Ernesto Carrión |
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ORIGEN Y RECONSTRUCCIÓN DEL PRIMER HOMBRE [Teoría de Caín]
años tuvieron que pasar para reconocer la peste. Sucedió sin embargo, a la misma hora, en que los rayos del sol acostumbraban a reír sin temer ser sorprendidos por el aguacero. Las colinas, mansamente cubiertas por el vaho enemigo, a gusto en los pastizales. Los riachuelos, centelleando hacia arriba, mientras las piedras como pájaros carpinteros angostaban su vuelo sobre las tejas del agua. Parecía haber perdido la vida sus rondas secretas, sus camas arrogantes de limo imperceptible, donde las lágrimas veneraban sus escarabajos. La madre, armada de lengua y mirada gigantesca, creaba esas figuras galantes, fantásticas del hombre del futuro. El padre, recogido en el miedo a su osamenta, dibujaba lechuzas y fermentaba licores para fregar la inmundicia. Asomaba por encima, de la gran humareda de las bestias, el hombro de un gigante. Mientras la siembra adolescente, casi blasfemando, pasaba su mano indeseable por la boca del cielo. Alguien que miraba hacia atrás, decidió recogerse el cabello negro, duro, aplastado hasta la súplica de los rehenes de sus ojos, que le prohibían distinguir hacia adelante: Caín descendía hermoso con el cuerpo de su hermano sobre el arco insobornable de su espalda. Había concluido el primer acto de amor registrado en los anales de la historia. Había Caín lavado, con su atrevimiento, el pecado del mundo.
FRAGMENTO EXTRAÍDO DE LA ÚNICA AUTOBIOGRAFÍA AUTORIZADA DE SATANÁS; O DE COMO PONCIO PILATOS PUEDE LAVARSE LAS MANOS EN TIEMPOS DE LA RESPÚBLICA
Soy un tipo enfermo al que llaman Gandul. Hombre destruido, que permanece con vida después de las batallas de las plazas, después de las terrazas invisibles que esconden la esperanza duradera, en lugares perforados por el parpadeo. Olor medicinal en el exilio de las plantas donde duerme la nostalgia por un hijo perdido, por una mujer suficiente que quiso la quisiera sobre la escritura, por un amigo muerto que asaltaba las mañanas con su pistola de yerba, almidonado de ingenio.
Soy un tipo enfermo que bebe demasiado. Un escritor mediocre que ha debido suicidarse si le queda decencia. Un vago radical al que llaman demonio, bestia de porquería, ateo encolerizado, simio susceptible. Soy todo esto y más, cuando se inunda de luces el labio que encadena su ballesta. Soy un algo que no podrá conocerse, mientras lo tornadizo persista, inaguantable, mientras la sinfonía de mis rostros resbale por esa coma de todos mis intentos que han contaminado el sudor con tanto paso.
Soy un hombre al que llaman misógino porque ama las mujeres que ya no existen. O quizás porque parezca una verdad en la mano, una bomba de aciertos equilibrada en lo oscuro, una roña pestilente que no soporta nadie. Canción vellosa en el fruto, que pasa acariciándome las muelas que bravamente me sangran sin importar la hora. Fumando demasiado cuando lloro. Llorando demasiado cuando orino a cuotas.
Soy un tipo enfermo, condenado a masturbarse tras los vitrales -curtidos- de una ciudad pequeña. Adolorido en mi infierno, cuando trabaja este hígado con parsimonia injusta. Demostrando mi habilidad por encontrar espacios. Abrazando cada noche/ cada mañana/ mis libros en vez de abrazar a esa mujer impetuosa que quiso la quisiera.
Pero soy sentimental, cayendo en la sospecha, como todo el mundo. Guardo mi pasado en retratos y relatos de dudosa nobleza. Porque ¿qué otra cosa puede hacer un hombre sino temblar ante tanta fantasmagoría que va dejando la vida? ¿Qué otra cosa, sino tratar al menos de remover el agua que pasa, de puntillas y en calzones, sobre los bancos de piedra?
Yo he visto la moral, desde los arcos del hombre que ha bajado la voz para pisar su sombra. He abortado del pecho la ignominia en techumbres donde el sol se iba acercando -por ejemplo- al duelo. Y me ha parecido todo salamero escondrijo. Nada más que un travesti que ha debido masturbarse lloriqueando ante el fetiche de los amantes. Y si he flirteado con ella, fue por su sierpe de cristos encrispada o encerrada en el manglar de la culpa. Fue por creer que mis ganas concluían sabiamente en las simples compañías que llegaban sobre mulas con turbantes de ocio.
hasta que dije ¡BASTA!
YO NO SOY RESPONSABLE DE TU POBREZA, DE TU MEDIOCRIDAD ENORME, DE TU VERGÜENZA INFLAMADA, QUE OTROS LLENAN DE AFECTO,
YO NO SOY RESPONSABLE DE TU RIQUEZA, NI DE TUS VIRTUDES...
Yo sólo soy un tipo enfermo al que llaman Gandul. Un hombre destruido que permanece con vida, a pesar de la guerra.
ADÁN HERMAFRODITA
Este paraíso, no fue un paraíso.
Mejor diría yo, un cielo turbio y un árbol engañoso.
Y negación del tacto que la ternura inventó
para lucir la piel.
Este paraíso, quizás fue una flor enterrada
bajo un aguacero de días.
Pero jamás un paraíso.
Quien nos mostró la caída,
no fue quien nos mostró como abrazarnos.
(Herreros y Alquimistas) [7]
el mar existe. Y el cielo puro que cruje entre el cemento. Así la lluvia existe, y la débil danza de su aguja que va deshilachando cada sombra, que por eso dura. Y dios existe; pero igual que un gran artista de maravillosas dotes, nada tiene que ver él con su obra. Pero yo, que sólo me contemplo en el cuerpo que se apaga. Entre la multitud que asienta y que acongoja; que beso las criaturas que después no son, también existo. Yo, que he visto a las garzas nevando sobre los manglares, bebiendo la carroña del estero, iluminando las aguas detrás de nuestras casas, donde nuestro grupo humano estudia, palmo a palmo, esa moral y ese excremento que nos hace. Yo, que aún sueño poseer los mil discursos que habrán de derrotarme. Y me digo, por un día siquiera, sería bueno ver las cosas en su origen. Sería bueno que los caminos opuestos fracasaran una vez en calma. Por un día siquiera, sería bueno que el anverso y el reverso no estorbaran. Ver las cosas como hubieran sido. Porque sé que he terminado como todos, siendo el hombre que jamás deseé
(13)
Sé de un sitio donde podemos comenzar sobre caminos viejos.
Donde el viento aún se desprende hacia otros vientos. Y restos de cenizas nos son dados como un rastro que sólo puede conducir a la humildad.
Donde la risa ha inventado los harapos. Y ágil el dolor gana memoria.
Donde hacemos nuestro abrazo como luz: tibiando la humedad, formando sombras. Y donde nadie se desnuda sin esperanzas.
Sé de un sitio en el que alrededor de la fe, la desesperación abre sus tiendas. Donde aún todo reposa con temor a perderse.
Y donde nadie olvida que el tiempo es una caravana de gitanos que mueven sus panderetas aunque el sol, allí arriba, arda como una brújula en la mano.
ECCE HOMO
No sé quién de los dos está más solo
Desde que soy tu criatura.
IMPERIO
El cielo es agua que está en tiempo pasado. Que en piedra fugaz a veces vuelve para ser nombrada. Pero aquí el oficio de ordenar el mundo con palabras, de dar vida a las cosas, muchas veces de espaldas al oído, es sólo a ciertos hombres que tienen una alianza con los dioses. Que recobran sus cuerpos en el mensaje que decreta el vértigo y los sueños. La tierra entonces, extraña, indestructible, comienza a hacer su forma en un reflejo. Comienza a ser sitiada.
*
Me dijeron que nuestras costumbres eran aves vigilantes. Que apenas caminamos nos cuidan del error y la fatiga. Pero una incertidumbre invade nuestras casas desde que hicimos el Imperio con las quijadas mojadas de la piedra; con la quietud de los declives, donde un puñado de sueños, echado al medio día, ardía como el madero golpeado por el mar en su intrusión sagrada.
Y esta incertidumbre que ha tomado sitio. Que invade en silencio y a orillas de la fuerza. Que toma uno a uno a todos mis hermanos, es como el gesto aniquilado del rocío bajo nuestro viento. Es como un tajo invisible, moviéndose paciente bajo los amuletos de la guerra.
*
Sé que mi cuerpo sólo sirve para la libertad de otros. Pero el acero blande fresco entre las flores que inauguran la muerte. Y los cantos (que antes recogían las hazañas) debajo del follaje, parecen extraviarse por momentos. Ya el Jefe está más pensativo entre nosotros, con el rostro sobre el fuego, sin mirarnos.
Cesa el viento; y nos agrupamos alrededor de la noche como si hubiéramos sufrido una derrota. Como si planeáramos el día.
*
Por estos días, asombro y pesadilla son nuestros valores. Antes de asentarnos, volvíamos de cacería todavía fieros. Y nuestras mujeres lavaban nuestras pieles, aseaban nuestros miembros, con suma devoción; abriendo la hendidura del futuro para el placer mutuo y de la especie. Ahora murmuran y se ríen sobre lo que hacemos o no en secreto en nuestras casas. Y se llenan la boca de felicidad o de desdicha; al igual que la piel de adornos de metales que se doran tiernos.
Ya entre nosotros, una incertidumbre nos ha puesto a los unos contra otros. Y envidiamos a la mujer del hermano, por lo que dicen de ella, porque en el tiempo sobrante también hablamos. Y ahora son más peligrosas las palabras que ofenden, que seducen, que falsean al otro.
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Me es imposible ver a mi mujer con otros ojos que no sean los de la astucia y del abuso. Ahora que veo a diario cómo consiguen todas el fruto predilecto, la piedra extraña, me es imposible distinguir cuando no fingen. Dormir con mi mujer, aunque me rodee con sus brazos en el más profundo de los sueños, me causa desconfianza.
*
Ha habido aquí masacres por bienes, por mujeres. Y a pesar de que parecen aún obedecernos, son más sigilosas cuando están alegres, cuando quieren algo. Y cuando se descubren torpes en su anhelo, se dejan golpear por los hombres con la misma fuerza con que se apoderan de sus miembros. Sospecho que, incluso detrás de los guerreros, son sus mujeres quienes trazan estrategias para la invasión de nuevas tierras. Para la expansión de nuestro Imperio.
*
La mujer posee todos los atributos como el hombre; aunque la tierra, copiosa por el semen, es sólo patrimonio de la fuerza. Quizás me equivocaba izando crueldades donde sólo está la paz de no morirnos. He oído incluso (decir a los profetas) que la belleza es una bestia con la cual ya son inútiles las armas. Cuando avanzamos entre la maleza, o cuando esperamos en las construcciones que se elevan hoy al sol como un plato de carne.
BIZANCIO
Y no es tan malo el sol, después de todo, cambiando de lugar su gran martillo.
Ebrio un mes tras otro sin tocar la tierra. También yo me distraigo.
(el ébano legible de toda herrería del hombre calcina nuestras playas)
Y por la noche, cuando el rocío hace castillos de los árboles pacientes,
y el silencio alza su puerto en cada gesto,
cede la carne desatada por las grandes migraciones de las aves. Por el agua verde
donde enjambres de astros, con sus máscaras de oro,
recitan lo sagrado para el ojo tierno.
Cuántos navíos ya han cruzado por aquí para encontrar Bizancio.
Cuántos maderos sin sentido, flotando sobre el mar algún destino roto.
También yo distraído, visible por detrás de los peñascos,
aún respiro. Amarrando las barcas de mi ojos.
Entre el que soy y el que he perdido,
sólo media el cansancio de mi boca.
ARMISTICIO DE CASSANDRA
bajo los almendros erguidos por el torcido abrazo de las lluvias, en este día de marzo en que mi palabra calla lo que dice, dios es una mujer batiendo su borracho muslo sobre los ojos de los hombres más pacientes. Un árbol de piedra que amanece rojo entre la nieve, como un miserable. ¿Pero quién encenderá una vela por nosotros, los vagabundos, monsieur Proust? ¿una sonrisa de cascabeles alrededor de ese río que hospeda toda ruina?
dos soles consuelan el endurecimiento de ese único polvo del camino.
rupturas que piensan que la muerte es más que eso.
EL MAR RELEE A SAFO
Cuán claro este animal enorme, que cerca de mis pies se lame el cráneo. Y cuán grande y fatigada está su sombra, con tantas franjas suaves escondidas. Con tantas fiestas y vitrinas copadas por la luna. Ya pronto, hacia un estanque en silencio, hacia el estrecho de una espuma que aderece, elevaré mi canto. Y dentro, como en un jardín de sueños, numerosas estatuas brindarán mi polvo. Brindarán por la ceguera de cada edad clavada entre la sal y el cielo. Y este animal enorme, que hoy cerca de mis pies se lame el cráneo, sin darse cuenta, cabalgará en mis versos. y cabalgará, aunque no quiera...
*
Y yo la llamo mar,
Porque reposa inquieta como una amante en los remordimientos del sol. En las preguntas de esta carne, que no logró jamás guardar secretos. Y yo la llamo mar, porque su voz proviene del exilio; y su materia de una noche intacta donde duerme un búho. De una noche profunda, donde dios amplía su red como una trenza espesa de destellos. Y yo le digo ella, porque la pienso ciega, blanca y vanidosa entre nosotras. porque yo también fui hermosa, cuando ciega.
*
¿y si mudamos? –preguntas-
y si mudamos, que nunca nos posea ningún hombre.
(así es como prospera la presencia en la flexión del tiempo)
ZARATHUSTRA EXPLICA EL DESVÁN DE LAS CENIZAS
¿qué es este canto saudade, tapizando la niebla en vuelo detenida, cuando la hiel de los guerreros mece el calor de las cruces trabajadas con paciencia? Me refiero a un bosque de clavicordios, oscuramente afinados por el diluvio de las horas, que macula el blanco lazo que arrea las estrellas; después de la cellisca.
*
ni la saliva rozando paladares (como un ala que brilla en su ejercicio) advertirá la noche larga en el chillido de las nucas; ni en los umbrales cremados por la complacencia al pie de la mujer que se desnuda. Afanoso pasa el polvo, de nuestra greda de bestias, noche y día sin llevar el cálculo de sus ancestros. Únicamente el delicioso tramo de los eucaliptos.
*
harapienta, la luz limpia la casa abandonada, la íntegra vajilla, aun la ciénaga abolida por su gloria; y piensa en esos cuerpos que siempre se extravían vendándose las palmas, en esas culpas (cojeando sin memoria) donde aprende el escozor que sobrevive. En tantos y tantos cautiverios, echados a perder con las primeras voces.
*
la paz más se parece a una muchacha ebria que a los sombreros de mármol de las nubes que adquieren movimiento. Más a la lejanía de las luces, que danzan distraídas sobre el cristal cuarteado de los papalotes. La paz (vendimia de pavesas) no avanza por legiones extranjeras repasando sus diarios carcomidos. Sino por el rescoldo de las aguas, que encienden la carcasa del secreto.
DESCONSTRUCCIÓN DE PESSOA
Tras las máscaras máscaras me acechan. Álvaro de Campos
El comienzo es siempre una simiente que mejora el crimen y el silencio.
O sobre el pecho, esta escalera de mundos que no llegan a ninguna puerta,
a ninguna cerradura. Que demoran mi temor de no morir ajeno,
por no decir que el tiempo me visita.
Vivir consigo mismo es tan difícil,
cuando lo único cierto es un tambor de pieles que los otros rompen
para levantar sus voces. La majestad del hueso, que asienta su cardumen,
sobre el podrido eje de una tierra fría.
¿Pero sabrá el otro, que enarbola su canto desde las entrañas,
que yo también existo? ¿qué también yo canto?
Aunque la realidad no puede ser el otro,
porque sé que tampoco soy yo mismo: un espejo astillado bajo la luz caliente...
Y la poesía, obra pura que derrota mi lugar en este sitio.
HERMOSO MONSTRUO. Reflejo fiel del ser humano que no construye
ni destruye nada. Acaso tú, la más segura de las máscaras que tuve,
la más desvergonzada; no terminarás siendo otra cuando alguien
pase tus páginas sin entenderte.
Cuando alguien piense este canto, para todos.
XII
nada hay más hermoso que un hombre muerto. retocando su rostro verdadero, bajo el inmenso árbol de la sangre. Y nada hay más honesto que un hombre muerto; callado por su condición de muerto, y no callado por temor al abandono. Y nada hay más hermoso que un hombre muerto; algo fláccido y de pómulos serenos, que ya no se enrojece por insinuaciones; o delicado como una servilleta que gira mucho antes de tocar el piso.
…en la ciudad desierta, detrás de los laureles, asoman las primeras sombras. (llueve).
EPÍLOGO (Hölderlin soñado por Scardanelli)
A...
No es apacible un muerto, como el candil que espera obediente sobre la mesa hueso de papeles, pues nunca guardo mis cantos por la mañana, cantos de la amistad o la bondad de mayo; sea de un solo Dios o de estos dioses, que registran el recorrido de las presas, siempre de sencillo destino. Presas que de aquí para allá tantean por estos campos, con similar temor y recogimiento en sus patas traseras. Miro a cada instante, y por la ventana, cuando no arreglo mi cama ni estoy moviéndome de un punto a otro, como si acampara en un incendio de proporciones dementes; y vuelve un pájaro negro o amarillo, a la rama de la que escribo con la eficacia que encadena a la página por ser llenada. La aspiración por la escritura es sólo esta aceptación de no salvarme. Sueño (¿por qué no?) con cien lugares distintos, y gente que nunca he visto y que me llama por nombres diferentes. Gente que me da comodidad enorme y que de cuando en cuando me pide que despolve el piano. Por eso prefiero a veces, por la tarde, cuando me vienen a buscar silenciosamente para llevarme a pasear doblado sobre los viñedos, o por los campos aún no tachados por las amapolas (siempre como a un pequeño niño, que no sabe que soltarse es peligroso), dormir hasta alcanzar el hastío que me da otro sueño. Cerrar los ojos tajados por las cosas, y no pensar más en el verso que desprecio, en Susette Gontard, y en los amigos que han muerto o morirán despacio bajo el pilar de otros. Ni deseo pensar en la familia, desterrada o descuidada por la escritura. Y hablo por mí mismo -o a quien me leyere- como un hombre contradictorio y orgulloso de serlo. Como un hombre que no ha sentido en la poesía mayor necesidad que la de ocultarse, la de encimar un sitio arruinado en el cual ya se sentía diferente. Un lugar insuficiente, donde un trapiche de frases celaban mis pecados más modestos. Esa presencia de crimen que hace llorar la cordura desorbitada en los límites de su caballo. Esa niñez temperada, soberbiamente preñada, en su potranca-luz de árboles de trébol.
Entonces creía que la poesía detenía el crecimiento. Que era ella quien crecía a través de mi dolor y decadencia, como cuando se abre una puerta, y los goznes chillan helados hasta encontrar las muelas desnudas en su leche. Pero la puerta sigue útil, abnegada, firme en su tarea de reparar espacios. Ahora necesito no sé cuántos años para escapar de este arte que finaliza siendo una prueba contra mí mismo. Mientras recorro este encierro, como si un encierro pudiera recorrerse. Pero recuerdo, clara como la Primavera (o el esplendor de Grecia en los años de Sófocles), el dolor de la imperfección y la cobardía del búho, ágilmente hechizado sobre su alameda. Y a un hombre que ayer ha escrito mi nombre hacia el final de su sueño
haec sunt infamiae...
18 SHOTS, DYLAN THOMAS Y EL SIMIO DE LA COFRADÍA
Sagrada nuestra culpa de sentirnos vivos -de no crecer más allá de lo esperado-, Desciendes con la tarde a compartir despojos: TRAGEDIA llena de ruido, y orina de vencidos que te hace y que te hizo venalidad de tantos. Piojos envueltos en la grosería de los huesos, diamantes sobre el cuchillo de los amores perdidos; doblando el sol por encima de las chimeneas, velludas, largas sobre sus pencos soberbios. Viveza de no pensar en nada. Agilidad en la turba. Morir y no morir siendo extranjeros, en la lengua primeriza de los barrancos.
Aquí, bajo las copas alzadas, cada uno inventa el mundo a la justa dimensión de su demencia, de sus perversidades. Cosacos que nos abrazan, y besan en la boca para probar que la alegría puede vestir la herrumbre. Tú inventas un hombre a la justa dimensión de las crecientes. Todas las noticias del mundo en torno a su sombrero. Toda la igualdad y el enfado por quienes soldan cadenas/ corsés de comportamiento -costilla sobre costilla- empapadas de azote. Tú inventas la horrososa tristeza de ser feliz, adormeciendo tu bestia, sumando la insistencia de su miembro en bailes: púrpura despensa que madura respetable a sus degollerías.
Y sin embargo esta es tu fiesta, y tu velorio. Hierve el wiskhy, y la manzana vuelve al árbol primero, acariciando la revelación que cita: es trágico vivir como en un sueño.
Quieta la noche, bebes. Bebes por el futuro de las costras en la lumbre del buche. Bebes, varón y hembra y despojo, en el espejo destrozado de lo que fuiste: océano inflamado, brotando de la entrepierna de mujeres que violaste al usar por nombres: hombre, amante, vida de cualquiera, hijo de alguno. Bebes, porque corroe fuerte el miedo de ser tú mismo: UN HOMBRE ASESINADO POR UN HOMBRE.
Mas no en incendio de manos, una sonora trompeta desbroza el cuero de abrigos y de cuerpos reajustados a su vigilia. Anécdotas memorables condenadas a la elaboración dudosa de sus verdugos. Bocas cicatrizadas, cerradas por los repasos de su propia lengua ...pedazos de palabras que solo otorgan en vano el cansancio de sus rodajas, repites. Venas que brincan la aguja en su perduración inútil, te dices para adentro.
Mientras esperas llegue ese vaso, el dieciocho. Pase todo de prisa. Culpable e inocente. La vida.
BILLY THE KID SE HA EMPECINADO EN ENVEJECER
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WANTED ......................
Silver city: el cielo de Nuevo Méjico es una ballena sangrando sobre una playa de cactus mientras avanzo fardo tras colina árbol sobre frontera entre prados enteros con árboles y prados dentro • en chozas donde no vuelve ni la derrota ni el café hirviendo ni el hijo arrebatado llorando por su madre enferma • en ríos y pedregales y huertos blancos de peras brincando sobre la cresta de una iglesia donde vi una vez un gallo de madera una escalera deforme y a la muerte fumar largo en su caballo
Lunas ha mi ropa se guindaba suavemente como una joya arrancada a esa nuca peligrosa de los cielos • Yo era un sueño muy joven como para verme acabar de rodillas estrangulado bajo un marco de madera... custodiado de aves peligrosas de bandidos empecinados en reír a tripa suelta de astros construidos por colillas • de botellas que aplaudían vacías alzadas en estantes
Y a veces -por la tarde- tocar la pena en vitrinas llenas de humo ver los vagones de las casas que jamás partieron • buscar la infancia en mujeres de mandíbulas flexibles que aligeraban el ácido de mis copulaciones. • cuidaban bien los burdeles adormeciendo caballos desmelenados y exhaustos sobre canchas de polvo • mesas ocres de teca donde jinetes vidriosos raspaban el whisky amargo atentos por la usura • estos son mis hermanos –me decía- animales agachados en montes de piedra • halcones encendidos en la hoguera de sus pillerías • homicidas hermosos que –acaso sin la ayuda de sus cuerpos- mantenían latiendo al niño en el adulto
Entonces acabarse era importante • saber que Uno era Uno y no los otros saboreándose la pulpa en los excesos • errando desde cero como un animal destrozado que no logra justificar cómo ha vivido pero que ha vivido. (Billy reapareciendo en el ojo enemigo • William H. Bonney limpiando su puñal sobre la curvatura crespa de su lengua)
Y desde Lincoln City / desde Tascosa, Texas/ desde Clifton, Arizona donde acampé montado al siseo de la serpiente hasta que oí una noche el siseo de la serpiente: afuera está el trabajo la casa por hacerse las deudas pendientes • y el Futuro triturándolo todo -que se paseaba también con un cuchillo en la mano- subió rápidamente desde las ramas en sombra que dejaban los coyotes sobre las colinas
Subió como visiones donde lograba por fin dormir comer hablar apropiadamente sin sentir como la carne se hinchaba en la raíz de su furia • masticar el tabaco • afeitarme rumiando el tiempo de los hombres sobre canteras fulminadas y campos de trigo
Esperando el cuerpo que acabe con este cuerpo o el nombre que suplante mis nombres pendientes • que oculte al niño indigente -nacido en Nueva York- que aún me toma de las manos huyendo de las cloacas donde estrellas sepultaron sus huevecillos • donde las cucarachas lamieron el planeta cansadas de migajas y peldaños
Pero tornarse la criatura era difícil: cargar las manos crispadas -de aquí para allá- abrazando las sombras del mundo las sogas del mundo • celebrando en alto la muerte en el cráneo del pescado y la púa del agua • colgado de este lenguaje que espolea en cualquier camino disfrazado de hombre • mientras mis muertos siguen centrados en sus rodeos esperando únicamente mi agotamiento • o que diga otra tarde –Adiós a todo esto- apoyado sobre un hombro que no siente • o vuelva otra vez el polvo a mi sombrero: las aguas arremetiendo contra los potros y los potros arremetiendo contra el horizonte • la manzana disputándole al sol su brillo las enaguas de las hembras y el idioma de mi revólver que sólo ha hablado en presente...
Y aún así me preguntan si aboliré la tristeza
Si buscaré entre dibujos la caída del árbol
La emigración de las nubes
perezosas en su terso
contrabando
El apetito del sueño
que hormigueaba en la noche
claveteado a la espina
Yo he de decir aquí aparece el cielo
Yo he de decir aquí araré el principio
Yo he de fundar mi casa
y no volver a partir
sobre terreno extraño.
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DEAD OR ALIVE ................................
sé que si huye mi aliento mi cuerpo irá tras de él • mi desinterés de hombre jamás tendrá reposo • mi desinterés de hombre: lo único que hurté del Paraíso... que mi juicio tendrá por principal candelabro lo que no pude tocar cada segundo cada minuto Yo he querido deambular por la vida como una voz sin cuerpo y este es mi castigo: adornar finalmente la memoria donde se desliza la grasa... Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977). Ha colaborado con la prensa escrita, realizado trabajos de crítica literaria, ejercido la docencia y participado en encuentros literarios fuera y dentro de su país. Textos suyos han aparecido en revistas y antologías latinoamericanas en México, Perú y España. Ha trabajado en poesía el libro LA MUERTE DE CAÍN, cuarteto formado por los poemarios: El Libro de la Desobediencia (2002), Carni vale, Premio Nacional de Literatura “César Dávila Andrade” (2002), Labor del Extraviado (2005) y La Bestia Vencida (inédito). También ha participado en el libro colectivo Porque nuestro es el exilio (2006). En el 2007 obtuvo el VI Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín, con su libro Demonia Factory. Actualmente, forma parte del consejo editorial de la Fundación Casa de las Iguanas, de la ciudad de Guayaquil. Demonia Factory. |