Hora Zero y su poesía de la calle
por Maynor Freyre

Enrique Verástegui, Oswaldo Higuchi, Carlos Alberto Ostolaza, Eloy Jáuregui, Ángel Garrido Espinoza, Tulio Mora, Jorge Pimentel, Maynor Freyre, Alberto Escalante, Fernando Obregón, Miguel Burga, entre otros integrantes y amigos de Hora zero

“Hace diez años apareció, como un timón sobre una página en blanco, el que quizá haya sido uno de los hechos más importantes de la historia de la literatura del país: el Movimiento Hora Zero”, manifiesta Enrique Sánchez Hernani en Exclusión y permanencia de la palabra en HORA ZERO: 10 años después (Cuadernos Ruray 2, abril 1981, p. 2). Para añadir más adelante (p. 4) “...vivo testimonio de los enfrentamientos ideológicos a los que fueron sometidos los integrantes de la promoción de artistas e intelectuales formados bajo el reformismo (NA: se refiere al denominado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, 1968-1981), con claros signos propios: la actitud de pretender escribir una poesía de la calle y la inclusión en el texto poético del habla cotidiana, la jerga, el lenguaje vivo de los habitantes; la intensa actividad pública hacia las provincias habla de un intento honesto por darle un contorno popular a su poesía, quebrando el ambiente de elite donde se frecuentaba a los anteriores poetas, excepción hecha de los poetas sociales que leían ante concurridas asambleas”.

Mas no se vaya a creer que el texto de Sánchez Hernani resultara una apología, pues señala dos etapas –hasta esa fecha— en la vida horazeriana a partir de un postulado de Hegel citado por Marx, acerca de que los grandes hechos de la historia universal aparecen dos veces, pero al que este último añade: una vez como tragedia y otra como farsa. Las etapas mentadas serían, la primera de 1970 a 1973, es decir desde el lanzamiento del primer manifiesto titulado “Palabras  urgentes” y la aparición durante ese mismo año de Kenacort y Valium 10 de Jorge Pimentel, un poemario de forma y fondo inaugurales para la poesía peruana, al que siguen Un par de vueltas por la realidad de Juan Ramírez Ruiz en 1971 y En los extramuros del mundo de Enrique Verástegui a fines del mismo año; en la misma fecha también aparece Poemas racionales de Feliciano Mejía, galardonado con el segundo premio de los Juegos Florales de la Universidad de San Marcos de Lima. Recordemos que en “Palabras urgentes” no dejan títere con cabeza en la poesía nacional, sentenciando que “Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de desgracia. A nosotros se nos ha dejado una tragedia para poetizarla... Y somos jóvenes, pero tenemos los testículos y la lucidez que no han tenido los viejos”.  

En 1977 –supuesto punto de partida de la segunda etapa de “farsa” (para Sánchez Hernani) de Hora Zero— sale “Contragolpe al viento”, otro ígneo manifiesto, y en 1978 lanzan “Mensaje desde adentro” (reproducido en la revista El Viejo Toro de Honduras), en 1979 “La última generación”, en 1981 “Despedidos por la historia” y en agosto de 1983 “Parte de guerra” donde rematan con este párrafo: “El Movimiento Hora Zero está por la vida, no por la muerte. Ser poeta significa que la vida cambie. La vida es un combate total como todo acto de supervivencia. Arrancar el poder es una cuestión de creadores. No necesitamos una revolución con seres del pasado, sino con seres reales; el anónimo, el marginal, el pobre, el desempleado, el triste, antecesores directos del ser humano del siglo XXI, ese maravilloso ser que se vislumbra en nuestra poesía, pleno de amor. Porque el amor es un lazo subversivo y revolucionario. Es una forma de guerra”. El movimiento siempre, desde sus inicios, mezcló poesía con actitud frente a la vida y a la realidad, llegando a escribir un breve manifiesto denominado “Poder de la joven poesía”, donde aseguraban: “Consideramos que el poder de la poesía y el arte como forma y factor de conciencia social, es energía suficientemente capaz de hacer avanzar o hacer retroceder una sociedad en su proceso de evolución”. Por ello, junto con sus manifiestos surgieron pronunciamientos sobre casos candentes de actualidad literaria: como el que enfrentaba el Caso Padilla de Cuba; censurando la Posición de Vargas Llosa ante éste; refutando la carta de Cincuenta Intelectuales Europeos sobre estos aspectos, y acerca de los Premios de Cultura en el Perú. Además realizaron múltiples recitales en Lima, Chimbote, Chiclayo y Pucallpa, atrayendo a jóvenes vates a sus filas, incluyendo a miembros de otros grupos que se pasaban a engrosar sus huestes, como también surgieron desertores y escisionistas que nunca lograron desaparecer el movimiento.

En 1988, Raúl Jurado Párraga, profesor egresado de la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle” —cuya revista denominada Cantuta publicara en su edición Nº 7, fechada Verano 1971/72, la antología “Corazón de Fuego: HORA ZERO” con textos y notas de su editor, Prof.  Manuel Velázquez Rojas, lanzando a estos jóvenes a la palestra—, escribió una monografía titulada Movimiento poético Hora Zero, preparada por el autor para optar el grado académico de bachiller en Ciencias de la Educación. Lo primero en preguntarse Jurado es si Hora Zero es un grupo, un movimiento, una moda y, finalmente, qué lo ha cohesionado, qué los cohesiona. Tales interrogantes las va absolviendo, de a pocos, en medio de dudas y contradicciones, de admiración y frustración, de análisis sobre su compromiso político y de su afán mesiánico creativo. Para esto nos ubica en el marco histórico en el cual aparece Hora Zero, pasa a ver sus orígenes y su génesis, hurga dentro de sus manifiestos, estudia su poética y termina por otorgarle el valor que piensa posee el movimiento dentro de la poesía peruana. Examina una serie de detalles vivenciales y sus adhesiones a la poesía beatnik norteamericana (Ginsberg, Kerouac, Corso) y su ligazón con los poetas Charles Olson y William Carlos Williams, cuya influencia se trasluce en muchos de los escritos de los horazerianos.

Mas esos son detalles vivenciales que si bien no se pueden soslayar, no terminan por opacar las virtudes exhibidas por el poetizar de los Hora Zero, quienes optaron por una poesía de la calle, de oralidad y relatos vivos, donde la mezcla de dichos populares, refranes y frases fraguadas con el desenfado antipoético de sus escritos, con un ritmo que recuerda el del rock and roll y la salsa. Todo esto nos da como resultado una gran voz colectiva de la poesía peruana, asevera Raúl Jurado en su exhaustivo trabajo.

“Hora Zero –concluye Jurado— al final de cuentas, con toda la crítica que pueda tener, e incluso con un deseo de negarla (algunos juicios críticos y opiniones personales así lo demuestran), representa algo vivo, algo fresco que aún tiene vigencia así como su influencia en las nuevas promociones de poetas jóvenes de esta última década (NA: se refiere a la del 80)”. ¿Es posible suscribir las palabras de Jurado ya casi transcurrido el primer lustro del siglo XXI? Es una pregunta sabia que este encuentro habrá de responder sin ambages y con real sinceridad, a 35 años de la aparición del primer manifiesto horazeriano.

Por su parte, Ricardo Falla en su Fondo de fuego (Ediciones de Poesía, Lima, 1990), un vate setentero que inclusive desde la misma universidad Federico Villarreal –pero desde otra esquina— asistió al nacimiento de Hora Zero que contara con la presencia de un declarado amante de los versos de José Santos Chocano, el conocido como “Búfalo” Pacheco, quien pretendió desenraizar el movimiento con sus propias manos, por no concordar con sus gustos, mediante el sutil uso de la cachiporra y los cadenazos, sostiene: “la primera promoción de la Generación del 70 –obviamente Hora Zero inclusa— no fue sostén de apoyo, sino parte misma de las transformaciones que en el orden cultural impulsaban las nuevas fuerzas sociales entre 1968 y 1970 y buscaban denodadamente el espacio propio que les permitiera afirmarse con el encuentro de lo nacional, aquel ser (...) que sólo se encuentra en forma expresiva (...) en los que anhelan la libertad y se enfrentan a las fuerzas de la alienación de los pueblos” (p. 115. Subrayado del autor del libro). Y no es únicamente lo antedicho, sino que Falla en cuanto a la creación poética, a lo que él denomina “la naturaleza poética de la Generación del 70”, encuentra las siguientes variables: arquitectura de vanguardia, poética de verso libre inglés, experimental, cinética, funcional y lírica. Para Tulio Mora “el motor de esta transformación buscada fue Hora Zero, pues permitió con su aparición la emergencia de una poesía aún subterránea en un gesto que debemos entender como una erupción proporcional a la que dio protagonismo a esos sectores sociales que el velasquismo empujó (involuntariamente) a la superficie de las decisiones nacionales y sin cuya presencia no podríamos explicarnos las enormes distorsiones surgidas con su actuación (de la misma manera que las originadas por HZ en el campo de la poesía), al punto que nos es difícil precisar un término del re-acondicionamiento social interno”. Claro que ésta es una opinión de parte, pues todos sabemos que Tulio Mora se adhirió en 1977 al Movimiento Hora Zero, poco antes de que saliera a la luz su importante poemario Mitología, habiendo pertenecido con anterioridad al grupo vinculado a la revista Estación Reunida donde militaran importantes poetas.

Ya en el siglo XXI, cumplidos los 35 años de la aparición de Hora Zero, se puede arriesgar con Carlos Thorne en lo que este destacado escritor y docente universitario sostiene en Los oficios de la lengua (Universidad de San Martín de Porres. Escuela Profesional de Ciencias de la Comunicación. Lima Oct. 2001): “En el Perú las generaciones literarias concebidas como una pluralidad de hombres de una misma o parecida edad que participan protagónicamente en el proceso de forjar una visión del mundo merced al arte de la palabra y a los principios estéticos que lo rigen, en el seno de una comunidad nacional, han sido en el presente siglo: La novecentista, la del Centenario y la de los años Cuarenticinco, llamada ahora la del Cincuenta. Es posible que a éstas se incorpore, también, la generación del Setenta, cuyos perfiles aún no han sido bastante estudiados y cuya obra falta calibrar con justeza pues es demasiado reciente”. Colijo que este importante encuentro ha de servir para suscribir la propuesta de Carlos Thorne de forma definitiva.

Como colofón a este breve estudio, quisiera reproducir parte de un texto publicado en mi libro titulado Altas voces de la Literatura Peruana y Latinoamericana. Segunda mitad del siglo XX  (Editorial San Marcos, Lima 2000), cuya segunda edición tiene en proceso la Universidad Alas Peruanas. Bajo el encabezamiento de “Hora Zero en su cuarto de siglo” (Ob. Cit. p.140 a 144) reproduje un artículo mío aparecido en la revista Nº 454, fechada del 27 Nov. Al 3 Dic./95, pudiendo en  aquella ocasión recoger las opiniones de escritores de  diversas

 generaciones cercanos a Hora Zero. Considero que muchas de esas opiniones tienen aún vigencia.

Para ponernos más al día, hemos buscado la opinión de los jóvenes que escriben poesía en esta década del 90, recurriendo a Paolo de Lima (Lima, 1971), activo agitador cultural que participa en la edición de varias revistas y  que acaba de publicar un poemario en Estados Unidos.

 “La idea que prima entre los jóvenes poetas del 90 es que Hora Zero democratiza la poesía. Más bien creo que lo del poema integral ha dejado de ser tomado como pauta para desarrollar una poesía actual. Aunque hay poetas, como los del Grupo Neón, gente del 90 al 93, que han hecho poemas urbano coloquiales. El Grupo Kloaka, como aporte de los 80, exacerba (sic) los postulados de Hora Zero. Nadie va a negar a Hora Zero como parte de la historia literaria del país, aunque muchos ya ven el movimiento por el lado sociológico: democratización de la palabra, apertura hacia lo provinciano.

No faltan quienes los tildan de defender el stablishment poético. De los buenos poetas quedan Pimentel y Mora, porque Verástegui se ha desinteresado del grupo y Carmen Ollé está en su mundo de la poesía feminista. Pero Hora Zero fue para ella un taller vital. A Verástegui y Pimentel se les lee y se les toma como puntos de referencia. En cuanto a Mora, el poeta Xavier Echarri, considerado como uno de los más importantes del 90, en debate público lo acusa de versificar a Alberto Flores Galindo, de ejercer una ‘dictadura del poetariado’. (NA: mismo parricidio 25 años después). Considero que individualmente son poetas valiosos. Sé que preparan su libro de 25 aniversario; ojala no se trate de una poesía geográfica, porque si se plantea así no tendría interés. Porque seguramente ese libro se va a discutir, en el sentido que un libro de ese género es raro en el mercado. Se corre la voz de que van a incluir en la edición a poetas que han hecho algún poema que ellos consideran está dentro de los postulados horazerianos, cosa que a no dudarlo será candela para el debate”.

Dejamos tranquilo a Paolo de Lima y solicitamos la opinión al novelista Miguel Gutiérrez Correa, fundador del Grupo Narración, coetáneo con Hora Zero, y cuyos componentes, al igual que los poetas horazerianos, mantienen permanente presencia a través de la publicación de textos narrativos maduros y solventes.

“En primer lugar, destacaría la gran fuerza vital y verbal de este grupo –nos dice Gutiérrez-. Yo tenía la sensación de que todos ellos conjugaban sus voces, incluyendo las disonancias que hay en toda música, para escribir la “gran poesía de Lima”, pues la suya, en cierta forma, es una épica urbana. Ellos irrumpieron contra la poesía de espacio cerrado, de gabinete, académica, e hicieron la poesía de las calles, de grandes espacios abiertos. El Centro de Lima, por ejemplo, adquirió una dimensión poética. Verbalmente fue como una especie de desbordamiento, de invasión de los bárbaros que pervertían el lenguaje poético consagrado hasta aquel entonces. Yo creo, por otra parte, que si bien aprovecharon los aportes de la narrativa urbana –Reynoso, Vargas Llosa y otros-, a su vez ellos influyeron en los narradores posteriores contemporáneos suyos”.

Recurrimos a las opiniones del narrador Antonio Muñoz Monge, también contemporáneo: “Definitivamente Hora Zero es un grupo que se ha hecho un espacio dentro de la poesía nacional. Pero yo no lo vería como grupo, sino como individualidades; en cada uno había un afán de liderazgo. Aunque, quiérase o no, se iban contra las capillas literarias, pero también terminaron convirtiéndose en capilla. Sin embargo, el gran aporte suyo es haber rescatado el Perú integral en sus provincias, en las calles. Es más bien una poesía coloquial que sale de los extramuros de la capital y está vigente en tanto sus representantes siguen trabajando individualmente con calidad. Por ejemplo, Cementerio general de Tulio Mora es un gran libro, al igual que Palomino de Pimentel. Pero definitivamente ya no trabajan en grupo”.

 A lo largo de los 25 años de Hora Zero, importantes críticos literarios y otros escritores se han ocupado del movimiento en libros y otras publicaciones. Así, José Miguel Oviedo (Estos 13, 1973), Enrique Sánchez Hernani (Ob. Cit.), Wolfang Luchting (entrevistas por separado a Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz y Enrique Verástegui en Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen, 1977), como también Ricardo González Vigil, Eduardo Arroyo, Alberto Flores Galindo, Edgar O’hara, Jesús Cabel, César Toro Montalvo, Tulio Mora, Roger Santiváñez, Mito Tumi, Carlos Zúñiga, Leoncio Bueno, Abelardo Sánchez León, Enrique Verástegui, Antonio Cornejo Polar, Juan Ramírez Ruiz y José Carlos Rodríguez (NA: aparte de los  citados al comienzo de esta ponencia, Ricardo Falla y Raúl Jurado Párraga y del por citar, el chileno Roberto Bolaño)... Lo que sacó de su habitual modorra a los impenitentes lectores de revistas poéticas (los mismos poetas y algunos críticos) fueron las “Palabras urgentes de Hora Zero”, que apostrofaban desacralizando “las situaciones literarias y poéticas del país” con “sus líderes torpes e ignorantes”... Es casi seguro que después del asombro que suscitaron las “Palabras urgentes” entre muchos de los avisados lectores, se preguntarían quiénes eran estos jóvenes que de la noche a la mañana se convertían en unos pocos e inusuales parricidas... Las dudas fueron puestas de lado: se trataba de un movimiento generacional que tenía en dos de sus conocidos inspiradores, Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, los activistas más connotados. Después entraron al grupo de estos jóvenes iracundos, entre otros, Enrique Verástegui y José Cerna, quienes convirtieron más tarde los cafés de la ciudad en verdaderas zonas sacras, recipiendarios de sus crisis y efervescidas polémicas.

¿Qué queda de aquellos jóvenes iracundos, verdaderos parricidas, y de su presencia en los bares limeños y provincianos? 35 años después, volvemos a preguntar sin mediar eufemismos. Tulio Mora y Jorge Pimentel no sólo no pisan un bar hace mucho tiempo, sino que son completos y decididos abstemios.. Si “tienden su mesa”, es para llenarla de libros, de revistas, de recortes y de sus recientes escritos. Pimentel, después de publicar hace algunos años Primera muchacha, tiene casi lista la segunda edición ampliada y corregida de Ave soul (la primera se hizo en España en 1973 y lleva un colofón de Félix Grande), con prólogo de Roberto Bolaño, escrito por éste pocos meses antes de su muerte, y trabaja con denuedo un poemario alucinante, fuerte, subyugante: Jardín de uñas. Tulio Mora ha entregado a la imprenta un nuevo poemario y prosigue trabajando un viejo proyecto de novela. Eloy Jáuregui, luego de editar sus sabrosas crónica en Usted es la culpable, también espera a que una editora ya con los originales en sus manos se anime a publicarle un poemario de asombroso manejo verbal. Enrique Verástegui ha vuelto a considerarse horazeriano y se mantiene atento al aviso de una editorial mexicana para ver impresa una enorme novela. Carmen Ollé, quien nunca ha negado su militancia horazeriana, sigue siendo una poeta y narradora de polendas. Oswaldo Higuchi, pintor del movimiento, acaba de exponer en una importante sala de París, y Carlos Alberto Ostolaza produce incansablemente. Ángel Garrido, cerreño, pronto nos dará una sorpresa, y César Gamarra con Sergio Castillo prosiguen activos en Huancayo. Gran parte de quienes fueran aves de paso o algo más en Hora Zero, se mantienen vigentes, lo mismo que Jorge Nájar y Yulino Dávila lo hacen en París y Barcelona, respectivamente. En el año 2000, por iniciativa de Roberto Bolaño, se publicó en Venezuela por la Colección Ateneo de Los Teques Nº 39, Hora Zero, la última vanguardia latinoamericana de poesía, donde junto al reconocido escritor chileno figuran su compatriota Bruno Montané; André Laude y Tristán Cabral por Francia, Pedro Damián y Mario Santiago Papasquiaro por México, y por el Perú: Jorge Pimentel, Jorge Nájar, Juan Ramírez Ruiz, Carmen Ollé, Tulio Mora, José Cerna, Yulino Dávila, Bernardo Álvarez, Ángel Garrido Espinoza  y Roxana Crisólogo.

Por otra parte, hace ya casi un lustro que Los broches mayores del sonido, antología horazeriana que comprende también a varios invitados afines al movimiento, está a la espera de un editor. La presentación corre a cargo del reputado crítico Ricardo González Vigil, la introducción es de Tulio Mora y como cierre lleva un testimonio de Enrique Verástegui. Comprende poesía y narrativa, así como reproducciones pictóricas y fotografías de Alberto Pomphiu. Las notas bibliográficas han sido hechas por Raúl Jurado Párraga. Suman 54 los escritores y poetas antologados, cuya obra esté inscrita dentro de la estética del poema integral, es decir: incorporación del lenguaje popular, fusión de varios discursos y puesta en escena de la identidad nacional (sus crisis, sus desgarramientos). Consideran a José María Arguedas y Pablo Guevara en la antología, a dos poetas quechuas (Dida Aguirre y Eduardo Ninamango), hasta uno de los 90 (Carlos Oliva); hay dos mexicanos y un chileno, con lo cual suman tres extranjeros.

Cada cierto tiempo la renovación de la palabra poética peruana estuvo ligada a las modificaciones que sufre la misma fuente productora de poesía (llámese Estados Unidos o, principalmente, Europa). Estas modificaciones han logrado una poética realmente envidiable, pero a la vez muy poco ‘peruana’. Por lo mismo, cuando Hora Zero la cuestionaba, lo hacía reconociendo esta calidad sin singularidad y tampoco pretendía combatir la importante influencia de la poesía internacional, sino adaptarla al tono nacional. Este tono, en el contexto de los años 70, fue urbano, ‘callejero’ (según alguna crítica de entonces), testimonial y narrativo, recursos que pueden apreciarse en sus publicaciones que hoy son imprescindibles puntos de referencia de la nueva poesía peruana.

Más o menos, esto es lo que sostiene y mantiene vivo el espíritu de Hora Zero. La mayoría de sus integrantes hace buen rato que pintan canas y hasta una raleada cabellera. Pero no se vaya a creer que son guerreros en reposo. Se reúnen, se telefonean, se chequean, se muestran sus textos. Y se quieren. Que es lo más importante. Entre ellos se quieren mucho y aman su creación. Y han terminado por querer a los demás, inclusive a aquellos que un día atacaron con rabia. Así es la poesía, la literatura, el arte... 35 años después.

 

 

 

Regresar

Hosted by www.Geocities.ws

1