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La tecnología en el debate político
Una visión desde el liberalismo y el multiculturalismo
(fragmento)

Andrés Webster Henestrosa

 

Durante las últimas décadas del siglo pasado, muchos países del mundo fueron testigos de crisis económicas y administrativas que sacudieron sus gobiernos. Particularmente, dice Luis Aguilar, se gestó un accionar desmedido de los aparatos políticos que conformaron gobiernos fiscalmente deficitarios, administrativamente exhaustos y políticamente anquilosados.1 A partir de ahí, surgieron corrientes académicas tendientes a analizar las causas de los errores cometidos por los gobiernos y a proponer la forma en que éstos podrían ser eficaces en sus tareas.

La cuestión de fondo fue definir cuál era el ámbito de lo gubernamentalmente factible. En tal sentido, el redimensionamiento o adelgazamiento del Estado se convirtió en un objetivo que buscó acotar lo que pudieran hacer bien sus poderes: determinar cuáles son los fines públicos a cumplir posibles de ser realizados y a través de qué instrumentos y opciones de acción;2 imprimirle, pues, racionalidad a la acción pública.

Fue así como surgió la corriente de las políticas públicas. Éstas consisten en definir acciones de gobierno que tratan de resolver problemas específicos de la sociedad. Las políticas públicas se sustentan en métodos racionales y su objetivo es analizar, entre una serie de alternativas señaladas por la participación de ciudadanos, cuál es la mejor para la solución de un problema específico, mediante principios claros como el cuidado en el gasto y la optimización de los recursos disponibles.

En el fondo, poder elegir entre alternativas públicas significa que éstas tienen que ser medibles; es decir, los programas de gobierno deben consignar datos cuantificables que precisamente permitan optar entre uno u otro. La medición tiene la ventaja de generar mayor objetividad y otorgar resultados consistentes y visibles para todo el mundo.3

Consecuentemente, las políticas públicas ocupan métodos racionales-científicos para decidir cuál es la mejor alternativa ante un problema presente en la sociedad, bajo condiciones de riesgo y escasez. Estos métodos pueden variar desde el análisis de costos y beneficios, la investigación de operaciones, la econometría y la estadística o el análisis de decisiones, entre otros.4 Las gestiones públicas modernas no son efecto de políticas voluntaristas y discrecionales, sino proceden de ponderaciones y decisiones racionales del gobierno que emanan de las prioridades que los propios ciudadanos señalan, respaldadas por teoremas, modelos y tecnologías de los académicos.5

Por otro lado, generalmente las políticas públicas se concretan en desarrollos tecnológicos, sobre todo cuando atienden necesidades sociales, como la instalación de una presa, un aeropuerto, una carretera o una plataforma tecnológica. En otras palabras, las políticas públicas procuran discernir, a través de la racionalidad que ofrecen los conocimientos científicos, cuál es la mejor alternativa para procurar la solución de un problema, por lo común relacionado con el desarrollo de alguna comunidad, dadas ciertas limitaciones y con presupuestos limitados, que se consignan en proyectos donde la tecnología está presente.

Dentro de los elementos racionales que las políticas públicas miran y dentro de la información que recaban para hacer viable su propósito de atención a ciertas necesidades, cabe analizar si consideran las condiciones y factores culturales de las comunidades y, si lo hacen, saber qué lugar ocupan dentro del análisis. Esto resulta importante, particularmente, cuando el resultado de las políticas públicas, llevadas a cabo a través de proyectos donde la tecnología está presente, puede significar para algunos grupos el reclamo de su integridad cultural. Para no ir más lejos, el fracaso del proyecto del aeropuerto de la ciudad de México, en parte se debió a que se obvió el elemento cultural de la zona; no se supo o no se quiso incluir a la variable de la cultura en el proyecto.

De tal manera, la aplicación de políticas públicas no siempre considera aspectos culturales de los grupos a los que éstas van destinadas, particularmente cuando interviene la tecnología, que puede ser altamente vulneradora de las identidades. Vistas así, las políticas públicas, al materializarse en desarrollos tecnológicos, tienen impacto en la cultura, entendida como la identidad tanto de la sociedad, como de la comunidad y del individuo. La tecnología, pues, es capaz de moldear el cambio social.

En otro orden de ideas, el desarrollo científico y tecnológico amparado en la racionalidad que pretenden las políticas públicas, se ha vuelto un fundamento esencial de la sociedad humana y, como se dijo, ha trascendido la labor del hombre a todos los niveles, incluido el del quehacer público.6 Al decir de Anthony Giddens, nuestra época surgió bajo el impacto de la ciencia, la tecnología y el pensamiento racional, desde el siglo XVII. A partir de entonces, pero con mayor intensidad en la actualidad, la influencia de la ciencia y la tecnología se ha globalizado, gracias a las posibilidades de comunicación que ofrece la propia tecnología. La globalización está reestructurando los modos de vivir de forma muy profunda. Está dirigida por occidente; lleva la fuerte impronta del poder político y económico y es altamente desigual en sus consecuencias. 7

La tecnología que ha logrado expandirse mundialmente es, pues, la desarrollada en occidente. Como tal, tiene una fuerte carga ideológica liberal que, precisamente, ha auspiciado la influencia de dicho proyecto en el mundo. En otras palabras, dentro de muchas otras causas, la tecnología ha sido un medio por el cual el programa liberal occidental ha logrado imponerse mundialmente. No queremos decir con ello que este proceso sea meditado, ni que la labor de la ciencia sea llevar la cruzada del proyecto liberal en todo el mundo, pues es bien sabido que el desarrollo científico no funciona de manera inexorable, sino que, de acuerdo con Thomas Kuhn, es moldeado por los hombres, bajo la tarea de comprobar paradigmas que bien pueden cambiar.8 No obstante, al ser desarrollada en occidente, puede llevar implícitos los objetivos de dicha civilización, donde emerge el proyecto liberal.

Vista así, pues, la ciencia, a través de la tecnología, influye en las formas de vida de las sociedades que la utilizan. De ahí que algunas de ellas pudieran caracterizarse por el uso propio de las herramientas tecnológicas que manifiestan los alcances científicos. Es decir, las sociedades modernas han buscado como uno de sus principios rectores el desarrollo material, mucho del cual se logra a través de la producción de tecnología.


Si suponemos entonces que tecnología y sociedad moderna no pueden excluirse una de la otra y si añadimos que las políticas públicas muchas veces se materializan en tecnología, entonces tendríamos que adoptar la tesis de que la tecnología moldea, de alguna forma, el rumbo social. Hablaríamos entonces de asumir el concepto del determinismo tecnológico en una de sus acepciones. Esta noción implica discernir de qué manera la tecnología participa en el cambio que las sociedades experimentan.

El determinismo tecnológico tiene una visión dura y una suave. La primera implica que la tecnología es un agente causal determinante del cambio social; la segunda, por lo contrario, supone que ésta sólo juega un papel dentro de otros tantos factores que intervienen en la dinámica de la sociedad.9 Dentro del rango del determinismo tecnológico duro y suave, existen matices, pero tómese una postura u otra, la presencia de la tecnología tiene un impacto en las formas de vida y en la cultura de las sociedades. Es decir, en tanto producto social, la ciencia está sometida a los avatares de la propia sociedad en la que se desarrolla. Por ello, la ciencia representa, para muchos, una expresión de la cultura humana.

Ante el avance tan desmedido de las comunicaciones, la tecnología tiende a impactar de una manera significativa en las propias sociedades, llegando incluso a afectar las identidades. Es decir, si bien la tecnología es una herramienta surgida del seno de las sociedades modernas, las que se encuentran en vías de industrialización tienden a replicar los modelos de los países desarrollados, en los cuales, como se ha dicho, esta herramienta juega un papel preponderante. Debido a ello, cuando hacen uso de la tecnología desarrollada por las sociedades occidentales, se presenta un impacto en sus culturas, pues adoptan sistemas que les son ajenos. En otras palabras, la tecnología es diseñada y promovida por un grupo que define a un tipo de consumidor,10 ubicado en sociedades modernas occidentales, cuyos objetivos no necesariamente coinciden con los de otros grupos humanos.

Asimismo, dentro de las propias sociedades modernas, a través de la tecnología, hay quien dice que se da un proceso de homogeneización que de alguna manera no sólo afecta sus culturas, sino que resalta identidades supranacionales. Por ejemplo, las grandes trasnacionales se han convertido en centros culturales importantes; sus empleados, a pesar de las distancias físicas que los separan, conviven en espacios comunicativos que permiten forjar una serie de valores comunes a la compañía, además de supeditarse a sus propios códigos éticos; de tal forma, se convierten en “ciudadanos” de sus empresas; se sienten en ocasiones más arraigadas a éstas que a sus países, porque éstos pierden capacidad para satisfacer sus necesidades.11

Pudiera asumirse que la tecnología, hoy en día no es una herramienta neutral, sino que lleva implícitos los intereses y valores de los grupos que la desarrollan. Asimismo, impacta de manera significativa en la identidad de los grupos humanos. Al optar por la tecnología, pues, se adopta también una forma de vida implícita en ella, que representa el modelo de las sociedades occidentales. En ocasiones, empero, ese fenómeno ha llegado a ser visto como una imposición, que genera tensiones en las sociedades y que representa un rechazo a las tendencias homogeneizantes propias de la globalización.12 En palabras de Noam Chomsky, en el período moderno, los medios y la televisión son los que presentan una imagen de la vida tal como habría que vivirla según el punto de vista de quienes los detentan, es decir, desde occidente.13 Es evidente que la tecnología, siguiendo a Giovanni Sartori,14 logra incidir de manera dramática en las formas de vida del hombre.


1 Aguilar Villanueva, Luis F. (estudio introductorio y edición), El estudio de las políticas públicas, 2ª edición, 1, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 1996, p. 15.

2 Ibídem.

3 Porter, Theodore M., Trust in numbers: the pursuit of objectivity in science and public life, Princeton University Press, p. 14.

4 Cnfr. Patton, Carl V. y Sawicki, David S., Basic methods of policy analysis and planning, 2a edición, Prentice Hall, Nueva Jersey, 1993.

5 Aguilar Villanueva, Luis F. (estudio introductorio y edición), La implementación de las políticas públicas, 2ª edición, 4, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 1996, p. 25.

6 Cnfr., Porter, op. cít.

7 Giddens, Anthony, Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas, Editorial Taurus, México, 2000, pp. 13-16.

8 Cnfr. Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, Breviarios, 213, México, 1995.

9 Marx, Leo y Roe Smith, Merrit, “Introduction”, en Does technology drive history? Marx, Leo y Roe Smith, Merrit (eds.), The MIT Press, pp. xi-xii.

10 Callon, Michel, “Society in the making: the study of technology as a tool for sociological analysis”, en The social construction of technological systems, E. Bijker, T. P. Hughes y T. Pinch (eds.), MIT Press, 1987.

11 Organisation for Economic Co-operation and Development, Forum for the Future, Expo 2000, Conference 3, 21st Century Social Dynamism: Towards the Creative Society, Berlin, 2000.

12 Cnfr. Huntington, Samuel P., El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós Estado y Sociedad, México, 1998.

13 Chomsky, Noam, Política y cultura a finales del siglo XX. Un panorama de las actuales tendencias, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 2002, p. 59.

14 Sartori, Giovanni, Hommo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid, 1998.




Andrés Webster Henestrosa es Licenciado en Derecho por la UNAM. Tiene las Maestrías de Políticas Públicas y Administración de Instituciones Culturales por Carnegie Mellon University. El presente trabajo es un fragmento de su tesis doctoral que está en proceso, por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Ciudad de México. Ha publicado ensayos y artículos en libros y revistas. Actualmente es titular de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Oaxaca.


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