Apéndice:
CIVILIZACIÓN O
¿DE DÓNDE PROVIENE LA FELICIDAD?
(CONTINUACIÓN DEL DEBATE UNIVERSITARIO)
IS THERE
ANYBODY OUT HERE?
Pink Floyd. The
Wall
Al amanecer de un año, un ejército formado por indígenas declara la
guerra al gobierno, luchan por "utopías", es decir, por democracia,
libertad y justicia en EL MÉXICO QUE QUEREMOS.
En un muro de una presidencia municipal chiapaneca, palacio de caciques, queda
pintado un "¡YA BASTA!" de
rojo apagado, de sangre seca. Los empleados tratarán inútilmente de borrarlo.
"Sólo tirando el muro", dicen y se dicen los empleados. Alguien, en
cualquier lugar del país, empieza a entender... EN EL MÉXICO QUE QUEREMOS.
Subcomandante Insurgente Marcos
Aceptando -pero conviene ahora más que nunca resaltar
lo obvio- que el conjunto de símbolos de este escrito manifiestan un espacio y un
tiempo occidental europeos, las ideas que habrán de considerarse son también
observaciones críticas de personas (cuyas obras serán puntualmente citadas) que
enfocan de distinta forma y desde distinto ángulo la crisis de la civilización
occidental y su coexistencia con otras sociedades. Advertimos, nuevamente, que
lo aquí escrito NO ES ANTIEUROPEO,
sino la invitación a no seguir traicionando a la Ilustración. Así que, a modo de introducción, es necesario escribir
unas palabras sobre la idea de civilización.
I. Atendiendo a Horst Kurnitzky[1], cuando mencionamos la palabra CIVILIZACIÓN
-recordemos que civil es una noción engendrada por la revolución francesa- estamos
esencialmente refiriéndonos al manejo de la violencia en colectividades que se
supone comparten una misma visión del mundo (más propiamente una Weltanschauung.)
Tal referencia que admite ser graduada, implica un extremo: LA BARBARIE; el otro extremo sería LA IDEAL ARMONÍA POLIFONÉTICA DE LAS VOCES
DE LOS MUCHOS MUNDOS HUMANOS. Sin embargo, el sistema-mundo que habitamos
con su hegemonía centrada geográficamente a los lados del Océano Atlántico
Norte, nos ha educado en una tradición que abusa, muchas veces miope y
vulgarmente, de la idea de civilización. En lo que sigue desarrollaremos este
tema para unirlo con la discusión central del debate: la preservación de los
espacios de conocimiento; como es el caso particular de la Universidad Nacional Autónoma de México.
II. En una reflexión sobre la Modernidad, Enrique Dussel[2], escribe:
—...Hay dos paradigmas de la
modernidad.
a) El primero, desde un horizonte
eurocéntrico, propone que el fenómeno de la Modernidad es exclusivamente europeo; que se va desarrollando desde la Edad Media
y se difunde posteriormente en todo el mundo. Weber sitúa el <problema de la
historia mundial> con la pregunta que se enuncia así:
—¿Qué encadenamiento de
circunstancias han conducido a que precisamente en el suelo de Occidente y sólo aquí, se produjeran fenómenos
culturales que -al menos tal como nosotros
solemos representárnoslos- estaban en una dirección evolutiva de
significación y validez universales?
—Europa habría tenido, según este
paradigma, características excepcionales internas, que le permitieron
superar esencialmente por su racionalidad a todas las otras culturas...
b) El segundo paradigma, desde un
horizonte mundial, concibe la Modernidad como la cultura del centro del <sistema-mundo>, del primer
<sistema-mundo> -por la incorporación de Amerindia- y como resultado de
la gestión de dicha <centralidad>. Es decir, la Modernidad Europea no es
un sistema independiente autopoiético,
autoreferente, sino que es una <parte> del <sistema-mundo>: su centro. La Modernidad, entonces, es un
fenómeno que se va mundializando... La Modernidad, entonces, sería para este
paradigma mundial un fenómeno propio del <sistema> con
<centro-periferia>. —
Dentro del planteamiento de este segundo paradigma debe hacerse un análisis más detallado sobre las condiciones sociales que propiciaron el desplazamiento del centro del sistema regional euro-asiático-africano desde lo que hoy se conoce como la India y China hacia Europa occidental, así como de la inesperada incorporación de América al sistema-mundo cuando un reino de la periferia que era Europa (dentro de su sistema regional) buscaba una ruta hacia la metrópoli. Estos factores, que citaremos más adelante, permitirán una explicación del fenómeno tecnológico contemporáneo.
Dussel continua:
—...Si la
Modernidad fuera, y es nuestra hipótesis, el fruto de la <gestión> del
primer <sistema-mundo>, debemos ahora reflexionar sobre lo que esto
significa. —
Al respecto Dussel dice que para gestionar un
sistema-mundo enorme y en expansión fue:
—...necesario realizar una
abstracción (favoreciendo el quantum en
desmedro de la qualitas), que deja fuera
muchas variables válidas (variables culturales, antropológicas, éticas,
políticas, religiosas; aspectos que son valiosos aún para el europeo del siglo
XVI), que no permitían una adecuada, <factible> o técnicamente posible
<gestión> del sistema-mundo. Esta simplificación
de la complejidad abarca la totalidad del mundo de la vida, de la relación
con la naturaleza (nueva posición ecológica y tecnológica, no teleológica y
desde una razón instrumental), ante la propia subjetividad (nueva
autocomprensión de la subjetividad consciente), ante la comunidad (la
individualidad como nueva relación intersubjetiva y política), y, como
síntesis, nueva actitud económica (la posición práctica-productiva del
capital.) —
Claro está que este proceso de gestión de la
centralidad del sistema-mundo descansa en una tradición cultural, pero los
impulsos de su arranque están en dos factores que antes mencionamos: una crisis
de producción en China en el siglo XVIII; y los excedentes de riqueza
transferidos de América -con ayuda de la guerra- hacia Europa. Dichos factores
se combinaron de modo siguiente: Ante una acumulación de riqueza metálica y una
escasez de productos manufacturados, los actores principales del mercado
europeo promovieron e incentivaron los inventos que condujeran a la creación de
técnicas con el propósito de producir aquello que llenara ese mercado y los
colocara en una posición privilegiada a costa de los demás. Lewis Mumford[3], menciona tal propósito y nota que:
—La
necesidad de invención era un dogma, y el ritual de la rutina mecánica era el
elemento de unión en la fe. En el siglo XVIII nacieron Sociedades Mecánicas
para propagar el credo con mayor celo: predicaron el evangelio del trabajo,
justificación por la fe en la ciencia mecánica, y salvación por la máquina...
En su recopilación de inventos y descubrimientos, Darmstaedter y Du Bois-Reymond
enumeraron los siguientes inventores: entre 1700 y 1750, 170; entre 1750 y
1800, 344; entre 1800 y 1850, 861; entre 1850 y 1900, 1,150. Incluso habida
cuenta del escorzo automáticamente provocado por la perspectiva histórica, no
se puede dudar de la creciente aceleración entre 1700 y 1850. La técnica y las
mercancías que producían parecían ambas inmediatamente deseables. —
Vemos pues, que la razón (la capacidad de crear y
recrear un orden en el mundo y de establecer o cambiar correspondencias entre
ese orden y las actividades humanas, dadas ciertas condiciones históricas)
europea se encontró en un ambiente histórico propicio -pero no determinante-
para seguir un camino reduccionista. Ese camino fue la expresión de una
voluntad que veía al mundo como algo con lo que debía enfrentarse y susceptible
de dominarse (espíritu de conquista.) La razón contemporánea europea fue
forjada en el propósito y se dio el propósito de hacer manejable el
sistema-mundo que las condiciones históricas hacían posible gestionar.
Entendidas así las cosas, compartimos la observación de Dussel[2]:
— Capitalismo, liberalismo, dualidad
(sin valorar la corporalidad), instrumentalismo (el tecnologismo de la razón
instrumental), etc., son efectos del
manejo de esa función que le cupo a la Europa como <centro> del
sistema-mundo. Efectos que se constituyen en sistemas que terminan por
totalizarse.—
Porque ese proceso de sistematización no estaba exento
de tensiones y efectos negativos, la historia tomó el curso preponderantemente
violento que conocemos, historia que no es un proceso suprahumano determinista
ni un cúmulo de excepcionales acciones de voluntades individuales, como no lo
es ninguna historia humana, sino historia que resulta de inercias culturales en
el terreno humano de lo posible y lo deseable en combinación con lo que surge o
no tiene lugar por encuentros y desencuentros. Porque persistían las
oposiciones a tal proceso y la tradición humanista continuaba en Europa, el
inicio de las críticas de dicho proceso era de esperarse y se dio, entre otros,
por parte de Marx, Nietzsche, Freud, Foucault, Lévinas, etcétera.
Pero aún es difícil reconocer que los efectos
destructivos del sistema-mundo capitalista en el que sobrevivimos son el
resultado del reduccionismo de la razón europea contemporánea. Tal
reduccionismo confunde y hasta identifica la formalización con la rigurosidad
de pensamiento, ya que, si bien, es conocido el espíritu formalista de
Descartes, Galileo, Spinoza o Kant con sus pretensiones de universalidad, no se
ha podido-querido reconocer el limitado y hasta cierto punto estrecho horizonte
cultural desde el cual llevaban a cabo sus reflexiones, por lo que más allá de
las inconsistencias teóricas o de los aspectos inadmisibles de los modelos
generados por la razón reduccionista europea, relativamente poco se ha
reflexionado sobre la situación psicológica que sustenta ese desarrollo y sus
correspondientes condiciones socio-económicas que han alcanzado los límites
termodinámicos que ahora permite el planeta, con el riesgo de destruir la vida
en él.
Nietzsche fue quien se batió largamente y puso en el
debate la situación psicológica de la razón reduccionista europea. Dijo, en
síntesis (ver por ejemplo La gaya ciencia),
que conocer -dentro del mundo que le tocó vivir- es la búsqueda de tranquilidad
haciendo controlable lo que no era, pues a las cosas (existentes o ficticias)
se les pone en un lugar desde el que se les puede sujetar con el universo de
relaciones que el conocimiento ha construido. Esa caracterización de tipo
coercitivo de la voluntad de poder-conocer corresponde a un miedo por lo
inesperado, por lo imprevisible, por la vitalidad de lo vivo, (porque muy pocas
veces es lúdico el inventar y armar piezas en un ambiente social que exige eso
en la totalidad de la existencia) miedo que, en su estado patológico, pasa de
eliminar las incertidumbres a destruir la vida.
Aunque inconsecuente, Heidegger[4] percibió cómo su tradición y su ambiente
culturales condensaban miedo y necrofilia en la actividad que el positivismo
aún exalta como arquetipo:
—Las
mathémata son las cosas, en cuanto las introducimos en el conocimiento,
introduciéndolas en el conocimiento como lo que de ellas ya es conocido de
antemano. —
Así que, sin olvidar los imperios y las crueldades que
en diferentes épocas y diversas latitudes la humanidad se ha autoinflingido, el
capitalismo, el estalinismo, el nazismo o cualquier totalitarismo, no son más
que expresiones de la razón hegemónica del primer sistema-mundo que vive la
humanidad. La globalización no es más que una intencionada desviación semántica
para encubrir el proceso imperialista del capitalismo en este sistema-mundo.
Debe ser claro que cuando afirmamos que los
totalitarismos del siglo XX son expresiones de la razón reduccionista europea,
estamos diciendo que desde ese marco conceptual son pensados los procesos que
sujetan individual y colectivamente a los seres humanos con la finalidad de
hacerlos funcionales al mecánico orden de producción que se universalizó, pues,
como Foucault observaba, los espacios sociales (heredados o construidos) y sus
constituyentes han sido convertidos gradualmente en dispositivos de construcción de individuos; sin dejar de aprovechar
la experiencia acumulada al respecto. Pero no es necesaria una especial
capacidad de observación para darse cuenta que nos sujetan o que debemos de
sujetarnos a conductas, valores o reglas si queremos sobrevivir en la calle, en
la escuela, en el instituto, la fábrica, el centro comercial, el ejército, la
sala de cine, el hospital, la cárcel o el estadio deportivo, etc., pero es una
sujeción pasivamente aceptada -consciente o no-, que trasciende a la mayoría de
(si no es que a todos) los que compartimos esos espacios, y que responde a
propósitos y finalidades que no nos son
propios. La simple y llana
enajenación para explotar, vigilar, castigar, excluir o exterminar, y que es
una aberración absurda en tiempos de abundancia y posibilidades de ocio para
todos.
Sin embargo, la razón reduccionista europea mantiene
el timón del barco, y ese es un hecho que debemos de tratar de explicar.
III. De todos es conocida la violencia generalizada que el sistema-mundo
capitalista (en principio ya no hay rival) ejerce contra toda la vida, desbalanceándola
y colocándola en peligro de muerte. Esa violencia es inherente a la dinámica de
los procesos políticos y económicos correspondientes. Aunque esto último no es
considerado así por la mayoría, porque no están sujetos, o no perciben -por la
acción de procesos psicológicos de defensa o por marcos conceptuales que
organizan de forma placentera la realidad- o no son conscientes -por todo o
parte de lo anterior, por ignorancia o por otras miserias humanas- de algunas
de las relaciones del sistema-mundo y la carga de violencia que transportan y
transfieren; inclusive habrá personas que cuestionen la rigurosidad de
discursos de esta naturaleza y digan que sólo se trata de un tejido de
apreciaciones sin implicación lógica; están en su derecho y si es posible deben
objetar y refutar.
Nosotros hemos cuidado la rigurosidad de este discurso
procurando, primero, la articulación de fenómenos a los que hay acceso casi universal y que son considerados como
independientes; segundo, la mención de otros fenómenos, que aunque
desconocidos, sólo requieren de nuestra voluntad para adquirir conciencia de su
existencia, así como de su dinámica y efectos. Por lo que la rigurosidad de
nuestro discurso considera necesaria la
condición posible y asequible de verificar por el individuo o colectivos
humanos, que así lo deseen, respecto a los fenómenos aludidos (aunque hoy esto
es una utopía). Pero también la rigurosidad a la que nos referimos además de
estar constituida por los usuales elementos de lógica y semántica formales (que
a continuación comentaremos para mostrar las inconsecuencias epistemológicas de
la razón reduccionista europea), lo está por la re-introducción sincrónica y
dialéctica, constatable, verificable y documentada históricamente de aspectos
éticos, estéticos, lúdicos, psicológicos, etc., individuales y colectivos, que
están imbricados entre sí y se relacionan estrecha y múltiplemente con los
ambientes naturales. Y porque no basta utilizar de predicados de segundo orden
para explicar El Potosí, Auschwitz, Kolyma, Metkong, Seftí, Madagascar, Ruanda,
Kosovo, Chechenia, Acteal, Timor Oriental (ayer y hoy), el tráfico de órganos y
la prostitución infantil, la contaminación de los mantos freáticos, los océanos
y el conjunto de la tropósfera, las colectividades humanas neuróticas o
hambrientas, el arsenal termonuclear, las armas químicas y biológicas, el
narcotráfico, los refugiados internos en Colombia o las inversiones de las
mafias rusas y mexicanas en el Citibank, etcétera, etc., conviene mencionar la
insuficiencia de la semántica y lógica formales, que han sido usadas para
convertir en un campo de concentración y exterminio al planeta entero, con el
propósito de que nos quede claro que sus desarrollos no son la guía de esa razón reduccionista, y que, los supuestos y
motivos de ésta son de otro tipo: la enajenación y la necrofilia, consciente o
no, por la ausencia de amor. Este reconocimiento ya sería, por sí, una
explicación.
Sabemos que existe la obra de Kurt Gödel, pero no son
parte de la cultura científica sus investigaciones en lógica[5], ni tampoco las implicaciones epistemológicas que de ellas se pueden
inferir. De los trabajos de Alonzo Church, Leopold Löwenheim, Thoralf Skolem,
Alfred Tarski, Alan Turing y muchos otros, ni siquiera la imaginación de la
gran masa (en el sentido de Ortega y Gasset) de investigadores soñará que
existen. ¡Y creer que no somos positivistas! No obstante, enunciemos, pues son
imprescindibles, los resultados más reconocidos de las obras, producidas en
sociedad, de estos individuos humanos (ver [6], [7], [8] y [9]). Trascribiendo
a Morris Kline[6]:
— [El] teorema de incompletud de
Gödel afirma que si una teoría formal T que abarca la teoría de los números
enteros es consistente, entonces es incompleta. (Este resultado también se
aplica al cálculo de predicados de segundo orden. La incompletud no invalida
los teoremas que pueden ser demostrados). Esto significa que existe un
enunciado significativo de la teoría de los números, que podemos llamar S, tal
que ni S ni no S son demostrables en la teoría. Ahora bien, uno de los dos
enunciados, S o no S, ha de ser verdadero, por consiguiente, existe una
proposición verdadera de la teoría de los números que no es demostrable y por
lo tanto indecidible. Aunque Gödel no fue demasiado claro respecto del sistema
de axiomas implicado en su trabajo, su teorema se aplica al sistema de
Whitehead-Russell, al sistema de Zermelo-Fraenkel, a la axiomatización de
Hilbert de la teoría de los números y, de hecho, a cualquiera de los sistemas
de axiomas más ampliamente utilizados. Aparentemente, el precio de la
consistencia es la incompletud. Para más inri, se puede demostrar que algunos
de los enunciados indecidibles son verdaderos mediante razonamientos, es decir,
mediante reglas de razonamiento que trascienden la lógica utilizada en los
sistemas formales recién mencionados... Gödel asignó un número a cada fórmula
de los sistemas que consideró... Gödel mostró a continuación que los conceptos
de la metamatemática acerca de las fórmulas de los sistemas formales pueden ser
representados por números... Gödel mostró cómo construir en términos
aritméticos una aserción aritmética G
que diga, en lenguaje verbal metamatemático, que el enunciado con número de
Gödel m, por ejemplo, no es
demostrable... Después de mostrar su enunciado indecidible, Gödel construyó un
enunciado aritmético A que representa el enunciado metamatemático <La
aritmética es consistente>, y demostró que A implica G. Por lo tanto, si A
fuera demostrable, G sería demostrable. Pero puesto que G es indecidible, A no
es demostrable. Es indecidible. Este resultado establece la imposibilidad de
probar la consistencia por un método o conjunto de principios lógicos que pueda
ser representado en el sistema de la aritmética.
— En 1936 Alonzo Churcha, utilizando
su noción de función recursiva recién desarrollada mostró que, en general, no
era posible un procedimiento de decisión. Así, dada una afirmación concreta, no
siempre se puede encontrar un algoritmo para determinar si es demostrable o no.
Se podría encontrar una demostración para cada caso particular, pero no existe
un test que nos diga por adelantado si se puede encontrar o no una
demostración. El problema puede que no sea indecidible; pero ningún
procedimiento efectivo, que hoy para la mayor parte de los matemáticos
significa un procedimiento recursivo, puede decirnos de antemano si es o no
resoluble.
—La investigación iniciada en 1915
por Leopold Löwenheim y simplificada y completada por Thoralf Skolemb en una
serie de trabajos desde 1920 hasta 1933, descubrió nuevos fallos en la
estructura de las matemáticas. La esencia de lo que ahora se conoce como teoría
de Löwenheim-Skolem es la siguiente: Supongamos que se proponen axiomas,
matemáticos y lógicos, para una rama de las matemáticas o para la teoría de los
conjuntos como fundamentación de todas las matemáticas. El ejemplo más
pertinente es el conjunto de axiomas para los números naturales. Se pretende
que esos axiomas caractericen completamente los números naturales. Pero,
sorprendentemente, se descubre que se pueden encontrar interpretaciones
-modelos- que son drásticamente diferentess y que, a pesar de ello, satisfacen
todos los axiomas. Así, mientrasg el conjunto de los números naturales es numerable, o,
en la notación de Cantor, existen solamente À0 de ellos,
existen interpretaciones que contienen tantos elementos como el conjunto de los
números reales, e incluso conjuntos mayores en el sentido transfinito. También
se da el fenómeno inverso. Supongamos que se adopta un sistema de axiomas para
una teoría de conjuntos y se pretende que esos axiomas permitan caracterizar de
modo efectivo colecciones no numerables de conjuntos. Se puede, no obstante,
encontrar una colección numerable de conjuntos que satisfagan el sistema de
axiomas y otras interpretaciones transfinitas muy diferentes de la que se
esperaba. De hecho, todo sistema consistente de axiomas tiene un modelo
numerable. —
Nos encontramos, pues, con que los discursos de un cierto
grado de complejidad y más refinadamente formalizados hasta ahora son
incompletos y poseen predicados indecidibles, o no pueden ser sujetas a cálculo
(no algoritmicidad o no computabilidad) algunas de sus partes, o admiten
distintas interpretaciones. Por tanto, ¿En
qué se sustentan la credibilidad y la legitimidad de la razón hegemónica?
IV. Son bien conocidos los extremos de la tolerancia ante el dolor, físico o
psicológico, que pueden soportar los seres humanos, individual o colectivamente.
En un espléndido trabajo, Barrington Moore[10], en términos generales, usa el concepto de justicia para tratar de
explicar comportamientos de obediencia y rebeldía en los seres humanos. Moore
hace notar que las concepciones de justicia que los colectivos de seres humanos
se han forjado a través de su historia, incluyendo aquellas que otros grupos a
través de la violencia les han impuesto, es una referencia sobre lo que es
legítimo y soportable en los seres humanos de esas colectividades. En ese
sentido, la credibilidad en el discurso social hegemónico puede deteriorarse o
inclusive perderse, pero en tanto los mecanismos que ese discurso ha legitimado
como proveedores de medios subsistencia sigan funcionando suficientemente para quienes así lo juzguen, el dolor que
produzca el mantenimiento del orden social correspondiente será asimilable.
Está claro que es relativo a cada ser humano lo que
son los medios de subsistencia y lo que significa que estos sean provistos
suficientemente. Por ello el concepto de JUSTICIA
no admite ser formalizado (los códigos jurídicos sólo expresan las
limitaciones históricas para manejar la violencia.) Por ello, lo que para unos
es considerado como insoportable, física o psicológicamente, para otros no lo
es o ni siquiera tiene sentido considerarlo así. Por ejemplo, en tanto algunos
ven afectada su dignidad debido a ciertas acciones o hechos, otros
sencillamente aceptan los mismos como algo natural y hasta necesario. Por ello,
la razón reduccionista europea no es suficiente para construir los espacios,
los medios y las relaciones que permitan una convivencia pacífica a todas las
escalas de los colectivos humanos. Por ello, debemos expandir las razones,
integrando aspectos antropológicos, éticos, estéticos, intelectuales, lúdicos,
etcétera, si queremos construir los espacios de convivencia donde quepan muchos
mundos.
De lo dicho, no es requisito ser muy inteligentes para
darse cuenta del ingente esfuerzo que muchos grupos de seres humanos han hecho
con la finalidad de privilegiarse a expensas de los demás (en diferentes
sociedades y momentos históricos) aprovechando, explotando y canalizando los
sentimientos y aspiraciones de las mayorías con ayuda de cosmovisiones
construidas ad hoc; hay que tener
presente que cualquier actividad humana que llega a institucionalizarse
(sembrar maíz, hacer tortillas, investigar sobre aleaciones especiales,
construir siderúrgicas, enseñar natación, segar trigo, llevar a cabo un acto
religioso, etcétera) es la repetición de procesos articulados por una serie de
conocimientos. Ahora bien, como puede constatarsed históricamente, ningún grupo humano que ha detentado los espacios que
les aseguran privilegios sociales ha guiado sus comportamientos apelando
exclusivamente a estructuras de razonamiento que sirven para manejar lo
repetible, lo regular, lo fijo, lo muerto (como es el caso de las matemáticas,
la física, la robótica, la química.) Se hace uso de la razón reduccionista
porque permite gestionar el control y porque está construida por la necesidad
de controlar. Así, la experiencia y la historia nos han enseñado que el control
de los saberes, y en particular de aquellos que se basan en la formalización y
requieren de la regularidad y de la repetición, corresponde a la necesidad de
dominar. Entonces la homogeneización y la mecanización de los espacios sociales
y la formalización de las relaciones humanas, con sus efectos perniciosos para
la vida, aunque consecuencias de la aplicación de los saberes formalizables,
son esencialmente el resultado de la dinámica del proceso de dominación, que
requería para su funcionamiento dominar una expresión de la razón humana
reduciéndola sólo a los aspectos formalizables del universo, para así poder
gestionar el sistema-mundo que la historia forjada por los sujetos humanos
había constituido. Queda claro que el proceso de dominación es un criterio para
limitar y excluir los conocimientos que lo ponen en peligro.
Entonces, salta a la vista que el papel social de los espacios de conocimiento es de vital
importancia para propiciar la preservación o el cambio del statu quo. Por lo que los modos de existencia de esos espacios y de
los procesos de creación, conservación, difusión y transmisión de los
conocimientos son un asunto de seguridad social, pues el acceso o exclusión de
ellos condicionan la comprensión del orden establecido y, consecuentemente, las
posibilidades de percibir y entender la opresión que en él existe. También es
evidente que si se desea la continuidad de un sistema-mundo como el actual, tal
finalidad será un criterio para decidir cuáles son los conocimientos que deben
cultivarse y hacia dónde deben encaminarse las investigaciones científicas.
Pero peor aún, los colectivos sociales que sean considerados prescindibles o
peligrosos para el funcionamiento del sistema-mundo con su hegemonía centrada
geográficamente a los lados del Océano Atlántico Norte serán sujetos de
exterminio; y las comunidades universitarias no serán la excepción. Esto último
es el resultado de una consciente cosmovisión excluyente, pero que, por la
reciprocidad de las acciones, irónica y patéticamente, ha creado las
constricciones energéticas de la economía capitalista que nos ha llevado al
colmo de la enajenación: la contribución de todos a nuestro exterminio, mediado
por la lógica de los procesos de producción de ese sistema económico. ¡cómo si
fuera un fenómeno independiente de nosotros! Al respecto es pertinente citar
las palabras de Samuel P. Huntington[12] sobre esta situación:
—...
Occidente conquistó el mundo, no por la superioridad de sus ideas, valores o
religión (a los que se convirtieron pocos miembros de las otras
civilizaciones), sino más bien por su superioridad en la aplicación de la
violencia organizada. Los occidentales a menudo olvidan este hecho; los no occidentales,
nunca. —
Huntington es claro en la descripción del proceso que
encumbró a "occidente", y después de una interesante excursión por el
mundo, llevándolo a él como guía, nos hace la siguiente reflexión:
—... Sin embargo, las sociedades que
suponen que su historia ha terminado son habitualmente sociedades cuya historia
está a punto de empezar a declinar.
—¿Es Occidente una excepción a esta
regla? Las dos preguntas claves fueron bien formuladas por Melko:
—En primer
lugar, ¿es la civilización occidental una especie nueva, una clase en sí misma,
diferente, sin parangón posible respecto a todas las demás civilizaciones que
han existido?
—En segundo lugar, ¿su expansión a escala
planetaria amenaza (o promete) acabar con la posibilidad de desarrollo de todas
las restantes civilizaciones? —
Hay que analizar detenidamente estas consideraciones
porque, según sea el cristal con que se miren, en ellas puede detectarse una
deficiencia epistemológica: la concepción unidireccional de las acciones y, por
consecuencia, la negación de su carácter dialéctico. Concretamente, la
organización de la violencia para aplicarla hacia los otros implica la
aplicación de la violencia hacia uno mismo, antes y después. En tales
condiciones no hay organismo viviente que, aunque sea depredador por
antonomasia, soporte esa situación. Esto lo intuye Huntington y llega a
escribir en su obra citada que:
—En la era que viene, dicho
brevemente, para evitar grandes guerras entre civilizaciones es preciso que los
Estados centrales se abstengan de intervenir en conflictos que se produzcan
dentro de otras civilizaciones. Ésta es una verdad que algunos Estados,
particularmente a los Estados Unidos, sin duda les resultará difícil aceptar.
Esta norma de abstención, según la
cual los Estados centrales deben evitar intervenir en conflictos de otras
civilizaciones, es el primer requisito de la paz en el mundo multicivilizatorio
y multipolar. El segundo requisito es la norma
de mediación conjunta, según la cual los Estados centrales han de negociar
unos con otros la contención o interrupción de las guerras de línea divisoria
entre Estados o grupos de civilizaciones.—
En otro ensayo de esta serie abordaremos el
funcionamiento de la economía-mundo actual y de las limitaciones termodinámicas
que le son inherentes y que ya ponen en peligro la existencia de la vida en el
planeta. En tanto, y para completar una faceta de nuestro cuadro, sólo falta
saber cuál es el papel de México dentro de "ese nuevo orden mundial".
Huntington nos ofrece los siguientes trazos:
—¿Tendrá éxito México en su búsqueda
norteamericana? La abrumadora mayoría de las élites política, económica e
intelectual favorecen ese rumbo. Además a diferencia de lo que ocurre con
Turquía, la abrumadora mayoría de las élites política, económica e intelectual
de la civilización receptora han favorecido también el realineamiento cultural
de México...
—El tercer requisito previo para el
cambio con éxito de identidad por parte de un país desgarrado es el
consentimiento general, aunque no necesariamente el apoyo, por parte de su
sociedad. La importancia de este factor depende, en cierta medida, de lo
importantes que sean los puntos de vista de la sociedad en los procesos de toma
de decisiones del país. En 1995, la actitud proccidental de México no había
pasado aún la prueba de democratización. La rebelión de Año Nuevoe en
Chiapas de unos pocos miles de guerrilleros bien organizados y con apoyo
exterior no fue, en sí misma, indicio de una resistencia importante a la
norteamericanización. Sin embargo, la reacción de solidaridad que generó entre
intelectuales, periodistas y otros líderes de la opinión pública mexicana
indicaba que la norteamericanización en general y el NAFTA en particular
tropezaban con una resistencia cada vez mayor en las élites y el pueblo
mexicanos. El presidente Salinas dio prioridad, de forma absolutamente
consciente, a la reforma económica y a la occidentalización sobre la reforma
política y la democratización. Sin embargo, tanto el desarrollo económico, como
la relación cada vez mayor con los Estados Unidos, consolidarán las fuerzas que
promueven una verdadera democratización del sistema político mexicano. La
cuestión clave para el futuro de México es: ¿en qué medida la modernización y
la democratización estimularán una desoccidentalización, compendiada en la
retirada del NAFTA, o el debilitamiento radical de ésta, y en cambios paralelos
en las directrices impuestas a México por sus élites de los años ochenta y
noventa, de orientación occidental? ¿Es la norteamericanización de México
compatible con su democratización? —
Con esto se abren muchos debates que no podemos
evadir. Particularmente, y de extrema importancia, porque sus concepciones
permean los quehaceres humanos, es el debate sobre el poder, sus significados y por qué esos significados y no otros,
ya que la participación y la justicia sociales son nociones ligadas al
ejercicio del poder, pues, por estar inmersos inexorablemente en procesos
colectivos en los que se entrecruzan diferentes niveles de participación y nos
afectan de diversos modos, las ideas y propósitos hegemónicos que se dan o son
filtrados en las sociedades para organizarse así como las condiciones
materiales que los posibilitan, son causa y efecto de las concepciones del
poder. En este sentido, en el ensayo hemos aludido a dos concepciones del poder
que conviene explicitar para contribuir a la apertura de los debates y a la
realización de las acciones pendientes. Dichas concepciones son:
a) El poder como la
capacidad de actuar o influir sobre los procesos naturales con ayuda de
diferentes medios y relaciones, pero que esa capacidad se alcanza porque se supone está en lugares especiales
desde los cuales (no se puede o no se quiere saber por qué, o se sabe que
no es así pero se mantiene el mito) es posible
proceder para cambiar las cosas según el orden que deseemos establecer.
b) El poder como la
capacidad de actuar o influir sobre los procesos naturales con ayuda de
diferentes medios y relaciones, pero que esa capacidad es construida
por todos y en ella participamos todos para que conjuntamente construyamos el orden que nos permita convivir
armónicamente. Concepción que refleja lo que ocurre en los espacios
sociales y en las relaciones humanas; aunque el imaginario de mucha gente no lo
conciba así y la destructividad vivida la cuestione.
Está claro que, por ejemplo, la democracia y la
academia, según la segunda concepción del poder, no son separables sino
complementarias, pues la participación pública en la toma de decisiones
requiere de conocimientos e información que no excluyan y destruyan las
posibilidades de tomar decisiones sobre asuntos socialmente vitales. La primera
concepción del poder implica criterios meritocráticos en la toma de decisiones,
generando sus consabidas anomalías epistemológicas con sus consecuentes
enfrentamientos por el control de los conocimientos.
Nos encontramos, pues, con que un tipo de
civilización, la occidental, se ha convertido en un problema porque sus
procedimientos para manejar la violencia están rebasados. Además, la
civilización occidental como centro del sistema-mundo no ha intentado eliminar
radicalmente las causas de mucha violencia y más bien se ha dedicado a promover
en grado superlativo la destrucción de la humanidad y del planeta.
Por todo lo que ya hemos escrito y,
como no es difícil percibir, el problema que hoy vive la Universidad Nacional Autónoma de México (además de haber permitido
que fuera, por algunos sectores de la comunidad universitaria y de la clase
política mexicana, una lucha para evitar su exclusión del proceso de
"globalización", al aplicar la lógica que a dicho proceso le es
inherente, con el propósito de mantenerse vivos dentro del orden social del
sistema-mundo establecido) es un problema, sin exagerar, de existencia de la
especie humana, pues la destrucción de los espacios de conocimiento como la
UNAM o el control que se siga ejerciendo sobre las actividades académica de las
universidades, es una contribución para eliminar posibilidades de educar (más
allá de capacitar) a los individuos y colectividades que pueden cambiar el
curso suicida de la historia contemporánea.
UNAM en Huelga, Diciembre de 1999.
[1]
Kurnitzky, Horst. VERTIGINOSA INMOVILIDAD; los cambios globales de la vida
social. Editorial Blanco y Negro, 1998.
[2] Dussel,
Enrique. ÉTICA DE LA LIBERACIÓN en la edad de la globalización y de la
exclusión. Editorial Trotta en coedición con la Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Iztapalapa y la Universidad Nacional Autónoma de México,
1998.
[3] Mumford,
Lewis. TÉCNICA Y CIVILIZACIÓN. Editorial Alianza Universidad, 1977.
[4]
Heidegger, Martin. SER Y TIEMPO. Editorial Fondo de Cultura Económica, 1980.
[5] Shanker,
S.G. (recopilador). GÖDEL'S THEOREMS in focus. Editorial Routledge, 1988.
[6] Kline,
Morris. MATEMÁTICAS la pérdida de la
certidumbre. Editorial Siglo XXI, 1998.
[7] Penrose,
Roger. LA NUEVA MENTE DEL EMPERADOR. Editorial Grijalbo Mondadori, 1991.
[8] Van
Frassen, Bas C. SEMÁNTICA FORMAL Y LÓGICA. Editorial Universidad Nacional
Autónoma de México, 1987.
[9] Enderton,
H. B. UNA INTRODUCCIÓN MATEMÁTICA A LA LÓGICA. Editorial Universidad Nacional
Autónoma de México, 1987.
[10] Moore,
Barrington. LA INJUSTICIA: BASES SOCIALES DE LA OBEDIENCIA Y LA REBELIÓN.
Editorial Universidad Nacional Autónoma de México, 1996.
[11] Medvedev,
Zhores A. LA CIENCIA SOVIÉTICA. Editorial Fondo de Cultura Económica, 1980.
[12]
Huntington, Samuel P. EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES y la reconfiguración del orden
mundial. Editorial Paidos, 1997.
a Aquí
R. Penrose[7] diría que con la ayuda de S.C. Kleene.
b Aunque
hay que considerar las aportaciones de Tarski y Vaught[8],[9].
g En
una interpretación.
d El
ejemplo siguiente es tan sólo un botón de cómo, en circunstancias coyunturales,
los aspectos éticos, psicológicos, y otros de naturaleza afín, son ponderados
suficientemente; mostrando que no es posible hacer un rasero de las necesidades
humanas simplificando las visiones del mundo. Medvedev[11] menciona: La
guerra fue una gran tragedia para la URSS; hubo veinte millones de muertos, en
su mayoría gente joven y llena de salud. Sin embargo, la guerra trajo consigo
una cierta forma de elevación de las condiciones de vida. A fin de unir a todos
los ciudadanos contra el ejército de Hitler, hasta se alentó la reorganización
de la religión. Muchas de las iglesias que se habían clausurado en 1921, en 1929
o en 1937, reanudaron sus servicios religiosos. Cuando el anterior secretario
personal de Lenin, E. Stasova, que era muy dogmático, intentó discutir con
Stalin respecto de todo este "nuevo misticismo", Stalin le respondió
con frialdad: "No podemos elevar la moral del pueblo y ganar la guerra
sólo con marxismo-leninismo".
e No
está claro la naturaleza de este error, puede ser de impresión o de traducción.
No se ha podido cotejar la edición referida con la edición en inglés.