18. Eclesiología. El movimiento ecuménico hoy.
18. Eclesiología  

EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO HOY.

Si el movimiento de desunión fue muy fuerte, es sorprendente lo rápido con que el deseo de ecumenismo, de unidad, se ha ido extendiendo en las iglesias. El problema ha sido la continuidad en la superación de escollos concretos y evidentes, que hoy pesan decisivamente en hacer una sola Iglesia, congregando a todos los cristianos de la tierra.

Los esfuerzos iniciales corrieron a cargo del anglicanismo y luteranismo, que con la llegada y posterior colonización al resto del planeta, especialmente África, Asia y Oceanía, se vieron sumergidos en una preocupación misionera y teológica para presentar una sola fe, y no ofrecer un cristianismo dividido. Son relevantes los esfuerzos misioneros de personas tan interesantes como el baptista misionero William Carey, o Lambert, que en el siglo XIX intentaron guiar el esfuerzo misionero hacia una reunificación interconfesional, una especie de confederación. En esos momentos se celebró la Conferencia Mundial metodista, presbiteriana y de los veterocatólicos. Estamos en la década de los ochenta y noventa finales del siglo XIX.

A principios del siglo XX se fueron celebrando diferentes conferencias, como la acontecida en Edimburgo en el año 1910, con carácter misionero y para los protestantes. En este momento ya se invitó a Católicos y Ortodoxos que declinaron asistir con buenas palabras. Se crearon pocos años después, algunos movimientos que serían decisivos para la fuerza y el crecimiento del ecumenismo, nos referimos al movimiento "vida y acción", cuya primera conferencia se produce en el 1925 en Estocolmo, con un trabajo creciente en teología. En Lausanne se crea en 1927 el movimiento "fe y constitución", cuya intención es no dar por válidas las ideas que dividían, sino sentarse y dialogar detenidamente. Se empieza a utilizar un lenguaje cercano a las diferencias, con una ala católica y otra protestante. Aunque aún no hay católicos, hay un creciente deseo y euforia por lograr la unidad. De esta tendencia católica están los ortodoxos y los anglicanos, en el protestante el resto del protestantismo, luteranos y calvinistas.

La postura de los Católicos durante estos años era el alejamiento en estos trabajos, dada la prohibición de participar, y que así expresó en el año 28 Pio XI con la "Mortalium animus", que molestó mucho a los protestantes. Sin embargo, años previos al Concilio, hacia el 48 se va constatando un interés creciente por estos encuentros. Se avanza ecuménicamente, aceptando los encuentros en algunas Diócesis, las traducciones conjuntas de la Bíblia,... es decir, se está abriendo y moviendo algo.

Es importante destacar que junto a estos movimientos más de corte pastoral y teológico, tendentes al ecumenismo, hay en la Iglesia una serie de esfuerzos, a favor de la unidad, que caminan por la vía de la espiritualidad y la vida concreta. Se celebra desde el anglicanismo las semanas de oración por la unidad de los cristianos, que continúan hasta hoy, ocho días antes del 25 de enero, conversión de San Pablo. Se fundan conventos o monasterios de corte ecuménico, con miembros de distintas confesiones cristianas. Quizás el más conocido sea Taizé, pero existen otros con características semejantes.

Todos estos movimientos llevaron, junto con la profunda reforma conciliar del Vaticano II, a un deseo de encontrarse los Católicos también en ese proceso de unidad. De hecho al mismo Concilio participaron invitados dirigentes de otras confesiones no católicas, teólogos protestantes y observadores de ambas. El deseo de ecumenismo se configuraba como un aire nuevo, alentado por el Espíritu, y tendente a la comunión plena de las iglesias. De hecho la teología católica sufre un cambio, de ser iglesias equivocadas, confundidas o alejadas, se habla de hermanos separados. De ser la única Iglesia la Católica, se habla de una Iglesia universal y única de todos. Son interesantes los documentos del Concilio Vaticano II especialmente el Decreto "Unitatis redintegratio", sobre ecumenismo y la declaración "Nostrae Aetate", sobre la relación de la iglesia con religiones no cristianas, cuya lectura recomendamos.

El diálogo ecuménico llevo a la fundación del Consejo Ecuménico de las Iglesias, con sede en Ginebra, en el año 48. Está formado, primero por los protestantes, a los que más tarde de adhirieron los Ortodoxos. Los Católicos no pertenecen a la misma, dados los problemas que esto traería en organización y número. Antes del concilio era un deseo de todos los reformadores, pero tras el mismo, la inclusión de los Católicos podría convertirse más en un problema añadido, dado el número tan elevado de católicos y su representatividad. Si participaban los obispos católicos el número superaría en mucho al resto, si sólo participa un representante sería inexacto en su realidad. Por eso la propuesta ecuménica ha sido más la de participar en sus comisiones teológicas y doctrinales de manera activa pero sin destruir su estructura organizativa. El CEI han logrado importantes avances de cara a sus tres ejercicios: elaboración de una documentación coincidente, traducciones bíblicas, encuentros y tomas de postura ecuménicas en temas controvertidos. Hoy hay un criterio para pertenecer al CEI y es afirmar el Credo, común para las Iglesias, y distintos para las sectas supuestamente cristianas.

La tarea ecuménica podemos hoy cifrarla en tres aspectos: por un lado la oración en común, la espiritualidad y la confianza en los hermanos. Ya no nos miramos con escepticismo, sino que nos reconocemos hermanos en el mismo Jesús. En segundo lugar el trabajo teológico y los avances intelectuales, se invita a conocerse mejor unos y otros, a estudiarse, a trabajar conjuntamente cuestiones espinosas y complejas, intentando acercarnos y encontrarnos. En tercer lugar hay un trabajo pastoral. Facilitar los encuentros en comunión, sabiendo, y esto es esencial, que la unidad no se hace a cualquier precio. No valen "irenismos", acuerdos fáciles de unidad, las diferencias son reales, no podemos disimularlas. Es verdad que es más importante lo que nos une que lo que nos separa, que es ya casi un slogan ecuménico, pero la existencia de separación es real, y no se consigue la unión ignorando la diferencia cultural, teológica o pastoral. En definitiva, la comunión está cerca, pero aún no ha llegado, no es total y plena. Mientras aguardamos nos encontramos, nos conocemos y lo deseamos, que no es poco, dado el pasado histórico.

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