Flor
de café desprendida del árbol
de su nombre, hoy ocupas un ámbito del aire mientras ocurre
ese milagro del retorno. Llevas por casa el cuenco de los caracoles y
atado al dedo un hilo rojo para recordar el camino de vuelta.
En
tu nuevo hogar sus habitantes medran en la muchedumbre. ¿No
ves que estás hecha de espuma y yaces en la patria de los que
fantasean con purificar al mundo?
Hacer
que vuelvas de aquel arca de bestias, poderte regresar aquí,
conmigo, a esta tierra de solares muertos, ahora, de una buena vez y
para siempre: es lo que quiero. No es mucho pedir que abandones tus
sueños por los míos.
Y
sin embargo, no debes regresar.
Mejor
es mantenerse ajeno a la nostalgia.
Cuando
vuelvas habrá agua limpia y suficiente; ahí beberás
la estela del tiempo que te fuiste.
Para
volver a salvo
de un país extraño es necesario prescindir del idioma y
no ceder a la tentación del paisaje o del amor. Será
difícil, te lo advierto. Quienes partieron, hoy se afanan en
las cirugías del olvido.
Sabes
lo que es hacerse río con la corriente en la cintura y el
cielo escurriendo entre los cabellos; conoces al mar, al liquen y a
las nubes que se cuelan en la respiración, mas eres incapaz de
llevarlos contigo. ¿Recuerdas el añil sobre la pasta de
los días de fruta y los templos que manaban palomas en nuestra
ciudad? Siguen aquí, aunque carecen de sentido.
Lo
entiendo. Quién quiere regresar donde el paso de los
guerrilleros, teniendo
a
la vista las casas de muñecas del suburbio. Quién
quiere ver esa foto hundida en la memoria de la luz de lo que fuimos.
Es comprensible. Fue hace tiempo de aquello, tanto como se puede
recordar; a veces pareciera que nunca pasó.
A
la altura de la garganta
se mide el peso de nuestros dolores. Hay sangrías necesarias,
canciones, enconos sin los cuales la noche del enfermo no tendría
sentido. Lo compruebo mientras apuro tu recuerdo en el vaso de la
madrugada, sabiendo que lo amargo devendrá en absceso.
Tan
bien conozco esos lugares. Doy vuelta a la vigilia dentro de este
cautiverio, apunto mis observaciones en la libreta diaria y sin
desear que ocurra, con la voz herida advierto un campo en ruinas y
esa aridez que crece entre la luz del alba.
Israel García Reyes
Nació
en México, Distrito Federal, en 1977. Poeta y narrador, ha
publicado en las revistas literarias Plan de los pájaros,
LunaZeta, Cantera Verde y Tierra Adentro. Participó en la
plaqueta colectiva La luz y el colibrí, editada por el Instituto
Oaxaqueño de las Culturas, 2001; y en las antologías Tres
ventanas a la literatura oaxaqueña, Editorial Almadía
2005, y Cartografía de la literatura oaxaqueña actual,
Almadía, 2006. Fue becario por el Fondo Estatal para la Cultura
y las Artes de Oaxaca (FOESCA), emisión 2003. Es miembro del
taller literario de la Biblioteca Pública Central del Estado de
Oaxaca.