Que la Luna se ve
mucho más grande cuando aparece sobre el horizonte que cuando está alta en
el cielo nocturno es una experiencia universal. Lo que mucha gente no sabe
es que la razón de este cambio de tamaño, sólo aparente, no se debe a las
leyes de la naturaleza sino a cómo percibe el cerebro humano lo que le
rodea. La ilusión de la Luna, como se conoce a este fenómeno desde tiempos
inmemoriales, no es una ilusión óptica, es un engaño de los sentidos, y a
esta conclusión han llegado hace tiempo los científicos. El problema es
que para explicar este engaño competían hasta ahora dos teorías que
llevaban a explicaciones totalmente opuestas. Ahora, un equipo de
científicos –padre e hijo– cree haber establecido la solución correcta del
problema, la menos intuitiva, a partir de experimentos realizados con
material de un centro de investigación de la empresa IBM, donde trabaja
uno de ellos.
La percepción de la distancia La ilusión de la Luna
tiene mucho que ver con cómo el cerebro humano percibe la distancia,
señalan los científicos Lloyd y James Kaufman en un artículo publicado en
la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU.
Los
experimentos realizados por los Kaufman indican que la Luna se percibe de
mayor tamaño cuando se ve sobre el horizonte porque el cerebro interpreta
que se encuentra muy lejos y que su tamaño debe ser muy grande. El
horizonte proporciona unas referencias que hacen que esto suceda
así. Aislada en el cielo, el cerebro apenas dispone de referencias y
escoge la solución de que la Luna está más cerca y es más pequeña.
Esta
paradoja es similar a la ilusión de perspectiva planteada en 1913 por lo
cual dos líneas de la misma longitud que cruzan líneas convergentes en un
punto distante parecen tener distinta longitud.
La teoría del tamaño
aparente Frente a esta teoría de la distancia aparente, al parecer la
correcta, estaba otra teoría, la del tamaño aparente. Según ésta, el
tamaño aparente de un objeto es el que define la distancia a la que se
encuentra. Además, en el caso de la Luna, observarla cuando está alta en
el cielo se supone que hace que los ojos converjan en una distancia
diferente que cuando se encuentra sobre el horizonte y esto lleva a la
diferente percepción de su tamaño. Sin embargo, la ilusión de la Luna es
un fenómeno tan espectacular que no parece posible adjudicarlo solamente
al funcionamiento del ojo humano. Los investigadores diseñaron dos
experimentos para medir directamente la distancia a la que un observador
percibe que está la Luna, algo que nunca se había hecho. Proyectaron
imágenes estereoscópicas de lunas artificiales sobre el cielo real.
Cada
observador tuvo que situar una Luna a la mitad de distancia entre el
observador y la Luna sobre el horizonte en el primer caso y la Luna
elevada en el segundo. En el caso de la Luna sobre el horizonte, esta
semidistancia fue cuatro veces superior a la calculada para la Luna
elevada. Es decir, los observadores percibieron sobre el horizonte mucho
más distante que la Luna elevada.
La Luna proyectada En el segundo
experimento el observador podía mover la Luna proyectada. En todos los
casos, al acercarla los observadores dijeron que veían la Luna más pequeña
y no más grande, a pesar de que antes de hacer las observaciones habían
asegurado que lógicamente la Luna más grande percibiría como más cercana.
“Un elemento clave de una ilusión verdadera es que nuestras deducciones
conscientes y conceptos previos no reflejan necesariamente la forma en que
nuestro cerebro responde al mundo exterior”, ha señalado Kaufman padre.
“Los seres humanos pueden percibir correctamente el tamaño de un objeto
sin tener en cuenta la distancia”, explica. “Así podemos calcular el
tamaño real de un automóvil distante, a pesar de que lo veamos muy
pequeño. Nuestro cerebro automáticamente computa la distancia aparente y
compensa la realidad geométrica de que la imagen que vemos de un objeto
distante es menor que la imagen de ese mismo objeto de cerca”. En la mayor
parte de los casos, el escenario proporciona un conjunto de claves que
permiten percibir correctamente los tamaños de los objetos a distancias
diferentes. Pero distancias tan grandes como a la que se encuentra la Luna
no son computadas automáticamente por el cerebro. Kaufman recomienda
observar la Luna a través de un agujero, como el formado por un tubo.
De
repente, la Luna se hace más pequeña porque el cerebro la sitúa en las
cercanías de los límites del hueco. Al quitar los límites, la Luna aumenta
de tamaño instantáneamente.
La ilusión de la Luna se conoce desde la
antigüedad y ya Tolomeo, gran genio de aquella época, sugirió que
cualquier objeto visto en un espacio no vacío –como la Luna sobre el
horizonte– parecería más lejano que objetos observados en el espacio
vacío. El astrónomo árabe Al Hazan fue el primero en establecer con
detalle la teoría de la distancia aparente.
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