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La extensa región que abarca desde la zona de Cuyo
-compuesta por las provincias de San Juan, Mendoza y San
Luis- al oeste, la sierra de los Comechingones, entre San
Luis y Córdoba, en el centro, y el límite entre
Córdoba y Santa Fe hacia el noreste, constituyó el
escenario en que se desarrollaron interesantes culturas.
Fueron principalmente pueblos montañeses los que
hicieron de las serranías su hábitat, tanto para la
subsistencia como para su defensa. Desde el norte de
Mendoza hasta la porción septentrional de Córdoba,
pasando por la provincia de San Luis, el paisaje
dominante es una sucesión de valles y sierras, entre las
que se destacan la Sierra Central de San Luis y la Sierra
de los Comechingones, con montañas que alcanzan los
2.150 metros de altura, como los cerros Monigote y Agua
Hedionda, y otras que van más allá de los 2.250 metros.
Este magnífico paisaje serrano fue el hogar de antiguos
pueblos conocidos a través de las crónicas españolas
como huarpes, olongastas, comechingones y sanavirones.
Los huarpes
La región cuyana y el centro del país estuvieron
poblados desde muy antiguo por los últimos
desprendimientos andinos de los agricultores menores.
Región de paso obligado entre los valles del Noroeste y
la ruta de Chile, Cuyo se convirtió en zona abierta a
influencias andinas del noroeste, de los nómadas
chaqueños del noreste, y de los pueblos trashumantes de
la Pampa y la Patagonia. Los huarpes, nombre con el que
se designaban a los indios cuyanos, mantuvieron una
identidad cultural común, pese a que se dividían en
tres grupos diferenciados por su lengua: en San Juan se
encontraban los huarpes allentiac; en Mendoza
los huarpes ndillcayac; y en San Luis los huarpes
puntanos. Los tres grupos ocupaban un área
específica comprendida al norte por el río Jáchal, al
sur el río Diamante, al oeste la cordillera de los
Andes, y al este el valle de Concarán en San Luis.
De elevada estatura y cuerpos apretados, con una media de
1,70 metros para los hombres y 1,60 metros para las
mujeres, fueron gentes de costumbres sedentarias,
posiblemente debido al fuerte proceso de andinización en
que se encontraban al momento de la conquista española.
Practicaron la agricultura ayudados por medio de canales
y acequias para la irrigación artificial; cultivaban
maíz y quinoa como alimento, y con la semilla de ésta
prepraban bebidas espirituosas. A la actividad agrícola
se sumaba la recolección de la algarroba para hacer una
especie de pan llamado patay, y la chicha, un
sabroso licor.
El consumo de la raíz de la planta acuática llamada totora
fue muy común entre los huarpes de la laguna de
Guanacache, ubicada en el límite noreste de Mendoza con
San Luis; asimismo, esta planta fue muy utilizada por los
indígenas de las riberas del lago Titicaca, en Bolivia,
quienes realizaban con ellas sus típicas embarcaciones.
Los huarpes también fueron eximios pescadores y
cazadores de aves, con cuyas plumas confeccionaban
llamativas vestimentas y adornos. Atrapaban asimismo
venados, guanacos y tatúes (una variedad de armadillo)
los que eran ultimados con arco y flechas con puntas de
piedra finamente talladas.
Las viendas huarpes variaban de acuerdo al lugar donde
estaban establecidos: las construían con piedras si
habitaban en zonas montañosas, si no, las hacían de
ramas y barro en la llanura, y de juncos tejidos en las
lagunas.
De acuerdo a los relatos de sacerdotes misioneros del
siglo XVI, los huarpes practicaban la poligamia, aunque
en verdad sólo los jefes y otros miembros destacados
podían sostener económicamente a una familia de este
tipo. Otra costumbre de la sociedad huarpe era el levirato,
por la que al morir jefe de la familia, tanto la viuda
como sus hijos pasaban a depender de un hermano del
difunto.
Diestros como pocos en las artes de la cestería, el
entrelazado de las fibras era tan consistente que si
llenaban estos recipientes con agua, ésta no encontraba
fisuras por donde escurrirse.
La alfarería huarpe es pintada y se han hallado vasos
del tipo kero con dibujos geométricos, un
producto típico de la cultura de Tiahuanaco.
Vestían la túnica-camiseta sin mangas y extendida hasta
la rodilla, usada tanto por mujeres y hombres; además
calzaban la ushuta (ojota) andina, elementos
ambos que demuestran la influencia norteña.
Utilizaban morteros horadados sobre el suelo rocoso para
moler maíz y cocinaban sus alimentos en pequeños hornos
de barro, estos últimos hallados principalmente en San
Luis y Mendoza.
Adoraban a las fuerzas de la Naturaleza, el Sol, la Luna,
el Lucero, los Cerros, y temían a un demonio denominado
Huana, pero por sobre todos ellos estaba una deidad
llamada Hunuc-Huar, que moraba en los picos
nevados de la Cordillera de los Andes.
Los olongastas
Pobladores de los llanos del sur de La Rioja, el
sureste de San Juan, el norte de San Luis y el oeste de
la provincia de Córdoba, los olongastas se nuclearon
principalmente en la región comprendida al oeste, por
las sierras de la Huerta y Gigante; de San Luis, al sur;
las de Guasapainpa y Pocho al este; y por el norte, la
zona de Patquía.
La primera referencia escrita sobre los olongastas la
encontramos en un documento español del siglo XVI que
señala como "Nolongasta" a una de las comarcas
cuyanas, en la que el conquistador Juan Jufré
realizaría la fundación de la ciudad de San Juan.
De aspecto físico similar al tipo huarpe, el olongasta
era un pueblo que practicaba el cultivo del suelo, la
caza y la recolección. Su base alimenticia era el maíz
y el zapallo, que complementaban con los frutos del
algarrobo, el chañar y el mistol, árboles de madera
dura que crecían en la región. Al igual que los huarpes
utilizaban morteros excavados en la roca para moler el
maíz y hornillos de barro para cocer sus alimentos.
Domesticaron llamas, de las que aprovecharon su lana para
tejer mantas y ponchos.
Si bien no han quedado restos de viviendas olongastas se
sabe que eran sedentarios y que llegaron a formar
pequeños poblados. Los hallazgos de su industria
ceramista demuestra que no era tan desarrollada como la
de las culturas noroestinas. Fabricaban grandes vasijas,
cuencos, botellones y ollitas en cerámica negra decorada
con dibujos geométricos en rojo; lisas y con grabados.
Tanto en sus actividades cazadoras como en los encuentros
bélicos con otras tribus y con los españoles, los
olongastas utilizaron arcos, flechas con puntas de
piedra, boleadoras y hachas de piedra. En 1591 el
fundador de la ciudad de La Rioja, Juan Ramírez de
Velazco, sometió a varios grupos olongastas, los que
fueron reducidos bajo el régimen de la encomienda o
deportados a regiones alejadas de Catamarca, Tucumán y
Córdoba. Para 1782, sólo quedaban dos poblados
olongastas en La Rioja: Olta y Atiles.
Los comechingones
En su propia lengua, el término comechingón
significaba "pueblo de las sierras" y es en
este hermosísimo paisaje de la provincia de Córdoba
donde se establecieron estas poblaciones indígenas.
Afincados a lo largo del sistema serrano que lleva su
nombre y en sus lados sanluiseño y cordobés, los
comechingones septentrionales se diferenciaban de sus
hermanos meridionales por su lengua, denominada henia,
mientras que la de éstos era la camiare.
Característica inusual entre los pueblos prehispánicos
pero muy común entre los comechingones era la de tener
"barbas como los cristianos", según relataba
un cronista en su diario de viaje. La posesión de
rostros barbados había llamado la atención de los
españoles, que hasta entonces sólo habían visto
indígenas barbilampiños. Con un una altura que
promediaba el metro sesenta y cinco, los comechingones
fueron un pueblo de agricultores que basaban su economía
en el cultivo del maíz, porotos, zapallos, camote,
quinoa y maníes; también fueron parte de su dieta los
frutos del algarrobo y del chañar. Cazaban guanacos,
liebres, venados, ciervos y se dedicaron a la cría de la
llama .
Sus viviendas eran las clásicas casas-pozo, de techos
bajos y paredes insertas en la tierra. Semisubterráneas,
las habitaciones eran rectangulares, tenían techos de
madera y paja y en algunos casos llegaron a ser comunales
con cuatro o cinco familias aborígenes conviviendo en
cada hogar. Los poblados tenían como defensa una valla o
empalizada que los rodeaba, y entre unos y otros había
muy poca distancia.
La sociedad estaba organizada bajo el régimen
patriarcal, con un jefe o cacique cuyo mandato era
hereditario. De costumbres belicosas, fueron frecuentes
los choques entre las distintas parcialidades,
enfrentándose con arco, flechas de piedra o de hueso, y
venablos. Solían llevar a cabo sus asaltos por la noche,
en formaciones compactas; era tradicional que en estas
ocasiones se cubrieran el rostro con pintura negra y
roja, costumbre común a varios pueblos antiguos de todo
el mundo.
Estas prácticas guerreras de los comechingones quedaron
registradas en la gran cantidad de grabados rupestres
como los del Cerro Colorado en la provincia de Córdoba;
y fue en esta actividad, el arte rupestre, en el que los
comechingones lograron su mejor expresión a través de
la profusión de pinturas a lo largo de las Sierras
Centrales.
Practicaban la magia, la adoración del sol, la luna y
danzas para el conjuro de males y para propiciar un buen
resultado en la guerra; al igual que otros pueblos
indígenas, también consumían alucinógenos en sus
ritos religiosos, como por ejemplo el cebil, el
que era aspirado por la nariz.
Los sanavirones
Las poblaciones de la parcialidad sanavirona ocupaban
una vasta zona que abarcaba el río Salado, al norte, el
río Primero, al sur, hacia el este lindaba su territorio
con el de los pobladores del chaco santafesino y al oeste
limitaba con la sierra de Sumampa.
De su aspecto físico no han quedado testimonios aunque
algunos investigadores los asemejan con los tonocotés.
Al igual que los comechingones, fueron agricultores
sedentarios, cuyos cultivos principales fueron el maíz y
los porotos. Alternaban su dieta con frutos del algarrobo
y el chañar, la pesca, el consumo de carne de llama y
ñandú (variedad de avestruz sudamericana). Los
sanavirones habitaban casas grandes, de material
perecedero,agrupadas en poblados protegidos por
empalizadad de arbustos espinosos.
Se han encontrado fragmentos de cerámica sanavirona:
piezas simples negro grisáceas con motivos geométricos.
Utilizaban telares rudimentarios para la confección de
telas usadas en sus vestimentas. Como armas de caza y de
guerra, utilizaron arco y flecha, macanas, mazas
rompecráneos y boleadoras.
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La región de Cuyo y de las Sierras
Centrales
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Poblaciones prehispánicas de Cuyo y las
Sierras Centrales
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Los
huarpes fueron hábiles artesanos de la cestería |
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Ejemplos de artesanía
huarpe
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Vista
de la Sierra de los Comechingones (provincias de
San Luis y Córdoba) |
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Indio
olongasta preparando sus alimentos en un mortero
de piedra
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Los rostros barbados de los
Comechingones llamaron la atención de los
españoles, que hasta entonces sólo habían
visto indígenas barbilampiños
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Otra
vista de la Sierra de los Comechingones |
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Motivo
decorativo de los comechingones
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