Domingo, 14 de Junio de 1998

 

 

Más allá de las formas y el discurso oficial

Tres días de guerra y ciento ochenta de negociaciones

La controversia fronteriza peruano ecuatoriana constituía un problema territorial de mayor dimensión en el continente sudamericano.

 

Ernesto Yepes del Castillo

 

La República comienza a publicar a partir de hoy domingo fragmentos importantes del libro que acaban de editar la Universidad Nacional Agraria y la Universidad del Pacífico "Tres días de Guerra y Ciento Ochenta de Negociaciones. Perú Ecuador 1941, 1942" de Ernesto Yepes.

Se trata de un libro de cerca de 500 páginas que utilizando información secreta y hasta ahora inédita del gobierno de los Estados Unidos detalla día a día cómo se realizaron durante seis meses las negociaciones que concluyeron en el Protocolo de Río de Janeiro. Nada ni nadie escapa a los registros de este implacable Libro de Estado. Presidentes, ministros, embajadores, militares, funcionarios de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, el Perú aparecen en la desnudez de sus confidencias, de sus intenciones no dichas, de las presiones nunca admitidas y hoy por primera vez develadas al público peruano y latinoamericano. Un libro entonces de lectura imprescindible si se quiere comprender la complejidad del problema con el Ecuador, si se quiere ver más allá de lo formal y oficial y penetrar en los entretelones del poder y de las decisiones. La selección que ofrecemos ha sido preparada por el editor de la obra.

Tres días de guerra, seis meses de negociaciones, sintetizan lo ocurrido entre julio de 1941 y enero de 1942 entre el Perú y Ecuador de un lado y los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos por el otro.

En un contexto en que los incidentes fronterizos entre Perú y Ecuador se habían ido incrementando, el 5 de julio se desató en el sector occidental de la frontera un fuego continuo y en gran escala que logró ser detenido pronto. Hacia el día 23 del mismo mes, sin embargo, las hostilidades se renovaron con mayor intensidad llegando a alcanzar en el sector occidental un frente de 50 km. El ejército ecuatoriano, mal organizado, dejó de actuar como fuerza operativa en no más de tres días.

Pero si en el campo de batalla los hechos se sucedieron veloces, el frente diplomático resultó más tortuoso y largo. De los 180 días de negociaciones todos fueron intensamente disputados y en los días finales contaron incluso los minutos. Lima debió renunciar a sus pretensiones de imponer condiciones de país vencedor, Quito a sus aspiraciones de llegar al Marañón y Washington al monopolio de las reglas de juego. Cuando Brasil y Argentina se mostraron autónomos e imaginativos, el camino hacia la paz se tornó más cercano. Pero eso tomó tiempo. Los quince días de negociación en Río de Janeiro -en realidad la última semana- probablemente no hubieran concluido en el Protocolo de no haber mediado previamente estos intensos meses de marchas y contramarchas, de presiones y coincidencias, de renuncias y convicciones. Sólo así lograron llegar a Río con una propuesta básica de solución bajo el brazo. Y si bien las distancias se habían reducido, durante esos días en Itamaraty, bajo la presión de las circunstancias, ellas se acortaron aún más. Quizá hasta el límite de lo que era posible.

El problema: un extenso territorio en disputa

En general se consideraba que el territorio en disputa abarcaba entre 320 y 350 mil kilómetros cuadrados. Como apunta G. McBride, un área similar en tamaño al de Francia, Alemania o España o a la suma de los territorios de Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suiza e Italia.

"Todo el extenso territorio entre el río Marañón-Amazonas y el Putumayo, y entre el enclave de Leticia, en el este, y el macizo andino, en el oeste, con excepción de algunas pequeñas regiones, era reclamado tanto por Ecuador como por el Perú. Este último ha estado acostumbrado a trazar su frontera noroeste a lo largo de las cumbres de los Andes hasta tener casi a golpe de vista la ciudad de Quito, en tanto que Ecuador ha reclamado por el sur hasta el río Marañón-Amazonas (o incluso más allá), y por el este tan lejos como hasta la frontera reconocida de Brasil y Colombia. Además de este enorme territorio amazónico en disputa, había también una región menos extensa -pero sin embargo significativa­ en las montañas y valles andinos situados en el entorno de la pequeña ciudad de Jaén, y una zona un tanto más chica ubicada a lo largo de la costa del Pacífico en la vecindad de los valles de Tumbes y Zarumilla. A partir de la costa continental, desde hace mucho tiempo ha existido una frontera tradicional, una línea de facto que las demandas oficiales de ambas partes han buscado sobrepasar.Los reclamos conflictivos incluían las provincias de Tumbes y Jaén, administradas durante más de un siglo por el Perú, formando una parte tradicional de su territorio, aunque todavía reclamado por Ecuador. Por todo lo dicho, la controversia fronteriza peruano-ecuatoriana constituía un problema territorial mayor en el continente sudamericano, que abarcaba más tierra que la contenida en muchas de las naciones independientes" ("Mito y Realidad de una Frontera. El informe McBride". Ernesto Yepes pp. 53-54).

El pasado: siglo y medio de negociaciones

La disputa por este extenso territorio había atravesado lo sustancial de la historia de ambas repúblicas. Durante décadas entre ellas se habían producido encuentros y desencuentros que por lo general habían distanciado más que acercado a las partes.

En 1924, el 21 de junio para ser más exactos, el Perú y Ecuador dieron un paso adelante. Firmaron el denominado protocolo Ponce-Castro Oyanguren encaminado a lograr el acuerdo de ambos países sobre la línea de frontera mediante negociaciones directas. De no ser esto posible convinieron en determinar -de común acuerdo- una zona que deberían someter a la decisión arbitral del presidente de los Estados Unidos.

Este protocolo estipulaba además que las delegaciones se constituirían en Washington sólo después que los gobiernos del Perú y Chile hubiesen sometido el problema de Tacna y Arica al arbitraje del presidente de los Estados Unidos.

La reunión en la capital norteamericana tomó doce años en cristalizarse. Tanto el problema de Tacna y Arica durante la década de 1920 como el conflicto peruano-colombiano de Leticia (1932-1933) condicionaron la demora. La situación interna en los dos países jugó también su parte en ello.

(En 1936 recién se reestablece el contacto entre los dos países. Ese año se convertirá entonces en el año clave en las relaciones entre los dos países pues en él se define lo fundamental del espíritu que sustentará el Protocolo de Río de Janeiro en 1942: la línea de status quo de 1936. De ello daremos cuenta la próxima semana).


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