THE TICO TIMES
EDITORIAL
23 DE AGOSOTO DE 2002

(Traducción)

San José, Costa Rica. 23 de julio, 2003.

La adulación te puede conducir a algún lado - por lo menos con eso parecen contar los proponentes de un plan para establecer, con el apoyo de los EEUU - una Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley (ILEA) en Costa Rica.

Cuando explican el ¿por qué aquí?, los promotores de la ILEA parecen regocijarse citando una respuesta estándar más o menos así: el gobierno de los EEUU escogió Costa Rica como el sitio preferido para su más nueva rama de la ILEA debido a la estabilidad política del país y a sus tradiciones democráticas, la fortaleza de su sistema educativo, sus altos niveles de seguridad, y porque Costa Rica ha tenido ya experiencias exitosas como sede de instituciones de carácter internacional como la Universidad para la Paz, la Earth y la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.

Sin embargo, ante miembros de la Asamblea Legislativa - cuyos votos determinarán en última instancia el destino de la ILEA - serían atrapados en esa idea de que debido a que es un "buen" país, Costa Rica de alguna forma merece esta academia para el cumplimiento de la ley, pues ellos querrían quizá preguntar de qué manera la escuela propuesta podría comprometer los altos atributos que ha colocado su nación aparte de otros posibles anfitriones.

Costa Rica es sede de instituciones tales como la Universidad para la Paz y la Corte de Derechos Humanos precisamente porque, mientras sus vecinos se han visto envueltos en desagradables conflictos (durante los cuales el gobierno de los EEUU algunas veces ha jugado decididamente un papel parcial), siempre ha luchado por mantener su posición en pro de la paz y la neutralidad, y consistentemente ha rechazado la presencia de fuerzas armadas dentro de sus fronteras.

El ser sede de una ILEA significaría aceptar un papel más directo en la agenda regional del gobierno de los EEUU. Y esto podría no estar acorde con los mejores intereses del país a largo plazo.
Costa Rica ha sido siempre un amigo leal de los Estados Unidos. Pero una de las tradiciones que las dos naciones no comparten es el militarismo, y esa diferencia debería continuar.

Los defensores de la ILEA insisten en que la academia entrenará solamente policías, no soldados, pero desafortunadamente la historia ha demostrado repetidamente que tanto para los EEUU como para muchas dictaduras latinoamericanas, tal distinción ha sido borrada a conveniencia.

Sí, Costa Rica tiene mucho que ganar si acepta la ILEA. Pero también se expone a perder mucho. Los legisladores de la nación necesitan ponderar muy cuidadosamente si los beneficios de hospedar tal escuela realmente justifican los riesgos del viejo y orgulloso compromiso de la nación por la paz.


(Colaboración de Freddy Pacheco. UNA)


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