Láser, arte y arqueología

A. González Arias

 

 

Durante el proceso de restauración y conservación de los objetos de arte, la limpieza de las superficies suele traer aparejados una serie de problemas espinosos.  Por ejemplo, no es raro que la incrustación que se desea remover sea más resistente a los tratamientos de limpieza que la capa a recuperar, que se encuentra a mayor profundidad.  Aunque no sea así, los diferentes tratamientos químicos o mecánicos (por abrasión) que se emplean de forma usual suelen atacar las diferentes capas con similar eficacia, de aquí que al limpiar una siempre exista la posibilidad de dañar seriamente la otra. 

La experiencia indica que la solución del problema está en una mezcla de fina observación por parte del restaurador, control del tiempo de exposición al tratamiento y, desde luego, habilidad y experiencia.  De esa forma se llega a un compromiso, eliminando lo indeseable y causando el menor daño posible a la superficie de la obra de arte.

Una consideración adicional es el posible perjuicio al operario, causado por la exposición continua a los vapores de las diversas sustancias químicas manipuladas en la limpieza.  Usar un equipo de protección no siempre es aconsejable, pues puede impedir al especialista la cuidadosa observación y el control necesarios para el tratamiento óptimo de la superficie. 

Dada la sensibilidad y fragilidad de las superficies en las obras de arte, lo anterior explica el por qué, durante mucho tiempo, se buscaran – y aún se busquen- nuevas técnicas que soslayen los inconvenientes de los métodos químicos y mecánicos convencionales.

Ya desde hace más de 30 años diferentes técnicas ópticas, que incluyen el uso del láser, han mostrado su utilidad en la conservación de las piezas de arte.  Estas técnicas incluyen la limpieza y decapado, análisis no destructivo, display holográfico, caracterización de superficies mediante fluorescencia láser y ultrasonido inducido por láser.

 

La ablación láser

 

El mayor impacto de las técnicas láser en la restauración de piezas artísticas ha sido, sin lugar a dudas, su aplicación al decapado y limpieza, mediante el método conocido como ablación (extirpación, remoción) por láser. Se utiliza la energía luminosa del láser para volatilizar puntualmente, de forma controlada, las sustancias indeseables.

Se ha encontrado que muchas veces el decapado con láser es menos costoso, y de menor riesgo, que los métodos tradicionales de limpieza química o el empleo de abrasivos.  El procedimiento se ha utilizado para eliminar todo lo indeseable (suciedad, sedimentos, materiales envejecidos) tanto en obras de arte confeccionadas con sustancias orgánicas como inorgánicas: piedra, cerámicas, metales, madera, pergamino, papel, cuero, telas y superficies pintadas. 

Los contaminantes removidos incluyen todo tipo de incrustaciones como depósitos de calcio, sulfatos y óxidos.  También musgo, líquenes, hollín, tierra, barnices deteriorados y pinturas superpuestas. La remoción con láser se ha empleado en prácticamente cualquier tipo de objeto museable, incluyendo numerosos edificios históricos y contemporáneos. 

Pero no todo es color de rosa.  Durante el decapado con láser se emiten gases y partículas microscópicas de posible daño para el operador, por lo que también es necesario tomar este factor en consideración.

Los primeros intentos de remover la suciedad en monumentos de piedra con este procedimiento ocurrieron en Venecia, alrededor de 1975.  Se logró limpiar con láser muchas esculturas de piedra y edificios como el Palacio Ducal. Más adelante la técnica fue extendiéndose poco a poco a otros usos, con algunos altibajos.

Con posterioridad se encontró que podrían crearse problemas por las variaciones térmicas bruscas en la superficie, por la redeposición de los contaminantes o por la velocidad a que ocurría el proceso. Entonces se añadieron técnicas adicionales como son: enfriar el punto caliente con un chorro de gas inerte (argón), humedecer la superficie previamente a la aplicación del láser, o llevar a cabo el tratamiento con la pieza sumergida en agua o algún otro líquido.

El caso de mayor complejidad que se conoce hasta el momento es el de recobrar el color de pigmentos calcinados, como ocurrió en la restauración de los famosos Guerreros de Terracota de la Dinastía Qin. Por regla general, los resultados se comprueban comparando las superficies antes y después del tratamiento mediante diversas técnicas, como pueden ser la Fluorescencia o Difracción de Rayos X y la Microscopía de diversos tipos.

 

Aplicaciones arqueológicas

 

Los láseres también se aplican en el mundo de la arqueología.  Un artículo reciente de investigadores argentinos del Museo Mario Brozoski y del Centro de Investigaciones Ópticas de ese país,[1] reporta el uso de la técnica LIBS (Láser Induced Breakdown Spectroscopy)para limpiar diversos objetos recuperados de un naufragio y estudiar su composición.

Los objetos pertenecían a la corbeta de guerra HMS SWIFT, construida por el ejército británico en 1762 y hundida en la Patagonia el 13 de marzo de 1770, durante una tormenta.  Hasta el momento de la publicación del reporte, las técnicas láser habían permitido identificar la composición de 8 piezas de metal rescatadas del naufragio. Conocer la composición permite seleccionar adecuadamente los tratamientos de conservación específicos para cada pieza.


[1] Revista Cubana de Física, vol. 27, No. 1, 2010, p. 80. Accesible en www.fisica.uh.cu/biblioteca/revcubfi/index.htm.  Ver también p. 3 en el mismo número.

 

 

 

 

Figura 1. Interferograma holográfico láser que resalta los detalles de la superficie.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 2. Hebilla rescatada de un naufragio de 1770 en la Patagonia,  Antes y después del tratamiento con láser.