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Fecha
clave: 12 de octubre de 1492. En ese día Cristóbal
Colón tropezó
con América e inauguró un suceso de enorme
trascendencia mundial, ya que su consecuencia inmediata
fue la apertura del océano Atlántico a las corrientes
del comercio europeo, circunscriptas hasta entonces a la
cuenca del Mediterráneo. |
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La experiencia obtenida en la interminable guerra contra los moros dotó a los reinos españoles de un poder ofensivo terrible. De las filas de la poderosa maquinaria militar que era el ejército español del siglo XVI, surgieron capitanes y almirantes que obtuvieron y dieron fama al unificado reino hispano, así como también soldados de gran capacidad combativa que demostraron, tanto en el triunfo como en la adversidad, el temple guerrero que caracterizó al español del Renacimiento: arrojo hasta la temeridad, impavidez ante el peligro, enorme capacidad para sobrellevar las duras contingencias de las batallas o las severas obligaciones cotidianas de la vida militar. Incluso en aquellos que no fueron de los mejores y que vinieron a América tan sólo en busca del enriquecimiento rápido, eran reconocibles tales condiciones innatas. |
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Las sucesivas expediciones enviadas desde España a la conquista y colonización de América trajeron consigo, como era natural que así fuese, las formas características del feudalismo dominante en la metrópoli, las cuales se superpusieron al régimen de esclavitud impuesto por la fuerza de las armas a las grandes masas indígenas y a los negros traídos posteriormente de África en calidad de esclavos por los barcos negreros portugueses, franceses e ingleses. Del mismo modo implantaron las estructuras estatales, políticas, jurídicas y militares del absolutismo real español, acentuadas por el sistema colonial, manejado rígidamente desde el Consejo de Indias a nombre del Rey. |
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Los
contingentes de las sucesivas expediciones colonizadoras
que partían de España se integraron con los elementos
más heterogéneos. Entre ellos encontramos a hombres de
la nobleza peninsular, que generalmente encabezaban o
formaban parte de la plana mayor de las expediciones,
nobles venidos a menos, segundones que por la ley del
Mayorazgo se veían privados de honores, riquezas y
porvenir seguros, veteranos de las guerras en Flandes,
Alemania e Italia, militares de fortuna, aventureros de
toda laya y nacionalidad; los llamados vagos de leva
honrada, condenados a la deportación por las
autoridades españolas, o desertores del ejército
peninsular; elementos de presidio reclutados por la
fuerza junto a trabajadores manuales y artesanos, a veces
con sus mujeres. |
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Si bien en un primer
momento España se vio sorprendida ante la inmensidad del
Nuevo Mundo que se ponía en sus manos, pronto se
encaminó a elaborar los objetivos perseguidos en la
conquista de América. De todos modos es necesario
recordar que a fines del siglo XV y durante el siglo XVI
el ambiente que rodeaba a esa empresa conquistadora
estaba insuflado de ideas religiosas y de sentimientos
heroico-medievales, que relegaban un poco los objetivos
estrictamente económicos. Entre ellos pueden señalarse
los siguientes móviles: La
propagación del cristianismo constituía una obligación
para la Corona española impuesta por el Papa Alejandro
VI en la bula de donación Inter caetera del 3
de mayo de 1493. La preocupación misional de la Corona
aparece frecuentemente, en especial durante el siglo
inicial de la dominación española. Pero no se trataba
tan sólo de cumplir formalmente con una obligación
contraída, pues la religiosidad era una parte integral
de la vida española. La invasión y ocupación de la
península por los árabes había significado una
incitación de tal magnitud que, apenas expulsados los
invasores, la creencia desbordó en fanatismo
religioso y en deseos de propagar la religión, sin
cuya existencia era inconcebible la vida humana. Aunque
reducido, debe señalarse que este móvil alcanzó gran
importancia en el proceso de conquista y destrucción de las
culturas paganas americanas. |
La Iglesia tuvo una destacada participación en la aculturación de los indios Pectoral de oro perteneciente a la cultura chibcha. La proverbial desesperación de los españoles por obtener este metal causó gran impresión entre los indios
La promoción en la escala social motivó a muchos castellanos a embarcarse en la conquista de América |
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El conquistador español se
encontró frente a una naturaleza hostil y desconocida, y
por ello reaccionó como lo había hecho durante tantos
siglos contra sus enemigos de Europa y con los árabes:
con violencia. Fue natural para el peninsular enfrentarse
con núcleos indígenas de diferente comportamiento
frente a la invasión. Este comportamiento no era sólo
producto de la característica de los distintos pueblos
nativos, sino también de la experiencia recibida por
algunos de ellos en anteriores contactos con los
españoles. |
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Las armas de
los indios se componían con lanzas, boleadoras,
empleadas sobre todo en la persecución del enemigo; la
bola, o bola perdida, que golpeaba al enemigo
preferentemente en la cabeza; el arco y las flechas, las
que algunas tribus envenenaban en las puntas para
hacerlas más letales. Más tarde los indios aprendieron
a domar los caballos, convirtiéndose en jinetes
sumamente diestros. El dominio del caballo les dio gran
movilidad y potencia, permitiéndoles actuar por sorpresa
y retirarse velozmente. Otra característica peculiar de
los indios era que combatían tanto de día como de
noche, prendiendo fuego a los fuertes o a los pastos de
los campos de combate. En cuanto a los españoles, siendo la infantería su arma predominante, su armamento principal lo constituían las armas de fuego. La primera de ellas fue el arcabuz de mecha, un arma muy pesada que había que sostener con el auxilio de una horquilla; fue luego remplazada por el arcabuz de rueda, arma más simple, de manejo práctico, de un alcance de 300 metros, con un calibre mayor que el anterior y con un peso de sólo 7 kilos, por lo que pasó a ser también un arma para la caballería. Una serie de armas blancas e implementos de protección como cascos, corazas y escudos, completaban el armamento de los infantes españoles. Sin embargo, a pesar de esa notoria superioridad en armamentos y organización bélica, la actitud general de los españoles para con los indios fue defensiva. Esto se debió a que los soldados españoles, habituados a guerrear en Europa, en territorios poco extensos y densamente poblados, con caminos relativamente aceptables, y poseedores de abundantes recursos y alimentos, donde llevaban a cabo una guerra regular frente a un enemigo cuya organización y métodos de lucha eran similares, o poco menos, a los suyos, se encontraban en América con que tenían que luchar en terreno desconocido y casi inhóspito, con un enemigo compuesto por formaciones militares irregulares, carentes de organización y tácticas de combate; un enemigo impulsivo y arrollador en el ataque, de gran movilidad y, sobre todo, conocedor del terreno que pisaba. Por todo ello, los reglamentos y las tácticas de combate conocidos y aplicados por los españoles fallaban por su base. De ahí que los conquistadores se abroquelaran en la defensa, tras los muros de los fuertes o de las ciudades, mientras se construían una serie de guardias y fortines que materializaron más tarde la frontera con el indio. Estas guardias y fortines eran atendidos por las milicias, cuya misión era explorar la zona circundante y controlar las actividades de las tribus pacíficas o amigas que estaban en las cercanías. Desde el punto de vista militar estas milicias eran sumamente deficientes y carentes de la más elemental instrucción. Imponer su dominio sobre el territorio conquistado fue la tarea prioritaria y fundamental, que insumió a los españoles el lapso comprendido por los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, logrando establecer en ese largo período las instituciones estatales de la Colonia y desarrollarlas de acuerdo con las especificaciones dadas por la Corona a través del Consejo de Indias. Durante ese lapso prolongado, particularmente en la segunda mitad del siglo XVI, los conquistadores fundaron distintas ciudades en lo que es hoy territorio argentino. Además de Buenos Aires (primera fundación en 1536, despoblada y abandonada en 1541 y fundada definitivamente por Juan de Garay en 1580) los españoles fundaron Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, La Rioja, Jujuy, Salta, Mendoza, San Juan, San Luis, Corrientes, Concepción del Bermejo y Santa Fe. Como se ve, todas ellas ubicadas desde el centro al norte y noroeste del territorio, donde los aborígenes eran sedentarios, lo cual facilitaba relativamente la tarea de someterlos. En la parte del territorio que va del centro hacia el sur, la acción colonizadora se complicó por la falta de poblados indígenas, ya que predominaban en la zona las tribus nómades, lo que hizo que durante mucho tiempo fueran sumamente vulnerables las comunicaciones imprescindibles para el transporte de tropas, viajeros y mercancías por los caminos casi inexistentes que forzosamente debían recorrer los conquistadores y los colonizadores. Sobre la base de las guardias y fortines que organizaron y levantaron surgieron diversas poblaciones argentinas. Así se fundaron, por ejemplo, Morón, en el año 1600, Luján (1630), Las Conchas (1676), Baradero (1696), San Isidro (1719), San Antonio de Areco (1725), Pergamino (1730), Magdalena (1730), San Vicente (1734), San Nicolás (1749), Mercedes (1752), Merlo (1754), Arrecifes (1756), Pilar (1772), etc. En 1781 la frontera hispano-indígena estaba constituida por una línea de guardias y fortines que partía desde la desembocadura del Río Salado, en la bahía de Samborombón, provincia de Buenos Aires, y seguía en dirección al norte pasando por Chascomús, Ranchos, Monte, Lobos, Navarro, Mercedes; Carmen de Areco, Salto, Rojas, Melincué, La Carlota, Río IV, San Lorenzo, hasta San Carlos, en la provincia de Mendoza. La permanente lucha para imponerse a la resistencia indígena frente al invasor extranjero no impidió a los españoles que, a medida que sometían el país y a sus naturales, utilizaran a éstos en la defensa del territorio conquistado, encuadrándolos para tales efectos, en unidades militares. Con ello no hicieron más que seguir el ejemplo de otros conquistadores que muchísimos años antes habían empleado ese método. Por ejemplo, el romano Julio César, quien organizó formaciones militares con los naturales de las regiones que conquistaba y los utilizó como fuerzas auxiliares en la lucha contra sus propios compatriotas, para poder proseguir así su avance hacia la conquista de nuevos territorios. Los llamados indios de pelea fueron instruidos (a pesar de las prohibiciones que regían desde el siglo XVI) por los españoles en las tácticas de infantería y caballería y en el manejo de las armas blancas y de chispa (arcabuces y mosquetones), constituyendo una fuerza combativo bastante apreciable, que fue utilizada, por ejemplo en 1680, en cantidad de tres mil para expulsar a los portugueses de la Colonia de Sacramento, sobre la costa uruguaya; en 1702, dos mil guaraníes derrotaron a los tupíes, aliados a los portugueses, y en 1704 cuatro mil indios de fusil, flecha y lanza, conjuntamente con dos mil hombres provenientes de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, derrotaron a los portugueses y los obligaron a abandonar la Colonia del Sacramento. |
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