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De que se puede se
puede
María de
Jesús Velasco
--Señor Agente
Municipal, aquí me tiene.
--¿Qué tal, diputado? ¿Cómo le va?
--Pues aquí, en la chinga. No hay de otra.
--¿Mucho trabajo, diputado?
--Imagínese, ya casi es tiempo de elecciones... Y ustedes,
¿cómo andan?
--Ahí vamos, señor. Ya se fue el maquinista con todo y
máquina.
--A
poco... ¿ya terminó?
--Desde hace un mes,
ya está la poza. Quedó regrandota, señor diputado.
Nomás la viera...
--De
eso se trata, señor Agente, que ustedes queden contentos,
¿o no?
--Pues sí, señor diputado, pero ¿con qué la
vamos a llenar?
--Nomás dejen que llueva y verán...
--Sí, señor, pero pa' que eso pase... está verde,
como decimos aquí.
--No
se preocupe. No se preocupe, hombre, ya veremos...
--Ya
veremos... ya veremos...
--Claro, hombre. ¡Todo fuera como eso!
--Pero no,
señor. Luego que se fue el maquinista, como si Dios lo supiera,
al otro día llovió y allí se juntaron todos los
arroyos que bajan del cerro. Y se llenó. Y hasta le echamos unas
truchas pa' que estuviera completa.
--¿Ya ve? ¡Se lo estoy diciendo!
--Sí, señor. Pero resulta que este solazo se chupó
toda el agua y ayer que fui, en un charco caliente se retorcían
las truchas. Además, la gente tiene sueños de ir a nadar
ahí en la fiesta que ya viene, la del 15 de mayo.
--Pero si ustedes tienen al patrón de las lluvias,
¿qué se aflige?
--Cómo no vamos a afligirnos, diputado, si con este calor tan
fuerte ya hasta sacamos al Señor San Isidro, pa' que sintiera lo
que sentimos, a ver si así mandaba las lluvias. Y nada. Como
él no sudó, pues qué. Nosotros somos los jodidos.
--Pues
sáquelo a solear otra vez, hombre. Con su insistencia
verá que pronto lloverá.
--Ay,
señor. ¡Bien se ve que usted no conoce a los santos ni a
las mujeres!
--¡Señor Agente, me puede decir eso de los santos pero no
de las mujeres!
--Sí, licenciado...
--¡Diputado!
--Bueno,
licenciado, diputado o lo que sea. Quiero decir que usted no sabe que
las mujeres se confabulan con los santos y resulta que cuando sacan al
Señor San Isidro ellas lo entoldan pa' que no se solee.
Entonces, dígame cómo el santito va a sentir el rigor del
sol, del calor, del sudor, como los verdaderos labradores, campesinos
pues. Así menos manda las lluvias, hasta que a él se le
antoje.
--Tiene razón, señor Agente Municipal, pero no se
preocupe, ya le dije.
--No se preocupe... A
poco me va a decir también que usted nos puede mandar un
río, o lluvias. Nomás faltaba que hasta eso nos
prometieran, ¿verdad?
--No, señor Agente, pero ¿a poco no están
contentos con su presa?
--Sí, licenciado...
pero sin agua. Además, todavía nos falta terminar la
Agencia Municipal.
--Ah, ¡pues a eso vengo, precisamente!
--¿A terminarla, licenciado?
--¡No! A decirle que hasta ahí nomás.
--¿Cómo que hasta ahí nomás?
--Sí, porque ya no hay dinero.
--Pero para eso es lo que nos dieron, ¿o no?
--¡Claro que sí! Pero si se lo terminan ya no va a quedar
dinero para la fiesta de inauguración.
--¿Cuál inauguración? ¡Si aún no lo
terminamos, señor licenciado!
--Lo
que pasa es que ya no da tiempo, señor Agente.
--¡Claro que da tiempo, señor!
--Sí, ¡pero no alcanza el dinero!
--¿Cómo chingaos que no? Dispénseme, licenciado,
pero lo tenemos y usted no quiere...
--Ya
le dije que es para la fiesta de inauguración.
--¿Cuál fiesta? Si no lo hemos terminado... ¡No lo
entiendo!
--Señor Agente, no sé si me entiende, pero son
órdenes de arriba...
--¿Son órdenes de arriba o son sus güevos,
licenciado? ¿Quiere quedar bien con la bola de cabrones que
trae? ¡Dígamelo!, porque la verdad ya me está
calentando esto. ¿Qué le voy a decir a la gente?
--Señor Agente
Municipal, no se enoje. Ya le dije que es orden de arriba, porque de
ahí viene el recurso.
--¿Cuál
recurso? ¡Eso nos prometen! ¿Y después? Ya no son
re-cursos sino re-chingas que nos meten porque nos hacen quedar mal
ante la gente y como usted se va, licenciado, y nunca volveremos a
verlo... Si eso es la política...
--¡No, señor Agente! Ya le dije que vamos a venir a
inaugurar las obras, pero para eso necesitamos una banda de
música y que maten unos cuantos borregos para que alcance, y que
hayan muchos cohetes. ¡Que se oiga, se saboree y se paladee!
Usted me entiende, ¿no?
--Ay,
licenciado, me vale madres entender o no. Yo sólo sé que
es chingadera el que se arme un gran bailongo sin terminar los trabajos.
--Le vale madre entender o no,
señor Agente. Pero de que se puede, se puede, ¿no?
--Pues ya
qué... licenciado.
--Ya qué
¿de qué?, señor.
--Que
sí, licenciado.
--¿Qué sí, qué?
--Pues de
eso.
--¿Ya ve? Así es mejor, verá que nada le va a
pasar.
--Eso
espero, licenciado.
Nació en Oaxaca en 1952.
Ha publicado en suplementos culturales, en las revistas Memoranda,
Cantera Verde y Oaxaca, población y futuro; así como en
la antología Oficio de cantera (1993). Tiene un libro de relatos
y cuentos: Retozo de naguales, coedición Instituto
Oaxaqueño de las Culturas -- Fondo Editorial Cantera Verde,
colección Cuadernos de Cantera, 2001.
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