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academia
de policía NO, soberanía SI
Dale
Jhonson. San
José, Costa Rica.Noviembre, 2002.
La
Academia Internacional de Entrenamiento de Policía (ILEA)
que los Estados Unidos quiere establecer en Costa Rica tiene metas
que se presentan como dignos. En programas norteamericanos de
esa clase las metas presentadas pueden esconder propósitos
lejos de benigno. Hay un lado oscuro en ese proyecto. Si se estableciera
aquí lo podría seriamente comprometer las tradiciones
más valiosas de Costa Rica, sus principios de neutralidad
y la búsqueda de paz.
La
Academia propuesta debe situarse en el contexto histórico
de programas de entrenamiento policial y militar de los Estados
Unidos en la región de América Latina, y además
dentro del contexto actual de los objetivos de la política
internacional de los Estados Unidos.
Durante
los años sesenta, el otro lado de la Alianza Para El Progreso
del Presidente Kennedy, hubo extensivos programas de ayuda y entrenamiento
de fuerzas policiales y militares de América Latina. El
énfasis en esos programas de asistencia y entrenamiento
fue seguridad interna y contra insurgencia. El propósito,
ampliamente cumplido, fue fortalecer la policía y ejército
de reprimir efectivamente la protesta interna contra la injusticia
y de acabar con movimientos sociales que desafiaron el status
quo. En los años setenta los policías participaban
en todas las sangrientas intervenciones militares del periodo
en Argentina, Brasil, Chile, y Uruguay. Durante los ochentas,
programas de asistencia y entrenamiento enfocaban sobre América
Central. La represión violenta desencadenada contra todas
las fuerzas sociales consideradas subversivas en Guatemala y El
Salvador está directamente relacionada al fortalecimiento
de las fuerzas de seguridad por los Estados Unidos.
Costa
Rica fue menos cicatrizado por esos programas que otros países
de la región. La Nación solo tenía su soberanía
comprometida y su democracia subvertida.
Los
programas de entrenamiento de policía patrocinados por
los Estados Unidos han tenido una presencia en Costa Rica por
muchas décadas. Entre 1949 y 1967 cerca de 2000 oficiales
de la policía se entrenaba en tácticas militares
y estudiaba el anticomunismo en The United States Army School
for the Americas en Panamá. Desde los años sesenta
hasta 1974 la policía de Costa Rica recibió asistencia
y entrenamiento en Panamá y a The International Police
Academy en Washington patrocinado por The Public Safety Program
de la AID (Agencia de Desarrollo Internacional de los Estados
Unidos). Pero en 1974 el Congreso de los Estados Unidos prohibió
el entrenamiento de policía de América Latina por
su historia flagrante de tortura y desapariciones. Sin embargo,
durante los años ochenta los Estados Unidos se metió
con ganas con la policía de Costa Rica. Washington estuvo
muy ansioso por abrir un frente del sur; en su guerra contra Nicaragua.
El tamaño de las fuerzas policiales de Costa Rica aumentó
en un 400%. Los programas proliferaron, el dinero corrió,
y la reorganización y la profesionalización fueron
iniciados. Con presión de la Embajada y dirección
y dinero de la CIA se organizaron nuevas unidades de la policía.
Entidades como el Directorio de Inteligencia y Seguridad y la
Unidad Especial de Intervención (UEI) se volvieron famosos
por sus abusos de funciones legítimas de policía.
En los primeros años de los ochentas se formó la
Organización para Emergencia Nacional (OPEN) para entrenar
una fuerza grande de policía auxiliar. Se entrenaron integrantes
de OPEN en el uso de M-16 rifles y otros armas militares. Infiltrado
por grupos para-militares derechistas, quienes dieron ayuda a
los Contras y metieron en espionaje contra costarricenses, las
actividades de OPEN se dirigieron a reprimir manifestaciones y
atacar huelguistas. El presidente Arias y el ministro de Seguridad
Garrón suspendieron la actividad de OPEN en 1987. En 1985
ingenieros militares norteamericanos construyeron un campamento
a Murciélago dirigido por los Green Berets para entrenar
Batallones Relámpagos de la Guardia Civil de 800 hombres.
Ostensiblemente para protegerse de una invasión sandinista,
esas batallones actuaban solo en la represión de manifestaciones
de campesinos y activistas por la paz y en la evicción
de paracaidistas de las propiedades de ricos dueños de
tierra.
En
los otros países de América Central los Estados
Unidos intervino masivamente: con programas de contrainsurgencia;
por apartar la vista oficialmente y dar una mano amistosa secretamente
a los Escuadrones de Muerte; por masacres de miles de habitantes
de comunidades rurales llevadas a cabo por fuerzas militares armadas
y entrenadas en la pacificación por los gringos; por armar,
financiar, y dirigir una fuerza terrorista, los Contras, en un
atento a derribar un gobierno reformista en Nicaragua.
La
historia es una guía a propósito contemporánea.
Sin embargo, la Embajada de los Estados Unidos declara que ILEA
no involucrará programas militares, solo ofrecerá
entrenamiento al combatir el tráfico de drogas y armas,
el lavado de dinero, el secuestro, y la prostitución de
niñas y niños. Los programas latinoamericanos del
pasado también se presentaron en maneras que escondieron
sus propósitos verdaderos. Tampoco no es muy alentador
que el presidente Bush ha ya designado personas asociadas con
el escándalo Irán Contra y las políticas
más militaristas de la era del presidente Reagan a su equipo
que forma la política hacia Latinoamérica, Otto
Reich, Elliot Abrams, y John Negroponte.
Los
tiempos y las circunstancias cambian y la historia de actos subversivos
de la democracia y derechos humanos en América Latina no
necesariamente define el momento actual. Los propósitos
verdaderos de ILEA serán determinados mas por circunstancias
contemporáneas que por trayectorias del pasado. Los Estados
Unidos, siendo victorioso en la guerra fría, tuvo la oportunidad
de escoger políticas más consistentes con la paz
mundial y con respeto a los derechos humanos y a la ley internacional.
En vez de seguir el camino de la paz el Superpoder ha escogido
reemplazar la guerra fría con una nueva guerra. La guerra
contra el terrorismo se lleva a cabo en cada frente. Seguramente
entre los frentes más importantes es el de entrenamiento
de la policía.
El
aspecto más espantoso de esa guerra es el recurso a los
medios terroristas para combatir el terrorismo. El terrorismo
no es el único a los actos bárbaros de los fundamentalistas
islámicos, los cuales matan inocentes con bombas y vuelan
aviones hacia blancos simbólicos porque en su visión
reaccionaria, tal como la visión de George Bush, el mundo
está dividido entre los fieles y los no fieles, los que
están con nosotros y los que están contra nosotros.
Un concepto del terrorismo menos distorsionado que lo que es promovido
en el mundo hoy reconocería que las personas que son voladas
a pedazos por bombas o quemadas vivas en explosiones de cohetes
o torturadas y mutiladas por Escuadrones de la Muerte o masacradas
en sus hogares, son víctimas del terrorismo así
esto tenga lugar en Nueva York, Kabul, Bagdad, o Guatemala. Los
Estados Unidos quiere unilateralmente llevar a cabo una guerra
contra quienquiera, cuandoquiera, dondequiera, y contra cualquiera
enemigo que sea conveniente definiry con todos los medios que
se consideran necesarios.
En
ese contexto, la ILEA es una parte pequeña de un programa
más grande de los Estados Unidos para fortalecer a un aparato
represivo de escala mundial sumiso a la postura unilateralista
de aquella nación que anda de matón por cada rincón
del mundo, su arrogancia de Superpoder, su preferencia por represión
violenta sobre diplomacia, su propensión a violar las normas
internacionales de una sociedad global civilizada y de los principios
de derechos humanos, su uso habitual de medios terroristas de
lograr fines de su política, y su ambición de llegar
a la hegemonía global de los intereses corporativos que
guían la política de los Estados Unidos.
Ayer
Afganistán, hoy Irak, mañana Colombia. Si Costa
Rica quiere mantener su neutralidad frente a la intervención
norteamericana en Colombia, o en cualquier otro conflicto regional
que pudiera pasar (Venezuela bajo Chávez, Brasil y el gobierno
de Lula, Argentina en colapso económico), trayendo policía
de Colombia, Venezuela, Brasil, y Argentina a Costa Rica no es
el camino a seguir. Tampoco es consistente con la neutralidad
permitiendo barcos de guerra norteamericanos navegar en aguas
territoriales de Costa Rica hasta mares de Colombia, o a entrar
en puertos de Costa Rica.Espero que Costa Rica rechaze el plan
norteamericano. La historia que orienta ese programa y sin duda
su objeto actual en el contexto de la guerra contra el terrorismo
de Bush es militarizar la policía; convertirla a una fuerza
de contrainsurgencia; crear agencias de inteligencia para espiar
y reprimir movimientos para la justicia y el cambio social; indoctrinar
oficiales de la policía en derechista, antidemocrática
ideología de seguridad nacional; intervenir, cuando la
amenaza de cambio resulta seria, en el lado de las fuerzas militares
para derribar estados democráticos e instalar dictaduras;
y últimamente hacer de las fuerzas policiales en todas
partes una vasta, eficiente, militarizada fuerza represiva internacional
al servicio de Imperio. Los Estados Unidos creará ese programa
para la región de América Latina. No tiene que estar
ubicado en un país democrático que quiere seguir
el camino de la
paz. Tampoco Costa Rica no tiene que mandar su policía
a ese programa.
No
es una decisión fácil para Costa Rica, un pequeño
país dependiente de un impaciente y arrogante gigante del
norte que espera conformidad. La mejor defensa que tendría
Costa Rica no es un ejército ni una fuerza policial entrenada
como ejercito sucedáneo, sino su integridad moral un firme
no-conformidad a la propuesta basada sobre su tradición
de neutralidad y la búsqueda de soluciones diplomáticas
y pacificas al conflicto internacional.
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