El envejecimiento social en Palomino de Jorge Pimentel
por Jorge Terán Morvelli

1. INTRODUCCIÓN

 

En los '70 la poesía de Jorge Pimentel –Hora Zero– define la imagen del poeta como sujeto libre, iconoclasta y recuperador del espacio y el lenguaje de la calle (urbano-marginal). Sin embargo, en el caso de este poeta, en el transcurso de la modernidad setentera a los inicios de la posmodernidad (80´) la relación de oposición y enfrentamiento de la labor escritural y social del poeta con el orden de la sociedad moderna, va a sufrir un cambio en cuanto a la capacidad agencial del artista. A través del análisis de Palomino (1983) (el análisis recaerá, principalmente, en “me estoy muriendo como muere el verso liso y pálido…”), vamos a establecer el proceso de envejecimiento social del ego-poético. Las relaciones no van a ser ya de oposición, y menos de complementariedad, sino que, siguiendo las dinámicas de la posmodernidad, la labor del poeta se convierte en un excedente, asumido con impotencia por el propio ego-poético. En ese sentido lo que se manifestará es este asumir el no-rol, sobre la base de la exclusión de los “beneficios” de la sociedad posmoderna.

 

El concepto de envejecimiento social (Bourdieu, 2002), se relaciona con un proceso de aprendizaje que lleva al sujeto a tomar una posición dentro del mundo. Este posicionamiento se relaciona con una temporalidad anterior donde el sujeto funciona como un ser que transita entre espacios, sin asumir, completamente su pertenencia a alguno de ellos. En el caso de Palomino, lo que se asumirá, finalmente, será la imposibilidad de posicionarse al interior de la sociedad; o, lo que sería más dramático, su posicionamiento desde una no función, a causa de su condición de excedente.

 

El poema “me estoy muriendo como muere el verso liso y pálido…”, es el que inicia el poemario. Palomino se publicó el año de 1983, en Carta Socialista Editores. Consta de 43 poemas, una “Confesión aparte”, y una sección fotográfica a cargo de Carlos Domínguez. En el caso del poema objeto de análisis este consta de cinco (5) secciones, con un total de 117 versos.

 

 

2. ANÁLISIS TEXTUAL

 

2.1. EL SUJETO INACTIVO:

Sección 1, 19 versos.

 

El recorrido del sujeto, a lo largo, del texto se va a caracterizar por un proceso que lleva a la muerte; donde ésta se halla asociada a un espacio: la ciudad, y al orden que la organiza (la sociedad posmoderna). Y también, a la adjudicación de un no-rol al interior de ella.

 

Los versos con los que principia el poema configuran la posición inicial del sujeto:

 

“Me estoy muriendo como muere el verso liso y pálido

bajo las aguas de esta ciudad cubierta de

granos podridos y otros desechos bañados en sangre”

 

El estado inicial que se presenta en el texto, es ya parte de un proceso. Pues el sujeto se encuentra en la agonía. Aquí ésta se manifiesta como un estado de tránsito hacia la certeza de la muerte como fin de la labor escritural y –¿por qué no? – de la función social del poeta y de su creación: la poesía. Esta muerte es consecuencia del orden que rige el espacio urbano (Lima), caracterizado como un orden caduco (putrefacto) en el cual se encuentra, irremediablemente, el sujeto.

 

 “[…] Lima,

parado en una esquina sin saber dónde ir ni

qué hacer, llevando todas las de perder […]”

 

La presencia del sujeto está marcada por un devenir sin destino. Así, el espacio de la esquina que abre la posibilidad de caminos (no tanto de la confluencia de estos) resulta ser una vía cerrada, pues no existe un lugar al cuál ir. En ese sentido, todas las vías serían idénticas. Lo que existe es una no direccionalidad, así como un no saber qué hacer. Es decir, no hay posibilidad de acción, considerada ésta como el tránsito de un estado a otro. Y relacionada la acción con la capacidad, justamente, de realizar transformaciones que detengan el camino de la agonía a la muerte. El ego poético se configura como un sujeto inactivo. Se ha perdido la capacidad de actuar, sobre todo, porque se perdió la dirección, pues todos los caminos llevan a la derrota: “llevando todas las de perder”.

 

Sin embargo, la inacción no es consustancial al sujeto, sino que, también, es la consecuencia de un proceso (que podemos comprenderlo como parte también del tránsito a la muerte); pues el sujeto antes fue movimiento, saber, delirio (v. 17-19). Resultando el proceso hacia la muerte, el aprendizaje del orden de la ciudad, lo que ha llevado al sujeto a tal condición. Así, arrebatándole la capacidad de acción, le arrebata, también, la posibilidad de un futuro propio, que pasa a ser un bien perdido: “la medida exacta de lo que no eres o te propusiste ser”.

 

Se configura la carencia de la acción, por parte del sujeto, quien no será ya agente de sus propias transformaciones. Si éstas se producen recaerán en otras instancias, en otros agentes. Un sujeto sin capacidad de acción es el inicio de la agonía, el camino a la muerte.

 

 

2.2. LA INOCENCIA Y EL ENGAÑO:

Sección 2, 16 versos.

 

En la segunda sección, podemos intentar acercarnos a la manera en qué se produce la relación entre sujeto y sociedad posmoderna. Esta relación lleva, secuencialmente, al envejecimiento social, al hecho de intentar ocupar un rol en la sociedad.

 

Desde esta perspectiva, ¿cómo produce esta inserción –o exclusión– del sujeto en la dinámica de lo social; esta relación que es de aprendizaje-muerte? En tanto una lleva a la otra, la inserción en la sociedad implica, veremos, la muerte del sujeto como agente y su conversión en cosa (cosificación).

 

“Me estoy muriendo, mordí el anzuelo, caí en las trampas

estúpidamente y ahora me contradigo con

facilidad, me extravío, me pierdo […]”

 

La caída en la inacción, a través del engaño, se explica por las propias características del sujeto: inocencia. El engaño se produce por medio del discurso acerca de la sociedad; donde el discurso es una manifestación de poder/ conocimiento; “un sistema de afirmaciones en cuyo seno, y mediante el cual, el mundo puede ser conocido, […] mediante el cual el mundo adquiere entidad” (Said, 1990). Es la instancia productora de este discurso, la que ha actuado sobre el sujeto,  gracias, justamente, a la inocencia de éste; llevándolo a la propia contradicción y al extravío, tanto en el campo del saber como en el de la dirección. Es decir, el discurso posmoderno acerca de la sociedad ha extendido su imagen del mundo al sujeto (en este caso el ego-poético).

 

“cruzo puentes rústicos donde nadie me espera,

donde no hay un lugar preciso para mi cara, que ya dejó

de ser columpio o lecho de fresas”

 

El engaño mostró un parecer que no se correspondía con el ser; así el sujeto no ha podido sustraerse al “anzuelo” y la “trampa” porque no se le ha mostrado la esencia del orden social, sino sólo el aspecto formal, manipulado por la instancia discursiva. Para Zizek (2004) la ideología sería, justamente, una simbolización, una realidad que excluye lo real antagónico. En ese sentido, el sujeto se ha enfrentado a un discurso ideológico que intenta naturalizar su visión del mundo, a través del desvanecimiento de sus marcas explícitas.

 

Desde esta perspectiva, la recurrencia a la “inocencia” del sujeto es funcional en tanto permite desviar la responsabilidad del engaño, de la incompetencia del sujeto engañado a la instancia productora del mismo. Lo que, sin embargo, no libra al sujeto de una auto-judicación (la actitud pasiva ante el engaño es calificada como “estúpida”), por no haber poseído la competencia necesaria (el saber) para distinguir entre el parecer y el ser, para desvelar la verdad tras el discurso de la sociedad. Sin embargo, su responsabilidad no es directa, sino pasiva.

 

Así, la inocencia permite el engaño; ésta  tiene como consecuencia directa la inacción, y como progresiva la muerte, “al tratar de entender lo que pasaba,/ al tratar de medir el alcance del engaño, la crueldad […]” (v. 8-9), al tratar de obtener el saber acerca de la verdad de la sociedad.

 

 

2.3. EL ORDEN EN LA CIUDAD:

 LA SOCIEDAD POSMODERNA 1:

Sección 3, 18 versos.

 

El orden que organiza el espacio urbano (en realidad el mundo) se asocia con la ideología posmoderna acerca del fin de los metarrelatos, y donde la definición relativa de lo verdadero y justo se construye sobre la base de criterios técnicos (Lyotard, 2000), sobre la base de una economía neoliberal de mercado. En ese sentido no es la oposición modernidad capitalista - modernidad socialista la que organiza el texto, sino la dinámica del mercado, configurado casi como una entidad omniabarcadora. Y por lo tanto imposible de ubicar con un nombre y lugar específicos, sino que se halla en todas partes, en todos los niveles de la estructura social. Además esta ideología es presentada como legitimadora de un orden caduco, cruel, genocida. Como la encargada de decidir, movilizar y ejecutar las transformaciones al interior de la sociedad; donde los sujetos inactivos, que son todos los que la conforman, son apenas objetos que se mueven sin voluntad propia, poco menos que piezas; se cosifican. Y donde aquel que no representa una función es, simplemente, excluido.

 

(Se recurre a iniciales que aluden al mercado: “UNITED FRUIT SHELL”).

 

La situación del ego-poético ante la sociedad posmoderna, ha conllevado no sólo a la inacción sino a la pérdida  de su colectivo.  El  sujeto   perteneció   a   uno.  La  caída  en  el

 engaño, producto de la labor de conocimiento, es de un yo plural (los poetas, se supone). El colectivo del ego-poético se ha disgregado, atomizado y cosificado, en la búsqueda de la verdad. (Cabría anotar que se ha descubierto al responsable del engaño pero no la verdad).

“adentrándonos en interrogaciones que nos llevaron a descubrir

al culpable de cuanto pudiera estar sucediéndonos”

 

El encuentro con ese “saber” lleva a la pérdida de los sentidos y, por extensión, de la sensibilidad, reforzando la imagen de la conversión en cosa (v. 6-9). Y, el sujeto, una vez convertido en objeto, termina claudicando ante la sociedad. La ideología dominante termina imponiéndose, venciendo al sujeto cuestionador a través de la posibilidad de su inclusión; y conjunta a éste con el deseo de pertenencia formal (inclusión) a la sociedad. Donde esta posible inclusión significa ocupar una posición subalterna: burocrática u obrera.

 

Esto podemos observarlo en el tratamiento de las figuras de los padres del ego-poético. La madre burócrata, trabaja en una oficina. El padre obrero, trabaja en una compañía de gaseosas. Ambas ocupaciones, y por metonimia, su inserción en el sistema se relacionan con la prisión y la muerte de los sujetos. Con el estado de no libertad y no vida. En ambos casos, la inclusión en la posmodernidad, lleva a la inacción, a la muerte del sujeto y su conversión en cosa.

 

 

2.4. EL ORDEN EN LA CIUDAD:

LA SOCIEDAD POSMODERNA 2:

 Sección 4, 32 versos.

 

Sin embargo, a diferencia de los padres, el sujeto, aunque lo desee (casi como una resignación) no puede integrarse a la sociedad. Pero no por haber asumido una posición subversiva o de cuestionamiento (esta posición, si la tuvo, ya la perdió), sino por representar una no función en ella. Es un sujeto prescindible, un excedente que debe ser excluido. Una vez atomizado, separado del colectivo, su función de poeta no representa mayor interés para la sociedad.

 

“Me estoy muriendo cuando no le soy imprescindible a nadie/ a nada […]”

A la vez, el sujeto no posee la competencia necesaria para hallar una ocupación que le permita integrarse a la sociedad.

 

Cabe resaltar que este deseo sólo se construye una vez producido el engaño, caído en la inactividad y habiendo claudicado ante el discurso de la sociedad. Así, este deseo se configura como un aprendizaje. El sujeto que, antes, pretendía conocer la verdad no es el mismo que, ahora, agoniza. Tiene 30 años. 10 de poeta. No ha alcanzado la verdad, ha conocido al responsable del orden caduco, pero ha aprendido a aceptar la derrota y a claudicar ante la sociedad posmoderna. Así, como ha aprendido la no funcionalidad de su ocupación de poeta; considerada como actividad vacua. Perdido el colectivo de poeta (espacio anterior), sin la competencia necesaria para ser parte de la sociedad (espacio posterior), el sujeto se convierte en un marginal que vive de la “caridad”. (v. 12-14), que en todo caso representa una no función, que sería la de lo excluido necesario para establecer lo incluido.

 

-“[…]Y dónde ir a los treinta años,/ qué hacer con estos diez años de oficio de poeta, dónde depositarlos,/ bajo que puertas para no molestar a nadie.”

 

El sujeto es, en todo caso, una víctima. No intenta hacer nada para cambiar el status quo. Incluso en un determinado momento de esta sección, existe una intención de recuperar lo perdido, a través de la figura de la juventud (“joven”). E incluso una recuperación de la conciencia de su estado y del deseo de subvertirlo, pero esta intención no llega jamás a la acción. Además esta inacción, se ve incrementada intensivamente, por el estado de no vida y no muerte del sujeto; ahora convertido en espectro.

 

“[…] y no se qué me corresponde, / cuál es mi sitio, cuál es el límite de la paciencia o, […]”

 

“[…] como siempre triste, como siempre perdido”

 

“[…] sólo soy una aparición espeluznante/ entre las avenidas, tan radiante, tan bello, tan imposible, […]”

 

 

2.5. LA INSUFICIENCIA DEL

DISCURSO POÉTICO.

Sección 5, 32 versos.

 

En el tránsito a la muerte, el sujeto se halla la posición de no pertenencia a ningún espacio: no vida, no muerte. Configurado como sujeto ambiguo, cualquier posibilidad de obtener una posición en la sociedad, se ve cortada por esta característica, la de no poder definirse. Excluido del colectivo, sólo le resta la soledad.

 

“Camino y siempre llego al mismo lugar al mismo entierro, siempre […]”

 

“y no sé cuál es mi casa, he perdido los parientes, siento que los/ he extraviado, se perdieron en avisos luminosos, en revistas, / en periódicos […]”

 

Mientras que aquellos que formaron, antaño, junto a él, un colectivo (parientes, amigos) sí lograron integrarse a la sociedad (se reiteran menciones a los medios masivos). La única “colectividad” posible es la sociedad posmoderna, donde los requisitos son la atomización y la cosificación, lo que, paradójicamente, elimina la posibilidad de un colectivo que decida su destino.

 

“la poesía no dejó de ser una flecha de la dirección general/ de tránsito, un nombre en los ficheros de los desquiciados”

 

“me estoy muriendo, en esta hora, sobre mi mesa verde en la que he perdido toda lucidez para escribir.”

 

Finalmente, el poema concluye con una referencia directa a la pérdida de la función social del poeta y de la poesía. El problema reside, justamente, en que la poesía no llegó a la acción. Fue, desde siempre, pareciera, una instancia inactiva, sin capacidad agencial. Todo fue discurso. Entendiendo el discurso como “la expresión, los medios a través de los cuales se comunica el contenido” (Chatman, 1990). La lucha, en todo caso, se produjo a nivel de la ideología; se libró a nivel de de la apropiación por el saber-verdad. Sin el conocimiento de éste, cualquier otra posibilidad constituía una aporía. Es decir el conocimiento lleva a la acción. Y la separación entre estos, conduce a la muerte del saber, a la muerte de la lucidez.

 

 

3. CONCLUSIÓN

 

En Palomino (1983), el ego-poético se enfrenta al discurso posmoderno acerca de la realidad. En ese encuentro la función social del poeta va a convertirse en una no función, así como su colectivo termina disgregándose en sujetos solitarios incapaces de realizar ninguna acción. Producto del aprendizaje de este discurso el ego-poético deseará, inútilmente, su inserción en la sociedad, pero al no tener rol, habiéndose convertido en cosa anacrónica, resulta siendo un excedente y, por lo tanto, se produce su exclusión.

 

A diferencia de los poemas del '70, donde la poesía planteaba una conciencia subversiva del status quo (bastaría recordar “Balada para un caballo”) en Palomino (“me estoy muriendo como muere el verso liso y pálido…”), se produce la sumisión del ego-poético ante la ideología dominante.

 

Sin embargo, una lectura del para-texto, nos permite replantear esta conclusión. Si bien esta imagen de derrota ante el status quo puede resultar contradictoria con la preocupación social de Hora Zero; el texto funciona, más exactamente, como un contraejemplo explícito. El autor establece lo manifestado en el texto como la consecuencia de la renuncia a la lucha. Sin embargo, a nivel paratextual se manifiesta que esa renuncia no debe producirse y que la función social del poeta continúa siendo una opción válida. Esto se comprende mejor en la lectura de la “Confesión aparte” y sobre todo en una de las dedicatorias:

 

“Ser poeta es permisible hasta los 25 años.

Después eres loco, hombre peligroso, mátenlo.

[…] En este país la muerte

es nuestra mejor amiga y hasta quiere rimar la

esperanza. […] Dos palabras

me resumen todo, absolutamente todo: tengo miedo

y hay que luchar. Lo demás es Palomino”.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

AHLUWALIA, Pal & Bill Ashcroft

2000    Edward Said. La paradoja de la identidad. Barcelona, Bellaterra.

 

 

BOURDIEU, Pierre

2002    Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona, Anagrama.

 

 

COURTÉS, Joseph

1997    Análisis semiótico del discurso: del enunciado a la enunciación. Madrid, Gredos.

 

 

CHATMAN, Seymour

1990    Historia y discurso: la estructura narrativa en la novela y el cine. Madrid, Taurus.

 

 

FONTANILLE, Jacques

2001    Semiótica del discurso. Lima, Universidad de Lima & FCE.

 

 

LYOTARD, Jean Francois

2000    La condición posmoderna. Madrid, Cátedra.

 

 

PIMENTEL, Jorge

1983    Palomino. Lima, Carta Socialista.

 

 

SAID; EDWARD W.

1990    Orientalismo. Madrid, Libertarias.

 

 

ZIZEK, SLAVOJ (comp.)

2004    Ideología: un mapa de la cuestión. Buenos Aires, FCE.

 

 

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