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El camisón
Lucía Bayardo
Cuentan que la vez del incidente me quedé a
dormir en casa de los abuelos. La abuela tuvo que salir; dijo que no
tardaba.
A medianoche desperté, ladraban los perros.
Dicen que el abuelo me encontró llorando, pero no lo creo porque
él me había dicho que si soltaba una lágrima, una
sola, las brujas me iban a llevar. El abuelo se quedó conmigo
durante horas contándome historias. Salí de su casa
descalza y desnuda. No saben por qué no llevaba puesto el
camisón. Yo tenía cinco años y no recuerdo
más que tres cosas: la tierra bajo mis pies estaba fría,
el cielo era color violeta y los gallos no dejaban de cantar.
Dos mujeres me entregaron con mis papás
cuando amaneció. Estaba envuelta en una cobija de lana. Nadie
sabe dónde quedó el camisón. La abuela fue
inmediatamente al cementerio para ver si algún muerto se lo
había llevado. Decía que a veces pasaba. A ella le
pasó cuando niña. Estaba casi segura de que lo
tenía el alma de una niña, de apenas tres meses muerta.
Éramos de la misma edad. El abuelo aseguró que eran
tonterías y que tarde o temprano el camisón
aparecería.
Pero la abuela era muy terca. Cuando llegó
al panteón clavó una estaca en la tierra. Le cruzó
una más pequeña y con un pedazo de tela de uno de mis
vestidos amarró los palos en el centro, formando una cruz.
Después empezó a clavarle alfileres al nudo. No sabe
cuántos, pero dice que estuvo ahí hasta que uno ya no
pudo entrar. Era la señal: el alma maldita ya estaba camino al
otro mundo. No pudo rescatar el camisón, pero aseguró que
no me volvería a pasar.
Cuando regresó a casa, ya de noche,
encontró al abuelo corriendo hacia el pastizal, pegando de
gritos. Dicen que esa misma noche murió.
Lucía Bayardo Dodge
nació en Monterrey, Nuevo León, el 11 de febrero de 1963.
Narradora; participó en el taller literario coordinado por
Ludwig Zeller, y actualmente es integrante de la Biblioteca
Pública Central, ambos de Oaxaca.
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