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Móviles perpetuos y energías inagotables

Dispositivos que se mueven sin fuente que les proporcione energía, entre otras propuestas “impostoras”, necesitan del conocimiento del público y del rechazo abierto de la ciencia.

Por: Arnaldo González Arias
6 Febrero, 2009

Móvil 1
Fig. 1.- Esquema de la máquina de Bhaskara

Hace ya algunos años pasó por mis manos el esquema detallado de una rueda con imanes sujetos en su periferia. Se suponía que era capaz de girar por sí misma, al interaccionar con otros imanes ubicados adecuadamente fuera de la rueda.

El documento había llegado a nuestro departamento a través de algún organismo para que se evaluara la factibilidad del mecanismo pues, al parecer, el autor no había logrado construir una maqueta o modelo a pequeña escala (quizás  por carecer de los imanes adecuados). De haber construido el modelo, hubiera comprobado de inmediato que aquello nunca se movería sin ayuda externa.

Obviamente no se había tomado en cuenta la primera ley de la termodinámica, que establece que no se puede obtener energía de la nada.  Para que la tal rueda girase, debía proporcionársele energía continuamente, para así al menos compensar la cantidad disipada por la fricción en el eje.

¿Quién entregaría esa energía? ¿Los imanes?  En ese caso, los imanes se “descargarían” rápidamente, perdiendo sus propiedades, y la rueda se detendría. De hecho, todos sabemos que los imanes no se “descargan”.  Si tiene dudas, pregúntele a la puerta de su refrigerador, o a las bocinas de su equipo de audio, cuyos imanes se han mantenido funcionando inalterables durante años y años.

Móvil 2
Fig. 2.- Rueda de Villard de Honnecourt

Esto se debe a que las fuerzas magnetostáticas son conservativas.  La energía magnética que se pierde, digamos, al cerrar el refrigerador, se gana cuando se vuelve a abrir a costa de la energía muscular de la persona que lo abre.

No hemos de criticar muy duramente a quienes no conozcan la primera ley; no todos han tenido la oportunidad de recibir cursos de termodinámica. Pero debiéramos condenar a los confines más profundos del averno a todos aquellos que se dedican a fantasear sobre temas que desconocen, introduciendo ilusorias e inagotables energías para justificar todo tipo de especulaciones, que incluso pudieran causar daño a las personas. Me refiero concretamente a las inexistentes energías piramidales, florales, vitales, cósmicas, sutiles, y a la impostora bioenergía.

Impostora porque el término bioenergía existe en la ciencia, pero los fantasiosos tergiversan su significado. La bioenergía no es más que energía proveniente de fuentes renovables, como el maíz, la caña de azúcar o la grasa animal. El término se emplea usualmente como sinónimo de biocombustible. 

Pero los modernos “canalizadores de bioenergía” le dan un significado diferente -poco claro, por cierto- para tratar de justificar sus presupuestos, sin ofrecer demostraciones, como si fueran iluminados profetas de una nueva secta.
La idea de un dispositivo que proporcione movimiento o trabajo mecánico sin consumir energía no es novedosa. Al parecer tiene su origen en la India, de donde llegó a Europa a través de los árabes.

Móvil 3
Fig. 3.- Movimiento perpetuo gracias a la tensión superficial

Un modelo propuesto por el famoso astrónomo y matemático indio Bhaskara Achariya (1114-1185) consiste en  una rueda con tubos llenos parcialmente de mercurio, acoplados a su periferia (figura 1). Se suponía que, gracias a la inclinación de los tubos, el mercurio se desplazaría convenientemente para crear un desbalance entre la mitad derecha e izquierda de la rueda, que giraría entonces sin detenerse por la acción de la gravedad. 

Villard de Honnecourt, destacado arquitecto e ingeniero francés del siglo XIII, diseñó otro tipo de rueda con un número impar de martillos acoplados (figura 2). El repetido golpe de los martillos al caer sobre la rueda la mantendría en movimiento, ayudado por el hecho de que siempre habría más martillos de un lado que del otro. Este diseño obvia el hecho de que cuando el martillo golpea a la rueda, esta devuelve el golpe con la misma intensidad, pero en sentido contrario. Como el martillo está acoplado a la rueda, el efecto total resultante sobre su movimiento es nulo.

La diversidad de propuestas es casi infinita. El móvil de la figura 3 supone que la tensión superficial del agua hace ascender el líquido por la cuerda de manera similar a como ocurre en la mecha de un farol de petróleo, logrando mover la rueda con un goteo continuo. En realidad, la tensión superficial también actúa por el lado opuesto de la cuerda, e impide que el agua gotee para cerrar el ciclo.

Hay modelos mucho más recientes, que incluyen combinaciones de motores y generadores eléctricos, o turbinas acopladas a fuentes electroquímicas.
(1) Todos se asemejan en que su funcionamiento viola alguna ley de la física, y cesan de funcionar cuando se retira la fuente de energía que inició el movimiento.

Móvil 4
Fig. 4.- Móvil perpetuo de 2006 basado en imanes (Ref. 2)

Aún hoy los inventores siguen generando móviles perpetuos. Una solicitud de patente argentina de fecha tan cercana como 2006 tiene por título “Motor generador alimentado mediante imanes permanentes”. Los imanes son su única supuesta fuente de energía (figura 4) (2). Y esto confirma algo que ya hemos expresado en otras ocasiones; una patente no proporciona avales científicos. Cualquiera puede patentar cualquier cosa, aunque no sirva para nada, mediante el pago de los derechos correspondientes –y siempre que nadie lo haya hecho antes.

Pero a lo largo de la historia no han faltado los farsantes y tramposos. Un ejemplo interesante es el del alemán Ernesto Bessler, alias Juan Orfireus, relojero, armero, alquimista, astrólogo y médico. En una de sus correrías por Europa curó a la hija del médico-alcalde de Aunaberg, se casó con ella y se dedicó a construir móviles perpetuos ‘exitosos’, el primero en 1712.

Consiguió engañar a la nobleza europea durante años, gracias a que guardaba su máquina en el cuarto sellado de un castillo. A los visitantes sólo se les permitía echar un vistazo desde la puerta para verificar que la máquina estaba en movimiento. La realidad era que había una falsa pared y, detrás de ella, sirvientes manipulando la máquina. Una criada cansada del engaño “se fue de lengua” y se descubrió todo el asunto. Orfireus logró a medias tapar el escándalo: aquello resultó el fin de su carrera como inventor.

En 1775 la Académie Royale des Sciences (Francia) decidió no aceptar más propuestas de máquinas de movimiento continuo (por cierto, los modelos basados en imanes también eran también muy populares en los 1700). 

En 1842 Robert Julius von Mayer estableció el principio de conservación de la energía o primer principio de la termodinámica, como también se le conoce. A partir de ese momento se denominó móvil perpetuo de primera especie a toda máquina hipotética que viole ese principio, es decir, que aporte trabajo sin tomar un equivalente de alguna otra fuente de energía.

No sólo existen los móviles perpetuos de primera especie. También existen los de segunda, relacionados con el segundo principio de la termodinámica, que establece la imposibilidad de construir una máquina térmica que sea eficiente al ciento por ciento, convirtiendo en trabajo todo el calor que reciba sin expulsar una parte de ese calor al medio ambiente. 

Si tales máquinas con tal ciento por ciento de eficiencia se pudieran construir, sería posible utilizar una de ellas para mover otra trabajando a la inversa, trasladando energía de un foco frío a otro caliente sin pérdidas, y reutilizar ese mismo calor para mover la primera. Es decir, la combinación de las dos máquinas daría por resultado un móvil perpetuo de primera especie, que violara la primera ley.

Y en cuanto a las falsas e inagotables energías, recuerde: cuando desee recibir ‘bioenergía benéfica’, cómase una buena tajada de carne o algún otro alimento de su preferencia. Su organismo se encargará de canalizarla adecuadamente por el tubo digestivo, sin necesidad de alguna otra ‘ayuda’ fantasiosa.

 

(1). Brodianski V.M., Móvil perpetuo antes y ahora, Ed. Mir, Moscú 1990.  Disponible en http://www.geocities.com/librosmaravillosos/

 

 

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