dies solis
contrario al �tomo
con alucinaci�n de frascos amarillos
la utop�a atada a una columna
sentir padecer martillos insomnes
en cada c�lula
en cada no me olvides
los ojos secos de no entibiar la tarde
la nunca ausencia
el espanto al o�rme
en los espejos
ardor de cuerpos
gusanos incendiados
y yo articulando pasos de serpiente
en el vientre h�medo
del oto�o ca�do
alguien me reconocer� in�til
como un grito en el pulm�n derecho
como un costal de carne
arrojado al vac�o
si no vienes
dies veneris
mi mano sobre mi mano
nombrando la palabra muerte
mis labios
un jard�n antes del jard�n y de la tarde
una flor antes de la flor
que hiere
antes del antes
el gnomo del centro
con mis dedos bailando en la verja
quiero liberarlo lo quiero conmigo
comisuras besar sus ensangrentadas
llenarme de sangre los dientes
en clav�ndome alfileres las manos
su triste condici�n de piedra
mi pobre cobard�a de huesos
mi infancia baila delante de sus ojos
me oculto en la brisa
y agito su bandera
mi cuerpo atascado en los barrotes
mi miop�a
y flameando
la fecha de mi muerte
sin
Porque es
horrendo un padecer simb�lico
sin la materia err�til que lo encarna.
Carlos
Bouso�o
el hueco se llenar� de letras inconclusas
a�n se mastica la frialdad del polvo
con un aroma c�ustico
se desarma la idea
borradas de un soplo
las l�grimas lac�nicas
s�lo tiene una ret�rica la lluvia
s�lo tiene una sinfon�a la avenida
entre tanta putrefacci�n
hay gusanos enroscados en flores
entre polen y tallos
deliran los cuerdos
eres as� como una pluma cayendo a la eternidad
de bast�n y parches en el ojo
el espejo se empalaga
se ahonda se ennoblece
con la atm�sfera cosida en los pies de la fragancia
el sudor donde debe de estar
frenes� hasta la almohada
con p�jaros volando hac�a el abismo
el n�mero inmortal desformulado
y la pena desenredada para siempre
el l�tigo lame las heridas
con horror desorbitado
la soledad anda de piel y huesos
por mi alcoba
intenta besar mi piel disuelta
me lanzo como un insecto
a la luz calcinante de sus brazos
o meterte entre las s�banas
o contemplar una autopsia
en silencio cu�ntas pu�aladas en este cuerpo de la noche
ni rastros de los tajos en la lluvia goteras hacia el vertical
las guaridas de las goteras me saben a poco
las l�grimas de un cojo en el arrabal
sus ojos taponados de neblina
las bruces de un infierno
para colgarse de las orejas como en una hamaca
una r�a suscitada en el contorno de un hombre
un equilibrista ciego con los dedos arrancados la yugular quebrada
el hombre del bandone�n r�e
el fracaso del de los dientes que
chirr�an
se raja y partido se vuelve a rajar
pedazo a pedazo se rearma el grito
y el hombre de la barra hace un trago largo
con la noche transfigurada en caf� sobre el fondo de su garganta
que deja deslizar
este amanecer que duele
Olga
se sale mi boca que bracea sobre un pi�lago de miseria
entra en esa alcantarilla desolada como un pu�o
mi brutalidad
digo como una palabrita de esas malas que encallan en mi lengua
que ahora le pertenece a cualquier impostor con una vocal
chorre�ndole la comisura
abro un ojo y veo deformidades y oculto con mi dedo un trozo
de par�s
una cualquier parte que entra al condominio de una voz hu�rfana
dijeron que se acerca brutal como todo lo que se evoca
trae su piel sobre su piel otra piel de utiler�a
que dan ganas de mascar
quedan pocos olores por descubrir
Nicol�s Antonioli
Naci�
en Florida, Buenos Aires, Argentina, 1985. Realiza estudios de Letras en
la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado poemas en las revistas
literarias, La l�nea del cosmonauta; La Guillotina;
Pol�gono de cuentistas y poetas; PoEsyA; Misioletras; Lalupe.com; entre
otras.Libros
publicados: Sentires del alma, 2004; Se necesitan ojos,
2005.