18. Eclesiología. La eclesiología en el siglo XIX.
18. Eclesiología  

LA ECLESIOLOGÍA EN EL SIGLO XIX.

Tras la reforma, y la aparición de la pluralidad religiosa en Europa, la teología y el pensamiento filosófico se vio abocado a la racionalización, cuyo exponente más importante fue el movimiento Ilustrado, con todas sus variantes Europeas. Con la Revolución Francesa (1789) y el conflicto político y social, burguesía contra Antiguo Régimen, se inicia una persecución de lo religioso más virulento que en ocasiones anteriores. La Iglesia quedó demasiado vinculada al Antiguo Régimen en su jerarquía, sin comprender los cambios que se estaban produciendo.

La llegada del siglo XIX se atisba con una cierta desconfianza a lo que suene a fe. La tolerancia llega a la eclesiología desde la razón, y como lucha contra la superstición, lo cual supone algo positivo, siempre que no sea llevado al extremo. La Iglesia, demasiado vinculada con la aristocracia o el poder, se opone a las pretensiones de burgueses y liberales. Las desamortizaciones lo privan de bienes, y la supresión de órdenes religiosas lo dejan a merced de equilibrios diplomáticos irresolubles. El racionalismo francés dio fruto a un espíritu laicista, separador de los religioso de la esfera estatal, cultural y pública. La iglesia se situó a la defensiva, sin argumentos y sin brillantes defensores. No comprendía los cambios, que en ocasiones fueron violentos. El interés preferente estaba más en conservar los Estados Pontificios que en formar un laicado adulto y formado. Sin embargo, el siglo XIX está marcado también por la abundancia de nuevas órdenes religiosas en la Iglesia, empeñadas en la evangelización, tanto en los países recién colonizados, como en América o Europa. Nuevos grupos destinados preferentemente a los más pobres y necesitados iluminan una Iglesia confundida por los tiempos y poco actualizada.

Es indicativo de todo esto que estamos diciendo el famoso documento "Syllabus", escrito en 1864 por el Papa Pío IX donde condena muchos elementos de la sociedad moderna: racionalismo, panteísmo, naturalismo, indiferentismo, liberalismo,... La idea de Iglesia sigue siendo de sociedad perfecta, enfrentada con los Estados, y con un deseo en la base de la restauración Católica, quizás mirando más al pasado que al futuro.

Lo cierto es que la eclesiología del siglo XIX está marcada por ésta pérdida de poder e influencia social. La búsqueda de la renovación, necesaria en la Iglesia, se centró en la figura del Papa, su autoridad se perfilaba como la restauración de la Iglesia frente al episcopalismo. La teología de la época busca, por influencia del romanticismo, la recuperación de los sentimientos hacia la fe, en contraste con la razón. Mohler, perteneciente a la Universidad de Tubinga, nos indica la necesidad de recuperar la Iglesia como algo interior, la comunidad es de fe, de corazones, eso se estructura externamente, pero es algo interior. Es el momento de aparición de teologías liberales y psicologicistas.

Es interesante también la teología del Cardenal Newman sobre la iglesia, especialmente el laicado, que lo concibe como parte activa en la fe, la comunidad de fe. Sin desbancar a la jerarquía, tiene un papel importante que hacer. Ya se está elaborando toda una teoría en torno al "sensus fidei", el sentido de la fe de los fieles, cuya consulta es necesaria, dicen Newman y Mohler.

En el Concilio Vaticano I de 1869 se habló de la Iglesia, y se aprobó la Constitución "Pastor Aeternus". En este escrito se quería abordar estudios sobre la iglesia, el primado del Papa, la relación fe y razón, y la Iglesia y el Estado; pero la realidad histórica de la guerra de unificación italiana, y el final de los Estados Pontificios, determinaron la interrupción de la Asamblea "sine die" y el sentimiento de la comunidad eclesial de que el Papa estaba encarcelado, recluido y preso en la ciudad de Roma, en los palacios Vaticanos. Esta situación se daría por concluida en 1929 con la firma de los Pactos de Letrán y el reconocimiento del Estado de Ciudad del Vaticano, tal y como hoy está.

Volvemos al Concilio Vaticano I. Quedaron aprobadas algunas cuestiones, las relativas a la jurisdicción del Papa, condenando a los que negaban esa autoridad del Pontífice sobre la Iglesia universal, extendida además, sobre todos y cada uno de los pastores y los fieles, y relativa a todas las cuestiones de fe y costumbres. También afirma el Concilio la infalibilidad del Papa, claramente sepultando el episcopalismo y el galicanismo. Esta doctrina tuvo su polémica, y fue aprobada no sin conflicto y tensión. Afirmar que el Papa estaba por encima de los obispos, y que no necesitaba de su confirmación posterior, ni autorización para las afirmaciones dogmáticas, doctrinales y de costumbres, fue contestado duramente por algunos sectores del episcopado. La infalibilidad se limitó a cuestiones relativas a fe y costumbres, y sólo en aquellos supuestos que el Papa así lo declarara expresamente, "esto es dogma de fe". En la práctica nunca ha empleado el Papa esta autoridad "ex cátedra", ni siquiera en el dogma de la Asunción, a mediados del siglo XX, donde contó con la opinión de los obispos.

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