La Revolución Mexicana

En 1908, Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista norteamericano James Creelman, en la cual afirmó que México ya estaba preparado para tener elecciones libres. La noticia llenó de optimismo a mucha gente, que de inmediato comenzó a organizarse para participar en las elecciones de 1910. Surgieron varios partidos políticos, y se escribieron libros y artículos que discutían la situación del país y la solución de sus problemas. 

Lamentablemente, Díaz cambió de opinión y se reeligió de nuevo. Pero era ya imposible detener el deseo de cambio.

Madero fundó el partido Antirreeleccionista, del que fue candidato. Después se dedicó a viajar por todo el país, para explicar al pueblo de sus ideas políticas. Desde el tiempo en que Juárez había recorrido el país esto no sucedía. Madero se hizo muy popular y despertó grandes esperanzas de cambio. Su campaña creó gran interés en las elecciones de 1910 y que mucha gente deseara participar en ellas.  

Madero creía en la democracia y en la necesidad de renovar el gobierno de acuerdo con las leyes. Pero el éxito de su campaña lo convirtió en un peligro para el gobierno de Díaz, y poco antes de las elecciones de 1910 fue detenido en Monterrey y encarcelado en San Luis Potosí. Allí recibió la noticia de que Díaz había vuelto a reelegirse. Mediante el pago de una fianza salió de la cárcel, aunque debía permanecer en la ciudad. Sin embargo, a principios de octubre Madero escapó a los Estados Unidos de América, donde publicó el Plan de San Luis Potosí.

En ese documento, Madero denunció la ilegalidad de las elecciones y desconoció a Porfirio Díaz como presidente. Se declaró él mismo presidente provisional, hasta que se realizaran nuevas elecciones; prometió que se devolverían las tierras a quienes hubieran sido despojados de ellas; pidió que se defendiera el sufragio (voto) efectivo y la no reelección de los presidentes. También hizo un llamado al pueblo para que se levantara en armas el 20 de noviembre de 1910, y arrojara del poder al dictador. La experiencia lo había convencido de que no había otra manera de lograr el cambio de gobernante. 

El 14 de noviembre de 1910, en Cuchillo Parado, Chihuahua,Toribio Ortega se levantó en armas con un pequeño grupo de seguidores. El 18 del mismo mes, en Puebla, fue descubierta una conspiración maderista en la casa de la familia Serdán. Al resistirse contra la policía y los soldados, Aquiles y Máximo Serdán perdieron la vida; fueron unos de los primeros mártires de la revolución. Su hermana Carmen y su madre, que también lucharon, fueron encarceladas. 

 En Chihuahua, Madero logró que Pascual Orozco y Francisco Villa estuvieran de su parte. En Morelos sucedió lo mismo con Emiliano Zapata. En la ciudad de México hubo motines contra Porfirio Díaz. 

Ni Orozco ni Villa tenían preparación militar, pero resultaron ser estrategas excelentes; los seguía gente del norte, descontenta por la exigencia de latifundios ganaderos.

En marzo de 1911, Zapata encabezó a los campesinos de Morelos, que reclamaban sus derechos sobre la tierra y el agua. En otros lugares de la República hubo también levantamientos.

El ejército de Porfirio Díaz, que había mantenido la paz durante treinta años, parecía muy fuerte, pero en realidad era débil frente al descontento general. En sólo seis meses las fuerzas maderistas triunfaron sobre las del viejo dictador. La acción definitiva fue la toma de Ciudad Juárez, por Orozco y Villa. En esa misma ciudad, en mayo de 1911, se firmó la paz entre el gobierno de Díaz y los maderistas. Porfirio Díaz renunció a la presidencia y salió del país rumbo a Francia, donde murió en 1915.

Al renunciar Porfirio Díaz, el Congreso nombró presidente interino a Francisco León de la Barra, y convocó a elecciones. Resultaron electos Francisco I. Madero como presidente, y José María Pino Suárez, como vicepresidente. 

Madero asumió la presidencia en noviembre de 1911.

Con el apoyo de algunos diplomáticos extranjeros, encabezados por el embajador de Estados Unidos de América, en febrero de 1913 tres antiguos militares porfiristas se rebelaron contra Madero en la ciudad de México. Uno de ellos Bernardo Reyes, murió cuando dirigía un ataque contra el Palacio Nacional. Los otros dos, Félix Díaz y Manuel Mondragón, se encerraron en la Ciudadela, un antiguo depósito de armas en el centro de la capital. 

Madero se enfrentó a la situación valerosamente. Para su desgracia puso el mando de las tropas leales en manos de Victoriano Huerta, que el año anterior había sometido a los orozquistas pero ahora, sin que el presidente lo supiera, estaba de acuerdo con los sublevados. 

Durante diez días ocurrieron distintos enfrentamientos que causaron un estado de gran confusión. Hubo numerosos combates en la ciudad; muchos civiles murieron y muchos edificios fueron dañados. A estos días los llamamos la Decena Trágica. 

El embajador de los Estados Unidos de América, Henry Lane Wilson, arregló que Huerta y los militares sublevados se entrevistaran en la Embajada de los Estados Unidos de América y pactaran lo que harían. Wilson temía que el movimiento revolucionario afectara los intereses de las compañías norteamericanas. Prefería que hubiera un nuevo dictador y creía que Huerta podría serlo. 

El 18 de febrero, unos soldados de Huerta entraron a Palacio Nacional y apresaron a Madero junto con el vicepresidente José María Pino Suárez. Los dos fueron obligados a renunciar a sus cargos; los asesinaron cuatro días después. El crimen indignó a todo el país. Victoriano Huerta realizó las maquinaciones necesarias para asumir legalmente la presidencia, pero de inmediato tuvo que hacer frente a quienes no estaban dispuestos a aceptarlo.

El gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, no reconoció a Victoriano Huerta como presidente y se levantó en armas. A su ejército se le llamó Constitucionalista, porque exigía el respeto a la Constitución. La lucha se extendió por el país, bajo el mando de diversos jefes militares, como Alvaro Obregón, Francisco Villa, Emiliano Zapata y muchos otros. La agricultura, la industria y el comercio sufrieron los efectos de la guerra. Hombres y mujeres abandonaron sus trabajos y se lanzaron a los campos de batalla.

Huerta había creído que los Estados Unidos de América lo ayudarían, pero en 1913 el presidente Woodrow Wilson se negó a reconocer su gobierno. En lugar de eso envió tropas para ocupar Veracruz. Esta nueva invasión fue rechazada heroicamente por los habitantes del puerto. Aunque esta intervención, que estaba dirigida contra Huerta, favorecía al Ejército Constitucionalista, Carranza protestó. El sostenía, con razón, que los problemas de México debían resolverlos los mexicanos.

Mientras tanto, los revolucionarios avanzaban con paso firme. Al frente del Ejército del Noroeste, Alvaro Obregón bajó desde Sonora por la costa del Pacífico, sin perder una sola batalla, hasta Guadalajara. Zapata continuó luchando en Morelos. La División del Norte, comandada por Francisco Villa, derrotó a las tropas federales en las batallas de Torreón y de Zacatecas.

El movimiento constitucionalista triunfó. En agosto de 1914, Huerta dejó el país y Carranza entró en la ciudad de México. Pero no todos los revolucionarios estaban de acuerdo con que Carranza fuera el Primer Jefe, como se había hecho llamar, ni qué rumbo debía seguir la revolución. Los caudillos revolucionarios o sus representantes se reunieron en Aguascalientes, en octubre de 1914, para ponerse de acuerdo, en la Soberana Convención revolucionaria.

Los convencionistas decidieron adoptar parte del programa de Zapata sobre el reparto de tierras a los campesinos, y eligieron como presidente interino de la República a Eulalio Gutiérrez. Los grupos villistas y zapatistas aceptaron esta decisión, pero Carranza no la acató.

La revolución quedó convertida en la lucha entre dos bandos irreconciliables: carrancistas, contra villistas y zapatistas. Al principió pareció que Villa y Zapata triunfarían, ya que ocuparon casi todo el país y tomaron la capital. Carranza y su principal general, Alvaro Obregón, se refugiaron en Veracruz. Pero finalmente el talento militar de Obregón se impuso al de Villa y lo derrotó en Celaya, en abril de 1915.

Tras nuevas derrotas, Villa se refugió en la sierra de Chihuahua. En 1916, cuando el gobierno de los Estados Unidos de América reconoció al de Carranza, Villa invadió el territorio estadounidense y atacó el pueblo de Columbus, en Nuevo México. Carranza lo declaró fuera de la ley. Una columna de soldados norteamericanos entró a México para perseguirlo, pero no pudieron ni siquiera encontrarlo. La presencia de las tropas extranjeras en México provocó situaciones difíciles, pero la serenidad de Carranza y su apego a las vías diplomáticas, evitó que el conflicto creciera.

Carranza y Obregón triunfaron sobre Villa y Zapata gracias a su capacidad militar. Pero también porque sabían mejor que sus rivales lo que significaba la unidad nacional, por encima de los enfrentamientos entre caudillos. Carranza tenía una clara idea de lo que era una nación. Insistió en la legalidad de su movimiento y actuó conforme a la ley. Para éste, el nacionalismo y el apego a la ley eran los valores más importantes.

A finales de 1916, los revolucionarios se reunieron en Querétaro para reformar la Constitución de 1857. Finalmente decidieron redactar una nueva, pues las circunstancias de México en ese momento eran muy diferentes a las que había en tiempos de Juárez, cuando se hizo la de 1857. 

La nueva Constitución se promulgó el 5 de febrero de 1917. En ella se incorporaron ideas de todos los grupos revolucionarios. Retomó las libertades y los derechos de los ciudadanos, así como los ideales democráticos y federales de la de 1857. También reconoció los derechos sociales, como el de huelga y el de organización de los trabajadores, el derecho a la educación y el derecho de la nación a regular la propiedad privada de acuerdo con el interés de la comunidad. 

Carranza fue el primer presidente electo después de que se promulgó la Constitución de 1917. Al final de su mandato (de cuatro años entonces, y no de seis como ahora) Carranza no logró convencer a los jefes revolucionarios de que apoyaran a su candidato para las siguientes elecciones. En consecuencia, los generales Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles organizaron la Rebelión de Agua Prieta, llamada así por la población en donde se inició, en el estado de Sonora.

Carranza se retiró y escapó con algunos de sus hombres rumbo a Veracruz, dispuesto a resistir. Fue asesinado, en la sierra de Puebla, en un pequeño poblado llamado Tlaxcalantongo, en mayo de 1920

Al triunfo de la rebelión, Adolfo de la Huerta fue nombrado presidente interino y consiguió que los generales zapatistas y el mismo Villa dejaran las armas. Así se consiguió la paz en el país y pudieron convocarse unas nuevas elecciones presidenciales, en las que triunfó Alvaro Obregón. 

En 1920, cuando llegó a la presidencia, Alvaro Obregón tenía 40 años. Había sido agricultor en Sonora. Al inicio de la lucha se integró a las filas del Ejército Constitucionalista, donde fue uno de los más brillantes militares. Como político, buscó la alianza con los trabajadores y con los antiguos zapatistas. La tarea más importante de su gobierno, hasta 1924, fue poner en marcha la reconstrucción del país y buscar la unidad nacional.

En 1923 hubo nuevas elecciones presidenciales. El candidato de Obregón era el general Plutarco Elías Calles, el secretario de gobernación. Otros grupos apoyaron a Adolfo De la Huerta, secretario de Hacienda, que era civil. Algunos militares se levantaron en armas para apoyar a De la Huerta, pues consideraban que la candidatura de Calles era una imposición de Obregón, y temían que detrás del nuevo presidente siguiera gobernando Obregón. 

A este levantamiento se le conoce como la rebelión delahuertista. Aunque ésta duró sólo cuatro meses, tuvo consecuencias muy importantes. Muchos oficiales murieron o salieron del país. Con esta reducción del Ejército, comenzó el proceso que lo profesionalizó, lo convirtió en un modelo de disciplina y de civismo y acabó con las rebeliones militares.

 

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