21. Antropología. El trabajo del hombre.
21. Antropología  

EL TRABAJO DEL HOMBRE.

La relación entre trabajo y creación ya está en el Génesis, Dios aparece trabajando, dando al origen del mundo un sentido de esfuerzo, en una imagen antropomórfica de la divinidad; tanto es así, que en el relato bíblico muestra como descansó al séptimo día. La imagen de creación se hace desde el dinamismo, por eso la teología del trabajo debe insertarse en la teología de la creación, desde la que el hombre está llamado a dialogar y colaborar con la divinidad.

Estamos ante una cuestión también relacionada con la moral social. A nosotros nos interesa lo teológico de la colaboración con la divinidad, el sentido del trabajo. En la historia de la humanidad el trabajo ha cobrado diferentes sentidos. En primer lugar el trabajo tiene algo de penalidad, la visión pesimista del trabajo lo considera un sufrimiento y una carga La misma raíz de la palabra trabajo viene de "tripaliare", tortura. También tiene un sentido de rentabilidad, de productividad, aunque, hay que notar que gran cantidad del trabajo que habitualmente hacemos no está pagado: limpiar y mantener la casa, atender a la familia, dar catequesis, jugar con los hijos o entrenar un equipo de fútbol. Son actividades que las entendemos realizadas desde la gratuidad, como una superación de la materialidad del mundo en el que vivimos. Si bien no debe ser esto un acicate para la injusticia, no pagar lo suficiente, o abusar del derecho al trabajo estable y remunerado, que sería una injusticia intolerable. Entendemos que Dios trabaja desde la gratuidad y el amor, y el trabajo humano desde hacerse también con esas características, desde dentro hacia fuera, en suficiencia, en inteligencia y deseo de hacerlo bien. También moralmente concebimos el trabajo como fuente de socialización y de autorrealización, las posibilidades del hombre se deshacen sin trabajo. El hombre trabaja para poder comer y vivir dignamente.

Teológicamente el trabajo es la colaboración con Dios, la misma palabra lo dice: "co-laborare", "trabajar con". El hombre contribuye y participa así con la obra del creador, desarrolla en la medida de sus posibilidades la acción continuadora con Dios. El creced y multiplicaos, indica que someter y dominar la tierra es una invitación al trabajo, no una carga añadida. La diferencia entre el trabajo antes y después del pecado del hombre parece que en Génesis es la penosidad, la dificultad y el esfuerzo añadido, pero no su sentido ni realización. Dios no tenía necesidad de colaboradores, igual que la creación es gestada desde la pura generosidad y el amor, pero Dios invita al hombre a colaborar con Él. El trabajo humano es una cooperación con Dios, es por eso obra de Dios y del hombre. El fruto del trabajo humano es posible desde el crecimiento que Dios da a las cosas. El trabajo de los cristianos para la evangelización y la transformación del mundo se hace vinculados con Cristo. "Si el Señor no edifica la casa, en vano se cansan los albañiles", dice el Salmo, es decir, en ocasiones los cristianos estamos más empeñados en los resultados, en el balance de nuestro esfuerzo que en la relación íntima, y en el trabajo hecho desde la voluntad de Dios. Es verdad que hay que evaluar lo trabajado, para evitar repetir errores y para mejorar, pero la cooperación en el trabajo con Dios es fundamental.

El trabajo adquiere su sentido desde la fe como manera de glorificar a Dios, santificar al hombre en ofrenda diaria y acercar el Reino de Dios a los hombres. Glorificar porque el trabajo es una ofrenda permanente del hombre a Dios, es el servicio al precepto diario del trabajo. Es santificación porque eleva y mejora la realización personal y social de los hombres, el trabajo dignifica, y dignificar es el primer paso para la santificación. El trabajo hace crecer al hombre como persona. El trabajo del hombre puede contribuir, cuando se hace desde la voluntad de Dios, a transformar el mundo, a acercar el Reino de Dios a los hombres, en perfeccionar la creación.

El hombre es "homo faber", está llamado al trabajo, a la colaboración con Dios en su actuación. Hoy, en la sociedad actual, la conciencia ecológica nos invita a considerar la acción del hombre en el mundo como desarrollo, no como destrucción ni como explotación. El hombre debe equilibrar su acción en el mundo, desde el mandato divino, pero en armonía con las demás criaturas.

El trabajo debe estar bien realizado. El trabajo une así la materia y el espíritu, siendo la principal vocación que recibe el cristiano. El trabajo abre a la fraternidad, a la confianza, a la solidaridad, a la gratuidad, a la justicia. El trabajo debe hacerse en la esperanza de hacer un mundo mejor, con la mirada en el horizonte de la humanidad y aguardando la redención, en actitud activa hacia ella. El trabajo debe hacerse finalmente desde el amor, amor a Dios por su colaboración con Él, amor al prójimo porque le ofrecemos más posibilidades, y le abrimos un futuro más digno y mejor.

En ese esfuerzo colaborador con la divinidad, se ha visto en el trabajo un paralelismo con la cruz, es la cruz de cada día el trabajo, sus cargas y fatigas, en este sentido, cooperamos con la redención, forjamos un espíritu nuevo, damos sentido al dolor y al penar del trabajo. Pero esto no nos debe hacer olvidar el sentido alegre de la colaboración con Dios, la alegría de la acción poderosa de Dios en la creación, es la alegría compartida por los hombres en su esfuerzo junto con Dios.

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