijeron a los jefes de los clanes de Israel:

22 «El Dios de los dioses, Yahveh, el Dios de los dioses, Yahveh, lo sabe bien, y que lo sepa también Israel: si ha habido por nuestra parte rebelión o prevaricación contra Yahveh, que no nos salve hoy;

23 y si hemos levantado un altar para apartarnos de Yahveh y para ofrecer en él holocausto y oblación o para hacer sobre él sacrificios de comunión, que Yahveh nos lo demande.

24 En verdad, lo hemos hecho así por preocupación y razonadamente, diciéndonos: El día de mañana podrían decir vuestros hijos a los nuestros: "¿Qué tenéis que ver vosotros con Yahveh el Dios de Israel?

25 Yahveh ha puesto entre nosotros y vosotros, rubenitas y gaditas, la frontera del Jordán. No tenéis parte con Yahveh." Así vuestros hijos harían que nuestros hijos dejaran de temer a Yahveh.

26 «Y nos hemos dicho: Vamos a construir este altar, pero no para holocaustos, ni sacrificios,

27 sino para que sea testigo entre nosotros y vosotros y entre nuestros descendientes después de nosotros, de que rendimos culto a Yahveh en su presencia con nuestros holocaustos, nuestras víctimas y nuestros sacrificios de comunión. Así no podrán decir mañana vuestros hijos a los nuestros: "No tenéis parte con Yahveh."

28 No hemos dicho: Si llega a suceder que nos hablen así a nosotros o el día de mañana a nuestros descendientes, les podremos responder: "Mirad la edificación del altar de Yahveh que hicieron nuestros padres, no para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino como testigo entre nosotros y vosotros."

29 Lejos de nosotros rebelarnos contra Yahveh y desertar hoy de su servicio, levantando, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones o sacrificios, un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios erigido delante de su morada.»

30 Cuando el sacerdote Pinjás, los principales de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel que le acompañaban, oyeron las palabras pronunciadas por los gaditas, los rubenitas y los manasitas, les pareció bien.

31 Y el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, dijo a los rubenitas, los gaditas y los manasitas: «Ahora reconocemos que Yahveh está en medio de nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra él. Así habéis salvado a los israelitas de la mano de Yahveh.»

32 El sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los principales, dejando a los rubenitas y a los gaditas, volvieron del país de Galaad al de Canaán, a donde los israelitas, y les dieron la respuesta.

33 La cosa pareció bien a los israelitas: los israelitas dieron gracias a Dios y no hablaron más de hacerles la guerra y devastar el territorio habitado por los rubenitas y los gaditas.

34 Los rubenitas y gaditas llamaron al altar..., porque decían: «Será testigo entre nosotros de que Yahveh es Dios.»

Josué 23

1 Sucedió, mucho tiempo después de que Yahveh concediera a Israel la paz de todos los enemigos de alrededor, - Josué era ya viejo y avanzado en días -

2 que Josué convocó a todo Israel, a sus ancianos, sus jefes, sus jueces, sus escribas y les dijo: «Yo ya soy viejo, avanzado en días;

3 y vosotros habéis visto todo lo que Yahveh, vuestro Dios, ha hecho en atención a vosotros con todos estos pueblos; pues Yahveh vuestro Dios era el que combatía por vosotros.

4 Mirad, yo os he dado por suertes, como heredad para vuestras tribus, esos pueblos que quedan por conquistar, así como todos los pueblos que yo exterminé desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente.

5 Yahveh mismo, vuestro Dios, los arrojará delante de vosotros, los expulsará de delante de vosotros, y vosotros tomaréis posesión de su tierra, como os lo ha prometido Yahveh vuestro Dios.

6 «Esforzaos mucho en guardar y cumplir todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, no apartándoos de ella ni a la derecha ni a la izquierda,

7 no mezclándoos con esos pueblos que quedan todavía entre vosotros. No recordaréis el nombre de sus dioses ni juraréis por ellos, no les serviréis ni os postraréis ante ellos,

8 sino manteneos unidos a Yahveh vuestro Dios, como habéis hecho hasta el día de hoy.

9 Yahveh ha arrojado de vuestra presencia a pueblos numerosos y fuertes, y nadie os ha podido resistir hasta el presente.

10 Uno solo de vosotros perseguía a mil, porque Yahveh mismo, vuestro Dios, peleaba por vosotros, como os lo había prometido.

11 Tendréis buen cuidado, por vuestra vida, de amar a Yahveh vuestro Dios.

12 «Pero si os desviáis y os unís a ese resto de naciones que quedan todavía entre vosotros, emparentáis con ellas y entráis en tratos con ellas,

13 tened por sabido que Yahveh vuestro Dios no seguirá arrojando de delante de vosotros a esos pueblos; serán para vosotros red, lazo, espinas en vuestros costados y aguijones en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de esta espléndida tierra que os ha dado Yahveh vuestro Dios.

14 «Mirad que yo me voy ya por el camino de todo el mundo. Reconoced con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma que, de todas las promesas que Yahveh vuestro Dios había hecho en vuestro favor, no ha fallado ni una sola: todas se os han cumplido. Ni una sola ha fallado.

15 «Pues de la misma manera que se os han cumplido todas las espléndidas promesas hechas por Yahveh vuestro Dios en vuestro favor, igualmente acarreará Yahveh contra vosotros todas sus amenazas, hasta borraros de la espléndida tierra que Yahveh vuestro Dios os ha dado.

16 «Si quebrantáis la alianza que Yahveh vuestro Dios os ha impuesto, si vos vais a servir a otros dioses, y os postráis ante ellos, la ira de Yahveh se encenderá contra vosotros y desapareceréis rápidamente de la espléndida tierra que os ha dado.»

Josué 24

1 Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem, llamó a los ancianos de Israel, a sus jefes, jueces y escribas que se situaron en presencia de Dios.

2 Josué dijo a todo el pueblo: «Esto dice Yahveh el Dios de Israel: Al otro lado del Río habitaban antaño vuestros padres, Téraj, padre de Abraham y de Najor, y servían a otros dioses.

3 Yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río y le hice recorrer toda la tierra de Canaán, multipliqué su descendencia y le di por hijo a Isaac.

4 A Isaac le di por hijos a Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír. Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.

5 Envié después a Moisés y Aarón y herí a Egipto con los prodigios que obré en medio de él. Luego os saqué de allí.

6 Saqué a vuestros padres de Egipto y llegasteis al mar; los egipcios persiguieron a vuestros padres con los carros y sus guerreros hasta el mar de Suf.

7 Clamaron entonces a Yahveh, el cual tendió unas densas nieblas entre vosotros y los egipcios, e hizo volver sobre ellos el mar, que los cubrió. Visteis con vuestros propios ojos lo que hice con Egipto; luego habitasteis largo tiempo en el desierto.

8 Os introduje después en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán; ellos os declararon la guerra y yo los entregué en vuestras manos; y así pudisteis poseer su tierra, porque yo los exterminé delante de vosotros.

9 Después se levantó Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab, para pelear contra Israel, y mandó llamar a Balaam, hijo de Beor, para que os maldijera.

10 Pero no quise escuchar a Balaam, y hasta tuvo que bendeciros; así os salvé yo de su mano.

11 «Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó; pero las gentes de Jericó os hicieron la guerra, igual que los amorreos, los perizitas, los cananeos, los hititas, los guirgasitas, los jivitas y los jebuseos, pero yo los entregué en vuestras manos.

12 Mandé delante de vosotros avispas que expulsaron, antes que llegarais, a los dos reyes de los amorreos; no fue con tu espada ni con tu arco.

13 Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga, unas ciudades que no habéis construido y en las que sin embargo habitáis, viñas y olivares que no habéis plantado y de las que os alimentáis.

14 «Ahora, pues, temed a Yahveh y servidle perfectamente, con fidelidad; apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres más allá del Río y en Egipto y servid a Yahveh.

15 Pero, si no os parece bien servir a Yahveh, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los dioses a quienes servían vuestros padres más allá del Río, o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi familia serviremos a Yahveh.»

16 El pueblo respondió: «Lejos de nosotros abandonar a Yahveh para servir a otros dioses.

17 Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos.

18 Además Yahveh expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. También nosotros serviremos a Yahveh, porque él es nuestro Dios.»

19 Entonces Josué dijo al pueblo: «No podréis servir a Yahveh, porque es un Dios santo, es un Dios celoso, que no perdonará ni vuestras rebeldías ni vuestros pecados.

20 Si abandonáis a Yahveh para servir a los dioses del extranjero, él a su vez traerá el mal sobre vosotros y acabará con vosotros, después de haberos hecho tanto bien.»

21 El pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos a Yahveh.»

22 Josué dijo al pueblo: «Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Yahveh para servirle.» Respondieron ellos: «¡Testigos somos!» -

23 «Entonces, apartad los dioses del extranjero que hay en medio de vosotros e inclinad vuestro corazón hacia Yahveh, Dios de Israel.»

24 El pueblo respondió a Josué: «A Yahveh nuestro Dios serviremos y a sus voz atenderemos.»

25 Aquél día, Josué pactó una alianza para el pueblo; le impuso decretos y normas en Siquem.

26 Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó luego una gran piedra y la plantó allí, al pie de la encina que hay en el santuario de Yahveh.

27 Josué dijo al todo el pueblo: «Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, pues ha oído todas las palabras que Yahveh ha hablado con nosotros; ella será testigo contra vosotros para que no reneguéis de vuestro Dios.»

28 Y Josué despidió al pueblo cada uno a su heredad.

29 Después de estos acontecimientos, murió Josué, hijo de Nun, siervo de Yahveh, a la edad de 110 años.

30 Fue enterrado en el término de su heredad, en Timnat Séraj, que está en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.

31 Israel sirvió a Yahveh todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que siguieron viviendo después de Josué y que sabían todas las hazañas que Yahveh había hecho en favor de Israel.

32 Los huesos de José, que los hijos de Israel habían subido de Egipto, fueron sepultados en Siquem, en la parcela de campo que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquem, por cien pesos, y que pasó a ser heredad de los hijos de José.

33 También Eleazar, hijo de Aarón, murió y lo enterraron en Guibeá, ciudad de su hijo Pinjás, que le había sido dada en la montaña de Efraím.



JUECES

Jueces 1

1 Después de la muerte de Josué, los israelitas hicieron esta consulta a Yahveh: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir a los cananeos?»

2 Yahveh respondió: «Subirá Judá, he puesto el país en sus manos.»

3 Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me ha tocado; atacaremos al cananeo; y luego yo también iré contigo a tu territorio.» Y Simeón marchó con él.

4 Subió Judá; Yahveh puso en sus manos a los cananeos y a los perizitas, y derrotaron en Bezeq a 10.000 hombres.

5 Habiendo encontrado en Bezeq a Adoni Bézeq, le atacaron y derrotaron a los cananeos y a los perizitas.

6 Huyó Adoni Bézeq, pero le persiguieron, le capturaron y le cortaron los pulgares de manos y pies.

7 Y Adoni Bézeq dijo: «Setenta reyes, con los pulgares de manos y pies cortados, andaban recogiendo migajas bajo mi mesa. Según lo que yo hice, así me ha pagado Dios.» Le llevaron a Jerusalén, y allí murió.

8 (Los hijos de Judá atacaron a Jerusalén, la tomaron, la pasaron a cuchillo y prendieron fuego a la ciudad).

9 Después, los hijos de Judá bajaron a atacar a los cananeos, que ocupaban la Montaña, el Négueb y la Tierra Baja.

10 Luego Judá marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón - el nombre de Hebrón era antes Quiryat Arbá - y derrotó a Sesay, Ajimán y Talmay.

11 De allí marchó contra los habitantes de Debir - el nombre de Debir era antes Quiryat Séfer. -

12 Y Caleb dijo: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le daré mi hija Aksá por mujer.»

13 La tomó Otniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. Y éste le dio su hija Aksá por mujer.

14 Cuando ella vino donde el marido, le incitó a que pidiera a su padre un campo. Ella se apeó del asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»

15 Ella respondió: «Hazme un regalo. Ya que me has dado la tierra del Négueb, dame fuentes de agua.» Y Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.

16 Los hijos de Jobab el quenita, suegro de Moisés, subieron con los hijos de Judá de la ciudad de las Palmeras al desierto de Judá, que está en el Négueb de Arad, y fueron a habitar con el pueblo.

17 Judá se fue con su hermano Simeón, derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al anatema. Por eso la ciudad se llamó Jormá.

18 Judá se apoderó de Gaza y su comarca, de Ascalón y su comarca, de Ecrón y su comarca;

19 Yahveh estuvo con Judá, que conquistó la Montaña; pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, porque tenían carros de hierro.

20 Dieron Hebrón a Caleb, según el mandato de Moisés: y él arrojó de allí a los tres hijos de Anaq.

21 Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén con los hijos de Benjamín, hasta el día de hoy.

22 También la casa de José subió a Betel; Yahveh estuvo con ella.

23 La casa de José hizo una exploración por Betel. (Antes la ciudad se llamaba Luz.)

24 Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: «Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos.»

25 El les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y dejaron libre a aquel hombre con toda su familia.

26 El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha.

27 Manasés no se apoderó de Bet Seán y sus filiales, ni de Tanak y sus filiales. No expulsó a los habitantes de Dor y sus filiales, ni a los de Yibleam y sus filiales, ni a los de Meguiddó y sus filiales: los cananeos siguieron ocupando el territorio.

28 Sin embargo, cuando Israel cobró más fuerza, sometió a los cananeos a tributo, aunque no llegó a expulsarlos.

29 Tampoco Efraím expulsó a los cananeos que habitaban en Guézer, de manera que los cananeos siguieron viviendo en Guézer, en medio de Israel.

30 Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón, ni a los de Nahalol. Los cananeos se quedaron en medio de Zabulón, pero fueron sometidos a tributo.

31 Aser no expulsó a los habitantes de Akko, ni a los de Sidón, de Majaleb, de Akzib, de Jelbá, de Afiq, ni de Rejob.

32 Los aseritas se establecieron, pues, entre los cananeos que habitaban en el país, porque no los expulsaron.

33 Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet Anat, y se estableció entre los cananeos que habitaban en el país; pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron sus tributarios.

34 Los amorreos rechazaron hacia la montaña a los hijos de Dan sin dejarles bajar a la llanura.

35 Los amorreos se mantuvieron en Har Jéres, en Ayyalón y en Saalbim, pero luego pesó sobre ellos la mano de la casa de José y fueron reducidos a tributo.

36 (La frontera de los edomitas va desde la cuesta de los Escorpiones, desde la Peña, y hacia arriba.)

Jueces 2

1 El Ángel de Yahveh subió de Guilgal a Betel y dijo: «Yo os hice subir de Egipto y os introduje en la tierra que había prometido con juramento a vuestros padres. Yo dije: "No romperé jamás mi alianza con vosotros.

2 Pero vosotros no pactaréis con los habitantes de este país; sino que destruiréis sus altares." Pero no habéis escuchado mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto?

3 Por eso os digo: No los arrojaré delante de vosotros; serán vuestros opresores y sus dioses una trampa para vosotros.»

4 Así que el Ángel de Yahveh dijo estas palabras a todos los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos.

5 Llamaron a aquel lugar Bokim, y ofrecieron allí sacrificios a Yahveh.

6 Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su heredad para ocupar la tierra.

7 El pueblo sirvió a Yahveh en vida de Josué y de los ancianos que le sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que Yahveh había hecho a favor de Israel.

8 Josué, hijo de Nun, siervo de Yahveh, murió a la edad de 110 años.

9 Le enterraron en el término de su heredad, en Timnat Jeres, en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.

10 También aquella generación fue a reunirse con sus padres y les sucedió otra generación que no conocía a Yahveh ni lo que había hecho por Israel.

11 Entonces los hijos de Israel hicieron lo que desagradaba a Yahveh y sirvieron a los Baales.

12 Abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos, irritaron a Yahveh;

13 dejaron a Yahveh y sirvieron a Baal y a las Astartés.

14 Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Israel. Los puso en manos de salteadores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de los enemigos de alrededor y no pudieron ya sostenerse ante sus enemigos.

15 En todas sus campañas la mano de Yahveh intervenía contra ellos para hacerles daño, como Yahveh se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto.

16 Entonces Yahveh suscitó jueces que los salvaron de la mano de los que los saqueaban.

17 Pero tampoco a sus jueces los escuchaban. Se prostituyeron siguiendo a otros dioses, y se postraron ante ellos. Se desviaron muy pronto del camino que habían seguido sus padres, que atendían a los mandamientos de Yahveh; no los imitaron.

18 Cuando Yahveh les suscitaba jueces, Yahveh estaba con el juez y los salvaba de la mano de sus enemigos mientras vivía el juez, porque Yahveh se conmovía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían.

19 Pero cuando moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres, yéndose tras de otros dioses, sirviéndoles y postrándose ante ellos, sin renunciar en nada a las prácticas y a la conducta obstinada de sus padres.

20 Se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo de Israel y dijo: «Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no ha escuchado mi voz,

21 tampoco yo arrojaré en adelante de su presencia a ninguno de los pueblos que dejó Josué cuando murió.»

22 Era para probar con ellos a Israel, a ver si seguían o no los caminos de Yahveh, como los habían seguido sus padres.

23 Yahveh dejó en paz a estos pueblos, en vez de expulsarlos enseguida, y no los puso en manos de Josué.

Jueces 3

1 Estos son los pueblos que Yahveh dejó subsistir para probar con ellos a Israel, a cuantos no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán.

2 (Era sólo para que aprendieran las generaciones de los hijos de Israel, para enseñarles el arte de la guerra; por lo menos los que antes no lo habían conocido):

3 los cinco príncipes de los filisteos y todos los cananeos, los sidonios y los hititas que vivían en el monte Líbano, desde la montaña de Baal Hermón hasta la entrada de Jamat.

4 Sirvieron para probar con ellos a Israel, a ver si guardaban los mandamientos que Yahveh había prescrito a sus padres por medio de Moisés.

5 Y los israelitas habitaron en medio de los cananeos, hititas, amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos;

6 se casaron con sus hijas, dieron sus propias hijas a los hijos de aquellos y sirvieron a sus dioses.

7 Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh. Se olvidaron de Yahveh su Dios y sirvieron a los Baales y a las Aserás.

8 Se encendió la ira de Yahveh contra Israel y los dejó a merced de Kusán Riseatáyim, rey de Edom, y los israelitas sirvieron a Kusán Riseatáyim durante ocho años.

9 Los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh suscitó a los israelitas un libertador que los salvó: Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb.

10 El espíritu de Yahveh vino sobre él, fue juez de Israel y salió a la guerra. Yahveh puso en sus manos a Kusán Riseatáyim, rey de Edom y triunfó sobre Kusán Riseatáyim.

11 El país quedó tranquilo cuarenta años. Y murió Otniel, hijo de Quenaz.

12 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh; y Yahveh fortaleció a Eglón, rey de Moab, por encima de Israel, porque hacían lo que desagradaba a Yahveh.

13 A Eglón se le juntaron los hijos de Ammón y de Amalec; salió y derrotó a Israel, y tomó la ciudad de las Palmeras.

14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años.

15 Entonces los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh les suscitó un libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le encargaron de llevar el tributo a Eglón, rey de Moab.

16 Ehúd se hizo un puñal de dos filos, de un codo de largo, se lo ciño debajo de la ropa sobre el muslo derecho,

17 y presentó el tributo a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre muy obeso.

18 En cuanto terminó de presentar el tributo, Ehúd mandó marchar a la gente que había llevado el tributo;

19 pero él, al llegar a los Ídolos que hay en la región de Guilgal, volvió otra vez y dijo: «Tengo un mensaje secreto para ti ¡oh rey!» El rey respondió: ¡Silencio!» y salieron de su presencia todos los que estaban con él.

20 Ehúd se le acercó . El rey estaba sentado en su galería fresca particular. Ehúd le dijo: «Tengo una palabra de Dios para ti.» El rey se levantó de su silla.

21 Ehúd alargó su mano izquierda, cogió el puñal de su cadera derecha y se lo hundió en el vientre.

22 Detrás de la hoja entró incluso el mango, y la grasa se cerró sobre la hoja, pues Ehúd no le sacó el puñal del vientre. Luego escapó por la ventana.

23 Ehúd salió por el pórtico; había cerrado tras de sí las puertas de la galería y echado el cerrojo.

24 Después que se fue, llegaron los criados y vieron que las puertas de la galería tenían echado el cerrojo. Y se dijeron para sí: «Sin duda se está cubriendo los pies en el aposento de la galería fresca.»

25 Estuvieron esperando hasta quedar desconcertados, porque no acababan de abrirse las puertas de la galería. Cogieron la llave y abrieron. Su amo yacía en tierra, muerto.

26 Mientras esperaban, Ehúd había huido: había pasado los Ídolos y se había puesto a salvo en Hasseirá.

27 En cuanto llegó tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los israelitas bajaron con él de la montaña. El se puso al frente de ellos,

28 y les dijo: «Seguidme, porque Yahveh ha entregado a Moab, vuestro enemigo, en vuestras manos.» Bajaron tras él, cortaron a Moab los vados del Jordán y no dejaron pasar a nadie.

29 Derrotaron en aquella ocasión a los de Moab; eran unos 10.000 hombres, todos fuertes y valientes, y no escapó ni uno.

30 Aquél día fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y el país quedó tranquilo ochenta años.

31 Después de él vino Samgar, hijo de Anat. Derrotó a los filisteos, que eran seiscientos hombres, con una aguijada de bueyes; él también salvó a Israel.

Jueces 4

1 Cuando murió Ehúd los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh,

2 y Yahveh los dejó a merced de Yabín, rey de Canaán, que reinaba en Jasor. El jefe de su ejército era Sísara, que habitaba en Jaróset Haggoyim.

3 Entonces los israelitas clamaron a Yahveh. Porque Yabín tenía novecientos carros de hierro y había oprimido duramente a los israelitas durante veinte años.

4 En aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lappidot, era juez en Israel.

5 Se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraím; y los israelitas subían donde ella en busca de justicia.

6 Esta mandó llamar a Baraq, hijo de Abinoam, de Quédes de Neftalí, y le dijo: «¿Acaso no te ordena esto Yahveh, Dios de Israel: "Vete, y en el monte Tabor recluta y toma contigo 10.000 hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón.

7 Yo atraeré hacia ti al torrente Quison a Sísara, jefe del ejército de Yabín, con sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos"?»

8 Baraq le respondió: «Si vienes tú conmigo, voy. Pero si no vienes conmigo, no voy, porque no sé en qué día me dará la victoria el Ángel de Yahveh.»

9 «Iré contigo - dijo ella - sólo que entonces no será tuya la gloria del camino que emprendes, porque Yahveh entregará a Sísara en manos de una mujer.» Débora se levantó y marchó con Baraq a Quédes.

10 Y Baraq convocó en Quédes a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él 10.000 hombres y Débora subió con el.

11 Jéber el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de los hijos de Jobab, el suegro de Moisés; había plantado su tienda cerca de la Encina de Saanannim, cerca de Quédes.

12 Le comunicaron a Sísara que Baraq, hijo de Abinoam, había subido al monte Tabor.

13 Reunió Sísara todos sus carros, y todas las tropas que tenía y las llevó de Jaróset Haggoyim al Torrente de Quisón.

14 Débora dijo a Baraq: «Levántate, porque este es el día en que Yahveh ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No es cierto que Yahveh marcha delante de ti?» Baraq bajó del monte Tabor seguido de los 10.000 hombres.

15 Yahveh sembró el pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo su ejército ante Baraq. Sísara bajó de su carro y huyó a pie.

16 Baraq persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Haggoyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno.

17 Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Yael, mujer de Jéber el quenita, porque reinaba la paz entre Yabín, rey de Jasor, y la casa de Jéber el quenita.

18 Yael salió al encuentro de Sísara y le dijo: «Entra, señor mío, entra en mi casa. No temas.» Y entró en su tienda y ella lo tapó con un cobertor.

19 El le dijo: «Por favor, dame de beber un poco de agua, porque tengo sed.» Ella abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a tapar.

20 El le dijo; «Estáte a la entrada de la tienda y si alguno viene, te pregunta y te dice: "¿Hay alguien aquí?, respóndele que no.»

21 Pero Yael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el martillo en su mano, se le acercó callando y le hincó la clavija en la sien hasta clavarla en tierra. El estaba profundamente dormido, agotado de cansancio; y murió.

22 Cuando llegó Baraq persiguiendo a Sísara, Yael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas.» Entró donde ella, y Sísara yacía muerto con la clavija en la sien.

23 Así humilló Dios aquel día a Yabín, rey de Canaán, ante los israelitas.

24 La mano de los israelitas fue haciéndose cada vez más pesada sobre Yabín, rey de Canaán, hasta que acabaron con Yabín, rey de Canaán.

Jueces 5

1 Aquel día, Débora y Baraq, hijo de Abinoam, entonaron este cántico:

2 Al soltarse en Israel la cabellera, cuando el pueblo se ofrece voluntario, ¡bendecid a Yahveh!

3 ¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, príncipes! yo a Yahveh, yo voy a cantar. tocaré el salterio para Yahveh, Dios de Israel.

4 Cuando saliste de Seír, Yahveh, cuando avanzaste por los campos de Edom, tembló la tierra, gotearon los cielos, las nubes en agua se fundieron.

5 Los montes se licuaron delante de Yahveh, el del Sinaí, delante de Yahveh, el Dios de Israel.

6 En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Yael, no había caravanas; los que hollaban calzadas marchaban por senderos desviados,

7 Vacíos en Israel quedaron los poblados, vacíos hasta tu despertar, oh Débora, hasta tu despertar, oh madre de Israel.

8 Se elegían dioses nuevos; por entonces la guerra en las puertas; ni un escudo se ve ni una lanza para 40.000 en Israel!

9 Mi corazón con los jefes de Israel, con los voluntarios del pueblo. ¡Bendecid a Yahveh!

10 Los que cabalgáis en blancas asnas, los que os sentáis sobre tapices, los que vais por el camino, cantad,

11 al clamor de los repartidores junto a los abrevaderos. Allí se cantan los favores de Yahveh, los favores a sus poblados de Israel. (Entonces el pueblo de Yahveh bajó a las puertas).

12 Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta, entona un cantar! ¡Animo! ¡Arriba, Baraq! ¡Apresa a los que te apresaron, hijo de Abinoam!

13 Entonces Israel bajó a las puertas, el pueblo de Yahveh bajó por él, como un héroe.

14 Los principales de Efraím en el valle. Detrás de ti Benjamín entre tu gente. De Makir han bajado capitanes, de Zabulón los que manejan cetro.

15 Los jefes de Isacar están con Débora, y Neftalí, con Baraq, en la llanura, lanzado tras sus huellas. En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones.

16 ¿Por qué te has quedado en los corrales, escuchando silbidos entre los rebaños? (En los arroyos de Rubén, magnánimas decisiones.)

17 Allende el Jordán, Galaad se queda, y Dan, ¿por qué vive en naves extranjeras? Aser se ha quedado a orillas del mar, tranquilo en sus puertos mora.

18 Zabulón es un pueblo que reta a la muerte, y Neftalí, en las alturas del país.

19 Vinieron los reyes, combatieron, entonces combatieron los reyes de Canaán, en Tanak, en las aguas de Meguiddó, mas sin lograr botín de plata.

20 Desde los cielos lucharon las estrellas, desde sus órbitas lucharon contra Sísara.

21 El torrente Quisón barriólos, ¡el viejo torrente, el torrente Quisón! ¡Avanza, alma mía, con denuedo!

22 Cascos de caballos sacuden el suelo: ¡galopan, galopan sus corceles!

23 Maldecid a Meroz, dice el Ángel de Yahveh, maldecid, maldecid a sus moradores: pues no vinieron en ayuda de Yahveh, en ayuda de Yahveh como los héroes.

24 ¡Bendita entre las mujeres Yael (la mujer de Jéber el quenita), entre las mujeres que habitan en tiendas, bendita sea!

25 Pedía agua, le dio leche, en la copa de los nobles le sirvió nata.

26 Tendió su mano a la clavija, la diestra al martillo de los carpinteros. Hirió a Sísara, le partió la cabeza, le golpeó y le partió la sien;

27 a sus pies se desplomó, cayó, durmió, a sus pies se desplomó, cayó; donde se desplomó, allí cayó, deshecho.

28 A la ventana se asoma y atisba la madre de Sísara, por las celosías: «¿Por qué tarda en llegar su carro? ¿por qué se retrasa el galopar de su carroza?

29 La más discreta de sus princesas le responde; ella se lo repite a sí misma:

30 ¡«Será que han cogido botín y lo reparten: una doncella, dos doncellas para cada guerrero; botín de paños de colores para Sísara, botín de paños de colores; un manto, dos mantos bordados para mi cuello!»

31 ¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Yahveh! ¡Y sean los que te aman como el salir del sol con todo su fulgor! Y el país quedó tranquilo cuarenta años.

Jueces 6

1 Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó durante siete años en manos de Madián,

2 y la mano de Madián pesó sobre Israel. Para escapar de Madián, los israelitas se valieron de las hendiduras de las montañas, de las cuevas y las cumbres escarpadas.

3 Cuando sembraba Israel, venía Madián, con Amalec y los hijos de Oriente: subían contra Israel,

4 acampaban en sus tierras y devastaban los productos de la tierra hasta la entrada de Gaza. No dejaban víveres en Israel: ni ovejas, ni bueyes, ni asnos,

5 porque subían numerosos como langostas, con sus ganados y sus tiendas. Ellos y sus camellos eran innumerables e invadían el país para saquearlo.

6 Así Madián redujo a Israel a una gran miseria y los israelitas clamaron a Yahveh.

7 Cuando los israelitas clamaron a Yahveh por causa de Madián,

8 Yahveh envió a los israelitas un profeta que les dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre.

9 Os libré de la mano de los egipcios y de todos los que os oprimían. Los arrojé de delante de vosotros, os di su tierra,

10 y os dije: "Yo soy Yahveh, vuestro Dios. No veneréis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis." Pero no habéis escuchado mi voz.»

11 Vino el Ángel de Yahveh y se sentó bajo el terebinto de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón majaba trigo en el lagar para ocultárselo a Madián,

12 cuando el Ángel de Yahveh se le apareció y le dijo: «Yahveh contigo, valiente guerrero.»

13 Contestó Gedeón: «Perdón, señor mío. Si Yahveh está con nosotros ¿por qué nos ocurre todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres cuando dicen: "¿No nos hizo subir Yahveh de Egipto?" Pero ahora Yahveh nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián...»

14 Entonces Yahveh se volvió hacia él y dijo: «Vete con esa fuerza que tienes y salvarás a Israel de la mano de Madián. ¿No soy yo el que te envía?»

15 Le respondió Gedeón: «Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más pobre de Manasés y yo el último en la casa de mi padre.»

16 Yahveh le respondió: «Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un hombre solo.»

17 Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia a tus ojos dame una señal de que eres tú el que me hablas.

18 No te marches de aquí, por favor, hasta que vuelva donde ti. Te traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti». El respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas.»

19 Gedeón se fue, preparó un cabrito y con una medida de harina hizo unas tortas ázimas; puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla, y lo llevó bajo el terebinto. Cuando se acercaba,

20 le dijo el Ángel de Yahveh: «Toma la carne y las tortas ázimas, ponlas sobre esa roca y vierte el caldo.» Gedeón lo hizo así.

21 Entonces el Ángel de Yahveh extendió la punta del bastón que tenía en la mano y tocó la carne y las tortas ázimas. Salió fuego de la roca, consumió la carne y las tortas ázimas, y el Ángel de Yahveh desapareció de su vista.

22 Entonces Gedeón se dio cuenta de que era el Ángel de Yahveh y dijo: «¡Ay, mi señor Yahveh! ¡Pues he visto al Ángel de Yahveh cara a cara!»

23 Yahveh le respondió: «La paz sea contigo. No temas, no morirás.»

24 Gedeón levantó en aquel lugar un altar a Yahveh y lo llamó Yahveh-Paz. Todavía hoy está en Ofrá de Abiezer.

25 Sucedió que aquella misma noche Yahveh dijo a Gedeón: «Toma el toro de tu padre, el toro de siete años; vas a derribar el altar de Baal propiedad de tu padre y cortar el cipo que está junto a él.

26 Luego construirás a Yahveh tu Dios, en la cima de esa altura escarpada, un altar bien preparado. Tomarás el toro y lo quemarás en holocausto, con la leña del cipo que habrás cortado.»

27 Gedeón tomó entonces diez hombres de entre sus criados e hizo como Yahveh le había ordenado. Pero, como temía a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo de noche.

28 A la mañana siguiente se levantó la gente de la ciudad; el altar de Baal estaba derruido, el cipo que se alzaba junto a él, cortado; y el toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar recién construido.

29 Entonces se dijeron unos a otros: «¿Quién habrá hecho esto?» Tras indagar y buscar dijeron: «Es Gedeón, hijo de Joás, el que lo ha hecho.»

30 La gente de la ciudad dijo entonces a Joás: «Haz salir a tu hijo, y que muera, pues ha derruido el altar de Baal y cortado el cipo que se alzaba a su lado.»

31 Joás respondió a todos los que tenía delante: «¿Es que vosotros vais a salir en defensa de Baal? ¿Vosotros le vais a salvar? (El que defiende a Baal, tiene que morir antes del amanecer.) Si es dios, que pleitee con él, ya que le destruyó su altar.»

32 Aquel día se llamó a Gedeón Yerubbaal, porque decían: «¡Que Baal pleitee con él, pues le destruyó su altar!».

33 Todo Madián, Amalec y los hijos de Oriente se juntaron, pasaron el Jordán, y acamparon en la llanura de Yizreel.

34 El espíritu de Yahveh revistió a Gedeón; él tocó el cuerno y Abiezer se reunió a él.

35 Envió mensajeros por todo Manasés, que se reunió también con él; y envió mensajeros por Aser, Zabulón y Neftalí, que le salieron al encuentro.

36 Gedeón dijo a Dios: «Si verdaderamente vas a salvar por mi mano a Israel, como has dicho,

37 yo voy a tender un vellón sobre la era; si hay rocío solamente sobre el vellón y todo el suelo queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi mano, como has prometido.»

38 Así sucedió. Gedeón se levantó de madrugada, estrujó el vellón y exprimió su rocío, una copa llena de agua.

39 Gedeón dijo a Dios: «No te irrites contra mí si me atrevo a hablar de nuevo. Por favor, quisiera hacer por última vez la prueba con el vellón: que quede seco sólo el vellón y que haya rocío por todo el suelo.»

40 Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó seco solamente el vellón y por todo el suelo había rocío.

Jueces 7

1 Madrugó Yerubbaal (o sea Gedeón), así como todo el pueblo que estaba con él, y acampó junto a En Jarod; el campamento de Madián quedaba al norte del suyo, al pie de la colina de Moré, en el valle.

2 Yahveh dijo a Gedeón: «Demasiado numeroso es el pueblo que te acompaña para que ponga yo a Madián en sus manos; no se vaya a enorgullecer Israel de ello a mi costa diciendo: "¡Mi propia mano me ha salvado!"

3 Ahora pues, pregona esto a oídos del pueblo: "El que tenga miedo y tiemble, que se vuelva y mire desde el monte Gelboé". 22.000 hombres de la tropa se volvieron y quedaron 10.000.

4 Yahveh dijo a Gedeón: «Hay todavía demasiada gente; hazles bajar al agua y allí te los pondré a prueba. Aquel de quien te diga: "Que vaya contigo", ése irá contigo. Y aquel de quien te diga: "Que no vaya contigo", no ha de ir.»

5 Gedeón hizo bajar la gente al agua y Yahveh le dijo: «A todos los que lamieren el agua con la lengua como lame un perro, los pondrás a un lado y a todos los que se arrodillen para beber, los pondrás al otro.»

6 El número de los que lamieron el agua con las manos a la boca resultó ser de trescientos. Todo el resto del pueblo se había arrodillado para beber.

7 Entonces Yahveh dijo a Gedeón: «Con los trescientos hombres que han lamido el agua os salvaré, y entregaré a Madián en tus manos. Que todos los demás vuelvan cada uno a su casa.»

8 Tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y sus cuernos, y mandó a todos los israelitas cada uno a su tienda, quedándose sólo con los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba debajo del suyo en el valle.

9 Aquella noche le dijo Yahveh: «Levántate y baja al campamento, porque lo he puesto en tus manos.

10 No obstante, si temes bajar, baja al campamento con tu criado Purá,

11 y escucha lo que dicen. Se fortalecerá tu mano con ello y luego bajarás a atacar al campamento. Bajó, pues, con su criado Purá hasta la extremidad de las avanzadillas del campamento.

12 Madián, Amalec y todos los hijos de Oriente habían caído sobre el valle, numerosos como langostas, y sus camellos eran innumerables como la arena de la orilla del mar.

13 Se acercó Gedeón y he aquí que un hombre contaba un sueño a su vecino; decía: «He tenido un sueño: una hogaza de pan de cebada rodaba por el campamento de Madián, llegó hasta la tienda, chocó contra ella y la volcó lo de arriba abajo.»

14 Su vecino le respondió: «Esto no puede significar más que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Dios ha entregado en sus manos a Madián y a todo el campamento.»

15 Cuando Gedeón oyó la narración del sueño y su explicación, se postró, volvió al campamento de Israel y dijo: « ¡Levantaos! porque Yahveh ha puesto en vuestras manos el campamento de Madián.»

16 Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres cuerpos. Les dio a todos cuernos y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros.

17 Les dijo: «Miradme a mí y haced lo mismo. Cuando llegue yo al extremo del campamento, lo que yo haga lo haréis vosotros.

18 Yo y todos mis compañeros tocaremos los cuernos; vosotros también tocaréis los cuernos alrededor del campamento y gritaréis: ¡Por Yahveh y por Gedeón!»

19 Gedeón y los cien hombres que le acompañaban llegaron al extremo del campamento al comienzo de la guardia de la medianoche, cuando acababan de hacer el relevo de los centinelas; tocaron los cuernos y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.

20 Entonces los tres cuerpos del ejército tocaron los cuernos, y rompieron los cántaros; en la izquierda tenían las antorchas y en la derecha los cuernos para tocarlos; gritaban: «Espada por Yahveh y por Gedeón!»

21 Y se quedaron quietos cada uno en su lugar alrededor del campamento. Todo el campamento se despertó y, lanzando alaridos, se dieron a la fuga.

22 Mientras los trescientos tocaban los cuernos, Yahveh volvió la espada de cada uno contra su compañero por todo el campamento. La tropa huyó hasta Bet Hassittá, hacia Sartán, hasta la orilla de Abel Mejolá frente a Tabbat.

23 Los hombres de Israel se reunieron, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a Madián.

24 Gedeón envió mensajeros por toda la montaña de Efraím diciendo: «Bajad al encuentro de Madián y cortadles los vados hasta Bet Bará y el Jordán.» Se reunieron todos los hombres de Efraím y ocuparon los vados hasta Bet Bará y el Jordán.

25 Hicieron prisioneros a los dos jefes de Madián, Oreb y Zeeb; mataron a Oreb en la Peña de Oreb y a Zeeb en el Lagar de Zeeb. Persiguieron a Madián y llevaron a Gedeón, al otro lado del Jordán, las cabezas de Oreb y Zeeb.

Jueces 8

1 La gente de Efraím dijo a Gedeón: «¿Por qué has hecho esto con nosotros, no convocándonos cuando has ido a combatir a Madián?» Y discutieron con él violentamente.

2 El les respondió: «¿Qué he hecho yo en comparación de lo que habéis hecho vosotros? ¿No vale más el rebusco de Efraím que la vendimia de Abiézer?

3 Dios ha entregado a los jefes de Madián en vuestras manos, a Oreb y a Zeeb. ¿Qué he podido hacer yo en comparación con vosotros?» Con estas palabras que les dijo, se calmó su animosidad contra él.

4 Gedeón llegó al Jordán y lo pasó; pero él y los trescientos hombres que tenía consigo estaban agotados por la persecución.

5 Dijo, pues, a la gente de Sukkot: «Dad, por favor, tortas de pan a la tropa que me sigue, porque está agotada, y voy persiguiendo a Zébaj y a Salmunná, reyes de Madián.

6 Pero los jefes de Sukkot respondieron: «¿Acaso has sujetado ya las manos de Zébaj y Salmunná para que demos pan a tu ejército?»

7 Gedeón les respondió: «Bien; cuando Yahveh haya entregado en mis manos a Zébaj y a Salmunná, os desgarraré las carnes con espinas del desierto y con cardos.»

8 De allí subió a Penuel y les habló de igual manera. Pero la gente de Penuel le respondió como lo había hecho la gente de Sukkot.

9 El respondió a los de Penuel: «Cuando vuelva vencedor, derribaré esa torre.»

10 Zébaj y Salmunná estaban en Carcor con su ejército, unos 15.000 hombres, todos los que habían quedado del ejército de los hijos de Oriente. Los que habían caído eran 120.000 guerreros.

11 Gedeón subió por el camino de los que habitan en tiendas, al este de Nóbaj y de Yogbohá, y derrotó al ejército, cuando se creían ya seguros.

12 Zébaj y Salmunná huyeron. El los persiguió e hizo prisioneros a los dos reyes de Madián, Zébaj y Salmunná. Y destruyó todo el ejército.

13 Después de la batalla, Gedeón, hijo de Joás, volvió por la pendiente de Jares.

14 Habiendo detenido a un joven de la gente de Sukkot, le interrogó, y él le dio por escrito los jefes de Sukkot y los ancianos: 77 hombres.

15 Gedeón se dirigió entonces a la gente de Sukkot y dijo: «Aquí tenéis a Zébaj y Salmunná, a propósito de los cuales me injuriasteis diciendo: ¿Acaso has sujetado ya las manos de Zébaj y Salmunná para que demos pan a tus tropas agotadas?»

16 Tomó entonces a los ancianos de la ciudad y cogiendo espinas del desierto y cardos, desgarró a los hombres de Sukkot.

17 Derribó la torre de Penuel y mató a los habitantes de la ciudad.

18 Luego dijo a Zébaj y Salmunná: «¿Cómo eran los hombres que matasteis en el Tabor?» Ellos respondieron: «Se parecían a ti; cualquiera de ellos tenía la apariencia de un hijo de rey.»

19 Respondió Gedeón: «Eran mis hermanos, hijos de mi madre. ¡Vive Yahveh que, si los hubieseis dejado vivos, no os mataría!»

20 Y dijo a Yéter, su hijo mayor: «¡Levántate! ¡Mátalos!» Pero el muchacho no desenvainó la espada; no se atrevía, porque era todavía muy joven.

21 Zébaj y Salmunná dijeron entonces: «Levántate tú, hiérenos, porque según es el hombre es su valentía.» Gedeón se levantó, mató a Zébaj y a Salmunná y tomó las lunetas que sus camellos llevaban al cuello.

22 Los hombres de Israel dijeron a Gedeón: «Reina sobre nosotros tú, tu hijo y tu nieto, pues nos has salvado de la mano de Madián.»

23 Pero Gedeón les respondió: «No seré yo el que reine sobre vosotros ni mi hijo; Yahveh será vuestro rey.»

24 Y añadió Gedeón: «Os voy a pedir una cosa: que cada uno me dé un anillo de su botín.» Porque los vencidos tenían anillos de oro, pues eran ismaelitas.

25 Respondieron ellos: «Te los damos con mucho gusto.» Extendió él su manto y ellos echaron en él cada uno un anillo de su botín.

26 El peso de los anillos de oro que les había pedido, se elevó a 1.700 siclos de oro, sin contar las lunetas, los pendientes y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni tampoco los collares que pendían del cuello de sus camellos.

27 Gedeón hizo con todo ello un efod, que colocó en su ciudad, en Ofrá. Y todo Israel se prostituyó allí tras él y vino a ser una trampa para Gedeón y su familia.

28 Allí fue humillado Madián ante los israelitas, y no volvió a levantar cabeza. El país estuvo tranquilo cuarenta años, mientras vivió Gedeón.

29 Se fue, pues, Yerubbaal, hijo de Joás, y se quedó en su casa.

30 Gedeón tuvo setenta hijos, nacidos de él, pues tenía muchas mujeres.

31 Y la concubina que tenía en Siquem, le dio a luz también un hijo, a quien puso por nombre Abimélek.

32 Murió Gedeón, hijo de Joás, después de una dichosa vejez y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiézer.

33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los Baales y tomaron por dios a Baal Berit.

34 Los israelitas olvidaron a Yahveh su Dios, que los había librado de la mano de todos los enemigos de alrededor.

35 No fueron agradecidos con la casa de Yerubbaal-Gedeón, por todo el bien que había hecho a Israel.

Jueces 9

1 Abimélek, hijo de Yerubbaal, marchó a Siquem, donde los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de la familia de su madre:

2 «Decid esto, por favor, a oídos de todos los señores de Siquem: ¿Qué es mejor para vosotros, que os estén mandando setenta hombres, todos los hijos de Yerubbaal, o que os mande uno solo? Recordad además que yo soy de vuestros huesos y de vuestra carne.»

3 Los hermanos de su madre hablaron de él en los mismos términos a todos los señores de Siquem, y su corazón se inclinó hacia Abimélek, porque se decían: «Es nuestro hermano.»

4 Le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélek contrató a hombres miserables, y vagabundos, que se fueron con él.

5 Fue entonces a casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los hijos de Yerubbaal, setenta hombres, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Yerubbaal, porque se escondió.

6 Luego se reunieron todos los señores de Siquem y todo Bet Milló, y fueron y proclamaron rey a Abimélek junto al Terebinto de la estela que hay en Siquem.

7 Se lo anunciaron a Jotam, quien se colocó en la cumbre del monte Garizim, alzó la voz y clamó: «Escuchadme, señores de Siquem, y que Dios os escuche.

8 Los árboles se pusieron en camino para ungir a uno como su rey. Dijeron al olivo: "Sé tú nuestro rey."

9 Les respondió el olivo: "¿Voy a renunciar a mi aceite con el que gracias a mí son honrados los dioses y los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?"

10 Los árboles dijeron a la higuera: "Ven tú, reina sobre nosotros."

11 Les respondió la higuera: "¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a vagar por encima de los árboles?

12 Los árboles dijeron a la vid: "Ven tú, reina sobre nosotros."

13 Les respondió la vid: "¿Voy a renunciar a mi mosto, el que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?"

14 Todos los árboles dijeron a la zarza: "Ven tú, reina sobre nosotros."

15 La zarza respondió a los árboles: "Si con sinceridad venís a ungirme a mí para reinar sobre vosotros, llegad y cobijaos a mi sombra. Y si no es así, brote fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano."»

16 «Ahora pues, ¿habéis obrado con sinceridad y lealtad al elegir rey a Abimélek? ¿Os habéis portado bien con Yerubbaal y su casa y le habéis tratado según el mérito de sus manos?

17 Mi padre combatió por vosotros, arriesgó su vida, os libró de la mano de Madián;

18 y vosotros os habéis alzado hoy contra la casa de mi padre, habéis matado a sus hijos, setenta hombres sobre una misma piedra, y habéis puesto por rey a Abimélek, el hijo de su esclava, sobre los señores de Siquem, por ser él vuestro hermano.

19 Si, pues, habéis obrado con sinceridad y lealtad con Yerubbaal y con su casa en el día de hoy, que Abimélek sea vuestra alegría y vosotros la suya.

20 De lo contrario, que salga fuego de Abimélek y devore a los señores de Siquem y de Bet Milló; y que salga fuego de los señores de Siquem y Bet Milló y devore a Abimélek.»

21 Y Jotam huyó, se puso a salvo y fue a Beer, donde se estableció, lejos del alcance de su hermano Abimélek.

22 Abimélek gobernó tres años en Israel.

23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélek y los señores de Siquem; y los señores de Siquem traicionaron a Abimélek,

24 para que el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubbaal fuera vengado y su sangre cayera sobre su hermano Abimélek, que los había asesinado, y sobre los señores de Siquem, que le habían ayudado a asesinar a sus hermanos.

25 Los señores de Siquem prepararon contra él emboscadas en las cimas de los montes y saqueaban a todo el que pasaba cerca por el camino. Y se dio aviso a Abimélek.

26 Gaal, hijo de Obed, acompañando a sus hermanos, vino a pasar por Siquem y se ganó la confianza de los señores de Siquem.

27 Salieron éstos al campo a vendimiar sus viñas, pisaron las uvas, hicieron fiesta y entraron en el templo de su dios. Comieron y bebieron y maldijeron a Abimélek.

28 Entonces Gaal, hijo de Obed, exclamó: «¿Quién es Abimélek y qué es Siquem para que le sirvamos? ¿por qué el hijo de Yerubbaal y Zebul, su lugarteniente, no han de servir a la gente de Jamor, padre de Siquem? ¿Por qué hemos de servirles nosotros?

29 ¡Quién pusiera este pueblo en mis manos! Yo echaría a Abimélek y le diría: Refuerza tu ejército y sal a la lucha.»

30 Zebul, gobernador de la ciudad, se enteró de la propuesta de Gaal, hijo de Obed, y montó en cólera.

31 Envió secretamente mensajeros donde Abimélek, para decirle: «Mira que Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos, ha llegado a Siquem y están soliviantando a la ciudad contra ti.

32 Por tanto, levántate de noche, tú y la gente que tienes contigo, y tiende una emboscada en el campo;

33 por la mañana temprano, en cuanto salga el sol, te levantas y te lanzas contra la ciudad. Cuando Gaal salga a tu encuentro con su gente, harás con él lo que te venga a mano.»

34 Abimélek se levantó de noche con todas las tropas de que disponía y tendieron una emboscada frente a Siquem, repartidos en cuatro grupos.

35 Cuando Gaal, hijo de Obed, salió y se detuvo a la entrada de la puerta de la ciudad, Abimélek y la tropa que le acompañaba salieron de su emboscada.

36 Gaal vio la tropa y dijo a Zebul: «Mira la gente que baja de las cumbres de los montes.» Zebul respondió: «Es la sombra de los montes lo que ves y te parecen hombres.»

37 Gaal volvió a decir: «Mirad la gente que baja del lado del Ombligo de la Tierra, y otra partida llega por el camino de la Encina de los Adivinos.»

38 Zebul le dijo entonces: «¿Qué has hecho de tu boca tú que decías: "¿Quién es Abimélek para que le sirvamos?" ¿ No es esa la gente que despreciaste? Sal, pues, ahora y pelea contra ellos.»

39 Gaal salió al frente de los señores de Siquem y presentó batalla a Abimélek.

40 Abimélek persiguió a Gaal, pero se le escapó; y muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta.

41 Abimélek habitó en Arumá; y Zebul expulsó a Gaal y a sus hermanos y no les dejó habitar en Siquem.

42 Al día siguiente el pueblo salió al campo. Se dio aviso de ello a Abimélek,

43 que tomó su tropa, la repartió en tres grupos y tendió una emboscada en el campo. Cuando vio que la gente salía de la ciudad, cayó sobre ellos y los derrotó.

44 Abimélek y el grupo que estaba con él, atacó y tomó posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad; los otros dos grupos se lanzaron contra todos los que estaban en el campo y los derrotaron.

45 Todo aquel día estuvo Abimélek atacando a la ciudad. Cuando la tomó, mató a la población, arrasó la ciudad y la sembró de sal.

46 Al saberlo los vecinos de Migdal Siquem se metieron en la cripta del templo de El Berit.

47 Se comunicó a Abimélek que todos los señores de Migdal Siquem estaban juntos;

48 entonces Abimélek subió al monte Salmón, con toda su tropa, y tomando un hacha en sus manos, cortó una rama de árbol, la alzó y echándosela al hombro dijo a la tropa que le acompañaba: «Lo que me habéis visto hacer, deprisa, hacedlo también vosotros.»

49 Y todos sus hombres cortaron cada uno su rama; luego siguieron a Abimélek, pusieron las ramas sobre la cripta y prendieron fuego a la cripta con ellos debajo. Así murieron también todos los habitantes de Migdal Siquem, unos mil hombres y mujeres.

50 Marchó Abimélek contra Tebés, la asedió y tomó.

51 Había en medio de la ciudad una torre fuerte, y en ella se refugiaron todos los hombres y mujeres, y todos los señores de la ciudad. Cerraron por dentro y subieron a la terraza de la torre.

52 Abimélek llegó hasta la torre, la atacó y alcanzó la puerta de la torre con ánimo de prenderle fuego.

53 Entonces una mujer le arrojó una muela de molino a la cabeza y le partió el cráneo.

54 El llamó enseguida a su escudero y le dijo: «Desenvaina tu espada y mátame, para que no digan de mí: Lo ha matado una mujer.» Su escudero lo atravesó y murió.

55 Cuando la gente de Israel vio que Abimélek había muerto, se volvió cada uno a su lugar.

56 Así devolvió Dios a Abimélek el mal que había hecho a su padre al matar a sus setenta hermanos.

57 Y también sobre la cabeza de la gente de Siquem hizo Dios caer toda su maldad. De este modo se cumplió en ellos la maldición de Jotam, hijo de Yerubbaal.

Jueces 10

1 Después de Abimélek surgió para salvar a Israel Tolá, hijo de Puá, hijo de Dodó. Era de Isacar y habitaba en Samir, en la montaña de Efraím.

2 Fue juez de Israel veintitrés años; murió y fue sepultado en Samir.

3 Tras él surgió Yaír, de Galaad, que fue juez de Israel veintidós años.

4 Tenía treinta hijos que montaban treinta pollinos y tenían treinta ciudades, que se llaman todavía hoy los Aduares de Yaír, en el país de Galaad.

5 Murió Yaír, y fue sepultado en Camón.

6 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh. Sirvieron a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Aram y Sidón, a los dioses de Moab, a los de los ammonitas y de los filisteos. Abandonaron a Yahveh y ya no le servían.

7 Entonces se encendió la cólera de Yahveh contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los ammonitas.

8 Estos molestaron y oprimieron a los israelitas desde aquel año durante dieciocho años, a todos los israelitas que vivían en Transjordania, en el país amorreo de Galaad.

9 Los ammonitas pasaron el Jordán para atacar también a Judá, a Benjamín y a la casa de Efraím, e Israel pasó por grave aprieto.

10 Los israelitas clamaron a Yahveh diciendo: «Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a Yahveh nuestro Dios para servir a los Baales.»

11 Y Yahveh dijo a los israelitas: «Cuando los egipcios, los amorreos, los ammonitas, los filisteos,

12 los sidonios, Amalec y Madián os oprimían y clamasteis a mí ¿no os salvé de sus manos?

13 Pero vosotros me habéis abandonado y habéis servido a otros dioses. Por eso no he de salvaros otra vez.

14 Id y gritad a los dioses que habéis elegido: que os salven ellos en el tiempo de vuestra angustia».

15 Los israelitas respondieron a Yahveh: «Hemos pecado, haz con nosotros todo lo que te plazca; pero, por favor, sálvanos hoy.»

16 Y retiraron de en medio de ellos a los dioses extranjeros y sirvieron a Yahveh. Y Yahveh no pudo soportar el sufrimiento de Israel.

17 Los ammonitas se concentraron y vinieron a acampar en Galaad. Los israelitas se reunieron y acamparon en Mispá.

18 Entonces el pueblo, los jefes de Galaad, se dijeron unos a otros: «¿Quién será el hombre que emprenda el ataque contra los hijos de Ammón? El estará al frente de todos los habitantes de Galaad.»

Jueces 11

1 Jefté el galaadita, era un valiente guerrero. Era hijo de una prostituta. Y era Galaad el que había engendrado a Jefté.

2 Pero la mujer de Galaad le había dado hijos, y crecieron los hijos de la mujer y echaron a Jefté diciéndole: « Tú no tendrás herencia en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.»

3 Jefté huyó lejos de sus hermanos y se quedó en el país de Tob. Se le juntó una banda de gente miserable, que hacía correrías con él.

4 Andando el tiempo, los ammonitas vinieron a combatir contra Israel.

5 Y cuando los ammonitas estaban atacando a Israel, los ancianos de Galaad fueron a buscar a Jefté al país de Tob.

6 Dijeron a Jefté: «Ven, tú serás nuestro caudillo en la guerra con los ammonitas.»

7 Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «¿No sois vosotros los que me odiasteis y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué acudís a mí ahora que estáis en aprieto?»

8 Los ancianos de Galaad replicaron a Jefté: «Por eso ahora volvemos donde ti: ven con nosotros; tú atacarás a los ammonitas y serás nuestro jefe y el de todos los habitantes de Galaad.»

9 Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «Si me hacéis volver para combatir a los ammonitas y Yahveh me los entrega, yo seré vuestro jefe.»

10 Respondieron a Jefté los ancianos de Galaad: «Yahveh sea testigo entre nosotros si no hacemos como tú has dicho.»

11 Jefté partió con los ancianos de Galaad y el pueblo le hizo su jefe y caudillo; y Jefté repitió todas sus condiciones delante de Yahveh en Mispá.

12 Jefté envió al rey de los ammonitas mensajeros que le dijeran: «¿Qué tenemos que ver tú y yo para que vengas a atacarme en mi propio país?»

13 El rey de los ammonitas respondió a los mensajeros de Jefté: «Porque Israel, cuando subía de Egipto, se apoderó de mi país desde el Arnón hasta el Yabboq y el Jordán. Así que ahora devuélvemelo por las buenas.»

14 Jefté envió de nuevo mensajeros al rey de los ammonitas

15 y le dijo: «Así habla Jefté: Israel no se ha apoderado ni del país de Moab ni del de los ammonitas.

16 Cuando subió de Egipto, Israel caminó por el desierto hasta el mar de Suf y llegó a Cadés.

17 Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom para decirle: "Déjame, por favor, pasar por tu país", pero el rey de Edom no les atendió. Los envió también al rey de Moab, el cual tampoco accedió, e Israel se quedó en Cadés;

18 luego, avanzando por el desierto, rodeó el país de Edom y el de Moab y llegó al oriente del país de Moab. Acamparon a la otra parte del Arnón, sin cruzar la frontera de Moab, pues el Arnón es el límite de Moab.

19 Israel envió mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Jesbón, y le dijo: "Déjame, por favor, pasar por tu país hasta llegar a mi destino."

20 Pero Sijón le negó a Israel el paso por su territorio, reunió toda su gente, que acampó en Yahsá, y atacó a Israel.

21 Yahveh, Dios de Israel, puso a Sijón y a todo su pueblo en manos de Israel, que los derrotó, y conquistó Israel todo el país de los amorreos que habitaban allí.

22 Así conquistaron todo el territorio de los amorreos, desde el Arnón hasta el Yabboq y desde el desierto hasta el Jordán.

23 Con que Yahveh, Dios de Israel, quitó su heredad a los amorreos en favor de su pueblo Israel, ¿y tú se la vas a quitar?

24 ¿No posees ya todo lo que tu dios Kemós ha quitado para ti a sus poseedores? Igualmente nosotros poseemos todo lo que Yahveh nuestro Dios ha quitado para nosotros a sus poseedores.

25 ¿Vas a ser tú más que Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab? ¿Pudo acaso él hacerse fuerte contra Israel y luchar contra él?

26 Cuando se estableció Israel en Jesbón y en sus filiales, en Aroer y en sus filiales y en todas las ciudades que están a ambos lados del Arnón, (trescientos años) ¿por qué no las habéis recuperado desde entonces?

27 Yo no te he ofendido; eres tú el que te portas mal conmigo si me atacas. Yahveh, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón.»

28 Pero el rey de los ammonitas no hizo caso de las palabras que Jefté le mandó decir.

29 El espíritu de Yahveh vino sobre Jefté, que recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y de Mispá de Galaad pasó donde los ammonitas.

30 Y Jefté hizo un voto a Yahveh: «Si entregas en mis manos a los ammonitas,

31 el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto.»

32 Jefté pasó donde los ammonitas para atacarlos, y Yahveh los puso en sus manos.

33 Los derrotó desde Aroer hasta cerca de Minnit (veinte ciudades) y hasta Abel Keramim. Fue grandísima derrota y los ammonitas fueron humillados delante de los israelitas.

34 Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija salía a su encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; fuera de ella no tenía ni hijo ni hija.

35 Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Ay, hija mía! ¡Me has destrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? Abrí la boca ante Yahveh y no puedo volverme atrás.»

36 Ella le respondió: «Padre mío, has abierto tu boca ante Yahveh, haz conmigo lo que salió de tu boca, ya que Yahveh te ha concedido vengarte de tus enemigos los ammonitas.»

37 Después dijo a su padre: «Que se me conceda esta gracia: déjame dos meses para ir a vagar por las montañas y llorar con mis compañeras mi virginidad.»

38 El le dijo: «Vete.» Y la dejó marchar dos meses. Ella se fue con sus compañeras y estuvo llorando su virginidad por los montes.

39 Al cabo de los dos meses, volvió donde su padre y él cumplió en ella el voto que había hecho. La joven no había conocido varón. Y se hizo costumbre en Israel:

40 de año en año las hijas de Israel van a lamentarse cuatro días al año por la hija de Jefté el galaadita.

Jueces 12

1 Los hombres de Efraím se juntaron, pasaron el Jordán en dirección a Safón y dijeron a Jefté: «Por qué has ido a atacar a los ammonitas y no nos has invitado a marchar contigo? Vamos a prender fuego a tu casa contigo dentro.»

2 Jefté les respondió: «Teníamos un gran conflicto mi pueblo y yo con los ammonitas; os pedí ayuda y no me librasteis de sus manos.

3 Cuando vi que nadie venía a ayudarme, arriesgué la vida, marché contra los ammonitas y Yahveh los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, habéis subido hoy contra mí para hacerme la guerra?»

4 Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y atacó a Efraím, los de Galaad derrotaron a los de Efraím, porque éstos decían: «vosotros los galaaditas sois fugitivos de Efraím, en medio de Efraím, en medio de Manasés.»

5 Galaad cortó a Efraím los vados del Jordán y cuando los fugitivos de Efraím decían: «Dejadme pasar», los hombres de Galaad preguntaban: «¿Eres efraimita?» Y si respondía: «No»,

6 le añadían: «Pues di Sibbólet». Pero él decía: «Sibbólet» porque no podía pronunciarlo así. Entonces le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Perecieron en aquella ocasión 42.000 hombres de Efraím.

7 Jefté juzgó a Israel seis años; luego Jefté el galaadita murió y fue sepultado en su ciudad, Mispá de Galaad.

8 Después de él fue juez en Israel Ibsán de Belén.

9 Tenía treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó fuera y de fuera trajo treinta mujeres para sus hijos. Fue juez en Israel siete años.

10 Y murió Ibsán y fue sepultado en Belén.

11 Después de él fue juez en Israel Elón de Zabulón. Juzgó a Israel diez años.

12 Y murió Elón de Zabulón y fue sepultado en Ayyalón, en tierra de Zabulón.

13 Después de él fue juez en Israel Abdón, hijo de Hillel, de Piratón.

14 Tenía cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban setenta pollinos. Juzgó a Israel ocho años.

15 Y murió Abdón, hijo de Hillel de Piratón, y fue sepultado en Piratón, en tierra de Efraím, en la montaña de los amalecitas.

Jueces 13

1 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó a merced de los filisteos durante cuarenta años.

2 Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manóaj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos.

3 El ángel de Yahveh se apareció a esta mujer y le dijo: «Bien sabes que eres estéril y que no has tenido hijos,

4 pero concebirás y darás a luz un hijo. En adelante guárdate de beber vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro.

5 Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre. El comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos.»

6 La mujer fue a decírselo a su marido: «Un hombre de Dios ha venido donde mí; su aspecto era como el del Ángel de Dios, muy terrible. No le he preguntado de dónde venía ni él me ha manifestado su nombre.

7 Pero me ha dicho: "Vas a concebir y a dar a luz un hijo. En adelante no bebas vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte.»

8 Manóaj invocó a Yahveh y dijo: «Te ruego, Señor, que el hombre de Dios que has enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño cuando nazca.»

9 Dios escuchó a Manóaj y el Ángel de Dios vino otra vez donde la mujer cuando estaba sentada en el campo. Manóaj, su marido, no estaba con ella.

10 La mujer corrió enseguida a informar a su marido y le dijo: «Mira, se me ha aparecido el hombre que vino donde mí el otro día.»

11 Manóaj se levantó y, siguiendo a su mujer, llegó donde el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado con esta mujer?» El respondió: «Yo soy.»

12 Le dijo Manóaj: «Cuando tu palabra se cumpla ¿cuál deberá ser la norma del niño y su conducta?»

13 El Ángel de Yahveh respondió a Manóaj: «Deberá abstenerse él de todo lo que indiqué a esta mujer.

14 No probará nada de lo que procede de la viña, no beberá vino ni bebida fermentada, no comerá nada impuro y observará todo lo que yo le he mandado.»

15 Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahveh: «Permítenos retenerte y prepararte un cabrito.»

16 Pero el Ángel de Yahveh dijo a Manóaj: «Aunque me obligues a quedarme no probaré tu comida. Pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yahveh.» Porque Manóaj no sabía que era el Ángel de Yahveh.

17 Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahveh: «¿Cuál es tu nombre para que, cuando se cumpla tu palabra, te podamos honrar?»

18 El Ángel de Yahveh le respondió: «¿Por qué me preguntas el nombre, si es maravilloso?.»

19 Manóaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció en holocausto, sobre la roca, a Yahveh, que obra maravillas. Manóaj y su mujer estaban mirando.

20 Cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Ángel de Yahveh subía en la llama. Manóaj y su mujer lo estaban viendo y cayeron rostro en tierra.

21 Al desaparecer el Ángel de Yahveh de la vista de Manóaj y su mujer, Manóaj se dio cuenta de que era el Ángel de Yahveh.

22 Y dijo Manóaj a su mujer: «Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios.»

23 Su mujer le respondió: «Si Yahveh hubiera querido matarnos no habría aceptado de nuestra mano el holocausto ni la oblación, no nos habría mostrado todas estas cosas ni precisamente ahora nos habría hecho oír esto.»

24 La mujer dio a luz un hijo y le llamó Sansón. El niño creció y Yahveh le bendijo.

25 Y el espíritu de Yahveh comenzó a excitarle en el Campamento de Dan, entre Sorá y Estaol.

Jueces 14

1 Sansón bajó a Timná y se fijó en Timná en una mujer entre las hijas de los filisteos.

2 Subió y se lo dijo a su padre y a su madre: «He visto en Timná una mujer de entre las hijas de los filisteos: tomádmela para esposa.»

3 Su padre y su madre le dijeron: «¿No hay ninguna mujer entre las hijas de tus hermanos y en todo mi pueblo, para que vayas a tomar mujer entre esos filisteos incircuncisos?» Pero Sansón respondió a su padre: «Toma a ésa para mí, porque esa es la que me gusta.»

4 Su padre y su madre no sabían que esto venía de Yahveh, que buscaba un pretexto contra los filisteos, pues por aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel.

5 Sansón bajó a Timná y al llegar a las viñas de Timná, vio un leoncillo que venía rugiendo a su encuentro.

6 El espíritu de Yahveh le invadió, y sin tener nada en la mano, Sansón despedazó al león como se despedaza un cabrito; pero no contó ni a su padre ni a su madre lo que había hecho.

7 Bajó y habló con la mujer, la cual le agradó.

8 Algún tiempo después, volvió Sansón para casarse con ella. Dio un rodeo para ver el cadáver del león y he aquí que en el cuerpo del león había un enjambre de abejas con miel.

9 La recogió en su mano y según caminaba la iba comiendo. Cuando llegó donde su padre y su madre les dio miel y comieron, pero no les dijo que la había cogido del cadáver del león.

10 Su padre bajó donde la mujer y Sansón hizo allí un banquete, pues así suelen hacer los jóvenes.

11 Pero, al verle, eligieron treinta compañeros para que estuvieran con él.

12 Sansón les dijo: «Os voy a proponer una adivinanza. Si me dais la solución dentro de los siete días de la fiesta y acertáis, os daré treinta túnicas y treinta mudas.

13 Pero si no podéis darme la solución, entonces me daréis vosotros treinta túnicas y treinta mudas.» Ellos le dijeron: «Propón tu adivinanza, que te escuchamos.»

14 El les dijo: «Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura.» A los tres días aún no habían acertado la adivinanza.

15 Al cuarto día dijeron a la mujer de Sansón: «Convence a tu marido para que nos explique la adivinanza. Si no, te quemaremos a ti y a la casa de tu padre. ¿O es que nos habéis invitado para robarnos?»

16 La mujer de Sansón se puso a llorar sobre él, y dijo: «Tú me odias y no me amas. Has propuesto una adivinanza a los hijos de mi pueblo y a mí no me la has explicado.» El le respondió: «Ni a mi padre ni a mi madre se la he explicado ¿y te la voy a explicar a ti?»

17 Ella estuvo llorando encima de él los siete días que duró la fiesta. Por fin el séptimo día se la explicó, porque lo tenía asediado y ella explicó la adivinanza a los hijos de su pueblo.

18 El séptimo día, antes que entrara en la alcoba, la gente de la ciudad dijo a Sansón: «¿Qué hay más dulce que la miel, y qué más fuerte que el león?» El les respondió: «Si no hubierais arado con mi novilla, no habríais acertado mi adivinanza.»

19 Luego el espíritu de Yahveh le invadió, bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres, tomó sus despojos y entregó las mudas a los acertantes de la adivinanza; luego, encendido en cólera, subió a la casa de su padre.

20 La mujer de Sansón pasó a ser de un compañero suyo, el que había sido su amigo de confianza.

Jueces 15

1 Algún tiempo después, por los días de la siega del trigo, fue Sansón a visitar a su mujer llevando un cabrito y dijo: «Quiero llegarme a mi mujer, en la alcoba.» Pero el padre de ella no le dejó entrar.

2 y le dijo: «Yo pensé que ya no la querías y se la di a tu compañero. ¿No vale más su hermana menor? Sea tuya en lugar de la otra.»

3 Sansón les replicó: «Esta vez no tengo culpa con los con los filisteos si les hago daño.»

4 Se fue Sansón, y cazó trescientas zorras; cogió unas teas y, juntando a los animales cola con cola, puso una tea en medio entre las dos colas.

5 Prendió fuego a las teas y luego, soltando las zorras por las mieses de los filisteos, incendió las gavillas y el trigo todavía en pie y hasta las viñas y olivares.

6 Los filisteos preguntaron: «¿Quién ha hecho esto?» Y les respondieron: «Sansón, el yerno del timnita, porque éste tomó a su mujer y se la dio a su compañero.» Entonces los filisteos subieron y quemaron a aquella mujer y la casa de su padre.

7 Sansón les dijo: «Ya que os portáis así no he de parar hasta vengarme de vosotros.»

8 Y les midió las costillas causándoles un gran estrago. Después bajó a la gruta de la roca de Etam y se quedó allí.

9 Los filisteos subieron a acampar en Judá e hicieron una incursión por Lejí.

10 Y les dijeron los hombres de Judá: «¿Por qué habéis subido contra nosotros?» Respondieron: «Hemos subido para amarrar a Sansón, para hacer con él lo que él ha hecho con nosotros.»

11 3.000 hombres de Judá bajaron a la gruta de la roca de Etam y dijeron a Sansón: «¿No sabes que los filisteos nos están dominando? ¿Qué nos has hecho?» El les respondió: «Como me trataron a mí, les he tratado yo a ellos.»

12 Ellos le dijeron: «Hemos bajado para amarrarte y entregarte en manos de los filisteos.» Sansón les dijo: «Juradme que no me vais a matar vosotros mismos.»

13 Le respondieron: «No; sólo queremos amarrarte y entregarte, no te mataremos.» Lo amarraron, pues, con dos cordeles nuevos y lo sacaron de entre las rocas.

14 Cuando llegaba a Lejí y los filisteos corrían a su encuentro, con gritos de triunfo, el espíritu de Yahveh vino sobre él: los cordeles que sujetaban sus brazos fueron como hilos de lino que se queman al fuego y las ligaduras se deshicieron entre sus manos.

15 Encontró una quijada de asno todavía fresca, alargó la mano, la cogió y mató con ella a mil hombres.

16 Sansón dijo entonces: «Con quijada de asno los amontoné. Con quijada de asno, a mil hombres sacudí.»

17 Cuando terminó de hablar, tiró la quijada: por eso se llamó aquel lugar Ramat Lejí.

18 Entonces sintió una sed terrible e invocó a Yahveh diciendo: «Tú has logrado esta gran victoria por mano de tu siervo y ahora ¿voy a morir de sed y a caer en manos de los incircuncisos?»

19 Entonces Dios hendió la cavidad que hay en Lejí y brotó agua de ella. Sansón bebió, recobró su espíritu y se reanimó. Por eso se dio el nombre de En Haccoré a la fuente que existe todavía hoy en Lejí.

20 Sansón fue juez en Israel en la época de los filisteos por espacio de veinte años.

Jueces 16

1 De allí Sansón se dirigió a Gaza, vio allí una meretriz y entró donde ella.

2 Se dio aviso a los hombres de Gaza: «Ha venido Sansón.» Ellos le rodearon y le estuvieron acechando a la puerta de la ciudad. Estuvieron quietos toda la noche pensando: «Esperemos hasta que despunte el día y lo mataremos.»

3 Sansón estuvo durmiendo hasta media noche; y a media noche se levantó, cogió las hojas de la puerta de la ciudad con sus dos jambas, las arrancó junto con la barra, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cumbre del monte que está frente a Hebrón.

4 Después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Soreq, que se llamaba Dalila.

5 Los tiranos de los filisteos subieron donde ella y le dijeron: «Sonsácale y entérate de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos dominarlo para amarrarlo y tenerlo sujeto. Nosotros te daremos cada uno 1.100 siclos de plata.»

6 Dalila dijo a Sansón: «Dime, por favor, ¿de dónde te viene esa fuerza tan grande y con qué habría que atarte para tenerte sujeto?»

7 Sansón le respondió: «Si me amarraran con siete cuerdas de arco todavía frescas, sin dejarlas secar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»

8 Los tiranos de los filisteos llevaron a Dalila siete cuerdas de arco frescas, sin secar aún, y lo amarró con ellas.

9 Tenía ella hombres apostados en la alcoba y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón». El rompió las cuerdas de arco como se rompe el hilo de estopa en cuanto siente el fuego. Así no se descubrió el secreto de la fuerza.

10 Entonces Dalila dijo a Sansón: «Te has reído de mí y me has dicho mentiras; dime pues, por favor, con qué habría que atarte.»

11 El le respondió: «Si me amarraran bien con cordeles nuevos sin usar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»

12 Dalila cogió unos cordeles nuevos, lo amarró con ellos y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» Tenía ella hombres apostados en la alcoba, pero él rompió los cordeles de sus brazos como un hilo.

13 Entonces Dalila dijo a Sansón: «Hasta ahora te has estado burlando de mi y no me has dicho más que mentiras. Dime con qué habría de amarrarte.» El le respondió: «Si tejieras las siete trenzas de mi cabellera con la trama y las clavaras con la clavija del tejedor, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»

14 Ella le hizo dormir, tejió luego las siete trenzas de su cabellera con la trama, las clavó con la clavija y le gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de su sueño y arrancó la trama y la clavija. Así no se descubrió el secreto de su fuerza.

15 Dalila le dijo: «¿Cómo puedes decir: "Te amo ", si tu corazón no está conmigo? Tres veces te has reído ya de mí y no me has dicho en qué consiste esa fuerza tan grande.»

16 Como todos los días le asediaba con sus palabras y le importunaba, aburrido de la vida,

17 le abrió todo su corazón y le dijo: «La navaja no ha pasado jamás por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rasuraran, mi fuerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.»

18 Dalila comprendió entonces que le había abierto todo su corazón, mandó llamar a los tiranos de los filisteos y les dijo: «Venid esta vez, pues me ha abierto todo su corazón.» Y los tiranos de los filisteos vinieron donde ella con el dinero en la mano.

19 Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a humillarlo, y se retiró de él su vigor.

20 Ella gritó: «Los filisteos contra ti, Sansón.» El se despertó de su sueño y se dijo: «Saldré como las otras veces y me desembarazaré.» No sabía que Yahveh se había apartado de él.

21 Los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos, y lo bajaron a Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce y daba vueltas a la muela en la cárcel.

22 Pero el pelo de su cabeza, nada más rapado, empezó a crecer.

23 Los tiranos de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón y hacer gran fiesta. Decían: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo.»

24 En cuanto lo vio la gente, alababa a su dios diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo, al que devastaba nuestro país y multiplicaba nuestras víctimas.»

25 Y como su corazón estaba alegre, dijeron: «Llamad a Sansón para que nos divierta.» Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel, y él les estuvo divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas.

26 Sansón dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas en las que descansa la casa para que me apoye en ellas.»

27 La casa estaba llena de hombres y mujeres. Estaban dentro todos los tiranos de los filisteos y, en el terrado, unos 3.000 hombres y mujeres contemplando los juegos de Sansón.

28 Sansón invocó a Yahveh y exclamó: «Señor Yahveh, dígnate acordarte de mí, hazme fuerte nada más que esta vez, oh Dios, para que de un golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos.»

29 Y Sansón palpó las dos columnas centrales sobre las que descansaba la casa, se apoyó contra ellas, en una con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo,

30 y gritó: «¡Muera yo con los filisteos!» Apretó con todas sus fuerzas y la casa se derrumbó sobre los tiranos y sobre toda la gente allí reunida. Los muertos que mató al morir fueron más que los que había matado en vida.

31 Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron. Lo subieron y sepultaron entre Sorá y Estaol, en el sepulcro de su padre Manóaj. Había juzgado a Israel por espacio de veinte años.

Jueces 17

1 Había en la montaña de Efraím un hombre llamado Miqueas.

2 Dijo a su madre: «Los 1.100 siclos de plata que te quitaron y por los que lanzaste una maldición, incluso oí que dijiste... esa plata la tengo yo; yo la robé.» Su madre respondió: «Que mi hijo sea bendito de Yahveh».

3 Y él le devolvió los 1.100 siclos de plata. Y su madre dijo: «Yo consagré solemne y espontáneamente, por mi hijo, esta plata a Yahveh, para hacer con ella una imagen y un ídolo de fundición, pero ahora te la devuelvo.» Y él devolvió la plata a su madre.

4 Su madre tomó doscientos siclos de plata y los entregó al fundidor. Este le hizo una imagen (y un ídolo de metal fundido) que quedó en casa de Miqueas.

5 Este hombre, Miká, tenía una Casa de Dios; hizo un efod y unos terafim e invistió a uno de sus hijos que vino a ser su sacerdote.

6 En aquel tiempo no había rey en Israel y hacía cada uno lo que le parecía bien.

7 Había un joven de Belén de Judá, de la familia de Judá, que era levita y residía allí como forastero.

8 Este hombre dejó la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde pudiera. Haciendo su camino llegó a la montaña de Efraím, a la casa de Miká.

9 Miká le preguntó: «¿De dónde vienes?» Le respondió: «Soy un levita de Belén de Judá. Vengo de paso para residir donde pueda.»

10 Miká le dijo: «Quédate en mi casa, y serás para mí un padre y un sacerdote; yo te daré diez siclos de plata al año, el vestido y la comida.»

11 El levita accedió a quedarse en casa de aquel hombre y el joven fue para él como uno de sus hijos.

12 Miká invistió al levita; el joven fue su sacerdote y se quedó en casa de Miká.

13 Y dijo Miká: «Ahora sé que Yahveh me favorecerá, porque tengo a este levita como sacerdote.»

Jueces 18

1 Por aquel tiempo no había rey en Israel. Por entonces la tribu de Dan buscaba un territorio donde habitar, pues hasta aquel día no le había tocado heredad entre las tribus de Israel.

2 Los danitas enviaron a cinco hombres de su familia, hombres valientes de Sorá y Estaol, para recorrer el país y explorarlo. Y les dijeron: «Id a explorar esa tierra.» Llegaron a la montaña de Efraím cerca de la casa de Miká, y pasaron allí la noche.

3 Como estaban cerca de la casa de Miká, reconocieron la voz del joven levita, y llegándose allá le dijeron: «¿Quién te ha traído por acá?, ¿qué haces en este lugar? ¿qué se te ha perdido aquí?»

4 El les respondió: «Esto y esto ha hecho por mí Miká. Me ha tomado a sueldo y soy su sacerdote.»

5 Le dijeron: «Consulta, pues, a Dios, para que sepamos si el viaje que estamos haciendo tendrá feliz término.»

6 Les respondió el sacerdote: «Id en paz; el viaje que hacéis está bajo la mirada de Yahveh.»

7 Los cinco hombres partieron y llegaron a Lais. Vieron que las gentes que habitaban allí vivían seguras, según las costumbres de los sidonios, tranquilas y confiadas; que nada faltaba allí de cuanto produce la tierra, que estaban lejos de los sidonios y no tenían relaciones con los arameos.

8 Volvieron entonces donde sus hermanos, a Sorá y Estaol, y éstos les preguntaron: «¿Qué noticias traéis?»

9 Ellos respondieron: «¿Arriba!, vayamos contra ellos, porque hemos visto el país y es excelente. Pero ¿por qué estáis parados sin decir nada? No dudéis en partir para ir a conquistar aquella tierra.

10 Cuando lleguéis, os encontraréis con un pueblo tranquilo. El país es espacioso: Dios lo ha puesto en nuestras manos; es un lugar en el que no falta nada de lo que puede haber sobre la tierra.»

11 Partieron, pues, de allí, del clan de los danitas, de Sorá y Estaol, seiscientos hombres bien armados.

12 Subieron y acamparon en Quiryat Yearim, en Judá. Por eso, todavía hoy, se llama aquel lugar el Campamento de Dan. Está detrás de Quiryat Yearim.

13 De allí pasaron a la montaña de Efraím y llegaron a la casa de Miká.

14 Los cinco hombres que habían ido a recorrer la tierra, tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: «¿No sabéis que hay aquí en estas casas un efod, unos terafim, una imagen y un ídolo de metal fundido? Considerad, pues, lo que habéis de hacer.»

15 Llegándose allá entraron en la casa del joven levita, la casa de Miká, y le dieron el saludo de paz.

16 Los seiscientos hombres danitas con sus armas de guerra estaban en el umbral de la puerta.

17 Los cinco hombres que habían ido a recorrer la tierra subieron, entraron dentro y cogieron la imagen, el efod, los terafim y el ídolo de fundición; entre tanto el sacerdote estaba en el umbral de la puerta con los seiscientos hombres armados.

18 Aquéllos, pues, entrando en la casa de Miká, cogieron la imagen, el efod, los terafim y el ídolo de fundición. El sacerdote les dijo: «¿Qué estáis haciendo?»

19 «Calla - le contestaron - pon la mano en la boca y ven con nosotros. Serás para nosotros padre y sacerdote. ¿Prefieres ser sacerdote de la casa de un particular a ser sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?»

20 Se alegró con ello el corazón del sacerdote, tomó el efod, los terafim y la imagen y se fue en medio de la tropa.

21 Reemprendieron el camino colocando en la cabeza a las mujeres, los niños, los rebaños y los objetos preciosos.

22 Estaban ya lejos de la casa de Miká, cuando los hombres de las casas vecinas a la casa de Miká dieron la alarma y salieron en persecución de los danitas,

23 y les gritaron. Se volvieron éstos y dijeron a Miká: «¿Qué te pasa para gritar así?»

24 Respondió: «Me habéis quitado a mi dios, el que yo me había hecho, y a mi sacerdote. Vosotros os marcháis, y a mí ¿qué me queda? y encima me decís: ¿Qué te pasa?»

25 Los danitas le contestaron: «Calla de una vez, no sea que algunos irritados caigan sobre vosotros y pierdas tu vida y la de tu casa.»

26 Los danitas siguieron su camino; y Miká, viendo que eran más fuertes, se volvió a su casa.

27 Ellos tomaron el dios que Miká había fabricado y el sacerdote que tenía, y marcharon contra Lais, pueblo tranquilo y confiado. Pasaron a cuchillo a la población e incendiaron la ciudad.

28 Nadie vino en su ayuda, porque estaba lejos de Sidón y no tenía relaciones con los arameos. Estaba situada en el valle que se extiende hacia Bet Rejob. Reconstruyeron la ciudad, se establecieron en ella,

29 y le pusieron el nombre de Dan, en recuerdo de su padre Dan, hijo de Israel. Aunque antiguamente la ciudad se llamaba Lais.

30 Los danitas erigieron para sí la imagen. Jonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y después sus hijos, fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el día de la deportación del país.

31 Se erigieron la imagen que había hecho Miká y allí permaneció mientras estuvo en Silo la casa de Dios.

Jueces 19

1 En aquel tiempo, cuando aún no había rey en Israel, hubo un hombre, levita, que residía como forastero en los confines de la montaña de Efraím. Tomó por concubina a una mujer de Belén de Judá.

2 Se enfadó con él su concubina y lo dejó para volver a la casa de su padre en Belén de Judá, donde permaneció bastante tiempo, unos cuatro meses.

3 Su marido se puso en camino y fue donde ella, para hablarle al corazón y hacerla volver; llevaba consigo a su criado y un par de asnos. Cuando llegó a casa del padre de ella, le vio el padre de la joven y salió contento a su encuentro.

4 Su suegro, el padre de la joven, lo retuvo y él se quedó con él tres días; comieron y bebieron y pasaron allí la noche.

5 Al cuarto día se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir; el padre de la joven dijo a su yerno: «Toma un bocado de pan para cobrar ánimo, y luego marcharás.»

6 Se sentaron, y se pusieron a comer y beber los dos juntos. Luego el padre de la joven dijo al hombre: «Decídete, pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón.»

7 Se levantó el hombre para marchar, pero el suegro le porfió y se quedó aquella noche.

8 Al quinto día madrugó para marchar, pero el padre de la joven le dijo: «Cobra ánimo primero, por favor.» Y pasaron el tiempo hasta declinar el día y comieron juntos.

9 Se levantaron para marchar el marido con su concubina y su siervo, pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: «Mira que la tarde está al caer. Pasa aquí la noche y que se alegre tu corazón. Mañana de madrugada marcharéis y volverás a tu tienda.»

10 Pero el hombre no quiso pasar la noche allí; se levantó, partió y llegó frente a Jebús, o sea, Jerusalén. Llevaba consigo los dos asnos cargados, su concubina y su criado.

11 Cuando llegaban cerca de Jebús, era ya hora muy avanzada. El criado dijo a su amo: «Vamos, dejemos el camino y entremos en esa ciudad de los jebuseos para pasar allí la noche.»

12 Su amo le respondió: «No vamos a entrar en una ciudad de extranjeros, que no son israelitas; pasaremos de largo hasta Guibeá.»

13 Y añadió a su criado: «Vamos a acercarnos a uno de esos poblados; pasaremos la noche en Guibeá o Ramá.»

14 Pasaron, pues, de largo y continuaron su marcha. Y a la puesta del sol, llegaron frente a Guibeá de Benjamín.

15 Se desviaron hacia allí y fueron a pasar la noche en Guibeá. El levita entró y se sentó en la plaza de la ciudad, pero no hubo nadie que les ofreciera casa donde pasar la noche.

16 Llegó un viejo que volvía por la tarde de sus faenas del campo. Era un hombre de la montaña de Efraím que residía como forastero en Guibeá; mientras que la gente del lugar era benjaminita.

17 Alzando los ojos, se fijó en el viajero que estaba en la plaza de la ciudad, y el anciano le dijo: «¿A dónde vas y de dónde vienes?»

18 Y el otro le respondió: «Estamos de paso, venimos de Belén de Judá y vamos hasta los confines de la montaña de Efraím, de donde soy. Fui a Belén de Judá y ahora vuelvo a mi casa, pero nadie me ha ofrecido su casa.

19 Y eso que tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y pan y vino para mí, para tu sierva y para el joven que acompaña a tu siervo. No nos falta de nada.»

20 El viejo le dijo: «La paz sea contigo; yo proveeré a todas tus necesidades; pero no pases la noche en la plaza.»

21 Le llevó, pues, a su casa y echó pienso a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.

22 Mientras alegraban su corazón, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y golpeando la puerta le dijeron al viejo, dueño de la casa: «Haz salir al hombre que ha entrado en tu casa para que lo conozcamos.»

23 El dueño de la casa salió donde ellos y les dijo: «No, hermanos míos; no os portéis mal. Puesto que este hombre ha entrado en mi casa no cometáis esa infamia.

24 Aquí está mi hija, que es doncella. Os la entregaré. Abusad de ella y haced con ella lo que os parezca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia.»

25 Pero aquellos hombres no quisieron escucharle. Entonces el hombre tomó a su concubina y se la sacó fuera. Ellos la conocieron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana y la dejaron al amanecer.

26 Llegó la mujer de madrugada y cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido; allí quedó hasta que fue de día.

27 Por la mañana se levantó su marido, abrió las puertas de la casa y salió para continuar su camino; y vio que la mujer, su concubina, estaba tendida a la entrada de la casa, con las manos en el umbral,

28 y le dijo: «Levántate, vámonos.» Pero no le respondió. Entonces el hombre la cargó sobre su asno y se puso camino de su pueblo.

29 Llegado a su casa, cogió un cuchillo y tomando a su concubina la partió miembro por miembro en doce trozos y los envió por todo el territorio de Israel.

30 Y dio esta orden a su emisarios: «Esto habéis de decir a todos los israelitas: ¿Se ha visto alguna vez cosa semejante desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta hoy? Pensad en ello, pedid consejo y tomad una decisión.» Y todos los que lo veían, decían: «Nunca ha ocurrido ni se ha visto cosa igual desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta hoy.»

Jueces 20

1 Salieron, pues, todos los israelitas y se reunió toda la comunidad como un solo hombre, desde Dan hasta Berseba y el país de Galaad, delante de Yahveh, en Mispá.

2 Los principales de todo el pueblo y todas las tribus de Israel acudieron a la asamblea del pueblo de Dios: 400.000 hombres de a pie, armados de espada.

3 Oyeron los benjaminitas que los hijos de Israel habían subido a Mispá... Los israelitas dijeron: «Decidnos cómo ha sido el crimen.»

4 El levita, marido de la mujer asesinada, tomó la palabra y dijo: «Había llegado yo con mi concubina a Guibeá de Benjamín para pasar la noche.

5 Los señores de Guibeá se levantaron contra mí y rodearon por la noche la casa; intentaron matarme a mí, y abusaron tanto de mi concubina que murió.

6 Tomé entonces a mi concubina, la descuarticé y la envié por todo el territorio de la heredad de Israel, porque habían cometido una vergüenza y una infamia en Israel.

7 Aquí estáis todos, israelitas: tratadlo y tomad aquí mismo una resolución.»

8 Todo el pueblo se levantó como un solo hombre diciendo: «Ninguno de nosotros marchará a su tienda, nadie volverá a su casa.

9 Esto es lo que hemos de hacer con Guibeá. Echaremos a suertes

10 y tomaremos de todas las tribus de Israel diez hombres por cada cien, cien por cada mil, y mil por cada 10.000; ellos recogerán víveres para la tropa, para hacer, en cuanto lleguen, con Guibeá de Benjamín según la infamia que han cometido en Israel.»

11 Así se juntó contra la ciudad toda la gente de Israel como un solo hombre.

12 Las tribus de Israel enviaron emisarios a toda la tribu de Benjamín diciendo: «¿Qué crimen es ése que se ha cometido entre vosotros?

13 Ahora, pues, entregadnos a esos hombres malvados de Guibeá, para que los matemos y desaparezca el mal de Israel.» Pero los benjaminitas no quisieron hacer caso a sus hermanos los israelitas.

14 Los benjaminitas, dejando sus ciudades, se reunieron en Guibeá para salir al combate contra los israelitas.

15 Aquel día los benjaminitas llegados de las diversas ciudades hicieron el censo, que dio en total 25.000 hombres armados de espada, sin contar los habitantes de Guibeá.

16 En toda esta tropa había setecientos hombres elegidos, zurdos, capaces todos ellos de lanzar una piedra con la honda contra un cabello sin errar el tiro.

17 La gente de Israel hizo también el censo. Sin contar a Benjamín, eran 400.000 armados de espada; todos hombres de guerra.

18 Partieron, pues, y subieron a Betel. Consultaron a Dios y le preguntaron los israelitas: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir contra los benjaminitas?» Y Yahveh respondió: «Judá subirá primero.»

19 Los israelitas se levantaron temprano y acamparon frente a Guibeá.

20 Salieron los hombres de Israel para combatir contra Benjamín y se pusieron en orden de batalla frente a Guibeá.

21 Pero los benjaminitas salieron de Guibeá y dejaron muertos en tierra aquel día a 22.000 hombres de Israel.

22 Los israelitas subieron a llorar delante de Yahveh hasta la tarde y luego consultaron a Yahveh diciendo: «¿He de entablar combate otra vez contra los hijos de mi hermano Benjamín?» Yahveh respondió: «Subid contra él.»

23 Entonces la tropa de Israel recobró su valor y volvió a ponerse en orden de batalla en el mismo lugar que el primer día.

24 El segundo día los israelitas se acercaron a los benjaminitas;

25 pero también aquel segundo día Benjamín salió de Guibeá a su encuentro y volvió a dejar tendidos en tierra a 18.000 israelitas; todos ellos armados de espada.

26 Entonces todos los israelitas y todo el pueblo subieron hasta Betel, lloraron, se quedaron allí delante de Yahveh, ayunaron todo el día hasta la tarde y ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión delante de Yahveh.

27 Consultaron luego los israelitas a Yahveh, pues el arca de la alianza de Dios se encontraba allí,

28 y Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba entonces a su servicio. Dijeron: «¿He de salir otra vez a combatir a los hijos de mi hermano Benjamín o debo dejarlo?» Yahveh respondió: «Subid, porque mañana lo entregaré en vuestras manos.»

29 Israel puso gente emboscada alrededor de Guibeá.

30 Al tercer día los israelitas marcharon contra los benjaminitas y se pusieron en orden de batalla como las otras veces frente a Guibeá.

31 Los benjaminitas salieron a su encuentro y se dejaron atraer lejos de la ciudad. Comenzaron como las otras veces a matar gente del pueblo por los caminos que suben, uno a Betel y otro a Guibeá, a campo raso: unos treinta hombres de Israel.

32 Los benjaminitas se dijeron: «Han sido derrotados ante nosotros como la primera vez.» Pero los israelitas se habían dicho: «Vamos a huir para atraerlos lejos de la ciudad hacia los caminos.»

33 Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de sus puestos, tomaron posiciones en Baal Tamar, y los emboscados de Israel atacaron desde su puesto al oeste de Gueba.

34 10.000 hombres elegidos de todo Israel llegaron frente a Guibeá. El combate se endureció; los benjaminitas no se daban cuenta de la calamidad que se les venía encima.

35 Yahveh derrotó a Benjamín ante Israel y aquel día los israelitas mataron en Benjamín a 25.100 hombres, todos ellos armados de espada.

36 Los benjaminitas se vieron derrotados. Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín porque contaban con la emboscada que habían puesto contra Guibeá.

37 Los emboscados marcharon a toda prisa contra Guibeá, se desplegaron y pasaron a cuchillo a toda la ciudad.

38 La gente de Israel y los emboscados habían convenido en levantar una humareda, como señal, desde la ciudad;

39 entonces harían frente a los combatientes de Israel. Benjamín comenzó matando a algunos israelitas, unos treinta hombres. Y se decían: «Están completamente derrotados ante nosotros, como en la primera batalla.»

40 Pero entonces, la señal, la columna de humo, comenzó a levantarse de la ciudad, y Benjamín, mirando atrás, vio que toda la ciudad subía en llamas al cielo.

41 Entonces los hombres de Israel hicieron frente y los benjaminitas temblaron al ver la calamidad que se les venía encima.

42 Volvieron la espalda ante la gente de Israel camino del desierto, pero los combatientes los acosaban, y los que venían de la ciudad los destrozaban cogiéndolos en medio.

43 Así envolvieron a Benjamín, lo persiguieron sin descanso y lo aplastaron hasta llegar frente a Gueba por el oriente.

44 Cayeron de Benjamín 18.000 hombres, todos ellos hombres valerosos.

45 Volvieron la espalda y huyeron al desierto, hacia la Peña de Rimmón. Los israelitas fueron atrapando por los caminos a 5.000 hombres. Luego persiguieron a Benjamín hasta Guidom y le mataron 2.000 hombres.

46 El total de los benjaminitas que cayeron aquel día fue de 25.000 hombres, armados de espada, todos ellos hombres valerosos.

47 Seiscientos hombres habían podido volverse y escapar al desierto, hacia la Peña de Rimmón. Se quedaron en la Peña de Rimmón cuatro meses.

48 Las tropas de Israel se volvieron contra los benjaminitas, y pasaron a cuchillo a los varones de la ciudad, al ganado, y a todo lo que encontraron. Incendiaron también todas las ciudades que encontraron.

Jueces 21

1 Los hombres de Israel habían jurado en Mispá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a Benjamín.»

2 El pueblo fue a Betel y allí permaneció delante de Dios hasta la tarde clamando y llorando con grandes gemidos.

3 Decían: «Yahveh, Dios de Israel, ¿por qué ha de suceder esto en Israel, que desaparezca hoy de Israel una de sus tribus?»

4 Al día siguiente el pueblo se levantó de madrugada, construyó allí un altar, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión.

5 Dijeron los israelitas: «¿Quién de entre todas las tribus de Israel no acudió a la asamblea ante Yahveh?» Porque se había jurado solemnemente que el que no subiera a Mispá ante Yahveh tenía que morir.

6 Los israelitas estaban apenados por su hermano Benjamín y decían: «Hoy ha sido arrancada una tribu de Israel.

7 ¿Qué haremos para proporcionar mujeres a los que quedan? Pues nosotros hemos jurado por Yahveh no darles nuestras hijas en matrimonio.»

8 Entonces se dijeron: «¿Cuál es la única tribu de Israel que no subió ante Yahveh a Mispá?» Y vieron que nadie de Yabés de Galaad había ido al campamento, a la asamblea.

9 Hicieron el censo del pueblo y no había ninguno de los habitantes de Yabés de Galaad.

10 Entonces la comunidad mandó allá 12.000 hombres de los valientes y les dio esta orden: «Id y pasad a cuchillo a los habitantes de Yabés de Galaad, incluidos las mujeres y los niños.

11 Esto es lo que habéis de hacer: Consagraréis al anatema a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón, pero dejaréis con vida a las doncellas.» Así lo hicieron.

12 Entre los habitantes de Yabés de Galaad encontraron cuatrocientas muchachas vírgenes que no habían conocido varón y las llevaron al campamento (de Silo, que está en el país de Canaán).

13 Toda la comunidad mandó emisarios a los benjaminitas que estaban en la Peña de Rimmón para hacer las paces.

14 Volvió entonces Benjamín. Les dieron las mujeres de Yabés de Galaad que habían quedado con vida, pero no hubo suficientes para todos.

15 El pueblo se compadeció de Benjamín, pues Yahveh había abierto una brecha entre las tribus de Israel.

16 Decían los ancianos de la comunidad: «¿Qué podemos hacer para proporcionar mujeres a los que quedan, pues las mujeres de Benjamín han sido exterminadas?»

17 Y añadían: «¿Cómo conservar un resto a Benjamín para que no sea borrada una tribu de Israel?

18 Porque nosotros no podemos darles nuestras hijas en matrimonio.» Es que los israelitas habían pronunciado este juramento: «Maldito sea el que dé mujer a Benjamín.»

19 Pero se dijeron: «Es ahora la fiesta de Yahveh, la que se celebra todos los años en Silo.» (La ciudad está al norte de Betel, al oriente de la calzada que sube de Betel a Siquem y al sur de Leboná.)

20 Dieron esta orden a los benjaminitas: «Id a poner una emboscada entre las viñas.

21 Estaréis alerta, y cuando las muchachas de Silo salgan para danzar en corro, saldréis de las viñas y raptaréis cada uno una mujer de entre las muchachas de Silo y os iréis a la tierra de Benjamín.

22 Si sus padres o sus hermanos vienen a querellarse contra vosotros, les diremos: "Hacednos el favor de perdonarles, pues no hemos podido tomar cada uno una mujer en el combate; porque no sois vosotros los que se las habéis dado, porque entonces seríais culpables.»

23 Así lo hicieron los benjaminitas y se llevaron tantas mujeres cuantos eran ellos de entre las danzarinas que raptaron; luego se fueron, volvieron a su heredad, reedificaron las ciudades y se establecieron en ellas.

24 Los israelitas se marcharon entonces de allí cada uno a su tribu y a su clan y partieron de allí cada uno a su heredad.

25 Por aquel tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien.



RUT

Rut 1

1 En los días en que juzgaban los Jueces hubo hambre en el país, y un hombre de Belén de Judá se fue a residir, con su mujer y sus dos hijos, a los campos de Moab.

2 Este hombre se llamaba Elimélek, su mujer Noemí y sus dos hijos Majlón y Kilyón; eran efrateos de Belén de Judá. Llegados a los campos de Moab, se establecieron allí.

3 Murió Elimélek, el marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos.

4 Estos se casaron con mujeres moabitas, una de las cuales se llamaba Orpá y la otra Rut. Y habitaron allí unos diez años.

5 Murieron también ellos dos, Majlón y Kilyón, y quedó sola Noemí, sin sus dos hijos y sin marido.

6 Entonces decidió regresar de los campos de Moab con sus dos nueras, porque oyó en los campos de Moab que Yahveh había visitado a su pueblo y le daba pan.

7 Salió, pues, con sus nueras, del país donde había vivido y se pusieron en camino, para volver a la tierra de Judá.

8 Noemí dijo a sus dos nueras: «Andad, volveos cada una a casa de vuestra madre. Que Yahveh tenga piedad con vosotras como vosotras la habéis tenido con los que murieron y conmigo.

9 Que Yahveh os conceda encontrar vida apacible en la casa de un marido.» Y las besó. Pero ellas rompieron a llorar,

10 y dijeron: «No; contigo volveremos a tu pueblo.»

11 Noemí respondió: «Volveos, hijas mías, ¿por qué vais a venir conmigo? ¿Acaso tengo yo aún hijos en mi seno que puedan ser maridos vuestros?

12 Volveos, hijas mías, andad, porque yo soy demasiado vieja para casarme otra vez. Y aun cuando dijera que no he perdido toda esperanza, que esta misma noche voy a tener un marido y que tendré hijos

13 ¿habríais de esperar hasta que fueran mayores? ¿dejaríais por eso de casaros? No, hijas mías, yo tengo gran pena por vosotros, porque la mano de Yahveh ha caído sobre mí.»

14 Ellas rompieron a llorar de nuevo; después Orpá besó a su suegra y se volvió a su pueblo, pero Rut se quedó junto a ella.

15 Entonces Noemí dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios, vuélvete tú también con ella.»

16 Pero Rut respondió: «No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.

17 Donde tú mueras moriré y allí seré enterrada. Que Yahveh me dé este mal y añada este otro todavía si no es tan sólo la muerte lo que nos ha de separar.»

18 Viendo Noemí que Rut estaba decidida a acompañarla, no insistió más.

19 Caminaron, pues, las dos juntas hasta Belén. Cuando llegaron a Belén se conmovió toda la ciudad por ellas. Las mujeres exclamaban: «¿No es esta Noemí?»

20 Mas ella respondía: «¡No me llaméis ya Noemí, llamadme Mará, porque Sadday me ha llenado de amargura!

21 Colmada partí yo, vacía me devuelve Yahveh. ¿Por qué me llamáis aún Noemí, cuando Yahveh da testimonio contra mí y Sadday me ha hecho desdichada?»

22 Así fue como regresó Noemí, con su nuera Rut la moabita, la que vino de los campos de Moab. Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada.

Rut 2

1 Tenía Noemí por parte de su marido un pariente de buena posición, de la familia de Elimélek, llamado Booz.

2 Rut la moabita dijo a Noemí: «Déjame ir al campo a espigar detrás de aquél a cuyos ojos halle gracia»; ella respondió: «Vete, hija mía.»

3 Fue ella y se puso a espigar en el campo detrás de los segadores, y quiso su suerte que fuera a dar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélek.

4 Llegaba entonces Booz de Belén y dijo a los segadores: «Yahveh con vosotros.» Le respondieron: «Que Yahveh te bendiga.»

5 Preguntó Booz al criado que estaba al frente de los segadores: «¿De quién es esta muchacha?»

6 El criado que estaba al frente de los segadores dijo: «Es la joven moabita que vino con Noemí de los campos de Moab.

7 Ella dijo: "Permitidme, por favor, espigar y recoger detrás de los segadores." Ha venido y ha permanecido en pie desde la mañana hasta ahora.»

8 Booz dijo a Rut: «¿Me oyes, hija mía? No vayas a espigar a otro campo ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criados.

9 Fíjate en la parcela que sieguen y vete detrás de ellos. ¿No he mandado a mis criados que no te molesten? Si tienes sed vete a las vasijas y bebe de lo que saquen del pozo los criados.»

10 Cayó ella sobre su rostro y se postró en tierra y le dijo: «¿Cómo he hallado gracia a tus ojos para que te fijes en mí, que no soy más que una extranjera?»

11 Booz le respondió: «Me han contado al detalle todo lo que hiciste con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre y la tierra en que naciste, y has venido a un pueblo que no conocías ni ayer ni anteayer.

12 Que Yahveh te recompense tu obra y que tu recompensa sea colmada de parte de Yahveh, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.»

13 Ella dijo: «Halle yo gracia a tus ojos, mi señor, pues me has consolado y has hablado al corazón de tu sierva, cuando yo no soy ni siquiera como una de tus siervas.»

14 A la hora de la comida, Booz le dijo: «Acércate aquí, puedes comer pan y mojar tu bocado en el vinagre.» Ella se sentó junto a los segadores, y él le ofreció un puñado de grano tostado. Comió ella hasta saciarse y aun le sobró.

15 Cuando se levantó ella para seguir espigando, Booz ordenó a sus criados: «Dejadla espigar también entre las gavillas y no la molestéis.

16 Sacad incluso para ella espigas de las gavillas y dejadlas caer para que las espigue, y no la riñáis.»

17 Estuvo espigando en el campo hasta el atardecer y, cuando desgranó lo que había espigado, había como una medida de cebada.

18 Ella se lo llevó y entró en la ciudad, y su suegra vio lo que había espigado. Sacó lo que le había sobrado después de haberse saciado y se lo dio.

19 Su suegra le dijo: «¿Dónde has estado espigando hoy y qué has hecho? ¡Bendito sea el que se ha fijado en ti!» Ella contó a su suegra con quién había estado trabajando y añadió: «El hombre con quien he trabajado hoy se llama Booz.»

20 Noemí dijo a su nuera: «Bendito sea Yahveh que no deja de mostrar su bondad hacia los vivos y los muertos.» Le dijo Noemí: «Ese hombre es nuestro pariente, es uno de los que tienen derecho de rescate sobre nosotros.»

21 Dijo Rut a su suegra: «Hasta me ha dicho: Quédate con mis criados hasta que hayan acabado toda mi cosecha.»

22 Dijo Noemí a Rut su nuera: «Es mejor que salgas con sus criados, hija mía, así no te molestarán en otro campo.»

23 Se quedó, pues, con los criados de Booz para espigar hasta que acabó la recolección de la cebada y la recolección del trigo, y siguió viviendo con su suegra.

Rut 3

1 Noemí, su suegra, le dijo: «Hija mía, ¿es que no debo procurarte una posición segura que te convenga?

2 Ahora bien: ¿Acaso no es pariente nuestro aquel Booz con cuyos criados estuviste? Pues mira: Esta noche estará aventando la cebada en la era.

3 Lávate, perfúmate y ponte encima el manto, y baja a la era; que no te reconozca ese hombre antes que acabe de comer y beber.

4 Cuando se acueste, mira el lugar en que se haya acostado, vas, descubres un sitio a sus pies y te acuestas; y él mismo te indicará lo que debes hacer.»

5 Ella le dijo: «Haré cuanto me has dicho.»

6 Bajó a la era e hizo cuanto su suegra le había mandado.

7 Booz comió y bebió y su corazón se puso alegre. Entonces fue a acostarse junto al montón de cebada. Vino ella sigilosamente, descubrió un sitio a sus pies y se acostó.

8 A media noche sintió el hombre un escalofrío, se volvió y notó que había una mujer acostada a sus pies.

9 Dijo: «¿Quien eres tú?», y ella respondió: «Soy Rut tu sierva. Extiende sobre tu sierva el borde de tu manto, porque tienes derecho de rescate.»

10 El dijo: «Bendita seas de Yahveh, hija mía; tu último acto de piedad filial ha sido mejor que el primero, porque no has pretendido a ningún joven, pobre o rico.

11 Y ahora, hija mía, no temas; haré por ti cuanto me digas, porque toda la gente de mi pueblo sabe que tú eres una mujer virtuosa.

12 Ahora bien: es verdad que tengo derecho de rescate, pero hay un pariente más cercano que yo con derecho de rescate.

13 Pasa aquí esta noche, y mañana, si él quiere ejercer su derecho, que lo ejerza; y si no quiere, yo te rescataré, ¡vive Yahveh! Acuéstate hasta el amanecer.»

14 Se acostó ella a sus pies hasta la madrugada; se levantó él a la hora en que todavía un hombre no puede reconocer a otro, pues se decía: «Que no se sepa que la mujer ha venido a la era.»

15 El dijo: «Trae el manto que tienes encima y sujeta bien.» Sujetó ella, y él midió seis medidas de cebada y se las puso a cuestas, y él entró en la ciudad.

16 Volvió ella donde su suegra que le dijo: «¿Cómo te ha ido, hija mía?» Y le contó cuanto el hombre había hecho por ella,

17 y añadió: «Me ha dado estas seis medidas de cebada, pues dijo: "No debes volver de vacío donde tu suegra."»

18 Noemí le dijo: «Quédate tranquila, hija mía, hasta que sepas cómo acaba el asunto; este hombre no parará hasta concluirlo hoy mismo.»

Rut 4

1 Mientras tanto Booz subió a la puerta de la ciudad y se sentó allí. Acertó a pasar el pariente de que había hablado Booz, y le dijo: «Acércate y siéntate aquí, fulano.» Y éste fue y se sentó.

2 Tomó diez de los ancianos de la ciudad y dijo: «Sentaos aquí.» Y se sentaron.

3 Dijo entonces al que tenía el derecho de rescate: «Noemí, que ha vuelto de los campos de Moab, vende la parcela de campo de nuestro hermano Elimélek.

4 He querido hacértelo saber y decirte: «Adquiérela en presencia de los aquí sentados, en presencia de los ancianos de mi pueblo. Si vas a rescatar, rescata; si nos vas a rescatar, dímelo para que yo lo sepa, porque fuera de ti no hay otro que tenga derecho de rescate, pues voy yo después de ti.» El dijo: «Yo rescataré.»

5 Booz añadió: «El día que adquieras la parcela para ti de manos de Noemí tienes que adquirir también a Rut la moabita, mujer del difunto, para perpetuar el nombre del difunto en su heredad.»

6 El pariente respondió: «Así no puedo rescatar, porque podría perjudicar mi herencia. Usa tú mi derecho de rescate, porque yo no puedo usarlo.»

7 Antes en Israel, en caso de rescate o de cambio, para dar fuerza al contrato, había la costumbre de quitarse uno la sandalia y dársela al otro. Esta era la manera de testificar en Israel.

8 El que tenía el derecho de rescate dijo a Booz: «Adquiérela para ti.» Y se quitó la sandalia.

9 Entonces dijo Booz a los ancianos y a todo el pueblo: «Testigos sois vosotros hoy de que adquiero todo lo de Elimélek y todo lo de Kilyón y Majlón de manos de Noemí

10 y de que adquiero también a Rut la moabita, la que fue mujer de Kilyón, para que sea mi mujer a fin de perpetuar el nombre del difunto en su heredad y que el nombre del difunto no sea borrado entre sus hermanos y en la puerta de su localidad. Vosotros sois hoy testigos.»

11 Toda la gente que estaba en la puerta y los ancianos respondieron: «Somos testigos. Haga Yahveh que la mujer que entra en tu casa sea como Raquel y como Lía, las dos que edificaron la casa de Israel. Hazte poderoso en Efratá y sé famoso en Belén.

12 Sea tu casa como la casa de Peres, el que Tamar dio a Judá, gracias a la descendencia que Yahveh te conceda por esta joven.»

13 Booz tomó a Rut, y ella fue su mujer; se unió a ella, y Yahveh hizo que concibiera, y dio a luz un niño.

14 Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Yahveh que no ha permitido que te falte hoy uno que te rescate para perpetuar su nombre en Israel.

15 Será el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque lo ha dado a luz tu nuera que te quiere y es para ti mejor que siete hijos.»

16 Tomó Noemí al niño y le puso en su seno y se encargó de criarlo.

17 Las vecinas le pusieron un nombre diciendo: «Le ha nacido un hijo a Noemí» y le llamaron Obed. Es el padre de Jesé, padre de David.

18 Estos son los descendientes de Peres. Peres engendró a Jesrón.

19 Jesrón engendró a Ram y Ram engendró a Aminadab.

20 Aminadab engendró a Najsón y Najsón engendró a Salmón.

21 Salmón engendró a Booz y Booz engendró a Obed.

22 Obed engendró a Jesé y Jesé engendró a David.



LIBRO PRIMERO DE SAMUEL

1 Samuel 1

1 Hubo un hombre de Ramatáyim, sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita.

2 Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peninná; Peninná tenía hijos, pero Ana no los tenía.

3 Este hombre subía de año en año desde su ciudad para adorar y ofrecer sacrificios a Yahveh Sebaot en Silo, donde estaban Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, sacerdotes de Yahveh.

4 El día en que Elcaná sacrificaba, daba sendas porciones a su mujer Peninná y a cada uno de sus hijos e hijas,

5 pero a Ana le daba solamente una porción, pues aunque era su preferida, Yahveh había cerrado su seno.

6 Su rival la zahería y vejaba de continuo, porque Yahveh la había hecho estéril.

7 Así sucedía año tras año; cuando subían al templo de Yahveh la mortificaba. Ana lloraba de continuo y no quería comer.

8 Elcaná su marido le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué estás triste? ¿Es que no soy para ti mejor que diez hijos?»

9 Pero después que hubieron comido en la habitación, se levantó Ana y se puso ante Yahveh. - El sacerdote Elí estaba sentado en su silla, contra la jamba de la puerta del santuario de Yahveh.

10 Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin consuelo,

11 e hizo este voto: «¡Oh Yahveh Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.»

12 Como ella prolongase su oración ante Yahveh, Elí observaba sus labios.

13 Ana oraba para sí; se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria,

14 y le dijo: «¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas!»

15 Pero Ana le respondió: «No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahveh.

16 No juzgues a tu sierva como una mala mujer; hasta ahora sólo por pena y pesadumbre he hablado.»

17 Elí le respondió: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»

18 Ella dijo: «Que tu sierva halle gracia a tus ojos.» Se fue la mujer por su camino, comió y no pareció ya la misma.

19 Se levantaron de mañana y, después de haberse postrado ante Yahveh, regresaron, volviendo a su casa, en Ramá. Elcaná se unió a su mujer Ana y Yahveh se acordó de ella.

20 Concibió Ana y llegado el tiempo dio a luz un niño a quien llamó Samuel, «porque, dijo, se lo he pedido a Yahveh».

21 Subió el marido Elcaná con toda su familia, para ofrecer a Yahveh el sacrificio anual y cumplir su voto,

22 pero Ana no subió, porque dijo a su marido: «Cuando el niño haya sido destetado, entonces le llevaré, será presentado a Yahveh y se quedará allí para siempre.»

23 Elcaná, su marido, le respondió: «Haz lo que mejor te parezca, y quédate hasta que lo destetes; así Yahveh cumpla su palabra.» Se quedó, pues, la mujer y amamantó a su hijo hasta su destete.

24 Cuando lo hubo destetado, lo subió consigo, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, e hizo entrar en la casa de Yahveh, en Silo, al niño todavía muy pequeño.

25 Inmolaron el novillo y llevaron el niño a Elí

26 y ella dijo: «Óyeme, señor. Por tu vida, señor, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, orando a Yahveh.

27 Este niño pedía yo y Yahveh me ha concedido la petición que le hice.

28 Ahora yo se lo cedo a Yahveh por todos los días de su vida; está cedido a Yahveh.» Y le dejó allí, a Yahveh.

1 Samuel 2

1 Entonces Ana dijo esta oración: «Mi corazón exulta en Yahveh, mi cuerno se levanta en Dios, mi boca se dilata contra mis enemigos, porque me he gozado en tu socorro.

2 No hay Santo como Yahveh, (porque nadie fuera de ti), ni roca como nuestro Dios.

3 No multipliquéis palabras altaneras. No salga de vuestra boca la arrogancia. Dios de sabiduría es Yahveh, suyo es juzgar las acciones.

4 El arco de los fuertes se ha quebrado, los que tambalean se ciñen de fuerza.

5 Los hartos se contratan por pan, los hambrientos dejan su trabajo. La estéril da a luz siete veces, la de muchos hijos se marchita.

6 Yahveh da muerte y vida, hace bajar al Seol y retornar.

7 Yahveh enriquece y despoja, abate y ensalza.

8 Levanta del polvo al humilde, alza del muladar al indigente para hacerle sentar junto a los nobles, y darle en heredad trono de gloria, pues de Yahveh los pilares de la tierra y sobre ellos ha sentado el universo.

9 Guarda los pasos de sus fieles, y los malos perecen en tinieblas, (pues que no por la fuerza triunfa el hombre).

10 Yahveh, ¡quebrantados sus rivales! el Altísimo truena desde el cielo. Yahveh juzga los confines de la tierra, da pujanza a su Rey, exalta el cuerno de su Ungido.»

11 Partió Elcaná para Ramá, y el niño se quedó para servir a Yahveh a las órdenes del sacerdote Elí.

12 Los hijos de Elí eran unos malvados que no conocían a Yahveh

13 ni las normas de los sacerdotes respecto del pueblo: cuando alguien ofrecía un sacrificio, venía el criado del sacerdote, mientras se estaba cociendo la carne, con el tenedor de tres dientes en la mano,

14 lo hincaba en el caldero o la olla, en la cacerola o el puchero, y todo lo que sacaba el tenedor, el sacerdote se lo quedaba; y así hacían con todos los israelitas que iban allí, a Silo.

15 Incluso antes de que quemasen la grasa, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: «Dame carne para asársela al sacerdote, no te aceptará carne hervida, sino solamente carne cruda.»

16 Y si el hombre le decías: «Primero se quema la grasa, y después tomarás cuanto se te antoje», le respondía: «No, me lo darás ahora o lo tomo por la fuerza.»

17 El pecado de los jóvenes era muy grande ante Yahveh, porque trataban con desprecio la ofrenda hecha a Yahveh.

18 Estaba Samuel al servicio de Yahveh, muchacho vestido con efod de lino.

19 Le hacía su madre un vestido pequeño que le llevaba de año en año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio anual.

20 Bendecía luego Elí a Elcaná y a su mujer diciendo: «Que Yahveh te conceda descendencia de esta mujer, a cambio del préstamo que ella ha cedido a Yahveh.» Y ellos se volvían a su lugar.

21 En efecto, Yahveh visitó a Ana, que concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas; el niño Samuel crecía ante Yahveh.

22 Elí era muy anciano; oyó todo cuanto sus hijos hacían a todo Israel,

23 y les dijo: «¿Por qué os portáis de ese modo que yo mismo he oído comentar a todo el pueblo?

24 No, hijos míos, los rumores que oigo no son buenos...

25 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios será el árbitro; pero si el hombre peca contra Yahveh ¿quién intercederá por él?» Pero ellos no escucharon la voz de su padre, porque Yahveh deseaba hacerles morir.

26 Cuanto al niño Samuel, iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahveh como a los hombres.

27 Vino un hombre de Dios a Elí y le dijo: Así ha dicho Yahveh. Claramente me he revelado a la casa de tu padre, cuando ellos estaban en Egipto al servicio de la casa de Faraón.

28 Y le elegí entre todas las tribus de Israel para ser mi sacerdote, para subir a mi altar, incensar la ofrenda y llevar el efod en mi presencia, y he concedido a la casa de tu padre parte en todos los sacrificios por el fuego de los hijos de Israel.

29 ¿Por qué pisoteáis el sacrificio y la oblación que yo he ordenado y pesan tus hijos más que yo, cebándoos con lo mejor de todas las oblaciones de mi pueblo Israel?

30 Por eso - palabra de Yahveh, Dios de Israel - yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre en mi presencia, pero ahora - palabra de Yahveh - me guardaré bien de ello. Porque a los que me honran, yo les honro, pero los que me desprecian son viles.

31 He aquí que vienen días en que amputarán tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de suerte que en tu casa los hombres no lleguen a madurar.

32 Tú mirarás al lado de la Morada todo el bien que yo haga a Israel y nunca habrá hombres maduros en tu casa.

33 Conservaré a alguno de los tuyos cabe mi altar para que sus ojos se consuman y su alma se marchite, pero la mayor parte de los tuyos perecerá por la espada de los hombres.

34 Será para ti señal lo que va a suceder a tus dos hijos Jofní y Pinjás: en el mismo día morirán los dos.

35 Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, le edificaré una casa permanente y caminará siempre en presencia de mi ungido.

36 El que quedare de tu casa vendrá a postrarse ante él para conseguir algún dinero o una torta de pan y dirá: "Destíname, por favor, a una función sacerdotal cualquiera, para que tenga un bocado de pan que comer."»

1 Samuel 3

1 Servía el niño Samuel a Yahveh a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh, y no eran corrientes las visiones.

2 Cierto día, estaba Elí acostado en su habitación - sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver -

3 no estaba aún apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahveh, donde se encontraba el arca de Dios.

4 Llamó Yahveh: «¡Samuel, Samuel!» El respondió: «¡Aquí estoy!»,

5 y corrió donde Elí diciendo: «¡Aquí estoy, porque me has llamado.» Pero Elí le contestó: «Yo no te he llamado; vuélvete a acostar.» El se fue y se acostó.

6 Volvió a llamar Yahveh: «¡Samuel!» Se levantó Samuel y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar.»

7 Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh.

8 Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño,

9 y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio.

10 Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha.»

11 Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos.

12 Ese día cumpliré contra Elí todo cuanto he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin.

13 Tú le anunciarás que yo condeno su casa para siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha corregido.

14 Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.»

15 Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yahveh. Samuel temía contar la visión a Elí,

16 pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; él respondió: «Aquí estoy.»

17 El preguntó: «¿Qué es lo que te ha dicho? ¡No me ocultes nada! Que Dios te haga esto y añada esto otro si me ocultas una palabra de lo que te ha dicho.»

18 Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «El es Yahveh. Que haga lo que bien le parezca.»

19 Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras.

20 Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh.

21 Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh.

1 Samuel 4

1 Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh. Ocurrió en aquel tiempo que los filisteos se reunieron para combatir a Israel, y los israelitas salieron a su encuentro para el combate. Acamparon cerca de Eben Haézer, mientras que los filisteos habían acampado en Afeq.

2 Se pusieron los filisteos en orden de batalla contra Israel; se libró un gran combate y fue batido Israel por los filisteos, muriendo en las filas, en campo abierto, cerca de 4.000 hombres.

3 Volvió el ejército al campamento, y los ancianos de Israel dijeron: «¿Por qué nos ha derrotado hoy Yahveh delante de los filisteos? Vamos a buscar en Silo el arca de nuestro Dios; que venga en medio de nosotros y que nos salve del poder de nuestros enemigos.»

4 El pueblo envió a Silo y sacaron de allí el arca de Yahveh Sebaot que está sobre los querubines; acompañaron al arca Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.

5 Cuando el arca de Yahveh llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un gran clamor que hizo retumbar las tierras.

6 Los filisteos oyeron el estruendo del clamoreo y dijeron: «¿Qué significa este gran clamor en el campamento de los hebreos?» Y se enteraron de que el arca de Yahveh había llegado al campamento.

7 Temieron entonces los filisteos, porque se decían: «Dios ha venido al campamento.» Y exclamaron: «¡Ay de nosotros! Nunca había sucedido tal cosa.

8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? ¡Estos son los dioses que castigaron a Egipto con toda clase de plagas en el desierto!

9 ¡Cobrad ánimo y sed hombres, filisteos, para no tener que servir a los hebreos como ellos os han servido a vosotros; sed hombres y pelead!»

10 Trabaron batalla los filisteos. Israel fue batido y cada cual huyó a sus tiendas; la mortandad fue muy grande, cayendo de Israel 30.000 infantes.

11 El arca de Dios fue capturada y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.

12 Un hombre de Benjamín salió corriendo del campo de batalla y llegó a Silo aquel mismo día, con los vestidos rotos y la cabeza cubierta de polvo.

13 Cuando llegó, estaba Elí en su asiento, a la puerta, atento al camino, porque su corazón temblaba por el arca de Dios. Vino, pues, este hombre a traer la noticia a la ciudad, y toda la ciudad comenzó a gritar.

14 Oyó Elí los gritos y preguntó: «¿Qué tumulto es éste?» Diose prisa el hombre y se lo anunció a Elí.

15 Contaba éste 98 años, tenía las pupilas inmóviles y no podía ver.

16 El hombre dijo a Elí: «Vengo del campo de batalla, he huido hoy del campo.» Elí preguntó: ¿Qué ha pasado, hijo mío?»

17 El mensajero respondió: «Israel ha huido ante los filisteos. Además el ejército ha sufrido una gran derrota, también han muerto tus dos hijos y hasta el arca de Dios ha sido capturada.»

18 A la mención del arca de Dios, cayó Elí de su asiento, hacia atrás, en medio de la puerta, se rompió la nuca y murió, pues era anciano y estaba ya torpe. Había sido juez en Israel durante cuarenta años.

19 Su nuera, la mujer de Pinjás, estaba encinta y para dar a luz. Cuando oyó la noticia de que el arca de Dios había sido capturada y la muerte de su suegro y su marido, se encogió y dio a luz, pues la habían acometido sus dolores.

20 Estando a la muerte, las que la asistían le dijeron: «Animo, que es un niño lo que has dado a luz», pero ella no respondió ni prestó atención.

21 Llamó al niño Ikabod, diciendo: «La gloria ha sido desterrada de Israel», aludiendo a la captura del arca de Dios, a su suegro y a su marido.

22 Y dijo: «La gloria ha sido desterrada de Israel, porque el arca de Dios ha sido capturada.»

1 Samuel 5

1 Los filisteos, por su parte, tomaron el arca de Dios y la llevaron de Eben Haézer a Asdod.

2 Tomaron los filisteos el arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la colocaron al lado de Dagón.

3 A la mañana siguiente vinieron los asdodeos al templo de Dagón y he aquí que Dagón estaba caído de bruces en tierra, delante del arca de Yahveh. Levantaron a Dagón y le volvieron a su sitio.

4 Pero a la mañana siguiente temprano, Dagón estaba caído de bruces en tierra, delante del arca de Yahveh y la cabeza de Dagón y sus dos manos estaban rotas en el umbral; sólo quedaba el tronco de Dagón.

5 Por eso los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod hasta el día de hoy.

6 La mano de Yahveh cayó pesadamente sobre los asdodeos hiriéndolos con tumores, a Asdod y su comarca.

7 Cuando los vecinos de Asdod vieron lo que sucedía, dijeron: «Que no se quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano se ha endurecido contra nosotros y contra nuestro dios Dagón.»

8 Hicieron, pues, convocar junto a ellos a todos los tiranos de los filisteos y dijeron: «¿Qué debemos hacer con el arca del Dios de Israel?» Decidieron: «El arca del Dios de Israel se trasladará a Gat.» Y trasladaron allí el arca del Dios de Israel.

9 Pero así que la trasladaron, la mano de Yahveh cayó sobre la ciudad provocando gran terror; los varones de la ciudad, desde el más pequeño hasta el mayor, fueron castigados, saliéndoles tumores.

10 Enviaron entonces el arca de Dios a Ecrón, exclamaron los ecronitas: Han encaminado hacia mí el arca del Dios de Israel para hacerme perecer con mi pueblo.»

11 Hicieron convocar a todos los tiranos de los filisteos y dijeron: «Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio y no me haga morir a mí y a mi pueblo.» Pues había un terror mortal en toda la ciudad, porque descargó allí duramente la mano de Dios.

12 Los que no murieron fueron atacados de tumores y los alaridos de angustia de la ciudad subieron hasta el cielo.

1 Samuel 6

1 Siete meses estuvo el arca de Yahveh en territorio filisteo.

2 Llamaron los filisteos a los sacerdotes y adivinos y preguntaron: «¿Qué debemos hacer con el arca de Yahveh? Hacednos saber cómo la hemos de enviar a su sitio.»

3 Ellos respondieron: «Si queréis devolver el arca del Dios de Israel, no la devolváis de vacío, ofrecedle una reparación y entonces sanaréis y sabréis por qué no se ha apartado su mano de vosotros.»

4 Preguntaron ellos: «¿Qué reparación hemos de ofrecer?» Y respondieron: «Conforme al número de los tiranos de los filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, porque el mismo castigo sufrís vosotros que vuestros tiranos.

5 Haced imágenes de vuestros tumores y de vuestras ratas que devastan el país y dad gloria al Dios de Israel. Acaso aligere su mano de sobre vosotros, vuestros dioses y vuestra tierra.

6 ¿Por qué habéis de endurecer vuestros corazones como endurecieron su corazón los egipcios y Faraón? ¿No los tuvieron que dejar partir después que Dios los hubo maltratado?

7 Ahora, pues tomad y preparad una carreta nueva y dos vacas que estén criando y que no hayan llevado yugo; unciréis las vacas a la carreta y haréis volver sus becerros al establo.

8 Tomaréis el arca de Yahveh y la pondréis sobre la carreta. Cuanto a los objetos de oro que le habéis ofrecido como reparación, los meteréis en un cofre a su lado, y la dejaréis marchar.

9 Y fijaos: si toma el camino de su país, hacia Bet Semes, es él el que nos ha causado esta gran calamidad; si no, sabremos que no ha sido su mano la que nos ha castigado y que todo esto nos ha sucedido por casualidad.»

10 Así lo hicieron aquellos hombres: tomaron dos vacas que estaban criando y las uncieron a la carreta, pero retuvieron las crías en el establo.

11 Colocaron sobre la carreta el arca de Yahveh y el cofre con las ratas de oro y las imágenes de sus tumores.

12 Tomaron las vacas en derechura por el camino de Bet Semes y mantuvieron la misma ruta; caminaban mugiendo, sin desviar ni a derecha ni a izquierda. Los tiranos de los filisteos las siguieron hasta los confines de Bet Semes.

13 Estaban los de Bet Semes segando el trigo en el valle, y alzando la vista vieron el arca y fueron gozosos a su encuentro.

14 Al llegar la carreta al campo de Josué de Bet Semes, se detuvo; había allí una gran piedra. Astillaron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas en holocausto a Yahveh.

15 Los levitas bajaron el arca de Yahveh y el cofre que estaba a su lado y que contenía los objetos de oro, y lo depositaron todo sobre la gran piedra. Los de Bet Semes ofrecieron aquel día holocaustos e hicieron sacrificios a Yahveh.

16 Cuando los cinco tiranos filisteos lo vieron, se tornaron a Ecrón el mismo día.

17 Estos son los tumores de oro que los filisteos ofrecieron en reparación a Yahveh: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat, uno por Ecrón.

18 Y ratas de oro, tantas cuantas son las ciudades de los filisteos, las de los cinco tiranos, desde las ciudades fortificadas hasta las aldeas abiertas. Testigo, la gran piedra sobre la que se colocó el arca de Yahveh y que está en el campo de Josué de Bet Semes, hasta el día de hoy.

19 De entre los habitantes de Bet Semes, los hijos de Jeconías no se alegraron cuando vieron el arca de Yahveh y castigo Yahveh a setenta de sus hombres. El pueblo hizo duelo porque Yahveh los había castigado duramente.

20 Dijeron entonces las gentes de Bet Semes: «¿Quién podrá resistir delante de Yahveh, el Dios Santo? ¿A quién subirá, alejándose de nosotros?

21 Enviaron mensajeros a los habitantes de Quiryat Yearim para decirles: «Los filisteos han devuelto el arca de Yahveh. Bajad y subidla con vosotros.»

1 Samuel 7

1 Vinieron las gentes de Quiryat Yearim y subieron el arca de Yahveh. La llevaron a la casa de Abinadab, en la loma, y consagraron a su hijo Eleazar para que custodiase el arca de Yahveh.

2 Pasaron muchos días - veinte años - desde el día en que el arca se instaló en Quiryat Yearim, y toda la casa de Israel suspiró por Yahveh.

3 Entonces Samuel habló así a toda la casa de Israel: «Si os volvéis a Yahveh con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahveh y servidle a él solo y entonces él os librará de la mano de los filisteos.»

4 Los israelitas quitaron los Baales y las Astartés y sirvieron sólo a Yahveh.

5 Samuel dijo: «Congregad a todo Israel en Mispá y yo suplicaré a Yahveh por vosotros.»

6 Se congregaron, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahveh, ayunaron aquel día y dijeron: «Hemos pecado contra Yahveh.» Samuel juzgó a los israelitas en Mispá.

7 Cuando los filisteos supieron que los israelitas se habían reunido en Mispá, subieron los tiranos de los filisteos contra Israel. Habiéndolo oído los israelitas, temieron a los filisteos

8 y dijeron los israelitas a Samuel: «No dejes de invocar a Yahveh nuestro Dios, para que él nos salve de la mano de los filisteos.»

9 Tomó Samuel un cordero lechal y lo ofreció entero en holocausto a Yahveh, invocó a Yahveh en favor de Israel y Yahveh le escuchó.

10 Estaba Samuel ofreciendo el holocausto, cuando los filisteos presentaron batalla a Israel, pero tronó Yahveh aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, los llenó de terror y fueron batidos ante Israel.

11 Los hombres de Israel salieron de Mispá y persiguieron a los filisteos desbaratándolos hasta más abajo de Bet Kar.

12 Tomó entonces Samuel una piedra y la erigió entre Mispá y Yesaná y le dio el nombre de Eben Haézer, diciendo: «Hasta aquí nos ha socorrido Yahveh.»

13 Los filisteos fueron humillados. No volvieron más sobre el territorio de Israel y la mano de Yahveh pesó sobre los filisteos durante toda la vida de Samuel.

14 Las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas fueron devueltas a Israel, desde Ecrón hasta Gat, liberando Israel su territorio del dominio de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos.

15 Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida.

16 Hacía cada año un recorrido por Betel, Guilgal, Mispá, juzgando a Israel en todos estos lugares.

17 Después se volvía a Ramá porque allí tenía su casa, y juzgaba a Israel. Y edificó allí un altar a Yahveh.

1 Samuel 8

1 Cuando Samuel se hizo viejo, puso a sus hijos como jueces en Israel.

2 Su primogénito se llamaba Joel y el otro, Abías; juzgaban en Israel en Berseba.

3 Pero sus hijos no siguieron su camino: fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y torcieron el derecho.

4 Se reunieron, pues, todos los ancianos de Israel y se fueron donde Samuel a Ramá,

5 y le dijeron: «Mira, tú te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino. Pues bien, ponnos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.»

6 Disgustó a Samuel que dijeran: «Danos un rey para que nos juzgue» e invocó a Yahveh. .

7 Pero Yahveh dijo a Samuel: «Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos.

8 Todo lo que ellos me han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, te han hecho también a ti.

9 Escucha, sin embargo, su petición. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del rey que va a reinar sobre ellos.»

10 Samuel repitió todas estas palabras de Yahveh al pueblo que le pedía un rey,

11 diciendo: «He aquí el fuero del rey que va a reinar sobre vosotros. Tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y a sus caballos y tendrán que correr delante de su carro.

12 Los empleará como jefes de mil y jefes de cincuenta; les hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los arreos de sus carros.

13 Tomara vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas.

14 Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores.

15 Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores.

16 Tomará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él.

17 Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos.

18 Ese día os lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahveh no os responderá.»

19 El pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo: «¡No! Tendremos un rey

20 y nosotros seremos también como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates.»

21 Oyó Samuel todas las palabras del pueblo y las repitió a los oídos de Yahveh.

22 Pero Yahveh dijo a Samuel: «Hazles caso y ponles un rey.» Samuel dijo entonces a todos los hombres de Israel: «Volved cada uno a vuestra ciudad.»

1 Samuel 9

1 Había un hombre de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Bekorat, hijo de Afiaj. Era un benjaminita y hombre bien situado.

2 Tenía un hijo llamado Saúl, joven aventajado y apuesto. Nadie entre los israelitas le superaba en gallardía; de los hombros arriba aventajaba a todos.

3 Se habían extraviado unas asnas pertenecientes a su padre Quis. Dijo Quis a su hijo Saúl: «Toma contigo uno de los criados y vete a buscar las asnas.»

4 Atravesaron la montaña de Efraím y cruzaron el territorio de Salisá sin encontrar nada; cruzaron el país de Saalim, pero no estaban allí, atravesaron el país de Benjamín sin encontrar nada.

5 Cuando llegaron a la comarca de Suf, dijo Saúl a su criado que le acompañaba: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre olvidando las asnas se inquiete por nosotros.»

6 Pero él respondió: «Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de Dios. Es hombre acreditado: todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos, pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que hemos emprendido.»

7 Saúl dijo a su criado: «Vamos a ir, pero ¿qué ofreceremos a ese hombre? No queda pan en nuestros zurrones y no tenemos ningún regalo que llevar al hombre de Dios. ¿Qué le podemos dar?»

8 Replicó el criado y dijo a Saúl: «Es el caso que tengo en mi poder un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y nos orientará sobre nuestro viaje.»

9 Antes, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: «Vayamos al vidente,» porque en vez de «profeta» como hoy, antes se decía «vidente».

10 Saúl dijo a su criado: «Tienes razón; vamos, pues.» Y se fueron a la ciudad donde se encontraba el hombre de Dios.

11 Cuando subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas muchachas que salían a sacar agua y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?»

12 Ellas les respondieron con estas palabras: «Sí, ahí delante está el vidente. Cabalmente acaba de llegar ahora a la ciudad, porque hay hoy un sacrificio por el pueblo en el alto.

13 En cuanto entréis en la ciudad, le encontraréis antes de que suba al alto para la comida. El pueblo no comerá antes que él llegue, porque es él quien ha de bendecir el sacrificio; y a continuación comerán los invitados. Subid ahora y al momento le encontraréis.»

14 Subieron, pues, a la ciudad. Entraban ellos por la puerta, cuando Samuel salía en dirección a ellos para subir al alto.

15 Ahora bien, la víspera de la venida de Saúl había hecho Yahveh está revelación a Samuel:

16 «Mañana, a esta misma hora, te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, le ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su clamor ha llegado hasta mí.»

17 Y cuando Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó: «Este es el hombre del que te he hablado. El regirá a mi pueblo.»

18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta, y le dijo: «Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente.»

19 Samuel respondió a Saúl: Yo soy el vidente; sube delante de mí al alto y comeréis hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te descubriré todo lo que hay en tu corazón.

20 No te preocupes por las asnas que perdiste hace tres días, porque ya han aparecido. Por lo demás, ¿para quién es lo mejor de Israel? ¿No es para ti y para la casa de tu padre?»

21 Saúl respondió: ¿No soy yo de Benjamín, la menor de las tribus de Israel? ¿No es mi familia la más pequeña de todas las de la tribu de Benjamín? ¿Cómo me dices estas cosas?»

22 Tomó Samuel a Saúl y a su criado y los hizo entrar en la sala, y les dio un asiento a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta.

23 Después dijo Samuel al cocinero: «Sirve la porción que te entregué, la que te dije que pusieras aparte.»

24 Tomó el cocinero la pierna y el rabo poniéndolos delante de Saúl. Y dijo: «Aquí tienes, ante ti, lo que se guardó. Come...» Aquel día Saúl comió con Samuel.

25 Bajaron del alto a la ciudad. Se extendió una estera para Saúl en el terrado,

26 y se acostó. Cuando apuntó el alba, llamó Samuel a Saúl en el terrado y le dijo: «Levántate, que voy a despedirte.» Se levantó Saúl y salieron ambos afuera, Samuel y Saúl.

27 Habían bajado hasta las afueras de la ciudad, cuando Samuel dijo a Saúl: «Manda a tu criado que se adelante, y tú quédate ahora para que te de a conocer la palabra de Dios.»

1 Samuel 10

1 Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, y después le besó diciendo: «¿No es Yahveh quien te ha ungido como jefe de su pueblo Israel? Tú regirás al pueblo de Yahveh y le librarás de la mano de los enemigos que le rodean. Y ésta será para ti la señal de que Yahveh te ha ungido como caudillo de su heredad.

2 En cuanto te separes hoy de mí, encontrarás dos hombres junto a la tumba de Raquel, sobre la frontera de Benjamín... y ellos te dirán: "Las asnas que has ido a buscar ya han aparecido. Ahora tu padre ha olvidado el asunto de las asnas y está preocupado por vosotros, diciendo: ¿Qué debo hacer por mi hijo?"

3 Pasando más allá, y en llegando a la Encina del Tabor, encontrarás tres hombres que suben hacia Dios, a Betel, uno llevará tres cabritos, otro llevará tres tortas de pan, y el tercero llevará un odre de vino.

4 Te saludarán y te darán dos panes, que tú tomarás de su mano.

5 Llegarás después a Guibeá de Dios (donde se encuentra el gobernador de los filisteos) y a la entrada de la ciudad tropezarás con un grupo de profetas que bajan del alto, precedidos del añafil, el adufe, la flauta y la cítara, en trance profético.

6 Te invadirá entonces el espíritu de Yahveh, entrarás en trance con ellos y quedarás cambiado en otro hombre.

7 Cuando se te hayan cumplido estas señales, haz lo que te viniere a mano, porque Dios está contigo.

8 Bajarás delante de mí a Guilgal, y yo me reuniré allí contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Esperarás siete días a que yo vaya a tu encuentro y te diré lo que debes hacer.»

9 Apenas volvió las espaldas para dejar a Samuel, le cambió Dios el corazón y todas las señales se realizaron aquel mismo día.

10 Desde allí fueron a Guibeá, y he aquí que venía frente a él un grupo de profetas; le invadió el espíritu de Dios y se puso en trance en medio de ellos.

11 Los que le conocían de toda la vida le vieron profetizando con los profetas, y todos los del pueblo se decían entre sí: «¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿Conque también Saúl anda entre los profetas?»

12 Replicó uno de allá: «Y ¿quién es su padre?» Y así pasó a proverbio: «¿Conque también Saúl entre los profetas?».

13 Y cuando salió del trance se fue a casa.

14 El tío de Saúl le dijo a él y a su criado: «¿A dónde habéis ido?» Contestó: «A buscar las asnas. Y como no vimos nada, acudimos a Samuel.»

15 Dijo el tío de Saúl: Vamos, cuéntame qué os ha dicho Samuel.»

16 Saúl dijo a su tío: «Sencillamente, nos avisó que las asnas habían aparecido.» Pero no le dijo ni palabra de lo que le había dicho Samuel acerca del reino.

17 Samuel convocó al pueblo en Mispá junto a Yahveh.

18 Y dijo a los israelitas: Así ha dicho Yahveh, el Dios de Israel: Yo hice subir a Israel de Egipto y os libré de los egipcios y de todos los reinos que os tenían oprimidos.

19 Pero vosotros ahora habéis rechazado a vuestro Dios, a aquel mismo que os salvó de todos vuestros males y aprietos, y le habéis dicho: "No: tú ponnos un rey." Ahora, pues, compareced delante de Yahveh distribuidos por tribus y familias.»

20 Samuel hizo acercarse a todas las tribus de Israel y fue designada la tribu de Benjamín.

21 Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por familias y fue designada la familia de Matrí, y luego mandó acercarse a la familia de Matrí por individuos y quedó finalmente Saúl, hijo de Quis, y le buscaron, pero no le encontraron.

22 Entonces volvieron a interrogar a Yahveh: «¿Ha venido ése?» Dijo Yahveh: «Aquí le tenéis escondido entre la impedimenta.»

23 Corrieron y lo sacaron de allí y, puesto en medio del pueblo, les llevaba a todos la cabeza.

24 Dijo Samuel a todo el pueblo: «¿Veis al que ha elegido Yahveh? No hay como él en todo el pueblo.» Y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey!».

25 Samuel dictó al pueblo el fuero real y lo puso por escrito, depositándolo delante de Yahveh, y despidió Samuel a cada cual a su casa.

26 También Saúl se fue a su casa, a Guibeá; le acompañaron algunos valientes a quienes Dios tocó el corazón.

27 Pero algunos malvados dijeron: «Qué nos va a salvar ése!» Y le despreciaron y no le llevaron regalos. Cosa de un mes más tarde,

1 Samuel 11

1 subió Najás el ammonita, y acampó contra Yabés de Galaad. Y todos los de Yabés dijeron a Najás. «Ponnos condiciones y te serviremos.»

2 Dijo Najás el ammonita: «Estas son mis condiciones: saltar a todos el ojo derecho y quedará en ridículo todo Israel.»

3 Y los ancianos de Yabés le dijeron: «Danos una tregua de siete días y mandaremos mensajeros por todo el territorio de Israel y, si no hay quien nos socorra, entonces nos rendiremos a ti.»

4 Llegaron los mensajeros a Guibeá de Saúl, y dijeron estas palabras a oídos del pueblo, y todo el pueblo lloró a voces.

5 He aquí que venía Saúl del campo detrás de los bueyes y dijo:«¿Qué tiene el pueblo que esta llorando?», y le contaron las palabras de los de Yabés.

6 Invadió a Saúl el espíritu de Dios en oyendo estas palabras, y se irritó sobremanera.

7 Y tomando una yunta de bueyes los despedazó y los repartió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: «Así se hará con los bueyes del que no salga detrás de Saúl.» Y el temor de Yahveh cayó sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre.

8 Les pasó revista en Bézeq, y eran los israelitas 300.000 y los de Judá 30.000.

9 Dijeron a los mensajeros que habían venido: «Así diréis a los de Yabés de Galaad: Mañana, cuando el sol apriete , seréis liberados.» Fueron los mensajeros y lo anunciaron a los de Yabés, que se alegraron.

10 Y dijeron los de Yabés a Najás: «Mañana salimos a vosotros y hacéis con nosotros lo que mejor os parezca.»

11 A la mañana siguiente dispuso Saúl a sus hombres en tres columnas que irrumpieron en el campamento durante la guardia de la madrugada, y batieron a los ammonitas hasta que apretó el sol. Y los demás huyeron no quedando dos juntos.

12 El pueblo dijo a Samuel: «¿Quién andaba preguntando si Saúl iba a reinar sobre nosotros? Dadnos esos hombres y los haremos morir.»

13 Pero Saúl dijo: «Que no muera nadie en este día, porque Yahveh ha realizado hoy una liberación en Israel.»

14 Samuel dijo al pueblo: «Vamos todos a Guilgal e inauguraremos allí la monarquía.»

15 Fue todo el pueblo a Guilgal, y allí en Guilgal, proclamaron rey a Saúl delante de Yahveh, ofreciendo allí sacrificios de comunión delante de Yahveh; y Saúl y todos los israelitas se alegraron en extremo.

1 Samuel 12

1 Samuel dijo a todo Israel: «Ya veis que os he atendido en todo lo que me habéis pedido y he puesto un rey sobre vosotros.

2 En adelante, el rey marchara delante de vosotros. Cuanto a mí, he envejecido y encanecido, y mis hijos entre vosotros están. He andado delante de vosotros desde mi juventud hasta hoy.

3 Aquí me tenéis. Atestiguad contra mí delante de Yahveh y delante de su ungido. ¿De quién he tomado yo el buey o de quién he tomado el asno? ¿A quién he atropellado u oprimido? ¿Quién me ha sobornado para que cerrara los ojos? Yo os lo restituiré.»

4 Respondieron: «No nos has atropellado ni oprimido, y nada has recibido de nadie.»

5 El les dijo: «Yahveh es testigo contra vosotros, y su ungido es testigo hoy de que vosotros no habéis encontrado nada en mis manos.» Respondieron: «Es testigo.»

6 Dijo entonces Samuel al pueblo: «Testigo es aquel Yahveh que suscitó a Moisés y Aarón y que hizo subir a vuestros padres del país de Egipto.

7 Presentaos ahora para que yo pleitee con vosotros ante Yahveh y para recordaros todos los beneficios que Yahveh ha llevado a cabo en favor vuestro y de vuestros padres.

8 Cuando Jacob entró en Egipto, los egipcios los oprimieron y vuestros padres clamaron a Yahveh. Entonces Yahveh envió a Moisés y Aarón que sacaron a vuestros padres de Egipto y los puso en este lugar.

9 Pero ellos olvidaron a Yahveh su Dios, y él los entregó en manos de Sísara, jefe del ejército de Jasor, en manos de los filisteos y del rey de Moab, que combatieron contra ellos.

10 Clamaron a Yahveh diciendo: "Hemos pecado, porque hemos abandonado a Yahveh y servido a los Baales y a las Astartés. Pero ahora, líbranos de las manos de nuestros enemigos y te serviremos."

11 Envió entonces Yahveh a Yerubbaal, a Baraq, a Jefté y a Samuel, os ha librado de los enemigos que os rodeaban y habéis vivido en seguridad.

12 Pero, en cuanto habéis visto que Najás, rey de los ammonitas, venía contra vosotros, me habéis dicho: "¡No! Que reine un rey sobre nosotros," siendo así que vuestro rey es Yahveh, Dios vuestro.

13 Aquí tenéis ahora al rey que os habéis elegido. Yahveh ha establecido un rey sobre vosotros.

14 Si teméis a Yahveh y le servís, si escucháis su voz y no os rebeláis contra las órdenes de Yahveh; si vosotros y el rey que reine sobre vosotros seguís a Yahveh vuestro Dios, está bien.

15 Pero si no escucháis la voz de Yahveh, si os rebeláis contra las órdenes de Yahveh, entonces la mano de Yahveh pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey.

16 Una vez más, quedaos para ver este gran prodigio que Yahveh realiza a vuestros ojos.

17 ¿No es ahora la cosecha del trigo? Pues bien, voy a invocar a Yahveh para que haga tronar y llover. Reconoced y ved el gran mal que habéis hecho a los ojos de Yahveh, a pedir un rey para vosotros.»

18 Invocó Samuel a Yahveh, que hizo tronar y llover aquel mismo día, y todo el pueblo cobró mucho temor a Yahveh y a Samuel.

19 Dijo todo el pueblo a Samuel: «Suplica a Yahveh tu Dios en favor de tus siervos, para que no muramos; hemos colmado nuestros pecados pidiendo en rey para nosotros.»

20 Pero Samuel dijo al pueblo: «No temáis. Cierto que habéis hecho esta maldad. Pero ahora, no os alejéis de Yahveh y servidle con todo vuestro corazón,

21 y no os apartéis en pos de los que no son nada, que no sirven ni salvan porque no son nada.

22 Pues Yahveh no rechazará a su pueblo por el honor de su gran nombre, porque Yahveh se ha dignado hacer de vosotros su pueblo.

23 Por mi parte, lejos de mí pecar contra Yahveh dejando de suplicar por vosotros y de enseñaros el camino bueno y recto.

24 Sólo a Yahveh temeréis y le serviréis fielmente, con todo vuestro corazón, porque habéis visto esta cosa grandiosa que ha realizado en medio de vosotros.

25 Pero si os portáis mal, pereceréis, vosotros y vuestro rey.»

1 Samuel 13

1 ...

2 Se eligió Saúl 3.000 hombres de Israel; había 2.000 con Saúl en Mikmás y en las montañas de Betel, y mil con Jonatán en Gueba de Benjamín, y el resto del pueblo lo devolvió a sus tiendas.

3 Jonatán mató al gobernador de los filisteos que se hallaba en Guibeá, y supieron los filisteos que los hebreos se habían rebelado. Saúl hizo sonar el cuerno por toda la tierra,

4 y todo Israel oyó la noticia: «Saúl ha matado al gobernador de los filisteos. Israel se ha hecho odioso a los filisteos.» Y se reunió el pueblo tras Saúl en Guilgal.

5 Se concentraron los filisteos para combatir a Israel: 3.000 carros, 6.000 caballos y un ejército tan numeroso como la arena de la orilla del mar; y acamparon en Mikmás, al este de Bet Avén.

6 Cuando los hombres de Israel se vieron en peligro, porque se les apretaba de cerca, se escondió la gente en las cavernas, los agujeros, las hendiduras de las peñas, los subterráneos y las cisternas.

7 Algunos hebreos pasaron también el Jordán al país de Gad y Galaad. Saúl estaba todavía en Guilgal y todo el pueblo temblaba junto a él.

8 Esperó siete días conforme al plazo que Samuel había fijado, pero Samuel no llegó a Guilgal y el ejército se desbandó, abandonando a Saúl.

9 Entonces Saúl dijo: «Acercadme el holocausto y los sacrificios de comunión», y ofreció el holocausto.

10 Acababa él de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel, y Saúl le salió al encuentro para saludarle.

11 Samuel dijo: «¿Qué has hecho?» Y Saúl respondió: «Como vi que el ejército me abandonaba y se desbandaba, que, por otro lado, tú no venías en el plazo fijado, y que los filisteos estaban ya concentrados en Mikmás,

12 me dije: Ahora los filisteos van a bajar contra mí a Guilgal y no he apaciguado a Yahveh. Entonces me he visto forzado a ofrecer el holocausto.»

13 Samuel dijo a Saúl: «Te has portado como un necio. Si hubieras cumplido la orden que Yahveh tu Dios te ha dado, entonces Yahveh hubiera afianzado tu reino para siempre sobre Israel.

14 Pero ahora tu reino no se mantendrá. Yahveh se ha buscado un hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo, porque tú no has cumplido lo que Yahveh te había ordenado.»

15 Se levantó Samuel y partió de Guilgal para seguir su camino. Los que quedaban del pueblo subieron tras Saúl al encuentro de los hombres de guerra, y vino de Guilgal a Gueba de Benjamín. Saúl pasó revista a las tropas que tenía con él: había unos seiscientos hombres.

16 Saúl, su hijo Jonatán y las tropas que estaban con ellos, se hallaban situados en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos acampaban en Mikmás.

17 La fuerza de choque salió del campo filisteo en tres columnas: una columna tomó la dirección de Ofrá, en la comarca de Sual;

18 otra tomó la dirección de Bet Jorón y la tercera tomó la dirección del alto que domina el valle de los Seboím, hacia el desierto.

19 No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se decían: «Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas.»

20 Así todos los israelitas tenían que bajar a los filisteos para vaciar cada cual su reja, su hacha, su azuela o su aguijada.

21 El precio era dos tercios de siclo por aguzar las azuelas y enderezar la aguijada.

22 Y así ocurrió que el día de la batalla nadie, en toda la tropa que estaba con Saúl y Jonatán, tenía en la mano espada ni lanza. Las había sólo para Saúl y para su hijo Jonatán.

23 Una avanzadilla de filisteos partió hacia el paso de Mikmás.

1 Samuel 14

1 Un día, Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero: «Ven, vamos a cruzar hasta la avanzadilla de los filisteos que están en este paso», pero nada dijo a su padre.

2 Saúl estaba situado en el límite de Gueba, bajo el granado que está cerca de la era, y las gentes que estaban con él eran como unos seiscientos hombres.

3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Ikabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, sacerdote de Yahveh en Silo, llevaba el efod. La tropa no advirtió que Jonatán se había marchado.

4 En el paso que Jonatán intentaba franquear para llegar a la avanzadilla de los filisteos, hay un picacho por un lado y un picacho por el otro. Uno se llama Boses y el otro Senné;

5 el primer picacho está al norte, frente a Mikmás, el segundo al sur, frente a Gueba.

6 Jonatán dijo a su escudero: «Ven, crucemos hasta la avanzadilla de esos incircuncisos. Acaso Yahveh haga algo por nosotros, porque nada impide a Yahveh dar la victoria con pocos o con muchos.»

7 Su escudero respondió: «Haz todo lo que tu corazón te dicte. Por mi parte estoy contigo, a tu voluntad.»

8 Jonatán dijo: «Vamos a pasar hacia esa gente y nos haremos ver de ellos.

9 Si nos dicen: "¡Alto ahí! hasta que lleguemos a vosotros", nos quedaremos en el sitio y no subiremos a ellos.

10 Pero si nos dicen: "Subid hacia nosotros," subiremos, porque Yahveh los ha entregado en nuestras manos; esto nos servirá de señal.»

11 Cuando se dejaron ver de la avanzadilla de los filisteos, éstos dijeron: «Mirad los hebreos que salen de los escondrijos donde se habían metido.»

12 Y la gente de la avanzadilla, dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, dijeron: «Subid hacia nosotros, que os vamos a enseñar algo.» Entonces Jonatán dijo a su escudero: «Sube detrás de mí, pues Yahveh los ha entregado en manos de Israel.»

13 Subió Jonatán ayudándose de pies y manos, y su escudero le seguía. Caían los filisteos ante Jonatán y detrás de él su escudero los iba rematando.

14 Este primer estrago que hicieron Jonatán y su escudero fue de una veintena de hombres...

15 Cundió el terror en el campo y en el campamento y en la gente toda; la avanzadilla y los cuerpos de descubierta fueron presa del espanto, la tierra tembló y hubo un terror de Dios.

16 Los escuchas de Saúl que estaban en Gueba de Benjamín vieron que el campamento se agitaba de un lado para otro,

17 y Saúl dijo a las tropas que estaban con él: «Pasad revista y ved quién se ha marchado de los nuestros.» Se pasó revista y vieron que faltaban Jonatán y su escudero.

18 Entonces Saúl dijo a Ajías: «Trae el efod», porque este era el que llevaba el efod en presencia de Israel.

19 Pero mientras Saúl hablaba al sacerdote, el tumulto del campamento filisteo iba creciendo y Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano.»

20 Saúl y toda la tropa que estaba con él se reunieron y llegaron al campo de batalla, y he aquí que la espada de cada uno se volvía contra el otro, ¡un enorme desconcierto!

21 Los hebreos que de antes estaban al servicio de los filisteos y que habían subido con ellos al campamento, también desertaron y se pasaron a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.

22 Todos los israelitas que se habían escondido en la montaña de Efraím, al saber que los filisteos huían, los persiguieron hostigándolos.

23 Aquel día Yahveh dio la victoria a Israel. El combate se extendió más allá de Bet Jorón.

24 Los hombres de Israel estaban en gran apuro aquel día y Saúl pronunció una imprecación sobre el pueblo: «Maldito el hombre que coma algo antes del anochecer, antes que me haya vengado de mis enemigos.» Y nadie del pueblo probó bocado.

25 Había, pues, un panal de miel por el suelo,

26 y el pueblo llegó al panal cuando la miel estaba destilando, pero nadie se llevó la mano a su boca, porque el pueblo temía la imprecación.

27 Jonatán no había oído la imprecación que su padre había pronunciado sobre el pueblo y alargó la punta de la vara que tenía en la mano, la metió en el panal y después llevó la mano a su boca y le brillaron los ojos.

28 Uno del pueblo le habló diciendo: «Tu padre ha pronunciado solemnemente esta imprecación sobre el pueblo; ha dicho "Maldito el hombre que coma hoy algo."»

29 Jonatán respondió: «Mi padre ha causado un trastorno al país. Ved cómo tengo los ojos más brillantes por haber tomado este poco de miel.

30 Pues si la tropa hubiese comido hoy del botín tomado al enemigo ¿no hubiera sido mayor el estrago de los filisteos?»

31 Aquel día fueron batidos los filisteos desde Mikmás hasta Ayyalón y la gente quedó extenuada.

32 La tropa se arrojó sobre el botín y tomando ganado menor, bueyes y terneros, los inmoló sobre el suelo y lo comieron con la sangre.

33 Avisaron a Saúl: «El pueblo está pecando contra Yahveh comiendo la sangre.» El entonces dijo: «Habéis sido infieles. Rodadme hasta aquí una piedra grande.»

34 Luego dijo: «Repartíos entre el pueblo y decidles: que cada uno traiga su buey o su carnero; los inmolaréis aquí y comeréis, sin pecar contra Yahveh por comerlo con sangre.» Todos los hombres llevaron cada cual lo que tenía aquella noche y lo inmolaron allí.

35 Alzó Saúl un altar a Yahveh; este fue el primer altar que edificó.

36 Saúl dijo: «Bajemos durante la noche en persecución de los filisteos y saqueémoslos hasta el amanecer; no dejaremos ni un solo hombre.» Le respondieron: «Haz lo que mejor te parezca.» Pero el sacerdote dijo: «Acerquémonos aquí a Dios.»

37 Consultó Saúl a Dios: «¿Bajaré en persecución de los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?» Pero no respondió en aquella ocasión.

38 Entonces dijo Saúl: «Acercaos aquí todos los principales del pueblo. Investigad en qué ha consistido el pecado de hoy.

39 ¡Vive Yahveh! que ha salvado a Israel, que aunque se trate de mi hijo Jonatán, morirá sin remisión.» Nadie del pueblo se atrevió a responderle.

40 Dijo a todo Israel: «Poneos a un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos al otro», y el pueblo respondió a Saúl: «Haz lo que mejor te parezca.»

41 Dijo entonces Saúl: «Yahveh Dios de Israel, ¿por qué no respondes hoy a tu siervo? Si el pecado es mío o de mi hijo Jonatán, Yahveh Dios de Israel, da = urim; = si el pecado es de tu pueblo Israel, da = tummim =.» Fueron señalado Saúl y Jonatán, quedando libre el pueblo.

42 Saúl dijo: «Sortead entre mi hijo Jonatán y yo»; y fue señalado Jonatán.

43 Dijo entonces Saúl a Jonatán: «Cuéntame lo que has hecho.» Jonatán respondió: «No he hecho más que probar un poco de miel con la punta de la vara que tenía en la mano. Estoy dispuesto a morir.»

44 Saúl replicó: «Que Dios me haga esto y me añada esto otro si no mueres, Jonatán.»

45 Pero el pueblo dijo a Saúl: «¿Es que va a morir Jonatán siendo él quien ha conseguido esta gran victoria en Israel? ¡Dios nos libre! ¡Vive Yahveh! que no caerá en tierra ni un cabello de su cabeza, porque con ayuda de Dios lo hizo.» Así rescató el pueblo a Jonatán y no murió.

46 Regresó Saúl de la persecución de los filisteos y los filisteos alcanzaron su país.

47 Cuando Saúl se constituyó rey sobre Israel guerreó por todas partes contra todos sus enemigos: contra Moab, los ammonitas, Edom, el rey de Sobá y los filisteos; doquiera se dirigía resultaba vencedor.

48 Hizo proezas de valor, batió a los amalecitas y libró a Israel del poder de los que le saqueaban.

49 Los hijos de Saúl fueron: Jonatán, Isyó y Malki Súa. Los nombres de sus dos hijas eran: Merab la mayor y Mikal la más pequeña.

50 La mujer de Saúl se llamaba Ajinoam, hija de Ajimaas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl:

51 Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel.

52 Hubo una guerra encarnizada contra los filisteos toda la vida de Saúl. En cuanto Saúl veía un hombre fuerte y valeroso, se lo incorporaba.

1 Samuel 15

1 Samuel dijo a Saúl: «Yahveh me ha enviado para consagrarte rey sobre su pueblo Israel. Escucha, pues, las palabras de Yahveh:

2 Esto dice Yahveh Sebaot: He decidido castigar lo que Amalec hizo a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto.

3 Ahora, vete y castiga a Amalec, consagrándolo al anatema con todo lo que posee, no tengas compasión de él, mata hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos.»

4 Convocó Saúl al pueblo y le pasó revista en Telam: 200.000 infantes y 10.000 hombres de Judá.

5 Avanzó Saúl hasta la capital de Amalec y se emboscó en el barranco.

6 Dijo Saúl a los quenitas: «Marchaos, apartaos de los amalecitas, no sea que os haga desaparecer con ellos, pues os portasteis bien con todos los israelitas cuando subían de Egipto»; y los quenitas se apartaron de los amalecitas.

7 Batió Saúl a los amalecitas desde Javilá, en dirección de Sur que está al este de Egipto.

8 Capturo vivo a Agag, rey de los amalecitas, y pasó a todo el pueblo a filo de espada en cumplimiento del anatema.

9 Pero Saúl y la tropa perdonaron a Agag y a lo más escogido del ganado mayor y menor, las reses cebadas y los corderos y todo lo bueno. No quisieron consagrarlo al anatema, pero consagraron al anatema toda la hacienda vil y sin valor.

10 Le fue dirigida la palabra de Dios a Samuel diciendo:

11 «Me arrepiento de haber dedo la realeza a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha ejecutado mis órdenes.» Se conmovió Samuel y estuvo clamando a Yahveh toda la noche.

12 Se levantó Samuel por la mañana al encuentro de Saúl. Avisaron a Samuel: «Saúl ha ido a Carmelo y se ha erigido un monumento; después ha seguido y ha bajado a Guilgal.»

13 Llegó Samuel donde Saúl y éste dijo: «Bendito seas de Yahveh. Ya he ejecutado la orden de Yahveh.»

14 Pero Samuel preguntó: «¿Y qué son esos balidos que vienen a mis oídos y esos mugidos que oigo?»

15 Respondió Saúl: «Los hemos traído de Amalec porque el pueblo ha perdonado lo mejor del ganado mayor y menor con intención de ofrecerlo en sacrificio a Yahveh tu Dios. Cuanto a lo demás, lo hemos entregado al anatema.»

16 Pero Samuel dijo a Saúl: «Basta ya y deja que te anuncie lo que Yahveh me ha revelado esta noche.» El le dijo: «Habla.»

17 Entonces Samuel dijo: «Aunque tú eres pequeño a tus propios ojos ¿no eres el jefe de las tribus de Israel? Yahveh te ha ungido rey de Israel.

18 Yahveh te ha enviado por el camino y te ha dicho: "Vete, y consagra al anatema a estos pecadores, los amalecitas, hazles la guerra hasta el exterminio".

19 Por qué no has escuchado a Yahveh? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo que desagrada a Yahveh?»

20 Saúl respondió a Samuel: «¡Yo he obedecido a Yahveh! Anduve por el camino por el que me envió, he traído a Agag, rey de Amalec, y he entregado al anatema a los amalecitas.

21 Del botín, el pueblo ha tomado el ganado mayor y menor, lo mejor del anatema, para sacrificarlo a Yahveh tu Dios en Guilgal.»

22 Pero Samuel dijo: ¿Acaso se complace Yahveh en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la palabra de Yahveh? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.

23 Como pecado de hechicería es la rebeldía, crimen de terafim la contumacia. Porque has rechazado la palabra de Yahveh, él te rechaza para que no seas rey.

24 Saúl dijo a Samuel: «He pecado traspasando la orden de Yahveh y tus mandatos, porque tuve miedo al pueblo y le escuché.

25 Ahora, pues, perdona mi pecado, por favor, y ven conmigo para que adore a Yahveh.»

26 Pero Samuel respondió a Saúl: «No iré más contigo; ya que has rechazado la palabra de Yahveh, Yahveh te ha rechazado para que no seas rey de Israel.»

27 Y como Samuel se volviera para marcharse, le asió Saúl el extremo del manto, que se desgarró,

28 y Samuel dijo: «Hoy te ha desgarrado Yahveh el reino de Israel y se lo ha dado a otro mejor que tú.»

29 (Y la Gloria de Israel no miente ni se arrepiente, porque no es un hombre para arrepentirse).

30 Saúl dijo: «He pecado, pero, con todo, te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y vengas conmigo para que adore a Yahveh tu Dios.»

31 Volvió Samuel con Saúl y éste adoró a Yahveh.

32 Después dijo Samuel: «Traedme a Agag, rey de los amalecitas», y vino Agag hacia él y se resistía diciendo: «En verdad es amarga la muerte.»

33 Samuel dijo: «Como tu espada ha privado a las mujeres de sus hijos, así entre las mujeres, privada de su hijo será tu madre», y Samuel despedazó a Agag ante Yahveh en Guilgal.

34 Partió Samuel para Ramá, y Saúl subió a su casa en Guibeá de Saúl.

35 Samuel no vio más a Saúl hasta el día de su muerte. Y lloraba Samuel por Saúl, pero Yahveh se había arrepentido de haberle hecho rey de Israel.

1 Samuel 16

1 Dijo Yahveh a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl, después que yo le he rechazado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.»

2 Samuel replicó: «¿Cómo voy a ir? Se enterará Saúl y me matará.» Respondió Yahveh: «Lleva contigo una becerra y di: "He venido a sacrificar a Yahveh."

3 Invitarás a Jesé al sacrificio y yo te indicaré lo que tienes que hacer, y me ungirás a aquel que yo te diga.»

4 Hizo Samuel lo que Yahveh le había ordenado y se fue a Belén. Salieron temblando a su encuentro los ancianos de la ciudad y le preguntaron: «¿Es de paz tu venida, vidente?»

5 Samuel respondió: «Sí; he venido a sacrificar a Yahveh. Purificaos y venid conmigo al sacrificio.» Purificó a Jesé y a sus hijos y les invitó al sacrificio.

6 Cuando ellos se presentaron vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante Yahveh su ungido.»

7 Pero Yahveh dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.»

8 Llamó Jesé a Abinadab y le hizo pasar ante Samuel, que dijo: «Tampoco a éste ha elegido Yahveh.»

9 Jesé hizo pasar a Sammá, pero Samuel dijo: «Tampoco a éste ha elegido Yahveh.»

10 Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yahveh.»

11 Preguntó, pues, Samuel a Jesé: «¿No quedan ya más muchachos?» El respondió: «Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.» Dijo entonces Samuel a Jesé: «Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.»

12 Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo Yahveh: «Levántate y úngelo, porque éste es.»

13 Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Yahveh. Samuel se levantó y se fue a Ramá.

14 El espíritu de Yahveh se había apartado de Saúl y un espíritu malo que venía de Yahveh le perturbaba.

15 Dijéronle, pues, los servidores de Saúl: «Mira, un espíritu malo de Dios te aterroriza;

16 permítenos, señor, que tus siervos que están en tu presencia te busquen un hombre que sepa tocar la cítara, y cuando te asalte el espíritu malo de Dios tocará y te hará bien.»

17 Dijo Saúl a sus servidores: «Buscadme, pues, un hombre que sepa tocar bien y traédmelo.»

18 Tomó la palabra uno de los servidores y dijo: «He visto a un hijo de Jesé el belemita que sabe tocar; es valeroso, buen guerrero, de palabra amena, de agradable presencia y Yahveh está con él.»

19 Despachó Saúl mensajeros a Jesé que le dijeran: «Envíame a tu hijo David, el que está con el rebaño.»

20 Tomó Jesé cinco panes, un odre de vino y un cabrito y lo envió a Saúl con su hijo David.

21 Llegó David donde Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le cobró mucho afecto y le hizo su escudero.

22 Mandó Saúl a decir a Jesé: «Te ruego que tu hijo David se quede a mi servicio, porque ha hallado gracia a mis ojos.»

23 Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David la cítara, la tocaba, Saúl, encontraba calma y bienestar y el espíritu malo se apartaba de él.

1 Samuel 17

1 Reunieron los filisteos sus tropas para la guerra y se concentraron en Soko de Judá, acampando entre Soko y Azeca, en Efes Dammim.

2 Se reunieron Saúl y los hombres de Israel, acamparon en el valle del Terebinto y se ordenaron en batalla frente a los filisteos.

3 Ocupaban los filisteos una montaña por un lado y los israelitas ocupaban la montaña frontera, quedando el valle por medio.

4 Salió de las filas de los filisteos un hombre de las tropas de choque, llamado Goliat, de Gat, de seis codos y un palmo de estatura;

5 tenía un yelmo de bronce sobre su cabeza y estaba revestido de una coraza de escamas, siendo el peso de la coraza 5.000 siclos de bronce.

6 Tenía en las piernas grebas de bronce y una jabalina de bronce entre los hombros.

7 El asta de su lanza era como enjullo de tejedor y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro. Su escudero le precedía.

8 Goliat se plantó y gritó a las filas de Israel diciéndoles: «¿Para qué habéis salido a poneros en orden de batalla? ¿Acaso no soy yo filisteo y vosotros servidores de Saúl? Escogeos un hombre y que baje contra mí.

9 Si es capaz de pelear conmigo y me mata, seremos vuestros esclavos pero si yo le venzo y le mato, seréis nuestros esclavos y nos serviréis.»

10 Y añadió el filisteo: «Yo desafío hoy a las filas de Israel; dadme un hombre y lucharemos mano a mano.»

11 Oyó Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo y se consternaron y se llenaron de miedo.

12 Era David hijo de un efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos. En tiempo de Saúl este hombre era ya anciano, muy entrado en años.

13 Los tres hijos mayores de Jesé se fueron a la guerra con Saúl; el nombre de los tres hijos suyos que marcharon a la guerra era Eliab, el primogénito, Abinadab, el segundo, y Sammá, el tercero.

14 David era el más pequeño; cuanto a los tres mayores, habían seguido a Saúl.

15 (David alternaba sus viajes al campamento de Saúl con el cuidado del rebaño de su padre en Belén).

16 El filisteo se acercaba mañana y tarde y se presentó así durante cuarenta días.

17 Jesé dijo a su hijo David: «Lleva a tus hermanos esta medida de trigo tostado y estos diez panes y corre al campamento a donde tus hermanos.

18 Y estos diez requesones llévalos al jefe de millar; entérate de la salud de tus hermanos y toma señal de recibo de ellos.

19 Están Saúl, ellos y todos los hombres de Israel en el valle del Terebinto, guerreando con los filisteos.»

20 Se levantó David de madrugada, dejó el rebaño al guarda y, tomado las cosas, se fue como le había mandado Jesé, y llegó al círculo del campamento justo cuando salía el ejército para ordenarse en batalla, lanzando el grito de guerra.

21 Israel y los filisteos se pusieron en orden de batalla, fila contra fila.

22 Dejó David las cosas en manos del guardia de la impedimenta y corrió a las filas y fue a preguntar a sus hermanos cómo estaban.

23 Mientras hablaba con ellos el hombre de las tropas de choque, llamado Goliat, el filisteo de Gat, subía de las filas de los filisteos, diciendo las mismas palabras, y le oyó David.

24 En viéndole todos los hombres de Israel huyeron delante de él, llenos de miedo.

25 Los hombres de Israel decían: «¿Habéis visto a este hombre que sube? Sube a provocar a Israel. A quien lo mate colmará el rey de grandes riquezas y le dará su hija y librará de tributo la casa de su padre en Israel.»

26 Preguntó, pues, David a los hombres que estaban a su lado: «¿Qué se hará al hombre que mate a ese filisteo y aparte la afrenta de Israel? Pues ¿quién es ese filisteo incircunciso para injuriar a las huestes de Dios vivo?»

27 Y el pueblo le repitió las mismas palabras: «Así se hará al hombre que lo mate.»

28 Se enteró Eliab, su hermano mayor, de su pregunta a los hombres y se encendió en cólera Eliab contra David, y le dijo: «¿Para qué has bajado, y a quién has dejado aquel pequeño rebaño en el desierto? Ya sé yo tu atrevimiento y la maldad de tu corazón. Has bajado para ver la batalla.»

29 Respondió David: «Pues ¿qué he hecho yo? ¿es que uno no puede hablar?»

30 Y volviéndose se dirigió a otro y preguntó lo mismo y la gente le respondió como la primera vez.

31 Fueron oídas las palabras que decía David y se lo contaron a Saúl, que le hizo venir.

32 Dijo David a Saúl: «Que nadie se acobarde por ése. Tu siervo irá a combatir con ese filisteo.»

33 Dijo Saúl a David: «No puedes ir contra ese filisteo para luchar con él, porque tú eres un niño y él es hombre de guerra desde su juventud.»

34 Respondió David a Saúl: «Cuando tu siervo estaba guardando el rebaño de su padre y venía el león o el oso y se llevaba una oveja del rebaño,

35 salía tras él, le golpeaba y se la arrancaba de sus fauces, y si se revolvía contra mí, lo sujetaba por la quijada y lo golpeaba hasta matarlo.

36 Tu siervo ha dado muerte al león y al oso, y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, pues ha insultado a las huestes de Dios vivo.»

37 Añadió David: «Yahveh que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo.» Dijo Saúl a David: «Vete, y que Yahveh sea contigo.»

38 Mandó Saúl que vistieran a David con sus propios vestidos y le puso un casco de bronce en la cabeza y le cubrió con una coraza.

39 Ciñó a David su espada sobre su vestido. Intentó David caminar, pues aún no estaba acostumbrado, y dijo a Saúl: «No puedo caminar con esto, pues nunca lo he hecho.» Entonces se lo quitaron.

40 Tomó su cayado en la mano, escogió en el torrente cinco cantos lisos y los puso en su zurrón de pastor, en su morral , y con su honda en la mano se acercó al filisteo.

41 El filisteo fue avanzando y acercándose a David, precedido de su escudero.

42 Volvió los ojos el filisteo, y viendo a David, lo despreció, porque era un muchacho rubio y apuesto.

43 Dijo el filisteo a David: «¿Acaso soy un perro, pues vienes contra mí con palos?» Y maldijo a David el filisteo por sus dioses,

44 y dijo el filisteo a David: «Ven hacia mí y daré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.»

45 Dijo David al filisteo: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahveh Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado.

46 Hoy mismo te entrega Yahveh en mis manos, te mataré y te cortaré la cabeza y entragaré hoy mismo tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios para Israel.

47 Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahveh, porque de Yahveh es el combate y os entrega en nuestras manos.»

48 Se levantó el filisteo y fue acercándose al encuentro de David; se apresuró David, salió de las filas y corrió al encuentro del filisteo.

49 Metió su mano David en su zurrón, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente; la piedra se clavó en su frente y cayó de bruces en tierra.

50 Y venció David al filisteo con la honda y la piedra; hirió al filisteo y le mató sin tener espada en su mano.

51 Corrió David, se detuvo sobre el filisteos y tomando la espada de éste de sacó de su vaina, le mató y le cortó la cabeza. Viendo los filisteos que había muerto su campeón, huyeron.

52 Se levantaron los hombres de Israel y de Judá y, lanzando el grito de guerra, persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos cubrían el camino, desde Saaráyim hasta Gat y Ecrón.

53 Cuando los hijos de Israel regresaron de perseguir sañudamente a los filisteos, saquearon el campamento.

54 Tomó David la cabeza del filisteo, y la llevó a Jerusalén; pero sus armas las colocó en su tienda.

55 Cuando Saúl vio a David salir al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, jefe del ejército: «¿De quién es hijo este muchacho, Abner?» Abner respondió: «Por tu vida, oh rey, que no lo sé.»

56 El rey dijo: «Pregunta de quién es hijo este muchacho.»

57 Cuando volvió David de matar al filisteo, le tomó Abner y le llevó ante Saúl con la cabeza del filisteo en la mano .

58 Saúl le preguntó: «¿De quién eres hijo, muchacho?» David respondió: «De tu siervo Jesé, de Belén.»

1 Samuel 18

1 En acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y le amó Jonatán como a sí mismo.

2 Le retuvo Saúl aquel día y no le permitió regresar a casa de su padre.

3 Hizo Jonatán alianza con David, pues le amaba como a sí mismo.

4 Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, su vestido y también su espada, su arco y su cinturón.

5 David lograba éxito en todas las campañas que Saúl le encomendaba, y le puso Saúl al frente de hombres de guerra, y se hizo querer de todo el pueblo, también de los servidores de Saúl.

6 A su regreso, cuando volvió David de matar al filisteo, salían las mujeres de todas la ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando al son de adufes y triángulos con cantos de alegría.

7 Las mujeres, danzando, cantaban a coro: «Saúl mató sus millares y David sus miríadas.

8 Irritóse mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía: «Dan miríadas a David y a mí millares; sólo le falta ser rey.»

9 Y desde aquel día en adelante miraba Saúl a David con ojos de envidia.

10 Al día siguiente se apoderó de Saúl un espíritu malo de Dios y deliraba en medio de la casa; David tocaba como otras veces. Tenía Saúl la lanza en la mano.

11 Blandió Saúl la lanza y dijo: «Voy a clavar a David en la pared.» Pero David le esquivó dos veces.

12 Temía Saúl a David porque Yahveh estaba con David y de Saúl se había apartado

13 y le alejó Saúl de junto a sí, nombrándole jefe de mil y entraba y salía a la cabeza de la tropa.

14 David ejecutaba con éxito todas sus empresas y Yahveh estaba con él.

15 Viendo Saúl que tenía mucho éxito le temió.

16 Todo Israel y Judá quería a David, pues salía y entraba a la cabeza de ellos.

17 Dijo Saúl a David: «Voy a darte por mujer a mi hija mayor Merab, tan sólo con que me seas valeroso y luches las batallas de Yahveh.» Saúl se había dicho: «Que no muera por mi mano, sino por mano de los filisteos.»

18 Dijo David a Saúl: «¿Quién soy yo y cuál es mi linaje, la casa de mi padre en Israel, para ser yerno del rey?»

19 Pero cuando llegó el tiempo de entregar a Merab, la hija de Saúl, a David, fue entregada a Adriel de Mejolá.

20 Mikal, hija de Saúl, se enamoró de David; se lo dijeron a Saúl y le agradó la noticia.

21 Dijo Saúl: «Se la entregaré, pero será para él un lazo, pues caerá sobre él la mano de los filisteos.» (Saúl, pues, dijo dos veces a David: «Ahora serás mi yerno.»)

22 Ordenó Saúl a sus servidores: «Insinuad a David: Mira que el rey te estima; también te estiman todos sus servidores; procura ser yerno del rey.»

23 Los servidores de Saúl dijeron estas palabras a oídos de David y David replicó: «¿Os parece sencillo ser yerno del rey? Yo soy un hombre pobre y ruin.»

24 Comunicaron a Saúl sus servidores: «Estas palabras ha dicho David.»

25 Respondió Saúl: «Decid así a David: No quiere el rey dote, sino cien prepucios de filisteos para vengarse de los enemigos del rey.» Tramaba el rey hacer sucumbir a David a manos de los filisteos.

26 Los servidores comunicaron a David estas palabras y la cosa pareció bien a David para llegar a ser yerno del rey. No se había cumplido el plazo,

27 cuando se levantó David y partió con sus hombres. Mató a los filisteos doscientos hombres y trajo David sus prepucios que entregó cumplidamente al rey para ser yerno del rey. Saúl le dio a su hija Mikal por mujer.

28 Temió Saúl, pues sabía que Yahveh estaba con David y que toda la casa de Israel le amaba.

29 Aumentó el temor de Saúl hacia David y fue siempre hostil a David.

30 Salían los jefes de los filisteos, pero en todas sus incursiones obtenía David más éxito que los demás servidores de Saúl, y su nombre se hizo muy famoso.

1 Samuel 19

1 Saúl dijo a su hijo Jonatán y a todos sus servidores que haría morir a David; pero Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David,

2 y avisó Jonatán a David diciéndole: «Mi padre Saúl te busca para matarte. Anda sobre aviso mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y escóndete.

3 Yo saldré y estaré junto a mi padre en el campo, donde tú estés, y hablaré por ti a mi padre; veré lo que hay y te avisaré.»

4 Habló Jonatán a Saúl su padre en favor de David y dijo: «No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha pecado contra ti, sino que te ha hecho grandes servicios.

5 Puso su vida en peligro, mató al filisteo y concedió Yahveh una gran victoria para todo Israel. Tú lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, vas a pecar contra sangre inocente haciendo morir a David sin motivo?»

6 Escuchó Saúl las palabras de Jonatán y juró: «¡Vive Yahveh!, no morirá.»

7 Llamó entonces Jonatán a David, le contó todas estas palabras y llevó a David donde Saúl, y se quedó a su servicio como antes.

8 Reanudada la guerra, partió David para combatir a los filisteos, les causó una gran derrota y huyeron ante él.

9 Se apoderó de Saúl un espíritu malo de Yahveh; estaba sentado en medio de la casa con su lanza en su mano y David tocaba.

10 Intentó Saúl clavar con su lanza a David en la pared; esquivó David a Saúl y la lanza se clavó en la pared; huyó David y se puso a salvo. Aquella misma noche

11 envió Saúl gente a la casa de David para vigilarle y matarle por la mañana, pero su mujer Mikal advirtió a David: «Si no te pones a salvo esta misma noche, mañana morirás.»

12 Mikal hizo bajar a David por la ventana. El partió y huyó poniéndose a salvo.

13 Tomó Mikal uno de los terafim y lo puso en el lecho, colocó una estera de pelos de cabra a la cabecera y la cubrió con un vestido.

14 Cuando Saúl mandó gente para prender a David, ella dijo: «Está enfermo.»

15 Pero Saúl envió de nuevo los emisarios para ver a David y les dijo: «Traédmelo en su lecho, para matarlo.»

16 Entraron los enviados y hallaron un terafim en el lecho y la estera de pelos de cabra en la cabecera.

17 Dijo Saúl a Mikal: «¿Por qué me has engañado y has dejado escapar a mi enemigo para que se salve?» Respondió Mikal a Saúl: «El me dijo: déjame escapar o te mato.»

18 Huyó, pues, David y se puso a salvo, yéndose a donde Samuel, en Ramá, y le contó cuanto Saúl le había hecho. Después, él y Samuel se fueron a habitar en las celdas.

19 Avisaron a Saúl: «Mira, David está en las celdas de Ramá.»

20 Mandó Saúl emisarios para prender a David; vieron éstos la agrupación de los profetas en trance de profetizar, con Samuel a la cabeza. Vino sobre los emisarios de Saúl el espíritu de Dios y también ellos se pusieron en trance.

21 Se lo comunicaron a Saúl y envió nuevos emisarios que también se pusieron en trance. Saúl volvió a enviar mensajeros por tercera vez y también éstos se pusieron en trance.

22 Entonces partió él mismo para Ramá y llegó a la gran cisterna de la era que está en Seku y preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?», y le dijeron: «Están en las celdas de Ramá.»

23 Se fue de allí a las celdas de Ramá y vino también sobre él el espíritu de Dios e iba caminando en trance hasta que llegó a las celdas de Ramá.

24 También él se quitó sus vestidos y se puso en trance profético ante Samuel, y quedó desnudo en tierra todo aquel día y toda aquella noche, por lo que se suele decir: «¿Conque también Saúl entre los profetas?»

1 Samuel 20

1 Huyó David de las celdas de Ramá y se fue a decir a Jonatán: «¿Qué he hecho, cuál es mi falta y en qué he pecado contra tu padre para que busque mi muerte?»

2 Jonatán le dijo: «De ninguna manera, no morirás. Mi padre no hace ninguna cosa, grande o pequeña, sin descubrírmela; ¿por qué me había de ocultar mi padre este asunto? ¡No puede ser!»

3 Pero David volvió a jurar: «Save muy bien tu padre que me tienes mucho afecto y se ha dicho: "Que no lo sepa Jonatán para que no se apene." Y, con todo, por Yahveh y por tu vida, que no hay más que un paso entre yo y la muerte.»

4 Dijo Jonatán a David: «Dime lo que deseas y te lo haré.»

5 Dijo David a Jonatán: «Mira, mañana es el novilunio; yo tendría que sentarme con el rey a comer, pero tú me dejarás marchar y me esconderé en el campo hasta la noche.

6 Si tu padre nota mi ausencia, dirás: "David me ha pedido con insistencia que le deje hacer una escapada a Belén, su ciudad, porque se celebra el sacrificio anual de toda la familia."

7 Si tu padre dice: "Está bien," tu siervo está a salvo; pero si se enfurece, sabrás que por su parte está decretada la ruina.

8 Haz este favor a tu siervo ya que hiciste que tu siervo estableciera contigo alianza de Yahveh; si hay falta en mí, dame tú mismo la muerte; ¿para qué llevarme hasta tu padre?»

9 Respondió Jonatán: «¡Lejos de ti! Si yo supiera con certeza que por parte de mi padre está decretado que venga la ruina sobre ti, ¿no te lo avisaría?»

10 Respondió David a Jonatán: «¿Quién me avisará si tu padre te responde con aspereza?»

11 Respondió Jonatán a David: «Ven, salgamos al campo.» Y salieron ambos al campo.

12 Dijo Jonatán a David: «Por Yahveh, Dios de Israel, te juro que mañana a esta misma hora sondearé a mi padre; si la cosa se pone bien para David y no envío quien te lo haga saber,

13 que Yahveh haga esto a Jonatán y añada esto otro. Si mi padre decide hacerte mal, te lo haré saber para que te pongas a salvo y vayas en paz. Y que Yahveh sea contigo como lo fue con mi padre.

14 Si para entonces estoy vivo todavía, usa conmigo la bondad de Yahveh y, si muerto,

15 nunca apartes tu misericordia de mi casa. Y cuando Yahveh haya exterminado a los enemigos de David de la faz de la tierra,

16 que no sea exterminado Jonatán con la casa de Saúl; de lo contrario, que Yahveh pida cuentas a David.»

17 Juró de nuevo Jonatán a David por el amor que le tenía, pues le amaba como a sí mismo.

18 Jonatán le dijo: «Mañana es novilunio y se notará tu ausencia, porque mirarán tu asiento.

19 Pasado mañana se notará más; tú irás al sitio en que te escondiste el día del suceso aquel, y te pones junto a la loma que tú sabes.

20 Ese mismo día iré a lanzar flechas por esa parte, como para tirar al blanco.

21 Mandaré al muchacho: "Anda, busca la flecha." Si digo al muchacho: "La flecha está más acá de ti, tómala," vienes, porque todo va bien para ti y no hay nada, por Yahveh.

22 Pero si digo al muchacho: "La flecha está más allá de ti," vete, porque Yahveh quiere que te vayas.

23 Cuanto a la palabra que tú y yo tenemos hablada, mira, Yahveh está entre los dos para siempre.»

24 David se escondió en el campo. Llegado el novilunio, el rey se puso a la mesa para comer.

25 Se sentó el rey en su asiento, como de costumbre, en el asiento de la pared; Jonatán se sentó enfrente y Abner al lado de Saúl; el asiento de David quedó vacío.

26 Saúl no dijo nada aquel día, porque pensó: «Será un accidente, no estará puro por no haberse purificado.»

27 Al día siguiente del novilunio, el segundo día, se fijaron en el asiento de David, y Saúl dijo a su hijo Jonatán: ¿Por qué no ha venido a comer ni ayer ni hoy el hijo de Jesé?»

28 Jonatán respondió a Saúl: «David me pidió con insistencia poder ir a Belén.

29 Me dijo: "Déjame ir, por favor, porque es nuestro sacrificio de familia en la ciudad y mis hermanos me han reclamado. Así que, si he hallado gracia a tus ojos, déjame hacer una escapada para ver a mis hermanos." Por esto no ha venido a la mesa del rey.»

30 Se encendió la cólera de Saúl contra Jonatán y le dijo: «¡Hijo de una perdida! ¿Acaso no sé yo que prefieres al hijo de Jesé para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre?

31 Pues mientras viva sobre el suelo el hijo de Jesé, no estarás a salvo ni tú ni tu realeza; así que manda a buscarlo y tráemelo, porque es reo de muerte.»

32 Respondió Jonatán a su padre Saúl y le dijo: «¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?»

33 Blandió Saúl su lanza contra él para herirle y comprendió Jonatán que por parte de su padre la muerte de David era cosa decidida.

34 Se levantó Jonatán de la mesa ardiendo en ira y no comió el segundo día del novilunio, pues estaba afligido por David, porque su padre le había injuriado.

35 A la mañana siguiente salió Jonatán con un muchacho al campo, a la hora acordada con David.

36 Dijo al muchacho: «Corre a buscar las flechas que voy a tirar.» Corrió el muchacho, y entonces Jonatán lanzó las flechas más allá de él.

37 Cuando el muchacho llegaba al lugar donde había lanzado la flecha Jonatán, éste gritó detrás de él: «¿ Acaso no está la flecha más allá de ti?»,

38 y siguió gritando detrás del muchacho: «Pronto, date prisa, no te detengas.» Tomó el muchacho de Jonatán la flecha y volvió donde su señor.

39 El muchacho no se enteró de nada. Solamente lo entendían Jonatán y David.

40 Dio Jonatán sus armas al muchacho que estaba con él y le dijo: «Anda, llévalas a la ciudad.»

41 Se marchó el muchacho y David se levantó de junto a la loma y, cayendo sobre su rostro en tierra, se postró tres veces. Se abrazaron los dos y lloraron copiosamente.

42 Dijo Jonatán a David: Vete en paz, ya que nos hemos jurado en nombre de Yahveh: "Que Yahveh esté entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya para siempre."»

1 Samuel 21

1 Se levantó David y se fue, y Jonatán volvió a la ciudad.

2 Llegó David a Nob, donde el sacerdote Ajimélek; vino Ajimélek temblando al encuentro de David y le preguntó: « Por qué vienes solo y no hay nadie contigo?»

3 Respondió David al sacerdote Ajimélek: «El rey me ha dado una orden y me ha dicho: «Que nadie sepa el asunto a que te mando y lo que te ordeno.» A los muchachos los he citado en tal lugar.

4 Así pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya.»

5 Respondió el sacerdote a David: «No tengo a mano pan profano, pero hay pan consagrado, si es que los muchachos se han abstenido al menos del trato con mujeres.»

6 Respondió David al sacerdote:» Ciertamente que la mujer nos está prohibida, como siempre que salgo a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, cierto que hoy sus cuerpos están puros.»

7 Diole entonces el sacerdote panes consagrados, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante de Yahveh para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo.

8 Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl, detenido ante Yahveh; se llamaba Doeg, edomita, el más robusto de los pastores de Saúl.

9 Dijo David a Ajimélek: «¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he cogido mi espada y mis armas, pues urgía la orden del rey.»

10 Respondió el sacerdote: «Ahí está la espada de Goliat el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño detrás del efod; si la quieres tómala; fuera de ésta, no hay otra.» Dijo David: «Ninguna mejor. Dámela.»

11 Se levantó David y huyó aquel día de Saúl, yendo donde Akís, rey de Gat.

12 Los servidores de Akís le dijeron: «¿No es este David, rey de la tierra? ¿No es éste a quien cantaban en corro : Saúl mató sus millares y David sus miríadas?»

13 Meditó David estas palabras y temió mucho a Akís, rey de Gat.

14 Y se fingió demente ante sus ojos haciéndose el loco en medio de ellos; tamborileaba sobre el batiente de la puerta y dejaba caer la saliva sobre su barba.

15 Dijo pues Akís a sus servidores: «Mirad, este hombre está loco. ¿Para qué me lo habéis traído?

16 ¿Es que me hacen falta locos, que me habéis traído a este para que haga el loco a mi costa? ¿Va a entrar éste en mi casa?»

1 Samuel 22

1 Yéndose de allí David se refugió en la caverna de Adullam. Lo supieron sus hermanos y toda la casa de su padre y bajaron allí, junto a él.

2 Todos los entrampados y desesperados se unieron a él y fue jefe de ellos. Había con él unos cuatrocientos hombres.

3 De allí se fue David a Mispé de Moab y dijo al rey de Moab: «Permite que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa qué va a hacer conmigo Dios.»

4 Los dejó con el rey de Moab, y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.

5 El profeta Gad dijo a David: «No te quedes en el refugio. Vete y penetra en las tierras de Judá.» Partió David y entró en el bosque de Jéret.

6 Oyó Saúl que David y los hombres que estaban con él habían sido descubiertos. Estaba Saúl en Guibeá, en el alto, debajo del tamarisco, con la lanza en la mano, rodeado de todos sus servidores.

7 Dijo Saúl a todos los servidores que le rodeaban: «Oídme todos, benjaminitas: ¿también a cada uno de vosotros os va a dar el hijo de Jesé campos y viñas y os va a nombrar a todos jefes de millares y jefes de cien,

8 pues conspiráis todos contra mí y no ha habido quien me descubriera la alianza de mi hijo con el hijo de Jesé, nadie que se compadeciera de mí y me avisara que mi hijo hacía que mi servidor atentase contra mí, como ocurre hoy mismo?»

9 Respondió Doeg el edomita, que estaba entre los servidores de Saúl: «Yo he visto al hijo de Jesé venir a Nob, donde Ajimélek, hijo de Ajitub.

10 Consultó por él a Yahveh, le dio víveres e incluso llegó a entregarle la espada de Goliat el filisteo.»

11 Mandó el rey llamar al sacerdote Ajimélek, hijo de Ajitub, y a toda la casa de su padre, a los sacerdotes que había en Nob, y vinieron todos donde el rey.

12 Dijo Saúl: «Oye, hijo de Ajitub.» Este respondió: «Aquí estoy, mi señor.»

13 Díjole Saúl: «¿Por qué conspiráis contra mí tú y el hijo de Jesé, pues le diste pan y una espada y consultaste a Dios por él, para que se alzase contra mí, como ahora está sucediendo?»

14 Respondió Ajimélek al rey: «¿Y quién, entre todos tus servidores, es como David, el fiel, el yerno del rey y el jefe de tu guardia personal y honrado en tu propia casa?

15 ¿Es que he comenzado hoy a consultar a Dios por él? ¡Líbreme Dios! No achaque el rey a su siervo y a toda la casa de mi padre una cosa tal porque nada sabe tu siervo de esto, ni poco ni mucho.»

16 Respondió el rey: «Vas a morir, Ajimélek, tú y toda la casa de tu padre.»

17 Dijo pues el rey a los corredores que estaban a su lado: «Acercaos y dad muerte a los sacerdotes de Yahveh porque también su mano está con David y, sabiendo que él huía, no me lo hicieron saber.» Pero los servidores del rey no quisieron alzar su mano para herir a los sacerdotes de Yahveh.

18 Dijo, pues, el rey a Doeg: «Acércate tú y hiere a los sacerdotes.» Acercóse Doeg el edomita y él mismo hirió a los sacerdotes; mató aquel día a 85 hombres que llevaban efod de lino.

19 Saúl pasó a filo de espada a Nob, la ciudad de los sacerdotes, hombres, mujeres, niños y lactantes, bueyes, asnos y ovejas, todos a cuchillo.

20 Pudo escapar un hijo de Ajimélek, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, y huyó donde David.

21 Abiatar notificó a David que Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Yahveh.

22 David dijo a Abiatar: «Ya sabía yo aquel día que, estando allí Doeg el edomita, no dejaría de avisar a Saúl. Yo soy el responsable de todas las vidas de la casa de tu padre.

23 Quédate conmigo y no temas, que quien busca tu muerte busca la mía, y junto a mí estarás bien custodiado.»

1 Samuel 23

1 Avisaron a David: «Mira, los filisteos están atacando a Queilá y han saqueado las eras.»

2 Consultó David a Yahveh: «¿Debo ir a batir a esos filisteos?» Yahveh respondió a David: «Vete, batirás a los filisteos y salvarás a Queilá.»

3 Dijeron a David sus hombres: «Mira, ya en Judá estamos con temor ¿y todavía vamos a marchar a Queilá contra las huestes de los filisteos?»

4 David consultó de nuevo a Yahveh. Yahveh respondió: «Levántate, baja a Queilá porque he entregado a los filisteos en tus manos.»

5 Fue David con sus hombres a Queilá, atacó a los filisteos, se llevó sus rebaños, les causó una gran mortandad y libró David a los habitantes de Queilá.

6 Cuando Abiatar, hijo de Ajimélek, huyó a donde David, descendió también a Queilá, llevando en su mano el efod.

7 Se avisó a Saúl que David había entrado en Queilá y dijo: «Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado yendo a una ciudad con puertas y cerrojos.»

8 Llamó Saúl a todo el pueblo a las armas para bajar a Queilá y cercar a David y sus hombres.

9 Supo David que Saúl tramitaba su ruina, y dijo al sacerdote Abiatar: «Acerca el efod.»

10 Dijo David: «Yahveh, Dios de Israel, tu siervo ha oído que Saúl intenta venir a Queilá para destruir la ciudad por mi causa.

11 ¿Descenderá de verdad Saúl como tu siervo ha oído? Yahveh, Dios de Israel, hazlo saber por favor a tu siervo.» Yahveh respondió: «Bajará.»

12 Preguntó David: «¿Me entregarán los vecinos de Queilá, a mí y a mis hombres, en manos de Saúl?» Respondió Yahveh: «Te entregarán.»

13 Se levantó David con sus hombres, que eran unos trescientos; salieron de Queilá, y anduvieron errando. Avisaron a Saúl que David se había escapado de Queilá y suspendió la expedición.

14 David se asentó en el desierto, en refugios, y se quedó en la montaña del desierto de Zif; Saúl le buscaba sin cesar, pero Dios no le entregó en sus manos.

15 Se enteró David de que Saúl había salido a campaña para buscar su muerte. Estaba entonces David en el desierto de Zif, en Jorsa.

16 Jonatán, hijo de Saúl, se levantó y fue donde David, en Jorsa, le dio ánimos en Dios,

17 y le dijo: «No temas, porque la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará; tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo tiene sabido.»

18 Hicieron ambos una alianza ante Yahveh; David se quedó en Jorsa, y Jonatán se volvió a su casa.

19 Subieron algunos zifitas a Guibeá, donde Saúl, para decirle: «¿No se esconde David entre nosotros, en los refugios de Jorsa, en la colina de Jakilá, que está al sur de la estepa?

20 Tú deseas con toda tu alma, oh rey, descender. Desciende y es cosa nuestra entregarlo en manos del rey.»

21 Respondió Saúl: «Que Yahveh os bendiga por haberos compadecido de mí.

22 Id, pues; aseguraos bien, enteraos, mirad el lugar donde se pone su pie y quién le ha visto allí, porque me han dicho que es muy astuto.

23 Mirad y reconoced todos los escondrijos en que pueda esconderse, y volved a mí cuando estéis seguros y subiré con vosotros, y si está en la comarca le rebuscaré entre todas las familias de Judá.»

24 Se levantaron y se fueron a Zif, precediendo a Saúl. Estaban David y sus hombres en el desierto de Maón, en la llanura, al sur del desierto.

25 Fue Saúl con sus hombres en su busca; avisaron a David y bajó al tajo que está en el desierto de Maón. Lo oyó Saúl y persiguió a David en el desierto de Maón.

26 Iba Saúl y sus hombres por un lado de la montaña, y David y sus hombres por el lado de la otra. Huía David a toda prisa ante Saúl, mientras Saúl y sus hombres intentaban pasar a la parte de David y sus hombres para apresarlos,

27 cuando he aquí que llegó un mensajero a Saúl y le dijo: «Date prisa y ven, porque los filisteos han invadido la tierra.»

28 Abandonó Saúl la persecución de David y marchó al encuentro de los filisteos. Por eso se llamó aquel lugar «Peña de la Separación.»

1 Samuel 24

1 Subió de allí David y se asentó en los refugios de Engadí.

2 Cuando regresó Saúl de perseguir a los filisteos, le avisaron: «David está en el desierto de Engadí.»

3 Tomó entonces Saúl 3.000 hombres selectos de todo Israel y partió en busca de David y de sus hombres al este del roquedal de Yeelim.

4 Llegó a unos rediles de ganado junto al camino; había allí una cueva y Saúl entró en ella para hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban instalados en el fondo de la cueva.

5 Los hombres de David le dijeron: «Mira, este es el día que Yahveh te anunció: Yo pongo a tu enemigo en tus manos, haz de él lo que te plazca.» Levantóse David y silenciosamente cortó la punta del manto de Saúl.

6 Después su corazón le latía fuertemente por haber cortado la punta del manto de Saúl,

7 y dijo a sus hombres: «Yahveh me libre de hacer tal cosa a mi señor y de alzar mi mano contra él, porque es el ungido de Yahveh.»

8 David habló con energía a sus hombres para que no se lanzasen contra Saúl. Saúl marchó de la cueva y continuó su camino,

9 tras lo cual se levantó David, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Oh rey, mi señor!» Volvió Saúl la vista, e inclinándose David, rostro en tierra, se postró ante él,

10 y dijo David a Saúl: «¿Por qué escuchas a las gentes que te dicen: David busca tu ruina?

11 Hoy mismo han visto tus ojos que Yahveh te ha puesto en mis manos en la cueva, pero no he querido matarte, te he perdonado, pues me he dicho: No alzaré mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Yahveh.

12 Mira, padre mío, mira la punta de tu manto en mi mano; si he cortado la punta de tu manto y no te he matado, reconoce y mira que no hay en mi camino maldad ni crimen, ni he pecado contra ti, mientras que tú me pones insidias para quitarme la vida.

13 Que juzgue Yahveh entre los dos y que Yahveh me vengue de ti, pero mi mano no te tocará,

14 pues como dice el antiguo proverbio: De los malos sale malicia, pero mi mano no te tocará.

15 ¿Contra quién sale el rey de Israel, a quién estás persiguiendo? A un perro muerto, a una pulga.

16 Que Yahveh juzgue y sentencie entre los dos, que él vea y defienda mi causa y me haga justicia librándome de tu mano.»

17 Cuando David hubo acabado de decir estas palabras a Saúl, dijo Saúl: «¿Es ésta tu voz, hijo mío David?» Y alzando Saúl su voz, rompió a llorar,

18 y dijo a David: «Más justo eres tú que yo, pues tú me haces beneficios y yo te devuelvo males;

19 hoy has mostrado tu bondad, pues Yahveh me ha puesto en tus manos y no me has matado.

20 ¿Qué hombre encuentra a su enemigo y le permite seguir su camino en paz? Que Yahveh te premie por el bien que hoy me has hecho.

21 Ahora tengo por cierto que reinarás y que el reino de Israel se afirmará en tus manos.

22 Ahora, pues, júrame por Yahveh que no exterminarás mi descendencia después de mí y que no borrarás mi nombre de la casa de mi padre.»

23 David se lo juró a Saúl. Saúl se fue a su casa y David y sus hombres subieron al refugio.

1 Samuel 25

1 Samuel murió. Todo Israel se congregó para llorarle y lo sepultaron en su heredad, en Ramá. David se levantó y bajó al desierto de Maón.

2 Había un hombre en Maón que tenía su hacienda en Carmelo. Era un hombre muy rico; poseía 3.000 ovejas y mil cabras. Estaba entonces en Carmelo, esquilando su rebaño.

3 El hombre se llamaba Nabal y su mujer se llamaba Abigaíl; ella era muy prudente y hermosa, pero el hombre era duro y de mala conducta. Era calebita.

4 Supo David en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño

5 y mandó diez muchachos diciéndoles: «Subid a Carmelo y llegad donde Nabal y le saludáis en mi nombre,

6 y hablad así a mi hermano; Salud para ti, salud para tu casa y salud para todo lo tuyo.

7 He sabido que estás de esquileo; pues bien, tus pastores han estado con nosotros y nunca les hemos molestado ni han echado en falta nada de lo suyo mientras estuvieron en Carmelo.

8 Pregunta a tus criados y ellos te lo dirán. Que estos muchachos encuentren, pues gracia a tus ojos, ya que hemos venido en un día de fiesta, y dales lo que tengas a mano para tus siervos y tu hijo David."»

9 Llegaron los muchachos de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David y se quedaron esperando.

10 Pero Nabal respondió a los servidores de David: «¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Abundan hoy en día los siervos que andan huídos de sus señores.

11 ¿Voy a tomar acaso mi pan y mi vino y las reses que he sacrificado para los esquiladores y se las voy a dar a unos hombres que no sé de dónde son?»

12 Los muchachos de David dieron la vuelta y se volvieron por su camino, y en llegando le comunicaron todas estas palabras.

13 David dijo a sus hombres: «Que cada uno ciña su espada.» Todos ciñeron su espada. También David se ciñó su espada. Subieron detrás de David unos cuatrocientos hombres, quedándose doscientos con el bagaje.

14 Uno de los servidores avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo: «Mira que David ha enviado mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo, y se ha lanzado contra ellos.

15 Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nada echamos en falta mientras anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo.

16 Fueron nuestra defensa noche y día todo el tiempo que estuvimos con ellos guardando el ganado.

17 Date cuenta y mira lo que debes hacer, porque ya está decretada la ruina de nuestro amo y de toda la casa, y es un necio al que nada se puede decir.

18 Tomó Abigaíl a toda prisa doscientos panes y dos odres de vino, cinco carneros ya preparados, cinco arrobas de trigo tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó sobre unos asnos,

19 diciendo a sus servidores: «Pasad delante de mí, que yo os sigo.» Pero nada dijo a su marido Nabal.

20 Cuando bajaba ella, montada en el asno, por lo cubierto de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección contraria y se tropezó con ellos.

21 David se decía: «Muy en vano he guardado en el desierto todo lo de este hombre para que nada de lo suyo le faltase, pues me devuelve mal por bien.

22 Esto haga Dios a David y esto otro añada si para el alba dejo con vida ni un solo varón de los de Nabal.»

23 Apenas vio a David, se apresuró Abigaíl a bajar del asno y cayendo ante David se postró en tierra, y

24 arrojándose a sus pies le dijo: «Caiga sobre mí la falta, señor. Deja que tu sierva hable a tus oídos y escucha las palabras de tu sierva.

25 No haga caso mi señor de este necio de Nabal; porque le va bien el nombre: necio se llama y la necedad está con él; yo, tu sierva, no vi a los siervos que mi señor había enviado.

26 Ahora, mi señor, por Yahveh y por tu vida, por Yahveh que te ha impedido derramar sangre y tomarte la justicia por tu propia mano, que sean como Nabal tus enemigos y los que buscan la ruina de mi señor.

27 Cuanto a este presente que tu sierva ha hecho traer para mi señor, que sea entregado a los muchachos que marchan en pos de mi señor.

28 Perdona, por favor, la falta de tu sierva, ya que ciertamente hará Yahveh una casa permanente a mi señor, pues mi señor combate las batallas de Yahveh y no vendrá mal sobre ti en toda tu vida.

29 Y aunque se alza un hombre para perseguirte y buscar tu vida, la vida de mi señor está encerrada en la bolsa de la vida, al lado de Yahveh tu Dios, mientras que la vida de los enemigos de mi señor la volteará en el hueco de la honda.

30 Cuando haga Yahveh a mi señor todo el bien que te ha prometido y te haya establecido como caudillo de Israel,

31 que no haya turbación ni remordimiento en el corazón de mi señor por haber derramado sangre inocente y haberse tomado mi señor la justicia por su mano; y cuando Yahveh haya favorecido a mi señor. acuérdase de tu sierva.»

32 David dijo a Abigaíl: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro.

33 Bendita sea tu prudencia y bendita tú misma que me has impedido derramar sangre y tomarme la justicia por mi mano.

34 Pero con todo, vive Yahveh, Dios de Israel, que me ha impedido hacerte mal, que de no haberte apresurado a venir a mi encuentro, no le hubiera quedado a Nabal, al romper el alba, ni un solo varón.»

35 Tomó David de mano de ella lo que le traía y le dijo: «Sube en paz a tu casa; mira, he escuchado tu voz y he accedido a tu petición.»

36 Cuando Abigaíl llegó donde Nabal, estaba celebrando en su casa un banquete regio; estaba alegre su corazón y completamente borracho. No le dijo una palabra, ni grande ni pequeña, hasta el lucir del día.

37 Pero a la mañana, cuando se le pasó el vino a Nabal, le contó su mujer lo sucedido; el corazón se le murió en el pecho y se le quedó como una piedra.

38 Al cabo de unos diez días hirió Yahveh a Nabal y murió.

39 Oyó David que Nabal había muerto y dijo: «Bendito sea Yahveh que ha defendido mi causa contra la injuria de Nabal y ha preservado a su siervo de hacer mal. Yahveh ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su cabeza.» Envió David mensajeros para proponer a Abigaíl que fuera su mujer.

40 Llegaron los mensajeros de David a casa de Abigaíl en Carmelo y le hablaron diciendo: «David nos envía a ti para tomarte por mujer.»

41 Se levantó ella y se postró rostro en tierra diciendo: «Tu sierva es una esclava para lavar los pies de los siervos de mi señor.»

42 Se levantó Abigaíl apresuradamente, montó en su asno y, seguida de cinco de sus siervas, se fue tras los enviados de David y fue su mujer.

43 David había tomado también por mujer a Ajinoam de Yizreel y las dos fueron mujeres suyas.

44 Saúl había dado su hija Mikal, mujer de David, a Paltí, hijo de Layis, de Gallim.

1 Samuel 26

1 Llegaron los zifitas donde Saúl, en Guibeá, diciendo: «¿Acaso no está escondido David en la colina de Jakilá, hacia el este de la estepa?»

2 Se levantó Saúl y bajó al desierto de Zif, con tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.

3 Acampó Saúl en la colina de Jakilá, que está al este de la estepa, junto al camino. Andaba David por el desierto y vio que entraba Saúl en el desierto para perseguirle.

4 Envió David exploradores y supo con seguridad que Saúl había venido.

5 Se levantó David y llegó al lugar donde acampaba Saúl. Observó el sitio en que estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, jefe de su tropa. Dormía Saúl en el círculo del campamento, estando la tropa acampada en derredor de él.

6 David dirigió la palabra a Ajimélek, hitita, y a Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo: «¿Quién quiere bajar conmigo al campamento, donde Saúl?» Abisay respondió: «Yo bajo contigo.»

7 David y Abisay se dirigieron de noche hacia la tropa. Saúl dormía acostado en el centro del campamento, con su lanza, clavada en tierra, a su cabecera; Abner y el ejército estaban acostados en torno a él.

8 Dijo entonces Abisay a David: «Hoy ha copado Dios a tu enemigo en tu mano. Déjame que ahora mismo lo clave en tierra con la lanza de un solo golpe. No tendré que repetir.»

9 Pero David dijo a Abisay: «No lo mates. ¿Quién atentó contra el ungido de Yahveh y quedó impune?»

10 Añadió David: «Vive Yahveh, que ha de ser Yahveh quien le hiera, bien que llegue su día y muera, bien que baje al combate y perezca.

11 Líbreme Yahveh de levantar mi mano contra el ungido de Yahveh. Ahora toma la lanza de su cabecera y el jarro de agua y vámonos.»

12 Tomó David la lanza y el jarro de la cabecera de Saúl y se fueron. Nadie los vio, nadie se enteró, nadie se despertó. Todos dormían porque se había abatido sobre ellos el sopor profundo de Yahveh.

13 Pasó David al otro lado y se colocó lejos, en la cumbre del monte, quedando un gran espacio entre ellos.

14 Gritó David a la gente y a Abner, hijo de Ner, diciendo : «¿No me respondes, Abner?» Respondió Abner: «¿Quién eres tú que me llamas?»

15 Dijo David a Abner: «¿No eres tú un hombre? ¿Quién como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has custodiado al rey tu señor? Pues uno del pueblo ha entrado para matar al rey, tu señor.

16 No está bien esto que has hecho. Vive Yahveh que sois reos de muerte por no haber velado sobre vuestro señor, el ungido de Yahveh. Mira ahora. ¿Dónde está la lanza del rey y el jarro del agua que había junto a la cabecera?»

17 Reconoció Saúl la voz de David y preguntó: «¿Es ésta tu voz, hijo mío David?» Respondió David: «Mi voz es, oh rey, mi señor,»

18 y añadió: «¿Por qué persigue mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho y qué maldad hay en mí?

19 Que el rey mi señor se digne escuchar ahora las palabras de su siervo. Si es Yahveh quien te excita contra mí, que sea aplacado con una oblación, pero si son los hombres, malditos sean ante Yahveh, porque me expulsan hoy para que no participe en le heredad de Yahveh, diciéndose: «Que vaya a servir a otros dioses.»

20 Que no caiga ahora mi sangre en tierra lejos de la presencia de Yahveh, pues ha salido el rey de Israel a la caza de mi vida como quien persigue una perdiz en los montes.»

21 Respondió Saúl: «He pecado. Vuelve, hijo mío, David, no te haré ya ningún mal, ya que mi vida ha sido hoy preciosa a tus ojos. Me he portado como un necio y estaba totalmente equivocado.»

22 Respondió David: «Aquí está la lanza del rey. Que pase uno de los servidores y la tome.

23 Yahveh devolverá a cada uno según su justicia y su fidelidad; pues hoy te ha entregado Yahveh en mis manos, pero no he querido alzar mi mano contra el ungido de Yahveh.

24 De igual modo que tu vida ha sido hoy de gran precio a mis ojos, así será de gran precio la mía a los ojos de Yahveh, de suerte que me libere de toda angustia.»

25 Dijo Saúl a David: «Bendito seas, hijo mío David. Triunfarás en todas tus empresas.» Siguió David por su camino y Saúl se volvió a su casa.

1 Samuel 27

1 David se dijo a sí mismo: «Algún día voy a perecer a manos de Saúl. Lo mejor será refugiarme en tierra de filisteos. Saúl dejará de perseguirme por todos los términos de Israel y escaparé de sus manos.»

2 Levantóse David y pasó, con los seiscientos hombres que tenía, a Akís, hijo de Maok, rey de Gat.

3 Se asentó David con Akís en Gat, él y sus hombres, cada cual con su familia; David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal, de Carmelo.

4 Se dio aviso a Saúl que David había huido a Gat y dejó de buscarlo.

5 Dijo David a Akís: «Si he hallado gracia a tus ojos, que se me asigne un lugar en una de las ciudades del territorio, para residir en ella. ¿Por qué ha de morar tu siervo a tu lado, en la ciudad real?»

6 Aquel mismo día le asignó Akís Siquelag; por esto Siquelag pertenece hasta el día de hoy a los reyes de Judá.

7 El número de días que moró David en territorio de los filisteos fue de un año y cuatro meses.

8 Subía David con su gente y hacía incursiones contra los guesuritas, los guirzitas y los amalecitas, pues éstos son los habitantes de la región, desde Telam, yendo hacia Sur, hasta la tierra de Egipto.

9 Devastaba David la tierra y no dejaba con vida hombre ni mujer; se apoderaba de las ovejas y bueyes, asnos y camellos y vestidos, y se volvía para llevarlos a Akís.

10 Akís preguntaba: «¿Donde habéis hecho hoy la incursión?», y David respondía: «Contra el Négueb de Judá, contra el Négueb de Yerajmeel, contra el Négueb de los quenitas.»

11 David no dejaba llevar a Gat con vida hombres ni mujeres, pues decía: «No se que den aviso contra nosotros y digan: "Esto ha hecho David." «De esta forma se comportó David todo el tiempo que moró en territorio de filisteos.

12 Akís confiaba en David diciéndose: «Seguramente se ha hecho odioso a su pueblo Israel y será mi servidor para siempre.»

1 Samuel 28

1 Por aquellos días reunieron los filisteos sus tropas para ir a la guerra contra Israel; Akís dijo a David: «Bien sabes que debes venir a la guerra conmigo, tú y tus hombres.»

2 Respondió David a Akís: «Ahora vas a saber bien lo que va a hacer tu servidor.» Dijo Akís a David: «Con seguridad te haré mi guardia personal para siempre.»

3 Samuel había muerto, todo Israel le había llorado y fue sepultado en Ramá, su ciudad. Saúl había echado del país a los nigromantes y adivinos.

4 Habiéndose reunido los filisteos vinieron a acampar en Sunem. Reunió Saúl a todo Israel y acampó en Gelboé.

5 Vio Saúl el campamento de los filisteos y tuvo miedo, temblando sobremanera su corazón.

6 Consultó Saúl a Yahveh, pero Yahveh no le respondió ni por sueños ni por los = urim =, ni por los profetas.

7 Dijo Saúl a sus servidores: «Buscadme una nigromante para que vaya a consultarla.» Dijéronle sus servidores: « Aquí mismo, en Endor, hay una nigromante.»

8 Se disfrazó Saúl poniéndose otras ropas y fue con dos de sus hombres; llegó donde la mujer de noche y dijo: «Adivíname por un muerto y evócame el que yo te diga.»

9 La mujer le respondió: «Bien sabes lo que hizo Saúl, que suprimió de esta tierra a los nigromantes y adivinos. ¿Por qué tiendes un lazo a mi vida para hacerme morir?»

10 Saúl juró por Yahveh diciendo: «¡Vive Yahveh! Ningún castigo te vendrá por este hecho.»

11 La mujer dijo: «¿A quién debo invocar para ti?» Respondió: «Evócame a Samuel.»

12 Vio entonces la mujer a Samuel y lanzó un gran grito. Dijo la mujer a Saúl: «¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl¡»

13 El rey le dijo: «No temas, pero ¿qué has visto?» La mujer respondió a Saúl: «Veo un espectro que sube de la tierra.»

14 Saúl le preguntó: «¿Qué aspecto tiene?» Ella respondió: «Es un hombre anciano que sube envuelto en su manto.» Comprendió Saúl que era Samuel y cayendo rostro en tierra se postró.

15 Samuel dijo a Saúl: «¿Por qué me perturbas evocándome?» Respondió Saúl: «Estoy en grande angustia; los filisteos mueven guerra contra mí, Dios se ha apartado de mí y ya no me responde ni por los profetas ni en sueños. Te he llamado para que me indiques lo que debo hacer.»

16 Dijo Samuel: «¿Para qué me consultas si Yahveh se ha separado de ti y se ha pasado a otro?

17 Yahveh te ha cumplido lo que dijo por mi boca: ha arrancado Yahveh el reino de tu mano y se lo ha dado a otro, a David,

18 porque no oíste la indignación de su ira contra Amalec. Por eso te trata hoy Yahveh de esta manera.

19 También a Israel entregará Yahveh en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos estaréis conmigo. Yahveh ha entregado también el ejército de Israel en manos de los filisteos.»

20 Al instante Saúl cayó en tierra cuan largo era. Estaba aterrado por las palabras de Samuel: se hallaba, además, sin fuerzas, porque no había comido nada en todo el día y toda la noche.

21 Acercóse la mujer donde Saúl, y viendo que estaba tan conturbado, le dijo: «Tu sierva ha escuchado tu voz y he puesto mi vida en peligro por obedecer las órdenes que me diste.

22 Escucha, pues, tú también la voz de tu sierva y permíteme que te sirva un bocado de pan para que comas y tengas fuerzas para ponerte en camino.»

23 Saúl se negó diciendo: «No quiero comer.» Pero sus servidores, a una con la mujer, le insistieron hasta que accedió. Se levantó del suelo y se sentó en el diván.

24 Tenía la mujer en casa un ternero cebado y se apresuró a degollarlo. Tomó harina, la amasó y coció unos ázimos.

25 Lo sirvió a Saúl y sus servidores, comieron y levantándose se marcharon aquella misma noche.

1 Samuel 29

1 Los filisteos concentraron todo su ejército en Afeq, mientras que los israelitas acamparon en la fuente que hay en Yizreel.

2 Los tiranos de los filisteos marcharon al frente de las centurias y millares; David y sus hombres marchaban a retaguardia con Akís.

3 Dijeron los jefes de los filisteos: «¿Qué hacen estos hebreos?» Akís respondió a los jefes de los filisteos: « Es David, el servidor de Saúl, el rey de Israel; ha estado conmigo un año o dos y no he hallado nada contra él desde el día en que vino a mí hasta hoy.»

4 Pero los tiranos de los filisteos se irritaron contra él y le dijeron: «Manda regresar a ese hombre y que se vuelva al lugar que le señalaste. Que no baje con nosotros a la batalla, no sea que se vuelva contra nosotros durante la lucha. ¿Cómo se ganará éste el favor de su dueño mejor que con las cabezas de estos hombres?

5 No es éste David de quien cantaban en coro: Saúl mató sus millares y David sus miríadas?»

6 Akís llamó a David y le dijo: «! Vive Yahveh! que tú eres leal y me hubiera gustado que salieras y entraras conmigo en el campamento, pues nada malo he hallado en ti desde el día en que viniste a mí hasta hoy, pero no eres bien visto por los tiranos.

7 Ahora vuélvete y vete en paz, y así no harás nada malo a los ojos de los tiranos de los filisteos.»

8 David dijo a Akís: «¿Qué he hecho yo y qué has hallado en tu siervo, desde el día en que me puse a tu servicio hasta hoy, para que no pueda ir a luchar contigo contra los enemigos del rey, mi señor?»

9 Respondió Akís a David: «Bien sabes que me eres grato como un ángel de Dios; pero los tiranos filisteos han dicho: "No bajará al combate con nosotros."

10 Levántate, pues, de mañana, con los servidores de tu señor que han venido contigo e id al sitio que os he asignado. No guardes resentimiento en tu corazón, porque me eres grato. Levantaos de mañana y partid en cuanto sea de día.»

11 David y sus hombres se levantaron temprano para partir por la mañana y volverse a la tierra de los filisteos. Los filisteos por su parte subieron a Yizreel.

1 Samuel 30

1 Cuando David y sus hombres llegaron al tercer día a Siquelag, los amalecitas habían hecho una incursión contra el Négueb y contra Siquelag, y habían irrumpido en Siquelag incendiándola,

2 y llevándose las mujeres y cuanto allí había, pequeños y grandes. No mataron a nadie, sino que se los llevaron cautivos y se fueron por su camino.

3 Cuando David y sus hombres llegaron a la ciudad, se encontraron con que estaba incendiada, y sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados.

4 David y las tropas que con él estaban alzaron su voz y lloraron hasta quedar sin aliento.

5 Habían sido llevadas las dos mujeres de David, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo.

6 David se hallaba en grave apuro porque la gente hablaba de apedrearlo, pues el alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y sus hijas. Pero David halló fortaleza en Yahveh su Dios.

7 Dijo David al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimélek: «Acércame el efod.» Abiatar acercó el efod a David.

8 Consultó David a Yahveh diciendo: «¿Debo perseguir a esta banda? ¿Le daré alcance?» Le contestó: «Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y librarás a los cautivos.»

9 Partió David con los seiscientos hombres que tenía y llegaron al torrente Besor.

10 Continuó David la persecución con cuatrocientos hombres, quedándose doscientos que estaban demasiado fatigados para atravesar el torrente Besor.

11 Encontraron en el campo a un egipcio y lo llevaron a David. Le dieron pan, que él comió, y agua para beber.

12 Diéronle también un trozo de pan de higos secos y dos racimos de pasas. Cuando hubo comido, recobró su espíritu, pues había estado tres días y tres noches sin comer pan ni beber agua.

13 David le preguntó: «¿A quién perteneces y de dónde eres?» Respondió: «Soy un muchacho egipcio, esclavo de un amalecita, pero mi dueño me abandonó porque me puse enfermo hace tres días.

14 Hemos hecho una incursión contra el Négueb de los kereteos y el de Judá y contra el Négueb de Caleb, incendiando Siquelag.»

15 Díjole David: «¿Podrías guiarme hacia esa banda?» Respondió: «Júrame por Dios que no me matarás y que no me entregarás en manos de mi dueño, y te guiaré hacia esa banda.»

16 Les guió, y los hallaron desparramados por todo el campo, comiendo, bebiendo y bailando por el gran botín que habían tomado en tierra de filisteos y en tierra de Judá.

17 David los batió desde el alba al anochecer; sólo se salvaron de entre ellos cuatrocientos jóvenes que montaron en camellos y huyeron.

18 Salvó David todo lo que los amalecitas habían capturado. También rescató David a sus dos mujeres.

19 Nada les faltó, ni pequeño ni grande, ni el botín, ni sus hijos, ni sus hijas, ni nada de cuanto les habían capturado. David se llevó todo.

20 Tomaron todo el ganado mayor y menor y lo condujeron ante él diciendo: «Este es el botín de David.»

21 Llegó David donde los doscientos hombres que, demasiado fatigados para seguirle, se habían quedado en el torrente Besor. Salieron al encuentro de David y de la gente que venía con él; se acercaron David y la tropa y les saludaron.

22 Pero todos los perversos y malvados de entre los hombres que habían ido con David, contestaron: «A los que no han ido con nosotros no se les dará el botín que hemos salvado, sino sólo su mujer y sus hijos; que lo tomen y se vayan.»

23 David dijo: «No hagáis esto con lo que Yahveh nos ha concedido. Nos ha guardado y ha entregado en nuestras manos a esa banda que vino contra nosotros.

24 ¿Quién os dará la razón en este caso? Porque: Esta es la parte del que baja a la batalla y ésta la parte del que se queda con la impedimenta. Se partirá por igual.»

25 Y desde aquel día en adelante lo estableció como decreto y norma para Israel, hasta el día de hoy.

26 Llegó David a Siquelag y envió parte del botín a los ancianos de Judá, según sus ciudades, diciendo: «Aquí tenéis un presente del botín tomado a los enemigos de Yahveh»,

27 a los de Betul, a los de Ramá del Négueb, a los de Yattir,

28 a los de Aroer, a los de Sifmot, a los de Estemoa,

29 a los de Carmelo, a los de las ciudades de Yerajmeel, a los de las ciudades de los quenitas,

30 a los de Jormá, a los de Bor Asan, a los de Eter,

31 a los de Hebrón y a todos los lugares por donde anduvo David con su gente.

1 Samuel 31

1 Trabaron batalla los filisteos contra Israel y huyeron los hombres de Israel ante los filisteos y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé.

2 Apretaron de cerca los filisteos a Saúl y a sus hijos y mataron los filisteos a Jonatán, Abinadab y Malki Súa, hijos de Saúl.

3 El peso de la batalla cargó sobre Saúl. Los arqueros tiraron sobre él y fue herido por ellos.

4 Dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada y traspásame, no sea que lleguen esos incircuncisos y hagan mofa de mí », pero el escudero no quiso pues estaba lleno de temor. Entonces Saúl tomó la espada y se arrojó sobre ella.

5 Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó también sobre su espada y murió con él.

6 Así murieron aquel día juntamente Saúl y sus tres hijos y su escudero.

7 Cuando los hombres de Israel que estaban del lado frontero del valle y del otro lado del Jordán vieron que las tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se establecieron en ellas.

8 Al otro día vinieron los filisteos para despojar a los muertos y encontraron a Saúl y a sus tres hijos caídos en el monte Gelboé.

9 Cortaron su cabeza y le despojaron de sus armas que hicieron pasear a la redonda por el país de los filisteos para anunciar la buena nueva a sus dioses y a su pueblo.

10 Depositaron sus armas en el templo de Astarté y colgaron su cuerpo de los muros de Bet San.

11 Supieron los habitantes de Yabés de Galaad lo que los filisteos habían hecho con Saúl,

12 se levantaron todos los valientes y caminando durante toda la noche, tomaron del muro de Bet San el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos y llevándolos a Yabés los quemaron allí.

13 Tomaron sus huesos y los sepultaron bajo el tamarisco de Yabés y ayunaron siete días.



LIBRO SEGUNDO DE SAMUEL

2 Samuel 1

1 Después de la muerte de Saúl, volvió David de derrotar a los amalecitas y se quedó dos días en Siquelag.

2 Al tercer día llegó del campamento uno de los hombres de Saúl, con los vestidos rotos y cubierta de polvo su cabeza; al llegar donde David cayó en tierra y se postró.

3 David le dijo: «¿De dónde vienes?» Le respondió: «Vengo huyendo del campamento de Israel.»

4 Le preguntó David: «¿Qué ha pasado? Cuéntamelo.» Respondió: «Que el pueblo ha huido de la batalla; han caído muchos del pueblo y también Saúl y su hijo Jonatán han muerto.»

5 Dijo David al joven que le daba la noticia ": «¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?»

6 Respondió el joven que daba la noticia: «Yo estaba casualmente en el monte Gelboé; Saúl se apoyaba en su lanza, mientras los carros y sus guerreros le acosaban.

7 Se volvió y al verme me llamó y contesté: "Aquí estoy."

8 Me dijo: "¿Quién eres tú?" Le respondí: "Soy un amalecita."

9 Me dijo: "Acércate a mí y mátame, porque me ha acometido un vértigo aunque tengo aún toda la vida en mí."

10 Me acerqué a él y le maté, pues sabía que no podría vivir después de su caída; luego tomé la diadema que tenía en su cabeza y el brazalete que tenía en el brazo y se los he traído aquí a mi señor.»

11 Tomando David sus vestidos los desgarró, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él.

12 Se lamentaron y lloraron y ayunaron hasta la noche por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Yahveh, y por la casa de Israel, pues habían caído a espada.

13 David preguntó al joven que le había llevado la noticia: «¿De dónde eres?» Respondió: «Soy hijo de un forastero amalecita.»

14 Le dijo David: «¿Cómo no has temido alzar tu mano para matar al ungido de Yahveh?»

15 Y llamó David a uno de los jóvenes y le dijo: «Acércate y mátale.» El le hirió y murió.

16 David le dijo: «Tu sangre sobre tu cabeza, pues tu misma boca te acusó cuando dijiste: "Yo maté al ungido de Yahveh".»

17 David entonó esta elegía por Saúl y por su hijo Jonatán.

18 Está escrita en el Libro del Justo, para que sea enseñado el arco a los hijos de Judá. Dijo:

19 La gloria, Israel, ha sucumbido en tus montañas. ¡Cómo han caído los héroes!

20 No lo anunciéis en Gat, no lo divulguéis por las calles de Ascalón, que no se regocijen las hijas de los filisteos, no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.

21 Montañas de Gelboé: Ni lluvia ni rocío sobre vosotras, campos de perfidia, porque allí fue deshonrado el escudo de los héroes.

22 El escudo de Saúl ungido no de aceite ¡mas de sangre de muertos, de grasa de héroes! El arco de Jonatán jamás retrocedía, nunca fracasaba la espada de Saúl.

23 Saúl y Jonatán, amados y amables, ni en vida ni en muerte separados, más veloces que águilas, más fuertes que leones.

24 Hijas de Israel, por Saúl llorad, que de lino os vestía y carmesí, que prendía joyas de oro de vuestros vestidos.

25 ¡Cómo cayeron los héroes en medio del combate! ¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido,

26 por ti lleno de angustia, Jonatán, hermano mío, en extremo querido, más delicioso para mí tu amor que el amor de las mujeres.

27 ¡Cómo cayeron los héroes, cómo perecieron las armas de combate!

2 Samuel 2

1 Después de esto, consultó David a Yahveh diciendo: «¿Debo subir a alguna de las ciudades de Judá?» Yahveh le respondió: «Sube.» David preguntó: «¿A cuál subiré?» «A Hebrón», respondió.

2 Subió allí David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl la mujer de Nabal de Carmelo.

3 David hizo subir a los hombres que estaban con él, cada cual con su familia, y se asentaron en las ciudades de Hebrón.

4 Llegaron los hombres de Judá, y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá. Comunicaron a David que los hombres de Yabés de Galaad habían sepultado a Saúl.

5 Y David envió mensajeros a los hombres de Yabés de Galaad para decirles: «Benditos seáis de Yahveh por haber hecho esta misericordia con Saúl, vuestro señor, dándole sepultura.

6 Que Yahveh sea con vosotros misericordioso y fiel. También yo os trataré bien por haber hecho esto.

7 Y ahora tened fortaleza y sed valerosos, pues murió Saúl, vuestro señor, pero la casa de Judá me ha ungido a mí por rey suyo.»

8 Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, tomó a Isbaal, hijo de Saúl, y le hizo pasar a Majanáyim.

9 Le proclamó rey sobre Galaad, sobre los aseritas, sobre Yizreel, sobre Efraím y Benjamín y sobre todo Israel.

10 Cuarenta años tenía Isbaal, hijo de Saúl, cuando fue proclamado rey de Israel; reinó dos años. Solamente la casa de Judá siguió a David.

11 El número de días que estuvo David en Hebrón como rey de la casa de Judá fue de siete años y seis meses.

12 Salió Abner, hijo de Ner, y los seguidores de Isbaal, hijo de Saúl, de Majanáyim hacia Gabaón.

13 Salieron también Joab, hijo de Sarvia, y los veteranos de David, y se encontraron cerca de la alberca de Gabaón; se detuvieron, los unos a un lado de la alberca y los otros al otro.

14 Dijo Abner a Joab: «Que se levanten los muchachos y luchen en nuestra presencia.» Dijo Joab: «Que se levanten.»

15 Se levantaron y avanzaron los designados: doce de Benjamín por Isbaal, hijo de Saúl, y doce de los veteranos de David.

16 Cada uno agarró a su adversario por la cabeza y le hundió la espada en el costado; así cayeron todos a la vez, por lo que aquel lugar se llamó: «Campo de los costados»; está en Gabaón.

17 Hubo aquel día una batalla durísima y Abner y los hombres de Israel fueron derrotados por los veteranos de David.

18 Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisay y Asahel; era Asahel ligero de pies como un corzo montés.

19 Asahel marchó en persecución de Abner, sin desviarse en su carrera tras de Abner ni a la derecha ni a la izquierda.

20 Se volvió Abner y dijo: «¿Eres tú Asahel?» Respondió: «Yo soy.»

21 Abner le dijo: «Apártate a la derecha o a la izquierda. Atrapa a uno de esos muchachos y apodérate de sus despojos.» Pero Asahel no quiso apartarse.

22 Insistió de nuevo Abner diciendo a Asahel: «¡Apártate de mí! ¿Por qué he de derribarte en tierra? ¿Cómo podré alzar la vista ante tu hermano Joab?»

23 Pero no quiso apartarse y Abner le hirió en el vientre con el cuento de la lanza, saliéndole la lanza por detrás. Cayó y allí mismo murió. Todos cuantos llegaban al lugar donde Asahel cayó y murió se detenían.

24 Joab y Abisay partieron en persecución de Abner; cuando el sol se ponía llegaron a la colina de Ammá que está al oriente de Giaj, sobre el camino del desierto de Gabaón.

25 Los benjaminitas se agruparon tras de Abner en escuadrón cerrado y aguantaron a pie firme en la cumbre de una colina.

26 Abner llamó a Joab y le dijo: «¿Hasta cuándo devorará la espada? ¿No sabes que, al cabo, todo será amargura? ¿ Hasta cuándo esperas a decir al pueblo que deje de perseguir a sus hermanos?»

27 Respondió Joab: «¡Vive Yahveh, que de no haber hablado tú, mi gente no hubiera dejado de perseguir cada uno a su hermano hasta el alba!»

28 Joab hizo sonar el cuerno: toda la tropa se detuvo y no persiguió más a Israel; así cesó el combate.

29 Abner y sus hombres marcharon toda la noche por la Arabá, pasaron el Jordán y, después de caminar toda la mañana, llegaron a Majanáyim.

30 Joab se volvió de la persecución de Abner y reunió todo el ejército; de los veteranos de David faltaban diecinueve hombres, además de Asahel.

31 Los veteranos de David mataron de Benjamín y de los hombres de Abner 360 hombres.

32 Se llevaron a Asahel y lo sepultaron en el sepulcro de su padre en Belén. Joab y sus hombres caminaron toda la noche y despuntaba el día cuando llegaron a Hebrón.

2 Samuel 3

1 Se prolongó la guerra entra la casa de Saúl y la casa de David; pero David se iba fortaleciendo, mientras que la casa de Saúl se debilitaba.

2 David tuvo hijos en Hebrón. Su primogénito Amnón, hijo de Ajinoam de Yizreel;

3 su segundo, Kilab, de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo; el tercero, Absalón, hijo de Maaká, la hija de Talmay, rey de Guesur;

4 el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit; el quinto, Sefatías, hijo de Abital;

5 el sexto, Yitream, de Eglá, mujer de David. Estos le nacieron a David en Hebrón.

6 Durante la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, Abner adquirió predominio en la casa de Saúl.

7 Había tenido Saúl una concubina, llamada Rispá, hija de Ayyá, y Abner la tomó. Pero Isbaal dijo a Abner: «¿Por qué te has llegado a la concubina de mi padre?»

8 Abner se irritó mucho por las palabras de Isbaal y respondió: «¿Soy yo una cabeza de perro? Hasta hoy he favorecido a la casa de tu padre Saúl, a sus hermanos y sus amigos, para que no cayeras en manos de David, ¿y hoy me llamas la atención por una falta con esta mujer?

9 Esto haga Dios a Abner y esto le añada si no cumplo a David lo que Yahveh le ha jurado,

10 que quitaría la realeza a la casa de Saúl y levantaría el trono de David sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Berseba.»

11 Isbaal no se atrevió a contestar una palabra a Abner, por el miedo que le tenía.

12 Envió Abner mensajeros para decir a David: «... Haz un pacto conmigo y me pondré de tu parte para traer a ti todo Israel.»

13 David respondió: «Bien. Haré un pacto contigo. Solamente te pido una cosa. No te admitiré a mí presencia si cuando vengas a verme no traes a Mikal, la hija de Saúl.»

14 Envió David mensajeros a Isbaal, hijo de Saúl, para decirle: «Devuélveme a mi mujer Mikal, que adquirí por cien prepucios de filisteos.»

15 Isbaal mandó que la tomaran de casa de su marido Paltiel, hijo de Layis.

16 Su marido partió con ella; la seguía llorando detrás de ella, hasta Bajurim. Abner le dijo: «Anda vuélvete.» Y se volvió.

17 Abner había hablado con los ancianos de Israel diciendo: «Desde siempre habéis estado buscando a David para rey vuestro.

18 Pues hacedlo ahora, ya que Yahveh ha dicho a David: Por mano de David mi siervo libraré a mi pueblo Israel de mano de los filisteos y de mano de todos sus enemigos.»

19 Abner habló igualmente a Benjamín y marchó después a Hebrón a comunicar a David lo que había parecido bien a los ojos de Israel y a los ojos de toda la casa de Benjamín.

20 Llegó Abner a donde David, en Hebrón, con veinte hombres. Y David ofreció un banquete a Abner y a los hombres que le acompañaban.

21 Abner dijo a David: «Voy a levantarme e iré a reunir todo Israel junto a mi señor, el rey; harán un pacto contigo y reinarás conforme a tus deseos.» Despidió David a Abner, que se fue en paz.

22 Vinieron los veteranos de David, con Joab, de hacer una correría, trayendo un gran botín. No estaba ya Abner con David en Hebrón, pues David le había despedido y él había marchado en paz.

23 Llegaron, pues, Joab y todo el ejército que le acompañaba; y se hizo saber a Joab: «Abner, hijo de Ner, ha venido donde el rey, que le ha despedido y él se ha ido en paz.»

24 Entró Joab donde el rey y dijo: «¿Qué has hecho? Abner ha venido a ti, ¿por qué le has dejado marcharse?

25 ¿No sabes que Abner, hijo de Ner, ha venido para engañarte, para enterarse de tus idas y venidas y saber todo lo que haces?»

26 Salió Joab de donde David y envió gentes en pos de Abner que le hicieron volver desde la cisterna de Sirá, sin saberlo David.

27 Volvió Abner a Hebrón y le tomó aparte Joab en la misma puerta, como para hablarle en secreto; y le hirió en el vientre allí mismo y lo mató por la sangre de su hermano Asahel.

28 Lo supo David inmediatamente y dijo: «Limpio estoy yo, y mi reino, ante Yahveh para siempre de la sangre de Abner, hijo de Ner.

29 Caiga sobre la cabeza de Joab y sobre toda la casa de su padre, nunca falte en la casa de Joab quien padezca flujo de sangre, ni leproso, ni quien ande con cachava, ni quien muera a espada, ni quien carezca de pan.»

30 (Joab y su hermano Abisay asesinaron a Abner porque éste había matado a su hermano Asahel en la batalla de Gabaón.)

31 Y dijo David a Joab y a todo el ejército que le acompañaba: «Rasgad vuestros vestidos, ceñíos los sayales y llorad por Abner.» El rey David iba detrás de las andas.

32 Sepultaron a Abner en Hebrón. El rey alzó su voz y lloró junto al sepulcro de Abner, y también lloró todo el pueblo.

33 El rey entonó esta elegía por Abner: «¿Como muere un necio había de morir Abner?

34 No ligadas tus manos ni puestos en cadenas tus pies. Has caído como quien cae ante malhechores.» Y arreció el pueblo en su llanto por él.

35 Fue todo el pueblo y, siendo aún de día, rogaban a David que comiese, pero David juró: «Esto me haga Dios y esto me añada, si pruebo el pan o cualquiera otra cosa antes de ponerse el sol.»

36 Todo el pueblo lo supo y lo aprobó. Todo lo que hizo el rey pareció bien a todo el pueblo.

37 Y aquel día supo todo el pueblo y todo Israel que el rey no había tenido parte en la muerte de Abner, hijo de Ner.

38 El rey dijo a sus servidores: «¿No sabéis que hoy ha caído un gran caudillo en Israel?

39 Hoy estoy reblandecido, pues soy rey ungido, pero estos hombres, hijos de Sarvia, son más duros que yo. Que Yahveh devuelva al malhechor según su malicia.»

2 Samuel 4

1 Cuando Isbaal, hijo de Saúl, supo que había muerto Abner en Hebrón, desfallecieron sus manos y todo Israel quedo consternado.

2 Estaban con Isbaal, hijo de Saúl, dos hombres, jefes de banda, uno llamado Baaná y el otro Rekab, hijos de Rimmón de Beerot, benjaminitas, porque también Beerot se considera de Benjamín.

3 Los habitantes de Beerot habían huido a Guittáyim, donde se han quedado hasta el día de hoy como forasteros residentes.

4 Tenía Jonatán, hijo de Saúl, un hijo tullido de pies. Tenía cinco años cuando llegó de Yizreel la noticia de lo de Saúl y Jonatán; su nodriza le tomó y huyó, pero con la prisa de la fuga, cayó y se quedó cojo. Se llamaba Meribbaal.

5 Se pusieron en camino Rekab y Baaná, hijos de Rimmón de Beerot, y llegaron a casa de Isbaal con el calor del día, cuando dormía la siesta.

6 Entraron en la casa. La portera se había dormido mientras limpiaba el trigo. Rekab y su hermano Baaná se deslizaron cautelosamente

7 y entraron en la casa; estaba Isbaal acostado en su lecho, en su dormitorio; le hirieron y le mataron; luego le cortaron la cabeza y tomándola caminaron toda la noche por la ruta de la Arabá.

8 Llevaron la cabeza de Isbaal a David, en Hebrón, y dijeron al rey: «Aquí tienes la cabeza de Isbaal, hijo de Saúl, tu enemigo, el que buscó tu muerte. Hoy ha concedido Yahveh a mi señor el rey venganza sobre Saúl y sobre su descendencia.»

9 Respondió David a Rekab y a su hermano Baaná, hijos de Rimmón de Beerot, y les dijo: «¡Vive Yahveh, que ha librado mi alma de toda angustia!

10 Al que me anunció que Saúl había muerto, creyendo que me daba buena noticia, le agarré y ordené matarle en Siquelag dándole este pago por su buena noticia;

11 ¿cuánto más ahora que hombres malvados han dado muerte a un hombre justo en su casa y en su lecho no os voy a pedir cuenta de su sangre, exterminándoos de la tierra?»

12 Y David dio una orden a sus muchachos, que los mataron, les cortaron las manos y los pies y los colgaron junto a la alberca de Hebrón. Tomaron la cabeza de Isbaal y la sepultaron en el sepulcro de Abner, en Hebrón.

2 Samuel 5

1 Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón y le dijeron: «Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros.

2 Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel. Yahveh te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás el caudillo de Israel.»

3 Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh, y ungieron a David como rey de Israel.

4 Treinta años tenía cuando comenzó a reinar y reinó cuarenta años.

5 Reinó en Hebrón sobre Judá siete años y seis meses. Reinó en Jerusalén sobre todo Israel y sobre Judá 33 años.

6 Marchó el rey con sus hombres sobre Jerusalén contra los jebuseos que habitaban aquella tierra. Dijeron éstos a David: «No entrarás aquí; porque hasta los ciegos y cojos bastan para rechazarte.» (Querían decir: no entrará David aquí.)

7 Pero David conquistó la fortaleza de Sión que es la Ciudad de David.

8 Y dijo David aquel día: «Todo el que quiera atacar a los jebuseos que suba por el canal..., en cuanto a los ciegos y a los cojos, David los aborrece.» Por eso se dice: «Ni cojo ni ciego entrarán en la Casa.»

9 David se instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. Edificó una muralla en derredor, desde el Milló hacia el interior.

10 David iba medrando y Yahveh el Dios Sebaot estaba con él.

11 Jiram, rey de Tiro, envió a David mensajeros con maderas de cedro, carpinteros y canteros que construyeron la casa de David.

12 Y David conoció que Yahveh le había confirmado como rey de Israel y que había exaltado su reino a causa de su pueblo Israel.

13 Tomó David más concubinas y mujeres de Jerusalén, después de venir de Hebrón, y le nacieron a David hijos e hijas.

14 Estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Sammúa, Sobab, Natán, Salomón,

15 Yibjar, Elisua, Néfeg, Yafía,

16 Elisamá, Baalyadá, Elifélet.

17 Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey de Israel, subieron todos en busca de David. Lo supo David y bajó al refugio.

18 Llegaron los filisteos y se desplegaron por el Valle de Refaím.

19 Entonces David consultó a Yahveh diciendo: «¿Debo subir contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?» Respondió Yahveh a David: «Sube, porque ciertamente entregaré a los filisteos en tus manos.»

20 Llegó David a Baal Perasim. Allí los derrotó David y dijo: «Yahveh me ha abierto brecha entre mis enemigos como brecha de aguas.» Por eso se llamó aquel lugar Baal Perasim.

21 Ellos abandonaron allí sus ídolos y David y sus hombres se los llevaron.

22 Volvieron a subir los filisteos y se desplegaron por el Valle de Refaím.

23 David consultó a Yahveh, que le dijo: «No subas contra ellos. Da un rodeo detrás de ellos y atácalos frente a las balsameras.

24 Cuando oigas ruido de pasos en la cima de las balsameras, ataca con decisión porque Yahveh sale delante de ti para derrotar al ejército de los filisteos.»

25 Hizo David lo que Yahveh le ordenaba y batió a los filisteos desde Gabaón hasta la entrada de Guézer.

2 Samuel 6

1 Reunió de nuevo David a todo lo mejor de Israel, 30.000 hombres.

2 Se levantó David y partió con todo el pueblo que estaba con él a Baalá de Judá para subir desde allí el arca de Dios que lleva el nombre de Yahveh Sebaot que se sienta sobre los querubines.

3 Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la llevaron de la casa de Abinadab que está en la loma. Uzzá y Ajyó, hijos de Abinadab, conducían la carreta con el arca de Dios.

4 Uzzá caminaba al lado del arca de Dios y Ajyó iba delante de ella.

5 David y toda la casa de Israel bailaban delante de Yahveh con todas sus fuerzas, cantando con cítaras, arpas, adufes, sistros y cimbalillos.

6 Al llegar a la era de Nakón, extendió Uzzá la mano hacia el arca de Dios y la sujetó porque los bueyes amenazaban volcarla.

7 Entonces la ira de Yahveh se encendió contra Uzzá: allí mismo le hirió Dios por este atrevimiento y murió allí junto al arca de Dios.

8 David se irritó porque Yahveh había castigado a Uzzá y se llamó aquel lugar Peres Uzzá hasta el día de hoy.

9 Aquel día David tuvo miedo de Yahveh y dijo: «¿Como voy a llevar a mi casa el arca de Yahveh?»

10 Y no quiso llevar el arca de Yahveh junto a sí, a la Ciudad de David, sino que la hizo llevar a casa de Obededom de Gat.

11 El arca de Yahveh estuvo en casa de Obededom de Gat tres meses y Yahveh bendijo a Obededom y a toda su casa.

12 Se hizo saber al rey David: «Yahveh ha bendecido la casa de Obededom y todas sus cosas a causa del arca de Dios.» Fue David e hizo subir el arca de Dios de casa de Obededom a la Ciudad de David, con gran alborozo.

13 Cada seis pasos que avanzaban los portadores del arca de Yahveh, sacrificaba un buey y un carnero cebado.

14 David danzaba y giraba con todas sus fuerzas ante Yahveh, ceñido de un efod de lino.

15 David y toda la casa de Israel hacían subir el arca de Yahveh entre clamores y resonar de cuernos.

16 Cuando el arca de Yahveh entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David saltando y girando ante Yahveh y le despreció en su corazón.

17 Metieron el arca de Yahveh y la colocaron en su sitio, en medio de la tienda que David había hecho levantar para ella y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión en presencia de Yahveh.

18 Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yahveh Sebaot

19 y repartió a todo el pueblo, a toda la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pan de pasas a cada uno de ellos, y se fue todo el pueblo cada uno a su casa.

20 Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mikal, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: «¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!»

21 Respondió David a Mikal: «En presencia de Yahveh danzo yo. Vive Yahveh, el que me ha preferido a tu padre y a toda tu casa para constituirme caudillo de Israel, el pueblo de Yahveh, que yo danzaré ante Yahveh,

22 y me haré más vil todavía; seré vil a tus ojos pero seré honrado ante las criadas de que hablas.

23 Y Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte.

2 Samuel 7

1 Cuando el rey se estableció en su casa y Yahveh le concedió paz de todos sus enemigos de alrededor,

2 dijo el rey al profeta Natán: «Mira; yo habito en una casa de cedro mientras que el arca de Dios habita bajo pieles.»

3 Respondió Natán al rey: «Anda, haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yahveh está contigo.»

4 Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán diciendo:

5 «Ve y di a mi siervo David: Esto dice Yahveh. ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite?

6 No he habitado en una casa desde el día en que hice subir a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, sino que he ido de un lado para otro en una tienda, en un refugio.

7 En todo el tiempo que he caminado entre todos los israelitas ¿he dicho acaso a uno de los jueces de Israel a los que mandé que apacentaran a mi pueblo Israel: "¿Por qué no me edificáis una casa de cedro?"

8 Ahora pues di esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel.

9 He estado contigo dondequiera has ido, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra:

10 fijaré un lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado y los malhechores no seguirán oprimiéndole como antes,

11 en el tiempo en que instituí jueces en mi pueblo Israel; le daré paz con todos sus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará una casa.

12 Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza.

13 (El constituirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.)

14 Yo seré para él padre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara de hombres y con golpes de hombres,

15 pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl a quien quité de delante de mí.

16 Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente.»

17 Natán habló a David según todas estas palabras y esta visión.

18 El rey David entró, y se sentó ante Yahveh y dijo: «¿Quien soy yo, señor mío Yahveh, y qué mi casa, que me has traído hasta aquí?

19 Y aun esto es poco a tus ojos, señor mío, Yahveh que hablas también a la casa de tu siervo para el futuro lejano... Señor Yahveh.

20 ¿Qué más podrá David añadir a estas palabras? Tú me tienes conocido, Señor Yahveh.

21 Has realizado todas estas grandes cosas según tu palabra y tu corazón, par dárselo a conocer a tu siervo.

22 Por eso eres grande, mi Señor Yahveh; nadie como tú, no hay Dios fuera de ti, como oyeron nuestros oídos.

23 ¿Qué otro pueblo hay en la tierra como tu pueblo Israel a quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, dándole renombre y haciendo en su favor grandes y terribles cosas, expulsando de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto, a naciones y dioses extraños?

24 Tú te has constituido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo para siempre, y tú, Yahveh, eres su Dios.

25 Y ahora, Yahveh Dios, mantén firme eternamente la palabra que has dirigido a tu siervo y a su casa y haz según tu palabra.

26 Sea tu nombre por siempre engrandecido; que se diga: Yahveh Sebaot es Dios de Israel; y que la casa de tu siervo David subsista en tu presencia,

27 ya que tú, Yahveh Sebaot, Dios de Israel, has hecho esta revelación a tu siervo diciendo: "yo te edificaré una casa": por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu presencia.

28 Ahora, mi Señor Yahveh, tú eres Dios, tus palabras son verdad y has prometido a tu siervo esta dicha;

29 dígnate, pues, bendecir la casa de tu siervo para que permanezca por siempre en tu presencia, pues tú mi Señor Yahveh, has hablado y con tu bendición la casa de tu siervo será eternamente bendita.»

2 Samuel 8

1 Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló; tomó David a Gat y sus dependencias de manos de los filisteos...

2 Batió también a los moabitas y los midió con la cuerda, haciendo que se echaran en tierra; midió dos cuerdas y los condenó a muerte, y una cuerda llena la dejó con vida. Los moabitas quedaron sometidos a David, pagando tributo.

3 David batió a Hadadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá, cuando iba a imponerse su dominio en el Río.

4 David le apresó 1.700 hombres de carro y 20.000 de a pie y desjarretó toda la caballería de los carros reservando cien tiros.

5 Los arameos de Damasco vinieron en socorro de Hadadézer, rey de Sobá: pero David causó 22.000 bajas a los arameos.

6 Y estableció David gobernadores en Aram de Damasco. Los arameos quedaron sometidos a David, pagando tributo; Yahveh hizo triunfar a David por dondequiera que iba.

7 Tomó David los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadadézer y los llevó a Jerusalén.

8 De Tebaj y de Berotay, ciudades de Hadadézer, tomó el rey una gran cantidad de bronce.

9 Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todas las fuerzas de Hadadézer,

10 y envió a su hijo Hadoram al rey David para saludarle y felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba siempre en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram vasos de plata, oro y bronce.

11 El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro consagrado procedente de todos los pueblos sometidos,

12 de Edom, de Moab, de los ammonitas, de los filisteos, de Amalec y del botín de Hadadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá.

13 David se hizo famoso cuando volvió de su victoria sobre los edomitas, en el valle de la Sal, en número de 18.000.

14 Puso gobernadores en Edom y todos los edomitas quedaron sometidos a David, y Yahveh hizo triunfar a David dondequiera que iba.

15 Reinó David sobre todo Israel, administrando derecho y justicia a todo su pueblo.

16 Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército, y Josafat, hijo de Ajilub, era el heraldo.

17 Sadoq, hijo de Ajitub, y Abiatar, hijo de Ajimélek, eran sacerdotes. Seraya era secretario,

18 Benaías, hijo de Yehoyadá, mandaba a los keretos y los peleteos. Los hijos de David eran sacerdotes.

2 Samuel 9

1 David preguntó: «¿Queda todavía algún hijo de la casa de Saúl? Quiero favorecerle por amor a Jonatán.

2 Tenía la familia de Saúl un siervo llamado Sibá. Le convocaron ante David y el rey le dijo: «¿Eres tú Sibá?» Respondió: «Tu siervo soy.»

3 Dijo el rey: «¿Queda alguien todavía de la casa de Saúl para que yo tenga con él una misericordia sin medida?» Sibá contestó al rey: «Vive todavía un hijo de Jonatán, tullido de pies.»

4 El rey le preguntó: «¿Dónde está?» Respondió Sibá al rey: «Esta en casa de Makir, hijo de Ammiel, en Lo Debar.»

5 Y el rey David mandó traerlo de la casa de Makir, hijo de Ammiel, de Lo Debar.

6 Llegó Meribbaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, adonde David y cayendo sobre su rostro se postró. David le dijo: «Meribbaal», y respondió: «Aquí tienes a tu siervo.»

7 David le dijo: «No temas, quiero favorecerte por amor de Jonatán, tu padre. Haré que te devuelvan todos los campos de tu padre Saúl, y tú comerás siempre a mi mesa.»

8 El se postró y dijo: «¿Qué es tu siervo, para que te fijes en un perro muerto como yo?»

9 Llamó el rey a Sibá, criado de Saúl, y le dijo: «Todo lo que pertenecía a Saúl y a toda su casa, se lo doy al hijo de tu señor.

10 Cultivarás para él la tierra tú, tus hijos y tus siervos, y se lo llevarás a la familia de tu señor para que pueda comer. Meribbaal, el hijo de tu señor, comerá siempre a mi mesa.» Tenía Sibá quince hijos y veinte siervos.

11 Respondió Sibá al rey: «Tu siervo hará todo lo que mi señor el rey ha mandado a su siervo.» Meribbaal comía a la mesa de David como uno de los hijos del rey.

12 Tenía Meribbaal un hijo pequeño, llamado Miká. Todos los que vivían en casa de Sibá eran siervos de Meribbaal.

13 Pero Meribbaal vivía en Jerusalén porque comía siempre a la mesa del rey. Estaba tullido de pies.

2 Samuel 10

1 Después de esto murió el rey de los ammonitas y reinó en su lugar su hijo Janún.

2 Dijo David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» David envió a sus servidores para que le consolaran por su padre. Cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas,

3 dijeron los jefes de los ammonitas a Janún, su señor: «¿Acaso David te envía a consolar porque quiere hacer honor a tu padre ante tus ojos? ¿No te ha enviado David sus siervos para espiar la ciudad, explorarla y destruirla?»

4 Entonces Janún prendió a los servidores de David, les rapó la mitad de la barba, cortó sus vestidos hasta la mitad de las nalgas, y los despachó.

5 Se lo comunicaron a David y envió gente a su encuentro porque los hombres estaban cubiertos de vergüenza; el rey les mandó a decir: «Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba; después volveréis.»

6 Vieron los ammonitas que se habían hecho odiosos a David y enviaron para tomar a sueldo arameos de Bet Rejob y arameos de Sobá 20.000 infantes; del rey de Maaká mil hombres y del rey de Tob 12.000.

7 Lo supo David y mandó a Joab con toda la tropa, los valientes.

8 Salieron a campaña los ammonitas y se ordenaron en batalla a la entrada de la puerta, mientras que los arameos de Sobá y de Rejob, y los hombres de Tob y de Maaká estaban aparte en el campo.

9 Viendo Joab que tenía un frente de combate por delante y otro por detrás, escogió a los mejores de Israel y los puso en línea contra los arameos.

10 Puso el resto del ejército al mando de su hermano Abisay y lo ordenó en batalla frente a los ammonitas.

11 Y dijo: «Si los arameos me dominan, ven en mi ayuda; si los ammonitas te dominan a ti, vendré en tu socorro.

12 Ten fortaleza, esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios y que Yahveh haga lo que bien le parezca.»

13 Y avanzó Joab con su ejército para luchar contra los arameos, que huyeron ante él.

14 Viendo los ammonitas que los arameos emprendían la fuga, huyeron también ellos ante Abisay y entraron en la ciudad, mientras que Joab se alejó de los ammonitas y entró en Jerusalén.

15 Vieron los arameos que habían sido vencidos por Israel y se concentraron todos.

16 Hadadézer mandó venir a los arameos del otro lado del Río. Y llegaron a Jelam, viniendo a su cabeza Sobak, jefe del ejército de Hadadézer.

17 Se dio aviso a David, quien reuniendo a todo Israel pasó el Jordán y llegó a Jelam; los arameos se ordenaron en batalla frente a David y combatieron contra él.

18 Huyeron los arameos ante Israel y David abatió a los arameos setecientos carros y 40.000 de carro. Hirió también a Sobak, jefe de su ejército, que murió allí mismo.

19 Cuando todos les reyes vasallos de Hadadézer vieron que habían sido batidos ante Israel, hicieron la paz con Israel y le quedaron sometidos. Los arameos no se atrevieron a seguir ayudando a los ammonitas.

2 Samuel 11

1 A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén.

2 Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa.

3 Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el hitita.»

4 David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa.

5 La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy encinta.»

6 David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el hitita.» Joab envió a Urías adonde David.

7 Llegó Urías donde él y David le preguntó por Joab, y por el ejército y por la marcha de la guerra.

8 Y dijo David a Urías: «Baja a tu casa y lava tus pies.» Salió Urías de la casa del rey, seguido de un obsequio de la mesa real.

9 Pero Urías se acostó a la entrada de la casa del rey, con la guardia de su señor, y no bajó a su casa.

10 Avisaron a David: «Urías no ha bajado a su casa.» Preguntó David a Urías: «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?

11 Urías respondió a David: «El arca, Israel y Judá habitan en tiendas; Joab mi señor y los siervos de mi señor acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo en mi casa para comer, beber y acostarme con mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal!»

12 Entonces David dijo a Urías: «Quédate hoy también y mañana te despediré.» Se quedó Urías aquel día en Jerusalén y al día siguiente

13 le invitó David a comer con él y le hizo beber hasta emborracharse. Por la tarde salió y se acostó en el lecho, con la guardia de su señor, pero no bajó a su casa.

14 A la mañana siguiente escribió David una carta a Joab y se la envió por medio de Urías.

15 En la carta había escrito: «Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera.»

16 Estaba Joab asediando la ciudad y colocó a Urías en el sitio en que sabía que estaban los hombres más valientes.

17 Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab; cayeron algunos del ejército de entre los veteranos de David; y murió también Urías el hitita.

18 Joab envió a comunicar a David todas las noticias de la guerra,

19 y ordenó al mensajero: «Cuando hayas acabado de decir al rey todas las noticias sobre la batalla,

20 si salta la cólera del rey de te dice: "¿Por qué os habéis acercado a la ciudad para atacarla? ¿No sabíais que tirarían sobre vosotros desde la muralla?

21 ¿Quien mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una piedra de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os habéis acercado a la muralla?", tú le dices: También ha muerto tu siervo Urías el hitita.»

22 Partió el mensajero y en llegando comunicó a David todo lo que le había mandado Joab. David se irritó contra Joab y dijo al mensajero: «¿Por qué os habéis acercado a la muralla para luchar? ¿Quién mató a Abimélek, el hijo de Yerubbaal? ¿No arrojó una mujer sobre él una piedra de molino desde lo alto de la muralla y murió él en Tebés? ¿Por qué os habéis acercado a la muralla?»

23 El mensajero dijo a David: «Aquellos hombres se crecieron frente a nosotros, hicieron una salida contra nosotros en campo raso y los rechazamos hasta la entrada de la puerta,

24 pero los arqueros tiraron contra tus veteranos desde lo alto de la muralla y murieron algunos de los veteranos del rey. También murió tu siervo Urías el hitita.»

25 Entonces David dijo al mensajero: «Esto has de decir a Joab: "No te inquietes por este asunto, porque la espada devora ya a uno ya a otro. Redobla tu ataque contra la ciudad y destrúyela." Y así le darás ánimos.»

26 Supo la mujer de Urías que había muerto Urías su marido e hizo duelo por su señor.

27 Pasado el luto, David envió por ella y la recibió en su casa haciéndola su mujer; ella le dio a luz un hijo; pero aquella acción que David había hecho desagradó a Yahveh.

2 Samuel 12

1 Envió Yahveh a Natán donde David, y llegando a él le dijo: «Había dos hombres en una ciudad, el uno era rico y el otro era pobre.

2 El rico tenía ovejas y bueyes en gran abundancia;

3 el pobre no tenía más que una corderilla, sólo una, pequeña, que había comprado. El la alimentaba y ella iba creciendo con él y sus hijos, comiendo su pan, bebiendo en su copa, durmiendo en su seno igual que una hija.

4 Vino un visitante donde el hombre rico, y dándole pena tomar su ganado lanar y vacuno para dar de comer a aquel hombre llegado a su casa, tomó la ovejita del pobre, y dio de comer al viajero llegado a su casa.»

5 David se encendió en gran cólera contra aquel hombre y dijo a Natán: «¡Vive Yahveh! que merece la muerte el hombre que tal hizo.

6 Pagará cuatro veces la oveja por haber hecho semejante cosa y por no haber tenido compasión.»

7 Entonces Natán dijo a David: «Tú eres ese hombre. Así dice Yahveh Dios de Israel: Yo te he ungido rey de Israel y te he librado de las manos de Saúl.

8 Te he dado la casa de tu señor y he puesto en tu seno las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y si es poco, te añadiré todavía otras cosas.

9 ¿Por qué has menospreciado a Yahveh haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas?

10 Pues bien, nunca se apartará la espada de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado la mujer de Urías el hitita para mujer tuya.

11 Así habla Yahveh: Haré que de tu propia casa se alce el mal contra ti. Tomaré tus mujeres ante tus ojos y se las daré a otro que se acostará con tus mujeres a la luz de este sol.

12 Pues tú has obrado en lo oculto, pero yo cumpliré esta palabra ante todo Israel y a la luz del sol.»

13 David dijo a Natán: «He pecado contra Yahveh.» Respondió Natán a David: «También Yahveh perdona tu pecado; no morirás.

14 Pero por haber ultrajado a Yahveh con ese hecho, el hijo que te ha nacido morirá sin remedio.»

15 Y Natán se fue a su casa. Hirió Yahveh al niño que había engendrado a David la mujer de Urías y enfermó gravemente.

16 David suplicó a Dios por el niño; hizo David un ayuno riguroso y entrando en casa pasaba la noche acostado en tierra.

17 Los ancianos de su casa se esforzaban por levantarle del suelo, pero el se negó y no quiso comer con ellos.

18 El séptimo día murió el niño; los servidores de David temieron decirle que el niño había muerto, porque se decían: «Cuando el niño aún vivía le hablábamos y no nos escuchaba. ¿Cómo le diremos que el niño ha muerto? ¡Hará un desatino!»

19 Vio David que sus servidores cuchicheaban entre sí y comprendió David que el niño había muerto y dijo David a sus servidores: «¿Es que ha muerto el niño?» Le respondieron: «Ha muerto.»

20 David se levantó del suelo, se lavó, se ungió y se cambió de vestidos. Fue luego a la casa de Yahveh y se postró. Se volvió a su casa, pidió que le trajesen de comer y comió.

21 Sus servidores le dijeron: «¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas, y ahora que ha muerto te levantas y comes.»

22 Respondió: «Mientras el niño vivía ayuné y lloré, pues me decía: ¿Quién sabe si Yahveh tendrá compasión de mí y el niño vivirá?

23 Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré donde él, pero él no volverá a mí.»

24 David consoló a Betsabé su mujer, fue donde ella y se acostó con ella; dio ella a luz un hijo y se llamó Salomón; Yahveh le amó,

25 y envió al profeta Natán que le llamó Yedidías, por lo que había dicho Yahveh.

26 Joab atacó a Rabbá de los ammonitas y conquistó la ciudad real.

27 Y envió Joab mensajeros a David para decirle: «He atacado a Rabbá y me he apoderado también de la ciudad real.

28 Ahora, pues, reúne el resto del ejército, acampa contra la ciudad y tómala, para que no sea yo quien la conquiste y no le dé mi nombre.»

29 Reunió David todo el ejército y partió para Rabbá, la atacó y la conquistó.

30 Tomó de la cabeza de Milkom la corona, que pesaba un talento de oro; tenía ésta engarzada una piedra preciosa que fue puesta en la cabeza de David; y se llevó un enorme botín de la ciudad.

31 A la gente que había en ella la hizo salir y la puso a trabajar en las sierras, en los trillos de dientes de hierro, en las hachas de hierro y los empleó en los hornos de ladrillo. Lo mismo hizo con todas la ciudades de los ammonitas. Luego David regresó con todo el ejército a Jerusalén.

2 Samuel 13

1 Sucedió después que Absalón, hijo de David, tenía una hermana que era hermosa, llamada Tamar, y Amnón, hijo de David, se prendó de ella.

2 Estaba Amnón tan atormentado que se puso enfermo, porque su hermana Tamar era virgen y le parecía difícil a Ammón hacerle algo.

3 Tenía Amnón un amigo llamado Yonadab, hijo de Simá, hermano de David; era Yonadab hombre muy astuto,

4 y le dijo: «¿Qué te sucede, hijo del rey, que de día en día estás más afligido? ¿No me lo vas a descubrir?» Amnón le dijo: «Estoy enamorado de Tamar, hermana de mi hermano Absalón.»

5 Yonadab le dijo: «Acuéstate en tu lecho y fíngete enfermo y cuando tu padre venga en verte le dices: Que venga, por favor, mi hermana Tamar a darme de comer; que prepare delante de mí algún manjar para que lo vea yo y lo coma de su mano.»

6 Y Amnón se acostó fingiéndose enfermo. Entró el rey a verle y Amnón dijo al rey: «Que venga, por favor, mi hermana Tamar y fría delante de mí un par de frituras y yo las comeré de su mano.»

7 David envió a decir a Tamar a su casa: «Vete a casa de tu hermano Amnón y prepárale algo de comer.»

8 Fue, pues, Tamar a casa de su hermano, que estaba acostado; tomó harina, la amasó, hizo los pasteles y los puso a freír delante de su hermano;

9 tomó la sartén y la vació delante de él, pero él no quiso comer; y dijo Amnón: «Que salgan todos de aquí.» Y todos salieron de allí.

10 Entonces Amnón dijo a Tamar: «Tráeme la comida a la alcoba para que coma de tu mano.» Tomo Tamar las frituras que había hecho, se las llevó a su hermano Amnón a la alcoba

11 y se las acercó para que comiese, pero él la sujetó y le dijo: «Ven, acuéstate conmigo, hermana mía.»

12 Pero ella respondió: «No, hermano mío, no me fuerces, pues no se hace esto en Israel. No cometas esta infamia.

13 ¿A dónde iría yo deshonrada? Y tú serías como un infame en Israel. Habla, te lo suplico, al rey, que no rehusará entregarme a ti.»

14 Pero él no quiso escucharla, sino que la sujetó y forzándola se acostó con ella.

15 Después Amnón la aborreció con tan gran aborrecimiento que fue mayor su aborrecimiento que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: «Levántate y vete.»

16 Ella le dijo: «No, hermano mío, por favor, porque si me echas, este segundo mal es peor que el que me hiciste primero.» Pero él no quiso escucharla.

17 Llamó al criado que le servía y le dijo: «Échame a ésta fuera y cierra la puerta tras ella.»

18 (Vestía ella una túnica con mangas, porque así vestían antes las hijas del rey que eran vírgenes). Su criado la hizo salir fuera y cerró la puerta tras ella.

19 Tamar puso ceniza sobre su cabeza, rasgó la túnica de mangas que llevaba, puso sus manos sobre la cabeza y se iba gritando mientras caminaba.

20 Su hermano Absalón le dijo: «¿Es que tu hermano Amnón ha estado contigo? Ahora calla, hermana mía; es tu hermano. No te preocupes de este asunto.» Y Tamar quedó desolada en casa de su hermano Absalón.

21 Cuando el rey David supo todas estas cosas se irritó en extremo, pero no quiso castigar a su hijo Amnón, al que amaba porque era su primogénito.

22 Absalón no dijo a Amnón ni una palabra, ni buena ni mala, pues odiaba Absalón a Amnón porque había humillado a su hermana Tamar.

23 Dos años después, estaban los esquiladores con Absalón esquilando en Baal Jasor, junto a Efraím, y Absalón invitó a todos los hijos del rey.

24 Se presentó Absalón al rey y le dijo: «Ya que estoy de esquileo, que vengan, por favor, conmigo el rey y sus servidores.»

25 El rey dijo a Absalón: «No, hijo mío, no podemos ir todos para no serte gravosos.» Insistió, pero el rey no quiso ir y le dio su bendición.

26 Absalón le dijo: «Que venga, por favor, con nosotros mi hermano Amnón.» Respondió el rey: «¿Para qué ha de ir contigo?»

27 Pero Absalón le insistió y dejó que fueran con él Amnón y todos los hijos del rey. Absalón mandó preparar un convite regio.

28 Y ordenó a sus criados: «Estad atentos: cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino y yo os diga: "Herid a Amnón", le mataréis. No tengáis temor, porque os lo mando yo. Cobrad ánimo y sed valerosos.»

29 Los criados de Absalón hicieron con Amnón lo que Absalón les había mandado. Entonces todos los hijos del rey se levantaron y montando cada cual en su mulo huyeron.

30 Estando ellos en camino llegó a David el rumor de que Absalón había matado a todos los hijos del rey y que no había quedado ni uno solo de ellos.

31 Se levantó el rey, rasgó sus vestidos y se echó en tierra; todos los servidores que estaban a su lado rasgaron también, sus vestidos.

32 Pero Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, tomó la palabra y dijo: «No piense mi señor el rey que han muerto todos los muchachos, los hijos del rey, porque solamente ha muerto Amnón; pues era cosa decidida en boca de Absalón desde el día en que aquél humilló a su hermana Tamar.

33 Así que no haga caso mi señor el rey de esos rumores de que han muerto todos los hijos del rey, porque sólo ha muerto Amnón.»

34 Absalón huyó. El joven que estaba de centinela levantó la vista y vio multitud que venía por el camino de Bajurim, a la bajada, y fue a avisar el rey: «He visto algunos hombres que bajan por el camino de Bajurim, por la ladera de la montaña.»

35 Yonadab dijo al rey: «Son los hijos del rey que llegan; ha sido lo que tu servidor había dicho.»

36 Apenas había acabado de hablar, entraron los hijos del rey y alzando su voz lloraron. También el rey y todos los servidores se echaron a llorar con gran llanto.

37 Absalón huyó yéndose adonde Talmay, hijo de Ammijud, rey de Guesur; y el rey lloraba todos los días por su hijo.

38 Absalón, por su parte, había huido yéndose a Guesur: allí se quedó tres años.

39 El espíritu del rey cesó de airarse contra Absalón, porque se había consolado ya de la muerte de Ammón.

2 Samuel 14

1 Conoció Joab, hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón

2 y envió Joab a Técoa, a traer de allí una mujer sagaz a la que dijo: «Da muestras de duelo, vístete de luto y no te perfumes; pórtate como una mujer que hace muchos días que está en duelo por un muerto.

3 Entra luego donde el rey y dile estas palabras», y Joab puso las palabras en su boca.

4 Entró, pues, donde el rey la mujer de Técoa y cayendo sobre su rostro en tierra se postró y dijo: «¡Sálvame, oh rey!»

5 El rey le dijo: «¿Qué te pasa?» Y ella contestó: «¡Ay de mí! Soy una mujer viuda. Mi marido ha muerto.

6 Tu sierva tiene dos hijos. Se pelearon en el campo, no había quien los separase y uno hirió al otro y le mató.

7 Y ahora se alza toda la familia contra tu sierva y dicen: "Entréganos al asesino de su hermano: le haremos morir por la vida de su hermano, al que mató, y haremos desaparecer también al heredero." Así van a extinguir el ascua que me queda y no dejarán a mi marido nombre ni superviviente en la tierra.»

8 El rey dijo a la mujer: «Vete a tu casa que yo daré órdenes sobre tu asunto.»

9 Pero la mujer de Técoa dijo al rey: «Caiga, oh rey mi señor, la culpa sobre mí y sobre la casa de mi padre y queden inocentes el rey y su trono.»

10 El rey dijo: «Si alguno todavía te dice algo, hazle venir y no te molestará más.»

11 Replicó ella: «Que el rey mencione, por favor, a Yahveh, tu Dios, para que el vengador de sangre no aumente la ruina y no extermine a mi hijo.» El dijo: «Vive Yahveh, que no caerá en tierra ni un cabello de tu hijo.»

12 La mujer dijo: «Te suplico que tu sierva pueda decir a mi señor el rey una palabra.» Dijo: «Habla».

13 Respondió la mujer: «¿Por qué has tenido tal pensamiento contra el pueblo de Dios y se hace el rey culpable diciendo que no vuelva más su desterrado?

14 Todos hemos de morir; como el agua que se derrama en tierra no se vuelva a recoger, así Dios no vuelve a conceder la vida. Que el rey elija medios para que el proscrito no siga alejado de él.

15 «Así pues, si tu sierva ha venido para hablar a mi señor el rey estas cosas, es porque me han metido miedo y tu sierva se ha dicho: Hablaré al rey y acaso el rey cumpla la palabra de su esclava,

16 pues el rey me escuchará y librará a su esclava de la ira del hombre que quiere exterminarme, a mí juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios.

17 Tu sierva dice: Que la palabra de mi señor el rey traiga la paz, pues mi señor el rey es como el Ángel de Dios para discernir el bien y el mal. Y que Yahveh tu Dios sea contigo.»

18 El rey respondió a la mujer y dijo: «No me oculte nada de lo que voy a preguntarte.» La mujer dijo: «Habla, oh rey, mi señor.»

19 Dijo el rey: «¿No anda contigo la mano de Joab en todo esto?» Respondió la mujer: «Por tu vida, oh rey mi señor, que no se desvía ni a la derecha ni a la izquierda nada de lo que el rey mi señor dice. Tu siervo Joab me ha mandado y ha puesto en la boca de tu sierva todas estas palabras.

20 Para abordar con rodeos el tema hizo esto tu siervo Joab. Pero mi señor es prudente como el Ángel de Dios y sabe todo cuanto sucede en la tierra.»

21 Entonces el rey dijo a Joab: «Mira, he decidido el asunto. Anda y haz que regrese el joven Absalón.»

22 Cayó Joab sobre su rostro en tierra y postrándose bendijo al rey. Joab dijo: «Hoy ha conocido tu siervo que ha hallado gracia a tus ojos, oh rey mi señor, pues ha cumplido el rey el deseo de su siervo.»

23 Levantóse Joab, fue a Guesur y llevó a Absalón a Jerusalén.

24 Pero el rey dijo: «Que se retire a su casa, pues no ha de ver mi rostro.» Y Absalón se retiró a su casa sin ver el rostro del rey.

25 No había en todo Israel un hombre tan apuesto como Absalón, ni tan celebrado; de la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no había en él defecto.

26 Cuando se cortaba el pelo - y se lo cortaba cada año; porque le pesaba mucho y por eso se lo cortaba - pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos, peso real.

27 Le nacieron a Absalón tres hijos y una hija, llamada Tamar; era una mujer de gran belleza.

28 Absalón estuvo en Jerusalén dos años sin ver el rostro del rey.

29 Llamó Absalón a Joab para enviarle al rey, pero él no quiso ir. Le llamó todavía una segunda vez, pero tampoco quiso.

30 Entonces dijo a sus servidores: «Ved el campo de Joab, que está junto al mío, donde él tiene la cebada. Id y prendedle fuego.» Los servidores de Absalón prendieron fuego al campo.

31 Entonces se levantó Joab, fue a casa de Absalón y le dijo: «¿Por qué tus servidores han prendido fuego a mi campo?»

32 Absalón respondió a Joab: «Te he mandado llamar para decirte: Ven, por favor, pues quiero enviarte al rey para que le digas: ¿Para qué he vuelto de Guesur? Mejor me hubiera sido estarme allí. Quiero ver el rostro del rey; si hay alguna culpa en mí, que me haga morir.»

33 Fue Joab al rey y se lo comunicó. Entonces llamó a Absalón. Entró éste donde el rey y se postró sobre su rostro en presencia del rey. Y el rey besó a Absalón.

2 Samuel 15

1 Después de esto se hizo Absalón con un carro, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él.

2 Se levantaba Absalón temprano y se colocaba a la vera del camino de la puerta, y a los que tenían algún pleito y venían donde el rey para el juicio, les llamaba Absalón y les decía: «¿No eres tú de...?» El respondía: «Tu siervo es de tal tribu de Israel.»

3 Absalón le decía: «Mira, tu causa es justa y buena, pero nadie te escuchará de parte del rey.»

4 Y añadía Absalón: «¡Quién me pusiera por juez de esta tierra! Podrían venir a mí todos los que tienen pleitos o juicios y yo les haría justicia.»

5 Cuando alguno se acercaba a él y se postraba, le tendía la mano, le retenía y le besaba.

6 Así hacía Absalón, con todos los israelitas que iban al tribunal del rey. Absalón robaba así el corazón de los hombres de Israel.

7 Al cabo de cuatro años dijo Absalón al rey: «Permíteme que vaya a Hebrón a cumplir el voto que hice a Yahveh.

8 Porque tu siervo hizo voto cuando estaba en Guesur de Aram diciendo: Si Yahveh me permite volver a Jerusalén, daré culto a Yahveh en Hebrón.»

9 El rey le dijo «Vete en paz.» El se levantó y se fue a Hebrón.

10 Envió Absalón mensajeros a todas las tribus de Israel diciendo: «Cuando oigáis sonar el cuerno decid: «¡Absalón se ha proclamado rey en Hebrón!»

11 Con Absalón habían partido de Jerusalén doscientos hombres invitados; eran inocentes y no sabían absolutamente nada.

12 Absalón mandó a buscar a su ciudad de Guiló a Ajitófel el guilonita, consejero de David, y lo tuvo consigo cuando ofrecía los sacrificios. Así la conjuración se fortalecía y los partidarios de Absalón iban aumentando.

13 Llegó uno que avisó a David: «El corazón de los hombres de Israel va tras de Absalón.»

14 Entonces David dijo a todos los servidores que estaban con él en Jerusalén: «Levantaos y huyamos, porque no tenemos escape ante Absalón. Apresuraos a partir, no sea que venga a toda prisa y nos dé alcance, vierta sobre nosotros la ruina y pase la ciudad a filo de espada.»

15 Dijeron al rey sus servidores: «Para todo cuanto mi señor el rey elija estamos aquí tus servidores.»

16 El rey salió con toda su casa, a pie, dejando diez concubinas para guardar la casa.

17 Salió el rey a pie, con todo el pueblo, y se detuvieron en la última casa.

18 Estaban con él todos sus veteranos. Todos los kereteos, los perizitas, Ittay y todos los guititas, seiscientos hombres que le habían seguido desde Gat, marchaban delante del rey.

19 Y dijo el rey a Ittay el guitita: «¿Por qué has de venir tú también conmigo? Vuélvete y quédate con el rey porque eres un extranjero, desterrado también de tu país.

20 Llegaste ayer ¿y voy a obligarte hoy a andar errando con nosotros, cuando voy a la ventura? Vuélvete y haz que tus hermanos se vuelvan contigo; y que Yahveh tenga contigo amor y fidelidad.»

21 Ittay respondió al rey: «¡Por vida de Yahveh y por tu vida, rey mi señor, que donde el rey mi señor esté, para muerte o para vida, allí estará tu siervo!»

22 Entonces David dijo a Ittay: «Anda y pasa.» Pasó Ittay de Gat con todos sus hombres y todas sus criaturas.

23 Iban todos llorando con gran llanto. El rey se detuvo en el torrente Cedrón y toda la gente pasaba ante él por el camino del desierto.

24 Iban también con él Sadoq y todos los levitas, llevando el arca de la alianza de Dios. Se detuvieron con el arca de Dios junto a Abiatar hasta que todo el pueblo acabó de salir de la ciudad.

25 Dijo el rey a Sadoq: «Haz volver el arca de Dios a la ciudad. Si he hallado gracia a los ojos de Yahveh, me hará volver y me permitirá ver el arca y su morada.

26 Y si él dice: "No me has agradado", que me haga lo que mejor le parezca.»

27 Dijo el rey al sacerdote Sadoq: «Mirad, tú y Abiatar volveos en paz a la ciudad, con vuestros dos hijos, Ajimaas, tu hijo, y Jonatán, hijo de Abiatar.

28 Mirad, yo me detendré en las llanuras del desierto, hasta que me llegue una palabra vuestra que me dé noticias.»

29 Sadoq y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén y se quedaron allí.

30 David subía la cuesta de los Olivos, subía llorando con la cabeza cubierta y los pies desnudos; y toda la gente que estaba con él había cubierto su cabeza y subía la cuesta llorando.

31 Notificaron entonces a David: «Ajitófel está entre los conjurados con Absalón», y David dijo: «¡Vuelve necios, Yahveh, los consejos de Ajitófel!»

32 Cuando David llegó a la cima donde se postran ante Dios, le salió al encuentro Jusay el arquita, amigo de David, con la túnica desgarrada y cubierta de polvo su cabeza.

33 David le dijo: «Si vienes conmigo, me serás una carga.

34 Pero si tu vuelves a la ciudad y dices a Absalón: "Soy tu siervo, oh rey mi señor; antes serví a tu padre, ahora soy siervo tuyo," podrás frustrar, en favor mío, los consejos de Ajitófel.

35 ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoq y Abiatar? Todo cuanto oigas en la casa del rey, se lo comunicas a los sacerdotes Sadoq y Abiatar.

36 Estarán allí con ellos sus dos hijos, Ajimaas de Sadoq y Jonatán de Abiatar, y por su medio podréis comunicarme todo lo que sepáis.»

37 Jusay, amigo de David, entró en la ciudad cuando Absalón llegaba a Jerusalén.

2 Samuel 16

1 Había pasado David un poco más allá de la cumbre, cuando le salió al encuentro Sibá, criado de Meribbaal, con dos asnos aparejados, cargados con doscientos panes, cien racimos de uvas pasas, cien frutas maduras y un odre de vino.

2 El rey preguntó a Sibá: «¿Para qué es esto?» Sibá contestó: «Los asnos son para que la familia del rey pueda montar, los panes y frutas son para que los muchachos coman y el vino para que beba el que se fatigue en el desierto.»

3 El rey preguntó: «¿Dónde está el hijo de tu señor?» Sibá respondió al rey: «Se ha quedado en Jerusalén porque se ha dicho: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre.»

4 El rey dijo a Sibá: «Todo lo de Meribbaal es para ti» Sibá respondió: «Me postro ante ti. ¡Que halle yo gracia a tus ojos, oh rey mi señor!»

5 Cuando el rey David llegó a Bajurim salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba maldiciendo mientras avanzaba.

6 Tiraba piedras a David y a todos los servidores del rey, mientras toda la gente y todos los servidores se colocaban a derecha e izquierda.

7 Semeí decía maldiciendo: «Vete, vete, hombre sanguinario y malvado.

8 Yahveh te devuelva toda la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino usurpaste. Así Yahveh ha entregado tu reino en manos de Absalón tu hijo. Has caído en tu propia maldad, porque eres un hombre sanguinario.»

9 Abisay, hijo de Sarvia, dijo al rey: «¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? Voy ahora mismo y le corto la cabeza.»

10 Respondió el rey: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Deja que maldiga, pues si Yahveh le ha dicho: "Maldice a David" ¿quién le puede decir: «Por qué haces esto?»

11 Y añadió David a Abisay y a todos sus siervos: «Mirad, mi hijo, salido de mis entrañas, busca mi muerte, pues ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahveh.

12 Acaso Yahveh mire mi aflicción y me devuelva Yahveh bien por las maldiciones de este día.»

13 Y David y sus hombres prosiguieron su camino, mientras Semeí marchaba por el flanco de la montaña, paralelo a él; iba maldiciendo, tirando piedras y arrojando polvo.

14 El rey y todo el pueblo que iba con él, llegaron extenuados a... y allí tomaron aliento.

15 Absalón y todos hombres de Israel entraron en Jerusalén; Ajitófel estaba con él.

16 Llegó Jusay el arquita, amigo de David, donde Absalón y dijo Jusay a Absalón: «¡Viva el rey, viva el rey!»

17 Absalón dijo a Jusay: «¿Es éste tu afecto por tu amigo? ¿Por qué no te has ido con tu amigo?»

18 Jusay respondió a Absalón: «No. Yo quiero estar y permanecer con aquel a quien ha elegido Yahveh, este pueblo y todos los hombres de Israel.

19 Por lo demás ¿a quién voy a servir? ¿No es a su hijo? Como he servido a tu padre, te serviré a ti.»

20 Absalón dijo a Ajitófel: «Tomad consejo sobre lo que se debe hacer.»

21 Ajitófel dijo a Absalón: «Llégate a las concubinas que tu padre ha dejado para guardar la casa; todo Israel sabrá que te has hecho odioso a tu padre y se fortalecerán las manos de todos los que están contigo.

22 Se levantó, pues, una tienda para Absalón sobre el terrado y Absalón se unió a las concubinas de su padre a la vista de todo Israel.

23 El consejo que daba Ajitófel aquellos días era como si se hubiese pedido un oráculo a Dios. Así era tenido el consejo de Ajitófel, tanto por David como por Absalón.

2 Samuel 17

1 Ajitófel dijo a Absalón: «Voy a elegir 12.000 hombres y me lanzaré en persecución de David esta misma noche.

2 Caeré sobre él cuando esté fatigado y falto de fuerzas, le llenaré de espanto y huirá toda la gente que está con él; heriré al rey solamente

3 y haré que vuelva a ti todo el pueblo, como la novia viene a su esposo; solamente buscas la muerte de un hombre y todo el pueblo quedará a salvo.»

4 Pareció bueno el consejo a Absalón y a todos los ancianos de Israel.

5 Pero Absalón dijo: «Llamad también a Jusay el arquita y oigámosle también a él.»

6 Llegó Jusay donde Absalón y Absalón dijo: «Ajitófel nos ha dicho esto. ¿Debemos hacer lo que dice? Si no, habla tu.»

7 Jusay dijo a Absalón: «Por esta vez, no es bueno el consejo de Ajitófel.»

8 Añadió Jusay: «Tú ya sabes que tu padre y sus hombres son gente valerosa y están exasperados como una osa salvaje a la que han quitado sus oseznos. Tu padre es hombre de guerra y no permitirá que el pueblo descanse durante la noche.

9 Ahora estará escondido en alguna caverna o en algún lugar. Si caen al principio algunos de los nuestros se correrá el rumor y se dirá: Ha habido un desastre en la tropa que sigue a Absalón.

10 Y sucederá que incluso los más valientes, cuyo corazón es como corazón de león, perderán el ánimo, porque todo Israel sabe que tu padre es esforzado y que son valerosos los que están con él.

11 Por eso te aconsejo que reúnas en torno a ti a todo Israel, desde Dan hasta Berseba, como la arena que hay en la orilla del mar, y tú marcharás en persona en medio de ellos.

12 Nos acercaremos a él en cualquier lugar en que se encuentre, caeremos sobre él como cae el rocío sobre la tierra y no dejaremos con vida ni a él ni a uno solo de los hombres que le acompañan.

13 Si se recoge a una ciudad, todo Israel llevará cuerdas y la arrastraremos hasta el torrente, de modo que no se pueda hallar en ella ni un pedrusco.»

14 Absalón y todos los hombres de Israel dijeron: «El consejo de Jusay el arquita es mejor que el consejo de Ajitófel.» Es que Yahveh había decidido frustrar el consejo de Ajitófel - que era bueno - para traer Yahveh la ruina sobre Absalón.

15 Después Jusay dijo a los sacerdotes Sadoq y Abiatar: «Esto ha aconsejado Ajitófel a Absalón y a los ancianos de Israel; y esto y esto he aconsejado yo.

16 Ahora mandad rápidamente a avisar a David: "No hagas noche en las llanuras del desierto. Pasa sin tardanza al otro lado, no vaya a ser devorado el rey y todo el pueblo que le acompaña."»

17 Jonatán y Ajimaas estaban apostados en la fuente de Roguel. Una criada vendría a avisarles y ellos irían a comunicárselo al rey David, porque no podían dejarse ver al entrar en la ciudad.

18 Pero los vio un muchacho y avisó a Absalón. Entonces los dos partieron a toda prisa y entraron en casa de un hombre de Bajurim. Tenía éste un pozo en el patio y los bajaron a él.

19 La mujer tomó una manta, la extendió sobre la boca del pozo, y puso encima grano trillado; de modo que no se notaba nada.

20 Llegó la gente de Absalón a la casa, donde la mujer, y dijeron: «¿Dónde están Ajimaas y Jonatán?» La mujer respondió: «Han pasado más allá hacia el agua.» Buscaron, pero no hallaron nada y se volvieron a Jerusalén.

21 Después que se fueron, subieron ellos del pozo y fueron a avisar al rey David diciéndole: «Levantaos y pasad aprisa el agua, porque este consejo les ha dado Ajitófel contra vosotros.»

22 Se levantó David y todo el pueblo que estaba con él y pasaron el Jordán; al romper la luz de la mañana no quedaba nadie sin pasar el Jordán.

23 Cuando vio Ajitófel que no habían seguido con su consejo, aparejó el asno y levantándose fue a su casa en su ciudad; ordenó su casa, y luego se ahorcó y murió. Le sepultaron en la tumba de su padre.

24 Llegaba David a Majanáyim cuando atravesaba Absalón el Jordán con todos los hombres de Israel.

25 Absalón había puesto a Amasá al frente del ejército, en lugar de Joab. Amasá era hijo de un hombre llamado Yitrá el ismaelita, que se había unido con Abigaíl, hija de Jesé, hermana de Sarvia, madre de Joab.

26 Israel y Absalón acamparon en tierra de Galaad.

27 Cuando David llegó a Majanáyim, Sobí, hijo de Najás, de Rabbá de los ammonitas, y Makir, hijo de Ammiel, de Lo Debar, y Barzillay de Galaad de Roguelim,

28 llevaron lechos, esteras, copas y vasos de barro, así como trigo, cebada, harina, grano tostado, lentejas, habas,

29 miel, cuajada, ovejas y quesos de vaca, y lo ofrecieron a David y a la gente que estaba con él, para que comiesen, pues se habían dicho: «La gente habrá pasado hambre, fatigas y sed en el desierto.»

2 Samuel 18

1 David pasó revista al ejército que estaba con él y puso a su cabeza jefes de millar y de cien.

2 Dividió David el ejército en tres cuerpos: un tercio a las órdenes de Joab; un tercio a las órdenes de Abisay, hijo de Sarvia, hermano de Joab, y un tercio a las órdenes de Ittay de Gat. Y dijo David a su ejército: «Yo mismo saldré también con vosotros.»

3 Pero la tropa dijo: «No debes salir, porque si nosotros tenemos que huir, no tendría importancia; aunque muriera la mitad de nosotros no tendría importancia; pero tú eres como 10.000 de nosotros. Es mejor que puedas venir en nuestra ayuda desde la ciudad.»

4 El rey les dijo: «Haré lo que bien os parezca.» Se quedó, pues, el rey junto a la puerta y salió todo el ejército por centenares y millares.

5 El rey ordenó a Joab, Abisay y a Ittay: «Tratad bien, por amor a mí, al joven Absalón.» Y todo el ejército oyó las órdenes del rey a todos los jefes acerca de Absalón.

6 El ejército salió al campo, al encuentro de Israel, y se trabó la batalla en el bosque de Efraím.

7 El pueblo de Israel fue derrotado allí por los veteranos de David, y hubo aquel día un gran estrago de 20.000 hombres.

8 La batalla se extendió por todo aquel contorno y aquel contorno y aquel día devoró el bosque más hombres que la espada.

9 Absalón se topó con los veteranos de David. Iba Absalón montado en un mulo y el mulo se metió bajo el ramaje de una gran encina. La cabeza de Absalón se trabó y quedó en la encina colgado entre el cielo y la tierra, mientras que el mulo que estaba debajo de él siguió adelante.

10 Lo vio un hombre y se lo avisó a Joab diciendo: «He visto a Absalón colgado de una encina.»

11 Joab dijo al hombre que le avisaba: «Y viéndole ¿por qué no le has derribado allí mismo en tierra, yo te habría dado diez siclos de plata y un cinturón?»

12 El hombre respondió a Joab: «Aunque pudiera pesar en la palma de mi mano mil siclos de plata, no alzaría mi mano contra el hijo del rey, pues ante nuestros oídos te ordenó el rey, a ti, a Abisay y a Ittay: "Guardadme al joven Absalón."

13 Si me hubiera mentido a mí mismo, expondría mi vida, pues al rey nada se le oculta y tú mismo te hubieras mantenido aparte.»

14 Respondió Joab: «No voy a estarme mirando tu cara.» Y tomando tres dardos en su mano los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en medio de la encina.

15 Luego se acercaron diez jóvenes, escuderos de Joab, que hirieron a Absalón y lo remataron.

16 Joab mandó tocar el cuerno y el ejército dejó de perseguir a Israel, porque Joab retuvo al ejército.

17 Tomaron a Absalón, le echaron en el bosque en un gran hoyo y pusieron encima un gran montón de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda.

18 Estando en vida, había decidido Absalón alzarse la estela que está en el valle del rey, pues se había dicho: « No tengo hijo para perpetuar mi nombre», y había puesto a la estela su mismo nombre. Se llama «La Mano de Absalón», hasta el día de hoy.

19 Ajimaas, hijo de Sadoq, dijo: «Voy a correr y anunciar al rey la buena noticia de que Yahveh le ha librado de manos de sus enemigos.»

20 Pero Joab le dijo; «No serás tú hombre que dé buenas noticias hoy. Otro día las darás; hoy no las darás porque el hijo del rey ha muerto.»

21 Y Joab dijo al kusita: «Anda y anuncia al rey lo que has visto.» El kusita se postró ante Joab y partió a la carrera.

22 Insistió de nuevo Ajimaas, hijo de Sadoq, y dijo a Joab: «Pase lo que pase, yo también quiero correr tras el kusita.» Joab le dijo: «¿Para qué vas a correr, hijo mío? aunque vayas, por esta noticia no te van a dar albricias.»

23 El dijo: «Pase lo que pase, voy a correr.» Entonces le dijo: «Corre.» Ajimaas corrió por el camino de la vega y adelantó al kusita.

24 Estaba David entre las dos puertas. El centinela que estaba en el terrado de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio a un hombre que venía corriendo solo.

25 Gritó el centinela y se lo comunicó al rey y el dijo: «Si viene solo, hay buenas noticias en su boca.» Mientras éste se acercaba corriendo,

26 vio el centinela otro hombre corriendo y gritó el centinela de la puerta: «Ahí viene otro hombre solo, corriendo.» Dijo el rey: «También éste trae buenas noticias.»

27 Dijo el centinela: «Ya distingo el modo de correr del primero: por su modo de correr es Ajimaas, hijo de Sadoq.» Dijo el rey: «Es un hombre de bien; viene para dar buenas noticias.»

28 Se acercó Ajimaas y dijo al rey: «¡Paz!», y se postró ante el rey, rostro en tierra. Luego prosiguió: «Bendito sea Yahveh tu Dios que ha sometido a los hombres que alzaban la mano contra mi señor el rey.»

29 Preguntó el rey: «¿Está bien el joven Absalón?» Ajimaas respondió: «Yo vi un gran tumulto cuando el siervo del rey, Joab, envió a tu siervo pero no sé qué era.»

30 El rey dijo: «Pasa y ponte acá.» El pasó y se quedó.

31 Llegó el kusita y dijo: «Recibe, oh rey mi señor, la buena noticia, pues hoy te ha liberado Yahveh de la mano de todos lo que se alzaban contra ti.»

32 Dijo el rey al kusita: «Está bien el joven Absalón?» Respondió el kusita: «Que les suceda como a ese joven a todos los enemigos de mi señor el rey y a todos los que se levantan contra ti para hacerte mal.»

2 Samuel 19

1 Entonces el rey se estremeció. Subió a la estancia que había encima de la puerta y rompió a llorar. Decía entre sollozos: «¡Hijo mío, Absalón; hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!»

2 Avisaron a Joab: «Mira que el rey está llorando y lamentándose por Absalón.»

3 La victoria se trocó en duelo aquel día para todo el pueblo, porque aquel día supo el pueblo que el rey estaba desolado por su hijo.

4 Y aquel día fue entrando el ejército a escondidas en la ciudad, como cuando va a escondidas un ejército que huye avergonzado de la batalla.

5 El rey, tapado el rostro, decía con grandes gemidos: «¡Hijo mío, Absalón; Absalón, hijo mío, hijo mío!»

6 Entró Joab en la casa, donde el rey, y le dijo: «Estás hoy cubriendo de vergüenza el rostro de todos tus servidores, que han salvado hoy tu vida, la vida de tus hijos y tus hijas, la vida de tus mujeres y la vida de tus concubinas,

7 porque amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman; hoy has demostrado que nada te importan tus jefes ni tus soldados; ahora estoy comprendiendo que si Absalón viviera y todos nosotros hubiéramos muerto hoy, te habría parecido bien.

8 Ahora, pues, levántate, sal y habla al corazón de tus servidores, porque por Yahveh te juro que, si no sales, no quedará contigo esta noche ni un hombre, y esto sería para ti mayor calamidad que cuantas vinieron sobre ti desde tu juventud hasta hoy.»

9 Se levantó el rey y vino a sentarse a la puerta. Se avisó a todo el ejército: «El rey está sentado a la puerta», y todo el ejército se presentó ante el rey. Israel había huido cada uno a su tienda.

10 Y todo el pueblo discutía en todas las tribus de Israel diciendo: «El rey nos libró de nuestros enemigos y nos salvó de manos de los filisteos y ahora ha tenido que huir del país, lejos de Absalón.

11 Pero Absalón, a quien ungimos por rey nuestro, ha muerto en la batalla. Así pues, ¿por qué estáis sin hacer nada para traer al rey?»

12 Llegaron hasta el rey estas palabras de todo Israel; y el rey David mandó a decir a los sacerdotes Sadoq y Abiatar: «Decid a los ancianos de Judá: "¿Por qué vais a ser los últimos en traer al rey a su casa?

13 Sois mis hermanos, mi carne y mis huesos sois, y ¿vais a ser los últimos en hacer volver al rey?"

14 Decid también a Amasá: "¿No eres tú hueso mío y carne mía? Esto me haga Dios y esto me añada si no entras a mi servicio toda mi vida como jefe del ejército, en lugar de Joab."»

15 Entonces se inclinó el corazón de todos los hombres de Judá como un solo hombre y enviaron a decir al rey: «Vuelve, tú y todos tus servidores.»

16 Volvió, pues, el rey y llegó hasta el Jordán. Judá llegó hasta Guilgal, viniendo al encuentro del rey para ayudar al rey a pasar el Jordán.

17 Semeí, hijo de Guerá, benjaminita de Bajurim, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David.

18 Venían con él mil hombres de Benjamín. Sibá, criado de la casa de Saúl, sus quince hijos y sus veinte siervos bajaron al Jordán delante del rey,

19 para ayudar a pasar a la familia del rey, y hacer todo lo que le pareciera bien. Semeí, hijo de Guerá, se echó ante el rey, cuando hubo pasado el Jordán,

20 y dijo al rey: «No me impute culpa mi señor y no recuerdes el mal que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salía de Jerusalén; que no lo guarde el rey en su corazón,

21 porque bien conoce tu siervo que he pecado, pero he venido hoy el primero de toda la casa de José, para bajar al encuentro de mi señor el rey.»

22 Entonces Abisay, hijo de Sarvia, tomó la palabra y dijo: «¿Es que no va a morir Semeí por haber maldecido al ungido de Yahveh?»

23 Pero David dijo: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, que os convertís hoy en adversarios míos? ¿Ha de morir hoy alguien en Israel? ¿Acaso no conozco que hoy vuelvo a ser rey de Israel?»

24 El rey dijo a Semeí: «No morirás.» Y el rey se lo juró.

25 También Meribbaal, hijo de Saúl, bajó al encuentro del rey. No había aseado sus pies ni sus manos, no había cuidado su bigote ni había lavado sus vestidos desde el día en que se marchó el rey hasta el día en que volvió en paz.

26 Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, el rey le dijo: «¿Por qué no viniste conmigo, Meribbaal?»

27 Respondió él: «¡Oh rey, señor mío! Mi servidor me engañó: Tu siervo le había dicho: "Aparéjame el asno; montaré en él, y me iré con el rey", porque tu siervo es cojo.

28 Ha calumniado a tu siervo ante mi señor el rey. Pero el rey mi señor es como el Ángel de Dios y harás lo que bien te pareciere.

29 Pues toda la familia de mi padre merecía la muerte de parte del rey mi señor, y tú, con todo, has puesto a tu siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho tengo yo a implorar todavía al rey?»

30 El rey le dijo: «¿Para qué vas a seguir repitiendo tus palabras? He decidido que tú y Sibá os repartáis las tierras.»

31 Dijo Meribbaal al rey: «Y aun todo puede llevárselo, ya que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.»

32 También Barzillay de Galaad había bajado de Roguelim y había pasado el Jordán con el rey para despedirle en el Jordán.

33 Barzillay era muy anciano; tenía ochenta años. Había proporcionado alimentos al rey durante su estancia en Majanáyim, porque era un hombre muy rico.

34 Dijo el rey a Barzillay: «Sigue conmigo y yo te mantendré junto a mí en Jerusalén.»

35 Pero Barzillay dijo al rey: «¿Cuántos podrán ser los años de mi vida para que suba con el rey a Jerusalén?

36 Ochenta años tengo. ¿Puedo hoy distinguir entre lo bueno y lo malo? Tu siervo no llega ya a saborear lo que come o bebe, ni alcanzo ya a oír la voz de los cantores y cantoras. ¿Por qué tu siervo ha de seguir siendo una carga para el rey mi señor?

37 Tu siervo continuará con el rey un poco más allá del Jordán, pero ¿para qué ha de concederme el rey tal recompensa?

38 Permite que tu siervo se vuelva para morir en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Aquí está tu siervo Kimham. Que siga él con el rey mi señor y haz con él lo que bien te parezca.»

39 Dijo el rey: «Que venga Kimham conmigo; haré por él cuanto desees, y todo cuanto me pidas te lo concederé.»

40 Todo el pueblo pasó el Jordán. Pasó el rey, que besó a Barzillay y le bendijo, y éste se volvió a su casa.

41 Siguió el rey hacia Guilgal y Kimham pasó con él. Iba con el rey todo el pueblo de Judá y la mitad del pueblo de Israel.

42 En esto todos los hombres de Israel fueron al rey y le dijeron: «¿Por qué nuestros hermanos, los hombres de Judá, te tienen secuestrado y han hecho pasar el Jordán al rey, a su casa y a todos los hombres de David con él?»

43 Todos los hombres de Judá respondieron a los hombres de Israel: «Porque el rey está emparentado conmigo. ¿Por qué te ha de irritar esto? ¿Hemos comido acaso a expensas del rey? ¿O nos hemos llevado alguna ración?»

44 Los hombres de Israel respondieron a los hombres de Judá: «Yo tengo diez partes en el rey y además soy el primogénito. ¿Por qué me has menospreciado? ¿No hablé yo primero para hacer volver a mi rey?» Pero las palabras de los hombres de Judá fueron más ásperas que las de los hombres de Israel.

2 Samuel 20

1 Había allí un malvado llamado Seba, hijo de Bikrí, benjaminita, que hizo sonar el cuerno y dijo: «No tenemos parte con David, ni tenemos heredad con el hijo de Jesé. ¡Cada uno a sus tiendas, Israel!»

2 Y todos los hombres de Israel se apartaron de David para seguir a Seba, hijo de Bikrí, mientras que los hombres de Judá se adhirieron a su rey, desde el Jordán hasta Jerusalén.

3 David entró en su casa de Jerusalén; tomó el rey las diez concubinas que había dejado para guardar la casa y las puso bajo custodia. Proveyó a su mantenimiento, pero no se acercó a ellas y estuvieron encerradas hasta el día de su muerte, como viudas de por vida.

4 El rey dijo a Amasá: «Convócame a los hombres de Judá y preséntate aquí dentro de tres días.»

5 Partió Amasá para convocar a Judá pero tardó más tiempo del señalado.

6 Entonces David dijo a Abisay: «Ahora Seba, hijo de Bikrí, nos va a hacer más mal que Absalón. Toma los veteranos de tu señor y parte en su persecución para que no alcance las ciudades fortificadas y se nos escape.»

7 Salieron en pos de Abisay los hombres de Joab, los kereteos, los peleteos y todos los valientes; salieron de Jerusalén para perseguir a Seba, hijo de Bikrí.

8 Estaban cerca de la piedra grande que hay en Gabaón cuando Amasá se presentó ante ellos. Vestía Joab su vestido militar y llevaba sobre él la espada, en la vaina, ceñida al costado. La espada se salió y cayó.

9 Joab dijo a Amasá: «¿Estás bien, hermano mío?» y sujetó Joab con su mano derecha la barba de Amasá como para besarle.

10 Amasá no se fijó en la espada que Joab tenía en su mano; y éste le hirió en el vientre derramando sus entrañas en tierra. No tuvo que repetir para matarle. Luego Joab y su hermano Abisay continuaron la persecución de Seba, hijo de Bikrí.

11 Se quedó junto a Amasá uno de los criados de Joab que decía: «Quien quiera a Joab y quien esté por David, que siga a Joab.»

12 Amasá, envuelto en sangre, estaba en medio del camino; viendo el hombre que todo el pueblo paraba, apartó a Amasá del camino al campo, y le puso encima un vestido, porque vio que todos los que llegaban hasta él se detenían.

13 Cuando Amasá fue apartado del camino, todos los hombres seguían en pos de Joab, persiguiendo a Seba, hijo de Bikrí.

14 Seba atravesó todas las tribus de Israel hacia Abel Bet Maaká, y todos los bikritas... se habían reunido y entraron tras él.

15 Vinieron y le cercaron en Abel Bet Maaká. Alzaron junto a la ciudad un terraplén que llegaba hasta el contramuro y todo el ejército que estaba con Joab trabajaba para derribar el muro, haciendo zapa.

16 Entonces una mujer sagaz gritó desde la ciudad: «¡Escuchad, escuchad! Decid a Joab que se acerque aquí que quiero hablarle.»

17 Se acercó él y la mujer dijo: «¿Eres tú Joab?» Respondió: «Yo soy.» Ella le dijo: «Escucha las palabras de tu sierva.» «Te escucho» - dijo -.

18 Ella continuó: «Antes se decía: Quien preguntare, que pregunte en Abel y en Dan si ha acabado

19 lo que han establecido los fieles de Israel. ¿Y tú estás buscando la destrucción de una ciudad, madre de ciudades en Israel? ¿Por qué quieres destruir una heredad de Yahveh?»

20 Respondió Joab: «¡Lejos, lejos de mí querer destruir y aniquilar!

21 No se trata de eso sino de un hombre de la montaña de Efraím, llamado Seba, hijo de Bikrí, que ha alzado su mano contra el rey, contra David. Entregadle en nuestras manos y me marcharé de la ciudad.» Respondió la mujer a Joab: «Se te echará su cabeza por encima del muro.»

22 La mujer entró en la ciudad y habló a todo el pueblo con su habitual prudencia. Le cortaron la cabeza a Seba, hijo de Bikrí, y se la arrojaron a Joab. Entonces éste hizo sonar el cuerno y se alejaron de la ciudad cada uno a su tienda. Joab se volvió a Jerusalén junto al rey.

23 Joab era jefe de todo el ejército. Benaías, hijo de Yehoyadá, era jefe de los kereteos y los peleteos.

24 Adoram era jefe de la leva, y Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo.

25 Seraya era secretario; Sadoq y Abiatar eran sacerdotes.

26 También Irá el yairita era sacerdote de David.

2 Samuel 21

1 En tiempo de David hubo hambre por tres años consecutivos. David consultó el rostro de Yahveh y Yahveh respondió: «Hay sangre sobre Saúl y sobre su casa, porque mató a los gabaonitas.»

2 Llamó el rey a los gabaonitas y les dijo: (Estos gabaonitas no eran israelitas, sino uno de los residuos amorreos, a los que los israelitas habían hecho juramento. Pero Saúl intentó exterminarlos, llevado del celo por los israelitas y Judá.)

3 Dijo, pues, David a los gabaonitas: «¿Qué debo hacer por vosotros y cómo puedo aplacaros para que bendigáis la heredad de Yahveh?»

4 Le respondieron los gabaonitas: «No es para nosotros cuestión de oro ni plata con Saúl y su casa, ni se trata de hacer morir a nadie en Israel.» El dijo: «Haré por vosotros lo que me digáis.»

5 Entonces ellos dijeron al rey: «Aquel hombre nos exterminó y proyectó aniquilarnos para hacernos desaparecer de todos los términos de Israel.

6 Que se nos entreguen siete de entre sus hijos y los despeñaremos ante Yahveh en Gabaón, en el monte de Yahveh.» El rey dijo: «Os los entregaré.»

7 Pero el rey perdonó a Meribbaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, a causa del juramento de Yahveh que había entre ellos, entre David y Jonatán, hijo de Saúl.

8 Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayyá, había dado a Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá

9 y los puso en manos de los gabaonitas que los despeñaron en el monte ante Yahveh. Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada.

10 Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche.

11 Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayyá, concubina de Saúl.

12 Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de Galaad que los habían hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día que mataron a Saúl en Gelboé;

13 subió desde allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán y los reunió con los huesos de los despeñados.

14 Sepultaron los huesos de Saúl, los de su hijo Jonatán y los de los despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual Dios quedó aplacado con la tierra.

15 Hubo otra guerra de los filisteos contra Israel. Bajó David con sus veteranos y atacaron a los filisteos. David estaba extenuado.

16 Había un campeón de los descendientes de Rafá; el peso de su lanza era de trescientos siclos de bronce, ceñía una espada nueva y se dijo: «Voy a matar a David.»

17 Pero acudió en su socorro Abisay, hijo de Sarvia, que hirió al filisteo y le mató. Entonces los hombres de David le conjuraron diciendo: «No vuelvas a salir al combate con nosotros, para que no apagues la antorcha en Israel.»

18 Después de esto, hubo guerra de nuevo en Gob contra los filisteos; entonces Sibbekay, jusatita, mató a Saf, uno de los descendientes de Rafá.

19 Hubo otra guerra en Gob contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír de Belén, mató a Goliat de Gat; el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor.

20 Hubo guerra de nuevo en Gat y había allí un hombre de gran estatura que tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie, veinticuatro dedos en total; también él descendía de Rafá.

21 Desafió éste a Israel, y Jonatán, hijo de Simá, hermano de David, le mató.

22 Estos cuatro descendían de Rafá de Gat y sucumbieron a manos de David y de sus veteranos.

2 Samuel 22

1 David dijo a Yahveh las palabras de este cántico el día que le salvó Yahveh de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl.

2 Dijo: Yahveh, mi roca, y mi baluarte, mi liberador,

3 mi Dios, la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio, mi salvador que me salva de la violencia.

4 Invoco a Yahveh que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.

5 Los olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial,

6 los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la muerte.

7 Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué, y escuchó mi voz desde su templo, resonó mi llamada en sus oídos.

8 La tierra fue sacudida y vaciló, las bases de los cielos retemblaron. Vacilaron bajo su furor.

9 Una humareda subió de sus narices y de su boca un fuego que abrasaba; de él salían carbones encendidos.

10 El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies.

11 Cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó.

12 Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones.

13 Del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.

14 Tronó Yahveh dese los cielos, lanzó el Altísimo su voz;

15 arrojó saetas y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota.

16 El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron ante la increpación de Yahveh, al resollar al aliento en sus narices.

17 Extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas.

18 Me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo.

19 Me aguardaban el día de mi ruina, Mas Yahveh fue un apoyo para mí.

20 Me sacó a espacio abierto, Me salvó porque me amaba.

21 Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, el me paga conforme a la pureza de mis manos.

22 Porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios.

23 Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado.

24 He sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado.

25 Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según mi pureza que está a sus ojos.

26 Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha.

27 Con el puro eres puro, con el ladino, sagaz.

28 Tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.

29 Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas.

30 Con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla.

31 Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh, acrisolada, él es el escudo de cuantos a él se acogen.

32 Pues ¿quién es Dios, fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?

33 El Dios que me ciñe de fuerza y hace mi camino irreprochable.

34 Que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie.

35 El que mis manos para el combate adiestra, y mis brazos para tensar arcos de bronce.

36 Tú me das tu escudo salvador, multiplicas tus respuestas favorables

37 Mis pasos ensanchas ante mí; no se tuercen mis tobillos.

38 Persigo a mis enemigos, los deshago, no vuelvo hasta haberlos acabado.

39 Los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies.

40 Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores,

41 a mis enemigos haces dar la espada, extermino a los que me odian.

42 Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.

43 Los machaco como polvo de la tierra, como al barro de las calles los piso.

44 De las querellas de mi pueblo me libras. me pones a la cabeza de las gentes, pueblos que no conocía me sirven.

45 Los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen.

46 Los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.

47 ¡Viva Yahveh bendita sea mi Roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado!

48 El Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas.

49 Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, y del hombre violento me salvas.

50 Por eso, Yahveh, quiero alabarte entre los pueblos y cantar tu nombre.

51 El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y su linaje para siempre.

2 Samuel 23

1 Estas son las últimas palabras de David: Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre puesto en alto, el ungido del Dios de Jacob, el suave salmista de Israel:

2 El espíritu de Yahveh habla por mí, su palabra está en mi lengua.

3 El Dios de Jacob ha hablado, me ha dicho la Roca de Israel. El justo que gobierna a los hombres, que gobierna en el temor de Dios,

4 como luz matinal al romper el sol en una mañana sin nubes, haciendo brillar tras la lluvia el césped de la tierra.

5 Pues firme ante Dios está mi casa, porque ha hecho conmigo un pacto sempiterno, en todo ordenado y custodiado. El hará germinar toda mi salud y todo mi deseo.

6 Como espinas del desierto todos los malvados, que no son recogidos con la mano.

7 Nadie los toca si no es con hierro o el fuste de una lanza para ser consumidos por el fuego.

8 Estos son los nombres de los valientes de David: Isbaal el jakmonita, el primero de los tres; fue el que blandió su lanza e hizo ochocientas víctimas de una sola vez.

9 Después de él, Eleazar, hijo de Dodó, ajojita, uno de los tres héroes. Estaba con David en Pas Dammim cuando los filisteos se concentraron para presentar batalla y los hombres de Israel retrocedían.

10 El se mantuvo firme y atacó a los filisteos hasta que se le crispó la mano y se le quedó pegada a la espada; aquel día obró Yahveh una gran victoria; el ejército volvió sobre sus pasos, pero sólo para apoderarse de los despojos.

11 Después de él, Sammá, hijo de Elá, hararita. Los filisteos se habían concentrado en Lejí. Había allí una pieza toda de lentejas. El ejército huyó ante los filisteos.

12 Pero él se puso en medio de la pieza, la defendió y batió a los filisteos. Yahveh obró una gran victoria.

13 Tres de los Treinta bajaron al tiempo de la cosecha y llegaron donde David a la caverna de Adullam, cuando un destacamento filisteo estaba acampado en el valle de los Refaím.

14 David estaba en el refugio y había en Belén un puesto de filisteos.

15 David expresó este deseo: «¡Quién me diera a beber agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén!»

16 Rompieron entonces los Tres héroes por el campamento de los filisteos y sacaron agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén, se la llevaron y la ofrecieron a David, pero él no quiso beberla, sino que la derramó como libación a Yahveh,

17 diciendo: «¡Líbreme Yahveh de hacer tal cosa! ¡Es la sangre de los hombres que han ido exponiendo su vida!» Y no quiso beberla. - Estas cosas hicieron los Tres héroes.

18 Abisay, hermano de Joab, e hijo de Sarvia, era jefe de los Treinta; fue el que blandió su lanza contra trescientos hombres y conquistó renombre entre los Treinta.

19 Fue el más afamado de los Treinta, llegando a ser su capitán, pero no igualó a los Tres.

20 Benaías, hijo de Yehoyadá, hombre valeroso y pródigo en hazañas, de Cabseel, fue el que mató a los dos héroes de Moab; el que bajó y mató al león dentro del pozo, un día de nieve.

21 Mató también a un egipcio de gran estatura; tenía el egipcio una lanza en su mano, pero él bajó a su encuentro con un bastón, arrancó la lanza de la mano del egipcio y con su misma lanza le mató.

22 Esto hizo Benaías, hijo de Yehoyadá, y se granjeó renombre entre los Treinta valientes.

23 Fue más ilustre que los Treinta pero no igualó a los Tres. David le hizo jefe de su guardia personal.

24 Asahel, hermano de Joab, estaba entre los Treinta. Eljanán, hijo de Dodó, de Belén.

25 Sammá, de Jarod. Elicá, de Jarod.

26 Jeles, de Bet Pélet. Irá, hijo de Iqques, de Técoa.

27 Abiezer, de Anatot. Sibbekay, de Jusá.

28 Salmón, de Ajoj. Majray, de Netofá.

29 Jeled, hijo de Baaná, de Netofá. Ittay, hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín.

30 Benaías, de Piratón. Hidday, de los torrentes de Gaás.

31 Abibaal, de Bet Haarabá. Azmávet de Bajurim.

32 Elyajbá, de Saalbón. Yasén, de Guizón. Jonatán,

33 hijo de Sammá, de Harar. Ajiam, hijo de Sarar, de Harar.

34 Elifélet, hijo de Ajasbay, de Bet Maaká. Eliam, hijo de Ajitófel, de Guiló.

35 Jesray, de Carmelo. Paaray, de Arab.

36 Yigal, hijo de Natán, de Sobá. Baní, de Gad.

37 Séleq el ammonita. Najray, de Beerot, escudero de Joab, hijo de Sarvia.

38 Irá, de Yattir. Gareb, de Yattir.

39 Urías el hitita. En total, 37.

2 Samuel 24

1 Se encendió otra vez la ira de Yahveh contra los israelitas e incitó a David contra ellos diciendo: «Anda, haz el censo de Israel y de Judá.»

2 El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: «Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Berseba y haz el censo para que yo sepa la cifra de la población.»

3 Joab respondió al rey: «Que Yahveh tu Dios multiplique el pueblo cien veces más de lo que es y que los ojos de mi señor el rey lo vean. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?»

4 Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y los jefes del ejército y salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel.

5 Pasaron el Jordán y comenzaron por Aroer, la ciudad que está en medio del valle, y por Gad hasta Yazer.

6 Fueron luego a Galaad y al país de los hititas, a Cadés. Llegaron hasta Dan y desde Dan doblaron hacia Sidón.

7 Llegaron hasta la fortaleza de Tiro y todas las ciudades de los jivitas y cananeos, saliendo finalmente al Négueb de Judá, a Berseba.

8 Recorrieron así todo el país y al cabo de nueve meses y veinte días volvieron a Jerusalén.

9 Joab entregó al rey la cifra del censo del pueblo. Había en Israel 800.000 hombres de guerra capaces de manejar las armas; en Judá había 500.000 hombres.

10 Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David el corazón y dijo David a Yahveh: «He cometido un gran pecado. Pero ahora, Yahveh, perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.»

11 Cuando David se levantó por la mañana, le había sido dirigida la palabra de Yahveh al profeta Gad, vidente de David, diciendo:

12 «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo; elije una de ellas y la llevaré a cabo.»

13 Llegó Gad donde David y le anunció: «¿Qué quieres que te venga, tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante tus enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra? Ahora piensa y mira qué debo responder al que me envía.»

14 David respondió a Gad: «Estoy en grande angustia. Pero caigamos en manos de Yahveh que es grande su misericordia. No caiga yo en manos de los hombres.»

15 Y David eligió la peste para sí. Eran los días de la recolección del trigo. Yahveh envió la peste a Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba.

16 El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero Yahveh se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba el pueblo: «¡Basta ya! Retira tu mano.» El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la era de Arauná el jebuseo.

17 Cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo a Yahveh: «Yo fui quien pequé, yo cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Caiga, te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.»

18 Vino Gad aquel día donde David y le dijo: «Sube y levanta un altar a Yahveh en la era de Arauná el jebuseo.»

19 David subió, según la palabra de Gad, como había ordenado Yahveh.

20 Miró Arauná y vio al rey y a sus servidores que venían hacia él. Entonces Arauná salió y se postró rostro en tierra ante el rey.

21 Y dijo Arauná: «¿Cómo mi señor el rey viene a su siervo?» David respondió: «Vengo a comprarte la era para levantar un altar a Yahveh y detener la plaga del pueblo.»

22 Arauná dijo a David: «Que el rey mi señor tome y ofrezca lo que bien le parezca. Mira los bueyes para el holocausto, los trillos y los yugos de los bueyes para leña.

23 El siervo de mi señor el rey da todo esto al rey.» Y Arauná dijo al rey: «Que Yahveh tu Dios te sea propicio.»

24 Pero el rey dijo a Arauná: «No; quiero comprártelo por su precio, no quiero ofrecer a Yahveh mi Dios holocaustos de balde.» Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.

25 Levantó allí David un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces Yahveh atendió a las súplicas en favor de la tierra y la peste se apartó de Israel.









1 Reyes 1

1 Era ya viejo el rey David y entrado en años; le cubrían con vestidos pero no entraba en calor.

2 Sus servidores le dijeron: «Que se busque para mi señor el rey una joven virgen que sirva al rey, y le atienda; que duerma en tu seno y dé calor a mi señor el rey.»

3 Se buscó una muchacha hermosa por todos los términos de Israel y encontraron a Abisag la sunamita, y la llevaron al rey.

4 La joven era extraordinariamente bella; cuidaba y servía al rey, pero el rey no la conoció.

5 Mientras tanto Adonías, hijo de Jagguit, se gloriaba diciendo: «Yo seré rey.» Se había hecho con un carro y hombres de carro y cincuenta hombres que corrían ante él.

6 Nunca en su vida le había disgustado su padre diciendo: «¿Por qué haces esto?» Era de muy hermosa presencia y había nacido después de Absalón.

7 Se entendía con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar, que apoyaban a Adonías.

8 Pero el sacerdote Sadoq, Benaías, hijo de Yehoyadá, el profeta Natán, Semeí, Reí y los valientes de David no estaban con Adonías.

9 Adonías hizo un sacrificio de ovejas, bueyes y vacas cebadas en la Piedra de Zojélet, que está junto a la fuente de Roguel, e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, servidores del rey,

10 pero no invitó al profeta Natán ni a Benaías ni a los valientes ni a Salomón su hermano.

11 Dijo Natán a Betsabé, madre de Salomón: «¿No has oído que Adonías, hijo de Jagguit, se hace el rey sin saberlo David nuestro señor?

12 Ahora voy a darte un consejo para que salves tu vida y la vida de tu hijo Salomón.

13 Vete y entra donde el rey David y dile: "Acaso tú, rey mi señor, no has jurado a tu sierva: Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará en mi trono? ¿Pues por qué Adonías se hace el rey?"

14 Y mientras estés tú allí hablando con el rey, entraré yo detrás de ti y completaré tus palabras.»

15 Entró Betsabé donde el rey, en la alcoba; el rey era muy anciano, y Abisag la sunamita servía al rey .

16 Arrodillóse Betsabé y se postró ante el rey; el rey dijo: «¿Qué te pasa?»

17 Ella le dijo: «Mi señor, tú has jurado a tu sierva por Yahveh tu Dios: "Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará en mi trono."

18 Pero ahora es Adonías el que se hace el rey, sin que tú, mi señor el rey, lo sepas.

19 Ha sacrificado bueyes, vacas cebadas y ovejas en abundancia, invitando a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, jefe del ejército, pero no ha invitado a tu siervo Salomón.

20 Ahora, mi señor el rey, los ojos de todo Israel te miran para que les indiques quién ha de sentarse en el trono de mi señor el rey, después de él.

21 Y ocurrirá que, cuando mi señor el rey se acueste con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos tratados como culpables.»

22 Estaba ella hablando con el rey cuando llegó el profeta Natán.

23 Avisaron al rey: «Está aquí el profeta Natán.» Entró donde el rey y se postró sobre su rostro en tierra ante el rey.

24 Dijo Natán: «Rey mi señor: ¿es que tú has dicho: "Adonías reinará después de mí y él será el que se siente sobre mi trono?"

25 Porque ha bajado hoy a sacrificar bueyes, vacas cebadas y ovejas en abundancia, invitando a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar; están ahora comiendo y bebiendo en su presencia y gritan: "Viva el rey Adonías."

26 Pero yo, tu siervo, y el sacerdote Sadoq y Benaías, hijo de Yehoyadá, y tu siervo Salomón no hemos sido invitados.

27 ¿Es que viene esto de orden de mi señor el rey, y no has dado a conocer a tus siervos quién se sentará después de él en el trono de mi señor el rey?»

28 El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé.» Entró ella donde el rey y se quedó ante él.

29 El rey hizo este juramento: «Vive Yahveh que libró mi alma de toda angustia,

30 que como te juré por Yahveh, Dios de Israel, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará sobre mi trono en mi lugar, así lo haré hoy mismo.»

31 Se arrodilló Betsabé rostro en tierra, se postró ante el rey y dijo: «Viva por siempre mi señor el rey David.»

32 Dijo el rey David: «Llamadme al sacerdote Sadoq, al profeta Natán y a Benaías, hijo de Yehoyadá.» Y entraron a presencia del rey.

33 El rey les dijo: «Tomad con vosotros a los veteranos de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón sobre mi propia mula y bajadle a Guijón.

34 El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le ungirán allí como rey de Israel, tocaréis el cuerno y gritaréis: "Viva el rey Salomón."

35 Subiréis luego detrás de él, y vendrá a sentarse sobre mi trono y él reinará en mi lugar, porque le pongo como caudillo de Israel y Judá.»

36 Benaías, hijo de Yehoyadá, respondió al rey: «Amén. Así habla Yahveh, Dios de mi señor el rey.

37 Como ha estado Yahveh con mi señor el rey, así esté con Salomón y haga su trono más grande que el trono de mi señor el rey David.»

38 Bajaron el sacerdote Sadoq, el profeta Natán, Benaías, hijo de Yehoyadá, los kereteos y los peleteos, e hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey David y le llevaron a Guijón.

39 El sacerdote Sadoq tomó de la Tienda el cuerno del aceite y ungió a Salomón, tocaron el cuerno y todo el pueblo gritó: «Viva el rey Salomón.»

40 Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las flautas y manifestaba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces.

41 Lo oyó Adonías y todos los invitados que con él estaban cuando habían acabado de comer; oyó Joab el sonido del cuerno y dijo: «¿Por qué este ruido de la ciudad alborotada?»

42 Estaba todavía hablando cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar; y Adonías le dijo: «Ven, pues eres un hombre valeroso y traerás buenas noticias.»

43 Jonatán respondió a Adonías: «Todo lo contrario. Nuestro señor el rey David ha proclamado rey a Salomón.

44 El rey ha enviado con él al sacerdote Sadoq, al profeta Natán, a Benaías, hijo de Yehoyadá, a los kereteos y peleteos, y le han hecho montar sobre la mula del rey.

45 El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le han ungido rey en Guijón; han subido de allí llenos de gozo; la ciudad está alborotada; y ése es el tumulto que habéis oído.

46 Más aún, Salomón se ha sentado en el trono real,

47 y los servidores del rey han ido a felicitar a nuestro rey David diciendo: Que tu Dios haga el nombre de Salomón más dichoso que tu propio nombre y haga su trono más grande que tu trono. El rey se ha prosternado en su lecho,

48 y ha dicho así: "Bendito Yahveh, Dios de Israel, que ha permitido que un descendiente mío se siente hoy sobre mi trono y que mis ojos lo vean."»

49 Todos los invitados que estaban con Adonías temieron y, levantándose, se fueron cada uno por su camino.

50 Adonías tuvo miedo de Salomón; se levantó y se fue y se agarró a los cuernos del altar.

51 Avisaron a Salomón: «Mira que Adonías tiene miedo del rey Salomón y se ha agarrado a los cuernos del altar diciendo: Que el rey Salomón me jure desde hoy que su servidor no morirá a espada.»

52 Dijo Salomón: «Si es hombre honrado, no caerá en tierra ni uno de sus cabellos, pero si se halla maldad en él, morirá.»

53 El rey Salomón mandó que lo bajaran de junto al altar; entró y se postró ante el rey Salomón, y Salomón le dijo: Vete a tu casa.»

1 Reyes 2

1 Cuando se acercaron los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón:

2 «Yo me voy por el camino de todos. Ten valor y sé hombre.

3 Guarda las observancias de Yahveh tu Dios, yendo por su camino, observando sus preceptos, sus órdenes, sus sentencias y sus instrucciones, según está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en cuanto hagas y emprendas.

4 Para que Yahveh cumpla la promesa que me hizo diciendo: "Si tus hijos guardan su camino para andar en mi presencia con fidelidad, con todo su corazón y toda su alma, ninguno de los tuyos será arrancado de sobre el trono de Israel."

5 También sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel: a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Yéter, que los mató y derramó en la paz sangre de guerra; ha puesto sangre inocente en el cinturón de mi cintura y en la sandalia de mis pies.

6 Harás según tu prudencia y no dejarás bajar en paz sus canas al seol.

7 Tratarás con benevolencia a los hijos de Barzillay de Galaad y estarán entre los que comen a tu mesa, porque también ellos se acercaron a mí cuando yo huía ante tu hermano Absalón.

8 Ahí tienes contigo a Semeí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurim, que me lanzó atroces maldiciones el día que yo iba a Majanáyim; pero bajó a mi encuentro al Jordán y le juré por Yahveh: No te mataré a espada.

9 Pero tú no le dejarás impune, pues eres hombre avisado y sabes qué tienes que hacer para que sus canas bajen en sangre al seol.»

10 David se acostó con sus padres y le sepultaron en la Ciudad de David.

11 David reinó sobre Israel cuarenta años; reinó en Hebrón siete años; reinó en Jerusalén 33 años.

12 Salomón se sentó en el trono de David su padre y el reino se afianzó sólidamente en su mano.

13 Adonías, hijo de Jagguit, fue donde Betsabé, madre de Salomón. Ella dijo: «¿Es de paz tu venida?» Respondió: « De paz.»

14 Y añadió: «Quiero hablarte.» Ella dijo: «Habla.»

15 El dijo: «Sabes bien que la realeza me pertenecía y que todos los israelitas habían vuelto hacia mí sus rostros para que yo reinara; pero la realeza se volvió y fue para mi hermano, pues de Yahveh le ha venido.

16 Ahora quiero pedirte una sola cosa, no me la niegues.» Ella le dijo: «Habla.»

17 Dijo: «Habla, por favor, al rey Salomón, que no te rechazará, para que me dé a Abisag la sunamita por mujer.»

18 Betsabé contestó: «Está bien. Hablaré al rey Salomón por ti.»

19 Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey y ella se sentó a su diestra.

20 Ella dijo: «Tengo que hacerte una pequeña petición, no me la niegues.» Dijo el rey: «Pide, madre mía, porque no te la negaré.»

21 Ella dijo: «Que se dé Abisag la sunamita por mujer a tu hermano Adonías.»

22 El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides tú a Abisag la sunamita para Adonías? Pues ya pide el reino para él, pues es mi hermano mayor y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia.»

23 Y el rey Salomón juró por Yahveh: «Esto me haga Dios y esto me añada, si Adonías no ha dicho esta palabra a costa de su vida.

24 Y ahora, por Yahveh que me ha confirmado y me ha hecho sentar en el trono de David mi padre, y le ha dado una casa como había prometido, que hoy mismo morirá Adonías.»

25 El rey Salomón encargó de ello a Benaías, hijo de Yehoyadá, que le hirió y murió.

26 Dijo el rey al sacerdote Abiatar: «Vete a Anatot, a tus tierras, porque eres reo de muerte, pero no quiero hacerte morir hoy porque llevaste el arca de mi Señor Yahveh en presencia de mi padre David y te afligiste con todas las aflicciones de mi padre.»

27 Y expulsó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Yahveh cumpliendo la palabra que Yahveh pronunció contra la casa de Elí en Silo.

28 Llegó la noticia a Joab; como Joab se había inclinado por Adonías, aunque no se había inclinado por Absalón, se refugió Joab en la Tienda de Yahveh y se agarró a los cuernos del altar.

29 Avisaron al rey Salomón: «Joab se ha refugiado en la Tienda de Yahveh y está al lado del altar.» Envió Salomón a decir a Joab: «¿Qué te sucede, que te refugias en el altar?» Respondió Joab: «He tenido miedo de ti y me he refugiado junto a Yahveh.» Envió Salomón a Benaías, hijo de Yehoyadá, con esta orden: «Vete y mátale.»

30 Entró Benaías en la Tienda de Yahveh y le dijo: «Así dice el rey: Sal.» Respondió: «No. Moriré aquí.» Benaías llevó la respuesta al rey diciendo: «Esto ha dicho Joab y esto me ha respondido.»

31 El rey le dijo: «Haz como él dijo. Mátale y sepúltale, y apartarás de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que derramó Joab.

32 Yahveh hará recaer su sangre sobre su cabeza porque ha matado dos hombres más justos y mejores que él, matándolos a espada sin saberlo mi padre, a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Yéter, jefe del ejército de Judá.

33 Que su sangre caiga sobre la cabeza de Joab y de su descendencia para siempre, y que David y su descendencia, su casa y su trono tengan paz para siempre de parte de Yahveh.»

34 Subió Benaías, hijo de Yehoyadá, hirió a Joab y le mató y le sepultó en su casa en el desierto.

35 El rey puso en su lugar al frente del ejército a Benaías, hijo de Yehoyadá, y puso el rey al sacerdote Sadoq en el puesto de Abiatar.

36 Envió el rey a llamar a Semeí y le dijo: «Hazte una casa en Jerusalén y vive en ella y no salgas ni acá ni allá.

37 El día que salgas y cruces el torrente Cedrón ten por sabido que sin remedio morirás y tu sangre caerá sobre tu cabeza.»

38 Semeí dijo al rey: «Tu palabra es buena. Como ha dicho mi señor el rey, así hará su siervo.» Semeí habitó en Jerusalén mucho tiempo.

39 Al cabo de tres años, dos de los siervos de Semeí huyeron a donde Akís, hijo de Maaká, rey de Gat; avisaron a Semeí: «Mira, tus siervos están en Gat.»

40 Se levantó Semeí, aparejó su asno y se fue a Gat, donde Akís, para buscar a sus siervos; fue Semeí y trajo a sus siervos de Gat.

41 Avisaron a Salomón: «Semeí ha ido de Jerusalén a Gat y ha vuelto.»

42 Mandó el rey llamar a Semeí y le dijo: «¿Acaso no te hice jurar por Yahveh y te advertí: El día que salgas para ir acá o allá ten por sabido que sin remedio morirás y tú me has dicho: Buena es la palabra que he oído?

43 ¿Por qué no has guardado el juramento de Yahveh y la orden que te di?»

44 Dijo el rey a Semeí: «Tú sabes todo el mal que hiciste a David mi padre; Yahveh hace caer todo tu mal sobre tu cabeza,

45 mientras el rey Salomón será bendito y el trono de David permanecerá ante Yahveh para siempre.»

46 Dio orden el rey a Benaías, hijo de Yehoyadá, que salió e hirió a Semeí; éste murió. Y el reino se consolidó en las manos de Salomón.

1 Reyes 3

1 Salomón fue yerno de Faraón, rey de Egipto; tomó la hija de Faraón y la llevó a la Ciudad de David, mientras terminaba de construir su casa, la casa de Yahveh y la muralla en torno a Jerusalén.

2 Con todo, el pueblo ofrecía sacrificios en los altos, porque en aquellos días no había sido aún construida una casa para el Nombre de Yahveh.

3 Salomón amaba a Yahveh y andaba según los preceptos de David su padre, pero ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos.

4 Fue el rey a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, porque aquel es el alto principal. Salomón ofreció mil holocaustos en aquel altar.

5 En Gabaón Yahveh se apareció a Salomón en sueños por la noche. Dijo Dios: «Pídeme lo que quieras que te dé.»

6 Salomón dijo: «Tú has tenido gran amor a tu siervo David mi padre, porque él ha caminado en tu presencia con fidelidad, con justicia y rectitud de corazón contigo. Tú le has conservado este gran amor y le has concedido que hoy se siente en su trono un hijo suyo.

7 Ahora Yahveh mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero yo soy un niño pequeño que no sabe salir ni entrar.

8 Tu siervo está en medio del pueblo que has elegido, pueblo numeroso que no se puede contar ni numerar por su muchedumbre.

9 Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?»

10 Plugo a los ojos del Señor esta súplica de Salomón,

11 y le dijo Dios: «Porque has pedido esto y, en vez de pedir para ti larga vida, riquezas, o la muerte de tus enemigos, has pedido discernimiento para saber juzgar,

12 cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente como no lo hubo antes de ti ni lo habrá después.

13 También te concedo lo que no has pedido, riquezas y gloria, como no tuvo nadie entre los reyes.

14 Si andas por mis caminos, guardando mis preceptos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo prolongaré tus días.»

15 Se despertó Salomón y era un sueño. Entró en Jerusalén y se puso delante del arca de la alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de comunión y dio un banquete a todos sus servidores.

16 Vinieron por entonces al rey dos prostitutas y se presentaron ante él.

17 Una de las mujeres dijo: «Oyeme, mi señor. Yo y esta mujer vivíamos en una misma casa, y yo he dado a luz, estando ella conmigo en la casa.

18 A los tres días de mi alumbramiento, también dio a luz esta mujer; estábamos juntas, no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos.

19 El hijo de esa mujer murió una noche, porque ella se había acostado sobre él.

20 Se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras tu sierva dormía, y lo acostó en su regazo, y a su hijo muerto lo acostó en mi regazo.

21 Cuando me levanté por la mañana para dar de mamar a mi hijo, lo hallé muerto; pero fijándome en él por la mañana vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz.»

22 La otra mujer dijo: «No, todo lo contrario, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto.» Pero la otra replicó: «No; tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo.» Y discutían delante del rey.

23 Dijo el rey: «Esta dice: "Mi hijo es éste, el vivo, y tu hijo es el muerto." Pero la otra dice: "No, tu hijo es el muerto, y mi hijo es el vivo."

24 Dijo el rey: «Traedme una espada.» Llevaron una espada ante el rey.

25 Dijo el rey: «Partid en dos al niño vivo y dad una mitad a una y otra a la otra».

26 La mujer de quien era el niño vivo habló al rey, porque sus entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: «Por favor, mi señor, que le den el niño vivo y que no le maten.» Pero la otra dijo: «No será ni para mí ni para ti: que lo partan.»

27 Respondió el rey: «Entregad a aquélla el niño vivo y no le matéis; ella es la madre.»

28 Todo Israel oyó el juicio que hizo el rey y reverenciaron al rey, pues vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.

1 Reyes 4

1 El rey Salomón fue rey de todo Israel,

2 y estos fueron los jefes, que estaban con él: Azarías, hijo de Sadoq, sacerdote;

3 Elihaf y Ajías, hijos de Seraya, secretarios; Josafat, hijo de Ajilud, heraldo;

4 (Benaías, hijo de Yehoyadá, jefe del ejército; Sadoq y Abiatar, sacerdotes);

5 Azarías, hijo de Natán, jefe de los gobernadores; Zabud, hijo de Natán, amigo del rey

6 Ajisur mayordomo; Eliab, hijo de Joab, jefe del ejército; Adoram hijo de Abdá, encargado de las levas.

7 Salomón tenía doce gobernadores sobre todo Israel que proveían al rey y a su casa; cada uno proveía un mes del año.

8 Estos eran sus nombres: hijo de Jur, en la montaña de Efraím.

9 ... hijo de Dequer, en Mahás, Saalbim, Bet Semes, Ayyalón, hasta Bet Janán.

10 ... hijo de Jésed, en Arubbot; tenía Soko y toda la tierra de Jéfer.

11 hijo de Abinadab: todo el distrito de Dor. Tabaat, hija de Salomón, fue su mujer.

12 ... Baaná, hijo de Ajilud, en Tanak y Meguiddó hasta más allá de Yoqmeam, y sobre todo Bet Seán, por debajo de Yizreel, desde Bet Seán hasta Abel Mejolá, que está hacia Sartán.

13 ... hijo de Guéber, en Ramot de Galaad; tenía los aduares de Yaír, hijo de Manasés, que están en Galaad; tenía la región de Argob en el Basán, sesenta ciudades fortificadas, amuralladas y con cerrojos de bronce.

14 Ajinadab, hijo de Iddó, en Majanáyim.

15 Ajimaas en Neftalí; también se casó con una hija de Salomón, llamada Basmat.

16 Baaná, hijo de Jusay, en Aser y las subidas.

17 Josafat, hijo de Paruaj, en Isacar.

18 Semeí, hijo de Elá, en Benjamín.

19 Guéber, hijo de Urí, en la tierra de Gad, el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán. Y había, además, un gobernador que estaba en el país.

20 Judá e Israel eran numerosos como la arena en la orilla del mar, y comían, bebían y se alegraban.

1 Reyes 5

1 Salomón dominaba todos los reinos, desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto. Pagaban tributo y servían a Salomón todos los días de su vida.

2 Los víveres de Salomón eran treinta cargas de flor de harina y sesenta cargas de harina cada día,

3 diez bueyes cebados y veinte bueyes de pasto, cien cabezas de ganado menor, aparte los ciervos y gacelas, gamos y las aves cebadas.

4 Porque dominaba en toda la Transeufratina, desde Tafsaj hasta Gaza, sobre todos los reyes de más acá del Río; tuvo paz en torno a todas sus fronteras.

5 Judá e Israel vivieron en seguridad, cada uno bajo su parra y bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba, todos los días de Salomón.

6 Tenía Salomón 4.000 establos de caballos para sus carros y 12.000 caballos.

7 Los gobernadores proveían un mes cada uno al rey Salomón y a todos los que se acercaban a la mesa de Salomón, de modo que nada les faltara.

8 Llevaban la cebada y la paja para los caballos y los animales de tiro al lugar donde él estaba, cada uno según su turno.

9 Dios concedió a Salomón sabiduría e inteligencia muy grandes y un corazón tan dilatado como la arena de la orilla del mar.

10 La sabiduría de Salomón era mayor que la sabiduría de todos los hijos de Oriente y que toda la sabiduría de Egipto.

11 Fue más sabio que hombre alguno, más que Etán el ezrajita, que Hemán, Kalkol y Dardá, hijos de Majol; su nombre se extendió por todos los pueblos circunvecinos.

12 Pronunció 3.000 parábolas y proverbios, y sus cánticos fueron 1.005.

13 Habló sobre las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que brota en el muro; habló de los cuadrúpedos, de las aves, de los reptiles y de los peces.

14 Venían de todos los pueblos para oír la sabiduría de Salomón, y de parte de todos los reyes de la tierra que tuvieron noticia de su sabiduría.

15 Jiram, rey de Tiro, envió sus servidores a Salomón, porque oyó que había sido ungido rey en lugar de su padre, y Jiram fue siempre amigo de David.

16 Salomón envió a decir a Jiram:

17 «Sabes bien que mi padre David no pudo edificar una Casa al Nombre de Yahveh su Dios a causa de las guerras en que sus enemigos le envolvieron hasta que Yahveh los puso bajo la planta de sus pies.

18 Al presente, Yahveh mi Dios me ha concedido paz por todos lados. No hay adversario ni maldad.

19 Ahora me he propuesto edificar una Casa al Nombre de Yahveh mi Dios según lo que Yahveh dijo a David mi padre: "El hijo tuyo que yo colocaré en tu lugar sobre tu trono edificará una Casa a mi Nombre."

20 Así pues, ordena que se corten para mí cedros del Líbano. Mis servidores estarán con tus servidores: te pagaré como salario de tus servidores todo lo que me digas, pues tú sabes que no hay nadie entre nosotros que sepa talar los árboles como los sidonios.»

21 Cuando Jiram oyó las palabras de Salomón se alegró mucho y dijo: «Bendito sea hoy Yahveh, pues ha dado a David un hijo sabio para jefe de este pueblo numeroso.»

22 Jiram envió a decir a Salomón: «He oído lo que me enviaste a decir. Yo haré cuanto deseas en madera de cedro y de ciprés.

23 Mis siervos los bajarán desde el Líbano hasta el mar, y yo los pondré en balsas y los llevaré al lugar a que me mandes; allí se soltarán y tú los cargarás, y por tu parte harás según mi deseo dando víveres a mi casa.»

24 Jiram dio a Salomón toda la madera de cedro y ciprés que deseaba.

25 Salomón dio a Jiram 20.000 cargas de trigo para la manutención de su casa y 20.000 medidas de oliva molida. Esto daba Salomón a Jiram cada año.

26 Yahveh dio sabiduría a Salomón, como se lo había prometido, y hubo paz entre Jiram y Salomón pactando una alianza entrambos.

27 Hizo el rey Salomón una leva en todo Israel; la leva fue de 30.000 hombres.

28 Los envió al Líbano, 10.000 cada mes, por turnos; un mes estaban en el Líbano y dos meses en sus casas. Adoram estaba al frente de la leva.

29 Tenía además Salomón 70.000 porteadores y 80.000 canteros en el monte

30 aparte los capataces de los prefectos puestos por Salomón al frente de los trabajos, 3.300 que mandaban a la gente empleada en los trabajos.

31 El rey mandó arrancar grandes piedras, piedras selectas, para fundamentar la Casa con piedras de sillería.

32 Los obreros de Salomón, los obreros de Jiram y los guiblitas cortaron y dispusieron la madera y las piedras para construir la Casa.

1 Reyes 6

1 En el año 480 de la salida de los israelitas de la tierra de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv, que es el segundo mes, emprendió la construcción de la Casa de Yahveh.

2 La Casa que edificó el rey Salomón a Yahveh tenía sesenta codos de largo, veinte de ancho y veinticinco de alto.

3 El Ulam delante del Hekal de la Casa tenía veinte codos de largo en el sentido del ancho de la Casa y diez codos de ancho en el sentido de largo de la Casa.

4 Hizo en la Casa ventanas con celosías.

5 Edificó junto al muro de la Casa una galería en torno al Hekal y al Debir, e hizo habitaciones laterales en derredor.

6 La galería inferior tenía cinco codos de ancho, la intermedia seis codos de ancho y la tercera siete codos de ancho, porque fue rebajando alrededor de la Casa, por la parte exterior, para no empotrar en los muros de la Casa.

7 (La Casa fue construida con piedras preparadas en la cantera; durante su construcción no se oyeron en la Casa martillazos ni sierras ni instrumentos de hierro.)

8 La entrada del piso inferior estaba en el ala derecha de la Casa, y por una escalera de caracol se subía al piso intermedio y del intermedio al tercero.

9 Edificó la Casa, la acabó y la techó con artesonado de cedro.

10 Edificó la galería, adosada a toda la Casa, de cinco codos de alta y estaba unida a la Casa por vigas de cedro.

11 Fue dirigida a Salomón la palabra de Yahveh diciendo:

12 «Por esta Casa que estás edificando, si caminas según mis preceptos, obras según mis sentencias y guardas todos mis mandamientos para andar conforme a ellos, yo cumpliré mi palabra contigo, la que dije a David tu padre,

13 habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo Israel.»

14 Edificó Salomón la Casa y la terminó.

15 Revistió los muros de la Casa en el interior con planchas de cedro desde el suelo de la Casa hasta las vigas del techo; revistió de madera el interior y recubrió el suelo de la Casa con planchas de ciprés.

16 Construyó los veinte codos del fondo de la Casa con planchas de cedro desde el suelo hasta las vigas, formando así por la parte interior el Debir, el Santo de los Santos;

17 cuarenta codos tenía la Casa, es decir, el Hekal, delante del Debir.

18 El cedro del interior de la Casa estaba esculpido con figuras de calabazas y capullos abiertos; todo era cedro, no se veía la piedra.

19 Había preparado un Debir al fondo de la Casa en el interior para colocar en él el arca de la alianza de Yahveh.

20 El Debir tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y veinte codos de alto ; lo revistió de oro fino; y alzó un altar de cedro

21 delante del Debir y lo revistió de oro.

22 Revistió de oro también la Casa, absolutamente toda la Casa.

23 Hizo en el Debir dos querubines de madera de acebuche de diez codos de altura.

24 Un ala del querubín tenía cinco codos y la otra ala del querubín cinco codos: diez codos desde la punta de una de sus alas hasta la punta de la otra de sus alas.

25 El segundo querubín tenía diez codos, las mismas medidas y la misma forma para los dos querubines.

26 La altura de un querubín era de diez codos y lo mismo el segundo querubín.

27 Colocó los querubines en medio del recinto interior; y las alas de los querubines estaban desplegadas; el ala de uno tocaba un muro y el ala del segundo querubín tocaba el otro muro, y sus alas se tocaban en medio del recinto, ala con ala.

28 Revistió de oro los querubines.

29 Esculpió todo en torno los muros de la Casa con grabados de escultura de querubines, palmeras, capullos abiertos, al interior y al exterior.

30 Recubrió de oro el piso de la Casa al interior y al exterior.

31 Hizo la puerta del Debir con batientes de madera de acebuche, y el dintel y las jambas ocupaban la quinta parte;

32 los dos batientes eran de madera de acebuche; esculpió sobre ellos esculturas de querubines, palmas y capullos abiertos, y los revistió de oro, poniendo láminas de oro sobre los querubines y las palmeras.

33 Hizo lo mismo en la puerta del Hekal: los montantes de madera de acebuche que ocupaban la cuarta parte;

34 dos batientes de madera de abeto: dos planchas de un batiente eran giratorias y también eran giratorias otras dos planchas del otro batiente.

35 Esculpió querubines, palmeras, capullos abiertos y embutió oro sobre la escultura.

36 Edificó el patio interior; tres filas de piedras talladas y una fila de tablones de cedro.

37 El año cuarto, en el mes de Ziv, se pusieron los cimientos de la Casa de Yahveh,

38 y el año once, en el mes de Bul - que es el mes octavo - fue acabada la Casa en todas sus partes, según todo su proyecto. Salomón la levantó en siete años.

1 Reyes 7

1 Salomón edificó su casa, y en trece años la concluyó del todo.

2 Edificó la Casa «Bosque del Líbano», de cien codos de longitud, cincuenta codos de anchura y treinta codos de altura, sobre cuatro filas de columnas de cedro; había capiteles de cedro sobre las columnas.

3 Había un artesonado de cedro sobre la parte superior de las planchas que estaban sobre las columnas.

4 Había tres filas de ventanas con celosías, 45 en total, quince por cada fila, y una daba frente a la otra tres veces.

5 Todas las puertas y montantes eran cuadrangulares y una daba frente a la otra tres veces.

6 Hizo el Pórtico de las columnas de cincuenta codos de longitud, treinta codos de anchura... con un pórtico por delante.

7 Hizo el Vestíbulo del trono donde administraba justicia, que es el Vestíbulo del Juicio; estaba recubierto de cedro desde el suelo hasta las vigas.

8 La casa en que vivía en el otro recinto, el opuesto al Vestíbulo, tenía la misma configuración; hizo también una casa como este Vestíbulo para la hija de Faraón que Salomón había tomado por mujer.

9 Todo esto era de piedras selectas, talladas a medida, serradas con sierra por dentro y por fuera, desde los cimientos hasta las cornisas.

10 El cimiento era de piedras excelentes, grandes piedras, unas de diez codos y otras de ocho;

11 en la parte superior había piedras excelentes, talladas a medida, y cedro.

12 Al exterior, el patio grande tenía en derredor tres filas de piedras talladas y una fila de planchas de cedro, igual que el patio interior de la Casa de Yahveh y el vestíbulo de la Casa.

13 El rey Salomón envió a buscar a Jiram de Tiro;

14 era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí; su padre era de Tiro; trabajaba en bronce y estaba lleno de ciencia, pericia y experiencia para realizar todo trabajo en bronce; fue donde el rey Salomón y ejecutó todos sus trabajos.

15 Fundió las dos columnas de bronce; la altura de una columna era de dieciocho codos, un hilo de doce codos medía la circunferencia; y lo mismo la segunda columna.

16 Hizo dos capiteles fundidos en bronce para colocarlos sobre la cima de las columnas, de cinco codos de altura un capitel y de cinco codos de altura el capitel segundo.

17 Hizo dos encajes y dos trenzados a modo de cadenas para los capiteles de la cima de las columnas, un trenzado para un capitel y otro trenzado para el capitel segundo.

18 Hizo granadas: dos filas alrededor de cada trenzado,

19 Los capiteles que estaban en la cima de las columnas tenían forma de azucenas, cuatrocientas en total,

20 colocadas sobre la prominencia que estaba detrás del trenzado; doscientas granadas alrededor del segundo capitel.

21 Erigió las columnas ante el Ulam del Hekal; erigió la columna de la derecha y la llamó Yakín; erigió la columna de la izquierda y la llamó Boaz.

22 Y quedó acabado el trabajo de las columnas.

23 Hizo el Mar de metal fundido que tenía diez codos de borde a borde; era enteramente redondo, y de cinco codos de altura; un cordón de treinta codos medía su contorno.

24 Debajo del borde había calabazas todo en derredor; daban vuelta al Mar a largo de treinta codos; había dos filas de calabazas fundidas en una sola pieza.

25 Se apoyaba sobre doce bueyes, tres mirando al Norte, tres mirando al Oeste, tres mirando al Sur y tres mirando al Este; el Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior.

26 Su espesor era de un palmo y su borde era como el borde del cáliz de la flor de la azucena. Contenía 2.000 medidas.

27 Hizo también las diez basas de bronce de cuatro codos de largo cada basa, cuatro codos su anchura y tres su altura.

28 Las basas estaban hechas así: tenían paneles y los paneles estaban entre listones.

29 Sobre el panel que estaba entre los listones había leones, bueyes y querubines. Lo mismo sobre los listones. Por encima y por debajo de los leones y de los toros había volutas...

30 Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce y ejes de bronce; sus cuatro pies tenían asas debajo de la jofaina, y los apliques estaban fundidos...

31 Su boca, desde el interior de las asas hasta arriba, tenía un codo; la boca era redonda, teniendo un soporte de codo y medio; había también sobre la boca esculturas, pero los paneles eran cuadrados, no redondos.

32 Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles, y los ejes de las ruedas estaban en la basa; la altura de cada rueda era de codo y medio.

33 La forma de las ruedas era como la forma de la rueda de un carro, y sus ejes, sus llantas, sus radios y sus cubos, todo era de fundición.

34 Había cuatro asas en los cuatro ángulos de cada basa; la basa formaba un cuerpo con su asa.

35 En la cima de la basa había un soporte de medio codo de altura completamente redondo; y en la cima de la basa, los ejes y el armazón formaban un cuerpo con ella.

36 Grabó sobre las tablas querubines, leones y palmeras... y volutas alrededor.

37 De esta forma hizo las diez basas: una misma fundición y un mismo tamaño para todas.

38 Hizo diez pilas de bronce de cuarenta medidas cada una; cada pila medía cuatro codos; había una pila sobre cada una de las diez basas.

39 Colocó las basas, cinco al lado derecho de la Casa y cinco al lado izquierdo de la Casa. El Mar lo colocó del lado derecho de la Casa hacia el sureste.

40 Jiram hizo los ceniceros, las paletas y los acetres. Jiram terminó de hacer toda la obra que el rey Salomón le encargó que hiciera para la Casa de Yahveh:

41 dos columnas, las molduras de los capiteles que estaban sobre la cima de las dos columnas, los dos trenzados para recubrir las dos molduras de los capiteles que estaban en la cima de las columnas;

42 las cuatrocientas granadas para los dos trenzados; dos filas de granadas para cada trenzado;

43 las diez basas y las diez pilas sobre las basas;

44 el Mar y los doce bueyes debajo del Mar;

45 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos objetos que hizo Jiram al rey Salomón para la Casa de Yahveh eran de bronce bruñido.

46 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo, entre Sukkot y Sartán;

47 en tan enorme cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce.

48 Puso Salomón todos los objetos que había hecho en la Casa de Yahveh; el altar de oro y la mesa de oro sobre la que se ponían los panes de la presencia;

49 los candelabros de oro fino, cinco a la derecha y cinco a la izquierda delante del Debir; las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro;

50 las cucharas, los cuchillos, los acetres, las copas y los braseros de oro fino, los goznes de oro para las puertas de la cámara interior, el Santo de los Santos, y para las puertas de la Casa y el Hekal.

51 Así fue concluida toda la obra que hizo el rey Salomón para la Casa de Yahveh; Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su padre, la plata, el oro y los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Yahveh.

1 Reyes 8

1 Entonces congregó Salomón a los ancianos de Israel en Jerusalén para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la ciudad de David, que es Sión.

2 Se reunieron junto al rey Salomón todos los hombres de Israel, en el mes de Etanim, (que es el mes séptimo) en la fiesta,

3 y los sacerdotes llevaron el arca,

4 y la Tienda del Encuentro, con todos los objetos sagrados que había en la Tienda.

5 El rey Salomón y todo Israel con él sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en número incalculable e innumerable.

6 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su sitio, al Debir de la Casa, en el Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines,

7 porque los querubines extendían las alas por encima del sitio del arca, cubriendo los querubines el arca y su varales por encima.

8 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior del Debir, pero no se veían desde fuera. Están allí hasta el día de hoy.

9 En el arca no había nada más que las dos tablas de piedra que Moisés hizo poner en ella, en el Horeb, las tablas de la alianza que pactó Yahveh con los israelitas cuando salieron de la tierra de Egipto.

10 Al salir los sacerdotes del Santo, la nube llenó la Casa de Yahveh.

11 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.

12 Entonces Salomón dijo: «Yahveh quiere habitar en densa nube.

13 He querido erigirte una morada un lugar donde habites para siempre.»

14 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel mientras que toda la asamblea de Israel estaba en pie.

15 El dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a mi padre David y ha cumplido por su mano lo que dijo:

16 "Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel para edificar una Casa en la que esté mi Nombre, pero he elegido a David para que esté al frente de mi pueblo Israel."

17 Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel,

18 pero Yahveh dijo a David mi padre: "Cuanto a haber pensado en tu corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal voluntad,

19 pero no edificarás tú la Casa, sino que un hijo tuyo, salido de tus entrañas, ése será quien edifique la Casa a mi Nombre."

20 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado sobre el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel,

21 y he señalado en ella un lugar al arca en que está la alianza que Yahveh pactó con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto.»

22 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la asamblea de Israel; extendió sus manos al cielo

23 y dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú en lo alto de los cielos ni abajo sobre la tierra, tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu presencia con todo su corazón,

24 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste y por tu mano lo has cumplido este día.

25 Ahora, pues, Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David mi padre la promesa que le hiciste diciéndole: " Nunca será quitado de mi presencia uno de los tuyos que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino andando en mi presencia como has andado tú delante de mí."

26 Ahora, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David, mi padre.

27 ¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!

28 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia,

29 que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste: "En él estará mi Nombre"; escucha la oración que tu servidor te dirige en este lugar.

30 «Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona.

31 «Cuando un hombre peque contra su prójimo y éste pronuncie una imprecación sobre él haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,

32 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos, declarando culpable al malo, para hacer recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo para darle según su justicia.

33 «Cuando tu pueblo Israel sea batido por su enemigo por haber pecado contra ti, si se vuelven a ti y alaban tu Nombre, orando y suplicando ante ti en esta Casa,

34 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel y vuélvelos a la tierra que diste a sus padres.

35 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti, si oran en este lugar y alaban tu Nombre y se convierten de su pecado porque les humillaste,

36 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu siervo y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deberán andar, y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo en herencia.

37 «Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste, tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad,

38 si un hombre cualquiera, experimentando remordimiento en su corazón, eleva cualquier plegaria o cualquier súplica y extiende las manos hacia esta Casa,

39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres,

40 para que te teman todos los días que vivan sobre la faz de la tierra que has dado a nuestros padres.

41 «También al extranjero que no es de tu pueblo Israel, al que viene de un país lejano a causa de tu Nombre,

42 porque oirá hablar de tu gran Nombre, de tu mano fuerte y de tu tenso brazo, y vendrá a orar a esta Casa,

43 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz según cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es invocado en esta Casa que yo he construido.

44 «Si tu pueblo va a la guerra contra su enemigo por el camino por el que tú le envíes, y suplican a Yahveh vueltos hacia la ciudad que has elegido y hacia la Casa que yo he construido para tu Nombre,

45 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia.

46 Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, y tú irritado contra ellos los entregues al enemigo, y sus conquistadores los lleven al país enemigo, lejano o próximo,

47 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de sus deportadores diciendo: "Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables",

48 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de los enemigos que los deportaron, y te suplican vueltos hacia la tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que has elegido y hacia la Casa que he edificado a tu Nombre,

49 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada,

50 y perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las rebeliones con que te han traicionado, y concédeles que hallen compasión entre sus deportadores para que éstos les tengan piedad,

51 porque son tu pueblo y tu heredad, los que sacaste de Egipto, de en medio del crisol del hierro.

52 «Que tus ojos estén abiertos a las súplicas de tu siervo y a la súplica de tu pueblo Israel, para escuchar todos sus clamores hacia ti.

53 Porque tú los separaste para ti como herencia tuya de entre todos los pueblos de la tierra, como dijiste por boca de Moisés tu siervo cuando sacaste a nuestros padres de Egipto, Señor Yahveh.»

54 Cuando Salomón acabó de dirigir a Yahveh toda esta plegaria y esta súplica, se levantó de delante del altar de Yahveh, del lugar donde se había arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo,

55 y se puso de pie para bendecir a toda la asamblea de Israel, diciendo en alta voz:

56 «Bendito sea Yahveh que ha dado reposo a su pueblo Israel, según todas sus promesas; no ha fallado ninguna de las palabras de bien que dijo por boca de Moisés su siervo.

57 Que Yahveh, nuestro Dios, esté con nosotros como estuvo con nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace.

58 Que incline nuestros corazones hacia él para que andemos según todos sus caminos y guardemos todos los mandamientos, los decretos y las sentencias que ordenó a nuestros padres.

59 Que estas palabras con que he suplicado ante Yahveh permanezcan día y noche junto a Yahveh, nuestro Dios, para que dé lo justo a su siervo y justicia a su pueblo Israel, según las necesidades de cada día,

60 para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yahveh es Dios y no hay otro,

61 y vuestros corazones estarán enteramente con Yahveh, nuestro Dios, para caminar según sus decretos y para guardar sus mandamientos como hoy.»

62 El rey, y todo Israel con él, ofrecieron sacrificios ante Yahveh.

63 Salomón sacrificó, como sacrificios de comunión que ofreció en sacrificio a Yahveh, 22.000 bueyes y 120.000 ovejas; así inauguraron la Casa de Yahveh el rey y todos los hijos de Israel.

64 Aquel día consagró el rey el interior del patio que está delante de la Casa de Yahveh, pues ofreció allí el holocausto, la oblación y las grasas de los sacrificios de comunión, porque el altar de bronce que estaba ante Yahveh era demasiado pequeño para contener el holocausto, la oblación y las grasas de los sacrificios de comunión.

65 En aquella ocasión celebró Salomón la fiesta con todos los israelitas en magna asamblea desde la entrada de Jamat hasta el torrente de Egipto, ante Yahveh nuestro Dios, durante siete días.

66 El día octavo despidió al pueblo. Bendijeron al rey y se fueron a sus tiendas, gozosos y con el corazón alegre por todo el bien que Yahveh había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel.

1 Reyes 9

1 Cuando Salomón hubo acabado de construir la Casa de Yahveh, la casa del rey y todo cuanto Salomón quiso hacer,

2 se apareció Yahveh a Salomón por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón.

3 Yahveh le dijo: «He escuchado la plegaria y la súplica que has dirigido delante de mí. He santificado esta Casa que me has construido para poner en ella mi Nombre para siempre; mis ojos y mi corazón estarán en ella siempre.

4 Ahora, si andas en mi presencia como anduvo David tu padre, con corazón perfecto y con rectitud, haciendo todo lo que te ordene y guardando mis decretos y mis sentencias,

5 afirmaré para siempre el trono de tu realeza sobre Israel como prometí a David tu padre cuando dije: "Ninguno de los tuyos será arrancado de sobre el trono de Israel."

6 Pero si vosotros, y vuestros hijos después guardáis los mandamientos y los decretos que os he dado, y os vais a servir a otros dioses postrándoos ante ellos,

7 yo arrancaré a Israel de la superficie de la tierra que les he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre, e Israel quedará como proverbio y escarnio de todos los pueblos.

8 Todos los que pasen ante esta Casa sublime quedarán estupefactos, silbarán y dirán: "¿Por qué ha hecho así Yahveh a esta tierra y a esta Casa?"

9 Y se responderá: "Porque abandonaron a Yahveh su Dios, que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han postrado ante ellos y les han servido, por eso ha hecho venir Yahveh todo este mal sobre ellos"»

10 Al cabo de los veinte años, durante los cuales edificó Salomón las dos casas, la Casa de Yahveh y la casa del rey,

11 como Jiram, rey de Tiro, había proporcionado a Salomón madera de cedro y madera de ciprés y todo el oro que deseaba, entonces el rey Salomón dio a Jiram veinte ciudades de la tierra de Galilea.

12 Salió Jiram de Tiro para ver las ciudades que le había dado Salomón y no le agradaron,

13 Y dijo: «¿Qué ciudades son éstas que me has dado, hermano mío?» Y las llamó: «Tierra de Kabul», hasta el día de hoy.

14 Jiram envió al rey 120 talentos de oro.

15 Esto es lo referente a la prestación personal que el rey Salomón estableció para construir la Casa de Yahveh y su propia casa, el Milló y la muralla de Jerusalén, Jasor, Meguiddó y Guézer,

16 (pues Faraón rey de Egipto había subido y se había apoderado de Guézer, la incendió y mató a los cananeos que habitaban en la ciudad, y se la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón,

17 y Salomón reconstruyó Guézer) Bet Jorón de abajo,

18 Baalat y Tamar en el desierto del país,

19 todas las ciudades de aprovisionamiento que tenía Salomón, las ciudades de los carros y las ciudades para los caballos, y todo cuanto Salomón quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su dominio.

20 Con toda la gente que había quedado de los amorreos, de los hititas, de los perizitas, de los jivitas, de los jebuseos, que no eran israelitas,

21 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían podido entregar al anatema, hizo Salomón una leva que dura hasta el día de hoy.

22 Pero Salomón no empleó a ninguno de los israelitas como esclavo para sus obras, sino que eran sus hombres de guerra, sus oficiales y sus jefes, sus escuderos y jefes de sus carros y de su caballería.

23 Estos eran los capataces de los prefectos que estaban al frente de las obras de Salomón; 550 que mandaban a la gente que trabajaba en las obras.

24 Cuando la hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que había hecho para ella, entonces edificó el Milló.

25 Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de comunión tres veces por año en el altar que había edificado a Yahveh y hacía quemar ante Yahveh las ofrendas abrasadas, cuando hubo terminado la Casa.

26 El rey Salomón construyó una flota en Esyón Guéber, que está cerca de Elat, a orillas del mar de Suf, en la tierra de Edom.

27 Jiram envió a las naves a sus servidores, marineros, conocedores del mar, con los servidores de Salomón.

28 Llegaron a Ofir, y trajeron de allí 420 talentos de oro que llevaron al rey Salomón.

1 Reyes 10

1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón... y vino a probarle por medio de enigmas.

2 Llegó a Jerusalén con gran número de camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas; llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón.

3 Salomón resolvió todas sus preguntas. No hubo ninguna proposición oscura que el rey no le pudiese resolver.

4 Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón y la casa que había edificado,

5 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,

6 y dijo al rey: «¡Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras y tu sabiduría!

7 No daba yo crédito a lo que se decía hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos, y hallo que no dijeron ni la mitad. Tu sabiduría y tu prosperidad superan todo lo que oí decir.

8 Dichosas tus mujeres, dichosos estos tus servidores que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría.

9 Bendito Yahveh tu Dios que se ha complacido en ti y te ha colocado en el trono de Israel para siempre, a causa del amor de Yahveh a Israel, y te ha puesto como rey para administrar derecho y justicia.»

10 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca llegaron aromas en tanta abundancia como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón.

11 La flota de Jiram, la que transportó el oro de Ofir, trajo también madera de almugguim en gran cantidad, y piedras preciosas.

12 Con la madera de almugguim hizo el rey balaustradas para la Casa de Yahveh y para la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No vino más madera de almugguim y no se ha vuelto a ver hasta el día de hoy.

13 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, aparte lo que Salomón le dio con magnificencia de un rey como Salomón. Ella se volvió y regreso a su país con sus servidores.

14 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro,

15 sin contar las contribuciones de los mercaderes, las ganancias de los comerciantes y de todos los reyes árabes y de los inspectores del país.

16 El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,

17 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando tres minas de oro en cada escudo. El rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano».

18 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro finísimo.

19 El trono tenía seis gradas y un respaldo redondo en su parte posterior con brazos a uno y otro lado del asiento; dos leones de pie junto a los brazos

20 más doce leones de pie sobre las seis gradas, a uno y otro lado. No se hizo cosa semejante en ningún reino.

21 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino; la plata no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón,

22 porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar con la flota de Jiram, y cada tres años venía la flota de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.

23 El rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría.

24 Todo el mundo quería ver el rostro de Salomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.

25 Y cada uno de ellos traía su presente: objetos de plata, objetos de oro, vestidos, armas y aromas, caballos y mulos, año tras año.

26 Salomón reunió carros y caballos; tuvo 1.400 carros y 12.000 caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.

27 Hizo el rey que la plata fuera tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.

28 Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia. Los mercaderes del rey los compraban en Cilicia por su precio en dinero.

29 Un carro que subía de Egipto valía seiscientos siclos de plata y un caballo 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los hititas y todos los reyes de Aram.

1 Reyes 11

1 El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras, además de la hija de Faraón, moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias, hititas,

2 de los pueblos de los que dijo Yahveh a los israelitas: «No os uniréis a ellas y ellas no se unirán a vosotros, pues de seguro arrastrarán vuestro corazón tras sus dioses», pero Salomón se apegó a ellas por amor;

3 tuvo setecientas mujeres con rango de princesas y trescientas concubinas.

4 En la ancianidad de Salomón sus mujeres inclinaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el corazón de David su padre.

5 Salomón se fue tras de Astarté, diosa de los sidonios, y tras de Milkom, monstruo abominable de los ammonitas.

6 Salomón hizo lo malo a los ojos de Yahveh, y no siguió plenamente con Yahveh como David su padre.

7 Entonces edificó Salomón un altar a Kemós, monstruo abominable de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milkom, monstruo abominable de los ammonitas.

8 Lo mismo hizo con todas sus mujeres extranjeras que quemaban incienso y sacrificaban a sus dioses.

9 Se enojó Yahveh contra Salomón por que había desviado su corazón de Yahveh, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces,

10 y le había ordenado sobre este asunto que no fuera en pos de otros dioses, pero no guardó lo que Yahveh le había ordenado.

11 Yahveh dijo a Salomón: «Porque de tu parte has hecho esto y no has guardado mi alianza y las leyes que te ordené, voy a arrancar el reino de sobre ti y lo daré a un siervo tuyo.

12 No lo haré sin embargo en vida tuya por causa de David tu padre; lo arrancaré de mano de tu hijo.

13 Tampoco arrancaré todo el reino; daré una tribu a tu hijo, en atención a David, mi siervo, y a causa de Jerusalén que he elegido.»

14 Suscitó Yahveh un adversario a Salomón en Hadad, edomita, de la estirpe real de Edom.

15 Cuando David batió a Edom, y Joab, jefe del ejército, subió a sepultar los muertos, mató a todos los varones de Edom,

16 pues Joab y todo Israel permanecieron allí seis meses hasta exterminar todos los varones de Edom.

17 Pero Hadad consiguió huir con algunos hombres edomitas de entre los servidores de su padre, para irse a Egipto. Era Hadad un muchacho pequeño.

18 Habían partido de Madián y llegaron a Farán, tomaron consigo hombres de Farán y llegaron a Egipto, donde Faraón, rey de Egipto, que le dio casa, le prometió sustento y le dio tierras.

19 Hadad encontró mucho favor a los ojos de Faraón, que le dio por mujer a la hermana de su mujer, la hermana de la Gran Dama Tajfenés.

20 La hermana de Tajfenés le dio a luz a su hijo Guenubat, que Tajfenés crió en la casa de Faraón, y Guenubat vivió en la casa de Faraón con los hijos de Faraón.

21 Oyó Hadad en Egipto que David se había acostado con sus padres y que había muerto Joab, jefe del ejército, y dijo Hadad a Faraón: «Déjame partir para ir a mi tierra.»

22 Faraón le dijo: «¿Qué te falta a mi lado para que trates de ir a tu tierra?» El respondió: «Nada, pero déjame partir.»

23 Dios le suscitó otro adversario en Rezón, hijo de Elyadá, que había huido del lado de su señor Hadadézer, rey de Sobá:

24 se le unieron algunos hombres y se hizo jefe de banda. Fue entonces cuando David los mató. El se fue a Damasco, se estableció allí, y comenzó a reinar en Damasco.

25 Fue un adversario de Israel toda la vida de Salomón. Este mal hizo Hadad: tuvo aversión a Israel y reinó en Edom.

26 Jeroboam era hijo de Nebat, efraimita de Seredá; su madre se llamaba Seruá y era viuda. Era servidor de Salomón y alzó la mano contra el rey.

27 Esta fue la ocasión de que alzara su mano contra el rey: Salomón estaba construyendo el Milló, para cerrar la brecha de la ciudad de David su padre.

28 Este Jeroboam era hombre de valía. Salomón vio cómo este joven hacía su trabajo y le puso al frente de toda la leva de la casa de José.

29 Por aquel tiempo salió Jeroboam de Jerusalén, y el profeta Ajías de Silo le encontró en el camino. Iba éste cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo.

30 Ajías tomó el manto nuevo que llevaba, lo rasgó en doce jirones

31 y dijo a Jeroboam: «Toma para ti diez jirones, porque así dice Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer jirones el reino de manos de Salomón y te voy a dar diez tribus.

32 Le quedará la otra tribu en atención a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel;

33 porque me ha abandonado y se ha postrado ante Astarté, diosa de los sidonios, ante Kemós, dios de Moab, y ante Milkom, dios de los ammonitas, y no ha seguido mis caminos haciendo lo que es justo a mis ojos, ni mis decretos ni mis sentencias como su padre David.

34 Pero no tomaré todo el reino de su mano; le mantendré como príncipe todos los días de su vida en atención a David mi siervo, a quién elegí y que guardó mis mandatos y mis decretos.

35 Pero tomaré el reino de mano de su hijo y te daré de él diez tribus;

36 daré a su hijo una tribu para que quede siempre a David mi siervo una lámpara en mi presencia, delante de mí en Jerusalén, la ciudad que me elegí para poner allí mi Nombre.

37 Te tomaré a ti y te haré reinar sobre cuanto desee tu alma, y serás rey de Israel.

38 Si escuchas todo cuanto yo te ordene, y andas por mi camino, y haces lo recto a mis ojos guardando mis decretos y mis mandamientos como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré una casa estable como se la edifiqué a David. Te entregaré Israel

39 y humillaré el linaje de David por esta causa. Pero no para siempre.»

40 Salomón trató de dar muerte a Jeroboam, pero Jeroboam se levantó y huyó a Egipto, junto a Sosaq, rey de Egipto, y estuvo en Egipto hasta la muerte de Salomón.

41 El resto de los hechos de Salomón, todo lo que hizo y su sabiduría ¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón?

42 El tiempo que Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel fue de cuarenta años.

43 Se acostó Salomón con sus padres y fue sepultado en la ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Roboam.

1 Reyes 12

1 Roboam se fue a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey.

2 Lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón y se volvió Jeroboam de Egipto.

3 Enviaron a llamarle y llegó Jeroboam con toda la asamblea de Israel y hablaron a Roboam diciendo:

4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros, y te serviremos.»

5 El les dijo: «Id, y dentro de tres días volved a mí», y el pueblo se fue.

6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón en vida de éste, diciendo: «¿ Qué me aconsejáis que responda a este pueblo?»

7 Ellos le respondieron: «Si tú te haces hoy servidor de este pueblo y les sirves y les das buenas palabras, ellos serán siervos tuyos para siempre».

8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.

9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?»

10 Los jóvenes que se habían criado con él respondieron diciendo: «Esto debes responder a este pueblo que te ha dicho: "Tu padre hizo pesado nuestro yugo; ahora tú aligera nuestro yugo", esto debes responder: Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.

11 Un yugo pesado cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro yugo; mi padre os azotaba con azotes pero yo os azotaré con escorpiones.»

12 Vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam al tercer día, según lo había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día.»

13 El rey respondió al pueblo con dureza, abandonando el consejo que los ancianos le aconsejaron,

14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes diciendo: «Mi padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía. Mi padre os ha azotado con azotes, mas yo os azotaré con escorpiones.»

15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Yahveh para cumplimiento de la palabra que Yahveh había anunciado a Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.

16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia en el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! ¡Mira ahora por tu casa, David!» Israel se fue a sus tiendas.

17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá.

18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero todo Israel le mató a pedradas; el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén.

19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de hoy.

20 Cuando todo Israel supo que Jeroboam había vuelto, enviaron a llamarle a la asamblea y le hicieron rey sobre todo Israel; no hubo quien siguiera a la casa de David, aparte sólo la tribu de Judá.

21 En llegando a Jerusalén reunió Roboam a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, 180.000 hombres guerreros escogidos, para combatir contra la casa de Israel y devolver el reino a Roboam, hijo de Salomón.

22 Pero fue dirigida la palabra de Dios a Semaías, hombre de Dios, diciendo:

23 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá, a Benjamín y al resto del pueblo y diles:

24 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos los israelitas. Que cada uno se vuelva a su casa porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la palabra de Yahveh, y se volvieron para ir conforme a la palabra de Yahveh.

25 Jeroboam fortificó Siquem, en la montaña de Efraím, y habitó en ella. Salió de ella y fortificó Penuel.

26 Jeroboam se dijo en su corazón: «En esta situación el reino acabará por volver a la casa de David.

27 Si este pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en la Casa de Yahveh en Jerusalén, el corazón de este pueblo se volverá a su señor, a Roboam, rey de Judá, y me matarán.»

28 Tomó consejo el rey, hizo dos becerros de oro, y dijo al pueblo: «Basta ya de subir a Jerusalén. Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto.»

29 Colocó uno en Betel,

30 y el pueblo fue con el otro hasta Dan.

31 Hizo Casas en los altos y estableció sacerdotes del común del pueblo que no eran de los hijos de Leví.

32 Hizo Jeroboam una fiesta en el mes octavo, el día quince del mes, parecida a la fiesta de Judá, y subió al altar. Así hizo en Betel, ofreciendo sacrificios a los becerros que había hecho y estableciendo en Betel sacerdotes para los altos que había instituido.

33 Subió al altar que había hecho en Betel el día quince del octavo mes, el mes que se había discurrido por su cuenta para instituir una fiesta para los israelitas, y subió al altar para quemar incienso.

1 Reyes 13

1 Por orden de Yahveh, un hombre de Dios llegó de Judá a Betel cuando Jeroboam estaba en pie sobre el altar para quemar incienso,

2 y por orden de Yahveh apostrofó al altar diciendo: «Altar, altar, así dice Yahveh: Ha nacido a la casa de David un hijo llamado Josías que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los altos, a los que queman incienso sobre ti, y quemará huesos humanos sobre ti.»

3 Aquel mismo día dio una señal diciendo: «Esta es la señal de que Yahveh habla: el altar va a romperse y se va derramar la ceniza que hay sobre él.»

4 Cuando el rey oyó lo que el hombre de Dios decía contra el altar de Betel, extendió su mano desde encima del altar diciendo: «Prendedle.» Pero la mano que extendió contra él se secó y no pudo volverla hacia sí.

5 El altar se rompió y se esparció la ceniza del altar según la señal que había dado el hombre de Dios por orden de Yahveh.

6 Respondió el rey al hombre de Dios: «Aplaca, por favor el rostro de Yahveh tu Dios, para que mi mano pueda volver a mí.» Aplacó el hombre de Dios el rostro de Yahveh, volvió la mano al rey y quedo como antes.

7 Dijo el rey al hombre de Dios: «Entra en casa conmigo para confortarte y te haré un regalo.»

8 Dijo el hombre de Dios al rey: «Aunque me dieras la mitad de tu casa no entraré contigo y no comeré ni beberé agua en este lugar,

9 porque así me lo ha ordenado la palabra de Yahveh: No comerás pan ni beberás agua ni volverás por el camino por el que has ido.»

10 Y se fue por otro camino, no volvió por el camino por donde había venido a Betel.

11 Vivía en Betel un anciano profeta. Vinieron sus hijos y le contaron cuanto había hecho aquel día el hombre de Dios en Betel, contaron a su padre las palabras que dijo el rey.

12 Su padre les dijo: «¿Por qué camino se ha ido?» Sus hijos le mostraron el camino por el que se fue el hombre de Dios que vino de Judá.

13 Dijo a sus hijos: «Aparejadme el asno.» Y aparejaron el asno y se montó sobre él.

14 Fue en seguimiento del hombre de Dios y le encontró sentado bajo el terebinto y le dijo: «¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?» El respondió: «Yo soy.»

15 Le dijo: «Ven conmigo a casa y comerás algo.»

16 Respondió: «No puedo volver contigo ni puedo comer pan ni beber agua en este lugar

17 porque la palabra de Dios me dijo: No comerás pan ni beberás agua ni volverás por el camino por el que viniste.»

18 Pero él le dijo: «También yo soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por orden de Yahveh diciendo: Hazle volver contigo a tu casa para que coma y beba agua», pero le mentía.

19 Se volvió, pues, con él y comió pan y bebió agua en su casa.

20 Estando ellos sentados a la mesa, fue dirigida la palabra de Dios al profeta que le había hecho volver,

21 y gritó al hombre de Dios que vino de Judá, diciendo: «Así dice Yahveh: Porque has desobedecido la voz de Yahveh y no has guardado la orden que Yahveh tu Dios te había dado,

22 sino que te has vuelto y has comido pan y has bebido agua en el lugar del que dijo: No comerás pan y no beberás agua, tu cadáver no entrará en la tumba de tus padres.»

23 Después de haber comido y bebido, el profeta que le había hecho volver le aparejó su asno.

24 Partió, y un león le encontró en el camino y le mató; su cadáver yacía en el camino y el asno permanecía junto a él; también el león permanecía junto al cadáver.

25 Pasaron algunos hombres que vieron el cadáver tirado en el camino y al león que permanecía junto al cadáver; entraron y lo contaron en la ciudad en que vivía el anciano profeta.

26 Lo oyó el profeta que le había hecho volver del camino, y dijo: «Es el hombre de Dios que desobedeció la orden de Yahveh, y Yahveh lo ha entregado al león que le ha destrozado y matado, según la palabra que le dijo Yahveh.»

27 Habló a sus hijos diciendo: «Aparejadme el asno», y se lo aparejaron.

28 Partió, y halló el cadáver tendido en el camino, y al asno y al león que permanecían junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni había destrozado al asno.

29 Levantó el profeta el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el asno y lo trajo. Entró en la ciudad el anciano profeta, le lloró y le sepultó.

30 Depositó el cadáver en su propio sepulcro, e hicieron la lamentación sobre él: «¡Ay, hermano mío!»

31 Después que le hubo sepultado, dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, me sepultaréis en el sepulcro en que ha sido sepultado el hombre de Dios; junto a sus huesos depositaréis mis huesos,

32 porque con toda certeza se cumplirá la palabra que por orden de Yahveh gritó contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los altos que hay en las ciudades de Samaría.»

33 Después de esto no se volvió Jeroboam de su mal camino, continuó haciendo sacerdotes para los altos de entre el pueblo común; a todo el que lo deseaba le investía como sacerdote de los altos,

34 Este proceder hizo caer en pecado a la casa de Jeroboam y fue causa de su perdición y su exterminio de sobre la faz de la tierra.

1 Reyes 14

1 Por aquel tiempo cayó enfermo Abías, hijo de Jeroboam.

2 Dijo Jeroboam a su mujer: «Levántate y disfrázate para que no se sepa que eres la mujer de Jeroboam, y vete a Silo, pues estará allí el profeta Ajías, el que me predijo que yo reinaría sobre este pueblo.

3 Toma en tus manos diez panes, tortas y un tarro de miel, y entra donde él; él te revelará qué será del niño.»

4 Así lo hizo la mujer de Jeroboam: se levantó, se fue a Silo, y entró en la casa de Ajías. Ajías no podía ver porque sus pupilas se habían quedado rígidas a causa de su vejez,

5 pero Yahveh había dicho a Ajías: «Mira, la mujer de Jeroboam viene a pedirte un oráculo acerca de su hijo que está enfermo. Esto y esto le dirás. Cuando ella entre, se hará pasar por otra.»

6 En oyendo Ajías el ruido de sus pasos, cuando entraba por la puerta, dijo: «Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué quieres pasar por otra? Tengo un duro mensaje para ti.

7 Vete a decir a Jeroboam: "Así dice Yahveh, Dios de Israel: Por cuanto te levanté de en medio del pueblo y te puse como caudillo de mi pueblo Israel,

8 arranqué el reino de la casa de David para dártelo a ti, pero tú no has sido como mi siervo David que guardó mis mandamientos y me siguió con todo su corazón haciendo sólo lo que es recto a mis ojos,

9 mientras que tú has hecho más mal que todos los que fueron antes que tú, y has ido a hacerte otros dioses, imágenes fundidas, para irritarme, y me has arrojado detrás de tus espaldas,

10 por esto, voy a hacer venir el mal sobre la casa de Jeroboam y quitaré a Jeroboam todos los varones, esclavos o libres en Israel, barreré a fondo la casa de Jeroboam como se barre del todo la basura.

11 Los de Jeroboam que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y los que mueran en el campo, serán comidos por las aves del cielo, porque ha hablado Yahveh."

12 Cuanto a ti, levántate y vete a tu casa; cuando tus pies entren en la ciudad, morirá el niño.

13 Todo Israel le llorará y le darán sepultura. Este tan sólo de los de Jeroboam entrará en el sepulcro, porque de la casa de Jeroboam sólo en él se ha hallado algo bueno ante Yahveh, Dios de Israel.

14 Yahveh se suscitará un rey sobre Israel que exterminará la casa de Jeroboam.

15 Yahveh golpeará a Israel como las aguas agitan una caña, y arrojará a Israel de esta tierra buena que dio a sus padres, y los dispersará al otro lado del Río, porque hicieron sus cipos que irritaban a Yahveh.

16 Y entregará a Israel a causa de los pecados que cometió Jeroboam e hizo cometer a Israel.»

17 La mujer de Jeroboam se levantó, se fue y entró en Tirsá; y cuando ella entraba en el umbral de su casa, había muerto el niño.

18 Le dieron sepultura y todo Israel hizo duelo según la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo, el profeta Ajías.

19 El resto de los hechos de Jeroboam, cómo guerreó y cómo reinó, están escritos en el libro de los Anales de los reyes de Israel.

20 El tiempo que reinó Jeroboam fueron veintidós años y se acostó con sus padres. Reinó en su lugar su hijo Nadab.

21 Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá; tenía 41 años Roboam cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.

22 Judá hizo el mal a los ojos de Yahveh. Irritaron su celo más que lo hicieron sus padres por los pecados que cometían:

23 también ellos se construyeron altos, estelas y cipos en toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso.

24 Hasta consagrados a la prostitución hubo en la tierra. Hicieron todas las abominaciones de las gentes que Yahveh había arrojado de delante de los israelitas.

25 El año quinto del rey Roboam, Sosaq, rey de Egipto, subió contra Jerusalén

26 y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey; de todo se apoderó. Y, como llevó todos los escudos de oro que había hecho Salomón,

27 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.

28 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, la guardia los llevaba y después los devolvía a la sala de la guardia.

29 El resto de los hechos de Roboam, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

30 Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam.

31 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Abiyyam.

1 Reyes 15

1 El año dieciocho del rey Jeroboam, hijo de Nebat, comenzó a reinar Abiyyam sobre Judá.

2 Reinó tres años en Jerusalén; el nombres de su madre era Maaká, hija de Absalón.

3 Siguió en todo los pecados que su padre había hecho antes de él, y su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el corazón de David su padre.

4 Pero en atención a David, le dio Yahveh su Dios una lámpara en Jerusalén, suscitando a su hijo después de él y manteniendo en pie a Jerusalén,

5 porque David había hecho lo que era recto a los ojos de Yahveh y no se había apartado de cuanto le ordenó en todos los días de su vida, salvo en el caso de Urías el hitita.

7 El resto de los hechos de Abiyyam, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? Hubo guerra entre Abiyyam y Jeroboam.

8 Se acostó Abiyyam con sus padres y le sepultaron en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asá.

9 El año veinte de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Asá en Judá.

10 Reinó 41 años en Jerusalén; su abuela se llamaba Maaká, hija de Absalón.

11 Asá hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su padre.

12 Expulsó de la tierra a los consagrados a la prostitución, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho.

13 Incluso llegó a quitar a su abuela Maaká el título de Gran Dama porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror y lo quemó en el torrente Cedrón.

14 Pero no desaparecieron los altos, aunque el corazón de Asá estuvo del todo con Yahveh toda su vida.

15 Llevó a la Casa de Yahveh las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas, plata, oro y utensilios.

16 Hubo guerra entre Asá y Basá, rey de Israel, toda su vida.

17 Basá, rey de Israel, subió contra Judá y fortificó Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá.

18 Sacó entonces Asá toda la plata y el oro que quedaban en los tesoros de la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey, se lo dio a sus servidores y los envió a Ben Hadad, hijo de Tabrimmón, hijo de Jezyón, rey de Aram, que habitaba en Damasco, diciendo:

19 «Haya alianza entre nosotros como entre mi padre y tu padre. Te envío un presente de plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.»

20 Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel, conquistando Iyyón, Dan y Abel Bet Maaká, todo el Kinerot y todo el país de Neftalí.

21 Cuando Basá lo supo suspendió las fortificaciones de Ramá y se volvió a Tirsá.

22 El rey Asá convocó a todo Judá sin excepción. Se llevaron la piedra y la madera con que Basá fortificaba Ramá, y el rey Asá fortificó con ellas Gueba de Benjamín y Mispá.

23 El resto de los hechos de Asá, toda su bravura y cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? Sólo que en su ancianidad enfermó de los pies.

24 Asá se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David. Reinó después de él su hijo Josafat.

25 Nadab, hijo de Jeroboam, comenzó a reinar en Israel el año segundo de Asá, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel.

26 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, y anduvo por el camino de su padre y en el pecado con que hizo pecar a Israel.

27 Basá, hijo de Ajías, de la casa de Isacar, conspiró contra él y le mató en Guibbetón de los filisteos, cuando Nadab y todo Israel estaban asediando a Guibbetón.

28 Basá le hizo morir el año tercero de Asá, rey de Judá, y reinó en su lugar.

29 Cuando se hizo rey, mató a toda la casa de Jeroboam, no dejó a nadie de los de Jeroboam con vida, hasta exterminarlos según la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo el profeta Ajías de Silo,

30 por los pecados que Jeroboam cometió e hizo cometer a Israel y con los que provocó la irritación de Yahveh, Dios de Israel.

31 El resto de los hechos de Nadab y todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

33 El año tercero de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Basá, hijo de Ajías, sobre todo Israel en Tirsá; reinó veinticuatro años.

34 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue por el camino de Jeroboam y por el pecado con que hizo pecar a Israel.

1 Reyes 16

1 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jehú, hijo de Jananí, contra Basá diciendo:

2 «Por cuanto te he levantado del polvo y te he puesto como jefe de mi pueblo Israel, pero tú has ido por el camino de Jeroboam y has hecho pecar a mi pueblo Israel irritándome con sus pecados,

3 voy a barrer a Basá y a su casa y voy a hacer tu casa parecida a la casa de Jeroboam, hijo de Nebat.

4 Los de Basá que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y a los que mueran en el campo los comerán las aves del cielo.»

5 El resto de los hechos de Basá, todo cuanto hizo y su bravura, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

6 Basá se acostó con sus padres y le sepultaron en Tirsá. Reinó en su lugar su hijo Elá.

7 Fue dirigida la palabra de Yahveh por boca del profeta Jehú, hijo de Jananí, contra Basá y contra su casa por todo el mal que hizo a los ojos de Yahveh, irritándole con sus obras, hasta hacerse semejante a la casa de Jeroboam, y también por haber exterminado a ésta.

8 El año veintiséis de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Elá, hijo de Basá, sobre Israel en Tirsá, y reinó dos años.

9 Su servidor Zimrí, jefe de la mitad de los carros, conspiró contra él, cuando estaba en Tirsá bebiendo hasta emborracharse, en casa de Arsá, que estaba al frente de la casa de Tirsá.

10 Entró Zimrí y le hirió matándole el año veintisiete de Asá, rey de Judá, y reinó en su lugar.

11 Cuando se hizo rey, apenas sentado sobre su trono, mató a toda la familia de Basá, sin dejar ningún varón ni pariente ni amigo.

12 Zimrí exterminó a toda la casa de Basá según la palabra que Yahveh dijo a Basá por boca del profeta Jehú,

13 por todos los pecados que Basá y Elá, su hijo, cometieron e hicieron cometer a Israel provocando con sus vanos ídolos la indignación de Yahveh, Dios de Israel.

14 El resto de los hechos de Elá, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

15 El año veintisiete de Asá, rey de Judá, reinó Zimrí siete días en Tirsá. El pueblo estaba acampado en Guibbetón de los filisteos.

16 Las tropas acampadas oyeron decir: «Ha conspirado Zimrí y ha llegado a matar al rey», y aquel mismo día todo Israel proclamó en el campamento a Omrí, jefe del ejército, como rey de Israel.

17 Omrí y todo Israel con él subieron de Guibbetón y pusieron sitió a Tirsá.

18 Cuando Zimrí vio que la ciudad iba a ser tomada, entró en la ciudadela de la casa del rey, prendió fuego sobre sí a la casa del rey y murió,

19 a causa del pecado que cometió haciendo el mal a los ojos de Yahveh, yendo por el camino de Jeroboam y por el pecado que hizo cometer a Israel.

20 El resto de los hechos de Zimrí y la conjuración que tramó, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

21 Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos mitades; una mitad del pueblo siguió a Tibní, hijo de Guinat, para hacerle rey; la otra mitad a Omrí.

22 El pueblo que seguía a Omrí prevaleció sobre el pueblo que seguía a Tibní, hijo de Guinat; Tibní murió y reinó Omrí.

23 El año 31 de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Omrí sobre Israel y reinó doce años. Reinó seis años en Tirsá.

24 Compró la montaña de Samaría a Sémer por dos talentos de plata, fortificó el monte, y a la ciudad que él había construido puso por nombre Samaría, del nombre de Semer, dueño del monte.

25 Omrí hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue peor que cuantos le precedieron.

26 Fue en todo por el camino de Jeroboam, hijo de Nebat, y por el pecado que hizo cometer a Israel irritando a Yahveh, Dios de Israel, con sus vanos ídolos.

27 El resto de los hechos de Omrí, cuanto hizo y su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

28 Se acostó Omrí con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Reinó en su lugar su hijo Ajab.

29 Ajab, hijo de Omrí, comenzó a reinar en Israel el año 38 de Asá, rey de Judá. Ajab, hijo de Omrí, reinó sobre Israel en Samaría veintidós años.

30 Ajab, hijo de Omrí, hizo el mal a los ojos de Yahveh más que todos los que fueron antes que él.

31 Lo de menos fue haber seguido los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat, sino que, además, tomó por mujer a Jezabel, hija de Ittobaal, rey de los sidonios, y se fue a servir a Baal postrándose ante él.

32 Alzó un altar a Baal en el santuario de Baal que edificó en Samaría.

33 Hizo Ajab el cipo y aumentó la indignación de Yahveh, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que le precedieron.

34 En su tiempo Jiel de Betel reedificó Jericó. Al precio de Abirón, su primogénito, puso los fundamentos, y al precio de su hijo menor Segub, puso las puertas, según la palabra que dijo Yahveh por boca de Josué, hijo de Nun.

1 Reyes 17

1 Elías tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab: «Vive Yahveh, Dios de Israel, a quien sirvo. No habrá estos años rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga.»

2 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo:

3 «Sal de aquí, dirígete hacia oriente y escóndete en el torrente de Kerit que está al este del Jordán.

4 Beberás del torrente y encargaré a los cuervos que te sustenten allí.»

5 Hizo según la palabra de Yahveh, y se fue a vivir en el torrente de Kerit que está al este del Jordán.

6 Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del torrente.

7 Al cabo de los días se secó el torrente, porque no había lluvia en el país.

8 Le fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo:

9 «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer.»

10 Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía leña. La llamó Elías y dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda beber.»

11 Cuando ella iba a traérsela, le gritó: «Tráeme, por favor, un bocado de pan en tu mano.»

12 Ella dijo: «Vive Yahveh tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos y moriremos.»

13 Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo.

14 Porque así habla Yahveh, Dios de Israel: No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahveh conceda la lluvia sobre la haz de la tierra.

15 Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo.

16 No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que Yahveh había dicho por boca de Elías.

17 Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo, y la enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento.

18 Entonces ella dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer morir a mi hijo?»

19 Elías respondió: «Dame tu hijo.» El lo tomó de su regazo y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho;

20 después clamó a Yahveh diciendo: «Yahveh, Dios mío, ¿es que también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo morir a su hijo?»

21 Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahveh y dijo: «Yahveh, Dios mío, que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de él.»

22 Yahveh escucho la voz de Elías, y el alma del niño volvió a el y revivió.

23 Tomó Elías al niño, lo bajó de la habitación de arriba de la casa y se lo dio a su madre. Dijo Elías: «Mira, tu hijo vive.»

24 La mujer dijo a Elías: «Ahora sí que he conocido bien que eres un hombre de Dios, y que es verdad en tu boca la palabra de Yahveh.»

1 Reyes 18

1 Pasado mucho tiempo, fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías, al tercer año, diciendo: «Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover sobre la superficie de la tierra.»

2 Fue Elías a presentarse a Ajab. El hambre se había apoderado de Samaría.

3 Ajab llamó a Abdías, que estaba al frente de la casa - Abdías era muy temeroso de Yahveh.

4 Cuando Jezabel exterminó a los profetas de Yahveh, Abdías había tomado cien profetas y los había ocultado, de cincuenta en cincuenta, en una cueva, dándoles de comer pan y agua. -

5 Dijo Ajab a Abdías: «Ven, vamos a recorrer el país por todas sus fuentes y todos sus torrentes; acaso encontremos hierba para mantener los caballos y mulos y no tengamos que suprimir el ganado.»

6 Se repartieron el país para recorrerlo: «Ajab se fue solo por un camino y Abdías se fue solo por otro.

7 Estando Abdías en camino, le salió Elías al encuentro. Le reconoció y cayó sobre su rostro y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor?»

8 El respondió: «Yo soy. Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.»

9 Respondió: «¿En qué he pecado, pues entregas a tu siervo en manos de Ajab para hacerme morir?

10 ¡Vive Yahveh tu Dios! No hay nación o reino donde no haya mandado a buscarte mi señor, y cuando decían: "No está aquí", hacía jurar a la nación o al reino que no te había encontrado.

11 Y ahora tú dices: "Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías."

12 Y sucederá que, cuando me aleje de ti, el espíritu de Yahveh te llevará no sé dónde, llegaré a avisar a Ajab, pero no te hallará y me matará. Sin embargo, tu siervo teme a Yahveh desde su juventud.

13 ¿Nadie ha hecho saber a mi señor lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas de Yahveh, que oculté a cien de los profetas de Yahveh, de cincuenta en cincuenta, en una cueva, y les alimenté con pan y agua?

14 Y ahora tú me dices: "Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías." ¡Me matará»

15 Respondió Elías: «¡Vive Yahveh Sebaot a quien sirvo! Hoy me presentaré a él.»

16 Abdías fue al encuentro de Ajab y le avisó, y Ajab partió al encuentro de Elías.

17 Cuando Ajab vio a Elías le dijo: «¿Eres tú, azote de Israel?»

18 El respondió: «No soy yo el azote de Israel, sino tú y la casa de tu padre, por haber abandonado a Yahveh y haber seguido a los Baales.

19 Pero ahora, envía a reunir junto a mí a todo Israel en el monte Carmelo, y a los 450 profetas de Baal que comen a la mesa de Jezabel.»

20 Ajab envió a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo.

21 Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste.» Pero el pueblo no le respondió nada.

22 Dijo Elías al pueblo: «He quedado yo solo como profeta de Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450.

23 Que se nos den dos novillos; que elijan un novillo para ellos, que los despedacen y lo pongan sobre la leña, pero que no pongan fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego.

24 Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo invocaré el nombre de Yahveh. Y el dios que responda por el fuego, ése es Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Está bien!»

25 Elías dijo a los profetas de Baal: «Elegíos un novillo y comenzad vosotros primero, pues sois más numerosos. Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego.»

26 Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Baal, respóndenos!» Pero no hubo voz ni respuesta. Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho.

27 Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: «¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!»

28 Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos.

29 Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera.

30 Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí.» Todo el pueblo se acercó a él. Reparó el altar de Yahveh que había sido demolido.

31 Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos de Jacob, al que fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: «Israel será tu nombre.»

32 Erigió con las piedras un altar al nombre de Yahveh, e hizo alrededor del altar una zanja que contenía como unas dos arrobas de sembrado.

33 Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la leña.

34 Después dijo: «Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña.» Lo hicieron así. Dijo: «Repetid» y repitieron. Dijo: «Hacedlo por tercera vez.» Y por tercera vez lo hicieron.

35 El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua.

36 A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: «Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas.

37 Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones.»

38 Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas.

39 Todo el pueblo lo vio y cayeron sobre su rostro y dijeron: «¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!»

40 Elías les dijo: «Echad mano a los profetas de Baal, que no escape ninguno de ellos»; les echaron mano y Elías les hizo bajar al torrente de Quisón, y los degolló allí.

41 Dijo Elías a Ajab: «Sube, come y bebe, porque ya se oye el rumor de la lluvia.»

42 Subió Ajab a comer y beber, mientras que Elías subía a la cima del Carmelo, y se encorvó hacia la tierra poniendo su rostro entre las rodillas.

43 Dijo a su criado : «Sube y mira hacia el mar.» Subió, miró y dijo: «No hay nada.» El dijo: «Vuelve.» Y esto siete veces.

44 A la séptima vez dijo: «Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar.» Entonces dijo: «Sube a decir a Ajab: Unce el carro y baja, no te detenga la lluvia.»

45 Poco a poco se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento y se produjo gran lluvia. Ajab montó en su carro y se fue a Yizreel.

46 La mano de Yahveh vino sobre Elías que, ciñéndose la cintura, corrió delante de Ajab hasta la entrada de Yizreel.

1 Reyes 19

1 Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas.

2 Envió Jezabel un mensajero a Elías diciendo: «Que los dioses me hagan esto y me añaden esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu alma igual que el alma de uno de ellos.»

3 El tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado.

4 El caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo: «¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!»

5 Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: «Levántate y come.»

6 Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar.

7 Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: «Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti.»

8 Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

9 Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: «¿Qué haces aquí Elías?»

10 El dijo: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»

11 Le dijo: «Sal y ponte en el monte ante Yahveh.» Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor.

12 Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave.

13 Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?»

14 El respondió: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»

15 Yahveh le dijo: «Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram.

16 Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar.

17 Al que escape a la espada de Jazael le hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú, le hará morir Eliseo.

18 Pero me reservaré 7.000 en Israel: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que no le besaron.»

19 Partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías y le echó su manto encima.

20 El abandonó los bueyes, corrió tras de Elías y le dijo: «Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.» Le respondió: «Anda, vuélvete, pues ¿qué te he hecho?»

21 Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el yugo de los bueyes y dio a sus gentes, que comieron. Después se levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio.

1 Reyes 20

1 Ben Hadad, rey de Aram, reunió todo su ejército. Tenía consigo 32 reyes, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría y la atacó.

2 Envió mensajeros a la ciudad, a Ajab, rey de Israel,

3 para decirle: «Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son para mí. Tus mujeres y tus hijos para ti.»

4 El rey de Israel respondió: «Como tú dices, rey mi señor, tuyo soy yo y todo lo mío.»

5 Volvieron los mensajeros y dijeron: «Así habla Ben Hadad: Envío a decirte: Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.

6 Así que mañana a estas horas te enviaré mis siervos y registrarán tu casa y las casas de tus siervos, y echarán mano a cuanto les guste, y se lo llevarán.»

7 Convocó el rey de Israel a todos los ancianos de la tierra y les dijo: «Reconoced y ved que éste busca hacer el mal. Me pide mis mujeres y mis hijos a pesar de que no le he negado mi plata y mi oro.»

8 Todos los ancianos y todo el pueblo dijeron: «No le escuches, no consientas.»

9 Dijo a los enviados de Ben Hadad: «Decid a mi señor el rey: Todo lo que mandaste la primera vez a tu siervo, lo haré; pero esto no puedo hacerlo.» Se fueron los mensajeros llevando la respuesta.

10 Entonces, Ben Hadad envió a decir: «Esto me hagan los dioses y esto me añadan si hay bastante polvo en Samaría para los puños de todo el pueblo que me sigue.»

11 El rey de Israel respondió: «Decid: No se alabe quien se ciñe como el que se desciñe.»

12 Cuando Ben Hadad escuchó esta palabra, estaba bebiendo con los reyes en la tienda, y dijo a sus servidores: «Tomad posiciones.» Y tomaron posiciones contra la ciudad.

13 Se acercó a Ajab, rey de Israel, un profeta y le dijo: «Así habla Yahveh: ¿Has visto esta gran multitud? Hoy la entrego en tus manos y sabrás que yo soy Yahveh.»

14 «Ajab dijo: «¿Por medio de quién?» Respondió: «Así dice Yahveh: Por medio de los jóvenes de los jefes de distritos.» Preguntó Ajab: «¿Quién debe entablar el combate?» Respondió: «Tú.»

15 Pasó revista a los jóvenes de los jefes de distritos, que eran 232; después de ellos, pasó revista a todo el pueblo, todos los israelitas, 7.000.

16 Hicieron una salida a mediodía, mientras Ben Hadad estaba bebiendo hasta la embriaguez en sus tiendas con los 32 reyes auxiliares.

17 Salieron en cabeza los jóvenes de los jefes de distritos. Enviaron a avisar a Ben Hadad: «Han salido algunos jóvenes de Samaría.»

18 El respondió: «Si han salido en son de paz, prendedles vivos; si han salido en son de guerra, prendedles vivos.»

19 Salieron, pues, de la ciudad aquellos jóvenes de los jefes de los distritos y el ejército detrás de ellos.

20 Abatió cada uno a su hombre. Aram se dio a la fuga e Israel le persiguió. Ben Hadad, rey de Aram, pudo salvarse a caballo con algunos jinetes.

21 Salió el rey de Israel y se apoderó de los caballos y carros, infligiendo a Aram una gran derrota.

22 Se acercó el profeta al rey de Israel y dijo: «Anda, cobra ánimo, y conoce y mira lo que has de hacer, porque el año que viene el rey de Aram subirá contra ti.»

23 Los servidores del rey de Aram le dijeron: «Su Dios es un Dios de las montañas; por eso fueron más fuertes que nosotros. Pero atacaremos en la llanura y ¿no seremos más fuertes que ellos?

24 Haz esto: quita de su puesto a cada uno de los reyes, y pon gobernadores en su lugar.

25 Por tu parte, recluta un ejército como el ejército que perdiste, con otros tantos caballos y carros, y les atacaremos en la llanura. ¿No seremos más fuertes que ellos?» Escuchó su voz e hizo así.

26 A la vuelta del año, Ben Hadad pasó revista a los arameos y subió a Afeq para luchar contra Israel.

27 Se pasó revista a los israelitas que fueron provistos de vituallas y marcharon a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos como dos rebaños de cabras, mientras que los arameos llenaban la tierra.

28 El hombre de Dios se acercó al rey de Israel y dijo: «Así habla Yahveh: Por haber dicho los arameos: Yahveh es un Dios de la montaña, no es Dios de las llanuras, voy a entregar toda esta gran muchedumbre en tus manos y sabrás que yo soy Yahveh.»

29 Acamparon frente a frente durante siete días y el séptimo día trabaron batalla. Los israelitas batieron a los arameos, 100.000 infantes en un día.

30 Los restantes huyeron a la ciudad de Afeq, pero la muralla se desplomó sobres los 27.000 hombres que quedaban. Ben Hadad había huido y se había refugiado en la ciudad, en una habitación retirada.

31 Sus servidores le dijeron: «Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos. Deja que nos pongamos sayales sobre nuestros lomos y cuerdas en nuestras cabezas y salgamos hacia el rey de Israel. Acaso te deje la vida.»

32 Se ciñeron sayales a sus lomos y cuerdas sobre sus cabezas y fueron al rey de Israel y le dijeron: «Tu siervo Ben Hadad dice: Que pueda yo conservar mi vida.» El respondió: «¿Vive aún? ¡Es mi hermano!»

33 Los hombres lo tomaron como buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra diciendo: «Hermano tuyo es Ben Hadad.» El dijo: «Id a traerlo.» Ben Hadad salió hacia él, y él le hizo subir a su carro.

34 Ben Hadad le dijo: «Devolveré las ciudades que mi padre tomó a tu padre; y tú pondrás bazares para ti en Damasco, como mi padre puso en Samaría.» - «Con este pacto te dejaré libre.» Hizo un pacto con él y le dejó libre.

35 Un hombre de los hijos de los profetas dijo a su compañero: «Por orden de Yahveh, hiéreme»; pero el hombre no quiso herirle.

36 Le dijo: «Por no haber escuchado la voz de Yahveh, en cuanto te marches de mi lado, el león te herirá.» Se fue de su lado y le encontró al león, que le hirió.

37 Halló a otro hombre y le dijo: «Hiéreme.» El hombre le dio un golpe y le hirió.

38 El profeta se fue y se puso a esperar al rey en el camino. Se había disfrazado con una banda sobre los ojos.

39 Cuando el rey pasaba clamó al rey y dijo: «Tu siervo había llegado al centro de la batalla cuando uno abandonó las filas y me trajo un hombre y me dijo: "Custodia a este hombre; si llega a faltar, tu vida responderá por la suya, o pagarás un talento de plata."

40 Pero tu siervo estaba ocupado aquí y allá y éste desapareció.» El rey de Israel le dijo: «Esa es tu sentencia. Tú mismo lo has sentenciado.»

41 El entonces se apresuró a quitarse la banda de los ojos y el rey de Israel le reconoció como uno de los profetas.

42 Dijo al rey: «Así dice Yahveh: Por haber dejado ir de tus manos al hombre entregado a mi anatema, tu vida pagará por su vida y tu pueblo por su pueblo.»

43 El rey de Israel se fue a su casa triste e irritado, y entró en Samaría.

1 Reyes 21

1 Después de estos sucesos ocurrió que Nabot, de Yizreel, tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaría,

2 y Ajab habló a Nabot diciendo: «Dame tu viña para que me sirva de huerto para hortalizas, pues está pegando a mi casa, y yo te daré por ella una viña mejor que está, o si parece bien a tus ojos te daré su precio en dinero.»

3 Respondió Nabot a Ajab: «Líbreme Yahveh de darte la herencia de mis padres.»

4 Se fue Ajab a su casa triste e irritado por la palabra que le dijo Nabot de Yizreel: «No te daré la heredad de mis padres»; se acostó en su lecho, volvió su rostro y no quiso comer.

5 Vino a donde él su mujer Jezabel, y le habló: «¿Por qué está triste tu espíritu y por qué no quieres comer?»

6 El le respondió: «Porque he hablado con Nabot de Yizreel y le he dicho: "Dame tu viña por dinero o, si lo prefieres, te daré una viña a cambio", y me dijo: "No te daré mi viña."»

7 Su mujer Jezabel le dijo: «¿Y eres tú el que ejerces la realeza en Israel? Levántate, come y que se alegre tu corazón. Yo te daré la viña de Nabot de Yizreel.»

8 Escribió cartas en nombre de Ajab y las selló con su sello, y envió las cartas a los ancianos y notables que vivían junto a Nabot.

9 En las cartas había escrito: «Proclamad un ayuno y haced sentar a Nabot a la cabeza del pueblo.

10 Haced que se sienten frente a él dos malvados que le acusarán diciendo: "Has maldecido a Dios y al rey" y le sacaréis y le apedrearéis para que muera.»

11 Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto a Nabot en su ciudad, hicieron lo que Jezabel les había mandado, de acuerdo con lo escrito en las cartas que les había remitido.

12 Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot a la cabeza del pueblo.

13 Llegaron los dos malvados, se sentaron frente a él y acusaron los malvados a Nabot delante del pueblo diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey»; le sacaron fuera de la ciudad, le apedrearon y murió.

14 Enviaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido apedreado y ha muerto.»

15 Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Ajab: «Levántate, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yizreel, el que se negó a dártela por dinero, pues Nabot ya no vive, ha muerto.»

16 Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yizreel, para tomar posesión de ella.

17 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías tesbita diciendo:

18 «Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaría. Está en la viña de Nabot, a donde ha bajado a apropiársela.

19 Le hablarás diciendo: Así habla Yahveh: Has asesinado ¿y además usurpas? Luego le hablarás diciendo: Por esto, así habla Yahveh: En el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán también los perros tu propia sangre.»

20 Ajab dijo a Elías: «Has vuelto a encontrarme, enemigo mío.» Respondió: «Te he vuelto a encontrar porque te has vendido para hacer el mal a los ojos de Yahveh.

21 Yo mismo voy a traer el mal sobre ti y voy a barrer tu posteridad y a exterminar todo varón de los de Ajab, libre o esclavo, en Israel.

22 Y haré tu casa como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la casa de Basá, hijo de Ajías, por la irritación con que me has irritado y por haber hecho pecar a Israel.

23 También contra Jezabel ha hablado Yahveh diciendo: "Los perros comerán a Jezabel en la parcela de Yizreel."

24 A los hijos de Ajab que mueran en la ciudad los comerán los perros y a los que mueran en el campo los comerán las aves del cielo.»

25 No hubo quien se prestara como Ajab para hacer el mal a los ojos de Yahveh, porque su mujer Jezabel le había seducido.

26 Su proceder fue muy abominable, yendo tras los ídolos, en todo como los amorreos a los que expulsó Yahveh ante los israelitas.

27 Cuando Ajab oyó estas palabras desgarró sus vestidos y se puso un sayal sobre su carne, ayunó y se acostó con el sayal puesto; y caminaba a paso lento.

28 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías tesbita diciendo:

29 «¿Has visto cómo Ajab se ha humillado en mi presencia? Por haberse humillado en mi presencia, no traeré el mal en vida suya; en vida de su hijo traeré el mal sobre su casa.»

1 Reyes 22

1 Transcurrieron tres años sin guerra entre Aram e Israel.

2 Al tercer año bajó Josafat, rey de Judá, donde el rey de Israel,

3 y el rey de Israel dijo a sus servidores: «Vosotros sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece y no hacemos nada por rescatarla de manos del rey de Aram.»

4 Dijo a Josafat: «¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot de Galaad?» Josafat respondió al rey de Israel: «Yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.»

5 Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la palabra de Yahveh.»

6 El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Yahveh la entregará en manos del rey.»

7 Pero Josafat dijo: «No hay aquí otro profeta de Yahveh a quien podamos consultar?»

8 Dijo el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Dijo Josafat: «No hable el rey así.»

9 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae en seguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»

10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.

11 Sedecías, hijo de Kenaaná se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice Yahveh: Con éstos acornearás a Aram hasta acabar con ellos.»

12 Todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «Sube contra Ramot de Galaad, tendrás éxito. Yahveh la entregará en manos del rey.»

13 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey. Procura hablar como uno de ellos y anuncia el bien.»

14 Miqueas respondió: «¡Vive Yahveh!, lo que Yahveh me diga, eso anunciaré.»

15 Llegó donde el rey y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla o debo desistir?» Le respondió: «Sube, tendrás éxito, Yahveh la entregará en manos del rey.»

16 Pero el rey dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre de Yahveh?»

17 Entonces él dijo: He visto todo Israel disperso por los montes como ovejas sin pastor. Yahveh ha dicho: «No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa.»

18 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien sino el mal?»

19 Dijo Miqueas: «Escucha la palabra de Yahveh: He visto a Yahveh sentado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba a su lado, a derecha e izquierda.

20 Preguntó Yahveh: "¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?" Y el uno decía una cosa y el otro otra.

21 Se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: "Yo le engañaré." Yahveh le preguntó: "¿De qué modo?"

22 Respondió: "Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas." Yahveh dijo: "Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así."

23 Ahora, pues, Yahveh ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.»

24 Se acercó Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yahveh para hablarte a ti?»

25 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de aposento en aposento.»

26 El rey de Israel dijo: «Prende a Miqueas y llévaselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey.

27 Y les dirás: Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.»

28 Dijo Miqueas: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh por mí.»

29 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad.

30 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se disfrazó para entrar en combate.

31 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de los carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»

32 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que es el rey de Israel.» Y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat gritó.

33 Y viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel se apartaron de él.

34 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza, y el rey dijo a su auriga: «Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.»

35 Arreció aquel día la batalla y el rey fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos, y a la tarde murió; la sangre de la herida corría por el fondo del carro.

36 A la caída del sol se corrió un grito por el campamento: «Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra.

37 El rey ha muerto.» Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey.

38 Lavaron el carro con agua abundante junto a la alberca de Samaría y los perros lamían la sangre y las prostitutas se bañaron en ella, según la palabra que Yahveh había dicho.

39 El resto de los hechos de Ajab, todo cuanto hizo, la casa de marfil que edificó, todas las ciudades que fortificó ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

40 Ajab se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Ocozías.

41 Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá el año cuarto de Ajab, rey de Israel.

42 Josafat tenía 35 años cuando comenzó a reinar y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí.

43 Siguió en todo el camino de Asá, su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto a los ojos de Yahveh.

44 Con todo, no desaparecieron los altos; el pueblo seguía sacrificando y quemando incienso en los altos.

45 Josafat estuvo en paz con el rey de Israel.

46 El resto de los hechos de Josafat, la bravura que demostró y las guerras que sostuvo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

47 Barrió de la tierra a todos los consagrados a la prostitución que habían quedado en el país en los días de Asá su padre.

48 No había rey establecido en Edom.

49 Josafat hizo una flota de Tarsis para ir a Ofir por oro, pero no fue, porque se destrozó la flota en Esyón Guéber.

50 Entonces Ocozías, hijo de Ajab, dijo a Josafat: «Mis siervos irán con tus siervos en la flota», pero Josafat no quiso.

51 Josafat se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David y reinó en su lugar su hijo Joram.

52 Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaría, el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel.

53 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo por el camino de su madre, y por el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel.

54 Sirvió a Baal y se postró ante él, irritando a Yahveh, Dios de Israel, enteramente como lo había hecho su padre.



LIBRO SEGUNDO DE LOS REYES

2 Reyes 1

1 Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel.

2 Ocozías se cayó por la celosía de su habitación de arriba de Samaría; quedó maltrecho, y envió mensajeros a los que dijo: «Id a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, si sobreviviré a esta desgracia.»

3 Pero el Angel de Yahveh dijo a Elías tesbita: «Levántate y sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría y diles: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel vais vosotros a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón?

4 Por eso, así habla Yahveh: Del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás.» Y Elías se fue.

5 Los mensajeros se volvieron a Ocozías y éste les dijo: «¿Cómo así os habéis vuelto?»

6 Le respondieron: «Nos salió al paso un hombre que nos dijo: "Andad, volveos al rey que os ha enviado y decidle: Así habla Yahveh: ¿Acaso porque no hay Dios en Israel envías tú a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso, del lecho al que has subido no bajarás, porque de cierto morirás."»

7 Les preguntó: «¿Qué aspecto tenía el hombre que os salió al paso y os dijo estas palabras?»

8 Le respondieron: «Era un hombre con manto de pelo y con una faja de piel ceñida a su cintura.» El dijo: «Es Elías tesbita.»

9 Le envió un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió a donde él; estaba él sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo: «Hombre de Dios, el rey manda que bajes.»

10 Respondió Elías y dijo al jefe de cincuenta: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta.

11 Volvió a enviarle otro jefe de cincuenta, que subió y le dijo: «Hombre de Dios. Así dice el rey: Apresúrate a bajar.»

12 Respondió Elías y le dijo: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta.

13 Volvió a enviar un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta; llegó el tercer jefe de cincuenta, cayó de rodillas ante Elías y le suplicó diciendo: «Hombre de Dios, te ruego que mi vida y la vida de estos cincuenta tuyos sea preciosa a tus ojos.

14 Ya ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos jefes de cincuenta anteriores y a sus cincuenta; pues que ahora mi vida sea preciosa a tus ojos.»

15 El Angel de Yahveh dijo a Elías: «Baja con él y no temas ante él.» Se levantó y bajó con él donde el rey,

16 y le dijo: «Así dice Yahveh: Porque has enviado mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, por eso, del lecho al que has subido no bajarás, pues de cierto morirás.»

17 Murió según la palabra de Yahveh que Elías había dicho, y reinó en su lugar su hermano Joram, en el año segundo de Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, porque él no tenía hijos.

18 El resto de los hechos de Ocozías, lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

2 Reyes 2

1 Esto pasó cuando Yahveh arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y Eliseo partieron de Guilgal.

2 Dijo Elías a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Betel.» Eliseo dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» Y bajaron a Betel.

3 Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al encuentro de Eliseo y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!»

4 Elías dijo a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Jericó.» Pero él respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré», y siguieron hacia Jericó.

5 Se acercó a Eliseo la comunidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!»

6 Le dijo Elías: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía al Jordán.» Respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma que no te dejaré», y fueron los dos.

7 Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y se quedaron enfrente, a cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán.

8 Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie enjuto.

9 Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: «Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado.» Dijo Eliseo: «Que tenga dos partes de tu espíritu.»

10 Le dijo: «Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás.»

11 Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino.

12 Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en dos.

13 Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán.

14 Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahveh, el Dios de Elías?» Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó Eliseo.

15 Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra,

16 y le dijeron: «Hay entre tus siervos cincuenta hombres valerosos; que vayan a buscar a tu señor, no sea que el espíritu de Yahveh se lo haya llevado y le haya arrojado en alguna montaña o algún valle.» El dijo: «No mandéis a nadie.»

17 Como le insistieran hasta la saciedad dijo: «Mandad.» Mandaron cincuenta hombres que le buscaron durante tres días, pero no le encontraron.

18 Se volvieron donde él, que se había quedado en Jericó, y les dijo: «¿No os dije que no fuerais?».

19 Los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: «El emplazamiento de la ciudad es bueno, como mi señor puede ver, pero las aguas son malas y la tierra es estéril.»

20 El dijo: «Traedme una olla nueva y poned sal en ella.» Y se la trajeron.

21 Fue al manantial de las aguas, arrojó en él la sal y dijo: «Así dice Yahveh: Yo he saneado estas aguas; ya no habrá en ellas muerte ni esterilidad.»

22 Y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, según la palabra que dijo Eliseo.

23 De allí subió a Betel. Iba subiendo por el camino, cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él diciendo: «¡Sube, calvo; sube, calvo!»

24 El se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron dos osos del bosque y destrozaron a 42 de ellos.

25 De allí se fue al monte Carmelo, de donde se volvió a Samaría.

2 Reyes 3

1 Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años.

2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, pero no como su padre y como su madre, porque retiró la estela de Baal que su padre había hecho.

3 Tan sólo que se adhirió a los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

4 Mesá, rey de Moab, era pastor de ovejas y pagaba al rey de Israel 100.000 corderos y 100.000 carneros con su lana;

5 pero a la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.

6 Aquel día salió el rey Joram de Samaría y pasó revista a todo Israel.

7 Fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Moab?» Respondió: «Subiré. Yo seré como tú; mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.»

8 Y preguntó: «¿Por qué camino subiremos?» Respondió: «Por el camino del desierto de Edom.»

9 Fueron el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom; dieron un rodeo durante siete días y faltó el agua para el campamento y para las bestias de carga que les seguían.

10 El rey de Israel dijo: «¡Ay! Que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab!»

11 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún profeta de Yahveh para que consultemos a Yahveh por su medio?» Respondió uno de los servidores del rey de Israel y dijo: «Esta aquí Eliseo, hijo de Safat, el que vertía el agua en manos de Elías.»

12 Dijo Josafat: «Con él está la palabra de Yahveh.» Y bajaron donde él el rey de Israel, Josafat, y el rey de Edom.

13 Dijo Eliseo al rey de Israel: «¿Qué tengo que ver yo contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!» Respondió el rey de Israel: «Es que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de Moab.»

14 Dijo Eliseo: «Vive Yahveh Seboat a quien sirvo, que si no tuviera delante a Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría.

15 Traedme, pues, un tañedor. Y sucedió que, mientras tocaba el tañedor, vino sobre él la mano de Yahveh,

16 y dijo: «Así dice Yahveh: "Haced en este valle zanjas y más zanjas ",

17 porque así, dice Yahveh: "No veréis viento y no veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros y vuestros campamentos y vuestros ganados. "

18 Y aún es poco esto a los ojos de Yahveh, pues entregaré a Moab en vuestras manos

19 y heriréis a toda ciudad fuerte, talaréis todo árbol bueno, cegaréis todas las fuentes y devastaréis todos los campos fértiles cubriéndolos de piedra.»

20 A la mañana, a la hora de alzar la oblación, venían las aguas de la parte de Edom y la tierra se llenó de agua.

21 Habiendo oído todo Moab que subían los reyes para hacerles la guerra, convocaron a todos, desde los que empezaban a ceñir espada en adelante, y se apostaron en la frontera.

22 Al levantarse de mañana brillaba el sol sobre las aguas y los moabitas vieron enfrente las aguas rojas como la sangre,

23 y exclamaron: «Es sangre; sin duda los reyes se han matado entre sí y se han herido unos a otros. Conque ¡al botín, Moab!»

24 Cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y batieron a Moab, que huyó ante ellos; ellos avanzaron impetuosamente y derrotaron a Moab,

25 destruyeron las ciudades, arrojaron sobre los mejores campos cada uno su piedra y los llenaron, cegaron todos los manantiales, talaron todo árbol bueno; sólo le quedaron sus piedras a Quir Jeres, y los honderos la cercaron y la batieron.

26 Viendo el rey de Moab que llevaba la parte peor de la batalla, tomó consigo setecientos hombres que tiraban de espada para abrir brecha hacía el rey de Aram, pero no pudieron.

27 Tomó entonces a su primogénito, el que había de reinar en su lugar, y lo alzó en holocausto sobre la muralla, y hubo gran cólera contra los israelitas, que se alejaron de allí volviendo al país.

2 Reyes 4

1 Una de las mujeres de la comunidad de los profetas clamó a Eliseo diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto; tú sabes que tu siervo temía a Yahveh. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos hijos para esclavos suyos.»

2 Eliseo dijo: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.» Respondió ella: «Tu sierva no tiene en casa más que una orza de aceite.»

3 Dijo él: «Anda y pide fuera vasijas a todas tus vecinas, vasijas vacías, no te quedes corta.

4 Entra luego y cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos, y vierte sobre todas esas vasijas, y las pones aparte a medida que se vayan llenando.»

5 Se fue ella de su lado y cerró la puerta tras de sí y tras de sus hijos; éstos le acercaban las vasijas y ella iba vertiendo.

6 Cuando las vasijas se llenaron, dijo ella a su hijo: «Tráeme otra vasija.» El dijo: «Ya no hay más.» Y el aceite se detuvo.

7 Fue ella a decírselo al hombre de Dios, que dijo: «Anda y vende el aceite y paga a tu acreedor, y tú y tus hijos viviréis de lo restante.»

8 Un día pasó Eliseo por Sunem; había allí una mujer principal y le hizo fuerza para que se quedara a comer, y después, siempre que pasaba, iba allí a comer.

9 Dijo ella a su marido: «Mira, sé que es un santo hombre de Dios que siempre viene por casa.

10 Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando venga por casa, que se retire allí.»

11 Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en ella.

12 Dijo él a Guejazí su criado: «Llama a esta sunamita.» La llamó y ella se detuvo ante él.

13 El dijo a su criado: «Dile: Te has tomado todos estos cuidados por nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al rey o al jefe del ejército?» Ella dijo: «Vivo en medio de mi pueblo.»

14 Dijo él: «¿Qué podemos hacer por ella?» Respondió Guejazí: «Por desgracia ella no tiene hijos y su marido es viejo.»

15 Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada.

16 Dijo él: «Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un hijo.» Dijo ella: «No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.»

17 Concibió la mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le había dicho Eliseo.

18 Creció el niño y un día se fue donde su padre junto a los segadores.

19 Dijo a su padre: «¡Mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un criado: «Llévaselo a su madre.»

20 Lo tomó y lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de ella hasta el mediodía y murió.

21 Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el niño y salió.

22 Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados con una asna. Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré.»

23 Dijo él: «¿Por qué vas donde él? No es hoy novilunio ni sábado.» Pero ella dijo: «Paz.»

24 Hizo aparejar el asna y dijo a su criado: «Guía y anda, no me detengas en el viaje hasta que yo te diga.»

25 Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí viene nuestra sunamita.

26 Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»

27 Llegó donde el hombre de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se acercó Guejazí para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala, porque su alma está en amargura y Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha manifestado.»

28 Ella dijo: «¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me engañaras?»

29 Dijo a Guejazí: «Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y vete; si te encuentras con alguien no le saludes, y si alguien te saluda no le respondas, y pon mi bastón sobre la cara del niño.»

30 Pero la madre del niño dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» El pues, se levantó y se fue tras ella.

31 Guejazí había partido antes que ellos y había colocado el bastón sobre la cara del niño, pero no tenía voz ni señales de vida, de modo que se volvió a su encuentro y le manifestó: «El niño no se despierta.»

32 Llegó Eliseo a la casa; el niño muerto estaba acostado en su lecho.

33 Entró y cerró la puerta tras de ambos, y oró a Yahveh.

34 Subió luego y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos, se recostó sobre él y la carne del niño entró en calor.

35 Se puso a caminar por la casa de un lado para otro, volvió a subir y a recostarse sobre él hasta siete veces y el niño estornudó y abrió sus ojos.

36 Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita.» La llamó y ella llegó donde él. Dijo él: «Toma tu hijo.»

37 Entró ella y, cayendo a sus pies, se postró en tierra y salió llevándose a su hijo.

38 Cuando Eliseo se volvió a Guilgal había hambre en el país. La comunidad de los profetas estaba sentada ante él y dijo a su criado: «Toma la olla grande y pon a cocer potaje para los profetas.»

39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas comestibles; encontró una viña silvestre y recogió una especie de calabazas silvestres hasta llenar su vestido; fue y las cortó en pedazos en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.

40 Lo sirvieron después para que comieran los hombres y, cuando estaban comiendo, comenzaron a gritar diciendo: « ¡La muerte en la olla, hombre de Dios!» Y no pudieron comer.

41 El dijo: «Traedme harina», y la echó en la olla. Dijo: «Repartid entre la gente.» Comieron y no había nada malo en la olla.

42 Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga; y dijo Eliseo: «Dáselo a la gente para que coman.»

43 Su servidor dijo: «¿Cómo voy a dar esto a cien hombres?» Él dijo: «Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.»

44 Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

2 Reyes 5

1 Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era hombre muy estimado y favorecido por su señor, porque por su medio había dado Yahveh la victoria a Aram. Este hombre era poderoso, pero tenía lepra.

2 Habiendo salido algunas bandas de arameos, trajeron de la tierra de Israel una muchachita que se quedó al servicio de la mujer de Naamán.

3 Dijo ella a su señora: «Ah, si mi señor pudiera presentarse al profeta que hay en Samaría, pues le curaría de su lepra.»

4 Fue él y se lo manifestó a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho la muchacha israelita.»

5 Dijo el rey de Aram: «Anda y vete; yo enviaré una carta al rey de Israel.» Fue y tomó en su mano diez talentos de plata, 6.000 siclos de oro y diez vestidos nuevos.

6 Llevó al rey de Israel la carta que decía: «Con la presente, te envío a mi siervo Naamán, para que le cures de su lepra.»

7 Al leer la carta el rey de Israel, desgarró sus vestidos diciendo: «¿Acaso soy yo Dios para dar muerte y vida, pues éste me manda a que cure a un hombre de su lepra? Reconoced y ved que me busca querella.»

8 Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: « ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.»

9 Llegó Naamán con sus caballos y su carro y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo.

10 Eliseo envió un mensajero a decirle: «Vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te volverá limpia.»

11 Se irritó Naamán y se marchaba diciendo: «Yo que había dicho: ¡Seguramente saldrá, se detendrá, invocará el nombre de Yahveh su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra!

12 ¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar limpio?» Y, dando la vuelta, partió encolerizado.

13 Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: «Padre mío; si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil ¿es que no la hubieras hecho? ¡Cuánto más habiéndote dicho: Lávate y quedarás limpio!»

14 Bajó, pues, y se sumergió siete veces en el Jordán, según la palabra del hombre de Dios, y su carne se tornó como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio.

15 Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento, llegó, se detuvo ante él y dijo: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.»

16 Pero él dijo: «Vive Yahveh a quien sirvo, que no lo aceptaré»; le insistió para que lo recibiera, pero no quiso.

17 Dijo Naamán: «Ya que no, que se dé a tu siervo, de esta tierra, la carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otros dioses sino a Yahveh.

18 Que Yahveh dispense a su siervo por tener que postrarse en el templo de Rimmón cuando mi señor entre en el templo para adorar allí, apoyado en mi brazo; que Yahveh dispense a tu siervo por ello.»

19 El le dijo: «Vete en paz.» Y se alejó de él una cierta distancia.

20 Guejazí, el criado de Eliseo, el hombre de Dios, se dijo: «Mi amo ha sido indulgente con Naamán, ese arameo, al no aceptar de su mano lo que traía. ¡Vive Yahveh!, que voy a correr tras él y tomaré algo de su mano.»

21 Guejazí partió en seguimiento de Naamán. Naamán vio que corría tras de él y saltó del carro a su encuentro y dijo: «Todo va bien?»

22 Respondió: «Bien. Mi señor me envía a decirte: Acaban de llegar a mí dos jóvenes de la montaña de Efraím, de la comunidad de los profetas; dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos vestidos de fiesta.»

23 Dijo Naamán: «Dígnate aceptar dos talentos y dos vestidos de fiesta.» Le insistió, y metió dos talentos de plata en dos sacos y se lo entregó a dos de sus criados que lo llevaron delante de él.

24 Cuando llegó a Ofel, lo tomó de sus manos, y lo puso en la casa y despidió a los hombres, que se fueron.

25 Cuando llegó y se presentó a su señor, Eliseo le dijo: «¿De dónde vienes Guejazí?» Respondió él: «Tu siervo no ha ido ni aquí ni allá.»

26 Le replicó: «¿No iba contigo mi corazón cuando un hombre saltó de su carro a tu encuentro? Ahora has recibido plata y puedes adquirir jardines, olivares y viñas, rebaños de ovejas y bueyes, siervos y siervas.

27 Pero la lepra de Naamán se pegará a ti y a tu descendencia para siempre.» Y salió de su presencia con lepra blanca como la nieve.

2 Reyes 6

1 Los profetas dijeron a Eliseo: «Mira, el lugar en que habitamos a tu lado, es estrecho para nosotros.

2 Vayamos al Jordán y tomemos allí cada uno una viga, y nos haremos allí un lugar para habitar en él.» Dijo: «Id.»

3 Uno de ellos dijo: «Dígnate venir con tus siervos.» Dijo él: «Iré.»

4 Se fue con ellos y llegando al Jordán se pusieron a cortar los árboles.

5 Estaba uno derribando una viga cuando el hierro se cayó al agua y gritó diciendo: «¡Ay, mi señor, que era prestado!»

6 El hombre de Dios dijo: «¿Dónde ha caído?» Y le mostró el sitio. Entonces cortó un trozo de madera y lo arrojó allí, y sacó el hierro a flote.

7 Dijo: «Hazlo subir hacia ti.» El extendió su mano y lo agarró.

8 El rey de Aram estaba en guerra con Israel y celebró consejo con sus siervos diciendo: «Bajad contra tal plaza.»

9 El hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: «Ten cuidado de esa plaza, porque los arameos bajan contra ella.»

10 El rey de Israel envió gente al lugar que el hombre de Dios le había dicho. El le advertía y el rey estaba allí alerta, y no una ni dos veces.

11 El corazón del rey de Aram se inquietó por este hecho, y llamando a sus oficiales les dijo: «¿No me vais a descubrir quién nos traiciona ante el rey de Israel?»

12 Uno de los oficiales dijo: «No, rey mi señor, sino que Eliseo, el profeta que hay en Israel, ha avisado al rey de Israel de las palabras que has dicho en el interior de tu dormitorio.»

13 El dijo: «Id y ved dónde está y enviaré a prenderlo.» Se le avisó diciendo: «Está en Dotán.»

14 Y mandó allí caballos, carros y un fuerte destacamento, que llegaron por la noche y cercaron la ciudad.

15 Al día siguiente se levantó el criado del hombre de Dios para salir, pero el destacamento rodeaba la ciudad, con caballos y carros, y su criado le dijo: «¡Ay, mi señor!, ¿qué vamos a hacer?»

16 El respondió: «No temas, que hay más con nosotros que con ellos.»

17 Oró Eliseo y dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vea.» Abrió Yahveh los ojos del criado y vio que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego en torno a Eliseo.

18 Bajaron hacia él los arameos y entonces Eliseo suplicó a Yahveh diciendo: «Deslumbra a esas gentes.» Y las deslumbró según la palabra de Eliseo.

19 Eliseo les dijo: «No es éste el camino y no es ésta la ciudad. Venid detrás de mí y os llevaré donde el hombre que buscáis.» Y los llevó a Samaría.

20 Cuando entraron en Samaría, Eliseo dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vean.» Abrió Yahveh sus ojos y vieron que estaban dentro de Samaría.

21 Cuando el rey de Israel los vio dijo a Eliseo: «¿Los mato, padre mío?»

22 El respondió: «No los mates. ¿Acaso a los que haces cautivos con tu espada y con tu arco los matas? Pon ante ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor.»

23 Les sirvió un gran banquete, comieron, bebieron y los despidió, y se fueron a su señor, y las bandas de Aram no volvieron a entrar en la tierra de Israel.

24 Sucedió después de esto que Ben Hadad, rey de Aram, reunió todas sus tropas y subió y puso sitio a Samaría.

25 Hubo gran hambre en Samaría; y tanto la apretaron que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres cinco siclos de plata.

26 Pasaba el rey de Israel por la muralla cuando una mujer clamó a él diciendo: «Sálvame, rey mi señor!»

27 Respondió: «Si Yahveh no te salva, ¿con qué puedo salvarte yo? ¿Con la era o con el lagar?»

28 Díjole el rey: «¿Qué te ocurre?» Ella respondió: «Esta mujer me dijo: "Trae a tu hijo y lo comeremos hoy; y el mío lo comeremos mañana."

29 Cocimos a mi hijo y nos lo comimos; al otro día le dije: "Trae tu hijo y lo comeremos", pero ella lo ha escondido.»

30 Cuando el rey oyó las palabras de la mujer desgarró sus vestidos; como pasaba sobre la muralla, el pueblo vio que llevaba sayal a raíz de su carne.

31 Dijo: «Esto me haga el señor y esto me añada si hoy le queda la cabeza sobre los hombros a Eliseo, hijo de Safat.»

32 Estaba Eliseo sentado en su casa y los ancianos estaban sentados con él. El rey envió un hombre por delante, pero antes que llegara el mensajero a donde él, dijo él a los ancianos: «Habéis visto que este hijo de asesino ha mandado cortar mi cabeza. Mirad, cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta y rechazadle con ella. ¿Acaso no se oye tras de él el ruido de los pasos de su señor?»

33 Todavía estaba hablando con ellos cuando el rey bajó al él y dijo: «¡Todo este mal viene de Yahveh! ¿Cómo he de confiar aún en Yahveh?»

2 Reyes 7

1 Dijo Eliseo: «Escucha la palabra de Yahveh: Así dice Yahveh: Mañana a esta hora estará la arroba de flor de harina a siclo, y las dos arrobas de cebada a siclo, en la puerta de Samaría.»

2 El escudero, sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios y le dijo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.»

3 Cuatro hombres que estaban leprosos se hallaban a la entrada de la puerta y se dijeron uno a otro: «¿Por qué estarnos aquí hasta morir?

4 Si decimos: "vamos a entrar en la ciudad", como hay hambre en ella, allí nos moriremos, y si nos quedamos aquí, moriremos igual. Así que vamos a pasarnos al campamento de Aram; si nos dejan vivir, viviremos, y si no matan, moriremos.»

5 Se levantaron al anochecer para ir al campamento de Aram; llegaron hasta el límite del campamento de Aram y no había allí nadie,

6 porque el Señor había hecho oír en el campamento de Aram estrépito de carros, estrépito de caballos y estrépito de un gran ejército, y se dijeron unos a otros: «El rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los hititas y a los reyes de Egipto para que vengan contra nosotros.»

7 Se levantaron y huyeron al anochecer abandonando su tiendas, sus caballos y sus asnos, el campamento tal como estaba, y huyeron para salvar sus vidas.

8 Aquellos leprosos llegaron al límite del campamento y, entrando en una tienda, comieron, bebieron y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, y fueron a esconderlo. Regresaron y entraron en otra tienda y escondieron lo que de allí se llevaron.

9 Se dijeron uno a otro: «No está bien lo que hacemos; hoy es un día de albricias; y si nosotros estamos callados hasta el lucir de la mañana incurriremos en culpa; así pues, vayamos, entremos y anunciémoslo a la casa del rey.»

10 Llegaron y llamaron a los guardias de la ciudad y se lo anunciaron diciendo: «Hemos ido al campamento de Aram y no hay nadie, ninguna voz de hombre; sólo los caballos atados, los asnos atados y las tiendas intactas.»

11 Llamaron los centinelas y lo comunicaron al interior de la casa del rey.

12 Se levantó el rey de noche y dijo a sus oficiales: «Os voy a decir lo que nos ha hecho Aram; saben que estamos hambrientos, han salido del campamento y se han escondido en el campo pensando: Saldrán de la ciudad, los prenderemos vivos y entraremos en la ciudad.»

13 Uno de los oficiales respondió y dijo: «Que se tomen cinco de los caballos restantes, pues les va a pasar lo que a toda la muchedumbre de Israel que ha perecido; y enviémosles para ver.»

14 Tomaron dos tiros de caballos y los envió el rey en pos de los arameos diciendo: «Id y ved.»

15 Fueron tras ellos hasta el Jordán, y todo el camino estaba lleno de vestidos y objetos que habían arrojado los arameos en su precipitación. Los mensajeros volvieron y se lo comunicaron al rey.

16 Salió el pueblo y saqueó el campamento de Aram; la arroba de flor de harina estaba a siclo y las dos arrobas de cebada a siclo, según la palabra de Yahveh.

17 El rey había puesto de vigilancia a la puerta al escudero en cuyo brazo se apoyaba; pero el pueblo le pisoteó en la puerta y murió, según la palabra del hombre de Dios, cuando el rey bajó donde él.

18 Sucedió según la palabra del hombre de Dios al rey cuando dijo: «Mañana a esta hora estarán a siclo las dos arrobas de cebada y a siclo la arroba de flor de harina en la puerta de Samaría.»

19 Respondió el escudero al hombre de Dios diciendo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo, ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.»

20 Y así sucedió. El pueblo lo pisoteó en la puerta y murió.

2 Reyes 8

1 Eliseo dijo a la mujer cuyo hijo había resucitado: «Levántate y vete, tú y tu casa, a residir donde puedas, porque Yahveh ha llamado al hambre y viene ya hacia la tierra por siete años.»

2 Se levantó la mujer e hizo según la palabra del hombre de Dios; se fue ella y su familia a vivir en tierra de filisteos siete años.

3 Al cabo de los siete años volvió la mujer del país de los filisteos y fue a apelar al rey por su casa y por su campo.

4 Estaba el rey hablando con Guejazí, criado del hombre de Dios, y le decía: «Cuéntame todas las grandes cosas que hizo Eliseo.»

5 Estaba él contando al rey cómo había resucitado al muerto, cuando llegó la mujer, cuyo hijo había resucitado, para apelar al rey por su casa y su campo y dijo Guejazí: «¡Oh mi señor! Esta es la mujer y éste su hijo, al que resucitó Eliseo.»

6 Preguntó el rey a la mujer y ella se lo relató; el rey puso un eunuco a disposición de la mujer diciendo: «Que se le devuelva todo lo suyo, con todos los productos del campo, desde el día en que ella abandonó la tierra hasta ahora.»

7 Eliseo fue a Damasco. Ben Hadad, rey de Aram, estaba enfermo y le avisaron: «El hombre de Dios ha venido aquí.»

8 Dijo el rey a Jazael: «Toma en tu mano un presente y vete al encuentro del hombre de Dios y consulta a Yahveh por su medio diciendo: ¿Sobreviviré a esta enfermedad?»

9 Fue Jazael a su encuentro llevando en su mano un presente de todo lo mejor de Damasco, la carga de cuarenta camellos; entró, se detuvo ante él y dijo: «Tu hijo Ben Hadad, rey de Aram, me ha enviado a ti para preguntarte: ¿Sobreviviré a esta enfermedad?»

10 Eliseo le dijo: «Vete y dile: "Puedes vivir"; pero Yahveh me ha hecho ver que de cierto morirá.»

11 Y se inmovilizaron sus facciones quedándose rígido en extremo, y rompió a llorar el varón de Dios.

12 Dijo Jazael: «¿Por qué llora mi señor?» Le respondió: «Porque sé el mal que vas a hacer a los israelitas: pasarás a fuego sus fortalezas, matarás a espada a sus mejores, aplastarás a sus pequeñuelos y abrirás el vientre a sus embarazadas.»

13 Dijo Jazael: «Pues, ¿qué es tu siervo? ¿Como un perro hará cosa tan enorme?» Respondió Eliseo: «Yahveh ha hecho que te vea como rey de Aram.»

14 Partió de junto a Eliseo y llegó donde su señor. Le preguntó: «¿Qué te ha dicho Eliseo?» Respondió: «Me ha dicho que puedes vivir.»

15 A la mañana siguiente tomó una manta, la empapó en agua y la extendió sobre su rostro y murió. Reinó en su lugar Jazael.

16 El año quinto de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Joram, hijo de Josafat, rey de Judá.

17 Tenía 32 años cuando comenzó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén.

18 Anduvo por el camino de los reyes de Israel como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo mal a los ojos de Yahveh.

19 Pero Yahveh no quiso destruir a Judá a causa de David su siervo según lo que le había dicho, que le daría una lámpara en su presencia para siempre.

20 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá, y se proclamaron un rey.

21 Pasó Joram a Saír con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a Edom que le tenía cercado a él y a los jefes de los carros, pero el pueblo huyó a sus tiendas.

22 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy; también se rebeló Libná. En aquel tiempo...

23 El resto de los hechos de Joram, todo lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

24 Joram se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de David, y reinó en su lugar su hijo Ocozías.

25 El año doce de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.

26 Veintidós años tenía Ocozías cuando comenzó a reinar y reinó un año en Jerusalén; el nombre de su madre era Atalía, hija de Omrí, rey de Israel.

27 Anduvo por el camino de la casa de Ajab, e hizo mal a los ojos de Yahveh como la casa de Ajab, porque había emparentado con la casa de Ajab.

28 Partió con Joram, hijo de Ajab, para hacer la guerra a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad, y los arameos hirieron a Joram.

29 El rey Joram se volvió a Yizreel para curarse de las heridas que le habían infligido los arameos en Ramot cuando combatía a Jazael, rey de Aram; Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel a visitar a Joram, hijo de Ajab, porque estaba enfermo.

2 Reyes 9

1 El profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: «Ciñe tu cintura y toma este frasco de aceite en tu mano y vete a Ramot de Galaad.

2 Cuando llegues allí, verás a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí; en llegando, haz que se levante de entre sus compañeros y hazle entrar en una habitación apartada.

3 Tomarás el frasco de aceite y lo derramarás sobre su cabeza diciendo: "Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel." Abres luego la puerta y huyes sin detenerte.»

4 El joven partió para Ramot de Galaad.

5 Cuando llegó estaban los jefes del ejército sentados y dijo: «Tengo una palabra para ti, jefe.» Jehú preguntó: «¿Para quién de nosotros?» Respondió: «Para ti, jefe.»

6 Jehú se levantó y entró en la casa; el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Te he ungido rey del pueblo de Yahveh, de Israel.

7 Herirás a la casa de Ajab, tu señor, y vengaré la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Yahveh de mano de Jezabel.

8 Toda la casa de Ajab perecerá y exterminaré a todos los varones de Ajab, libres o esclavos, en Israel.

9 Dejaré la casa de Ajab como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la casa de Basá, hijo de Ajías.

10 Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Yizreel; no tendrá sepultura.» Y abriendo la puerta, huyó.

11 Jehú salió a donde los servidores de su señor. Le dijeron: «¿Todo va bien? ¿A qué ha venido a ti ese loco?» Respondió: «Vosotros conocéis a ese hombre y sus palabras.»

12 Dijeron: «No es verdad. Dínoslo.» Replicó «Esto y esto me ha dicho: Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.»

13 Se apresuraron a tomar cada uno su manto que colocaron bajo él encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: «Jehú es rey.»

14 Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, conspiró contra Joram. Estaba Joram custodiando Ramot de Galaad, él y todo Israel, contra Jazael, rey de Aram.

15 Pero el rey Joram tuvo que volverse a Yizreel para curarse de las heridas que le habían infligido los arameos en su batalla contra Jazael, rey de Aram. Jehú dijo: «Si éste es vuestro deseo, que no salga de la ciudad ningún fugitivo que ponga en aviso a Yizreel.»

16 Montó Jehú en el carro y se fue a Yizreel, pues Joram estaba acostado allí, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a visitar a Joram.

17 El vigía que estaba sobre la torre de Yizreel vio la tropa de Jehú que llegaba y dijo: «Veo una tropa.» Dijo Joram: «Que se tome uno de a caballo y se le envíe a su encuentro y pregunte: ¿Hay paz?»

18 Salió el jinete a su encuentro y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?» Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.» El vigía avisó: «El mensajero ha llegado donde ellos, pero no vuelve.»

19 Volvió segunda vez a enviar un jinete que llegó donde ellos y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?» Respondió Jehú: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.»

20 El vigía avisó: «Ha llegado a ellos pero no vuelve. Su modo de guiar es el guiar de Jehú, hijo de Nimsí, pues conduce como un loco.»

21 Dijo Joram: «Enganchad.» Engancharon su carro y salieron Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, y partieron al encuentro de Jehú. Le encontraron en el campo de Nabot el de Yizreel.

22 Cuando Joram vio a Jehú, preguntó: «¿Hay paz, Jehú?» Respondió: «¿Qué paz mientras duran las prostituciones de tu madre Jezabel y sus muchas hechicerías?»

23 Volvió riendas Joram y huyó diciendo a Ocozías: «Traición, Ocozías.»

24 Jehú tensó el arco en su mano y alcanzó a Joram entre los hombros; la flecha le atravesó el corazón y se desplomó en su carro.

25 Jehú dijo a su escudero Bidcar: «Llévale y arrójale en el campo de Nabot de Yizreel, pues recuerda que, cuando yo y tú marchábamos en carro detrás de Ajab, su padre, Yahveh lanzó contra él esta sentencia:

26 "¿Es que no he visto yo ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos?, oráculo de Yahveh. Yo le devolveré lo mismo en este campo, oráculo de Yahveh." Así que llévale y arrójale en el campo según la palabra de Yahveh.»

27 Viendo esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet Haggan; Jehú partió en su persecución diciendo: «¡ También a él! ¡Matadle!» Y le hirieron en su carro en la cuesta de Gur, la de Yibleam; se refugió en Meguiddó y murió allí.

28 Sus servidores le llevaron en carro a Jerusalén y le sepultaron en su sepulcro con sus padres en la ciudad de David.

29 Ocozías había comenzado a reinar en Judá en el año once de Joram, hijo de Ajab.

30 Entró Jehú en Yizreel; habiéndolo oído Jezabel, se puso afeites en los ojos, adornó su cabeza y se asomó a la ventana,

31 y cuando Jehú entraba por la puerta, dijo ella: «¿Todo va bien, Zimrí, asesino de su señor?»

32 Alzó su rostro hacia la ventana y dijo: «¿Quién está conmigo, quién?» Se asomaron hacia él dos o tres eunucos,

33 y él les dijo: «Echadla abajo.» La echaron abajo y su sangre salpicó los muros y a los caballos, que la pisotearon.

34 Entró, comió, bebió y dijo: «Ocupaos de esa maldita y enterradla, pues es hija de rey.»

35 Fueron a enterrarla y no hallaron de ella más que el cráneo, los pies y las palmas de las manos.

36 Volvieron a comunicárselo y él dijo: «Es la palabra que Yahveh había dicho por boca de su siervo Elías tesbita: "En el campo de Yizreel comerán los perros la carne de Jezabel.

37 El cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo, de modo que no se podrá decir: Esta es Jezabel."»

2 Reyes 10

1 Tenía Ajab setenta hijos en Samaría. Escribió Jehú cartas y las envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab diciendo:

2 «Así que esta carta llegue a vosotros, como están con vosotros los hijos de vuestro señor y tenéis carros, caballos, una ciudad fuerte y armas,

3 ved quién es el mejor y más justo de los hijos de vuestro señor y ponedle en el trono de su padre y pelead por la casa de vuestro señor.»

4 Pero ellos tuvieron grandísimo temor y dijeron: «Los dos reyes no pudieron sostenerse ante él. ¿Cómo podremos resistir nosotros?»

5 El mayordomo de palacio, el comandante de la ciudad, los ancianos y los preceptores enviaron a decir a Jehú: « Somos siervos tuyos; haremos cuanto nos digas; no proclamaremos rey a nadie; haz lo que parezca bien a tus ojos.»

6 Les envió una segunda carta diciendo: «Si estáis por mí y escucháis mi voz, tomad a los jefes de los hombres de la casa de vuestro señor y venid a mí mañana a esta hora, a Yizreel.» (Los setenta hijos del rey estaban con los magnates de la ciudad que los criaban.)

7 En llegando la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta, pusieron sus cabezas en cestas y se las enviaron a Yizreel.

8 Entró el mensajero y le avisó diciendo: «Han hecho traer las cabezas de los hijos del rey.» Respondió: «Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta, hasta la mañana.»

9 Por la mañana salió, se presentó y dijo a todo el pueblo: «Sed justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he matado, pero ¿quién ha matado a todos éstos?

10 Sabed, pues, que no caerá en tierra ninguna de las palabras que Yahveh dijo contra la casa de Ajab: Yahveh ha hecho lo que dijo por boca de su siervo Elías.»

11 Y Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Ajab en Yizreel, a todos sus magnates, sus familiares, sus sacerdotes, sin dejar ni uno con vida.

12 Se levantó Jehú y entró. Luego partió para Samaría y, estando de camino en Bet Equed de los Pastores,

13 encontró Jehú a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y preguntó: «¿Quiénes sois vosotros?» Ellos respondieron: «Somos los hermanos de Ocozías y bajamos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.»

14 Dijo él: «Prendedlos vivos.» Los prendieron vivos, y los degolló en la cisterna de Bet Equed, 42 hombres, y no dejó ni uno de ellos.

15 Partió de allí y encontró a Yonadab, hijo de Rekab, que le salía al encuentro; le saludó y le dijo: «¿Es tu corazón tan recto como el mío para el tuyo?» Respondió Yonadab: «Lo es.» «Si lo es, dame tu mano.» Yonadab le dio la mano, y él le hizo subir a su carro.

16 Y le dijo: «Sube conmigo y verás mi celo por Yahveh»; y le llevó en su carro.

17 Entró en Samaría y mató a todos los supervivientes de Ajab en Samaría, hasta exterminarlos, según la palabra que había dicho Yahveh a Elías.

18 Reunió Jehú a todo el pueblo y les dijo: «Ajab sirvió a Baal un poco, Jehú le servirá mucho,

19 así que llamadme a todos los profetas de Baal, y a todos sus sacerdotes, sin que falte ninguno, porque tengo que hacer un gran sacrificio a Baal; todo el que falte morirá.» Jehú obraba con astucia para hacer perecer a los servidores de Baal.

20 Dijo Jehú: «Convocad una reunión santa para Baal.» Ellos la convocaron.

21 Envió Jehú mensajeros por todo Israel y vinieron todos los siervos de Baal, no quedó nadie sin venir. Entraron en el templo de Baal quedando lleno el templo de punta a cabo.

22 Dijo al encargado del vestuario: «Saca los vestidos para todos los servidores de Baal.» El hizo sacar los vestidos para ellos.

23 Jehú vino con Yonadab, hijo de Rekab, al templo de Baal y dijo a los fieles de Baal: «Investigad y ved no haya aquí entre vosotros algún siervo de Yahveh, sino tan sólo siervos de Baal.»

24 Y entró para hacer los sacrificios y los holocaustos. Pero Jehú había colocado fuera ochenta hombres y dijo: « El que deje escapar a uno de los hombres que yo voy a entregar en vuestras manos, responderá con su vida.»

25 Cuando hubo acabado de hacer el holocausto, dijo Jehú a la guardia y a los escuderos: «Entrad y matadles. Que nadie salga.» La guardia y los escuderos entraron, los pasaron a filo de espada y llegaron hasta el santuario del templo de Baal.

26 Sacaron el cipo del templo de Baal y lo quemaron.

27 Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal, y lo convirtieron en cloaca hasta el día de hoy.

28 Jehú exterminó a Baal de Israel.

29 Pero Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, los becerros de oro de Betel y de Dan.

30 Dijo Yahveh a Jehú: «Porque te has portado bien haciendo lo recto a mis ojos y has hecho a la casa de Ajab según todo lo que yo tenía en mi corazón, tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán sobre el trono de Israel.»

31 Pero Jehú no guardó el camino de la ley de Yahveh, Dios de Israel, con todo su corazón, no se apartó de los pecados con que Jeroboam hizo pecar a Israel.

32 En aquellos días comenzó Yahveh a cercenar a Israel, y Jazael batió todas las fronteras de Israel,

33 desde el Jordán al sol levante, todo el país de Galaad, de los gaditas, de los rubenitas, de Manasés, desde Aroer, sobre el torrente Arnón, Galaad y Basán.

34 El resto de los hechos de Jehú, todo cuanto hizo, toda su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

35 Se acostó Jehú con sus padres y le sepultaron en Samaría, y su hijo Joacaz reinó en su lugar.

36 Los días que Jehú reinó sobre Israel fueron veintiocho años en Samaría.

2 Reyes 11

1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó toda la estirpe real.

2 Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías y lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y puso a él y a su nodriza en el dormitorio, ocultándolo de la vista de Atalia, y no le mataron.

3 Seis años estuvo escondido con ella en la Casa de Yahveh, mientras Atalía reinaba en el país.

4 El año séptimo, Yehoyadá envió a buscar a los jefes de cien de los carios y de los corredores, y los hizo venir donde él a la Casa de Yahveh y, haciendo un pacto con ellos, les hizo prestar juramento y les mostró al hijo del rey.

5 Luego, les ordenó: «Esto es lo que tenéis que hacer: un tercio de vosotros, los que entran el sábado, que custodien la casa del rey.

7 Las otras dos partes, todos los que salen el sábado, se quedarán guardando la Casa de Yahveh, junto al rey.

8 Os pondréis en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano. Todo el que venga contra vuestras filas, morirá. Estaréis junto al rey en sus idas y venidas.»

9 Los jefes de cien hicieron cuanto les mandó el sacerdote Yehoyadá. Cada uno tomó sus hombres, los que entraban el sábado y los que salían el sábado, y vinieron junto al sacerdote Yehoyadá.

10 El sacerdote dio a los jefes de cien las lanzas y escudos del rey David que estaban en la Casa de Yahveh.

11 La guardia se apostó cada uno con sus armas en la mano, desde el lado derecho de la Casa hasta el lado izquierdo, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey.

12 Hizo salir entonces al hijo del rey, le puso la diadema y el Testimonio y le ungió. Batieron palmas y gritaron: «¡Viva el rey!»

13 Oyó Atalía el clamor del pueblo y se acercó al pueblo que estaba en la Casa de Yahveh.

14 Cuando vio al rey de pie junto a la columna, según la costumbre, y a los jefes y las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de la tierra lleno de alegría y tocando las trompetas, rasgó Atalía sus vestidos y gritó: « ¡Traición, traición!»

15 El sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de las tropas diciendo: «Hacedla salir de las filas y el que la siga que sea pasado a espada», porque dijo el sacerdote: «Que no la maten en la Casa de Yahveh.»

16 Le echaron mano y, cuando llegó a la casa del rey, por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.

17 Yehoyadá hizo una alianza entre Yahveh, el rey y el pueblo, para ser pueblo de Yahveh; y entre el rey y el pueblo.

18 Fue todo el pueblo de la tierra al templo de Baal y lo derribó. Destrozaron sus altares y sus imágenes, y mataron ante los altares a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote puso centinelas en la Casa de Yahveh,

19 y después tomó a los jefes de cien, a los carios y a la guardia y a todo el pueblo de la tierra, e hicieron bajar al rey de la Casa de Yahveh y entraron a la casa del rey por el camino de la guardia, y se sentó en el trono de los reyes.

20 Todo el pueblo de la tierra estaba contento y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, había muerto a espada en la casa del rey.

2 Reyes 12

1 Siete años tenía Joás cuando comenzó a reinar.

2 El año séptimo de Jehú comenzó a reinar Joás y reinó cuarenta años en Jerusalén; el nombre de su madre era Sibía de Berseba.

3 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh todos los días, porque el sacerdote Yehoyadá le había instruido.

4 Sólo que los altos no desaparecieron y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.

5 Joás dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero de las ofrendas sagradas que ha entrado en la Casa de Yahveh, el dinero de las tasas personales, todo el dinero que ofrece el corazón de cada uno a la Casa de Yahveh,

6 lo tomarán los sacerdotes, cada uno en el círculo de sus amistades, y ellos proveerán a las reparaciones de la Casa, en todo lo que deba ser reparado».

7 Pero en el año veintitrés del rey Joás los sacerdotes no habían hecho las reparaciones de la Casa.

8 Llamó entonces el rey Joás al sacerdote Yehoyadá y a los sacerdotes y les dijo: «¿Por qué no hacéis las reparaciones de la Casa? Así que no recibiréis el dinero de vuestras amistades, sino que lo daréis para la reparación de la Casa.»

9 Los sacerdotes consintieron en no tomar dinero del pueblo ni hacer reparaciones en la Casa.

10 El sacerdote Yehoyadá tomó un cofre, hizo un agujero en la tapa y lo puso junto a la estela, a la derecha según se entra en la Casa de Yahveh, y los sacerdotes que custodiaban el umbral depositaban en él todo el dinero ofrecido a la Casa de Yahveh.

11 Cuando veían que había mucha plata en el cofre subía el secretario del rey y el sumo sacerdote, se fundía, y se contaba la plata que se hallaba en la Casa de Yahveh.

12 Entregaban el dinero contado en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh; éstos lo empleaban en los carpinteros y constructores que trabajaban en la Casa de Yahveh,

13 los albañiles y canteros, para comprar maderas y piedra de cantería para hacer reparaciones en la Casa de Yahveh y para cuanto había que reparar en la Casa.

14 Pero no se hacían para la Casa de Yahveh ni fuentes de plata, ni cuchillos, ni acetres, ni trompetas, ni objetos de oro o plata con el dinero ofrecido a la Casa de Yahveh,

15 sino que se daba a los que hacían el trabajo de las reparaciones de la Casa de Yahveh.

16 No se pedían cuentas a los hombres en cuyas manos se ponía el dinero para que lo dieran a los que hacían el trabajo, porque trabajaban con fidelidad.

17 El dinero por la expiación y el dinero por el pecado no era entregado a la Casa de Yahveh; era para los sacerdotes.

18 Entonces Jazael, rey de Aram, subió para combatir contra Gat, la tomó y se volvió para subir contra Jerusalén.

19 Joás, rey de Judá, tomó todas las cosas sagradas que habían consagrado sus padres Josafat, Joram y Ocozías, reyes de Judá, todas las cosas que él mismo había consagrado y todo el oro que se pudo encontrar en los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y lo mando a Jazael, rey de Aram, que se alejó de Jerusalén.

20 El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

21 Sus servidores se levantaron y tramaron una conjura y mataron a Joás en Bet Milló...

22 Le hirieron sus siervos Yozakar, hijo de Simat, y Yehozabad, hijo de Somer, y murió. Le sepultaron con sus padres en la ciudad de David y reinó en su lugar su hijo Amasías.

2 Reyes 13

1 En el año veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz, hijo de Jehú, sobre Israel, en Samaría; reinó diecisiete años.

2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo tras los pecados con que Jeroboam hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sin apartarse de ellos.

3 Se encendió la ira de Yahveh contra los israelitas y los entregó en manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Ben Hadad, hijo de Jazael, todo aquel tiempo.

4 Joacaz aplacó el rostro de Yahveh y Yahveh le escuchó porque había visto la opresión de Israel, pues el rey de Aram los oprimía.

5 Concedió Yahveh a Israel un liberador que lo sacó de bajo la mano de Aram, pudiendo habitar los hijos de Israel en sus tiendas como antes.

6 Pero no se apartaron de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel, sino que anduvieron por ellos y el cipo siguió en pie en Samaría.

7 Pero no le quedaron a Joacaz como tropas sino cincuenta jinetes, diez carros y 10.000 infantes, pues el rey de Aram los había exterminado y reducido a polvo de la tierra.

8 El resto de los hechos de Joacaz, todo cuanto hizo y su bravura ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

9 Se acostó Joacaz con sus padres y lo sepultaron en Samaría. Reinó en su lugar su hijo Joás.

10 En el año 37 de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás, hijo de Joacaz, sobre Israel, en Samaría; reinó dieciséis años.

11 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sino que anduvo por ellos.

12 El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo, su bravura y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

13 Se acostó Joás con sus padres y Jeroboam ocupó su trono. Fue sepultado Joás en Samaría, junto a los reyes de Israel.

14 Cuando Eliseo enfermó de la enfermedad de que murió, bajó donde él Joás, rey de Israel, y lloró sobre su rostro diciendo: «¡Padre mío, padre mío, carro y caballos de Israel!»

15 Eliseo le dijo: «Toma un arco y flechas.» El se hizo con un arco y flechas.

16 Dijo al rey de Israel: «Pon tu mano sobre el arco»; puso su mano. Entonces Eliseo colocó sus manos sobre las manos del rey

17 y dijo: «Abre la ventana hacia Oriente.» El la abrió. Dijo Eliseo: «¡Tira!» El tiró. Dijo Eliseo: «Flecha de victoria de Yahveh, flecha de victoria contra Aram. Batirás a Aram en Afeq hasta el exterminio.»

18 Añadió: «Toma las flechas.» El las tomó. Eliseo dijo al rey: «Hiere la tierra.» La hirió tres veces y se detuvo.

19 El hombre de Dios se irritó contra él y le dijo: «Tenías que haber herido cinco o seis veces y entonces hubieras batido a Aram hasta el exterminio, pero ahora lo batirás sólo tres veces.»

20 Eliseo murió y le sepultaron. Las bandas de Moab hacían incursiones todos los años.

21 Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie.

22 Jazael, rey de Aram, había oprimido a Israel todos las días de Joacaz.

23 Pero Yahveh tuvo piedad y se compadeció de ellos volviéndose a ellos a causa de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob y no quiso aniquilarlos ni echarlos lejos de su rostro.

24 Murió Jazael, rey de Aram, y reinó en su lugar su hijo Ben Hadad.

25 Entonces Joás, hijo de Joacaz, volvió a tomar de mano de Ben Hadad, hijo de Jazael, las ciudades que había tomado de mano de Joacaz su padre, por las armas. Joás le batió tres veces y recobró las ciudades de Israel.

2 Reyes 14

1 En el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá.

2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yehoaddán, de Jerusalén.

3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, pero no como su padre David; hizo en todo como su padre Joás.

4 Tan sólo que no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.

5 Cuando el reino se afianzó en sus manos, mató a los servidores que habían matado al rey su padre,

6 pero no hizo morir a los hijos de los asesinos, según está escrito en el libro de la Ley de Moisés, donde Yahveh dio una orden diciendo: «No harán morir a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su pecado.»

7 El fue el que batió a los edomitas en el valle de la Sal, a 10.000 hombres, y conquistó la Peña por las armas. La llamó Yoqteel hasta el día de hoy.

8 Entonces Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciendo: «Sube, y nos veremos las caras.»

9 Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo; pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.

10 Cierto que has batido a Edom y tu corazón te ha envanecido; sé glorioso, pero quédate en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»

11 Pero Amasías no le escuchó; subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá.

12 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.

13 Joás, rey de Israel, capturó en Bet Semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, y lo llevó a Jerusalén. Abrió brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Angulo.

14 Tomó todo el oro, toda la plata y todos los objetos que se hallaban en la Casa de Yahveh, los tesoros de la casa del rey y también rehenes, y se volvió a Samaría.

15 El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, su bravura y cómo combatió contra Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

16 Se acostó Joás con sus padres y fue sepultado en Samaría junto a los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Jeroboam.

17 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.

18 El resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

19 Se conjuraron contra él en Jerusalén y huyó a Lakís, pero enviaron gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron.

20 Trajéronle a caballo y le sepultaron en Jerusalén con sus padres, en la Ciudad de David.

21 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.

22 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres.

23 En el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, en Samaría. Reinó 41 años.

24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de todos los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.

25 El restableció las fronteras de Israel desde la Entrada de Jamat hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh, Dios de Israel, había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de Gat de Jéfer,

26 porque Yahveh había visto la miseria, amarga en extremo, de Israel; no había esclavo ni libre, ni quien auxiliara a Israel.

27 No había decidido Yahveh borrar el nombre de Israel de debajo de los cielos y lo salvó por mano de Jeroboam, hijo de Joás.

28 El resto de los hechos de Jeroboam, todo cuanto hizo y la bravura con que guerreó, y cómo devolvió Jamat y Damasco a Judá y a Israel, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

29 Se acostó Jeroboam con sus padres y fue sepultado en Samaría con los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Zacarías.

2 Reyes 15

1 En el año veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Ozías, hijo de Amasías, rey de Judá.

2 Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó 52 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yekolía de Jerusalén.

3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías.

4 Sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.

5 Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y administraba justicia al pueblo de la tierra.

6 El resto de los hechos de Ozías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

7 Se acostó Ozías con sus padres y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Jotam.

8 En el año 38 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Zacarías, hijo de Jeroboam, sobre Israel, en Samaría; reinó seis meses.

9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como hicieron sus padres; no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.

10 Sallum, hijo de Yabés, conspiró contra él, le hirió en Yibleam, le mató, y reinó en su lugar.

11 El resto de los hechos de Zacarías ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

12 Esta fue la palabra de Yahveh, la que habló a Jehú diciendo: «Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.» Y así fue.

13 Sallum, hijo de Yabés, comenzó a reinar el año 39 de Ozías, rey de Judá, y reinó un mes en Samaría.

14 Menajem, hijo de Gadí, subió de Tirsá, entró en Samaría e hirió a Sallum, hijo de Yabés, en Samaría; le mató y reinó en su lugar.

15 El resto de los hechos de Sallum y la conspiración que tramó está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.

16 Entonces hirió Menajem a Tappúaj y a todos los que había en ella y a su territorio, a partir de Tirsá, porque no le abrieron las puertas; a todas sus embarazadas abrió el vientre.

17 En el año 39 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Menajem, hijo de Gadí, en Israel. Reinó diez años en Samaría.

18 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. En su tiempo,

19 Pul, rey de Asiria, vino contra el país. Menajem dio a Pul mil talentos de plata para que le ayudara a él y afianzara el reino en su mano.

20 Menajem exigió el dinero a Israel, a todos los notables, que habían de dar al rey de Asiria cincuenta siclos de plata cada uno. Entonces se volvió el rey de Asiria y no se detuvo allí en el país.

21 El resto de los hechos de Menajem, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?

22 Menajem se acostó con sus padres, y reinó en su lugar su hijo Pecajías.

23 En el año cincuenta de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecajías, hijo de Menajem, sobre Israel, en Samaría. Reinó dos años.

24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.

25 Su escudero Pecaj, hijo de Remalías, se conjuró contra él y le hirió en Samaría, en el torreón de la casa del rey... Había con él cincuenta hombres de los hijos de Galaad. Hizo morir al rey y reinó en su lugar.

26 El resto de los hechos de Pecajías, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.

27 En el año 52 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecaj, hijo de Remalías, sobre Israel, en Samaría. Reinó veinte años.

28 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.

29 En tiempo de Pecaj, rey de Israel, vino Teglatfalasar, rey de Asiria, y tomó Iyyón, Abel Bet Maacá, Yanóaj, Cadés, Jasor, Galaad, Galilea, todo el país de Neftalí, y los deportó a Asiria.

30 Oseas, hijo de Elá, tramó una conjuración contra Pecaj, hijo de Remalías, le hirió, le mató y reinó en su lugar.

31 El resto de los hechos de Pecaj, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.

32 En el año segundo de Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, comenzó a reinar Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá.

33 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yerusá, hija de Sadoq.

34 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho su padre Ozías,

35 sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió sacrificando y quemando incienso en los altos. Él construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh.

36 El resto de los hechos de Jotam, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

37 En aquellos días comenzó Yahveh a enviar contra Judá a Rasón, rey de Aram, y a Pecaj, hijo de Remalías.

38 Jotam se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Ajaz.

2 Reyes 16

1 En el año diecisiete de Pecaj, hijo de Remalías, comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam, rey de Judá.

2 Tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh su Dios, como su padre David.

3 Anduvo por el camino de los reyes de Israel e incluso hizo pasar por el fuego a su hijo, según las abominaciones de las naciones que Yahveh había arrojado ante los israelitas.

4 Ofreció sacrificios y quemó incienso en los altos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.

5 Entonces subió Rasón, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel, para combatir a Jerusalén y la cercaron, pero no pudieron conquistarla.

6 En aquel tiempo el rey de Edom recobró Elat para Edom; expulsó a los de Judá de Elat, entraron los edomitas en Elat y habitaron allí hasta el día de hoy.

7 Ajaz envió mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, diciendo: «Soy tu siervo y tu hijo. Sube, pues y sálvame de manos del rey de Israel que se han levantado contra mí.»

8 Y tomó Ajaz la plata y el oro que había en la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey y lo envió al rey de Asiria como presente.

9 El rey de Asiria le escuchó y subió contra Damasco, la conquistó, los deportó a Quir y mató a Rasón.

10 El rey Ajaz fue a Damasco al encuentro de Teglatfalasar, rey de Asiria, y viendo el altar que había en Damasco, envío al sacerdote Urías la imagen del altar y su modelo, según toda su hechura.

11 El sacerdote Urías construyó un altar; todo cuanto el rey Ajaz había mandado desde Damasco lo realizó el sacerdote Urías antes de que el rey Ajaz regresara de Damasco.

12 Cuando el rey regresó de Damasco vio el altar, se acercó y subió a él.

13 Mandó quemar sobre el altar su holocausto y su oblación, hizo su libación y derramó la sangre de sus sacrificios de comunión;

14 desplazó el altar de bronce que estaba ante Yahveh, delante de la Casa, de entre el altar nuevo y la Casa de Yahveh, y lo colocó al lado del altar nuevo, hacia el norte.

15 El rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: «Sobre el altar grande quemarás el holocausto de la mañana y la oblación de la tarde, el holocausto del rey y su oblación, el holocausto de todo el pueblo de la tierra, sus oblaciones y sus libaciones, derramarás sobre él toda la sangre del holocausto y toda la sangre del sacrificio. Cuanto al altar de bronce, yo me ocuparé de él.»

16 El sacerdote Urías hizo cuanto le había ordenado el rey Ajaz.

17 El rey Ajaz desmontó los paneles de las basas, quitó de encima de ellos la jofaina; hizo bajar el Mar de bronce de sobre los bueyes que estaban debajo de él y lo colocó sobre un solado de piedra.

18 Cuanto al estrado del trono de la Casa de Yahveh, que se había construido en ella, y la entrada exterior del rey, lo quitó por causa del rey de Asiria.

19 El resto de los hechos de Ajaz, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

20 Ajaz se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Ezequías.

2 Reyes 17

1 En el año doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar Oseas, hijo de Elá, en Samaría, sobre Israel. Reinó nueve años.

2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, aunque no como los reyes de Israel que le precedieron.

3 Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Oseas; Oseas se le sometió y le pagó tributo.

4 Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria, como lo venía haciendo cada año; el rey de Asiria lo detuvo y lo encadenó en la cárcel.

5 El rey de Asiria subió por toda la tierra, llegó a Samaría y la asedió durante tres años.

6 El año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria; los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos.

7 Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahveh su Dios, que los había hecho subir de la tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón, rey de Egipto, y habían reverenciado a otros dioses,

8 siguiendo las costumbres de las naciones que Yahveh había arrojado delante de ellos.

9 Los israelitas maquinaron acciones no rectas contra Yahveh su Dios, se edificaron altos en todas las ciudades, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas.

10 Se alzaron estelas y cipos sobre toda colina elevada y bajo todo árbol frondoso,

11 y quemaron allí, sobre todos los altos, incienso, como las naciones que Yahveh había expulsado de delante de ellos, y cometieron maldades, que irritaban a Yahveh.

12 Sirvieron a los ídolos acerca de los que Yahveh les había dicho: «No haréis tal cosa.»

13 Yahveh advertía a Israel y Judá por boca de todos los profetas y de todos los videntes diciendo: «Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y mis preceptos conforme a la Ley que ordené a vuestros padres y que les envié por mano de mis siervos los profetas.»

14 Pero ellos no escucharon y endurecieron sus cervices como la cerviz de sus padres, que no creyeron en Yahveh su Dios.

15 Despreciaron sus decretos y la alianza que hizo con sus padres y las advertencias que les hizo, caminando en pos de vanidades, haciéndose ellos mismos vanidad, en pos de las naciones que les rodeaban, acerca de las que Yahveh les había ordenado: «No haréis como ellas.»

16 Abandonaron todos los mandamientos de Yahveh su Dios, y se hicieron ídolos fundidos, los dos becerros; se hicieron cipos y se postraron ante todo el ejército de los cielos y dieron culto a Baal.

17 Hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego, practicaron la adivinación y los augurios, y se prestaron a hacer lo malo a los ojos de Yahveh, provocando su cólera.

18 Yahveh se airó en gran manera contra Israel y los apartó de su rostro, quedando solamente la tribu de Judá.

19 Tampoco Judá guardó los mandamientos de Yahveh su Dios y siguió las costumbres que practicó Israel.

20 Rechazó Yahveh el linaje de Israel, los humilló y los entregó en mano de saqueadores, hasta que los arrojó de su presencia;

21 pues como había arrancado a Israel de la casa de David y ellos se habían elegido rey a Jeroboam, hijo de Nebat, Jeroboam alejó a Israel del seguimiento de Yahveh, haciéndoles cometer un gran pecado.

22 Cometieron los israelitas todos los pecados que hizo Jeroboam, y no se apartaron de ellos,

23 hasta que Yahveh apartó a Israel de su presencia, como había anunciado por medio de todos sus siervos los profetas; deportó a Israel de su tierra a Asiria, hasta el día de hoy.

24 El rey de Asiria hizo venir gentes de Babilonia, de Kutá, de Avvá, de Jamat y de Sefarváyim y los estableció en las ciudades de Samaría en lugar de los israelitas; ellos ocuparon Samaría y se establecieron en sus ciudades.

25 Sucedió que, cuando comenzaron a establecerse allí, no veneraban a Yahveh, y Yahveh envió contra ellos leones que mataron a muchos.

26 Entonces dijeron al rey de Asiria: «Las gentes que has hecho deportar para establecerlas en las ciudades de Samaría no conocen el culto del dios de la tierra, y ha enviado contra ellos leones que los matan, porque ellos no conocen el culto del dios de la tierra.»

27 El rey de Asiria dio esta orden: «Haced partir allá a uno de los sacerdotes que deporté de allí; que vaya y habite allí y les enseñe el culto del dios de la tierra.»

28 Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se estableció en Betel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh.

29 Pero cada nación se hizo sus dioses y los pusieron en los templos de los altos que habían hecho los samaritanos, cada nación en las ciudades que habitaba.

30 Las gentes de Babilonia hicieron un Sukkot Benot, las gentes de Kutá hicieron un Nergal, las gentes de Jamat hicieron un Asimá,

31 los avvitas hicieron un Nibjaz y un Tartaq y los sefarvitas quemaban a sus hijos en honor de Adrammélek y Anammélek, dioses de los sefarvitas.

32 Veneraban también a Yahveh y se hicieron sacerdotes en los altos, tomados de entre ellos, que oficiaban por ellos en los templos de los altos.

33 Reverenciaban a Yahveh y servían a sus dioses según el rito de las naciones de donde habían sido deportados.

34 Hasta el día de hoy siguen sus antiguos ritos. No reverenciaban a Yahveh y no seguían sus preceptos y sus ritos, la ley y los mandamientos que había mandado Yahveh a los hijos de Jacob, al que dio el nombre de Israel.

35 Yahveh hizo una alianza con ellos y les dio esta orden: «No reverenciaréis dioses extraños, no os postraréis ante ellos, no les serviréis y no les ofreceréis sacrificios.

36 Sino que solamente a Yahveh, que os hizo subir de la tierra de Egipto con gran fuerza y tenso brazo, a él reverenciaréis, ante él os postraréis y a él ofreceréis sacrificios.

37 Guardaréis los preceptos, los ritos, la ley y los mandamientos que os dio por escrito para cumplirlos todos los días, y no reverenciaréis dioses extraños.

38 No olvidaréis la alianza que hice con vosotros y no reverenciaréis dioses extraños,

39 sino que reverenciaréis sólo a Yahveh vuestro Dios, y él os librará de la mano de todos vuestros enemigos.»

40 Pero ellos no escucharon, sino que siguieron haciendo según sus antiguos ritos.

41 De modo que aquellas gentes reverenciaban a Yahveh, pero servían a sus ídolos; sus hijos y los hijos de sus hijos continúan haciendo como hicieron sus padres hasta el día de hoy.

2 Reyes 18

1 En el año tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá.

2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve años en Jerusalén; el nombre de su madre era Abía, hija de Zacarías.

3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh enteramente como David su padre.

4 El fue quien quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas le habían quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejustán.

5 Confió en Yahveh, Dios de Israel. Después de él no le ha habido semejante entre todos los reyes de Judá, ni tampoco antes.

6 Se apegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los mandamientos que Yahveh había mandado a Moisés.

7 Yahveh estuvo con él y tuvo éxito en todas sus empresas; se rebeló contra el rey de Asiria y no le sirvió.

8 El batió a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas.

9 En el año cuarto del rey Ezequías, que es el año séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, subió Salmanasar, rey de Asiria, contra Samaría y la asedió.

10 La conquistó al cabo de tres años. En el año sexto de Ezequías, que es el año noveno de Oseas, rey de Israel, fue conquistada Samaría.

11 El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos,

12 porque no escucharon la voz de Yahveh su Dios y violaron su alianza y todo cuanto había ordenado Moisés, siervo de Yahveh. No lo escucharon y no lo practicaron.

13 En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.

14 Ezequías, rey de Judá, envió a decir a Senaquerib a Lakís: «He pecado; deja de atacarme, y haré cuanto me digas.» El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro.

15 Ezequías entregó todo el dinero que se encontró en la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey.

16 En aquella ocasión Ezequías quitó las puertas del santuario de Yahveh y los batientes que..., rey de Judá, había revestido de oro, y lo entregó al rey de Asiria.

17 El rey de Asiria envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Subió a Jerusalén y en llegando se colocó en el canal de la alberca superior que está junto al camino del campo del Batanero.

18 Llamó al rey, y el mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron hacia él.

19 El copero mayor les dijo: «Decid a Ezequías: Así habla el gran rey, el rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésa en la que te fías?

20 Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado contra mí?

21 Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.

22 Pero vais a decirme: "Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro Dios." ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y ha dicho a Judá y a Jerusalén: "Os postraréis delante de este altar en Jerusalén?"

23 Pues apostad ahora con mi señor, el rey de Asiria: te daré 2.000 caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos.

24 ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro!

25 Y ahora ¿es que yo he subido contra este lugar para destruirlo, sin Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esa tierra y destrúyela.»

26 Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor, háblanos a nosotros, tus siervos, en arameo, que lo entendemos; no nos hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»

27 El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con vosotros?»

28 Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lengua de Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria.

29 Así habla el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros de mi mano.

30 Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: "De cierto nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria."

31 No escuchéis a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced paces conmigo, rendíos a mi y comerá cada uno de su viña y de su higuera, y beberá cada uno de su cisterna,

32 hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y viviréis y no moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías, porque os engaña diciendo: "Yahveh nos librará."

33 ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra de la mano del rey de Asiria?

34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde están los dioses de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá? ¿Acaso han librado a Samaría de mi mano?

35 ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de mi poder para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?»

36 Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había dado esta orden diciendo: «No le respondáis.»

37 Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, y el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron a Ezequías, desgarrados los vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.

2 Reyes 19

1 Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de sayal y se fue a la Casa de Yahveh.

2 Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los sacerdotes ancianos cubiertos de sayal, donde el profeta Isaías, hijo de Amós.

3 Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de castigo y de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay fuerza para dar a luz.

4 ¿No habrá oído Yahveh tu Dios, todas las palabras del copero mayor al que ha enviado el rey de Asiria su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No castigará Yahveh tu Dios, las palabras que ha oído? ¡Dirige una plegaria en favor del resto que aún queda!»

5 Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías,

6 éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asiria.

7 Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra, y en su tierra yo le haré caer a espada.»

8 El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asiria atacando a Libná, pues había oído que había partido de Lakís,

9 porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus: «Mira que ha salido a guerrear contra ti.» Volvió a enviar mensajeros para decir a Ezequías:

10 «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el que confías pensando: "No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria".

11 Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!

12 ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en Tel Basar?

13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?».

14 Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.

15 Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: «Yahveh, Dios de Israel, que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra.

16 ¡Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira! Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo.

17 Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asiria han exterminado las naciones

18 y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han sido aniquilados.

19 Ahora pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.»

20 Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh, Dios de Israel: He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de Asiria.

21 Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus espaldas, la hija de Jerusalén.

22 ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel!

23 Por tus mensajeros insultas a Adonay y dices: Con mis muchos carros subo a los cumbres de los montes a las laderas del Líbano, derribo la altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus refugios, su jardín del bosque.

24 Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta de mis pies. todos los Nilos del Egipto.

25 ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días lo había planeado. Ahora lo ejecuto. Tú convertirás en cúmulos de ruinas las fuertes ciudades

26 Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son plata del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento de Oriente.

27 Si te alzas o te sientas, si sales o entras, estoy presente y lo sé.

28 Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a devolverte por la ruta por la que has venido.

29 La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y comed su fruto.

30 El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y frutos en lo alto.

31 Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión; el celo de Yahveh Sebaot lo hará.

32 Por eso, así dice Yahveh al rey de Asiria: No entrará en esta ciudad. No lanzará flechas en ella. No le opondrá escudo, ni alzará en contra de ella empalizada.

33 Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad. Palabra de Yahveh.

34 Protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo David.»

35 Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el campamento asirio a 185.000 hombres; a la hora de despertarse, por la mañana, no había más que cadáveres.

36 Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en Nínive.

37 Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok, sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.

2 Reyes 20

1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a morir y no vivirás.»

2 Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh diciendo:

3 «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tu ojos.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas.

4 Antes de que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo:

5 «Vuelve y di a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh.

6 Voy a darte quince años más de vida y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y ampararé esta ciudad por quien soy y por amor a mi siervo David.»

7 Isaías dijo: «Tomad una masa de higos.» La tomaron, la aplicaron sobre la úlcera y sanó.

8 Ezequías dijo a Isaías: «¿Cuál será la señal de que Yahveh me va a curar y dentro de tres días subiré a la Casa de Yahveh?»

9 Isaías respondió: «Esta será para ti, de parte de Yahveh, la señal de que Yahveh hará lo que ha dicho: ¿Quieres que la sombra avance diez grados o que retroceda diez grados?»

10 Ezequías dijo: «Fácil es para la sombra extenderse diez grados. No. Mejor que la sombra retroceda diez grados.»

11 El profeta Isaías invocó a Yahveh y Yahveh hizo retroceder la sombra diez grados sobre los grados que había recorrido en los grados de la habitación de arriba de Ajaz.

12 En aquel tiempo Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que Ezequías había estado enfermo.

13 Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en su casa y en todo su dominio.

14 Fue el profeta Isaías al rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho estos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han venido de un país lejano, de Babilonia.»

15 Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya enseñado.»

16 Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh:

17 Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron tus padres hasta el día de hoy será llevado a Babilonia; nada quedará, dice Yahveh.

18 Se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.»

19 Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que me dices.» Pues pensaba: «¿Qué me importa, si hay paz y seguridad en mis días?»

20 El resto de los hechos de Ezequías, toda su bravura, cómo hizo la alberca y la traída de aguas a la ciudad ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

21 Ezequías se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Manasés.

2 Reyes 21

1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí Baj.

2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.

3 Volvió a edificar los altos que había destruido su padre Ezequías, alzó altares a Baal e hizo un cipo como lo había hecho Ajab, rey de Israel; se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.

4 Construyó altares en la Casa de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén pondré mi Nombre.»

5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh.

6 Hizo pasar a su hijo por el fuego; practicó los presagios y los augurios, hizo traer los adivinos y nigromantes, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera.

7 Colocó el ídolo de Aserá, que había fabricado, en la Casa de la que dijo Yahveh a David y Salomón su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.

8 No haré errar más los pasos de Israel fuera de la tierra que di a sus padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado y según toda la Ley que les ordené por mi siervo Moisés.»

9 Pero no han escuchado, y Manasés los ha extraviado para que obren el mal más que las naciones que había aniquilado Yahveh delante de los israelitas.

10 Entonces habló Yahveh por boca de sus siervos, los profetas, diciendo:

11 «Porque Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones, haciendo el mal más que cuanto hicieron los amorreos antes de él, haciendo que también Judá pecase con sus ídolos,

12 por eso, así habla Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer venir sobre Jerusalén y Judá un mal tan grande que a quienes lo oyeren les zumbarán los oídos.

13 Extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de la casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, que se le vuelve del revés después de fregado.

14 Arrojaré el resto de mi heredad y los entregaré en manos de sus enemigos; serán presa y botín de todos sus enemigos,

15 porque hicieron lo que es malo a mis ojos y me han irritado desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta este día.»

16 Manasés derramó también sangre inocente en tan gran cantidad que llenó a Jerusalén de punta a cabo, aparte del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo que es malo a los ojos de Yahveh.

17 El resto de los hechos de Manasés, todo cuanto hizo, los pecados que cometió ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

18 Manasés se acostó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su casa, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Amón.

19 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó dos años en Jerusalén; el nombre de su madre era Mesullémet, hija de Jarús de Yotbá.

20 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como había hecho su padre Manasés.

21 Caminó enteramente por el camino que siguió su padre, sirvió a los ídolos a los que sirvió su padre y se postró ante ellos.

22 Abandonó a Yahveh, Dios de sus padres, y no anduvo por el camino de Yahveh.

23 Los siervos de Amón se conjuraron contra él y mataron al rey en su casa.

24 Mató el pueblo de la tierra a todos los conjurados contra el rey Amón, y el pueblo de la tierra proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.

25 El resto de los hechos de Amón, lo que hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

26 Le sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Josías.

2 Reyes 22

1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar y reinó 31 años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yedidá, hija de Adías, de Boscat.

2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh y anduvo enteramente por el camino de David su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.

3 En el año dieciocho del rey Josías, envió el rey al secretario Safán, hijo de Asalías, hijo de Mesullam, a la Casa de Yahveh diciendo:

4 «Sube donde Jilquías, sumo sacerdote, para que funda el dinero llevado a la Casa de Yahveh y que los guardianes del umbral han recogido del pueblo,

5 y que se ponga en manos de los que hacían las obras, los encargados de la Casa de Yahveh y ellos lo den a los que trabajan en la Casa para hacer las reparaciones de la Casa de Yahveh,

6 a los carpinteros y obreros de la construcción y albañiles, y para comprar maderas y piedra de cantería para la reparación de la Casa.

7 Pero no se les pida cuentas del dinero que se pone en sus manos porque se portan con fidelidad.»

8 El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: «He hallado en la Casa de Yahveh el libro de la Ley.» Jilquías entregó el libro a Safán, que lo leyó.

9 Fue el secretario Safán al rey y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos han fundido el dinero en la Casa y lo han puesto en manos de los que hacen las obras, los encargados de la Casa de Yahveh.»

10 Después el secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán lo leyó en presencia del rey.

11 Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley rasgó sus vestiduras.

12 Y ordenó el rey al sacerdote Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Akbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro del rey:

13 «Id a consultar a Yahveh por mí y por el pueblo y por todo Judá acerca de las palabras de este libro que se ha encontrado, porque es grande la cólera de Yahveh que se ha encendido contra nosotros porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro haciendo lo que está escrito en él.»

14 El sacerdote Jilquías, Ajicam, Akbor, Safán y Asaías fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Tiqvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron

15 y ella les respondió: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí:

16 "Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, según todas las palabras del libro que ha leído el rey de Judá,

17 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses irritándome con todas las obras de sus manos. Mi cólera se ha encendido contra este lugar y no se apagará."

18 Y al rey de Judá, que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: "Así dice Yahveh, Dios de Israel: Las palabras que has oído...

19 Pero ya que tu corazón se ha conmovido y te has humillado en presencia de Yahveh, al oír lo que he dicho contra este lugar y contra sus habitantes, que serán objeto de espanto y execración, ya que has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, yo a mi vez he oído, oráculo de Yahveh.

20 Por eso voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro, y no verán tus ojos ninguno de los males que yo voy a traer contra este lugar."» Ellos llevaron la respuesta al rey.

2 Reyes 23

1 El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén,

2 y subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh.

3 El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo confirmó la alianza.

4 El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los encargados del umbral que sacaran del santuario de Yahveh todos los objetos que se habían hecho para Baal, para Aserá y para todo el ejército de los cielos; los quemó fuera de Jerusalén en los yermos del Cedrón y llevó sus cenizas a Betel.

5 Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y que quemaban incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los contornos de Jerusalén, a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros celestes y a todo el ejército de los cielos.

6 Sacó la Aserá de la Casa de Yahveh fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, la quemó allí en el torrente Cedrón, la redujo a cenizas y arrojó las cenizas a las tumbas de los hijos del pueblo.

7 Derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en la Casa de Yahveh y donde las mujeres tejían velos para Aserá.

8 Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los altos donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba. Derribó los altos de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad.

9 Con todo, los sacerdotes de los altos no podían acercarse al altar de Yahveh en Jerusalén, aunque comían los panes ázimos en medio de sus hermanos.

10 Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera pasar por el fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek.

11 Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol, a la entrada de la Casa de Yahveh, cerca de la habitación del eunuco Netán Mélek, en las dependencias, y quemó el carro del Sol.

12 Los altares que estaban sobre el terrado de la habitación superior de Ajaz, que hicieron los reyes de Judá, y los altares que hizo Manasés en los dos patios de la Casa de Yahveh, el rey los derribó, los rompió allí y arrojó sus cenizas al torrente Cedrón.

13 El rey profanó los altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del Monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había construido a Astarté, monstruo abominable de los sidonios, a Kemós, monstruo abominable de Moab, y a Milkom, abominación de los amonitas.

14 Rompió las estelas, cortó los cipos y llenó sus emplazamientos de los huesos humanos.

15 También el altar que había en Betel y el alto que hizo Jeroboam, hijo de Nebat, el que hizo pecar a Israel, derribó este altar y este alto, rompió las piedras, las redujo a polvo, y quemó el cipo.

16 Volvió la cabeza Josías y vio los sepulcros que habían allí en la montaña; mandó tomar los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar, profanándolo, y cumpliéndose así la palabra de Yahveh que había dicho al hombre de Dios cuando Jeroboam estaba en pie junto al altar durante la fiesta. Josías se volvió y vio la tumba del hombre de Dios que había dicho estas cosas;

17 y dijo: «¿Qué monumento es ése que veo?» Los hombres de la ciudad le respondieron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que has hecho contra el altar de Betel.»

18 Dijo él: «Dejadle en paz. Que nadie toque sus huesos.» Y salvaron sus huesos, junto con los huesos del profeta que vino de Samaría.

19 También hizo desaparecer Josías todos los templos de los altos de las ciudades de Samaría que hicieron los reyes de Israel, irritando a Yahveh, e hizo con ellos enteramente como había hecho en Betel.

20 Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que se encontraban allí y quemó sobre ellos huesos humanos. Y se volvió a Jerusalén.

21 El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en honor de Yahveh, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la alianza.»

22 No se había celebrado una Pascua como está desde los días de los Jueces que habían juzgado a Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.

23 Tan sólo en el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua así en honor de Yahveh en Jerusalén.

24 También los nigromantes y los adivinos, los terafim y los ídolos y todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de la Ley escritas en el libro que encontró el sacerdote Jilquías en la Casa de Yahveh.

25 No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh, con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la ley de Moisés, ni después de él se ha levantado nadie como él.

26 Sin embargo, Yahveh no se volvió del ardor de su gran cólera que se había encendido contra Judá por todas las irritaciones con que le había irritado Manasés.

27 Yahveh había dicho: «También a Judá apartaré de mi presencia, como he apartado a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre estará en ella.»

28 El resto de los hechos de Josías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

29 En sus días subió el Faraón Nekó, rey de Egipto, hacia el rey de Asiria, junto al río Eufrates. Fue el rey Josías a su encuentro, pero Nekó le mató en Meguiddó en cuanto le vio.

30 Sus servidores trasladaron en carro el cadáver desde Meguiddó, llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungieron y proclamaron rey, en lugar de su padre.

31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná.

32 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como le habían hecho sus padres.

33 El Faraón Nekó lo encadenó en Riblá, en el país de Jamat, para que no reinara más en Jerusalén y puso un impuesto al país de cien talentos de plata y diez talentos de oro.

34 El faraón Nekó puso por rey a Elyaquim, hijo de Josías, en lugar de su padre Josías, y le cambió el nombre en Yoyaquim. Cuando a Joacaz, le tomó y le llevó a Egipto, donde murió.

35 Yoyaquim entregó la plata y el oro a Faraón, pero para dar el dinero según la orden de Faraón, impuso una derrama al país, a cada uno según sus bienes; apremió al pueblo de la tierra acerca del dinero que había de dar al faraón Nekó. Nekó.

36 Veinticinco años tenía Yoyaquim cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Zebida, hija de Pedaías de Rumá.

37 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como hicieron sus padres.

2 Reyes 24

1 En sus días, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo una expedición y Yoyaquim le quedó sometido durante tres años. Luego volvió a rebelarse contra él.

2 Yahveh envió contra él bandas de caldeos, bandas de arameos, bandas de moabitas y bandas de ammonitas; los envió contra Judá para destruirlo según la palabra que Yahveh había dicho por boca de sus siervos los profetas.

3 Tan sólo por orden de Yahveh ocurrió esto en Judá, para apartarlo de su presencia por los pecados de Manasés, por todo lo que había hecho,

4 y también por la sangre inocente que había derramado llenando a Jerusalén de sangre inocente. Yahveh no quiso perdonar.

5 El resto de los hechos de Yoyaquim, todo cuanto hizo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?

6 Se acostó Yoyaquim con sus padres y reinó en su lugar su hijo Joaquín.

7 No volvió a salir de su tierra el rey de Egipto, porque el rey de Babilonia había conquistado, desde el torrente de Egipto hasta el río Eufrates, todo cuanto era del rey de Egipto.

8 Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar y reinó tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Nejustá, hija de Elnatán, de Jerusalén.

9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh enteramente como había hecho su padre.

10 En aquel tiempo las gentes de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la ciudad fue asediada.

11 Vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a la ciudad, mientras sus siervos la estaban asediando.

12 Joaquín, rey de Judá, se rindió al rey de Babilonia, él, su madre, sus servidores, sus jefes y eunucos; los apresó el rey de Babilonia en el año octavo de su reinado.

13 Se llevó de allí todos los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros de la casa del rey, rompió todos los objetos de oro que había hecho Salomón, rey de Israel, para el santuario de Yahveh, según la palabra de Yahveh.

14 Deportó a todo Jerusalén, todos los jefes y notables, 10.000 deportados; a todos los herreros y cerrajeros; no dejó más que a la gente pobre del país.

15 Deportó a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey y a las mujeres del rey, a sus eunucos y a los notables del país; los hizo partir al destierro, de Jerusalén a Babilonia.

16 Todos los hombres de valor, en número de 7.000, los herreros y cerrajeros, un millar, todos los hombres aptos para la guerra, el rey de Babilonia los llevó deportados a Babilonia.

17 El rey de Babilonia puso por rey, en lugar de Joaquín, a su tío Mattanías, cambiando su nombre en Sedecías.

18 Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná.

19 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho Joaquín.

20 Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.

2 Reyes 25

1 En el año noveno de su reinado, en el mes décimo, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén; acampó contra ella y la cercaron con una empalizada.

2 La ciudad estuvo sitiada hasta el año once de Sedecías.

3 El mes cuarto, el nueve del mes, cuando arreció el hambre en la ciudad y no había pan para la gente del pueblo,

4 se abrió una brecha en la ciudad y el rey partió con todos los hombres de guerra, durante la noche, por el camino de la Puerta, entre los dos muros que están sobre el parque del rey, mientras los caldeos estaban alrededor de la ciudad, y se fue por el camino de la Arabá.

5 Las tropas caldeas persiguieron al rey y le dieron alcance en los llanos de Jericó; entonces todo el ejército se dispersó de su lado.

6 Capturaron al rey y lo subieron a Riblá donde el rey de Babilonia, que lo sometió a juicio.

7 Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a Sedecías le sacó los ojos, le encadenó y le llevó a Babilonia.

8 En el mes quinto, el siete del mes, en el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, jefe de la guardia, siervo del rey de Babilonia, vino a Jerusalén.

9 Incendió la Casa de Yahveh y la casa del rey y todas las casas de Jerusalén.

10 Todas las tropas caldeas que había con el jefe de la guardia demolieron las murallas que rodeaban a Jerusalén.

11 Cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de la gente, Nebuzaradán, jefe de la guardia, los deportó.

12 El jefe de la guardia dejó algunos para viñadores y labradores de entre la gente pobre.

13 Los caldeos rompieron las columnas de bronce que había en la Casa de Yahveh, las basas, el Mar de bronce de la Casa de Yahveh, y se llevaron el bronce a Babilonia.

14 Tomaron también los ceniceros, las paletas, los cuchillos, las cucharas y todos los utensilios de bronce de que se servían.

15 El jefe de la guardia tomó los incensarios y los aspersorios, cuanto había de oro y plata.

16 Cuanto a las dos columnas, el Mar y las basas que Salomón había hecho para la Casa de Yahveh, no se pudo calcular el peso del bronce de todos aquellos objetos.

17 La altura de una columna era dieciocho codos, y encima tenía un capitel de bronce; la altura del capitel era cinco codos; había un trenzado y granadas en torno al capitel, todo de bronce. Lo mismo para la segunda columna.

18 El jefe de la guardia tomó preso a Seraías, primer sacerdote, y a Sefanías, segundo sacerdote, y a los tres encargados del umbral.

19 Tomó a un eunuco de la ciudad, que era inspector de los hombres de guerra, a cinco hombres de los cortesanos del rey, que se encontraban en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado del alistamiento del pueblo de la tierra, y a sesenta hombres de la tierra que se hallaban en la ciudad.

20 Nebuzaradán, jefe de la guardia, los tomó y los llevó a Riblá, donde el rey de Babilonia;

21 y el rey de Babilonia los hirió haciéndoles morir en Riblá, en el país de Jamat. Así fue deportado Judá, lejos de su tierra.

22 Al pueblo que quedó en la tierra de Judá y que había dejado Nabucodonosor, rey de Babilonia, le puso por gobernador a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán.

23 Todos los jefes de tropas y sus hombres oyeron que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Godolías y fueron donde Godolías a Mispá: Ismael, hijo de Netanías, Yojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet el netofita, Yaazanías de Maaká, ellos y sus hombres.

24 Godolías les hizo un juramento, a ellos y a sus hombres, y les dijo: «No temáis nada de los siervos de los caldeos, quedaos en el país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien.»

25 Pero en el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, que era de linaje real, vino con diez hombres e hirieron de muerte a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él, en Mispá.

26 Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, y los jefes de tropas se levantaron y se fueron a Egipto, porque tuvieron miedo de los caldeos.

27 En el año 37 de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, el veintisiete del mes, Evil Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia, en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel.

28 Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de los reyes que estaban con él en Babilonia.

29 Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre a la mesa en su presencia, todos los días de su vida.

30 Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey, día tras día, todos los días de su vida.