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Según algunos, más vale precaver...

 


Niños, celulares e inalámbricos

A. González Arias

 Orbe, Año X, No. 10, 2-8 Agosto 2008

 


 

 

 En días recientes el Instituto del Cáncer de la Universidad de Pittsburg emitió un comunicado alertando sobre los teléfonos celulares y su posible relación con el cáncer del cerebro. Entre las 10 medidas propuestas, la principal aconseja evitar al máximo su uso por los niños, quienes se consideran especialmente vulnerables por poseer un cerebro en desarrollo, aún no formado totalmente.

Firmado por un Comité Internacional de Expertos, el comunicado no afirma que existan evidencias categóricas de que los celulares son peligrosos para niños o adultos, sino que hay indicios que sugieren la conveniencia de limitar su uso hasta que se alcancen conclusiones definitivas al respecto. Otras recomendaciones del Comité son: alejar el celular mientras se duerme –dirigido principalmente a las gestantes; no usarlo en autobuses u otros lugares donde numerosas personas puedan ser expuestas a las radiaciones, y no entablar conversaciones prolongadas.  Las recomendaciones son igualmente válidas para cualquier teléfono móvil o inalámbrico.[1] 

Autoridades de la India, Francia e Inglaterra han hecho suyas la advertencia relativa a los niños, emitiendo alertas al respecto.

La radiación electromagnética

Las antenas de los teléfonos móviles y celulares emiten radiación electromagnética, que consiste en un ‘revoltijo’ de campos eléctricos y magnéticos entremezclados, que fluctúan o cambian de sentido y dirección continuamente y se propagan a la velocidad de la luz.  La radiación es capaz de originar diversos efectos en el organismo, aunque no necesariamente nocivos; pueden ser inocuos, e incluso benéficos. Sirva de ejemplo la producción de vitamina D en respuesta a la absorción de la radiación solar en la piel.  Sin embargo, el exceso de esta misma radiación puede causar quemaduras a corto plazo, pérdida de elasticidad por fotodegradación a largo plazo, e incluso cáncer en la piel.

 

 

Figura: Resultados estimados mediante un modelo matemático para la absorción de la radiación en el cerebro a 900 megahertz (MHz).

 

Dos parámetros importantes de la radiación son su frecuencia (número de fluctuaciones de los campos en un segundo)e intensidad (energía entregada por segundo). Para cada frecuencia usualmente existe un límite definido entre lo inocuo y lo perjudicial, según sea la intensidad recibida y el tiempo de exposición a la misma. Las radiaciones de mayor frecuencia (ultravioleta, rayos X, rayos gamma) son capaces de ‘romper’ las moléculas y causar daños en los tejidos. Las de frecuencia algo menor (incluyendo la luz visible) pueden inducir reacciones químicas como la fotosíntesis. Le siguen en orden decreciente las que causan el calentamiento de los tejidos biológicos; por ejemplo, la de los hornos de microondas, que trabajan a 2450 MHz (1 MHz = 1 millón de fluctuaciones por segundo). La frecuencia de los celulares e inalámbricos es de 800 a 2200 MHz, pero su intensidad es solo una fracción pequeñísima de la que radía un horno. No se conocen efectos adversos para las radiaciones de mas baja frecuencia, tales como las de radio y TV.

No todos están de acuerdo

El tema de los celulares y el cáncer ha sido muy debatido desde sus mismos inicios, pues aunque el celular transmite a muy baja intensidad, la cercanía de la antena emisora a la cabeza hace que el usuario absorba cantidades significativas de radiación en una región muy sensible de su cuerpo.

Ya en mayo de 1993 David Reynard, de La Florida, estableció una demanda contra la NEC Corporation, argumentando que el tumor cerebral de su esposa fue causado por las radiaciones de su celular.  El caso fue desestimado en los tribunales por falta de evidencias. En otro litigio en el 2000, el Dr. Chris Newman, neurólogo de Baltimore, demandó a varias compañías de teléfonos convencido de que su hábito de usar el celular durante 9 años causó el cáncer en su cerebro.  Según los médicos de Newman, el tumor se localizó “en la posición anatómica exacta donde la radiación del teléfono incidía sobre su cráneo”. La demanda fue finalmente rechazada por una corte de apelaciones en 2003, también por falta de evidencias[2].

De las investigaciones publicadas sobre el tema, la más completa apareció en 2006, en el Journal of the National Cancer Institute de los EE.UU.  Se analizaron 420 000 usuarios daneses, sin encontrar un incremento del riesgo de cáncer; miles de ellos habían utilizado el celular por más de 10 años.  Un estudio similar publicado este año en la Universidad de Utah, referido en este caso a varios miles de pacientes con tumores en el cerebro, aportó iguales resultados. Otro estudio francés de 2007 llegó a la misma conclusión, aunque en este caso se señaló la ‘posibilidad de un incremento de riesgo entre los usuarios más adictos’, pendiente a verificar en investigaciones posteriores.[3] Y en cuanto a si es cierto o no que los niños absorben más radiación en el cerebro que los adultos, en un amplio resumen publicado en 2005 sólo aparecen 3 investigaciones reportando una mayor absorción en cabezas pequeñas, mientras que en otras 10 no se encontraron diferencias entre adultos y niños[4].

No obstante, hay quienes no se arriesgan y se atienen a aquello de ‘más vale precaver... ’.  Devra Lee Davis, directora del Centro de Oncología Ambiental de la Universidad de Pittsburg, una de las promotoras del alerta sobre los celulares y los niños, ha expresado su punto de vista al respecto: "El problema consiste en si Ud. desea o no jugar a la ruleta rusa con su cerebro.  No sé si los celulares son peligrosos.  Pero tampoco sé que sean totalmente seguros”.3

 

 


[1] http://www.environmentaloncology.org/node/201

[2] http://pacer.ca4.uscourts.gov/opinion.pdf/022424.U.pdf

[3] http://news.yahoo.com/s/ap/20080724/ap_on_he_me/cell_phone_warning

[4]  Differences in RF Energy Absorption in the Heads of Adults and Children; Bioelectromagnetics Supplement, issue 7:S31-S44, 2005